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Contratexto n.o21, 2013, ISSN 1025-9945, pp. 83-107
A qu se refiere la palabra imaginario?Eric Landowski
(Centre National de la Recherche Scientifique, Francia)
Recibido: 24/4/2013
Aprobado: 19/5/2013
Resumen: Tal como la palabra espaola imaginario, imaginaire en francs(como immaginarioenitaliano eimaginaryeningls) esactualmenteempleadademodo frecuenteno solo como adjetivo sino tambincomo sustantivo. Sinembargo, las complejassignificaciones tcnicasqueadquiereen los trabajosdeautorestalescomo Sartre, no sernconsideradasenel presenteartculo. Elanlisisenfoca sususosno tericosenunconjunto deocurrenciashalladashoy enla prensa francesa. Dosdiferentessignificacionessonalternativamenteasociadasal trmino. Enalgunos contextos, sustituyea cultura y designauna coleccindeestereotiposfigurativos. Enotros, esunequivalentedeima-ginacin, e imaginario se convierteenun poder creativo que, subvierte losclichsa losquela definicinprevia serefiere. El artculo exponela dialcticaentreesasdosfacetascomplementariasaunquetambinconflictivasdela no-cindeimaginario.
Palabras clave: Imaginario-cultura / imaginario-imaginacin / configuraciones /
cultura / imaginario / estructuras
What does imaginaire stands for?
Abstract: Unlike theEnglish word imaginary, imaginaire inFrench (likeimmaginario inItalian) isnowadaysfrequently employesnot just asanadjec-tivebut also asa substantivenoun. However, thecomplex technical meaningswhich it endorsesintheworksof such autorsas, for example, Sartre, will notbe considered in the present article. The analysis focuses on its theoreticalusesina sampleof tokensfound intodaysFrench press. Two very differentmeaningsareassociated with theterm. Insomecontexts, it standsfor cul-
tu
re
an
d des
ign
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offi
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rative
s
te
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otypes
. In
othe
rs
, it is
an
equivalent of imagination, and imaginaire thenbecomesa creativepowerwhich, subvertsthevery clichsto which thepreviousdefinitionrefers. Thearticleexploresthedialecticsbetweenthesecomplementary although conflic-tivefacetsof thenotion.
Keywords: Imaginaire-culture / imaginaire-imagination / configurations / culture /
imaginaire / structures
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Ut cultura imaginarius
El tratamiento terico delo ima-ginario no es algo obvio, entodo caso no lo es para un se-mitico denuestra especie. La palabramisma nosresulta casi extraa. Si he-mosllegado a hacer uso deella, esmsque todo de un modo alusivo y poruna suerte de facilidad de lenguaje.
Pe
rtene
cien
te
aun
re
gis
tro de
vocabu
-lario deaspecto sapiencial, esalmismotiempo, habitualmente, vaga a prop-sito de lo quedesigna. Unvocablo deesegnero ofrece, enefecto, todas lascomodidades; esuna verdadera pala-
bra comodnpor la quepasa todo. Porsupuesto quehay excepciones. Hay unpequeo nmero de autores que noescribencomo todo el mundo Sartreo, por ejemplo, Althusser, y algunos
otros
que
n
os
s
on
men
os
fam
iliares
,para los cuales invocar lo imaginariono tienenada dealusivo. Para ellos, eltrmino remite a conceptos rigurosa-mente articulados. Empero, como encasos semejantes, esos conceptos, pordefinicin, sonsolidariosde las cons-trucciones tericas que los ponen enmarcha y delascualesextraensuper-tinencia, no sontrasladablestal cual deuna a otra teora. Para hacerloscompa-
tibles
habra que
re
formu
larlos
.Pero sucede que en nuestro en-torno nadie se ha preocupado ni deconceptualizar eso que el sustantivoimaginario recubreensusempleosms ordinarios ni de reelaborar se-miticamenteninguna delasconcep-tualizacionesya existentesa lascuales
hacemos alusin, ni, an menos, detomar el trmino encuestincomo de-nominacindealgnnuevo conceptoespecficamente semitico. En conse-cuencia, no hay ningn lugar para lenel metalenguajedela semitica entodo caso, de la quenosotros practi-camos. Ni siquiera figura entre lasentradas del Diccionario de Greimasy Courts. Sinembargo, eso no essu-ficiente para convertirla enuna pala-
bra tab, tanto menossi hay motivospara preguntarse por las razones deesa ausencia. Ser que esa ausenciase debe a cierta incompatibilidad en-trela teora y lo quela palabra tiendea evocar ensususosms corrientes?Hay undesacuerdo conlo quedesig-na enlosusosmseruditos? O bienlanocinmisma no sera pertinenteenrelacinconla perspectiva general delDiccionario? Pues, por otro lado, no sepodra decir que, a pesar detodaslasrestriccionesquepreceden, la descrip-ciny la comprensindel imaginariohumano habra constituido el objetomismo detodo el proyecto deGreimasy desussucesores?
Seconstata una paradoja anloga apropsito de la Cultura de preferen-cia con C mayscula, otra palabra
de
buen
ton
o que
se
pres
ta a re
cu
brircasi todo lo que se quiere, desde elgranmito fundador hasta la manerade plantar las coles, dejando muchopor decir. Todas las creencias, todoslos conocimientos, las artes y las tc-nicas de todos los rdenes, todas lasinstituciones, todas las prcticas so-
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ciales y sus productos, y mil cosasms, desde las ms nobles hasta lasmshumildes, nada deja deestar bajola acogedora morada de la cultura.Habindose lanzado una bella ma-ana a la exploracin de los tesorosque contiene, Bouvard y Pcuchet nohan regresado an Es cierto que lapalabra tiene, sin embargo, su entra-da enel Diccionariono el delasIdeas
recibidas, segn Flaubert sino el desemitica (Greimas 1979: 77-78). Perosolamente con una pequea c, a t-tulo bien preciso, bastante tcnico yenteramente modesto: como uno delos polos de la categora naturaleza/cultura (situada sobreel mismo planoquela categora vida/muerte), esdeciren cuanto metatrmino descriptivoy no en cuanto denominacin deunconcepto terico que vendra a susti-
tuir lasacepcionesusualesdel trmi-no por un contenido cientfico. Loque quiere decir que Cultura, comovasta cobertura, es, grosso modo, a lateora semitica deGreimas lo que lanecedad era a Monsieur Teste: no erasu fuerte; y quenosotros, greimasia-nos queen l nos inspiramos, somosincultos sin vergenza, por lo queelvigoroso tanto como riguroso eslogande los bellos aos pre-68 conviene a
maravilla: Cuando oigo la palabraCultura, conuna granC, saco mi re-vlver (Landowski 2011).
No obstante, y esta esla paradoja, sino la contradiccin, desdeel punto devista epistemolgico, la semitica deGreimas, por oposicina la dePeirce(y, salvo error, a la deLotman), sesi-
ta enuna perspectiva antropolgicaenteramente vuelta hacia las funcio-nesdel esprituhumano talescomosepuedenaprehender analizando susmanifestaciones, esdecir, precisamen-te lasculturas. Al punto deque la na-turaleza, as como lo real del sentidocomn, una vez rebautizados comomundo natural, son consideradoscomo dosartefactosentreotros, cons-
truidos por lasmencionadas culturas.Enel interior deesemarco, losobjetosdenuestrostrabajosempricossurgenpor ejemplo de la literatura o del de-porte, dela moda o del derecho, delaarquitectura o simplementedelasfor-mas de la vida cotidiana, explorandopor turno (aunquesin plan premedi-tado detalle que impide confundir-nos del todo con los dos personajesde Flaubert) todos los tipos posibles
deproduccionesy deprcticassigni-ficantes a travs de las cuales las co-munidades humanas reconfiguran elmundo para hacer de l ununiversodotado desentido y devalor. Deququeremos rendir cuenta si no es deaquello queordinariamentellamamosla cultura, cono sinmayscula?
Ahora bien, enqu medida pode-mos esperar que lo que vale para lacultura valga tambinpara el ima-ginario, dando por entendido quelasdosnocionesno estnsin relacio-narse? A priori, las prevenciones deunsemitico de tendencia prxima aSaussure y a Hjelmslev son anmsfuertesfrentea la segunda quefrentea la primera, y no sonenteramentelasmismas.
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La nocin de cultura, por pocooperatoria que sea, depende, a pesardetodo, deuncampo dereflexinso-cioantropolgico donde un herederodeSaussureno seencuentra incmo-do. La nocindeimaginario, encam-
bio, est cargada de connotacionespsicologizantesque, para todo estruc-turalista, por poco ortodoxo que sea,estnradicalmentefuera depropsito.
Y, sinembargo, lascosassonmenosta-jantes. Dehecho, la posicinquela se-mitica estructural ha adoptado desdesus inicios (con Semntica estructural)en relacin con lo imaginario estmarcada por contradicciones (a nues-tro parecer msaparentesquereales).Estas son anlogas a la que venimosdestacando a propsito del estatu-to que se atribuye a la cultura. Almismo tiempo que la pertinencia de
ambasnocionesesdenegada sobreelplano terico y a ttulo deinstrumen-to operatorio, lo cultural constituyesucampo especfico, enel plano epis-temolgico, y prcticamentesunicoterreno entrminosempricos. Lo quequieredecir que la semitica greima-siana es, en el fondo, una semiticade la cultura, aunque tenga sus ra-zonespara no autodefinirsecomo tal.Asimismo, podra ocurrir que fuera,
desdeunpunto devista msgeneral,una semitica del imaginario, pero que,en parte por lasmismas razones, enpartepor otras, no tendiesea hacer deuna frmula tal sumarca defbrica.
En breve, antes de toda otraconsideracin ms detallada, paranosotros lo imaginario es una no-
cincasi inevitabley una palabra quepreferiramos evitar. El balanceentreesepro y esecontra crea todo el prob-lema. Comencemospor laparsdestru-ens: por qu querer evitar la palabra?
Pars destruens
Ante todo, porque las palabras, inde-
pen
dien
temen
te
de
lo que
s
ign
ifi
can
tal vez, incluso antes de tener senti-do tienenunvalor. Enesa perspecti-va, sucondicinno esla misma queladelaspersonas. Enla vida social, comosesabe, si el valor atribuido a cada unoflucta, esenbuena parteen funcindelasrelacionesquesesostienen, ho-norficas o comprometedoras, y ennuestros das, ms especialmente, enfuncindelasredes a lascualesunose
afi
lia (clu
las
, partidos
, grem
ios
,grupos). Las buenas redes hacen lasbuenas reputaciones; las malas jun-tas lo hacen a uno infrecuentable. Laspalabrastambinpuedenser sorpren-didas en mala compaa, en maloscontextos, o como se diceen retrica,enmaloslugares. Empleada a dies-tra y siniestra,una palabra sedevala,seprostituye y a la larga termina porser inempleable.
Imaginario, desde ese punto devista, esuntrmino queda prueba deuna formidableresistencia a la usura.Habiendo adquirido, si se puede de-cir, sus ttulos de nobleza sirviendo
bajo la pluma de autoridades intelec-tuales prestigiosas, hoy desapareci-das(entreotras, lasmencionadasms
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arriba), goza detal aura que, decual-quier manera, todo selepermite. Paraformarnosun juicio, hemos extradodurante algunos meses, principal-mente setiembre y octubre del 2010,un gran nmero de ocurrencias deltrmino aparecidas en un conjunto
bastante diversificado de peridicosparisienses (Le Monde, Les Echos, LeFigaro, Le Parisien, La Terrase, Telrama,
e incluso Libration). Esa extraccin,cuidadosa aunqueno sistemtica, nosha permitido recoger una cincuentenadeocurrencias, a lascualeshanveni-do a aadirsealgunasotras, una do-cena, queformanunconjunto aparte,el cual hemosencontrado demaneracasi aleatoria al hilo denuestras lec-turaso relecturassemiticasdel mo-mento.1Lasconstantesquesehanob-servado enla parteperiodstica deese
corpus, y de lasqueseencuentranciertos rasgos en algunos semiticosrepresentantesdela otra parte, sondedosrdenes: sintctico y semntico.
El imaginario de quin, de qu?
Sintcticamente hablando, se consta-ta que el lexema imaginario, como
sustantivo, aparece raramente en unenunciado sinqueparalelamenteseancolocados, engeneral demanera expl-cita, dosactantesqueconstituyensusfuntivosindispensables. Enprimer lu-gar, unactanteSujeto, a vecesfiguradopor unindividuo, a vecespor una co-lectividad, sinlmitedetamao: ima-ginario deBernanos o demi vecinode apartamento, de la joven genera-
cin o dela humanidad entera, pocoimporta, el imaginario essiempreel dealguien, quiensea, al lmite, el deunaentidad abstracta ms antropomorfi-zada: eseesel caso en Smiotique des
passions, no del imaginario de losau-tores, como sepodra esperar, sino delimaginario de la teora. Enseguida,y lo msfrecuente, unactanteObjeto,porque el imaginario es ordinaria-mente presentado como un imagina-
rio de cualquier cosa: de la poltica odel viaje, del sexo o de la guerra, et-ctera. Planteada as, la eleccin estenteramenteabierta.
Esas dos variables tienen, natu-ralmente, vocacin de combinarse yse obtieneun sintagma-tipo de la si-guienteforma:
imaginario / de quin / de qu
1 Eseextracto complementario incluyeprincipalmenteCNN et la mondialisation de lmaginairedeAndrea Semprini (Paris, CNRS, 2000), laspginasdeFrancesco Casei sobreCinmaet imaginaire en Les thories du cinma depuis 1945 (Paris, Nathan, 1999); de GreimasSmantique structurale (Paris, Larousse, 1966), la introduccin a Des dieux et des hommes(Paris, PUF, 1985) y la primera partedeSmiotique des passions(Paris, Seuil, 1991); unart-culo deJacquesGeninasca, Lesacquiset lesprojets (Nouveaux Actes Smiotiques, V, 25,1993); y accesoriamente, vistaslasfacilidadesdemarcajelexical queofrecela computado-ra, algunosdenuestrospropiostrabajosrecientes.
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Ejemplo:
el imaginario deBernanosa propsito dela poltica
Sea, enestilo sapiencial:
Iso
O, mslegiblepero equivalente:
el imaginario poltico deBernanos
Dado que en la naturaleza de unmodelo de este gnero no hay reglasde restriccinconcernientesa la elec-cin de las variables, se puede ad li-bitumhacer variar el valor deS, o deO, o de lasdosa la vez y obtener asunnmero indefinido deenunciadosquepresentan la ventaja deser todosgramaticalmente correctos, aunquepuedan aparecer unos ms conven-
cionalesy otrosmsexcitantespor sunovedad:
el imaginario polticodeBernanos
el imaginario polticodelosfranceses
el imaginario gastronmicodelosfranceses
el imaginario gastronmicodelosingleses
La combinatoria espotencialmentetanilimitada quesepuedever ah, alescoger, unprocedimiento degenera-
cinautomtica detemasdetesisparaestudiantes (o profesores) a falta deinspiracin o, lo que viene a ser casilo mismo, el principio deunjuego desociedad (cf. infra, anexo) al estilo delaprimera etapa deUmberto Eco (1992).
Los dos imaginarios
De los funtivos pasamos ahora a la
funcin, o si seprefiere, al predicado,el imaginario mismo, y veremosqu regularidadesdeempleo presen-ta desdeel punto de vista de sus in-vestimientos semnticos. De qu elimaginario es nombre?, como diraAlan Badiou (2007: 160). Segn pare-ce, de dos realidades semiticamente
biendistintas. Si setoma por criterio eltipo deconfiguracinquerecubreesapalabra, el corpussedivide, enefecto,
demodo casi igual, en dos clases deocurrencias. En una, designa ciertamanera deconfigurar el sentido; enlaotra, casi sucontrario. Desdeesepun-to devista, el lexema imaginario seasemeja mucho a eso queenlingsti-ca rabesellama unaddad (Greimas1966: 58 [1971: 88]; Cohen1961).
El imaginario Iq
Ante todo, enungrannmero deca-sos, lo que se llama el imaginariose presenta como una suertedegrancajnenel queseencuentranalmace-nadaslascosasmsheterclitas, cosasque todo el mundo conoce y que, noperteneciendo propiamente a nadie,
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sonbienesdetodo el mundo: unpa-trimonio comn. La expresintipo esEnel imaginario deS, se encuentraO:
En el imaginario francs, se encuen-tranel General de Gaulle y FranoisMierrand []. Su aura trasciendelos hitos []. Franois Mierrandperteneceal patrimonio comn (F.-X.Bourmaud, Le Figaro, 11 deoctubredel2010: 2).
Pero se encuentran tambin O1,O2 On, es decir, por ejemplo, paraatenernosa lo queantesevocbamos,la guerra, el sexo, la poltica, elviaje. Y tuiquanti:
En el imaginario colectivo, las palo-massonindisociablesdelAir du TempsdeNina Ricci (C. Briard, Les Echos, 8-9deoctubredel 2010: 15).
[] hem
os
apren
dido con
Dolto que
nuestro infante es una persona. Ennuestro imaginario, est, por consi-guiente, a la vez pequeo, en creci-miento, y ya grande(P. Serk, Le Figaro,20 deseptiembredel 2010: 12).
Dado queno pueden, a decir ver-dad, ser contenidos en el receptcu-lo del imaginario ni las cosas ni laspersonas ni los hechosmismos con-siderados componentes de dicho pa-
trim
on
ios
in
o a lom
s
su
im
agen
,en
cuanto continente se parecemenos auncajndetesorosquea unlbumdeimgenes, algunasfijas, la mayor par-te animadas como pequeos vdeosmentales. Lo quecontieneesa video-teca virtual es, por consiguiente, un
patrimonio icnico. Ah semezclan, en-treotras, siluetasdegentesclebresyevocacionesdeescenasmemorables:
En Francia, el filsofo es una figurafamiliar. Nuestro imaginario colecti-vo asocia cada pensador a una obraterica, pero sobre todo a una pre-sencia encarnada [] el cuello vueltode Michel Foucault, los pantalonesradosdeGillesDeleuze, lossacosde
terciopelo rayado de JacquesDerridao los trajes de lana de Claude Lefort[]. Tantas imgenes que nutren lasbiografasdelosgrandesnombresdela filosofa (J. Birnbaum, Le Monde deslivres, 8 deoctubredel 2010: 1).
El 4 deagosto de1789, primera delasgrandes veladas [] noche que viola desaparicindel Antiguo Rgimen[], una de las escenas fundadorassobrelascualesseconstruy la identi-
dad de
Fran
cia []. Momen
to in
au
ditoque todava impregna profundamen-te el imaginario poltico francs (J.Gautheret, Le Monde, 4 de agosto del2009: 12).
Coleccin de figuras, de cuadros,deescenariosfamiliaresa disposicinde todos en el interior de un gruposocial mso menosextenso, suertedemuseo imaginario, pero mseclc-tico y msdinmico queel deAndr
Malraux, el imaginario as concebi-do es, enel fondo, semiticamenteha-blando, el componentefigurativodeunacultura. Sucede, por lo dems, quelos dos trminos parecen conmuta-
bles, como si el primero no fueseotracosa queel dobledel segundo:
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[] se trata de sacar a luz lasmuta-ciones que afectarn la cultura [o elimaginario?] de la guerra, es decir, ellugar queocupa enel imaginario [oen la cultura?]de los contemporneos(A. Lilti, Le Monde des livres, 8 deoctu-bredel 2010: 7).
La estetizacin de la naturaleza []dependede los accidentesdel imagi-nario colectivo [o de los caprichos de la
cultura?] []. El paisaje: ununiversomediatizado por palabrasy por im-genes, interpretado por medio de ar-quetipos[o por arquetipos del imagina-rio?] (R. Debray, Le Monde des livres, 19demayo de1995: IX);
o al menossuparasinnimo:
Los BandidosdeSchiller y todo el ima-ginario romntico hacen del hombremarginado la encarnacin trgica dela rebelda individual. De esa cultu-
ra [o de ese imaginario?] del crimen,el manuscrito deT. Gueulleeofreceunbello ejemplo (D. Kalifa, Libration-Livres, 16 desetiembredel 2010: VII).
La tauromaquia forma partedela cul-tura [o del imaginario?] quemeanima[]; cuando los toros me vienen alespritu [], el imaginario y un cier-to artedevivir mevienenal espritu(F. Marmande, citando al ministrodeAgricultura, Le Monde, 8 junio del
2001: 29).
Por consiguiente, a esa forma deimaginario convenimosenllamarla elimaginario-cultura,Iq.
Para que los tems que contienesean fcilmentememorizablesy pue-danservir dereferenciasreconocibles
y utilizablespor grannmero deper-sonas, es preciso que estn a la veznetamentedibujados, suficientementesimples en su forma y estables en eltiempo. El gnero deimgenesquetie-nensu lugar enel imaginario colec-tivo en cuanto patrimonio colectivose precisa entonces: son otros tantosclichs.
Cuando esosclichsseconstituyenenmacrounidadesfigurativasbastan-tefijadaspara poder migrar talescua-les, enbloque, enrelatosdiferentes(ala manera de eso que los folcloristasllaman motivos) (Greimas-Courts1979: 238-239), sehabla confrecuencia,msprecisamente, deimaginera:
Espartaco: Sangre y Arena [] en-sima saga del hroe hecho en laAntigedad []. La representacindelos combates de gladiadores corres-pondea una imaginera fantasmticaheredada delosltimossiglos. Esunproducto formateado del quela ideo-loga nativa e imaginera exhibicio-nista darnbuena conciencia a todoslosque, desdela Revolucinfrancesa,hanrefaccionado la Roma antigua a lavoluntad desusfantasmas(Cl. Aziza,Libration, 18 deoctubredel 2010: 33).
Banderas y corderos. Gritos de gue-rra y balidos. El fin del espectculo,
Seguirn mil aos de calma desafa laimaginera bblica depaz (R. Boisseau,Le Monde, 7 deoctubredel 2010: 23).
El universo de Lynch se declina envarios registros culturales, lo que lohace asimilable por todos los van-guardistas prescriptores, desde los
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partidarios [] del fetichismo debuen tono [] hasta los apasionadosdela imaginera teen-popregresiva (D.Vezygrolou, Libration, 15 de octubredel 2010: 30).
En cuanto repertorio de clichs yde motivos, el imaginario-cultura esun continente de dimensin infinita-menteextensibley cuyasparedespo-rosas estn hechas para permitir de
tiempo en tiempo la entrada decual-quier figura nueva:
El socilogo Jean-LouisFabiani anali-za el lugar singular del filsofo enelimaginario colectivo de los franceses[]. Podemosfijar la fecha del naci-miento deesehroeenel imaginariofrancs? (J. Birnbaum, Le monde des li-vres, 8 deoctubredel 2010: 8).
En su poca, Jean-Paul Belmondoe
raun
arque
tipomu
ynue
voen
e
limaginario. Unhombre jovenbastan-tevillano, conuna nariz rota, pero unicono dela Nueva Ola (O. Delcroix, LeFigaro, 16-17 deoctubredel 2010: 30).
El corpus no dice nada sobre lascondiciones de acogida de un ar-quetipo indito. El recin llegadoseaadesimplementea lasfigurasyaemplazadas? No ser que expulsa auna deellaspara sustituirla? O bien
suintegracinentraa una reestructu-racindel conjunto? Si la cuestindeuna historia del imaginario-cultura,o al menos (mucho ms restrictiva-mente) detal o cual desuselementosconsiderado aisladamente, espor con-siguiente planteada, nada en cambioespensado acerca desuorganizacin
eventual encuanto conjunto estructu-rado. Tommoslo, pues, tambinnoso-trospor lo queel estado actual delosconocimientospareceser, a saber, unacoleccinno ordenada de referenciaspuntuales; an si cada una de ellaspuede conducir a todas las dems,como enundiccionario de la lengua,o enuna enciclopedia.
Pero cabe oponer los dos tipos de
inventarios: si un diccionario defineel sentido delaspalabrasy si una en-ciclopedia explica el contenido de lasnocionespropiasdeunestado de lasciencias, delasartesy delastcnicas,el imaginario, por suparte, no dicelaverdad delascosas, aunquelo preten-da. Y no puede decirla dado que lasverdades que enuncia son relativasa simulacros que l mismo instituyecomo untrozo deimaginario:
El Sur parece ser una regin de losEstadosUnidos. Se trata deun trozodeimaginario, deuna comarca hechadepalabras. Sus constructoresse lla-manFaulkner, Capote, McCullers (E.Neuhoff, Le Figaro lieraire, 28 deoctu-bredel 2010: 4).
Eso resulta particularmentedeunn-mero apreciable de ocurrencias, don-deel imaginario tal como acaba deser
descrito el imaginario-cultura esevocado en cuanto tejido de prejui-cios consolidados al hilo del tiempo,de certezaspuramente imaginarias(el trmino es tomado esta vez comoadjetivo), por consiguiente, falaces ytanto msperniciosascuanto quesonampliamentecompartidas:
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Qu esunnmada? []. Al hilo delossiglos, entorno a figurasde la erran-cia, el imaginario europeo ha multi-plicado lostemores[]. Aquel quenohace ms que pasar, con seguridadqueesunmalhechor. Qu hacer conesosprejuicios? (R.-P. Droit, Les Echos,15 desetiembredel 2010: 17).
En todosestos casos, el imagina-rio el imaginario-cultura se pre-
senta como una instancia propiamentesociosemitica, como una institucindifusa a cargo del universo desentidosocialmente aceptado, de su gestin,desu formato y desu propagacincomo sentido comn. Y el imaginarioesel nombre deesa institucin, o deesa instancia. Por todasesascaracte-rsticas, seoponea otra configuracinsemitica quesera msbienfigura deuna instancia antiinstitucional por ex-
celencia, aunquel leva el mismo nom-bredeimaginario.
El imaginario Ii
Hay, por consiguiente, un imaginarionmero dos. Para marcar bien su di-ferencia enrelacinconel imaginario-cultura, Iq, lo bautizaremos imagina-rio-imaginacin, Ii.
Deesemodo, imaginacin viene
a ocupar el lugar de cultura: susti-tucinciertamentealgo extraa, peroque impone el anlisis del corpus.Mientrasqueel imaginario era asimi-lado a eso quehemosllamado el com-ponentefigurativo deuna cultura, laimaginacin no poda encontrar ah
ningn lugar. Por definicin, puestoque un repertorio que contiene todolo quehay quesaber y todo lo queessuficientecreer para vivir bienno pideotra cosa quela memoria. Al promoverla reproduccinde lo mismo la reci-tacinenel discurso, la repeticinenlasprcticas, el repertorio, el ayuda-memoria, el memento asfixian todaveleidad de invencin y hacen de la
imaginacin una facultad superfluadel espritu, y hasta potencialmentepeligrosa. En consecuencia, la imagi-nacin no tena ninguna razn paraaparecer enIq. Ii, al contrario, reagru-pa ocurrenciasquela acogen, la solici-tan, la estimulan, quehacendeella lafuerza misma deotra forma del ima-ginario:
Andersenda rienda suelta a sufanta-sa []. Esa mezcla degnerosy cier-ta libertad abren el imaginario [].Hay que reivindicar un teatro de laimaginacin, del sueo (G. David, LaTerrase, octubredel 2010: 19).
Eso nos puede llevar lejos. Hastaun burlesco descuajeringado y ms-tico (F. Dumonet, Le Monde des li-vres, 23 de setiembre del 2010: 5).Probablementecualquier cosa deestegnero eslo queseencuentra enel l-
tim
o libro de
Pas
cal Jardin
pues
to que
esa novela que, al parecer, sededicaa reencantar cada da lo cotidiano,haceestallar a loscontadoresdel ima-ginario (P. Vavasseur, Le Parisien, 26deoctubredel 2010: 37). O enlamsicadeKarl Jannuska, celebridad del jazz
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cuya improvisada ejecucinhacequelos oyentes se abran a maravillososimaginarios (S. Siclier, Le Monde, 23dejulio del 2010: 15).
En verdad, cuando una palabravale sobre todo por su halo demis-terio no conviene exigir demasiadaprecisin. Tratemos, no obstante, deabordar esa cosa extraa conla quesehace estallar a los contadores y de
comprender conexactitud qu tienende maravilloso esos imaginarios (enplural) a loscualesseabrenlosoyen-tes. Contal dequesea posibledesci-frar semejantejerigonza, parecequesetrata, denuevo, dedoscosas.
Primeramente, de una suerte deayudante, de fuerza vital, de poten-cial energtico salvador: Jean Genetconvoca el imaginario como until desupervivencia (G. David, La Terrasse,octubredel 2010: 25).
Mientrasquela configuracinpre-cedentedel imaginario esuna heren-cia intelectual petrificada en cuantosaber (o creer), el imaginario aquconvocado ha devenido, como ennumerosasotrasocurrencias, una fun-cindinmica y msprecisamenteun
poder liberador y creador. El imagina-rio-cultura otorga unsaber-vivir, deor-
den
s
ocial,e
l im
agin
ario-im
agin
acin
un poder-vivir, de orden existencial.Lo queimplica que, al mismo tiempoquela funcin, losdosfuntivos, S y O,cambiantambin.
Formado deunconjunto declichsdestinados a servir de referencias, elimaginario-cultura era por naturaleza
el biendeuna comunidad, deunsuje-to colectivo: Iqso. El imaginario-imagi-nacinessiemprerelativo a unsujetoindividuado: Iio.
No se trata ya del imaginario decualquier cosa, deunobjeto particu-lar y definido unasvecesesto, otrasvecesaquello (la poltica, la guerra, et-ctera) como suceda enel caso ante-rior, sino deunImaginario in absoluto:no sinobjeto sino queel objeto, , nonecesita ser especificado, ya que, comopura facultad, el imaginario est lla-mado a transfigurar todaslascosas.
Abreviando, de un lado, Iqso; deotro, Ii.
Esta nueva funcin, que tiene porconsecuencia la apariencia de la in-transitividad, interviene a la maneradeuna potencia a la vez generadora
de
sen
tido y re
gene
radora de
l Su
je
-to: Creo queel imaginario nosauto-crea sin cesar (F. Dumontet, citandola novela de Vincent Ravalec, art.cit.,Le Monde des livres, 23 desetiembredel2010: 5).
Dedndeprovienesemejantepo-tencia? El corpus indica dos orgenesposibles. Algunasveces, pareceprove-nir deuna instancia trascendente (entrminos de gramtica narrativa, de
un Destinador) queel sujeto con-voca y que la otorga generosamen-te, como una gracia. Otras veces, esamisma potencia parece, al contrario,tener sufuenteenalgnlugar dentrodel mismo Sujeto, puesto quegraciasa ella, senosdice, el sujeto se auto-crea, reflexivamente. Se trata, pues,
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enestecaso, deuna competencia (delorden del poder-hacer) que posee poradelantado y queseencuentra enesta-do virtual. Para queseactualice, hacefalta queel sujeto ponga lo suyo conunesfuerzounesfuerzo deimagina-cin quedependede la conciencia,por tanto, puramenteinterior. Pero,al mismo tiempo, tambinconuntra-bajo. Porqueest bienquela imagina-
cin incida sobrecualquier cosa, peroesa cualquier cosa, enla ocurrencia he-cha deimgeneso defiguras, no puedellegar al sujeto msquedel exterior, dela cultura que lo rodea, dicho deotromodo, de Iq. Se comprende por esoquesi la competencia encuestinno esextrada del patrimonio socializado,institucionalizado, como ocurra ante-riormente, su ejercicio lo presupone,a la vez porqueesaquello con lo que
la imaginacinenacto permitequeelsujeto seemancipey porqueesalgo ascomo el zcalo, a partir del cual elabo-ra suspropiasimgenes.
Al mismo tiempo queuna fuerzainterior dispuesta a trabajar, o queunagracia quecaedel cielo, imaginariosirvetambin, enesetipo decontexto,para designar el producto la configu-racin queseobtienesi uno da rien-da suelta a la fantasa, a saber, otromundo:
El escritor rechaza los lmites de loposible. Suimaginario [Ii, como poder]hace variar las situaciones al infini-
to []. Ese poder de anticipacinnoconciernenicamenteal gnero delaciencia ficcin. Todo relato disea loscontornosdeotro mundo [Ii como con-figuracin] (J. Birnbaum, Le Monde deslivres, 1 deoctubredel 2010: 4).
Desdeel punto devista semitico,esemundo, por msquesea otro, eincluso, si sequiere, el msdesarticu-lado que se pueda concebir, no tiene
sinembargo nada demstico. Nada,en todo caso, de excesivamentemis-terioso. Es simplemente otro nivel derealidad construido, tambin, por dis-cursos, verbales o en imgenes. Peroes, evidentemente, unnivel diferente,encuanto a sucontenido, del quedi-seanlosestereotiposdel imaginario-cultura. Dicho de otro modo, lo quedistingueunmundo del otro no sedebea una diferencia deordenonto-
lgico de tal modo queuno reflejaralo real mientrasqueel otro seeximi-ra dehacerlo. Losdosimaginarios, Ii,tanto como Iq, sonsistemas de discursosquecumplenla misma funcinsemi-tica consistenteenconstruir el mundocomo universo significante. En con-secuencia, la disparidad de estatutoconcernientea lasconfiguracionesqueinstalanno se basa enuna diferenciaque afecte su relacin con las cosas
mismas, consideradascomo datos. Esnicamenteel resultado delasrelacio-nes que se tejen entre ellas en cuantosistemasdediscurso.2
2 Raznpor la cual, decir queel imaginario resideenlo real no nospareceni muy escla-recedor, ni essuficienteaadir quevemoslo real a travsdel (M. Butor).
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Uno deellos, Ii, ignora los clichs,desinfla los lugares comunes, despre-cia lasverosimilitudesqueel otro sos-tiene, instaurando, por lo mismo, unotro real dondelo queapareca pre-cedentemente como los lmites de loposible seencuentra rechazado, so-
brepasado: el imaginario-imaginacines, ensu contenido, lo inimaginadomejor, lo inimaginabledel imaginario-
cultura. Por eso el universo desentidoconstruido segnIitienerazonesparapasar por sorprendente: por su ca-rcter transgresivo respecto deaquelloqueesvisto como la manera normalo simplementebanal dehacer signi-ficar el mundo quenosrodea. Tampo-co esnecesario andar buscando no sesabequ cualidad sui generiseinefablequelesera intrnseca y quehara delununiverso deotro orden. Basta con
quesalga delo ordinario.Por lo mismo, no sepuedeesperar
encontrar muchasocurrenciasdeIienlas pginas serias polticas, sociales,econmicas o financieras de nues-tros peridicos. Su lugar est esen-cialmenteen los textos literariosy enlos suplementos de espectculos: noesunimaginario para losgestoresdela sociedad. Para ellos, Iqesdesobrasuficiente (tanto como necesario). Ii
perteneceal grupo delosinsatisfechoscon el pensamiento nico, de losreinventoresdel mundo y deloscrea-doresen todos losgnerosmaestrosdepuesta enescena, escritores, saltim-
banquisy hasta malabaristas cuandotienenideas:
Yo estaba enel malabarismo concreto,he pasado al malabarismo abstracto[]. Esta creacinha comenzado conuna pequea idea. Con una hoja depapel. Se puede hacer soar a unahoja? Se la puede investir gestual-mentedeun imaginario? (F. Roussel,reportajeconocasindel 23. festival
de
circo, Libration, 25 de
octu
bre
de
l2010: 32).
Ms generalmente, este imagina-rio esel de todas las gentesun pocoal margen, un poco poetas, un pocoutopistas, el delossoadores, especieenvasdedesapariciny conrazn:cuidado conel celular!:
Esta maravilla tecnolgica amenazaal imaginario ocupando subrepticia-mente el lugar de los momentos deensueo propicios a la creacin [].No seaprendeya a estar solo y a so-ar (M. Laronche, Le Monde, 5-6 dese-tiembredel 2010: 21).
Dialctica del imaginario
Seve, pues, cmo searticulanuno conotro los dosuniversosen cuestin. Iqsostiene el discurso cannico y auto-denominado realista delascosasen-tendidas. Ii, impertinentepor naturale-za, inventa alegrementeotro universo,que, visto del lado opuesto, sobrepasaloslmites (dela sana razn).3
3 Para el lado alegredeesta dialctica, cf. Geninasca (2010).
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Entreesos dosuniversos, hay lu-gar a escoger? Uno tienela solidez delo verosmil msincrustado enloses-pritus; el otro, la ligereza irresponsa-
ble del fantasma quese asume comotal. Pero, en este punto, es precisorecordar aquello que deca Cyranode Bergerac: La luna, aseguraba, esunmundo como el nuestro, al queelnuestro lesirvedeLuna (Cyrano de
Bergerac, en Prvot 1998). Eso va enparalelo con la relacinentre los dosimaginarios, y ms precisamente en-trelosmundos losnivelesdereali-dad queellosinstalan: el fantaseadopor el imaginario-imaginacinesposi-tivamente, como la luna, unotro real,al queel real, quesepretendenicoconstruido y canonizado por el ima-ginario-cultura sirvedefantasma.
Es
, almen
os
, lo que
de
jaen
ten
de
run hombre responsable y serio (perotambin, es verdad, un poco escritorunpoco poeta a sushoras), el pre-sidenteValry Giscard dEstaing:
No estoy seguro, confiesa en unaentrevista, de que lo real sea nico.Pienso que el imaginario existe, queest al costado, que camina Y esteotro real tienela misma probabilidadqueel primero (F. Gorin, Telrama, 20
de
octu
bre
de
l 2010: 170).Deah a invertir lasprioridadesno
hay msqueunpaso:
El artista plstico libansWalid Raadinventa los archivos de su pas enguerra para construir una verdadexplosiva []. Unsueo dearenas, yotra realidad-ficcin, a la medida del
imaginario []. (H. Bellet, Le Monde,suplemento Festival de otoo, 11 dese-tiembredel 2010: 6).
Contrariamente al imaginario es-tandarizado, que recubre el mundocon sus estereotipos de pacotilla, elimaginario Ii, que camina al costa-do, revela una realidad otra, que,aunqueest reconocida como del or-dendela ficcin, esparadjicamen-tela quedicela verdad y lo queesms, una verdad explosiva. En elrunrnbienprogramado de la cultu-ra para el Sr. Todo-el-Mundo, la ima-ginacin produce accidentes felices yestalla.
Al mismo tiempo, hemosencontra-do eso quehaceestallar a loscontado-resdel imaginario Iq. EssimplementeIi. Esta metfora bizarra quehabamos
tom
ado prime
ro por gratu
ita y desnu
-da de sentido, se ve ahora que tienesu lgica. Se inscribeenel cuadro deuna dialctica dedosimaginarios, queconducehasta enel detallela eleccindeexpresionesy defigurasutilizablespara hablar deellos.
Seoponencomo el ordenseoponea lo renovado, y viceversa. Esas dosrealidadesperdn, esosdosimagina-rios interactan, enel nivel narrativo,
como loshroesdeuna confrontacinmultiformey espectacular fundada ensuantagonismo recproco:
Iqso versusIi
Unasvecesesel imaginario-cultu-ra el quehumilla al imaginario-imagi-nacin, buscando tenerlo encerrado en
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lmitesconvenidos; otras, al contrario,es el imaginario-imaginacin, fuerzadeliberacin, el quelucha por romperla argolla del imaginario-cultura:
Queunperiodista suministreal lectorlo queespera [segn Iq]meparecedra-mtico. Si lascrnicashacenemergerautores, obrasnuevas, esporqueas lopideel imaginario [Ii, como potencia re-
generadora](J. Savigneau, Le Monde, 28
deagosto del 2010: 16).
Olvidando la imaginera jesutica[fijada por Iq], el novelista FranoisSureauproponedesuhroe [Ignaciode Loyola] una imagen indita (S.Lapaque, Le Figaro lieraire, 14 deoctu-bredel 2010: 5).
La tarea crtica de la historia no con-sisteenconsolidar losestereotipospa-sados[de Iq] sino endeshacerlosa fin
dequeemerja un imaginario poltico[Ii, como universo otro, ms verdadero,por tanto, asombroso] enel presente(L- Jeanpierre, Le Monde des livres, 26dejunio del 2009: 8).
Pero esasrelacionesconflictivases-condenuna complicidad. Todo sucedecomo si el enfrentamiento se jugasesobreuna escena:
[] una escena teatral donde el dis-curso de la razn [segn Iq] y el delimaginario [Ii] vinieran a medirse eluno conel otro antesdeconstatar queestnunidospor un pacto secreto (J.Birnbaum, Le Monde des livres, 1 deoc-tubredel 2010: 4).
En cuanto universo figurativo, apartir dequmaterialesel imaginario-
cultura podra, enefecto, construirsesino a partir defigurasque, antesdequeno lashaya transformado eneste-reotipos, handebido comenzar por serproducciones vivas del imaginario-imaginacin?
Tal proceso de transformacinpuede ser asimilado a un reciclaje,pero supone, primeramente, opera-ciones deseleccin. El corpusnosda
a conocer la existencia, interesante aese respecto, deun Gran Premio delImaginario concedido cada ao porunjurado especial para recompensarlasobrasdeimaginacin (N. C. Ahl,Le Monde des livres, 30 dejulio del 2010:2). Ah tambinseencuentra mencio-nada la clebrecoleccindeGallimardEl Imaginario, especficamentealinea-da deacuerdo con las construccionesde la imaginacin (V. Roy, Le Monde
des livres, 23 desetiembredel 2010: 2).Esasdosinstitucionesdecarcter casioficial y de funcin enjuiciadora, es-pecializadasenla evaluacindeobrasliterarias, tienen por misin destacarentrelasquepertenecen, decerca o delejos, al gnero fantstico, lasdignasdefigurar enla biblioteca deunhom-
breculto (y puedeser, incluso, algnda, enlosprogramasdeenseanza dela granliteratura).
Coneso, cumplen, una y otra, a lavez, dosmisionesdeordenpblico. Enprimer lugar, esa coleccintanto comoese premio enriquecen el contenidodel imaginario-cultura e integran enl, selectivamente, nuevos elementosvenidos del imaginario-imaginacin:
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eseessu rol explcito. Pero al mismotiempo, por suselecciones, lasdosins-tituciones participan implcitamente(al lado deotrasencargadasigualmen-te de la gestin social de la cultu-ra) enla definicindeeso queeselimaginario desde el punto de vista de lacultura instituida. Y por esasinstitucio-nes, el imaginario es lo fantstico, a lavez enel sentido estricto del trmino,
como gnero narrativo particular, yenel sentido usual deextravagante,deextraordinario (respecto a lo ordi-nario de la realidad): el productooriginal, inesperado, asombroso, bi-zarro deuna imaginacinindividualy creativa, la cual se considera quese ejerce fuera de toda restriccin, alo Hoffmanno a lo Borges, por ejem-plo, por solo citar dos nombres quefiguranenel catlogo de la coleccin
Gallimard.La imagen del imaginario, tal
como es institucionalmente (casi ofi-cialmente) fijada en el imaginario-cul-tura, se reduce, entonces, a una solade las dos facetas que le habamosreconocido: la del imaginario-imagi-nacin, Ii. La otra la del Iq, no tienenada que ver. Dicho de otro modo,aunque lo propio del imaginario-cul-tura sea poder suministrar la imagen
aceptada decualquier cosa, hay, a pe-sar detodo, una cosa dela cual no daninguna imagen: de s misma. Y esono tiene nada de asombroso porqueundiscurso quesetoma por el discur-so de la razn y el de la normalidadescapa necesariamente a sus propiosojos y no tieneninguna razn (y sin
duda tampoco losmedios) de buscardistanciarse de s mismo para refle-
jarse ensupropia imagen.
El imaginario-cultura no dependemenos del imaginario-imaginacin,puesest en su origen y se alimentade l recontextualizando sus produc-tos, formatendolos, condicionndolosy, de todos modos, predigirindolos.Pero esa dependencia es, de hecho,
recproca si seadmiteque, ensentidoinverso, la imaginacin, la invenciny el gusto mismo deinventar seenra-zanenlo ya adquirido, enlo queestya instituido, con ello y contra ello.As, cada uno de losdos imaginariossuministra al otro la materia con laquetrabaja.
Y, sinembargo, no estna la par. IqeIino tienensemiticamenteelmismoestatuto. El imaginario enel sentido Iqes la totalidad de figuras de las queuna cultura disponepara representarel mundo. Ahora bien, en medio deesasfiguras se encuentra, particular-mente, entremil otras, el clich romn-tico del soador-creador-transgresorde lmites. Fando, con la ayuda deesesimulacro, la imagenconvencionaldel imaginario-imaginacin en acto,el imaginario-cultura marca, deciertamanera, suprimaca: esl, y no a la in-versa, quiendetermina la forma desuotro. Lo queplantea, al menos, doscuestiones.
De una parte, un dispositivo deesetipo esexclusivo del universo con-ceptual denuestra sociedad, o bienloreencontramos, idntico o bajo otras
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formas, enotroscontextos? Sinduda,la nocinmisma deimaginario, ascomo la articulacinentrelasdosfor-masqueleconocemos, sonproductossingulares de nuestra cultura o,si se quiere, denuestro imaginariocontemporneo. Pero habra quevol-ver a lasencuestascomparativasparaconfirmarlo.
De otra parte, se puede explicarsemiticamente(o sociosemiticamen-te) a qu necesidad responde ese en-gendramiento de un imaginario porotro? A primera vista, instituyendoensupropio seno una figura ambiva-lentequeasocia indisolublementea laidea de creatividad la de extravagancia,el imaginario-cultura disponedeunafigura palpabledesucontrario quelodispensa dejustificarse: leessuficien-te aparecer como el nico espacio de
valores seguros, queuna imaginacindesbocada no sabra, por construc-cin, asumir: lo positivo, lo slido,lo serio, lo realista, lo fiable, lorazonable.
Y esta convivencia entre un ima-ginario y el otro es tanto ms eficazcuanto provechosa desdelosdoslados.Porque, ensentido inverso, el prestigiode losprofesionalesdel imaginario Ii(losquerecibeno solamenteapuntanal Gran Premio) descansa, en unaparte esencial, en su propia disposi-cinpara endosar como una suertede
costumbreprt--porter la imagen delcreador inspirado, sinotra gua quesupropia inventiva, y, por eso mismo,consagrado a evolucionar al margendela comny sana razn.
As pues, en todos los planos, losdos imaginarios se presuponen mu-tuamente. Son los dos compadres deuna sola y misma estrategia:
Iqso Ii
Y al presuponersese interdefinen.Tal como, msgeneralmente, seinter-definen los dos regmenes de senti-do que, mirndolo bien, constituyenrespectivamente sus manifestacionesparticulares: un rgimen del sentidoprogramado, socializado, acantona-do en la repeticin de lo ya visto, yaconocido, ya dicho, frente a un rgi-men del advenimiento del sentidocomo accidente; el primero aplicado aestandarizar y a almacenar las inno-vacionessurgidas, bajo el modo delaexplosin en el marco del rgimenopuesto.4
Esas dos configuraciones que po-dran inicialmente parecer heterog-neas un imaginario lleno de im-genes [imaginaire imag], fijado,instituido, que forma casi sistema y
de
pen
de
de
un
a cien
cias
ocial, de
las
ideologas y de las representaciones,y un imaginario creador de imge-nes [imaginaire imageant] que ape-
4 A propsito delanocinderegmenesdesentido y sobresutipologa, cf. Landowski (2005).
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lara a una filosofa dela conciencia opor lo menos a una psicologa de losprocesos de creacin no son, pues,finalmente, dos objetos sin relacin,incomprensiblemente recubiertos porel mismo nombre. Forman estructu-ralmenteuna pareja cuyas relacionessonnecesariaseinteligibles.
Ante esa pareja, quin, en nues-trosdas, no tratara detomar partido
por Ii, dejuzgarlo msdefendible, mssimptico que Iq? Es sin embargoms consistente que el otro? o bienno se tratara simplementedesudo-
ble, invertido? Si Iqesla expresindelconformismo cultural deuna moder-nidad que ingenuamenteconfa en larazn(para quedar conFlaubert, a loHomais), sepodra pensar que Iinohiciera otra cosa quetraducir uncon-formismo al revs (a lo Griboulle)?,
propio dela post-modernidad: el deuna contracultura que, para desmar-carse del prt--penser, dedica todosuimaginario a aquello quela imagi-nacinpuede tener demsdelirante,de ms irracional, hasta el lmite(paradoja esperada) dehacer dela sin-raznla forma misma dela razn.
Imaginario es, pues, claramen-te, un addad: designa al mismo tiem-po una cosa y la cosa opuesta. O ms
bien, unasvecesuna, otrasvecesotra.Conmutable aqu con cultura, msall con imaginacin, deja a cargodel contexto la tarea dedesambiguar-lo. Y, dehecho, enla prctica, no existenunca granriesgo deengaarse. Pero
si enel uso corrientedecir imagina-rio equivale, prcticamente, desdeelpunto devista sintctico y semntico,a decir, segnloscasos, o biencultu-ra o bienimaginacin, por qu es-coger esetercer trmino? Qu aadeconrelacina losotrosdos?
A priori, se podra pensar que suambivalencia misma le confiere uncarcter intrnsecamente tensivo que,solo por l, bastara para justificar el fa-vor queseleotorga. Lamentablemente,todo el presenteanlisismuestra que,desdequeespuesto encontexto, cesadeser equvoco y pierdetodo eseca-rcter. Si suaura no sedebeni a la se-mntica ni a la sintaxis, espreciso quelevenga deotra parte, y esa no puedeser otra quesupragmtica.
De hecho, en primer lugar, ima-ginario, vocablo ms raro, ms re-
buscado que los otros dos, es para-djicamentems sapiencial que ellosaunquetambinmsconfuso. Esunapalabra que, independientemente delo quepueda, dado el caso, querer de-cir desorprendente enunenuncia-do dado, espropicia en toda circuns-tancia para asombrar por susimpleenunciacin. Por s solo, su empleoda testimonio de la alta competenciade aquel que lo usa. Porque nuestroimaginario, a no ser queno perte-nezca a nuestra cultura, nos indicaquequiendiceimaginario tienefor-zosamente, a falta demucha imagina-cin, al menosuna amplia Cultura.
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misma ocasin, al antroplogo, de lamanera siguiente, encinco columnas:
Unao despusdesudesaparicin,homenaje
A ClaudeLvi-Strauss,matemtico delo imaginario
(Le Monde, 15 deoctubredel 2010: 15)
Matemtico de lo imagina-rio. La frmula, sin ninguna duda,ha sido maduramentepensada por losservicios de marketing del editor (enla ocurrencia losdeLe Monde; el libroformaba partedesusfuera deserie apreciomdico, deventa ensuquioscodeperidicos). Y sevebiena quinsedirige: a aquellos, probablemente nu-
merosos, que lo leern naturalmentecomo unoxmoron.
Porque, para volver a nuestro tur-no a la frmula consagrada, hay, ennuestro imaginario (el imaginarioq), a la vez un imaginario de las mate-mticas, que imagina lasmatemticascomo el dominio deunrigor puro queexcluye por completo la fantasa, elsueo, la invencin, la imaginacin,y, como venimos denotarlo, un ima-
ginario de lo imaginarioque, enel poloopuesto, imagina lo imaginario comoel dominio mismo de la fantasa, delsueo, dela invencin, deuna imagi-nacinqueignora lasleyesdela razn.Lvi-Strausshabra, pues, realizado la
Y, ensegundo lugar, a diferencia desusdosparasinnimos, quepor com-paracindicenbastantebanalmenteloquequierendecir y nada ms, per-mite, encambio, por suvertientealusi-va, establecer una forma decomplici-dad conel enunciatario, lector o, enlaconversacin, conel interlocutor. Poreso, debe, si esposible, ser pronuncia-do conuntono gravey unairedeen-
terado: El imaginario s, el i-ma-gi-na-rio, usted velo quequiero decir.Habra queser verdaderamentepalur-do para confesar queno, queusted nove, completamentenecio para pedirprecisiones: el logosdel imaginario esuna comedia delenguajequeseinter-preta siempreentredosy conjactanciapor ambaspartes.
Ninguno deesos aspectosnospa-recesuficientepara hacer deella una
palabra particularmente elegida paraservir demetatrmino enuna teora.
Pars construens
Cmo pasar despusdeeso a la par-te constructiva sin dar la impresinde que cambiamos sbitamente deopinin? Reconstructiva sera msapropiado Tambin en eso, confia-
mosantetodo enel corpus.Enotoo del 2010, unanuncio pu-
blicitario aparecido en Le Monde almomento del lanzamiento deunlibrotitulado Claude Lvi-Strauss. Lesprit desmythes, presentaba esa obra, y, en la
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proeza de matematizar lo menosmatematizable quepuedehaber, dereducir losrodeosy saltosdeunpen-samiento irracional al recto caminodela Razn.
Como esa presentacin desfigu-ra tanto lasmatemticas que, comotodo el mundo sabe, no excluyen enabsoluto la imaginacin cuanto elimaginario, queno se reduce al ejer-
cicio fantasioso de la imaginacin, secomprendequeno setrata ah, bastan-tedemaggicamente por partedeungranperidico, msquedesorpren-der a aquellos a los que Greimas, enla introduccina suestudio delasmi-tologas lituanas, llamaba desdeosa-mentelosaficionadosa la mitologa(Greimas1985: 11): aquellosprisione-rosdela rejilla delectura Iq/Ii, quere-ducenel imaginario a la imaginacinms abracadabrante y, aplicando esarejilla a la lectura del pensamientosalvaje, tomanlosseresmticosporcriaturas fantasiosas del imaginariohumano y losmitosmismospor pro-ductos, sinpiesni cabeza, dela imagi-nacin (Greimas1985: 12).
Por cierto, ni Greimas ni inclusoLvi-Strausshanmatematizado nada.Lo queuno y otro hanlogrado esdarcuenta en trminos positivos, expl-citos, racionales y rigurosos (por nodecir cientficos), de produccioneshumanascuyo carcter a primera vistadescuajeringado valetanto como laselucubraciones de todas las vanguar-diasactuales, si esqueno lassuperan.Partiendo del postulado dequeni los
relatosmitolgicosni losdiosesy losotros seres extraos que los pueblansonsimplesinvencionesdeuna ima-ginacindesbocada, sehandedicadoa despejar la forma de racionalidadquelesessubyacentey quecomandasuorganizacin.
Semejantetarea solo tienesentido acondicindesuponer quela actividaddel esprituhumano no sereduceni aconvocar los elementos dispersos deinventariosdefiguraspreconstruidas,ni, en el polo opuesto, a crear piezapor pieza figuras de fantasa despro-vistasdetoda relacinentres. Encon-secuencia, si por alguna desconocidarazn, un semitico (o un antroplo-go) debiera absolutamente tratar dedescribir el imaginario deuna socie-dad, deuna obra, o decualquier otracosa (a no ser el suyo o el desuteora),no selimitara a poner derelieveunoa uno (tarea sinfiny ademssinjusti-ficacin) lostemsconstitutivosdeunrepertorio defiguras asimilable a unimaginario-cultura, ni a localizar y co-leccionar extravaganciasy bizarrerasinimaginables, contentndose conatribuirlas al imaginario-imaginacin.Sera exactamente lo contrario: se in-teresara no por las figuras tomadasuna a una sino por susrelaciones, nopor surelacinconalguna realidadquesesuponeunvoca y quesueleto-marsecomo criterio deevaluacindelgrado deracionalidad o deirracionali-dad delasconstruccionesdel espritu;sino por lasrelacionesinternasquelasuneny por la manera como esasrela-
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existencia y surelacinconel mundo.Decir queponiendo enevidencia talesprincipiossedescribeel imaginarioo, por qu no, la cultura? delosgrupossocialesconsideradossera sinduda mschic (a condicindereducirel imaginario al imaginario-cultu-ra). Pero, a nuestro parecer, enel fon-do no aadira nada, a no ser unpocodeconfusin.
El otro tipo decontribucinesmsambicioso y msnecesario en la me-dida en que da verdadera respuestasemitica a la construccinmitificantey mistificantedel imaginario-imagina-cin por el imaginario-cultura. Sobreeste punto, paralelamente a los tra-
bajos bien conocidos de Lvi-Strausssobre la lgica concreta subyacenteal pensamiento mtico, son esencial-mentelaspropuestasdeGreimasy de
Geninasca lasque, ensemitica, indi-canla va:
[] ni los dioses ni los otros seresmticos son criaturas fantasiosas delimaginario: sonmediosfigurativosquepermitenhablar del hombre, del mun-do y del ordencsmico (Greimas1985:12; subrayado nuestro).
El uso potico del lenguaje imponeesta verdad, tan evidente en el mitocomo enel sueo, que lasfigurasdelmundo son instrumentos del pensa-miento []. Sonel producto visibledeoperacionessubyacentesquetraducenlamanera como un sujeto competenteseagencia objetospara pensar y paramanipular (Geninasca 1981: 10; subra-yado nuestro).
cioneshacensentido por s mismas: enpocaspalabras, seesforzara por cap-tar la lgica que, articulando en pro-fundidad todossuselementos, produ-ceuna visindel mundo quetienesucoherencia y suraznpropias.
Enrealidad no estodo eso lo queprecisamenteunosy otrosya estamoshaciendo? Deeso dan testimonio dostiposdeestudios.
En primer lugar, aquellos, mo-destamente delimitados, que tienenpor meta analizar la manera como seconstituye y funciona en el interiordeununiverso de discurso determi-nado una nocin o una figura parti-cular cuya significacin uno quisieracomprender. Cmo, por ejemplo, eldiscurso de los medios construye lafigura dela opininpblicay qu rol leatribuyeenel relato dela vida polti-ca? O bien, cmo la nocindegenera-cin, acompaada defigurasrodeadasdeimgenesqueleestnasociadas(lageneracin de antes de la guerra,la generacin pos-68, etctera) sir-ven para la estructuracin y para lasestrategiasdel discurso social? O aun,culessonlosvaloresy lasrepresen-tacionesdela vida cotidiana a loscua-les remite la puesta enescena, por eldiscurso en imagen de la publicidad,del consumo deuna bebida como lacerveza? (Landowski 1989, 2004). Esegnero deestudiosmonogrficosper-mite extraer principios de organiza-cindel pensamiento quehaceninteli-giblelamanera como una colectividadconceptualiza y figurativiza supropia
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En los trabajos deesos autoresnosetrata tanto, enefecto, deexplorar unrincn u otro del imaginario-culturacomo de dar cuenta, semiticamente,de esas operaciones subyacentesque jueganconmotivosfigurativosa findeasegurar la inteligibilidad deltipo de producciones de carcter mi-tolgico o potico queel imaginario-cultura atribuye al imaginario-imagi-
nacin. En ese caso, aqu tenemos loque podemos llamar una semiticadel imaginario! Et in Semiotica Ima-
ginarium! Y por qu no, en efecto?Excepto que para que esa etiquetatenga algnsentido, sera preciso dara la palabra imaginario una signifi-cacincompletamenteajena a losusosqueprevalecenhoy, como hemosvistoa lo largo deesteensayo.
Eso supondra que fuera acepta-
da la idea de un imaginario nmerotres, concebido ya no sustancialmente(como depsito memorial o como po-tencia errtica), sino como unespaciopuramente terico: el de las opera-ciones semiticas que condicionan laproducciny la captacindel sentidofigurativo. Lo queequivalea decir queun espacio semejante se confundiraprcticamente con el objeto mismoque la semitica, en su conjunto, eli-
geapostando a la posibilidad deunagramtica de la significacin. Hablarde una semitica del imaginarioequivaldra, en consecuencia, a usaruna expresin no menos tautolgica
queaquella, tanenboga, desemiti-ca dela cultura. Como esegnero deetiquetasentraa, enel fondo, segncreemos, msmalentendidosqueven-tajas, ensuperficie, nosotroscontinua-remosdejndolo delado.
ANEXO
De
qu
in
de
qu
Juego desociedad
Sobreuna hoja demedidas 21 29,7(papel canson), trazar tres colum-nas: a la izquierda, la columna de losObjetos; al centro, la columna de losSujetos; a la derecha, la columna delasDescripciones.
El partido sejuega en400 tiempos.No hay lmiteal nmero dejugadores.
El primer jugador escribeel nombredeunobjeto desueleccinen la colum-na deObjetoso, si prefiere, el nombredeunsujeto enla columna deSujetos,luego, encada una de lasdos colum-nas, subrayauntrmino desueleccin.
El jugador siguientedescribeel Ob-jeto cuyo nombreacaba deser subra-yado, tal como sepresenta enel imagi-nario del Sujeto cuyo nombreacaba deser subrayado.
La descripcin es sometida inme-diatamentea la evaluacindelosotros
jugadores con un espritu imparcialy segn criterios rigurosamenteobjetivos.
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A qu se refiere la palabra imaginario?
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ser evaluada escribe, a suvez, el nom-bre deun objeto desueleccinen lacolumna de Objetos o, si prefiere, elnombredeunsujeto enla columna deSujetos; luego, encada una delasdoscolumnas, subraya un trmino de sueleccin.
Y as contina.
Ejemplo:
descripciones que dan prueba decultura: valor = 1 punto;
descripciones que dan prueba deimaginacin: valor = 100 puntos.
No est permitido recurrir a unaenciclopedia.
Antesdepasar al tiempo siguiente,el jugador cuya descripcin acaba de
Columna
de los objetos
O
Columna
de los sujetos
S
Descripcin
De Oen el imaginario de S
Est (n)
el paraso
usted
los Esquimales
el crimen
las vacaciones
Vargas Llosa
los elefantes
el deporte
los masones
la selva
los estudiantes
O. Humala
todo lo que
se quiere
En el imaginario
de los carceleros
de la clase obrera
del centro-izquierda
de los mutilados
de la novela negra
de los nmadas
de Borges
del gato
del presidente
de los esquimales
de todo el mundo
de los presos
de los obreros
de los mdicos
de los barrenderos
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Traduccin: scar Quezada Macchiavello
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