Waffen SS:
Defensores de Europa Este artículo de RENEGADETRI-
BUNE.COM proviene del libro de Richard
Tedor, "La revolución de Hitler". Noble
ha editado y condensado el capítulo de Te-
dor sobre el Waffen SS - Reich europeo. El
libro de Tedor tiene 270 páginas de texto,
complementadas con más de 1000 notas al
pie de página y una bibliografía de más de
200 autores, en su mayoría alemanes. Este
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Para un mayor contexto, vea la entrevista
de Kyle Hunt con Richard Tedor: http://
www.renegadebroadcasting.com/the-
blitzkrieg-broadcast-w-kyle-hunt-4-11-14/
Las naciones a menudo mantienen tropas de
élite para complementar las fuerzas militares
regulares. En Alemania, además de las presti- Voluntario de las Waffen SS francesas
Number 228 Founded 1975 9 / 2019 (134) Number 224 Founded 1975 5 / 2019 (130)
Número de emisión 158 Fundado 1992 5 / 2020 (131)
Boletín de noticias NS
giosas divisiones del ejército Brandenburg,
Feldherrnhalle y Grossdeutschland, Alema-
nia desplegó toda una rama de servicio de las
fuerzas terrestres de élite, las Waffen SS.
Evolucionó de cuatro regimientos de seguri-
dad interna de antes de la guerra a una tropa
de primera línea respetuosa e intrépida. Cam-
bió la política y el dogma alemán oficial, y
ayudó a introducir cambios significativos.
Teniendo en cuenta la obediencia a la autori-
dad estatal civil habitualmente dudosa en los
establecimientos militares, esta fue una fuen-
te inusual para la reforma política y social.
La maduración de las Waffen SS demuestra
cómo el énfasis del nacionalsocialismo en la
iniciativa personal creó la oportunidad para
la flexibilidad y el desarrollo en una escala
sin precedentes. El SS remonta su origen a
los primeros años del NSDAP. Menos de 100
hombres formaron la "Tropa de Choque
Adolf Hitler" en Munich en 1923. Se trataba
de un fuerza de guardaespaldas personal re-
clutados entre hombres de las SA que mos-
traban lealtad personal al Führer.
Sus miembros generalmente poseían una me-
jor comprensión de los objetivos políticos del
movimiento que los hombres de las SA de
base.
Los problemas de seguridad nacional condu-
jeron a la formación de una rama militar de
las SS. Cuando Hitler se convirtió en Canci-
ller, los comunistas aún eran numerosos en
Alemania, robaron 150 toneladas de explosi-
vos, de los cuales solo 15 toneladas habían
sido recuperadas por la policía a mediados de
marzo de 1933. La policía no estaba equipa-
da ni entrenada para reprimir un posible le-
vantamiento marxista. El ejército alemán no
era psicológicamente apto para librar una
guerra urbana contra elementos radicales de
la propia población dentro de Alemania.
Un elemento primario que determina la su-
pervivencia de una especie es su capacidad
de adaptarse a los entornos cambiantes. Esta
ley natural se aplica también a las naciones.
Las fuerzas en combate se enfrentan a abrup-
tos cambios que exigen resistencia y flexibi-
lidad de disposición para aceptar rápidamen-
te nuevas condiciones.
En la época de Hitler, el nacionalismo era
una influencia convincente. Alentó a las per-
sonas a sacrificarse por su país, pero al mis-
mo tiempo mantuvo barreras de separación
entre las naciones. En el umbral de la Segun-
da Guerra Mundial, Europa estaba a la som-
bra de las superpotencias periféricas prepara-
das para disputar su liderazgo en los asuntos
mundiales.
Para afirmar su independencia económica y
política, y preservar su identidad cultural, sus
poblaciones necesitaban evolucionar hacia la
cooperación y el compañerismo mutuos.
Europa se estabilizó en una paz incómoda en
el verano de 1940, tras una serie de campa-
ñas rápidas que Alemania había llevado a
cabo contra los estados vecinos. Las guarni-
ciones del ejército alemán ocupaban el oeste
de Polonia, Dinamarca, Noruega, Luxembur-
go, Holanda, Bélgica y el norte de Francia.
Aliado con Italia y favorecido por España, el
Reich también disfrutó de influencia econó-
mica sobre los Balcanes.
La cooperación con Alemania era necesaria
para lograr un continente fuerte y unificado.
En los países europeos, la democracia no so-
lo no había logrado mitigar el desempleo y la
depresión durante los últimos 20 años, sino
que también falló en la defensa nacional. La
enérgica sociedad disciplinada de Alemania
despertó asombro y, en cierta medida, admi-
ración entre sus vecinos continentales. Los
debates parlamentarios, los escándalos, la
falta de progreso y de liderazgo asociados
con la democracia parecían insípidos en com-
paración al Reich. El marxismo tenía un his-
torial igualmente poco impresionante.
Estados Unidos también trató de influir indi-
rectamente en los asuntos europeos. El 9 de
febrero de 1940, el Departamento de Estado
de EE. UU. anunció un plan económico para
la Europa de la posguerra. Según el Secreta-
rio de Estado, Hull, Estados Unidos respalda-
ría las principales monedas europeas a través
de préstamos respaldados por oro. Esto su-
puestamente regeneraría el comercio una vez
que la paz volviera. Era evidente que Wa-
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shington tenía la intención de erradicar el flo-
reciente sistema de trueque internacional de
Alemania y restaurar el comercio basado en
el oro como medio de intercambio.
El Departamento de Estado se basó en el con-
sejo de los banqueros estadounidenses, en
alianza con la comunidad judía internacional,
al preparar ese plan, sin consultar a los repre-
sentantes del continente al que estaba destina-
do. Siguieron otras resoluciones y propuestas
para la reconstrucción de la posguerra, como
la Carta del Atlántico, el Plan Keynes, el Plan
Morgenthau, también conferencias económi-
cas en Hot Springs en 1943 y en Bretton
Woods, New Hampshire, en julio de 1944.
La propaganda alemana capitalizó el carácter
subjetivo de estos programas. Germanisches
Leitheft, una publicación periódica dirigida a
un público europeo de amplia base, preguntó
en su número de enero de 1941: "¿Las poten-
cias extranjeras y las fuerzas racialmente ex-
trañas determinarán el destino de Europa para
siempre, o Europa formará su propio futuro, a
través de su propia vitalidad y bajo su propia
responsabilidad? Otra publicación alemana
declaró: “Una de las principales deficiencias
en la mentalidad del estadounidense es que
no tiene una comprensión clara de otros pue-
blos. Por esta razón, hace caso omiso de sus
derechos y requisitos naturales para la vida
con un gesto de desprecio. Reclama la prerro-
gativa de dictar sus deseos ilimitados al resto
del mundo, gracias a un incomparable sentido
de superioridad ".
Los líderes alemanes se dieron cuenta de que
para ganar el apoyo europeo, tendrían que
ofrecer una alternativa viable a la agenda an-
gloamericana. El requisito más inmediato era
regular la economía continental para ser lo
más autosuficiente y cooperativa posible.
Los alemanes con visión de futuro abogaron
por la necesidad de la transición del Reich
alemán a un Reich europeo.
Con la aprobación de Hitler, las SS estable-
cieron oficinas de reclutamiento en Oslo, La
Haya y Copenhague en abril y mayo de 1940.
Varios cientos de voluntarios noruegos, dane-
ses y holandeses se inscribieron en un curso
de entrenamiento premilitar. Durante los últi-
mos meses, el curso incluyó disparos de ar-
mas, deportes, instrucción en idioma alemán
y conferencias ideológicas. Realizado en
Kärnten, Alemania, también familiarizó a los
participantes con la población alemana. Al
finalizar el curso, los oficiales invitaron a los
jóvenes europeos a alistarse en las SS como
voluntarios germánicos.
El jefe de política exterior del NSDAP, Al-
fred Rosenberg, argumentó en un discurso
que los europeos deberían aceptar el lideraz-
go alemán en los asuntos continentales. “Una
nación más pequeña no renuncia a su honor
al subordinarse a un pueblo más numeroso y
a un reino más grande. Debemos reconocer
las leyes de la vida para sobrevivir. Los he-
chos de la vida muestran que hay naciones
numéricas, geográficas y políticamente po-
derosas y hay otras más pequeñas. Aceptar la
influencia de un reino como el de los alema-
nes, demostrando su antigua fortaleza des-
pués de años de duras pruebas, no es un
signo de carácter débil o de honor cuestiona-
ble, sino un reconocimiento de las leyes de la
vida ".
La causa alemana, que buscaba aceptación
entre las poblaciones europeas, ganó mucho
a su favor cuando estalló la guerra con la
Unión Soviética en junio de 1941. Hitler au-
torizó una propuesta de las Waffen SS para
establecer legiones nacionales de voluntarios
de estados vecinos para luchar en el Este.
La amenaza de la expansión soviética era
una preocupación genuina para los europeos,
que estaban más familiarizados con las con-
secuencias de las revoluciones comunistas
anteriores en Rusia, Alemania, Hungría y
España que el pueblo de Gran Bretaña y Es-
tados Unidos.
Un artículo publicado en el "Volkischer Beo-
bachter" alemán, en agosto de 1941, expresó
opiniones más o menos populares sobre la
amenaza soviética.
“Hoy toda Europa sabe que la guerra contra
el bolchevismo es la lucha decisiva de Euro-
pa, la guerra consolidada de las naciones ci-
vilizadas europeas contra los poderes de des-
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trucción y el caos sin forma. Una nueva Eu-
ropa revitalizada ha aprendido a comprender
el enorme peligro que representa el espectro
del bolchevismo. Es de importancia simbóli-
ca que la unidad de Europa ha comenzado a
tener lugar y demostrar su valía en esta lucha
".
“Sabemos muy bien de qué se trata esta gue-
rra. Pero solo cuando uno ve la realidad del
régimen bolchevique cara a cara, la influen-
cia de este sistema en la persona individual y
en su vida, solo entonces se puede compren-
der la crueldad, el horror general de este sis-
tema. Es un sistema que combina todos los
elementos de devastación y ruina absoluta de
los valores humanos, y la ruina de la humani-
dad misma”.
"El bolchevismo ni siquiera es un sistema
político con el que uno pueda debatir intelec-
tualmente, sino el asesinato organizado de
toda la vida, la degradación de la tierra y su
gente, la destrucción en aras de la destruc-
ción".
Independientemente de su actitud personal
hacia Alemania, la guerra contra la Unión
Soviética fue en parte un factor unificador
por necesidad para los europeos.
Los voluntarios germánicos (Waffen SS) a
menudo experimentaron aislamiento de sus
compatriotas, gracias a la persistente ambiva-
lencia entre las poblaciones de las naciones
ocupadas hacia Alemania. Las rivalidades
internacionales tradicionales, la saturación de
la publicidad antialemana en la prensa demo-
crática anterior a la guerra y la sospecha de
los motivos de Hitler retrasaron los llama-
mientos a la unidad europea.
Otro obstáculo para la cooperación y la bue-
na voluntad, irónicamente, surgió del propio
Reich. Potente y numeroso, era inevitable
que los alemanes ejercieran una gran influen-
cia sobre los asuntos europeos. Destacados
nacionalistas del país creían que esto les daba
derecho a subordinar los intereses de los es-
tados vecinos a los de Alemania.
Para evitar la división dentro de su país,
Hitler había tratado previamente de evitar la
clasificación de los pueblos germánicos de
acuerdo con su valor racial y herencia étnica
europea al combatir a los teóricos de raza
(nórdicos) del partido. Por lo tanto, la noción
de algunos miembros del partido de clasifi-
car a los pueblos europeos según su valor,
herencia racial o étnica, amenazó de manera
similar a crear divisiones dentro de Europa
continental.
Hitler estaba en contra de tales prácticas;
Necesitaba una Europa unificada, basada en
la buena voluntad y la igualdad de condicio-
nes para todos los países.
Hitler, sin embargo, albergaba reservas sobre
la reestructuración de Europa con todas las
naciones en pie de igualdad. Desconfiaba de
sus aliados. La inteligencia alemana informó
que, después de las derrotas alemanas en
1943, Rumania, Hungría, Finlandia y Bulga-
ria contactaron discretamente a Londres y
Washington para concluir una paz separada.
Los aliados les informaron que la URSS de-
be participar en las negociaciones, lo que
lleva a los satélites alemanes a abandonar la
iniciativa. El Führer no fue menos cauteloso
con Philippe Petain, presidente de la desocu-
pada "Vichy" Francia, que demostró no sim-
patizar con la causa alemana.
Hitler también era consciente de la amenaza
que las poblaciones orientales, en el antiguo
territorio soviético, como los mongoles, ha-
bían planteado históricamente. Hitler prefirió
mantenerlos políticamente impotentes. Él
declaró durante una conferencia militar en
junio de 1943: "No puedo establecer ningún
objetivo futuro que establezca estados inde-
pendientes aquí, estados autónomos". Hitler
comentó en privado en abril de 1942: “Para
dominar a los pueblos al este del Reich a
quienes hemos conquistado, el principio rec-
tor debe ser acomodar los deseos de libertad
individual en la medida de lo posible, evitar
cualquier forma de estado organizado y, de
esta manera, mantener el miembros de estas
nacionalidades a un nivel de civilización tan
limitado como sea posible ".
La desconfianza de Hitler de los socios del
tratado de Alemania y de los pueblos orienta-
les obstruyó una política europea racional.
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Durante la mayor parte de la guerra, la pro-
paganda alemana vilipendió a los gobiernos
de los países enemigos al describir a sus po-
blaciones civiles y personal militar como de-
centes pero engañados por líderes sin escrú-
pulos. El ejército alemán sufrió una derrota
catastrófica en la batalla de seis meses de
Stalingrado, que terminó en febrero de 1943.
Esto obligó a muchos alemanes a llegar a la
conclusión de que sin la ayuda extranjera
activa, la guerra se perdería, lo que requirió
un enfoque fundamentalmente nuevo del
Reich en la administración de Europa. Para
implementar tal revisión, que sufría resisten-
cias entre altos mandos alemanes, los defen-
sores de la "ayuda extranjera" necesitaban un
vehículo, un bloque organizado, que encon-
traron en las Waffen SS.
Al principio de la guerra contra Rusia, Hitler
habló de la necesidad de que los europeos
superen las inclinaciones nacionalistas: "La
amenaza del este, con el peligro de reducir a
todos al plano bolchevique-asiático, lo que
significaría la destrucción de todas las bases
de la civilización en Europa, nos obliga a
unificarnos ".
Los voluntarios germánicos en el servicio del
Reich (Waffen SS) no se consideraban subor-
dinados. Según Leon Degrelle de las Waffen
SS de Bélgica, “No luchamos ni por Alema-
nia ni por Hitler, sino por una idea mucho
mayor. La creación de unos Estados Unidos
de Europa. Todos estábamos unidos por la
misma voluntad; representar honorablemente
a nuestra nación entre las 30 que vinieron a
combatir. Cumplir con nuestro deber, ya que
luchamos por Europa. Ganar un lugar hono-
rable para nuestra patria en la comunidad
continental que evolucionaría a partir de la
guerra y, finalmente, crear unidades de com-
bate cuyo valor garantizara el logro de la jus-
ticia social, cuando finalmente regresáramos
a casa después del final de las hostilidades ".
Continuará en el siguiente número
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