Por cada cosa que sabemos, ignoramos infinidades.
Y cuantas más cosas nos interesan, más
desconocimiento
Nos acompaña
Ante la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos, no
hay actitud más estimulante y constructiva que la
humanidad. El conocimiento acumulado entre todos los
humanos es tan extenso, profundo y potente que si cada
uno pudiera pesar en una báscula lo que sabe y lo
comparase con lo que desconoce, el resultado sería que
todos, sin excepción, somos unos pobres ignorantes.
La humildad es la levadura que hace crecer el
conocimiento. En cualquier materia, los “sabelotodo”
que se cierran ante cualquier aportación ajena y
desprecian cuando no proviene de sus propios criterios,
lo único que consiguen es blindar su cerebro al aire
fresco del exterior: han entrado en un proceso de
oxidación y herrumbre de sus neuronas.
Sin la menor duda, el mayor cambio al que estamos
asistiendo y que configura en silencio un mundo
definitivamente nuevo, es la democratización del
conocimiento, un bien supremo que a lo largo de la
historia siempre estuvo limitado a ciertas elites. Jamás
en la historia de la humanidad ha habido tanta gente
formándose en universidades y escuelas. La
enciclopedia que sustituida por unas diminutas teclas
conectadas a Google o Yahoo!, que ya podemos llevar
en el bolsillo. El nivel de conocimiento medio no para de
elevarse en cada una de las ramas del saber. Desde un
punto de vista de elección de saber, sufrimos un exceso
de información.
Estamos viviendo la época más fascinante de extensión
del saber. Para los que quieren participar activamente
en la carrera del desarrollo, jamás han tenido enfrente
tanta pista.
Por eso es tan decisivo estar abiertos y absorbentes.
Inteligente es aquel que cada vez que desea aprender,
toma una intensa conciencia de su ignorancia.
Joaquín Lorente, piensa, es gratis, planeta, Barcelona, 2009.
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