ORDEN, VIOLENCIA Y VIOLENCIAS EN LA VENEZUELA
CONTEMPORÁNEA
MARÍA FERNANDA AROCHA VELÁSQUEZ.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES
CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA
BOGOTÁ
2012
ORDEN, VIOLENCIA Y VIOLENCIAS EN LA VENEZUELA
CONTEMPORÁNEA.
MARÍA FERNANDA AROCHA VELÁSQUEZ
Monografía de grado para optar al título de politóloga.
Director:
JOSÉ MANUEL E. SALAMANCA, PhD.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES
CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA
BOGOTÁ
2012
TABLA DE CONTENIDO.
Introducción. …………………………………………………………………………. 5
Cuestiones teóricas: por qué violencia y democracia pueden coexistir o
coexisten. ……………………………………………………………………………… 8
Orden y violencia. ……………………………………………………………… 8
Democracia vs. Violencia. ……………………………………………………. 9
Violencia y violencias. ………………………………………………………… 12
La situación de América Latina. ……………………………………………… 15
El caso venezolano: diversos aspectos de la calidad democrática. ¿Qué tipo
de violencias se viven?....................................................................................... 18
Calidad de la democracia. …………………………………………………… 19
Identificación de las violencias………………………………………………. 27
La democracia venezolana frente a otras democracias. ………………… 31
El caso venezolano hoy: entre las dudas democráticas y la violencia. ….. 35
Etapas de la violencia. ………………………………………………………. 35
Logros y contradicciones del actual gobierno. ……………………………. 36
La violencia actual. …………………………………………………………… 40
Democracia violenta. ………………………………………………………… 43
Venezuela: un caso paradigmático. ……………………………………….. 46
Conclusiones. ………………………………………………………………………. 51
Bibliografía. …………………………………………………………………………. 55
Anexos. ………………………………………………………………………………. 60
SECCIÓN 1: Indicadores de gobernabilidad para Venezuela. …………. 60
SECCIÓN 2: Gráficos comparativos de indicadores de gobernabilidad... 64
SECCIÓN 3: Indicadores socio-económicos. ……………………………… 67
SECCIÓN 4: Cifras de violencia en Venezuela. …………………………… 68
Transcripción de entrevista. ………………………………………………….. 71
5
Introducción
En el actual contexto latinoamericano se pueden observar cambios que están
llevando a cabo diversos Estados, estos cambios se dan en miras a buscar la
superación de los problemas que dejó la crisis del modelo neoliberal, por lo que
las reformas institucionales apuntan a repensar el modelo económico y político
(Thwaites Rey, 2010). Dentro de este marco se encuentran varios países que
atraviesan un proceso de redefinición de la democracia, con la promesa de
adoptar un modelo que permita una mayor inclusión y un refuerzo de los valores
de la democracia. A pesar de estos cambios, no se han podido superar ciertos
problemas, como lo es el de la convivencia de altos niveles de violencia con los
regímenes democráticos. Esta situación llama la atención de la presente
monografía, la cual, se enfocará en esta contradicción interna que presentan
algunos países latinoamericanos, que habiendo realizado reformas y buscando
caminos que refuercen la estructura democrática, se enfrentan con niveles altos
violencia.
Esta contradicción se basa en el supuesto de que la democracia es el régimen que
permite la convivencia y la resolución pacífica de los conflictos, evitando que se
generen expresiones de violencia. Teniendo en cuenta esto, se abordará este
problema de manera que se pueda determinar si la democracia tiene
verdaderamente una relación directa con el aumento de la violencia que se viene
dando en algunos de los países de la región. Este trabajo se enfocará en el caso
venezolano, el cual presenta esta característica de tener una tradición de
regímenes democráticos que coexisten con la violencia. Igualmente el caso
venezolano se vuelve representativo para este trabajo, debido a que,
recientemente se ha enfrentado a fuertes cambios institucionales que responden a
esta necesidad de redefinir el tipo de democracia.
En la actualidad la violencia que convive con el régimen democrático venezolano,
viene en un continuo aumento, alcanzando niveles que ubican al país como uno
6
de los más violentos de la región, con una tasa de homicidios superior a la de
países como Colombia que vive un conflicto armado o países que han tenido
fuerte presencia de crimen organizado (Paullier, 2011). Este trabajo se preguntará
si la violencia que se presenta en este país, combina los diversos tipos de
violencia (directa, estructural y cultural), al igual que se preguntará si la calidad de
la democracia del régimen afecta o tiene relación con este aumento de violencia y
el deterioro de la convivencia pacífica de la sociedad venezolana.
Ante la situación del caso a analizar, se plantea la siguiente hipótesis: “la lectura
de las diversas formas de violencia que se pueden constatar en Venezuela
corresponden con las transformaciones de un sistema político que, en constante
proceso de conformación y consolidación, alcanza apenas niveles bajos de calidad
democrática. Pese a la larga tradición democrática venezolana, la ecuación
democracia - bajos niveles de violencia, no funciona.”
La metodología que se utilizará será el estudio descriptivo, haciendo referencia a
la situación de Latinoamérica, pero centrándose especialmente en el caso
venezolano. Para poder llevar a cabo el análisis se utilizarán recursos como
entrevistas, a personas que trabajan el tema; datos y cifras estadísticas, que
reflejen lo que ocurre en la realidad; y otros materiales bibliográficos, buscando
contrastar la teoría con los hechos reales. El primer capítulo buscará abordar los
conceptos claves que se utilizarán para sustentar el análisis final, así como
también explicará porque se habla de una contradicción para el caso venezolano.
El segundo capítulo se enfocará en analizar la calidad de la democracia
venezolana, por medio de cifras y de otros análisis anteriores que se hayan hecho;
igualmente se buscará en esta misma sección, identificar los diferentes tipos de
violencia que se pueden observar en el caso venezolano. Finalmente en el
capítulo tres se analizarán las diferentes contradicciones que se encuentran en el
régimen venezolano, así como también se profundizará en la relación de la baja
calidad democrática y el aumento de la violencia directa. Venezuela es un país
7
que en el escenario actual presenta fuertes controversias, por lo que se buscará
tener una mirada general, evitando caer en posiciones que hagan juicios de valor
acerca del régimen o de la ideología del gobierno actual.
8
Cuestiones teóricas: por qué violencia y democracia pueden coexistir o
coexisten.
El presente capítulo pretende exponer las bases conceptuales sobre las cuales se
construye este trabajo. Partiendo de casos de la realidad, donde se observa la
convivencia de algunos regímenes democráticos con situaciones de violencia, se
buscará explicar por qué esto supone una contradicción teórica, al igual que se
intentarán identificar los mecanismos que permiten que esto se dé. Para este fin
se debe entender principalmente por qué la idea de democracia implica paz, es
decir, qué hace que se prefiera la democracia sobre otras formas de Estado, en
miras de garantizar una convivencia pacífica y reduciendo la posibilidad de
manifestaciones violentas.
Orden y violencia
La violencia, expresada en fenómenos de guerras, conflictos o criminalidad, es
entendida como una situación de anormalidad; debido a que se desvía de los
estándares “normales” que propician la estabilidad y la idea de orden (Kalyvas,
Shapiro, & Masoud, 2008, pág. 1). La necesidad del orden se viene estudiando
desde siglos atrás, en busca de frenar los efectos que se generan a partir de la
falta de regulación, como lo son un lento desarrollo, sentimientos de inseguridad y
miedo que detonan en últimas en actos de violencia letal (Hobbes, citado en:
Bates, 2008, pág.17). A partir de este planteamiento se entiende la creación de los
Estados como entidades que son capaces de monopolizar el uso de la fuerza,
creando un orden político donde la violencia será ejercida legítimamente por un
solo actor, que buscará garantizar la convivencia y el desarrollo de una comunidad
(Weber, citado en: Bates, 2008, pág. 20).
El Estado sin embargo, puede ser en una herramienta peligrosa, teniendo el
monopolio de la fuerza, puede convertirse en un órgano de represión que conlleve
a que su población se defienda a partir de medios violentos, lo cual quebrantaría el
orden y favorecería un clima de violencia y conflictividad (Bates, 2008). Esto
9
expresa la necesidad de encontrar un orden político que sea capaz de
contrarrestar esta potencial amenaza que representa el poder del Estado,
disminuyendo el uso de la fuerza, y garantizando un equilibrio de todos los actores
que conviven al interior de un Estado, desde el gobierno hasta los ciudadanos,
generando un acuerdo entre estos que permita la convivencia y la resolución de
las diferencias de una manera pacífica. De esta forma el Estado podría dedicarse
a proteger y a regular las relaciones entre sus ciudadano, permitiéndoles el
desarrollo de sus actividades en un contexto donde no se sientan amenazados ni
por el Estado ni por otros ciudadanos (Bates, 2008).
Democracia vs. Violencia
Con el fin de encontrar un orden donde la violencia sea disminuida a su menor
expresión, se ha aceptado actualmente la democracia como el régimen que
permite la solución pacífica de conflictos y la convivencia de los ciudadanos,
prefiriéndola sobre otro tipo de regímenes (Russett, 1993, pág. 11). Siguiendo los
planteamientos de Russett (1993), cabe resaltar que, a pesar de que la
democracia se entiende como el orden que propicia y mantiene la paz, ésta no
está exenta del uso de la violencia, sin embargo el Estado democrático busca, a
través de sus instituciones, que el uso de esta sea limitado.
El régimen democrático se entiende generalmente como aquel “…en el cual el
acceso a las principales posiciones gubernamentales (con la excepción del poder
judicial, fuerzas armadas y eventualmente los bancos centrales) se determina
mediante elecciones limpias.” (O'Donnell, 2004, pág. 22). Siguiendo este concepto
de democracia, según autores clásicos como Dalh, algunos de los indicadores
tradicionales por los cuales se ha estandarizado el concepto de democracia son: el
derecho al voto, el derecho a ser elegido, el derecho a la competencia política,
elecciones libres y justas, libertad de asociación, libertad de expresión, existencia
de fuentes alternativas de información, solidez de las instituciones, sustentabilidad
de las políticas públicas, etc. (Caetano, 2010, pág. 5)
10
Estas definición y los indicadores mencionados, enfatizan en los procesos
formales de la democracia; sin embargo, más allá de los formalismos por los
cuales se han estandarizado las manifestaciones de la democracia, los factores de
fondo son los que más interesan para poder entender por qué ésta es la forma de
gobierno que se acerca más al ideal de la convivencia pacífica. La democracia
busca la participación activa de sus ciudadanos, siendo estos los que, a través de
mecanismo de representación y participación, toman decisiones políticas. La
democracia crea un vínculo entre el Estado y sus ciudadanos, por medio de una
relación recíproca de derechos y deberes (Offe, 2009); el Estado por lo tanto le
otorga derechos y libertades políticas a sus ciudadanos, pudiendo estos regular el
poder estatal, así como también el Estado garantiza la inclusión de las diferentes
demandas de sus ciudadanos en un plano de igualdad.
Teniendo en cuenta los valores democráticos como: la libertad, la justicia, la
tolerancia, el control del poder, entre otros (Caetano, 2010, pág. 1); se trabajará
con un concepto de democracia más completo, donde se incluyan los resultados
que se esperan de un régimen democrático. Para esto se tomará la definición de
Orjuela:
“la democracia se define como un conjunto de reglas y de procedimientos que
expresan, en mayor o menor medida, el ideal de la reciprocidad y simetría en las
relaciones sociales, que regulan y hacen posible la conflictiva construcción del
orden social y la participación directa o indirecta de todos en el proceso de toma de
decisiones colectivas para garantizar la distribución equitativa de las libertades, los
bienes y las oportunidades sociales” (2009, pág. 58)
La democracia por lo tanto implica una participación activa de la ciudadanía donde
se reconozcan en el plano político, económico y social las múltiples posiciones e
identidades (Orjuela, 2009, pág. 61). Por consiguiente se puede entender la
democracia como una solución integral, en el sentido de que reconoce y otorga
igualmente derechos a diferentes grupos dentro de la sociedad, siendo ésta una
de las razones por las cuales se entiende que la democracia puede ser una forma
11
de gobierno que resuelva conflictos y permita la convivencia pacífica (Wallensteen,
2007, pág. 185). Según Wallensteen (2007) una democracia viable, es uno de los
factores que permite que se generen condiciones necesarias para la resolución de
conflictos. Una de estas condiciones es la aceptación de las minorías,
permitiéndole a éstas sentirse parte del Estado al igual que la mayoría, y no
siendo aceptadas legalmente, sino legítima y socialmente (Wallensteen, 2007,
pág. 186). Esto implica pensar en una inclusión no sólo desde el marco formal
legal, sino que se dé un contexto donde la sociedad pueda llegar a consensos
dentro de posiciones distintas, aceptando a los diferentes miembros que la
conforman.
Siguiendo este planteamiento de la inclusión de la diferencia, se entiende
entonces, que la democracia permite las condiciones necesarias para que se
pueda vivir con la incompatibilidad (Wallensteen, 2007, pág. 51). Esta convivencia
se genera a través de mecanismos, propios de la democracia, donde se dan
espacios para que se discutan y se den a conocer los distintos puntos de vista.
Estos canales políticos por los cuales se pueden resolver los conflictos, gozan de
la confianza y la legitimidad de las partes, y por lo tanto se puede llegar a salidas
de situaciones conflictivas que sean aceptadas por todas éstas (Wallensteen,
2007, pág. 35), excluyendo el uso de la violencia. Otra condición que puede
propiciar la democracia es la satisfacción de las necesidades, el Estado
democrático al ser escogido por sus ciudadanos puede reflejar y por lo tanto
responder a las demandas de estos, buscando satisfacerlas y manteniendo en
armonía a la población (Wallensteen, 2007, pág. 37).
Se puede concluir que los elementos claves que se observan en las condiciones
mencionadas anteriormente, son la igualdad y la diferencia. La democracia
permite finalmente, que se viva en igualdad reconociendo e incluyendo las
diferencias. “La democracia de este modo entendida y practicada, significa sobre
todo recurrir a mecanismos de interacción social distintos a las violencia y a la
fuerza para resolver conflictos políticos, y aceptar la coexistencia de ideologías o
12
creencias diferentes e incluso opuestas cuando éstas se encuadran en un
esquema de lealtad a la democracia” (Villaroel, 2009, pág. 80).
Formas de gobierno como el autoritarismo, el totalitarismo o formas que implique
la militarización del poder; excluyen la participación y la autonomía de la sociedad
civil (Villaroel, 2009). Esto trae consecuencias como la polarización social, la
imposibilidad de limitar el poder del Estado, y por lo tanto no se puede hablar de
una sociedad pluralista que pueda discutir y llegar a consensos. Al contrario, se
responde únicamente a un Estado que impone una sola visión, propiciando la
exclusión y la insatisfacción por parte de diferentes de grupos de la población.
Esta insatisfacción puede generar un clima de hostilidades, que favorezca la
manifestación de actos violentos, de personas que buscan oponerse al régimen o
que buscan defenderse al sentirse amenazados o desprotegidos por éste.
Se entiende finalmente que el orden es necesario para evitar situaciones donde
prevalezca la violencia y la inseguridad y que, el orden que generalmente se
acepta como el más adecuado, para establecer condiciones necesarias para la
convivencia en paz, es la democracia. Esto hace pensar que los Estados que se
denominan a sí mismos como democráticos y que practican este tipo de orden,
deben entonces evitar la violencia. Por lo anterior, se evidencia la contradicción
teórica que existe cuando se habla de países con regímenes democráticos que
conviven con altos niveles de violencia. Esta situación hace evidente que la
democracia puede presentar defectos, debido a que al contrastar teoría y realidad,
se evidencia que dentro de estos regímenes se puede generar violencia.
Violencia y violencias
Para entender esta situación contradictoria, es necesario definir violencia;
pudiendo de esta manera ampliar el concepto, incluyendo no sólo el aspecto de la
violencia que se expresa a través de un hecho donde se busca causar un daño
específico, sino ver otros factores que también clasifican como expresiones de
violencia. Para este fin, se utilizará la definición de Galtung de violencia, por la
13
cual se entiende “la causa de la diferencia entre lo potencial y lo real, entre lo que
pudo ser y lo que es. La violencia es aquello que incrementa la distancia entre lo
potencial y lo real” (Galtung, 1969, pág. 168). La violencia por lo tanto, es más que
un simple acto, es un fenómeno complejo.
Esta complejidad que trae implícita la violencia, genera dificultades a la hora de
identificar un acto o una situación como violenta, por este motivo se entiende que
existen diferentes tipos de violencias. Galtung clasifica la violencia en tres tipos:
directa, estructural y cultural. El primer tipo de violencia, es la violencia directa, la
cual es identificable con mayor facilidad ya que, va dirigida a una persona,
afectándola tanto física como psicológicamente (Galtung, 1969, pág. 169). La
violencia directa se refleja en una persona, cuando ésta es herida o asesinada, por
la intensión de otra de causar el daño, este tipo de violencia es más fácil de
observar y por lo tanto de medir.
La violencia estructural, siendo otro tipo de violencia, introduce un nuevo nivel de
análisis. En palabras de Galtung, ésta “se encuentra en la estructura y se muestra
a través de desigualdades de poder y por consecuencia en desigualdades en las
oportunidades de vida” (1969, pág. 171). La principal diferencia entre este tipo de
violencia y la anterior, es que la estructural no está dirigida ni es realizada por una
persona en particular, ésta se encuentra dada por las normas y la forma como se
constituye un sistema, y por lo tanto se genera como consecuencia de éste. “La
violencia estructural es silenciosa, no se muestra, es esencialmente estática”
(Galtung, 1969, pág. 173). El impacto que esto puede tener, es la posibilidad de
normalizar conductas y formas que, al ser violentas, propician expresiones de
violencia directa.
Finalmente el tercer tipo de violencia es la violencia cultural, esta hace referencia a
“aquellos aspectos de la cultura, el ámbito simbólico de nuestra existencia, que
pueden utilizarse para justificar o legitimar la violencia directa o estructural”
(Galtung, 2003, pág. 9). Su función esencial es la de legitimar las dos violencias
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antes mencionadas cargándolas de razón y si se quiere de sentido lógico. Sin
embargo, a esta clasificación que hace Galtung, se le pueden hacer críticas, en
cuanto a que los dos últimos tipos de violencias mencionados (estructural y
cultural), pueden ser muy subjetivos y difíciles de identificar. Dentro de estas
clasificaciones cabe “todo”, es decir cualquier manifestación o conducta que a
juicio de un actor, justifique un acto directo de violencia, igualmente puede
provocar contradicciones en cuanto a las diversas interpretaciones que se pueden
hacer de si un sistema o cultura es o no es violento; no obstante, no se puede
negar que ciertamente existen expresiones de violencia que se manifiestan a
través de la estructura o de la cultura, la dificultad está en alcanzar una manera de
medirlas y de sustentarlas (Salamanca M. , 2006, pág. 65).
Es posible concluir que “La violencia cultural y estructural, causan violencia
directa” (Galtung, citado en: Salamanca M., 2005, pág.45). Por esta razón se han
explicado estos tres tipos de violencia, ya que permitirán entender cómo en la
realidad, se genera la contradicción entre democracia y violencia. Si bien un
Estado democrático pretende regirse por los valores mencionados al principio,
garantizando derechos y libertades, y siendo capaz de resolver conflictos y
mantener la paz entre sus ciudadanos, se pueden dar defectos en los mecanismos
de la democracia. Estos defectos o fallas, pueden ser por ejemplo: una
participación limitada de los ciudadanos; la poca transparencia que tiene el Estado
de su gestión, ocasionando la pérdida de confianza de sus ciudadanos;
permitiendo que se den actos que favorezcan a un individuo o a un grupo frente a
otro, quebrantando la igualdad; o que no sea capaz de hacer cumplir las normas, y
por lo tanto se le permita a ciertos ciudadanos y funcionarios del Estado
quebrantar la ley.
Todas estas fallas mencionadas anteriormente, se pueden clasificar como
violencia estructural, ya que atentan contra el régimen democrático, generando
efectos perversos dentro de éste, que pueden detonar en expresiones de violencia
directa. Al ser la violencia estructural, una violencia que no se percibe fácilmente,
15
puede normalizar este tipo de actos, y por lo tanto frena o impide el verdadero
funcionamiento de la democracia. Esto permite que se vaya generando
insatisfacción, desconfianza, y sentimientos de inseguridad por parte de los
ciudadanos; lo que puede detonar en un futuro en situaciones de conflictos civiles
o cualquier otra expresión de violencia, desvirtuando totalmente el sentido de la
democracia.
La situación de América Latina
En América Latina se viene dando actualmente un proceso de cambio en las
estructuras de algunos Estados, estos cambios son de tipo institucional y
responden a una nueva interpretación que se viene haciendo del concepto de
democracia. Tradicionalmente el concepto que dio origen a lo que hoy se entiende
por democracia, es el concepto de democracia liberal, sin embargo este ha sufrido
cambios a lo largo de los procesos históricos. Si bien se conservan los estándares
formales por los cuales se define a un régimen como democrático, como lo son las
elecciones, la existencia de un sistema de partidos, entre otros; las
reinterpretaciones que se han hecho, se relacionan con el aspecto de fondo de la
democracia. Esto ha significado repensar el papel que cumple el Estado y la
participación que los ciudadanos tienen dentro de éste.
Para contextualizar esta situación se debe tener en cuenta lo que se ha
denominado como la crisis del modelo neoliberal (Thwaites Rey, 2010). En
respuesta a los problemas que se derivan del colapso de este modelo económico,
como el aumento de la desigualdad social, la pérdida de control del Estado sobre
la economía, entre otras, se ha repensado el papel del Estado y se ha buscado
rediseñar las instituciones democráticas de manera que estas atiendan los
problemas de la sociedad actual, sin perder de vista los principios democráticos y
el fin de mantener el orden pacífico dentro de la sociedad.
En este sentido se han dado cambios en miras a “democratizar la democracia”
(Caetano, 2010, pág. 6), estos cambios que se buscan hacer, pretenden reparar
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daños que las estructuras de los regímenes anteriores causaron en la sociedad.
Por lo que se ha buscado mejorar las instituciones y en general los regímenes
democráticos, propiciando reformas institucionales, en unos casos más radicales
que en otros, que buscan una transformación del Estado (Tedesco, 2007, pág.
17). Casos como los de Venezuela y Bolivia, han sido más radicales en sus
transformaciones, éstas han tenido efectos, como la mejora en la inclusión de los
derechos de los diferentes grupos sociales, pero han tenido efectos igualmente de
concentración de poder en personas con fuerte liderazgo (Tedesco, 2007). Otros
casos como los de Ecuador o Brasil, son Estados que no han llevado estas
reformas a niveles tan radicales como las de Venezuela y Bolivia, pero sí han
hecho reformas en sus estructuras democráticas (Tedesco, 2007). Finalmente los
casos de Estados como Perú y Colombia, que han permanecido más ajustados a
las políticas neo-liberales, donde las transformaciones de la democracia no han
sido tan evidentes (Caetano, 2010)
A pesar de estas transformaciones, en América Latina se pueden observar
situaciones donde se da la contradicción de democracia y violencia. Teniendo en
cuenta que la mayoría de los regímenes latinoamericanos son democráticos, se
pueden identificar varios países donde se presentan altos niveles de violencia,
como es el caso de Colombia, México, El Salvador, Venezuela, entre otros. Esta
situación hace necesario que se cuestione si la democracia verdaderamente existe
en Latinoamérica. Según Arias y Goldstein (2010), no se puede hablar de la
inexistencia de las instituciones democráticas, debido a que la mayoría de los
Estados siguen cumpliendo con los criterios de participación formales de la
democracia, así como también existen instituciones propias de la democracia que
buscan limitar el poder del Estado y garantizar derechos y libertades.
A pesar de que no se les niega la calificación de Estados democráticos a los
países que conviven con violencia, no se puede obviar que existe una
contradicción y por lo tanto una falla en la aplicación del modelo democrático. Esto
supone una violencia que se da a través de las estructuras, que en algunos casos
17
detonan en expresiones de violencia directa, como es el caso de conflictos
armados internos, la presencia de crimen organizado y bandas de narcotráfico.
Para Arias, esto sucede en Latinoamérica debido a que la violencia forma parte
del funcionamiento del sistema democrático “La violencia no significa en esta
medida un fallo en el régimen, sino el trabajo de los diferentes actores y
coaliciones que usan la violencia para fines particulares, junto con el Estado y sus
fuerzas de seguridad” (2010, pág. 251). Si bien la democracia se entiende como la
solución integral para las situaciones de conflicto, este orden puede también
presentar fallas que se identifican como violencia estructural, en la medida en que
impide la realización y cumplimiento del objetivo de la democracia, es decir no
siendo capaz de garantizar una convivencia pacífica, y por lo tanto permitiendo la
coexistencia con expresiones directas de violencia.
Para poder profundizar en los mecanismos que permiten la coexistencia de la
violencia y la democracia, se estudiará específicamente el caso de Venezuela,
siendo uno de los países que recientemente se enfrentó a un cambio en sus
instituciones democráticas, y en la cual no hay conflicto armado, pero presenta en
los últimos años un incremento de los niveles de violencia directa, haciendo visible
algunas formas de crimen organizado y de violencia criminal.
18
El caso venezolano: diversos aspectos de la calidad democrática. ¿Qué tipo
de violencias se viven?
Venezuela siendo uno de los países de América Latina que cuenta con un régimen
democrático, se vuelve un caso de estudio en el marco de este trabajo, en cuanto
es un ejemplo del fenómeno de la coexistencia de la violencia y la democracia. La
estabilidad democrática que se registra en Venezuela, se entiende desde el año
1958 hasta el día de hoy, donde luego del derrocamiento de la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez el país ha gozado de una continuidad de gobiernos
democráticos. Sin embargo, las claras expresiones del aumento de actos directos
de violencia, hacen necesaria una evaluación a esta democracia, ya que, se
podría decir que la democracia venezolana presenta defectos que conllevan a la
contradicción teórica que es objeto de este trabajo.
La democracia venezolana se encuentra marcada por dos claros períodos
históricos, lo que se denominó la democracia puntofijista, y posteriormente el
cambio hacia una democracia participativa. El primer período democrático que se
menciona, se caracterizó por ser una democracia limitada (McCoy, 2004, pág.
295), regida por un pacto de alternancia del poder, denominado Pacto de Punto
Fijo. Esto permitió que el sistema fuera elitista, y que se generara una crisis de
representatividad (McCoy, 2004, pág. 268). Las élites representadas en los dos
partidos protagónicos del puntofijismo (AD y COPEI), finalmente terminan su
hegemonía luego de la crisis que enfrenta este modelo democrático, con la caída
de los precios del petróleo y el descontento de la población ante el aumento de la
pobreza y el desempleo (López Maya & Lander, 1996, pág. 169). A esta crisis se
le atribuye como causa el fracaso del modelo neoliberal, que se pretendía imponer
como respuesta a los problemas económicos que enfrentaba el país, sin embargo,
esta solución no tiene éxito y se genera un ambiente de descontento y de
necesidad de cambio.
19
Este es el contexto al cual se enfrenta el modelo democrático del nuevo líder que
llega al poder en 1999, el Presidente Hugo Chávez, quien es electo con una
mayoría del 56% de los votos (Torres, 2006, pág. 9). El nuevo régimen
democrático que se pone en marcha en Venezuela, trae consigo un importante
cambio institucional. El discurso que se manejará por el nuevo gobierno, tendrá
sus bases en una nueva ideología que se venía gestando dentro de algunos
cuarteles militares, conocida como el “bolivarianismo” (López Maya, 2009, pág.
200). El ideal de cambio hacia una sociedad igualitaria, donde la población civil
retomara el poder del Estado (Salamanca, 2004, pág. 101), se materializa a través
de la democracia participativa; los postulados de la revolución bolivariana se
concretaron en el proyecto Constituyente de 1999. Con la nueva constitución, se
dieron reformas profundas a nivel institucional, reforzando la participación de la
población civil (Salamanca, 2004), ofreciendo medidas anticorrupción (Martínez,
2006, pág. 28), ampliando la carta de derechos humanos y finalmente
aumentando los canales que garantizan una sociedad pluralista e incluyente
(López Maya, 2009, pág. 210).
A pesar de que se dieron todos estos cambios, la democracia en Venezuela no ha
podido evitar la violencia. Estas reformas, han tenido efectos perversos, en cuanto
se ha fragmentado a la población y no se han podido cumplir los resultados
esperados (Caetano, 2010, pág. 13), y al contrario de propiciar una convivencia
pacífica y solucionar los conflictos que se venían dando tras el descontento social,
han propiciado o mantenido un aumento en los niveles de violencia.
Calidad de la democracia
Si bien se identifica al régimen venezolano como un régimen democrático, que
cumple con los criterios de forma (Martínez, 2006, pág. 31), se hace claro que
existen falencias por donde se pueden hallar las explicaciones que permiten que
este régimen coexista con la violencia actual. Para poder entender cuáles son y
dónde se generar estas fallas, se analizará la calidad de la democracia
20
venezolana. Para este fin, se utilizarán los indicadores de gobernabilidad, que son
estándares generales por los cuales se puede establecer, si estamos frente a una
democracia de buena calidad o de baja calidad.
El concepto de gobernabilidad que se manejará, es el del Banco Mundial el cual la
define de la siguiente forma: “las tradiciones e instituciones por las cuales la
autoridad es ejercida en un país. Esto incluye el proceso por el cual los gobiernos
son seleccionados, monitoreados y remplazados; la capacidad del gobierno de
formular e implementar políticas efectivamente; y el respeto de los ciudadanos y el
Estado hacia las instituciones que gobiernan la interacción económica y social
entre ellos.” (Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010, pág. 4). La gobernabilidad se
ha buscado medir de acuerdo a la creación de indicadores que reflejen los
elementos mencionados en la definición. Para este fin el Banco Mundial ha creado
el Worldwide Governance Indicators, estableciendo seis indicadores a través de
los cuales se medirá la calidad de gobernabilidad que tiene un país.
El primero de ellos es el de “Voz y rendición de cuentas”, este busca medir la
participación de los ciudadanos en los procesos de toma de decisión, así como la
libertad de seleccionar a su gobierno y la libertad de información y de asociación
(Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010, pág. 6). Las democracias bien sean
representativas, participativas, o de otro tipo; siempre designan a uno o a un
número de individuos que administren los recursos del Estado, esto presenta el
problema de garantizar la confianza entre los ciudadanos y los funcionarios, de
manera que los primeros puedan sentirse seguros de que el manejo de los
recursos se realiza correctamente. Para Claus Offe, este problema se soluciona
con la rendición de cuentas, a través de la participación, la deliberación y la
confianza (2009, pág. 35). Por lo tanto este indicador refleja la medida en la que,
el problema del control de la gestión del Estado es solucionado, al generar
confianza y participación en los ciudadanos.
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El segundo indicador es el de “Estabilidad política y ausencia de violencia”, por
este se observa la probabilidad de que el régimen sea desestabilizado por actores,
a través de medios inconstitucionales y violentos (Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi,
2010, pág. 6). Un Estado debe garantizar la seguridad de sus ciudadanos, siendo
el único que tiene la posibilidad del uso de la fuerza para mantener el orden social;
por lo tanto el hecho de que se pueda desestabilizar un régimen por medios
violentos, le quita al estado el control del uso de la fuerza y en consecuencia éste
no podrá garantizar seguridad a sus ciudadanos.
El tercer indicador de gobernabilidad es “Efectividad del gobierno”, este determina
la buena o mala calidad de los servicios públicos y civiles y la habilidad para
formular e implementar políticas públicas(Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010,
pág. 6). El Estado democrático responde teóricamente a las necesidades de su
población, debido a que, fue ésta la que lo eligió, por lo que el gobierno debe
conocer las necesidades y los problemas a ser solucionados. Un gobierno
democrático efectivo, por lo tanto, es capaz de diseñar políticas que respondan a
estas necesidades.
El cuarto indicador es “Calidad regulatoria” por el cual se mide la habilidad del
gobierno para formular e implementar políticas para promover el sector privado
(Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010, pág. 6). Este indicador es muy diciente de
la visión neoliberal sobre la cual se basa el modelo económico actual. Lo cual
puede chocar con las concepciones democráticas que están surgiendo en algunos
países de América Latina, que van en contraposición a este pensamiento
neoliberal, que pretende que el Estado sea movido por la fuerza del mercado
(Thwaites Rey, 2010).
El quinto indicador es “Estado de Derecho” el cual mide la confianza de los
ciudadanos en obedecer las reglas, y la probabilidad de delincuencia y
criminalidad (Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010, pág. 6). El Estado de Derecho
garantiza el cumplimiento de las normas, para que esto se dé el Estado debe
22
proveer la confianza necesaria en sus instituciones y funcionarios, para que los
ciudadanos se sientan obligados y confiados en cumplir las reglas. Igualmente otro
elemento democrático de este indicador es que garantiza la igualdad de los
individuos, en cuanto todos se encuentran obligados por las mismas reglas y
nadie, ni siquiera los funcionarios del Estado, se encuentran exentos del
cumplirlas, esto sería lo que O’Donnell (2004, pág. 40) denomina como Estado
Democrático de Derecho.
Finalmente se encuentra el indicador de “Control de corrupción”, este observa si el
ejercicio del poder público beneficia a sectores privados o a ciertas élites
(Kaufmann, Kraay, & Mastruzzi, 2010, pág. 6). Si se entiende la democracia, como
el régimen por el cual el pueblo puede tomar sus decisiones y gobernarse, se
supone que esto se da en sentido de buscar el bien común, donde se tenga
igualdad de condiciones y de posibilidades; por lo tanto el uso del poder para
fines privados o individuales va en contra de las ideas democráticas, ya que le
otorga más beneficios a cierto grupo de ciudadanos, quebrando la relación de
igualdad. A pesar de que estos indicadores no abarcan todo los aspectos de la
democracia, se puede decir que abarcan áreas importantes para el estudio de
ésta, traspasando la barrera tradicional de los estudios formales de la democracia.
A continuación se verá la evolución de cada uno de estos indicadores para el caso
venezolano, lo que servirá para el análisis de la calidad democrática venezolana.
Voz y rendición de cuentas:
Este indicador muestra un descenso sostenido a través del tiempo (Ver gráfico 1),
ubicando a Venezuela mundialmente en el penúltimo percentil (Ver tabla 1),
significando que su puntaje es bajo con respecto a otros países del mundo. Estos
puntajes se pueden constatar en la realidad, en cuanto, los gobiernos venezolanos
tradicionalmente han favorecido un tipo de Estado centralista (McCoy, 2004, pág.
280). Actualmente eso ha traído como consecuencia la pérdida de la
independencia de los diferentes poderes que hacen contrapeso al poder ejecutivo,
23
igualmente en el último gobierno se han establecido leyes habilitantes que han
empoderado al ejecutivo (López Maya, 2009, pág. 218), afianzando esta asimetría
en la distribución del poder y propiciando poca transparencia en la gestión de éste.
Igualmente otro de los fenómenos que se pueden observar dentro de la tradición
democrática venezolana, es la poca preocupación por una adecuada rendición de
cuentas (Myers, 2004, pág. 26). Esto se refleja en el escenario actual,
especialmente, en la estatización que se ha dado de varias empresas, poniendo
en duda la buena gestión y administración que el Estado le da a éstas; debido a
que no hay claridad en el manejo de la producción y la gestión de los recursos,
uno de los casos más emblemáticos de este problema es la empresa PDVSA
(Montero, 2006, pág. 97). Dentro de este indicador también se toma en cuenta la
libertad de participación, de expresión y de información; estos son temas que
actualmente son muy controvertidos en la realidad venezolana. Según el Informe
que realiza PROVEA, sobre los derechos humanos, el derecho a la libertad de
información y expresión, si bien existe en Venezuela, se ha debilitado, debido a las
restricciones que se le han impuesto a los medios de comunicación privados, por
medio de la promulgación de leyes, así como igualmente han aumentado las
agresiones a los periodistas y las sanciones a las administraciones de los medios
de comunicación (PROVEA, 2011, pág. 299).
Estabilidad política.
Este indicador se mantiene en puntajes bajos (Ver gráfico 2), es importante
resaltar que a partir del 2002, se da una disminución importante, que luego de esta
fecha ha mantenido los puntajes aún más bajos que los que se registraban en
años anteriores. Esto se explica mediante los sucesos del paro petrolero del 2002,
que finalizó en un golpe de Estado fallido, que ocurre a principios de 2003. A esto
contribuye otro factor, que es la creciente polarización social (Salamanca, 2004),
que no favorece la mejora de este indicador.
24
El actual régimen democrático, tras las reformas que realizó, estableció que una
de sus bases sobre la cual funcionaría esta nueva idea de democracia, era la
alianza cívico militar (López Maya, 2009, pág. 202), esto además de ser una
contradicción teórica, puede propiciar la desestabilización de la democracia. La
pérdida de control por parte de la población civil de la organización militar y la
politización de la milicia, debilita la democracia, en cuanto se militariza el poder y
lo despoja de su carácter cívico, ocasionando “zonas grises” entre gobiernos
autoritarios y democráticos (McCoy, 2004, pág. 295). Igualmente la creación de
grupos de la población civil para la construcción de una sociedad bolivariana, tal
como lo pretende esta ideología, y para la defensa del régimen (López Maya,
2009, pág. 205), son situaciones que pueden atentar contra la seguridad
democrática, debido a que, sectores de la población se radicalizan y en nombre de
la defensa de la ideología bolivariana, cometen actos violentos (International Crisis
Group, 2011).
Efectividad del gobierno.
Los puntajes de este indicador, si bien son bajos, son los más estables, debido a
que no presentan disminuciones repentinas (Ver gráfico 3). Las políticas
paternalistas son una característica de los diferentes gobiernos que ha tenido el
país (Myers, 2004); este tipo de políticas se ha apoyado mayoritariamente, en los
recursos de la renta petrolera. El sostenimiento de estas políticas, durante la
democracia puntofijista, favoreció y sostuvo el elitismo que se vivió durante esta
época (Coronil, citado en: McCoy, 2004, pág. 273), uno de los cambios que se
observa en régimen democrático actual, es la búsqueda de redistribución de las
riquezas obtenidas del petróleo (Barreiro, 2006, pág. 100). A pesar de que se han
dado avances en cuanto a la disminución de la pobreza y la desigualdad,
acompañado por un aumento en el gasto social, no se ha podido alcanzar un
resultado óptimo (IDD-LAT, 2011) (Ver gráficos 7 y 8).
Calidad regulatoria.
25
Para este indicador se pueden identificar tres fases (Ver gráfico 4), en las cuales
los puntajes fueron disminuyendo. En los primero años, se puede decir que, a
pesar de ser puntajes bajos, Venezuela a travesaba una crisis por la baja de
precios del petróleo, pero conservaba una política de libre mercado. Con la llegada
del gobierno de presidente Chávez se fueron generando poco a poco políticas que
fueron restringiendo esta libertad económica, y fueron involucrando al Estado en el
control de los aspectos económicos, esto provoca la pérdida de confianza de la
inversión extranjera (Kelly & Palma, 2004, pág. 229). Este indicador se caracteriza
por un descenso en los últimos años, pero esto se le puede atribuir a la nueva
concepción de Estado antineoliberal, que propone el gobierno de Chávez (López
Maya, 2009, pág. 208), la cual se opone a esta política de libre mercado y busca
un Estado controlador de la economía, que va en contravía a los estándares que
propone este indicador.
Estado de Derecho.
Este indicador tiene un decrecimiento constante (Ver gráfico 5), ubicando al país
en los percentiles más bajos a nivel mundial (Ver tabla 1). La capacidad del estado
para hacer cumplir las reglas, es débil, teniendo en cuenta que desde la
democracia puntofijista, no se buscaron reforzar las políticas de regulación
(Myers, 2004, pág. 25). Este fenómeno se ha venido manteniendo a lo largo de la
historia democrática. La impunidad es uno de los factores que contribuyen a la
disminución del puntaje de este indicador, según el Informe de Inseguridad y
Violencia de la LACSO-OVV, la encuesta de victimización realizada en 2007,
reveló que el 64% de los delitos diferente al del homicidio, no son denunciados
(Ávila, Briceño, & Camardiel, 2008, pág. 123); a lo que se le suma que según las
cifras del 2010, por cada 100 homicidios se realizan aproximadamente 9
detenciones (Camardiel, 2012), esto propicia un clima de impunidad. Igualmente
se resalta que de estos crímenes no denunciados, el 77% de las víctimas alega no
haberlo hecho “porque las autoridades no hacen nada” (Ávila, Briceño, &
26
Camardiel, 2008, pág. 123), lo que refleja una clara desconfianza en las
instituciones del gobierno.
El decrecimiento constante de este indicador responde igualmente al aumento de
la violencia directa, donde se encuentran delitos como robos, lesiones personales,
homicidios, secuestros, por mencionar algunos de los delitos que se cometen con
mayor frecuencia (PROVEA, 2011, pág. 397). La existencia de impunidad y altos
niveles de violencia, afectan la calidad democrática, debido a que es uno de los
deberes del Estado garantizar el cumplimiento de los derechos que se establecen
constitucionalmente (como lo es garantizar la seguridad y el derecho a la vida)
(Rosales, 2007, pág. 56), lo cual se pone en duda al presentarse altos niveles de
violencia, así como también la desconfianza en las instituciones estatales que
alimenta la debilidad del Estado de Derecho.
Control de la corrupción.
Este indicador presenta igualmente un descenso constante (Ver gráfico 6). Éste se
puede observar con facilidad a lo largo de la historia democrática del país, por
medio de los diversos escándalos de corrupción que se generaron durante los
gobiernos de la democracia puntofijita, como lo son el escándalo del Banco Latino,
los diversos casos de corrupción en el que estuvo implicado el ex presidente
Carlos Andrés Pérez, que finalmente lo llevaron a su destitución, entre otros
ejemplos que caracterizan este período histórico (López Maya & Lander, 1996,
pág. 183). Con la llegada de Chavez al poder se pretendió dar un cambio a este
problema, pero no se ha podido tener éxito. Actualmente según Transparencia
Internacional el índice de percepción de corrupción del 2011 ubica a Venezuela en
el puesto 172 de 183 países, calificándolo en la lista de los países con mayor
índice de corrupción.
Tras el análisis realizado por medio de los indicadores de gobernabilidad, se
puede concluir que el régimen democrático venezolano es de baja calidad. Todos
sus indicadores tiene puntajes bajos y la mayoría presenta un decrecimiento a
27
través del tiempo, esta situación evidencia debilidades en la aplicación del modelo
democrático. Otro indicador que constata la baja calidad de la democracia
venezolana es el Índice de Desarrollo Democrático Latinoamericano (IDD-LAT), el
cual para el 2011 califica a Venezuela como una democracia con desarrollo
mínimo.
Identificación de las violencias.
A partir de esta calificación se puede entrar a identificar los tipos de violencia que
se dan al interior del régimen democrático. Retomando la clasificación de Galtung
de los distintos tipos de violencia, se pueden identificar cómo estos se generan en
la realidad venezolana. No se enfatizará en la identificación de la violencia cultural,
debido a que no es de vital importancia para este trabajo. Sin embargo, se
reconoce que hay factores en los simbolismos y el lenguaje que utiliza la actual
ideología del régimen, que para algunos se pueden interpretar como violentos.
Para la identificación de la violencia estructural se partirá de la delimitación de
esta, a aquellos factores que dentro de la estructura democrática no permitan el
desarrollo del objetivo característico de la democracia, que se discutió en el
anterior capítulo y se señaló como: el de garantizar y mantener la convivencia
pacífica. Esta delimitación responde a que este tipo de falencias de la democracia,
contribuyen y legitiman las expresiones de violencia directa y por lo tanto puede
caracterizarse como violencia estructural.
Las características más importantes de la democracia, que según Wallensteen,
contribuyen directamente a que ésta no pueda garantizar la paz, son el Estado de
Derecho, el control de la corrupción y el control de los poderes del Estado
(Wallensteen, 2007, pág. 276). El primer elemento es importante en cuanto, el
Estado de Derecho garantiza estabilidad del régimen, es decir las leyes que son
aceptadas y cumplidas por la sociedad, aplican frente a cualquier situación que se
presente. Esto quiere decir que al estar los ciudadanos sometidos igualmente, a
las leyes del Estado, y siendo éste capaz de garantizar el cumplimiento de éstas,
28
cualquier situación que pretenda desestabilizar la convivencia social, podrá ser
solucionada mediante la aplicación de la ley (Wallensteen, 2007, pág. 275).
En cuanto al control de la corrupción, este elemento tiene relevancia, ya que
implica la legitimidad que los ciudadanos le otorgan a las instituciones estatales.
Cuando un régimen permite el aprovechamiento y el abuso de poder por un grupo
de personas, se puede generar un clima de descontento que detone en un
conflicto. Con la pérdida de legitimidad que implica la corrupción, las instituciones
democráticas que permiten la resolución de estos conflictos, terminan siendo
inútiles, ya que los ciudadanos finalmente no creen en éstas (Wallensteen, 2007,
pág. 275). Por último el control del poder, o el sistema de check and balance que
se genera en las democracias, tiene influencia directa en cuanto permite la
transparencia y la confianza por parte de la población de que no hay una
concentración de poder, que pueda presentar una amenaza para su percepción de
seguridad (Wallensteen, 2007, pág. 275). Finalmente otro elemento que no señala
Wallensteen, pero que es importante para la caracterización y por lo tanto para el
funcionamiento de una buena democracia, es la participación activa de la sociedad
civil. Esto último es importante, ya que garantiza la inclusión y el reconocimiento
de los diferentes grupos de la sociedad, evitando la exclusión.
Volviendo a la situación de la baja calidad democrática venezolana, se puede
afirmar entonces que existe violencia estructural dentro del régimen. Si bien los
indicadores de la calidad democrática no se pueden tratar por separado, ya que
estos tienen una relación recíproca, se pueden hacer distinciones, teniendo en
cuenta las aclaraciones hechas anteriormente. La debilidad del Estado de Derecho
del régimen venezolano, es un claro indicio de violencia estructural, en cuanto el
Estado no es capaz, por medio de la aplicación de la ley, de evitar las expresiones
de criminalidad y otras formas de violencia. Igualmente la impunidad y la
desconfianza que tienen los venezolanos en sus instituciones, propician climas
donde la violencia directa puede ser justificada y soportada.
29
Otro indicio de violencia estructural en la democracia venezolana, es su alto nivel
de corrupción, que en los últimos años ha alcanzado niveles críticos (Ver tabla 1).
La corrupción contribuye a la desconfianza que se mencionaba antes, frente a las
instituciones del Estado, al igual que es un medio que permite soportar el uso de la
violencia directa, ya que, no sólo genera descontento entre algunos grupos de la
población que puedan sentirse en situación de desigualdad, frente algunos que
abuzan del poder para su beneficio; sino que también permite que los crímenes y
las violaciones que se den por aquellos que gozan del poder, no tengan ninguna
sanción.
Finalmente citando a Thwaites, se observa que para el caso venezolano “las
reformas constitucionales generan un nuevo tipo de participación popular desde
abajo. Este intento, sin embargo, aún choca con concepciones y tendencias hacia
la centralización y concentración piramidal de poder (2010, pág. 31). El
centralismo del poder, si bien no es un fenómeno único del régimen actual
(McCoy, 2004), hoy en día se hace evidente en la realidad venezolana,
contribuyendo a un clima de tensión, donde se percibe por algunos sectores que
no hay igualdad de condiciones, y que se vive una concentración del poder (López
Maya, 2009, pág. 204). Este centralismo se puede ver como violencia estructural,
al fomentar la polarización, en cuanto se percibe por diversos grupos que no hay
un verdadero equilibrio que permita la representación de las diferentes demandas
y por lo tanto, se contribuye a un clima de hostilidades. Esta creciente polarización
va ligada con el rol de la población civil en el escenario político, si bien las
reformas del último gobierno han reforzado y ampliado los canales de
participación, la existencia de divisiones tan marcadas en la sociedad no propicia
un buen desarrollo de la participación de los diferentes grupos. Relacionado con
esto último, se encuentra los problemas de la libertad de expresión, que se señala
para el caso venezolano (PROVEA, 2011), lo cual atenta contra la posibilidad de
acceso a información y de participación de los ciudadanos.
30
Esta identificación que se hace de violencia estructural, puede ser incompleta y
subjetiva para algunos, pero intenta aproximarse a aquellos factores que permiten
que se dé la convivencia de violencia y democracia. Para finalizar esta
identificación de violencias, se describirá la situación de violencia directa que vive
actualmente el país. Este tipo de violencia directa no responde a una violencia
política (International Crisis Group, 2011). Se puede decir que se trata de un
fenómeno de criminalidad, que presenta algunos elementos de crimen organizado.
La criminalidad se materializa a través de actos como, robos, lesiones personales,
secuestros, entre otros crímenes que se presentan hoy en día. Sin embargo, este
trabajo se enfocará en los homicidios como expresión de violencia directa, los
cuales son la expresión máxima de ésta (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012).
La tasa de homicidios viene en aumento desde momentos antes de la llegada del
Presidente Chávez al poder y del cambio del modelo democrático. No obstante,
durante este período se identifica un aumento de esta cifra, que duplican la de los
años anteriores, al igual que se encuentran ambivalencia, como la del aumento
sostenido de los niveles de violencia y la ausencia de crisis económica u otros
sucesos, que anteriormente explicaban las cifras de violencia (Ávila, Briceño-León,
& Camardiel, 2012) (Ver Tabla 2). Actualmente Venezuela cuenta con una tasa de
57 homicidios por cada cien mil habitantes (OVV, citado en: Ávila, Briceño-León, &
Camardiel, 2012), esta cifra no incluye muertes en averiguación y muertes por
abuso de la autoridad (Camardiel, 2012); sin embargo para el 2009 el organismo
gubernamental de estadísticas (INE), realizó una encuesta de victimización que
reveló una tasa de 75 homicidios por cada cien mil habitantes (International Crisis
Group, 2011) (Ver tabla 2).
Igualmente se resalta durante este período de tiempo la estrategia cívico-militar
del régimen, que ha generado fenómenos como, grupos de sociedad civil
armados, que son algunos de los que realizan los actos directos de violencia. La
situación actual de Venezuela, al contrario de Colombia, por ejemplo, donde se
puede hablar de un conflicto armado, o Brasil, donde hay un claro fenómeno de
31
crimen organizado, no es tan fácil de clasificar. Actualmente se evidencia algunos
fenómenos de bandas que practican el narcotráfico, siendo Venezuela uno de los
países donde ha aumentado el tránsito de droga (UNODC, 2010, pág. 234); así
como también hay sectores de las ciudades controlados por grupos de sociedad
civil armados que buscan proteger al régimen, como es el caso del Colectivo 23 de
enero (International Crisis Group, 2011, pág. 19), lo que podría denominarse como
indicios de paramilitarismo; al igual que la presencia de “hampa común”
(International Crisis Group, 2011, pág. 4).
Se puede concluir que la baja calidad democrática, permite expresiones de
violencia estructural, que al juntarse con factores de la coyuntura actual, o de otro
tipo, están haciendo evidente un incremento de la violencia directa en la sociedad
venezolana. Esta identificación de violencias puede contribuir a un acercamiento,
que permita entender cómo coexisten violencia y democracia en el caso
venezolano.
La democracia venezolana frente a otras democracias.
Como se señaló en el capítulo anterior, las democracias latinoamericanas sufren
actualmente de cambios y de reestructuraciones institucionales, lo cual no ha
podido acabar con los altos niveles de violencia que se dan en algunos países. Es
importante resaltar que los diversos casos en América Latina, si bien comparten
puntos en común no se puede hallar una explicación genérica para entender la
convivencia de democracia y violencia en todos los casos. Países como Colombia
que sigue en una dinámica de conflicto armado, o el Salvador que se encuentra en
un proceso de post-conflicto, no se pueden explicar igualmente que casos como,
Brasil que posee un alto índice de desigualdad y un fenómeno de crimen
organizado, México que tiene presencia de crimen organizado y bandas
narcotraficantes desde años atrás; o el caso de países como Honduras y
Venezuela que hoy encabezan la lista de países más violentos del continente, y no
32
presentan ni presentaron conflictos armados, ni tiene una larga historia de
presencia de crimen organizado.
Para entender la heterogeneidad de los diversos casos y el por qué no se pueden
explicar todos de la misma manera se hará una breve comparación de los
indicadores de gobernabilidad de algunos países con altos índices de violencia.
Antes de hacer la comparación con países que presenten altos niveles de
violencia, se puede señalar el caso de Chile (Ver gráfico 9), que si se compara con
Venezuela, éste tiene una posición mucho más alta en cuanto a calidad de la
democracia, ya que casi todos sus indicadores de gobernabilidad se encuentran
entre los primero percentiles a nivel mundial. Si bien Chile no es un país que tenga
altos niveles de violencia, es importante ver el caso de un país latinoamericano
que se clasifica con un alto desarrollo democrático (IDD-LAT, 2011) y como logra
evitar cifras de violencia como las de otros países de la región.
La siguiente comparación se hace entre Venezuela y Colombia, éste último posee
una tasa de homicidios de 38 por cada cien mil habitantes para el 2010 (Instituto
Nacional de Medicina legal, 2010). Siendo una cifra alta y teniendo en cuenta que
es el único país de la región que aún tiene presencia de conflicto armado, se
observa que los indicadores de gobernabilidad son más altos que los de
Venezuela (Ver gráfico 10). A pesar de que Colombia tiene una tasa alta de
homicidios, presencia de conflicto armado y un bajo desarrollo democrático (IDD-
LAT, 2011), sus cifras de homicidios no son tan altas como las de Venezuela, que
además tiene un desarrollo mínimo de la democracia (IDD-LAT, 2011).
Otra comparación que se puede hacer es con respecto a El Salvador, este país
recientemente salió de un conflicto armado interno, pero continúa con altas tasas
de homicidios, 57 por cada cien mil habitantes (Paullier, 2011). Esta tasa se iguala
a la de Venezuela, sin embargo cuando se hace la comparación con los índices de
gobernabilidad, se observa que El Salvador tiene la mayoría de sus indicadores
más altos que los de Venezuela (Ver gráfico 11). Igualmente El Salvador es
33
calificado como un país con desarrollo democrático bajo. Teniendo la misma cifra
de homicidios resulta contradictorio el hecho de que este país tenga índices de
calidad democrática un poco más altos que los de Venezuela.
Si se hace esta comparación con un país que presenta una larga historia de
crimen organizado, acompañado por una alta desigualdad social, como es el caso
de Brasil, se pueden observar algunas diferencias con los casos antes
mencionados. Si bien Brasil es un país con una tasa de homicidios alta, 21
homicidios por cada cien mil habitantes (Paullier, 2011), es la tasa más baja con
respecto a los países que se vienen mencionando. En cuanto a la comparación de
los indicadores de gobernabilidad, este país tiene la mayoría de sus indicadores
por encima de la media (Ver gráfico 12) y se clasifica como una democracia de
desarrollo medio (IDD-LAT, 2011). A diferencia de Venezuela y otros países con
altos niveles de violencia, Brasil tiene una calidad democrática que está por
encima de todos estos, pero no ha podido combatir totalmente los niveles de
violencia.
Finalmente se compara con Honduras, que al igual que Venezuela es un país que
no ha tenido conflicto interno, pero presenta una situación política interna que ha
generado la expansión de bandas criminales (Briceño-León, 2007, pág. 20) y que
actualmente tiene la tasa más alta de homicidios de toda la región, siendo de 86
por cada 100 habitantes, según el Observatorio de la Violencia (La Tribuna, 2012).
Los indicadores de gobernabilidad son un poco más altos que los de Venezuela,
pero no se puede decir que estos sean realmente altos a nivel mundial (Ver gráfico
13), su clasificación de desarrollo democrático es el de un país con bajo desarrollo
democrático, a diferencia de Venezuela que se clasifica con mínimo desarrollo
democrático (IDD-LAT, 2011). A pesar de que Hondura es uno de los casos que
más se acerca a la realidad de violencia que se vive en el caso venezolano,
teniendo una tasa de homicidios superior a la de Venezuela, los indicadores de
calidad democrática son un poco más altos. Teniendo ambos países una calidad
34
baja en comparación con el resto de la región, cuando se comparan únicamente
ellos dos se puede observar una leve diferencia.
Como se dijo al principio de esta sección, no se puede generalizar una explicación
para los diferentes casos donde democracia y violencia conviven, si se da una
mirada general los países que presentan esta coexistencia, tienden a una calidad
democrática baja. Sin embargo cuando se les trata por individual se puede ver que
hay ciertas diferencias. Con esta comparación se pretende aclarar que si bien la
relación entre la baja calidad democrática y las expresiones de violencia directa,
no es igual en todos los casos, si se puede ver cierta relación.
35
El caso venezolano hoy: entre las dudas democráticas y la violencia.
Como se pudo evidenciar en el capítulo anterior, la baja calidad de la democracia
venezolana no es un factor reciente, esta viene disminuyendo desde épocas antes
de la llegada del actual gobierno. Esto mismo ocurre con la cifra de homicidios que
presenta un aumento sostenido a lo largo del tiempo. A pesar de esto, ¿qué lleva
a considerar el caso venezolano, en la coyuntura actual, como uno de los países
más violentos de América Latina?, teniendo una tasa de homicidios por encima de
la media de la región (Paullier, 2011). Los cambios que se han venido generando
en los últimos años en Venezuela son de especial interés para el estudio de la
violencia, siendo un país, que a diferencia de otros países latinoamericanos no ha
sufrido conflictos armados, ni tiene una larga historia de presencia de crimen
organizado, actualmente convive con altos niveles de violencia.
Etapas de la violencia.
Según Ávila, Briceño-León y Camardiel (2012), se puede hablar de tres etapas
para entender la evolución de la violencia en Venezuela. Para estos autores las
expresiones de violencia directa se vuelven importantes, a partir de los hechos
ocurridos en 1989, conocidos como el “caracazo”. Luego de las revueltas sociales
y los saqueos que se generaron, como expresión de descontento ante la situación
de crisis económica que vivía el país, se puede comenzar a observar un aumento
de la tasa de homicidios, que pasó de un promedio de 9 por cada cien mil
habitantes, a un promedio de 17 por cada cien mil habitantes, entre los años 1989-
1993 (Observatorio Venezolano de Violencia, citado en: Ávila, Briceño-León y
Camardiel 2012). Este período estuvo marcado por la crisis neoliberal, con
incrementos en los niveles de pobreza, desempleo y desigualdad social, así como
también una baja en los precios del petróleo, recurso del cual depende el país
(López Maya & Lander, 1996).
Una segunda fase de la violencia homicida, fue durante el gobierno de Rafael
Caldera (1994-1998), en esta, si bien la tasa de homicidios no disminuyó, tampoco
36
aumentó, manteniéndose estable (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, Las Tresa
Fases de la Violencia Homicida, 2012), con una tasa promedio de 20 homicidios
por cada cien mil habitantes (Observatorio Venezolano de Violencia, citado en:
Ávila, Briceño-León y Camardiel 2012). Si bien en esta época hay una relativa
estabilidad, no se logró aplacar totalmente el descontento social que ya venía
creciendo desde momentos anteriores. Finalmente la tercera fase es la que se
observa actualmente (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012), donde la violencia
homicida ha aumentado rápidamente, teniendo una tasa de homicidios para 1999
de 25 por cada cien mil habitantes y pasando a 57 homicidios por cada cien mil
habitantes durante el 2010 (Observatorio Venezolano de Violencia, citado en:
Ávila, Briceño-León y Camardiel 2012). A diferencia de las época anteriores,
durante este período se han venido generando reformas institucionales que
pretenden mejorar la democracia, pasando de una democracia deslegitimada
(modelo de puntofijo) a una democracia participativa, al igual que atacando el
problema de la desigualdad social a través de medidas de redistribución de
riquezas, y con un aumento de los precios del petróleo a partir del año 2000
(Baptista, citado en: López Maya, 2009, pág. 209).
Teniendo en cuenta estas tres fases que describen los autores antes
mencionados, se profundizará en la tercera fase que es objeto de estudio de este
capítulo, entendiendo los desarrollos que se han dado durante este último
gobierno, al igual que profundizando en las cifras y el análisis de la violencia
actual.
Logros y contradicciones del actual gobierno.
El actual gobierno al tomar posesión, lo hizo con la promesa de redistribución de
las riquezas luchando contra las desigualdades que habían dejado los regímenes
anteriores (López Maya, 2009, pág. 208), los cuales concentraron las riquezas en
élites corruptas. Igualmente, prometió a aquellos que habían sido renegados
durante el gobierno anterior, la posibilidad de una mejor calidad de vida (McCoy,
37
2004, pág. 276). Por esta razón el régimen le apuesta a una democracia donde se
empodere al ciudadano y se atiendan las necesidades de la sociedad, y por lo
tanto, la estrategia de éste se ha basado en apuntarle a la mejoras sociales, en lo
cual se puede decir que ha tenido un relativo éxito (D'Elia, 2006).
Para la aplicación de estas políticas redistributivas, el gobierno ha utilizado las
llamadas “misiones sociales”, que se han destinado a atacar problemas como los
de salud, educación, atención a los miembros más vulnerables de la sociedad,
entre otros programas. Algunas de las misiones más conocidas son: la Misión
Barrio Adentro, con el propósito de “darle forma a la red primaria de salud a través
de la prestación de un servicio gratuito a la población de escasos recursos
económicos” (Centeno, 2006); Misión Robinson “a los fines de lograr librar una
batalla contra la ignorancia, pues con el conocimiento es el que logra acercar el
poder a la gente.” (Centeno, 2006); Misión Mercal “Esta misión se creó con la
finalidad de la comercialización y venta directa a bajo precio de productos
alimenticios y otros de primera necesidad como medicinas” (Centeno, 2006);
Misión Zamora “tiene como objetivo primordial entregar tierras a los campesinos, a
los fines de garantizar la oferta alimentaria para los más desfavorecidos en una
apuesta por la economía social y el desarrollo endógeno.” (Centeno, 2006); entre
otras misiones que se proponen objetivos como la inclusión y expansión de los
derechos indígenas, la asistencia a madres y a niños recién nacidos, proporcionar
viviendas a la población, etc.
Los resultados de estas misiones según datos del gobierno han sido favorables.
Un reflejo de esto es el índice de desarrollo humano, que para el 2011 ubica a
Venezuela en el puesto 73 con respecto a 187 países evaluados (PNUD, 2011),
estando por encima de muchos de los países latinoamericanos, como Colombia,
Brasil, El Salvador, Honduras, entre otros. Según cifras oficiales del Instituto
Nacional de Estadísticas de Venezuela (INE), la evolución de este índice va en
continuo aumento (Ver gráfico 3.3). Igualmente si se evalúa al país por aspectos
separados, como es el caso de la salud, se observan indicadores como: el
38
aumento de la edad de la esperanza de vida al nacer de 72 años en 1990 a 74
años en el 2011 (INE, 2012), también el aumento de la población con acceso al
agua potable (80% en 1998 a 95% en 2009) (INE, 2012), y los logros de la Misión
Barrio Adentro (Ver gráfico 3.4).
En cuanto a la educación igualmente se han dado avances, según la UNESCO se
ha reducido la tasa de analfabetismo (Joubert-Ceci, 2012), siendo ésta para el
2010 de 4,8% (CEPAL, 2010). El desempleo también viene mejorando, según el
Vicepresidente Elias Jaua durante el 2011 se redujo el desempleo 1,5% (Padrino,
2012); según cifras del INE, el desempleo se ha reducido, teniendo una tasa de
población desocupada de 8,8% para el 2011 (Ver gráfico 3.5). El gasto social, que
es uno de los argumentos que el gobierno ha utilizado para defender su buena
gestión, como lo mencionó el ministro Andrés Izarra (CNN, 2010), ha aumentado
para el 2011 a más del 22% (Padrino, 2012).
Todos estos avances que se mencionan en materia social, se reflejan en la
disminución de la pobreza (Ver gráfico 3.1), así como en la disminución de la
desigualdad (Ver gráfico 3.2). Si bien continúan este tipo de problemas en la
sociedad venezolana, si se compara con otros países de América Latina, según
cifras del PNUD, el coeficiente Gini de Venezuela (43,5) es inferior al de países
como Colombia (58, 5), Brasil (53,9) y Honduras (57,7) (PNUD, 2011), reflejando
una mejoría con respecto a la región.
Estos logros que se mencionan, se enmarcan en la idea de renovación de la
democracia y de un Estado que sea capaz de asumir el rol de redistribuir la renta
nacional, de una manera más autónoma, a través de la recuperación de los
recursos naturales estratégicos, pudiendo el Estado-nación definir el rumbo que
quiere tomar (Thwaites Rey, 2010, pág. 31). Se entiende que la buena
administración y gestión del Estado es esencial para que se dé un cambio en las
estructuras que permitan una democracia participativa como la que se enuncia en
la Constitución venezolana, pero esto se enfrenta con un poder centralizado, y con
39
estructuras y características del antiguo régimen que no se han podido combatir
del todo (Lander, citado en Thwaites Rey, 2010, pág.39).
Este choque al cual se enfrenta esta estrategia de mejoras sociales, frente al
centralismo y otros problemas estructurales, se refleja en las críticas que se le
hace a la gestión del gobierno que han permitido reproducir los problemas de
corrupción que se pretendían combatir. Una de estas críticas es, la baja
institucionalidad que tiene el programa de las misiones, que facilitan o pueden ser
utilizadas para actividades como la corrupción y el clientelismo (Lander, citado en
Thwaites Rey, 2010, pág.39) (Montero, 2006, pág. 97); igualmente otra de las
críticas es el centralismo de la gestión del poder; y el tema que concierne a este
trabajo, el aumento de la violencia a pesar de las mejoras sociales que se han
realizado.
Según la visión actual del régimen, estas medidas de inversión social, son la
solución a los problemas de inequidad y segregación social que venían
propiciando los descontentos sociales y por lo tanto el aumento de la violencia
(CNN, 2010). Si bien esto tiene un peso importante, en cuanto un Estado
democrático en miras de garantizar la convivencia pacífica, debe propiciar la
igualdad de sus ciudadanos y atender las necesidades básicas del pueblo;
también es cierto que el Estado democrático facilita una posibilidad de convivir y
manejar la intolerancia de manera que no haya exclusión o se atente contra un
grupo determinado, poniendo en riesgo la seguridad y la paz del Estado
(Wallensteen, 2007). En el caso de Venezuela, las cifras parecen indicar que el
Estado busca satisfacer las necesidades de sus ciudadanos y busca políticas que
incluyan a las clases menos favorecidas, pero siguen existiendo fallas que
permiten que se siga dando la contradicción de violencia y democracia.
Para algunos autores (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012) (Salamanca, 2004)
el régimen actual ha propiciado la polarización social, generando un clima de
intolerancia entre sus ciudadanos. Igualmente se siguen observando fallas
40
estructurales como las que se mencionaron y se identificaron como violencia
estructural, tales como la corrupción y el débil Estado de Derecho, lo que puede
explicar el continuo aumento en los niveles de violencia. A continuación se
describirá la situación actual de violencia directa, de manera que se puedan
profundizar en sus características y en las cifras, pudiendo ver como ésta ha
evolucionado, a pesar de las mejoras sociales que se han alcanzado.
La violencia actual.
La fase actual de violencia homicida, que se explicará en esta sección, como lo
señala Ávila, Briceño-León y Camardiel (2012), se encuadra en una situación de
mejoras sociales, bonanza petrolera y sin ningún evento especial al que se le
pueda fácilmente atribuir las expresiones de violencia directa (homicidios). Sin
embargo, no hay que dejar a un lado el ambiente político que vive el país, el cual
es un aspecto importante, pero al que no se le puede atribuir totalmente el
aumento de violencia homicida (International Crisis Group, 2011, pág. ii).
Las cifras de homicidios han alcanzado unos niveles que duplican lo que se tenía
para el año 1998, de 20 homicidios por cada cien mil habitantes, se pasó a una
cifra de 57 por cada cien mil habitantes en el 2010 (Observatorio Venezolano de
Violencia) (Ver tabla 4.1). El trato de las cifras también supone un problema,
debido a que a partir del 2004 el Estado dejó de informar acerca de las cifras
oficiales de los homicidios que se cometían en el país, por lo que las cifras con las
que se cuentan durante este tiempo, corresponden a la elaboración de
organizaciones no gubernamentales, que logran obtener información aproximada
sobre éstas (Camardiel, 2012). A pesar de esto, en el 2009 se pudo comprobar
que las cifras no estaban del todo lejos de la realidad, ya que el INE ese año,
realizó una encuesta de victimización, que tuvo un gran alcance, y que generó
como resultado la cifra de 75 homicidios por cada cien mil habitantes (International
Crisis Group, 2011, pág. 3); esta cifra incluye dos tipos de muertes que nos son
incluidas en la medición general de la tasa de homicidios, que son muertes en
41
averiguación y resistencia a la autoridad (Camardiel, 2012) (Ver tabla 4.1 y
gráficos 4.2 y 4.3). Esta cifra cuando fue conocida, fue rápidamente ocultada, pero
la información logró infiltrarse en algunos medios, lo que permitió confirmar con
cifras oficiales, el alto nivel de violencia que se daba en el país (Camardiel, 2012)
(International Crisis Group, 2011).
Recientemente en el año 2010, el Ministro de Interior Tareck El Aissami, reveló
que la tasa de homicidios para este año era de 48 homicidios por cada cien mil
habitantes, lo que significó la aceptación por parte del gobierno del problema real
de inseguridad y violencia (Paullier, 2011). Esta cifra era más baja que la que
registraba el Observatorio Venezolano de Violencia, que para ese mismo año era
de 57 homicidios por cada cien mil habitantes (Briceño-León, 2007); a pesar de
esta diferencia de números, lo importante es entender que efectivamente sí existe
un problema grave de violencia. Venezuela con esa tasa de homicidios, se
encuentra por encima de países como Colombia, que para el 2010 tenía una cifra
de 38 homicidios por cada cien mil habitantes (Instituto Nacional de Medicina
legal, 2010), y se iguala a países como El Salvador con una tasa igualmente de 57
homicidios por cada cien mil habitantes (Paullier, 2011).
La violencia que se identifica actualmente en Venezuela es de tipo criminal, que
en los últimos años ha presentado características que pueden llevar a pensar que
hay presencia de crimen organizado. Muchas de las víctimas que se presentan día
a día en las ciudades venezolanas, son atribuidas al hampa común, es decir a
pequeños delincuentes o pequeñas bandas (International Crisis Group, 2011, pág.
4). No obstante no se puede negar que existan grandes organizaciones de
personas de la sociedad civil, que practican actos como el narcotráfico y el porte
de armas, y a los cuales se les puede atribuir muchas de las víctimas de la
violencia. Actualmente Venezuela cuenta con 18 colectivos (Camardiel, 2012), que
son organizaciones urbanas que en la mayoría de los casos tiene posesión de
armas, y que se encuentran organizados con el fin de proteger la revolución, que
dice llevar a cabo el régimen (International Crisis Group, 2011). El caso más
42
emblemático de esto es el colectivo “la piedrita”, ubicado en el barrio 23 de enero,
el cual logra controlar el territorio donde se encuentran (Serpa, 2012).
Igualmente la situación actual en las cárceles venezolanas contribuyen con este
ambiente de violencia, dentro de éstas se observan fenómenos como la creación
de los PRANES, que son reclusos reconocidos dentro de la cárcel como líderes,
los cuales extorsionan a otros presos y tienen la capacidad de estar armados y de
subordinar a todos aquellos que se encuentran recluidos en el recinto penal
(Ferrer, 2011 ). Esta situación de las cárceles en el 2011, se hizo evidente con la
toma que se dio a la cárcel del Rodeo II, donde por varios días las autoridades no
podían entrar al recinto que se encontraba bajo el control de los reclusos.
Esta situación ha creado una sensación de inseguridad entre los ciudadanos del
país, quienes colocan a la inseguridad como el principal problema que se vive
actualmente (Corporación Latinobarómetro, 2011). Ante esto el gobierno ha
creado algunos planes de desarme y ha buscado hacer reformas en el sistema de
policías, lo que ha conllevado a la creación de distintos cuerpos policiales. Sin
embargo, ante las cifras de violencia que se tienen hoy en día no se puede decir
que esto haya tenido éxito (International Crisis Group, 2011) (Camardiel, 2012). La
posición del gobierno es igualmente ambigua, debido a que se critica el apoyo que
éste le ha dado a los colectivos que se han formado, los cuales tiene como base la
creación de los famosos Círculos Bolivarianos, que en un primer momento se
crearon para la defensa y educación de la sociedad en la ideología bolivariana
(López Maya, 2009). Otra de las críticas que se hace es el lenguaje agresivo con
el cual hablan algunos de los representantes del gobiernos, que no contribuye a
calmar el ambiente de tensión que se vive en el país (Briceño-León, 2007, pág.
35).
Teniendo en cuenta la situación de la violencia actual, y lo que se mencionaba
anteriormente, con respecto a los avances que ha logrado el gobierno, se vuelve
difícil creer la hipótesis del gobierno, de que la criminalidad se debe únicamente a
43
los factores de desigualdad y pobreza (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012).
No se puede negar tampoco que esta contribuye y tiene un peso significativo en la
explicación de la violencia criminal, pero en la actual coyuntura venezolana, si esto
fuera una explicación totalmente cierta, los índices de violencia debería estar
bajando. Según Briceño-León, sí hay una relación directa con los factores de
desigualdad social para entender la violencia, pero este autor afirma que en
Venezuela además de esto afecta “la crisis política que ha vivido el país en estos
años y que ha llevado al quiebre del pacto social y a una ruptura importante en la
convivencia ciudadana y de la gobernabilidad” (2007, pág. 30).
Estos dos últimos factores que se mencionan en la cita, se encuentran vinculados
directamente con el concepto de la democracia. La pérdida de legitimidad en las
instituciones, que revelaba el indicador de debilidad de Estado de Derecho, al
igual que los altos niveles de corrupción y la polarización de la sociedad civil, si
bien se vienen dando desde lo que se identificó como el punto de quiebre del
“caracazo” (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012), no han podido ser superados
por la nueva idea de democracia que se ha implantado en Venezuela.
Democracia violenta.
Como se dijo anteriormente, si bien el gobierno actual ha logrado mejoras
importantes a nivel social y ha realizado reformas al sistema democrático,
buscando mejorar los problemas de los antiguos regímenes, en Venezuela
actualmente coexisten la violencia y la democracia. Si se retoman los aspectos de
la estructura democrática que se identificaron como violencia estructural, se podrá
observar que estos siguen presentes en la democracia de la Venezuela de hoy.
Esta continuidad de violencia estructural, evidencia la ruptura en el pacto social,
que se viene dando desde momentos antes de la llegada del Presidente Chávez y
que no ha podido ser reparada, sino que al contrario sigue deslegitimando las
instituciones que pretendían garantizar la convivencia y la resolución pacífica de
los conflictos (Ávila, Briceño-León, & Camardiel, 2012, pág. 13).
44
A pesar de esto no se puede negar que el régimen sigue siendo democrático, la
presencia de instituciones, así como el cumplimiento de formalidades, como las
que se enunciaban en el concepto clásico de la democracia, son elementos por los
cuales no se puede decir que no exista la democracia. El Estado democrático
venezolano tiene presencia en el territorio y es capaz de garantizar las
necesidades de su población, así como también tiene capacidad, aunque esté
debilitada, de hacer cumplir las leyes. Es importante igualmente, reconocer los
logros que ha tenido éste gobierno y como ha buscado redefinir el concepto de
democracia, sin embargo, se pueden hacer críticas a los medios que se han
utilizado para lograr estos fines. La concentración del poder, la debilidad y falta de
legitimidad de las instituciones del Estado para hacer cumplir las leyes, la pérdida
de control de las fuerzas militares por parte de los civiles y los altos grados de
corrupción, son algunos de estos medios que se señalan como una amenaza
continua a la democracia (Tedesco, 2007, pág. 17).
Otro de los factores que ayudan a que la democracia se siga reconociendo en
Venezuela, es el alto grado de apoyo que ésta tiene, como la forma de gobierno
más aceptada entre los ciudadanos, siendo el primer país que reconoce esta
forma de gobierno como la mejor, entre los demás países de Latinoamérica
(Corporación Latinobarómetro, 2011, pág. 37). Esto resulta paradójico teniendo en
cuenta la baja calidad democrática con la que se ha caracterizado el régimen
venezolano, el cual presenta algunas contradicciones como las mencionadas
anteriormente. Ante esto se pueden encontrar el análisis que realiza la
Corporación Latinobarómetro cuando dice: “las actitudes hacia la democracia en
Latino América están inundadas de confusiones autoritarias, donde los ciudadanos
combinan cosas que no se pueden combinar si se es democrático” (citado en:
Caetano, 2010, pág. 29).
Afirmando entonces la existencia de la democracia en Venezuela, se pueden
utilizar planteamientos como los de Arias y Goldstein, quienes plantean que la
violencia no se puede considerar como una simple falla de las instituciones
45
democráticas en Latinoamérica, sino que al mismo tiempo, la violencia forma parte
de la manera como estas instituciones funcionan (Arias, 2010, pág. 243). Esta idea
puede llegar a ser peligrosa, en el sentido de que desvirtúa la democracia como el
tipo de orden político que es capaz de garantizar la convivencia en paz de sus
ciudadanos, y la coloca como un orden político que puede convivir con la
violencia.
Esto implicaría pensar si la violencia se ocasiona como una consecuencia ante las
fallas de la democracia, que permiten que actores violentos convivan con esta; o si
es la violencia un instrumento o una pieza más del sistema democrático que
permite que éste se mantenga en pie. Ante estas dos posibilidades no se puede
dar una respuesta concreta, ciertamente los factores de la estructura democrática
que se identificaron como violentos en el capítulo anterior, propician un estallido
de violencia directa, pero al mismo tiempo se hacen evidentes comportamientos
del régimen que llevan a pensar que la violencia en algún punto es inevitable y es
parte del funcionamiento de éste. Esto último se puede reflejar en las críticas que
se le hacen al régimen en su apoyo o falta de acción ante las expresiones de
violencia, como lo son la creación de grupos urbanos que se han venido armando,
o el uso de un lenguaje que promueve la polarización y la intolerancia (Ávila,
Briceño-León, & Camardiel, 2012, pág. 11), esto puede llevar a pensar que el
régimen en cierta medida necesita de la violencia, tanto estructural como directa
“la violencia parece ser no sólo un precio que el gobierno [venezolano] está
dispuesto a pagar a cambio del control político, sino también un resultado de
políticas inadecuadas de prevención de delincuencia” (International Crisis Group,
2011, pág. 30)
Tratar de escoger entre las dos posibles explicaciones que se mencionaron
anteriormente, podría ser un error, ya que dejaría por fuera otros factores que
forman parte de la dinámica de violencia que se vive actualmente. Sería más
apropiado tomar estas dos explicaciones como complementarias, es decir ambas
forman parte de un ciclo que va alimentando la situación de violencia; si se
46
entiende que existen fallas en las instituciones democráticas que tienen como
consecuencia expresiones de violencia, y al mismo tiempo esto se complementa
con una estrategia del gobierno de propiciar un clima hostil, esto necesariamente
aumentará el nivel de violencia.
Finalmente cualquier explicación que se dé puede correr el riesgo de dejar de lado
factores importantes. Lo que no se puede negar en el caso venezolano, es que
existen claramente falencias en la estructura democrática del país, lo que permite
que actores que utilizan la violencia, puedan convivir paralelamente con las
instituciones democráticas del régimen (Arias & Goldstein, 2010). Ante esto no se
puede obviar la clara contradicción que existe entre democracia y violencia, lo cual
se puede entender por diversas explicaciones, en este caso se utilizó la calidad
democrática para aproximarse a una de las tantas, pero ninguna explicación
puede pretender que se comprenda a la democracia como un orden que permite y
propicia la violencia.
Venezuela: un caso paradigmático.
A lo largo de los capítulos de esta monografía se han presentado cifras y
argumentos que demuestran las diversas contradicciones que se dan en el caso
venezolano. Si bien se ha enfatizado en la contradicción de violencia y
democracia, en esta sección se buscará profundizar en otra contradicción que se
viene mencionando, la cual coloca a Venezuela actualmente como un caso
paradigmático. Si bien la democracia venezolana coexiste con la violencia, esto
ocurre con otros países latinoamericanos, lo que resulta especial en el caso
venezolano son los siguientes factores: las mejoras en los aspectos sociales, que
son visibles al lado de otros países de la región; la baja calidad democrática, que
es muy inferior frente a otros países latinoamericanos que igualmente conviven
con la violencia; y finalmente un aumento de la violencia directa, que coloca al
país como uno de los más violentos de América Latina.
47
Para poder profundizar en los aspectos paradigmáticos que presenta el caso
venezolano se hace necesario, retomar el concepto de violencia estructural de
Galtung. La violencia estructural es aquella que no es realizada por un sujeto en
específico, contra otro sujeto u objeto determinado, sino que ésta se encuentra en
la estructura y se muestra a través de desigualdades de poder, y por
consecuencia en desigualdades en las oportunidades de vida (1969, pág. 171).
Según este concepto que ofrece Galtung y teniendo en cuenta algunos de los
indicadores sociales que se mostraron anteriormente, en Venezuela se puede
hablar de una mejora y posible disminución de la violencia estructural. Esto se
refleja en la disminución de la pobreza, al igual que la disminución de la
desigualdad y otros indicadores que manifiestan progresos en el acceso a los
servicios y en la calidad de vida de la sociedad venezolana (Ver gráficos de la
sección 3).
A pesar de estas mejoras, no se pueden negar otros factores que se han
identificado anteriormente como violencia estructural, en el sentido de que no
permiten el desarrollo de la convivencia pacífica que debe garantizar la
democracia, ocasionando que la estructura democrática no sea capaz de evitar la
violencia (Wallensteen, 2007, pág. 185). Estos factores identificados en la
democracia venezolana son el alto grado de corrupción (Worldwide Governance
Indicators, 2010), el débil Estado de Derecho (Worldwide Governance Indicators,
2010), el centralismo del poder (Tedesco, 2007, pág. 13), la polarización social
(Salamanca, 2004)y en general la baja calidad democrática del régimen (IDD-LAT,
2011). Esta contradicción se puede observar en el gráfico 5, en el cual en un lado
de la pirámide, se establecen los indicadores que reflejan las mejoras en la
violencia estructural y al mismo tiempo, en el otro lado, se pueden observar los
indicadores que reflejan la perpetuación de fallas estructurales. En el gráfico se
evidencia también como este panorama de violencia estructural se da, al mismo
tiempo, que aumenta la violencia directa.
48
Gráfico 5:
Teniendo en cuenta que la violencia estructural no es identificable fácilmente,
debido a que se genera día a día, volviéndose parte de la rutina, estas estructuras
violentas se aceptan y se van reproduciendo socialmente (Scheper-Hughes &
Bourgois, 2004, pág. 5). Esta continua perpetración de violencia a través de las
estructuras, va transformando lentamente los valores sociales y estos se van
incrustando a nivel cultural, legitimando y justificando la violencia (Scheper-
Hughes & Bourgois, 2004), esto se puede entender como presencia de violencia
cultural. Retomando el concepto de violencia cultural de Galtung, por esta se
entiende “cualquier aspecto de una cultura susceptible de ser utilizado para
legitimar la violencia directa o estructural” (Galtung, 2003, pág. 6).
Esta definición, como se dijo en el primer capítulo, resulta muy ambigua a la hora
de identificar y afirmar cuales son los factores culturales que son violentos, ya que,
49
de acuerdo a las diferentes interpretaciones todo podría ser identificado como
violencia cultural. Sin embargo, no se niega que existan símbolos o lenguajes que
puedan ser considerados como violentos en el actual régimen, o que la misma
perpetuación de las falencias en la democracia, permita que se genere la
instalación de una cultura no democrática. La posibilidad de profundizar en los
temas de violencia cultural en el caso venezolano trasciende los límites de este
trabajo, y sin dejar de reconocer exista este tipo de violencia, no se puede llegar a
un análisis más acertado1.
Ante esta situación que se expone a través del gráfico se reflexiona en torno a dos
situaciones paradójicas. Una de ellas es que la disminución de la violencia
estructural no va en consonancia con el aumento de violencia directa, y la
segunda, es que si bien existe una baja calidad democrática y factores que no
permiten un buen desarrollo de este tipo de orden, esto no tiene una relación
evidente con el tipo de violencia criminal que se vive en el país actualmente. Es
decir, las actuales expresiones de violencia directa no son atribuidas a un
fenómeno de violencia política (International Crisis Group, 2011), que pueda
evidenciar una relación más directa con las falencias de la estructura política, esto
no quiere decir que las fallas en la estructura democrática del país no contribuyan
al sostenimiento de este tipo de violencia, pero no hay una causalidad directa
entre esto y el tipo de violencia que se está generando en Venezuela.
Por estas razones la situación se complejiza aún más al no poder establecer
relaciones causales claras, que vayan de la mano con lo que se propone en la
teoría. Es por esto que se puede aplicar un concepto que Kooning y Kruijt utilizan
para entender la situación de la exclusión urbana, que se puede emplear para
estas contradicciones que se dan en el caso venezolano. Este es el concepto de
zona gris, dentro del cual se busca entender cómo coexisten y se articulan
aspectos formales e informales, legales e ilegales, y cualquier otro tipo de
1 En el gráfico 5, se hace mención a este tipo de violencia de forma interrogativa, debido a que el
estudio realizado no provee las herramientas suficientes para afirmar cuales podrían ser los aspectos violentos de la cultura venezolana.
50
contradicciones (Kooning & Kruijt, 2009, pág. 20). Se puede decir que el régimen
democrático venezolano se encuentra en una zona gris, en la cual no se puede
aseverar totalmente las explicaciones teóricas que generalmente son utilizadas y
aceptadas, sino que se deben tener en cuenta diversos factores que desvirtúan
este tipo de explicaciones, pero que a la vez, permite enriquecer el análisis
incluyendo factores que reflejen la complejidad de la realidad donde se dan
fenómenos que en teoría son incorrectos.
51
Conclusión.
De acuerdo con lo que se viene planteando a través de los capítulos de este
trabajo, se pueden rescatar algunas conclusiones que resumen el problema
abordado.
La principal conclusión que se puede resaltar, es que si bien Venezuela
tiene una tradición democrática de unos 60 años aproximadamente, esto no
ha sido una garantía de no violencia. Es decir, la democracia venezolana no
ha sido capaz de mantener un orden pacífico y evitar las manifestaciones
de violencia directa. Actualmente esta falencia del régimen venezolano, se
hace más notoria, ante el incremento de los niveles de violencia.
Si bien Venezuela hoy en día es uno de los países que lidera en América
Latina un movimiento que busca la restructuración del Estado, y en este
sentido busca mejorar las estructuras democráticas, esto todavía sigue
presentando problemas y fallas (Thwaites Rey, 2010, pág. 35). El propósito
de “democratizar la democracia”, como lo señala Caetano (2010, pág. 4),
no ha estado exento de la persistencia de inestabilidades políticas,
conflictos sociales y otros problemas que resultan contradictorios frente al
proyecto de cambios políticos que se vienen dando en Latinoamérica
(Caetano, 2010, pág. 15). En el caso específico de Venezuela se reconocen
los progresos que se han alcanzado en el último gobierno, mejorando las
condiciones de desigualdad social, sin embargo, frente a estas mejoras
Venezuela sigue presentando obstáculos que se muestran a través de los
incrementos de la violencia.
Al tema de la democracia en América Latina se le pueden dar varias
miradas, hay quienes podrían decir que en Latinoamérica en los últimos
años, se han dado progresos en la democracia, siendo ésta mayormente
aceptada como la forma de gobierno que se prefiere, al igual que se han
generado más mecanismos de participación, que permiten que los
ciudadanos convivan en un ambiente que propicie la igualdad y la diferencia
52
de opiniones (Moreno, 2011, pág. 72). Ante este panorama positivo, se
enfrentan problemas como las expresiones de violencia en algunos países
(en el caso venezolano el aumento de la violencia criminal) que conviven
con regímenes democráticos. Por esta razón se puede se puede dejar
abierta la siguiente pregunta: ¿estos cambios y reestructuraciones
democráticas, no han podido superar ciertas dificultades, debido a que no
se ha dado un proceso adecuado de consolidación de la democracia?
A través del estudio específico de la situación de Venezuela, se pudieron
observar algunas de las fallas de la democracia que se vienen dando desde
años atrás. La continua presencia de estas fallas es evidencia de que los
cambios institucionales que se llevaron a cabo por el actual gobierno, no
tuvieron éxito para acabar con éstas y establecer una mejor estructura
democrática. Las reformas que se dieron siguieron conviviendo con
problemas como los altos niveles de corrupción, un débil Estado de
Derecho, entre otros, que al contrario de mejorar han venido empeorando.
Para algunos autores esto se debe a que no se han podido reparar las
rupturas que se han generado en el pacto social, que se manifiestan en la
pérdida de legitimidad de las instituciones. Estas rupturas tienen sus raíces
en la época de la democracia puntofijista, que poco a poco fue perdiendo su
legitimidad, haciendo esto evidente con la crisis que atravesó Venezuela
antes de la llegada del gobierno de Chávez y que no han podido ser
solventadas con el modelo democrático del actual gobierno (Briceño-León,
Camardiel, & Ávila, 2012).
Otra de las posibles explicaciones que se le puede dar a esta permanencia
de las fallas democráticas, es que siendo éstas demostraciones de la
violencia estructural del régimen, su continua práctica hace que se
normalicen y se entiendan como parte del funcionamiento del sistema. Por
lo que se puede preguntar si estos aspectos estructurales se han
interiorizado en la cultura y en la sociedad venezolana, de manera que se
puede hablar de una tradición de violencia estructural, que acepta y justifica
53
estas fallas democráticas, reproduciéndolas continuamente, a pesar de los
cambios que se le hagan a las instituciones. Las explicaciones que se
puedan dar a esta permanencia de una baja calidad democrática del
régimen venezolano, pueden variar dependiendo de las diversos puntos de
vista desde los cuales se estudie esta situación.
No se puede negar la contradicción, no sólo entre democracia y violencia,
sino también la contradicción particular del caso venezolano, donde a pesar
de las mejoras sociales y las superaciones que se han dado frente a la
desigualdad social, se sigue perpetuando un sistema democrático de baja
calidad y altos niveles de violencia. Esta última contradicción puede abrir
otra pregunta, debido a que se puede cuestionar la relación que existe
teóricamente, entre los tipos de violencia que describe Galtung. No sólo la
contradicción entre las mejoras y las superaciones de violencia estructural
que se observan, y de cómo éstas al contrario de disminuir la violencia
directa la han aumentado; sino también la contradicción de cómo un
régimen que sigue reproduciendo fallas que alimentan la violencia
estructural (a través de un régimen democrático de baja calidad), al mismo
tiempo puede tener progresos mejorando la calidad de vida de sus
ciudadanos.
Respecto a la inquietud de cómo coexisten violencia y democracia, no se
puede pretender que esta sea explicada a través de una relación simple de
causalidad. Como se demostró en el caso venezolano, esta no es la única
contradicción teórica que se da en la realidad, por lo tanto atribuir el
aumento de la violencia directa a un elemento en particular resulta
imposible. Por esta razón el caso venezolano se encuentra en una zona
gris, dentro de la cual no es clara la relación que se da entre, lo que ocurre
en la realidad, y lo que en teoría debería ocurrir.
Por último se pudieron identificar algunas de las fallas que no permiten el
desarrollo adecuado de la democracia, y a pesar de que esto contribuye al
sostenimiento de la violencia directa, no se puede explicar totalmente el
54
fenómeno de violencia criminal que vive Venezuela a través de la baja
calidad democrática del régimen. Esto sería sólo un elemento de la serie de
mecanismos que contribuyen a que esta situación se dé. Finalmente lo
único que se puede afirmar es que, al aceptar la democracia como el tipo
de orden político que evita la violencia, es clara la contradicción en la cual
se encuentra actualmente el régimen venezolano.
55
BIBLIOGRAFÍA.
Arias, E. (2010). Conclusion. Understanding Violent Pluralism. En E. Desmond
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60
ANEXOS
SECCIÓN 1: Indicadores de gobernabilidad para Venezuela.
Gráfico 1.1
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Grafico 1.2
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Gráfico 1.3
-0,26
0
-0,13
-0,56
-0,47
-0,63 -0,7
-0,61
-0,77
-0,76
-0,86 -0,91
-1
-0,8
-0,6
-0,4
-0,2
01996 1998 2000 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Voz y rendición de cuentas
Voz y rendiciónde cuentas
-0,74
-0,58
-0,75
-1,39
-1,29
-1,35
-1,18
-1,2
-1,19
-1,28
-1,41
-1,37
-1,6
-1,4
-1,2
-1
-0,8
-0,6
-0,4
-0,2
01996 1998 2000 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Estabilidad Política
Estabilidad Política
61
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Gráfico 1.4
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Gráfico 1.5
-0,69
-0,82
-0,79
-1
-0,91
-1,04
-0,94
-0,98 -1,02
-1,06
-0,89
-1,02
-1,2
-1
-0,8
-0,6
-0,4
-0,2
0
Efectividad de gobierno
Efectividad de gobierno
-0,22 -0,21 -0,38 -0,6
-1,02
-1,09
-1,13 -1,14
-1,38
-1,34
-1,54 -1,58
-2
-1,5
-1
-0,5
01996 1998 2000 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Calidad Regulatoria
Calidad Regulatoria
-0,88
-0,82 -0,91
-1,15 -1,26
-1,23
-1,23
-1,38 -1,53 -1,56
-1,59 -1,64
-2
-1,5
-1
-0,5
01996 1998 2000 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Estado de Derecho
Estado de Derecho
62
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Gráfico 1.6
Fuente: Worldwide Governance Indicators. Los puntajes de este indicador van de un rango de 2,5
a -2,5; siendo 2,5 el mejor puntaje y -2,5 el peor.
Tabla 1. 1: Tabla de percentiles de indicadores de gobernabilidad para Venezuela
Indicador Año Percentiles
Voz y rendición de cuentas
2010 22,3
2009 23,7
2008 26,9
2007 26,4
2006 31,3
2005 27,4
2004 28,8
2003 34,6
2002 33,2
2000 56,6
1998 50,5
1996 42,3
Efectividad del gobierno
2010 14,8
2009 19,1
2008 14,1
2007 15
2006 16,1
2005 17,6
2004 11,2
2003 16,1
2002 11,7
2000 22
1998 20
1996 25,4
-0,91
-0,76
-0,54
-1,04
-1,01 -0,88 -0,96
-0,96 -1,03
-1,08 -1,19
-1,24
-1,5
-1
-0,5
0
Control de la Corrupción
Control de la Corrupción
63
Calidad regulatoria
2010 4,3
2009 4,8
2008 6,8
2007 6,8
2006 12,7
2005 12,7
2004 14,2
2003 16,7
2002 28,4
2000 34,8
1998 40,7
1996 41,7
Estabilidad política
2010 10,4
2009 10
2008 11,5
2007 12,5
2006 13,9
2005 14,4
2004 11,5
2003 12,5
2002 12,5
2000 23,1
1998 28,4
1996 22,6
Estado de Derecho
2010 1,4
2009 2,4
2008 2,4
2007 2,9
2006 6,2
2005 10
2004 9,6
2003 9,1
2002 13,4
2000 21,1
1998 21,5
1996 20,1
Control de Corrupción
2010 7,2
2009 8,1
2008 10,7
2007 12,2
2006 16,6
2005 18
2004 18
2003 12,7
2002 11,7
2000 33,7
64
1998 16,1
1996 20,5
Percentil 50-75
Percentil 50-25
Percentil 10-25
Percentil 0-10
SECCIÓN 2: Gráficos comparativos de indicadores de gobernabilidad.
Gráfico 2.1: Comparación Chile-Venezuela.
Gráfico 2.2: Comparación Colombia-Venezuela.
Estos percentiles indican el rango que
ocupa el país con respecto a los demás
países del mundo. 0 indica el menor rango
y 100 el mayor.
Fuente: Worldwide Governance Indicators
Estos percentiles indican el rango que ocupa el país con respecto a los demás países del mundo.
0 indica el menor rango y 100 el mayor. Datos para el año 2010. Fuente: Worldwide Governance
Indicators
65
Gráfico 2.3: Comparación El Salvador-Venezuela
Gráfico 2.4: Comparación Brasil-Venezuela.
Estos percentiles indican el rango que ocupa el país con respecto a los demás países del mundo.
0 indica el menor rango y 100 el mayor. Datos para el año 2010. Fuente: Worldwide Governance
Indicators
Estos percentiles indican el rango que ocupa el país con respecto a los demás países del mundo.
0 indica el menor rango y 100 el mayor. Datos para el año 2010. Fuente: Worldwide Governance
Indicators
66
Gráfico 2.5: Comparación Honduras-Venezuela
,
Estos percentiles indican el rango que ocupa el país con respecto a los demás países del mundo.
0 indica el menor rango y 100 el mayor. Datos para el año 2010. Fuente: Worldwide Governance
Indicators
Estos percentiles indican el rango que ocupa el país con respecto a los demás países del mundo.
0 indica el menor rango y 100 el mayor. Datos para el año 2010. Fuente: Worldwide Governance
Indicators
67
SECCIÓN 3: Indicadores socio-económicos.
Gráfico 3.1: Porcentaje de población en condición de pobreza.
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela.
Gráfico 3.2: Evolución del Coeficiente de Gini.
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela.
Gráfico 3.3: Índice de Desarrollo Humano.
60,9 55,4
50,0 48,3
45,5 48,1
61,0
62,1
60,1
48,8
38,9 33,1
33,1
31,7
32,5
33,2
31,9
-
10,0
20,0
30,0
40,0
50,0
60,0
70,0
19
97
19
98
19
99
20
00
20
01
20
02
20
03
20
04
20
05
20
06
20
07
20
08
20
09
20
10
20
11
Población en condición de pobreza
Pobres (%)
0,49
0,49
0,47
0,48
0,46
0,49
0,48 0,46
0,47
0,44
0,42
0,41
0,42
0,39
0,39
0,00
0,10
0,20
0,30
0,40
0,50
0,60
19
97
19
98
19
99
20
00
20
01
20
02
20
03
20
04
20
05
20
06
20
07
20
08
20
09
20
10
20
11
Coeficiente de Gini
Coeficiente de Gini
0,65
0,7
0,75
0,8
0,85
Índice de Desarrollo Humano
Indice de DesarrolloHumano
68
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela.
Gráfico 3.4: Logros de la Misión Barrio Adentro I
Fuente: Ministerio Popular para la Salud.
Gráfico 3.5: Tasa de población desocupada.
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela.
SECCIÓN 4: Cifras de violencia en Venezuela.
Tabla 4.1: Tasa de victimización a nivel nacional por cada 100.000 habitantes
0
100.000.000
200.000.000
300.000.000
400.000.000
500.000.000
600.000.000
Consultas realizadas en la Misión Barrio Adentro I
Consultas realizadas en laMisión Barrio Adentro I
0
5
10
15
20
25
Tasa de población desocupada
Tasa de porblacióndesocupada
69
Año Datos
Delitos conocidos
Homicidios Lesiones personales
Averiguación de muerte
Resistencia a la autoridad
Suma H+AM+RA
1990 1,255 13 152 17 2 31
1991 1,184 13 167 17 2 31
1992 1,210 16 174 18 2 36
1993 1,276 21 163 16 2 39
1994 1,270 22 152 17 3 43
1995 1,153 21 141 16 3 39
1996 1,173 22 138 15 3 40
1997 1,039 19 136 15 3 36
1998 1,030 20 138 15 3 37
1999 1,042 25 133 15 3 42
2000 972 33 105 14 4 51
2001 915 32 106 15 5 53
2002 1,041 38 120 15 7 60
2003 1,034 44 110 15 9 68
2004 902 37 114 15 8 61
2005 876 37 126 16 5 58
2006 881 45 121 15 4 65
2007 969 48 111 16 6 69
2008 993 52 104 15 7 74
20092
2010 932 57 82 16 12 73
Fuente: Observatorio Venezolano de Violencia.
Gráfico 4.2: Evolución de la tasa de homicidios.
2 Para este año se realizó la encuesta de victimización del INE que tuvo como resultado una tasa
de homicidios de 75 por cada 100.000 habitantes
0
10
20
30
40
50
60
Tasa de Homicidios por 100.000 personas
Tasa de Homicidios por100.000 personas
70
Fuente: Observatorio Venezolano de Violencia.
Gráfico 4.3: Tasa de homicidios (sumando: homicidios + muertes en averiguación
+ resistencia a la autoridad).
Fuente: Observatorio Venezolano de Violencia.
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Tasa de Homicidios por 100.000 personas (Suma H+AM+RA)
Tasa de Homicidios por100.000 personas (SumaH+AM+RA)
71
Transcripción de la entrevista realizada al Profesor Alberto Camardiel,
director de Análisis de Datos del Laboratorio de Ciencias Sociales y del
Observatorio Venezolano de Violencia.
Fecha: 7 de mayo de 2012
-Entrevistador: Desde cuándo se puede observar un aumento importante en
las cifras de homicidios en Venezuela?
-Alberto Camardiel: El incremento se viene dando de forma paulatina, pero los
incrementos más grandes se han dado con el actual gobierno de Chávez, es decir,
este incremento es relativamente considerable, frente a las cifras que se venían
conociendo históricamente. Durante prácticamente los años 60 y 70 la tasa de
homicidios se mantuvo constante, alrededor de 7 homicidios por cada 100.000
habitantes. El primer incidente que llama la atención, ocurre en el año 1989, en
ese momento se produjo la conmoción conocida como el caracazo, con la cual, en
sólo una semana se produjeron en Caracas más de 500 homicidios, lo cual
aumentó los 2000 homicidios que se venían produciendo aproximadamente, en los
años anteriores. Esto genera un salto ante las cifras que se venían manejando.
Después del “caracazo” viene el gobierno de Carlos Andrés Pérez, este gobierno
tuvo diversos incidentes, dos golpes de Estado, que terminaron con un aumento
considerable de las cifras de violencia, en el año final del período de este
Presidente, se presentó un aumento de aproximadamente 4000 homicidios, lo cual
prácticamente dobló la cantidad del año 89. En el año 95, que fue el primer año
del gobierno de Caldera, se presentaron de 4733 homicidios, y durante los 5 años
de gobierno, la cifra se mantuvo relativamente constante. Caldera terminó su
gobierno con 4550 homicidios y después de esto la cifra no ha dejado de crecer.
En el año 2008 ya había 16000 homicidios acumulados, así que se muestra que el
aumento de los homicidios ha sido sostenido en el tiempo. Aún cuando han habido
épocas de cierta estabilidad, como lo fue el gobierno de Caldera, el resto del
tiempo ha habido un aumento sostenido a partir del año 1989.
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-E: ¿Qué fenómeno o cómo se explica, que en estos momentos sea tan
relevante la cifra? Si bien es una cifra muy alta, si hablamos de un
incremento sostenido, por qué actualmente hay tanta curiosidad, frente a lo
que puede estar generando estas cifras.
-A.C.: El gobierno actual y explicaciones anteriores, han manifestado que de cierta
manera, los homicidios están íntimamente relacionados con el tipo de régimen
económico capitalista, que presenta un tipo de violencia, que de alguna forma ha
venido generando este aumento de violencia. Esto es un argumento débil, debido
a que el mismo gobierno que lo utiliza, ha logrado disminuir considerablemente los
indicadores de desigualdad y otros problemas que se le atribuyen a este tipo de
régimen económico, y con esto no se ha podido frenar el aumento de la cifra de
homicidios. El OVV está sosteniendo una explicación, como una de las tantas
explicaciones posibles, la cual sustenta que este aumento debe atribuirse a la
forma como ha venido evolucionando los problemas relacionados con la
institucionalidad del país. El profesor Roberto Briceño-León3 argumenta que se dio
una crisis institucional a partir del año 89, luego de esto, los golpes de estado que
se dieron y otros hechos, de alguna forma han afectado la fortaleza institucional
del gobierno. Estas fallas y debilidades que se generaron, no han podido ser
superadas por los gobiernos siguientes.
-E: En cuanto a las cifras, surge la duda de la veracidad de estas, el OVV
maneja una tasa de 57 homicidios por cada cien mil habitantes, sin embargo,
organizaciones como la Internactional Crisis Group, dice que para el año
2009 el INE realizó una encuesta de victimización que arrojó un tasa de 75
homicidios por cada 100.000 habitantes ¿Es esta cifra cierta, por qué se dan
estas diferencias?
-A.C.: Los datos del INE provienen de una encuesta muy grande, que incluyó más
de 20.000 hogares, es decir, esta es muy representativa. Esta encuesta de
3 Director del Laboratorio de Ciencias Sociales y del Observatorio Venezolano de Violencia.
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victimización se realiza, identificando a informantes dentro de cada hogar y se le
pregunta si los miembros de su familia o él mismo, han sido víctimas de algún tipo
de delito durante ese año. La cifra que se obtuvo fue ciertamente de 75 homicidios
por cada 100.000 habitantes, dada la magnitud de la encuesta, esta cifra es muy
creíble. Lo paradójico es que cuando el gobierno da cifras, estas tienden a ser
muy inferior, el Ministro de Interior, daba para el año 2009 una cifra de alrededor
de 52 homicidios por cada 100.000 habitantes.
El OVV maneja una cifra que no incluye los casos de muertes en averiguación y
resistencia a la autoridad. Si se hace el ejercicio de incluir estos casos, dentro de
la cifra que maneja el OVV se encuentra un resultado de 74 homicidios por cada
100.000 habitantes. El supuesto que se maneja es, que los casos de muertes en
averiguación y resistencia a la autoridad, están ocultando homicidios. Eso no se
puede demostrar, pero es curioso que sumando estos tres casos, nos acercamos
a la cifra de 75 homicidios por cada 100.000 habitantes que arrojó el INE.
-E: Actualmente, ¿qué cifra maneja el OVV?
-A.C.: A partir del año 2004 el CICPC4 dejó de hacer oficiales la cifras de
homicidios, pero los distintos investigadores han logrado, por vías que no te puedo
revelar, acceso a esta cifra. Por lo tanto las cifras que se manejan son conocidas
por el CICPC. Lo que el Observatorio ha hecho es proyectar estas cifras, con base
en la tendencia histórica. Éstas no son cifras oficiales, porque el gobierno no las
está dando. El gobierno las volvió a dar en el año 2010, dentro de la memoria y
cuenta del Ministerio de Interior, se colocó un anexo en el cual aparecen los datos
de los homicidios conocidos por el CICPC, y ahí se muestra una tasa de 45 por
cada 100.000 habitantes, estas no incluyen casos de muertes en averiguación y
resistencia a la autoridad, cuando suman estas tres denominaciones, se obtiene
una cifra de 73 homicidios por cada 100.000.
4 Centro de Investigaciones Científicas y Criminalísticas.
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Suponemos que hay algún ejercicio por parte del gobierno, para manipular estas
cifras, para que estas parezcan menores de lo que realmente son. Pero
ciertamente hay incertidumbre con los datos, el CICPC no hace públicas las cifras,
y a pesar de que el OVV hace encuestas de victimización, estas nunca tienen el
alcance de las que puede realizar el gobierno. Lo curioso finalmente es que
cuando el gobierno realiza estas encuestas los resultados son mucho más
elevados, de los que se publican.
-E: El OVV, si bien tiene algunas explicaciones a este aumento, ¿ha podido
determinar si se viven fenómenos como el del crimen organizado?
-A.C.: Ciertamente existe el crimen organizado, si bien la OVV está buscando
explicaciones macro a los aumentos de violencia, no se puede negar la presencia
de formas de delincuencia organizada como el narcotráfico, que por ejemplo se
hacen evidentes en las declaraciones recientes del Magistrado Aponte-Aponte,
obviamente estos actos son una muestra de la presencia del crimen organizado.
De alguna forma también, este tipo de declaraciones demuestran que el
narcotráfico ha penetrado el aparato institucional, al igual que la corrupción que
sufre el mismo, permite que estas formas de crimen organizado se den. El delito
organizado ha tenido una presencia más notable en los últimos años, parte de lo
que está aconteciendo con las tasas de homicidios, debe estar relacionado con
esta situación.
-E: En el gobierno de Caldera se habla de una estabilidad en la cifra de
homicidios, pero esto no quiere decir que las cifras hayan disminuido, para
ese momento ¿la población percibía igualmente la situación de los
homicidios como un problema?
-A.C.: Claro, durante este período igualmente se entendía como un problema
serio, porque cuando Caldera comienza su gobierno la cifra de 4000 homicidios,
ya ha doblado las cifras de homicidios que se tenían en los años anteriores, por lo
tanto esta situación era percibida como un problema grave.
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-E: Hay políticas que evidencian la actuación del gobierno para atacar el
problema, si bien se habla de planes de desarme y de la estrategia, que más
publica el gobierno, del aumento del gasto social para combatir este
problema. Se encuentra igualmente ambigüedad con estos planteamientos,
debido a que, también hay grupos armado que son sustentados por ciertas
facetas del gobierno.
-A.C.: Ciertamente esta ambigüedad existe, por lo menos se contabilizan 18
grupos, llamado colectivos, uno de los más notables es el llamado “colectivo la
piedrita”, que opera en el barrio 23 de enero. Pero ciertamente se habla de
aproximadamente 18 colectivos armados o más, que de alguna forma imponen su
ley por cuenta propia. El gobierno ha intentado hacer muchas cosas para atacar
esta situación, sin embargo, si se juzga por los resultados, éstas no han sido
exitosas. Hay una comisión presidencial para el desarme, que está en actividad
desde hace unos años, una de las cosas que están promoviendo es reformar la
ley de desarme que ya entró en vigor; otra de las cosas que están promoviendo es
la actuación de diversas policías, de alguna forma se ha intentando montar lo que
se conoce como la Policía Nacional, que se ha puesto en funcionamiento en el
municipio Libertador de Caracas, y según el gobierno la actuación de esta ha
logrado disminuir en más del 20% los homicidios que ocurren, especialmente en la
parroquia de Catia de este municipio.
Realmente se están tratando de hacer cosas, lo que no se puede asegurar es el
éxito que éstas han tenido. Parte de la práctica oficial, ha sido no hacer nada, en
el componente de la represión el gobierno ha preferido “dejar hacer”, en parte en
el año 2002, con el golpe de Estado fallido, se dio un debilitamiento de las policías
regionales. La inversión que el gobierno hace en la policía es muy baja, el CICPC
tiene aproximadamente, alrededor de unos 8000 funcionarios, de los cuales mas o
menos la mitad de encuentran directamente involucrados en las investigaciones
de crímenes cometidos. Según estándares internacionales, Venezuela tiene una
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fuerza de investigación criminal muy baja, y algo similar ocurre con la policía
uniformada.
-E: En cuanto a la impunidad, se puede hablar de una cifra que refleje esto.
El OVV en uno de sus informes, habla de delitos que quedan sin denunciar y
parte de esto se le atribuye a que la población desconfía de la eficacia de las
autoridades.
-A.C.: En todas las encuestas que hace el OVV, se pregunta cuál es la percepción
del trabajo de la policía, y esta siempre es baja. Más de la mitad de los
encuestados responden que no tiene confianza en la policía, en parte porque esto
puede tener consecuencias futuras. La impunidad ciertamente es alta, de las
estadísticas del CICPC se muestra no sólo los delitos conocidos, sino las cifras de
los detenidos. En el 98 se producían aproximadamente 118 detenciones por cada
100 homicidios, hoy en día se están produciendo por cada 100 homicidios
aproximadamente 9 detenciones, la diferencia de homicidios quedan sin siquiera
un detenido.
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