Basada en el libro “Volar Alto” de
Eduardo Gomien
FUNDACIÓN PODEMOS CHILE
MARCELO PINO
1/5 EL HéROE DE PICHILEMU
SOBRE EL AUTOR
Eduardo Gomien es estudiante de Ingeniería
Comercial en la Universidad de los Andes y uno
de los fundadores del movimiento Podemos
Chile, enfocado en promover historias de
chilenos y chilenas que han dejado atrás la
pobreza y cumplido sus sueños, motivando
a miles más a perseguir los suyos.
La historia que estás por leer es una historia de sacrificio, como la de
muchos chilenos. Es la historia de alguien que se planteó un sueño y
luchó hasta cumplirlo. Es el camino recorrido por una persona que no
dejó que la sociedad, los prejuicios, el lugar donde nació ni la falta de
oportunidades le pusieran límites. En definitiva, es la prueba viviente de que
las dificultades suelen preparar gente común para un destino extraordinario.
En la Fundación Podemos Chile, hemos decidido lanzar esta colección de
historias para que sirvan de ejemplo e inspiración, en especial para la nuevas
generaciones, entendiendo que los caminos hacia la felicidad son muchos y
cada uno debe construir el suyo. Lo importante, es saber que ese camino se
comienza dando el primer paso, que es mirar al futuro, plantearse una meta
alta y no dejar que nada ni nadie nos ponga límites.
En esta colección de 5 historias, se presentan las vivencias de Marcelo Pino,
Carol Hullin, Marco Lincoñir, Mariana Sandoval y Carlos Albornoz. Confiamos
en que lo vivido por estos héroes y por muchos otros que permanecen hasta
hoy en el anonimato, nos ayuden a sembrar no solo optimismo sino también
la convicción de que en cada chilena y en cada chileno, hay un héroe escondido
que está a la espera de ser despertado.
IntroduccIón
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marcelo pino | Descorchando superación
EL HÉROE DE PICHILEMU
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Es muy común caer en el error de pensar que quienes pueden triunfar
en la vida, son aquellos que nacen con todo tipo de facilidades. Una
suerte de camino pavimentado al éxito. Pero la realidad resulta dis-
tinta, y es que efectivamente la diferencia no la hacen realmente las
oportunidades con que nacemos, sino el esfuerzo que ponemos por llegar a
una meta y cumplir un sueño.
En el caso de Marcelo Pino, claramente no podemos hablar de “un camino
pavimentado hacia el éxito”. Este destacado chef, elegido como Mejor Sommelier
de Chile en 2011, que desde hace tres años publica la Guía de Aguas de Chile,
nació en una modesta mediagua en Pichilemu, donde no tenía luz ni agua po-
table. De pavimento, ni hablar.
Junto a su madre y sus siete hermanos, se crió en la conocida playa de Pichi-
lemu, en la región de O’Higgins, zona central de Chile. Con un padre que aparecía
contadas veces en el mes, y teniendo que compartir cama con al menos dos
de sus hermanos, crearse oportunidades fue desde pequeño una necesidad.
Alimentar tantas bocas era un enorme desafío. Y, por eso mismo, siempre
fue un tema central en su casa, pues todos tenían que colaborar para traer
comida. Así, su madre recuerda con orgullo cómo el pequeño Marcelo con
apenas seis años tomaba con iniciativa una pala y junto a su hermano menor,
salían a ofrecer a los vecinos raspar la maleza de los terrenos para juntar unos
pocos pesos. Más adelante, también ayudaba a su mamá en las labores de la
cocina, y juntos preparaban pan amasado para vender.
Esta precaria infancia al aire libre, grabó en el empeñoso joven la necesidad
de estar atento a cualquier ocasión y, cada vez que veía algún potencial nego-
cio, se lanzaba a materializarlo. Por otro lado, su madre siempre le transmitió
que ser pobre no significaba ser malo, tonto, o tener que cruzarse de brazos
esperando a que llegue ayuda.
Sin duda, esta especial formación imprimió en Pino un carácter luchador.
Pero, al mismo tiempo, tanta vida independiente hizo que llegada la hora de
entrar al colegio, obtuviera un peor desempeño que sus compañeros.
Él se sentía muy mal preparado y, en efecto, quedó repitiendo en primero
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Marcelo quería viajar por el mundo con su tabla buscando las mejores olas.
básico. Se cambió de colegio al Digno Camino, y ahí volvió a repetir en cuarto
básico. Para alguien que había tenido, en sus primeros años de vida, como es-
cuela nada más que la vida y como impulso la estrechez de la pobreza, se hacía
difícil aprender desde libros en una sala de clases. Apenas la campana indicaba
el término de la jornada, pasaba la tarde dedicado a pequeños negocios. Tal vez
estudiar no fuera su camino. Y si bien él se percataba de que estando fuera del
colegio, lograba más cosas que estando sentado en una sala, su madre le trans-
mitió la importancia de la formación en la apertura de mejores oportunidades,
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dedicar la semana a estudiar y el fin de semana a trabajar, por su puesto requería esfuerzo. mientras todos sus compañeros lo pasaban bien, él dedicaba el tiempo a hacer otras cosas.
incluso en el mismo mundo del emprendimiento.
Así, el pequeño Marcelo entró a quinto básico con un importante cambio
de actitud. Logró mejorar notoriamente sus calificaciones, y se dio cuenta que
lo suyo no era un problema de capacidades cognitivas, sino de dedicación y
preparación. Ahora la semana la dedicaba solo a estudiar, y cualquier oficio lo
realizaba en su tiempo libre los fines de semana.
“CuChuflí, maní, barquillos”
A medida que fue creciendo, empezó a convertirse en todo un comerciante
del rubro alimenticio. Dedicaba sus fines de semana y veranos a vender maní
o palmeras en la playa. Con los años, amplió la oferta de productos y sumó
desde cuchuflí y barquillos hasta pelotas de playa y baldes de arena.
Dedicar la semana a estudiar y el fin de semana a trabajar, por supuesto
requería esfuerzo. Mientras todos sus compañeros lo pasaban bien, él dedicaba
el tiempo a hacer otras cosas. Pero el no descuidar sus estudios rindió frutos y
en octavo básico ganó una beca de la Presidencia de la República para estudiar
en el Liceo de Pichilemu.
Como algo casi natural para alguien que nace en el balneario famoso por sus
excelentes olas, Pino fue haciéndose
también amante del surf, deporte al
que dedicaba cada minuto que tenía
libre. Pero en la medida en que el pe-
queño pasó a ser adolescente, no le
gustaba ser conocido por las mujeres
como “el vendedor de la playa”. Y como
no podía renunciar a los ingresos con
que ayudaba a su familia y financiaba
su hobby, decidió buscar alternativas.
Como la comida siempre había sido su
sostén, no le costó emplearse de garzón
en un restaurant, y así fue contratado
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de garzón en un local que estaba recién abriendo sus puertas.
Con el correr de los años, el novel surfista fue albergando cada vez con más
fuerza un sueño que parecía imposible: viajar por el mundo con su tabla bus-
cando las mejores olas. Salir de Pichilemu, conocer otras culturas, y no parar
de correr olas se hacía cada vez más imperioso en su espíritu. Pese a que la
realidad parecía insistir en la imposibilidad de lograrlo, Marcelo no dejaba de
albergar esperanza.
Cuando cumplió 18 años y egresó del colegio, decidió trabajar de salvavidas
un año, lo que compatibilizaba a la perfección con su pasión deportiva. En los
momentos de ocio, reflexionaba con cuidado cada opción que podía tomar
para seguir adelante: ¿cuál podía ser la siguiente meta? Necesitaba aclarar su
futuro, analizar cómo conseguiría su sueño y luego, tomar una decisión.
Después de mucho pensarlo, decidió estudiar Gastronomía. Mal que mal, la
comida siempre había estado presente en su vida, había sido su fiel salvadora en
la estrechez, por lo tanto, confiaba en que pudiera servir también como trampolín
hacia su sueño.
La decisión traía riesgos asociados. Sin haber salido nunca de Pichilemu,
ahora tendría que vivir en la desconocida, ruidosa y, al parecer, peligrosa ciudad
de Santiago, dejando a su familia y su querido mar.
Se embarcó en esta aventura acompañado de su hermano Christian y par-
tieron a Santiago en busca de nuevas oportunidades. Marcelo se inscribió en
el Instituto Diego Portales y consiguió alojamiento junto a su hermano en una
casa en la periferia de la ciudad, desde donde tardaba al menos dos horas en
llegar a clases.
Conocedor de la dedicación requerida para obtener buenos resultados, trabajó
duro para aprobar su primer año con excelentes notas. Al segundo año, surgió
una oportunidad de vivir más cerca del instituto y se cambió al centro, donde
compartía un pequeño departamento de un ambiente con siete personas.
Aunque se le hacía difícil estudiar con tanto ruido y movimiento, estaba más
cerca de su lugar de estudios y podía levantarse un poco más tarde todos los días.
Cambiar de la tranquila vida de su pueblo al ritmo santiaguino no fue un proceso
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simple, y el joven surfista prefería permanecer en el departamento durante las
noches, en lugar de salir a fiestas. Se sentía en una ciudad peligrosa, y desde
pequeño sabía que en la capital había alta delincuencia y criminalidad, por lo
que las salidas nocturnas no eran una opción. Así, Marcelo aprovechaba cuando
sus compañeros estaban de fiesta para estudiar hasta entrada la madrugada.
Al privarse de las fiestas, Pino sabía que estaba haciendo un sacrificio, pero
también tenía claro que el empeño rendía frutos, y sus notas eran fiel reflejo
de su dedicación.
Ahora con más seguridad gracias a su buen desempeño académico, sentía
que no tenía límites y, cada vez que pasaba en micro por la Alameda y veía el
alto edificio del Hotel Crowne Plaza,
soñaba con trabajar ahí. Al más puro
estilo de quien visita por primera vez
Nueva York, el esforzado provinciano
veía con asombro cómo los pisos del
edifico ascendían hasta perderse con
el cielo, y asumía que se trataba de
un lugar importante, donde solo los
mejores podían entrar y él quería ser
uno de ellos. Confiaba en que, sin tener
un apellido reconocido ni contactos,
lograría hacerse una posición que le
permitiera incorporarse a la cocina
de ese sitio.
Pero la vida le tenía preparado un
destino distinto. Una vez egresado, co-
menzó a pensar cómo podía hacer llegar
su currículum al Crowne Plaza, que a sus ojos tenía que ser el mejor del mundo.
Conversando con un conocido, éste le comentó que podía hacer llegar sus datos
a un hotel que, si bien no tenía un edificio tan alto, era de los más prestigiosos
y elegantes del mundo: el Ritz-Carlton. Y Marcelo se decidió a probar. Tras un
el novel surfista fue albergando cada vez con más fuerza un sueño que parecía imposible: viajar por el mundo con su tabla buscando las mejores olas.salir de pichilemu, conocer otras culturas, y no parar de correr olas se hacía cada vez más imperioso en su espírtu.
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par de semanas y un riguroso proceso de selección con otros postulantes, entró
como practicante a la cocina de dicho hotel, donde se quedó por tres años hasta
llegar a ser el chef a cargo de la comida japonesa.
En ese tiempo, el joven venido de Pichilemu se sentía parte de un cuento
del que no creía poder ser protagonista. El trabajo era excelente y el ambiente
de trabajo agradable. En todos los años que había amasado pan en la humilde
cocina de su casa, jamás había pensado que podría terminar ganándose una
posición y respeto dentro de la cocina de un distinguido y famoso hotel.
Pero para él haber llegado tan alto no era sinónimo de quedarse tranquilo.
Si bien se había hecho de una posición, sentía un “bichito” que lo invitaba a
dar un nuevo paso, a buscar un nuevo desafío.
Y esta necesidad de nuevos horizontes, encontró combustible en el momento
en que conoció de buenos vinos. Si en Pichilemu era agua de mar lo que corría
por sus venas de surfista, ahora el vino ocuparía ese lugar.
buena Cepa
Entre las buenas amistades que cultivó en la cocina del Ritz, Marcelo tuvo
una compañera, Magda Saleh, que le enseñó de vinos, añadas, cepas y ma-
ridajes. De inmediato, quedó fascinado con este mundo, y decidió dejar la
comodidad y el conformismo e iniciar una nueva aventura. Solo sabía que
su espíritu necesitaba darle espacio
a este nuevo desafío.
Renunció a su trabajó en 2007 e
ingresó a estudiar a la Escuela de
Sommeliers de Chile, que forma a
los mejores expertos en vinos, licores,
destilados y habanos, entre otras
delicias culinarias.
Rápidamente, Pino se ganó el res-
peto de sus profesores y compañeros,
quienes lo veían interesado, deseoso
al privarse de las fiestas, pino sabía que estaba haciendo un sacrificio, pero también tenía claro que el empeño rendía frutos, y sus notas eran fiel reflejo de su dedicación.
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de saber más, constantemente haciendo preguntas y con una curiosidad que
parecía insaciable. Estar aprendiendo enología, historia, inglés y comercio in-
ternacional parecía no ser suficiente. Tampoco la tonelada de información que
recibía al conocer de cepas, estilos y maridajes. Estaba ansioso de profundizar
en su nueva profesión.
El empeño y la pasión que ponía el como estudiante, no solo le permitió ser
un alumno aventajado, sino también abrirse puertas con quien hasta hoy es
un mentor y consejero: Héctor Vergara, único con el título de Master Sommelier
-apenas existen alrededor de 200- en América Latina.
Marcelo trabajando de chef en el prestigioso hotel Ritz-Carlton.
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Una vez egresado, en 2009, Marcelo encontró trabajo en Viña Casa
Silva, donde apoyando su carrera lo enviaron a Canadá por tres meses a
perfeccionar inglés, idioma esencial en la industria vitivinícola.
Ese viaje, el primero al extranjero, fue fundamental para él pues sintió
cumplida una etapa. Por primera vez estaba haciendo realidad su sueño de
viajar y conocer otras culturas. Si bien no llevaba consigo su tabla de surf al
frío invierno de Canadá, sabía que en el futuro nada le impediría practicar su
deporte en otros parajes.
Cuando regresó a Chile, en abril de 2011, ya era un hombre cambiado. Había
hecho amistades internacionales y había probado vinos de todo el mundo.
Sentía que podía hacer de su carrera lo que quisiera.
Así fue como decidió ponerse un nuevo desafío en el camino: participar
en el concurso Mejor Sommelier de Chile, que se realiza cada tres años y
donde se escoge a quien representa a nuestro país en diversas competencias
alrededor del mundo.
Pero primero, necesitaba ponerse de cabeza a estudiar. Era necesario
Marcelo visitando una prestigiosa viña en Francia.
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conocer los vinos, las cepas y las añadas de todos los vinos que se producen
en las más de 200 viñas de Chile, además de las características del suelo y
clima de las áreas de cosecha de la uva y la visión que los distintos enólogos
han querido impregnar al contenido de cada partida de vinos. El sommelier
también debe ser capaz de manejar estos mismos conceptos para todos los
países productores del mundo: Francia, Italia, España, Canadá, Argentina,
Sudáfrica y California, entre otros. Asimismo, debe manejar información
sobre destilados como el whisky o el ron, sin dejar atrás lo habanos y puros,
el té, el café y los chocolates.
Todo lo anterior hace del concurso un desafío de primer nivel, que incentivó
a Marcelo a poner como siempre, toda su pasión. Robándole horas al sueño
y a los fines de semana, pues en la semana tenía que trabajar en Viña Casa
Silva, Pino puso todo su empeño en almacenar los conocimientos necesarios
para tener un buen desempeño en el concurso. Además, recibió la generosa
ayuda de Héctor Vergara, con quien estudiaba sin cesar y de quien recibía
valiosos consejos.
la Contienda final
Llegó el día del concurso. A pesar de
que los rivales eran de un tremendo
nivel y el jurado lo componían algu-
nas de las figuras más destacas del
mundo del vino y la gastronomía, Mar-
celo mantenía la ilusión. Lo que ellos
desconocían es que este oriundo de
Pichilemu, había logrado cumplir todas
las metas que se había propuesto en
la vida.
A medida que fueron pasando las
pruebas, algunos contendores que-
daron en el camino. La batalla final se
pero para él haber llegado tan alto no era sinónimo de quedarse tranquilo. si bien se había hecho de una posición, sentía un “bichito” que lo invitaba a dar un nuevo paso, a buscar un nuevo desafío.
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libró entre Marcelo y Héctor Riquelme, ganador del concurso de 2005, quien
tenía una experiencia y un bagaje impresionantes.
Como era de temer, Riquelme, maestro artesano y conocedor de su profesión,
se desempeñó en forma excelente en todas las pruebas. Convertido en una
verdadera máquina, sorteó cada duelo en forma ordenada y paciente.
Marcelo, en cambio, tenía que luchar con esfuerzo por controlar sus nervios,
intentando realizar las etapas a la perfección. Todas las horas de esfuerzo y
dedicación lo habían convertido en un verdadero profesional, y, con el corazón
puesto en la batalla, logró manejar sus miedos y obtener excelentes resultados
en las pruebas de degustación, decantación y reconocimiento de vinos, así
como en la de servicio, toma de comanda y recomendación de maridajes.
Terminada la competencia, el jurado se reunió a deliberar, y pasados unos
minutos entregó su veredicto: Marcelo Pino era elegido Mejor Sommelier de Chile.
Corredor sin límites
La alucinante carrera de Marcelo no conoce techo. En octubre de 2012 participó
del Panamericano de Sommeliers en Brasil donde obtuvo un meritorio octavo
lugar. Además, viajó por seis meses a Inglaterra a capacitarse con Gerard Bas-
set, figura central del rubro y elegido Mejor Sommelier del Mundo en 2010. A
principios de 2013, viajó a Japón para competir en el Mundial de Sommeliers
donde quedó en la posición número 26.
Ahora, este joven embajador de nuestro país y de sus viñas alrededor del
mundo, amante de las ostras y del buen champagne, recuerda con orgullo su
humilde origen en Pichilemu y el esfuerzo que le permitió salir adelante. Y no deja
de plantearse nuevas metas. La siguiente, es lograr ser Master Sommelier, al igual
que su mentor Héctor Vergara, y luego, por qué no, ser elegido Mejor Sommelier
del mundo, como claro ejemplo de que ni siquiera el cielo es el límite.
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la historia del héroe chileno que acabas de leer, es una invitación a
que te plantees metas altas y sueños que parezcan imposibles. lánzate
a perseguirlos con obstinada determinación. enfrenta todos los desafíos y dificultades que puedan
aparecer en tu camino con optimismo, pues solo a través del
esfuerzo, el compromiso y el trabajo duro se logran cosas increíbles.
avanza sin dudar hacia tus sueños, sabiendo que no existen más
barreras que las que tú mismo te pones.
te invitamos a que pienses: ¿cuál es tu sueño?
¿cómo vas a alcanzarlo?
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CHILE NECESITA HéROES
Chile es un país maravilloso donde existen muchos héroes
que permanecen ocultos. Esos héroes son hombres y
mujeres de carne y hueso que han tenido que luchar contra
todo para cumplir sus sueños y los de su familia. Hoy en día
es cuando más necesitamos conocer sus historias, y saber
que pese a todas las dificultades, sí es posible alcanzar
metas altas y sueños que parezcan imposibles. Solo se
necesita esfuerzo, perseverancia y creer en uno mismo.
En este folleto se presenta la historia de Marcelo Pino,
un verdadero soñador que nació en Pichilemu y llegó a
convertirse en el mejor sommelier de Chile. Te invitamos
a conocer su historia, esperando que sirva de inspiración
para que las nuevas generaciones enfrenten sus desafíos
con optimismo y perseverancia.
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