LA ORACIÓN ES UNA EXPERIENCIA DE LIBERACIÓN
JESÚS ENRIQUE TUPAC TERBULLINO
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
CARRERA DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2010
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LA ORACIÓN ES UNA EXPERIENCIA DE LIBERACIÓN
Trabajo de grado presentado como:
Requisito para optar por el
Título de Teólogo
Asesor:
P. Carlos Novoa s.j.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
CARRERA DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2010
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DEDICATORIA
Dedico el presente trabajo a los Hermanos Descalzos de la Orden de la B. V. María del
Monte Carmelo, a mis superiores, formadores, hermanos, que acompañaron mi proceso a lo
largo de estos años.
“Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os escribiese. Y en esto -como ya tengo
escrito- ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es
menester más, porque todo lo demás estorba e impide de decir “fiat voluntas tua”,
cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor
mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y
enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es
razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es
razón falte por mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que
yo lo pueda hacer, pues él me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforme a
vuestra voluntad”. (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, Capítulo 32, Nº 10).
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AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar mi gratitud al Señor, quien en su infinita misericordia me ha prodigado
amor y bondad. A la orden de los Carmelitas Descalzos, al Vicariato Regional del Perú, San
Martín de Porres, y a la Provincia Colombiana Santa Teresita del Niño Jesús, por
permitirme vivir la sencillez de la fraternidad, a través de la vida de oración. A Santa
Teresa de Jesús, por toda la riqueza espiritual que me ha comunicado a lo largo de estos
años. A la universidad Javeriana por la seriedad en la formación académica. Al p. Carlos
Novoa, quien me permitió soñar y articular la presente reflexión. A mi familia, en especial
a mi madre, por mostrarme la fortaleza y la confianza en el Padre, aún en medio de la
espesa oscuridad.
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CONTENIDO
Introducción ……………………………………………………………………………….7
1. EL HOMBRE LUGAR DE ENCUENTRO…………………………………15
1.1 Encuentro dentro de la historia personal……………………………………….16
1.2 Del encuentro al discipulado…………………………………………………...22
1.3 El pueblo latinoamericano, abierto a la revelación…………………………….26
1.4 Comunidad de encuentro……………………………………………………….29
1.5 Conclusión……………………………………………………………………...34
2. LA ORACIÓN, CAMINO DE ENCUENTRO
Y COMPROMISO CON EL REINO………………………………………..36
2.1 Una plegaria cristocéntrica……………………………………………………..37
2.2 La oración desde la perspectiva latinoamericana………………………………40
2.3 La oración, un canto de alabanza, súplica y de acción de gracias……………...47
2.4 La oración, un canto de fe, esperanza y caridad, venga a nosotros tu reino……49
2.5 La profecía al calor de la oración………………………………………………57
2.6 Conclusión ……………………………………………………………………..63
3. CONCRECIÓN HISTÓRICA
DESDE LA EXPERIENCIA DE ORACIÓN……………………………….66
3.1 Libres para amar………………………………………………………………..68
3.2 La oración, camino de infancia espiritual………………………………………75
3.3 La oración, un camino de ortopraxis…………………………………………...83
6
3.4 Conclusión ……………………………………………………………………..92
Conclusión General………………………………………………………….........96
Bibliografía………………………………………………………………….........106
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INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia, la teología se va presentando como la expresión de la vivencia real
de la fe, donde el discípulo, junto con la comunidad, profundizan y reflexionan sobre el
misterio de salvación que acaece en sus existencias. Sería un error afirmar que dicha tarea
ha quedado conclusa y definida en un determinado tiempo y espacio, o considerar que no
hay más qué decir al respecto. Es un error asumir tal postura, porque el quehacer teológico
se encuentra atravesado por el momento histórico que enfrenta, el cual funge como germen
de nuevos horizontes de comprensión.
Por ello, el hombre de fe, fiel a la voluntad del Padre comunicada en la encarnación,
vislumbra, descubre, aterriza, actualiza y hace vida el mensaje de salvación, dentro su
contexto. Los problemas y preguntas reclaman respuestas a la luz del Evangelio. Es así
como, la nueva meditación que brota en un determinado momento, se alimenta con el
legado de las generaciones pasadas, dado que, existe una realidad esencial que se mantiene
la cual, impulsa e ilumina los nuevos caminos teológicos. Por consiguiente, afirmamos que
es en ese diálogo continuo que se da entre lo nuevo y lo antiguo, al calor de la oración,
como se va actualizando el mensaje evangélico, para un determinado contexto.
Es preciso advertir que el proceso de reflexión teológica, debe estar exento de todo tipo de
arbitrariedad, y subjetivismo. Por consiguiente, se acoge lo heredado con una mirada crítica
y mediante una hermenéutica seria y responsable, a la luz de la oración, se van atisbando
nuevas comprensiones, válidas para las situaciones concretas, es decir, se deja que la
palabra hable e irradie claridad frente a las realidades que golpean al hombre moderno.
En ese sentido, a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica abrió nuevas brechas de
comprensión en el camino teológico, porque se volvió la mirada a las fuentes de la
reflexión de fe (Escritura y Tradición). Esto acaece teniendo en cuenta, que la Palabra
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revelada fue acogida en el seno de una comunidad, la cual iluminada por la fe, reflexionó y
comunicó la experiencia de nueva vida que suscitó el Hijo de Dios entre ellos.
En consecuencia, los Textos Sagrados no pueden ser vistos como una realidad histórica
caduca sujeta a un solo tiempo. Sino, se presenta como un amplio campo hermenéutico, que
brinda claridad y esperanza frente a los tortuosos contextos que va enfrentando el pueblo de
Dios. Por ello, con mucha humildad se reconoce la necesidad de mirar los dramas que
aquejan al hombre, para que desde ahí se puedan vislumbrar los nuevos horizontes de
salvación.
Latinoamérica, fiel al seguimiento de Cristo y a su misión dentro de la Iglesia, comenzó a
mirar y reflexionar sobre su camino de fe, considerando la necesidad de dejar de importar
modelos teológicos ajenos a sus problemas. Por consiguiente, se puso a la tarea de
aprehender el misterio divino desde su propio contexto. Porque, existen realidades que
acucian al pueblo y necesitan respuestas, desde el Evangelio.
Frente a las situaciones de pobreza y muerte injusta que asolan el continente, la teología de
la liberación, llama al discípulo a descubrir su verdadera misión. En primer lugar, se hace
un llamado a vivir como fiel testigo del amor evangélico, desde ahí, se busca revitalizar el
compromiso cristiano. Por otra parte, se le invita a develar las causas profundas que
generan muerte, para luchar por erradicarlas con las armas que proporciona el amor
cristiano. En esa medida, se le pide, vivir atento a la voluntad divina, la cual se asume
gracias a los momentos de oración y de compromiso, espacio donde se revitaliza el ser
cristiano.
Dentro del proceso de seguimiento de Cristo que vive América Latina, identifica y
considera necesario abrir la existencia al Espíritu como manifestación fiel de la voluntad
divina. Por lo tanto, asumiendo lo planteado por el teólogo Gustavo Gutiérrez decimos, que
a Dios en primer lugar se le contempla, al mismo tiempo se pone por obra su voluntad, se
vivencia su reino. Después que esta realidad ha tomado carne y consistencia dentro de la
9
comunidad; como acto segundo, se le piensa en categorías nuestras. E insiste aún en el
planteamiento cuando afirma que dejar la contemplación y la práctica en el quehacer
teológico, es encontrarse fuera de las exigencias del Dios de la Biblia.
Solo cuando estas realidades han permeado la vida de la comunidad, puede surgir un hablar
pertinente de Dios, de lo contrario será una simple especulación o un frío razonamiento que
no tiene nada que ver con la vivencia del Pueblo. Pueblo que anhela alcanzar la liberación
de las distintas esclavitudes que lo acechan. Por consiguiente, la teología Latinoamérica
habla de un Dios Trino y Padre, porque así lo descubre en la oración y en su diario caminar.
Por lo tanto, la teología de la liberación nos pone ante una realidad vital, porque, saca a la
luz e insiste en la necesidad de cultivar y profundizar el camino espiritual, como expresión
fiel del seguimiento de Jesucristo. Tal ruta se presenta en la existencia, como la columna
vertebral que sostiene el ser y el quehacer del cristiano. Sin esa realidad íntima y amorosa a
través de la oración, sería imposible vivir de forma auténtica la voluntad del Padre.
Existen diferentes categorías que conforman la vida espiritual del cristiano, dentro de ellas
sobresale un aspecto que dinamiza el camino, nos referimos a la oración. Vía que se
presenta como canal que conduce al hombre a profundizar en los misterios insondables del
amor, pero también, conduce al cristiano a radicalizar sus opciones, porque, como persona
de Dios, descubre al Creador en todas partes, no se angustia ni se acongoja en la oscuridad,
espera en el Señor, porque confía en la fidelidad divina. Tal como lo resaltan los distintos
teólogos latinoamericanos, la oración se encuentra inserta dentro de la vida según el
Espíritu, y juega un papel importante dentro del proceso de liberación.
Por lo tanto, el presente trabajo, busca situar su mirada en esta categoría importante dentro
del seguimiento de Cristo: “la oración”. Por ello, para guiar nuestra reflexión creemos
pertinente plantear la siguiente pregunta: ¿cuál es el aporte de la oración cristiana en el
proceso de liberación latinoamericana? A la vez la investigación se encuentra nutrida por
10
tres sub preguntas que se irán dilucidando en el camino: ¿De qué libera la oración? ¿Cómo
libera? y ¿Para qué libera?
Llegamos a éste cuestionamiento, después de entrar en contacto con distintos textos de la
teología latinoamericana que abordan el tema de la Vida en el Espíritu. En estos textos, se
puede constatar que los teólogos latinoamericanos a lo largo de su reflexión presentan los
diferentes aspectos que conforman la vida espiritual. En ese sentido, ellos van dando pasos
significativos en la sistematización, y articulación de las diferentes categorías.
Consideramos que aún queda trabajo pendiente porque, es necesario desarrollar, ampliar y
detallar cada una de estas categorías.
Por ello, vemos pertinente presentar el siguiente título para el trabajo: “La oración es una
experiencia de liberación”, titulo que responde al objetivo general que orienta la
investigación. Objetivo que se planteó de la siguiente manera: “Presentar los rasgos
característicos de la oración cristiana en el proceso de liberación Latinoamericana, para
evidenciar cómo la vida de oración, articula la ortopraxis cristiana”. Junto a este objetivo
general, presentamos tres objetivos específicos:
- Reconocer el acontecimiento que funda la oración, para señalar de qué está
liberando.
- Profundizar en la experiencia de oración cristiana, para descubrir cómo ella abre
caminos que transforman la realidad, mientras se va dando la liberación.
- Plantear la concreción histórica del amor desde la experiencia de oración, es
decir reconocer el para qué de la liberación.
Frente a la pertinencia y actualidad del tema consideramos que la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, bajo el lema: “Discípulos y Misioneros de
Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida „Yo soy el camino, la Verdad y la
Vida‟ (Jn 16, 4)”, desarrollado en Aparecida, Brasil del 13 al 31 de mayo del 2007, pone de
manifiesto la necesidad de dar una mirada a la misión y a la tarea de la Iglesia, y de manera
11
especial, busca que asumamos nuestra identidad de discípulos y misioneros. El Papa
Benedicto XVI en su saludo inaugural subrayó que por el bautismo, estamos llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo. Lo cual tiene diversas implicaciones como seguirlo,
vivir en intimidad con Él, y dar testimonio, porque ser discípulos y misioneros de Jesucristo
supone estar profundamente enraizados en Él.
Éste magno encuentro, enfatiza y recuerda al pueblo de Dios, que el verdadero discípulo es
el hombre que vive en íntima relación con Jesucristo. En Él descubre que a través del
diálogo íntimo (oración), puede alcanzar a contemplar el rostro del Padre y también, puede
ir configurando su voluntad con la voluntad divina. Por lo tanto, Aparecida, invita al
cristiano a seguir profundizando en los fundamentos de su vida cristiana, es decir hay una
clara llamada a potenciar la vida espiritual.
Acogiendo la invitación que hace la V conferencia latinoamericana, creemos pertinente y
necesario, volver la mirada a la reflexión de los teólogos de la liberación, porque las raíces
de su reflexión teológica, encierra una profunda vivencia mística y contemplativa, la cual
va de la mano con una praxis concreta de compromiso con los más necesitados, con los
excluidos y con la historia. Buscando así, liberar al hombre de aquellas estructuras que lo
enajenan y no le permiten ser verdaderamente humano.
Por lo tanto, inferimos que el tema de la espiritualidad, junto con las diferentes categorías
que lo componen, se presenta como un camino viable, propicio para desarrollar una
investigación, porque remiten a las raíces del seguimiento, es decir, incide en la identidad
del cristiano. Sólo a través del dialogo íntimo y profundo con el Señor, el corazón del
hombre se va alimentando y llenando de esperanza, la palabra irradia mayor claridad y la
opción fundamental por el Evangelio se hace cada vez más firme.
Para el desarrollo del presente trabajo, hemos seleccionado algunos textos de la teología
latinoamericana, que abordan el tema de la Vida espiritual, tales textos se encuentran
referenciados en la bibliografía que presentamos al final del trabajo. A la vez, nuestra
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reflexión se encuentra nutrida por los escritos de algunos doctores de la Iglesia, junto con
los artículos y textos de diferentes teólogos contemporáneos, que profundizan en el tema.
Por otra parte, el método que atraviesa y proporciona la reflexión, es el método
hermenéutico interpretativo, a través del círculo: textos, contextos y pretextos. Método que
permitió articular la herencia teológica recibida y plasmada en los textos. Después de un
proceso de interpretación y oración, los textos permitieron ir atisbando luces de
comprensión, en el proceso de liberación.
Por ello, nos acercaremos a los diferentes escritos de la teología de la liberación, referentes
al tema de la espiritualidad y del seguimiento de Cristo, dejando que ellos hablen porque el
texto tiene vida, no es una realidad muerta, anquilosada en un tiempo. Con profundo
respeto se escucha a los(as) teólogos(as), dejando que presenten las reflexiones suscitadas,
las posturas frente a las diversas situaciones de muerte que enfrenta el continente. Se trata
de rastrear e identificar el actuar de Dios, el desvelamiento Divino en el camino de la
comunidad que gestó dichas reflexiones. Como diría Gustavo Gutiérrez, antes de poner por
escrito y reflexionar el misterio en categorías que nos son conocidas, primero se vive a
Dios, luego esa vivencia anima el razonamiento y la escritura.
Dentro del proceso de acercamiento al producto teológico, se va dilucidando el contexto
que le dio vida. No es una tarea por mera curiosidad histórica, positivista, sino, se busca
redescubrir los intereses, las preocupaciones, los interrogantes que acompañaron al autor y
a la comunidad. En ese proceso se da un diálogo entre ambos horizontes, el del autor y el
nuestro, donde se pueden captar las perspectivas que se van abriendo, descubriendo así, las
palabras de esperanza que comunican, frente a la pobreza, la muerte injusta y temprana,
porque dichas realidades no se han erradicado aún, sino que han tomado otros matices, por
ello, se hace necesario inferir la luz de la revelación que iluminó a la comunidad para
enfrentar estas situaciones, de tal manera que esa luz, alimentada por el nuevo contexto,
cobre claridad hoy para nosotros.
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Luego de divisar las perspectivas de los textos y el contexto, de los datos y juicios que va
formulando el autor, buscamos interrogar el propósito de la revelación, es decir,
preguntamos cómo la Palabra Revelada, va redimiendo y sosteniendo la fe de una
comunidad, la cual no se resigna a ser presa pasiva del pecado. En consecuencia,
ratificamos que la experiencia de liberación que se da en el seno de la comunidad, sostenida
y animada por la Palabra, es el pretexto para seguir anunciando a Dios amante de la justicia
y el derecho. Padre, que nunca deja de salir al encuentro de sus hijos en especial de los más
desposeídos. Todo este camino se realiza al calor de la oración, como ese acto primero,
donde se agradece a Dios, por la vida y madurez de un pueblo que anhela vivir en la
libertad de los hijos de Dios.
De esa manera, guiados y orientados por el método hermenéutico interpretativo, buscamos
acercarnos con humildad a la producción teológica de América Latina,. Nosotros, somos
conscientes de hallarnos ante una reflexión sobre la experiencia de fe de un pueblo que vive
el misterio de salvación. Desde esa realidad se rastreó la participación y el papel
desempeñado por la oración, dentro del ámbito espiritual. Para llevar adelante la
investigación, el trabajo se ha estructurado y articulado en tres capítulos. A continuación,
presentamos un extracto de los temas.
El primer capítulo se titula: “El hombre lugar de Encuentro”. En él buscamos dar razón de
la revelación que acaece en Latinoamérica, porque, ella se encuentra mediada por unas
coordenadas históricas específicas, cada situación y contexto vital, permiten atisbar la
presencia divina de una manera siempre nueva. Por ello, en cuatro apartados, describimos
el camino de asentimiento de la fe, tanto a nivel comunitario como a nivel personal,
presentando a la vez, las respuestas y las opciones que hacen los cristianos en el proceso del
seguimiento de Cristo. Por otra parte, este capítulo nos presenta la capacidad que tiene el
hombre para responder con libertad ante el don gratuito de la revelación.
Creemos necesario hablar sobre la revelación, porque, ella es la base de la vida de oración,
solo tras el encuentro con el Señor, dentro del marco histórico, va brotando una relación de
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amor, la cual está animada por la adoración. Por consiguiente, la plegaria es respuesta del
hombre, al don gratuito de la revelación.
El segundo capítulo lleva por título: “La oración, camino de encuentro y compromiso con
el Reino”. En cinco apartados, presentamos la senda de oración que viene recorriendo el
continente latinoamericano. Es preciso advertir que no es una descripción fenomenológica,
sino, que se presentan las características de la oración vivida en el día a día. A raíz de esta
experiencia, la opción fundamental por el Evangelio se va radicalizando, emergiendo a la
vez una praxis concreta que lleva al cristiano a anhelar la implantación del reino, pero no
como una realidad hierática, en espera pasiva, porque, el cristiano consciente de su misión
se compromete con el momento histórico que vive y desde ahí, va dando respuestas claras,
llenas de esperanza, todo desde la vivencia del Evangelio.
El título del tercer capítulo es: “La concreción histórica desde la experiencia de oración”.
Este capítulo contiene tres apartados, y presenta la cristalización histórica y real de la
oración, porque el verdadero orante no permanece inactivo, sino en continuo movimiento,
porque sale de sí, para estrechar la mano del hermano caído. De esa manera se va viviendo
en América Latina la unidad en el camino de fe, porque ella no riñe con el actuar concreto;
ambas realidades se corresponden y se complementan. Es así como se va dando la
liberación en Latinoamérica, no es una liberación ideológica, sino se habla de una
liberación interior a la luz del Evangelio.
De esta manera se va perfilando el camino de oración, comprendida como una realidad sin
escisiones. Al igual que la más antigua tradición cristiana, se busca vivir la unidad del “ora
et labora”, para alcanzar la plena libertad de los hijos de Dios. Por consiguiente, el
verdadero camino de ruptura con el pecado que azota a la comunidad, se hace posible
cuando se abre el corazón a un amor mayor. A través del diálogo íntimo con Dios, se gesta
un camino de liberación que rescata al hombre del egoísmo y de la muerte, tal como lo
afirma el título de este trabajo: “La oración es una experiencia de liberación”.
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1. EL HOMBRE LUGAR DE ENCUENTRO
Toda relación que se teje, tiene como punto de partida un encuentro. Dicha realidad se da
entre dos o más personas. A partir de ese momento, al cruzar las miradas se comienzan a
crear lazos, los cuales según el grado de intensidad y constancia se van fortaleciendo, de tal
manera que ganan en profundidad, en sinceridad y en apertura. Es así, como el encuentro se
constituye en el camino para entrar en interacción con los demás; por lo tanto, es una
realidad propia del ser humano, el cual no puede entrar en relación con los otros si primero
no se da un reconocimiento mutuo.
Al hablar de la relación que se teje entre el hombre y el Creador, hacemos referencia a esta
misma realidad, hablamos de un primer momento, de un encuentro, el cual se convierte en
un instante especial, donde nace una amistad. Para ampliar nuestro marco de comprensión,
creemos necesario lanzar el siguiente interrogante: ¿Dónde se da el encuentro?
Respondiendo a este cuestionamiento diríamos que, dicha interacción no se da fuera de la
historia porque, Dios se revela al modo humano y lo hace en categorías humanas dentro una
temporalidad histórica.
Es en el devenir histórico donde Dios se comunica y se encarna, “en Jesús se ha revelado
Dios y se ha revelado al ser humano”1. “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). Cabe subrayar que Dios se revela en los
acontecimientos históricos; es ahí donde el hombre descubre esa presencia amorosa y
reveladora; lo hace desde dos perspectivas: a nivel personal y a nivel comunitario. En el
pueblo latinoamericano, esta percepción y encuentro entre el hombre y el Padre, adquiere
matices propios, los cuales están marcados por el momento histórico que atraviesa.
1 Sobrino, Espiritualidad, 459.
16
1.1 Encuentro dentro de la historia personal
El encuentro con Dios no se da de manera aislada al margen de la historia, se da dentro de
un espacio y un tiempo concreto, esa es una certeza que nos comunica la Sagrada Escritura
y la sagrada tradición. El pueblo de Israel es testigo del acontecer divino, ellos
experimentaron la gratuidad del Señor en su caminar histórico, son distintas las referencias
bíblicas que dan testimonio de este acontecer.
Dios en su infinito amor sale al encuentro de la humanidad, llama a hombres y mujeres
insertos en una determinada historia, con una cultura, con problemas y dificultades, ese es
el caso de, Abrahán (Gen 12, 1ss.), Moisés (Ex 3, 4ss.), Samuel (1 Sam 3, 1 ss.), David (1
Sam 16, 1 ss.), María, Débora, Judith y de los distintos profetas que colaboraron en el plan
de salvación, “decimos, entonces que, Dios, en su voluntad de auto - comunicación, se
revela concretamente en la historia”2.
Cabe afirmar que es un encuentro inserto en un marco temporal, donde Yahvé irrumpe en
sus vidas de una manera peculiar, los confronta, los anima y les otorga una misión
específica. Los reviste con su espíritu por eso son hombres que “están llenos del Espíritu de
Cristo y lo están de una manera viva y constatable, puesto que la fuerza y vida de ese
Espíritu invade toda su persona y toda su acción”3.
Nosotros los cristianos experimentamos esa misma irrupción histórica. Dios no se
manifiesta de manera ostentosa con grandes signos y prodigios, ni en zarzas ardientes, sino
se manifiesta de modo sencillo en lo cotidiano, en el día a día. Lo hace desde las
situaciones de dolor, en los rostros desesperanzados de tantos y en el sufrimiento de los
desplazados por la violencia. Desde el sinsentido de la cruz Él se sigue revelando, es ahí
donde se descubre su presencia, porque “la realidad es también Evangelio y buena
noticia”4.
2 Boff, Vivir en el Espíritu, 155.
3 Sobrino, Espiritualidad, 452.
4 Sobrino, Espiritualidad, 457.
17
Pero, cabe preguntar ¿cómo descubrimos que Dios se revela al modo humano, en categorías
humanas? Para responder a este interrogante es preciso dar una mirada a la Palabra
revelada, es en ella donde Dios comunica su plan salvífico, no a unos pocos, sino a toda la
humanidad: “Dios invisible (Cfr. Col 1, 15; Tim 1, 17), movido de amor, habla a los
hombres como amigos”5. Además porque los Textos Sagrados nos muestran, “el referente
del acto revelatorio y locutivo de Dios en el que, por medio de la historicidad
fenomenológica del acontecer histórico, el mismo Dios desvela aquello que Él quiere ser y
significar para el proceso humano”6.
El Creador habla en los acontecimientos de la historia, ahí, realiza proezas en favor del
hombre, este es el testimonio de fe del pueblo de Israel. La luz que irradia la fe los capacita
para que puedan agudizar su mirada y descubrir en sus vidas la presencia de Dios animando
y conduciendo su caminar, “de día como columna de nube, de noche como columna de
fuego, de modo que pudiesen marchar de día y de noche” (Ex 13, 21).
Tenemos así un proceso paulatino de revelación, el cual llega a su plenitud en Cristo,
cuando Dios se Encarna y se hace Hombre. Se anonadó de tal manera que siendo de
condición divina, se despojó de si mismo tomó condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres (Cfr. Filp. 2, 6 – 7). Con la Encarnación queda sellado y ratificado que el lugar
de encuentro entre Dios y el hombre se da al modo humano, dentro de un escenario
histórico porque, “la auto revelación de Dios tiene lugar en la historia siempre penúltima y
siempre variable, no puede existir una auto revelación que no sea mediada por las
coordenadas históricas”7 .
Para acoger la revelación es necesario la fe, porque “cuando Dios se revela hay que
prestarle „la obediencia de la fe‟, por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios”8.
5 Concilio Vaticano II, Constitución Dei Verbum, Nº 2.
6 Parra, Texto, Contextos y Pretextos, 10.
7 Andrade, Encuentro con Dios, 13.
8 Andrade, Encuentro con Dios, 83.
18
La fe va iluminado el camino para ir descubriendo en cada paso la presencia gratuita y
amistosa de un Dios hermano, amigo, Padre. El cual no deja al hombre en el abandono,
sino, lo levanta del polvo y lo invita a descubrir su verdadero sentido, para que tome
conciencia de su dignidad de hijo de Dios. Cristo con su resurrección abre al hombre las
puertas de una nueva vida, y desde él se adquiere tal capacidad para vivir incluso el
sinsentido de la cruz, dado que, “nada podemos hacer sin El”9.
Desde el desarrollo de las ciencias sociales, se descubre que el objetivo de los libros
Sagrados no fue elaborar una crónica detallada de los acontecimientos vividos por Israel,
sino son producto de una reflexión posterior, donde el pueblo analiza de manera crítica su
historia y descubre en ella el paso liberador de Dios, porque “la comunicación de Dios con
el hombre no es directa e inmediata sino que se realiza a través de los acontecimientos de la
historia”10
.
En consecuencia, Israel descubre que su historia tiene una gran significación. Reconoce que
su caminar no es un simple andar profano, porque, ésta se concibe como una historia de
salvación, en la cual Dios va llamando al hombre y al pueblo a vivir según su voluntad,
según su Espíritu. “No es, por lo tanto, el mundo abstracto de las ideas, sino la realidad
concreta de la historia del cristiano donde se desarrolla la vida espiritual del cristiano”11
.
De esa manera nosotros, hombres y mujeres contemporáneos tomamos conciencia de la
presencia de Dios, al leer nuestra historia, en clave de salvación, porque descubrimos en
ella el paso liberador del Señor. Para alcanzar esta percepción, es necesario, “tener ojos
limpios para ver la realidad, el corazón limpio que hace ver a Dios, como dice en las
bienaventuranzas”12
. No es un recorrido que se hace en soledad, se emprende el camino con
una actitud de fe y de la mano de Jesús. A la luz de esta mirada amorosa, la historia
adquiere mayor claridad, porque, se puede contemplar cómo Dios busca y seduce a su
9 Cabarrús, La Pedagogía, 38.
10 Bravo; Reflexión sobre algunos puntos, 298.
11 Vidal, Moral y Espiritualidad, 33.
12 Sobrino, Espiritualidad, 454.
19
criatura, “con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que
alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os 11, 4).
El texto del profeta Oseas, nos permite captar el respeto de Dios frente a su creación,
porque no se impone, ni mucho menos violenta la voluntad, sino, de forma pedagógica se
acerca a la humanidad. Santa Teresa de Jesús, es testigo del amor fiel del Padre, hecho que
la lleva a la conversión, porque se siente abrumada ante la bondad de Dios frente a sus
infidelidades y dice: “¡Oh Señor de mi alma! ¡Cómo podré encarecer las mercedes que en
estos años me hicisteis! (...) con grandes regalos castigabais mis delitos”13
.
El Creador, con ternura y amor, como parte de su pedagogía, va llevando al hombre a la
realización de su verdadera vocación, la de acoger la voluntad del Padre donde “la opción
fundamental que se impone es la de dejarse llevar por donde la fuerza de Dios ya
impulsa”14
. Cabe preguntar ¿a dónde impulsa la fuerza de Dios? El Padre lleva a su criatura
por caminos de santidad, tal como lo afirma el Concilio Vaticano II, “todos en la Iglesia,
pertenezcan a la jerarquía o sean regidos por ella, están llamados a la santidad”15
. Esta
santidad no es otra cosa que, “la plenitud de la vida cristiana y la perfección del amor”16
.
Por eso, es necesario que el cristiano aprenda a mirar la historia personal en clave de
salvación, desde esa lectura es posible que descubra en su vida, el acontecimiento fundante,
el cual hace de su existencia algo distinto. Dicho acontecimiento, el más importante y vital
de todo cristiano, es el encuentro con Dios, mediado por la persona de Cristo. No es un
encuentro donde nosotros podamos decir que somos los principales protagonistas, es el
Padre quien toma la iniciativa, “la iniciativa del encuentro pertenece al Señor. Si le abrimos
la puerta de nuestra existencia tiene lugar el compartir la vida, la cena”17
.
13
Santa Teresa de Jesús, Libro de Vida, Nº 19. 14
Cabarrús, La Pedagogía, 17. 15
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, Nº 39. 16
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, Nº 40. 17
Gutiérrez Gustavo, Beber, 73.
20
A partir este acontecimiento se puede afirmar que el hombre se hace verdaderamente
cristiano, porque “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida, con ello, una orientación decisiva”18
. Es la adhesión a Cristo, que nace en el
encuentro, lo que constituye el punto de partida de todo el proceso de seguimiento, porque
sin encuentro no hay llamada y sin llamada no hay seguimiento. A ello se suma la respuesta
libre, personal y existencial que da el hombre, el cual seducido por el amor divino solo
anhela, “vivir en Cristo y, consiguientemente, como Cristo”19
.
Por lo tanto, es Jesucristo quien da sentido pleno a la existencia. A partir del
acontecimiento fundante, la vida adquiere otra dirección, ya no se camina en la orfandad, se
existe en la alegría gozosa donde el Padre bondadoso va dirigiendo la historia. Es así como,
se abre un panorama de salvación, donde el amor dinamiza el día a día, el cual se va
haciendo concreto en las relaciones humanas. Por eso, afirmamos que el Hijo del Hombre
capacita al hombre para mirar el pasado, el presente y el futuro desde un horizonte de amor
y esperanza.
El escenario por excelencia del encuentro entre Dios y el hombre, es la persona, en el
interior, en la profundidad del ser, ahí, el Creador sigue hablando e iluminado la existencia;
también “revela su intimidad, es decir, su voluntad”20
. La doctora mística santa Teresa de
Jesús expresa de forma gráfica y magistral la riqueza que encierra el hombre dentro de sí,
dice: “Considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal,
adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo
consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El
tiene sus deleites”.21
18
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas Est, Nº 1. 19
Vidal, Moral y Espiritualidad, 15. 20
Baena y Arango, Introducción al Antiguo Testamento, 13. 21
Santa Teresa de Jesús, 1 Moradas, 1, Nº 1.
21
Llegar a tener la certeza de saberse habitado por el Señor, requiere muchas horas de
profundo silencio, adoración y oración porque tal conciencia no se adquiere por un impulso
racional, o por las largas horas de lectura en la biblioteca, sino por el encuentro con
Jesucristo en el propio caminar histórico, “descubriendo la acción del Espíritu que nos
impulsa”22
. A partir de esta experiencia se puede “confirmar, revitalizar la novedad del
Evangelio arraigado en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con
Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros”23
.
Cabe resaltar que, el encuentro no es la meta en la vida del cristiano, es un escalón en la
larga travesía del discipulado. Dios no es un objeto o una cosa que se pueda atrapar,
personalizar o manejar, porque el Creador va caminando, nunca esta estático, dado que,
sigue creando e infundiendo el ser a la creación entera. Por consiguiente, el cristiano debe
tener la osadía “de adentrarse en el misterio de la voluntad de Dios”24
.
Se adentra en la voluntad divina para, iniciar el proceso de seguimiento, de tal manera que
adquiere la capacidad de sobreponerse a las dificultades que presenta el mal espíritu como:
“toda clase de tristeza, inquietud, sentimientos de indiferencia, ansiedad, pereza,
descontento; separación, experiencia de muerte y sequedad hasta el hastío”25
. Superados
estos embates y fortalecido por la luz del resucitado se puede cantar en medio de la
oscuridad:
¿Adonde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.26
22
Cabarrús, La Pedagogía, 12. 23
Aparecida, Nº 11. 24
Cabarrús, La Pedagogía, 8. 25
Cabarrús, La Pedagogía, 24. 26
San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual B, Canción 1, Nº 1.
22
Concluimos subrayando que el hombre a la luz de la revelación y de la fe, descubre que él
encierra una capacidad que lo trasciende, al mismo tiempo experimenta cómo esa realidad
trascendental lo desborda; “se cuestiona sobre sí mismo, pero este cuestionamiento no lo
entendemos como pregunta moral, sino existencial-ontológica”27
. De esa manera, logra
atisbar algunas respuestas, pero no queda satisfecho, por eso, sigue ahondando en su
búsqueda, pero, no escruta en cualquier lugar, lo hace en su interioridad, porque, reconoce
al huésped que aloja. “Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes
tan cerca (…) y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le
hallarás”28
.
1.2. Del encuentro al discipulado
En el apartado anterior, se subrayó en la necesidad de un encuentro personal que de inicio
al proceso de seguimiento, porque, “el discipulado se arraiga en la experiencia de un
encuentro con Jesucristo. Encuentro de amistad („ya nos les digo siervos (…) los llamo
amigos‟: Jn 15, 15)”29
. Solo cuando se da la revelación el hombre se hace verdaderamente
discípulo. Ante esta experiencia vital, la vida del cristiano no queda paralizada en un estado
de éxtasis, producto del cruce de miradas, sino, se gesta una nueva espiritualidad, “por
espiritualidad entendemos aquí la forma concreta, el estilo o talante que tienen los creyentes
cristianos de vivir el Evangelio, siempre movidos por el Espíritu” 30
.
Antes de profundizar en el tema a desarrollar, es pertinente preguntar ¿quién es un
discípulo? De tal manera que al responder este cuestionamiento, se tenga claro de quien se
esta hablando. Un discípulo es aquel que inicia un proceso de formación, bajo la dirección
de un maestro, el cual se encarga de guiar y orientar al aprendiz, el objetivo, es que éste
llegue a ser un nuevo maestro. En el judaísmo antiguo los discípulos eran quienes escogían
al maestro.
27
Rahner, Curso fundamental sobre la fe, .42. 28
San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual B, Canción 1, Nº 8. 29
Gutiérrez, Beber, 49. 30
Vidal, Moral y Espiritualidad, 31.
23
Por otra parte, el discipulado iniciado por Jesús tiene sus propias connotaciones, las cuales
se distancian del discipulado presentado por el judaísmo. No son los discípulos quienes
escogen al maestro, es el maestro quien llama a los discípulos: “no me habéis elegido
vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 15, 16). La elección es por
iniciativa de Jesús, “lo que cuenta para venir a ser un discípulo no son las aptitudes
intelectuales y ni siquiera morales; es un llamamiento, cuya iniciativa corresponde a
Jesús”31
.
Se puede afirmar que Dios llama a través de Jesucristo, lo hace de forma gratuita y
misericordiosa, no escoge ni a sabios, ni a poderoso, sino “ha escogido Dios más bien lo
necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para
confundir lo fuerte” (1 Cor 1, 27); y “llamó a los que quiso” (Mc 3, 13). La respuesta al
llamado es libre, en ningún momento Jesús obliga a nadie, se puede acoger la invitación, así
lo testimonian los diferentes textos evangélicos: Mt 4, 18 – 22; Mc 3, 13 – 14; pero también
se puede rechazar la invitación: Mc 10, 17 – 22.
Jesús llama en primer lugar para que el discípulo esté con Él, pero también para que
compartan su vida y misión. La vida de Jesús cobra verdadero sentido porque, vive acorde
a la voluntad del Padre, por ello, invita a los discípulos a vivir de acuerdo a ese mismo
llamado, “y esa voluntad es la de asumir la vida salvadora de su Hijo según el Espíritu, por
amor y de manera histórica y transformadora”32
. Solo desde ese compromiso real y ético
con la historia, se puede vivir en fidelidad la intimidad y la voluntad del Padre. Por lo tanto,
el seguimiento marca “una forma de vivir coherente con el Evangelio en toda su
radicalidad”33
.
Frente a la misión y al compromiso histórico el discípulo no esta solo, el Espíritu de Dios
viene en su auxilio para fortalecer la misión: “yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito,
para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14, 16). “La vida espiritual cristiana no se
31
León, Vocabulario de Teología Bíblica, 250. 32
Novoa, Una perspectiva, 30 - 31. 33
Vidal, Moral y Espiritualidad, 32.
24
entiende sin la fuerza vivificante del Espíritu Santo”34
. Por consiguiente, es la fuerza que
infunde el Espíritu Santo, la que capacita al cristiano para llevar adelante la misión que
Jesús le ha encomendado: “Hemos recibido dones inapreciables, que nos ayudan a mirar la
realidad como discípulos misioneros de Cristo”35
.
Desde el contexto latinoamericano, es necesario afirmar que el discípulado se enfrenta a
grandes retos, porque nos encontramos de cara a situaciones marcadas por la muerte y la
destrucción. En consecuencia, la mirada de fe en el Dios de la vida lleva al cristiano a
comprometerse con esas realidades, donde “la Iglesia hace propios esos sufrimientos y
anhelos solidarizándose con ellos, encontrando en la persona de Jesucristo la liberación de
todos estos padecimientos y la verdadera realización del hombre latinoamericano”36
.
Por eso, hablamos de un discipulado marcado por el profetismo y el martirio, “son
numerosos los que han dado su vida, hasta la muerte, por testimoniar la presencia de los
pobres en el mundo latinoamericano y la predilección de Dios por ellos. Y la sangría no ha
terminado todavía”37
. Se habla de martirio porque, el anuncio del Dios de la vida resulta
incomodo y peligroso, sobre todo, para aquellos que viven encerrados en sus egoísmos,
desinteresados de la realidad que los circunda, preocupados por rendir culto al poder.
Es en medio del contexto latinoamericano, marcado por la muerte donde el discípulo de
Cristo eleva su voz profética, porque, “los cristianos somos portadores de buenas noticias
para la humanidad y no profetas de desventuras”38
. Por eso, el discípulo busca llevar a sus
hermanos al encuentro con el Señor, aún en medio de la aparente muerte que va ejerciendo
toda su violencia.
34
Vidal, Moral y Espiritualidad, 16. 35
Cfr. Aparecida, Nº 23 36
Novoa, Una perspectiva, 31. 37
Gutiérrez, Beber, 34. 38
Aparecida, Nº 30.
25
En ese sentido, el discípulo se compromete con el anuncio del reino, no solo de palabra sino
con una praxis evangélica caracterizada por el amor, dicho amor tiene un matiz especial
que une, sana, libera, conforta, porque, bebe de la fuente viva. Por consiguiente, se puede
afirmar que es un “amor que abraza a todos los hombres. Amor que privilegia a los
pequeños, los débiles, los pobres”39
. Por eso, la vida del discípulo esta enraizada en el amor
que lo nutre, lo desborda y lo lleva a límites inquebrantables e inimaginables, ya no vive
para sí, sino, para Dios y para el prójimo.
Santa Teresa de Ávila reconoce en su vida lo que significa ser discípula de Cristo y caminar
con Él. Inspirada en ese amor profundo, anhela vivir unida al Maestro, dice: “Juntos
andemos, Señor por donde fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar”40
. Es así
como, la apertura al amor marca la vida del discípulo y lo lleva a, “vivir con gozo, con
capacidad de agradecer y de celebrar, de ser para otros y estar con otros”41
.
Existe una nota característica en la vida del discípulo, “es propio del discípulo de Cristo
gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo”42
. Por lo tanto, el que sigue a Jesús
vive en un continuo darse y donarse gratuitamente. Es una existencia que no se encierra en
un micro mundo egoísta y subjetivista; solo en la donación gratuita el que sigue a Cristo,
alcanza su verdadera identidad de discípulo, porque “está disponible para la causa del reino
de Dios”43
.
De tal manera se identifica el discípulo con la voluntad divina que se gesta una sola
voluntad; “ „fiat voluntas tua‟: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos
y maneras que vos, Señor mío quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzos y que
vengan; si con enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro,
Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas”44
.
39
Novoa, Una perspectiva, p. 33 40
Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 26, Nº 6. 41
Sobrino, Espiritualidad, p. 471. 42
Aparecida, Nº 110. 43
Vidal, Moral y Espiritualidad, p. 33. 44
Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 32, Nº 10
26
1.3. El pueblo latinoamericano, abierto a la revelación
En América Latina la pregunta existencial sobre el sentido y la orientación de la historia
tiene un sello característico, el cual está atravesado por la situación de dolor y desesperanza
que vive el continente, por eso, surgen diversos cuestionamientos: “¿Cómo agradecer a
Dios el don de la vida desde una realidad de muerte temprana e injusta? ¿Cómo expresar la
alegría de saberse amado por el Padre desde el sufrimiento de los hermanos y
hermanas?”45
. Los interrogantes no se agotan ahí, sino se vuelven cada vez más agudos y
reclaman respuestas reales: “¿De qué manera hablar de un Dios que se revela como amor
en una realidad marcada por la pobreza y la opresión? ¿Cómo anunciar al Dios de la vida a
personas que sufren una muerte prematura e injusta?”46
.
Estas son preguntas lacerantes que no se pueden responder a la ligera, a la vez dibujan el
contexto de marginación, desolación, angustia y desesperanza que golpea al pueblo
latinoamericano. Hablar de muerte y destrucción en un continente donde el 66% de la
población se considera creyente47
, resulta algo absurdo, e incluso ilógico, porque lo lógico
es que la experiencia de Dios, lleve al creyente a un compromiso con los más necesitados.
Pero, la realidad nos muestra que la sociedad camina con una ley distinta a la ley del amor,
por eso, se contemplan situaciones donde el tenor dominante es la violencia y la muerte. Se
observan así, muchos países Latinoamericanos y Centroamericanos con una democracia
endeble. Naciones con una alta tasa de desempleo, sumidas en una profunda crisis
económica, social, con falta de horizontes reales que les ayuden a superar las crisis internas.
Pueblos con un alto índice de emigrantes, los cuales abandonan sus familias, su tierra y su
cultura con la esperanza de encontrar mejores oportunidades.
Naciones donde las políticas de estado favorecen a unas minorías. De manera escandalosa
los pobres se hacen cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos. Todas estas
45
Gutiérrez, Beber, 15. 46
Gutiérrez, Hablar de Dios, 19. 47
Cfr. Porcentaje de Católicos, http://www.redescristianas.net/2006/05/07/ (Consultado el 5 de mayo de
2010)
27
situaciones se presentan como caldo de cultivo para el nacimiento de grupos violentos, los
cuales utópicamente quieren reivindicar a los pobres mediante las fuerzas de las armas. Por
otra parte, ante el estallido de los grupos subversivos, el gobierno responde con represión,
generando así más odios y divisiones entre los miembros de un mismo pueblo.
Frente a las situaciones descritas anteriormente, el hombre puede tomar diferentes
actitudes, como sumirse en la desesperanza melancólica considerando que no hay nada que
hacer, ó, puede dar un paso más en su camino de fe y abrirse a una nueva experiencia de
esperanza. Se ha de tener en claro que la esperanza que se vive en el pueblo
latinoamericano, no es fruto del optimismo, sino es una esperanza que nace del encuentro
con el Dios de la vida. El año 1985 el papá Juan Pablo II en su visita a la comunidad de
Villa el Salvador en el Perú; en el discurso de bienvenida, dos catequistas le dirigieron las
siguientes palabras:
Santo Padre, tenemos hambre (…) sufrimos miseria, nos falta trabajo, estamos
enfermos. Con el corazón roto por el dolor, vemos que nuestras esposas gestan
en la tuberculosis, nuestros niños mueren, nuestros hijos crecen débiles y sin
futuro (…) pero a pesar de todo esto, creemos en el Dios de la vida (...)
luchamos por esta vida contra la muerte (…) la necesidad nos hizo salir de
nuestros pueblos lejanos trayendo una fe profunda en Dios movidos por el
anhelo de una vida más humana48
.
Son dos realidades que se plantean en el discurso:
a. Se describe de forma objetiva y clara las situaciones de dolor y hambre que experimenta
la población, no temen presentarlas, su fe les hace ver que la muerte y desolación están
presentes en sus comunidades. Por otra parte, también son capaces de reconocer que la
situación que los golpea no forma parte de la voluntad divina, sino, es producto del pecado
social que impera en las comunidades. Solo a la luz de la gracia el hombre puede
48
Gutiérrez, Textos esenciales, 303.
28
contemplar su miseria, porque, “el enmascaramiento pertenece a la entraña del pecado”49
.
Por eso, al tomar conciencia de esa realidad imperante, de muerte y destrucción, el hombre
puede emprender caminos de vuelta a la casa del Padre, comprometiendo su vida en la
luchan por la justicia y la igualdad.
b. Por otra parte, la comunidad es capaz de manifestar su confianza y esperanza en el Dios
de la vida. Tal afirmación no es producto de un profundo análisis teológico, sino, nace de la
experiencia en el Dios único y verdadero, desde la fe desnuda que camina sin certezas, se
puede afirmar el grito por la vida, aunque el dolor y la muerte sigan golpeando y lacerando
el corazón del pueblo, ellos cantan junto al salmista: “espera en Dios que volverás a
alabarlo” (Sal 42).
Es así, como el pueblo latinoamericano cimenta y afianza su fe desde la sinrazón de la cruz:
“el pueblo pobre de América Latina (y de otros lugares del mundo) es un pueblo
crucificado”50
. La cruz se levanta como voz profética que denuncia todos los contextos de
muerte e injusticia que azotan a las comunidades. A la vez se descubre el triunfo de la vida
sobre la muerte, donde la resurrección de Cristo se hace signo visible de cómo la muerte ha
perdido su poder porque, la luz vence a las tinieblas, por eso proclama el apóstol Pablo:
“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Cor 15, 55).
Nace así una esperanza que hunde sus raíces en el triunfo pascual, llevando al hombre y a la
comunidad entera a descubrir que son portadores de la gracia. No se concibe la gracia como
una realidad estática, es una realidad dinámica, como todo lo que viene de Dios, porque,
mueve al hombre a buscar caminos para comunicar esa realidad de gratuidad que habita en
él y en toda la humanidad. De esa manera el pueblo acoge el contexto y la historia como
don, “por eso, ante todo, damos gracias a Dios y lo alabamos por todo lo que nos ha sido
regalado. Acogemos la realidad entera del continente como don”51
, pero también la mira
49
Gonzáles, Proyecto de Hermano, 389. 50
Gutiérrez, Hablar de Dios, 23. 51
Aparecida, Nº 6.
29
como gracia: “la realidad está transida de gracia, que la misma realidad nos ofrece una
dirección y una fuerza para recorrer y hacer historia en esa dirección”52
.
Llegar a tener una mirada crítica y objetiva de la realidad ya es un don, porque no solo se
vislumbra la oscuridad sino, en medio de la espesa noche surge una luz de esperanza, un
nuevo amanecer. A ello, se suma la respuesta radical y comprometida del cristiano, porque,
“el tiempo que se vive en América Latina, rico en cuestionamientos y en perspectivas,
cargado de impases y de nuevas pistas, lleno de sufrimientos y de esperanzas, se va
constituyendo tal vez en el crisol de una forma distinta de seguir a Jesús. Distinta quiere
decir propia, alimentada por las realidades que se viven en estas tierras”53
.
Por tanto, la mirada de esperanza permite abrir nuevos horizontes, desde los cuales se
pueden dar respuestas reales y concretas para hacer frente a la muerte y destrucción. Se
vive una ruta de fe, la cual se alimenta en la promesa hecha por el Padre a Jesucristo:
“Quien resucitó a Jesús de entre los muertos fue Yahvé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob,
el Dios de la promesa”54
. Es una fe que sin mayores certezas espera y vive el día a día, en
actitud de amor, caracterizado por la libertad. En síntesis es una fe cristológica que lleva al
hombre a vivir la alegría pascual, pero sin dejar de reconocer que el pueblo adolece de dos
hambres: hambre de Dios y hambre de pan; “estas dos necesidades marcan la vida del
pueblo cristiano y al mismo tiempo pobre y oprimido”55
1.4. Comunidad de encuentro
Cuando hablamos del hombre en su singularidad, lo hacemos para resaltar la capacidad de
trascendencia que tiene, junto a la particularidad que lo lleva a tomar sus propias
decisiones, asumiendo sus opciones personales. Es necesario, no perder de vista que el
52
Sobrino, Espiritualidad, 456. 53
Gutiérrez, Textos esenciales, 375. 54
Moltnann, Teología de la Esperanza, 184. 55
Gutiérrez, Textos esenciales, 304.
30
hombre, no vive solo, se encuentra inmerso en un grupo humano, en el cual comparte y
vive su experiencia de fe.
Por ello, decimos que es en medio de la comunidad donde la experiencia de Dios se va
cimentando, a la vez va adquiriendo dinamismo. Desde la tradición bíblica podemos palpar
esa realidad, se habla del pueblo de Dios, de la comunidad que camina y vive su fe. En el
Antiguo Testamento, la comunidad entera sale a peregrinar por el desierto, esa es la
petición que hace Moisés al faraón: “Así dice Yahvé, el Dios de Israel: Deja salir a mi
pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto” (Ex 5, 1).
En el Nuevo Testamento Jesús resucitado se hace presente e irrumpe en medio de la
comunidad, tal como lo presentan los evangelistas: “Estaban hablando de estas cosas,
cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: „La paz con ustedes‟ ” (Lc. 24, 36). “Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos,
las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de
ellos y les dijo: „La paz con ustedes‟ ” (Jn. 20, 19). Jesús resucitado se hace presente y
habla en medio de la comunidad, ese es el espacio donde comunica y confirma la misión.
A través del Espíritu Santo, Dios trasmite su voluntad, y va dando luces para que la
comunidad discierna los nuevos caminos en el proceso de evangelización; “mientras
estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: “Separadme ya a
Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (Hch. 13, 2). Tal obra consiste en el
anuncio del reino de Dios, por lo tanto, discernir los nuevos caminos del Señor, “es ser
dócil a la moción del Espíritu que nos impulsa a los pobres y a su lucha”56
.
Por ello, decimos que la comunidad no solo es un grupo de personas reunidas en torno a un
proyecto común, la comunidad es un don que suscita el Espíritu Santo. Es una fraternidad
convocada por el Maestro, para compartir la vida, para escucharlo, y para que juntos
puedan celebrar su fe, “al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos
56
Cabarrús, La Pedagogía, 41.
31
reunimos asiduamente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar
en la fracción del pan y en las oraciones (Cfr. Hch 2, 42)”57
. Es una comunidad que celebra,
pero también que discierne y toma opciones, y va recordando al pueblo que el seguimiento
lleva a caminar, “para ponernos con el hijo en cruz, es decir, para que tenga vigencia en
nuestras vidas la carne histórica de Jesús”58
.
En el caso de América Latina Dios irrumpe de una manera especial. Nosotros sabemos que
su pedagogía es amplia, la cual siempre cuenta con la originalidad que caracteriza al
Evangelio, “ „porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber;
era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme‟ (Mt. 25, 35 – 36). En ese sentido debemos descubrir que los
pobres son la irrupción que Dios hace en nuestras vidas”59
.
Por lo tanto, afirmamos que los pobres son el lugar de encuentro entre Dios y la comunidad
latinoamericana. Para reconocerlo en medio de ellos, es preciso abrir el corazón y la mente,
dando una mirada de fe, asumiendo que el hermano, especialmente el necesitado, el pobre,
es morada de Dios. Los pobres por consiguiente, se presentan como la epifanía de Dios,
“son, pues, lugar de experiencia espiritual, de encuentro con Dios. Son exigencia ética”60
.
No es pesimismo decir que América Latina enfrenta situaciones de pobreza, injusticia y
desigualdad, como se ha descrito anteriormente. Pero, es en medio de estas realidades
concretas donde Dios se comunica y recuerda que el pobre es lugar de encuentro. “Cristo se
hace presente en los pobres y así nos interpela”61
. Desde este contexto desolador, Jesucristo
nos impulsa a comprometer la vida de manera efectiva y afectiva, con la causa del reino,
misión que “comienza con el horizonte del reino de Dios como aquello que Dios quiere
para el mundo, para la historia, y dentro de ella para cada uno de los seres humanos”62
.
57
Aparecida, Nº 158. 58
Cabarrús, La Pedagogía, 44. 59
Gutiérrez, Beber, 42. 60
Sobrino, Espiritualidad, 462. 61
Novoa, Una perspectiva, 96. 62
Sobrino, Espiritualidad, 462.
32
Constatamos con tristeza que en la sociedad latinoamericana, cada vez va perdiendo mayor
vigencia la palabra solidaridad y fraternidad, van quedando relegadas, y en desuso. Estas
son sustituidas por la eficacia, la calidad total y la competitividad, donde solo hay lugar
para hombres y mujeres de éxito, siendo el valor absoluto las riquezas y el poder. En esta
sociedad resulta ajeno hablar de entrega y oblación, pero, aún en medio de las
contrariedades, no se debe dejar de predicar y anunciar la novedad del Evangelio.
La crudeza de nuestro contexto político, económico y social, nos ha de llevar a reflexionar
y a reconocer que el pueblo de Dios se mueve en un escenario tenso. Por una parte se
asume que la comunidad es un espacio vital propicio para ir madurando la experiencia de
fe, donde las comunidades vivencian y trasmiten sus valores, tradiciones, sueños,
esperanzas. Por otra parte, también debemos reconocer que es un espacio en el cual se
comunican odios, frustraciones desesperanzas, porque, la muerte va rondando y acechando
como fiera hambrienta, dispuesta a desgarrar y destruir todo lo que encuentre en el camino.
Ello producto de la fragilidad humana y del pecado que anida en el corazón del hombre.
Pese a esas realidades, la comunidad se presenta también como lugar de encuentro, donde
se va escribiendo la historia de salvación. Dejar de lado el plano comunitario y social, es
dejar de lado el escenario de la revelación, sería perder de vista el lugar de la encarnación,
pasando así, a una espiritualidad egoísta, alienante y desencarnado, sin ningún tipo de
compromiso; “sin un hacer amoroso sin la disponibilidad al menos a poner signos y
propiciar praxis, cualquier espiritualidad es sospechosa”63
.
Hablar de una espiritualidad intimista es hablar de una fe muerta, sin ningún horizonte
ético, porque la fe sin obras desfallece: “¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga:
tengo fe, si no tiene obras?” (St 2, 14). Por ello, es necesario el compromiso con el otro
sufriente para dar razón de la fe. Por consiguiente, decimos que la fe se nutre y se hace real
en el encuentro con el hermano, porque lleva a la persona a dejar de lado los proyectos
personales, para, dar un paso mayor que consiste en salir de sí, para donarse al bien común.
63
Sobrino, Espiritualidad, 463.
33
En ese sentido, “Santa Teresa dice lapidariamente: „la perfección verdadera es amor de
Dios y del prójimo‟ ”64
.
Desde el contexto de dolor, muerte, gozos y esperanzas, Dios habla al hombre. Es necesario
estar atentos a esa voz, la cual está mediada por la realidad, no se da de forma directa. Para
escuchar e interpretar la voz de Dios, es preciso renunciar al pecado que encadena al
hombre, porque lo lleva a vivir cerrando la mirada y el oído, ante el dolor de la humanidad.
Al cerrar los sentidos, el hombre queda reducido a un micro mundo, donde solo cuenta él:
“En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a sí
mismos”65
. No hay más prioridades, no existe nada ni nadie más que los propios intereses.
Desde la óptica cristiana nosotros asumimos que el reino, no se ha instaurado del todo en
nuestro suelo, porque, el pecado viene azotando a nuestros pueblos, es el aguijón que
incomoda y nos lleva a estar atentos, despiertos y en vela, orando sin cesar, pero a la vez
actuando y orientando la vida al Evangelio. Es por eso que, no se puede permanecer
indiferente viendo como la injusticia gana terreno, tampoco se puede pensar de forma ilusa
que los problemas sociales no atañen al cristiano, porque “el hambre, la justicia, no son sólo
cuestiones económicas y sociales, son más globalmente cuestiones humanas y desafían en
la raíz nuestra manera de vivir la fe cristiana”66
.
Por consiguiente, la comunidad que se abre a la revelación, se abre al compromiso solidario
por el reino, no se contenta con repartir mendrugos de pan, pensando que así se esta
respondiendo al llamado. Tampoco se puede vivir centrado en el aspecto cultual, dejando
de lado los dolores y dramas de quienes nos rodean. La comunidad se hace comunidad de
salvación cuando a la luz del Evangelio lanza una mirada objetiva y logra identificar la raíz
misma del problema, pero no para quedarse de forma pasiva, sino, para luchar y desvelar
aquello que está provocando esas situaciones de muerte. Surge así una voz profética, aún en
64
Vidal, Moral Espiritualidad, 38. 65
Benedicto XVI, Caritas in Veritate, Nº 43. 66
Gutiérrez, Textos esenciales, 106.
34
medio del desierto, la cual sin temores serviles, ni falsos triunfalismos, se abre a la
esperanza porque se camina de la mano de Jesucristo.
1. 5 Conclusión
Iniciamos el capítulo subrayando el lugar que ocupa el encuentro entre Dios, el hombre y la
comunidad. Solo a través de ese primer encuentro, el hombre emprende la aventura del
seguimiento, porque, en el cruce de miradas, capta, experimenta el amor fiel y certero del
Padre eterno. Acto segundo se da la oración y la praxis cristiana, como respuesta al don
gratuito. No se puede construir un camino de oración, ni cultivar la vida espiritual si no se
da el encuentro.
Por eso, el choque existencial se da cuando el hombre capta la presencia de Dios en su vida,
descubriendo como lo mora, lo habita y lo trasciende, no es una certeza romántica, sino
viene a ser la experiencia fundante de la historia de salvación; sin revelación, sería
imposible hablar de un camino de salvación, porque, si el Señor no se comunica ¿cómo
podemos pretender vivir acorde a su voluntad? Por ello, Dios sale al encuentro de la
humanidad, como lo ha venido haciendo desde antes: “Muchas veces y de muchos modos
habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos
tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien
también hizo los mundos” (Hb 1, 1 – 2).
Del plano personal pasamos al plano comunitario, porque es en el seno de la comunidad
donde se va afinando la experiencia de Dios, éste es el espacio insustituible de la
experiencia cristiana. El Creador en su intimidad es comunidad de personas. Por
consiguiente, solo en medio de la comunidad se puede vivir a plenitud el llamado cristiano,
sin la fraternidad, la vida languidece y camina al ensimismamiento y a la egolatría.
En nuestro continente Dios viene aconteciendo desde las realidades donde en apariencia la
muerte va ejerciendo su dominio, es ahí donde Dios nos cuestiona y nos llama a
35
descubrirlo. Desde nuestra poquedad, Él va abriendo caminos de santidad. Por tanto, el
clamor de los pobres es el clamor del Padre, son los crucificados víctimas inocentes de un
mundo que se cierra, pero también es el clamor de un mundo que se abre a la esperanza
confiando en Yahvé.
La vida del cristiano según lo expuesto, no camina en un intimismo alienante, sino se abre a
una vida de fe comprometida con la historia. Por eso, se hace necesario un diálogo continuo
con el Señor, para ir afinando el oído y así dejar que Él viva en el hombre, de tal manera
que sean sus manos las que estrechen las manos de los sufrientes, que sean sus ojos los que
miren a través de nosotros, en síntesis, dejar que Dios sea todo en todos, amando y
acogiendo.
Para llegar a esa completa transformación en Cristo, es preciso abrir la vida a su palabra,
que es fuente de plenitud, dejando que Él se revele de manera cada vez más clara. En ese
sentido, la oración viene a ser el camino del cristiano que anhela vivir plenamente en el
amor divino, es gracias a esos espacios de silencio donde la palabra revelada cobra mayor
claridad y donde se va encarnando.
36
2. LA ORACIÓN, CAMINO DE ENCUENTRO Y COMPROMISO CON EL REINO
La irrupción de Dios en la vida del hombre, a través del Verbo Encarnado, se constituye en
el momento que funda y da continuidad al proceso de salvación. Al acoger con fe el don
revelado, el cristiano profundiza en su caminar, no queda estático inmerso en un éxtasis,
sino inicia un proceso de seguimiento, hecho que se erige como la razón de ser de su
existencia, porque adquiere identidad. Por lo tanto, como resultado de este encuentro se va
gestando una espiritualidad, con una forma peculiar y original de entrar en comunicación
con el Creador.
La larga tradición eclesial coincide en subrayar que el seguimiento de Jesucristo, es el
núcleo central de la espiritualidad cristiana, el cual cuenta con una orientación clara, porque
lleva a la humanidad a, “estar disponible para la causa del Reino de Dios”67
. Por
consiguiente, la espiritualidad conduce al hombre a vivir de acuerdo a las exigencias
propias del reino, a tal punto llega la identidad con la causa de Jesucristo, que actúa movido
por el mismo Espíritu de Jesús, donde, “la fuerza y vida de ese Espíritu invade toda su
persona y toda su acción”68
.
Por ello, la existencia del cristiano se concibe como una vida según el Espíritu, porque es Él
quien marca el actuar y da luz interna para optar siempre de acuerdo a la voluntad del
Padre. Dentro del camino espiritual, existen diversas categorías que llevan al hombre a
entrar en una profunda intimidad con el Creador. A la vez, el Paráclito va capacitando a la
persona espiritual para que opte siempre con libertad, amor y entrega, es decir para que
viva en un discernimiento continuo respecto a la ortopraxis. De esa manera, la existencia
adquiere tal osadía, porque el cristiano se deja conducir por el Espíritu. Se habla de “osadía
porque se confía ciega y descansadamente en la fuerza del Señor que no nos falla”69
.
67
Vidal, Moral y Espiritualidad, 33. 68
Sobrino, Espiritualidad, 452. 69
Cabarrús, La Pedagogía, 11.
37
Existen diferentes categorías que articulan y dan dinamismo a la vida espiritual, dentro de
ese vasto conjunto de elementos, se encuentra la oración. En este capítulo nosotros
centraremos nuestra mirada en la plegaria cristiana desde la óptica latinoamericana,
presentando los matices que la caracterizan y cómo, a partir de esa experiencia orante, el
continente adquiere mayor identidad y compromiso, con la causa de Jesucristo.
La producción teológica realizada en América Latina sobre la oración, se encuentra inserta
en la reflexión que aborda la vida espiritual. Dicha reflexión cuenta con una gran riqueza,
porque presenta la experiencia de oración como puente que permite al hombre vivir en la
libertad de los hijos de Dios, porque la plegaria, “afecta al hombre en su interioridad más
profunda”70
. Por ello, en este capítulo pretendemos avizorar algunas características que
presenta la oración cristiana vivida desde el contexto latinoamericano, identificando la raíz
y fuente que nutre toda esta experiencia.
2.1 Una plegaria cristocéntrica
La oración del cristiano tiene en Jesucristo el referente y modelo de hombre de oración. A
través de su vida, va mostrando al creyente el modo correcto de dirigirse al Padre. La
plegaria presentada por Jesús se encuentra arraigada en la rica tradición de su pueblo, pero
también marca nuevas pautas que permiten que la oración del nuevo pueblo de Dios
adquiera originalidad. Dentro de la singularidad de la plegaria presentada por Jesús, se
resalta la invitación que hace al hombre, para que se dirija al Padre con un corazón sencillo,
humilde y confiado, sin muchos protocolos, (Lc 18, 9 – 14)71
.
Toda la vida del Nazareno se mueve dentro de esta dinámica, “Él nunca está ausente de la
oración y ora al Padre constantemente”72
. Lo hace cuando experimenta gozo y alegría ante
la generosidad del Creador (Mt 11,25-26); cuando realiza curaciones (Jn 11,41-42); cuando
se despide de sus discípulos (Jn 17); en medio del dolor y de la tortura (Mc 14,32-36); ora
70
Vidal, Moral y Espiritualidad, 54. 71
Cfr. Maccise, Oración y Liberación, 4. 72
Orígenes, Exhortación al Martirio, 91.
38
en la cruz, cuando pone su vida en manos del Padre (Mc 15,34; Lc 23,46). Por ello, se
puede afirmar que “orar para Jesús, es expresarse en totalidad”73
, ningún aspecto de su
existencia se encuentra exento de la oración.
Jesús como Hijo predilecto y amado del Creador, vive en estrecha intimidad con Él, por
eso, se abre confiadamente a la acción misericordiosa de Dios, abandona su existencia y la
pone en los brazos del Padre. La relación que teje Jesús con el Creador, no se queda en un
intimismo estrecho y cerrado; Jesús extiende esta invitación a sus seguidores y les muestra
la manera cómo han de clamar al Padre: “Abba”, expresión que encierra una profunda
conciencia filial.
La forma como Jesús oraba, inspiró la vida de sus discípulos, ellos movidos por el ejemplo
del Maestro, sienten la necesidad de dirigirse al Padre, por eso le piden les muestre la
manera correcta para entrar en diálogo con el Señor (Lc 11, 1). Dentro de las notas
características manifestadas en la oración de Jesús, descubrimos que su vida se mueve
gracias al coloquio íntimo que se da entre Él y Yahvé. Su camino de oración va en estrecha
relación con su vida práctica. Por consiguiente, del diálogo espiritual emerge de forma
natural una praxis liberadora, “que no es el de la autoafirmación arrogante de la sabiduría o
el poder del hombre, ni el del odio o la violencia, sino el de la donación desinteresada y
sacrificada del amor. Amor que abraza a todos los hombres”74
.
Los evangelios, ponen a nuestro alcance el contenido de algunas oraciones de Jesús, las
cuales no se pueden entender de manera textual, biográfica o literal. Los textos inspirados,
permiten que nosotros podamos atisbar como por una ventana, la espiritualidad de Jesús, su
mundo interno, sus opciones, la cual se caracteriza por, “la centralidad del hombre, sobre
todo de los desvalidos, no de los poderosos (como se suele escribir la historia, sino desde su
73
Sobrino, La Oración de Jesús, 33. 74
Novoa, Una perspectiva, 33.
39
„reverso‟), destacando que lo que lo hace grande es la primacía del amor, en lo que se
resume la voluntad de Dios (Mc 7,15)”75
.
“En la oración de Jesús, la causa de Dios no es ajena a la causa del hombre, y la causa del
hombre no es extraña a la causa de Dios”76
, existe una mutua correspondencia, entre vida
de oración y compromiso con el reino. La plegaria que dirige Jesús al Padre, lo lleva a
entrar en sintonía con la humanidad, con sus dramas y pobrezas. Deja de lado así, todo tipo
de dicotomías y escisiones. Por eso, es necesario “considerar también la desmitificación
que Jesús hace de la oración concreta y de los peligros, inherentes históricamente a la
oración que observa y denuncia”77
.
Por otra parte, reconocemos que el modo de orar de Jesús, no ha quedado anclado en el
pasado, sino se presenta como un camino viable, que permite a los cristianos de hoy la
vivencia comunitaria. En consecuencia, el pueblo latinoamericano tiene, como fuente que
inspira su plegaria, a Jesús de Nazaret. El contacto con la palabra revelada, va comunicando
la forma como ha de entrar en intimidad con el Padre, suscitando así un doble movimiento,
porque el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, por ello, la palabra hecha carne,
lleva a la comunidad a, “concretar históricamente y geográficamente la moral cristiana en
determinadas situaciones”78
.
Por lo expuesto anteriormente, podemos afirmar que la oración de América Latina, es una
plegaria netamente cristocéntrica, porque tiene como germen de inspiración a Jesucristo,
vivo y resucitado. Es así como, el hombre en el continente latinoamericano, une su voz a la
de Cristo, dejando que su espíritu inunde su ser, desde esa unión se hace realidad, “la
vocación más profunda del cristiano que es dejarse habitar por Cristo”79
.
75
Arens, “Jesús, fundamento de la espiritualidad Cristiana”, http://www.memoriayprofecia.com.pe,
(consultado 25 de septiembre de 2009), 8. 76
Boff, El Padre Nuestro, 13. 77
Sobrino, La oración de Jesús, 19. 78
Sobrino, Cristología desde América Latina, 109. 79
Mifsud, Una Fe Comprometida con la Vida, 55.
40
2.2 La oración desde la perspectiva latinoamericana
El Espíritu de Cristo, conduce al pueblo latinoamericano por caminos de conversión,
porque va transformando paulatinamente al hombre preparando en él una nueva
encarnación. Es preciso reconocer sin falsos triunfalismos que esta no es una realidad plena
en el continente, existen muchos sectores de la sociedad donde la muerte y la injusticia,
están presentes y amenazan con fracturar la fraternidad.
Pese a esas realidades de muerte, en el continente es posible reconocer algunos signos de
conversión y anhelos por vivir en unión con Cristo. Uno de esos signos palpables, es la
capacidad del hombre para identificar sus debilidades y pecados. Después de identificar
esas realidades, el cristiano a la luz de la gracia también descubre la necesidad de vivir en
continua conversión porque, junto a la luz que se proyecta sobre sus debilidades, reconoce
sus grandezas, sobre todo la capacidad de trascender y alcanzar la unión con el Creador.
En este proceso de conversión y afirmación cristiana, la oración juega un papel muy
importante, porque permite que se sigan abriendo brechas cada vez más íntimas entre el
hombre y Dios, donde, “el camino o el espacio, o la puerta. - como diría Santa Teresa -,
para llegar al encuentro con Dios, a interiorizar, a descubrir el centro del alma, es la
oración”80
. Oración que se caracteriza por ser eminentemente cristológica como se presentó
en el apartado anterior.
Definir la oración o presentar una fenomenología detallada de su acontecer interno, es una
tarea casi imposible, porque no se puede encuadrar dentro de un conjunto de conceptos
rígidos una experiencia que acaece en la intimidad, la cual escapa de las distintas categorías
que manejamos. Pero, no por ello se puede renunciar a cualquier intento de comprensión,
existen múltiples referencias que permiten atisbar el camino. Al ser una experiencia movida
y suscitada por el Espíritu, se hace necesario escuchar el testimonio de los místicos, quienes
tienen una palabra autorizada al respecto.
80
Cuartas y Sancho, 100 Fichas Sobre Sor Isabel de la Trinidad, 216.
41
Los grandes místicos describen la oración como una experiencia de amistad, dice Santa
Teresa de Jesús: “que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad,
estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”81
. Por otra parte, comparte San
Juan de la Cruz: “Es ciencia de amor, la cual (...) es noticia infusa de Dios amorosa, que
juntamente va ilustrando y enamorando el alma hasta subirla de grado en grado hasta Dios,
su Criador, porque sólo el amor es el que une y junta el alma con Dios”82
. Este es el
testimonio de dos grandes místicos del siglo de oro español, mediante sus obras han
adquirido, “tal autoridad que los convierten hasta nuestros días en los maestros oficiales de
la ciencia mística”83
.
Por otra parte, dos jóvenes francesas a inicios del siglo XX, lograron penetrar en los
misterios insondables de la oración, ellas mediante sus escritos nos comunican su
experiencia. Sor Isabel de la Trinidad dice: “cuando digo oración, no hablo tanto de
imponerse una gran cantidad de oraciones vocales que rezar cada día. De lo que hablo es de
esa elevación del alma hacia Dios, en medio de todas las cosas, que nos pone en una
especie de comunión continua con la Santísima Trinidad”84
. Dice Santa Teresa de Lisieux:
“para mí, la oración es el impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito
de agradecimiento y de amor tanto en medio de la tribulación como en medio de la
alegría”85
.
La oración vista desde ésta perspectiva, se presenta como una experiencia donde prima el
coloquio de amor. No es un precepto o una actividad externa, ni un monólogo que se
realiza, sino es una realidad vital que permite al hombre elevar la mirada a Dios para
agradecer el don gratuito de la revelación. La plegaria se caracteriza por ser un trato de
amistad que se teje con el Padre, quien va hablando a través de la historia, porque no
permanece mudo e inerte ante el dolor de sus hijos e hijas como los falsos ídolos que,
81
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 8, Nº 5. 82
San Juan de la Cruz, Noche II, 18, 5. 83
Ancilli, Diccionario de Espiritualidad II, 25. 84
Cuartas y Sancho, 100 Fichas Sobre Sor Isabel de la Trinidad, 216. 85
Santa Teresa de Lisieux, Historia de un Alma, Manuscrito C, fol 25.
42
“tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no
huelen” (Sal 15, 6 -7).
Por consiguiente, en la vida de los místicos no hay escisiones, toda ella se comprende como
una sola realidad, el camino diario, los problemas, los dolores, las angustias, las luces y
sombras, se presentan como inspiración que encienden en el corazón la necesidad de dirigir
una plegaria de gratitud, de perdón, de alabanza. Por lo tanto, “la oración es una
experiencia de gratuidad, ese acto „ocioso‟, ese tiempo „desperdiciado‟ nos recuerda que el
Señor está más allá de las categorías de lo útil y lo inútil”86
.
Dentro del proceso de fe del pueblo latinoamericano, se constatan grandes contradicciones,
por un lado se percibe una fuerte religiosidad popular, pero también, “hay venas abiertas
por todas partes; la sangre corre, sin precio y gratuitamente”87
. Lo cual desdice del camino
de salvación que el continente viene recorriendo. Dando una mirada serena sin pesimismo
ni triunfalismo, se percibe que el contexto dominante no cuenta con la fuerza demoledora
para acallar y silenciar la oración del hombre latinoamericano.
Por consiguiente, la oración, ese acto ocioso vivido desde el contexto latinoamericano, ha
llevado al cristiano a liberarse de las alienaciones religiosas, las cuales han conducido al
hombre durante muchos siglos a vivir en una profunda resignación. Incluso aceptando
modelos eclesiales verticales, caducos, sin vida, que solo conducen a la muerte temprana.
Junto al verticalismo eclesial, se gestó una mirada sin horizontes de esperanza ante el
futuro, porque todo era visto como voluntad de Dios, incluso las más crueles y descaradas
injusticias.
Pero esta realidad ha cambiado, dado que van germinando semillas de liberación, la Palabra
de Dios al calor de la oración va fecundando y va calando el corazón del hombre, por eso se
interroga, porque existen realidades que no corresponden al orden presentado por Jesucristo
86
Gutiérrez, Teología de la liberación, 270. 87
Boff, El Padre Nuestro, 20.
43
a través del Evangelio. José María Arguedas, escritor peruano, en su obra Todas las
sangres, recoge estas preguntas que inquietan al hombre aquejado y subyugado por un
modelo eclesial que camina con los poderosos de turno y deja de lado al pueblo sufriente y
empobrecido. En un diálogo entre el padre del pueblo y un indígena, narra el poco
horizonte cristiano que tiene el sacerdote, frente a la mirada sencilla y humilde del indígena
quien es presentado como un místico.
Padrecito, tú no entiendes el alma de los indios. La Gertrudis, aunque no
conociendo a Dios, de Dios es. ¿Quién, si no, le dio esa voz que limpia el
pecado? Consuela al triste, hace pensar al alegre; quita de la sangre cualquier
suciedad. El Dios, pues, padrecito. Ella ha sufrido entre los Señores. Dios de los
señores no es igual. Hace sufrir sin consuelo.
Dios es esperanza. Dios alegría. Dios ánimo (…) Dios está en todas partes, en
todas partes88
.
Este relato, refuerza la afirmación cristiana que contempla como el Creador se hace
presente y se revela en los olvidados y maltratados. Para reconocerlo, es necesario tener un
corazón sencillo, que descubra al Padre en aquello que el mundo desecha. Es por eso, que
el sacerdote es incapaz de reconocer la presencia de Dios en una mujer campesina,
indígena, deforme, sin ninguna formación religiosa. Su corto horizonte cristiano, junto a sus
intereses personales, no le permiten descubrir al Todopoderoso en otros escenarios.
El campesino, desde su pobre conocimiento doctrinal, pero con una mirada mística, logra
reconocer la presencia del Creador en aquella mujer, expectorada y abandonada por sus
patrones y por su pastor. El indígena cuestiona, porque reconoce que el Padre celestial es
vida, no muerte, así lo experimenta en su existencia, pero al ver la realidad que lo circunda
descubre que el Dios que le han presentado en los Evangelios, difiere del dios de los
patrones, porque es un dios que permanece mudo ante las injusticias e incluso aprueba esos
delitos.
88
Arguedas, Todas las sangres, 404.
44
Teniendo como base lo planteado, podemos inferir que la oración permite tender puentes
para llegar a un conocimiento del propio ser y del ser que habita en el otro (india
Gertrudis). Realidad que al calor de la oración se ha hace fecunda, porque, el hombre puede
captar quien es el Creador y como va actuando en su historia. Por lo tanto, el conocimiento
que produce la oración, lleva a la humanidad a descubrir paulatinamente quien es el Padre y
quien es el hombre en su esencia. Tal conocimiento, lo arranca de un ensimismamiento, y
lo abre a una nueva experiencia, su referente no es él, sino Jesucristo, vivo y resucitado,
actuando en la historia.
A la luz de la experiencia espiritual, el cristiano va tomando conciencia de su verdadera
naturaleza, porque, “el ser humano es el eikon (semejanza) de Dios y una imagen exige una
configuración con su modelo para encontrarse plenamente en sí mismo”89
. Descubre que no
es una criatura más dentro del cosmos, sino, se ve a sí mismo como la obra máxima de la
creación. Por eso, ante la fascinación que surge al contemplar el misterio emerge la oración
del cristiano y une su voz a la del salmista para decir: “Al ver el cielo, hechura de tus
dedos, la luna y las estrellas, que has fijado tú, ¿qué es el hombre para que de él te
acuerdes, el hijo de Adán para que de él cuides?” (Sal 8, 4 – 5).
El estribillo del Salmo, recoge el asombro que se produce en el hombre al descubrir al
Padre presente en el universo, por ello, “celebra la majestad de Dios que resplandece en la
creación, a esta majestad se contrapone la pequeñez del hombre y se celebra luego su
exaltación sobre todo lo creado, exaltación de la que es protagonista Dios”90
. Esta es una
expresión que brota espontáneamente del silencio, porque, “es la respuesta inmediata que
nos sale de dentro del corazón cuando nos ponemos ante la verdad del ser”91
.
Cuando el hombre penetra en los misterios insondables de Dios a través de la oración,
puede captar paulatinamente el verdadero rostro del Todopoderoso, deja atrás esas
imágenes idólatras que lo han alienado durante muchos años, imágenes que lo han llevado a
89
Mifsud, Una Fe Comprometida con la Vida, 55. 90
Pongutá, El Clamor de un Pueblo, 94. 91
Martini, Itinerario de Oración, 16.
45
vivir en una pasividad angustiante sin mayores horizontes de libertad ante el poder del
tirano. Al igual que Israel en el cautiverio, el hombre logra renovar la confianza y
desmitificar las falsas concepciones que tenía del Creador. Es así como Latinoamérica
redescubre la imagen de un Padre amoroso, que sale al encuentro de sus hijos para
otorgarles libertad.
Dentro de la multiplicidad de características y atributos de Dios, el pueblo latinoamericano
descubre que:
El Dios del pueblo es un Dios de bondad: revela un amor que promueve y libera. El
Dios del pueblo es un Dios fuerte: libera con un poder creador que todo lo tiene en
sus manos. El Dios del pueblo es un Dios fiel: su presencia amiga nunca faltó y
nunca faltará. El Dios del pueblo es un Dios santo: pide justicia, exige compromiso
y envía a la misión92
.
El conocimiento que la humanidad gana frente a Dios gracias a la oración, lo lleva a seguir
intensificando la plegaria, pero también le permite que pueda contrastar la realidad divina
con la vivencia actual. Al dar una mirada objetiva frente a los acontecimientos históricos,
logra captar y aceptar la verdad. “Captar y aceptar la verdad es dejar que la realidad sea en
primer lugar, lo que es, sin violentarla según gustos e intereses”93
. Solo así, al ver de forma
clara y sincera lo que acontece en el mundo, el cristiano puede denunciar aquello que se
oculta y corroe el corazón del hombre porque el pecado, “busca esconderse, hacerse pasar
por lo que no es”94
.
La oración, desde la perspectiva del diálogo filial, lleva al hombre y a la comunidad a
penetrar en las diferentes capas del misterio de amor, incluso en medio de las realidades
contradictorias de muerte temprana. Por otra parte, también conduce a la humanidad a
procurar actualizar la obra de Dios, comprometiendo la vida con la causa del Padre,
92
Mesters, La Misión del Pueblo que Sufre, 56. 93
Sobrino, Espiritualidad, 453. 94
Sobrino, Espiritualidad, 453.
46
mediante la lucha por los pobres, buscando penetrar en su mundo, para encarnarse en sus
luchas, compartiendo sus fatigas y esperanzas, es decir, “a nivel histórico las
confirmaciones tienen que ver con el compromiso cada vez más creciente con los pobres;
más bien con la lucha que ellos libran”95
.
En consecuencia, cuando los cristianos se comprometen con los pobres, no lo hacen de
manera externa, como si fuese una simple lucha social y humanitaria. Se comprometen
porque, se reconocen hijos de un solo Padre y por consiguiente, hermanos en la fe. Solo, “la
filiación y la fraternidad divinas nos exigen conformar un orden económico, político, social
y cultural sin excluidos y donde todos puedan realizar y satisfacer todas sus capacidades y
necesidades”96
.
Dentro del proceso de verdad y honradez frente a lo real e histórico, se da un movimiento a
nivel interno, el cual lleva al hombre a ser conciente de su realidad humana. Dice Santa
Teresa de Jesús en las primeras moradas, que el camino de oración adquiere dinamismo
cuando el hombre comprende y acepta la llamada que le hace el Señor, entiende la
semejanza que tiene con él y libremente busca a su Dios97
.
La búsqueda que hace el hombre no lo realiza fuera de sí, sino dentro, en la profundidad del
corazón. Tras la respuesta al llamado, el cristiano abre su existencia al amor que plenifica,
luego de forma paulatina se dan movimientos internos; donde las potencias del alma
encuentran cada una su lugar, memoria, entendimiento y voluntad. Cada potencia en
armonía con Dios desea estar. Por eso, el hombre se pone de cara ante su realidad, sin
dobleces ni engaños, reconoce sus miserias, pero también sus grandezas. No es un camino
que se recorre en el abandono o la soledad, Dios va suscitando hombres y mujeres que
acompañen el proceso. Hay una determinación tal en el orante que nada se presenta como
obstáculo, todo se encuentra orientado y lo lleva a profundizar en el amor divino.
95
Cabarrús, La Pedagogía, 35. 96
Novoa, Una perspectiva, 26, 27. 97
Cfr. Santa Teresa de Jesús, 1 Moradas, 1.
47
Así pues, esta viene a ser la ruta interna que recorre el hombre en la oración, reconoce
quien es él, pero también a quien tiene delante, a un Dios, hermano, amigo y compañero,
siempre deseoso de darse del todo, siempre y cuando su hijo se dé sin medida. Por tanto,
todo conduce a la oración, se reza con fervor y alegría aún en medio del dolor y del
sufrimiento. Por eso, se afirma que el tiempo que vive América Latina, “es también tiempo
de oración”98
, acto que se percibe a cada paso, con el testimonio de tantos que viven en el
amor, “cualquiera que tenga contacto con las comunidades eclesiales de base es testigo de
que hoy se ora mucho, con intensidad y esperanza en América Latina”99
.
2.3 La oración, un canto de alabanza, súplica y de acción de gracias
Existen diferentes maneras de entrar en diálogo y amistad con el Señor, Orígenes fiel a la
herencia bíblica, presenta cuatro formas de orar con las cuales el hombre se dirige a Dios:
“fervorosa adoración, acción de gracias, oración de perdón y petición”100
. Asimismo, el
Catecismo de la Iglesia Católica muestra la oración como respuesta del hombre ante la
iniciativa del amor divino del Creador, y presenta cinco formas de oración: “la bendición y
la adoración, la oración de petición, la oración de intercesión, la oración de acción de
gracias y la oración de alabanza”101
.
Teniendo como base la reflexión desarrollada hasta este momento, podemos considerar que
la plegaria que caracteriza al pueblo latinoamericano, es la oración de súplica, de alabanza
y de acción de gracias. No se debe mal entender esta caracterización, considerando que las
otras formas de adoración están ausentes, están presentes, pero el tenor dominante son estos
tipos de oración.
El cristiano de América Latina, dirige su plegaria con plena confianza al Padre, por eso no
teme reclamar al Creador cuando dice, “Dios mío, ¿dónde estás?, es una pregunta que nace
98
Gutiérrez, Beber, 33. 99
Gutiérrez, Beber, 33. 100
Orígenes, Exhortación al Martirio, 153. 101
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2626 – 2643.
48
del sufrimiento del inocente, pero que nace también de la fe”102
. Son dos realidades que se
conjugan en esta plegaria. No es una queja escéptica, ni una pregunta cargada de duda, ante
la incapacidad del Señor para frenar el mal, es una oración profunda que devela el camino
de fe que vive el cristiano, porque, el orante es capaz de reconocer que la realidad que
golpea y acontece en su comunidad, no tiene nada que ver con el orden inaugurado por
Jesucristo, por eso se atreve a cuestionar.
Tener la luz para reconocer la pobreza y opresión en la que se encuentra sumergido el
continente Americano, no es el aspecto fundamental y novedoso que proporciona la oración
latinoamericana. “La novedad está constituida no por la miseria, la represión y la muerte
temprana que son, desgraciadamente, antiguas en estas tierras, sino por un pueblo que
empieza a percibir las causas de esta situación de injusticia y busca sacudirse de ella”103
. El
ir tomando clara conciencia de la raíz que provoca la pobreza y golpea al pueblo, lleva
necesariamente a emprender caminos de liberación, no desde las armas sino desde el amor
evangélico que va germinando en el silencio de la oración.
La toma de conciencia por medio de la oración va despertando cautela y preocupación en
medio de los dominadores de turno, por ello, se habla de un “tiempo de solidaridad y
oración, y en cierto modo, sintetizándolo, tiempo de martirio”104
. Es una oración teñida de
sangre que se erige como signo concreto de la cercanía del día de salvación, dado que, el
mártir al ofrendar su vida, va dando testimonio de su total adhesión a Jesucristo y a su
causa, por eso no teme perder la vida, sabe que el mismo Dios que resucitó a su Hijo
Jesucristo, será quien lo resucite.
Si la fe no permeara la existencia de América Latina, sería imposible hablar de algún
intento de liberación, o, si en el imaginario religioso del pueblo existiese la imagen de un
Dios que, “no es bueno, ni amante, ni poderoso, entonces no habría problema”105
, nadie se
102
Gutiérrez, Hablar de Dios, 21. 103
Gutiérrez, Beber, 31. 104
Gutiérrez, Beber, 34. 105
Gutiérrez, Hablar de Dios, 21.
49
atrevería a cuestionar. La perplejidad es mayor porque, se espera y se confía en el Dios de
la vida que es siempre fiel a sus promesas. Por eso, el silencio del Creador ante las
situaciones de muerte, se hace más angustiante, aunque, “se puede percibir una paz de
fondo”106
.
La oración en América Latina, desde las características presentadas (la oración de súplica,
de alabanza y de acción de gracias) se hace germen de un nuevo caminar, porque conduce
al hombre a un conocimiento de sí mismo de su ser y de su misión en el mundo. En
consecuencia, sale sin temor alguno a pregonar la justicia divina, como exigibilidad, no
como filantropía. Lo hace porque, la misericordia reboza en su interior, la cual, “no se
reduce aquí a lo emocional – afectivo (aunque lo puede acompañar), sino que significa
reacción ante el sufrimiento ajeno que se ha interiorizado, que se ha hecho una misma cosa
con uno mismo, para salvar”107
.
Por consiguiente, la oración latinoamericana fecunda el corazón del hombre y permite que
brote en él una fuerza trascendente que lo empuja a salir del yo, para ir al encuentro de un
tu concreto, con un rostro lastimado y sufriente. El creyente, impulsado por ese amor, es
capaz de ir a buscar al hermano porque reconoce en el prójimo la gran dignidad de hijo de
Dios, dado que puede, “hallar a Jesús en el otro, para descubrir al otro como otro al cual yo
debo entregarme”108
2.4 La oración, un canto de fe, esperanza y caridad, venga a nosotros tu reino
En el apartado anterior, se buscó perfilar el camino de oración que va recorriendo
Latinoamérica. Donde, se puede apreciar la existencia de realidades contradictorias y de
muerte, las cuales no han silenciado la oración, porque, la plegaria sigue emergiendo desde
la profundidad del hombre. Con la oración, el pueblo va manifestando su inconformidad
106
Cabarrús, La Pedagogía, 26. 107
Sobrino, Espiritualidad, 454. 108
Segundo, Espiritualidad, 25.
50
frente al contexto que impera, por eso rechaza los distintos caminos que se erigen como vía
de solución, los cuales pretenden lograr la liberación del hombre mediante la violencia.
Hay una gran utopía que brota con vigor en el corazón de América Latina, se anhela
alcanzar la libertad de los hijos de Dios; por eso se rechaza todo tipo de violencia. Se
reconoce que solo desde la fuerza del amor evangélico que se origina en la plegaria
silenciosa y sencilla, se puede conseguir la verdadera realización del hombre. El siguiente
poema, brinda luces para descubrir el sentido de esperanza que emerge en el continente:
Yo no quiero ser el hombre que se ahoga en su llanto, de rodillas hechas llagas que se
postra al tirano. Yo quiero ser como el viento que recorre el continente, y arrasar
tantos males y estrellarlos entre rocas. Yo no quiero ser el verdugo que de sangre
mancha el mundo, ni arrancar corazones que buscaron la justicia.
Yo quiero ser el hermano que da la mano al caído y abrazados fuertemente, vencer
mundos que oprimen. Por qué vivir de engaños hermano, de palabras que segregan
veneno, acciones que martirizan al hombre tan solo por tus caprichos riqueza, hay,
solo por tus caprichos riqueza109
.
El poema sale a la luz en medio de una situación dramática para el pueblo de Ayacucho –
Perú. Alrededor del año 1985, se dieron continuas desapariciones forzosas, secuestros
masivos y muertes violentas. Ayacucho se encontraba en medio de dos frentes, por una
parte el ejército miraba con sospecha cualquier movimiento de los campesinos, por otra
parte los terroristas al ver la indiferencia de los campesinos ante sus propuestas de
liberación subversiva, comenzaron a considerarlos traidores de la revolución armada y
enemigos del pueblo. En ese contexto atravesado por el sinsentido de la muerte, se gesta el
poema.
109
Poema, compuesto por Víctor Tenorio García, no publicado, forma parte de las letras de la canción
popular: “El Hombre”.
51
Claramente se puede apreciar cómo el autor pone en paralelo dos situaciones, la tiranía con
toda su maquinaria de violencia y la libertad que nace desde la fraternidad. Las dos
realidades reclaman una opción. El autor toma una clara postura, porque afirma su opción
por la vida, rechazando a la vez cualquier tipo de sumisión y resignación, porque, no se
deja amedrentar frente a las fuerzas destructoras que pretenden acallarlo y sumirlo en la
desesperanza. Considera que su vida puede adquirir otro sentido, en especial cuando es
capaz de dar la mano al caído, y hacer realidad el proyecto de hermandad, como signo del
reinado de Dios.
Su mirada aguda, lo lleva a identificar el poder destructivo de la violencia, expresada en la
figura del verdugo, quien en su egoísmo y afán de dominar, va cerrando paso a la justicia.
Pero, no se queda solo en la periferia, penetra hasta la raíz del problema, y pone en
evidencia las causas de la violencia, por eso subraya: “tan solo por tus caprichos riqueza”.
Las ansias de poder y dominación, no se convierten en modelo de vida para el pueblo, por
lo menos para aquella porción que se abre a la esperanza en Yahvé. En respuesta a la
maquinaria de violencia y opresión que azota al continente, surge una propuesta alterna,
que encuentra clara conexión con el Evangelio,
Un valor importante que subraya el poema, es la alteridad, porque no desconoce al otro,
tampoco lo ve con sospecha o como un potencial enemigo, sino es capaz de ver en el otro a
un hermano que comparte la misma suerte, porque, ambos son avasallados por el
dominador. Nacen así, puentes de unión, no para incrementar el resentimiento y el odio,
sino, para que juntos puedan alcanzar la libertad, por eso con plena confianza y con un
hondo sentido de esperanza dice: “y abrazados fuertemente, vencer mundos enemigos”.
Por lo tanto, la plegaria toma un tinte de fe y esperanza que a la vez se orienta a la
concreción del amor. Solo la fuerza del amor fraterno desde esta perspectiva, tiene la
capacidad para romper las cadenas de odio que producen las fuerzas del poder. Solo al dejar
atrás las cadenas del odio, se pueden abrir “caminos de vida verdadera y plena para todos,
52
caminos de vida eterna”110
. Todo adquiere dinamismo gracias a la fuerza del amor
misericordioso, “todo, absolutamente todo, pende del ejercicio de la misericordia. De ella
depende la salvación trascendente, pero también el vivir ya en la historia como seres
humanos salvados”111
.
Por eso, con gran humildad se afirma que, “vivimos hoy en América Latina un tiempo de
solidaridad. A lo largo y ancho del subcontinente crece un movimiento solidario en defensa
de los derechos humanos, en particular de los pobres”112
. Estos son signos concretos que
van renovando la confianza y alimentan la esperanza, porque, pese a las contrariedades y
persecuciones, la solidaridad y la fraternidad, se presentan como indicadores de una opción
clara por el Evangelio y el reino de Dios.
De modo que, nos encontramos en América Latina con una oración cargada de un fuerte
sentido de fe, esperanza y amor. No es una esperanza concebida como una simple
efervescencia optimista, es una esperanza eminentemente pascual, que se nutre de éste
evento. A partir de la pascua de Jesucristo, para el cristiano todo vuelve a ser posible,
porque Cristo como la Nueva Primavera vence el manto de oscuridad que cernía sobre la
humanidad.
Con la resurrección, el Hijo de Dios otorga un nuevo sentido a la humanidad; el hombre ya
no vaga aplastado por el pecado, ni se encuentra sumido en la angustia o la desesperación,
tampoco se rinde con facilidad ante las obras de la carne, ahora tiene el valor y la fuerza del
Espíritu que clama en su interior y lo lleva a obrar siempre, según la voluntad salvífica de
Dios, aún en medio del “conflicto y movimientos contradictorios”113
.
Por eso, puede proclamar en la oración que todo vuelve a ser posible, plegaria que no forma
parte de una metáfora ilusa, que busca infundir buen ánimo, “es un grito de esperanza.
110
Aparecida, Nº 13. 111
Sobrino, Espiritualidad, 455. 112
Gutiérrez, Beber, 32. 113
Cabarrús, La Pedagogía, 13.
53
Queremos con él afirmar nuestra fe en la vida, que siempre es más fuerte que la muerte.
Queremos ser testigos de esta experiencia de Nueva Humanidad en la que todos los
creyentes estamos llamados a vivir”114
. Gracias al resucitado, la vida adquiere nuevas
posibilidades, porque la resurrección pone de manifiesto el poder del Padre y su señorío
frente a las fuerzas de la oscuridad115
.
La resurrección de Cristo permite que la comunidad pueda anhelar y esperar con gozo la
llegada plena del reino. Desde el silencio y la oración, se contempla la fidelidad de Dios
ante sus promesas, con esa confianza se testifica: “quien resucitó a Jesús de entre los
muertos fue Yahvé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de la promesa”116
. De esa
manera se fortalece la fe y la esperanza, la cual se hace cada vez más fuerte gracias al
evento Cristo, porque, es Él quien va fundando la vida teologal. Es necesario dejar en claro
que el vehículo que conduce al hombre a reconocer las semillas de esperanza en medio de
las más tenebrosas oscuridades, es la oración. Gracias a ella, el corazón del cristiano se
enciende en amor gratuito y camina “sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía”117
.
La esperanza en el Padre que da vida, permite que el pueblo pueda abrir nuevos surcos en el
camino de la salvación, se espera porque se confía que la plenitud del reino de Dios se hará
manifiesta. No se puede entrar en errores, pensando que el reino no esta presente, ya esta en
medio del mundo, fue inaugurado y proclamado por Jesús y se ha confirmado con la
resurrección de Cristo, pero aún no ha llegado a su plenitud. El día que se venza
definitivamente al pecado, cuando la muerte no tenga más dominio, se hablará de la
plenitud del reino, porque no habrá más llanto ni tristeza ni dolor, sino vida eterna. Pero
mientras llega el ansiado día, se seguirá caminando por el desierto gritando: ¡ven Señor! Y
¡venga a nosotros tu reino!
114
Un grupo de creyentes, “Todo Vuelve a ser Posible”. Orar 139 (201), 4. 115
Cfr. Moltnan, Teología de la Esperanza, 186. 116
. Moltnan, Teología de la Esperanza, 184. 117
San Juan de la Cruz, Poema La Noche Oscura, 3.
54
En medio de este contexto desgarrador, donde la vida lucha contra la muerte, la plegaria del
Padre Nuestro se erige como un canto de esperanza, en especial cuando se proclama:
“venga a nosotros tu reino”. Esta petición es todo un himno de fe que sintoniza con el deseo
más ardiente de Jesús, porque, “el anuncio del reinado de Dios, constituye el quicio de su
mensaje y el móvil de su actuar”118
.
Jesús vive para manifestar a los hombres la llegada del reino, no solo con palabras sino
también con signos concretos, tal como lo expresan los evangelistas: “El Espíritu del Señor
esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad
a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18 – 19). “Y le trajeron
todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos,
endemoniados, lunáticos, y paralíticos, y los curó” (Mc 4, 2).
Por consiguiente, el reino de Dios, no es algo extraño, ni ajeno a la realidad del hombre, es
respuesta a sus necesidades más apremiantes, frente a las cuales se siente impotente y
limitado para responder. Por eso, pide al Creador que ejerza su soberanía en el universo, y
en el corazón del hombre, para que sustituya el corazón de piedra por un corazón de carne,
capaz de sentir y padecer el dolor de los pobres y desposeídos.
La misericordia que brota del corazón del hombre nuevo, lo saca de sí, y lo lleva a tender la
mano al hermano caído, no solo para llorar junto a él, sino para que juntos puedan abrir la
existencia por rutas de fe, esperanza y caridad evangélica. Desde esa vivencia, la
comunidad se hace signo vivo del amor que orienta la historia hacia la liberación aunque,
“esos signos son solo signos, pues no cambian la estructura de la realidad, pero apuntan a la
dirección del reino y suscitan la esperanza de que el reino es posible”119
.
118
Boff, El Padre Nuestro, 73. 119
Sobrino, Espiritualidad, 463.
55
El pedir y suplicar a Dios la llegada del reino, es un acto de fe profunda, porque significa
que el mundo está reconociendo; en primer lugar la supremacía de Dios, y en segundo lugar
manifiesta que el corazón humano se encuentra ansioso por acoger el reino. En este sentido,
de forma sencilla y sabia, dice Santa Teresa de Jesús:
Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros
muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí
mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción
grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y
bendicen su nombre y no le ofende nadie120
.
La esperanza que acompaña la plegaria del pueblo Latinoamericano, se ha convertido en el
motor de sus existencias, hay un anhelo profundo que subyace en el corazón, por ser
testigos de la implantación definitiva del reino. Razón por la cual, la comunidad invita a la
oración, busca caminos para que todos alaben y glorifiquen a Dios, tal como lo expresa
Santa Teresa, pero también, se lucha por arrancar al mundo, “de las limitaciones
infraestructurales, tales como la enfermedad, la pobreza, la muerte”121
.
Solo cuando se deja atrás el egoísmo que ensombrece el corazón del hombre, se puede
hablar de un camino de esperanza y liberación, porque, siempre estará latente la tentación
de vivir encerrados en el yo personal, sin ningún referente comunitario. Esta es una gran
prueba que acompaña a la humanidad. Cuando el hombre se cierra sobre sí, pierde su
sentido trascendente, porque es incapaz de salir de sí, para ir al encuentro del otro, por eso
Santa Teresa de Jesús agradece a Dios, por haberla rescatado de ella, dice: “Sea el Señor
alabado que me libró de mí”122
, es decir, de vivir centrada únicamente en su historia.
Dentro del proceso de implantación del reino de Dios, se descubre que el egoísmo se
encuentra en la raíz del pecado, junto con la ambición. Ambas realidades son fruto de la
120
Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 30, Nº 5. 121
Boff, El Padre Nuestro, 78. 122
Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, 2, Nº 1.
56
opción antievangélica, que hace la humanidad cuando decide vivir según la carne, “las
escrituras entienden como sinónimos andar según la carne y vivir en el pecado. Carne es la
debilidad moral, la infidelidad en la obediencia a Dios”123
. Tal opción va anidando en el
corazón, a tal punto que lleva a encapsular al hombre. Es por eso, que La doctora mística
Teresa de Jesús, dirige su oración de gratitud al Señor, por haberla liberado de un gran
obstáculo, que era vivir en un círculo vicioso donde el centro era únicamente ella.
Romper el círculo de egoísmos, ya es signo de esperanza porque, se vislumbra la llegada de
un nuevo amanecer. Es una certeza que habita en el corazón del nuevo pueblo, que confía
en la mano poderosa de Dios, que vendrá a rescatarlo. Ese mismo anhelo experimentó la
primera comunidad en Palestina, “para el judío de entonces el reino de Dios era la
personificación de la esperanza en orden a la realización del ideal de un soberano justo
jamás cumplido sobre la tierra”124
.
Es una anhelo que se hace radical a medida que se va profundizando en la oración, aunque
nuestros ojos no lleguen a ver, hay una seguridad que, “este mundo tal como lo vivimos y
sufrimos, tiene un fin: vendrá un nuevo cielo y una nueva tierra donde habitará finalmente,
la justicia, la paz, la concordia de todos los hijos en la gran casa del Padre”125
. Todas estas
realidades que se dan, son indicadores de la presencia divina, por eso, “la llega del reino de
Dios tiene, pues, que entenderse en el horizonte de la pregunta de la humanidad por la paz,
la libertad, la justicia y la vida”126
.
En definitiva, orar pidiendo la pronta llegada del reino es señal de una fe firme, pero
también, implica una gran responsabilidad de parte del que clama al Padre con esas
palabras, “lo decía muy bien Orígenes: „el reino esta en medio de nosotros. Es evidente que
quien suplica venga a nosotros tu reino lo hace para que en él el reino de Dios aumente,
123
Boff, Vivir en el Espíritu, 41. 124
Kasper, Jesús, el Cristo, 87. 125
Boff, El Padre Nuestro, 79. 126
Kasper, Jesús, el Cristo, 88.
57
fructifique y llegue a término‟”127
. Por lo tanto, no se trata solo de pedir algo
mecánicamente, esperando que su llega acontezca de forma mágica, sino, requiere apertura
y respuesta personal, en especial exige compromiso con los pobres mediante un hacer
amoroso, para dejar que el reino cobre vida y se haga carne en cada hombre.
2.5 La profecía al calor de la oración
Otro rasgo característico de la oración latinoamericana viene a ser el talante profético que
encierra, a lo largo del continente muchos hombres y mujeres, hacen realidad esta
dimensión. Antes de presentar los matices propios de ésta plegaria, consideramos necesario
trazar a grandes rasgos el perfil del profeta, de tal manera que podamos ampliar nuestro
panorama de comprensión.
Dentro del imaginario popular, se suele identificar al profeta con un agorero que predice el
futuro, pero, analizando la raíz de la palabra, descubrimos que es un término usado por el
pueblo de Israel para designar al hombre que vive movido por el espíritu de Dios, el cual es
capaz de proclamar: “Ardo en celo por Yahvé” (1 Re. 19, 9). El término nabí, que se
traduce como profeta, es el predominante en la Biblia Hebrea, y hace clara referencia al
hombre que ha sido llamado, “indicaría por tanto, a uno que recibió de parte de la divinidad
una vocación (…) el nabí viene a ser una figura carismática sin un derecho hereditario o
derivado de poderes políticos, pero autorizado por esa vocación a hablar u obrar a nombre
de Yahvé”128
.
Hablar de la profecía al calor de la oración, tiene como finalidad resaltar la relación que se
teje, entre el carisma y la conciencia de saberse llamado para tal misión. En la afirmación
de la identidad cristiana y profética, la oración conduce al hombre a un conocimiento
paulatino de su ser y misión dentro del plan de salvación. Logra descubrir con objetividad
que su paso por la historia no es casual, se reconoce portador de la palabra divina, porque,
127
Boff, El Padre Nuestro, 80. 128
Pongutá, Por Medio de los Profetas, 49.
58
“Dios se apodera de los profetas, irrumpe en sus actividades, los toma a su servicio o los
escoge y los prepara”129
.
La luz que irradia el Espíritu en la vida del profeta, lo lleva a mirar de forma serena lo que
acontece en el mundo, se pregunta una y otra vez si la sociedad vive de acuerdo a la
voluntad de Dios, y cuáles son los signos que presenta de esta vivencia. Al descubrir que el
mundo camina de espaldas a la voluntad de Dios, su celo profético lo impulsa a elevar su
voz de protesta en medio de la comunidad, porque, reconoce que el verdadero culto no
consiste en inmolar toros y carneros cebados, sino radica en hacer visible la justicia y el
derecho.
La profecía al calor de la oración, se erige como la conciencia que recuerda una y otra vez
al pueblo, el llamado a la fraternidad, lo invita a tender la mano a los más necesitados. Pide
y exige a los cristianos que se haga visible la justicia, también lucha para que, se cumpla el
derecho anunciado desde antiguo por los profetas. Solo el cristiano será fiel al llamado de
Dios, cuando viva y haga realidad la justicia y el derecho, de lo contrario, vivirá un culto
vacío, sin vida.
Fray Bartolomé de Las Casas, Obispo de Chiapas México en 1534, fiel a su misión
profética y apostólica, junto a otros discípulos de Cristo, abanderaron la defensa de los
desposeídos. No vivió el silencio cómplice, de los cobardes que frente al poder del tirano se
dejan amedrentar y callan. Incluso se adelantó a su época, cuando afirmo ver en los indios
de América Latina la presencia de Jesucristo, “esa fue la certera intuición de Bartolomé de
Las Casas al afirmar que había dejado en estas tierras, las indias, „a Jesucristo, nuestro
Dios, azotándolo y afligiéndolo y abofeteándolo y crucificándolo, no una, sino millares de
veces‟ ”130
.
129
Schökel y Sicre, Nueva Biblia Española, 20. 130
Gutiérrez, Hablar de Dios, 23.
59
Por lo expuesto, podemos decir que el profeta, como hombre de Dios, es capaz de descubrir
nuevos horizontes de salvación, logra contemplar la luz, donde los demás vislumbran
oscuridad y muerte. No se deja amilanar por las fuerzas del mal, aunque es conciente que su
vida corre peligro, pero eso no lo detiene, la fuerza del Espíritu lo mueve a lanzar voces de
liberación, “hay de mi si no evangelizo” (1 Cor 9, 16).
Tampoco, se deja seducir por el poder, sino se mantiene fiel a la misión que el Señor le ha
encomendado. No es una labor que emprende solo, llama al pueblo a despertar del letargo
en el cual está envuelto, para que juntos puedan promover caminos de liberación. Su vida,
está consagrada a la misión de guiar a la comunidad para que, pueda vivenciar plenamente
la voluntad divina, de la cual él se siente depositario y portador.
Por otra parte, cuando el profeta se dirige al pueblo avasallado y sufriente, lo hace con un
claro objetivo, tender puentes para renovar la esperanza en Dios Padre, el cual está cerca de
sus hijos y se mantiene atento a sus súplicas. Es decir, el hombre invadido por el Espíritu de
Yahvé manifiesta su opción por los pobres, por los excluidos del mundo, por aquellos que
no cuentan en la sociedad, “esta preferencia debe ser por lo tanto una norma de vida para el
cristiano”131
. El lenguaje con el cual se dirige al pueblo no es abstracto, sino real y
existencial, fogueado en la oración. Es capaz de infundir luz en el camino, porque reconoce
la supremacía de la vida ante los sufrimientos de sus hermanos.
El profeta es testigo de la crudeza del sufrimiento humano, y nunca calla, por eso, dice sin
temores: “ „¡Yo vi el hambre! Vi a todo el pueblo gimiendo de hambre, buscando pan‟
(Lam 1, 11)”132
. “ „¡Yo vi la miseria! Vi al pueblo pagando a precio de oro el agua que
bebía, y gastando mucho dinero por leña que usaba‟ (Lam 5, 4)”133
. “ „¡Yo vi el terror! Vi
mujeres violadas en la ciudad de Jerusalén, y muchachas deshonradas en todo el país‟ (Lam
5, 11)”134
. “ „¡Yo vi la tristeza de la muerte! La ciudad perdió su belleza‟ (Lam 1, 6),
131
Gutiérrez, En Busca de los pobres de Jesucristo, 93. 132
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 21. 133
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 22. 134
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 23.
60
„Jerusalén, Hija de Sión, quedó desnuda; ella gime y esconde el rostro de vergüenza‟ (Lam
1, 8)135
”. “ „¡Yo veo la esclavitud! Nuestra juventud fue llevada al cautiverio‟ (Lam 1, 18)
„los muchachos tiene que arrastrar la piedra de molino y las muchachas andan caídas bajo
las cargas de leña‟ (Lam 5, 13)”136
.
El clamor ante el dolor descrito en el libro de las Lamentaciones aún no ha cesado. Hoy en
el pueblo Latinoamericano sigue resonado esta voz, porque hombres y mujeres son
víctimas del sistema que rige desde hace mucho. Existen pueblos enteros que son arrasados
por la violencia, donde los jóvenes a temprana edad son reclutados y obligados a llevar bajo
sus hombros la pesada carga de un fusil, otros tantos, se ven privados de su libertad y son
obligados a vivir ocultos en la selva. El dolor de muchas madres sigue llegando a Dios,
ellas lloran desconsoladas ante la muerte temprana e injustificada de sus hijos y claman por
justicia. Los líderes son acallados, desterrados y asesinados por hablar en favor de los
pobres.
El profeta que ora al calor de la oración, puede contemplar la crudeza del dolor como ya lo
hemos presentado, pero tras ese panorama de muerte, también logra vislumbrar e identificar
los retoños de salvación que se van gestando, porque, el mal no puede reinar en el universo,
existe un ser Supremo que gobierna las naciones y el cosmos. El profeta lo conoce, sabe
quien es aquel cuya fuerza es capaz de vencer el mal, lo sabe no por las múltiples
reflexiones que ha hecho, sino, porque ha tejido con el Padre una historia de amor, por eso
anhela conducir al pueblo al encuentro con el Señor.
Al contemplar el panorama desolador de América Latina donde reina la muerte, resulta
paradójico hablar de semillas de esperanza, por eso en muchos ámbitos surge la pregunta:
¿Cual es el signo palpable que el profeta descubre en el pueblo, para hablar de la
esperanza? Antes de dar respuestas apresuradas, es necesario dar una mirada al camino de
fe del pueblo de Israel, nuestros padres nos pueden ayudar a identificar la raíz de la
135
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 24. 136
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 25.
61
esperanza aquello que les devolvió la confianza, “si bien es cierto que leemos la Biblia
también es verdad que ella nos lee, nos interpela”137
.
En el cautiverio, el pueblo elegido por Dios, pudo madurar su camino de fe y salvación,
“Dios los había llevado al cautiverio con el fin de abrirles a un nuevo futuro y una nueva
esperanza” (Jer 29, 11)”138
. Israel logró dar el paso, dejar de lado el dolor paralizante, para
abrirse a la esperanza viva y activa. Ellos, fueron capaces de descubrir en su historia y en la
situación concreta que vivían, la voz del Creador, el cual no los dejó en el abandono.
Fiel a sus promesas, el Padre los seguía llamando, incluso desde antes de su nacimiento:
“Desde las entrañas maternas, Él ya pronunciaba mi nombre. Todavía estaba en el seno de
mi madre y el Señor ya me llamaba” (Is 49, 1). Descubrir el paso misericordioso de Dios,
en sus vidas les renovó la confianza, pero no fue el único signo que encontraron en su
camino. Reconocer las infidelidades constantes del pueblo y la necesidad de renovar la
alianza, con un corazón nuevo, fue una gran intuición del profeta.
Otro signo que desplegó luz de esperanza en la comunidad, fue la fidelidad al plan de Dios,
vivido por el pequeño resto de Israel; resto que se resiste a vivir según los paradigmas del
momento, “por un lado, estaba Nabucodonosor que pisoteó los derechos de los pueblos,
despedazó la justicia y creó un sistema que mantenía el mundo en esclavitud. Por otro lado
estaba el pueblo por él esclavizado que, a pesar de estar oprimido, no oprimía; a pesar de
sufrir las injusticias, no respondía con injusticias”139
.
Por lo tanto, la resistencia a vivir en el paradigma del odio fue uno de los aspectos
medulares que impulsó al profeta a pregonar con viva fe que el Dios siempre justo, no
abandona a sus hijos y que, volverá a repetir sus prodigios, incluso de una manera que
137
Gutiérrez, Hablar de Dios, 26. 138
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 41. 139
Mesters, La Misión del Pueblo que sufre, 30.
62
rebasa las expectativas. Se dice que el profeta, “Jeremías fundamenta toda la confianza en
la espera de un nuevo hecho salvífico con el que Yahvé sobrepasará el pacto del Sinaí”140
.
Esa misma realidad se constata hoy en Latinoamérica, porque a pesar de haber sufrido
humillación, desolación y destrucción, el resto pobre y maltratado no ha reaccionando de la
misma forma, la violencia no se ha vuelto una máxima de vida. Por ello, Es preciso que la
sociedad sea reconstruida por ese pequeño resto, el cual se niega a vivir de acuerdo a los
paradigmas de violencia, “ellos son los que en esta tierra extraña y de muerte que es
América Latina levantan lo que García Márquez llamaba, en su hermoso discurso al recibir
el premio Nobel, la utopía de la vida: „frente a la presión, el saqueo y el abandono, nuestra
respuesta es la vida‟141
”142
.
En Jesús, pobre y maltratado que va camino a la cruz, el resto de Latinoamérica contempla
su destino, tal como lo presentan los evangelistas, “el Salvador que sufre es para Lucas el
hombre de Dios que, atacado por los poderes malignos, se convierte en modelo del
sufrimiento inocente debido a su entereza y al perdón que otorga”143
. Éste es el destino del
justo, del profeta, el camino al martirio, aunque guarda la certeza que su vida no será
destruida, camina con plena confianza y espera en el amor de Dios, por lo tanto: “La cruz,
en fin, se convierte en un intemporal sacramento del martirio, que perfecciona al mártir y lo
une con el Cristo celestial”144
.
El martirio de Monseñor Oscar Romero, es un signo visible del compromiso con el reino,
en medio de las situaciones tortuosas y de muerte porque, “a la puerta esta el pecado
asechando como fiera” (Gen 4, 7), en espera agazapada para atacar a las ovejas. Él como
pastor y profeta infundió esperanza en el pueblo salvadoreño, el cual se encontraba
crucificado. “Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de
140
Von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 336. 141
García, La soledad, 51. 142
Gutiérrez, Beber, 41. 143
Dibelius, La Historia de Las Formas Evangélicas, 196. 144
Moltnann, Teología de la Esperanza, 207.
63
un pueblo oprimido y humillado. El Evangelio me impulsa a hacerlo y en su nombre estoy
dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte. Y si me matan, resucitaré en el
pueblo salvadoreño”145
.
Por último, es preciso afirmar que, la confianza que infunde el profeta, anima la existencia
del pueblo que se compromete con su historia, juntos caminan no de forma ilusa, sino con
la confianza puesta en el Señor, cuya bondad, misericordia y fidelidad nunca fallan. Es
preciso reconocer que la profecía no se puede considerar como un simple impulso
emocional. Es una realidad que bebe de la oración, ella la sostiene y la nutre. Es ahí en el
silencio donde el cristiano se cuestiona y dice: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy
haciendo por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”146
, por eso, nunca está tranquilo, el
Espíritu de Dios lo empuja a pregonar la justicia y el amor.
2. 6 Conclusión
El recorrido que hemos realizado desde la propuesta espiritual de América Latina, nos
permite reconocer que, la oración se presenta como un canal que hace posible la
comunicación íntima entre Dios y el hombre, la tradición de la Iglesia así lo ha vivenciado
en estos veinte siglos de peregrinación. Un cristiano verdadero no se puede llamar así, si no
vive esta dimensión, dado que, la oración permite ir adquiriendo mayor identidad con la
misión. Por lo tanto, la plegaria tiene la capacidad de conducir la existencia por rutas
desconocidas e inimaginables, porque brinda confianza, plenitud; a la vez foguea el corazón
y brinda claridad en la mirada, desde esa lucidez que adquiere el hombre puede descubrir e
ir discerniendo la voluntad de Dios.
Este caminar, lleva al hombre y a la comunidad a sumergirse en los insondables caminos
del misterio, se pasa de una oración sencilla a una plegaria cada vez más profunda, donde el
discípulo sin mediar palabras va entrando en un diálogo real y existencial con el amado. El
145
Homilía de Monseñor Oscar Romero, www.wikipedia.org, (consultado 5 de mayo de 2010). 146
Mifsud, Una fe comprometida con la vida, 73.
64
camino de fe que realiza el cristiano, permite que pueda gestar una nueva espiritualidad.
Nueva, por la originalidad de la Palabra, además, porque responde a un contexto concreto,
marcado por la violencia y el desamor, pero también, por las semillas de esperanza que a su
paso anuncian la llegada de la liberación de todas aquellas cadenas que no le permiten
correr a los brazos del Padre.
El Espíritu del Maestro guía el proceso de liberación en América Latina, su vida se erige
como modelo de oración para todos los cristianos. El pueblo tiene los ojos puestos en Él,
con humildad los cristianos se acercan a suplicar por sus necesidades, o simplemente a
contemplar su rostro sufriente. A través de la plegaria, se va identificando la voz del
Creador quien llama al pueblo para hacerle partícipe de la misión, en el anuncio del reino,
tanto en hechos como en palabras. Reino que acontece en el interior de la persona, porque,
al abrir las puertas del corazón, le permite al Creador ejercer toda su soberanía.
El orante, va descubriendo que el camino de fe no lo recorre solo, ni abandonado a su
suerte en medio de las tinieblas, al penetrar en las profundidades de su ser, descubre la
presencia de Dios, actuando en él, se reconoce hijo amado del Padre, depositario de una
gracia especial que lo capacita para vivir una nueva vida, marcada por el amor oblativo que
lo conduce a la libertad. El amor que emerge del profeta no es un impulso emocional, es un
imperativo y una opción fundamental, desde la cual su vida adquiere una nueva orientación,
no solo lucha por vivir y moverse en Dios, descubre que su existencia tiene que iluminar y
liberar la vida de sus hermanos que aún son esclavos del pecado estructural y social.
Por lo tanto, el orante en América Latina se encuentra movido por el amor de Dios que
florece en su interior, no vive mudo e indiferente ante el dolor del pueblo, levanta su voz de
protesta, porque comprende que el orden deseado por el Padre, busca hacer al hombre más
humano. Contempla sin miedos y cobardías que la sociedad necesita ser renovada desde el
Evangelio. Quizás uno de los grandes aportes de la oración en la vida de todo cristiano,
radica en la capacidad que adquiere para vencer los muros del pecado, que lo llevan a vivir
ególatramente, encerrado en el egoísmo sin ninguna referencia comunitaria.
65
Sólo cuando la humanidad es capaz de romper con el egoísmo, se abre a una nueva
dinámica, donde los otros cuentan, el dolor de los que sufren se hace patente, y nace la
empatía con los sufrimientos y luchas de quienes claman ser escuchados y atendidos. No se
vive una simple utopía, en la espera pasiva de que en algún momento llegue la liberación.
Impulsados por la fuerza que brinda el Espíritu Santo, el nuevo pueblo de Dios se lanza a
participar activamente en la implantación del reino.
En consecuencia, el orante no se queda en la periferia de los problemas, va a la raíz del
pecado, aunque eso le implique vivir en medio de las dificultades, incluso con el peligro de
perder la vida, pero eso no lo desalienta. América Latina en estos últimos años ha vivido
tiempos fuertes de oración, y de entrega gozosa de la existencia. Esa confianza se enraíza
en la pascua, porque, se espera en la bondad y en el poder del Padre que resucitó a Cristo.
De la certeza pascual, surge una renovada esperanza y la necesidad de gestar una nueva
humanidad que viva el amor histórico y concreto. La antigua tradición cristiana dice que la
sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, en nuestro siglo, el continente se ha
revitalizado en la fe y en el compromiso con la causa del reino, porque muchos hombres y
mujeres, pastores y catequistas, han ofrendado su vida por el anuncio del Evangelio. Este es
un signo de la gran liberación, en diferentes puntos se levantan los profetas de esperanza
que anuncian al pueblo la libertad en medio de estas realidades.
Por último, se identifica que las fuerzas del mal no han quedado sumidas en la pasividad, ni
están relegadas al olvido, han desplegado toda su furia contra los constructores de paz, han
pretendido acallarlos y relegarlos al olvido, pero la voz del amor que nace desde la
profundidad del ser se erige con vigor para anunciar la liberación. Por lo tanto, la plegaria
en el pueblo latinoamericano, no se concibe como un simple acto mecánico o cultual, se
ora, porque se espera, se espera porque se confía en el Señor, puesto que, se tiene la certeza
que únicamente el amor puede llevar a la humanidad a vivir la libertad plena de los hijos de
Dios.
66
3. CONCRECIÓN HISTÓRICA DESDE LA EXPERIENCIA DE ORACIÓN
El seguimiento, tras la experiencia del llamado y del encuentro con el Maestro vivo y
resucitado, se constituye en el momento de la revelación plena donde el hombre capta la
voluntad del Creador. Tal experiencia, lleva al cristiano a ir adentrando su existencia en el
misterio profundo e insondable del amor que vence a la muerte. En medio de ese viaje
interno, la oración se presenta como vehículo que conduce al cristiano a explorar las
secretas cavernas donde resuena con fragor la voz del Padre. En esa travesía interior, el
discípulo va descubriendo de manera clara el rostro del Todopoderoso, a la vez va bebiendo
de la fuente de vida verdadera, la cual lo va nutriendo y recreando para vivir como hijo de
Dios.
Es preciso advertir que el camino de oración guiado por la fe, cuenta con momentos de gran
intimidad espiritual donde renace la esperanza, porque se puede atisbar sensorialmente la
presencia de Dios, aunque no todos somos beneficiarios de esas gracias y gustos especiales
que da el Señor en la oración. Estos fenómenos místicos no constituyen lo esencial del
camino interior, Santa Teresa afirma que aspirar o desear esos fenómenos es una
imperfección, pero si los da Dios, sólo queda agradecer. Es un error pensar que la vida
animada por el Espíritu queda en un simple éxtasis hierático, donde la persona permanece
paralizada, embebida en ese estado. Ésta es una mirada corta de la vía espiritual, porque el
Espíritu es vida y como tal, lleva al hombre a existir y a otorgar plenitud a los demás.
Por eso, la experiencia espiritual del cristiano, sigue una ruta diferente, la cual carece de
todo anhelo desenfrenado por sentirse beneficiario de los grandes vuelos místicos
entusiastas; tampoco anhela ser portador de las alocuciones arcanas. La experiencia del
Espíritu a través de la oración profunda va llevando al hombre a la, “proximidad inmediata
de Dios como una ascensión larga y escalonada”147
. Por consiguiente, el orante penetra con
sencillez y humildad en el misterio, pero no como algo que se proponga conseguir, sino lo
147
Rahner, Experiencia del Espíritu, 23.
67
recibe como un don como una gracia especial. Por eso no exige nada, todo lo va aceptando
con gratitud sin buscar gustos en la oración.
Tal ascensión espiritual no desconecta al cristiano de la historia, sino, lo va sacando de sí,
porque no vive alienado ni de forma egoísta envuelto en su mundo o encerrado en sus
problemas, indiferente a los dramas que golpean a la sociedad. Conciente de su misión, se
redescubre heredero de una gran vocación dada por el Creador quien ha hecho al hombre
capaz de trascender, hasta alcanzar la vida de Dios. Jesús ratifica esta invitación y dice:
“sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo” (Mt 5, 48).
También San Juan de la Cruz, redescubre este don de Dios, y comenta: “estando ella aquí
hecha una misma cosa con él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque
no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios”148
.
El planteamiento que subraya la encarnación histórica de la vida espiritual, considera que la
perfección del hombre, no se alcanza con la fuga mundi, de espaldas a la humanidad, es
precisamente la relación estrecha que se teje con Dios y con la humanidad por medio de la
oración, lo que conduce al hombre a vivir en la perfección divina. En consecuencia, el
místico que palpa de cerca el misterio, no permanece ajeno al momento histórico, sino es
ahí, en medio de un mundo que cierra las puertas a Dios, donde él con su existencia va
mostrando la presencia del Creador, quien sale constantemente al encuentro de sus hijos.
El nuevo horizonte que se abre en el camino del hombre de oración, lo fortalece para
superar las tensiones que se van presentando a lo largo de la existencia. Vence con altura y
deja atrás los paradigmas de la sociedad que lo quieren llevar a vivir ajeno al proyecto del
reino, porque, estos planteamientos antievangélicos lo pretenden convencer que el poder y
los honores son las únicas realidades que plenifican al hombre, por eso le insisten
continuamente que tiene que dar prioridad a sus proyectos y bienestar personal. Esta
mentalidad imperante desde hace mucho, ha llevado a cierto grupo de cristianos a vivir de
148
San Juan de la Cruz, Llama De Amor Viva, Libro 3, 3, Nº 78. Para el santo, “ella”, es el alma asumida
como la integralidad del ser humano.
68
manera inauténtica, contentándose con una fe ritualista y desencarnada, reducida a una misa
dominical, indiferente a los dramas del mundo, tal como lo advertimos en el capítulo
anterior.
Pero, en medio de éste contexto desolador, se pude identificar la capacidad y fortaleza
espiritual que va adquiriendo el hombre de oración, la cual lo hace idóneo para romper con
las cadenas del ensimismamiento que lo acechan constantemente y no lo dejan vivir en
libertad. Este baluarte espiritual que se construye, no solo es defensivo, sino, también
propositivo y efectivo porque cuenta con otras dimensiones, las cuales permiten al cristiano
salir de sí para ir al encuentro del otro, como hombre libre sin ataduras. La libertad que se
adquiere tiene un claro objetivo, y va orientado a amar y más amar. Se ama con pasión, sin
medidas hasta tal punto de entregar la vida por el hermano.
Por lo tanto, en este capítulo, tenemos como propósito trazar la ruta que marca la oración
cuando se hace histórica, es decir cuando se concretiza y se vuelve una sola realidad con la
existencia. Desde esa unidad vital entre el ora et labora, se va descubriendo la voluntad
divina. La historia junto con las situaciones dramáticas donde en apariencia domina la
muerte, se presenta como vía de posibilidad, como puerta para afianzar la fe, la esperanza y
el amor. Toda esta realidad se encuentra atravesada por la confianza cristiana, la cual radica
en la fidelidad de Dios a sus promesas, por eso, el hombre animado por esa seguridad que
le brinda el Señor, lucha y se esfuerza por vivir la ortopraxis del amor como máxima
expresión de fe y adhesión a la voluntad divina.
3.1 libres para amar
Un fruto muy importante que se desprende de la vida según el espíritu, a través de la
oración, es la libertad que adquiere el cristiano en su existencia. Esta libertad no tiene nada
que ver con aquella pregonada por el mundo moderno, pluralista y globalizado en el cual
nos movemos, porque, ellos insisten en subrayar la autonomía del ser humano para obrar
teniendo en cuenta sus mezquinos pareceres e intereses. En algunos casos incluso señalan
69
que el hombre llega a la verdadera libertad cuando vive sin ningún referente religioso,
porque, “la sociedad moderna se ha emancipado del concepto antiguo de religión”149
.
Por otra parte, la libertad cristiana enraizada en el amor de Dios, pregona, que sólo desde el
trato íntimo y real con el Padre a través de la plegaria, la humanidad adquiere la facultad
para decidir sobre sí mismo y hacerse a sí mismo150
. La tarea de hacerse a sí mismo, que
Dios ha encomendado a cada hombre se realiza dentro de las fronteras históricas, es en
medio del devenir temporal, donde el cristiano con plena libertad alcanza la plenitud de su
existencia.
En nuestros días podemos constatar que el hombre de oración, se debate en una gran
tensión, “vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se
desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios”151
.
Por una parte los placeres del mundo lo envuelven y lo seducen, porque lo invitan a buscar
desaforadamente el poder, con la falsa ilusión que ahí encontrará su realización plena, todo
ello al margen de la comunidad e incluso de sus profundas creencias religiosas. En ese
camino tortuoso y confuso, lo único que experimenta el hombre es cansancio, vacío y
soledad, porque vive sumergido en un pequeño mundo que lo envuelve en el egoísmo
esclavizador.
En medio de esa ruta antievangélica que busca encerrar a la humanidad en un laberinto sin
salida, emerge de forma dialéctica un camino diferente, que hace frente a esta realidad. En
ese sentido, Jesucristo se presenta ante nosotros como esa vía verdadera que otorga libertad
al hombre, porque invita a vivir el amor ágape que consiste en, “ocuparse del otro y
preocuparse por el otro”152
. Solo desde la vivencia de éste amor que se gesta en la plegaria
silenciosa, se puede vivir en libertad auténtica, para correr hasta los brazos del hermano.
149
Moltmann, Teología de la Esperanza, 395. 150
Cfr. Rahner, Curso Fundamental sobre la fe, 59. 151
Aparecida, Nº 44. 152
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, Nº 6.
70
Estas dos rutas jalonan la vida del hombre, nunca permanecen juntas, la una desplaza a la
otra. Por eso, se hace necesario e indispensable que el hombre con plena libertad opte y
discierna cual es el fundamento de su vida y hacia donde la ha de orientar. Esa es la
disyuntiva que acompaña a la humanidad, sólo desde la claridad que otorga la oración, se
puede optar por el amor verdadero y se pueden dejar atrás los falsos dioses que pretenden
sumergir al cristiano en la idolatría del poder.
Para dejar atrás las seducciones que asechan a cada paso, y encadenan al hombre, se
requiere de una vida abierta al discernimiento continuo, camino que consiste en, “optar
siempre por el medio más eficaz, el que me coloca en la disposición espiritual por
excelencia de dejarme llevar hasta ponerme con el Hijo en la cruz”153
. Sólo cuando el
hombre es verdaderamente libre pude hacer opciones auténticas y claras, incluso hasta el
punto de ofrecer la vida, como testimonio de un amor apasionado que lo abraza y lo
envuelve, “nadie me la quita yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 18).
La gracia derramada por el Espíritu del Maestro, concede al discípulo la fuerza necesaria
para enfrentar la crueldad del pecado que lo quiere encadenar y sumir en la oscuridad de la
confusión. Por eso, “el discípulo del Señor vive en y según el Espíritu, que es libertad y
amor porque es vida, y no según la „carne‟ que es ley y pecado porque es muerte”154
. De
esta afirmación, inferimos que el mayor enemigo de la libertad es el pecado, el cual
esclaviza a la humanidad, asfixiando y fracturando el sentido de solidaridad fraterna.
Reconocemos la presencia del pecado en nuestro mundo, realidad que anida y se aloja en el
corazón del hombre (Cfr. Mc 7, 14 – 15), pero también, podemos identificar la limitación
del pecado, porque no es un absoluto que permanece inamovible en la vida y en la historia.
La gracia divina otorgada por Cristo capacita al hombre, para que pueda dejar la condición
153
Cabarrús, La Pedagogía, 11. 154
Gutiérrez, Beber, 76.
71
de pecado y así, libre de ese peso, nutrido por la oración, pueda pasar a una situación
nueva, la cual lo va abriendo a la redención, a la libertad y a la salvación155
.
Resaltamos al iniciar éste capítulo, que la ruta emprendida por el cristiano hacia la
plenificación, no es ahistórica, se encuentra dentro del marco temporal, lugar donde el
hombre de oración en América Latina lucha por alcanzar su realización, mediante la
vivencia libre de la justicia y el amor. Toda la nueva vivencia que se da en el hombre
espiritual, es gracias a la libertad evangélica. Por ello, su mirada fraterna se torna más
amplia porque, no vive encerrado en un gueto, sino se abre a una vivencia de “ „comunidad‟
libre de fines, y, sin embargo, llena de sentido, y por ello, comunidad a la que gusta
calificar de „auténtica‟ ”156
.
Por eso, consideramos que la nueva espiritualidad que se va gestando en el pueblo
latinoamericano, se inscribe en la búsqueda de la liberación plena e integral del ser humano,
con un claro referente comunitario. No solo se anhela la liberación espiritual, sino, se
procura poner especial atención a las distintas dimensiones que conforman el ser humano,
buscando la liberación de las diferentes esclavitudes que encierran al hombre en el silencio
y en la soledad. “El discípulo, fundamentado en la roca de la Palabra de Dios, se siente
impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos (…) esta es la tarea
esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres, la
promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana”157
.
Solo cuando el discípulo abre las entrañas al Salvador, puede reconocer que el Evangelio
encierra una clara orientación por, “llevarnos a la consolidación de una persona y una
humanidad nuevas en una identidad amorosa con el Todopoderoso”158
. De esa forma, se
pone en juego la creatividad del hombre y el compromiso por hacer presente y palpable el
reino, aún en medio de las realidades de muerte que lamentablemente siguen marcando la
155
Cfr. Ladaria, Antropología Teológica, 274. 156
Moltmann, Teología de la Esperanza, 413. 157
Aparecida, Nº 146. 158
Novoa, Una perspectiva, 133.
72
historia. Es así como, el discípulo de Cristo movido por la libertad y el amor cristiano,
siente un gran compromiso con la humanidad, porque padece al mundo, por ello orienta
todas sus energías para lograr que sus hermanos descubran el camino de la entrega y de la
unidad en Cristo, quien es el único vehículo que lleva hacia la liberación integral.
Por consiguiente, la vida de oración permite que resplandezca con fuerza el camino de
liberación, primero, porque el contexto lo está reclamando, dado que la muerte no puede ser
perpetua. Segundo, porque la vivencia que se da en el interior del orante lo va despertando,
lo empuja a salir de su mismidad, para formar comunidad. En ese proceso, el hombre se ve
limitado con necesidades, pero más allá de sus limitaciones y miedos se experimenta libre y
fuerte en al amor de Dios, reconoce que, “el amor humano encuentra su plenitud cuando
participa del amor Divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en
su amor pleno hasta el fin (Cfr. Jn 13, 1; 15, 9)”159
.
Es preciso insistir que, “una vez liberados del mal y del maligno, estamos prontos para
gozar de la libertad de los hijos de Dios en el reino del Padre”160
. Si no se da esa ruptura
con las cadenas del mal, el hombre sigue a merced del pecado y vive con una falsa libertad,
endeble, frágil, limitada, porque hay fuerzas mayores que él, las cuales lo van jalonando y
lo van orientando hacia la esclavitud que otorga el pecado. Por eso, “la personal dignidad y
libertad del hombre no encuentran en ninguna ley humana mayor seguridad de la que
encuentra en el Evangelio de Cristo”161
. Solo en Jesucristo, brota la libertad de los hijos de
Dios, libertad que se hace plena cuando se orienta al amor.
La oración encarnada en el amor mueve la existencia del discípulo, para dejar atrás el temor
servil y cobarde, porque, ahora como hombre nuevo, revestido con las armas espirituales
(Cfr. Ef 6, 10 – 17), sale a buscar al hermano que sufre y al que se encuentra oprimido por
el brazo del tirano, para juntos surcar caminos de unidad. Es así, como el amor va cobrando
tal vitalidad porque bebe de la misma fuente, participa de la llama divina, porque, “el amor
159
Aparecida, Nº 117. 160
Boff, El Padre Nuestro, 143 161
Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, Nº 41.
73
nunca está ocioso, sino en continuo movimiento como la llama, está echando llamaradas
acá y allá”162
; en esa misma línea mística, Teresa de Lisieux dice: “un alma abrazada de
amor no puede permanecer inactiva”163
. También, afirma el Papa Benedicto XVI: “la unión
con Cristo es al mismo tiempo unión con los demás a los que él se entrega. No puedo tener
a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos
o lo serán”164
.
Por lo tanto, la libertad que adquiere el cristiano tiene una clara orientación y finalidad, la
cual consiste en hacer efectivo e histórico el amor divino. Dicha tarea, se entiende dentro
del proyecto de la predicación del reino, camino que se va haciendo visible mediante la
restauración del tejido fraterno, el cual es desgarrado por el odio y el egoísmo, es decir por
el pecado. Solo el amor, tiene la fuerza y entereza para recrear y sanar las heridas
ocasionadas por las divisiones y por los fratricidios, porque en nuestro continente aún
resuena con fuerza el cuestionamiento que Dios dirige a Caín: “¿Dónde está Abel tu
Hermano?” (Gen 4, 9).
Es preciso resaltar, que la liberación humana se da gracias al don que otorga el Padre
Eterno, quien a través del Hijo Amado, derrama esta gracia a la humanidad. Por eso, Él se
erige como principal protagonistas de la libertad que goza el cristiano. Es así como,
reconocemos que el hombre no es quien vence la esclavitud del pecado, es Cristo el agente
liberador del hombre, quien con su resurrección otorga la gracia necesaria para que el
corazón quede libre de las garras arrogantes del ensimismamiento.
En esa misma línea, el Concilio Vaticano II afirma la supremacía de Cristo sobre cualquier
realidad de muerte, quien con brazo portentoso arranca al hombre del pecado, dice: “nadie
se libra por si mismo y por sus propias fuerzas del pecado, ni se eleva sobre sí mismo, nadie
se ve enteramente libre de su debilidad, de su soledad y de su servidumbre, sino que todos
162
San Juan de la Cruz, Llama de Amor, Canción 1, 3, Nº 8. 163
Santa Teresa de Lisieux, Historia de un Alma, Manuscrito C, fol. 36. 164
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, Nº 14.
74
tienen necesidad de Cristo, modelo y maestro, liberador, salvador y vivificador165
. Por ello,
“la existencia concreta del hombre tiene lugar bajo el signo de la gracia de Cristo, de la que
recibe su sentido último”166
.
La libertad evangélica, que se erige como fruto de la unión con Cristo, gesta un amor
radical en el corazón del cristiano, amor que no se reduce a una expresión afectiva,
sentimental y emocional, aunque somos conscientes que va acompañado de esta dimensión.
Hablamos de un amor acrisolado por el fuego de la oración que se torna profundamente
pasional, “ciertamente el amor es „éxtasis‟, pero no en el sentido de arrebato momentáneo
sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia una
liberación de la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo
mismo, más aún hacia el descubrimiento de Dios”167
.
El amor que envuelve la vida del cristiano dentro del proceso de liberación, se va
relacionando e identificando con la fe, pero no con una fe intimista encerrada, “o con otras
palabras: la fe se estructura como amor, porque la acogida del don de la filiación abre la
tarea de la construcción de la fraternidad. Ya no hay otro modo de amar al Padre „atisbado‟
más que amar de veras a los hijos a los que el Padre ama”168
. En consecuencia, se va
articulando un dogma importante en la vida del creyente, no como una verdad de fe que se
impone desde fuera, sino, como una verdad que se acepta de manera existencial, porque va
calando y fecundado el corazón humano a través del silencio y la plegaria.
Por lo tanto, el hombre que renace en el Espíritu, es un hombre libre, “Pablo no sólo afirma
que Cristo nos liberó, sino que nos dice que lo hizo para que fuésemos libres. ¿Libres para
qué? Libres para amar”169
. Esa es la nueva orientación que adquiere la existencia del
cristiano, el cual es capaz de amar con pasión, porque antes ha experimentado el amor
165
Concilio Vaticano II, Decreto ad Gentes, Nº 8. 166
Alfaro, Cristología y Antropología, 290. 167
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, Nº 6. 168
González, Proyecto de Hermano, 564. 169
Gutiérrez, Textos esenciales, 164.
75
apasionado de un Dios que se ha hecho hombre, “en esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo” (1 Jn 4, 10). Por
eso, es posible dejar atrás el pecado que es la negación de todo tipo de relaciones fraternas,
para abrirse a una experiencia vital, movida por el amor a Dios y al prójimo, “acá solas
estas dos cosas nos pide el Señor: amor de su Majestad y del prójimo”170
.
3.2 La oración, camino de infancia espiritual
La ruta que emprende el discípulo de Cristo, tras el anuncio de la buena nueva, alcanza su
madurez cuando logra vivir en libertad, pero también cuando asume el camino de la
infancia espiritual como signo de conversión y de vivencia evangélica. Esta nueva ruta que
se abre en la existencia del hombre de oración, lo lleva a tomar posturas claras, que se
manifiestan en el abandono de sí y en la confianza hacia Dios, aún en medio de los más
tortuosos sufrimientos. En ese sentido, Santa Teresa de Lisieux, se presenta ante nosotros
como una voz autorizada que puede brindar pistas valiosas que permitan atisbar la dinámica
que sigue esta vía.
La Priora del Carmelo de Lisieux – Francia, en cierta oportunidad preguntó a la religiosa, “-
¿Qué camino quieres, pues, enseñar a las almas? – Madre, el camino de la confianza y del
abandono completo”171
. Con estas palabras cortas pero agudas y profundas, Teresa de
Lisieux da testimonio de una radical adhesión y abandono a la persona de Cristo. Ella,
alimentada por la Palabra, junto con la gran tradición mística del Carmelo, pudo meditar en
el silencio de la oración, logrando intuir y comprender que solo el amor sencillo y confiado
en Cristo, la pueden arrancar de las garras de la muerte, para conducir su frágil existencia a
la vida en Dios, por eso dice: “la confianza y nada más que la confianza es lo que nos puede
conducir al amor”172
.
170
Santa Teresa de Jesús, 5 Moradas, 3, Nº 7. 171
De Meester, Dinámica de la Confianza, 56. 172
Clapier, Un camino de confianza y de amor, 14.
76
Al penetrar en el camino de la infancia espiritual presentada por Teresa de Lisieux,
podemos ir descubriendo una clara invitación a entrar en la dinámica del abandono, que
consiste en confiar la vida necesariamente a otro distinto, es decir, abrir la existencia al
universo que se presenta extraño ante nosotros, poniendo en la sombra la solidez de
nuestras seguridades para dejarnos guiar finalmente al misterio de amor173
.
Es necesario subrayar que el camino de la confianza sólo la puede recorrer el hombre,
cuando es capaz de reconocer su indigencia, porque se descubre necesitado, limitado, finito,
débil para conducir su vida con sus propios criterios y con sus propias fuerzas. Por ello,
cuando se es consciente de la fragilidad y pequeñez, a través del camino de la oración
interior, se puede otorga a Dios el lugar que le corresponde, como soberano y guía de la
existencia.
Cuando el creyente otorga a Dios su verdadero lugar, se hace capaz de romper con los
falsos ídolos que lo asechan, porque reconoce que todo es mérito de Dios, quien en su
infinita sabiduría y amor le ha hecho participe de esas gracias especiales. Por consiguiente,
el discípulo desde la infancia espiritual, se abre a una experiencia sapiencial donde, “toma
conciencia de hallarse ante la presencia del Dios infinitamente Santo, Creador y Señor del
universo con quien el hombre en cuestión se siente relacionado en todo su ser”174
.
Desde esa mirada profunda llena de sabiduría, de amor y de confianza, progresivamente el
cristiano va purificando su experiencia de fe, puesto que no exige signos espectaculares
para confiar en el Creador, sino espera gratuitamente con la serenidad de un niño. De forma
sencilla y calmada se fía de la ternura pasional del Padre, porque sabe que el Creador del
universo no dejará que su criatura se sumerja en la angustia y en la soledad. El amor
profundo que lo consume en la oración y en la vida diaria, lo lleva a confiar y a entregar la
existencia para ponerla en los brazos poderosos del Señor.
173
Cfr. Clapier, Un camino de confianza y de amor, 7. 174
Pongutá, Escritos Sapienciales y Sabiduría, 76.
77
El abandono en los brazos del Padre se da porque, a través de la oración, el cristiano ha
logrado contemplar el verdadero rostro del Amado. Por consiguiente, se va dando una
nueva experiencia de fe donde se puede, “destruir aquella imagen muerta y tergiversada de
Dios inventada por los opresores”175
. Es el amor divino que se capta en el seno de la
comunidad, aquello que permite a la humanidad dejar atrás las imágenes idólatras, para
acoger la verdadera imagen del Creador.
La imagen de Dios que se descubre, difiere de cualquier representación idolátrica inerte, sin
vida, es una imagen con rostro vivo que se caracteriza por una profunda opción por la
humanidad, con un talante compasivo que, “no expresa un mero sentimiento de lástima o de
pena ante la desgracia de otra persona. Significa con-padecer, padecer con la otra persona,
compartir y hacer suyo el sufrimiento de los otros, sentirse comprometido para transformar
la situación que hace sufrirla”176
. Por ello, decimos que es una compasión afectiva y
efectiva que se compromete con la causa del reino.
América Latina, en estos últimos años, ha dado pasos importantes en el camino de fe,
porque ha sido capaz de descubrir la imagen de un Dios amoroso que llama a sus hijos a la
libertad. Es una experiencia que no ha quedado en un rapto extático que saca al hombre de
la sociedad. A raíz de las diferentes experiencias comunitarias y personales, el pueblo
siente la exigencia y el compromiso con la misión del Hijo, porque, “la experiencia de Dios
implica un compromiso con el proyecto divino sobre la historia humana”177
.
El camino de fidelidad al Evangelio no sería posible si el hombre no viviese en profundidad
la espiritualidad de la infancia, la cual cuenta con diferentes matices, a continuación
recogemos el planteamiento de Gustavo Gutiérrez, quien de forma magistral nos recuerda
el camino de los predilectos de Dios:
175
Mesters, La Misión del Pueblo, 58. 176
Crespo, “Espiritualidad y seguimiento de Jesús” http://www.memoriayprofecia.com.pe (consultado 14 de
septiembre de 2009), 3 177
Mifsud , Una fe comprometida con la vida, 10.
78
La pobreza espiritual es una actitud de abertura a Dios, de infancia espiritual (…).
La pobreza espiritual (…) no es directamente y en primer lugar un desprendimiento
interior de los bienes de este mundo, actitud espiritual que para ser auténtica debe
encarnarse en una pobreza material. La pobreza espiritual es algo más profundo y
global, es, ante todo, una total disponibilidad ante el Señor. Su relación con el uso o
propiedad, de bienes económicos es ineludible, pero secundaria y parcial. La
infancia espiritual, poder de acoger – no recepción pasiva – define la postura de la
existencia humana frente a Dios, los hombres, las cosas178
. Aspecto central del
Evangelio es la infancia espiritual, en tanto que disponibilidad ante el Señor,
condición también de búsqueda del Reino (…). La pobreza espiritual (infancia
espiritual) es la condición para oír la revelación sobre el reino179
.
Por ello, el cristiano impulsado por la confianza que otorga el amor gratuito del Padre, al
asumir la infancia espiritual, se seca las lágrimas que en un momento lo llevaron a la
resignación cuando se sintió impotente y débil para hacer frente al pecado. Ahora con una
esperanza renovada en la oración, sale a proclamar que el amor sí existe, porque reconoce
que el Creador nunca lo deja desolado y olvidado. Por eso, con la confianza que caracteriza
a un niño, une su voz al salmista para cantar: “Señor, mi corazón no es engreído, ni mis
ojos altaneros; no persigo grandezas ni prodigios que me superan. Calmo y silencio mi
anhelo como un niño junto a su madre, como un niño junto al Señor” (Sal 131 (130)).
Los versos de este salmo expresan la confianza del discípulo que descubre el amor
misericordioso de Dios, amor que lo invade de tal manera que lo levanta de su poquedad
finita y le otorga una alegría pascual. Cuando el cristiano entrega su vida a uno que es
mayor que él, deja de confiar en sí, para poner toda su existencia en los brazos del ser que
da plenitud a su existencia. No se aflige ni entra en zozobra frente a sus limitaciones, la
confianza que anida en su corazón, es tal que no pide ni anhela signos extraordinarios,
178
Gutiérrez, Teología de la liberación, 381 - 382. 179
Gutiérrez, La fuerza, 183 - 187.
79
porque puede reconocer la presencia de Dios incluso en medio de las más tenebrosas
oscuridades.
Teresa de Lisieux, de forma gráfica nos da testimonio de esta realidad, cuando va
presentando el camino de la infancia espiritual, dice: “y si oscuras nubes llegan a ocultarle
el Astro del amor, el pajarillo no se mueve, no cambia de lugar; sabe que más allá de las
nubes su Sol sigue brillando, que su resplandor no podría eclipsarse ni un solo instante”180
.
La mirada de fe, le permite observar las realidades que escapan de lo sensorial, para abrirse
a la dinámica de la confianza, “la existencia es para ella un desierto y un destierro (…) pero
en el fondo del alma ella siente que un día habrá lejanías infinitas, lejanías que harán
olvidar para siempre las tristezas del desierto y del destierro”181
.
No se puede caer en la tentación de confundir el camino de la infancia espiritual, con una
evasión del mundo, ni se le puede ver como un infantilismo alienante. Es una ruta
netamente evangélica que se presenta como condición necesaria para heredar el reino de
Dios: “les aseguro que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de
los cielos” (Mt 18, 3); “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque el
reino de los cielos pertenece a los que son como ellos” (Mt 19, 14).
La invitación que hace Jesús a los discípulos de mirar al niño como modelo del verdadero
discípulo, no tiene ninguna connotación romántica, por el contrario, muestra que para ser
como un niño es necesario hacer una opción fundamental clara y radical por el Evangelio.
Solo desde la vivencia de la oración evangélica, se puede vivir en humildad y en continua
conversión, “en oposición a los sabios y los inteligentes, a los poderosos y grandes, los
niños no exigen ningún derecho de supremacía, forman parte de la categoría de los pobres a
quienes pertenece el reino de los cielos (…) el niño representa a todo aquel discípulo/a que
sigue a Jesús como modelo de humildad, de pequeñez”182
.
180
Santa Teresa de Lisieux, Historia de un Alma, Manuscrito B, fol, 5. 181
Clapier, Un camino de confianza y de amor, 95. 182
Arens, Ascenjo, Díaz, El que quiera venir Conmigo, 212.
80
Por ello, el camino de infancia espiritual, conduce al cristiano a mirar al otro como
hermano, porque no construye relaciones verticales, sino horizontales, no se relaciona
desde los intereses egoístas sino desde la sencillez y humildad propia de un niño, porque,
“la conversión de Dios se traduce en una conversión hacia el otro como imagen y
semejanza divina”183
. Descubre en el rostro del hermano pobre y humillado, la presencia de
Dios que lo interpela a actuar.
La mirada tierna que dirigen los pequeños es sanadora, pero también comprometida, porque
se preocupan por prodigar amor, en ese sentido asumen una opción real con el hermano que
sufre. Es necesario subrayar que esta opción no surge como fruto de un profundo análisis
sociológico. Al igual que los diferentes dones del Espíritu, esta opción brota del interior del
cristiano cuando a través de la oración, es invadido por un amor apasionado, Santa Teresa
de Ávila al respecto señala que el camino del espiritual esta movido por un accionar
amoroso, por eso, “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y así lo que más
os despertare a amar eso haced”184
.
El camino evangélico, nutrido por la infancia espiritual, enmarca, “un aspecto
contemplativo, de encuentro con Dios en el corazón mismo de la obra del amor. Encuentro
que no es „merecido‟ por la obra sino que es don gratuito del Señor”185
. Esa es una gran
intuición que alcanza el orante que sigue la vía de la pequeñez, descubre que todo es gracia,
la misma vida se concibe como un canto de alabanza al Creador, de ahí que el más
insignificante acto, no queda indiferente o en el olvido, se concatena con toda la obra
creadora y redentora del Señor, porque se hace signo de un amor desinteresado.
En consecuencia, a medida que el hombre de oración se abandona en los brazos del Padre,
gana en fortaleza interior, acto que a su vez se traduce en un fuerte compromiso con la obra
del Redentor, que busca sanar los corazones heridos y lastimados, es decir, se abre a la
experiencia de la reconciliación y de la fraternidad. Por consiguiente, el hombre que vive en
183
Mifsud, Una fe comprometida con la vida, 10. 184
Santa Teresa de Jesús, 4 Moradas, 1, 7. 185
Novoa, Infancia Espiritual, 3.
81
la dinámica de la infancia espiritual, posa su mirada especialmente en los pobres, los
pequeños y olvidados de la sociedad, se dirige a ellos, porque asume las opciones de Cristo.
Manifestando así, una clara oposición con los paradigmas modernos que solo buscan inflar
al hombre en el ego del poder.
Es preciso resaltar que la infancia espiritual es considerada como un regalo divino que el
hombre recibe gratuitamente, cuando va disponiendo el corazón en un acto de humildad,
porque, “la infancia espiritual es una de las nociones más importantes del Evangelio, es la
postura de quien acepta el don de la filiación divina y responde a él forjando la
fraternidad”186
. Por eso, el cristiano, se sitúa ante el Señor con las manos vacías y abiertas,
a la espera del don gratuito de la salvación, pero no en una actitud pasiva, sino en una
espera activa. Ante Él reconoce su indigencia y su sed divina, por eso anhela calmarla en la
fuente de vida eterna.
Como ya lo mencionamos, el cristiano que vive la infancia espiritual, con una actitud
humilde y sencilla, sale al encuentro de sus hermanos, en especial de los más necesitados,
busca entrar en su mundo, no por puro asistencialismo, sino porque, contempla a Dios en la
humanidad relegada, es decir, “tropieza con Dios en los pobres”187
. Sólo cuando el hombre
espiritual logra penetrar en el mundo del pobre, puede comprender las verdaderas
necesidades de redención y de salvación que tiene cada uno. Por ello, desde la vivencia
profunda con los predilectos de Dios, puede descubrir y atisbar horizontes de liberación.
El camino de la infancia espiritual solo se puede recorrer, cuando se va dejando atrás la
conciencia aislada y cerrada del egoísmo, es decir cuando se rompe con el pecado que
aprisiona y asfixia a la humanidad. Desde esa vivencia libre y sencilla que adquiere el
cristiano, se lanza con valentía y confianza (parresía), a la misión de la Iglesia, para que la
humanidad pueda vivir la salvación plena, que pregona el Evangelio188
. Salvación en toda
186
Gutiérrez, Beber, 169. 187
Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 273. 188
Cfr. Aparecida, Nº 363.
82
su integridad, porque todas las dimensiones humanas necesitan ser redimidas, requieren ser
renovadas por la Sangre de Cristo.
La infancia espiritual encuentra en María de Nazaret, a la discípula fiel, mujer de oración
que encarna la humildad evangélica. Ella cristaliza los anhelos de salvación de los pobres
de Yahvé quienes anhelan y esperan el día de la redención. Su vida se levante ante todos
como testimonio vivo de la confianza en el Señor, porque es, “mujer, e hija de un pueblo
que puso toda su esperanza en Dios”189
. Por eso, se abre a la acción misericordiosa del
Creador, aún en medio de las incomprensiones y represiones, “esta Madre del pueblo lleva
en sí la confirmación de la preferencia de Dios por los más humildes, los más pequeños, los
oprimidos”190
.
Por eso, junto a María, madre y mujer que conoce los dramas y dolores de
Latinoamericana, se entona el Magníficat como plegaria de salvación, y con ella se
redescubre que, “la alegría provocada por la presencia del amor de Dios ensancha el
corazón para la acción de gracias y para la acogida a los demás. Por lo tanto, en este cántico
se entrelazan la confianza y la entrega a Dios con la voluntad del compromiso y cercanía a
sus predilectos: los humildes y hambrientos”191
.
Por último, reconocemos en la oración de María una profunda alegría, porque ella en su
existencia, “ha experimentado la salvación. Ha experimentado a Yahvé como salvador de
su vida y en un instante la ha transformado haciéndola existir en un nuevo modo de ser, de
amar, de esperar, de relacionarse con Dios y con los demás”192
. Esa es la actitud concreta
del espiritual, quien se reafirma en su pequeñez, para entrar en relación con la grandeza de
Dios, la cual esta mediada por la opción histórica y preferencial por los pobres.
189
Gutiérrez, Textos esenciales, 127. 190
Jonson, Elizabeth, Verdadera Hermana Nuestra, 181. 191
Gutiérrez, Beber, 170. 192
Martini, Itinerario de Oración, 43.
83
3.3 La oración, un camino de ortopraxis
Toda la vivencia espiritual del cristiano, como ya lo hemos mencionado a lo largo del
trabajo, lleva al hombre a situar su existencia en el seno de una comunidad, en ella va
testimoniando la presencia de un Dios amante de la justicia y el derecho, de un Padre que
sale al encuentro de sus hijos, porque nunca permanece indiferente ante la suplica
angustiosa de su creación. Por ello, la vida del cristiano al igual que la del Creador, es
dinámica, nunca esta paralizada ni mucho menos es estática, se mueve en una praxis
concreta dinamizada por el amor fraterno.
Por eso, la praxis cristiana, no puede ser mal entendida ni se debe confundir con otras
praxis, como por ejemplo la praxis comunista marxista ó socialista. Aunque ambas hacen
referencia al accionar concreto e histórico del hombre, las dos recorren caminos distintos,
porque sus fuentes de inspiración son diversas. Por una parte, la praxis marxista tiene
como, “motor de su dialéctica la lucha de clases. Su objetivo, la sociedad sin clases”193
. En
consecuencia, busca, “ „cambiar las almas‟ de la población, para consolidar un determinado
partido y un movimiento socialista”194
.
También, la praxis comunista, presenta la interacción entre la teoría y la práctica,
subrayando el papel de la pragmática del hombre. Por consiguiente, busca alcanzar la
liberación del pueblo oprimido a cualquier costa, incluso, mediante la violencia armada.
Toda esta ruta propuesta, se encuentra al margen de la fe, porque dentro de sus
planteamientos, considera que la historia se mueve por las relaciones sociales de
producción, hecho que se ubica en la infraestructura, y por tanto, funciona como plataforma
que sostiene la superestructura. Un cambio dentro de la infraestructura afecta el edificio de
la superestructura, la cual se comprende como el conjunto de los distintos elementos que
conforman la vida social, tales como: la religión, la ética, la moral, la ciencia, el arte, la
filosofía, las instituciones sociales.
193
Puebla, Nº 544. 194
Cfr. Informe Final de la Reconciliación y la Verdad, “Los actores del Conflicto”, http://www.cverdad.org
(Consultado, 5 de mayo de 2010).
84
Es así como la praxis marxista, insiste en que el hombre desarrolle una conciencia del
deber, con la cual sea capaz de asumir la tarea histórica específica dentro de las relaciones
sociales de producción. Considera que no se puede vivir en el mundo de las ideas utópicas,
tampoco la humanidad se puede quedar en el simple discurso, es necesario que los
miembros de la comunidad participen activamente en la transformación del mundo, porque
“el hombre es origen y causa de su propio ser, (…) es producto de sí mismo: el trabajo y no
los dioses han creado al hombre”195
.
Dando una rápida mirada histórica, podemos apreciar que la praxis socialista marxista y
comunista que acompañó el devenir de los distintos pueblos latinoamericanos, terminó
lamentablemente en una lucha encarnizada, donde se erigieron, “regímenes cerrados a toda
posibilidad de crítica y rectificación”196
. El único recuerdo que queda de aquellos años
fatídicos, es el terror que sembraron los diferentes grupos subversivos al margen de la ley,
junto a la muerte temprana y a la destrucción. Todos estos actos subversivos y represivos
solo consiguieron rasgar e infectar los lazos de fraternidad que débilmente se mantenían en
las distintas comunidades.
Éste es un esbozo sintético de algunos puntos característicos de la praxis marxista. Por otra
parte, los principios básicos que informan la praxis cristiana difieren de los principales
postulados de la praxis antes mencionada, puesto que, no se encuentran motivados por los
altos ideales de filantropía ni por la buena voluntad por cambiar el mundo, porque, “la fe
como dice K. Lehmann no puede identificarse sin reservas con ningún tipo de praxis”197
. La
vida teologal que mueve la praxis del cristiano tiene un fundamento claro, porque hunde
sus raíces en la revelación. Desde esa experiencia emerge la oración y la praxis, como una
realidad única e indisoluble, si el hombre se aleja de estos parámetros, deja de vivir en la
ortopraxis del amor.
195
Vélez, La praxis Marxista, 34. 196
Puebla, Nº 544. 197
Gutiérrez, Textos esenciales, 39.
85
La tradición cristiana, afirma que la praxis fundada por Cristo surge como mandato divino,
desde ahí, se busca la trasformación humana, pero no por las armas sino mediante el amor
verdadero que es capaz de romper las cadenas del egoísmo. Por eso, se busca la
erradicación, la conversión de las estructuras que generan muerte y opresión. Toda esta vía
se plantea desde una óptica evangélica, la cual se hace punto de referencia insustituible para
el accionar cristiano. Los principios fundamentales que motivan ambas praxis, tanto la
cristiana como la marxista, difieren sustancialmente, por eso no se puede establecer
ninguna comparación entre ellas, como se pretendió en algún momento.
Dios revela continuamente su voluntad, y lo hace dentro de la historia humana, porque
anida en la intimidad del hombre. Por eso, la vivencia de la voluntad divina en el día a día,
en un contexto determinado y concreto, viene a ser la ortopraxis cristiana, la cual no puede
ser confundida con una simple vivencia práctica y superficial de leyes externas que no
pernean el corazón. Por ello, afirmamos que la ortopraxis se erige como la historicidad de
la voluntad del Padre que consiste en, “la total comunión con Dios y a la más completa
fraternidad con los demás”198
.
Para alcanzar una vivencia real y verdadera del mandato divino, es preciso abrirse a una
profunda experiencia de fe a través de la oración, donde los distintos espacios de silencio y
soledad van preparando el corazón para que se haga carne la Palabra de Dios. Pero también
precisa que el cristiano de pasos concretos de su pertenencia y adhesión a Cristo. La
concreción de la voluntad divina solo lo puede hacer cuando pone en práctica el amor, que
se renueva cada día en la plegaria silenciosa.
Por consiguiente, consideramos que la fe junto con el amor que se gesta en el diálogo
interno a través de la contemplación, se erige como canal que conduce al cristiano a
vivenciar de manera real el seguimiento de Cristo. Aunque, es preciso subrayar que en la
existencia, del místico y del contemplativo, la praxis junto con la oración son dos realidades
que se dan a la par, nunca se separan. Santa Teresa de Jesús captó esa unidad que acompaña
198
Gutiérrez, Textos esenciales, 367.
86
la vida del verdadero hombre espiritual, cuando dice: “pues si contemplar y tener oración
mental y vocal y curar enfermos y servir en las cosas de casa y trabajar – sea en lo más bajo
– todo eso es servir al Huésped que se viene con nostras a estar y a comer y recrear”199
.
Ella, reconoce que la vida del hombre es una continua oración, cada acto, por más
insignificante que parezca, si se realiza con humildad y con un corazón sincero, se levanta
como plegaria. De forma analógica Santa Teresa de Jesús expresa esta realidad cuando
dice: “entre pucheros anda el Señor ayudándonos en lo interior y exterior”200
. Ella lanza
esta afirmación porque el místico descubre a Dios en la sencillez de la vida ordinaria.
Nace así una mirada más amplia de la oración, la cual no se reduce a los rincones
silenciosos de la capilla, o a la permanencia en el templo, aunque reconocemos que la
oración necesita de espacios de profunda intimidad. Pero también, es necesario descubrir el
rostro divino en el hermano pobre y maltratado, “en definitiva se trata de no dejar caer en el
olvido el mandato de Jesús en la Última Cena: „deben lavarse los pies unos a otros. Les he
dado ejemplo (…) dichosos serán si lo cumplen‟ (Jn 13, 14-15.17)”201
.
Quien permite y va capacitando al cristiano para vivir la ortopraxis, es el Espíritu Santo,
gracias a la luz que imprime en los corazones, mediante los dones que otorga reviste e
impulsa al hombre para que pueda recorrer los caminos trazados por Jesucristo. En ese
sentido, el Maestro se presenta como fuente que impulsa y anima la vida del cristiano,
tanto, “los gestos, las palabras, las opciones y el estilo de vida de Jesús de Nazaret, llegan a
ser el punto de referencia para la actuación del cristiano”202
. Por consiguiente, cabe señalar
que a partir del seguimiento de Cristo se erige un ethos cristiano, porque, “en esta vida
nueva, la espiritualidad se hace compromiso ético (…) la acción ética es justamente un
estilo de vida coherente y consecuente con la vida de gracia recibida”203
.
199
Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 17, Nº 6. 200
Santa Teresa de Jesús, Fundaciones, 5, 8. 201
Crespo, “Espiritualidad y seguimiento de Jesús” http://www.memoriayprofecia.com.pe (consultado 14 de
septiembre de 2009), 4. 202
Mifsud , una fe comprometida con la vida, 29. 203
Novoa, Una Perspectiva, 94.
87
Por eso, desde el seguimiento de Cristo, la vida ética y la vida espiritual, llegan a
converger, porque redimensionan al hombre, lo elevan al máximo de sus potencialidades.
De esa manera, la vida espiritual se va situando en la verticalidad y dirige su mirada hacia
la trascendencia, siguiendo la ruta de la interioridad. Por otra parte, la vida ética mira
preferentemente a la horizontalidad, fija su rostro en la dimensión cristiana, su camino es el
de la exterioridad. Ambas realidades no se contraponen, se complementan y actúan en la
vida del cristiano como los acordes de una guitarra, porque juntas producen una dulce
melodía de alabanza al Creador204
.
En la Palabra revelada, el cristiano descubre el norte que guía los pasos del nuevo pueblo;
por eso, abre su vida a la escucha atenta de la voluntad de Dios, comunicada en los textos
sagrados, “no lo hace para entender (erklären) de modo objetivo y distante la alteridad del
texto, sino para interrogarlo por el sentido acuciante del suceder histórico, dramático las
más de veces”205
. De esa manera, el accionar concreto e histórico entra en estrecha
conexión con la Palabra. Solo desde esa búsqueda sincera del querer del Padre, la
solidaridad, la fraternidad y de manera especial el amor, se hacen expresión de una vivencia
espiritual profunda, porque emerge como respuesta tras el encuentro con Jesucristo.
De acuerdo a lo presentado, podemos considerar que existen puentes de unidad entre la
vida espiritual y la vida ética, no se distancian sustancialmente, ni mucho menos recorren
caminos diferentes porque, “la vida ética del cristiano comienza con la oración humilde
pero confiada: indícame, Señor, tu camino, guíame por un sendero llano, porque para el
cristiano la vida consiste en la búsqueda del rostro de Dios en lo cotidiano de su
existencia”206
.
El camino de fe en Jesucristo, dista mucho de asumir racionalmente un conjunto de
verdades dogmáticas, sin ninguna repercusión en la vida ordinaria. Tal práctica es una
tentación latente en la vida del creyente, y fue condenada desde hace mucho tiempo por los
204
Cfr Vidal, Moral y Espiritualidad, 19. 205
Parra, Textos, Contextos y Pretextos, 32. 206
Mifsud, Una fe comprometida con la vida, 44.
88
profetas y por el mismo Jesucristo. Ellos consideraban que esa vivencia superficial devela
un culto vacío, que violenta el mandato divino que dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el precepto más importante, pero
el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 37 – 39).
Por eso, el amor a Dios, debe llevar inmediatamente a un amor verdadero y real por la
humanidad, solo cuando ambos amores confluyen y forman una unidad, se da la
confirmación histórica de la vivencia de la voluntad del Señor, porque, “la fidelidad a la
creencia es ortopraxis y la fe es amor. Obras son amores”207
. Nuevamente acudimos al
testimonio de Santa Teresa de Ávila para afirmar esta realidad en la vivencia cristiana. Ella
reconoce que el amor pasional al Creador se expresa en la vida diaria, en especial cuando se
sale a dar la mano al hermano caído o a la hermana que necesita de nuestra atención.
En las séptimas moradas la doctora Teresa de Ávila, descubre como el Señor le va
confirmando su misión, la cual consiste en seguir propagando la presencia del reino de
Dios. La santa, considera que la vivencia de la voluntad de Dios, se debe realizar con
hechos concretos, desde lo cotidiano y sencillo, en el día a día, desde la atención a los
enfermos o la paciencia con que se lleva la vida fraterna. Ella en el más alto grado de su
experiencia mística manifiesta la necesidad de hacer vida la íntima unión con Cristo, dice:
“para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan
obras siempre obras, obras”208
.
Teresa de Jesús insiste aún más en la necesidad de unir vida y oración como expresión de la
ortopraxis, considera que la existencia del espiritual no radica en encerrarse en un mundo
particular, alejado de las necesidades históricas, es preciso que el hombre invadido por el
Espíritu de Dios, ponga su mirada en los predilectos de Dios, los pobres y necesitados. Por
eso, con la autoridad que le da la experiencia humana y mística, se atreve a denunciar el
intimismo alienante que deshumaniza al hombre, porque lo lleva a un simple cumplimiento
207
Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la Liberación, 89. 208
Santa Teresa de Jesús, 7 Moradas, 4, 6.
89
del precepto de la oración, “poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo
actos con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su servicio, si
saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés”209
.
Por eso, la fidelidad a Dios y al proyecto de salvación, solo se puede dar desde esa vivencia
real y concreta del amor al prójimo. En ese sentido, el samaritano de la parábola (Lc 10, 29
– 36), se presenta como modelo de una verdadera ortopraxis, porque,“se aproximó al herido
y lo hizo suyo (…) no por el frío cumplimiento de una obligación religiosa, sino porque se
le „revuelven las entrañas‟ (eso es lo que significa literalmente el verbo splankhnizein usado
en Lc 10, 33 (Cfr. Lc 1, 78; 7, 13; 15, 20), porque su amor por ese hombre se hace carne en
él”210
. Esa es la vía de la ortopraxis, entendida desde su misma etimología como la correcta
ó la verdadera práctica cristiana de amor al hermano.
Si la vivencia cotidiana se divorcia de la experiencia espiritual se deforma el camino
evangélico, tal como se ha planteado a lo largo del presente trabajo. Agudizando un poco
más nuestra reflexión, queremos fijar nuestra atención en unos versos escritos por Pedro
Casaldáliga, donde dirige un duro cuestionamiento a esa vivencia dualista que muchas
veces se desentiende de la historia, por eso dice: “¿Por dónde iréis hasta el cielo si por la
tierra no vais? ¿Para quién vais al Carmelo si subís y no bajáis?”211
.
El camino de la trascendencia y de la redención, humana, necesariamente recorre lo terreno,
esa es una peculiaridad del cristianismo. Dentro de la tradición carmelitana, la cima del
monte Carmelo representa el máximo grado de unión entre Dios y el alma, porque la cima
del monte es la perfección del amor que es Cristo. Siguiendo el planteamiento de Pedro,
diríamos que tal plenitud de vida, no tiene ningún sentido si el hombre rompe con su
comunidad y sociedad. Se sube al monte, para retomar fuerzas y emprender la
peregrinación aquí en la tierra con el pueblo entero en medio de los conflictos, porque es en
209
Santa Teresa de Jesús, 7 Moradas, 4, 7. 210
Gutiérrez, Textos esenciales, 366 – 368. 211
Casaldáliga, El tiempo y la Espera, 35.
90
el aquí y en el ahora donde se alcanza la salvación. Anhelar perpetuarse en la cima del
monte es una imperfección que no corresponde con tradición mística cristiana.
Desde la claridad que se adquiere en la oración y la praxis, el espiritual puede dar una
respuesta de la mano con el Evangelio. Por eso, el cristiano debe aprender a descubrir la
voz del Salvador, dentro de las múltiples voces que salen a su encuentro, por ello es preciso
estar en un continuo discernimiento, siempre abiertos a las mociones del Espíritu, para así
plantear opciones claras y liberadoras ante las distintas situaciones que aquejan al pueblo de
Dios.
Por lo tanto, la respuesta que da el cristiano en América Latina ante la cultura de muerte
que se erige, no es ninguna doctrina, sino una vivencia práctica del amor a Dios, el cual
tiene un claro objetivo, reconstruir la fraternidad, desgastada y mancillada por los odios y
divisiones. Por eso, el discípulo de Cristo llama a todos a la conversión, y al igual que
Jesús, asume una opción preferencial no exclusiva por los más pobres, no porque vivan una
moral intachable, sino porque son los predilectos del Padre.
La mirada real y clara del místico, tal como lo hemos presentado en el capítulo II, lleva a
identificar las causas primeras de la pobreza, ante esas situaciones levanta su voz de
protesta por ser contrarias al Evangelio. Junto a la denuncia, se da, “un compromiso de
acción a favor de los pequeños y oprimidos”212
. Por ello, cabe subrayar que, la acción ó la
ortopraxis no consiste en un puro asistencialismo caritativo, sino en construir con ellos
puentes de liberación, mediante la recuperación de la dignidad y de la fraternidad.
Por consiguiente, la ortopraxis va más allá de las ayudas instantáneas que se puedan
ofrecer, porque busca anidar en la realidad más íntima del hombre, para que, desde ahí
emerja una praxis liberadora capaz de llevar, “a un compromiso en la defensa de los
212
Galilea, Espiritualidad de la liberación, 105.
91
derechos humanos, con una caridad con dimensión social, que se empeña en superar toda
injusta discriminación por razón de culturas, razas, nacionalismos, credos, sexo”213
.
Ese es el camino que recorre la ortopraxis, tender puentes para que los hombres y las
mujeres puedan descubrir su ser cristiano, su llamado a la fraternidad y la necesidad de
luchar por la justicia, no con las armas sino con el amor. Todo este camino se encuentra
permeado por el mensaje evangélico, el cual tiene una fuerza tal que permite que la
esperanza renazca en los corazones, para que así el hombre pueda abrir la mirada hacia un
futuro prometedor donde se pueda desterrar y rechazar cualquier tipo de opresión e
injusticia, que pretenda encarcelar a la humanidad.
Cabe resaltar que la ortopraxis conjuga los diferentes elementos que acompañan la vida del
hombre espiritual, porque, la revelación va madurando y se hace diáfana a medida que se
adentra en el misterio de la oración. A la vez la plegaria se presenta como el espacio
propicio para que se pueda ir identificando la voz del Señor que invita a vivir en el amor.
Desde la escucha sincera de la vos del Padre, el seguimiento se hace cada día más radical,
porque la vida adquiere un tiente profético que lleva a pregonar con grandes voces que el
amor está presente y es necesario retomar sus caminos para alcanzar la salvación y la
liberación.
La luz de la gracia que se refleja en la existencia del cristiano, ha de llevar a buscar unir lo
que está separado, no a disgregar. Si el profeta eleva su voz para denunciar las injusticias
no es con ánimo de encender e incrementar el odio entre los hermanos, sino, porque
contrastando la realidad histórica con el proyecto de salvación, descubre que la fraternidad
aún es tarea pendiente. Por lo tanto, el hombre espiritual vive sólo para escuchar la voz de
Dios y anhela de todo corazón que la humanidad retome los caminos de fidelidad al Padre,
San Ireneo, padre de la Iglesia, así lo comprendió al decir: “la gloria de Dios, es que el
hombre viva” y no una vida cualquiera sino la vida de Dios a través de la praxis del amor.
213
Maccise, Cammini di Libertà, 575.
92
3. 4 Conclusión
A lo largo de todo el capítulo, hemos perfilado la concreción histórica de la oración desde
una óptica latinoamericana, la cual, se enraíza dentro de la rica tradición cristiana. Dado los
diferentes planteamientos presentados, frente al camino de oración, consideramos necesario
subrayar y reafirmar la participación del Espíritu Santo, en el proceso de liberación del ser
humano. Espíritu que lleva al hombre a salir de sí para ir al encuentro del otro, ello como
una actitud de solidaridad fraterna con los más desposeídos. El cristiano puede salir de sí
porque se experimenta libre de las ataduras del pecado que lo encadenan en el egoísmo
paralizante.
Por otra parte, podemos advertir que en las distintas épocas, se presenta la tentación de
vivir una fe sin ninguna repercusión histórica. La cual, es sostenida por una serie de
devociones, que no repercuten en la vivencia diaria, llevando a la persona a existir en una
pasividad frente al acontecer social. Tal vivencia también se presenta como una esclavitud,
porque se calla y se silencia la voz ante el dolor de los hermanos.
La vivencia a - histórica de la fe ha sido el blanco de las múltiples denuncias de Jesús quien
advertía la necesidad de conjugar vida y oración, porque la sola vivencia de la fe personal e
individual se queda en unos simples ritos fríos y vacíos que conducen a la idolatría porque
no tienen ninguna exigencia ética. Por otra parte, el solo compromiso social sin ningún
soporte de fe, puede desvirtuarse y caer en un populismo socialista, que se torna intolerante
con el peligro de llevar al hombre a tomar las armas con la falsa ilusión que logrará
transformar las estructuras que provocan muerte y opresión.
Pero también, en medio de tanta incertidumbre que asola al hombre, se pueden reconocer
distintos signos de una fe sólida e histórica que se consolida con la fuerza del amor. En
América Latina, existen diferentes comunidades que se alimentan con la Palabra de Dios, a
través de ese encuentro vivo, van clarificando e identificando su verdadera misión, y desde
esa luz otorgada por el Evangelio, van comprometiendo la vida, haciendo de su existencia
testimonio vivo de la presencia del reino aquí y ahora. Prueba de ello, es el desarrollo de
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una espiritualidad que se viene gestando en el pueblo latinoamericano, espiritualidad que
pugna por llevar a la auténtica libertad de los hijos de Dios, porque conduce al hombre a
reconocer su filiación divina.
Dentro de la espiritualidad latinoamericana, podemos identificar una característica
importante, la mirada atenta que dirige el cristiano hacia la historia, porque considera que
ese, es el espacio donde el Creador se va revelando, para otorgar vida y libertad a sus hijos.
El Señor de la historia no es ajeno a los problemas, las luchas y las fatigas, de los hombres
y mujeres. Por eso, el creyente renovado y fortalecido por la presencia de Dios, hace frente
a esas situaciones, manifiesta una actitud crítica, porque, no se resigna a vivir aplastado por
el sistema como si ese fuese el destino determinado y trazado para el hombre, tampoco se
resigna a llevar una vida marcada por el odio, el dolor y el sufrimiento.
En ese camino de autoafirmación de su ser, el cristiano con la libertad que goza, va
descubriendo el camino de la infancia espiritual, ruta que lo lleva a confiar plenamente en
el Señor, porque, el hombre se ve a sí mismo limitado y necesitado de un amor mayor que
lo lleve a buscar y procurar la liberación integral de su existencia, no de una parte sino de
todo su ser. Por eso, lucha encarnizadamente por implantar la justicia, y el amor evangélico,
por consiguiente, su respuesta ante la muerte es la vida, acto que lo va manifestando con
esos pequeños gestos de solidaridad fraterna en el día a día, al asumir la actitud del
samaritano y del niño que mira a todos como hermanos.
No se puede creer de forma ilusa que el accionar histórico nace espontáneamente cuando el
hombre asume alguna ideología política o partidista. Existe una realidad mucho más
profunda que lleva al cristiano a internalizar la lucha por la justicia, se puede decir que es
un imperativo que anida en el corazón del hombre espiritual, imperativo que le exige
exteriorizar y hacer visible la justicia y el amor.
El cristiano, logra escuchar de forma clara esa exigencia, en la medida que renuncia a las
falsas ideologías idólatras, pero también, cuando se abandona con una actitud confiada en
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los brazos del Señor, seguro que el Dios de la vida saldrá triunfante y no dejará a sus hijos
caer en las tinieblas de la muerte. Tal confianza solo se puede dar cuando el cristiano se
descubre como hijo amado del Padre, esa conciencia filial viene a ser la plataforma donde
descansa la confianza evangélica, de lo contrario, sería absurdo e iluso hablar del abandono
pleno en los brazos del Creador.
La toma de conciencia que adquiere el discípulo de Cristo ante el llamado y frente a su
misión, lo mueven y cuestionan, por eso reacciona ante los embates de la violencia, pero no
con las mismas armas que usan los verdugos para infligir las más crueles agresiones, sino
invadido por un amor mayor reacciona de una manera diferente, porque su vida se
desarrolla en libertad no para hacer lo que quiera, sino para vivir la voluntad de Dios, es
decir, para existir amando y perdonando sin medida, incluso a quienes lo injurian. Por ello,
el hombre espiritual en América Latina manifiesta su rechazo rotundo a la muerte y al odio,
porque sabe que esas realidades son ajenas a los principios evangélicos. Estas son las armas
que lo llevan a resistir los duros vientos de la violencia.
La resistencia en el amor es la respuesta que se da ante la violencia de aquellos que
pretenden envolver a la humanidad en el círculo vicioso de la indiferencia y del egoísmo
globalizante. Por eso, la resistencia del amor ágape se presenta como la máxima expresión
de la infancia espiritual, porque lleva al hombre a confiar y a entregar todo lo que en él hay,
para el servicio del reino. Esta es una clara actitud pascual de aquel que es testigo del
triunfo de la vida sobre la muerte, de lo contrario sería una simple efervescencia emocional
o un optimismo frente a los tiempos difíciles. Por consiguiente, la confianza cristiana, se
fundamenta en Cristo, el Maestro vivo y resucitado porque es Él quien encarna y hace
realidad las promesas del Padre Eterno.
Por lo tanto, el cristiano que vive a la escucha atenta de la voz del Creador, a través de la
oración, asume una postura de defensa por la vida, por la justicia y se reconoce constructor
de la paz. E ahí donde se da la verdadera ortopraxis, que no es una autoafirmación de los
ideales del hombre, sino, es la puesta en práctica de la voluntad divina manifestada en el
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Evangelio. América Latina animada e impulsada por la oración va tomando conciencia de
su papel y de su misión en el mundo, por eso con la humildad de un niño, busca vivir en
fidelidad evangélica incluso dentro de las cosas pequeñas, aquellas que son imperceptibles
para el mundo moderno que solo busca inflar al hombre en su egolatría.
Con docilidad y con la ternura que caracteriza al niño el cristiano en América Latina, es
capaz de orar incluso por aquellos que le van quitando la vida, porque reconoce que el
verdadero camino de la liberación es el afecto que nace del amor pleno. Sin ese querer
mayor y absoluto que lo sostenga, simplemente su vida caería en la oscuridad y en la
resignación. Por eso, la dilección que comunica Jesucristo permite mirar la vida con ojos
distintos, pero no es solo contemplar pasivamente el acontecer exterior, porque el cristiano
en Latinoamérica, va dejando atrás los miedos serviles y se compromete con la
construcción de la comunidad, valor presente y arraigado en nuestros pueblos.
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CONCLUSIÓN GENERAL
A lo largo del presente análisis, hemos buscado identificar los rasgos característicos de la
oración cristiana en el proceso de liberación de América Latina. Para poner de manifiesto el
¿por qué? el ¿cómo? y el ¿para qué? de la liberación. Después de haber profundizado y
contrastado los planteamientos de los diferentes escritos que trazan el camino espiritual que
se va construyendo en Latinoamérica, podemos concluir y afirmar que, los aportes son
múltiples y vitales, porque mediante éste acto ocioso, el hombre ha dado pasos concretos y
reales que lo van llevado a salir de una alienación religiosa para abrirse a una vivencia en
libertad, no de tipo ideológico sino existencial, arraigado en la fe.
Dentro de esa riqueza reflexiva que emerge en América Latina, se subraya la toma de
conciencia que adquiere el cristiano frente a su realidad. Es decir el hombre de oración a
través de esa respuesta que da al Creador, en el diálogo íntimo, descubre quien es él y quien
es Dios. Se situada sin dobleces ante su Señor, reconoce sus limitaciones, pero también sus
grandezas, en síntesis, a través del camino de interioridad revitaliza la filiación divina.
Inmediatamente, junto a esa realidad, el cristiano asume su misión en la sociedad y en el
mundo, porque busca dar respuestas claras que lo van llevando a reflejar la presencia del
reino de Dios en la vida diaria.
Cuando, la mujer y el hombre de oración se experimentan como hijas(os) amadas(os) de
Dios Padre y Madre, adquieren capacidad para enfrentar el pecado, porque la presencia del
mal es una realidad latente en el mundo, que se presenta como esa fuerza ajena al
Evangelio que golpea a la humanidad y la divide. Desde el nuevo camino que se abre ante
la persona de oración, se abandona el temor frente al pecado y la muerte, porque se
reconoce que no son absolutos. La confianza en el Señor es mayor, por eso la esperanza
renace y se robustece. En ese sentido, el pueblo latinoamericano puede dar fe de esa
realidad, porque a través de su plegaria, traducida y expresada en cantos populares y
poemas, comunica los horizontes de esperanza que va viviendo.
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Sin temores serviles, el cristiano rompe con los ídolos, especialmente con la falsa quimera
del poder, cuya sed busca corroer, confundir y envolver a la comunidad. Es decir se da una
ruptura contra aquellas realidades que van cerrando las puertas al proyecto del reino. Por
ello, el hombre, a través del camino de oración va adquiriendo un fuerte sentido de
fraternidad, porque, concibe su vida en relación a los otros, a quienes considera hermanos.
De esa manera, va desterrando cualquier tipo de egoísmo altanero que lo lleva a mirar a los
otros como inferiores.
Es así como, desde la fe vivida en América Latina, se plantea una vivencia espiritual sin
escisiones, donde la vida entera se concibe como un canto de alabanza y de acción de
gracias al Señor. Tal realidad entronca con la tradición mística cristiana, porque los grandes
maestros espirituales dejan de lado cualquier tipo de dualismos en la vida espiritual.
En este camino, existen momentos de profunda intimidad con el Señor, donde la música
callada resuena con fragor, donde el hombre es abrazado por el fuego pasional del amor
divino. Tal fuego no se agota en esos momentos, no terminan en el templo o en los rincones
ocultos del oratorio. Sino, ese mismo abrazo pasional y amoroso, se va proyectando en el
hermano pobre, que se encuentra abandonado y necesitado. Por lo tanto, afirmamos que la
oración permite que el hombre encarne el proyecto de Dios manifestado por Jesucristo.
Sin esos espacios de silencio, la opción evangélica languidece porque se queda en una
efervescencia momentánea. Pasado ese efecto, el hombre continúa envuelto en una esfera
que reduce su mundo, por ende se cierra a todo tipo de relacionalidad. En ese orden, rompe
con la relación divina, rechaza el proyecto de fraternidad, y se niega a entrar en comunión
con el cosmos, esto sucede porque, observa esas realidades como medios que le
proporcionan alguna utilidad, no como lugares potenciales de encuentro fraterno
Por consiguiente, dentro del proceso de liberación, la oración juega un papel importante,
porque unifica lo que el pecado divide y desgarra en la intimidad del hombre. Al unir,
permite que la comunidad, pueda mirar de manera crítica su historia, su presente y su
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futuro. Solo, desde ahí, se pueden ir realizando opciones, no de tipo subjetivista, sino
aquellas que se encuentren acordes al proyecto divino. Tales opciones no permanecen en el
marco de teorías frías, sino se hacen realidad, porque otorgan vida y libertad en el seno de
la comunidad.
Por lo tanto, la oración, se presenta como ese camino de la liberación integral de la
humanidad, aspecto que ha sido subrayado y trabajado por los teólogos latinoamericanos.
Ellos afirman que la vivencia de la oración abarca todos los planos, tanto los interiores
como los exteriores. Las tres preguntas a este respecto, planteadas en la introducción, nos
ayudan a focalizar y especificar los campos y el sentido de la liberación en América Latina.
¿De qué libera la oración? Después del análisis realizado, decimos que la oración nos libera
de nosotros mismos, del ensimismamiento, de la reducción que se hace del mundo y del
absoluto. Mediante la plegaria, el hombre descubre una presencia mayor en su vida, el cual
quiere estrecharlo y tejer una relación de amistad. ¿Cómo lo libera? Mediante la vivencia
real del evangelio, a través de un camino de interioridad que se da por medio de la oración.
Solo ahí, en la profundidad del ser, el hombre descubre quien es, porque toca su esencia
más íntima. ¿Para qué lo libera? Para vivir el proyecto de Jesús, el cual se caracteriza por
construir comunidad y para hacer pleno el amor de Dios, a través del servicio.
Éste viene a ser uno de los aportes significativos de la oración en el proceso de liberación
de América Latina, a continuación, presentamos las conclusiones secundarias, a las cuales
llegamos después de profundizar en nuestra reflexión.
1. La presente investigación, nos permitió identificar el acontecimiento que gesta la oración
en América Latina. Al profundizar en el evento que funda la plegaria, necesariamente se
hace referencia a la revelación en la vida del hombre, hecho que se encuentra mediado por
el contexto. Es así porque, el Dios presentado por Jesucristo, no tiene otro espacio para
manifestar su voluntad, sino dentro de un escenario histórico. Esa es la irrupción que hace
el Creador en la existencia del cristiano, tras ese choque existencial entre la humanidad y el
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Padre, surge la oración, en sus distintos matices: alabanza, perdón, acción de gracias,
súplica.
América Latina, está marcada por la exclusión, marginación, pobreza, muerte, opresión,
abandono, etc. Es en esa realidad donde el discípulo de Cristo, descubre la voz del Padre, y
ésta no es una afirmación romántica, sino se erige como una certeza para el pueblo
latinoamericano. A lo largo de estos años, si bien la brecha entre pobres y ricos se ha
incrementado, también se van dando gestos concretos de compromiso, existen distintos
grupos eclesiales, incluso episcopados que muestran un camino de fe comprometido con los
pobres, lugar donde acaece la revelación.
Por ello, podemos afirmar que el pobre viene a ser la teofanía de Dios. Ellos, a través de sus
vidas y sus necesidades develan la presencia de un Dios olvidado y relegado, quien clama
ayuda a través de los hermanos desamparados. Por consiguiente, no puede haber encuentro
verdadero, si no se descubre al Creador en ellos, dado que con sus necesidades y dolores los
pobres vienen clamando como Cristo en la cruz “tengo sed”, sed de justicia, sed de
misericordia. En consecuencia, la revelación divina en América Latina supone el
develamiento de un rostro nuevo de Dios, es decir, se va desmitificando la imagen de un
Dios envuelta en poder y riqueza ajeno a la historia.
Por ende, el cristiano a través de los pobres y gracias a la sensibilidad adquirida en la
oración, descubre la voz y el rostro de Dios, pero esta realidad, no lo deja quieto en
silencios mudos y cómplices, sino lo impulsa a dar respuestas de fe, ante las luchas y
desafíos que plantea el contexto de marginación. Esta no es una experiencia que se vive en
soledad, ya que se realiza en el seno de una comunidad, porque la oración y vivencia
compartida, permiten ir dilucidando con mayor claridad la voz del Padre.
Es todo un proceso en el cual el hombre descubre al Creador en su vida en su historia. El
descubrir a Dios en la historia, tiene repercusiones concretas, porque rescata al hombre de
una vivencia ritual, cultual, mágica, esotérica, alienada, vivencia que muchas veces
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desencadena en una idolatría, porque se adora a un dios sin ninguna exigencia ética, un dios
a la medida del hombre. Por eso, solo cuando se asume la revelación histórica del Padre, se
redescubre a Dios en todos los ámbitos, tanto en las alegrías como en las tristezas. En sí,
encontrar al Creador en la historia, es un llamado a vivenciar no un dogma anquilosado en
el tiempo, sino se asume la presencia de un Ser, que inunda toda la existencia.
2. El camino de oración cristiana, una vía de conocimiento personal. Gracias al diálogo
ininterrumpido, a la luz de la fe, el hombre espiritual, se contempla a sí mismo con
honestidad, sin engaños ni falsedades. De esa manera, se va desterrando aquello que es
ajeno a Dios y desde ahí se van surcando caminos de liberación. Por tanto, sin esa
sinceridad frente a lo verdadero de la historia, se viviría en una burbuja de cristal con una
falsa espiritualidad en medio de un mundo conformista. Es así como, dentro de la línea de
honestidad, el hombre descubre sus limitaciones, pero también redescubre sus posibilidades
y sus grandezas porque, identifica su capacidad para acoger la grandeza del Creador.
El lugar por excelencia donde se da el diálogo íntimo entre el hombre y Dios, que a su vez
se presenta como vía de conocimiento personal, es en la interioridad del hombre. Es ahí, en
el centro del alma, según palabras de santa Teresa de Jesús, donde la humanidad va
descubriendo al Creador. Lo descubre como Padre, Hermano, Amigo, Esposo. Esos rostros
que descubre el orante, no quedan en clichés o hermosos eslogans, sino, van afectando la
existencia del hombre espiritual, porque lo llevan a descubrir su dignidad, considera que no
es un ser arrojado en el mundo, sino es el hijo de Dios llamado a una vivencia
trascendental.
Por tanto, la filiación asumida desde la vivencia espiritual a través de la oración, permite
que la liberación se geste desde la raíz más honda del ser humano, porque lo sitúa de cara a
su verdadera realidad. Asumir la realidad de lo que uno es genera una nueva conciencia,
por eso, el hombre se niega a vivir como un esclavo, sumido en la discriminación. Solo la
oración, cuando toca la médula de la humanidad en el centro más profundo, produce esta
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conversión, en el ser, que se refleja en la conciencia, lugar donde brota la verdadera
liberación.
3. La oración latinoamericana se nutre del acontecimiento Cristo. Se hace esta afirmación
porque Jesucristo es la piedra angular de todo el edificio espiritual. Es Él con su vida y sus
actitudes quien va inspirando y fomentando la oración del pueblo. Esta oración, permite ver
a Jesucristo como el único absoluto, el Señor de la historia. Por eso, su causa, se hace causa
del hombre de oración, su plegaria se une a la del Maestro, para clamar la llegada plena del
reino. Por consiguiente, la oración va configurando al hombre con Cristo y lleva a centrar
su existencia en el seguimiento.
El camino de oración Cristocéntrico, lleva a contemplar lo esencial del rostro de Dios,
porque destierra de sus imaginarios a un Jesús sentado en su trono alejado del universo.
Para descubrir a un Señor, humillado y herido por los poderosos de turno. Un Jesucristo
hijo de Dios, que es solidario con los sufrimientos de la humanidad. Por lo tanto, afirmamos
que esta perspectiva de oración vivida en profundidad, supone el encuentro con un rostro
nuevo de misterio divino. Es ante ese nuevo rostro donde surgen expresiones de profundo
afecto y confianza.
Por último, consideramos que la experiencia Cristológica, dinamiza y anima la vida del
pueblo, por eso, la comunidad no se hunde en la desesperanza, sino, con una esperanza
renovada en el acontecimiento pascual abre nuevos horizonte, porque no se resigna a ver
como la muerte va rondando y ejerciendo toda su violencia. Por ello, la esperanza, no se
puede entender como un simple optimismo, dado que emerge como fruto de un diálogo
ininterrumpido que se da entre el hombre y Jesucristo. Por eso, afirmamos que la esperanza
no es una realidad pasiva, aunque se gesta en el silencio, es una espera activa que resiste los
embates de la violencia con amor solidario, como signo de la presencia del reino de Dios.
4. La oración latinoamericana una experiencia de vida teologal. Subrayamos esta realidad,
porque a través de la investigación, hemos visto como van interactuando y como van
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tomando carne las virtudes teologales. Es así como, la fe va inspirando la existencia, desde
ella emerge la oración. Se ora con fe porque se espera y se confía en el Creador quien
nunca desoye las súplicas de sus hijos, dado que Dios es amor y vida, no muerte y
destrucción. Por eso, La fe y la esperanza, van moviendo a la caridad, es decir despiertan al
hombre para que responda ante el clamor de Dios, voz que se hace patente en los más
desposeídos.
En ese orden, la oración conduce al hombre a un compromiso concreto con la obra divina
que consiste en vivir los valores del reino. Tal acto va desencadenando descontentos y
temores, entre los poderosos de turno, quienes al ver tambalear sus seguridades, buscan
acallar, silenciar y atemorizar a la comunidad. En consecuencia, el hombre con una fe
renovada en la plegaria, redescubre su dimensión profética, que es un signo característico
de la oración cristiana. Por ello, reclama y cuestiona, aunque eso, lo lleve a exponer la vida.
América Latina, esta teñida de la sangre de tantos hombres y mujeres que han dado muestra
de un amor apasionado que llega hasta las últimas consecuencias.
De esa manera, después de dialogar con la propuesta espiritual de los diferentes autores
latinoamericanos, podemos contemplar como la oración se hace vehículo que sumerge al
hombre dentro de sí, llevándolo a un diálogo interrumpido con el Creador. Desde ahí, va
redimensionando su ser teologal, porque, adquiere una conciencia diáfana de su
antropología. Al abrir nuevas brechas en su ser, se redescubre como hijo amado del Padre,
hermano entre los hombres. Por lo tanto, no vive una existencia de esclavo, o siervo, sino,
se sitúa como hijo, heredero de la obra del Padre.
5. Un aspecto fundamental de la oración vivida en América Latina, es la concreción
histórica que adquiere. Por eso, se subraya de manera especial la necesidad de conjugar la
vida ordinaria con la plegaria. Porque, el itinerario espiritual del hombre y de la comunidad,
tiene un claro objetivo, el cual no consiste en una vivencia intimista de autoafirmación o de
alienación personal. En consecuencia, el camino de oración, conduce, a romper con todo
aquello que es ajeno al Creador y con todo tipo de pecado. Por ello, a través de la vía
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espiritual, el hombre se hace más humano, capaz de amar con la misma pasión que el
Padre.
El amor que madura al calor de la oración, deja de lado los afectos egoístas, para dar paso
al amor como opción. Por consiguiente, el hombre no se relaciona con los hermanos por
pura empatía, aunque la puede acompañar. Hay una realidad mayor que lo mueve a optar
por la comunidad, por el otro sufriente. Por ello, afirmamos que la oración se orientada en
una doble dirección, que es amor a Dios y al prójimo, si no se da esa realidad, se vive en
una quimera fantasiosa. Ese es un aporte importante que subraya la teología
latinoamericana, porque la fidelidad espiritual, se manifiesta en la fidelidad a la humanidad.
Por otra parte, si bien a través del camino de oración el cristiano adquiere gran señorío
sobre el mundo y sobre sí mismo, ello no lo lleva a una mayor seguridad, tampoco a una
afirmación de sus propias fuerzas, sino la oración permite que se abaje para reconocer su
indigencia, ante el Señor, ya que se considera necesitado de la mano protectora y
misericordiosa del Creador, infundiendo vida y ánimo. En caso contrario no podría seguir
comunicando amor a sus hermanos golpeados por la pobreza.
Por ello, afirmamos que la vida de oración en América Latina, conduce al cristiano a una
infancia espiritual. Éste es un tema muy importante en el camino de configuración con
Cristo, porque, no se trata de crecer de forma arrogante para ponerse por encima de los
otros, sino, es un camino que rompe los paradigmas modernos. Por eso, la infancia ha de
ser entendida desde el contexto bíblico y evangélico, propuesta que deja de lado cualquier
connotación negativa, para apuntar a lo esencial del Evangelio. Sólo el niño, puede vivir
con plena confianza, porque, entrega su existencia a otro que es mayor que él. Lo hace
porque la oración lo va llevando a intuir y a captar esa presencia divina.
Por lo tanto, la infancia espiritual, se presenta como una manera de ser, de vivir, y de
ubicarse en el mundo y en la historia, es decir hace concreto el camino espiritual. Camino
que se erige como opción fundamental por el evangelio. Solo desde esa vivencia, serena
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descansada, que se gesta en medio de la oración, el cristiano puede dejar atrás sus
seguridades y arrogancias. Consideramos que esta dimensión, dentro de la vida espiritual,
tiene que ser abordada de una manera amplia, desde una perspectiva latinoamericana,
poniendo de manifiesto lo pasos concretos que va dando la comunidad que vive esta ruta.
6. La oración un camino de ortopraxis. Esta realidad en la existencia del cristiano, se mueve
en una doble dirección, la cual se presenta como el compromiso concreto del cristiano. Por
una parte, la ortopraxis, es entendida como la vivencia recta del Evangelio, la cual brota
espontáneamente en el camino de oración. El compromiso concreto que palpa los dramas
de muerte y marginación, a la vez, se hace fermento para dirigir la plegaria.
Por eso, la ortopraxis es entendida, como una exigibilidad en el camino del cristiano, la cual
permea todas las áreas y dimensiones de la existencia. La teología en latinoamérica, desde
sus bases espirituales, llama e invita a redescubrir la huella de Dios en la integridad del
hombre. Por ello, todo el camino de ortopraxis es comprendido dentro de una fusión y
unidad que se da con la vida interior. Es así como, la oración, informa la vida ordinaria del
cristiano. Por tanto, la vida espiritual, viene a ser la estructura ósea que sostiene toda la
masa corporal que es la vivencia práctica. Ambas se necesitan y se corresponden, no
pueden existir por separado.
Ese es otro aporte importante de la propuesta espiritual manifestada en la teología
latinoamericana. Porque, pone de manifiesto la necesidad de integrar vida y oración, es
decir, busca tender puentes de unidad, entre la vida moral y la vida espiritual. Ese es un
aspecto que ha subrayado América Latina, porque hay una conciencia clara de recordar
que, la vivencia religiosa de los fieles, tiene que traducirse en acciones, las cuales han de
generar un ethos concreto, que se caracterice por el amor desbordante hacia la humanidad,
necesitada de redención.
7. Por último, consideramos que el camino de oración, no es un tema que se pueda agotar
en un solo trazo, porque, a medida que se ha profundizado en él, se ha podido descubrir
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diferentes campos donde la oración cobra vida y adquiere matices particulares. Ellos, se
presentan como nuevos horizontes de investigación. Ésta reflexión, es tan solo una
plataforma general que traza las características de la plegaria latinoamericana, con un
referente de liberación. Sin esos momentos de ocio y soledad, sería imposible vivir la
autenticidad del cristianismo, e incluso según Gustavo Gutiérrez, sería imposible hacer
teología, porque la doble vivencia, que es una sola (oración y compromiso), se encuentran
en los fundamentos epistemológicos de la reflexión latinoamericana.
Como ya se mencionó, quedan aún muchas preguntas por dilucidar, porque al dar una
mirada global frente al tema de la oración latinoamericana, nos quedamos en un plano
fundamental de caracterización. Es necesario tocar cada contexto y cultura específica, por
ejemplo las culturas amerindias, gestan formas particulares de entrar en relación con el
Creador, partiendo de una cosmovisión que considera sagrada la naturaleza, porque el
hombre andino, ve en la creación, la huella divina, tal vivencia religiosa, por otra parte
lleva a una visión antropológica y a una vivencia concreta de solidaridad y fraternidad.
Por otra parte, el jolgorio de los pueblos afro descendientes, reflejan otra forma de
intimidad con el Señor, como dicen los obispos de la costa pacífica del Perú, en estos
lugares la danza se hace oración. Por otra parte, es preciso prestarle atención a la plegaria
de esperanza y resistencia de las mujeres víctimas de la violencia, quienes se niegan a
quedar en el olvido, levantando así su voz profética que cuestiona a un mundo indiferente y
hasta cierto punto cómplice con sus silencios. Tal experiencia de oración, merece ser
tomado en cuenta para descubrir en ella, esa fuerza arrolladora del misterio que las lanza a
superar los temores, para proclamar que Dios es vida y justicia, no muerte y destrucción.
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