TROTSKY, LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDA Y EL ASCENSO DEL
STALINISMO: TEORÍA Y PRÁCTICA
JOHN ERIC MAROT
Introducción
Este ensayo se propone reevaluar el carácter político y el significado histórico de la
Oposición de Izquierda mediante un balance detallado de Trotsky, 1923-1927: Luchando
contra el ascenso de la burocracia stalinista y Trotsky, 1927-1940: Mientras más oscura la
noche, más brillante la estrella, de Tony Cliff, que son, respectivamente, el volumen
tercero y cuarto de su biografía de Trotsky. En las páginas que siguen, sostengo que
Trotsky y la Oposición de Izquierda no se opusieron a las políticas stalinistas de
industrialización y de colectivización forzadas. Peor aún, no apoyaron la resistencia obrera
y campesina a estas políticas. De hecho, el programa político y la visión de mundo de la
Oposición de Izquierda contribuyeron objetivamente a la formación y consolidación “por
arriba” de una nueva sociedad de clases durante el periodo crítico de 1927-33.
El rechazo sería la reacción visceral de muchos marxistas, y quizá de todos los trotskistas,
hacia cualquiera suficientemente atrevido o imprudente que declarara incorrecto el balance
tradicional sobre el rol histórico de la Oposición de Izquierda. Sin embargo, no ha sido otro
que Cliff, en su amplio e inquisitivo estudio sobre la vida y política de Trotsky, quien
reconoció este hecho cardinal: la abrumadora mayoría de la dirigentes de la Oposición de
Izquierda creía que “las políticas de colectivización e industrialización acelerada de Stalin
eran políticas socialistas, que no había alternativa realista a ellas”. [1] Pero si esto hubiera
sido así, y fue así ¿cómo este inquietante hecho puede reconciliarse con la idea de que, en
aquel momento crítico, Trotsky y la Oposición de Izquierda estaban “luchando contra el
ascenso de la burocracia soviética” y sus políticas? Cliff pensaba que podía salvar esta
contradicción argumentando que Trotsky mantuvo la lucha, mientras que la Oposición de
Izquierda “capituló” a Stalin. Es más, Trotsky habría comenzado a luchar contra el
stalinismo antes del ascenso de la Oposición de Izquierda y continuaría haciéndolo luego de
su caída.
No se puede negar que la visión de mundo de Trotsky –el trotskismo- abarcó una serie de
políticas y perspectivas mucho más amplias que aquellas de la Oposición de Izquierda.
Trotsky sostuvo muchas ideas antes, durante y después del periodo de 1927-1933 que no
estaban directamente relacionadas al problema de cómo desarrollar las fuerzas productivas
y qué tipo de relaciones debía establecer el Estado Obrero con el campesinado de modo de
asegurar la construcción del socialismo en la Rusia de la Nueva Política Económica de
Lenin. Todos saben que Trotsky desarrolló su teoría de la revolución permanente mucho
antes de la Revolución de Octubre, que atacó la política ultra-izquierdista del Comintern en
Alemania durante el ascenso del nazismo, un periodo –grosso modo- contemporáneo a la
existencia de la Oposición de Izquierda. Todos saben que Trotsky desarrolló una crítica a la
estrategia frentepopulista en Francia y España luego que la Oposición de Izquierda se
arrimara a Stalin y que, hacia el final de su vida, continuó su lucha contra Stalin fundando
la Cuarta Internacional en 1938. Todo esto es muy cierto. Pero el esfuerzo de Cliff en
distinguir la orientación estratégica de Trotsky de aquella de la Oposición de Izquierda en
el periodo mencionado y respecto al problema del desarrollo económico tiene poca
fundamentación en los hechos. Trotsky fue quien formuló de modo más claro la perspectiva
política general de la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética en relación a las
políticas de Stalin, y sus dirigentes reconocían a Trotsky como primus inter pares.
Pese a lo anti-democrático y coercitivo del modo y los medios que adoptó el giro de Stalin,
la Oposición de Izquierda en general le dio la bienvenida a la dirección anti-kulak, anti
capitalista, de sus políticas. Sin embargo, lo que le brinda cierta verosimilitud a la idea de
que Trotsky y la Oposición de Izquierda fueron por caminos separados es el hecho de que
la Oposición de Izquierda se dividió en torno a cuál era la mejor manera de llevar a que
Stalin completara su giro a la “izquierda” en contra de Bukarin y la Oposición de Derecha –
en otras palabras, en torno un problema táctico. Pero lo cierto es que no se dividió respecto
a la naturaleza del giro: si acaso efectivamente era hacia la “izquierda” o si tenía algo en
común con una política socialista –un problema estratégico.
De haberse suscitado un debate estratégico en las filas de la Oposición de Izquierda, se
hubiera establecido la base para un desacuerdo de principios entre bandos opuestos respecto
a la relación entre medios y fines, entre democracia obrera y socialismo: ¿podía el camino
hacia el socialismo adoptar medios anti-democráticos, por arriba, incluso al comienzo del
camino? De haber tenido lugar este debate en la Oposición de Izquierda, creo que Cliff se
hubiese opuesto a Trotsky y a la Oposición de Izquierda. Pero, seguramente, Cliff jamás lo
hubiera entendido así ¿por qué?
Como dedicado militante socialista y marxista revolucionario, Cliff nunca separó
políticamente el lazo entre socialismo y democracia obrera. Pero también sostuvo que
Trotsky tampoco lo hizo. El “eje central de la vida y la lucha [de Trotsky] hasta las últimas
consecuencias era que el socialismo sólo podía ser alcanzado por los trabajadores, no para
ellos”. Pace Cliff, esto es incorrecto. En el periodo en cuestión, Trotsky y la Oposición de
Izquierda no hicieron de éste el eje central de su política ni la base de sus perspectivas
generales. De hecho, al contrario de lo que plantea Cliff, antes de que los stalinistas –y no
digamos el stalinismo- hicieran su aparición, Trotsky había creído, ya por 1921, que el
camino al socialismo se recorrería sustituyendo la auto-organización democrática de la
clase trabajadora por la dictadura política del Partido Comunista.
Ciertamente, Trotsky abandonó, sin fanfarria, su sustitucionismo en La Revolución
Traicionada, publicada en 1937. Ahí, finalmente, declaró –aunque aun con cierta timidez-
la necesidad imperiosa de una democracia soviética multi-partidista como el único medio
para realizar la transición al socialismo. Sin embargo, Cliff subestimó gravemente cuán
desastrosa había sido en el intertanto la política sustitucionista de Trotsky. Mientras
Trotsky se opuso en teoría a la burocratización del partido y del Estado, será la tarea de
este ensayo demostrar lo que Cliff calló por razones hagiográficas: cómo la política
sustitucionista de Trotsky contribuyó, en la práctica, a la burocratización en general y a la
victoria del stalinismo en particular. El objetivo de este ensayo, entonces, está en destacar
los colosales costos políticos que tuvo el fracaso de Trotsky para hacer de la democracia
obrera, en todo momento, una parte integral de su concepción sobre la transición al
socialismo, costo que Cliff no sopesó como tal.
Muchos marxistas han escrito extensamente sobre Trotsky. Pero este trabajo se enfoca en
Cliff, porque sólo Cliff emprendió una crítica sostenida, aunque lamentablemente
incompleta, de la política sustitucionista de Trotsky, una crítica que requiere ser refinada,
corregida y completada. Ninguna crítica de este carácter está presente, por ejemplo, en
Isaac Deutscher, Ernest Mandel, Pierre Broue o Max Shachtman. [6]
La obra de Broue es una hagiografía: su vieux maitre nunca estuvo fundamentalmente
equivocado sobre nada importante. Broue defiende a Trotsky contra toda crítica. Lo mismo
puede decirse de Mandel, quien limita sus dudas y reservas respecto a la política de Trotsky
a problemas que considera de segundo orden. En cuanto a Shachtman, una vez señaló que
el hecho de que Trotsky no defendiera una política multi-partidista dificultó su lucha contra
el stalinismo, pero nunca profundizó esta idea. El sustitucionismo de Trotsky nunca fue un
objeto independiente de análisis para Shachtman en relación con un estudio minucioso
sobre el periodo que lleva, e incluye, al giro a la “izquierda” de Stalin. Finalmente, la crítica
abstracta, historiosófica, de Deutscher a la vida y pensamiento de Trotsky de poco sirve
como base para una discusión políticamente concreta sobre los errores de Trotsky en el
periodo formativo del stalinismo a fines de los 20 y comienzos de los 30. Por supuesto,
académicos burgueses han escrito mucho sobre Trotsky. En otro contexto y para otros
propósitos sus contribuciones no debiesen ignorarse. Pero puesto que el proyecto socialista
es algo así como una utopía para este campo, no se puede esperar una discusión seria sobre
los medios para realizarlo y, de hecho, ninguna se plantea. No hay ninguna crítica existente
a ser corregida, refinada o completada. Concluidos estos preliminares, pasemos ahora a
Cliff.
La intepretación sociológica de Trotsky sobre las alas de izquierda, centro y derecha
en el Partido
En Trotsky, 1923-1927: Luchando contra el ascenso de la burocracia stalinista, Cliff se
enfoca casi exclusivamente en los esfuerzos de Trotsky por poner freno a la burocratización
del partido gobernante y del Estado soviético. Este periodo se abre con la alianza de
importantes dirigentes del partido, Kamenev, Zinoviev y Stalin, contra Trotsky. Luego de
la rápida derrota de Trotsky, la troika anti-Trotsky eventualmente se deshizo y tuvo lugar
un realineamiento de fuerzas. A comienzos de 1925, Zinoviev y Kamenev se opusieron a
Stalin, así como al nuevo aliado de Stalin, Bukharin. Pero, dentro de un año, a comienzos
de 1926, Stalin demolió la Oposición Zinovievista. Finalmente, en la primavera de 1926,
Trotsky, habiéndose mantenido al margen por casi dieciocho meses, se unió a los dirigentes
de la Oposición Zinovievista –ya organizativamente destruida- para formar la Oposición
Unificada contra el ascenso de la dictadura de Stalin. Stalin, imperturbable, derrotó a la
Oposición Unificada a fines de 1927, destruyendo en el proceso los últimos vestigios de
democracia intra-partidaria.
Mientras tanto, en el extranjero, el movimiento obrero internacional sufría derrota tras
derrota: la Revolución Alemana de 1923, la Huelga General Británica de 1927 y la
Revolución China de 1925-7.
Entender cómo Trotsky llevó adelante su lucha contra esta evolución en las altas esferas
del Partido Comunista implica necesariamente un balance del análisis de Trotsky sobre el
ascenso de la burocracia que intentaba combatir y sobre la estrategia política que Trotsky
planteó, sobre la base de su análisis, para alcanzar su objetivo político. El argumento
fundamental de Cliff es que Trotsky no reconoció a tiempo que el Partido Comunista Ruso
y la Tercera Internacional estaban “muertos para los propósitos de la Revolución”. En su
prefacio, Cliff presenta la posición general de Trotsky y ofrece su apreciación crítica.
Trotsky llegó a creer, desde mediados de la decada de 1920 en adelante, que las divisiones
fraccionales en el partido gobernante expresaban y estaban correlacionadas con intereses de
las clases fuera de éste. De acuerdo a Trotsky, la clase obrera favorecía la democracia y el
socialismo y tenían un interés objetivo en preservar la base material de la democracia
socialista: la propiedad estatal de los medios de producción. Los intereses de los
trabajadores por lo tanto eran “objetivamente” promovidos por la fracción del Partido
Comunista que buscaba desarrollar la industria y colectivizar la agricultura, siendo ésta
designada por Trotsky como el ala “izquierda”. Trotsky se situaba a sí mismo en sus filas.
El ala “derecha”, de acuerdo al vocabulario político de Trotsky, se refería a la fracción que
buscaba organizar una economía competitiva, por individuos privados. Presionados por los
incipientes intereses capitalistas de millones de pequeños propietarios campesinos en Rusia,
así como por los intereses capitalistas ya desarrollados en el extranjero, esta ala, dirigida
por Bukharin, favorecía la restauración capitalista, pese a que su dirigente jurara lo
contrario. Bukharin y la Derecha buscaban desarrollar una economía socialista
desarrollando íntegramente los mecanismos de mercado de la Nueva Política Económica
(NEP). Esto significaba alentar a los campesinos más privilegiados, los kulaks, a que se
“hicieran ricos” a expensas de los vecinos más pobres y privilegiar que los proto-
capitalistas en las ciudades, los nepmen, acumularan capital. Para asegurar que estos
procesos de mercado se desarrollaran en una dirección ostensiblemente pro-socialista,
Bukharin insistía en que el Partido Comunista mantuviese el monopolio de la política –un
monopolio también defendido por Trotsky y Stalin.
El “centro” stalinista oscilaba entre estas dos fracciones en pugna, vacilando ya hacia la
derecha, bajo la presión de las clases no-proletarias y el ala derecha del Partido Comunista,
ya hacia la izquierda, bajo la presión de la clase trabajadora y el ala izquierda del Partido
Comunista, pero era incapaz de adoptar una posición propia sobre los problemas
domésticos o internacionales.
De acuerdo a Cliff, el enfoque general de Trotsky estaba concebido desastrosamente. Esto
se hizo evidente a partir de 1929 cuando el “centrista” Stalin, al contrario de las
expectativas de Trotsky, adoptó las políticas supuestamente de izquierda, desarrollando la
industria estatal y colectivizando la agricultura campesina. En el proceso de ejecución de
este proyecto de clase de la burocracia, Stalin secundó su aniquilación de la “izquierda”
Trotskysta-Zinovievista con la destrucción de la “derecha” pro-capitalita Bukharinista-
Tomskysta a finales de la primavera de 1929, consolidando así de modo permanente el
poder de su propia fracción de “Centro”. Mientras tanto, en los problemas internacionales,
la consolidación de la burocracia como clase dominante también llevó a Stalin a una
política exterior nacionalista bajo el pretexto de construir el “socialismo en un solo país”.
Al mismo tiempo, Stalin implacablemente extirpó todo vestigio de democracia obrera.
Pero, incluso en 1933, cuando Trotsky finalmente sacó la nueva conclusión política de que
la burocracia stalinista no era “centrista” y no podía ser atraída hacia la izquierda, sino que
sólo derrocada mediante la auto-actividad revolucionaria de la clase trabajadora, Trotsky
aun así no modificó su análisis sociológico del Estado soviético. No dejó de considerarlo
como un “Estado obrero” que preservaba, bajo medios estrictamente burocráticos, la
propiedad socializada de los medios de producción y, por tanto, la base del socialismo.
Trotsky, escribe Cliff, “fue incapaz de comprender el carácter de la burocracia como clase
dominante empeñada en defender sus propios intereses independientes, en oposición frontal
tanto a la clase trabajadora como el campesinado”. [9] La burocracia tenía sus propios
objetivos específicos, reflejando su posición social distintiva: no era ni centrista ni
vacilante. Pero durante este periodo Trotsky siguió argumentando a favor del uni-
partidismo estatal y aceptó la prohibición de las fracciones en el Partido porque estaba
convencido de que el Partido Comunista Ruso aun era el custodio político auténtico de los
intereses históricos de la clase trabajadora. Esta actitud desorientó estratégicamente a los
seguidores de Trotsky, porque “levantó barreras imposibles para cualquier política
coherente de oposición: forzó a que Trotsky se replegara una y otra vez, siempre que la
dirección [partidaria] decidía prohibir sus actividades”. [10]
El colaboracionismo de Trotsky
Cliff da cuenta del “colaboracionismo” estratégicamente desorientador de Trotsky en
relación a la naciente burocracia, comenzando el verano de 1923 cuando trabajadores
industriales de las ciudades de Leningrado y Moscú protestaron masivamente contra el
atraso en el pago de los salarios, el desempleo, la jornada laboral y la falta de democracia
de base. Los dirigentes del partido ordenaron el arresto de los cabecillas y denunciaron a
los trabajadores de egoístas.
Trotsky respondió al descontento de los trabajadores escribiendo una carta privada a los
otros miembros del Politburo, excluyendo a las bases del partido, protestando contra la
“inusitada” burocratización del aparato partidario y la falta de democracia para los
miembros del partido. Pero, en lo fundamental, Trotsky no estaba de acuerdo con
garantizarles a los trabajadores no-partidarios completa libertad de expresión. Él planteó
estas ideas en El Nuevo Curso, el “epítome” del “trotskismo” de acuerdo a Cliff.
El Nuevo Curso, publicado en enero de 1924, ofrecía una minuciosa crítica sociológica de
la burocracia soviética. Refiriéndose al malestar industrial reciente, Trotsky advirtió que el
descontento había asumido “una forma extremadamente mórbida” mediante la aparición de
“grupos ilegales” al interior del Partido, “dirigidos por elementos innegablemente hostiles
al comunismo” tales como el Grupo Obrero. Suprimir la disidencia política solo mediante
métodos represivos era a la larga ineficaz porque estas medidas no podían llegar a la raíz de
la agitación obrera, causas que estaban en la “heterogeneidad de la sociedad, la diferencia
entre los intereses cotidianos y los fundamentales de los distintos grupos de la población”
así como en “la falta de cultura en las amplias masas”. [12]
De acuerdo a la interpretación de Cliff, El Nuevo Curso también revelaba el defecto
fundamental del método político de Trotsky, su talón de Aquiles. Al promocionarse
Trotsky y sus compañeros “como los mejores defensores de la unidad partidaria y los
opositores más resueltos de fracciones inta-partidarias”, Trotsky suministró a sus oponentes
el mejor argumento a favor de la auto-disolución de…¡La oposición trotskista! Ante todo,
Trotsky se mantendría atrapado en la siguiente “contradicción”: “por un lado el partido
estaba siendo estangulado por la burocracia”, escribe Cliff, “pero, por otro, Trotsky no
estaba dispuesto a convocar a las fuerzas sociales por fuera del partido para combatirla”.
Por haber situado esta “contradicción” en la primera línea de su estudio, la biografía de
Trotsky a mano de Cliff es muy superior a las ofrecidas por Deutscher, Broué, Mandel y
Shachtman, para quienes esta contradicción no amerita ninguna consideración especial. Sin
embargo, desde mi punto de vista, Cliff no llevó hasta el final este análisis, puesto que las
implicaciones del análisis sociológico de Trotsky para la política fraccional eran mucho
más políticamente problemáticas de lo que Cliff estaba dispuesto a asumir.
La incapacidad de Trotsky de ver la burocracia como una fuerza social con intereses
propios le impidió ver que el Partido mismo, especialmente su fracción stalinista cada vez
más dominante, se estaba convirtiendo y se había convertido - ya a mediados de la decádas
de 1920- en el representante de la burocracia. Pero Trotsky no vió la innegable hostilidad
de los trabajadores hacia una burocracia dominante como la manifestación de un
enfrentamiento objetivo de intereses de clase, enfrentamiento que revolucionarios
políticamente experimentados podían fomentar para favorecer los intereses de la clase
trabajadora. Al contrario, la consideró un signo de la inmadurez política y la falta de cultura
de los trabajadores, debilidad que elementos contrarrevolucionarios –mencheviques,
socialistas revolucionarios, etc.- estaban dispuestos a explotar para sus fines fraccionales,
anti-obreros. En definitiva, Trotsky contrapuso los intereses históricos generales de la clase
trabajadora, encarnados en el partido-Estado, a la clase trabajadora de hecho existente, con
sus intereses vitales, cotidianos y materiales. En la concepción de Trotsky sobre la relación
entre este partido y el Estado, por un lado, y la clase trabajadora, por otro, estaba la raíz de
la fatal política sustitucionista impulsada por el sustituto ideal de la clase trabajadora real –
el Partido Comunista de la Unión Soviética.
La burocracia stalinista se presentó sin ambigüedades como ese sustituto, preparada para
destruir a todos los falsos candidatos: “Los cuadros sólo pueden ser removidos por una
guerra civil”, amenazó Stalin perentoriamente en 1927. Pero puesto que Trotsky no
comprendía que la burocracia era una fuerza social actuando en defensa de sus propios
intereses de clase, fue incapaz de entender la política de este sustitucionismo. Mientras
mantuvo su sustitucionismo, la relación de Trotsky con la burocracia stalinista significó a
final de cuentas negociar los términos de su rendición política. El “colaboracionismo” de
Trotsky sistemáticamente se inclinó a favor del partido-Estado porque para él este último,
de algún modo, era representante de la clase trabajadora, pese a sus políticas objetivamente
anti-obreras.
La oposición política de Trotsky hacia la actividad fraccional del Grupo Obrero de 1923
expresaba externamente esta insistencia internalizada ideológicamente, firmemente
sostenida, en un gobierno uni-partidista, unitario. El Grupo Obrero se formó en la
primavera de 1923. Buscó alianzas con elementos de oposiciones anteriores. Denunciando
la NEP como la Nueva Explotación del Proletariado por gerentes de fábrica y directores de
industria designados burocráticamente, el Grupo Obrero intentó reclutar trabajadores al
interior y fuera del partido. Pretendía darle definición y dirección política a la oleada
masiva de huelgas que sacudió la industria en agosto y septiembre de 1923. Incluso buscó
apoyo internacional, entre elementos del ala izquierda del Partido Comunista Alemán
dirigidos por A. Maslow, y entre los comunistas holandeses de Gorter. [15]
Trotsky se opuso al Grupo Obrero. “No condenó su persecución” señala Cliff. “No protestó
ante al arresto de sus adherentes. No apoyó su llamado a los obreros a que lucharan”.
Trotsky incluso se negó a solidarizar públicamente con más de doscientos miembros del
partido que se habían atrevido a participar activamente en las huelgas obreras y que habían
sido posteriormente expulsados del Partido. La práctica es más elocuente que las palabras y
la práctica pública lo es más todavía. En ese entonces, Trotsky no parecía ser a los ojos de
los trabajadores el impresionante luchador contra la represión burocrática que hoy Cliff
quiere hacer creer a los militantes socialistas que “objetivamente” siempre fue, pese a la
equivocación de Trotsky,
Aunque no hizo nada por darle una orientación política a la disidencia de base fuera del
Partido Comunista, Trotsky siempre estuvo preparado para responder favorablemente a las
invitaciones de cooperación política hechas por uno u otro elemento de la dirección
partidaria. En 1926 Trotsky justificó su alianza con Zinoviev y Kamenev –la Oposición
Unificada- sobre la base del giro reciente de ambos contra Stalin y porque su defensa de la
propiedad estatal de los medios de producción y política pro-industrialista era, en palabras
de Trotsky, una “expresión burocráticamente distorsionada de la ansiedad política sentida
por la mayoría de las secciones avanzadas del proletariado”. [17]
Cliff parece asumir al pie de la letra el análisis que hizo Trotsky sobre Kamenev y Zinoviev
como dirigentes de una “nueva izquierda” pro-obrera, industrializante. Así y todo, Cliff
ofrece amplia evidencia empírica que socava el análisis de clase que hace Trotsky. La
“ansiedad” de Kamenev y Zinoviev se desarrolló solo en 1926, en respuesta a que el año
anterior Stalin destruyera los feudos burocráticos de ambos en Leningrado y Moscú, y –en
términos generales- a la implacable monopolización del poder en el partido-Estado por el
Secretario General. Antes de eso, Trotsky había observado pasivamente como Stalin
destruía firmemente a la Oposición Zinovievista porque entonces pensaba que el conflicto
no era más que “una riña intra-burocrática” y que Zinoviev lideraba una “camarilla sin
principios”. [19] Cliff cita al historiador T.E. Nisonger para argumentar el carácter sin
principios, no-clasista, de esta oposición. Nisonger establece paralelos entre los stalinistas y
zinovievistas. Ambos buscaban dar la impresión de que eran apoyados por las bases
comunistas, ambos se empeñaron en remover editores periodísticos hostiles, ambos
adujeron que sus oponentes estaban violando la unidad partidaria, ambos usaron para su
propia ventaja la designación y despido de funcionarios del Partido. [20]
Victor Serge, siempre observador, apuntó: “Zinoviev, cuya demagogia era bastante sincera,
creía cada palabra que decía respecto al cálido apoyo de las masas obreras de Leningrado
hacia su propia camarilla”. [21] Sólo después de que Stalin derrotó a Zinieviev y Kamenev
a comienzos de 1926 –siendo expulsado Zinoviev de la presidencia de la organización
partidaria en Leningrad y Kamenev de la presidencia del soviet de Moscú- es que el duo
derrotado comenzó a buscar una alianza con Trotsky. Mientras Kamenev y Zinoviev
enviaban mensajeros de la paz para su auto-preservación política, Trotsky dejó atrás las
disputas y asumió una caracterización más prometedera de quienes antes fueran sus
adversarios. Ya no los rechazó como intrigadores sin principios, sino que Trotsky llegó a
describirlos derechamente como defensores de los trabajadores y de la construcción
socialista. Fue solo cosa de tiempo para que las negociaciones tras bambalinas culminaran y
Trotsky, Kamenev y Zinoviev sellaran formalmente una alianza contra Stalin y Bukharin en
abril de 1926. El origen de la Oposición Unificada se presentó a los iniciados –miembros
del partido- nada más que como un juego de parte de todos, incluyendo a Trotsky –pese a
que Trotsky se esforzara por cubrir su acercamiento a sus ex-oponentes con el prestigio de
altos principios políticos. En lo que respecta a las masas no partidarias, fueron excluidas,
como siempre.
Para preservar la unidad con Ziniviev y Kamenev, Trotsky hizo todo lo que pudo –dice
Cliff- para conciliar con ellos en cuanto a los problemas internacionales. Trotsky declaró
que la teoría de la revolución permanente era irrelevante en relación a lo que estaba en
juego y dejó de presionar por una política de frente único en el extranjero. Éstas pasaron a
ser elementos de negociación a ser transados cuando fuese conveniente. Trotsky no llamó a
romper con el Comité Anglo-Ruso ni a la salida del Partido Comunista Chino del
Kuomintang. Como resultado, el potencial de los comunistas británicos para alcanzar
infuencia en la clase trabajadora se vio reducido, mientras que en China llevó derechamente
a la destrucción de la Revolución. Ambas derrotas contribuyeron fuertemente al aislamiento
de la Revolución Rusa, cuya salvación última precisamente estaba en el plano
internacional, como Cliff reconoce correctamente. Pero Trotsky, al aceptar políticas que él
sabía que contribuirían a la derrota del movimiento obrero internacional, contribuyó a
socavar su propia lucha contra la reacción stalinista en el plano doméstico. [22]
En sus dieciocho meses de existencia, la Oposición Unificada hizo un solo esfuerzo –sólo
uno-, más o menos organizado para aparecer públicamente ante las masas no-partidarias.
Sus dirigentes escogieron el Desfile en la Plaza Roja celebrando el décimo aniversario de la
Revolución de Octubre, el 7 de noviembre de 1927, para presentarse públicamente. Victor
Serge describió conmovedoramente esta desgarradora escena. A medida que se acercaban a
la plataforma en la Plaza Roja, donde estaban Trotsky y Zinoviev,
…Los manifestantes hicieron un gesto silencioso, merodeando en el lugar, y miles de
manos se extendieron, agitando sus pañuelos o gorras. Fue una aclamación sorda, fútil,
pero aun así sobrecogedora…Las masas están con nosotros se decían a sí mismos esa
noche Trotsky y Zinoviev. ¿Pero qué posibilidades había en unas masas que estaban tan
resignadas como para contener de este modo sus emociones? De hecho, cada uno de los
presentes en la muchedumbre sabía que el más ligero gesto ponía en peligro su vida y la de
su familia. [23]
Cliff da muestra de insuficiente agudeza psico-política al presentar esta situación sólo para
“demostrar la pasividad de las masas obreras, su falta de voluntad para luchar por la
Oposición”. [24] No. Los dirigentes habían hecho muy poco para preparar las mentes de las
masas apartidistas y llevar a cabo una demostración pública a favor de la Oposición de
Izquierda, para las cuales la situación fue sorpresiva.
Unas semanas después del incidente en la Plaza Roja, la GPU arrestó a Trotsky por
“actividad contrarrevolucionaria” y lo deportó a la lejana Alma-Ata, cercana de la frontera
china. El cuarto volumen de la biografía política de Cliff, Trotsky, 1927-1940: Mientras
más oscura la noche, más brillante la estrella, relata la colectivización stalinista de la
agricultura y la industralización forzada entre 1929 y 1933. Cliff examina cómo fue que
Trotsky, estando exiliado, respondió a estos eventos que marcaron una época, y luego da
cuenta de la respuesta de los compañeros de Trotsky en la URSS. Cliff concluye con un
extenso análisis de la victoria final del “centrista” de Stalin sobre y contra las alas de
“izquierda” y “derecha”, trotskista y bukharinista respectivamente, del Partido Comunista
de la Unión Soviética.
Cliff también rastrea los esfuerzos de Trotsky para fundar grupos de oposición en distintos
países europeos, así como en los Estados Unidos, a partir de 1928 en adelante. Cliff sondea
las intervenciones de diversas organizaciones trotskistas en eventos cruciales de la década
de 1930, la victoria del nazismo en Alemania, la derrota del Frente Popular en Francia, la
derrota de la Revolución Española. Cliff finaliza su relato con la fundación abortada de la
Cuarta Internacional en 1938. En su conclusión, hace un balance del legado político de
Trotsky. Como ya se ha señalado, Trotsky pensaba que Stalin, “centrista”, jamás
industrializaría el país sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción, la
misma política que reivindicaba la oposición “de izquierda”. Pero Stalin destruyó
sistemáticamente los análisis de Trotsky al desarrollar sistemáticamente la industria estatal
y al colectivizar la agricultura campesina. Stalin hizo exactamente lo que Trotsky había
dicho que no se podía esperar de él, esa mancha vacilante y gris: destruir a los kulaks
capitalistas en el campo arrancando el excedente del agro sin compensación –la
“acumulación socialista primitiva”- e invirtiendo esos excedentes en la construcción de
gigantescas industrias en las ciudades. Éstas, a su vez, proveerían tractores y
cosechadoras, para los nuevos kolkhozy [granjas colectivas] en el campo que estaban siendo
creadas mediante la transformación de decenas de millones de pequeños terrenos
campesinos en granjas enormes de miles y miles de hectáreas. Gracias a la industrialización
y colectivización, Stalin consolidó una nueva clase dominante en una nueva sociedad
“capitalista de Estado” administrada burocráticamente, de acuerdo a Cliff. Poco importa
cómo es que Cliff caracteriza sociológicamente este nuevo modo de producción. Lo que
resulta absolutamente crucial en términos políticos es que la burocracia era una clase, una
fuerza social independiente con sus propios intereses materiales, y que extraía excedente de
los productores directos mediante la coerción estatal.
De acuerdo a Cliff, la sorprendente refutación práctica que hizo Stalin de la sociología de
Trotsky hizo pedazos a sus seguidores. Puesto que ¿sobre qué base de principios,
estratégica, de largo plazo, podía la Oposición de Izquierda emprender una oposición
revolucionaria a las políticas de Stalin? Cliff muestra cómo los seguidores de Trotsky no
podían hallar esa base, pese a buscarla por todas partes. Eventualmente, la abrumadora
mayoría se rindió, convencida de que “las políticas de colectivización e industrialización
acelerada de Stalin eran políticas socialistas, de que no había una alternativa realista a
ellas”, [25] pese al hecho de que esto significaba una explotación más intensa de los
trabajadores y el campesinado. Esta “crisis ideologica” desarmó políticamente a los
trotskistas ante Stalin.
¿Capitulando o uniéndose a Stalin?
Muy pronto, miles de trotskistas “capitularon” ante Stalin ¿O acaso se unieron a él? Y es
que las “capitulaciones”, señala Cliff, no fueron el resultado de la mera persecución
policial, sino que tuvieron origen en una fuerte convicción política. De acuerdo a Cliff, no
fue tanto que Stalin destruyera desde fuera a la Oposición de Izquierda de la URSS, sino
que ésta colapsó desde dentro, bajo el peso de los planteamientos fundamentalmente
erróneos de los trotskistas sobre la naturaleza del enemigo, de hecho, sobre quién era el
enemigo. Cliff válidamente analiza las ramificaciones políticas de la crisis ideológica de la
Oposición de Izquierda en el momento previo a la victoria final del stalinismo. Soy de la
idea, sin embargo, que Cliff no examinó hasta el final el otro lado de esta crisis ideológica,
esto es, la actitud política de los trotskistas antes de la derrota final de la clase obrera y del
campesinado. Más claramente: si, de acuerdo a Cliff, la dirigencia de la Oposición de
Izquierda en la Unión Soviética básicamente se rindió ante el stalinismo sin dar una lucha
seria por el hecho de que los stalinistas estaban haciendo justamente lo que los trotskistas
pensaban que debía hacerse, entonces ¿cuál fue la actitud de estos dirigentes trotskistas
hacia aquellos obreros y campesinos que sí resistieron, sin ambigüedades, a las políticas
criminales y explotadoras de la industrialización y colectivización stalinista? ¿Podía la
dirigencia de la Oposición de Izquierda apoyar sin reservas su pelea contra Stalin y sus
políticas?
Cliff no profundiza esta línea investigativa políticamente explosiva, por lo que barre bajo la
alfombra las conclusiones políticas que se derivan de ella. Pero esta investigación debe
hacerse en aras de la verdad. Puesto que Stalin había llevado a cabo un programa de
industrialización –el punto central en la plataforma de la Oposición de Izquierda- respecto
al cual, como los hechos mostrarían, virtualmente todos los miembros subordinarían su
política, incluyendo la democracia intra-partidaria y el internacionalismo, se sigue
lógicamente de Cliff que Trotsky no tenía ninguna base firme para organizar una oposición
política a Stalin y, por lo tanto, la actividad de masas contra su régimen. Más aun, si la más
alta dirigencia trotskista no pudo definir una base programática para organizarse contra el
régimen stalinista ¿cómo podía esperarse que las bases trotskistas encontraran tales
fundamentos desde abajo, dado su compromiso con las ideas de Trotsky? Hay tres puntos
interrelacionados: primero, que la Oposición de Izquierda no podía organizar una lucha
contra la burocracia ya que no veía a la burocracia como clase dominante. No tenía un
enemigo social al cual apuntar. En segundo lugar, no podía organizar en contra del
programa de Stalin puesto que su programa consistía en industrializar. En tercer lugar, no
podía organizar en contra del monopolio del poder político retenido por el Partido
Comunista puesto que los trotskistas aun loconsideraban la vanguardia de la clase obrera.
Como detalla Cliff en el tercer volumen, Trotsky explícitamente se opuso a la formación de
fracciones al interior del Partido, así como a las elecciones libres, multi-partidistas, en el
país. Trotsky no abandonó su política “anti-fraccionalista” hasta 1933, y no se pronunció a
favor de una democracia obrera multi-partidista hasta 1937, en La Revolución Traicionada.
A la luz de lo anteriormente expuesto, la Oposición de Izquierda quedó en una posición
muy débil para organizar la resistencia obrera contra Stalin, especialmente porque cualquier
oposición obrera tenía que contar con dos elementos. Primero, tenía que afectar el proceso
de la así llamada acumulación primitiva, ya que los obreros, al luchar pos sus intereses de
clase, lucharían por reducir la tasa de acumulación y, en efecto, ponían en peligro la
industrialización del país. Segundo, tenía que adoptar una forma democrática. La Oposición
de Izquierda no estaba preparada para aceptar ninguno de los dos elementos. Cuando la
política de la Oposición de Izquierda es analizada de modo más fino y riguroso,
estrictamente sobre la base de hechos incontrovertibles presentados por el mismo Cliff,
entonces uno inexorablemente llega a la siguiente conclusión: la Oposición de Izquierda no
podía y no apoyó la oposición de la clase obrera al stalinismo. Sus líderes no podían apoyar
de modo consistente a aquellos compañeros/as de base activos en las fábricas, oficinas y
barrios, que hubieran intentado dirigir a la oposición obrera (y campesina) contra la
dictadura de Stalin. Desarrollemos más este argumento.
En buena medida, Cliff examina la respuesta de Trotsky a sus seguidores ante la
colectivización y la industrialización poniéndose en los pies de Trotsky. Al igual que
Trotsky, Cliff condena fuertemente las sucesivas oleadas de “capituladores” trotskistas ante
el régimen stalinista a lo largo de un periodo de casi cinco años, comenzando por E.
Preobrazhensky y otros 400 militantes en julio de 1929, y concluyendo con la rendición de
Christian Rakovsky, el último dirigente trotskista de peso en la Unión Soviética, en marzo
de 1934. La hora de su capitulación es la medida de su “coraje moral”, de acuerdo a
Trotsky-Cliff. Mientras más temprana la rendición, menos “resueltos”; mientras más tarde,
más “intransigentes”. Trotsky, por supuesto, nunca se rindió porque “su coraje moral e
intransigencia no conocían límites”. [26] Sin embargo, la crítica moralista de Cliff es
errónea y engañosa porque guarda poca relación con las razones políticas claramente
planteadas por los seguidores de Trotsky para romper con él, tomar su propio camino y
unirse a Stalin.
Tal como señala Cliff, los oposicionistas de izquierda juraron lealtad a las políticas de
Stalin, aunque desganadamente. Esto por temor a hacer explícita la política anti-
democrática y económicamente pro-explotadora que encerraban sus convicciones, no por
falta de coraje moral, sino precisamente por el coraje de sus propias convicciones políticas.
La fecha específica de su “capitulación” marca el momento en que ciertos dirigentes
decidieron que las políticas de colectivización e industrialización stalinistas ya eran
irreversibles. En retrospectiva, podríamos decir que mientras más temprano estos dirigentes
se unieron a Stalin, más perspicacia mostraron. De hecho, ya en mayo de 1928,
Preobrazhensky previsoramente le escribió a Trotsky que Stalin y la mayoría del partido
estaban “volviendo a una política leninista y mostrando una férrea determinación por
construir el socialismo, comenzando por dar una lucha resuelta contra el ala de derecha,
bukharinista, del Partido y, con ello, a los kulaks ‘pro-capitalistas’ en el campo”. [27]
Stalin, insistía Preobrazhensky, no estaba simplemente maniobrando para obtener ventajas
políticas cortoplacistas. No. Estaba totalmente comprometido con la construcción socialista.
Muchos oposicionistas de izquierda rechazaron en un comienzo la orientación pro-Stalin de
Preobrazhensky. No compartían la evaluación que hacía Preobrazhensky sobre la
determinación de Stalin a mantener el curso, aunque concordaban con su balance sobre la
dirección del curso de Stalin. La mayoría creyó que Preobrazhensky estaba actuando
prematuramente. Previnieron que era muy temprano como para unirse a Stalin. Sin
embargo, a medida que se hizo más claro que la política de Stalin era una estrategia a largo
plazo, más oposicionistas de izquierda se unieron a Preobrazhensky. Preobrazhensky,
sintiendo el aumento en el apoyo a sus posiciones pro-Stalin, planteó de modo más
explícito estas posiciones. El final llegó en julio de 1929 cuando él, Radek, Smilga y
cuatrocientos oposicionistas de izquierda atravesaron el Rubicon y declararon públicamente
su solidaridad con Stalin. Justificando su quiebre con Trotsky, su líder y vocero de facto,
esta gran franja de la dirección de la Oposición de Izquierda declaró, llana y directamente:
Creemos que la política de industrialización del país, trasladada a las cifras concretas del
Plan Quinquenal, es el programa de la construcción del socialismo y la consolidación de
la posición de clase del proletariado…creemos que es nuestro deber bolchevique tomar
parte activa en esta lucha por la implementación del Plan. [29]
Trotsky respondió mediante Christian Rakovsky a la aceptación de Preobrazhensky y sus
seguidores de las políticas de Stalin. Desde el exilio, Rakovsky escribió una extensa crítica
de Preobrazhensky. Examinemos atentamente, entonces, esta crítica escrita por uno de los
trotskistas más intransigentes, el último en ponerse del lado de Stalin, seis años después, en
1934, mucho después de que terminara el periodo inicial de la industrialización y la
colectivización, bajo el primer Plan Quinquenal. La declaración de Rakovsky del 22 de
agosto de 1928 se dirigó formalmente al Comité Central, esto es, a Stalin, pero en lo
sustancial a compañeros/as de la Oposición de Izquierda. Rakovsky llamó a los trotskistas
“a prestarle ayuda incondicional al partido y al Comité Central para llevar a cabo el plan de
construcción socialista, participando directamente en la construcción y ayudando al partido
a superar las dificultades que se presentan”. [29] Entre las dificultades estaba la
recalcitrante clase obrera con sus tendencias a “un comportamiento gremialista, localista e
introvertido”. [30] La falta de disciplina política era otra dificultad para Rakovsky. La
actividad faccional al interior o por fuera del Partido no podía ser tolerada, puesto que ésta
impediría el progreso ordenado y sin sobresaltos de la construcción socialista.
Rakovsky no explicitó qué tipo de actividad política podían llevar a cabo estas fracciones.
¿Pero acaso es poco razonable sugerir que al menos una o más de estas fracciones podía
haberle dado una voz política articulada, explícitamente anti-stalinista, a este
“comportamiento introvertido de la clase obrera”? Cliff pretende no notar esta implicación
detrás de la prohibición de la política fraccional. Este tipo de actividad fraccional
ciertamente era “dañina” para el partido porque, de acuerdo a Rakovsky, “dañaba su
autoridad a los ojos de los obreros y debilitaba las bases de la dictadura proletaria”
encarnada en el Partido Comunista de la Unión Soviética. [31] El planteo de Rakovsky era
lógico y previsor: la unidad del Partido Comunista debía preservarse porque sólo a través
del Partido Comunista podía mantenerse la dictadura del proletariado, y por lo tanto la
democracia era reservada para aquellos que concordaran con la línea partidaria fijada por el
Comité Central. La prohibición sobre las fracciones (no-stalinistas), implementada
rigurosamente por Stalin, obedecía al alto imperativo de la construcción socialista, insistía
Rakosky.
El único desacuerdo de Rakovsky con Preobrazhensky –estándar entre todos los
oposicionistas de izquierda que aun no se unían a los stalinistas- era respecto a si Stalin
realmente estaba empeñado en destruir los kulaks y proceder a la colectivización y
desarrollo económico. Rakovky advirtió que las políticas de Stalin aun eran inciertas,
inestables; que podían no debilitar lo suficiente el poder de los kulaks o implementar la
industrialización a toda máquina. Rakovsky agregó también algunos lugares comunes
sociológicos, estrictamente pro forma, respecto a que la completa organización del
socialismo sólo podía realizarse en un futuro lejano y en una escala internacional. Pero este
abc del marxismo, aunque sociológicamente correcto, era políticamente inofensivo y no
comprometía a nadie a tomar una posición de principios contra Stalin en el aquí y ahora.
Cliff dice que la posición de Rakovsky “reveló el verdadero dilema que enfrentaba la
Oposición de Izquierda: estaba en contra de la capitulación a Stalin, pero echaba mano a
argumentos concordantes con sus políticas”. [32] Pace Cliff, no había “dilema” alguno. Los
comentarios de Rakovsky eran los mismos de Stalin, quitándole alguna reserva política de
orden secundario, diseñada para justificar una actitud expectante ante Stalin, no una de
oposición. En este caso no había oposición a Stalin, como dice Cliff una y otra vez respecto
a tal o cual documento de la Oposición. El planteo de Cliff no sólo refleja su rechazo a
enfrentar el real significado político de la plataforma política de la izquierda, sino que
también su voluntad de distorsionar su significado, de modo de preservar intacta la
memoria histórica colectiva de cierta “oposición al stalinismo” conservada por los
trotskistas hoy en todo el mundo.
La crítica de Rakovsky precisamente da cuenta de que la “oposición” que Trotsky debía
enfrentar y superar no era la de Stalin, sino la de otros miembros de la Oposición de
Izquierda. La Oposición de Izquierda en la URSS no cuestionó si acaso el camino de Stalin
era el correcto. Era el camino correcto. El problema era cuánto trecho estaba dispuesto a
recorrer Stalin en el camino de la construcción socialista. Rakovsky pensaba que si los
trotskistas abandonaban prematuramente su independencia política desde la izquierda y se
unían a Stalin, entonces perderían toda palanca política para presionar de modo
independente hacia la izquierda al vacilante Stalin - para presionar por la continuación de la
construcción socialista sin volver o mirar atrás. Esto era moneda común entre los
trotskistas. Rakovsky no pensaba distinto. De hecho, Rakovksy lamentó el fracaso de Stalin
al no reclutar a trotskistas para la Gran Causa. Rakovsky le imploró a Stalin que liberara a
todos los oposicionistas de izquierda y que hiciera volver a Trotsky del exilo, puesto que a
la Oposición de Izquierda debía permitírsele probar, en la práctica, mediante el servicio leal
al partido, su compromiso leal con la construcción de industria y el desarrollo de la
agricultura y, así, con los fundamentos de la dictadura proletaria.
Cliff es inconsistente al suponer una falta de coraje moral entre los seguidores de Trotsky
que apoyaron a Stalin, puesto que Trotsky no les había dado un fundamento político sólido
que les permitiese mantener su independencia política. Es ridículo que Cliff condene a la
Oposición de Izquierda por no mantenerse junto a Trotsky, cuando sus miembros lo único
que estaban haciendo era seguir los “imperativos” políticos de las ideas de Trotsky.
¿Cómo evaluó Trotsky la Declaración del 22 de Agosto de Rakovsky? La firmó. Cierto,
Trotsky lo hizo con “cierta inquietud”, como dice Cliff, pero Cliff no formula
completamente el significado político de esta inquietud. La inquietud de Trotsky era
estrictamente teórica, no práctica, puesto que sus reservas estaban diseñadas –sobre todo-
para ocultar cómo era que las políticas de Stalin habían puesto a los trotskistas en una
encrucijada política, a la vez que servían para salir “dignamente” del paso:
La coincidencia, escribe Trotsky, de muchas de las medidas prácticas extremadamente
importantes que la dirección [stalinista] ha adoptado en su actual política, con las
consignas y formulaciones de nuestra plataforma, en modo alguno acaba con la
discrepancia en los principios teóricos desde los cuales la dirección [stalinista] y la
Oposición se basan para examinar los problemas actuales. En otros términos, la dirección
[stalinista], incluso tras haber hecho oficialmente suyas buena parte de nuestras
deducciones tácticas, aun mantiene los principios estratégicos desde los cuales emergiera
ayer la táctica centrista-derechista [bukharinista]. [33]
Sin duda era cierto, como Trotsky decía, que Stalin básicamente veía la construcción del
socialismo, o al menos de sus supuestas bases, como un problema de un solo país, mientras
que en una perspectiva internacionalista la oposición enfatizaba que el socialismo sólo
podía alcanzarse plenamente a escala internacional. Pero las discrepancias entre estos
principios teóricos decisivos fueron anuladas por la práctica en el corto y mediano plazo.
Trotsky admitía esto indirectamente. Estaba de acuerdo con que mediante la
industrialización Stalin estaba fortaleciendo el peso social de la clase obrera, alejando así el
peligro de la restauración capitalista y asegurando una base material ampliada para el
socialismo.
Muchos oposicionistas de izquierda le llamaron repetidamente la atención a Trotsky su
reconocimiento indirecto –se lo machacaron- y concluyeron que dado que en última
instancia las diferencias teóricas siempre podían limarse posteriormente, dado que ahora no
había razón práctica para alejarse de Stalin, y dado que los trotskistas no eran doctrinarios,
entonces unirse a Stalin era el único curso de acción razonable y responsable. Eran
incorregibles, argumentaban, aquellos que como Trotsky valoraban la teoría por sobre la
práctica y no se unían al Partido. La “historia” barrerá con estos doctrinarios. Como
escribiera Radek, ex-trotskista y nuevo recluta del stalinismo:
Si la historia [esto es, la industrialización y la colectivización] demuestra que algunos de
los dirigentes del Partido con quienes nos enfrentamos verbalmente ayer son mejores que
las ideas que defendieron, nadie se sentiría más satisfecho que nosotros. [34]
A fin de cuentas, escribe Cliff, la mayoría de la dirigencia trotskista halló gran satisfacción.
“Se deshacian en alabanzas sobre la colectivización e industrialización, aunque fueran muy
críticos de los métodos que Stalin empleó para llevarlas a cabo”. [35] La advertencia
respecto a los métodos dictatoriales de Stalin resulta curiosa. ¿Acaso Cliff se refiere a los
métodos democráticos como una alternativa viable? ¿A ganar el apoyo de obreros y
campesinos para desarrollar la industria y colectivizar la agricultura, tal como la Oposición
de Izquierda había pensado originariamente? De ser así, entonces Cliff sienta la base para
argumentar –aunque él mismo no lo hace- que era posible desarrollar la economía y
construir un socialismo democrático sujeto exclusivamente a los requerimientos formales
de la democracia política institucionalizada “en casa”, sin una revolución socialista
internacional. El problema con esta implicación es que los obreros y campesinos ya estaban
empleando métodos democráticos, aunque de modo informal, no-institucionalizado. Ellos
resistieron, protestaron, sabotearon, hicieron huelgas, y maldijeron a los stalinistas. Los
stalinistas los disciplinaron, encarcelaron, exiliaron y fusilaron. Si los obreros y campesinos
hubieran logrado su cometido, ellos hubieran revertido las políticas de colectivización e
industrialización, porque para ellos el desarrollo económico significaba una explotación
más intensa -como muchos revolucionarios, incluyendo trotskistas, habían predicho una vez
si la construcción del socialismo en un sólo país se pretendía llevar a cabo. Pero la
Oposición de Izquierda estaba determinada a industrializar, colectivizar y seguir
construyendo el socialismo en un sólo país. Quien desea el fin debe desear los medios. Así
que fuera la democracia y el gobierno de la mayoría. Rakovsky había dicho esto de diversas
maneras, al igual que Preobrazensky y muchos otros oposicionistas de izquierda. Y Trotsky
concordó con ellos a lo largo del Plan Quinquenal pues, como planteó, los trotskistas “son
la única expresión consciente del proceso inconsciente de transformación social”
encarnado, en la práctica, en los stalinistas.
La posición básicadel trotskismo, ratificada por el mismo Trotsky, no permitía una
oposición firme, de principios, al stalinismo entre 1927 y 1933. Debemos examinar cómo
esta posición básica situó a la mayoría de la dirigencia trotskista en relación a los obreros (y
campesinos), quienes en general sí se opusieron a Stalin.
La oposición obrera y campesina al stalinismo
En las ciudades, el Plan Quinquenal de Stalin conllevó escacez alimenticia, una extensión
de la jornada laboral y la intensificación del trabajo. El estandar de vida de los obreros
decayó catastróficamente, a la mitad de acuerdo a algunas estimaciones. En el campo, el
incipiente Estado stalinista emprendió un feroz asalto al modo de vida, tanto de ricos como
pobres, tanto kulak como no-kulak. Este panorama social y económico es familiar, ha sido
suficientemente explorado. Sin embargo, el panorama político y, específicamente, cómo fue
que respondió la Oposición de Izquierda a la oposición obrera ante las políticas stalinistas
no es la respuesta que muchos analistas contemporáneos han planteado tradicionalmente,
esto es, que la dirigencia trotskista mostró una firme solidaridad y un apoyo inquebrantable
hacia la actividad anti-stalinista de obreros (y campesinos). De hecho, lo que sucedió fue lo
opuesto. Detallo esta controvertida interpretación más abajo, basándome en hechos
presentados por Cliff
Registrando el auge de la resistencia obrera a las políticas de Stalin en el periodo
conducente a la industralización y colectivización forzada, Cliff automáticamente iguala
esto a un aumento de la influencia trotskista en el mismo periodo. Sin embargo, la
correlación empírica de Cliff es analíticamente harto más compleja y contradictoria de lo
que él admite. Para aclarar esto, deben hacerse distinciones analíticas cruciales entre la
vanguardia política troskista, tomada de conjunto, en relación a la clase obrera, y la
relación interna, al interior de esta vanguardia política trotskista, entre la dirigencia
trotskista y sus militantes troskistas de base. Ahora examinemos sistemáticamente las
interrelaciones dinámicas entre la dirigencia trotskista, la base trotskista y la clase obrera.
En respuesta a las políticas de Stalin, muchos obreros, la mayoría de ellos sin partido, se
defendieron mediante huelgas, demostraciones callejeras, protestas y sabotaje. Cliff cita
diversas intancias en que la Oposición de Izquierda intervino en las luchas por mejores
salarios, mejores condiciones de trabajo, menos horas y respeto por los acuerdos
negociados colectivamente. Cliff tiene una pronunciada tendencia a simplemente asimilar
la oposición obrera a las políticas trotskistas. Es justo preguntarse ¿acaso en estas
intervenciones los trotskistas actuaron como dirigentes sindicales, llamando a los obreros a
a limitarse a una lucha puramente reformista, sindicalista? ¿o actuaron como “tribunos del
pueblo” (Lenin) y llamaron a los obreros a luchar por estas reformas mediante una
actividad política revolucionaria, anti-stalinista?
De acuerdo al historiador Michael Reiman, a quien Cliff cita repetidamente, a comienzos
del primer Plan Quinquenal la actividad de oposición se multiplicó. La oposición organizó
concentraciones de obreros industriales...en una planta química de Moscú se oyeron gritos:
“¡abajo con la dictadura de Stalin! ¡Abajo con el Politburo!” [37]
¿Quién gritó estas consignas subversivas, revolucionarias? ¿Obreros apartidistas? Muy
probablemente ¿Trotskistas de base? Posiblemente. Pero lo que no era posible, como ya
hemos visto, es que la dirigencia trostkista, comenzando por Trotsky, apoyara la
destrucción del régimen stalinista, dando a esta demanda política una forma y un contenido,
ofreciendo una clara prespectiva de lucha. En Trotsky no hubo ambigüedad alguna respecto
a esto. En relación a quienes habían rechazado firmar la declaración de Rakovsky (discutida
arriba), Trotsky insistió que habian concluido de prematuramente que el Partido era
supuestamente irreformable, un “cadaver, y el camino hacia la dictadura proletaria yace
por medio de una nueva revolución. Aunque esta opinión ha sido atribuida a nosotros
decenas de veces, no tenemos nada en común con ella”. [38] Los stalinistas, por cierto,
habían atribuido muchas veces, falsamente, esta opinión a la dirigencia trotskista ¿Pero
acaso algunos de los troskistas de base pensaba que ésta era, o debía ser, la verdadera
opinión de su dirigencia? Cliff cita este párrafo de Reiman:
Ante la campaña de la dirigencia del Partido contra la Oposición de Izquierda, a quienes
[los stalinistas] acusaban de querer formar una organización paralela, algunos incluso
dijeron: “Dejen que se organice –luego veremos qué partido está realmente del lado de la
clase obrera, puesto que el partido existente esta empezando a tener una política que no es
la nuestra”. En Krasnaia Presnia [un distrito de Moscú fuertemente industrializado, con
una larga y militante historia de lucha de clases remontándose al periodo previo a la
revolución de 1905 –J.M] muchos enfatizaron que la Oposición de Izquierda estaba en lo
correcto con sus críticas. [39]
Cliff no dice nada sobre el profundo significado político en la amenaza de organizar un
partido separado. Es fácil ver por qué: quienes defendieron la organización política
independiente de la clase obrera o no fueron parte de la Oposición de Izquierda -cuya
dirigencia rechazó el llamado a formar un segundo partido- o, siendo parte de ella, no
fueron apoyados por la dirigencia.
El trabajo basado en archivos de Alexei Gusev [40] confirma totalmente la oposición
vehemente de los dirigentes trotskistas a toda lucha política de la clase obrera contra el
stalinismo que pudiera resultar en la formación de un segundo partido. Así, en septiembre
de 1928, Radek envió una circular a compañeros trotskistas quejándose de que “una parte
considerable de obreros y de la juventud en las filas trotskistas, simplemente no podían
entender por qué la dirigencia se negaba a trabajar en pos de la fundación de un nuevo
partido político que representara y defendiera los intereses de la clase obrera. De hecho,
algunos de ellos estaban ahora demandando abiertamente una independencia política y
organizativa respecto al Partido Comunista y demostraban, de acuerdo a Radek, el peligro
entre las bases troskistas de una “aguda desviación izquierdista” hacia otro grupo opositor,
los decistas. [41]
Conducidos por V. Smirnov y T.Sapronov, los Centralistas Democráticos [decistas –N. del
T.] habían concluido que el Partido Comunista no era reformable, porque representaba los
intereses de una nueva clase dominante y llamaban a los obreros a asumir una acción
política independiente en su contra. [42] Estas ideas hallaron aceptación entre bastantes
troskistas de base. De hecho, un trotskista lamentaba el brote de una “epidemia decista” en
su medio. [43] La dirigencia trotskista denunció a los decistas de ultra-izquierda, sectarios y
aventureros. [44] Llamó a la Oposición de Izquierda a rechazar explícitamente las huelgas
políticas de la clase obrera contra el supuesto gobierno obrero: “El deber de la oposición es
canalizar las demandas de la clase obrera mediante la legalidad sindical y partidaria”,
imploraron Rakovsky y otros dirigentes trostkistas, llamando a “oponerse a los métodos de
lucha tales como las huelgas, que son dañinas para la industria, el Estado y para los obreros
mismos”. Gusev concluye que el “rechazo consciente [de los trotskistas] a buscar apoyo
entre el creciente movimiento obrero...debilitó la efectividad de los ‘bolcheviques-
leninistas’ y desorientó a potenciales adherentes”. [46]
A pesar de las diferencias ideológicas con los stalinistas, la dirigencia trotskista se alió con
ella en la práctica, oponiéndose conjuntamente a la formación de un partido independiente
que defendiera los intereses de la clase obrera. Este “frente popular” con el stalinismo
significó que las masas obreras no pudieran ver facilmente cómo era que la dirigencia de la
oposición trotskista se situaba políticamente junto a la clase obrera. En lo que concernía a
muchos obreros, la diferencia entre las dirigencias trotskistas y stalinistas eran
despreciablemente pequeñas.
Teniendo que escoger entre defender a los obreros y explotarlos, la Oposición de Izquierda
finalmente se unió al equipo de Stalin. “No puedo tolerar la inactividad. Quiero construir”,
se dice que sostuvo uno de ellos. “En su modo bárbaro y a veces estúpido, el Comité
Central está construyendo el futuro. Nuestras diferencias ideológicas son insignificantes
ante la construcción de nuevas industrias”. [47] Sus pensamientos daban volteretas. La
realidad del empuje industrializante vencía a la expectación frustrada de que los trotskistas
lo dirigirían: la abrumadora mayoría se unió a construir el socialismo “para el futuro”.
Cliff no registra adecuadamente la gravedad de este hecho espantoso. Nota que los obreros
y campesinos respondieron inicialmente a la crisis política y económica de fines de 1920
desarrollando su combatividad y consciencia. Esto, a su vez, había proveído una base
práctica para el crecimiento de la influencia de las ideas políticas de oposición a Stalin.
Mediante Reiman, Cliff narra este desarollo objetivo sin percatarse que esto hacía
responsables a los trotskistas de proveer una dirección al levantamiento espontáneo y a la
combatividad de la clase obrera. Pero la dirigencia trotskista no fue al encuentro ¡No podía
ayudar a las masas apartidistas a desarrollar su incipiente lucha contra las políticas
stalinistas, porque de partida apoyaba estas politicas! La Oposición de Izquierda se opuso a
la emergente orientación política anti-stalinista de los obreros de base, porque la oposición
obrera prefiguraba la formación de un segundo partido que inevitablemnte amenazaría la
unidad del Partido Comunista, socavaría la construcción del socialismo y amenazaría la
dictadura proletaria.
Cliff se niega a ver la realidad a la cara: las masas no se mantuvieron al margen observando
pasívamente cómo Stalin enterraba políticamente a los troskistas. Incluso después de 1929
los obreros siguieron resistiendo. Kevin Murphy ha demostrado, de una manera inédita, y
pese a las afirmaciones de Cliff, que durante el Plan Quinquenal existió en los lugares de
trabajo una amplia resistencia obrera al stalinismo. [48] La pasividad de la clase obrera es
un mito. Los troskistas libremente sepultaron su oposición al stalinismo y se
metamofosearon en constructores “conscientes” del socialismo. ¿Por qué la clase obrera
habría de apoyar a los trotskistas en este camino? Es la oposición troskista la que fue
incapaz de defender a las masas.
En este volumen, así como en el anterior, Cliff contrapone falazmente las políticas de la
oposición trotskista a la correlación “objetiva” entre las fuerzas de clases que favorecían la
victoria de Stalin, en lugar de ver que las políticas trotskistas, fluyendo de su propio
análisis, contribuyeron a la formación de esa correlación objetiva, al triunfo de Stalin. Los
trotskistas no pueden reivindicar crédito alguno por organizar la resistencia obrera contra el
stalinismo. Esta inquietante conclusión no está en conformidad con la defensa reverencial
de la oposición trostkista levantada por Cliff y la mayoría de los trotskistas, pero sí lo está
con los hechos. Para los propósitos del argumento que he desarrollado acá, puede decirse
que la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética no brindó un apoyo político
consistente a la clase obrera (y al campesinado) en su resistencia al stalinismo. La
dirigencia le ofreció a Stalin a la mayoría de sus militantes de base en una bandeja de plata.
La Oposición Trotskista en el extranjero, 1928-33
La discusión que plantea Cliff sobre la Oposición de Izquierda internacional entre 1928 y
1933 es demasiado débil, pues nunca clara sobre qué bases nacionales las fracciones
trotskistas al interior de los Partidos Comunistas propusieron organizarse ¿Podía esperarse
de los troskistas alemanes que se pronunciaran exclusivamente sobre problemas de su país,
sin relación significativa con problemas rusos? ¿O todo estaba inextricablemente enlazado?
Permítanme citar una instancia ejemplar.
El Partido Comunista Alemán era el partido más poderoso tras el alza revolucionaria post-
Primera Guerra Mundial. Corrientes de oposición se habían desarrollado en su interior
respecto a la dirección de su dirigencia política, particularmente tras el fracaso del intento
(putschista) de Octubre de 1923 de hacer la revolución. Las fracciones alemanas se
alinearon a una u otra del fracción del Partido Comunista Ruso, aunque Cliff no da cuenta
de la naturaleza política de las actitudes fraccionales en relación a problemas de la política
alemana del momento. De todas maneras, en 1928, la dirigencia del PC alemán expulsó a
Heinrich Brandler, dirigente de los simpatizantes del ruso Bukharin (sea lo que significara
esto en el contexto aleman). Brandler y sus seguidores luego montaron una Oposición del
Partido Comunista (KPO) con una base de 6.000 militantes.
Cliff anota que había un “abismo político entre el KPO bukharinista [sic] y los troskistas.
En cuanto a problemas internacionales, Brandler estaba lejos de Trotsky y más cercano
Stalin. Pero en problemas alemanes, Brandler atacó el curso suicida, ultra-izquierdista, que
finamente contribuiría a pavimentar el camino al triunfo del nazismo” ¿Acaso no había una
base para la actividad conjunta entre troskistas y brandleristas respecto a este problema
crítico de la política alemana? Aparentemente no. De acuerdo a Cliff, Trotsky atacó a
Brander por ponerse del lado de Stalin en los conflictos internos rusos. Nuevamente, ¿acaso
esto debía entorpecer el acercamiento a los brandeleristas sobre otros problemas, sobre
problemas alemanes? Aparentemente sí. De acuerdo a Cliff, Trotsky criticó la exoneración
que hizo Brandler del régimen stalinista. [50] ¿Tenía razón Trotsky al darle más
importancia a las posiciones evidentemente incorrectas de Brandler en problemas
internacionales que al llamado correcto de su organización a un frente único entre el KPD y
el SPD contra los nazis? “Por supuesto”, responde Cliff, el abismo estaba ahí, y no podía
salvarse. Sin duda el abismo estaba ahí ¿pero quién lo puso? ¿quién se negó a cruzarlo?
Junto al KPO estaba el Leninbund y el Sozialistische Arbeiterpartei (SAP). Este último
también reivindicaba posiciones similares a las de los trotskistas y del KPO: un frente único
del KPD y el SPD contra la amenaza de Hitler. La similitud de puntos de vista podría haber
hecho dificultosa la incorporación de obreros a las filas de los trotskistas alemanes,
especalmente cuando el KPO, de 6.000 miembros, era diez veces más grande que los
trotskistas, mientras que el SAP lo era aun más, con al menos 35.000 miembros. Pero lo
que Cliff debía dar cuenta era qué repelía a los trotskistas de estas organizaciones políticas.
Debemos concluir que el acuerdo sobre el problema político fundamental que enfrentaba el
movimiento obrero alemán –de establecer un frente único contra la amenaza nazi- no fue
suficiente para empujar a los trotskistas a cooperar productivamente con el KPO, el
Leninbund o el SAP. Era otro el problema ¿la política sectaria de los propios trotskistas?
¿la maldita cuestión rusa?
Los intentos de Trotsky para usar su organización en Alemania como palanca para mover al
KPD en la dirección correcta probó ser políticamente un fracaso, así como sus intentos de
influir del mismo modo sobre los otros partidos comunistas. Luego de la victoria epocal de
Hitler en 1933, Trotsky finalmente concluyó que sólo una “revolución política” que
derrocara el regimen stalinista podía poner a la clase obrera en rumbo al socialismo en la
Unión Soviética y –al organizar nuevos partidos bolcheviques que compitieran con los
partidos comunistas por fuera de la Unión Soviética- poner a la clase obrera en vía a la
revolución socialista en estos otros países. Con eso en mente fue que Trotsky,
imperturbable e infatigablemente, forjó y fundó la IV Internacional en 1938, prediciendo
que, dentro de diez años, hacia 1948, se convertiría en la “fuerza revolucionaria decisiva
del planeta”. [51] ¿Qué refutó el pronóstico de Trotsky?
El cálculo erróneo de Trotsky
De acuerdo a Cliff, las predicciones de Trotsky sobre el triunfo fueron negados por la
estabilidad, totalmente imprevista por él, del régimen stalinista. Los partidos comunistas se
fortalecieron durante la guerra, “apoyándose en la gloria reflejada de la poderosa Unión
Soviética y aun reclamando el título de la Revolución de Octubre”. Pero Stalin actuó como
un “sepulturero de la revolución durante la Segunda Guerra Mundial y los años que
siguieron”. [52] A pedido del dictador ruso, los partidos comunistas desviaron el
levantamiento revolucionario de masas luego de la Segunda Guerra Mundial, especialmente
en Francia e Italia, hacia canales reformistas, postponiendo a la revolución socialista por
toda una época que aun no concluye. Cliff contrasta de modo absoluto la incapacidad de
Trotsky para intervenir en el desastroso curso de eventos que llevaron a la Segunda Guerra
Mundial, con sus brillantes analisis que preveían este mismo curso: mientras más oscura la
noche, más brillante la estrella.
Indudablemente, Trotsky tenía una comprensión magistral de las fuerzas sociales y políticas
que devastaban el mundo capitalista de la década de 1930.Destacan sus escritos sobre el
ascenso del nazismo en Alemania y cómo combatirlo, así como sus agudas críticas a la
estrategia frentepopulista en Francia y España. Sin reservas, hoy estos escritos pueden ser
recomendados para la educación política de socialistas, pues en ellos Trotsky aplicó
impecablemente el alfa y omega de una política marxista revolucionaria: la emancipación
histórico-mundial de la clase obrera sólo puede llevarse a cabo mediante la auto-actividad
revolucionaria de la clase obrera internacional. Para evidenciar esto a todos los militantes,
Trotsky escribió su magistral Historia de la Revolución Rusa, dando cuenta de la ejemplar
experiencia de la Revolución Rusa, así como de la política de lucha de clases del
bolchevismo que hizo del 25 de octubre de 1917 una fecha fundamental del siglo veinte.
La paradoja suprema que Cliff es incapaz de notar es que Trotsky eligió no aplicar una
política bolchevique con antelación contra el stalinismo, porque Trotsky fue incapaz de ver
con antelación que el Partido Comunista de Rusia había pasado a representar una clase
completamente hostil a la clase obrera y al proyecto socialista-democrático. En lugar de
impulsar la lucha de clases contra el stalinismo, Trotsky promovió, exitosamente, y por
demasiado tiempo, la reconciliación de clases. Reivindicó una política reformista, “social-
demócrata”, no una política revolucionaria, bolchevique. Trotsky ganó poco y perdió
mucho al apelar a este Partido Comunista, cuyos militantes de base, completamente serviles
y arribistas, habían absorbido el ethos de su dirigencia stalinista. Trotsky cometió un error
político de primera magnitud al someterse junto con sus seguidores a los prejuicios
stalinistas de estas bases. Cuando Trotsky, al fin, cambió de idea en 1933 y llamó a una
revolución política contra el stalinismo, ya era muy tarde: el stalinismo se había
consolidado plenamente, tanto en casa como en el extranjero.
Como enfatiza Cliff, la apreciación incorrecta de Trotsky sobre las perpectivas políticas
histórico-mundiales para el periodo post-1938 reflejaba su cálculo epocal erróneo sobre la
permanencia internacional del regimen stalinista. Pero Cliff no subraya lo suficiente que el
destino internacional de las tendencias trotskistas entre 1933 y 1938, esto es, en el periodo
inmediatamente anterior a la formación de la IV Internacional, estuvo en buena parte
predeterminado por la situación rusa. Más claramente, Trotsky cosechó los amargos frutos
de la derrota en Europa y Estados Unidos en 1930, porque él mismo había plantado las
semillas para la derrota de la clase obrera en Rusia en 1920. Debido a su análisis
completamente equivocado sobre la burocracia stalinista, Trotsky terminó entregando casi
gratuitamente a Stalin el capital político acumulado de la Revolución Rusa, quien luego lo
usó para cosechar internacionalmente recompensas políticas fabulosas al construir el
“socialismo” en un sólo país sobre las ruinas de revoluciones socialistas derrotadas en el
extranjero. Trotsky pagó esta derrota con su vida. Así también lo hicieron millones de
personas.
Conclusión: la defectuosa metedología histórica de Cliff
Así, tras la destrucción de la Oposición de Izquierda en la URSS y su muerte fetal en el
extranjero, hay un fracaso espectacular de los analisis políticos por parte de Trotsky.
Trotsky se preciaría a sí mismo y a la Oposición de Izquierda por pronosticar con precisión
su propia derrota. Pero esta alabanza no tiene cabida, pues confunde la dirigencia política
con una profecía auto-cumplida. Sobre todo, porque niega deshonestamente su
responsabilidad política en el ascenso del stalinismo, no reconociendo del todo su propio
fracaso para evitar este desenlace sombrío. El impacto politico acumulativo del descalabro
de Trotsky fue desastroso y Cliff lo reconoce:
Los zigzags en la lucha contra Stalin no podían sino debilitar a quienes apoyaban a
Trotsky. Los cuadros no pueden mantenerse si se abstienen de acción...opositores de base
no pueden sobrevivir políticamente sin una lucha que dar aquí y ahora.[53]
Pero Cliff debilita considerablemente su “tesis” contra la estrategia general y la dirección
política de Trotsky porque, insistimos, tiende a contraponer su fracaso político con la
correlación “objetiva” de las clases sociales, la cual favorecía el ascenso de la burocracia en
Rusia –en lugar de ver las políticas erradas de Trotsky, derivadas de su análisis incorrecto,
como un factor en la formación de tal correlación objetiva. En otras palabras, Cliff acepta la
auto-evaluación política del Trotsky sobre sí mismo, como si fuera esencialmente válida, y
repite las mismas razones que aducía Trotsky para la victoria de Stalin:
La degeneración burocrática de la Revolución Rusa y el ascenso de Stalin estaban
enraizados en el atraso económico y social de Rusia, así como en su aislamiento. La
guerra civil trajo consigo la desintegración del proletariado ruso como clase. Su
reagrupamiento fue posteriormente debilitado por la derrota del proletariado
internacional. [54].
Pero, como reconoce Cliff, el mismo curso de acción erróneo de Trotsky seguramente
tendió a disminuir la consciencia política de los obreros y los confundió respecto a los
peligros que les deperaban. Pero este reconocimiento pierde fuerza, si no se debilita
totalmente, por la simultánea creencia de Cliff en que la derrota de la oposición trotskista
estaba inscrita en las condiciones objetivas y no en su política. De ser así, entonces la
política de Trotsky, junto con el análisis que la justificaba, era completamente irrelevante
para el resultado.
De acuerdo a la explicación de Cliff, el verdadero dilema de Trotsky era “el problema de
cómo mantener juntos a los cuadros sin involucarlos en una lucha que excediera los límites
partidarios, lo que significaría apelar a los obreros en masa”. [55] Sin importar cuánto se le
planteará teóricamente a Trotsky este dilema, en la práctica lo resolvió de un modo bastante
claro. Hasta 1933, Trotsky eligió dar su espalda a las luchas obreras y, en lugar de ello,
apeló a la burocracia. Al hacerlo, Trotsky llevó a la práctica su juicio. Pero Cliff quiere ir
más allá: a las ya mencionadas condiciones objetivas, al balance de las fuerzas de clases,
que, de acuerdo a Cliff, determinaron el juicio de Trotsky. Aquí, Cliff cae en un
reduccionismo determinista que excusa a Trotsky de sus errores y, finalmente, lo exonera
politicamente. Puesto que si ninguna otra línea de acción era posible, entonces el ascenso
del stalinsismo estaba predestinado. Pero esto contradice la otra visión de Cliff de que no
era inevitable,de que la política de Trotsky sí importó.
Si Trotsky hubiera reconocido que la burocracia era una fuerza social independiente que
había, ya a mediados de los veintes, básicamente asegurado el control del Partido-Estado,
seguramente hubiera visto que era estéril intentar que este Partido-Estado adoptara una
política revolucionaria a nivel local e internacional, y que no había otra opción que apelar a
otra fuerza social, la clase obrera, para luchar contra ella. Si Trotsky hubiera entendido que
tras la política de la burocracia yacía la defensa de los intereses burocráticos, él hubiera
dirigido una lucha de fracciones dispuesta, si era necesario, para romper y formar un nuevo
partido que defendiera los intereses de la clase obrera.
Cliff sabe perfectamente esto. Pero Cliff, una y otra vez, invoca las “condiciones objetivas”
para respaldar el juicio político erróneo de Trotsky y las políticas equivocadas que adoptó
sobre esa base. Sobre todo, el bajo “nivel de conciencia de la clase obrera”, escribe Cliff a
la defensiva, “limitó fuertemnete la capacidad [deTrotsky] para resistir a la reacción
stalinista.” [56]
Es bueno aclarar inmediatamente que Trotsky se burlaba de quienes argumentaban que la
madurez política de los obreros dictaba el tipo de dirigentes que tenían. En un concexto
empíricamente diferente, pero analíticamente idéntico, Trotsky atacó a quienes ignoraban el
problema de la dirección política:
Una “política equivocada de las masas” se explica por la “inmadurez de las masas” ¿Pero
qué es la inmadurez de las masas? Obviamente su predisposición a políticas equivocadas.
En qué consistía esta política o quiénes eran sus promotores: las masas o sus líderes – esto
es silenciado por nuestro autor. Mediante esta tautología descarga la responsabildad sobre
las masas...la línea de avance de los obreros siempre formó cierto ángulo respecto a la línea
de los dirigentes. Y en los momentos más críticos este ángulo llegó a ser de 180 grados.
[57]
Desafortunadamente, Trotsky no parece haber aplicado esta linea de razonamiento a su
propia dirigencia política de cara a la burocracia stalinista en ascenso. Cliff también tiende
a mirar para otro lado: “eran las condiciones objetivas las que determinaron cuán exitosa la
oposición podía ser”. [58] Creyendo erróneamente que el colaboracionismo de Trotsky era
meramente táctico, meramente reflejo del supuesto bajo nivel de actividad de la clase
obrera, Cliff no aprecia totalmente cómo era, de hecho, la expresión de una estrategia de
acción política que correspondía a la incomprensión de Trotsky sobre la naturaleza de la
burocracia, y no a un imaginario y uniforme bajo nivel de madurez de las “masas”.
De nuevo, si Trotsky hubiera reconocido suficientemente temprano, hacia 1923 o 1924 ,
que los intereses materiales de la burocracia estaban en oposición con los de los
productores, fueran campesinos u obreros, entonces hubiera predicho la reaccionaria
política local e internacional del periodo, y luchado contra ella apoyando, y desarrollando
globalmente, la politica de lucha de clases implícita en las luchas contra el emergente
Estado burocrático, luchas dirigidas por elementos revolucionarios que permanecieron en la
clase obrera rusa y el PC. Es más, gracias a su estatura internacional, Trotsky hubiera
estado situado estratégicamente para complementar y coordinar las luchas de los obreros en
Occidente y Oriente con las de Rusia y así reforzar mutuamente las tres ¿Podría esta
estrategia, basada en los intereses internacionales de la clase obrera, haber revertido el
curso de los acontecimientos en Rusia y el mundo? Sin duda las condiciones objetivas eran
desfavorables. Pero sin importar cuán desfavorables hubieran sido no había alternativa sino
que apelar a los intereses de clase de los obreros. Oponerse a tal estrategia era incorecto,
puesto que todo otro curso de acción estaba condenado al fracaso.
Desafortunadamente, por mucho tiempo, Trotsky creyó que al sostener un espejo frente a la
bucrocracia ésta retrocedería horrorizada ante su propia imagen, reformando su política y
cambiando de curso hacia el internacionalismo, la revolución y democracia. Trotsky intentó
convencer a los dirigentes del PC ruso y de la Internacional Comuista de que eran vehículos
de la revolución, no obstáculos contra-revolucionarios. Escribió disertaciones sociológicas
e investigaciones historiográficas para enseñarle “lecciones” a Stalin, Zinoviev y Bukharin.
Pero todo este socialismo de pizarrón no significaba nada para quienes su posición social e
intereses materiales los cegaba respecto a las profundas lecciones que Trotsky buscó
enseñar.
Al dilapidar así el capital político acumulado por la Revolución Rusa, Trotsky redujo su
oposición a un sociologismo políticamente estéril. Al argumentarle a los verdaderos
enemigos de la clase obrera, Trotsky alejaba a sus verdaderos amigos entre los obreros.
Resultaría academicista debatir cuánto fue que Trotsky preparó su derrota final. El punto es
que la preparó.
==============
Notas
1] Cliff 1993, p. 102.
2] Cliff 1989, p. 17.
3] Deutscher 1954, 1959, 1963.
4] Mandel 1995.
5] Broue 1988.
6] Shachtman 1962.
7] Shachtman 1962, p. 187.
8] Cliff 1991, p. 16.
9] Cliff 1991, p. 17.
10] Ibid.
11] Cliff 1991, p. 33.
12] Cliff 1991, p. 35.
13] Cliff 1991, p. 38.
14] Cliff 1989, p. 15.
15] Cliff 1991, pp. 25-6.
16] Cliff 1991, p. 26.
17] Cliff 1991, p. 141.
18] Ibid.
19] Cliff 1991, p. 140.
20] Cliff 1991, p. 139.
21] Cliff 1991, p. 136.
22] Cliff 1991.
23] Cliff 1991, p. 259-60.
24] Cliff 1991, pp. 261-2.
25] Cliff 1993, p. 102.
26] Cliff 1993, p. 101.
27] Cliff 1993, p.77.
28] Cliff 1993, p. 89.
29] Cliff 1993, p. 93.
30] Cliff 1993, p. 92.
31] Cliff 1993, p. 93.
32] Cliff 1993, p. 91.
33] Cliff 1993, pp. 94-5.
34] Cliff 1993, p. 82
35] Cliff 1993, p. 53.
36] Cliff 1993, p. 79.
38] Cliff 1993, p. 94 (énfasis añadido).
39] Cliff 1993, p. 70.
40] Ver Gusev 1996, pp. 85-103.
41] Gusev 1996, p. 97.
42] Gusev 1996, p. 98.
43] Gusev 1996, p. 99.
44] Gusev 1996, pp.98-9.
45] Gusev 1996, p.95.
46] Ibid.
47] Cliff 1993, p. 98.
48] Murphy 2005.
49] Cliff 1993, p. 140.
50] Cliff 1993, p. 141.
51] Cliff 1993, p. 293.
52] Cliff 1993, p. 298.
53] Cliff 1991, p. 19.
54] Cliff 1991, p.12.
55] Cliff 1991, p. 19.
56] Cliff 1993, p. 13. Énfasis añadido.
57] Cliff et al. n.d., p. 69.
58] Cliff 1991, p. 277.
================================
Referencias
Broue, Pierre 1988, Trotsky, Paris: Fayard.
Cliff, Tony, et al., n.d., 'The Class, The Party, and the Leadership', en Party and Class,
London: Bookmarks.
Cliff, Tony 1989, Trotsky: Towards October, 1879-1917, London: Bookmarks.
Cliff, Tony 1991, Trotsky: Fighting the Rising Stalinist Bureaucracy, 1923-1927, London:
Bookmarks.
Cliff, Tony 1993, Trotsky: The Darker the Night the Brighter the Star, 1927-1940, London:
Bookmarks.
Deutscher, Isaac 1954, The Prophet Armed: Trotsky 1879-1921, Oxford: Oxford University
Press.
Deutscher, Isaac 1959, The Prophet Unarmed: Trotsky, 1921-1929, Oxford: Oxford
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Deutscher, Isaac 1963, The Prophet Outcast: Trotsky 1929-1940, Oxford: Oxford
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Gusev, Alexei V. 1996, 'Levokommunisticheskaiia opposzits3 oppozitsia v SSSR v kontse
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Mandel, Ernest 1995, Trotsky as Alternative, London: Verso.
Murphy, Kevin 2005, Revolution arid Counterrevolution: Class Struggle in a Moscow
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Shachtman, Max 1961, The Bureaucratic Revolution, New York: The Donald Press.
Fuente; Historical Materialism, vol. 14.3, London, 2006.
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