Jardín de las delicias, El [El Bosco]
Hacia 1500-1510, óleo sobre tabla, 220 x 389 cm [P2823].
El origen de este tríptico -la obra más afamada y singular de cuantas
realizó El Bosco- se vincula definitivamente a la Casa de Nassau -
propietaria de un castillo en Breda, no lejos de Hertogenbosch-, si
bien, por el momento, no se sabe si lo mandó hacer Engelberto II de
Nassau, fallecido en 1504, o su sobrino y heredero Enrique III de
Nassau, en cuyo castillo-palacio de Bruselas lo vio Antonio de Beatis
en 1517, durante el viaje que hizo a los Países Bajos acompañando al
cardenal Luis de Aragón. A la muerte de Enrique de Nassau, pasó a
manos de su hijo Enrique de Châlons y, al fallecer éste en 1544, a las
de su sobrino Guillermo de Orange. Confiscado al príncipe de Orange
por los españoles en 1568, fue propiedad del prior de la orden de San
Juan, Fernando de Toledo, hasta su muerte en 1591. Felipe II lo
adquirió en su almoneda y en 1593 lo destinó al monasterio de El
Escorial, registrándose en su libro de entregas como «una pintura de
la variedad del Mundo, que llaman del Madroño». Permaneció en El
Escorial hasta la Guerra Civil y en 1939 ingresó en el Museo del Prado
como depósito de Patrimonio Nacional. Pese a que no está firmado ni
documentado, nadie duda de que El jardín de las delicias es un
original de El Bosco. Aunque probablemente el comitente fue Enrique
III de Nassau -como opina también Paul Vandenbroeck, que sitúa su
ejecución en 1503, cuando se desposó con su primera mujer, por
considerar su temática vinculada al matrimonio-, no se puede
descartar la posibilidad de que lo encargara su tío Engelberto II de
Nassau, pues ambos eran amantes de la pintura y miembros de la
cofradía de la Virgen de Hertogenbosch, a la que también pertenecía
El Bosco desde 1486-1487, por lo que debían conocer al pintor y su
obra, ya que los miembros de dicha cofradía tenían la obligación de
acudir a la villa de Hertogenbosch en determinadas festividades y en
la catedral de San Juan -en la que tenía su capilla la cofradía- había
entonces varias pinturas de El Bosco. Por lo que respecta a su
cronología, aunque no hay elementos de juicio para establecer una
evolución en las obras de El Bosco, todo apunta a que, a fines de la
década de 1480, su estilo estaba ya perfectamente conformado, de
modo que nada impide que El Bosco haya podido ejecutar El jardín de
las delicias en 1500 e incluso antes, puesto que la dendrocronología
de esta obra, realizada por Peter Klein, confirma que el soporte de
roble del Báltico en el que se hizo, estaba cortado y secado en 1458,
si bien se almacenó y se utilizó bastantes años después, por lo
excepcional de sus dimensiones. El jardín de las delicias es una de las
creaciones más enigmáticas de El Bosco, por lo que, para tratar de
descubrir su significado, es necesario saber qué es lo que el pintor
representa en cada tabla. El tríptico cerrado muestra en grisalla el
final del tercer día de la Creación. Arriba, a la izquierda, aparece Dios
Padre con triple corona y un libro abierto. En la parte superior de las
dos tablas, una inscripción en latín con letra gótica dorada (Salmos,
32, 9) es la clave para identificar el momento elegido: «Ipse dixit et
facta sunt» (Él mismo lo dijo y todo fue hecho) en la izquierda e «Ipse
mandavit et creata sunt» (Él mismo lo ordenó y todo fue creado) en la
derecha. El mundo de El Bosco sigue las convenciones de la época: la
tierra es plana, con agua alrededor y con abundante vegetación,
rodeada de una esfera, con reflejos luminosos para dar la impresión
de ser cristalina y traslúcida. El tríptico abierto contrasta, por la
brillantez de su color, con la grisalla del reverso, con sus tres paneles
distribuidos en tres planos superpuestos, gracias a la elevación de la
línea del horizonte. En el izquierdo, dedicado al Paraíso terrenal,
aparece en primer plano Dios -identificado por sus rasgos con Cristo-
en medio de Adán y Eva. Se trata, por tanto, de la presentación de
Eva a Adán, muy poco frecuente en las representaciones del Paraíso.
En el plano medio, El Bosco incluye en el centro la fuente de los
cuatro ríos del Paraíso, a la izquierda el drago -un árbol procedente de
Canarias que se asocia con el árbol de la vida-, y a la derecha el árbol
de la ciencia del bien y del mal, con la serpiente enrollada en el
tronco. El panel central -que da nombre al tríptico, conocido comoEl
jardín de las delicias o La pintura del madroño- está poblado por gran
número de figuras humanas, animales, plantas y frutas. Las primeras
-desnudas a excepción de la pareja del ángulo inferior derecho, que
se suele identificar con Adán y Eva tras la expulsión del Paraíso-, ya
sean hombres, mujeres, blancos o negros, generalmente aparecen en
grupos o en parejas. Los animales -reales o fantásticos- muestran
dimensiones muy superiores a las normales, al igual que plantas y
frutas. No hay duda de que en esta tabla El Bosco representa al
mundo entregado al pecado y muestra a hombres y mujeres
desnudos, manteniendo relaciones -algunas contra natura- con una
fuerte carga erótica o sexual alusiva al tema dominante en esta obra,
el pecado de la lujuria, aunque no sea el único. En el plano medio, El
Bosco representa un estanque lleno de mujeres desnudas. Fuera de
él, gira a su alrededor un grupo de hombres sobre cabalgaduras
distintas -algunas fantásticas-, alusivas a los pecados capitales. En el
superior el pintor incluye cinco construcciones fantásticas sobre el
agua, la central similar a la fuente de los cuatro ríos del panel del
Paraíso, aunque resquebrajada. Se alude con ello a su fragilidad, al
carácter efímero de las «delicias» que gozan los seres humanos que
pueblan este jardín. En el panel derecho, El Bosco representa el
Infierno, el más impresionante de los conocidos del pintor, al que se
suele llamar «Infierno musical» por la importante presencia de
instrumentos musicales, utilizados para torturar a los pecadores que
dedican su tiempo a la música profana, como los amantes de la parte
superior de la tabla central del tríptico de El carro de heno (Prado). De
toda la escena, lo que más atrae la atención es el plano medio con la
figura del hombre-árbol -asociado con el demonio-, tanto por su color
claro sobre fondo oscuro, como por su gran tamaño en relación a los
otros seres representados. Si en el jardín de las delicias dominaba la
lujuria, en el Infierno reciben su castigo todos los pecados capitales.
Buen ejemplo de ello es el monstruo sentado en el primer plano, a la
derecha de la tabla, que devora hombres y los expulsa por el ano -
avaros-. Y, sin duda, alude a los glotones -al pecado de la gula- el
interior de taberna del tronco del hombre-árbol, en el que los
personajes desnudos sentados a la mesa esperan a que los demonios
les sirvan sapos y otros animales inmundos, al igual que se destina a
los envidiosos el suplicio del agua helada. Tampoco faltan castigos
para los vicios censurados por la sociedad de la época, como el juego,
o para alguna clase social, como el clero tan desprestigiada entonces,
como se verifica en el cerdo con toca de monja que abraza a un
hombre desnudo, abajo, a la derecha de la tabla. El tríptico de El
jardín de las delicias es una obra de carácter moralizador -no exenta
de pesimismo- en la que El Bosco insiste en lo efímero de los placeres
pecaminosos representados en la tabla central. El pecado es el único
punto de unión entre las tres tablas. Desde su aparición en el Paraíso
con la serpiente y con Eva -que asume la culpa principal de la
expulsión del Paraíso, propia de la misoginia medieval-, el pecado
está presente en el mundo -pese a que se muestre como un Paraíso
terreno engañoso a los sentidos- y tiene su castigo en el Infierno.
Pilar Silva Maroto
Bibliografía
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Klein, Peter, «Dendrochronological Analysis of Works by Hieronymus Bosch and his
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Vandenbroeck, Paul, «Jheronymus Bosch zogenaamde 'Tuin der Lusten', I y II», Jaarboek
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Yarza Luaces, Joaquín, El jardín de las delicias de El Bosco, Madrid, TF Editores, 1998.
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