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10 textos ilustrados
x 250 artistas
Aguafuertes
Porteas de
Roberto Arlt
Comisin ARLT - BACMLdel Foro de Ilustradores/ArgentinaBela Abud - Fernanda Bragone - Cristian Cnepa - GracielaFernndez - Vernica Fradkin - Mako Fufu - Vale Ravecca -Camilo Rodrguez - Paula VentimigliaCOORDINACIN GENERAL: Mnica Weissaguafuertesilustradas2011.blogspot.com
Este libro se termin de imprimir en el mes de Junio del 2012en Grafica Pinter S.A., Digenes Taborda 48/50 (C1437EFB)Buenos Aires - Argentina. Tiraje de 4.000 ejemplares.
Todos los derechos de ilustracin reservados. Las imgenes incorpora-das no pueden reproducirse total ni parcialmente por ningn medio sinpermiso previo por escrito de los autores de las mismas.
Arlt, Roberto Aguafuertes Porteas de Roberto Arlt, 10 textos ilustrados por 250 artistas. -1a ed. - Buenos Aires : Foro de Ilustradores, 2012. 160 p. : il. ; 17x24 cm.
ISBN 978-987-24151-1-2
1. Ilustraciones. 2. Arte. CDD 741.6
Valeria Brudny - Florencia Capella - Luciana Chame - Romina De Lorenzo - Fernndez - Mnica Gilio - Graciela Fernndez /Grace - DaminHadyi - Ernesto Jolly - Lancman Ink - Mai - Marcela Ramos - Gustavo Scacchi / Momo - Soledad Sobrino - Carolina Spinetto - Pipi Spsito- Mara Paz Tamburrini - Marcelo Tom - Nadia Vitola - VR + MW- Mara Butinof - Denise Cceres - Mara Carranza - Margarita Espertino- Vera Fernndez - Yanina Foco - Cecilia Gabbi - Nuria Garca - Natacha Goransky - Santiago Grasso - Isabel Macias - Maria Maggiori -Marcelo Mammana - Adrin Jorge Martins - Carolina Alicia Ms - Lucero Maturano - Eva Melgarejo - Tete Menndez - Rosario Oliva - Orve- Gabriela Pascale - Romina Pernigotte - Bibiana Quagliotti - Maringeles Reymondes - Rober - Margarita Tambornino - Federico Varone- Leonor Vila -Cecilia Afonso Esteves - Marina Aizen - Mara Jess lvarez - Bettina Bauer - Muriel Bellini - Walter Canevaro - Carabs- Colectivo Calavera no Chilla - Gio Fornieles - Lina Gmez - Carla Grossi - Lili - Mara Guillermina Marino - Carly Pandy - Pablo Pavezka- Alina Percovich - Piniday - Virginia Pin - Camilo Rodrguez - Daniel Roldn- Alicia Abraham - Afra - Salom Anderson - Marcela Areso- Laly Catn - Gabriela Delia Chaves - COS - Rodrigo Folgueira - Rosario Garrido - Sandy Glu - Alejandra Karageorgiu - Silvia Lerner -Valeria Levin - Mercedes Lozano - Maia Miller - Cecilia Molinuevo - Alejandro OKiff - Lorena Oviedo - Diana Pires dos Barros - JessicaRoizner - Laura Rosendo - Facundo Teyo - Andrea Trebuq - Laura Varela - Juan Pablo Caro - Carolina Cerneaz - Cecilia Garca - MarinaGonzlez - Istvansch - Estefana Malic - Leticia Martnez - Fabin Mezquita - Plasmtiko - David Pugliese - Marcela Retamero - PaolaRobaina - Andrea Rogel - Andrea SanMartn - Diego Serafini - Agustina Surez - Carlos Varau - Werewolf Teenager - Miguel Zicca - PabloZweig - Tania Abrile - Bela Abud - Sabrina Antivero - Adriana Bellino - Nancy Brajer - Gabriela Chaia - Mara Fernanda Cignoni - CuchoCuo - DKV - Sonia Esplugas - Florencia Figueroa - Ximena Garca - Guadalupe Garriz - Leicia G otlibowski - Guadalupe Haedo - Jumo -Lucinta Lamacchia - Norma Beatrz Lpez - Rebeca Luciani - Jorge A. Mercado - Laura Michell - Sofa Rapoport - Rey Arlequn - SilvinaRodolico - Ada Schvartzman - Pichi Segu - Sen - Szabro / Selva Zabronski - Rita Taraborelli - Jimena Toledo - Eleonora Arroyo - Fernanda
Bragone - Paola De Gaudio - Mara Elina - Roxana Escolar - Fuship - Virginia Gagey - Alexiev Gandman - Natalia Garca Sportono - MaraLavezzi - Silvia Lenardn - Cecilia Leone - Maugi - maxi+CaR -Daro Mekler - Mirita - Mariela Petruccelli - Ezequiel Quines / Quieze - SofaRamacciotti - Alina Sarli - Irene Singer - Evelyn Spalding - Jazmn Varela - Mnica Weiss- Susana Accorsi - Paula Adamo - Max Aguirre -Cecilia Barros - Poly Bernatene - Pamela Cano Correa - Federico Combi - Cristina de Santa Mara - Lara Dombret - Laila Ekboir - MarianaEtcheto - Mariel Faria - Sabrina Florio - Vernica Fradkin - keki . unpuntito - Lucia Laporta - Carolina Marcs - Gabriel Montiel - AnitaMorra - Horacio Ossani - Mnica Pironio - Silvina Santos Paredes - Rita Noem Simoni - Graciela Spaccarotella - Tooco - Steel Vazz - NachaVollenweider - Paula Ventimiglia -Mara Absolo - Romina Aguirre - Bettina Carrizo - Christian Dallacmina - Pablo De Bella - Mara PaulaDufour - Gabriela Escobar - Eleonora Filippi - Paula Golubicki - Sebastin Infantino - C*Ligeia - Vernica Maguitman - Virginia Monteverde- Diego Moscato - Catalina Petra - Stella Maris Piaggi - Leda Pingas - Federico Porfiri - Mara Laura Ramonet - Maricel Rodrguez Clark -Danny Scherman - Petra Steinmeyer - Ana Luisa Stok - Gabriela Szejer - Juan Manuel Tavella - Marianela Torrez - Matas Trillo - DalmiroZantleifer - Leo Batic - Sandra Becchia- Marcelo Di Stasio - Florencia Cassano - Sabrina Dieghi - Criska - Patricia Fitti - Mako Fufu - Vivi-ana Garfoli - Nora Hilb - Ins Hni - Isol - Magdi Kelisek - Olga Linares - Mara Celia Medeot - Claudia Mendoza - Anala Pampurri - SolPinazo - Malena Pire - Jorge Quien - Romina Quirs - Vale Ravecca - RET - Mara Laura Says - Carolina Tapia- Gabriela Thiery - SilvinaTroicovich - Josefina Wolf - YoL - Pablo Zerda - Zime Ilustraciones
2012 de las ilustraciones:
Comisin ARLT
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Buenos Aires fue distinguida por la UNESCO como
Capital Mundial del Libro.
Para celebrarlo, el Foro de Ilustradores present esta
Muestra de originales de ilustracin inspirada en una
seleccin de textos intensamente representativos de
la ciudad.
Se trata de 10 de las Aguafuertes Porteas que
Roberto Arlt public a modo de columna periodstica
en el Diario Crtica entre los aos 1928 y 1932, y que
describen la vida cotidiana de los porteos, con temti-
cas y atmsferas muy variadas. Las hay cmicas, mel-
anclicas, infantiles, trgicas, poticas, costumbristas,
filosficas, polticas. Pero sobre todo, fatalmente atrac-tivas para explorar con la ilustracin contempornea.
La Muestra se exhibi en tres generosas Salas del
Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, durante
los meses de febrero y marzo de 2012. En ella, 250
ilustradores interpretaron estos textos siguiendo un
riguroso orden cromtico-espacial: cada Aguafuerte
se ilustr en alguna variacin de Blanco + Negro + un
Color caracterstico, como se describe en el esquema
grfico a pi de pgina.
Casi todas las obras son sobre papel aunque en vari-
adas tcnicas y materiales, como acrlicos, acuarelas,
lpices, gouache, collage, digital.
Siguiendo con la tradicin del Foro de Ilustradores,
en esta 10 Muestra Nacional participan tanto
principiantes como consagrados y multipremiados.
Los invitamos a descubrir este abanico artstico ygeneracional de los ilustradores del Buenos Aires
de hoy.
Mnica WeissBuenos Aires, mayo de 2012.
Foro de Ilustradores
Buenos Aires Arlt
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El novio en el palco
El novio en el palco es un plato. Por logeneral, se acollaran dos familias para alqui-lar un palco. Las viejas atrs, eructando una
comida morfada a prisa. Las nias en estadode merecer, adelante, haciendo mojigaterascon el hocico. En un rincn del palco, los no-vios. Unos novios eternos, esgunfios, secos,l con calvicie incipiente, ella con este pro-blema: Cundo se casar este gil?.
Pasan los forajidos con narices obsce-nas y haciendo cortes de manga a bordo deun birloche desencuadernado. La pareja denovios se escandaliza. Los forajidos vomitandesvergenzas. Las viejas que eructaban,fruncen el hocico. Las nias delanteras seren desfachatadamente.
Pasan unos turros a pie, enfundados enunos metros de arpillera. Careta de diez gui-tas. Una zanahoria gigante colgada de unasoguita. Le dan con la zanahoria en la cabezaal novio y rajan.
Pasan dos infelices. Dos infelices que in-citan al puntapi. Pantaln blanco, rancho en
la mano, bien untados en gomina y estupidez,con un beb de celuloide en la mano y un ra-millete de flores. Le dicen a las zoncitas quedesde el palco les ensean un canastito:
-Qu me das por este muequito?Por qu no se podr escribir malas pa-
labras en los peridicos? Por qu Diosmo? Yo soy un hombre honesto y bien inten-cionado, pero de vez en cuando largara unaandanada.
Pasa una brigada de malandrines. gilesde manos y giles de pie. Resoplan como ba-llenatos y ventosean como mulos. Las per-sonas decentes, al verlos avanzar, se retiran
(fragmento de Fiestas de carnaval)
como si fueran leprosos. Los malandrinesllevan pantaln al revs, un pijama asquero-so, un rancho cortado en estrella, bastones
de ardua solidez, cadena de atar perros y re-loj despertador colgado del chaleco. Comenrajas de sanda, chupan naranjas y con verti-ginosos manotones, tratan de pellizcarles laspiernas a las sirvientas que miran con caralarga el corso eterno.
Los novios en el palco siguen esgunfin-dose. Las viejas continan eructando y vigi-lando que los pilletes no se roben los rollosde serpentina. Las nias en estado de me-recer siguen su conferencia con los dos in-felices que estn todava prendidos con lapregunta:
-Y qu me das por el muequito?Y esto es Carnaval. Haga el favor! Car-
navales eran esos otros, aquellos en quecon lo menos que le tiraban era con huevospodridos y lquidos orgnicos en estado dedescomposicin Carnavales eran aque-llos en que a media noche, como sobre en
un mar de borrasca, se vea la estampa deuna fregona flotando sobre una multitud debrazos que soliviaban las cocineras ms gi-gantes del mundo. Esto no es Carnaval ninada, sto es la caza del novio, la caza delmarido, a base de fcil romanticismo que enel entendimiento de los giles despiertan unosmetros de tarlatn y terciopelo despegado deun marco antiguo.
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Ernesto Jolly
VR + MW
Fernndez
Marcelo Tom
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Mnica Gilio
Pipi Spsito
Soledad Sobrino Gustavo Scacchi / Momo
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Romina De Lorenzo
Nadia Vitola
Damin Hadyi
Lancman Ink
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Valeria Brudny
Mai Graciela Fernndez / Grace
Mara Paz Tamburrini
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Luciana Chame
Marcela Ramos
Carolina Spinetto
Florencia Capella
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Usted ha entrado con toda naturalidad auna confitera, y ha encargado su pan dulce,su turrn y su vino, con la serenidad de un
hombre que cumple los ritos familiares queconsagran las fiestas de fin de ao. Ustedha entrado con toda naturalidad; pero mepermite? Le voy a reproducir un dilogo, elterrible dilogo del pan dulce que estallahoy en muchas casas.
Protagonistas: un hombre y una mujer.Hombre flaco, mujer flaca. La mujer puedeestar inclinada sobre una batea o secandoplatos en una cocina. El hombre podr es-tar arrancndose los pelos de la barba conuna gillette consuetudinaria, en man-gas de camisa y con la mitad de la barbaafeitada y la otra mitad con barba de cin-co das, escondida en la espuma de jabn.
EL DILOGO PATTICO
La mujer: Sabs? Habra que comprarpan dulce. Nunca hemos pasado una Navi-
dad sin pan dulce. El hombre: Cierto. Ni el ao que meromp la pierna.
La mujer: Ni el otro ao en que estuvisteenfermo de apendicitis.
El hombre: Ni aquel ao, te acords?,en que se muri el nene.
La mujer: Ni tampoco aquel en que vosperdiste el empleo.
El hombre: S, pero tenamos ahorros.Silencio. La mujer coloca los platos en
un estante. El hombre se enjabona la otramedia cara, donde se ha coagulado la espu-ma del jabn amarillo. La mujer suspira; se
El Pan Dulce del Cesante
mira los brazos un momento, luego:La mujer: Habra que comprar pan dulce.
Ser muy triste para los nenes. Los chicos
de todos los vecinos salen a la puerta con unpedazo en la mano. Y vos sabs cmo son loschicos; aunque no quieran, miran con ganas.
El hombre (pensativo): Cierto, miran conganas.
La mujer: Y vos sabs cmo son los chi-cos, sufren y no dicen nada...
El hombre: Es as..., pero, no hay plata...,no hay, mhija. Maldita navaja! No corta...
La mujer (pattica, sentndose en la ori-lla de una silla): Esta miseria... (el hombrevuelve bruscamente la cabeza) no te lo digoporque vos tengs la culpa... no...
El hombre (dejando la maquinita de afei-tar en el quicio de la ventana): No tengo uncobre, mhija. Fui a pie al centro. Estoy fu-mando puchos viejos. Maldito gobierno.
La mujer: Y Juan, no te puede prestar?El hombre: Le he pedido mucho.La mujer. Y no hay nada que empear?
(como hablando sola): Por qu ser estavida as? Habra que comprar aunque fueramedio kilo de pan dulce.Sabs? El pan dul-ce... yo no s....Vos ves el pan dulce, y la fiestaparece menos triste. Me entends?
El hombre: S, s, ya s.La mujer. Hasta las sirvientas, quin?...
hasta el ms pobre hoy tiene pan dulce en lacasa. Hoy, a medioda, lo vi pasar a Don Pedrocon su paquete. Todos pasan con un paque-te... (La mujer cansada y triste, cierra los ojosevocando paisajes idos. Apoya el mentn enla palma de la mano, el codo en la rodilla, yen la frente se ahonda una arruga.)
El hombre: Y cunto cuesta el kilo?La mujer: Dos cincuenta. Medio kilo se-
ra uno y veinticinco.
La mujer: Hay que comprarlo. Los chi-cos no pueden quedarse mirando cmo co-men los otros, sabs? (Una voluntad sordaendereza la espalda de la mujer al pensaren los hijos. Mira con energa al hombre, enese momento es casi su enemiga. En cam-bio, el hombre se abolla ms en su impoten-cia egosta. Pero mira a la mujer y la sientegrande; grande a pesar de su fealdad, de susbrazos flacos, de su cara arrugada. La mujer,a su vez, piensa: Y ste es el hombre, cuan-do el hombre y la mujer somos nosotras! Elhombre es otra cosa sin nombre.)
El hombre: S, hay que comprar el pandulce. Un peso y veinticinco. A ver...
La mujer (dulcificada). Tens ese trajeque est un poco arruinado.
El hombre (tratando de salvar el traje):Tambin hay un triciclo del pibe, que ya nolo usa casi...
La mujer: No, el triciclo no. Adems, sivends el traje...El hombre: Cierto, se puede comprar,
adems, un poco de turrn. (Piensa: Al finy al cabo, tambin me comprar una caja decigarrillos. No es mal negocio. Entusiasma-do): S, hay que comprar el pan dulce. Vyaseal diablo el traje. Los chicos...
La mujer: Te darn quince pesos por eltraje...
El hombre (pensando en la caja de ciga-rrillos): Aunque me den diez, lo largo ...
La mujer: No. Ped doce cincuenta, lo l-timo. Y te comprs un kilo.
El hombre (sbitamente avergonzado desu egosmo): Y vos?, no quers nada?
La mujer (sonriendo con sonrisa cansa-
da). No, mhijo. No quiero nada. Ah! Com-prate cigarrillos.
SILENCIO
Luego los dos fantasmas se han quedadoen silencio.
Cada uno con los pensamientos por sulado. La mujer en su pasado; el hombre,en su futuro. La mujer, en lo que debe ha-cerse; el hombre en lo que puede hacerpara l. Una generosidad y un egosmo,siempre clavados de frente, siempre for-cejeando en lo oscuro de su conciencia.
DILOGO DE MUCHAS CASAS
Juro que en muchas casas ha reventadohoy este dilogo de penuria y de angustia;que muchas mujeres flacas han pronunciado
estas palabras que he escrito, y que muchoshombres han inclinado la cabeza con el almaaraada por esta miseria de un peso y vein-ticinco que cuesta medio kilo de pan dulce.
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Colectivo Calavera no Chilla Mara Jess lvarez Walter CanevaroPiniday
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VirginiaPin
GioFornieles
Carly Pandy
Ma Guillermina Marino
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Cecilia Afonzo Estves Camilo RodrguezCarla Grossi Alina Percovich
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Carabs
Muriel Bellini
Lili
Lina Gmez
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Daniel RoldnPablo Pavezka
Marina Aizen
Bettina Bauer
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Silla en la vereda
Llegaron las noches de las sillas en lavereda; de las familias estancadas en laspuertas de sus casas; llegaron las noches delamor sentimental de buenas noches, veci-na, el poltico e insinuante cmo le va, donPascual?. Y don Pascual sonre y se atusalos baffi, que bien sabe por qu el mocito lepregunta cmo le va. Llegaron las noches...
Yo no s qu tienen estos barrios porte-os tan tristes en el da bajo el sol, y tan lin-dos cuando la luna los recorre oblicuamente.Yo no s qu tienen; que reos o inteligentes,vagos o activos, todos queremos este barriocon su jardn (sitio para la futura sala) y suspebetas siempre iguales y siempre distintas,y sus viejos, siempre iguales y siempre dis-tintos tambin.
Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilu-
sin baratieri, qu s yo qu tienen todosestos barrios!; estos barrios porteos, lar-gos, todos cortados con la misma tijera, to-dos semejantes con sus casitas atorrantas,sus jardines con la palmera al centro y unosyuyos semiflorecidos que aroman como si lanoche reventara por ellos el apasionamientoque encierran las almas de la ciudad; almasque slo saben el ritmo del tango y del tequiero. Fulera potica, eso y algo ms.
Algunos purretes que pelotean en el cen-tro de la calle; media docena de vagos en laesquina; una vieja cabrera en una puerta; unamenor que soslaya la esquina, donde est la
media docena de vagos; tres propietarios quegambetean cifras en dilogo estadstico fren-te al boliche de la esquina; un piano que largaun vals antiguo; un perro que, a tacado repen-tinamente de epilepsia, circula, se exterminaa tarascones una colonia de pulgas que tienejunto a las vrtebras de la cola; una pareja enla ventana oscura de una sala: las hermanasen la puerta y el hermano complementandola media docena de vagos que turrean en laesquina. Esto es todo y nada ms. Fulerapotica, encanto misho, el estudio de Bach ode Beethoven junto a un tango de Filiberto ode Mattos Rodrguez.
Esto es el barrio porteo, barrio profun-damente nuestro; barrio que todos, reos ointeligentes, llevamos metido en el tutanocomo una brujera de encanto que no muere,
que no morir jams.Y junto a una puerta, una silla. Silla dondereposa la vieja, silla donde reposa el jovie.Silla simblica, silla que se corre treinta cen-tmetros ms hacia un costado cuando llegauna visita que merece consideracin, mien-tras que la madre o e l padre dice:
Nena; traete otra silla.Silla cordial de la puerta de calle, de la
vereda; silla de amistad, silla donde se con-solida un prestigio de urbanidad ciudadana;silla que se le ofrece al propietario de allado; silla que se ofrece al joven que escandidato para ennoviar; silla que la nena
(fragmento)
sonriendo y con modales de duea de casaofrece, para demostrar que es muy seorita;silla donde la noche del verano se estancaen una voluptuosa linuya, en una charlaagradable, mientras estrila la denfrente omurmura la de la esquina.
Silla donde se eterniza el cansancio delverano; silla que hace rueda con otras; sillaque obliga al transente a bajar a la calle,mientras que la seora exclama: Pero,hija!, ocups toda la vereda.
Bajo un techo de estrellas, diez de la no-che, la silla del barrio porteo afirma unamodalidad ciudadana.
En el respiro de las fatigas, soportadasdurante el da, es la trampa donde muchosquieren caer; silla engrupidora, atrapadora,sirena de nuestros barrios.
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Orve
Denise CceresRosario Oliva
Carolina Alicia Ms
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Adrin Jorge Martins
Margarita Tambornino
Rober
Margarita Espertino
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Natacha Goransky
Yanina FocoVera Fernndez
Gabriela Pascale
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Lucero Maturano
Maringeles ReymondesMarcelo Mammana
Santiago Grasso
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Cecilia Gabbi
Leonor VilaEva Melgarejo
Tete Menndez
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Nuria Garca
Maria MaggioriMara Butinof
Isabel Macias
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Romina Pernigotte
Bibiana Quagliotti
Federico Varone
Mara Carranza
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Hace una purreteada de das que ten-go ganas de escribir sobre Don Esteban; ysiempre aplazando el tema.
No s si vive o ha muerto. Tendra cin-cuenta aos cuando yo tena siete.
En verano e invierno usaba siempre ca-miseta de franela. Estaba quebrado. Sabayo que aquello era una enfermedad, y supo-na que la quebradura de don Esteban debaestar en el lugar donde se fajaba, pues estelombardo gastaba una faja negra que dabavarias vueltas a su robusto corpazo, y unsombrero abollado con el ala sombrendolela frente.
Se dedicaba a labores agrcolas; siem-pre andaba ensarmentando las parras o po-dando los durazneros.
El campo le tiraba. Desapareca de tiem-po en tiempo, y de sus desapariciones slollegaba yo a saber que estaba en Haedo, enuna chacra de Haedo.
Y tanto o hablar de ese Haedo, que Haedoera para mi imaginacin infantil, lo que lascolumnas de Hrcules para los hombres dela antigedad. El lmite del mundo conocido.
LO QUE HACA
Don Esteban haca de todo. En su casatena parras, y podaba las parras; recolec-taba la uva, compraba pasas y en unos to-
Me acuerdo
de Don Esteban
neles grandotes fabricaba un vino casero;un vinillo dulzn y diablicamente embria-gador, pues recuerdo que una tarde me re-cost bajo la espita y comenc a beber hastaque se me infl el estmago, y luego salviendo, en visiones, un montn de macanas.Luego, para desemborracharme, me dieronuna soberbia paliza.
Don Esteban era aficionado a cebar pa-vos; y en el rincn del gallinero tena una co-nejera. Fumaba en pipa, y cuando se le rom-pa la bolsa de tabaco, fabricaba otra con unavejiga de cerdo. Adems, fabricaba excelen-tes boquillas con las patas de una liebre.
MS ACTIVIDADES
No se conformaba con sto. Cuidaba unterreno que daba a espaldas de una fbri-ca, y la lonja de tierra estaba maravillosa-mente sembrada. Las rayas de cebollasalternaban con las de repollos; la lechugacon la espinaca. En un rincn, ocultas dela visin de los inspectores municipales,haba un plantel de plantas de tabaco, porlas que circulaban unos hediondsimos in-sectos verdes; y luego un gran espaciocompletamente consagrado al organo, ycierto arbusto aromtico que l cortaba porla raz y en grandes manojos lo venda enuna carnicera que estaba junto al corraln.
SILENCIO
Cuando haba terminado de trajinar latierra, Don Esteban se sentaba entre los al-tos tallos verdes de cebollas, y se quedabamirando el cielo azul entre los claros de loseucaliptos. No hablaba casi palabra.
Cuando yo y el hijo hacamos excesivasburradas, volva la cabeza y luego se sumer-ga en su meditacin, mientras el agua co-rra lentamente a sus pies por los canales,cuya corriente orientaba con un poco de tie-rra que acumulaba con la pala.
Por qu me acuerdo de estos detalles?No s. Pero a medida que pasan los aosveo en Don Esteban a un hombre de cuyotipo existan muchos en esta ciudad en for-
macin. Un semitipo de campo, es decir, unhombre de la orilla de la ciudad, donde ra-lean las casas y comienzan las quintas (...)
Y sobre todas las cosas, un enamoradode la vida rural. Me acuerdo que en aquellapoca el litro de vino vala nueve centavos,sin embargo, l fabricaba su vino, y lo cata-ba con religiosidad, como si fuera la sangreviva de la tierra. Casi me atrevera a jurarque ese hombre, que no saba leer ni escri-bir, fue el primer poeta verdadero que heconocido.
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Rodrigo Folgueira
Diana Pires dos Barros
Alejandro OKiff
Rosario G. Garrido
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Alejandra Karageorgiu
Alicia AbrahamGabriela Delia Chaves
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Marcela Areso
Laly Catn
Sandy Glu
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Pablo Zweig Plasmtiko Cecilia Garca Fabin Mezquita
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Carlos Varau Marina Gonzlez Andrea Rogel Estefana Malic
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Paola Robaina Juan Pablo Caro Miguel ZiccaAndrea Sanmartn
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Minga de caf. Abstencin completa. Yqu le queda a usted? Reducirse al capuchi-no, al innoble y seductor capuchino, que es
una mezcla, por partes iguales, de leche ycaf, servida en una tacita de caf. La tacita,para que usted se haga la ilusin de que semanda a bodega una racin de achicoria, ypara engaar la visin, como los cocainma-nos que cuando no tienen con qu doparse,toman por la nariz cido brico o magnesiacalcinada. El caso es hacerse la ilusin...
QU HACEMOS CON EL RETRATO?Qu hacemos con la tacita, si el caf est
en la express? Qu hacemos? Aguantarse,mirar con envidia a los que piden un cafnegro y bien cargado. Adis dulces tiemposdel caf bien cargado! Del caf que llegabahumeando y cubierto de espumita marrn,para poner en los nervios una chispa azulde magia; adis dulces tiempos. Abstencincompleta de feca. Y qu le queda para ha-
cer? As como el morfinmano, cuando notiene droga se pincha con la pravaz paradelirar un minuto en espera del xtasis blan-co, as, el bebedor de caf, recurre al engao-so capuchino para hacerse la ilusin de quetodava ingiere el negro y excitante veneno;veneno moroso, que le va rompiendo lenta-mente los nervios, sin que usted se aperciba.
Y lo nico que tiene el capuchino es la ta-cita. Esa tacita que es el retrato nada ms.Esa tacita que usted toma con trmula manopensando que contiene caf; tacita que du-rante un minuto, dos, tres minutos, deja us-ted encima del mrmol de la mesa y la mira
halagado, porque es la tacita que contenacaf; el caf que ya usted no probar ms,vaya a saber por cunto tiempo!
Qu le queda por hacer? Pedir un capu-chino. Tambin lo llaman cortado. El mozolo mide al socaire de una mirada burlona ygrita, casi irnico:
-Un cortado para uno!Y llega el cortado, y usted lo relojea bron-
coso. Eso es caf con leche, caf con lechepara los que no han almorzado y a la una dela tarde piden un capuchino para engaar elhambre.
VISIN Y GUSTO
Y usted saborea el capuchino, buscando
en el leve amargor del brebaje, ese otro recioamargor del caf, que le distenda los nerviosy le aceleraba el ritmo de las arterias; perointilmente. La leche, dulcificadora y neutra,anula la achicoria, y como nico resto delantiguo placer, le queda el consuelo de ali-
mentarse a base de un poquito de azcar y unresto de lactosa.Ms, qu le quedara para hacer sino
contara con el capuchino fiel, con el ltimogrado de la cafena inofensiva; con el refugiodel condenado por la maldita sabidura de losmdicos, que lo toman a usted, le encajan unartefacto en el brazo desnudo, lo inflan comouna pelota de goma, y luego, doctoralmente,le dicen, a medida que se mueve la manecillade un reloj?:
-Exceso de presin arterial. Suprima elcaf; suprima el tabaco. Acustese con lasgallinas, levntese con el sol. Haga gimnasia.
Elogio agridulce
del capuchino
No fume. No beba. No se excite, no se apa-sione, no lea, no escriba, no respire. Ah, si?Respirar est permitido? Dgame: Qu le
queda a la vctima de uno de estos sierrahue-sos? Refugiarse en el capuchino. Ofrecerlesu vagancia y su aburrimiento y su gimnasia,sus flexiones y sus trotes higinicos al corta-do, al capuchino.
-Un cortado.Y viene el cortado, y usted experimenta
la emocin de los antiguos tiempos, cuandose beba diez o quince cafs por da; viene elcapuchino en la tacita seductora, y usted lomira conturbado. All est...pero no con elcaf! Y sin embargo, esa tacita es para caf.Pero a usted le est prohibido. En cuanto co-meta el terrible pecado de pedir un caf ten-dr nuevamente la sangre al galope, los ner-vios en pleno estado de bolcheviquismo, y elfantasma del insomnio, el terrible insomnioque lo mantiene despierto hasta las cuatroo las cinco de la madrugada, lo sobrecoge; yentonces tmidamente toma la tacita del ca-
puchino y lo paladea lentsimamente, rebus-cando en la leche cortada el sabor acre delcaf, pero es intil. Eso es caf con leche...eso no es cocana, sino cido brico; eso noes morfina, sino el pinchazo de la aguja; esono es una bomba, sino sencillamente un ar-tefacto pirotcnico para hacerse la ilusin.
ELOGIO FINAL
Y usted termina por resignarse, por mirar
con cara de perro a los que indolentementey alegremente piden un caf en taza de t,que es un caf doble. Y todo su atrevimiento
se reduce al capuchino, toda su audacia se li-mita al camouflage de tomar un poco de cafcon leche en tacita destinada para el ms su-
til y rompedor de los venenos, para el txicoque, a lo largo de los nervios, le va dejandoun escalofro que tiene una gota de luna yotra de delirium tremens. Usted renunciaal veneno fcil y barato, para estancarse enel achocolatado, inocuo y estril capuchino,que es el consuelo de los que no almorzarona medioda y de los otros, de los que tienenenfermedades inconfesables.
Por eso, injustamente, si usted tiene losnervios bailando, el mozo que lo ignora lo so-bra de una mirada irnica.
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Cucho Cuo
Ada Schvartzman
Jumo
Guadalupe Haedo
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Jorge A. Mercado
Pichi Segu
Laura Michell
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Sabrina Antivero Sen Sofa Rapoport Florencia Figueroa
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Gabriela Chaia Jimena Toledo Rebeca Luciani
Lucinta Lamacchia
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Mara Fernanda Cignoni Norma Beatrz Lpez Guadalupe Garriz Nancy Brajer
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Mnica Weiss
Silvia Lenardn
Mirita
Paola De Gaudio
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Maugi
Mariela Petruccelli
maxi+CaR
Natalia Garca Sportono
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Jazmn Varela
Roxana Escolar
Irene Singer
Sofa Ramacciotti
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Ventanas iluminadas(fragmento)
Ciertamente, no hay nada ms llamativoen el cubo negro de la noche que ese rectn-gulo de luz amarilla, situado en una altura,entre el prodigio de las chimeneas bizcas ylas nubes que van pasando por encima de laciudad, barridas como por un viento de ma-
leficio.Qu es lo que ocurre all? Cuntoscrmenes se hubieran evitado si en ese mo-mento en que la ventana se ilumina, hubierasubido a espiar; un hombre?
Quines estn all adentro? Jugadores,ladrones, suicidas, enfermos? Nace o mue-re alguien en ese lugar?
En el cubo negro de la noche, la ventanailuminada, como un ojo, vigila las azoteas yhace levantar la cabeza de los trasnochado-res que de pronto se quedan mirando aque-llo con una curiosidad ms poderosa que elcansancio.
Porque ya es la ventana de una buhardi-lla, una de esas ventanas de madera deshe-chas por el sol, ya es una ventana de hierro,cubierta de cortinados, y que entre los visi-llos y las persianas deja entrever unas rayasde luz. Y luego la sombra, el vigilante que se
pasea abajo, los hombres que pasan de maltalante pensando en los los que tendrnque solventar con sus respetables esposas,mientras que la ventana iluminada, falsacomo mula bichoca, ofrece un refugio tempo-ral, insina un escondite contra el aguacerode estupidez que se de scarga sobre la ciudaden los tranvas retardados y crujientes.
Frecuentemente, esas piezas son par-te integral de una casa de pensin, y no serenen en ellas ni asesinos ni suicidas, sinobuenos muchachos que pasan el tiempo con-versando mientras se calienta el agua paratomar mate.
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Federico Combi Anita Morra Max Aguirre Cecilia Barros
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Paula Gabriela Adamo
Tooco
Poly Bernatene
Graciela Spaccarotella
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Paula Ventimiglia
Nacha Vollenweider
Mariel Cristina Faria
Laila Ekboir
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Mariana Etcheto
Horacio Ossani Lucia Laporta
Gabriel Montiel
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Y ESOS TRABAJOS
Usted, que se amarga en una oficina con
un jefe que lo tiene de la cuarta al prtigo;usted que reniega sobre un libraco seme-jante al Sahara, usted que se embrute-ce da tras da construyendo columnas decifras anonadantes y sumas piramidalescomo para desgastar el engranaje de unamquina de hacer las cuatro operacionesfundamentales; usted que est podrido delmostrador; usted que tiene ganas de em-prenderla a patadas con los clientes de supatrn; usted que siente que el hgado sele est poniendo amarillo a medida que seoxida su juventud entre las cuatro pare-des del comercio rasposo donde revuelvefuriosamente los ojos su amo abocado auna quiebra; usted, hombre de todos losdas, ciudadano de jeta avinagrada, soldadodesconocido del suma y sigue, hroe ig-norado de la cinta de hilera y de la puntillavalenciana, poilu de las cifras, boche de
los clculos, vaya, vaya una vez al puerto elda que est abocado al suicidio, a la des-esperacin o a una tentativa de homicidio ymire. Nada ms vaya al puerto. Vaya queme agradecer el consejo.
En el puerto se respira. En el puerto sebebe paisaje. En el puerto se recobran lossueos de la niez. En el puerto se purificael alma. En el puerto se aprende a soar. Aesperar, como esperan los transatlnticos.Una maana perdularia por los diques pro-duce sobre la imaginacin los mismos efec-tos que una inyeccin de vitaminas. El vigorde la luz levanta la tapa de los cielos que
parecen ms altos y perfectos. El espacio secomba alegremente sobre la arboladura delos mstiles de acero y enrededor de las fi-
nas telaraas de las antenas de radio. Hastael aire se dira entra burbujeando a los pul-mones como una gaseosa; y se respira mslibremente cual si se terminara de librar-se de una opresin maldita. Se comprendela poesa de los ukeleles y de las guitarrashawaianas y se lamenta no haber nacido in-dgena para divagar en cueros y dormir bajotamarindos, mientras que los brujos se con-sultan el ombligo. De hecho, lo ataca a unola inmensa voluntad de tirarse a muerto yescuchar cmo crujen los cabrestantes y lascadenas de los guinches.
Y despus! Esos nombres de los barcosms bonitos que una cara de mujer. Y des-pus! Estos transatlnticos roosos. Esoshombres fuertes y rubios, que trabajan en-tre un muro de granito y un casco sobre unagua de color jabn amarillo, que lame conaceitoso vaivn los hierros mordidos por los
salitres de todos los ocanos.Ah! Es maravilloso! La otra maana hevisto un casco, la proa del Hardanger colorborra de vino, en tono de malva suave. Tresmuchachones azules, con cepillos de pelolargo y dcil como la melena de una mujer,pintaban de rosa el acero del casco, y stepareca chupar vidamente la pintura comosi el hierro estuviera sediento de ese cold-cream emoliente que extenda sobre su su-perficie vastas manchas de rouge claro.
Ah, estos trabajadores martimos! Livia-nos y semejantes a un juego.
En el Montferland (paquebote holan-
Matices portuarios
ds) un hombre entre agua y cielo, junto ala proa embetunada de bleque, repinta lascifras blancas indicadoras de los pies del
calado. Pinta sin prisa, como si estuvieradecorando los frescos de una iglesia, tran-quilamente, posiblemente pensando en lasacuticas tierras distantes, en canales ymolinos y doncellas holandesas con cofia ypesados zuecos de madera.
Ms adelante tropiezo con el Lima. Loenvuelve una nube de polvo. Proviene delcasco, donde repercuten los martillos debolita, dejando el hierro moteado de virue-la rojinegra. Enfrente, en el mismo dique,est el Nimoda, un paquebote de banderainglesa, que parece destinado a un cruceropirtico. Es todo negro, como las naves fan-tasmas o los barcos siniestros de las novelasimpresionantes. Por la popa tiene un barrilalquitranado suspendido sobre el agua se-mejante a un colador y es todo negro de lacala a los puentes. Negro su casco, negroel entarimado de la cubierta, negros los ro-
llos de soga gorda como el cuerpo de la boaconstrictor, negros los ventiladores, negraslas lonas que cubren el paramento que tapala boca de las bodegas! Algunas virutas demadera amarillenta, cadas del barco delcarpintero de a bordo ponen en el suelo conunas hachas de mango ondulado, las motasde una reparacin primitiva. Junto a la co-cina, un truhn con un tufo sobre la frente ycamiseta color de hgado pela papas con lamisma indiferencia de quien ve llover, mien-tras que el humo de su pipa se le tuerce alllegar al filo de la boina blanca aplastadacomo una torta.
Y dan ganas de subir a bordo y trabajarde lavaplatos y morirse un poco en todos lospuertos del mundo.
Cae del espacio una luz de viaje. Se pien-sa en los trpicos erizados de palmeras y enlas negras que bailan al son de un tamborque golpean con las palmas de las manosnegros belfudos de cabeza emplumada.
Se piensa en una hamaca paraguaya. Enlos cauchales de la Malasia, en las factorasa las orillas del Hastinapura. Se piensa enel taparrabo, en una siesta eterna y en unanoche iluminada por cocuyos, grandes comofaroles de bicicleta. Se piensa en todo entodo, menos en trabajar.
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Gabriela SzejerFederico Porfiri Romina Aguirre Mara Laura Ramonet
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Danny Scherman Virginia Monteverde Mara Paula Dufour Marianela Torrez
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C*Ligeia Sebastin Infantino Paula Golubicki Stella Maris Piaggi
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Leda Pingas
Christian Dallacmina Maricel Rodrguez Clark
Eleonora Filippi
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Petra Steinmeyer Ana Luisa Stok Juan Manuel Tavella Gabriela Escobar
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Hay oficios vagos, remotos, incomprensi-bles. Trabajos que no se conciben y que, sinembargo, existen y dan honra y provecho a
quienes los ejercen.Una de estas menestralas es la de com-ponedor de muecas.
Porque yo no saba que las muecas secompusieran. Crea que una vez rotas se ti-raban o se regalaban, pero jams me imagi-n que hubiera cristianos que se dedicaran atan levantada tarea.
Esta maana pasando por la calle Tal-cahuano, tras del polvoriento vidrio de unaventana, lgubre y color de sebo, vi colgadade un alambre y por el pulso, una mueca.Tena pelo de barba de choclo, y ojos bizcos.Tan siniestra era la catadura de tal muecaque me detuve un instante a contemplarla.
Y me detuve a contemplarla, porque all,situada tras el vidrio, y colgada de esa malamanera, pareca la muestra de algn ladrnde nios o de una comadrona. Y lo primeroque se me ocurri fue que esa endiablada
mueca, polvorienta y descolorida, bien po-dra servir de tema para un poema de RegaMolina o para una fantasa coja de NicolsOlivari o Ral Gonzlez Tun. Pero ms de-tenido an, por el atractivo que el ambiguopelele ejerca sobre mi imaginacin, llegua levantar la vista, y entonces le en el frentedel ventanal, este letrero:
Se refaccionan muecas. Precios mdi-cos.
Estaba en presencia de uno de los oficiosms raros que se puedan ejercer en nuestraciudad.
Tras de los vidrios se movan unos hom-
El taller de compostura
de muecas
bres polvorientos tambin, y con ms carade fantasmas que de seres humanos, y re-llenaban con aserrn piernas de mueca o
estudiaban oblicuamente el vrtice pupilarde un pelele.Indudablemente aquella era la casa de
las bagatelas, y esos seores unos tos ra-ros, cuyo trabajo tena ms parecido con labrujera que con los menesteres de un oficio.
Entre los codazos de las porteras, queiban a la compra, y los empujones de lostransentes, me alej pero estaba visto queno deba perder el tema, porque al llegar a lacalle Uruguay, en otra vidriera ms destar-talada que la de la calle Talcahuano, vi otropelele ahorcado, y abajo el consabido letre-ro: Se componen muecas.
Me qued como quien ve visiones, y en-tonces llegu a darme cuenta de que el oficiode componedor de muecas no era un mito,ni un pretexto de trabajar, sino que deba serun oficio lucrativo, ya que dos comercios se-mejantes prosperaban a tan poca distancia
uno de otro.Y entonces me pregunto: qu gente serla que hace componer muecas, y por qu,en vez de gastar en la compostura, no com-prar otras nuevas? Porque ustedes conven-drn conmigo, que eso de hacer refaccionaruna mueca no es cosa que se le ocurra auno todos los das. Y sin embargo, existen; s,existen esas personas que hacen componermuecas.
Son los que le agriaron la infancia a lospequeos. Los eternos conservadores.
Quin no recuerda haber entrado a unasala, a una de esas salas de las casas en
donde la miseria empieza en el comedor?Son recibimientos que parecen cambala-
ches. Marcos dorados, retratos de toda una
generacin, diplomas por los muros, cha-falona sobre la mesita; rulos de pelos dealgn ser querido y finado, entre los meda-llones; y sentada en una poltrona, rodeadade moitos, la mueca, una mueca grandecomo una nena de un ao, una de esas mu-ecas que dicen pap y mam y que cierranlos ojos, y que slo les falta andar para ser elperfecto homnculo.
Es la mueca que le regalaron a una delas nias de la casa. Se la regalaron en tiem-pos de prosperidad, en tiempos de auqun.
Y como la mueca era tan linda y costabasus buenos pesos, la nena nunca pudo jugarcon ella.
Vistieron a la mueca de lujo, la encin-taron como a una infanta, como a un perrofaldero, y la colocaron en el silln, para ad-miracin de las visitas.
Y la nena slo poda jugar con la mueca
el da que llegaban las visitas.Entonces, bajo la mirada severa de lastas o de las parientas, la chiquilina con ex-ceso de precauciones poda tomar la mue-ca entre sus brazos y ver cmo cerraba losojos o deca pap y mam.
Naturalmente, mientras estaban las vi-sitas.
Ahora bien; pasados los aos, la com-postura de una mueca responde a un sen-timiento de tacaera o de sentimentalismo.
Porque yo no concibo que una mueca sehaga componer. No hay objeto. Si se rompe,se tira, y si no que cumpla sus funciones de
juguete hasta que los que se divierten conella la tiren un buen da para regocijo de losgatos caseros.
Sin embargo, la gente no debe pensaras, ya que existen talleres de composturas.El sentimentalismo me parece una raznpobre.
Sin embargo, no s por qu, se me figuraque la gente que hace componer muecasdebe ser antiptica. Y avara. Con esa avari-cia sentimental de las solteronas, que no seresuelven a tirar un objeto antiguo por estasdos razones:
1 Porque cost sus buenos pesos.2 Porque les recuerda sus viejos tiem-
pos, quiero decir, sus tiempos de juventud.Ahora si el lector me pregunta, cmo
con tal lujo de precauciones y de sentimien-to conservador, las muecas se rompen?; ledir:
El nico culpable es el gato. El gato queun da se harta de ver el monigote intacto ya zarpazos lo tira de su trono churrigueres-
co. O la sirvienta: la sirvienta que se va de lacasa por una discusin que ha tenido y des-foga su rabia a plumerazos en el crneo dela loza engrudada de la mueca.
Y los talleres de refaccin de muecas,viven de estos dos sentimientos.
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Sol Pinazo
Leo Batic
Mako Fufu
Ins Hni
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Vale Ravecca
Zime Ilustraciones
Carolina Tapia
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Silvina Troicovich
Mara Laura Says Olga Linares
Nora Hilb
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Jorge Quien
Sandra Becchia Mara Celia Medeot
Magdalena Kelisek
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Valeria BrudnyFlorencia CapellaLuciana ChameRomina De LorenzoFernndezMnica GilioGraciela Fernndez / GraceDamin HadyiErnesto JollyLancman InkMai
1619181411121715101416
2630223128232822232429
44
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41
424234353847474136374643
181312191317111510
Marcela RamosGustavo Scacchi / MomoSoledad SobrinoCarolina SpinettoPipi SpsitoMara Paz TamburriniMarcelo TomNadia VitolaVR + MW
Cecilia Afonso EstevesMarina AizenMara Jess lvarezBettina BauerMuriel BelliniWalter CanevaroCarabsColectivo Calavera no ChillaPini DayGio FornielesLina Gmez
Carla GrossiLiliMara Guillermina MarinoCarly PandyPablo PavezkaAlina PercovichPini DayVirginia PinCamilo RodrguezDaniel Roldn
Mara Butinof
Denise CceresMara CarranzaMargarita EspertinoVera FernndezYanina FocoCecilia GabbiNuria GarcaNatacha GoranskySantiago GrassoIsabel MaciasMara MaggioriMarcelo MammanaAdrin Jorge MartinsCarolina Alicia Ms
Lucero Maturano
Eva MelgarejoTete MenndezRosario OlivaOrveGabriela PascaleRomina PernigotteBibiana QuagliottiMaringeles ReymondesRoberMargarita TamborninoFederico VaroneLeonor Vila
El novio
en el palco
pg. 8 - 9
pg. 20 - 21
pg. 32 - 33
El pan
dulce
del
cesante
Silla
en lavereda
ndice de obrasIlustracin de tapa e imagen de la muestra: Pablo Zweig
262925253027242731
575860595956565352585754
615150505254536155516055
7264676871697167666570
726973656468707366
80
9184808986887678798581897977
77
8788878283857890768284819086
Me
acuerdo
de Don
Esteban
Elogio
de lo
cursi
Elogio
agridulce alcapuchino
Alicia AbrahamAfraSalom AndersonMarcela AresoLaly CatnGabriela Delia ChavesCOSRodrigo FolgueiraRosario GarridoSandy GluAlejandra KarageorgiuSilvia Lerner
Valeria LevinMercedes LozanoMaia MillerCecilia MolinuevoAlejandro OKiffLorena OviedoDiana Pires dos BarrosJessica RoiznerLaura RosendoFacundo TeyoAndrea TrebuqLaura Varela
Juan Pablo CaroCarolina CerneazCecilia GarcaMarina GonzlezIstvanschEstefana MalicLeticia MartnezFabin MezquitaPlasmtikoDavid PuglieseMarcela Retamero
Paola RobainaAndrea RogelAndrea SanMartnDiego SerafiniAgustina SurezCarlos VarauWerewolf TeenagerMiguel ZiccaPablo Zweig
Tania Abrile
Bela AbudSabrina AntiveroAdriana BellinoNancy BrajerGabriela ChaiaMara Fernanda CignoniCucho CuoDKVSonia EsplugasFlorencia FigueroaXimena GarcaGuadalupe GarrizLeicia GotlibowskiGuadalupe Haedo
Jumo
Lucinta LamacchiaNorma Beatrz LpezRebeca LucianiJorge A. MercadoLaura MichellSofa RapoportRey ArlequnSilvina RodolicoAda SchvartzmanPichi SeguSenSZABRO / Selva ZabronskiRita TaraborelliJimena Toledo
pg. 48 - 49
pg. 62 - 63
pg. 74 - 75
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Los
tomadores
de sol
de Botnico
Ventanas
iluminadas
Eleonora ArroyoFernanda BragonePaola De GaudioMara ElinaRoxana EscolarFushipVirginia GageyAlexiev GandmanNatalia Garca SportonoMara LavezziSilvia LenardnCecilia LeoneMaugimaxi+CaRDaro Mekler
MiritaMariela PetruccelliEzequiel Quines / QuiezeSofa RamacciottiAlina SarliIrene SingerEvelyn SpaldingJazmn VarelaMnica Weiss
Susana AccorsiPaula Gabriela AdamoMax AguirreCecilia BarrosPoly BernatenePamela Cano CorreaFederico CombiCristina Santa MaraLara DombretLaila EkboirMariana EtchetoMariel Cristina FariaSabrina FlorioVernica Fradkinkeki . unpuntitoLucia LaportaCarolina MarcsGabriel MontielAnita MorraHoracio OssaniMnica PironioSilvina Santos ParedesRita Noem SimoniGraciela Spaccarotella
ToocoSteel VazzNacha VollenweiderPaula Ventimiglia
989897951049499100103999610010210394
971021011051011059510496
112110109109111113108114117119120119112114117121115121108120113115116111
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pg. 106 - 107
110116118118
Matices
portuarios
Taller de
compostura
de muecas
Mara AbsoloRomina AguirreBettina CarrizoChristian DallacminaPablo De BellaMara Paula DufourGabriela EscobarEleonora FilippiPaula GolubickiSebastin InfantinoC*LigeiaVernica MaguitmanVirginia MonteverdeDiego MoscatoCatalina Petra
Stella Maris PiaggiLeda PingasFederico PorfiriMara Laura RamonetMaricel Rodrguez ClarkDanny SchermanPetra SteinmeyerAna Luisa StokGabriela SzejerJuan Manuel Tavella
Leo BaticSandra BecchiaMarcelo Di StasioFlorencia CassanoSabrina DieghiCriskaPatricia FittiMako FufuViviana GarfoliNora HilbIns HniIsolMagdi KelisekOlga LinaresMara Celia MedeotClaudia MendozaAnala PampurriSol PinazoMalena PireJorge QuienVale RaveccaRETMara Laura SaysCarolina Tapia
Marianela TorrezMatas TrilloDalmiro Zantleifer
Gabriela ThierySilvina TroicovichJosefina WolfYoLZime Ilustraciones
135125134130133127137131129128128132126135133
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140152142151143155143141149147141148153147153150151140154152144142146145
148146149154144
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