LA EDUCACIÓN DE “LA VOLUNTAD ENFERMA”: HIGIENE, PEDAGOGÍA Y MODERNIDAD EN LA OBRA DE MIGUEL JIMÉNEZ
LÓPEZ
Alejandro Jaramillo Hurtado
200510490
Monografía de pregrado
Departamento de Antropología
Universidad de Los Andes, Bogotá 2009
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Una lacerante rabia ilumina
como fiebre mis días primeros
Una recua imbécil de maestros
despedazó mi infancia
Su negligencia quemando la terrible pureza
a su alrededor, devastando la plegaria
Días inocentes, como calles
sembradas de escuelas antros carnicerías
Vidas desfiguradas
a las puertas del Paraíso
de cada día
Si Dios supiera lo que han hecho
y lo que han dejado de hacer
Si Dios supiera cómo callan
No los alumbra el miedo
ni les canta
la luz
brotando
de los pechos
de sus madres
Ay, la vida pasa como la esbelta sombra
de un navío sobre un sagrado espejo de sangre
[…]
“Las ceremonias de la Sangre”
Santiago Mutis Durán
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN, P. 5
1. LA EDUCACIÓN, LA PEDAGOGÍA Y LO MODERNO EN COLOMBIA, P. 8 2. DESAMPARADAS RAZAS DEGENERADAS: EL PENSAMIENTO DE MIGUEL JIMÉNEZ
LÓPEZ EN CONTEXTO, P. 28
3. LA MODERNIDAD DE LA PEDAGOGÍA DE JIMÉNEZ LÓPEZ, P. 47 4. ALGUNAS CONCLUSIONES
5
INTRODUCCIÓN
Desde los inicios de la paideia griega la educación ha sido el mecanismo socia l privileg iado para
la adaptación del niño a su medio social y cultural, tanto así que cualquier consideración
política que no tomase a la educación como punto de partida en la formación de ciudadanos
ha sido de comienzo mal encaminada, por no decir equivocada; educar a un niño no ha
contado exclusivamente con el esfuerzo y la técnica aplicada para transformarle en adulto,
sino, en mayor medida, para moldearle según un tipo ideal de ciudadano educado. A razón de
la necesaria transitoriedad y transformación histórica de los ideales característicos de una
sociedad, es de obviar el hecho de que la paideia griega, junto a sus condiciones de posibilidad,
haya cambiado a sobremanera ya que este tipo ideal de la educación siempre tendrá de
abstracto lo que tiene, en todo caso, de concreto y práctico: ciertamente lo normativo es lo
que cuenta a la hora de evaluar la inscripción específica de caracteres sociales y culturales en
un sujeto, pues al fin y al cabo la norma es la que establece las reglas y los límites en los cuales
se ha de cumplir con un objetivo específico, un fin pre‐determinado. Con el despertar de las
inquietudes que indagaban por el bios del sujeto, la normalización es el principio de
integración en su función positiva y de exclusión en su función negativa. La modernidad será el
testigo del devenir político de la medicina social en la gestación de la población con la
distinción entre lo normal y lo patológ ico, lo degenerativo.
El asomo de la modernidad en Colombia a finales del sig lo XIX y principios del siglo XX trajo
consigo un nuevo orden de preceptos pedagógicos que, contando con la gran cantidad de
saberes científicos a la mano, se hicieron patentes en los discursos de profesionales que
buscaban ante todo enfocarse en el orden de la naturaleza y las reg las de la v ida para
fundamentar su autoridad; estos profesionales, a saber, eran representados por figuras de tan
notable respeto en la sociedad colombiana de entonces como lo eran el ingeniero y el médico,
ya que su lugar como agentes del poder en el diseño y ejecución de políticas relacionadas con
la administración del cuerpo y la subjetiv idad remite directamente a su conocimiento de los
principios de las ciencias de la vida1. Esto desplazó en definitiva a las figuras tradicionales del
letrado y el jurista ‐en cierta medida ‐ puesto que su reflexión pedagógica se concentraba en
una concepción netamente humanista, es decir, global, de la educación. Enfocarse en los
principios de las ciencias de la vida tuvo por principal efecto la regulación de los fenómenos de
1 PEDRAZA, Zandra. “Y el verbo se hizo carne… Pensamiento social y biopolít ica en Colombia”. En: Pensar el s iglo XIX : Cultura, biopolít ica y modernidad en Colombia. Santiago Castro‐Gómez, editor. Pittsburgh; Biblioteca de América, 2004. P. 188‐199.
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la vida, entendida ya desde un plano biológico y comprendida en el marco general del control
estatal de la población, pues toda forma de pensamiento con respecto a la vida era
necesariamente una reflexión sobre la naturaleza del indiv iduo, la población y el territorio. De
manera que se pudieran regularizar, normalizar e integrar los fenómenos de la nación a la
lógica de la modernización, mejor dicho la del capitalismo. Toda reflexión y consecuente
intervención con vistas a cumplir con los objetivos del progreso debía ser respaldada por
principios básicos de las ciencias de la v ida.
En la modernidad todo proyecto emancipatorio que tenga como norte un ideal democrático y
participativo, vuelve necesariamente su mirada a la infancia. En ella se encuentra la clave de la
vida y para enfrentar la v ida, pues el materia l del que está hecho es blando, liso y llano y sirve
para el cultivo de los caracteres hereditarios en auspicio de la especie. Habría pues que
inculcar en ella las normas de la actividad personal, productiva y del desarrollo armónico con
relación al medio natural y social, según como lo consentían la biolog ía y el evolucionismo
social.
Ahora bien, siendo el sujeto infante la materia más dúctil a disposición, necesitando este de
tan sólo una sutil estimulación para que se advierta en él la palpitante generación de intereses
y afinidades con el entorno social, no es asunto de sorpresa que el educando de la modernidad
en Colombia sea atravesado intensivamente por las mismas fuerzas que re‐producen
extensivamente los mecanismos de poder.
Miguel Jiménez López (1875‐1955) ejerció el cargo de médico‐psiquíatra por más de 40 años y
su trabajo intelectual ‐el médico para entonces era el quintaesencia del pensador social‐ se
consagró casi por completo a la reflexión en torno a los preceptos de la pedagogía y la
incidencia de esta en la sociedad. Jiménez López partió desde un principio, cursando sus
estudios de medicina, con la firme convicción de que la nación colombiana se encontraba
atrasada, de que la raza que le componía se hallaba en plena degeneración (condición que
resultaba para él tanto somática como moral) para después tomar apunte detallado de las
diferentes corrientes educativas occidentales, junto con los diferentes saberes que
respaldaban sus métodos educativos, y así lograr la rectificación de la nación colombiana
siguiendo el tipo ideal de aquellos modelos foráneos. La reflexión eugenésica cobró, de esta
manera, una importancia fundamental en su obra pues toda consideración sobre la necesaria
regeneración de la raza se remitía a un modelo antropológ ico según el cual la raza podría
mejorarse, sino entonces perfeccionarse. Aunque la obra de Jiménez no sea extensa de por sí,
las numerosas publicaciones en revistas y periódicos señalan a la educación como el eje de
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toda su preocupación por el futuro de la nación colombiana, aparte, claro está, de las medidas
estrictamente migratorias que propuso para contrarrestar la degeneración colectiva que no
gozaron de mayor consideración después de que hubieran causado escándalo en el Teatro
Municipal de Bogotá hacia 1918 (tal vez el único escoldo de aquel debate incendiario fue un
estudio que dedicó en 1929 a la posible inmigración de una población japonesa al meta,
llamado “la migración amarilla a la América”).
Al analizar los textos de Jiménez López en contexto, los objetivos en mente son:
‐ Relacionar la pedagogía de Jiménez con la modernidad en Colombia y los lineamentos
gubernamentales y biopolíticos que se establecieron entonces
‐ Establecer una conexión entre los distintos aspectos de la educación (física, moral,
intelectual, manual) con la eugenesia y las prácticas higiénicas
‐ Dilucidar la gestación del proyecto educativo en el pensamiento de Jiménez a lo largo
de su v ida, aclarando, de esta manera, las repercusiones que pudo haber tenido
Entonces bien, a la pregunta ¿qué elementos de la modernidad introduce Miguel Jiménez
López con su obra pedagógica?, es necesario ocuparse de por lo menos tres aspectos de la
producción de la misma y para ello se elaborarán tres capítulos diferentes: primero, lo
moderno en Colombia y la pedagogía. La educación primaria y secundaria para los tiempos de
la Regeneración de Núñez era un tema crucial tanto para la formación de la conciencia
nacional como para la implementación de normas educativas capaces de regir la conducta
moral de la población. Y así lo siguió siendo hasta bien entrado el sig lo XX, aunque con el paso
del tiempo devino un importantís imo eje de articulación para los “avances” nacionales en
materia de progreso socia l y cultural. Segundo, la trayectoria de Jiménez como un
comprometido, además de controvertido, pensador de lo social que abordó temas que
estuv ieron, para aquel entonces, estrechamente relacionados (psiquiatría, hig iene, eugenesia y
pedagogía); un pensador, por tanto, que exploró las posibilidades de un nuevo proceso de
mestizaje con la aventada migración de poblaciones foráneas para mejorar la “ecuación racia l”
de Colombia y que, mucho después, quiso más bien dedicarse a formar ese material nativo que
conformaba la insipiente nación colombiana. Tercero, la propuesta pedagógica de Jiménez
puesta en contexto para poner en tela de juicio, precisamente, su modernidad.
8
CAPÍTULO 1. LA EDUCACIÓN, LA P EDAGOGÍA Y LO MODERNO EN COLOMBIA
I. Antecedentes histór icos y teór icos generales
¿Cómo dar cuenta de la pedagogía y la escuela moderna?
La educación como foco priv ileg iado de la preocupación gubernamental por el bien de la
nación comienza a darse a partir de un conocido cambio en la vida económica de las
sociedades occidentales en pleno siglo XVII, época, en la cual, aparecen el trabajo fabril y la
industria propiamente moderna, que luego culminaría en la conocida Revolución I ndustrial.
Esta magnífica aparición de la industria humana y su subsecuente afianzamiento en la real
economía política de las naciones europeas fue el producto de la confabulación de saberes
disciplinarios que propulsaban la creación de nuevas formas de lucro al tiempo que se
proponían un mejor control de las fuerzas humanas que componían el agregado laboral. Ya
para el siglo XVIII la relativa desaparición del poder soberano marcó en definitiva la
consolidación de dispositivos de seguridad para regular los fenómenos de las población,
posibilitando así todo tipo de disciplinas que moldearían desde entonces la forma humana en
la consecución de fines específicos; objetivos, entonces bien, que eran impuestos por las
exigencias de optimización del ámbito laboral desde una esfera política, es decir, desde los
intereses de la clase dominante o de los grupos dominantes a las ocurrencias fácticas de los
entornos familiares y culturales de las clases subalternas. La fábrica, más que símbolo de la
época, será un espacio de disciplinamiento y de v igilancia de la organización humana.
Los fenómenos crecientes de industria lización no hubieran podido desarrollarse sin los
principios base de las ciencias físico‐naturales, por no mencionar esos de las matemáticas, que
posibilitaron nuevas formas de trabajo y de organización en las fábricas. Estos saberes
modernos en gestación se darían a la par del saber técnico industrial (como fue el caso de la
aparición de la teoría de la termodinámica a partir de la creación de la máquina a vapor), pues
el saber aplicado a los procesos de producción se caracteriza simplemente por su efecto en la
creciente división especializada de las tareas fabriles, además pues de los tiempos que son
asignados con cálculo minucioso a la realización de cada tarea. Este acentuado proceso de
especialización en la producción fabril bien se puede dar por servido con la denominación de
disciplina puesto que, tal como lo afirma Le Breton en su estudio sobre la posición, además de
la función y el emplazamiento que le asignan las representaciones sociales al cuerpo, el saber
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así sea filosófico es en primera instancia cultural y se encuentra supeditado al simbolismo
general de la sociedad de la que es producto; Le Breton dice lo siguiente sobre el modelo
mecanicista que engloba las activ idades de la sociedad del sig lo XVII de la cual, por ejemplo, el
pensamiento cartesiano es fiel imagen:
Movimiento del pensamiento que busca reducir el conjunto de los movimientos del hombre o las turbulencias de la condición humana a un conjunto de leyes objetivas con recurrencias previsibles, toma fuerza en el siglo XVII y nunca, en adelante, deja ejercer su influencia […] Una voluntad de dominio del mundo que sólo puede ser pensada a condición de generalizar un modelo mecanicista. Si el mundo es una máquina, está hecho a la medida del ingeniero y del hombre emprendedor. En cuanto al cuerpo, razonable, euclidiano, está en las antípodas de la hybris, cuerpo secuencial, manipulable, de las nuevas disciplinas, despreciado en tanto tal, lo que justif ica el trabajo segmentario y repetitivo de las fábricas en las que el hombre se incorpora a la máquina sin poder, realmente, distinguirse de ella2
Pero más allá del arraigado simbolismo de occidente, esta concepción del cuerpo humano
como máquina, como ensamble de piezas, ensamble medible en todas sus facultades de
pensamiento y mov imiento como si hubiese sido diseñada por el más perfecto de los
ingenieros (Dios), devela una larga continuidad de lo que ha sido una vív ida y activa creación
de lo social y, aun más importante, la uniformización de los diferentes modos de vida
siguiendo los inequívocos de un singular modelo de lo social. Aunque sea de mentalidad y
simbolismo definitorio este modelo hubo, después de todo, de multiplicarse y diferenciarse de
sí mismo por el ejercicio concreto del poder entre los indiv iduos y de los individuos sobre ellos
mismos con la aparición del régimen liberal en la sociedad occidental, puesto que como
modelo sería juzgado racionalmente en sus “consecuencias” prácticas.
La vigilancia y la correlativa clasificación médica de los males que afectaban “el cuerpo socia l”
son en gran parte responsables de la proliferación de las representaciones del cuerpo, puesto
que la medicalización será esa vig ilancia precisa y concreta que habrá de depositar un saber en
el cuerpo al tiempo que extrae de él una serie indefinida de observaciones sobre su estado y su
posición con relación a la moral socia l o la normatividad biológ ica, asignando, de esta manera,
un lugar a cada una de esas representaciones en la div isión del trabajo, la distinción socia l y el
status, en suma, la trama de poder.
Para Marx las coacciones ejercidas por los procesos económicos sobre la organización social
del agregado laboral se referían a estrechas relaciones de dominación producidas, en el
2 Le BRETON, David . Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1990, p. 67‐75.
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espacio de las fábricas como espacios disciplinarios, con el propósito explícito de la
optimización productiva, por el juego real y por los efectos secundarios de la relación
antagónica del capital y el trabajo; la escuela formal y pública, desde entonces, se tornarían en
temas de gran sensibilidad para la teoría marxista al concebirlas en algún nivel como la
herramientas ideológ icas burguesas por excelencia, o bien, como principales aparatos
ideológicos de estado que favorecen la obnubilación de la conciencia de clase, por ello de la
preparación del proletariado para una vida de servidumbre económica y política al pie de la
letra de los intereses económicos capitalistas. Esta subordinación sería inequívocamente
opresiva si no fuese, tal como lo resaltó Foucault, por el hecho contrario de que los
mecanismos disciplinarios de los siglos XVII y XVIII (la prisión, las escuelas, el cuartel militar, las
fábricas, los hospitales, etc.) produjeron y administraron sometimientos, adiestramientos y
vigilancias concretas que hicieron posible aquellas relaciones de dominación capitalistas,
relaciones que habría heredado más no inventado la burguesía en el siglo XIX. Vale la pena
citar el siguiente pasaje en extenso:
[…] lo que hay de novedoso, lo que pasó en el transcurso del sig lo XVIII y la edad clásica, es decir, la introducción de un poder que, con respecto a las fuerzas productivas, con respecto a las relaciones de producción, con respecto al sistema socia l preexistente, no desempeña un papel de control y reproducción sino, al contrario, un papel efectivamente positivo. Lo que el siglo XVIII introdujo mediante el sistema disciplina con efecto de normalización, el sistema disciplina‐normalización, me parece que es un poder que, de hecho, no es represivo sino productivo; la represión no figura en él más que en concepto de efecto lateral y secundario, con respecto a mecanismos que, por su parte, son centrales en relación con ese poder, mecanismo que fabrican, mecanismos que crean, mecanismos que producen […] Me parece también que lo que el sig lo XVIII logró crear (y la desaparición de la monarquía, de lo que se llama el Antiguo Régimen, a fines de ese siglo, es precisamente la sanción de esto) es un poder que no es de superestructura, sino que está integrado al juego, a la distribución, a la dinámica, a la estrategia, a la eficacia de las fuerzas […] un poder que posee en sí mismo los principios de transformación e innovación […] un tipo de poder que no está ligado al desconocimiento sino que, al contrario, sólo puede funcionar gracias a la formación de un saber, que es para él tanto un efecto como una condición de su ejercicio3
El poder de la soberanía clásica, cuya tecnología sostenía un acentuado control (militar,
religioso y jurisdiccional, entre otros) sobre el territorio y un poder absoluto sobre la vida del
súbdito, de todo sujeto que ocupaba el territorio, entrelazó sus mecanismos con aquellos que
surgieron con el pensamiento liberal a mediados del siglo XVIII gestando un arte de gobierno
de las poblaciones en la medida misma que restring ía al máximo las formas y los ámbitos de
3 FOUCAULT, Michel. Los anormales . Buenos Aires; Fondo de Cultura Económica, 2001 , p. 115‐118.
11
acción de gobierno estatal4, organizando también todo tipo de transacciones (sociales,
políticas y económicas) para definir la limitación de las prácticas de gobierno de estado según
el modelo ilustrado de la formalización de los límites intrínsecos por y a través de una
verificación racional, es decir, sujetos a procedimientos verificables5. De allí que el nacimiento
de los saberes científicos modernos se haya dado en la red de poderes de regulación
gubernamental en torno a los fenómenos de la población y que con ello, por lo tanto, se hubo
de indagar sobre la naturaleza de las cosas no ya según una sobre‐codificación estatal de las
mismas, una razón de Estado que les rendiría a un uso predeterminado, sino al juego abierto
por el liberalismo económico del amplio proceso de circulación de cosas y personas; la
posibilidad de un movimiento libre de artículos y mercancías entre la población rompió
efectivamente con los privilegios de título asociados a una figura central en la trama de poder,
desplazamiento definitivo del valor del trabajo y de la opinión individual que dejó su impronta
en todos las instancias productivas e instituciones del saber al prever en la ocurrencia de
fenómenos socia les el sometimiento a afecciones ‐tanto del orden biológico, médico,
subjetivo, de salubridad como criminal‐ que serían consideradas aleatorias y en cierta medida
imprev is ibles, necesitando, así, una regulación bajo estricta vigilancia de la población por la
población, regulación que por su mismo carácter de unanimidad global será dispersa y
descentrada para mantener la seguridad en el seno de la sociedad. Cada partícula social se
hará a la libre obligación de velar por la seguridad de la nación.
El desarrollo de mecanismos inter‐indiv iduales de normalización de los modos de vida, las
condiciones de existencia más las posibilidades de acción que podía emprender tal o tal
individuo, se logró gracias a la administración liberal del saber y de sus consecuentes prácticas,
o sea, de la forma racionalizada de cálculo y delimitación racional de los linderos del
conocimiento que todo individuo sostenía de una u otra forma, a partir de los cuales se
ponderaba qué era seguro y qué no lo era, sin tener que recurrir realmente a las jurisdicciones
vigentes sino a una verificación individual/ individualizante.
Este principio de las prácticas de gubernamentalidad, el de regulación de los fenómenos
individuales y de población por medio de un cálculo racional, de la mera sujeción a los límites
de la razón, tiene un significado concreto en el corpus foucaultiano: “La gubernamentalidad da
4 Tal vez este s ea el s entido auténtico del aforismo “el mejor gobierno es el que menos gobierna”. 5 “Esa libertad, a la vez ideología y técnica de gobierno, debe comprenderse en el interior de las mutaciones y transformaciones de las tecnologías de poder. Y de una manera más prec isa y particular, la libertad no es otra cosa que el correlato de la introducción de los mecanismos de s eguridad”. FOUCAULT, Michel. Seguridad , territorio, población. Buenos Aires; Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 69‐71.
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cuenta de estos ejercicios omnipresentes del poder y de este gobierno extra‐estatal que
produce una realidad social en el interior de los discursos jurídico‐ institucionales mientras
actúa de una manera directa en las mentalidades, aunque de una manera muda mientras se
mantiene segura del daño que las leyes escritas podrían hacer a algunas de estas prácticas. En
este sentido, la gubernamentalidad corresponde literalmente a una forma de ‘gobierno de las
mentalidades’”6. El Estado, su presencia y su control, es concebido según esto como un efecto
“móv il” de la inconmensurable complejidad socia l que las prácticas de gobierno de la
población tejen alrededor de los indiv iduos, tornándose objetivas un sin número de relaciones
de poder además de una multiplicidad de puntos de dominación y líneas coexistentes de
resistencia; de esta manera haciendo que ciertas consignas de control sean más vis ibles que
otras, ya porque sean establecidas desde arriba, desde las instructivas de las élites, ya porque
sean construidas desde abajo, es decir, al nivel del pensamiento y la acción individual o
popular.
La educación como preparación para la vida en sociedad
Ahora bien, volviendo a la educación, es de obv iar el hecho de que este nuevo estado de cosas,
esta masificación de la industria a partir del siglo XVII, pudiera basarse en los saberes
populares o artesanales y que el trabajador/obrero no fuese instruido en la aplicación de los
principios de las ciencias físico matemáticas; desde entonces, para el ciudadano común y
corriente sería un requisito obligatorio recibir algún tipo de instrucción en vistas de su
preparación como sujeto productivo, aunque duro y largo fuera el proceso que llevara a una
nación a lograr con mayor firmeza la educación más no simplemente la instrucción de la
población:
El nivel cultural, sobre todo el nivel técnico de la población de un país, será uno de los factores más importantes de su poderío, tan importante como la posesión de hierro o petróleo; la instrucción media del ciudadano será el núcleo del valor de lo que se llama su potencial humano. Esta sociedad es también una sociedad donde se disuelve el v iejo orden estamental. Aparecen en su lugar las clases sociales, unidades sociales más móviles, dotadas de mayor dinamismo7
6 BEAULIEU, Alain. Gouvernementalité. En: Abécédaire de Michel Foucault. Bajo la dirección de Stéfan Lec lerq . París; Sils Maria Editions, 2004, p. 55. Traducción libre. 7 JARAMILLO, Jaime. La historia de la pedagog ía como histo ria de la cultura. Bogotá; Fondo Nacional Universitario, 1990 , p.88 .
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Por otra parte el gobierno de los individuos no recaerá en una sencilla y autárquica voluntad,
como habíamos visto, la del soberano, sino en la voluntad generalizada de la población.
Los derechos políticos se amplían considerablemente y la voluntad del Estado, por lo menos teóricamente, ya no es la voluntad del príncipe, sino la voluntad general. Todo esto tiene profundas repercusiones pedagógicas porque el Estado moderno donde el ciudadano participa en la elección de sus rectores y donde se ha formado lo que se denomina una opinión pública, no puede funcionar sin la existencia de una instrucción mínima en todos sus miembros8
He aquí uno de los más importantes puntos de apoyo de la escuela moderna. La opinión
pública descansa pues sobre un mínimo de consenso que resuelve (y ante todo nivela) las
diferencias para apuntar hacia un horizonte político acorde a la realidad intrínseca a esa “suma
de las voluntades”, expresión de la teoría política del siglo XVII y XVIII que fue desarrollada con
respecto al mantenimiento de la seguridad pública y otros fenómenos relativos al bienestar
general. La educación como obra de los saberes pedagógicos modernos debe ante todo lograr
la adaptación, si bien funcional, del individuo a su medio, y, en gran escala, a lo que se
denomina en cada caso la sociedad. Se dice, no sin razón, que la escuela y la pedagogía son un
proceso continuo que no cesan de instruir y educar al individuo para la vida socia l, labor
socializadora de principio a fin que encuentra, verdaderamente, sus puntos de apoyo en todos
los organismos y formas de actividad que constituyen el control social. Con la instauración del
rég imen liberal, signo del advenimiento de la política anticlerical y de medidas utilitaristas, la
educación pública será considerada por los estados seculares como condición de posibilidad
del progreso socia l, de la armonía ciudadana y, en suma, de la civilización.
Hay que tener en cuenta que la función socia l asignada a la educación no estuvo separada de
lo que en la iglesia católica se entendía por examen y dirección de conciencia, técnicas que,
sumadas a la confesión, todavía ocupan un lugar privilegiado en la gubernamentalidad
moderna (piénsese en la psicolog ía, la pedagogía, la asistencia y el trabajo social, etc.), pero sí,
de una manera más significativa, el estado secular definirá específicamente el progreso de la
nación como riqueza material. La disputa es aun evidente: mientras la iglesia declara que el fin
natural al hombre es espiritual en el sentido que tiene “conocer, amar y servir a Dios”, que
tiene que pasar de un estado natural a uno sobrenatural, afirmando a la vez, conforme al
ecumenismo católico, que es este el único sistema que conduce al hombre a la civilización, el
Estado moderno seculariza los fines y las técnicas de gobierno relig ioso prometiendo el
8 Ibíd, p. 89.
14
bienestar materia l en conformidad con los fenómenos biológicos de la v ida que son, en
“esencia”, temporales y orgánicos.
Los educadores de la modernidad
La pedagogía moderna surgiría en el Siglo de las Luces con los presupuestos filosóficos que los
racionalistas y empiristas harían valer por los procedimientos y los métodos certeros (es decir,
seguros) que ayudarían al individuo a v islumbrar la verdad, generando a la par un firme
sistema de valores basados, fundamentalmente, en el cuestionamiento público de la autoridad
impuesta (ya fuese religiosa, política o intelectual), resultado práctico, en muchas medidas, de
la consabida duda metódica y la doctrina kantiana. Este gran avance de naturaleza “espiritual”
‐como diría Hegel‐ tuvo su oportunidad de aplicación concreta, aplicación reforzada por el
avance indetenible de los saberes científicos y la complejidad creciente de sus presupuestos
bases (aquellos de las ciencias de la vida, la química, la fís ica y las matemáticas), en el ámbito
del muy anhelado progreso social que seguiría ese curso teleológ ico de un sólo sentido, aquel
del desenvolvimiento evolutivo y acumulativo de la flecha tiempo, tendiendo siempre hacia un
fin ‐pre‐determinado, que, finalmente, por su misma univocidad, sería lo que en cada instancia
caracterizaba a la civilización europea.
La modernidad de los saberes pedagógicos entrañaría tanto la necesidad de una autonomía
individual como la positiv idad que debía procurar cada pretensión de libertad y renovada
autonomía, basándose siempre en un modelo científico de rigurosidad metódica para la
obtención de resultados exentos de duda. La educación será, como podrá verse más adelante,
el campo priv ilegiado para la comprobación de los presupuestos científicos y filosóficos que
guían en cada caso la búsqueda de la verdad.
La educación centrada particularmente en la orientación de los individuos hacia su propia
libertad de expresión, tomando otro rumbo al de la rigidez de los sistemas de formación
racional, tuvo como principal exponente a Rousseau, personaje que representa, para la
historia occidental desde aquella fulguración del espíritu romántico, el anhelo rebelde por la
libertad personal, o bien sea, la formación natural de la personalidad. Esta acentuada
tendencia romántica hacia lo que hoy lleva el nombre de “libre desarrollo de la personalidad”,
exigió con su impaciente búsqueda la valoración de la buena naturaleza del “hombre” y de su
naturaleza en general, anteponiendo a las miras de la humanidad el reconocimiento de lo
impoluto e incorruptible de aquella naturaleza, teniendo en cuenta las etapas de crecimiento y
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desarrollo que le caracterizan para luego crear un programa educativo (el Emilio) conforme a
su individualidad. De allí que el leitmotiv de la obra de Rousseau “el hombre es bueno por
naturaleza y sólo se corrompe en la sociedad” sea aun, hoy día, una guía para toda acción en la
conservación de lo humano.
El racionalismo científico en la pedagogía no se vería soslayado del todo, claro está, por el
simple hecho de que todo lo natural, lo originario, primaría ante cánones artif iciales de
formación humana, puesto que la naturaleza entraría a ser juzgada, antes bien, de manera
más veraz, con mayor positiv idad, o sea de manera más significativa, por el desarrollo de la
psicología científica en conjunto con las ciencias de la vida, aportando cada una su punto de
vista para la intervención privilegiada de los procesos naturales y una generalización
ponderada, comparativa de los mismos que les rendiría como productivos para un propósito
definido. Todo esto iba a suceder ante la mirada “desinteresada” del científico y, más
específicamente en el terreno de la educación, bajo la vig ilancia correctiva del especialista en
pedagogía.
Quien asimismo veía en la educación la oportunidad para valorar la naturaleza del hombre en
sus años de tierna infancia, siguiendo su desarrollo de ley espontánea, era el reconocido
pedagogo suizo Johann Heinrich Pestalozzi (1746‐1827). La educación tanto para Rousseau
como para Pestalozzi reside en la primacía de la educación sentimental o sensitiva sobre la
intelectual, porque, después de todo, Pestalozzi quiso “reducir a la práctica las teorías
pedagógicas de Rousseau”. El cambio duradero que introdujo Pestalozzi en el sistema
educativo con relación al idealismo alemán (por ejemplo) se cristalizaría, en parte gracias a su
éxito práctico ‐pues poco hay de su obra teórica que sea enteramente original‐, en el cúmulo
de experiencias y de saberes pedagógicos modernos; aquel rastro profundo de su obra
aplicada radicaría en una atinada apuesta por el valor educativo del trabajo, actividad
correspondiente a la población que ocuparía las aulas de la escuela pública, o sea, la clase
obrera que habitaban y labraban el paisaje industrial.
Pero, cabe decir, que mientras Rousseau pensaba concretamente en la educación como la
formación de los futuros miembros de la nobleza y de la aristocracia, condicionamiento
impuesto por la jerarquía de los estamentos socia les, Pestalozzi sintonizaría a un alumno
abstracto para la mecánica del mundo productivo y sensitivo9 de la modernidad industrial; en
9 Contrarrestando los efectos de una educación excesivamente intelectual y racional, basada en silogismos y otros procesos lógicos , pedagogos como Pestalozzi y su discípulo Froebel (c reador del kindergarten) s e ocuparán de la educación sensorial pues la formac ión del in telecto se relacionaba para ellos, y a partir de entonces, intrínsecamente a la educación del cuerpo. En síntes is, tal era la apuesta de
16
suma, las diferencias entrambos tienen su punto de ebullición en el hecho nada sorprendente
que Rousseau atribuyera a la v ida en sociedad la corrupción plena del alma humana, llevando
al “Hombre”10 a extremos de codicia y lujuria sin medida alguna, vida socia l, así pues, que
marchitaría la búsqueda de la libertad en el corazón del individuo, muy distinto del giro que
realizaría Pestalozzi a estas “lecciones negativas” representando a la vida en sociedad como la
salida del caótico estado de naturaleza hacia la unión armónica de personalidades y
profesiones. Pestalozzi llamaría a eso, con razón, una educación integral. 11
La modernidad del edificio pedagógico se encontraba fundamentado, entonces bien, en la
noción de la infancia que ayudó a generar un singular estado de cosas, una nueva valoración
de los procesos de aprendizaje infantil que evitaba a toda costa señalar como responsable al
educando de la sustentación de modelos cognoscitivos que escapaban su capacidad intelectual
y que aun no se habían afianzado en su esencia maleable, alcanzando de esta manera la muy
merecida conclusión de que el infante no debía ser considerado un adulto de formación nula
sino un sujeto con escasas correspondencias con su medio natural y social. El arraigo de una
educación “tradicional” que toleraba hábitos tan perniciosos y dañinos en la población escolar
como eran el memorismo, la enseñanza verbalista (dictados prolongados en todas las áreas del
saber), los castigos corporales con férulas, el desdeño por la personalidad del niño, los horarios
inflexibles, etc., debía ser descartada o a lo mejor reformada para impedir que la orientación
del educando fuese determinada desde un principio siguiendo esa idea malograda de una
infancia responsable de sus desarrollos adultos.
Para el historiador de la cultura Jaime Jaramillo Uribe aquel cambio de la concepción del
infante, tomando como determinante la personalidad del niño en la transformación de las
directivas fundamentales de la educación (pedagogía paidocéntrica), puede compararse
perfectamente con la reforma penal que Becaria realizó en pleno S iglo de las Luces:
las “Lecciones de cos as” de Pes talozzi : “[…] ejercitar los cinco sentidos, la atención mental y la memoria racional, mientras se muestran al niño los objetos mismos, haciendo de esta forma del propio infante el centro físico de las percepc iones . Pues si los s entidos y el organismo no funcionaban bien y de modo natural , no se podía esperar un correcto ejerc icio de la sensación y, por tanto, del juicio y del raciocinio. El universo empieza a disponerse alrededor del niño, y la escuela debe ordenar y ejercitar las percepc iones para garantiz ar conocimiento ‘claro y distinto’, exacto y verdadero” . SÁENZ OBREGÓN, Javier; y SALDARRIAGA, Oscar y OSPINA, Armando. Mirar la infancia: pedagogía mora l y modernidad en Colombia, 1903‐1946, Volumen I. Medell ín ; Editorial Universidad de Antioquía, 1997, p. 28. 10 Figura de la narrativa ofic ial de la humanidad que bien podría caracteriz arse como europeo, blanco, letrado, puesto que aquella son las condiciones de existencia fácticas de quienes de manera general escriben y viven la Historia en el mundo occidental. 11 JARAMILLO. Op. Cit. P. 120.
17
Humanizar los sistemas carcelarios, considerar al delincuente como un ser humano capaz de modificarse y hacer de los panópticos, no un sitio de tortura, sino un establecimiento de corrección, en cierto sentido una escuela, fue algo que debió impresionar a los educadores de la época. Después de todo, y a pesar de los progresos de la civ ilización, la escuela anterior a Pestalozzi y a Rousseau, ¿no era algo parecido a una cárcel?12
II. Lo moderno en Colombia
En el caso de Colombia es pertinente hablar de modernización, así como lo puede llegar a ser
para el caso particular de cualquier nación del denominado “Tercer mundo”, según la
implementación de ciertas políticas y normas para apuntalar el progreso económico y cultural,
de acuerdo con los fenómenos inaugurales de la g lobalización capitalista del siglo XX, y en
consonancia con la expansión imperialista (1875‐1914) y la aun reiterativa acción colonia l por
parte de la naciones septentrionales (que sigue aún vigente, hoy día, después del movimiento
de descolonización en los años 1950 y 1960, bajo el denominativo de “neocolonialismo”).
Modernización, por lo tanto, tendrá una recia connotación de integración a la lógica del
mercado capitalista mundial, una resoluta impostura forzada, que precisa la demarcación de
un período histórico introductorio para cada caso, para cada nación del mundo –
irónicamente‐ “subdesarrollado”.
Ahora bien, el “fundamento” de aquel impulso de desarrollo técnico es, inversamente a lo que
normas reglamentarias establecerían como necesario para tal y tal propósito, el conjunto de
nociones o presupuestos comúnmente denominados filosóficos, o sea, presupuestos de gran
dimensión en el mapa cognitivo social y cultural, y que, en tanto conducen a la reflexión
generalizada, definen aquel espíritu de una época que designa lo que en cada caso es la
modernidad: “Con contenido variable, el término “modernidad” expresa una y otra vez la
conciencia de una época que se pone en relación con el pasado de la antigüedad para verse a
sí misma como el resultado de lo viejo a lo nuevo”13. Definición general, de gran acierto, que
nos dice que la modernidad no se encuentra sujeta a una definición filosófica inamov ible,
acaso sea por el simple hecho de que la conciencia humana (o más precisamente, la conciencia
europea occidental) provee sentido a su actualidad con una mirada a la historia pasada y con
12 Ibíd., p. 130 . 13 HABERMAS, Jurgen. Modernidad versus posmodernidad. En: Modernidad y posmodern idad . Compilación de Jos é Picó. Madrid ; Alianza Editorial , 1998, p. 87 .
18
una formulación en tiempo futuro del cumplimiento de sus deseos, para lo cual es menester
saber de las condiciones que limitan su rango posible de acción.
La modernidad en Colombia, una necesidad manifiesta de la nación para pensarse a sí misma
con el trazo de otros rumbos cognoscitivos que no estuviesen de antemano cartografiados por
el magisterio (acorde al Concordato de 1887 con el Vaticano)14, fue un salto en la conciencia de
las élites que apuntó hacia el posicionamiento de la capital santafereña entre las grandes
ciudades europeas, objetivo ambicioso que establecía a la vez un sin número de prioridades a
realizar en materia cultural, socia l y económica, así fuese para ganar un poco el favor de la
balanza en la comparación con los focos de civilización; cumplimiento ingenuo de una tarea
que, desde su formulación, devendría un anhelo casi delirante por el real progreso de la
nación, capaz únicamente de nutrirse a sí mismo a condición de su dependencia cultural, de
una promesa vacía –tal vez‐ sin más ancla je en la realidad que la monumental deuda externa
que habría de contraer la “Doctrina de la Estrella Polar” en los años veinte. 15
Los “letrados” y la civ ilización
Pero en cierto respecto, aquel afán civ ilizatorio de principios de siglo que encajó plenamente
en un inusitado y tranquilo panorama político, además de un crecimiento económico estable,
se hizo sentir con mayor fuerza en la esfera intelectual, todo para lo cual el debate entre los
dos partidos tradicionales de Colombia se efectuó de manera parsimoniosa y “civ ilizada”
(noción fiel al tono conciliador de entonces).
14 La actitud de Núñez frente al dogma de la iglesia era de reverencia absoluta y presentaba una fulgurante reacc ión al rad icalismo liberal anterior a su movimiento de “Regeneración”, actitud , c laro está, que será plasmada en la Constitución de 1886 para permanecer prácticamente inalterada hasta la Constituc ión de 1991 . 15 Expresión del Presidente antioqueño Marco Fidel Suárez (1918‐1921) refiriéndose a los Estados Unidos y que reflejaría por su misma autonomía ideo lógica, a partir de entonces, bajo los gobiernos conservadores de Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez en los prósperos años veinte, el entusiasmo para la construcción de una in fraestructura económica tomando a rienda suelta los préstamos de Wall Street. BUSHNELL , David. Colombia : una nación a pesar de sí misma. Bogotá; Editorial Panamericana, 1996, p. 227‐228 . “Miguel Abadía Méndez, quien sucedió en 1926 a Pedro Nel Ospina, no tenía ni la decisión ni los conoc imientos económicos de éste. Su admin istración prosiguió sin ninguna precaución la política de préstamos del extranjero: el 1º de enero de 1929, la deuda pública externa del Estado Central s e elevaba a 70.500.000 de pesos ; las cajas del fisco es taban casi vacías. Los tesoros departamentales s e encontraban en su mayor parte en el mismo estado. En total, la deuda exterior de Colombia exced ía a 200.000.000 de dólares . Los gas tos del Estado en es te año excedían sus ingresos en 16.000.000 de pesos ”. HELG, Aline. La educac ión en Colomb ia 1918‐1957 . Una h istoria socia l, económica y política. Bogotá; Fondo Editorial CEREC, 1987, p. 132.
19
Las versiones oficia les de la historia de nuestra República sostienen que estos ilustres
debatientes, esa savia de renovado espíritu de las letras castellanas en la América, cuya
brillantez divisaba claramente las soluciones a los problemas con que la nación cargaba a
cuestas, otorgarían peso al honroso título que Bogotá adquirió a razón de su ejemplaridad
democrática como la “Atenas Sudamericana”. Pero, tomando con mayor seriedad aquel
anacrónico supuesto que hace de las élites intelectuales inofensivos personajes sedientos de
conocimiento, de helénica inspiración airada, habrá que fijar constancia de los lineamentos
políticos de control y de normalización dirigidos al resto de la población colombiana, mayoría
cuyo simple evocar en el discurso traía a colación representaciones de bárbaros, salvajes,
figuras espectrales que acechaban las calles, la gleba, la plebe, el pueblo, en fin,
representaciones de una masa informe sin vocación ni cultura alguna16, puesto que su misma
posición en el estrato socia l más bajo les hacía, las más de la veces, ontológicamente
incompatibles con la civilización.
En su lúcido ensayo sobre la cultura y sociedad de América Latina en el Siglo XX, un
seguimiento detallado del proceso de integración de los latinoamericanos al ámbito de la
cultura internacional, Carlos Monsiváis describe la insoslayable preocupación de las élites, los
letrados, por el estado generalizado de Barbarie17 cuya esperanza de redención yacía en sus
manos:
En la primera mitad del sig lo XX, hablar de cultura en América Latina es afirmar el corpus de la civilización occidental más las aportaciones nacionales e iberoamericanas. No obstante el anti intelectualismo prevaleciente, la devoción por el conocimiento es muy grande, y el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México, ‘Por mi raza hablará el espíritu’, creado por José Vasconcelos, admite y exige la siguiente traducción: los únicos autorizados para hablar en nombre de la raza (el pueblo) son los depositarios del Espíritu, los universitarios, la gente letrada18
16 La virulencia de las masas populares era caus a y efecto, además, de representaciones e ingenios as metáforas sobre la enfermedad, el alcoholismo, la prostitución, la mísera inmundicia, y la vagancia que sumían en desorden a la sociedad. 17 Llamado de atención del argentino Domingo Faustino Sarmiento, quién, a finales del siglo XIX, dio pie con su novela Facundo a la más cruenta aniqu ilación de los indígenas que habitaban las pampas y demás territorios “salvajes” . Este genocidio literalmente preparó el terreno a una ola de inmigración europea que le brindaría consistencia tanto a la ocupación del territorio como al talante de la “raza argentina”, ambos fenómenos ín timamente relac ionados como parte de una empres a biopolítica. Consultar: GARCIA, Raúl. Micropolít icas del cuerpo. De la conquista de América a la última dictadura milita r. Buenos Aires; Biblos , 2000. 18MONSIVAIS, Carlos . Aires de famil ia. Cultura y soc iedad en América La tina. Barcelona; Editorial Anagrama, 2000, p. 11.
20
La “gente letrada”, los escritores y sus semejantes, se hacen al hecho de que la pobreza
condena, casi que por decis ión conativa, al analfabetismo a quienes no hacen parte de la
programática que despliega el destino nacional y el propósito civilizador. En el dominio de la
representación, por supuesto, la mentalidad, las élites nacionales se enfrentan contra un
obstáculo formidable:
En la práctica narrativa, el Pueblo es aquello que no puede evitar serlo, la suma de multitudes sin futuro concebible, el acervo de sentimentalismo, indefensión esencial y candor que hace las veces de sentido de la Historia y del arte. El nacionalismo es el patrimonio ideológ ico y el repertorio de vítores y maldiciones de los pobres, su contacto más entrañable con la nación. En los relatos, el Pueblo es por lo común la furia del mar en movimiento, y su huella notoria es el recomenzar infinito, adelantarse sin llegar nunca, evolucionar sin modificarse en lo mínimo19
La cultura como agente diferenciador de las élites en el inmenso contorno que forman las
masas a su alrededor, como agente catalítico, ya pues, de la identidad de la nación, recibe la
acepción especia l de cultura clásica con todo el bagaje histórico que caracteriza noción tan
discriminatoria. El letrado latinoamericano era aquel instruido en las enseñanzas de los
clásicos, identificaba con facilidad los rastros de la cultura grecolatina en la hispana, sabía latín
a posta de su requerida instrucción católica (que cumplía un milenio de arraigo en la cultura
latina), era quien estaba al tanto de los principales postulados de la Ilustración sin poder,
verdaderamente, acomodarse a su agnosticismo doctrinario. Su condición se debía a la
obviedad de su nombre: figura apoltronada de reflexión privada, personaje público que corrige
las necedades lingüísticas, el letrado es el sabio de las letras y cultiva con recelo caprichoso las
“ciencias” que le otorgan un desdén aristocrático, la gramática, la filología.
El pasado hispánico de la nación ha sido un componente de suma importancia para la
discusión en torno al establecimiento de la identidad nacional en toda la historia de la
república, cosa que no ha de sorprender al lector de historia del país, pues el vínculo que se
mantiene con la hispanidad define a sobremanera las prioridades que se han de realizar en
materia de pedagogía ciudadana: las conformidades de las plataformas políticas conservadoras
y liberales en Colombia siempre han contado con un enérg ico elemento ideológico y, por
consiguiente, pedagógico, cuyo control sobre los programas educativos ha sido principal
fuente de discordia en la relación entre Iglesia y Estado. Después de que fuera concedido el
sufragio universal masculino a la población, medida que se pensó extender a las mujeres bajo
19 Op. cit., p. 19 .
21
el mando de los liberales radicales, los textos que nutrieron el pensamiento liberal
decimonónico como el sensualismo de Destutt de Tracy y el utilitarismo de Jeremy Bentham
(creador del panóptico) fueron propuestos como el núcleo de la enseñanza pública para aunar
la consolidación de una opinión pública capaz de eleg ir a sus representantes en el gobierno,
tratando del mismo modo que las elucubraciones del párroco y las manipulaciones del
terrateniente fuesen disminuidas; la reforma radical de 1870, constitutiva de “la edad de oro
de la educación en Colombia”, anteponía la libertad al progreso, con la base indiscutida de que
la escuela pública habría de ser obligatoria y gratuita. Haciendo énfasis en un cambio
substancia l, la hegemonía conservadora (1885‐1930), comenzando por la Regeneración de
Núñez, hizo de las “ciencias” de la gramática y de la filolog ía una herramienta eficaz para la
preparación de las juventudes según el ideal del humanista letrado (figura católica por
antonomasia, hecho mencionado anteriormente), con v istas a la actualización perpetua del
pasado español, estableciendo una continuidad histórica capaz de dotarles de autoridad,
descartando, en resumidas cuentas, aquellos textos liberales polémicos. Así lo pone en
evidencia Malcolm Deas en su ensayo sobre la relación entre gramática y poder en Colombia:
Para los letrados, para los burócratas, el idioma, el idioma correcto, es parte significativo del gobierno. La burocracia imperia l española fue una de las más importantes que el mundo haya v isto, y no es sorprendente que los descendientes de esos burócratas [los Cuervo, los Marroquín, los Vergara] no lo olvidaran; por eso, para ellos el lenguaje y poder deberían permanecer inseparables […] El dominio del idioma llegó a ser, y lo fue durante mucho tiempo, elemento del poder político […] La gramática y la filología son predominantemente conservadoras en Colombia.20
El ensayo asombra por la manera en que estos personajes logran establecer una clara
distinción entre la deuda lingüística y cultural contraída con España y el reconocimiento pleno,
además de la insobornable pugna por la autonomía política de América. Está claro que un
escritor tan prolífico como lo fue Miguel Antonio Caro, tan versátil como también lo fue para el
manejo de cargos públicos o políticos21, hiciera sentir su erudición profunda como parte la
hegemonía que representaba, pues, básicamente, es “la justificación de otro ‘idioma de
dominación’, de un idioma bajo el control de los eruditos y civ ilizados, que se utiliza para
20 DEAS, Malcolm. Miguel Antonio Caro y amigos: gramática y poder en Colombia. En: Gramática y poder. Y otros ensayos sobre historia, política y literatu ra colombianas . Bogotá; Tercer Mundo Editores , 1993, p. 42‐49 . 21 Amigo cercano de Núñez , con quien redactó la Cons titución de 1889, terminó el cuarto período de presidencia de este a causa de su muerte (1894‐1898) .
22
mantener a otros [al Otro] en su lugar, cuyas reglas son parte esencia l del orden, en general”22.
Mantener el orden a la vieja usanza del imperio español pero eludiendo de manera esencial el
servilismo, es un hecho diciente del uso que daban al lenguaje como instrumento para
replegarse a la autoridad política cada vez que su posición o su poder fuesen cuestionados, o,
mejor aún, como buenos lexicógrafos que eran, para definir con toda seguridad la clase de
república que deseaban.
La Regeneración de Núñez contrarrestó, con semblanza a una voluntad de hierro totalitarista,
el onirismo con el que los liberales radicales propugnaban por la creación de un Estado federal,
garantizar el respeto irrestricto de las libertades indiv iduales, elevar el país a la categoría de
economía moderna a través de una política de librecambio, prescindiendo a la vez de la
influencia de la ig lesia sobre la vida civil y sobre los asuntos de gobierno. Los conservadores
optaron por la reacción total al promover la creación de un estado decididamente
centralizado, con un claro control presidencial de la vida política y firme orientación por la
religión católica, la negación de las garantías individuales y por el desarrollo de una economía
fundamentada en un proteccionismo aduanero incorruptible. La afirmación de que Colombia
no tuvo un sig lo XIX, refiriéndose a la destitución de medidas seculares y liberales, al desplante
sufrido en el terreno de las libertades indiv iduales, la descentralización del aparato estatal, y el
influjo de estos en los planteles educativos, sin mencionar el batallar civil que no conocía
tregua, ciertamente no la conv ierte en exageración alguna.
Así como lo válida Erick Hobsbawm con su dictamen marxista sobre las revoluciones socia les,
las ideas características del siglo XIX tuvieron su comienzo en 1789, con la Revolución
Francesa, y fueron destronadas en 1914 con el despliegue de las fuerzas masivas de
aniquilación en la Gran Guerra. Las políticas del sig lo XX, generalización un tanto burda,
abogarían por la democratización y la masificación de la cultura a diferencia de la impronta
elitista de la justificación de una cultura, o modelo de civilización superior, que había
caracterizado el balance de poder europeo hasta entonces, balance que favoreció las acciones
de la potencia norteamericana con su énfasis en el pragmatismo.
Para mencionar un ejemplo sobresaliente de aquel estado de cosas, Los Leopardos ‐jóvenes
intelectuales conservadores de los años veinte‐ comienzan a hacer su aparición en un mundo
donde la acción primaba con relación a reflexiones abstractas y, en cierta medida, ais ladas del
22 Ibíd., p. 49.
23
“mundo real”: el peso de lo práctico encabezaba los debates sobre orden público, el quehacer
del intelectual ante los intereses y necesidades de la nación, la dirección y el diseño, entonces
bien, de políticas gubernamentales que habrían por definirse con toda urgencia para preparar
la nación ante la doctrina del progreso –en el ámbito económico‐ y del evolucionismo social –
de acuerdo con el pensamiento biopolítco traslúcido23 de principios del siglo XX en el mundo
occidental‐. En palabras del historiador de la vida intelectual colombiana, Ricardo Arias Trujillo:
“La relación entre gramática y poder político fue advertida por las nuevas generaciones desde
el comienzo de los años veinte. Y desde esa misma época, se aprecia una vis ión peyorativa de
la gramática, asociada sin duda con la “Regeneración”, al mismo tiempo que la educación
empezaba a asociarse con ‘el ideal de lo práctico’”.24 A diferencia de Arias que, asimismo,
consiente ver en los cuatro “presidentes gramáticos” (el más destacado siendo, claro está,
Miguel Antonio Caro) figuras de la vida pública ocupados en la solución de problemas de la
nación, cada uno ahondando en la realidad del país con sus “reflexiones socia les, políticas,
económicas, religiosas, culturales, etc.”, pienso concederle lugar a la posibilidad de que el
humanista letrado haya cultivado con tal esmero la gramática en gran parte por su consabido
éxito pedagógico en la formación de la conciencia nacional, como conciencia de origen y
destino hispano, o, visto bajo otra perspectiva, católico‐pastoral. Como lo mencioné
anteriormente, la educación era de vital importancia para los estadistas de antaño, tanto así,
que a causa de aquella prerrogativa política, “el ideal de lo práctico” pudo inmiscuirse en los
debates sobre el destino nacional, llegado el momento de los intelectuales orgánicos a partir
23 “Tras lúcido” en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Dicho de un cuerpo: que deja pasar la luz, pero que no deja ver nítidamente los objetos” . En este caso, ese cuerpo s ería el corpus del saber biológico que debido a su uso en el control estatal de los fenómenos que afectan la población, más la intervención de la misma para incidir en el curso de la evolución y el conjunto de caracteres hereditarios de los ciudadanos ( con instrumentos tales el control de la s alud, la natalidad, la sexualidad y la higiene física y mental) , los objetos tanto como la manera de intervenirlos son opacados por la lógica del poder cuya mecánica general se puede resumir de la siguiente manera: “el poder es tolerab le a condición de enmascarar una parte importante de sí mismo. Su éxito está en proporc ión directa con lo que logra esconder de sus mecanismos”. FOUCAULT, Michel. Histo ria de la s exualidad: la voluntad de saber. México D.F.; Siglo XXI Editores, 2005, p. 105. 24 “Uno de los propósitos que pers eguían “Los Leopardos” mediante la actividad política era revitaliz ar al Partido Conservador. Entre otros aspectos, era urgente mejorar su deteriorada imagen, en un contexto en el que la apología de lo novedoso parecía condenar todo aquello que s e identif icara con el tradic ional ismo y con el culto al pasado. Según El iseo Arango, “Lo que nos an imó a unirnos en grupo fue el preju icio , muy difund ido en la universidad, de que las ideas conservadoras eran atrasadas, mandadas a recoger. Queríamos, entonces , darle una f isionomía intelectual al Partido Conservador presentándolo como amigo del progreso, de la cultura, de la civil ización”. Por su parte, a comienzos de los años veinte, la juventud conservadora s e preciaba de proponer reformas educativas supuestamente “modernas”, con lo que buscaban alejars e de la vis ión que los liberales s e hacían de ellos como repres entantes de los sectores ‘reaccionarios ’” . ARIAS, Ricardo. Los Leopardos. Una his toria intelectual de los años 1920. Bogotá; Edic iones Uniandes, 2007, p. 353 y 113.
24
del tipo ideal que los programas educativos favorecerían como “hombre práctico”, hombre del
mundo “real”.
Lo que llama más la atención de la educación por la que propugnaba la élite letrada, sin
embargo, es la distinción que realizó la famosa “reforma Uribe” de 1903‐1904 entre una
formación clásica, especia lizada en “filosofía y letras”, y una formación técnica “en donde se
enseñaban rudimentos de ‘ cultura general’, materias de aprendizaje profesional y algunas
palabras de idiomas extranjeros, y a cuyo fomento se invitaba en forma prioritaria”. Como
ambas formaciones se concretaban en la secundaria, nivel de la educación cuyo alcance no
estaba previsto para la población rural, esos programas de formación seguramente reforzaban
las diferencias sociales entre las capas de la población civ il, pues la formación “clásica” estaría
dirigida preferencialmente a la educación de los hijos de los reducidos grupos de élites urbanas
o los propietarios de tierras, en manos de las comunidades relig iosas, mientras la formación
“técnica” sería sostenida por el erario público para adiestrar a jóvenes de baja posición social
en artes y oficios de la pequeña industria. 25
“El ideal de lo práctico” y la noción de lo moderno
Este “nuevo” intelectual que comenzó a perfilarse a finales del siglo XIX y que se terminaría
afianzando con mayor aplomo en la escena política y social de la década de los 20, incidiría
sobre el control, más precisamente, la administración técnica‐racional de las condiciones
fácticas de la naturaleza del territorio, la población y de los indiv iduos. La aparición de aquel
personaje no fue nada fácil pues, “además del estancamiento económico a finales del sig lo XIX
y las escasas oportunidades de empleo para esta élite técnica insipiente, el "ideal de lo
práctico" fue resistido y frenado por el peso de los valores tradicionales: el antiguo concepto
español del honor y del prestig io, del desprecio señorial del trabajo manual cargado de
connotación serv il, ennoblecía las carreras de derecho, medicina, teología y relegaba
socialmente los estudios técnicos. De este modo, los esfuerzos de algunos dirigentes de la élite
por impulsar las ciencias naturales y la tecnología tuvieron resultados limitados y parcia les: la
cultura de corte aristocrático impregnó también las nuevas carreras”. 26
25 SILVA, Renán. La educación en Colomb ia. 1880‐1930 . En: Nueva Historia de Colombia, Vol. IV. Bogotá; Planeta Colombiana, 1989, p. 78 . 26 CLEMENTE, Isabel. Reseña: “El ideal de lo práctico. El desafío de fo rmar una élite técn ica y empresarial en Colombia”. En: Historia Crítica, Nº 2. Bogotá; Ediciones Uniandes , 1989 , p. 138 .
25
Es difícil que la clase gobernante tradicional de Colombia cediera, en sus códigos y leyes, con
su burocracia gramatical, y con la validación del clero, ante un nuevo rumbo del gobierno
estatal que iba a tomar las reg las de la vida, del orden natural según la biología, junto con los
principios base de los saberes fís ico‐matemáticos, para mejorar las condiciones tecnológicas
de la producción industria l y, sobre todo, la agraria. Por otro lado, los lineamentos políticos
que se harían patentes con el advenimiento de lo práctico abogarían por el orden socia l, la
disciplina y la normalización, conforme al utilitarismo, rigiendo de forma liberal a la población
no con la amenaza y el uso del castigo ‐violencia legítima del ejercicio de poder en la soberanía
clásica ‐ sino, más bien, controlando a los individuos para que sí mismos se ocuparan de ello.
El compromiso social que estos nuevos intelectuales establecerían con las multitudes les
abriría las puertas a una participación más amplia en los asuntos políticos, una
responsabilidad, por tanto, que les merecería el título de ciudadanos de honor; pero de
manera más significativa, su profundo sentido de deber moral y la conjunta cooperación con
las masas, develaría en la práctica discursiva su posición con respecto a la formulación y el
diseño de políticas de control, pues desde una nueva moral socia l, una imbuida de sugestiones
biológicas, se encabalgaría el poder pastoral sobre uno cuya principal preocupación fuera velar
por la vida de los ciudadanos: “El biopoder es un vínculo entre un saber científico sobre la vida
y el poder ejercido por el Estado y sancionado precisamente por el carácter científico de sus
discursos. Aunque muchas veces se encuentren a los letrados tradicionales haciendo uso de
estos recursos, de manera creciente se ve afianzarse, hacia finales del XIX, a los nuevos
intelectuales orgánicos, médicos e ingenieros principalmente, encargados de la producción
discursiva y de la administración de las biopolíticas gestadas desde su nueva condición letrada
[…] El vínculo entre saber y poder prov iene de nuevos principios, pero conserva el de asignarle
connotaciones morales y alcance socia l a los conocimientos y acontecimientos biológicos”27.
El pensamiento biopolítico y el pensamiento humanista formaron así un solo frente de
coalición a principios del siglo XX. Los priv ilegios que ostentaba este “técnico‐ letrado” sobre el
despliegue del biopoder le permitía, así pues, plantear los rasgos definitorios de la identidad
nacional (debate que unificó las perspectivas de los dos bandos políticos en los años 20,
después de que el desaliento reinara con la barbarie europea de la Gran Guerra) con un
singular “vocabulario de dominación” chisporroteante de tecnicismos y metáforas organicistas;
el campo semántico de esa curiosa mezcla de neolog ismos científicos y figuras retóricas
clásicas ciertamente era amplio, pues de no ser así la intervención de fenómenos de la vida en
27 PEDRAZA, Zandra. “Y el verbo se hizo carne”. Op. cit ., p. 194.
26
el territorio nacional, del cuerpo de la población y de la subjetiv idad indiv idual, no podrían
haber sido reunidos en un solo rég imen discursivo.
En vez de hacer que la letra entrara con sangre, la “nueva” pedagogía ciudadana gobernaría la
mentalidad a través de la educación de los sentidos y la razón, no con una violenta amenaza
ostensible, tampoco con la imposición forzada, sino bajo la inscripción activa de los sombríos
grafemas del biopoder28; adoctrinar, en otras palabras, el cuerpo de una nación esencialmente
heterogénea en el recio sentido que la moral católica, a la mano de la normalización y el
control médico, lo consentían.
En el terreno de la educación lo moderno, por tanto, tendrá que ver con la persistente
apropiación de saberes29 característicos de las naciones que montan la ola del progreso
“inherente” al potencial humano; también, por lo visto, se referirá a la adopción de posturas
ideológicas y metodológ icas con respecto al manejo de poblaciones objeto ( la infancia, la
mujer, los pobladores de las tierras bajas, etc.). La apropiación de estos saberes bajo la noción
guía de lo moderno se da a partir de la intención implícita, un propósito estratégico, de
“legitimar como válidos, científicos y objetivos” tanto saberes como prácticas que permitieran
la ruptura con “lo v iejo, con lo tradicional y con lo clásico”30. Curiosamente, mientras las
naciones foco de producción científica y metodológica estaban en vigía perpetua con respecto
a la apertura de nuevos campos de investigación y su desarrollo subsecuente, en Colombia la
irrupción de la modernidad –cual desenfrenada modernización‐ obligó a la elite nacional a
estarse atenta ante la producción científica de las naciones progresistas únicamente para
poder apropiarse e implementar sus enunciados según conveniencia contextual, no por ello
para servirse de su ejemplo y hacerse a la producción científica en sí misma31. La modernidad,
más los conjuros que le invocan al serv icio de una nación “retrograda”, serán, en
consecuencia, lo que caracterizará el presente estado de cosas:
Lo moderno es aquello capaz de alterar en alguna medida el aspecto o el contenido de lo tradicional, es por lo tanto irreductible a una definición y aprehenderlo es tarea de cada momento en particular. Es el enfrentamiento de un matiz dotado de historia con una versión imaginada del mismo. Se
28 “Lo anterior significa produc ir una población , fi jarle unas posibi lidades y unas condic iones de existencia, delimitar la subjetividad y proveer los medios para que s e gesten, o más precis amente, para que los nacionales s e ocupen de hacerlo” . Ibíd, p.188. 29 En relación, primariamente, con las ciencias de la vida, la economía, la medicina y la fisio logía experimental, la pedagogía, la administración y la ps icología científica, la antropología y la soc iología. 30 SÁENZ, Javier; SALDARRIAGA, Óscar y OSPINA, Armando. Mirar la infancia : pedagogía moral y modernidad en Colomb ia, 1903‐1946 , Vo lumen II. Medellín ; Editorial Univers idad de Antioquía, 1997, p. 8. 31 Ibíd., p. 4.
27
piensa que lo moderno no es una creación local: radica, antes bien, en conquistar un nuevo espacio, en una manera hasta ahora desconocida de hacer, decir o pensar algo, o en la combinación nueva de elementos ya existentes, para todo lo cual hay ejemplos en otros lugares. Puede consistir en mostrar algo antes escondido, o decir lo que no se decía, o pensarlo, o hacerlo. Lo moderno es nuevo, causa sorpresa y cambia las formas de percepción socia l […] En la periferia, lo moderno es lo utópico, es el deseo. 32
Al analizar aquella situación en concreto se verá en ella, por consiguiente, no la puesta en
marcha de una serie de discursos científicos legítimos o autorizados, sino, más bien, una
gigantesca amalgama de enunciados de diferentes campos [eso es, con nuevos significados]
para enfrentar los “males” que proliferaban en el organismo social, para remediar el retraso de
la nación colombiana y así prepararla para aceptar la teleología del progreso33. Los hechos que
rodean a lo moderno en Colombia tienen menos que ver con la laboriosa y disciplinada
producción de discursos científicos que con su ingeniosa apropiación para el propósito
estratégico del gobierno de la población y de la subjetividad individual; el estudio de lo
moderno en Colombia se centra, en suma, en la apropiación de saberes científicos y la forma
en que la circulación de los estrategias gubernamentales hacían frente a otras que, de por sí,
desbordaban la lucha tradicional bipartidista por la hegemonía política. Sobra decir que el
pensamiento de Miguel Jiménez López se encuentra inscrito en este horizonte de
acontecimientos históricos.
32 PEDRAZA, Zandra. En cuerpo y alma: visiones del progreso y de la f elicidad . Bogotá; Corcas Editores, 1999, p. 18 . 33 Término que, al finaliz ar la inclemente des trucción de la Segunda Guerra Mundial, perdería su s entido evolucion ista pues las naciones que repres entaban literalmente el “norte” de la evolución de la especie y el cu lmen de la civilización habían colaps ado sobre su prop io barbarismo. Con la reconstrucción de los escombros humeantes de gran parte de Europa occidental , bajo el auspicio del Plan Marshall del gobierno estadounidense, s e empieza hablar concretamente de desarrollo como nuevo término técnico a la vez que doctrina del modo de producción capitalista de la segunda mitad del siglo XX. Esta s erá la nueva vers ión del progreso de la humanidad que la economía tendrá para of recer. Consu ltar: ESCOBAR, Arturo. La invención del Tercer Mundo. Construcción y decons trucc ión del desarrollo. Bogotá; Editorial Norma, 1996.
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CAPÍTULO 2. DESAMPARADAS RAZAS DEGENERADAS: EL PENSAMIENTO DE MIGUEL JIMÉNEZ LÓPEZ
EN CONTEXTO
Un “ilustre” pensador boyacense
Miguel Jiménez López nació en Paipa, departamento de Boyacá, el 24 de Julio de 1875. La
trayectoria de Jiménez como pensador social está precedida por los estudios clásicos, pues
componía dísticos y regentaba la cátedra de latín en el Colegio de Boyacá a los 15, obtuvo el
“bachillerato en filosofía y letras” de aquella institución, además del cultivo de las “letras” que
con toda probabilidad heredo de sus padres y abuelos. Los cargos políticos eran cosa común
entre los miembros mayores de su familia. Esta importante figura científica, política e
intelectual ocupa desde su “noble” comienzo una posición privileg iada en la sociedad
colombiana de entonces por la simple razón de su proveniencia como terrateniente
acaudalado, siendo el régimen de tierras la principal fuente de autoridad social y política. La
hermana y la madre se ocupan desde temprano, en vistas de la temprana muerte del padre, de
la educación del infante y, en lo sucesivo, de la inculcación de una acentuada orientación
conservadora en el hogar y en los asuntos relig iosos. 34
Entre los muchos cargos que le fueron asignados, Jiménez López fue Cónsul en Southampton
(Inglaterra), Ministro de Gobierno y de Obras Públicas en 1922, representante a la Cámara,
Senador de la República, Embajador Plenipotenciario en Berlín, Presidente del Directorio
Nacional Conservador y miembro de la comisión que redactó en 1932 la Plataforma Política de
esa colectividad; fue, por último, representante de Colombia con carácter de Embajador ante
la Asamblea de las Naciones Unidas en 1951. Esta versatilidad, como se ha de notar, es
característica de la actividad intelectual y política de una época que exigía conocer en detalle
las trabas políticas del aparato burocrático del Estado, posición sine qua non del letrado y que
le era reservado por derecho.
Al finalizar la escuela secundaria deambula en busca de una profesión y decide enlistarse en el
claustro de Santa Inés para hacerle compañía a su hermano Celso en el estudio de medicina
preparatoria. Esta vacilación temprana pudo haberse rectificado, conforme a la versión del
psiquiatra Manuel Torres Gutiérrez, con el ejemplo de su hermano Celso que, junto con el
mayor del hogar, Manuel (abogado), compensarían la ausencia de la imagen paterna.
34 TORRES GUTIÉRREZ, Manuel. Un ps iquia tra decimonónico en el siglo XX: Miguel Jiménez López (1885‐1955). En: Revis ta Colombiana de Psiquiatría. Vol. 30, No. 2 (2001); p. 114.
29
La educación primaria y una gran parte de la educación secundaria, concebidas según el tipo tradicional, han dado al alumno un cierto número de conocimientos generales y, en el mejor de los casos, han despertado en él unas cuantas capacidades vagas que lo ponen frente a la vida, en ese instante crítico de la adolescencia, con un angustioso interrogante. ¿Cuál de los muchos caminos que al hombre se presentan debe seguir para realizar su destino? ¿Cuál es el puesto donde puede servir mejor sus propios intereses y los de la sociedad? ¿Cómo probar sus fuerzas para saber si ellas darán su mejor rendimiento en las altas activ idades del espíritu ó bien en las manifestaciones de una voluntad aguerrida a la acción ó en la destreza manual aplicada a la materia? ¿Dónde buscar el porvenir para sí propio y para los suyos: en una carrera liberal, en un ramo de comercio, en una industria ó en una profesión? Y, entre las diversas carreras, industrias y profesiones, ¿cuál es la más acorde con sus aptitudes y que, propio tiempo, brinde las más sólidas probabilidades de éxito? Apenas habrá entre los jóvenes de nuestras generaciones algunas pocas unidades que no hayan pasado por este penoso período de desaliento y perplejidad. Son muy escasos los caracteres que desde sus primeros años se destacan con una inclinación v igorosamente definida y que, consecuentes con ella, conducen toda su v ida, en la escuela y fuera de la escuela, hacia ese fin indeclinable. La mayor parte de nuestros jóvenes, aun habiendo sido escolares aventajados y habiendo demostrado brillantes condiciones de inteligencia y de carácter, han conocido esa cruel incertidumbre de la elección de carrera. Y no es pequeño el número de los que, atraídos por la línea de menor resistencia, optan por los estudios fáciles o por las soluciones negativas que los conducirán al fracaso; o bien, decidiéndose por móviles de orden transitorio, por simple imitación o por corrientes de moda o de compañerismo, eligen un oficio, una profesión o una carrera que no respondiendo a sus verdaderos gustos y aptitudes, habrá de ser para ellos causa constante de desadaptación y de inferioridad35
Torres Gutiérrez cree que estas reflexiones revelan el “conflicto propio” de Jiménez López
pues, por lo v isto, él eligió su carrera bajo la destacada influencia de ambas figuras fraternas
por “compañerismo” y “simple imitación”; esto, continúa el doctor Torres Gutiérrez, “quizás
sea parte de la explicación para sus múltiples búsquedas profesionales: diplomático, político,
gobernante, hombre de negocios, constructor, hombre del campo”36. Aquello también puede
dar cuenta de sus “múltiples inclinaciones naturales”, pero, haciendo a un lado este esquema
psicológico de las bondades de la naturaleza humana, y teniendo en cuenta, más bien, el
modelo de hombre que principiaba las contiendas por la unidad y la coherencia de las políticas
sociales y culturales de la joven nación, diría que se trata más bien de una tecnolog ía de poder 35 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. El problema de las aptitudes . La orientación profesional. En: La escuela y la vida. Laus ana; Imprimeries Réunies S.A., 1928, p. 145‐146. 36 TORRES. Op. cit., p. 118.
30
que estimulaba la acción y el emprendimiento con miras prácticas, es decir, diría que es señal
de la irrupción de los fenómenos modernos inaugurales que ocupaban el lugar de la identidad
individual al cabo que se daban la definición y la consolidación de la identidad nacional.
A penas un estudiante de medicina en la Universidad Nacional, Jiménez López comienza a
interesarse por el problema de las enfermedades mentales, vis itando habitualmente el Asilo
de San Diego, hizo su práctica y realizó su tesis37, en 1899, con base a sus experiencias allí.
Carlos Putnam, director del programa de ciencias forenses de la Nacional, ejerce una influencia
considerable sobre el joven Jiménez López en lo que respecta el estudio de problemas
neuropsiquiátricos y médico‐ legales, el diagnóstico y el tratamiento de las conductas
“aberradas” y, según parece, el espiritualismo con el que comprendía este el funcionamiento
del sistema nervioso central, como si fuera el trono de la voluntad. En palabras de Putnam en
el primer tomo de su “Tratado práctico de Medicina Legal”: “detrás de los fenómenos
psíquicos, es preciso admitir otra fuerza absolutamente distinta de la primera (orgánica), por
naturaleza y por esencia; es esta fuerza psíquica, fuerza personal, libre y espiritual, lo que
llamamos alma, y ella es, como lo ha dicho admirablemente Bossuet, lo que nos hace sentir,
razonar y querer”. 38
Por otra parte, la postura moral y política de Jiménez López como conservador decidido y
fervoroso creyente, se consolidó con una militancia activa al prever el resultado de la batalla
definitoria de la Guerra de los Mil Días, Palonegro. No tuvo que convencerse a sí mismo de las
ventajas o v irtudes de la orientación conservadora pues los liberales habían caído en
verdadera desgracia y el vuelco radical de la Regeneración hacia una derogación de las
directivas del pensamiento liberal, no hacía sino confirmar aquel suceso para todos los
colombianos. En tiempos en que la adherencia a una ideolog ía política, fuera conservadora o
liberal, era asunto de tradición familiar más que producto de reflexión indiv idual, es evidente
que no había mayor posibilidad de discernir por otros medios.
Después de haber ejercido su profesión en el departamento de Boyacá, reside en París de 1908
a 1911 en donde frecuentó los servicios psiquiátricos y asistió a las disertaciones de notables
37 Monografía que l leva el nombre de “Estudio Medico‐Sicológico de la Interdicción Jud icial por Causa de Locura” . 38 Citado en: ROSSELL I, Humberto. Historia de la psiquiatría en Colombia, Tomo I. Bogotá; Editorial Horiz ontes, 1968, p. 241 .
31
maestros del renombrado Pitié‐Salpietrière. 39 Entre ellos contaban: Dupré, Rémond, Gilles de
la Tourette, y Babinsky, todos discípulos, al igual que Putnam y Freud, de Charcot y Morel.
Jiménez López estaba bien familiarizado, por ende, con la doctrina de Bénédict A. Morel
relativa a la “dementia praecox”, luego conocida como esquizofrenia de Bleuler, además de los
patrones de degeneración genealóg ica que le identificaban. Otros resultados de las
investigaciones de Morel, cuya influencia es rastreable en el pensamiento de Jiménez, le
concedían a la pobreza y al alcoholismo una prerrogativa causal en la aparición de las
enfermedades mentales.
Pues he aquí una de las principales fuentes para la difusión de la hig iene física y mental,
puesto que aquellas eran medidas adoptadas por “simple imitación” de las políticas socia les de
la nación que encumbraba el ejemplo moral y científico a seguir en Latinoamérica: Francia. En
una revis ión sobre el influjo de la enseñanza francesa, particularmente esa de la Universidad
de París, en la medicina, la ingeniería y otros aspectos de la formación científica y letrada de
los nacionales, se establece por parte del Colegio Máximo de las Academias Colombia que los
profesionales más aptos para enfrentar los problemas de la nación eran los pertenecientes a la
Generación del Centenario – incluido Jiménez López‐ que viajaron a la capital francesa a seguir
sus estudios: “Indudablemente que el correr del tiempo está demostrando, ahora, que la más
adecuada, que la más sustancia l norma clínico‐quirúrg ica para la formación del médico
colombiano reside en la Escuela Francesa. Porque nuestra idiosincrasia latina es,
biológicamente, más propicia para asimilar y comprender la claridad indiscutible de las
enseñanzas francesas en contraposición a la erudita fria ldad de otras escuelas hipocráticas
muy respetables, claro está, pero bastantes abstrusas, sin embargo, para el temperamento e
ideología nuestros”.40
Jiménez López aguzó, según se infiere, el gusto por la psiquiatría forense con la discusión que
div idió a la opinión pública francesa, de 1890 a 1910, en torno a la supuesta tra ición y la
condena del Capitán Alfred Dreyfus41, ya que en aquel proceso los psiquiatras fueron llamados
al estrado con la finalidad de oír de un experto que rindiera su perito médico‐legal sobre la
39 Este f amoso hosp ital s irvió , desde los tiempos de Lu ís XIV, variab lemente hasta finales del X IX, cuando se le nombra hosp ital psiquiátrico , como asi lo y prisión de pros titutas, enfermos mentales , criminales y pobres de todas las calañas . El recinto de la Salpetrière es tá asociado con razón al surgimiento de la psiquiatría ya que como espacio asilar dio lugar a las observaciones y las hipótes is sobre la causales de las enfermedades mentales , la degeneración a caus a de desviaciones morales en las costumbres y hábitos de la poblac ión , la histeria en las mujeres, la monomanía, la esquizofrenia, etc. 40 Colegio Máximo de las Academias Colombianas . La presenc ia de Francia en la cultu ra colomb iana . Bogotá; Instituto Caro y Cuervo, 1965 , p. 38‐39. (Cursivas y negrillas mías) . 41 En parte por su condición de judío , que inc itó a expresar el antis emitismo latente de entonces, fue acusado de proveer información militar a la embajada de Alemania en París.
32
posibilidad siempre presente de una enfermedad mental que daría razón, en gran parte, “de
su desobediencia, su insurrección, su abuso de poder”; el loco es, como lo sostenían los
psiquiatras del XIX, “siempre alguien que se cree rey, es decir, que exalta su poder contra y por
encima de cualquier poder establecido, ya sea el de la institución o el de la verdad”42. Al
parecer, el loco era quien ponía en cuestión la Razón, sacudía los principios de la moral, y
amenazaba de este modo el proyecto normativo de poder en una sociedad que sobrevino la
soberanía clásica relevando el ejercicio de su poder a la toma de la voluntad del común;
voluntad generalizada de los individuos, necesario decirlo, que a partir de aquel entonces fijó
el desenvolvimiento de sus acciones en la observancia de lo racional para ser juzgados como
tales, como seres racionales.
Jiménez López se consagró, así pues, en algunos momentos a los dictámenes pericia les, con
casos como los del Conde de Cuchicute (1931‐38), el proceso Zawadzky (1935) y el debate
realizado en la Academia Nacional de Medicina sobre la personalidad del Libertador (1944). En
su obra “Historia de la psiquiatría en Colombia”, Humberto Rosselli en colaboración con Raúl
Jiménez Arango, hijo menor del doctor, afirma que la actividad profesional de Jiménez López,
“polimorfa como la de la mayor parte de sus contemporáneos, estuvo orientada
preferencialmente hacia el campo de la psiquiatría forense” y que “al ser promovido a la
Cátedra se preocupó por estudiar las modernas técnicas pedagógicas, sobre lo cual publicó
varios trabajos en la Revista Cultura, en la que los intelectuales de la generación del centenario
propugnaron por la renovación de los conceptos culturales tradicionales con una visión
nacionalista. ”43
Antes de contrastar aquella afirmación, según la cual Jiménez López estuvo
“preferencialmente” interesado en la psiquiatría forense, con otros temas de preocupación
suyos como lo fueron, sin duda alguna, la pedagogía y la educación, habré de dilucidar los
42 No s e debe olvidar que “la psiquiatría func iona –a princ ipios del siglo XIX y ya avanzado és te, quiz ás hasta alrededor de 1850‐ no como una especializ ación del saber o la teoría médica, sino mucho más como una rama especializada de la higiene pública […] Para justif icars e como intervención científica y autoritaria en la soc iedad, para justificars e como poder y cienc ia de la higiene pública y de la protección social, la medicina mental debe mostrar que es capaz de advertir, aun donde nadie más puede verlo todavía, c ierto peligro; y tiene que mostrar que, si puede hacerlo es en la medida que es un conoc imiento médico […] De hecho, s e in teresó en seguida en la locura que mata, porque su problema era constituirs e y hacer valer sus derechos como poder y saber de protección dentro de la soc iedad” FOUCAULT. Los anorma les. Op. Cit., p. 115‐18. 43 La cátedra de patología mental en 1916, en cuya lección inaugural dictó “La locura en Colombia y sus causas” . En 1918 el profesor Jiménez López fue destituido de la enseñanza de esta as ignatura a caus a de la “ insinuación paternalista” que le hizo el Arzob ispo de Bogotá, Monseñor Herrera Restrepo, sobre el materialismo de su contenido. ROSSELLI. Op. c it., p. 283 ‐88.
33
intereses de Jiménez López en el estudio de esos casos en los que sacó a relucir su perito
psiquiátrico.
“La psicopatología de la conducta punible”
La primera audiencia del proceso de juicio a Jorge Zawadsky Colmenares por la muerte del
doctor Arturo Mejía Marulanda comenzó el 22 de Abril de 1935 en la ciudad de Bogotá y atrajo
de manera generalizada la atención tanto del popular como de las figuras destacadas de la vida
nacional, abogados y médicos profesionales; un crimen pasional que tuvo por causa la
infidelidad de la esposa con el doctor Mejía Marulanda, el proceso Zawadsky prometía ser el
ejemplo conductual de alcance normativo para la época. La defensa del acusado fue llevada a
cabo por Jorge Eliécer Gaitán quien pidió los conceptos “científicos” de los doctores Miguel
Jiménez López y Edmundo Rico. Jiménez López antes de comenzar su peritaje confirmó que el
acusado “ha venido por tiempo suficiente de Cali [ciudad de procedencia y lugar del crimen] a
esta ciudad para ser estudiado y explorado en sus diversas manifestaciones orgánicas y
mentales”44, cosa que presentaría Jiménez López con estudios detallados del caso,
consignados como se demuestra a continuación:
Parte primera – El Hombre
I. Herencia Psicológica
II. Antecedentes personales y algunos datos somáticos
III. Rasgos psíquicos del acusado
Parte segunda – El Hecho
Deducciones
La psiquiatría descriptiva de Jiménez, en consonancia con las enseñanzas francesas, recreaba
con lujo de detalle para el juzgado los rasgos fis ionómicos y fis iológicos característicos del
acusado, concediéndole asimismo un lugar privileg iado al hecho de que hiciera parte de “una
distinguida familia del departamento del Valle” y que “su educación primera fue la de todos los
niños bien nacidos”. La formación intelectual que obtuvo, el tipo de literatura que prefirió en
la adolescencia y los años posteriores también era de mención y contaban como rasgos
definitorios de su persona. “Hoy puede afirmarse sin exagerar que el señor Zawadsky, por sus
44 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. Concepto del doctor Miguel J iménez López. En: El proceso Zawadsky. Bogotá; Editorial ABC, 1935, p. 101‐125.
34
activ idades en la prensa y en la política, es una figura nacional. Siempre se ha distinguido entre
sus íntimos por la intensidad de sus sentimientos de familia y de amistad. Uno de sus rasgos
más salientes es su alto e intransigente sentido del honor”45. El doctor Gaitán procedería en el
total de su defensa esforzándose en demostrar que el acusado era virtuoso y de “alto sentido
de la moral”, que “contaba de sobra” con características éticas, socia les y profesionales que le
convertían en una vida ejemplar.
En el acápite de Herencia psicológica Jiménez López procede con un recuento detallado de la
ascendencia próxima del acusado, notando que, por el lado paterno, el abuelo Estanislao
Zawadsky fue un ingeniero de origen ruso que vino a Colombia a “emplearse en trabajos
públicos a mediados del siglo pasado, bajo la primera administración del general Mosquera” y
era un “genuino aristócrata”; el ingeniero Zawadsky contrajo matrimonio con Martina
Rebolledo quien era “miembro de una antigua familia de origen payanés, de alta posición
social y pecunaria”. Jiménez López identifica en ese ramo genealógico el primer factor
hereditario de la locura transitoria de Jorge Zawadsky: “a juzgar por algunos elementos
fotográficos que he tenido a mi cuidado, presenta distintivos morfológicos que acreditan una
mezcla no escaza de sangre etiópica al lado de rasgos fisionómicos peculiares al español del
mediodía. Es preciso hacer notar, como factor hereditario de vasta importancia para el estudio
que nos ocupa, que la familia Rebolledo ha presentado en muchos de sus miembros una
intensa carga psicopática. No son pocas las personas de esta estirpe que han sufrido de
desequilibrios nerviosos o mentales y de manifestaciones de locura consumada”. Esta
“particularidad étnica”, la negroide, llama en especial la atención de Jiménez puesto que en su
esquema etiológ ico era vector de la neuropatía y la psicopatía en la población colombiana, a
causa, tal vez, de la fuerte carga emocional y la volición explosiva y festejadora que era
característica esencia l, o lo que era lo mismo para Jiménez, la particularidad hereditaria de la
“sangre africana”.
Esa mezcolanza impropia de caracteres hereditarios daría cuenta de la desviación
momentánea de la conducta del acusado. Por el lado materno Jiménez López también
identifica un importante factor de anormalidad, cuyo inicio se remonta, increíblemente, hasta
“el fundador en la región del Cauca de la raza Colmenares, abuelo materno del acusado,
venezolano, nacido en Valencia y que vino a Colombia por artes de su vida agitada y
aventurera”. Las características de la vida del abuelo materno, su curioso modelo de conducta,
sería lo que Jiménez López notaría como genuinamente anormal: “Era un alegre viv idor, sin
45 Ibíd., p. 102 .
35
instalación fija, v iajaba por placer y por hábito, bebedor, francachelista y tahúr de grandes
arrestos, que lo mismo arriesgaba a los dados una fortuna, que ganaba enormes cantidades, o
la derrochaba sin medida, ya en Cali, ya en Lima, ya en Guayaquil, donde en alguna ocasión
arrojó a la multitud, desde los balcones del casino, varios miles de pesos en monedas de oro
que acababa de ganar. Este curioso ejemplar, que si no era un loco en el sentido corriente del
vocablo, era sin duda un anormal.” Concluye Jiménez López que a pesar de las condiciones
sobresalientes de la vida de Jorge Zawadsky, un “hombre culto e ilustrado”, aunque un
hombre sin haber sido privado de la voluntad o de la razón, “no dejaron de filtrarse en esta
sangre, como hecho fisiológico inevitable, algunas de las modalidades anormales venidas de
los antecesores”. 46
La importancia capita l de la herencia en la constitución psicológica del acusado era, en
resumidas cuentas, la simple y llana determinación de la conducta por parte de los caracteres
hereditarios. El perita je de Jiménez López se anclaba en los conocimientos médicos de la
época, aunque no del todo actualizados, puesto que ignoraba las unidades hereditarias
descubiertas por Mendel, los genes, y más bien propugnaba por la síntesis del determinismo
medio‐ambiental que preveía en los factores geográficos y climáticos junto con las taras
hereditarias de las “razas” o especies humanas que daban cabida al cuadro hereditario,
favorable o no, del producto indiv idual; por otra parte, la adopción en Latinoamérica de una
postura neo‐Lamarckiana con relación a la evaluación del cuadro hereditario, y su respectivo
marco sociopolítico, se resolvió como una estrategia de poder que con esta vis ión se creía que
los rasgos adquiridos (el estilo de vida y la conducta moral, por ejemplo) eran heredables y
podían ser rectificados y debidamente conducidos por la moralización apuntalada por las
normas hig iénicas. 47 La psiquiatría se ocupaba no solamente del estudio de las enfermedades,
sino, de manera más diciente, de las anormalidades mentales, que no pueden ser reducidas a
enfermedades a razón de la transmisión de caracteres hereditarios “desequilibrados”.
Es por ello que no era asunto de gran destreza reafirmar que en el anális is psicopatológico de
Jorge Zawadsky, así ocupara este un “puesto de honor” en la sociedad, había “fuertes razones
46 Ibíd., p. 105 . 47 “[…] according to Lamarckism, evolution was the result no of blind material forces but of changes brought about by will and choice, Lamarckism was seen as more in keeping with traditional ideas of morality and was embraced ‐ in Latin America‐ for this reason […] To a neo‐Lamarckian, natural s election might resu lt in a weeding out of the unfit variations , but the inheritance of acquired characters was responsible for the origin of the fittest. Politically, neo‐Lamarckian ideas just ified the belief of human effort had meaning, that improvements acquired in an individual’s lif etime could be handed on genetically, that progress cou ld occur”. STEPAN, Nancy Leys . “The Hour of Eugenics: Race, Gender and Nation in Latin America . Ithaca; Cornell University Press, 1991, p. 73‐74.
36
de orden biológico que inducen a sospecharle como un anormal”. La constitución psíquica del
acusado era producto de la confluencia de factores hereditarios “beneficiosos” y
“desequilibrados”, entonces bien, y en palabras de Jiménez López era necesario resaltar que
“los componentes fis iológicos y psíquicos de su constitución han estado por encima de todo
dominio de la voluntad”, que “explican suficientemente el hecho capital de que él no
reaccione ante los choques emocionales, como una persona corriente y normal, sino que, por
el contrario, su organismo y sus facultades se presten para ese recargo y esa concentración
sentimental y emotiva […] son prueba de que esa explosión final fue simplemente la descarga
fatal de un potencial emotivo largo tiempo contenido y que tuvo que estallar en su momento
inevitable”.48
Finalmente, Jorge Zawadsky fue absuelto por el homicidio del “desvergonzado violador de su
hogar” en gran parte porque exhibió “una personalidad de relevantes prendas de adaptación
social” y “por un milagro de la naturaleza y por un prodigio de su educación, ha escapado a
alguna de las formas graves de la locura, que han aparecido en tantos de sus allegados”.49
Todo parece indicar que la posición priv ilegiada, educada, la condición letrada del señor
Zawadsky le salvó de una pena mayor, de una condena penal, pues de no haber sido así, de
haber puesto en manifiesto una conducta anormal (analfabeta, mundana y propensa al
alcoholismo u otros “vicios” parecidos a los de su abuelo materno), hubiera sido juzgado y
condenado como desadaptado, como un peligro, ciertamente, para la sociedad. Las pregunta
que nos urge realizar son, ¿en qué radica la importancia de un modo de conducta normal o
adaptada a las normas de la sociedad de aquel entonces?, ¿qué papel entra a jugar el
psiquiatra en la adecuación y en la normalización de las conductas aberrantes de la población?,
¿por qué se le concede en el juicio tanta importancia a la educación y al status social?
Preguntas con respuesta obv ia, ta l vez, pero que me contentaré por responder en el momento,
siguiendo a Sandra Lucía Castañeda, que la preocupación por “el control de la nueva nación”
se dio con la disciplina médica, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, para regular y
normalizar los fenómenos de la población e ir asegurando la inclusión de Colombia en el
sistema mundial; la “joven” nación debía ser reinventada por sujetos especializados en las
áreas prácticas del saber (ciencias naturales, medicina e ingeniería) ya que su participación en
48 Op. cit., p. 123. 49 Op. cit., p. 113.
37
el gobierno de turno daría leg itimidad a las políticas sociales que estos ayudarían, al mismo
tiempo, a diseñar e implementar. 50
Hoy, todo el mundo sabe que quien ejerce la medicina es un individuo de suficiente preparación científica, cuya idoneidad y cuya moralidad están garantizadas por la fe de los estados o de altas entidades docentes. De manera que, a primera vista, estaría por demás hacer la apología de la práctica médica o quirúrgica, desde luego que estas actividades y quienes las profesan, están escudados por la estima y el respeto de la sociedad. 51
En vistas de esta evidencia de este control moral que se sostenía en la época, no es del todo
arriesgado afirmar que la especialidad de Jiménez fue la hig iene fís ica y mental52 puesto que su
preocupación fundamental – a decir verdad, la de todos sus contemporáneos‐ por guiar a la
nación hacia el progreso le hizo consciente de su enorme responsabilidad en la fijación de los
propósitos civilizadores en concordancia con las exigencias propias de una estructura social
moderna y, paralelamente, las del capitalismo: la higiene mental, cual psiquiatría
decimonónica, ayudaría a filtrar los caracteres indeseables del cuerpo socia l para después
disponer, homogéneamente, de una población trabajadora y obediente, atenta, en todo caso,
al orden social y a la seguridad; la moralización de la mano de la higiene sería, en última
instancia, el objetivo principal de la estrategia gubernamental del Estado para con la población
civ il. Después de todo, en Colombia el diseño y la creación de políticas “sociales”, anterior a
1935, tendría que ver más con el tratamiento y la intervención de problemas de salud pública
(y consecuentemente, de problemas higiénicos) que con el estudio y el cuestionamiento de la
estructura social del país. 53
50 “Normalizar la sociedad colombiana implicaba establecer una s erie de juegos de poder que permitieran homogeniz ar las ideas, las formas de producción, las maneras de exclus ión y, en fin , las formas de s er de una nación tan heterogénea como la nuestra. Con la norma lizac ión se quería exorciz ar la tens ión que producía lo “otro” a partir de la moraliz ación de los individuos […]” . CASTAÑEDA, Sandra Lucía. Una genealogía del racismo en Colombia: continu idades y discontinuidades del siglo XIX al XX . En: Pensar el sig lo X IX. Op. Cit. P . 290‐300. 51 JIMÉNEZ López, Miguel. Apología de Clín ica . Por el profesor Emilio Sergent, de la facultad de medic ina de París . Revista Colombiana. Vol. I, No. 11 (Sept. 1933) ; p. 135 . 52 El dictamen de Jiménez López, para resumir, sobre el caso del Conde Cuchicute, personaje que había asesinado a un trabajador suyo en un ataque de cólera (1898) y después había agredido violentamente a su hermano en 1931 por prob lemas con la titulac ión de sus bienes, fue el siguiente: “el examinado (venerable señor Rueda Gómez , Conde de Cuchicute) no es un maníaco, ni un melancólico, ni un loco moral, ni un paranoico, ni un maníaco depresivo; él es simplemente un psicópata hereditario con crisis depresivas y con impulsiones de carácter des tructivo” . Sobre la personal idad de Simón Bolívar conceptuó: “fue un genio, un hombre de gran talento que no l legó nunca a los límites de lo anormal”. ROSSELLI. Op. cit ., p. 602 (tomo II) y 78 (tomo I), respectivamente. Negri llas mías. 53 HELG. Op. cit ., p. 113.
38
Aunque el interrogante por la educación y su debida consumación de los esfuerzos
intelectuales de Jiménez López queda pendiente, se verá a continuación la empresa de hig iene
fís ica y mental que este quería llevar a cabo y cómo se relacionaba concretamente con la
cuestión educativa.
La pugna eugenésica54
El evolucionismo es el mayor esfuerzo de la edad moderna por asegurars e un sistema explicativo. Es tan prodigiosamente grande esta síntesis, científica y filosófica a la vez , que la maravil los a mentalidad del mismo Spencer no lo supo completamente.
Porque ha de ver usted que es preciso ampliar la mente para contemplarla, como se dilata la pupila para mirar horizontes lejanos . Es el concepto que caracteriza la orientación de la humanidad en una oposic ión a las antiguas maneras del pensamiento
[…]
Luís López de Mesa55
¿Habrá quien ponga en duda que el vigor y la fibra nac ionales s e vienen relajando lus tro tras lustro,
desde que nacimos a la vida civi liz ada?
Miguel Jiménez López 56
54 La eugenes ia es el término que recibe la aplicac ión de leyes y princip ios biológicos de la herenc ia al mejoramiento , con miras a la perfección, de la especie humana. La eugenesia fue un campo que gozó de gran popularidad hasta la Segunda Guerra Mundial y que, ciertamente, sostenía una validez científica que s e prestaba para no menos que la esteriliz ación de anormales e ind ividuos disfuncionales, la regulación de las actas matrimoniales , la creación de estric tas leyes de inmigrac ión (como sucedió en el caso de Estados Unidos) y, por supues to, al an iqui lación de ese otro indeseado. H.S. Jennings reafirma la neces idad de una empres a eugenésica en el s eno de la soc iedad: “The rate of reproduction, i t is pointed out, is higher in the groups that have been less successful in lif e and in those of less intellectual tastes and achievements. Thus “society is being recruited at the bottom”, and under the assumption that success is posit ively correlated with biological ab ility i t is held that gradual general deterioration of the race must result. To remedy th is it is proposed that measures should be taken to increas e the propagation of the successfu l and the intellectual class es and to decrease that of the class es that are less successful or less intel lectual (medidas eugénicas positivas y negativas , respectivamente) […] In ridding soc iety of s eriously defective individuals negative eugenics in the present state of knowledge can do more than can be done in any other way, and there is reason to believe that with an increas e in knowledge they may become much more discriminating and effective” JENNINGS, H.S. Eugenics . En: The Encyclopaedia of the Social Sciences, Vol. V. Nueva York; The Macmil lan Company, 1934, p. 619‐621. Cursivas mías. 55 LÓPEZ de MESA, Luís. El evolucionismo. Revista Cultura. Vol. 1, no. 6 ( Jul. 1915) ; p. 326. 56 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. La locu ra en Colombia y sus causas. Revis ta Cultura. Vol. 3 , no. 16 (Ago. 1916); p. 232.
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En 1920 el Teatro Municipal de Bogotá sirv ió de sede a un debate fogoso que se intensificó en
torno a la condición somática y moral de la población colombiana. 57 Este tuvo por hilo
conductor “la raza”, noción, la cual, había sido prev iamente suscitada por Miguel Jiménez
López con la lectura de una Memoria en el Tercer Congreso de Medicina (1918), cuyo título
rezaba “Nuestras razas decaen: Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en
países similares”. El debate partía de una tesis de la degeneración de la raza que Jiménez había
fijado junto con un diagnóstico detallado en lo debido a sus causas: en resumidas cuentas, un
determinismo medioambiental acongojador (que no dista de aquel señalado por el
pensamiento ilustrado de los neogranadinos, en especial el de la obra del sabio Caldas)
sumado a una pésima combinación de los tres diferentes troncos raciales (elemento del
análisis cuya modernidad antropológica hacía gala de vanguardia intelectual).
El diagnóstico llevó a Jiménez López a la aceptación de una estrecha correspondencia entre la
caracterización geográfica y la aptitud “espiritual” de una raza: a partir de la “sicolog ía
colectiva” de una de las razas, manifiesta en hábitos, ocupaciones y aspiraciones, se podía
inferir el óptimo desenvolvimiento de la misma en un cierto índice geográfico. Esta insípida
etolog ía cumpliría una función paralela a la sintomatología psiquiátrica de la época en lo
relativo a la identificación de perturbaciones y desv iaciones, ya que, al recalcar la presencia
abrumadora de un medio natural indómito (comparable al instinto en el dominio de lo
psicofísico), Jiménez presentía la emergencia de un “algo” oscuro que afectaba
irremediablemente la morfología tanto como el psiquismo de aquellos pueblos habitando las
zonas húmedas tórridas, que les tornaba, al mismo tiempo, en vector etiológico de las
enfermedades más adversas; entre todas las variedades étnicas‐racia les, la etiópica revolvía
profunda consternación en Jiménez por lo que parecía sobresalir entre indios y blancos gracias
a que daba “mayores muestras de adaptación y de v italidad reproductora”58, cosa que podría
tornarse dramática como pasaba con el status poblacional de Haití.
Después de todo, Jiménez estaba convencido de que la nación se constituía en un “agregado
étnico” cuyo elemento de referencia más inmediato eran los aspectos diferenciales de las
57 Luís López de Mesa s ería el editor de Los problemas de las razas en Co lombia, compilac ión que incluye las conferencias de Jiménez López , López de Mesa (psiquiatra), Calixto Torres Umaña (pediatra) , Simón Araújo (pedagogo), los médicos Emilio Robledo y Alfonso Castro (repres entantes de Caldas y Antioqu ia, respectivamente), y el higien ista Jorge Bejarano. 58 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en países similares . En: Los prob lemas de la raza en Colombia, editado por Lu is López Mesa. Bogotá; Imprenta Linotipos de El Espectador, 1920, p. 352.
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distintas razas59; este término era utilizado, a su vez, como instancia social susceptible a la
caracterización moral, fisiológica o fis ionómica, pero, de manera más significativa, era utilizado
como categoría sociopolítica en el manejo de poblaciones objeto que resultaban
problemáticas (incivilizadas y retardatarias del progreso de la nación) para la élite científica o
gobernante. 60 Por tanto, los elementos raciales de una población podían expresar, en un
momento determinado, una valencia predominante con relación a otra, o bien, en este caso
concreto, la dominancia de la “sangre” negra61 que auguraban algunos de los debatientes y
conferencistas: “Al crear un marco de una nueva ideolog ía racial, las élites colombianas que
acogían el nuevo pensamiento eugenésico se daban a sí mismas la autoridad de líderes
sociales […] En nombre de esta autoridad recién asumida, los eugenistas resaltaron el
elemento negro en el medio cultural y biológ ico de la Nación y llamaron a renovar los
esfuerzos para combatir su influencia, usando cualquier medio que fuese necesario”. 62
Peligro inminente, en aquel momento, para todo el resto de la población puesto que
“heredamos de nuestros ascendientes no las enfermedades mismas sino la gran aptitud para
contraerlas. Esto explica que todas las enfermedades se difundan entre nosotros con pasmosa
profusión y que adquieran […] una malignidad desconocida en otras razas […] explica,
finalmente, los distintivos morales de nuestra raza, que, para resumirlos en una sola expresión,
se caracterizan por una voluntad enferma”63. Este psiquiatra preveía que la malignidad
heredable de los caracteres raciales iría degenerando paulatinamente con la ya difundida
mestización, motivo por lo cual abogaba, de consiguiente, a favor de la inmigración de “razas”
provenientes del continente europeo como el único paliativo eficaz en reserva para ello. No
59 El término “raza” era incluyente de la más divers as acepc iones, fuera y dentro de los aspectos biológicos que s e le pudieran atribuir: “Jiménez s uperpone una serie de términos que parecen operar como sus s inón imos : ´ espíritu’ o ´ alma´ de las colectividades , ´agregado étnico , ´s angre , ´variedad humana y c ep a , entre otros . Reemplaza reiterativamente ´ raza´ por ´poblac ión , ´pueblo´, ´país y hasta ´nac ional idad´”. RESTREPO, Eduardo. Imágenes del “negro” y nociones de raza en Colombia a principios del siglo XX. Bogotá; Revista de Estud ios Sociales . No. 27 ( agosto de 2007); p. 53. Para esa época, con inf luencia creciente por la escuela antropológica americana que representaba, Franz Boas descartaba el hecho de que el término raza tuviera algo que ver con propiedades culturales intríns ecas a formas específicas de organiz ación humana: “the term race is often used loos ely to indicate groups of men differing in appearence, language or culture. As here understood i t applies so lely to the biological grouping of human types. On account of the lack of sharp lines of demarcation the attempts at classif ication based on varying characterist ics, have not led to a generally accepted s ystem […] A statistical method of description is therefore required and is receiving increasing attention”. BOAS, Franz . Race. En: The Encyclopaedia of the Soc ial Sciencies, Vol. XIII. Op. cit., p. 25‐34. 60 STEPAN. Op. cit. 61 “[…] hoy sube, lenta e indetenib le, la sangre africana por las venas de nuestros ríos hacia las venas de nuestra raza”, Luis López Mesa. 62 McGRAW, Jason. Purifica r la Nación: eugenes ia, higiene y renovac ión moral‐ racial de la periferia del Caribe colombiano, 1900‐1930. Bogotá; Revista de Estud ios Sociales. No. 27 ( agosto de 2007 ); p. 66. 63 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. Primera conferencia. En: Los prob lemas de la raza en Colombia. Op. cit ., p. 62.
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obstante, la “sangre” del blanco europeo estabilizaría la ecuación racial mejorando, en
principio, la moral espiritual de “sangres” o “razas” inferiores mientras que las demás
características morfológicas y somáticas tomarían tiempo indefinido en regenerarse.64
Aunque certera era la autoridad de la que gozaba Jiménez en el auditorio como psiquíatra cuya
experticia remontaba la investigación de los componentes hereditarios en las enfermedades
mentales, la gran mayoría de la audiencia y los conferencistas se mostraron en abierto
desacuerdo frente a su semiología de la degeneración racia l. El hig ienista Jorge Bejarano fue el
conferencista quién más hizo sentir su oposición a la tesis de Jiménez ya que insistía en la
realidad efectiva de una adaptación continua al ambiente por parte de las diferentes razas,
otorgándole especia l trascendencia a la modelación mestiza de un estatuario racial
heterogéneo que anticiparía ideal democrático alguno; Bejarano, polo opuesto de Jiménez
López, veía a la sangre negra como elemento rev italizador de las razas mestizas e indígenas.
Por otra parte, el pedagogo Simón Araújo sostenía que la capacidad intelectual de la juventud
colombiana no era inferior a la de las naciones civilizadas del antiguo continente, que, es más,
había aumentado con relación a la generación anterior, siendo la degeneración racial una falta
de “entusiasmo para el estudio” resultado de una errónea dirección administrativa del
Ministerio de Instrucción Pública. Araújo concluyó que la degeneración de la raza era una
“apatía” aparente que no tenía otra causa que la impotencia de un pueblo carente de
“elemento capita l” para explotación de los recursos y para enriquecerse por medio del trabajo.
Con el mismo tono economicista, el liberal Lucas Caballero entraba en abierto desacuerdo con
Jiménez López presentando la antítesis que la pobreza era “la causa de las causas de toda
degeneración y todo decaimiento”, predijo, así pues, que la solución al atraso de la nación se
daba necesariamente con la generalización de la enseñanza elemental.65
Aunque Bejarano, Araújo, Caballero y el resto de los debatientes/conferencistas hicieran que
Jiménez se retractara, en gran parte, de la tesis de la degeneración de la raza, muchas de las
medidas por las que propugnaba el psiquiatra seguían en pie y, al parecer, era la educación la
que resumía a todas ellas. 66
64 “La inmigración de s angre blanca, es para los país es en desarrollo , un elemento incomparable de población, de progreso, de producción y de estabilidad polít ica y social. Una corriente de inmigración europea suf icientemente numerosa i ría ahogando poco a poco la sangre negra, que son, en opinión de los sociólogos que nos han es tudiado, un elemento permanente de atraso y de regres ión en nuestro continente” (cursivas y negrillas mías) . Op. cit., p. 74 . 65 HELG. Op. cit ., p. 113. Y PEDRAZA, Zandra. El debate eugenésico: una visión de la modernidad en Colombia. Revis ta de Arqueología y Antropología. Vol. 9 , no. 1‐2 (1996); p. 141 . 66 Por supuesto la moción de inmigrac ión no rec ibió apoyo alguno, todavía cabían razones para no desesperar: la raza antioqueña era un claro ejemplo de los resultados pos itivos de la mestización . Así
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El presente aparte no tendrá por objeto el ancho y el largo de este debate pues ha sido tratado
con mayor profundidad en la investigación de varios académicos (consúltese Humberto
Rosselli [1964], Aline Helg [1987], Zandra Pedraza [1996, 1999], Jav ier Sáenz, Óscar Saldarriaga
y Armando Ospina [1997]). Aunque ese significativo giro en el pensamiento de Jiménez López,
de una moción de inmigración al cuidado y la reforma de los preceptos pedagógicos como foco
fundamental de la preocupación del progreso de la nación, en deferencia al acuerdo de los
demás conferencistas, no podrá ser estudiado a fondo. Este quedará planteado simplemente
como una hipótesis que valdría la pena corroborar.
Psiquiatría, educación, higiene, moral: las fronteras del pensamiento de Miguel Jiménez
López
Es necesario contrastar aquella afirmación que hace de la actividad profesional de Jiménez
López “preferencialmente” orientada hacia la psiquiatría forense. Es Preciso notar que la
evaluación de la actividad profesional de Jiménez López como un psiquiatra forense desconoce
en gran parte el papel activo que desempeño en la política colombiana de la época, que es la
aplicación concreta de su ideolog ía racia l y moral a fenómenos que se mostraban
problemáticos para el progreso de la nación. El interrogante por la educación estuvo presente
en la reflexión socia l de Jiménez López desde su primera publicación en una revista de
difusión: en 1913, después de haberse desempeñado como cónsul en Southampton y de haber
viajado con comodidad por el resto de Inglaterra, regresa de improviso a Colombia y publica en
El Gráfico “La importancia de la educación fís ica en Colombia”. Torres Gutiérrez afirma que
aquella experiencia europea, seguida de la súbita decisión de regresar a la patria, lo habría
convertido en un hombre “citadino en su actitud, universal en sus conocimientos”, ansioso de
sondar el estado de cosas de la nación, sus problemas, y hacer valer su formación como un
experto en la solución de ellos67. Aunque para Torres Gutiérrez la razón de su regreso no esté
del todo clara, el sobrino de Jiménez López, Rafael Bernal Jiménez, médico y compinche,
esboza la razón de este afanoso regreso de la nación que representaba la punta de lanza en
asuntos educativos68:
pues, s e trataba de mejorar las razas de la nación instruyéndoles preceptos higiénicos y educativos modernos, en general. PEDRAZA. Op. cit., p. 131. 67 TORRES. Op. cit., p. 127. 68 Habrá que recordar que en Inglaterra nace el sport y pronto se institucionaliz a como elemento primordial de la educación en el desarrollo de la personal idad, pues es la actividad disciplinante del cuerpo que lo instruye en la competencia, más el conjunto de actividades físicas que enseñan el
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Por allá hacia el año de 1913, Miguel Jiménez López acababa de regresar al país, después de una permanencia de cuatro años en Europa. En la Universidad de París había perfeccionado estudios médicos y acentuado su interés sobre las disciplinas relacionadas con la patolog ía mental. En Inglaterra, su espíritu, atento a todas las expresiones de la vida colectiva, había captado las modalidades políticas, socia les, y las formas de comportamiento de aquel pueblo que, por entonces, ejercía la rectoría mental y política del mundo occidental. Al regresar a su patria, Jiménez López continúa, en el silencio de su gabinete y, en los humanos contactos propios de su profesión médica, su labor de auscultación de nuestras dolencias predominantes.69
En la “Importancia de la educación fís ica en Colombia” Miguel Jiménez López afirma, de
entrada, la primera frase del texto, que “la educación física es una base imprescindible de la
educación moral”, y prosigue, acorde a su profunda convicción de que una convulsa
enfermedad atacaba el cuerpo de la nación colombiana, que “la debilidad fís ica trae consigo la
debilidad moral”. Por lo v isto, la cruzada civ ilizadora que quería emprender Jiménez López,
después de absorber en los focos de la civilización occidental los imperativos del progreso,
comenzaba por la disciplina moral del organismo individual, el cuerpo, que luego, en virtud de
su cualidad de letrado, otorgaría extensión metafórica a la totalidad orgánica de la nación,
conocido como el organismo social70. Pero se entendía que esa totalidad orgánica, mucho
antes de que se enumerara la educación física como parámetro para la civilización, debía ser
saneada y fortalecida por preceptos modernos de higiene sancionados por la moral social
vigente.
La educación fís ica es una base imprescindible de la educación moral. Esta supone como objeto una voluntad que formar, y energías que encaminar hacia el bien. Aunque a primera vista parezca paradójico, la integridad del cuerpo y el vigor fís ico son una condición necesaria para llegar a ese fin. El ser humano está de tal manera constituido que todas sus activ idades, sean ellas de orden inmateria l u orgánico, están estrechamente vinculadas al juego de los aparatos vita les […] Cuando las altas facultades han sido
aprovechamiento lúdico del tiempo libre. Como fenómeno educativo correlativo a la Revolución Indus trial , el deporte literalmente incorpora las cadenc ias de la producc ión de la fábrica para convertir al sujeto en un agente productivo y discip linado en la competencia lib re, así como fuera en el ámbito profesional. Los Boy Scouts también fueron un notable producto inglés decimonónico que efectuaba la inculcación de valores patrióticos y el respeto por la estructura jerárquica de la sociedad. 69 BERNAL J IMÉNEZ, Rafael. El estilo de un pensador colombiano, Miguel Jiménez López. Boletín de la Academia Colombiana, Tomo XXII, No. 100 (Oct. Y Nov. 1973); p. 447 . 70 Otra maniobra típica en el campo de la eugenes ia que comprueba el uso de los recursos retóricos clásicos‐humanistas, se refiere y alaba de forma ind iscriminada el “acierto” de los espartanos con el control natal y el cuidado meticuloso del parto para dar luz a un vástago digno de llevar con s í la insignia de su pueblo.
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tempranamente cultivadas a expensas del vigor físico, se pone todo lo necesario para obtener seres de voluntad deficiente. 71
Ahora bien, se dirá que dicho precepto educativo de la disciplina moral a través de la
educación física, en vez de estar “al servicio de una patria en trance de descubrir el secreto de
su ser y de sus destinos”, ayudaría a producir en lo sucesivo una nueva población civil dotada
de una sensibilidad corporal capaz de distinguir, catalogar y procesar los estímulos del mundo
externo. Con la “reforma Uribe” de 1904 (mencionada atrás por la distinción socia l que realizó
en materia educativa) se legis la por vez primera sobre los programas de educación fís ica en las
escuelas y coleg ios, en la que “confluyeron los intereses hig iénicos con la necesidad de
fortalecimiento fís ico que empezaban a detectar las élites y el gobierno”72. Acaso la
modernidad de aquella empresa higiénica radicaba en el hecho, nada sorprendente, que la
clasificación de las partículas sociales se realizaba con estereotipos claves para la distinción
social y el status, no solamente basados en la higiene corporal y la educación y el refinamiento
de los sentidos, sino también en la armonía fisionómica que prometían los ejercicios físicos. La
armonía, la buena composición corporal tendrá un papel protagónico en lo que se refiere a la
modernización de la urbe.
En la ciudad se distinguió primero lo claro de lo oscuro, lo limpio de lo sucio, lo sano de lo enfermo, lo bello de lo feo, y empezó a perfilarse la sensación de repulsión hacia sus calles, sus locales, sus viviendas y, obviamente, sus habitantes, que la luz tornó más oscuros, sucios, borrachos y enfermos. Unos años más tarde, tanta iluminación y la inspección cercana y minuciosa de la hig iene demostraron que en realidad se trataba de degenerados. Al menos así lo proclamó en 1917 Miguel Jiménez López, inaugurando oficialmente la modernidad, señalando la inminencia de la catástrofe, dándole carta de ciudadanía a la preocupación por el cuerpo como fuente de salud, conocimiento y moral, e inv irtiendo el orden ontológico: sin un cuerpo limpio y sano, sin sentidos despiertos y educados, sin una sensibilidad cultivada, se haría imposible el verdadero avance intelectual y menos aún el desarrollo moral requerido por el país. 73
El ente “cuerpo” adquiere un nuevo lugar en el orden social y desplaza las preocupaciones por
la interioridad y por la esencia del Hombre. Esto marca, en definitiva la aparición de un
horizonte de acontecimientos históricos en el que cualquier asociación con lo moderno
71 JIMÉNEZ López, Miguel. Importancia de la educación física en Colombia . El Gráf ico. Serie XVI, no. 154 (Oct. 1913) ; p. 30. 72 PEDRAZA. En cuerpo y alma . Op. cit., p. 198 . 73 Ibíd., p. 17‐18 .
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predominará. Pero no por ello se deba señalar al cuerpo como centro, sillar, entonces bien, de
la modernidad en Colombia, la perpetua hilanza que traman las prácticas socia les responde a
muchos otros “objetos” que son foco de atención y que establecen a su vez ciertas prioridades
a satisfacer. La pedagogía de Jiménez López establecerá que no se trata de educar por medio
de etapas sucesivas (primero el cuerpo, luego el intelecto, por último la voluntad) sino que los
tres son aspectos inseparables de una sola empresa: educar por medio de la vida (acepción
que corresponde al evolucionismo socia l y su énfasis en la adaptación al medio). Cosa que
resulta sorprendente, Jiménez López pone por escrito su convencimiento, hacia 1928, de que
“la verdadera herencia es la capacidad para la v ida”.74
¿A qué nos remite esta llamativa noción de vida? Pues con seguridad a eso que en la educación
recibe los nombres de lo previsto y de lo imprevisto, más precisamente, de lo tradicional,
respaldado en hábitos y costumbres, y, por otro lado, lo novedoso, lo moderno. Sin duda
alguna, afirma Jiménez López, la parte más importante de la labor educativa es “la exaltación
de los poderes de iniciativa y de razonamiento que constituyen el verdadero valor de un
individuo en las contingencias siempre cambiantes de la vida”75. En este artículo, Lo
inconsciente en la educación, el psiquiatra discurre entre la “teoría educacional” de Gustav Le
Bon y el pragmatismo de William James. Señala que la máxima del psicólogo socia l francés,
hacer pasar lo consciente a lo inconsciente (la misma que Freud invertiría más tarde), no basta
para suplir los propósitos de una educación “activa”, a razón de su simpleza pedagógica que no
promete más que la creación de “autómatas espirituales” continuamente dispuestos a
sujetarse al formalismo y a la rutina de una tradición cualquiera. En palabras de Le Bon: “El
desarrollo de lo inconsciente se hace por la formación artificial de reflejos que resultan de la
repetición de ciertas asociaciones. Repetidas suficientemente, estas asociaciones crean actos
reflejos inconscientes, es decir, hábitos. Repetidos durante muchas generaciones, estos
hábitos, se vuelven hereditarios y constituyen entonces caracteres de razas […] Aun la
formación de la moral –podríamos decir, la moral sobre todo‐ queda sujeta a esta ley. La moral
no se halla seriamente constituida sino cuando se ha vuelto inconsciente”.76 Con James,
Jiménez López afirma que aquella no es la parte más esencia l de la labor educativa porque no
inv ierte lo suficiente en las “variables indiv iduales”, las de la toma de acción en v irtud de una
aptitud o un talento. Abarcar la educación de una manera pragmática es dirigir el educando
74 JIMÉNEZ LÓPEZ. La escuela y la vida. Op. cit, p. 95. 75 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. Lo inconsc iente en la educac ión ( Sobre la teo ría educacional del Dr. Gustav Le Bon). Revista Cultura. Vol. 1, no. 6 (Jul. 1915) ; p. 387 . 76 LE BON, Gus tav. Psycologie de l’Education. Citado en: Ibíd, p. 379‐80.
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hacia la acción, y que mejor parámetro para la acción que el avance técnico de la industria.
Este es un llamado a las clases subalternas y obreras, sin cuestión alguna.
Aunque perfilaba en el debate eugenésico como un pesimista irremediable, Jiménez López
retomó el rumbo de la educación una vez se comprometiera con desarrollar una aproximación
a la enseñanza escolar que relegó todas aquellas bruscas inquietudes con respecto al
mejoramiento de la raza, insistencias, así pues, en el mejoramiento puramente biológico que
resultaban demasiado ideales a la vez que violentas. Se verá que la empresa hig iénica de
regeneración por medio de la educación fís ica pasó a un segundo plano de importancia
cuando, en 1928, publique un libro sobre las reformas y los movimientos que han surgido
conjuntamente a la reforma de la educación en los países septentrionales. Pero se podría
pensar que Jiménez López optaría por un cauteloso acercamiento al mejoramiento de la raza
por medio de la instalación de un filtro racial en el funcionamiento de la institución educativa,
asegurando un cierto patrón de control para mantener en línea aquellas partículas sociales no
deseables, abriendo un lugar, asimismo, para aquellas que podrían ser moldeadas para luego
aspirar a la consecución de una personalidad capaz de acercarse al modelo europeo de
Hombre cultivado. Pero, a pesar de todos los elementos potencia lmente peligrosos, es allí
donde radica la importancia y la novedad (por no decir la modernidad) de su propuesta: la
educación escolar tendrá que ser activa en guiar al educando hacia una formación por medio
de experiencias v itales que enardezcan, poco a poco, una voluntad capaz de sobresalir entre
tradiciones y los reposos de las costumbres, que ayude a formar una personalidad y, por ende,
una conciencia indiv idual capaz hacerse al potencia l de sus talentos en un mundo donde
primaba el “ideal de lo práctico”. Finalmente, dice Jiménez López, “todo sistema educativo que
aspire a ser completo y racional debe profesar un triple objeto: la educación del cuerpo, de la
inteligencia, y de la voluntad”. Triple objeto bajo el cobijo de la modernidad en contra‐posición
a lo tradicional.
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CAPÍTULO 3: LA MODERNIDAD Y LA PEDAGOGÍA DE MIGUEL J IMÉNEZ LÓPEZ
Estimulando el dogma católico
La propuesta pedagógica de Jiménez López concuerda con el movimiento internacional
denominado la Escuela Activa o, conocida a la luz de lo tradicional, “la escuela nueva”77. Los
modelos pedagógicos tanto teóricos como prácticos que reunió este movimiento educativo
tuv ieron que ver con la revalorización de la naturaleza del educando, en gran parte por el
conducto práctico que le concedió Pestalozzi a la obra de Rousseau. La escuela, desde
entonces, con las respectivas reformas educativas del sig lo XIX en Europa y los Estado Unidos,
sería ese el lugar privilegiado para la eclosión de los fenómenos inaugurales de la infancia,
singulares de hecho, donde el maestro dejaría de ser el autoritario preceptor de antaño para
convertirse en un empático observador aguzado e intuitivo. La exploración psicológ ica de las
aptitudes del niño sentaba terreno a la clasificación tipológ ica de los escolares, relegando al
olv ido las especulaciones universales o g lobales de la fundamentación filosófica de la antigua
psicología que encabezaba la contienda por comprender al ser humano por medio de
cuestiones teológ icas y metafísicas; a razón de que la psicolog ía moderna fuera a tener un
acceso privileg iado al re‐conocimiento de las aptitudes, no ya la vocación, por supuesto, la
propuesta experimental que ella establecía se alejaba de toda especulación filosófica y, en
efecto, de la concepción del ser humano correspondiente a la época “clásica”.
Es de obv iar que los fines y realizaciones, los fundamentos y métodos privileg iados por la
Escuela Activa en los países de origen del movimiento fueran bien distintos de lo que en
Colombia serían. La apropiación de los principales métodos y técnicas que se encontraban
sustentados en los distintos modelos pedagógicos de sus representantes, “entre 1903‐1934 –
en el nivel de los discursos generales de reforma pedagógica y de la instrucción y educación
pública ‐, el criterio de selección no provenía de la práctica ni del discurso científico o filosófico,
ni se sometía a sus reg las, sino a la noción amplísima, confusa y movible de modernidad […]”.78
No obstante la apropiación de los principales enunciados de la Escuela Activa no tuv iese un
criterio de selección definido con que articularlos a la práctica pedagógica preponderante, el
despliegue estratégico de la reforma de lo tradicional, lo clásico, le brindaría un sentido
77 Movimiento originario de Estados Unidos, Bélgica, Francia, Suiz a y Alemania. Sus modelos pedagógicos fueron los de Wickersham, Heinrich Pestalozzi , Herbert Spencer, William James , Ovide Decroi ly, John Dewey, María Montessori , Georg Kerschens teiner, Meumann y Eugène Claparède. El movimiento , como es de suponers e, también recibió el nombre de “escuela por medio de la vida”. 78 SÁENZ, Javier, Óscar Saldarriaga y Armando Ospina. Mirar la infancia, tomo II. Op. c it ., p. 6.
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específico en el estado de cosas de aquel entonces: los saberes pedagógicos modernos
prometerían la integración al sistema mundial que había sido menoscabada por la autonomía y
la suficiencia paradigmática de los “intelectuales tradicionales” de Colombia, aquellos que no
se habían preocupado por “mejorar” técnicamente las condiciones naturales del territorio y de
la nación, haciendo uso de los recursos naturales y el potencial humano. Y así, como en las
demás aspectos de la “nueva” nación, todo acto reflexivo e intervención debía ser respaldada
por principios base de las ciencias de la v ida, prácticas escudadas, ya pues, por el saber
moderno por antonomasia, aquel que daba cuenta de la v ida del organismo indiv idual y de la
especie, la biología.
Los pilares del saber pedagógico moderno descansaban por lo tanto en la comprensión del
funcionamiento y de la actividad adaptativa del ser humano que facilitó el saber biológico, un
saber que, desde entonces, ayudó a concebir la infancia como materia prima humana por
excelencia, la única suficientemente conductible y maleable como para inducir y extraer de ella
las formas de perfeccionar la especie. 79 La adaptación en Colombia de las prácticas
pedagógicas a las que daría lugar este nuevo proceso educativo pusieron en descubierto aquel
presupuesto moderno y evolucionista, al tiempo, de una infancia que acarreaba en su interior
la semilla del nuevo mundo. En el primer tercio del siglo XX, ese nuevo mundo a generar era
sucintamente entendido como la integración “ordenada, armónica y saludable” del sujeto al
organismo social. De suerte que esta no era cualquier organismo socia l, pues era la especie
decadente, la raza degenerada la que desvelaba a los nuevos intelectuales orgánicos80.
Sin embargo, si la denuncia de peligro y de catástrofe inminente que llevaba a cabo Jiménez
López en 1916 y 1920 le apostaba a una educación física como parte de una terapéutica
mayor, a saber, la hig iene general, la cuestión educativa quedaría planteada a lo mejor como
una simple revisión de los planteles de la escuela pública, sin más detenimiento que observar
la manera en que se conjugaba la hig iene y la eugenesia con la enseñanza.
79 La mirada que dirige el educador moderno advierte que en el desarrollo del niño debe estarse atenta a la manera en que responde en acto reflejo a los estímulos producto de las relaciones con el mundo exterior e interior para poder adecuar su persona (sus inclinaciones, aptitudes y caracterís ticas) a la adaptac ión al medio, hacia el equilibrio de las relaciones. En palabras de María Montessori , “La educación es un proceso natural, llevado a cabo espontáneamente por el niño, y adquirida no al escuchar palabras, sino mediante experiencias sobre el medio”. 80 Aquí, el término orgánico se ref iere a la caracteriz ac ión que hizo Gramsci del intelectual que dirigía su experticia académica o técnica a la so lución de los problemas que acechaban la comunidad en que s e encontraba arraigado y que, por efecto, repres entaba. Diferente al intelectual tradicional que s e piensa a sí mismo como parte de una esfera polít ica autónoma a la de la clas e, a la lucha de clases y a los condicionamientos burgueses que impedían generaliz ar en la teoría con comodidad.
49
Tenemos un Código de educación pública que, en rigor satisfaría a cualquiera de nuestros países; y que en sus disposiciones es un lóg ico desarrollo de ese magnífico programa pedagógico. Sin embargo, tan acertadas leyes y tan prolijos reg lamentos como las complementan se han quedado escritos, como tantas otras sabias leyes que, en nuestra calidad dan excelentes teorizantes, nos hemos dado y que no hemos sido capaces de llevar a la práctica. Por qué? Porque para infundirnos el sentido práctico y el valor de las realizaciones prontas, es preciso una transformación completa de nuestra mentalidad y, casi estoy por decir lo, de nuestro organismo. Esto exige, como corolario, la infusión de sangre fresca y vigorosa en nuestro organismo socia l. Quienes lo esperan todo de la educación y rechazan la inmigración, oigan estas palabras de un ilustre sabio: “La evolución mental de los pueblos es muy lenta, y la educación, siendo, como es, un poderoso medio para la vida social, no es el factor primero en la evolución de las sociedades humanas; ella no puede sino crear un hábito; no hace sino organizar lo que la herencia ha transmitido en bloque”. (Cursivas y negrillas mías)81
La única forma, según esto, para “infundir” al pueblo colombiano de un sentido práctico sería
atrayendo una corriente de inmigración de sangre blanca, “un elemento incomparable de
población, de progreso, de producción y de estabilidad política y social”. Muy otro sería el
parecer de Jiménez años después. Tal vez retomaría el argumento que señalaba, en 1916, 82 a
un sistema educativo “incompleto y viciado” como causa de fatigas fís icas e intelectuales
(surmenage)83 que llevaban inequívocamente a la degeneración de la raza y, en consecuencia,
a la locura. Esta mentalidad fatigada de la raza era efecto inmediato del régimen claustral que
ignoraba la propensión del ser humano hacia el medio natural, con un impulso vital y
productivo.
Para relegar a un segundo plano de importancia la cuestión titular de la degeneración, y más
bien concentrarse en la educación, Jiménez López tuvo que haberse sorprendido de algo que
fuera llevado con éxito a la práctica, alguna aproximación sistemática y aplicada para tomar en
consideración a la, así fuera, escasa valía que representaba la inversión real en la pedagogía.
Para 1933, cuando se dedicaba de lleno a la instrucción universitaria, escribe un artículo en
respuesta al Decreto N° 1972 del mismo año por el cual se modificaba la enseñanza secundaria
y la normalista, llamado Las bases de la Reforma Educacional en Colombia. En él se nota ya un
81 JIMÉNEZ López, Miguel. Primera conferencia. En: Los prob lemas de la raza en Colomb ia. Op. cit., p. 73. 82 En la lección inaugural sobre La lo cura en Colombia y sus causas. 83 Concepto que se refiere al recargo de los trabajos y que conducía, en las mentes de los psiquiatras e higienistas de la época, a agotar las energías del individuo amenazándole así con la degeneración, teniendo un fuerte impacto tanto como en el proceso educativo como en la tareas productivas. La evolución del concepto, que sin duda no mantiene la misma connotac ión evolucionista se halla en el stress .
50
alentado optimismo por la posibilidad de un cambio radical, por la ventaja, así pues, de la
educación para inscribir en el objeto contorneable del educando los caracteres morales y
biológicos necesarios para mejorar la activ idad articulada e integrada del organismo socia l.
Para los pueblos que están en v ía de modelar su personalidad, de constituirse como unidades sociológicas y étnicas, la formación de las generaciones nuevas es uno de los fundamentos –el principal sin duda ‐ de su nacionalidad. Para este fin, su situación especial los pone ante dificultades de gran monta, como son las inherentes a toda obra creadora, pero les brinda también grandes ventajas, entre otras el no tener que destruir una tradición viciosa y arraigada […] en materia de educación popular todo está entre nosotros por hacer y que será tarea de los estadistas venturos la de “iniciar” lo que la inercia, la pasividad y aún la resistencia sistemática de los tiempos pasados dejó de hacer por el país.84
Lo que ahora es la personalidad de la nación se vislumbra despojada de las reticencias de
tradiciones y costumbres arraigadas, por no decir milenarias como en el caso de las culturas
indígenas. La materia a formar es blanda, lisa y llana. Hay que inculcar en ella las normas de la
activ idad personal, productiva y del desarrollo armónico con relación al medio natural y social.
La Reforma con la que zanjó Rafael Bernal Jiménez ‐para entonces Director Departamental de
Instrucción Pública‐ el analfabetismo de Boyacá fue fruto de su perdurable experimentación
con la pedagogía activa. Pues es he aquí la huella indeleble de las prácticas sociales en el
discurso:
En estas materias de educación primaria, se puede citar y proponer como ejemplo al departamento de Boyacá. Allí, a partir del año 1924, se inició por la dirección del ramo un movimiento de honda renovación que, en grandes líneas, tuvo los siguientes resultados: la reorganización de la Escuela Normal [de Tunja] con un director traído de Alemania, plantel que es hoy generalmente reconocido como el mejor del país; la creación de la hig iene y la medicina escolares, debidamente atendidas por médicos de zonas […] las asambleas anuales para inspectores escolares, medida que ha sido un poderoso estímulo de perfeccionamiento para estos funcionarios; el despertar y la estimulación de la acción social a favor de la escuela primaria y, como resultados de ella, los restaurantes y roperos escolares, celosamente atendidos en casi todas las poblaciones por señoras constituidas en patronatos; el excursionismo y los deportes, fomentados con un espíritu de noble emulación entre provincias o municipios y, en fin, como una emanación del impulso inicial surgido de la enseñanza normalista, la escuela activa en que figuran como factores primordia les del método la iniciativa personal y el esfuerzo propio, por parte del escolar y
84 JIMÉNEZ López, Miguel. Las bases de la Reforma Educacional en Colomb ia. Revista Colombiana. Vol. I, no. 3 (Mayo 1933) ; p. 67 ‐69.
51
como auxiliares del maestro, los trabajos manuales, los “tests” de aptitudes y los centros de interés. 85
El éxito de la reforma pedagógica que había llevado a cabo Bernal Jiménez en Boyacá86, en las
escuelas públicas de las zonas rurales, había sentado un duro precedente en lo que respectaba
las labores profilácticas que debía cumplir la escuela para ev itar la degeneración. Después de
todo, la prioridad de Bernal Jiménez con el total de la Reforma era contrarrestar los efectos
negativos de la degeneración de la raza (en lo que hacía caso omiso a las recomendaciones de
su tío), resaltando, como diagnóstico preliminar, la debilidad fís ica, intelectual y moral tanto de
adultos como infantes. Del maestro pedagogo Ov ide Decroly –quien había venido al país en
1925‐ Bernal Jiménez había acog ido la idea de una escuela dispuesta para la defensa de la
infancia y susceptible a la amenaza de la herencia y del ambiente. La asistencia socia l era pues
la herramienta favorecida, una síntesis por medio de la cual se buscaba moralizar los hábitos
del pueblo, para defenderle de sus v icios, y forta lecer su sentimiento relig ioso, asunto que se
pensaba que daba cabida a la regeneración mental y fís ica y que luego habilitaba a la población
para el trabajo dignificante.87
Como Ministro Plenipotenciario en Berlín, Jiménez López intermedió la contratación en 1926
de Julius S ieber quien luego fuera componente vital (como fue mencionado en la cita) de la
Escuela Normal de Institutores de Tunja. La dirección de la Normal le fue cedida de inmediato.
Otro fruto de la mística ideológica que reverenciaba su origen era la notable autoridad con la
que regía el cuerpo docente: “A fines de los años veinte, cuando el debate sobre la
degeneración de la raza ocupaba los espíritus, el pedagogo alemán simbolizaba la constancia,
el amor al trabajo y a la patria, el sentido práctico y la austeridad. Las anteriores virtudes
hacían parecer el alma latina sentimental, idealista y superficia l, la que no se salvaría sino
uniéndose al alma germánica, ponderada y dueña de sí misma… Un alumno de Sieber describía
la Escuela Normal de Tunja en estos términos: “Es este taller que el espíritu alemán va dejando
las huellas de su fortaleza creadora y va plasmando en la conciencia íntima de nuestra
‘indolencia’ los relieves de una raza superior en todas las edades del mundo”. Con este éxito
85 Ibíd., p. 67. 86 Las experiencias que s e cumplieron con la Reforma de Boyacá hicieron eco en otros departamentos, resonó en espec ial la defensa de la raz a a través de los restaurantes escolares y la preocupación general izada por la debilidad f isiológica provocada por la alimentación. Cundinamarca, Tolima, Antioqu ia y Nariño organizaron campañas de distribuc ión de leche higienizada conjuntamente a programas de instrucción técnica de los escolares en prácticas agrícolas para elevar su nivel al imenticio . JARAMILLO, Jaime. La educación durante los gobierno liberales: 1930‐1946. En: Nueva Historia de Colombia, Vol. IV. Bogotá; Planeta Colombiana, 1989, p. 88 . 87 OBREGÓN, et al. Mirara la infancia, tomo II. Op. cit., p. 94‐97 .
52
en las manos, al psiquiatra le fue encargado la selección a gusto personal de seis institutores
para servir a la creación del Instituto Pedagógico Femenino en Bogotá; al igual que S iber en la
Normal de Tunja, la directora Franziska Radke también hacia sentir sobre sus escasas alumnas,
apenas 60, el peso de la superioridad alemana sin consideración alguna de que fuera el primer
establecimiento que daba una educación superior –intelectual y científica ‐ a las jóvenes
colombianas. 88 ¡Qué mejor moralización de las generaciones futuras que la filtración de la
ideología racial en el seno de los hogares priv ilegiados!
Desde los tiempos de la expedición de la Ley Orgánica de Instrucción Pública (conocida como la
Reforma Uribe) hasta bien entrados los años 1930, las instituciones escolares y su financiación
le restaba a la junta departamental así como también era su obligación la de difundir la
educación en el territorio, el nombramiento y el control de los institutores. Puesto que no
había un mínimo de unidad en la enseñanza primaria, cada departamento, con su federalismo
virtual, podía hacerse a sus propios experimentos en materia pedagógica. Las propuestas para
estos tiempos eran bastante particulares, más cuando se podía hacer un uso concreto de la
ideología particular que articulaba los avances modernos a poner a funcionar. Acaso esto sería
lo que tuv iera Jiménez López en mente cuando escribió su largo ensayo La escuela y la vida
(1928). Pero en materia pedagógica, el fuerte de Jiménez se daba a conocer junto con la
reforma de 1927 y el desarrollo del sistema de inspección escolar en detrimento de las
campañas de higiene y salud que se adelantaban por medio del discurso de la degeneración.
Teniendo en cuenta la reiv indicación del carácter obligatorio de la educación con la reforma,
Jiménez López de seguro concebiría una obra de formación del cuerpo docente cuya única
condición iba más que gustoso a cumplir: la educación primaria era obligatoria pero con la
libertad para las comunidades relig iosas, y el clero en general de escoger el tipo de
establecimiento adecuado para las enseñanzas del dogma.
El examen, la clasificación escolar y el filtro racial de la institución educativa
Lo que un hombre quiera producir debe desprenderse de él como un segundo yo; ¿y, cómo llegar a este resultado si el primer yo no estuviese por este último absolutamente penetrado?
88 HELG. Op. cit ., p. 125‐127 .
53
Goethe89
La educación de la voluntad enferma tuvo para Jiménez López, en toda probabilidad, esa
connotación que le otorgaba el humanismo clásico y la educación católica a la formación del
carácter, concepción con que se aplicaría una ríg ida férula ortopédica a la persona del
educando desde el saber médico para justificar su modernidad. Lo que si resulta bastante
curioso es que la formación del carácter haya sido en el acto asimilada con el propósito
moderno de la formación de la personalidad. Esta sería una de las tensiones inmanentes a la
pedagogía de Jiménez López pues en tanto que la formación del carácter aspira a construir un
reconocido “imperio” sobre sí mismo, sobre “la bestia que bulle en el interior del hombre”,
formación que se da en conformidad a las normas sociales y culturales de comportamiento, la
personalidad es, en cambio, la genuina manifestación de la particularidad identitaria del
individuo y requiere un cultivo cuidadoso guiado por la auto‐observación de las emociones y
los sentimientos. Sin duda, esta particularidad se sumaría a las inconsistencias que pueblan la
lógica interna de la pedagogía de Jiménez López, pero eso no le resta crédito a la labor
modernizante que principió para contrarrestar el arraigo de la formación netamente
intelectualista, legada por la concepción pedagógica clásica ‐humanista, en el sistema
educativo tradicional de Colombia. Tal crédito debe ser reconocido por haber ayudado a crear
un individuo con conciencia moral, o, mejor aún, a formar un individuo pudoroso en quien la
vergüenza es un recorderis cotidiano.
En estos asuntos, para poder acercarse al pensamiento pedagógico de nuestro psiquiatra se
hará uso propio de la noción de “mentalidad de raza” que, como se verá más adelante, es un
elemento recurrente en sus escritos pedagógicos aunque subyazca, encubierto, a la visibilidad
de su intención educativa. La mentalidad de raza es, siguiendo a Jiménez, “todas las
inquietudes propias de una raza, todos los empeños y los ideales permanentes de un pueblo
[que] van labrando en la trama puramente orgánica del indiv iduo modificaciones intensas que
se traducen en tendencias funcionales hereditarias” (cursivas y negrillas mías)90.
Ya habíamos quedado que la labor decimonónica que quiere Jiménez llevar a cabo es diáfana.
Pues la sección primera de su libro la escuela y la vida trata de las tendencias actuales de la
educación primaria en diversos países, consignándoles de la siguiente manera: el movimiento
educacional en Alemania, la educación primaria y la cultura popular en Dinamarca, la nueva
89 Citado en: J IMÉNEZ López , Miguel. La escuela y la vida . Op. cit., p. 133 . 90 Ibíd., p. 147 .
54
ley escolar en Inglaterra: reforma Fischer ó Educational Act de 1918, la reforma de la educación
primaria y la educación post‐escolar en Suiza, la reforma escolar en Francia: el proyecto Viviani,
y, por último, la educación en Los Estados Unidos. El progresismo de Jiménez es, pues, patente
por cuánta razón invirtió en reconciliar el sistema tradicional educativo colombiano con las
disposiciones pedagógicas de aquellos países que representaban lo moderno en su pleno
apogeo; años después de haber sentido frustradas sus expectativas concernientes a la
inmigración de una mejor y v igorosa “sangre”, el psiquiatra decide ahora sobre el futuro de la
nación con la importación de una nueva sensibilidad educativa, eso sí, con nuevos significados.
Necesaria era, por tanto, la modernidad del esquema pedagógico como lucro de la enseñanza
y el ejemplo de las naciones más “avanzadas”. Pero ¿qué tipo de modernidad sería esa?, ¿cuál
el propósito para extrapolarle aquí, a Colombia? La educación para la vida por medio de la
vida, dice el psiquiatra, es sacudir de los cimientos de la educación la incesante producción de
autómatas que se encuentran dispuestos únicamente a recibir y reproducir instrucciones de
clase; es, por otro lado, infundirle confianza al educando para que no se vea obligado a
consentir la continuación de un oficio u ocupación de su familia ‐tradición y, en seguida,
despertar el cultivo de los sentidos y cuidar del cuerpo disciplinándolo (con la higiene, sobre
todo). De todo eso se desprende de una educación integral. En materia de progreso
pedagógico sólo se podría culminar, por consiguiente, siguiendo los preceptos educacionales
de los superiores de esa conciencia, esa misma sensibilidad y, en suma, de esa ajena vida
transatlántica.
La escuela, deberá, pues, reproducir en su mecanismo la organización de la vida socia l, con sus leyes, sus hábitos, sus transacciones y sus jerarquías. Ella no sería una preparación para la vida si no se dejase penetrar por los procedimientos de la v ida. Por otra parte, el organismo humano tiene también su ritmo evolutivo, sus necesidades y sus intereses, que son harto diferentes en cada etapa del desarrollo individual. Observarlos con atención, tenerlos en cuenta a cada edad, proceder en las disciplinas formadoras al compás con las sabias cadencias de la naturaleza, es también aplicar a la educación el procedimiento de la vida. Esta quiere que no se festinen sus etapas, que todo cambio llegue en su día y a su hora; y así debe proceder la educación […] se hallará el propósito sincero de ver en acción la nueva escuela y de exponer sus resultados en muchos países, que, en educación como en toda activ idad, marcan el derrotero a los pueblos que quieran progresar91
91 Op. cit., P . 11‐13 .
55
El valor altamente sugestivo de este pasaje trae devuelta lo que Foucault denominó una
sociedad disciplinaria o el estado generalizado del panoptismo, que designa, igualmente, una
serie de instituciones que recurren perpetuamente a la individualización de sus partículas
sociales para conocerlas como ta les, es decir, como individuos. Más sin embargo, la sociedad
disciplinaria codifica y anota todas las particularidades de los individuos para reconfirmar un
poder de conjunto o colectivo que es “íntegramente anónimo”, extrayendo el saber de los
cuerpos con miras taxonómicas, a la par que se da una técnica de distribución de los cuerpos,
los individuos, los tiempos, las fuerzas de trabajo. 92
Ahora bien, en lo relativo a la concepción moderna de la naturaleza humana se debe precisar
que, así como sucedió con el debate eugenésico, la integralidad era un conjuro que apuntaba
hacia el modelo antropológico del Hombre, o sea, del griego dadivoso en armonía corporal,
moral e intelectual93. En tanto fórmula cabal del progreso social, la integralidad se contraponía
radicalmente a la desidia de cualquier modelo educativo que desatendiera el estudio de las
aptitudes humanas, puesto que se señalaba a este como implemento propicio en la labranza
de la orientación profesional. Jiménez, por ello mismo, optaba por una estrateg ia educativa
que reconociera el signáculo de las tendencias vocacionales en cada indiv iduo, pero, al mismo
tiempo, redujera y limara la intervención de fenómenos de “masa”94 en el proceso mismo.
Estos fenómenos pueden ser leídos, evidentemente, como aspiraciones espirituales o
moralidades propias de una raza degenerada, o, ponderada a la luz de la raza europea, una
especie humana inferior.
Las instrucciones y las reformas que tiene en mente Jiménez están dirigidas, ante todo, al
ámbito de la Educación Primaria y las manifestaciones inaugurales de la adolescencia.
Educación que sea relevante para el prometido excelso de una nación necesita no de la
identificación de procedencias y credos étnico/culturales sino la puesta en marcha de relevos
funcionales; el cuerpo social y su bienestar moral, claro está, deben ser el Otro constitutivo de
la identidad personal o “el segundo yo” de la consciencia escolar luego profesional.
Procedimiento hecho posible, únicamente, por la práctica médica/psiquiátrica y su
organización del dispositivo disciplinario en torno al poder de lo signado real; así mismo, la
impregnación de un molde hereditario ideal (el del Hombre) tiene que cumplir con el precepto
democrático que reside en la vig ilancia generalizada para llegar a su validación, a la paradoja
92 FOUCAULT, Michel. El poder psiquiátrico . México D.F.; Fondo de Cultura Económica, 2003 , p. 95. 93 PEDRAZA, Zandra. El debate eugenésico . Op. cit., p. 118. Y SAÉNZ, et al. Op. cit ., P. 73 . 94 JIMÉNEZ. Op. cit. Por otro lado, “combatir el analfabetismo y la penuria moral de las masas” también tiene por f rente de acc ión mitigar “las agresiones del Trópico” que inequívocamente inducen a la molicie.
56
gracias a la cual “todos somos iguales”, sin tener que llegar a descartar la educación moral
como fortalecimiento de la voluntad, con su énfasis en la erradicación de las actividades
deshonrosas (cualquiera que no estuviese de acuerdo con la higiene, como lo era el
chichismo). “Se va mucho más allá del precepto goethiano: el antiguo yo, esto es la unidad
humana libre y consciente ha sido, no solamente ‘penetrado’, sino anulado por ese nuevo yo
de la técnica pura”. Sería de profunda penetración este “ectoplasma escrito” en el cuerpo de
niños y adolescentes a no ser que ese tipo de desarrollo técnico era inconcebible para la
estructura social del país y, sobre todas las cosas, iba a ser limitado porque desbordaba la
codificación moralizante del Estado colombiano.
La formulación de estas estrategias de control no estaban dirigidas, ni mucho menos, a otra
población que fuera rural o pobre. Tal se entendía por educación pública que a la final se
terminaba asimilando a la educación popular. En vistas de que un poco más del setenta por
ciento de la población vivía en la periferia, en la zona no integrada a las prácticas de Estado, la
colonización y subsecuente cristianización del territorio donde no hubiera una fuerte presencia
estatal había sido entrega a diversas misiones católicas en acuerdo a la primera convención
que la élite clerica l firmó con la Santa Sede en 1887. No sólo las comunidades escrutaban el
territorio en busca de anomalías morales para rectificarles con la instrucción mínima del
dogma, sino que también, en la urbe, las escuelas de artes y oficios ayudaban a vigilar la clase
proletaria emergente:
“Con la llegada de congregaciones relig iosas a finales del siglo XIX y la formación de un proletariado obrero a comienzos del XX, las escuelas de artes y oficios se multiplicaron. Se trataba de regenerar los hijos de las clases trabajadoras enseñándoles a v ivir honesta y cristianamente gracias a un oficio manual, “de convertir a los alumnos en obreros capaces de proveer sus necesidades y a las de sus familias”. Esas escuelas tenían poco que ver con el proceso de industrialización, pero respondían a la preocupación de las autoridades por el crecimiento de una población urbana marg inal que podía dedicarse a vivir de la mendicidad, del robo y de prostitución”95
Pues bien, ¿Qué relación tiene este control de la población pobre con la “mentalidad de raza”?
¿de qué manera se relaciona la propuesta pedagógica de Jiménez López? Según el psiquiatra el
personal escolar debe recurrir incesantemente al examen médico en aras de determinar la
manera de encaminar co‐rectamente las aptitudes de cada alumno. En apariencia el
planteamiento guía que solicita acomodar el medio al niño y no al contrario, concentrándose
95 HELG. Op. cit ., p. 92.
57
en el desarrollo de sus aptitudes –las que fueron prev iamente establecidas con el examen
psicológico‐, encubre un procedimiento médico en el que se controla y se selecciona
meticulosamente las partículas socia les aptas para el desempeño productivo. “En el gabinete
de orientación profesional, se empieza por la EXPLORACIÓN de las APTITUDES ORGÁNICAS DEL
NIÑO. Esta tarea corresponde al médico, quien debe informar al orientador sobre el estado
general de la salud y de las fuerzas del alumno; sobre las condiciones de sus principales
órganos y funciones; sobre las relaciones entre su edad, su ta lla, su desarrollo y su peso, con la
anotación precisa de aquellos aparatos en que se halle alguna anormalidad ó deficiencia”96. A
partir de allí, el resultado de la observación escolar, común y corriente, era capaz de re‐
conocer y reconfirmar la injerencia médica –luego psiquiátrica‐ de lo anormal; la disciplina
escolar “lisa y llana” que concede al cuerpo estudiantil el estrechamiento individualizado,
responde así, con prontitud, al llamado de anormales, subnormales, y supra‐normales porque
para ellos debe asírseles, en todo caso, con clases especia les o traspasos a escuelas
especializadas. Aunque Jiménez López criticase el rég imen claustral del sistema tradicional, la
continuidad que mantuvo con la formación católica clásica, la educación de la voluntad por
medio de la moralización (el carácter), le obligó a replegarse a este régimen particular para
cumplir con la institucionalidad del ais lamiento que daría pie a la observación. Muy otro sería
el proceder de Bernal Jiménez por ejemplo, al prever que se debía defender la raza en su
momento de mayor vulnerabilidad, en la infancia, dirigiendo sus esfuerzos a la observación
generalizada del total de la población haciendo a un lado el rég imen individualizante de la
escuela del examen y la clasificación.
La labor del docente, socorrido por el examen médico, no trata de la predeterminación
profesional partiendo del reg istro de un “coeficiente orgánico del indiv iduo”, sino, más bien, es
obra suya la de la selección y el descarte. “Todos los datos obtenidos pueden inscribirse en un
cuadro o en una curva, cuyas variaciones indicarán el alto valor de ciertas funciones o, por el
contrario, el déficit de algunas de ellas. Todo esto, reducido a la forma gráfica, constituye lo
que se ha llamado el fis iograma individual”97 (cursivas originales). Distribución y depuración
calculada, por ende, de las labranzas que realiza la mentalidad de raza en la trama biológica
del individuo; la mirada médica/psiquiátrica se ciñe sobre el cuerpo individual evaluándolo
tanto en términos funcionales como de aptitudes profesionales, sólo para hacerlo
corresponder con un criterio prev iamente establecido, a saber, el de la fisiología/fisionomía
europea‐occidental.
96 Ibid., p. 157 97 Ibid., p. 161 .
58
La colorida insignia de lo anormal, según se da a entender aquí, sobrepone las dos maneras en
que pulula la anormalidad en el cuerpo examinado bajo la mirada médica: por un lado, con “el
señalamiento de los fenómenos de la herencia y la degeneración” y, por el otro, como
“principio etiológ ico general de la mayoría de las otras formas de anomalía”98. Ahora bien, se
dice que ambos se imbrican en complicidad subterránea puesto que hay otro signo que
interv iene y les conecta en la identificación de lo anormal: la falta o el desav ío absoluto de la
Higiene. La higiene está atravesada por el problema de la sexualidad de cabo a rabo; es
carácter racia l heredable en tanto ineptitud resbaladiza a la hora de su fricación, o bien, como
absorción plena de su beneficio moral; cuerpo que no esté sometido escrupulosamente a la
hig iene pasa como conflagración de enfermedades deletéreas, acto contiguo por el cual se
cifra en él todas las depresiones regresivas y degenerativas del organismo social. Por último, si
la higiene consentía el cuidado de las activ idades inmorales haciéndoles, al tiempo, causal
explicativa del desvarío de un “instinto genésico” de la degeneración, ésta también tiene por
cometido embadurnar de manera permanente aquellas instancias sociales que se alejen de la
referencia a lo clásico.
98 FOUCAULT., p. 157‐158.
59
CAPÍTULO 4: CONCLUSIONES
[…] no son sus condiciones reales de existencia, su mundo real, lo que los
“hombres” “se representan” en la ideolog ía sino que lo representado es ante todo la
relación que existe entre ellos y las condiciones de existencia.
Louis Althusser
¿Qué disimula este develamiento?
Martin Heidegger
Es mucho lo que hace al pensamiento socia l una esfera autónoma de discursividad ante la
narrativa, la prosa crítica, y, ante todo, la ficción. Los discursos calificados de científicos tienen
una referencia además de una incidencia directa sobre los acontecimientos en el plano de lo
“real”, es decir, en el ámbito de observación común a un sinnúmero de observadores parciales
que reconfirman su actualidad óntica. Por cierto, La historia de la ciencia no consiste
únicamente de hechos y de conclusiones extraídas de hechos. El proceso activo de
significación en la ciencia tanto como en su historia–y diría que de una forma más fundamental
para la existencia humana, como lo pusieron en evidencia Heidegger y Nietzsche‐ está
constituido por ideas, especulaciones, problemas creados por ideas que entran en conflicto
con otras ideas, concepciones cosmológ icas y cosmogónicas, en total, interpretaciones del
mundo y de nuestro actuar en él. Si la Historia es la narrativa oficial de la humanidad, aquella
que creó el sentido actual de la humanidad, ha menester recalcar que la ciencia es diferente a
la ficción en sus estructuras y formas discursivas, en sus formas retóricas o estrategias
persuasivas, aunque ambas tengan su suelo fértil en la vida social de los individuos y de los
grupos que profesan su veracidad.
Independientemente de los aportes que hace la ciencia a la cultura y el “mejoramiento” de las
condiciones de existencia, además pues de la exploración del g igantesco ente que permanece
desconocido, el universo, las prácticas científicas sostienen una fuerte demarcación y
delimitación sobre lo que debe ser considerado válido y lo que no amerita tal estatuto,
incidiendo de forma prescriptiva, como es de esperarse, en el mundo particular del
investigador y los hechos que este observa y documenta. El discurso científico opera sobre la
60
realidad social, de facto, como un discurso que oculta las conveniencias políticas de coyuntura
histórica que concentran los intereses de la clase dominante, y de la ideología que preside su
ejecución.
Los vínculos que conectan a la ciencia con la vida social de los individuos son múltiples y están
en constante cambio, develando, en ocasiones, su posición como miembros de una sociedad,
de una clase social, participantes de organizaciones relig iosas y científicas que definen los
valores y las políticas de sus tiempos. En el caso de la élite científica, por ejemplo, las
representaciones de los problemas a intervenir (el pueblo atrasado o la raza degenerada) es
más diciente de la forma de vida de la élite que de los objetos a los que aluden. La ideolog ía es,
en cuanto a la mentalidad respecta, una parte normal e ineludible de los discursos y prácticas
científicas. 99
Puesto que la norma se sitúa en el entrecruzamiento del saber y del poder, siendo testigo a su
complicidad y a la producción social ubicua que se desprende de ella, hay que comprender la
exclusión como una modalidad bastante especia l de integración: las patolog ías que
proliferaban en el cuerpo socia l era vis ibles para Jiménez bajo la condición, la excepción
decimonónica, que fueran erradicadas. En cambio, con un nuevo estado de cosas que se
estaba gestando, uno en el que entra a jugar la educación, la patología social no es del todo
exterior a la norma, pues bien, es una desviación inconcebible fuera de ella. La pobreza, por
ejemplo, era un efecto indiscutible de la degeneración que debía de ser contrarrestado por
todos los medios posibles, pero, una vez comience a operar el “vocabulario de dominación” de
la disciplina económica y de otras disciplinas sociales, la filantropía invertirá en la pobreza
como objeto preciado para la intervención estatal, apostándole en consecuencia a la
horizontalidad de las prácticas gubernamentales que se posibilitan con un aparato de Estado
descentralizado. Como funcionario y gobernante, Jiménez López no pudo asir las nuevas
políticas socia les y culturales que cuestionaban la labor moralizante del Estado.
De manera que cuando se empieza a politizar el debate educativo a mediados de los años
treinta, con los gobiernos liberales, Jiménez López se repliega a su posición conservadora
ahora con mayor fuerza, develando de esa manera y en definitiva los constreñimientos
morales que poblaban su reflexión socia l. No hay cosa más diciente que cuando éste siente
amenazada su concepción de la educación y de la cultura en general. Ante el Senado de la
República hacia 1934 expone de nuevo lo que él cree que son las causas de la “rela jación de la
cultura” junto a la formulación de una “terapéutica”: “[…]esta decadencia obedece a que
99 STEPAN. Op. cit., p. 196.
61
nuestros métodos educativos se han apartado de la v ieja cultura clásica […] Todos los
elementos de la nacionalidad: la religión de Jesucristo, que es la religión de los colombianos; la
tradición; la raza; el suelo patrio; la familia; la autoridad y el orden; todos esos componentes
del alma nacional que vos habéis estudiado con tan prolijo afán, están en vuestras manos para
emprender la obra de defensa contra los graves males de nuestra sociedad que he intentado
poner ante vuestros ojos […] Cuando he dicho que es preciso imprimir a nuestra vida un recio
viraje a la derecha, no queráis, os lo ruego, hallar un sentido mezquinamente político en mis
palabras”.100 Las tecnolog ías del poder moral, que se cerraban sobre el indiv iduo cual tenaza
demoníaca, servían para extraer un saber sobre la interioridad del individuo al tiempo que
para confirmar si estaba alineado con la vis ión correctiva de las prácticas gubernamentales, en
línea, como se ha expuesto, con la ansiosa dependencia en los modelos civ ilización foráneos.
En tiempos en que la percepción del sector educativo se daba a través del filtro del desarrollo
económico y socia l, el propósito de hacer de Colombia un país que participara del “banquete
de la civilización europea” y que gozara de una estructura socia l moderna se basaba en la
búsqueda y la reiv indicación de una cultura nacional de autoctonía plena. A la determinación
de ello, llega el socorro de la sociología y la antropolog ía –junto con otros saberes sociales
modernos‐ para dotar al país de un sistema integrado de educación nacional, poniendo en
cuestión la infraestructura material con la que el Estado pretendía absorber a la población
escolar y abarcar todos los niveles de la educación (escuela primaria, secundaria, universidad).
El índice de escolaridad o de analfabetismo se introduce en el juego de producción de un
potencial humano dotado de conocimientos científicos y técnicos para saciar las necesidades
económicas y sociales del país, cambiando radicalmente el contenido de los ideales ciudadanos
y los valores fuertemente normativos que concentraba, en palabras de Agustín Nieto Caballero
(liberal, creador del Gimnasio Moderno y ministro de educación en el gobierno de López
Pumarejo), “el Estado educador” de la hegemonía conservadora.
Ese “materia l nativo” del cual partía Jiménez López ‐con asepsia resoluta, o sea, sin nombrarle
nunca ‐ para conducir el anális is del fundamento irreductible de la educación, la formación de
la personalidad, deja de ser fuente de preocupación para los años posteriores a 1935 (con la
Revolución en Marcha), ya no se podrá retomar el eje de articulación que ayudaba a efectuar
de manera conveniente los vertig inosos cambios de la modernidad, apuntalados por la lógica
mundial del capitalismo y la modernización. Este eje era la moral, más precisamente la hig iene
moral que sancionaba las preocupaciones sobre el control del pueblo con la vig ilancia, la
100 JIMÉNEZ LÓPEZ, Miguel. La actua l desviación de la cultura humana: Discursos y Ensayos. Tunja; Imprenta Oficial , 1948, p. 7‐39.
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disciplina y la normalización moral. Una vez pierde actualidad este importantís imo eje, el
discurso que obraba sobre las precariedades morales de la población, a solucionar con
prácticas higiénicas y prácticas pedagógicas modernas, también pierde consistencia y por ende
referencia a la realidad. La naturaleza humana se torna estática a su mirada, ya no hay más
circunvoluciones del alma. He aquí las palabras de un Jiménez López desalentado por la
impotencia para sobrevenir una última vez, puesto que se actualiza continuamente, el rito de
paso de la modernidad. En 1944 escribe,
“[…] una vida de renunciación al propio bienestar y de dedicación a los ajenos dolores con todas las fuerzas del espíritu [deja] a todo momento, incógnitas torturantes en el sentido y en la interpretación de los síntomas mentales. Por más que un esfuerzo analítico y un trabajo de comparación permitan al psiquiatra colocar a su enfermo en alguna de las categorías admitidas por la ciencia, el fondo mental del examinado queda allá ignoto para él mismo y para los demás”101
101 Citado en: ROSSELLI. Op. cit., p. 289.
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Anexo 1.
Breve biografía de Miguel Jiménez López (1875‐1955)
‐ Nace el 24 de julio de 1875 en el seno de una familia campesina, menor de seis
hermanos. Su padre, un terrateniente acaudalado, sostuvo cargos políticos en Boyacá de la misma manera que algunos de sus parientes y ancestros más cercanos por parte de ambas ramas familiares. Probablemente todos fueron hombres de letras.
‐ Muere su padre en 1877 a los 53 años de edad. En vistas de aquel suceso, su hermana y su madre se ocupan de la educación del infante y, en lo sucesivo, de la inculcación de una acentuada orientación conservadora en el hogar y en los asuntos religiosos. Su hermano Manuel ‐8 años mayor que aquel‐ será una figura determinante en la toma de sus decisiones.
‐ A los 6 años de edad ingresa, siguiendo la norma, al Colegio de Boyacá donde regentará la cátedra de latín a los 15 años.
‐ Obtenido el “bachillerato en filosofía y letras”, título regular del Colegio de Boyacá, deambula en busca de una profesión y decide enlistarse en el claustro de Santa Inés para hacerle compañía a su hermano Celso en el estudio de medicina preparatoria.
‐ Ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia en donde, en 1899, optó al título respectivo con la tesis: “Estudio Medico‐Sicológico de la Interdicción Judicial por Causa de Locura”. Siendo estudiante de último año fue practicante ad honorem en el asilo de San Diego (más tarde Manicomio de Varones de Sibaté), localizado en las cercanías del salto de Tequendama. Carlos Putnam, director del programa de ciencias forenses, ejerce una influencia considerable sobre el joven Jiménez en lo que respecta el diagnóstico y el tratamiento de las conductas “aberradas” (su “Tratado práctico de Medicina Legal” confirmará este hecho).
‐ Participó en la guerra civil de 1895 en la que fue herido, y en la guerra de los Mil Días como médico jefe de las ambulancias de los ejércitos del gobierno, cargo en el que también asistió a la batalla de Palonegro. Su hermano Manuel era para entonces coronel al mando del batallón de Carlos Holguín y su otro hermano, Celso, coronel médico del Cuartel general de la Tercera División.
‐ Terminada la contienda ejerció su profesión en Boyacá, y, gracias al recaudo de la misma, reside en París de 1908 a 1911 donde frecuenta los servicios psiquiátricos y asiste a las disertaciones de notables maestros.
‐ Convalida su título en la Facultad de Medicina de la Universidad de París en 1908, asiste al Hospital Necker y reanuda su vocación de psiquiatra asistiendo a la Salpetriére bajo la dirección de l os profesores Raymond y Lhermite en 1909. Pasa luego por el hospital Broca, donde hizo prácticas de neurología con los profesores Pozzi y Jayle. Y rota, finalmente, por la Clínica Baudelocke con los profesores Pinard y Couvelaire en 1910. La teoría de la degeneración física, intelectual y moral de Morel se hace sentir en todos los ámbitos de la indagación médica y psiquiátrica.
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‐ En 1911 migra a Inglaterra donde permanece un año como cónsul en Southampton. Su primera aparición en el ámbito diplomático.
‐ Publica en 1913 en la revista El Gráfico “La importancia de la educación física en Colombia”.
‐ Publica en 1915 “Lo inconsciente en la Educación (Sobre la teoría educacional del Dr. Gustav Le Bon)” en la revista bogotana Cultura.
‐ El 11 de agosto de 1916 inaugura la cátedra de patología mental, curso que no durará más de un semestre, con un reconocido discurso que titulaba “La locura en Colombia y sus causas”. Este mismo año publica un texto sobre los propósitos de los scouts y su necesaria organización en torno a ideales patrióticos vi gentes.
‐ Después de aquel fracaso trabaja en consulta particular y se dedica de lleno a la medicina interna.
‐ 1917. Publica en Cultura el artículo “La formación de la personalidad, base de la educación”.
‐ El Tercer Congreso Médico Colombiano se reúne en Cartagena en enero de 1918 y allí presenta su polémica ponencia: “Nuestras razas decaen. Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares. El deber actual de la ciencia”.
‐ Ocupa el puesto de Senador de la República por el Departamento de Boyacá en 1919, cosa que hará hasta 1934 sin inte rrupción casi.
‐ La Asamblea de Estudiantes de Bogotá, preocupada por la resonancia política de aquella ponencia, organizó y financió una discusión pública sobre el tema. Las nueve confe rencias se desarrollaron durante varios días a partir del 21 de mayo de 1920, en el teatro Municipal. A ella fueron i nvitados intelectuales ilustres de Bogotá y de Medellín: Luis López de Mesa (psiquiatra), Calixto Torres Umaña (fisiólogo), Jorge Bejarano (hi gienista), Simón Araújo (institutor), Lucas Caballero (sociólogo) y Miguel Jiménez López, quien la inauguró y la clausuró (Torres, 2001; 135).
‐ En 1922 se casa a los 47 años de edad con Magdalena Arango Ferrer, descendiente de una reconocida familia antioqueña, dando esta a luz a tres hijos varones. Mientras tanto ejerce el cargo de Ministro de Gobierno y de Obras Públicas en el gobierno de Pedro Nel Ospina. Bajo su responsabilidad se realiza la contratación de la segunda misión pedagógica alemana para evaluar y corregir los niveles de enseñanza del sistema educativo colombiano.
‐ Es nombrado Ministro Plenipotenciario en Berlín, cargo ocupado de 1925 a 1927. Fruto de esta segunda estadía en Europa es su más extensa y estructurada obra sobre los nuevos movimientos educativos europeos y, consecuentemente, las tendencias de las que derivan en Norteamérica, además, pues, de algunas prescripciones teóricas del autor. La obra es titulada “La escuela y la vida” y es llevaba a la imprenta en Lausana.
‐ 1929. Como presidente de la Academia Colombiana de Medicina toma a consideración la propuesta del ministro de Industria que pretendía conceder a dos mil inmigrantes japoneses la colonización del departamento del Meta. Publica un texto en el que dedica todo un estudio al tema (“La migración amarilla a la América”). Este mismo año contribuye a la concreción del Plan de Reforma Educativa.
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‐ Como Presidente del Directorio Nacional Conservador fue miembro de la comisión que redactó, hacia 1932, la plataforma política de dicha colectividad.
‐ Se dedica de lleno a la instrucción universitaria y escribe un artículo en respuesta al Decreto N° 1972 de 1933 por el cual se modifica la enseñanza secundaria y normalista: “Las bases de la reforma educacional en Colombia”
‐ Pronuncia en 1934 un discurso ante el Senado de la República, llamado “La actual desviación de la cultura humana”. Argumenta que las diversas corrientes artísticas que concentran la directriz creativa de las “bellas artes” (en aquel entonces totalmente impregnadas de la corriente modernista) son producto de manifestaciones y tendencias anormales representativas de un espíritu agotado, alentado a expresarse a sí mismo, dice, por influencia del psicoanálisis. Nunca simpatizó con aquella escuela psicoterapéutica a ra zón de su énfasis “inmoral” en el sexo.
‐ En 1935 es llamado a lucir su perito psiquiátrico en el proceso de acusación legal de Jorge Zawadzky. Se publica la versión taquigrá fica de las audiencias.
‐ 1940. Lo declaran Profesor Honorario de la Facultad de Medicina. ‐ En 1943 acepta un cargo como médico psiquiatra en el Manicomio para
Varones de Sibaté y renuncia a él en 1947 por razones que no se conocen. Asume ese mismo año la cátedra de Psiquiatría en la Pontificia Universidad Javeriana.
‐ Socio fundador de la Sociedad de Psicopatología, Neurología y Medicina Legal en 1944.
‐ Es nombrado representante de Colombia con carácter de Embajador ante la Asamblea de las Naciones Unidas en 1951.
‐ Muere el 22 de agosto de 1955.
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