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cin de sujeto, en el doble sentido de que es all inaugural y de que la ciencia la re-
fuerza ms y ms.
Koyr es aqu nuestro gua y es sabido que se le conoce todava mal.
As pues, no he dada ahora el p aso que se r efiere a la vocacin de c iencia del
psicoanlisis. P ero p udo ob servarse que tom c omo h ilo conductor el a o pasado
cierto momento del sujeto que considero como un correlato esencial de la ciencia:
un momento histricamente definido del que tal vez nos queda por saber si es es-
trictamente repetible en la experiencia, aquel que Descartes inaugura y que se lla-
ma el cogito.
Este correlato, c omo m omento, es e l desfiladero de un rechazo de t odo saber,
pero por ello pretende fundar para el sujeto cierta atadura en el ser, que para noso-
tros constituye el sujeto de la ciencia, en su definicin, trmino que debe tomarseen el sentido de puerta estrecha.
Ese hilo no nos gui en vano, p uesto que nos llev a formular al f inal del ao
nuestra divisin experimentada del sujeto, como divisin entre el salir y la verdad,
acompandola de un modelo topolgico, la banda de Moebius que da a entender
que no es d e una distincin d e origen de donde debe provenir la d ivisin en q ue
esos dos trminos vienen a converger.
Quien confe en cuanto a F reud en la tcnica de lectura que he t enido que im-
poner cuando se trataba simplemente de volver a colocar cada uno de sus trminosen su sincrona, sabr remontar desde la Ichspaltung sobre la cual la muerte abate
su mano, hasta los artculos sobre el f etichismo (de 1927) y s obre la prdida de l a
realidad (de 1924), para comprobar en ellos que el r etoque doctrinal llamado de la
segunda tpica no introduce bajo los trminos del Ich, del berich, incluso del Es
ninguna c ertificacin d e a paratos, s ino u na v uelta a l a ex periencia s egn u na
dialctica que se define del mejor modo como lo que el estructuralismo ahora per-
mite el aborar l gicamente: a saber el s ujeto, y el sujeto t omado en u na d ivisin
constituyente.
Despus de lo cual el principio de realidad pierde la discordancia que lo marcar-
a en Freud si debiese, por una yuxtaposicin de textos, dividirse entre una nocin
de la realidad que incluye a la realidad psquica y otra que hace de ella el correlato
del sistema percepcin conciencia.
Debe ser ledo tal como l se designa de hecho: a saber la lnea de experiencia
que el sujeto de la ciencia sanciona.
Y basta pensar en ello para que inmediatamente tomen su campo esas reflexio-
nes que suelen vedarse por demasiado evidentes. Por ejemplo: que es impensable
que e l p sicoanlisis como prctica, que el i nconsciente, e l d e Freud, como d escu-
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brimiento, hubiesen tenido lugar antes del nacimiento, en el siglo que ha sido lla-
mado el siglo del genio, el XVII, de la ciencia, tomando esto en el sentido absoluto
indicado hace un momento, sentido que no borra sin duda lo que se ha instituido
bajo este mismo nombre anteriormente, pero que ms que encontrar all su arcas-mo, tira del hilo hacia s de una manera que muestra mejor su diferencia respecto
de cualquier otro.
Una cosa es segura: si el sujeto esta efectivamente all, en el nudo de la diferen-
cia, toda referencia humanista se hace superflua, puesto que es a ella a la que le cie-
rra el camino.
No apuntamos, al decir esto del psicoanlisis y del descubrimiento de Freud, a
ese accidente de que sea porque sus pacientes vinieron a l en nombre de la ciencia
y del prestigio que confiere a f ines del s iglo XIX a sus servidores, incluso de gradoinferior, por lo que Freud logr fundar el psicoanlisis, descubriendo el inconscien-
te.
Decimos, contrariamente a lo que suele bordarse sobre una pretendida ruptura
de Freud con el cientifismo de su tiempo, que es ese cientifismo mismo, si se tiene a
bien designarlo en su fidelidad a los ideales de un Brcke, a su vez transmitidos del
pacto al que un Helmholtz y un Du B ois-Reymond se haban consagrado de h acer
entrar a la fisiologa y a las funciones del pensamiento consideradas como incluidas
en ella en los trminos matemticamente determinados de la termodinmica ligada
a su casi acabamiento en su tiempo, el que condujo a Freud, como sus escritos nos
lo demuestran, a abrir la va que lleva para siempre su nombre.
Decimos que esa va no se desprendi nunca de los ideales de ese cientifismo, ya
que as lo llaman, y que la marca de l que la seala no es contingente sino que si-
gue sindole esencial.
Que es por esa marca por la que conserve su crdito, a pesar de las desviaciones
a las que se ha prestado, y esto en la medida en que Freud se opuso a esas desvia-
ciones, siempre con una seguridad sin vacilaciones y un rigor inflexible.
Prueba de ello su ruptura con su a depto ms prestigioso, Jung concretamente,
apenas se desliz hacia algo cuya funcin no puede definirse sino como la de inten-
tar r estaurar e n ella u n sujeto dotado de p rofundidades este ltimo t rmino en
plural, lo cual quiere decir un sujeto compuesto de una relacin con el saber, rela-
cin llamada arquetpica, que no se redujese a la que le permite la ciencia moderna
con exclusin de cualquier otra, la cual no es nada ms que la relacin que defini-
mos el ao pasado como puntual y desvaneciente, esa relacin con el saber que de
su momento histricamente inaugural ha conservado el nombre de cogito.
A ese origen indudable, patente en todo el trabajo de Freud, a la leccin
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Ejemplo de ello es la teora de los juegos, mejor l lamada e strategia, donde se
aprovecha el carcter enteramente calculable de un sujeto estrictamente reducido a
la frmula de una matriz de combinaciones significantes.
El caso de la lingstica es ms sutil, puesto que debe integrar la diferencia delenunciado y la enunciacin, lo cual es ciertamente la incidencia esta vez del sujeto
que habla, en cuanto tal (y no del sujeto de la ciencia). Por eso se va a centrar sobre
otra cosa, a saber la batera del significante, cuya prevalencia sobre esos efectos de
significacin se trata de asegurar. Es tambin efectivamente por ese lado por donde
aparecen la s a ntinomias, q ue s e d osificarn s egn e l e xtremismo d e la p osicin
adoptada en la seleccin del objeto. Lo que puede decirse es que se va muy lejos en
la elaboracin de los efectos del lenguaje, puesto que puede construirse en ella una
potica que no debe nada a l a referencia al espritu del poeta, como tampoco a s u
encarnacin.Es por el lado de la lgica por donde aparecen los ndices de retraccin diversos
de la teora con relacin al sujeto de la ciencia. Son diferentes para el lxico, para el
morfema sintctico y para la sintaxis de la frase.
De donde las diferencias tericas entre un Jakobson, un Hjemslev y un Choms-
ky.
Es la lgica la que llena aqu el oficio de ombligo del sujeto, y la lgica en cuanto
que no es en modo alguno lgica ligada a las contingencias de una gramtica.
Es preciso literalmente que la formalizacin de la gramtica d un rodeo en tor-
no a esa l gica para establecerse con xito, pero el movimiento de ese rodeo est
inscrito en ese establecimiento.
Indicaremos ms tarde cmo se sita la lgica moderna (3er. ejemplo). Es inne-
gablemente la consecuencia estrictamente determinada de una tentativa de suturar
al sujeto d e la c iencia, y e l ltimo teorema de Gdel muestra q ue f racasa, lo cual
quiere decir que el sujeto en cuestin sigue siendo el correlato de la ciencia, pero un
correlato antinmico puesto que la ciencia se muestra definida por el no-xito del
esfuerzo para suturarlo.
Aqu debe captarse la marca que no debe dejarse escapar del estructuralismo.Introduce en t oda ciencia h umana entre c omillas, a la q ue conquista, u n modo
muy especial d el sujeto, a qul para el q ue n o encontramos un ndice si no e s t o-
polgico, digamos el signo generador de la banda de Moebius que llamamos el ocho
interior.
El sujeto est, si puede decirse, en exclusin interna de su objeto.
La pertenencia que la obra de Claude Lvi-Strauss manifiesta a semejante
estructuralismo slo se pondr aqu en el haber de nuestra tesis contentn-
donos por ahora con su periferia. Sin embargo est claro que el autor hace va-
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LA CIENCIA Y LA VERDAD 821una imagen como la apertura del sujeto en el psicoanlisis, para captar lo que reci-
be en l de la verdad.
Este movimiento, ya se habr adivinado, implica una sinuosidad que tiene algo
de domesticacin. Este objeto a no est tranquilo, o habr que decir ms bien: pu-diera ser que no les dejase tranquilos? y m enos que a nadie a aquellos que t ienen
ms que ver con l: Los psicoanalistas, que s eran entonces aquellos a quienes de
una manera electiva tratara de apuntar por mi discurso. Es verdad. El punto donde
les he dado cita hoy, por ser aquel donde los dej el ao pasado: el de la divisin del
sujeto e ntre verdad y s aber, e s para el los u n punto familiar. E s aquel adonde l os
convida Freud bajo el llamado del: Wo Es war, soll Ich warden que vuelvo a tradu-
cir, una vez ms, acentundolo aqu: all donde ello era, all como sujeto debo adve-
nir yo.Ahora bien, de este punto les muestro la extraeza tomndolo al revs, lo cual
consiste a qu ms b ien e n v olverlos a t raer a su fr ente. Cmo lo que estaba e s-
perndome desde siempre de un ser oscuro vendra a totalizarse con un trazo que
no se traza sino dividindolo ms netamente de lo que puedo saber de l?
No es slo en la teora donde se plantea la cuestin de la doble inscripcin, para
haber provocado la p erplejidad en que mis a lumnos Laplanche y Leclaire habran
podido leer, en su propia escisin en la manera de abordar el problema, su solu-
cin. No es en todo caso de tipo gestaltista, ni debe buscarse en el p lato donde la
cabeza de Napolen se inscribe en el rbol. Est simplemente en el hecho de que la
inscripcin no muerde el mismo lado del pergamino, viniendo de la plancha de im-
primir de la verdad o de la del saber.
Que esas inscripciones se mezclen deba resolverse simplemente en la topolog-
a: una superficie en que el derecho y el r evs estn en estado de unirse por todas
partes estaba al alcance de la mano.
Sin embargo es mucho ms all que en un esquema intuitivo, es por estrechar,
si as puede decirse, al analista en su ser.
Por lo que esta topologa puede captarlo. Por eso si la desplaza en otra parte, no
puede ser s ino en u na fragmentacin d e rompecabezas que necesita en t odo caso
ser reducido a esa base.
Por lo cual no es vano repetir que en la prueba de escribir:pienso: luego soy,
con comillas alrededor de la segunda clusula, se lee que el pensamiento no funda
el ser sino anudndose en la palabra donde toda operacin toca a la esencia del len-
guaje.
Si cogito sum nos es dada en algn sitio por Heidegger para sus fines, hay
que observar que algebriza la frase, y nosotros tenemos derecho a poner de
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LA CIENCIA Y LA VERDAD 823Se trata de La Cosa freudiana, discurso cuyo texto es el de un discurso segun-
do, p or ser, de la vez en que lo haba repetido. Pronunciado la primera vez (ojal
que esta insistencia les haga sentir, en su trivialidad, el contrapi temporal que en-
gendra la repeticin), lo fue para una Viena donde mi bigrafo situar mi p rimer
encuentro con lo que no hay ms remedio que llamar el fondo ms bajo del mundo
psicoanaltico. Especialmente con un personaje cuyo nivel de cultura y d e respon-
sabilidad responda al que se exige de un guardaespaldas,4
Que la va abierta por Freud no tenga otro sentido que el que yo reanudo: el in-
consciente es lenguaje, lo que ahora es admitido, lo era ya para m, como es sabido.
As, en un movimiento que jugaba tal vez a hacerse eco del desafo de Saint-Just al-
zando al cielo por engastarla con un pblico de asamblea la confesin de no ser na-
da ms que lo que va al polvo, dijo, y que os habla, me vino la inspiracin de que,
viendo en la va de Freud animarse extraamente una figura a legrica y estreme-
cerse con una piel nueva la desnudez con que se reviste la que sale del pozo, iba a
prestarle voz.
pero poco me importa-
ba, yo hablaba en el aire. Haba querido simplemente que fuese all donde para el
centenario del nacimiento de Freud mi voz se hiciese escuchar en h omenaje. Esto
no para marcar el s itio de un lugar desertado, sino ese otro que rodeo ahora a mi
discurso.
Yo, la verdad, hablo... y la prosopopeya contina. Piensen en la cosa innom-
brable que, d e poder pronunciar estas p alabras, ira al ser del lenguaje, para escu-
charlas como deben ser pronunciadas, en el horror.
Pero en esta r evelacin c ada uno p one l o que p uede p oner. Pongamos en s u
crdito el dramatismo ensordecido, aunque no por ello menos irrisorio, del tempo
sobre el que se termina ese texto que encontrarn ustedes en el nmero 1 d e 1956
deL'evoIution Psychiatrique, bajo el ttulo:La Chose freudienne.5
No creo que sea, a ese horror experimentado al que haya debido la acogida msbien fra que dio mi auditorio a la emisin repetida de ese discurso, la cual reprodu-
ce ese texto. Si tuvo a bien darse cuenta de su valor a sus ojos oblativo, su sordera
se mostr en ello particular.
4 Ejecutante ms tarde en la operacin de destruccin de nuestra enseanza cuyaola, conocida por el auditorio presente, slo concierne al lector por la desapari-cin de la revistaLa Psychanalyse y por nuestra promocin a la tribuna de
donde se emite esta leccin.5 Cf. estas ltimas lneas p. 391 del tomo I.
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LA CIENCIA Y LA VERDAD 825no hay de verdadero sobre lo verdadero ms que nombres propios; el de Freud o
bien el mo, o si no babosadas de ama de cra con las que se rebaja un testimonio ya
imborrable: a saber una verdad de la que la suerte de todos es rechazar su horror, si
es que no aplastarlo cuando es irrechazable, es decir cuando se es psicoanalista, ba-jo esa rueda de molino, cuya metfora he utilizado ocasionalmente, para recordar
con otra boca que las piedras, cuando es preciso, saben gritar tambin.
Tal vez con ello se me juzgar justificado en no haber encontrado conmovedora
la pregunta que me concerna, Por qu no dice...?, proveniente de a lguien cuya
ingenuidad se haca dudosa por el puesto domstico en las oficinas de una agencia
de verdad, y h aber preferido en consecuencia p rescindir de l os s ervicios a que se
dedicaba en la ma, la cual no necesita de chantres que sueen en ella con sacrist-
as...Habr q ue d ecir que t enemos q ue c onocer otros saberes q ue el d e la ciencia
cuando tenemos que tratar de la pulsin epistemolgica?
Y volver una vez ms sobre aquello de lo que se trata, que es admitir que tene-
mos que renunciar en el psicoanlisis a que a cada verdad responda su saber? Esto
es el p unto de ruptura por donde dependemos del advenimiento de la ciencia. No
tenemos ya para hacerlos converger sino ese sujeto de la ciencia.
Por lo m enos nos lo permite, y entro ms all, en su cmo: dejando a mi Cosa
discutir sola con el numeno, lo cual me parece despachado pronto: puesto que unaverdad que habla tiene poco en comn con un numeno que, tan lejos como pueda
recordar la memoria de cualquier razn pura, la cierra.
Este recordatorio no carece de pertinencia, puesto que el medium que va a ser-
virnos en este punto, ustedes me han visto traerlo hace un momento. Es la causa: la
causa no categora de la lgica, sino causando todo el efecto. La verdad como causa,
ustedes, psicoanalistas, se negarn a asumir su cuestin, cuando es de all de don-
de se levant su carrera? Si hay practicantes para quienes la verdad como tal se su-
pone que acta, no son precisamente ustedes?
No lo duden: en todo caso, es porque ese punto est velado en la ciencia por lo
que conservan ustedes ese lugar asombrosamente preservado en lo que hace las ve-
ces de esperanza en esa conciencia vagabunda al acompaar, colectivo, a las revolu-
ciones del pensamiento.
Que Lenin haya escrito: La teora de Marx es todopoderosa porque es verdade-
ra, es dejar vaca la enormidad de la cuestin que abre su palabra: por qu, supo-
niendo muda a la verdad del materialismo bajo sus dos rostros que no son ms que
uno dialctico e histrico, por qu hacer su teora acrecentara su poder? Contestar
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826 ESCRITOS2por la conciencia proletaria y por la accin del poltico marxista no nos parece sufi-
ciente.
Por lo menos se anuncia all la separacin de poderes entre la verdad como cau-
sa y el saber puesto en ejercicio.
Una ci encia e conmica i nspirada e n e l C apital n o co nduce n ecesariamente a
utilizarla como poder de revolucin, y la historia parece exigir otros recursos aparte
de u na di alctica p redicativa. A parte d e e se p unto singular q ue n o d esarrollar
aqu, y que es que la ciencia, si se mira con cuidado, no tiene memoria. Olvida las
peripecias de las que ha nacido, cuando est constituida, dicho de otra manera una
dimensin de la verdad que el psicoanlisis pone aqu altamente en ejercicio.
Tengo que precisar sin embargo. Es sabido que la t eora f sica o m atemtica,
despus de cada crisis que se resuelve en la forma para la cual el trmino de: teorageneralizada no podra en modo alguno considerarse que quiere decir: paso a lo ge-
neral, conserve a menudo en su rango lo que generaliza, en su estructura preceden-
te. No es esto lo que decimos. Es el drama, el drama subjetivo que cuesta cada una
de sus crisis. Este drama es el drama del sabio. Tiene sus vctimas, de las que nada
indica que su destino se inscriba en el mito del Edipo. Digamos que la cuestin no
est muy estudiada. J. R. Mayer, Cantor, no voy a establecer una lista de honor de
esos dramas q ue llegan a v eces h asta la l ocura d onde algunos n ombres de v ivos
apareceran pronto: donde considero que el drama de lo que sucede en el psicoan-
lisis es ejemplar. Y establezco que no podra aqu incluirse a s mismo en el Edipo,
so pena de ponerlo en entredicho.
Ya ven ustedes el p rograma q ue se dibuja a qu. No falta poco para que quede
cubierto. Incluso lo veo ms bien bloqueado.
Me adelanto en l c on prudencia, y por hoy les ruego que se reconozcan en las
luces reflejadas de semejante manera de abordarlo.
Es decir que vamos a l levarlas a otros campos que el psicoanaltico para reivin-
dicar la verdad.
Magia y r eligin, Las dos posiciones de ese orden que se distinguen de la cien-
cia, hasta el punto de que ha podido siturselas con relacin a la ciencia, como falsa
o disminuida ciencia para la magia, como rebasando sus lmites, o incluso en con-
flicto de verdad con la ciencia para la segunda: hay que decirlo, para el sujeto de la
ciencia, una y otra no son sino sombras, pero no para el sujeto sufriente con el que
tenemos que vrnoslas.
Se ir a decir aqu: Ya estamos. Qu es ese sujeto sufriente sino aquel del que
sacamos n uestros p rivilegios, y q ue derecho l e d an sobre l sus i ntelectualizacio-
nes?
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832 ESCRITOS2correcta de la funcin, para con el saber y el sujeto, de la verdad como causa.
Han podido reconocer ustedes de pasada en los cuatro modos de su refraccin
que a caban d e s er e stablecidos a qu, el m ismo nmero y una a naloga d e r eparo
nominal, que pueden encontrarse tambin en laFsica de Aristteles.
No por casualidad, puesto que esaFsica no deja de estar marcada por su logi-
cismo que conserva todava el saber y la sapiencia de un gramatismo original.
tosau=ta ga\r to\n a)riqmo\n to\ dia\ ti perieilhfen.7
Seguir sindonos vlido que la causa sea para nosotros exactamente otro tan-to polimerizndose?
Esta exploracin no tiene por nica meta darles la ventaja de un dominio ele-
gante de los cuadros que escapan en s mismos a nuestra jurisdiccin. Quiero decir
magia, religin, incluso ciencia.
Sino ms bien recordarles que en cuanto sujetos de la ciencia psicoanaltica, es
a la solicitacin de cada uno de esos modos de la relacin con la verdad como causa
a la que tienen ustedes que resistir.
Pero no en el sentido en que ustedes lo entienden a primera vista.
La magia no es tentacin para nosotros sino a condicin, de que hagan ustedes
la proyeccin de sus caracteres sobre el sujeto con el que tienen que vrselas para
psicologizarlo, es decir desconocerlo.
El pretendido pensamiento mgico, que es siempre el del otro, no es un estigma
con el que puedan ustedes etiquetar al otro. Es tan vlido en el prjimo como en us-
tedes mismos en los lmites ms comunes: pues est en el principio del ms mni-
mo efecto de dominio.
7 [Literalmente: otras tantas (en su) nmero los porqus incluidos,Fsica, libroII, captulo 7, 198a 15 y 16. Cita ininteligible sin la frase antecedente y que todoslos traductores vierten por una parfrasis, p. ej. Wickeesteed y Cornford en laedicin bilinge de la Loeb Classical Library, Londres, Heinemann, 1929, p.164. He aqu la versin de Francisco de P. Samaranch: es evidente que existenlas causas y que su nmero es el que nosotros dijimos. Todas ellas quedan in-cluidas en la respuesta a la pregunta de porqu algo es o existe (Obras com-
pletas de Aristteles, Madrid, Aguilar, 1954, p. 595. Las cursivas remiten al te-nor literal de la frase del Estagirita). AS]
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