Menta
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Menta Adriana Lis Maggio
Adriana Lis Maggio Menta. – 1ª ed. - Santa Rosa: Ediciones Orillera, 2009. 80 p.; 18 x 13 cm.
ISBN 978-987-1628-00-1
1. Narrativa Juvenil Argentina. 2. Relatos. I. Título CDD A863.928 3 MENTA 1ª edición © De esta edición, Ediciones Orillera Juncal 495 - (6300) Santa Rosa - La Pampa - Argentina (02954) 414 695 [email protected] www.orillera.blogspot.com ISBN 978-987-1628-00-1 Fecha de publicación: Agosto de 2009 Queda hecho el depósito que establece la Ley 11723 LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA Diagramación: MNEMOSYNE [email protected] www.mnemosyne.com.ar No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecáni-co, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11723 y 25.446.
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Presentación
Bienvenidos a compartir este segundo libro golosina de Ediciones Orillera.
En el primero, Caramelos sueltos, compi-
lamos poemas, canciones y cuentos de dife-rentes sabores y colores para ofrecer a toda la familia, en especial a los niños pequeños.
Por eso nos ocupamos de mezclar lo dulce,
lo brillante, lo transparente y suave... sin po-ner caramelos de menta. Como un juego, re-servamos este sabor picante y fresco para los más grandes.
Menta reúne distintos relatos breves para
que lean los que se atreven a ese sabor que pi-ca. O que puede picar.
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Un libro verde como la menta, y verde co-mo imagino a estos nuevos lectores que están por madurar. ¿Por florecer?
Por eso.
Adriana Lis Maggio
Adriana Lis Maggio: Nacida en Anguil, La Pampa. Argentina el 20 de junio de 1963. Profesora de Ense-ñanza Primaria, periodista y escritora. Hija de Mar-garita y Nicolás, madre de Emanuel y Lucía. Bla bla bla y etc. Autora de: www.orillera.blogspot.com www.losyurumies.blogspot.com Caramelos sueltos. Ediciones Orillera. 2009
http://www.orillera.blogspot.com/http://www.losyurumies.blogspot.com/
Sexto sentido Desde chiquito, Santiago dibujaba mapas. Sentado en el borde del aljibe, en la chacra
de su abuela, le hacía los recorridos a las hor-migas con el dedo gordo del pie. Era un área de tierra mojada y esos trazos –convencido San-tiago– orientaban.
Rutas, planos de excursión hasta la plaza por caminos distintos, mapamundis locales.
Creció entre álamos y tamariscos, perfec-tamente centrado por un compás.
La panadería del Cholo era territorio occi-dental: abundancia, hidratos de carbono y un pan supuestamente para todos y por el que había que pagar.
El oriente era Hortensia. La farmacia de Hortensia, sus jarabes, las hierbas curativas y el olor.
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Nunca salió del pueblo Santiago y sin em-bargo, fue un viajero. Un Cristóbal Colón. Un audaz.
Un conocedor en uso de notable e inusual sentido. El sentido del viento.
El ciclo del agua Nació del deshielo. De ese correr líquido
derretido por un calor. Entonces fue una gota: infancia tierna de
agua dulce. Juventud de charco en charco; su-dor salado con trabajo y viajes.
Un matrimonio apasionado y húmedo que luego fue tormenta.
Chubascos varios. No fue decididamente arrastrada por co-
rriente alguna, pero sí se le pueden asignar va-rios naufragios. Y varios hijos: cristalitos azules.
María tiene una vida transparente. Es decir que se puede saber –saber– la vida de María, siguiendo un ciclo de agua.
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Saber
Quedó embarazada con apenas 15 años y no supo qué hacer. No sé. Flor era experta en ca-zar vaquitas de San Antonio y en cruzar el río por las piedras, sin caerse ni mojarse siquiera la punta de los pies. Hacía muy bien el flan de seis huevos y un escabeche de zucchinis con granos de pimienta. Después de la escuela, cuidaba a su abuela Lila, que le batía yemas con azúcar para merendar. Ayer supo que es-taba embarazada y le dijo a Juan, pero Juan no supo qué hacer. El tenía una moto pequeña y ruidosa para hacer las diligencias de la cadete-ría y escuchaba siempre a Los Tipitos. No sé. No sé. Entonces le dijeron a Claudia, una ami-ga de ambos que tenía 16, pero Claudia no su-po qué hacer. No sé. No sé. No sé. Fueron a ver a Mario, que trabajaba de jardinero en una ca-
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sa donde vivía una familia con muchos hijos, pero Mario no sabía qué hacer y fueron a ver a Stella. No sé. No sé. No sé. No sé. Stella no era amiga, atendía un kiosco de revistas pero no sabía qué hacer y fueron a ver a Roberto. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. Roberto es más grande y tiene una hermana que hace poco tu-vo un bebé de soltera, pero no supo cómo ni de quién y le dice que, mejor, vean al Chito. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. Chito tiene 20 y gana con las mujeres pero nunca se hizo cargo y mejor vean a Sandra. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. No sé. Sandra fuma ma-rihuana y atiende un negocio de velas y jabo-nes. Se ríe Sandra, les regala un fanal de vaini-lla y recomienda ver al doctor Pérez. El doctor ya sabe –sabe de saber– pero se hizo demasia-do tarde. Flor y Juan viven juntos con el bebé y la abuela Lila que, afortunadamente, hace puré de calabazas para todos.
Adolescencia
Salen iluminados por la bola de espejos. Casi las seis de la mañana. Se mezclan los olo-res, los nombres, los sexos. Hay una chica ru-bia que duerme sobre un hombro con tatoo de pescaditos. Uno tiene pelo con cresta colorada. Otro lleva un aro de diente de leche y parece que el mismísimo ratón Pérez, le muerde la oreja. Ríen estridente. Se tocan sin pudor. Ce-lulean. Mensajean. Sentado en el cordón de la vereda hay uno descompuesto, casi besa el as-falto. Otros se besan bien (no casi). La ciudad ya está puesta: las veredas, los árboles, los ba-rrenderos. Mabel y Marta espían por la venta-na: menos mal que nosotras criamos a todos nuestros hijos antes de que viniera eso de la adolescencia...
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Seguir el hilo
Rosana piensa. Sentada en el cordón de la vereda, mira una caravana de hormigas y las deja pasar. Es una metáfora demasiado fácil. Es más –las hormigas están en el mundo para que los poetas escriban canciones y sonetos; tal vez alguna fábula en esos días de poca ins-piración–. Rosana piensa. A veces sube al te-cho del galpón de herramientas y desde allí, mira las copas de los fresnos y los deja pasar. Hay mucha redacción para el árbol. El árbol que nos da la cuna y el cajón, la mesa, la silla, el papel, el lápiz. Plantemos árboles... Ahora tiende ropa mojada y cuelga una camiseta de Tomás al lado de las medias. Y los deja pasar. De pronto, Rosana piensa que no hay que cor-tar el hilo de la memoria. Agrega que son las mujeres las que tiran los hilos de la memoria.
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Se esfuerza para que este pensamiento no pa-se: el hilo de la memoria. El hilo de la memo-ria. El hilo de la memoria. Rosana se detiene pero tenemos que seguir el hilo...
Irremediable crimen pasional a primera vista
Valeria caminaba con los ojos hacia el sue-lo... concentrada en las baldosas flojas –alegó en su declaración–. No quería salpicar mi vestido de crepé. Tenía un sombrero negro con ala fina y una bufanda gris. Pisa pisuela. ¡Plop! y chocó con Nazareno –se investiga, aún no se sabe si el choque fue accidental o con alevosía– ¡Plop! Hombro con hombro. Pisa pisuela. A la femenina con sombrero se le cayó la cartera –informa el agente de poli-cía– y al transeúnte, mayor de edad, sol-tero, no se le registraron pérdidas y/o roturas materiales –¡Plop!– Ella instinti-vamente levantó la cabeza, le clavó los ojos y Nazareno cayó. Irremediable, irremediable, irremediable. Cayó atravesado por tanta celes-tura de mirada.
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Postal y magia
Era la hora de la siesta. Era el sol de prima-vera en la pampa. Caliente, pero no tanto. Lu-minoso, pero no tanto y yo, que daba vueltas con el auto, triste, pero no tanto. El negro esta-ba en la esquina, acuclillado y con el morro alto como un vigía falso que no ve ni vigila nada. Pe-lo corto, una mancha marrón en el lomo y las orejas en punta. Completamente ido, comple-tamente entregado al sol sobre el hocico. ¿Cómo puede conservar la postura estando tan ausen-te? Maravilloso –maravilloso– pensé, e inme-diatamente vi al otro. Peludo, desparramado, las patas hacia el sol con la panza expuesta, rosa como las flores de todos los ciruelos de la ciu-dad hoy. Maravilloso. Maravilloso, volví a pen-sar e inmediatamente me convertí en perro.
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El amor en sus distintos soportes
MilenaInés tiene un novio por carta y por teléfono. Y sí. Se dio así. Do re mi fa sol la sí.
¿Dónde lo conoció? En Madrid. Renzo se llama. Él. MilenaInés. Mucho gusto mucho gusto.
¿Fácil la historia?: no. No no, pero se escriben cartas y se hablan por teléfono (no) (si)
Sol la. Sí. Sí se quieren, claro. Si la. Anoche mismo –mismísima noche– él lla-
mó. ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! y le dijo cositas. Se quisieron por el cable. Se repasaron el
amor por teléfono y esta mañana sol, sol do mi ella (la) escribió una carta.
Me dio cosquillas. Ahora tengo que hilar, separar, poner las palabras acá, las sensa-ciones en este otro lugar y ordenarme los ju-
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gos. Tengo que dibujar un mapa MilenaInés para no perdernos nada. Anoto: más tarde hacer un mapa, un mapa, un mapa. Bueno, qué lindo, qué extraño... me quedé temblando como un pasto y así me fui a dor-mir. Ahora soy manzana y mariposa. Do. Mi.
MilenaInés es libre y yo me la quedo envi-diando...
MentaPresentaciónSexto sentidoEl ciclo del aguaSaberAdolescenciaSeguir el hiloIrremediable crimen pasional a primera vistaPostal y magiaEl amor en sus distintos soportes
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