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La emancipacin engaosa.Una crnica transatlntica del boom (1963-1972)
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La emancipacin engaosa.Una crnica transat ntica e oom
(1963-1972)
Pablo Snchez
Cuadernos deAmrica sin nombre
Prlogo de Joaqun Marco
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El trabajo est integrado en las actividades de la Unidad de Investigacin de la Univer-sidad de Alicante Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en el siglo XXhispanoamericanos y en los proyectos Desarrollo y consolidacin de las investiga-ciones sobre creacin de un corpus textual de recuperaciones del mundo precolombino
colonial en la literatura hispanoamericana (MEC/HUM 2005-04177/ FILO) y Laormacin de la tradicin hispanoamericana: historiografa, documentos y recupera-
ciones textuales (MCI FFI2008-03271/FILO).
Los cuadernos deAmrica sin nombre estn asociados al Centro de Estudios Ibero-americanos Mario Benedetti.
Ilustracin: Perro sobre mesa. Antonio Aud rac Camarena
Pablo Snchez
I.S.B.N.: 978-84-7908-725-8Depsito Legal: MU-1064-2009
Fotocomposicin e impresin: Compobell, S.L. Murcia
Cuadernos deAmrica sin nombredirigidos por Jos Carlos Rovira
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COMIT CIENTFICO:
Carmen Alemany Bayiguel ngel Auladell Prez
eatriz Aracil VarnEduardo Becerra GrandeHelena Establier PrezTeodosio Fernndez Rodrguez
Jos Mara Ferri CollVirginia Gil Amate
urelio Gonzlez Prezosa M Grilloamn Llorns Garcarancisco Jos Lpez Alfonso
Remedios Mataix AzuarSonia MattaliaRamiro Muoz HaedoMara gueda MndezPedro Mendiola OateFrancisco Javier Mora ContrerasNelson Osorio Tejeda
ngel Luis Prieto de PaulaJos Rovira ColladoEnrique Rubio CremadesFrancisco Tovar BlancoEva M Valero JuanAbel Villaverde Prez
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ndice
nas palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
. Hacia una lectura sistmica del boom . . . . . . . . . . . 7
. El mapa del xito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 452.1. La importancia de la intercomunicacin . . . . 452.2. La primera y feliz fase expansiva. . . . . . . . . . . 66
2.3. Primeros antagonismos en la crtica . . . . . . . . 822.4. Los crticos practicantes. . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
3. Historia de un contacto cultural . . . . . . . . . . . . . . . 1013.1. La nueva mirada espaola . . . . . . . . . . . . . . . . 1013.2. La funcin de J.M. Castellet . . . . . . . . . . . . . . 1243.3. Barcelona como centro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
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4. Movimientos transatlnticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1434.1. Indicios de ruptura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1434.2. El nuevo proyecto parisino . . . . . . . . . . . . . . . 151
4.3. La querella cubana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1584.4. La ira de Calibn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
5. Retorno a Caracas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1735.1. El Coloquio del Libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1735.2. Rama contra Vargas Llosa . . . . . . . . . . . . . . . . 1835.3. Transculturados pero no transatlnticos. . . . . 193
6. A modo de conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
7. Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
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Unas palabras
Recuerdo a Pablo Snchez aos atrs sentado tras unamesa, a mi derecha, en el despacho universitario, cuando eraodava un becario. Resultaba aquella una silla disputada,
porque eran varios los jvenes investigadores y slo dispo-namos de una mesa libre. Las otras dos eran las de profe-sores que preparaban all clases, corregan exmenes o sededicaban a otras tareas. Habamos adquirido ya un primerordenador gracias a una beca de investigacin. El despachono daba para mucho ms, ni siquiera las repletas estanterasde libros, que siguen como siempre, como el ventanal que da
al jardn, y el tiempo parece que no haya transcurrido. Pablono pasaba muchas horas all, salvo cuando dio algn curso.Andaba a vueltas con su tesis doctoral y su habitual y cidosentido del humor que ha mantenido, por fortuna, y ha apli-cado aqu con valor y eficacia logrando, como comprobar ellector, excelentes resultados. Su libro, fruto de una complejabsqueda a ambos lados del Atlntico, fermentado con rica
no frecuentada bibliografa, se lee con agrado. Novelis-a tambin, ganador del XI Premio Lengua de Trapo (2005)
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con su novela Caja negra, ha sabido incluso imprimirle unadecuado ritmo y hasta cierto misterio, porque el tema nose agota, se enriquece. En aquellos aos todava no haba ido
como profesor a la Universidad de las Amricas, en Mxico.reo que su estancia fue bien aprovechada, tan distinta de
la que haba vivido en Barcelona. Le sent bien en variossentidos, aunque siempre se haya mostrado reacio y no porfalta de oportunidades a cruzar la frontera del Norte paraimplicarse en centros estadounidenses, como tantos otros.
Se requera valor para adentrarse en tema tan polmico y
polidrico como la recepcin crtica del boom porque aun-que no nos guste as va a quedar denominado aquel fugazxito editorial que surge de un pequeo grupo de novelistas
que consiguen situar la narrativa hispanoamericana, la suya,la anterior y hasta, tal vez, las sucesivas, en coordenadas antesjams alcanzadas, pese a los Premios Nobel a Gabriela Mis-
ral, Pablo Neruda y Octavio Paz, o a uno de los integrantes
del propio ncleo duro, Gabriel Garca Mrquez. La inten-cin de aquellos entonces jvenes narradores, alguno de loscuales todava sigue por fortuna en la brecha, no resida en laoportuna transformacin formal del arte de escribir novelasla poesa y el ensayo parece entenderse errneamente que
van por otros cauces). Sumando lo publicado entre los tr-minos cronolgicos del perodo 1963-1972, acotado por el
autor, la bibliografa sobre ello debe superar lo que se habascrito antes sobre el conjunto de la literatura hispanoameri-
cana desde sus orgenes. Pablo Snchez se ha visto obligado,pues, a sumergirse en un mar de papel y su aportacin fun-damental consiste, a mi juicio, en que a caballo entre Espaa
Amrica, ha sabido rastrear el trasfondo crtico-ideolgicoque la mera comercialidad del fenmeno ocultaba.
Por circunstancias que no corresponde mencionar aquviv, como outsider, l fenmeno que, observado de cer-
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ca, pareca entonces menos trascendente de lo que hoy sentiende. Una vez ms, porque no le queda otro remedio,
vuelve a revivir en sus pginas el caso del poeta cubano
Heberto Padilla. Permtaseme una breve anotacin. Si sulibro El justo tiempo humano se public en aquella coleccinde poesa Ocnos, que dirig, y vivi de prestado en variasditoriales, aunque con recursos econmicos propios, fue
porque, a sugerencia de Jos Agustn Goytisolo, que habapropuesto ya a otros autores hispanoamericanos, empezan-do por Jorge Luis Borges y Jos Lezama Lima, me pareci
n poeta interesante, como Francisco Urondo o Enriqueihn. Cuando estall el caso, el crtico del Times Literary
Supplement, J.M. Cohen quien se ocupaba all de las litera-uras en espaol, buen amigo de los poetas barceloneses de
los cincuenta me mand una antologa de Padilla para sudicin que decid no publicar. Me pareca obsceno aprove-
char el escndalo y echar ms lea al fuego. Al consejo asesor
de la coleccin tambin le pareci inoportuno. Mi encuen-ro con Padilla, muchos aos despus, en Barcelona y msarde en Miami, no viene ahora al caso. Pero, desde luego,
no era la poesa ni su renovacin lo que caracteriz aquelboom narrativo y los ecos de las polmicas llegaron hastaaqu matizadas, sin el enconamiento de los pases de origen,sin los compromisos de ngel Rama y otros crticos del
momento, como observa muy bien Pablo Snchez, pese a quel ojo del huracn estuvo en Barcelona, entre Carlos BarralJos M Castellet. No es mi propsito ni el de quienes me
honraron pidindome unas pocas pginas a su estudio bus-car conclusiones y complementos al trabajo. El propio autorlas ofrece en una apretada sntesis. Conoc personalmente amuchos de quienes aqu figuran como protagonistas, comoRoberto Fernndez Retamar, a quien vi en Barcelona, en LaHabana y de nuevo en Barcelona. Me haca llegar la revista
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de la Casa de las Amricas hasta que me cont que andabanan mal de papel que se vieron obligados a reducir los obse-
quios a los amigos, pero nunca fui invitado por la institucin
ni por los cubanos. Acud a La Habana en octubre de 1979n una delegacin auspiciada por UNESCO y formada porn heterogneo grupo: entre otros, el catedrtico Gallego
Morell, el embajador, entonces en Alemania, Antonio Garri-ues, el arabista Pedro Martnez Montvez, ms tarde rector
de la Universidad Autnoma de Madrid, y mi buen amigoDario Puccini, brillante crtico y traductor. All me hice con
la edicin cubana de Calibn, libro, cuya polmica influenciaPablo Snchez justamente hace notar, pero que en Espaaapenas fue divulgado.
Sobre el libro de Mario Vargas Llosa, Garca Mrquez,istoria de un deicidio podra decirse algo ms de lo que pru-
dentemente escrib en el prlogo de la reciente reedicin delas Obras Completas del autor. Curiosamente, Vargas Llosa
dio a la luz el primer volumen junto al sexto (que prologaraa peticin suya, segn me dijo Antoni Munn, que cuidde esta edicin de autor), donde figuraba su crtica litera-ria, ahora ya incompleta, por cuestiones de derechos. Peroasegur que el libro, fruto de su tesis doctoral, no volveraa editarse exento. Pablo Snchez analiza su recepcin crticacon oportunidad, haciendo notar la polmica que acabar
suscitando, no inferior a las que antes se haban generadocon scar Collazos. Los esquematismos dogmticos acom-paaron parte de la recepcin de la nueva novela, cuento,nsayo y poesa en Amrica y no tanto en Espaa, pese a queambin aqu el marxismo dogmtico tuvo sus representan-es crticos. Fueran Caracas, Pars o Barcelona, tras la nueva
novela latinoamericana se fraguaban proyectos que trascen-dan el arte literario. Y, aunque no resulte ninguna novedadal respecto, el papel de la Revolucin Cubana ha sido consi-
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derado siempre como catalizador en fases diversas y de signobien diferente. Se rompi, en parte por razones polticas, elncleo creador. Y la crtica militante ejerci cierto papel que
l autor de este libro bucea y aclara en parte.La verdad es que en aquel despacho universitario, mien-
ras estuvo Pablo y cuantos le siguieron se habl y se siguehablando mucho de literatura (quiz ahora menos de la his-panoamericana), pero el autor de este libro particip poraquel entonces en un proyecto de investigacin junto a otrosprofesores que, sin ser algunos de ellos especficamente lati-
noamericanistas, se integraron en el equipo, del que surgi elxtenso libro colectivo La llegada de los brbaros. La recep-
cin de la narrativa hispanoamericana en Espaa, 1960-1981,que firmamos Jordi Gracia y yo mismo; pero tambin JessFerrer Sol, Dunia Gras Miravet, Carmen Sanclemente, Bur-khard Pohl y Nria Prats Fons, fruto de un arduo trabajon hemerotecas y contactos personales. De algo, imagino,
le sirvieron tambin al investigador en ciernes aquellos cafsomados junto a la Universidad, y lamento no haber podi-
do compartir ms tiempo con l y con otros compaeros.Son quienes, en Barcelona, en Sevilla donde ahora profesaPablo Snchez, en Mxico o donde acaben echando slidasraces, han de lograr que los estudios latinoamericanos enaos de profundas crisis econmicas y desmoralizada huma-
nstica interesen en mayor medida que a sus predecesores.atinoamrica significa el futuro, como se advierte ya en su
literatura menos conocida en otras lenguas de lo que debie-ra, pese a su calidad intrnseca. Los jvenes investigadores
crticos no deberan alejarse de su futuro desarrollo y cir-cunstancias.
Joaqun Marco
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Agradecimientos
Esta investigacin no slo es transatlntica en sus con-enidos. Se trata de un trabajo desarrollado con la ayuda
indispensable de instituciones pblicas de ambos lados del
ocano. Creo que es necesario reconocer y agradecer el apo-o, ya que esas iniciativas, por encima de los resultados con-cretos que aqu presento, suponen importantes esfuerzos porparte de dos pases para potenciar la investigacin y renovarlas estructuras acadmicas y cientficas.
Las primeras investigaciones que realic sobre este tema,que aparecen mencionadas en la bibliografa, formaban
parte de un proyecto de investigacin financiado por laDGICYT del Ministerio de Educacin y Ciencia de Espaantre 1996 y 1999 y dirigido en la Universitat de Barcelona
por Joaqun Marco. Otras publicaciones que tambin citoque son antecedentes de esta investigacin aparecieron
ntre 2002 y 2005, aos en los que continu la misma lnea deinvestigacin en la Universidad de las Amricas, Puebla, con
l estmulo econmico del Sistema Nacional de Investigado-res de Mxico. Las ltimas investigaciones, que son las que
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se presentan en este libro, son resultado del trabajo realiza-do en la Universidad de Sevilla gracias al Programa Ramn
Cajal de contratacin de investigadores, que me permiti
regresar a Espaa.Quiero tambin dar las gracias a todos los colegas que
han aportado sugerencias y correcciones a este texto, o quehan colaborado conmigo en los diferentes proyectos a lo lar-
o de estos aos: Joaqun Marco, Jordi Gracia, Dunia Gras, Jess Ferrer, Virginia Trueba, Blanca Bravo, Jess Villegas,Adela Pineda, Octavio Rivera, Alfonso Montelongo, Alber-
o Lpez Cuenca, Ral Caldern, Gabriel Wolfson, JosManuel Camacho Delgado y Trinidad Barrera. Por ltimo,quiero dedicar este trabajo a Ricardo Fernndez, compaerode esperanzas y sufrimientos acadmicos, y a Nayeli Prieto,que vivi de cerca la redaccin final y ayud decisivamente,con su generosidad y su paciencia.
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.Hacia una lectura sistmica del BOOM
Pocos problemas crticos quedan en la literatura latinoa-mericana tan arduos y desgastantes pero a la vez tan atrac-ivos como la identidad y el significado de lo que, bastante
improvisadamente, se llam boom de la narrativa. Sin quenadie parezca estar plenamente seguro de qu es (por ejem-plo: fue slo narrativo, o afect a toda la literatura?), seolera su difusa y equvoca existencia, sea como gran suceso
literario, como jaln historiogrfico, o incluso como para-digma del xito venal de la creatividad latinoamericana. Paramuchos lectores de varias generaciones y no slo de habla
hispana, representa una de las mejores exportaciones cul-urales, si no la mejor, de Latinoamrica y ha funcionadomasivamente como reclamo para la investigacin y el placersttico. Diramos que el boom se asocia generalmente conriunfo y esplendor, aunque conserva una curiosa ambivalen-
cia, sin comparacin en el mbito de lengua espaola, entrel xito econmico y el simblico, puesto que provoc, al
mismo tiempo, un gran movimiento de capital y una profun-da y original identificacin cultural.
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Algunos miembros de la vanguardia narrativa del nue-vo siglo lo utilizan todava como punto de referencia ensus tomas de posicin, demostrando la vitalidad casi legen-
daria del trmino: pienso en McOndo, pero tambin en laeneracin crack, ejemplo claro de estrategia que perpeta
las inagotables resonancias del tema y la idealizacin de unpasado modlico. Los miembros del grupo rechazan la tesisoficial segn la cual el crack en su origen como trminobuscaba parodiar y homenajear al Boom (Volpi Cdigo
78), pero no dudan en afirmar que el Boom es nuestra ciu-
dadana, que nos dignifica ante el mundo, y que gracias a la no se limitan los escritores latinoamericanos a las sobras
del festn de la civilizacin (Palou 194).En especial, los escritores que se han instalado en estos
ltimos aos en Espaa tienen que sufrir permanentementela comparacin entre el presente incierto y el pasado heroico,lo que ha llevado a uno de ellos, Rodrigo Fresn, a reflexio-
nar sobre la sombra persistente del boom:
Para la literatura latinoamericana, el boom es lo que elnesis para la astronoma. Hgase la luz y rayos y cen-
tellas y de qu hablamos cuando hablamos del boom yl boom y cmo conseguirlo y el boom Instrucciones deso! El boom fue y sigue siendo algo tan grande que se
o sigue buscando en todas partes y si se me pregunta a me parece que el boom es un tema de editores ms quen tema de escritores. Pero el boom como Jehov se fueara no regresar; y a sus adoradores y a los hijos de sus
adoradores slo les queda la obsesiva esperanza del retor-o de su hijo (55).
El espectro de interpretaciones del tema del boom es
amplsimo y va desde los que lo consideran slo la desde-able consecuencia de una operacin publicitaria que ata-
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c de forma momentnea los ms sagrados principios delarte latinoamericano y que no merece siquiera un captulode la historia literaria, hasta los que ven ah el marbete de
na plenitud cultural (con cuatro premios Nobel, en total),alcanzada tras casi dos siglos de independencia, aunque las-rada por una denominacin desafortunada, sobre todo en
comparacin con otras etiquetas tambin arbitrarias peroms aristocrticas, como el Siglo de Oro o la Edad de Platametropolitanos. Sin duda, el episodio es especialmente com-plejo, puesto que parece insuficiente cualquier explicacin
n trminos exclusivamente ideolgicos, estticos o mercan-iles. No es un gran periodo o un movimiento literario uni-
ficado desde el punto de vista de los recursos estticos, y esdiscutible que el esplendor creativo abra y cierre el periodo,puesto que en los aos ochenta siguen publicndose obrasimportantsimas de autores como Vargas Llosa o GarcaMrquez; tampoco puede reducirse a la fortuna literaria de
n grupo estratgicamente vinculado a uno de los grandesacontecimientos polticos del siglo, como fue la revolucincubana. Igualmente, parece algo superior y con ms relieveque un simple fenmeno de mercado literario, y es desdeluego distinto a otros posibles estallidos comerciales, comol del boom de la literatura femenina en los ochenta, con Isa-
bel Allende a la cabeza.
Quizs el debate sobre el realismo mgico, con el queiene algunas intersecciones, plantea similares dificultades:na bibliografa extenssima y casi inmanejable1, una dilata-
cin semntica del concepto que acaba en la vaguedad y enla imprecisin, una gnesis confusa llena de extralimitacio-
1 En el caso del realismo mgico, vase un reciente balance en Cama-cho Delgado.
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nes e incluso manifiestas torpezas, y una humareda crticaque populariza el concepto fuera incluso del mbito litera-rio y sin embargo lo vuelve perfectamente intil en muchas
ocasiones (o directamente perjudicial cuando se perpeta encaprichosos inventos, como elpost-boom, que probablemen-e es an ms complicado).
En el caso especfico del trmino boom, hay otro agra-vante que ha llevado a crticos (Villanueva y Via Liste 34)a renunciar deliberadamente a su sola mencin: la condicinmercantil, periodstica, anglfona y aun onomatopyica de
la palabra, que ha irritado con cierta frecuencia, como sise tratara de una profanacin de la dignidad artstica o unahumillacin para la crtica especializada. Y todava nos quedaotro factor que aade ms complejidad al estudio del tema:la cantidad de derivaciones polmicas, en forma de agravios,querellas, debates virulentos e incluso odios personales per-fectamente verificables, en una confussima mezcla de inte-
reses y actores en juego que parece imposible de reducir osimplificar, siquiera con fines didcticos, aunque al mismoiempo sea parte del encanto mitognico de un periodo dif-
cil de comparar. Desde la conexin econmica de la CIA conMundo Nuevo hasta los misteriosos motivos de la agresinn pblico de Vargas Llosa a Garca Mrquez, desde la MagaAlejandra Vidal hasta rsula Iguarn y Bustrfedon, desde
la incansable oratoria de Fidel Castro hasta la eficaz y renta-ble discrecin de Carmen Balcells, todo entra en la complej-sima y a veces operstica red de protagonistas, causas, efectos
iconos de lo que cualquier lector con cierto nivel culturaln lengua espaola podra sintetizar como el boom .
No slo la crnica del periodo (suponiendo que podamosperiodizar con rigor, cosa que an est por ver) es densa enancdotas y en general en informacin relevante o curiosa;l estudio conjunto de las obras que, por consenso, se sue-
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len considerar centrales en lo que, tambin por consenso, sesuele considerar como la narrativa del boom (Rayuela, ienaos de soledad, La ciudad y los perros, La muerte de Arte-
mio Cruz, etc.) es igualmente difcil, dada la magnitud y lasramificaciones de la bibliografa. Si a esa desbordante secun-darizacin de las fuentes aadimos lo que podramos llamarel mito del boom, es decir, toda la ingente cantidad de dis-curso crtico, en diferentes medios y circuitos culturales, conobjetivos apologticos, polmicos o simplemente didcticos,n mltiples pases y no solamente de habla hispana, gene-
rada desde los aos sesenta a propsito de los textos y loscontextos de esas obras y de tantas otras, tendremos comoconclusin que el reto de una redefinicin comprehensiva deodo lo que es o podra ser el boom es, a todas luces, excesi-
vo, aunque sirviera para proclamar definitivamente la erradi-cacin del trmino, su consagracin o su sustitucin por unafrmula ms adecuada.
De cualquier forma, su existencia al menos como meta-rrelato o como topos de la historia de la crtica latinoame-ricana parece fuera de discusin. El obligado repaso a labibliografa previa (obligado, pero difcilmente exhaustivo)confirma lo complejo que es estudiar el boom y la elastici-dad del concepto, aunque tambin demuestra su idoneidadcomo campo de trabajo para problemas cruciales de la cul-
ura latinoamericana. Eduardo Becerra, en una muy recientelcida reflexin sobre el estado de la cuestin, habla del
estatus de referencia casi totmica para narradores, crticosopinadores que an mantiene hoy el boom (16). En otra
reciente sntesis de carcter divulgativo, Jos Miguel Oviedoapuesta por un ajuste del concepto, reduciendo su magnitud
depurndolo de sentido tendencioso:
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n pocas palabras, podra decirse que el boom fue, en primerugar, una notable conjuncin de grandes novelas a media-
dos de la dcada del sesenta y una revaloracin de otras,
o menos importantes, que haban sido soslayadas o ledasn distinto contexto. El boom funcion como un imn queconcentr la atencin sobre un puado de nuevos autores
sobre sus inmediatos maestros, creando as un diseo oapa que redefini nuestra literatura, especficamente la
ovela; es decir, hubo un sustancial cambio en la relacinde fuerzas sociales, culturales y estticas que dan origen a
uestra creacin literaria (300).
Precisamente sera ese cambio en la relacin de fuerzas loque menos se conoce a la altura de hoy, en buena medida porla dificultad de recopilar e interpretar tantos datos de intersliterario que van ms all de los propios textos narrativos
que se diversifican a lo largo de tantos pases afectadospor el fenmeno. Las interioridades del proceso, en forma
de disputas por la legitimidad crtica, relaciones entre siste-mas literarios o cambios en las expectativas lectoras, han sidoscasamente examinados hasta la fecha, a diferencia de los
datos ms espectaculares, sean el territorio macondiano o elaffaire Padilla, mximo ejemplo de las tendencias simplifica-doras y reduccionistas en los discursos sobre Latinoamricaincluso en los propios escritores).
En cuanto a los anlisis especficos ms importantespublicados hasta ahora sobre el tema, observamos que laslecturas opuestas del boom entre los que abogan por salvar elrmino tienen portavoces ilustres: por un lado, tendramos
la lectura que defiende ngel Rama en el que quizs es elms solvente anlisis, segn el cual se trat bsicamente deun fenmeno de la sociedad de consumo a que se haban
incorporado reciente y parcialmente algunas ciudades (Elboom 51), fenmeno que se superpuso al proceso literario,
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, por otro lado, tendramos la que defienden crticos comoDonald L. Shaw (109), para los cuales sera un periodo est-ico basado de forma prioritaria en la experimentacin arts-
ica, un periodo que se inici antes de la dcada de los sesentadel pasado siglo (Shaw elige La vida breve como parteaguas)pero que madura y se consagra a partir de 1960.
Rama trata de precisar los nombres de los protagonistastambin intenta establecer una cronologa orientativa en la
que destaca dos fases:
ubo, pues, una exaltacin inicial que cont con un amplioespaldo y un consenso crtico positivo pero que a medida
que se perfilaron las caractersticas del boom, sobre todo eleduccionismo que oper sobre la rica floracin literaria del
continente y la progresiva incorporacin de las tcnicas dea publicidad y del mercadeo a que se vio conducida la infra-structura empresarial cuando las ediciones tradicionales de
tres mil ejemplares fueron sustituidas por tiradas masivas,
dio paso a posiciones negativas, a reparos y objeciones quelegaron a adquirir una nota cida (53).
El crtico uruguayo incide en la dimensin sociolgica delfenmeno y se centra en cuestiones como el estatus profesio-nal del escritor y la creacin de una industria cultural nuevapara una sociedad sustancialmente distinta. Elude por tanto
los aspectos ms puramente estticos sobre la renovacin dela narrativa, que prefiri separar y analizar en otros estudios,a partir de temas como la tecnificacin o la respuesta al dile-ma entre regionalismo y vanguardismo, que, como es sabi-do, es el origen de la transculturacin como frmula2. Noresulta raro que Rama quiera acotar el significado mercantil
2 Sus principales artculos sobre narrativa estn reunidos en el impres-cindible volumen La novela en Amrica Latina.
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para evitar que un proceso que, en algunos aspectos, era elorgullo triunfal del continente se viera contaminado histo-riogrficamente por una categora de origen ms o menos
spurio, pero esa desconexin tajante entre lo mercantil ylo esttico no deja de presentar algunos problemas socioli-erarios, sobre todo si tenemos en cuenta, como se ver ms
adelante, que incluso el mismo concepto de transcultura-cin en Rama surge como directa respuesta a algunos de losproblemas generados por el boom, y que hay una evidenterelacin entre la expansin comercial y el nuevo repertorio
de tcnicas y modelos del sistema literario latinoamericano,por ejemplo, en el caso espaol, tan decisivo en el fenmenoditorial. El vanguardismo latinoamericano de los sesenta, de
hecho, se vendi muy bien en Espaa y en Latinoamrica ysa es una evidencia algo paradjica que obliga a profundizarn las respuestas por encima de la denostacin habitual de la
mercadotecnia.
Por otro lado, la definicin restrictiva de Rama sobre elboom tambin elude, en lneas generales, la conflictiva cues-in poltica, particularmente referida al socialismo cubano y
su influencia continental, que, por razones obvias de praxispoltica, no puede reducirse a las estrategias de la industriaditorial capitalista. Y, por ltimo, diramos que le falta, por
razones igual de obvias, otro aspecto crucial: el anlisis de la
propia funcin institucional de los crticos, es decir, de Rama,como tambin de su archirrival Emir Rodrguez Monegal, ascomo de Roberto Fernndez Retamar, principal promotorcultural de la utopa cubana, y J.M. Castellet, crtico funda-mental por parte de la intervencin espaola. No son acasoan importantes estos crticos (en realidad, sus discursos y
sus tomas de posicin) como muchas de las novelas mticasdel boom para entender el periodo? Habr oportunidad paravolver a hablar de ello ms adelante, pero vale la pena antici-
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parlo: es cierto que los crticos no son responsables directosdel boom ni de los cientos de miles de ejemplares vendidospor algunos autores, pero no puede subestimarse su capaci-
dad de intervencin en el campo literario latinoamericano, y,adems, como veremos, su protagonismo socioliterario fuesuperior al de muchos creadores.
Con todo, los balances minuciosos de Rama son el puntode partida de cualquier posible redefinicin de la tradicinnarrativa latinoamericana del siglo XX y en muchos pun-os su perspicacia crtica sigue siendo inmejorable. Donald
. Shaw, por su parte, parece defender la sinonimia entreboom y nueva narrativa latinoamericana, lo que supo-ne infravalorar la importancia de la expansin editorial yla internacionalizacin que tiene lugar en los aos sesenta;adems, esa visin homognea hace difcil el anlisis de losmotivos del cambio esttico a lo largo de varias dcadas yreduce la complejidad de las expectativas literarias de una
poca en la que, por poner un ejemplo, la utopa revolucio-naria tiene un efecto considerable en la asimilacin lectora (eincluso en la estructura de textos como Libro de Manuelyantos otros). Shaw, a pesar de sus muchos mritos y de su
innegable voluntad organizadora, tampoco puede resolverproblemas aparentemente menores pero muy jugosos paral anlisis: por ejemplo, la formacin del canon de la nueva
narrativa y las posiciones de vanguardia en el campo literariodesde 1940, que estn llenas de curiosidades en las que nome puedo demorar, como la posicin secundaria, en el con-junto del sistema latinoamericano, de obras tan importantes
n las tradiciones narrativas de sus respectivos pases comoFarabeu de Salvador Elizondo, El apando, de Jos Revuel-
as, Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, Zama, deAntonio di Benedetto, Bomarzo de Manuel Mujica Lainez,o Hijo de hombre, de Augusto Roa Bastos, obras que que-
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daron fuera del principal boom editorial y que se situaronn una posicin no cannica (o, por lo menos, no central)
dentro del repertorio global latinoamericano.
Por otro lado, la identificacin de boom con experi-mentalismo y dificultad textual en trminos comparables almodernism occidental del periodo de entreguerras no estxenta de problemas, como demostr Jos Eduardo Gon-
zlez (El post-boom 109-115), sobre todo si tenemos encuenta que esta etapa de la literatura latinoamericana goz amenudo de un xito masivo impensable en los casos de auto-
res determinantes como Joyce o Faulkner. Pero es que ade-ms hay que recordar que la experimentacin, en realidad, yase haba desarrollado como norma esttica bastante antes delxito internacional de las traducciones y los premios, lo que
obligara a precisar que el campo literario latinoamericanono puede ser considerado homogneo entre 1940 y 1970, almenos no en trminos de mercado e instituciones.
Sin duda, el esplendor creativo de los sesenta tiene susraces en la aparicin, en los aos cuarenta, de alternativasa una concreta tradicin narrativa (novela de la tierra,regionalismo, etc.), y as, como sabemos, lo acepta gene-ralmente la crtica como uno de los principales consensosde la comunidad historiogrfica: slo es necesario recordarque en esa dcada encontramos la imaginacin razonada y
l original sistema de smbolos de Borges, la asimilacin delvanguardismo europeo (entendido a la manera, tan prejui-ciosa, del casi siempre lcido Lukcs) en Yez, Asturias,Marechal o Sabato, el virtuosismo narrativo de Viaje a lasemilla, de Alejo Carpentier, o la reflexin metatextual yantirrealista de una obra audaz e inesperada como Plan deevasin, de Adolfo Bioy Casares. A todo ello habra queaadir dos aportaciones bsicas desde el terreno crtico yacadmico, que tal vez han sido menos destacadas a la hora
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de analizar el proceso de modernizacin cultural: el canonde Pedro Henrquez Urea, sistematizado en Las corrien-tes literarias de la Amrica hispnica (publicado pstuma-
mente en espaol en 1949) y la ambiciosa tentativa tericauniversalista de Alfonso Reyes en El deslinde, proyecto
sin duda excepcional en la poca como intento de homo-logacin con la cultura europea a travs ni ms ni menosque de una teora literaria comparable a las producidas des-de el Viejo Mundo. Por todo ello, podemos decir que en ladcada de los cuarenta el sistema literario ya ha renovado
sustancialmente su repertorio bajo la influencia del vanguar-dismo, pero es todava muy distinto en su mercado y en susinstituciones a lo que encontraremos en los sesenta, y desdeluego no parece que haya ningn boom, le demos el sentidoque le demos a ese trmino.
De todos modos, los antagnicos anlisis de RamaShaw pueden ser eficaces precisamente para buscar un
cierto equilibrio. Entre la extensa bibliografa situada entrestos dos polos interpretativos3 encontramos los dos tex-os decisivos de ese ao crucial, por varios motivos, que es972, dos textos que sirvieron para cerrar e institucionali-
zar el periodo y que contribuyeron a darle en gran medidasu perfil actual: El boom de la novela latinoamericana, deEmir Rodrguez Monegal, e Historia personal del boom, de
Jos Donoso.Rodrguez Monegal, con su habitual estilo eclctico pero
fectivo, logr conectar mltiples factores (desde el exiliospaol hasta las publicaciones como Siempre! o Primera
Plana) en una visin compleja del fenmeno que an hoyresulta pertinente, sobre todo por la inclusin de factores
3 Vase, por ejemplo, la diversidad de enfoques en Garrels 287-326.
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descartados por las interpretaciones puramente materialis-as o estructuralistas del hecho literario. A pesar de la hos-ilidad que sufri por parte de la intelligentsia cubana de la
revolucin, hay que reconocerle que no dud en sealar laimportancia de la poltica cultural del castrismo en la conso-lidacin de la nueva etapa de la cultura latinoamericana. Delmismo modo, concedi gran importancia a otros dos facto-res institucionales: la entrada de la edicin espaola desde laconcesin del premio Biblioteca Breve a Mario Vargas Llosan 1962 y la etapa parisina de la revista Mundo Nuevo, que el
propio Rodrguez Monegal dirigi y que permite completarl tringulo fundamental de centros culturales en pugna enl periodo que nos ocupa: La Habana, Barcelona y Pars.
En conjunto, su mapa crtico es abarcador y convincente,aunque se realiz con poca perspectiva, cuando las polmicasan seguan dominando el discurso sobre la novela latinoa-mericana, pero conserva una notable vigencia al interpretar
l boom como una manifestacin de la complejidad culturallatinoamericana.
El testimonio de Jos Donoso, en cambio, compensala inevitable falta de una total objetividad crtica con unasagacidad ensaystica en la que lo autobiogrfico resultarevelador e incluso extrapolable a otros autores. Se le puedeachacar, por ejemplo, que es muy generoso con su amigo
arlos Fuentes al situar como primer momento del boomla publicacin de La regin ms transparente en 1958; serata de una hiptesis que apenas ha tenido continuidad y
que parece difcil de sustentar incluso con evidencias heme-rogrficas. Sin negar la importancia de esa obra de Fuentesspecialmente en el subsistema de la narrativa mexicana,
no parece que tenga una repercusin a nivel internacionalcomparable a la de Cien aos de soledad, por ejemplo. Peron otros aspectos s sent Donoso importantes bases para
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la interpretacin dominante de lo que fue el boom; por jemplo, la importancia especial del caso Padilla comoclausura del periodo debe mucho a la narracin donosiana
de los hechos. Igualmente habra que destacar su intentode depurar el objeto de estudio eliminando lo accesorio (lafcil diatriba, la manipulacin amarillista, el tenaz mani-quesmo), su informacin de primera mano sobre las acti-vidades y las tomas de posicin en el sistema literario, y sucoincidencia con Rodrguez Monegal a la hora de conceder
na notable importancia a la intervencin espaola en el
fenmeno a partir de La ciudad y los perros, que estudiare-mos en detalle ms adelante.
No es se un aspecto menor, puesto que permite esta-blecer una diferencia de juicio entre Rodrguez Monegal yDonoso, por un lado, y Rama, por otro. El corte temporalpuede ser, sin duda, arbitrario en cualquier caso y no parecemuy cientfico discutir sobre ello; lo que me interesa es exa-
minar la toma de posicin que significa en los casos espec-ficos de Rama y Rodrguez Monegal, intrpretes y a la vezprotagonistas del periodo. En este caso, hay que insistir enque Rama minimiza significativamente la importancia de laconexin transatlntica, hasta el punto de que sita comoao inicial del boom el de 1964 y lo justifica, algo vanido-samente, a partir de los datos de ventas de Cortzar pero
ambin a partir de la publicacin de dos artculos del propioRama (uno en asa de las Amricas y otro en Marcha) convoluntad canonizadora (Novsimos narradores 11-12). Sinmbargo, en otro lugar admite que Barcelona fue una de las
capitales del boom (El boom 52). Podra no ser relevante,pero cobrar sentido cuando veamos la actitud beligeran-e de Rama hacia algunos aspectos de la cultura espaola, a
principios de los setenta. De hecho, no deja de ser curiosoque, a pesar de ser hijo de espaoles emigrados a Uruguay, la
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actitud de Rama hacia la cultura peninsular sea tan distante eincluso en ocasiones algo despectiva .
Volver ms adelante sobre esos antagonismos, pero
por ahora me interesa reflexionar sobre la importancia delos modelos crticos mencionados, ya que con ellos se ha
enerado el relato dominante sobre lo que fue el boom. Lapregunta siguiente es inevitable: con esos antecedentes decrticos tan reconocidos y otros muchos con los que podracomponer largusimas notas a pie de pgina, vale la penaproponer un nuevo acercamiento que reabra la laberntica
discusin y que, con suerte, aada otra entrada bibliogr-fica? En otras palabras: es posible aportar alguna novedadsustancial a varias dcadas de anlisis sin caer en la ociosidaddel oportunismo acadmico, en el estril parafraseo o en elabuso de la cita?
El asunto es complejo, pero hay algunos resquicios parala esperanza, o eso creo desde que empec a interesarme por
l tema. A pesar del desprestigio posmoderno de la tradicinacadmica de la historia literaria, una nueva crnica de loque fue el boom puede descubrir mltiples evidencias de lacomplejidad de ese objeto de estudio que entendemos con-vencionalmente como literatura latinoamericana, y quizscontribuya a revisar ese relato que, en trminos generales,se ha mantenido hasta la actualidad, pero que puede deparar
ms de una sorpresa si se analiza detalladamente. Ciertamen-e, el auge de los estudios culturales, subalternos, poses-ructuralistas y poscoloniales, y, en general, la crtica de losstudios literarios tradicionales en las ltimas dcadas no han
beneficiado especialmente al boom como materia de estudio,de hecho podra decirse que ha perdido su posicin central
4 Su Diario 1974-1983 incluye algunos ejemplos de esa actitud, a pro-psito de los viajes de Rama a Espaa durante la dcada de los setenta.
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n la agenda de preocupaciones crticas, as como parte de sumagnetismo para los estudios latinoamericanos, sobre todon los poderosos centros culturales estadounidenses. Las
orientaciones anticannicas y descentralizadoras y las nuevaspistemologas han diversificado, a veces con oportunidad y a
veces con oportunismo, los enfoques y los objetos de estudio,atacando algunos privilegios de la narrativa ms publicitada yrescatando otras manifestaciones culturales no hegemnicaspor ejemplo, la literatura oral o la testimonial).
Con todo, hay que admitir que, a pesar de las nuevas prio-
ridades motivadas por las ltimas tendencias tericas, siguehabiendo una notable saturacin de la crtica sobre el boom;pero sta deriva no tanto de su naturaleza polmica5, como delcomprensible nfasis en los textos narrativos, especialmenten sus valores intrnsecos (renovacin estructural, plurisigni-
ficacin, etc.) y sus problemas interpretativos, tan propiciospara la competitividad de los crticos y sus ambiciones pro-
fesionales. La fastuosidad artstica, que nadie niega, ha sido elcentro de la mayor cantidad de aproximaciones al problema6,
5 Sobre esa naturaleza polmica tambin hay diversos estudios, desdeel ms mesurado de Meja Duque hasta el muy irritado de Rafael Gutirrez
irardot en la revista barcelonesa Quimera, pasando por las tomas de posi-cin de escritores que se sienten directamente agraviados, como Benedetti y
Jos Blanco Amor, al que apenas se le recuerda fuera de una invectiva contralos autores del boom que recibi la rplica de Joaqun Roy en La nuevanarrativa. Vase la bibliografa al final de este trabajo.
6 La lista bibliogrfica es muy extensa y conocida y me parece inne-cesario repetirla, pero se podran destacar como casos paradigmticos ytempranos de esos esfuerzos interpretativos algunas visiones de conjun-to publicadas a finales de los sesenta y principios de los setenta, como lasde Julio Ortega (La contemplacin y la fiesta) y Leo Pollmann (La nuevanovela en Francia y Latinoamrica), as como la edicin de Jorge Lafforgue
(Nueva narrativa latinoamericana) y la coleccin de Homenajes editada porHelmy F. Giacoman en Nueva York-Las Amricas.
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mientras que muchos aspectos socioliterarios o ms especfi-camente editoriales y mercantiles del proceso han sido pocostudiados, aunque tambin encontramos diversos anlisis,
algunos incluso bastante actuales7. En cuanto a las cuestionesideolgicas (sobre todo las referentes al contexto de la Gue-rra Fra y a la dimensin polmica de la revolucin cubana)hay tambin diversos estudios ms o menos recientes. As,por ejemplo, Claudia Gilman, en Entre la pluma y el fusil, hareconstruido con brillantez y pruebas convincentes los por-menores ideolgicos del periodo y la centralidad del debate
sobre la funcin poltica de la literatura8. Pero un procesoan internacional como ste difcilmente puede declarar ago-adas sus ramificaciones.
Por ejemplo, la bibliografa sobre el desarrollo, las fun-ciones y los espacios de difusin de la propia crtica literarialatinoamericana es muchsimo menor. Es cierto tambin que
ltimamente, sobre todo desde algunos centros acadmicos
stadounidenses, hay una meritoria labor de recuperacinanlisis de la crtica literaria latinoamericana como insti-
ucin9, en buena medida como corolario de la emergenciainternacional de los estudios culturales, pero siguen pendien-es muchos aspectos decisivos de los aos sesenta y setenta,
como mnimo10. Podramos sealar que revistas determinan-
7 Vase Vias. Ms reciente es el valioso volumen de Lpez de Abia-da y Morales Saravia.
8 Otro balance reciente, ms subjetivo, sera el ensayo de Jean FrancoDecadencia y cada de la ciudad letrada.
9 Es destacable la Serie Crticas del Instituto Internacional de Lite-ratura Iberoamericana, a lo que habra que aadir la actividad de publica-ciones como la Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, fundada por
ntonio Cornejo Polar.10 Un balance conciso pero eficaz de la crtica literaria latinoamericana
moderna se puede encontrar en Mariaca.
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es como Mundo Nuevo o Marcha han recibido rigurososanlisis (Mudrovcic, Rocca), pero otras muchas no han sidoan atendidas, igual que ocurre con diversas conexiones de
naturaleza extraterritorial: por ejemplo, las que sitan a laliteratura latinoamericana en contacto con otras, como laspaola (aunque el actual auge de los estudios transatlnti-
cos sobre todo en Estados Unidos parece tratar de compen-sar estas deficiencias), o las que establecen interconexionesntre sistemas nacionales, como una que esbozaremos aqu,ntre el sistema mexicano y el cubano.
Si admitimos, por tanto, que la bibliografa ms abundan-e sobre el boom es aquella que tiene como objeto de estudio
los propios textos narrativos, su constitucin interna y elconjunto de relaciones y comparaciones que se pueden esta-blecer entre ellos, eso significa que en cierto modo se handescuidado los otros elementos o factores de lo que llamara-mos el sistema literario. La visin sistmica (que se remonta
n ltima instancia al no siempre bien ledo Tinianov y a lamadurez del formalismo ruso) permite jugar con las perspec-ivas relacionales y con la complejidad del hecho literario,
por encima de cualquier esencialismo sobre lo que es la lite-ratura, y por encima tambin de las estructuras lingsticasinternas a los textos, la fijacin por las cuestiones interpreta-ivas o la rentabilidad poltica del marco terico.
Se adopte la metodologa, cada vez ms difundida, delsocilogo Pierre Bourdieu en Las reglas del arte, o la menosconocida en el mbito de lengua espaola de Itamar Even-Zohar, los enfoques sistmicos ofrecen las ventajas de lacombinacin de factores externos e internos a los textos, fac-ores que, en este caso especfico, iran desde la Guerra Fralo ms externo y abarcador en el campo del poder) hasta los
llamados por Jos Miguel Oviedo dilogos telescpicos delas novelas de Vargas Llosa (como ejemplo de recurso narra-
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ivo de especial fortuna). Interdependencias y correlaciones,autonomas y heteronomas, series literarias y extralitera-rias, centros y periferias, ortodoxias y herejas, intentan dar
cuenta de la complejidad inherente al concepto literatura,ntendida como una actividad sociocultural en la que el tex-o, aunque en ocasiones ocupe una posicin jerrquicamente
superior, es un factor ms dentro del sistema, en correlacincon los otros factores.
Creo que no hay duda de que es enriquecedor poner aprueba estos modelos tericos con la evolucin de la com-
pleja realidad cultural que llamamos literatura latinoameri-cana11. En las siguientes pginas aprovechar especialmentel modelo funcionalista de Itamar Even-Zohar, que reinvental clsico esquema comunicativo de Jakobson y sienta conllo las bases de la perspectiva que l llama polisistmica12.
En ese modelo terico, los factores del sistema pueden serdesglosados para el anlisis pero nunca debe perderse de vis-
a su inherente condicin relacional, as como el hecho deque a priori no pueden ser jerarquizados sino que han deser postulados hipotticamente a la hora de analizar sistemasspecficos. La redefinicin de los factores hace hincapi en la
heterogeneidad y en la estratificacin de lo que llamaramosactividades literarias, que son, evidentemente, algo muchoms denso y complejo que los puros textos. La literatu-
ra (el mensaje para Jakobson) es metodolgicamente con-siderada un producto; el emisor pasa a ser as un productor
11 Concuerdo con Pozuelo Yvancos (77-90) en el valor alternativo quelos modelos sistmicos ofrecen con vistas a evitar los dilemas generados enlas ltimas dcadas desde los centros culturales estadounidenses.
12 Los estudios de Iglesias Santos han abierto las posibilidades en elmbito de lengua espaola. Remito a esos trabajos para la discusin detalla-da de los conceptos de Even-Zohar.
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el receptor un consumidor. El cdigo como conjunto demodelos y reglas que permiten la produccin y el consumode textos en una determinada comunidad sera categorizado
como repertorio, mientras que los agentes involucrados en elcontrol de la actividad sociocultural se ubicaran en las insti-tuciones (que no necesariamente constituyen un todo arm-nico, sino que pueden presentar disputas por el control) y lapugna por la compraventa y difusin de los bienes cultura-les tendra lugar en el mercado. La ventaja de este esquemaradica en sus posibilidades para analizar procesos dinmicos
diacrnicos) en los que tienen lugar actividades de canoni-zacin, disputas por el control de la cultura e interferenciasntre sistemas, lo que adems es especialmente oportuno en
sistemas complejos y heterogneos como los que componenla realidad latinoamericana.
Ciertamente, el trmino sistema no es en absoluto aje-no a la tradicin crtica latinoamericana, puesto que Antonio
ndido, ngel Rama13 y, especialmente, Antonio Corne-jo Polar14 lo utilizan en diversas ocasiones para caracterizarcon rigor el objeto de estudio que solemos llamar literatu-ra latinoamericana (o hispanoamericana), pero creo que elrmino es especialmente til para el anlisis de un fenme-
no complejo y confuso como es el llamado boom, ya quesu multilateralismo recoge el sentido dinmico del proceso,
superando tanto la fascinacin textocntrica o los mitoscarismticos sobre la genialidad creadora, como las tenta-ciones del simplismo ideologizante (tan usual, por cierto, enodo aquello que tenga que ver con Cuba desde 1959) o la
13 Vase por ejemplo La novela (16), donde Rama se apoya precisa-mente en el concepto de sistema de Cndido.
14 Vase especialmente La literatura latinoamericana como totalidadcontradictoria.
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demonizacin del boom como una casual y peregrina estra-agema comercial y extraliteraria, y reconociendo a la vez las
innegables estratificaciones e interdependencias del complejo
cultural latinoamericano15. Tal vez slo de esta forma poda-mos encontrar la clave metodolgica que nos permita conec-ar especficamente todos los factores que tienen una funcinentendiendo funcin en el sentido que le asignaban los for-
malistas rusos) en esta particular evolucin literaria, comosealo algunos de los ms conocidos y estudiados hasta la
fecha) el premio Biblioteca Breve, las editoriales Sudame-
ricana y Seix Barral, la revista Mundo Nuevo, la revolucincubana, la agencia Carmen Balcells, Cien aos de soledad, Laciudad y los perros, Rayuela y, por supuesto, el clebre casoPadilla.
Ya Cornejo Polar (La literatura 129-132) haba sea-lado las complejas estratificaciones del sistema literario lati-noamericano en sus tres niveles de articulacin: nacional,
regional y continental, pero las mltiples correlaciones quese pueden establecer entre sistemas y subsistemas son unaarea fecunda que ofrece muchsimas posibilidades futuras.a existencia de un dinamismo especfico de Latinoamrica
como conjunto cultural articulado (a pesar de sus lmites nosiempre precisos) no significa, obviamente, que no existande forma contempornea dinamismos especficos para los
sistemas nacionales: a nadie se le escapa que, junto al granproceso del xito internacional de la vanguardia narrativa enlos aos sesenta, hay lgicas concretas de cada sistema nacio-nal que conservan un cierto grado de independencia. Bastararecordar, por ejemplo, el dinamismo especfico del sistema
15 Hay otros estudios sistmicos sobre la literatura latinoamericana,pero de distinta procedencia terica, como el de Georgescu.
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mexicano, con fenmenos particulares como la aparicin dela Onda o las repercusiones literarias de la matanza de Tla-elolco, que obligan a estudiar su evolucin literaria y a esta-
blecer las correlaciones oportunas con el sistema global.Desde esa perspectiva, el periodo que se etiquet como
l boom (o cualquier equivalente terminolgico que quera-mos buscar y que supere ese sentido epidrmico y comercial)sera un segmento cronolgico que podemos situar cautelar-mente entre 1963 y 1972, en el que el sistema literario latino-americano se articula con una cierta unidad16 frente a otros
sistemas internacionales, e incide en sus propios subsistemas,preferentemente nacionales, segn unas determinadas reglas
condiciones (mayora de edad cultural, intercomunica-cin, politizacin en diverso grado de la actividad literaria,modernizacin y tecnificacin, conciencia latinoamericanis-a, etc.), con un repertorio especfico de obras canonizadasn las que la narrativa ocupa un lugar dominante, pero en
las que tambin la poesa de Borges, Paz o Neruda cumplenna funcin, un mercado en expansin (no slo en trmi-
nos libreros, sino tambin en lo que se refiere a las propiasrevistas literarias) y unas instituciones ( asa de las Amricas,Mundo Nuevo, Marcha, Seix Barral, etc.) que pugnan porl control del sistema de acuerdo a sus intereses. La corre-
lacin, lgicamente, afecta tambin a los autores o produc-
ores, que ven modificada su situacin socioliteraria y quese ven obligados a unas determinadas tomas de posicin y a
na singular lucha por la legitimidad literaria en ese nuevomercado; a los lectores, que, guiados por las instituciones,
16 Quiz el precedente ms adecuado o el nico sera el Modernis-mo, pero una comparacin entre ambos sistemas excedera las posibilidadesde esta investigacin. Vase una tentativa al respecto en Maz.
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sancionan y jerarquizan, y, last but not least, a los textos, queson interpretados y consumidos con el horizonte del nuevorepertorio, que a su vez enriquecen y modifican, presentan-
do determinados valores literarios con los que se busca unaposicin central en el sistema y favoreciendo, por ejemplo, elproceso experimental hasta su automatizacin y agotamien-o a principios de los setenta.
Expuesto as, puede parecer muy esquemtico, pero qui-zs sea una forma de simplificar el problema, que es, des-de luego, considerable. Reitero que aqu no podr abordar
odos los aspectos ni todas las interdependencias (examinar,por ejemplo, cada sistema nacional requerira una monogra-fa especfica) y, por ejemplo, no entrar en profundidad enlos aspectos ms empricos del mercado literario latinoameri-cano (ediciones, tirajes, traducciones, beneficios econmicos,tc.), ni en el anlisis de los textos literarios ms destacados,
sino que me ocupar prioritariamente de aspectos institu-
cionales, con vistas a contribuir a historiar la evolucin de lacrtica en lengua espaola a partir de un periodo que sin dudauvo una espesura nica, una densidad crtica y creativa sin
precedentes. Me interesa sobre todo llamar la atencin sobredos aspectos sistmicos menos conocidos que pueden ayudara configurar la que espero sea una nueva crnica del perio-do: por un lado, la construccin del discurso crtico sobre la
narrativa latinoamericana y las diferentes tomas de posicinde la crtica como institucin ante los sucesivos cambios delsistema entre 1963 y 1972, tema en el que quedan pendientesmuchos aspectos y muchas evidencias hemerogrficas, y, porotro lado, el anlisis especfico de la interferencia que se pro-duce entre los sistemas culturales latinoamericano y espaoln el contexto del franquismo, interferencia que no se puedexplicar en los trminos tradicionales de la literatura com-
parada.
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Se trata evidentemente de dos aspectos cruciales tanto enla formacin de la vanguardia literaria como en la revolucinditorial que centr todas las diatribas y polmicas del perio-
do. Al margen de la produccin de textos objetivamentenovedosos en una coincidencia casi milagrosa, no cabe dudade que tuvo lugar una significativa estrategia de consagracin
legitimacin por parte de la crtica y las editoriales en losaos sesenta, y esa intervencin contiene muchos aspectosodava poco estudiados por culpa de la idea un tanto preci-
pitada de que todo est dicho en este tema.
Ello reitera la que es mi idea central: ni la vil y prosaicamercadotecnia ni la genialidad de los escritores latinoameri-canos son argumentos suficientes, ni juntos ni por separado,para explicar de forma convincente todos los aspectos de unproceso que modific extraordinariamente lo que conoce-mos como literatura latinoamericana, sobre todo en suimagen como sistema en contacto con otros sistemas. Ms
adecuado me parece empezar por reformular precisamentela categora literatura latinoamericana en trminos sist-micos, para dar cabida, junto a los textos, a los otros factoresque complementan la actividad sociocultural que entende-mos como literatura.
Esa reformulacin no excluye, naturalmente, otros dis-positivos conceptuales que pueden ser compatibilizados para
n anlisis ms completo. As, por ejemplo, el periodo quenos ocupa tiene evidentes consecuencias en lo que ngelRama llam la ciudad letrada, como institucin transhis-rica que vincula la actividad discursiva de los intelectuales
latinoamericanos con las funciones del poder y que tiene suorigen en el periodo colonial. Tal vez el boom puede leer-se asimismo como un profundo desafo que la ciudad letra-da sufre ante la nueva y proftica fuerza hoy consolidada
hegemnica del mercado capitalista, que en el periodo
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modernista slo haba sido anticipada, pero que a partir delos aos sesenta convulsiona la actividad intelectual latinoa-mericana, generando nuevas tensiones entre los privilegios
de los herederos de la tradicin letrada (cuya versin msrecalcitrante quedara para la Cuba castrista de Retamar,
arpentier, Cintio Vitier y dems) y las ambiciones de losscritores que creen posible la secular aspiracin a la autono-
ma del campo literario.Todos estos cambios pueden ser rastreados tomando
como gua la evolucin de la crtica latinoamericana y sacan-
do a la luz su dinamismo a veces discreto y minoritario. Ense sentido, los cambios en el sistema que sealar en los
captulos siguientes y que corresponden al periodo 1963-972 suponen tambin la primera etapa de una significati-
va evolucin de la crtica latinoamericana como institucin.enemos, lgicamente, una obvia consecuencia del boom en
lo que se refiere a la magnitud de la crtica, puesto que la
xpansin comercial y el reconocimiento internacional supu-sieron un incremento de la investigacin acadmica, sobreodo en Estados Unidos17, y de los esfuerzos divulgativos en
forma de manuales o historias de conjunto, no siempre cohe-rentes ni bien documentados. Como seala Sal Sosnowski,l xito internacional impuls la necesaria actualizacin de
los estudios literarios, aunque el entusiasmo por esas obras
tambin produjo una desmesurada fijacin en la actualidad,n desmedro de una obligada concentracin en la tradicin
literaria de la regin (XIII). Y produjo, en un fenmenoque todava se debe describir minuciosamente, autorrepre-sentaciones diferenciales como lo que Jos Joaqun Brunner
17 Gonzlez Echevarra (18) recuerda la importancia de la llegada deRodrguez Monegal a Yale como cambio de orientacin en el hispanismoestadounidense.
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denomin macondismo, es decir, la figuracin conceptualopuesta a la modernidad europea a partir de una visin sim-blica y dramtica de lo latinoamericano18.
Sin embargo, esa internacionalizacin de la cultura lati-noamericana tiene otra consecuencia cualitativamente msrelevante: debemos recordar que Cornejo Polar hablaba delgran debate de los 70 en la crtica literaria latinoamericana,l proyecto epistemolgico surgido a partir de la propues-a de producir una teora realmente nuestra, en concordan-
cia con la especificidad de una literatura que por entonces
ozaba de su primer xito internacional masivo (Para unaeora 9). Cornejo Polar le conceda a Roberto Fernndez
Retamar, con su famoso artculo Para una teora de la litera-ura hispanoamericana (publicado en Casa de las Amricasn 1973), un papel primordial en esa nueva etapa, en la que
ngel Rama ocupara otro lugar destacadsimo, a pesar desus reticencias ante la propuesta del crtico cubano. Aun-
que el propio Cornejo Polar confes en los noventa que elproyecto de una teora literaria latinoamericana tena dema-siados defectos y que ya no encajaba en la nueva agenda deproblemas del fin de milenio (9-12), signific un importantestmulo para la productividad crtica sobre Latinoamrica,sus consecuencias son an visibles, sobre todo despus de
haber recibido el refrendo de otras teoras literarias de signo
poscolonial o cultural.En los prximos captulos examinar atentamente la
nesis de ese proyecto crtico e intentar encontrar posiblesrelaciones entre el fenmeno socioliterario del boom, la prc-ica de los agentes culturales en esos agitados aos y la ges-acin de un paradigma terico-crtico ante los cambios del
18 Un balance del tema puede verse en Volek.
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sistema literario y la incertidumbre del destino poltico lati-noamericano. La hiptesis sealara que en 1972 puede con-siderarse clausurado, en trminos institucionales, un periodo
de modificacin sustancial y acelerada de las actividadesliterarias, no slo latinoamericanas sino tambin espaolas,
a que la interaccin entre sistemas es otra de las caracte-rsticas del periodo. Slo un latinoamericanismo cerrado
patritico podra considerar como puramente externo yaccesorio el fenmeno espaol y negar tanto la importanciadel intercambio cultural hispnico como las complejidades
eneradas por esa situacin, que obligan a pensar los siste-mas culturales no como utopas ni identidades inmutables,sino como realidades plagadas de interpenetraciones (acasono fue Espaa ms importante que Puerto Rico o Ecuador19,por poner ejemplos rpidos de un problema que desarrollarms adelante?).
No se trata tampoco de minimizar datos tan significati-
vos como el famoso caso Padilla (que tuvo lugar en 1971),sino de resaltar lo que el boom tuvo, ante todo, de autoafir-macin de diversas elites letradas (en Mxico, en Cuba, enPars, en Barcelona y aun en Caracas) que formaron, un tan-o azarosamente, un equipo de vanguardia y que capitali-
zaron jugosamente su rendimiento, incluso en el momentode la divisin y la ruptura. Esa autoafirmacin se consagra
institucionaliza, como veremos, en 1972, asegurando pre-cisamente la prosperidad mtica del invento y construyendo
na imagen polivalente y, a pesar de todo, sugestiva de lacultura latinoamericana; una imagen superior, en trminosde orgullo cultural y dividendos simblicos y econmicos,
19 Cruelmente, podramos decir que Marcelo Chiriboga fue la granaportacin ecuatoriana.
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a la que supuso el Modernismo. Porque el boom no fue slona expansin del mercado (aunque tambin); su sentido
explosivo y grandilocuente es ms amplio, e incluye asi-
mismo unas connotaciones muy especficas de entusiasmo yfervor culturalista que son las que terminan o como mnimose erosionan semnticamente hacia 1972, cuando el procesose vuelve excesivamente negativo y la mayora de los prota-
onistas coinciden en la necesidad de nuevas estrategias.Esa conmocin sociocultural que conocemos como boom
fue una toma de conciencia especfica sobre una cultura lati-
noamericana que por primera vez se intua a s misma comocentro y no periferia; fue casi una revelacin, una epifana dela cultura de dos siglos de independencia que crea descubrir
n destino a la altura de sus necesidades emancipatorias yde su hegemona frente a las otras culturas latinoamericanaslas indgenas, por ejemplo, casi totalmente ausentes de los
debates de esos aos). Fue, de hecho, una revelacin sbita
de la esperada modernidad que luego acab en espejismo ydes-sacralizacin a medida que la industria cultural asimilabaprosaicamente el fenmeno; fue, en definitiva, una emanci-pacin engaosa, precipitada y precaria, que se sostuvo slo
nos aos por la conjuncin de una serie de factores.La labor de revelacin de esa supuesta plenitud cultural
que situaba a Amrica Latina en las ligas mayores estuvo
llena de disputas y controversias, de profetas y antipro-fetas; como todas las pocas literarias, sin duda, pero connormas y valores especficos que aqu intentar describirpor encima de rayuelas y macondos. El proceso es, creo,mucho ms profundo: la modificacin general del mbitoliterario hispnico afect a los procedimientos narrativos, alas reglas del mercado y a las posiciones de vanguardia delcampo literario que quedaron consolidadas en una nuevaortodoxia, pero tambin al discurso de la crtica, a la cons-
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ruccin de la identidad cultural y a la evolucin de algunasde sus instituciones.
En cierta manera, la clave del anlisis que ahora empe-
zar consiste en algo tan simple como desviar la atencindesde el cogollo del boom del que tanto se ha hablado (yque, segn Donoso, formaran Carlos Fuentes, Mario Vargas
losa, Julio Cortzar y Gabriel Garca Mrquez) hasta otrogratin menos conocido, el de los crticos, en donde desta-can cuatro de los ms activos e influyentes de la literaturan lengua espaola: Emir Rodrguez Monegal, ngel Rama,
Roberto Fernndez Retamar, y como representante espa-ol, Jos Mara Castellet; cuatro crticos con clara voluntadintervencionista y hegemnica y con significativas afinidades
oposiciones. Y tambin con roles muy definidos: el opti-mismo liberal (Rodrguez Monegal), la autocrtica incesanteRama), la disciplina marcial (Fernndez Retamar) y la com-
plicidad turstica (Castellet). Las relaciones entre estos cua-
ro agentes pueden ayudar a crear el esquema bsico de estalectura del boom.
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. El mapa del xito
.1. La importancia de la intercomunicacin
Cmo se genera la epifana del boom como vindicacin
de las frustraciones emancipatorias y gloria de una cultu-ra perifrica? La historia es larga y no es fcil de resumir,eniendo en cuenta la multiplicidad de testimonios y datos a
lo largo de tantos pases. En el artculo de Marcha de 1964 alque haca referencia antes, La generacin hispanoamericanadel medio siglo. Una generacin creadora, que es uno desus primeros trabajos crticos con pretensin institucional,
ngel Rama lamentaba las dificultades todava existentespara conocer como objeto la literatura latinoamericana, tantopara los lectores en general como para los propios crticos yscritores: mientras que el panorama crtico de las literatu-
ras europeas evoca un jardn bien trazado y mejor cultivado,l americano recuerda una selva confusa donde los caminos
se trazan dificultosamente, y muchas veces a machetazos
2). Es cierto que encontramos en ese texto una de las prime-ras manifestaciones del orgullo cultural (que se convertir en
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pico algo precipitado en los aos inmediatamente siguien-es) cuando Rama reconoce que a esas alturas est empezan-
do una nueva etapa brillante de la cultura latinoamericana,
liderada incuestionablemente por los nuevos narradores,pero el crtico matiza su optimismo constatando la necesidad
rgente de un Servicio de Transmisiones de la Cultura enatinoamrica, es decir, un verdadero servicio pblico que
acerque a los escritores, que por lo menos permita que seconozcan entre s, que lean sus obras, mutuamente (2). Lafalta de intercomunicacin viene determinada, para Rama,
por la ausencia de verdaderos centros culturales continenta-les; parece que en ese momento slo La Habana puede cons-ituirse como tal, pero an no se ha consolidado, a tenor de
las palabras del crtico uruguayo, que afirma sorprendente-mente que algunos escritores cubanos del momento tienenmillones de lectores en los pases socialistas y casi ningunon Amrica Latina (2).
Desde luego, Casa de las Amricas ya llevaba cuatro aosde esfuerzo institucional por la promocin de la identidadcultural latinoamericana en vas de socialismo, pero susresultados empezarn a ser especialmente visibles a partirde ese ao de 1964, entre otras cosas porque consigue esta-blecer una primera vanguardia continental con su comit deredaccin: Cortzar ya se haba incorporado junto a Emma-
nuel Carballo en el nmero 13-14, pero a partir de 1964 loharn ngel Rama (en el nmero 24), Vargas Llosa (en el 32),David Vias y Mario Benedetti (en el 45), por citar a los msdestacados entre los no cubanos20.
20 Rama pronuncia en 1962 en Casa de las Amricas su conferencia
sobre Diez problemas para el novelista latinoamericano, pero el texto nosaldr publicado hasta dos aos despus (Novsimos 11).
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La percepcin, an embargada de cierto pesimismo, deRama en 1964 contrasta significativamente con el diagns-ico que Roberto Fernndez Retamar, director de Casa de
las Amricas desde 1967, realizar algunos aos ms tar-de. 1972 no es slo el ao de publicacin de los balancesde Rodrguez Monegal y Donoso sobre la actualidad delboom; tambin es el ao de publicacin de otro texto quepuede ser igualmente rescatado desde la perspectiva queaqu trato de impulsar: me refiero a Intercomunicacin yliteratura, artculo de Fernndez Retamar que form parte
de un importante volumen de crtica sobre la literatura lati-noamericana patrocinado por la UNESCO y coordinadopor Csar Fernndez Moreno bajo el ttuloAmrica Latinaen su literatura.
Ese volumen colectivo (en el que falta, curiosamente, elpropio Rama) supuso un encomiable intento de organiza-cin del trabajo crtico sobre las modulaciones especficas
de la literatura latinoamericana y fue un logro de la estra-egia de comunicacin entre los crticos para sustentar el
naciente prestigio internacional de los creadores. Dentrode ese volumen, a Fernndez Retamar le debemos uno delos textos ms tiles para entender especialmente los aossesenta del campo literario latinoamericano. El poeta ycrtico cubano otro intrprete y a la vez protagonista del
periodo planteaba la situacin de la cultura latinoamerica-na de esa dcada como una nueva etapa de intercomunica-cin, comparable al Modernismo y las vanguardias, y en laque el boom editorial de la narrativa sera slo un aspectosecundario, parte de un fenmeno mayor que la publicidadno poda desvirtuar o manipular y que, finalmente, se resu-ma en la nueva realidad poltica latinoamericana marcadapor el socialismo:
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Si en nuestra poca la difusin de la literatura latinoame-icana es mayor que nunca; si la intercomunicacin de las
distintas zonas latinoamericanas alcanza su grado ms alto
asta ahora, ello es la natural consecuencia de que (...) Lati-oamrica est pasando a ser una dramtica realidad, comoo muestra desde hace diez aos (por supuesto, los aos enos cuales ocurre el auge literario del continente) la revolu-
cin latinoamericana que se desarrolla en Cuba (328).
Naturalmente, la acrtica apologa del proyecto revolu-cionario cubano mediatiza como siempre las palabras del cr-ico, pero su propuesta puede reconsiderarse porque apunta
a la articulacin de todos los factores literarios en un nuevosistema en los aos sesenta, por encima de cualquier xitoparticular y de cualquier posicin individual. Retamar sealan 1972 (aunque no debe olvidarse que el texto fue escrito
probablemente un par de aos antes y no haba sucedidoodava, por tanto, el caso Padilla) la cohesin sistmica
de la cultura latinoamericana que se ha producido de formareciente y su capacidad para participar activamente en el cur-so literario occidental, de una manera tan o ms intensa quen el Modernismo.
La euforia bolivariana y martiana lleva a Retamar a enfa-izar exageradamente la autoconciencia latinoamericana (el
reencuentro ideal de una unidad histrica temporalmentedesbaratada en la realidad), pero hay en su anlisis intere-santes observaciones acerca de cmo la cultura latinoameri-cana de los sesenta comparte un repertorio revolucionario,a diferencia de las dcadas anteriores, y acerca de cmo seenera la interdependencia entre la serie poltica y la literaria:
la intercomunicacin latinoamericana no es el resultado dela nueva literatura, ni viceversa: ambas son expresiones de unmundo que se estructura, de un continente que se hace uno,n una violenta anagnrisis (331). Retamar cita dos ejem-
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plos clebres de la interferencia21 del sistema latinoamericanocon respecto a los sistemas europeos: las famosas palabrasde Foucault sobre Borges en Les mots et les choses (a lo que
habra que aadir el nmero de LHerne) y el nmero deTimes Literary Supplement de 1968 dedicado a la literaturalatinoamericana (325). Son, efectivamente, dos momentosmblemticos y a la vez bastante objetivos de la expansin
del sistema cultural latinoamericano y estn en la raz de afir-maciones eufricas como la del escritor colombiano Her-nando Valencia Goelkel en el mismo volumen de 1972: la
literatura latinoamericana ha llegado a su mayora de edad121).
El orgullo sistmico (especialmente, el orgullo de lasinstituciones, aunque tambin lo encontraramos en pro-ductores y consumidores) como resultado de un repertorioactivo y expansivo y como indicio de un anhelado estatu-o poscolonial es otro de los factores que debemos enten-
der para calibrar el alcance de los cambios globales y sobreodo la singular y celebratoria relacin con otros sistemas
que caracteriza (por encima de los clculos econmicos) lainternacionalizacin del boom, como veremos al examinar elcontacto con un sistema dbil y pasivo como es el espaoln el tardofranquismo. Si matizamos la proyeccin socialis-a y propagandstica de las palabras de Retamar, tendremos
na nueva aproximacin interesante al problema, basada enl principio de que la intercomunicacin significa, en pocas
palabras, un nuevo repertorio para un nuevo estado del sis-ema.
Los textos de Rama y Retamar pueden ayudarnos ade-ms a establecer dos percepciones muy distintas del sistema
21 Sobre la importancia de la interferencia en la perspectiva polisist-mica, vase Even-Zohar.
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literario latinoamericano por parte de la crtica, una ms bienprecavida y otra ms bien eufrica, y a reconocer por tantolos cambios que tienen lugar, primero con cierta lentitud y
luego de forma muy precipitada, en el periodo que pode-mos situar entre 1963, con la publicacin de La ciudad y los
erros, y 1972, con, entre otros muchos datos, el volumende Fernndez Moreno que consolida un mapa crtico para laregin. Ese periodo sera especialmente intenso, como vere-mos, a partir de 1967, ya que en esos aos las institucionesspaolas, cubanas, mexicanas y parisinas entran en interac-
cin significativamente.Se trata en efecto de una nueva etapa del sistema, en la que
se ha construido un nuevo repertorio que comparten lecto-res, escritores y crticos latinoamericanos (y espaoles, aun-que en mucha menor medida 2) y que configura, en muchossentidos, una nueva identidad cultural. Rama lo intuye en suanlisis sobre el boom a partir de unas antiguas declaraciones
de Cortzar, en las que el autor de Rayuela interpretaba lacuestin en trminos culturales e ideolgicos, como la msxtraordinaria toma de conciencia por parte del pueblo lati-
noamericano de una parte de su propia identidad (citadon Rama 244). De pronto, afirmaba en 1982 Sergio Pitol,
los jvenes de hace veinte aos descubrimos un continentevivo que, entre otras cosas, produca un arte y una literatura
capaces de entusiasmarnos (29). Carlos Monsivis tambinha aportado su explicacin de ese irrepetible fenmeno cul-ural:
22 Vicente Molina Foix habla de los exmenes sobre Rayuela que, porsupuesto, de manera extraacadmica, realizaban estudiantes universitariosde Madrid a mediados de los sesenta: no era slo un asunto de buen tonoleer, entonces, Rayuela: se trataba de una necesidad cuya negacin vala lasmalas caras y los peores denuestos (Campbell 63).
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omo nunca, los lectores de habla hispnica se hallaronfrente a atmsferas, incentivos vitales, correspondenciasintensas y complementarias entre literatura y realidad. En
edio de transiciones de toda ndole (hacia el fascismo,acia formas de nacionalismo revolucionario, hacia unarctica incongruente del tercermundismo), los lectores se
aferraron a estos libros como manera de desligarse no dena tradicin cultural sino de la opresin del subdesarrollo.a literatura como compromiso y utopa. Y le toc a unrupo de escritores la fortuna o la desgracia de ver asumidas
sus obras como modelo de conducta, de ver conducida al
lano de la dramatizacin su representacin voluntaria ointelectualizada de la situacin nacional y latinoamericana yde la condicin humana (1043).
No hace falta insistir en que entre 1940 y 1960 laarticulacin de la literatura latinoamericana funcionabams por subsistemas nacionales que por un gran siste-
ma comn capacitado para repartir capitales simblicos/o econmicos y entrar en contacto con otros sistemas.Podran multiplicarse los ejemplos, pero la percepcin de Jos Donoso es quiz la ms convincente: en su revisinmemorialstica recuerda las dificultades que un lector lati-noamericano tena para manejar un repertorio supranacio-nal antes de los aos sesenta: Borges, Carpentier, Onetti
ran casi desconocidos en Chile antes de la dcada de losaos sesenta (26), as como la falta de intercomunicacin:antes de 1960 era muy raro or hablar de la novela his-panoamericana contempornea a gente no especializada:xistan novelas uruguayas y ecuatorianas, mexicanas y
venezolanas (18).Podemos recordar la existencia de ejes de gran trascen-
dencia continental, como el que componan tres amigos tanrelevantes como Borges, Henrquez Urea y Reyes, pero es
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innegable que la revolucin cubana reactiv el significanteAmrica Latina, propiciando una cohesin socioculturalde signo profundamente utpico que regul de forma nota-
ble el estado de la cultura latinoamericana y que facilit esaintercomunicacin, abriendo la puerta a la constitucin de
n nuevo repertorio que despus consolidaran otros agen-es, como las editoriales que fomentaron la circulacin de los
libros (Sudamericana, Seix Barral, etc.) y que se sumaron a lastrategia de produccin y etiquetado de una imagen global
de la cultura latinoamericana. Ana Pizarro ha destacado lo
que supuso la revolucin como emblema de un ethos alter-nativo:
As, lo que en un principio y dada la evolucin de la luchase vio como un fenmeno de naturaleza puramente polti-ca, poco a poco empez a ampliar su esfera de influencian el continente: comenzaron las reuniones de intelectuales
ntrando ahora a discutir entre si en suelo latinoamericano.odo esto adquiri un simbolismo cada vez ms potente.omenz a erigirse la figura del Che, se asent la prime-
a reunin de los subalternos del mundo la Tricontinen-tal y la figura de Fidel Castro apareci cada vez ms comol cono de un mundo joven mostrando que los destinoso estaban prefijados, que el continente deba articular en
conjunto sus problemas, evidenciando la posibilidad del
cambio, enfrentndose la imagen de David y Goliat esecurrente a una de las dos potencias del planeta (31).
Los premios literarios, el nivel de la revista y el eco perio-dstico de la revolucin cubana convirtieron a Casa de lasAmricas en una institucin poderosa sobre todo entre 1963
1971. A ello habra que sumar que la revista Casa de las
Amricas haba dedicado en 1964 un clebre nmero a lanueva narrativa, con textos de un grupo muy selecto de auto-
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res: Onetti, Sabato23, Cortzar, Carpentier, Fuentes y Vargaslosa, acompaados de una brechtiana propuesta de Rama:
Diez problemas para el novelista latinoamericano, que era
la primera muestra de la voluntad rectora del crtico urugua-o para orientar cualquier simbiosis entre poltica y estti-
ca en el contexto latinoamericano: era el intento, sealaRama, de razonar orgnicamente las diversas vas que habaomado un gnero que, imprevistamente fecundado por la
rica poesa de los vanguardistas y por la novela norteameri-cana, haba respondido a las demandas del exaltado pueblo
de los sesenta (Novsimos 11).La intercomunicacin cultural, adems, adquiri unas
connotaciones triunfalistas por el agravante que supona elbloqueo estadounidense, lo que convirti acontecimientoscomo el Congreso Cultural de La Habana en enero de 1968 olas reuniones de los jurados del premio de Casa de las Am-ricas en actos fuertemente propagandsticos que aumentaban
al mismo tiempo el poder blando de Cuba en la geopolti-ca internacional y la legitimacin de los intelectuales latinoa-mericanos y espaoles en una escala de valores simblicosdominada por los criterios de la izquierda 4. El frente externode apoyo a la revolucin cubana (que haba sido pblicamen-e auspiciado por Castro en 1961 con sus astutas Palabras a
los intelectuales) vivi sus momento lgidos y la interco-
municacin fructific, incluso en trminos muy evidentes y
23 El autor argentino firmaba entonces sus obras como Sbato. En ladcada siguiente eliminara la tilde de su apellido.
24 Un anlisis actual y bastante ecunime se puede encontrar en Fran-co (Decadencia 119-147), aunque es especialmente completo el de Gilman.Ivn de la Nuez, por su parte, estudia enFantasa roja la ingenua fascinacinpor la Cuba revolucionaria por parte de intelectuales europeos y norteame-ricanos incluso en el nuevo milenio.
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fotognicos, como ocurra con esas clebres visitas, breves yursticas pero tambin propagandsticas, a Cuba. Y es que
no se trat, como sabemos, nicamente de declaraciones y
amenos paseos caribeos, ya que tambin hubo una produc-cin textual apologtica, sobre todo en los primeros aos.
Podramos afirmar que Cancin de gesta, de Pablo Neru-da, La batalla de Cuba, de Fernando Bentez, y Huracnsobre el azcar, de Jean-Paul Sartre, inauguraron la larga listade textos de autores no cubanos directamente motivados porla exaltacin del proceso revolucionario. En esa lista predo-
minan los gneros testimoniales, pero no hay que olvidarque aun en nuestro siglo la revolucin cubana sigue ofrecien-do cronotopos para muy diversas formulaciones narrativasde autores no cubanos: Gonzalo Celorio, por ejemplo, revisaautoficcionalmente sus experiencias con la Cuba castrista enTres lindas cubanas, mientras que Jorge Volpi reconstruyecon tono pardico la influencia cultural cubana de los sesen-
a en El fin de la locura, y, por poner un ejemplo de signocontrario, todava podemos encontrar defensores acrrimosfuera de Cuba) de la revolucin como la espaola Beln
Gopegui con El lado fro de la almohada.Hoy, las estrategias culturales cubanas han perdido ese
poder de atraccin ante el desprestigio evidente de la revo-lucin, pero en los aos sesenta su efectividad fue notable:
fomentaron de forma inslita la comunicacin y no slontre latinoamericanos. As, por ejemplo, la intelectualidadspaola antifranquista se sum pronto al entusiasmo revo-
lucionario: Juan Goytisolo viaj en 1961 a la isla, invitadopor Carlos Franqui25, y al ao siguiente se publicaba en Parsla antologa Espaa canta a Cuba, en una editorial militante
25 El reportaje Pueblo en marcha sera resultado de esa experienciatodava profundamente utpica y voluntarista.
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como Cuadernos de Ruedo Ibrico26. La antologa fue prolo-ada por Blas de Otero (que poco despus colaborara en las
principales revistas cubanas, Casa de las Amricas y Unin)
reuna poemas, entre otros, de Carlos Barral, Jaime Gil deBiedma, ngel Gonzlez, Jos Agustn Goytisolo, Gabriel
elaya y Rafael Alberti.La cooperacin continu durante varios aos; despus
de esa primera antologa de poesa apologtica, la visita a laisla de otro espaol exiliado como Goytisolo, Francisco Fer-nndez Santos, con motivo del premio Casa de las Amri-
cas de 1966, propici un ambicioso esfuerzo de proyeccinransocenica de la poltica revolucionaria cubana, que cont
con la cooperacin del hiperactivo Roberto Fernndez Reta-mar y nuevamente del equipo de Cuadernos de Ruedo Ib-rico. Se trata del volumen uba, una revolucin en marcha,completo dossier que inclua textos polticos de Castro y
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