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I- De Parasitología, Parásitos y Parasitólogos: de todo, un poco...
Con el apreciado patrocinio de Editorial Veterinaria Argentina SRL y del Ingº Norberto
Speroni, la Asociación Argentina de Parasitología Veterinaria (AAPAVET) inicia la
publicación periódica en Veterinaria Argentina de un espacio propio que incluirá historias,
actualizaciones e información, en principio dirigido a los colegas que ejercen la
especialidad, pero espera también que interese a toda la profesión. La página está abierta
para la publicación de notas y artículos enviados, previa su aprobación.
A la luz del rotundo éxito del Congreso Mundial de Parasitología Veterinaria (XXIIIº
WAAVP-Argentina 2011) realizado en Buenos Aires en agosto 2011, AAPAVET estima que
es una excelente oportunidad para capitalizar aquel enorme esfuerzo, mantenerse en
contacto con la profesión veterinaria rioplatense y juntos en una gran familia, progresar en
la tarea cotidiana de afianzar el interés y propender la permanente actualización de
conocimientos en la especialidad. En esta primera entrega se rescata y amplía un trabajo
de interés para todos y cuya lectura seguramente traerá recuerdos a los memoriosos,
publicado originalmente en el Periódico Motivar en 2007.
Medicina Veterinaria y Parasitología en la Argentina entre 1950-2012.
Reminiscencias, reflexiones y diferencias entre dos épocas...
G. Mauricio Bulman (?)
Introducción Todo intento de realizar comparaciones a menudo resulta conflictivo y sin
proponérselo hasta molesto, y algunos colegas pueden inclusive diferir de opinión con
respecto a uno o más datos. Ello hiciera que no fuese fácil reeditar esta nota dirigida en
especial a las nuevas generaciones, señalando y comentando sobre algunas
diferencias entre la enseñanza y el ejercicio de la medicina veterinaria, y las
enfermedades parasitarias y su tratamiento, allá lejos y hace tiempo frente a la nueva
época a partir de los 80 y durante la primera década del Siglo XXI. Ningún cambio
señalado se hizo de la noche a la mañana, cada uno cumplió un proceso que llevó su
tiempo. En todo momento se ha buscado ser muy objetivo en las apreciaciones y análisis
de estas modificaciones, en su mayoría fruto de las experiencias vividas, intentando no
herir posibles susceptibilidades. De ocurrir, de hecho se piden disculpas, pero recuerdo al
lector que hace aproximadamente quinientos años el humanista e historiador florentino
Nicolás Maquiavelo (1460-1527), autor de El Príncipe, juzgó imposible describir las cosas
contemporáneas sin ofender a muchos.
Antecedentes.
He ejercido y vivido intensamente algo más de medio siglo vinculado a la Medicina
Veterinaria, 56 años para ser preciso, de los cuales, salvo casi un lustro en Bolivia y
Afganistán al ser designado Experto Internacional en Sanidad Animal y contratado por la
FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), los
demás fueron en Argentina. Es importante para los relatos, que gran parte de esta larga
vida en la profesión se desarrolló en estrecha relación con el medio rural, fuese trabajando
por cuenta propia en las Provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, en la esfera
provincial en La Pampa, en la nacional durante 10 años en CANEFA y SELSA (en La
Pampa, Santa Fe, Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones), en la investigación científica en
el CONICET (en el CEDIVEF, Formosa) y en el INTA (en el CNIA, Castelar), en FADEFA
(Fundación Argentina de Erradicación de la Fiebre Aftosa), en los cuadros técnicos de
grandes empresas nacionales e internacionales de la industria veterinaria (R. Kurlat,
MSDAgvet, Cyanamid International y Biogénesis-Bagó), como también en la docencia y la
permanente transmisión de conocimientos.
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En la Universidad.
La carrera universitaria fue cursada entre 1951 y 1956 en la vieja Facultad de Agronomía y
Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, cuando ambas carreras compartían aulas y
profesores en materias como Química y Física Biológica. Esta última materia inicial, junto
con Anatomía I y Química, con correlativas en 2º año, constituían formidables escollos y el
motivo de muchos abandonos tempraneros. El titular de Física Biológica había sido el físico
y químico Raúl Ernesto Wernicke, quien desapareció con un hijo junto a casi toda la
tripulación del ARA "Rastreador Fournier" al hundirse en la primavera de 1949, en las
gélidas y profundas aguas del Estrecho de Magallanes. Fueron años agitados, en especial
el 1955, cuando no se padecía una revolución se desataban huelgas y piquetes
estudiantiles, como también cierres temporarios oficiales, a veces hasta con carros de
asalto y guardias policiales, en otros eventos con la presencia intimatoria de las Fuerzas
Armadas. Era moneda corriente que el alumnado fuese vigilada subrepticiamente por
agentes estatales encubiertos pero más evidentes que barras brava en un estadio de
fútbol, y frecuente que desaparecieran alumnos considerados revoltosos. Constituía una
bendición llegar a rendir ante mesas bien constituidas en los intervalos relativamente cortos
entre uno y el siguiente. En mi caso, recuerdo que en 1956 tuve 7 meses de espera para
que se reuniera la mesa examinadora de la última materia, período en el cual atendí la
sanidad de 4.000 vacunos en un establecimiento al norte de San Justo (Santa Fe).
Desde el punto de vista académico aún dictaban clases profesores extranjeros, en su
mayoría europeos contratados en la primera mitad del Siglo XX, que ejercían la docencia
con dedicación exclusiva, modalidad de enseñanza que cambió con el pasar de los años
por razones económicas, en detrimento de la calidad de enseñanza. Internacionalmente la
denominada excelencia universitaria y la calificación académica de una Facultad se miden
en el número de cátedras con profesores full-time, los demás parámetros no inciden. A
mediados de los '50 la enseñanza pública universitaria sufrió el embate de cambios
políticos nacionales, siendo una de sus consecuencias el ingreso de noveles jóvenes
docentes mayormente sin experiencia, que imbuidos de increíbles ínfulas, se codeaban
para asumir protagonismo y reunir antecedentes académicos. Para adecuar sus currículo
vitae, debían reunir antecedentes mediante la publicación de trabajos, y al poco de
recibirme y estando ya vinculado con la Revista Gaceta Veterinaria ? que luego pasó a
circular con el nombre actual de Veterinaria Argentina ? se recibió un trabajo original
corto con 9 autores, describiendo un nuevo método de abordaje quirúrgico a la cavidad
torácica de un gato. Los colaboradores científicos de la revista, responsables de su
publicación, se hacían malabarismos mentales intentando imaginar de qué manera tantas
manos encontrasen el necesario espacio arriba del pobre felino!
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Entre aquella época y la presente, una gran diferencia era el respeto de los alumnos hacia
sus profesores, a nadie se le ocurría cuestionarlos, levantarles la voz, o presentarse a
rendir un examen final con cabello largo y barba, sin saco y corbata, pantalones rotos y en
ojotas. Escenas como las vividas en el 2007 en la UBA eran impensadas. La patética
asamblea del 6 de agosto de aquel año, y los frustrados intentos de reuniones anteriores
en democracia donde minorías bulliciosas paralizaron la Universidad, con similares
zafarranchos en la UNLP y Rosario, fueron una absoluta vergüenza. La nueva manera de
estudiar, donde el problema comienza en la secundaria, con tomas de colegios por una
minoría reincidente, dudosamente estudiosa y siempre disconforme por algo, es cuanto
menos un pésimo ejemplo y antecedente. Al escribir esta nota, se repite el escenario en
más de 40 colegios en la CABA. Opinar sobre la legitimidad de los reclamos estudiantiles y
los métodos adoptados para presentarlas, escapa los alcances del artículo, pero sí es
válido dejar asentado que Argentina no despertó aún de la gravedad de lo que vivió y vive
nuevamente, y en estas condiciones, la preparación adecuada del egresado secundario
para su futuro en los claustros universitarios es al menos incierto y sumamente
preocupante.
La enseñanza de Parasitología y Enfermedades Parasitarias.
Los programas de estudio en las diversas cátedras eran radicalmente diferentes a las
actuales. Refiriéndose específicamente a Parasitología y Enfermedades Parasitarias, el
estudiante de Ciencias Veterinarias del siglo pasado, al menos desde los años 50 y durante
varios lustros más, recibía mayormente conocimientos básicos de la taxonomía y
morfología de las especies, referencias fraccionadas de sus ciclos biológicos, de los
órganos afectados de los animales domésticos y la somera descripción de las lesiones
producidas, entrando en complicadas especificaciones de la formación bucal del parásito,
el esófago, el número y forma de las espículas, la bolsa copulatriz y otras. Poco de
epidemiología, las enfermedades producidas, su diagnóstico e importancia económica,
pérdidas directas e indirectas de producción ni conocimientos específicos de farmacología
para el control. Sobre la resistencia parasitaria, apenas alguna mención. La enseñanza
variaba según la Facultad y su entorno geográfico, además de los lineamientos y
antecedentes del catedrático, pero en la UBA gran parte de la información se refería a los
nematodos, siendo mayormente ignorados los ectoparásitos, salvo los ácaros de la sarna y
la garrapata. Cada parásito era una entidad separada, el concepto de grupos parasitarios
no existía. Al final el alumno rendía examen haciendo gala de su capacidad de retener en
la memoria complicadas tablas nemotécnicas para repetir sin errores la clasificación
taxonómica de largas listas de parásitos, sus nombres en latín y comunes, estructuras y
otras vaguedades, un conglomerado de información carente de objetivo práctico y de
escaso valor para ejercer mejor la profesión, y que en gran parte el futuro profesional
olvidaba ni bien se levantaba de la mesa examinadora y trasponía la puerta del aula. Una
aclaración: a nadie se le ocurriría criticar a eximios profesores como Juan José Boero en
La Plata, o Oscar Jacinto Lombardero en Corrientes, lo que se destaca es aquella
enseñanza mayormente teórica, con escasa proyección en la práctica diaria del futuro
veterinario.
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En la década del 80, con los primeros estudios epidemiológicos de tres años de la
gastroenteritis parasitaria en vacunos en Argentina, el enfoque y los entonces novedosos
conocimientos marcaron la necesidad urgente de un notable cambio en la enseñanza de la
parasitología, que afortunadamente se reflejó rápidamente en las cátedras universitarias.
Junto a especialistas del INTA, coordiné y participé de estos ensayos a gran escala a
campo y en el laboratorio, que fueron patrocinados por la empresa estadounidense MSD
Agvet para la introducción de la ivermectina, pionero del nuevo grupo de las lactonas
macrocíclicas. El primero se realizó en Balcarce (Buenos Aires) en vaquillonas con el novel
uso de terneros tracer y necropsias, el segundo en Reconquista (Santa Fe) en novillos.
Fueron seguidos con estudios de otros grupos similares en vaquillonas de reposición,
terneros al pié y hasta en vacas lecheras. Se introdujo en los ensayos y programas de
control la entonces reciente información trascendental de la hipobiosis en el ciclo de
Ostertagia ostertagi (C.Fiel et al, INTA Balcarce) y su impacto en los rumiantes al
emerger de su faz de inhibición invernal. Surgieron estudios comparativos entre grupos con
distintas frecuencias de tratamiento para el control de los parásitos internos, que reflejaran
el impacto en el peso, calidad y terneza de los cortes de carne (C.Garriz et al, INTA,
Castelar); en novillos la comparación de diferentes frecuencias de tratamiento empleando
distintas drogas, midiendo el tiempo necesario para alcanzar el peso y la terminación para
su faena; el grado de desarrollo de hembras primíparas y vaquillonas de reposición y su
cría; porcentajes de preñez logrado en el servicio temprano y el peso de terneros
predestete y al destete, para mencionar algunos ensayos. A su vez, se originaron nuevos
estudios epidemiológicos en ovinos y revelado el rol de Haemonchus contortus en la
relajación peri-parturienta de la inmunidad (V.Suárez, INTA, Anguil). En cerdos, se estudió
la ganancia de peso y conversión alimenticia desde el destete hasta la faena, en la UNRC,
Río Cuarto, Córdoba (J.Tolosa et al).
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Sin clasificar como estudios epidemiológicos, en 1986 en equinos de la Patagonia, se
develó la fundamental participación de las larvas de Cyathostominae spp ó pequeños
estróngilos en el cuadro clínico con el nombre vernáculo de Mal Seco (G.M.Bilman). En el
2000, se publicó el Manual Técnico AAPAVET de Lucha contra la Garrapata, y en el 2001,
se conoció la extensa monografía (G.M.Bulman y J.C.Lamberti, Biogénesis-Bagó)
publicado como Manual Técnico sobre la falsa garrapata del ovino Melophagus ovinus, con
valiosa información del tiempo de permanencia del estadio pupal según la temperatura,
factor fundamental en el tratamiento. Con respecto a otros ectoparásitos, en la lucha
sistemática contra la garrapata, el traslado de ganado exigió capacidad para el hallazgo y
diferenciación correcta de los diferentes estadios, siendo un significativo avance sobre las
revisaciones anteriores sumamente deficientes de los paratécnicos ? los denominados
garrapateros ? para el despacho. En la clínica de mascotas, en 1988 y 1989 irrumpió el
primer diagnóstico y conocimiento de la extensa difusión del filárido Dirofilaria immitis
desde Formosa hasta Buenos Aires (G.M.Bulman et al), y avanzó notablemente el
conocimiento de la demodicosis canina y su control (G.Pérez Tort et al).
Lo más importante sin duda alguna, fue la proyección que estos estudios epidemiológicos y
avances parasitológicos tuvieron en la enseñanza universitaria, y su divulgación en
jornadas de actualización para el conocimiento más profundo pero esencialmente práctico
y aplicable de la parasitología y las enfermedades parasitarias. Las lesiones, el control
según la edad, las pérdidas económicas, el correcto uso de las nuevas drogas, relegaron la
ya arcaica enseñanza taxonómica y llevaron a otra renovada de mayor aplicación, que
redundó en una mejor formación del profesional para ejercer en el medio. Y quizás lo más
relevante, en las explotaciones ganaderas nació el reconocimiento del valor de la
parasitología y su estrecha vinculación con la producción, mientras en el cada día más
especializada clínica de animales de compañía, la parasitología dejó de ser sólo una
cuestión del control de sarna e infestaciones de pulgas y garrapatas.
En la investigación por su parte, en las recientes décadas se describieron nuevos métodos
de diagnóstico y medición de eficacia, y se describieron aproximadamente 25 nuevas
especies que engrosaron la fauna parasitaria argentina y mundial. Con las lactonas
macrocíclicas, nació el interés en la microfauna coprófaga (Coleoptera-Scarabaeidae) o
escarabajos estercoleros y su rol en el control de la Mosca de los Cuernos. Con la nueva
generación de antiparasitarios, surgió la relevancia del Control Prolongado de las lactonas
macrocíclicas (abamectina, ivermectina, doramectina y moxidectin). Pero quizás lo más
impactante fue el creciente diagnóstico de resistencia parasitaria a los grupos
antiparasitarios, y los infructuosos ensayos para prevenir o postergar el fenómeno.
En la nueva época desde la década del '80 y más aún hoy, el control de los ecto y
endoparásitos tiene a la Resistencia como su mayor problema. Ante la Mosca de los
Cuernos Haematobia irritans y la garrapata común del vacuno Rhipicephalus microplus, los
piretroides sintéticos aplicados por derrame dorsal ó pour-on, por su uso masivo, incorrecto
e incontrolado, crearon una fuerte resistencia parasitaria. Frente a la garrapata, y algunos
parásitos internos, después de casi 30 años en el mercado, las lactonas macrocíclicas
demostraron una creciente disminución de eficacia. Esta resistencia de R. microplus
incluye al amitraz en baño de inmersión, diagnosticado por primera vez hace
aproximadamente 10 años. A partir del 2000, se incrementó el interés veterinario y médico
en las Enfermedades Emergentes y Re-emergentes, siendo muchas de ellas de origen
parasitario.
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En el 2006, el hallazgo del primer caso autóctono de Leishmaniasis Visceral Canina (LVC),
en Posadas, Misiones (O.Estévez et al), transmitida por el díptero hematófago Lutzomyia
longipalpis, y su rápida difusión para hacerse endémica en todo el nordeste lindando con
Paraguay y Brasil, es alarmante por constituir una grave zoonosis.
Quizás lo más preocupante en el Siglo XXI es que la industria no vislumbra que el mercado
veterinario disponga de nuevas moléculas en el futuro inmediato. Los costos de
investigación son muy altos, el proceso de desarrollo suele ser largo, la aprobación es
complicada con tendencia a transformarse en eterna, surgen factores legales como el
registro de fórmula y la rápida aparición de genéricos, agravada por la deficiente protección
de la marca registrada, no constituyen alicientes. Una vez en el mercado la experiencia
señala que el mal uso no garantiza un período largo de uso sin resistencia a la molécula
misma o cruzada.
Me animaría a pronosticar que al menos durante los próximos 10 años, hará falta mucha
creatividad en el uso de la batería actual de moléculas antiparasitarias conocidas, y
posiblemente asociaciones de ellas, para lograr una prolongación de su utilidad, además
de aceptar el concepto de convivencia entre los animales y su carga parasitaria, en niveles
que aún garanticen una aceptable productividad.
El número de estudiantes, la demanda laboral de egresados y el veterinario residente.
Comparativamente con otras carreras universitarias, en las décadas del 50 y 60, el número
anual de estudiantes inscriptos al igual que veterinarios egresados, era sumamente bajo.
Medicina Veterinaria estaba lejos de ser una carrera popular, en la UBA los cursos
iniciaban con aproximadamente 30 y 40 alumnos, de los cuales apenas el 25% completaba
los cinco años. Entre los restantes no faltaban los abandonos, especialmente durante el
primer año, había un grupo que tardaba más para recibirse, siendo los estudiantes crónicos
figuras frecuentes y otros cambiaban de carrera. Era común la llegada de extranjeros de
países limítrofes, sobre todo de Perú y Bolivia, quienes se veían favorecidos por las
remesas mensuales de dólares desde sus países, que cambiaban muy favorablemente en
el mercado paralelo ? sí, ya entonces existía ? que les permitía un pasar de lujo. Salvo
algunas valientes, las mujeres eran escasas, quizás el 10% del total. No existía la cantidad
actual de Facultades de Veterinaria, las pocas Universidades eran públicas (UBA, UNLP,
UNNE), faltaban varios años para el auge de la creación de las privadas y provinciales que
se convertirían rápidamente en nacionales, como la UNICEN (Tandil, Buenos Aires),
General Pico (La Pampa), UNRC (Río Cuarto, Córdoba), UNL (Esperanza, Santa Fe) y la
USAL (Pilar, Buenos Aires).
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El futuro laboral del egresado era problemático, de manera que descontando los que
estudiaron para trabajar con sus padres o familiares estancieros, las opciones y ofertas de
trabajo no abundaban. Una parte ingresaba en la docencia ? mayormente con régimen
part-time ? donde tendía anquilosarse como ayudantes o asistentes de cátedra. Otra se
asimilaba en los cuadros militares, terminando en destacamentos fronterizos del ejército o
de gendarmería atendiendo mulas, alejados de la profesión y con escasas posibilidades de
actualizarse y progresar. Como último recurso de trabajo y alguna oportuna
recomendación, contados egresados se incorporaban a la municipalidad de pequeños
pueblos del interior, para atender el colgadero local para velar por la sanidad de las carnes,
a la vez que ejercían en una veterinaria. En general era más abundante el trabajo en
zonas de explotación lechera, segmento de la ganadería donde más se imponía, no sin
dificultades, la vacunación antiaftosa. La subcutánea venía perdiendo usuarios, los
productores lecheros alegaban que producía una merma considerable en la producción
durante un par de días, preferían la intradérmica supuestamente menos agresiva. ¡En las
heladas mañanas invernales, la aplicación en las lecheras en tambos en cuya mayoría el
ordeñe era aún a mano y la necesaria manga brillaba por su ausencia, al moverse el
animal los dedos del vacunador podían quedar como bananas por los involuntarios
pinchazos!
En la Provincia de Santa Fe, con suerte los veterinarios formarían parte de una Dirección
de Bromatología, que además del matadero, tenía jurisdicción en el rubro Salud Pública en
las casas de comida ? el restaurante como tal no existía, sólo el salón comedor en el único
hotel del pueblo, siempre ubicado frente a la estación del ferrocarril o la ruta ? como
también en los bares, ramos generales de las cooperativas y locales de expendio de
alimentos. La disposición sanitaria que obligaría faenar únicamente en frigoríficos,
aparejada con el cierre de los precarios mataderos de aquella época, en su gran mayoría
funcionando en condiciones deplorables a cielo abierto o cuanto más bajo un tinglado,
estaba aún lejos de entrar en vigencia.
Por último las plazas de Veterinario Regional en el vetusto Ministerio de Agricultura y
Ganadería se contaban con los dedos de una mano, y el eventual ingreso en una vacante
apenas una remota posibilidad. Recién en 1961 la creación de CANEFA (Comisión
Asesora Nacional para la Erradicación de la Fiebre Aftosa), transformándose en 1964 en
SELSA (Servicio de Luchas Sanitarias), organismo del Ministerio de Agricultura y
Ganadería, modernizó la atención oficial de las luchas sanitarias (fiebre aftosa y garrapata,
agregándose luego brucelosis, sarna especialmente ovina, tuberculosis y rabia), con la
base de los veterinarios y paratécnicos de CANEFA e incorporando a los veterinarios
regionales del MAGN.
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Para poder subsistir en esas décadas del 50 y 60, los noveles profesionales juntaban dos y
hasta tres cargos, y en los barrios capitalinos y del gran Buenos Aires, también era
frecuente que abriesen solos o asociados una pequeña clínica en un garaje o una pieza a
la calle, que atendían durante unas pocas horas a la noche. Una parte de los egresados,
con más altas notas, había sido literalmente captada por la industria meses antes de rendir
las últimas materias. Otra parte, posiblemente la menor y donde me incluyo, imbuido con
un concepto distinto de la finalidad del esfuerzo de 5 años de estudio en la Universidad,
eligieron hacer Patria y recaló en el interior. Era común que varios ? lo sufrí en carne propia
? se vieron obligados a realizar frecuentes cambios de domicilio durante 4 ó 5 años, para
eludir la citación militar para la incorporación ? no voluntaria ? a las filas del Ejército, siendo
los oficiales de reclutamiento seguidores como perros de sulky. ¡En resumen, con tan
sombrío panorama laboral y futuro, era comprensible la escasa elección de Medicina
Veterinaria!
En las localidades del interior, marcó una enorme diferencia de aquellos años con las más
recientes décadas, la poquísima o ninguna presencia del veterinario, salvo uno que otro
nacido y criado en su pueblo natal. El vasto interior era casi toda tierra virgen, pero a pesar
de ello constituía una tarea gigantesca instalarse y llegar al productor con presencia y
conocimientos, que desconfiaba de toda esa innovación tecnológica desconocida. Poder
vencer esas barreras llevó enorme paciencia y apego a la profesión. Había que ganarse el
lugar, insertarse en el medio, superando el apodo ? que no ayudaba ? de ser de afuera.
Hace 50 años era impensado que los grandes establecimientos ganaderos se aviniesen a
contratar un veterinario residente, y me cupo siendo recién recibido y después de la
pasantía (una especie de clase práctica final, obligatoria para recibir el título), ser uno de
los primeros que incursionó en esta modalidad de trabajo, atendiendo la sanidad de 10.000
cabezas de raza Red Poll, lecheras de doble propósito, en 40 tambos de una estancia en la
Parada Tatay, del Ferrocarril Gral. Urquiza, cerca de Carmen de Areco. Fui así pionero en
la modificación del enfoque negativo del productor y empresario rural, quienes comenzaron
a valorar las ventajas de incorporar en su establecimiento a uno o más veterinarios que
velaran por la sanidad y producción de sus rodeos. Hoy es frecuente la figura del
veterinario residente o la modalidad de visitas periódicas programadas, que también cuenta
con adeptos, y en general se hace más visible la participación profesional en todos los
quehaceres de la sanidad en la cría y producción animal.
Hasta los años 80 y 90, el número de Médicos Veterinarios en el país era aún escaso. El
total entre los 50 y 80 osciló cercano a los 5.000, y en los 90 rondaba los 8.000. Nada que
ver con los 18.523 matriculados en 2011, que con los 381 que ejercían en los cuadros del
INTA y CONICET, sumaban 18.905, cifra que no incluye a aquellos veterinarios que no
ejercieron, o los que ya jubilados dieron de baja su matrícula, y los que ejercían por cuenta
propia.
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El ejercicio de la profesión y la parasitología veterinaria en el interior.
Los primeros años como veterinario independiente en Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes
fueron sumamente útiles para el que mayormente no vivió el medio rural de joven, salvo
extendidas vacaciones estivales en estancias amigas, conociendo in-situ los problemas
sanitarios ? la práctica era una materia faltante al menos en la FCV de la UBA ?
aprendiendo a comprender el ganadero como el trabajador rural, experiencia que sería
sumamente útil en los años siguientes. En la Facultad las prácticas de especialidades
como el tacto rectal para el diagnóstico de preñez, la castración de vacas y la inseminación
artificial, eran cuanto más crueles parodias de la realidad. Siguiendo la escuela de Antonio
Pires, en la Cátedra de Grandes Animales se aprendía más sobre las herraduras
correctivas y aplomos de equinos que la cirugía, ingresando semanalmente en la cátedra
muchos equinos, que tiraban los carros de reparto en Buenos Aires. ¡De allí que no es
ninguna sorpresa admitir que para suplir las deficiencias de enseñanza, en aquellos años
todo veterinario que comenzaba a ejercer, llevaba como libro de consulta el Manual Merck
de Veterinaria, cuya primera edición en inglés data de 1955!
En los años 60 y hasta 70 en el norte de Santa Fe, gran parte de Corrientes y Chaco, y
prácticamente toda La Pampa y Formosa, era muy frecuente encontrarse con grandes
estancias de poderosos terratenientes, donde la sanidad de los rodeos era secundaria,
siendo un ejemplo La Forestal en el norte de Santa Fe ? compañía inglesa responsable del
criminal talado del quebracho colorado para la extracción de tanino. En el matadero
municipal de Vera, ciudad ubicada en medio de estos establecimientos, se faenaba
únicamente bueyes de aproximadamente 20 años de edad, dados de baja después de una
vida tirando pesados rollizos. La nula atención de la sanidad lo atestiguaban en estas
estancias las frecuentes mortandades que abarcaban varios cientos de animales por falta
de las vacunaciones preventivas para carbunco, mancha y gangrena gaseosa; los
periódicos brotes de rabia paresiante por las mordeduras del murciélago vampiro
Desmodus rotundus rotundus; la alta infertilidad y bajas tasas de parición por brucelosis y
las enfermedades venéreas ? de las que en general se conocía poco ? además de sufrir
los rodeos las infaltables y periódicas ondas de fiebre aftosa, que los productores,
resignados, consideraban normales. Anecdóticamente, en Corrientes, Formosa y Chaco,
infestadas endémicamente por la garrapata Rhipicephalus (Boophilus) microplus, existían
normas sanitarias denominadas franquicias para la extracción de ganado por vía fluvial en
chatas o por vía ferroviaria en largos convoy de 30 o más vagones, permitiéndose que el
ganado llegase con una mínima limpieza a los frigoríficos en Entre Ríos, sobre los
márgenes de los ríos Paraná y Uruguay (G.M.Bulman, 2006. Remembranzas...una vida
dedicada a la sanidad animal. Editorial Biogénesis-Bagó, con el auspicio de AAPAVET).
Hoy en cambio, el veterinario emerge de su capullo universitario con mayor respaldo
técnico, para insertarse en un medio considerablemente más evolucionado y mejor
preparado para recibir y absorber tecnología de avanzada.
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En aquella primera etapa de este relato comparativo, era común que los centros de acopio
de leche en las cuencas lecheras de Santa Fe y Buenos Aires tuviesen chiqueros de cría y
pistas de engorde de cerdos, empleando para su alimentación el suero de leche. Las
primeras vacunas como la intradérmica Pen-d'ápice (de Laboratorios Unidos Lauda) en el
borde del pabellón auricular aún no se habían perfeccionado, y se seguía recurriendo a la
aplicación de Suero y Virus Vivo, elaborada por el laboratorio Sancti Spiritu, en Rufino,
método que inmunizaba pero perpetuaba la PPC. Prueba de ello era que periódicamente
las explotaciones de cerdos sufrían verdaderas ondas de peste, que costaban detener y
dejaban un saldo alto de pérdidas.
En cuanto a los tratamientos, a la garrapata en el nordeste, noroeste y Mesopotamia se
combatía con derivados arsenicales (arsénico a la concentración de 0.175 a 0.19% en
solución) en baños de inmersión de 18 y 20 metros de largo. Se empleaba también las
piretrinas (no piretroides sintéticos), el lindane, toxafeno y/o malatión, y coumaphos. Los
clorados se introdujeron recién a mediados de los 60, los órganofosforados en baños de
inmersión en los 70. Las primeras cepas OF resistentes fueron aisladas en 1978/79 en
Goya (Corrientes), introduciéndose en el mercado los piretroides sintéticos en la década
del 80. En los 50 y 60 la fenotiacina oral era la droga de elección para los gastrointestinales
en ovinos. En los rumiantes recién se insinuaba el arribo de los primeros bencimidazoles,
siendo el tiabendazol el heraldo de este grupo. Se dosificaba también con levamisol y
drogas del grupo pyrantel. Entre los primeros órganofosforados en derrame dorsal figuraba
el triclorfón. Ya era común y corriente el uso de antihelmínticos en programas de
tratamiento, pero el fenómeno de la hipobiosis de Ostertagia ostertagi seguía el patrón
válido para Escocia. En ovinos, ya se diagnosticaba resistencia de Haemonchus contortus
frente a tiabendazol y fenbendazol. En la explotación de cerdos a campo, las infestaciones
a veces masivas por Macracanthorhynchus hirudinaceous del intestino delgado se
combatían con levamisol.
La bichera en terneros por el díptero productor de la myiasis Cochliomyia hominivorax,
cobraba todos los años en zonas endémicas más del 10% de la parición de la primavera y
verano, que estaba lejos de ser estacionada, por lesiones del ombligo al nacer, y luego por
las heridas de castración y descorne. En las majadas en la Mesopotamia, muchos ovinos
esquilados tardíamente por la espera de la comparsa ? cuando la mosca ya arreciaba ?
morían por efecto de bicheras en las heridas causadas por cortes de las tijeras, a pesar de
las curaciones con lindane en polvo y ronnel en gel, productos eficaces pero con limitada
protección frente a las reinfestaciones.
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¡Trabajar en las estancias era duro, no había caminos internos ni jeeps o camionetas doble
tracción, las distancias eran grandes y a los corrales del fondo se llegaba a caballo, y se
trabajaba de sol a sol! Para los que realizaban diagnóstico de preñez por tacto rectal o
castraciones de vacas CUT (criando su ultimo ternero), salvo en las estancias bien
formadas, las demás solo tenían precarias mangas y corrales, siendo inexistentes las
puertas laterales en la manga y un cepo confiable. Las razas índicas y sus cruzas, menos
dóciles, ya se habían popularizado en el nordeste y con frecuencia ocurrían accidentes
como fracturas de brazos y golpes, la veterinaria constituía una profesión peligrosa, al
menos así lo consideraban las compañías de seguros.
La experiencia en La Pampa.
Como anecdótico, recuerdo los años como Veterinario Regional de la Provincia de La
Pampa ? hasta 1951 una Gobernación Nacional ? teniendo a mi cargo entre 1958-1961
casi 50.000 km2 del sur y suroeste, que representaba un tercio del territorio provincial. Un
enorme reto de llevar sanidad a tierras agrestes y en parte semidesérticas por escasez de
lluvias, mayormente enormes campos fiscales que se medían en leguas y no hectáreas,
muchas áreas extensas de monte achaparrado con árboles y arbustos con largas espinas
agresivas, con el ganado pésimamente manejado al cuidado de escaso personal. En estas
áreas agrestes del centro y oeste pampeano, se realizaba una lucha provincial ?
subvencionada en parte con aportes de los productores por legua de campo para pagarle
el sueldo a los cazadores, eran todos unos personajes de novela ? contra las denominadas
Especies Depredadoras de la Ganadería, que incluía el puma Felis concolor concolor y el
zorro colorado, ambos autóctonos, y el enorme jabalí europeo Sus scrofus. Esta última
especie ? no confundir con el pecarí ? fue originalmente importado por el yerno de Ataliva
Roca (hermano de Julio Argentino Roca), Pedro Olegario Luro (1862-1927) en 1909 para el
coto de caza en su estancia "San Huberto" de 17.000 ha a 31 km al sur de Santa Rosa,
que hoy es el Parque Luro, la mayor reserva natural del caldén. Con el pasar de los años
los alambrados perimetrales fueron cayéndose, principalmente al quemarse los postes por
los incendios de pastizales secos, y el jabalí, junto al ciervo común colorado Cervus
elaphus ? los ejemplares machos adultos con imponente cornamenta de 12 o más puntas,
especie europea también importada por Luro ? ganaron el monte para incorporarse a la
fauna silvestre.
En el sur de la provincia, una sola formación ferroviaria recorría parsimoniosamente con
frecuencia diaria desde General Acha hasta Bahía Blanca, parando en las centenarias
estaciones de una cadena de colonias agrícola/ganaderas de inmigraciones judías y
españolas, como Abramo, Bernasconi, General San Martín y Jacinto Aráuz ? pueblo donde
René Favaloro ejerció durante 12 años (1949-1961) un interinato como médico rural, el
mismo quien años después sería un prestigioso cardiocirujano. Sin excepción, los colonos
vivían la falta de previsión de las autoridades y entes colonizadores en la división original
de las parcelas de campo, que ya eran reducidas desde el comienzo y después al dividirse
por herencia, se transformaran en minifundios improductivos por su escasa extensión para
el mantenimiento de las nuevas familias constituidas. Esta situación se agravó por las
afamadas voladuras de las tierras sobre-labradas, consecuencia de la locura de siembra
desatada por los buenos precios de la producción triguera intensiva durante la IIª Guerra
Mundial (1939-1945), el empleo incorrecto del arado profundo en tierras mayormente
arenosas con escasa cobertura fértil, agravado por la total carencia de asesoramiento
técnico. Un dato importante, poco difundido, es que los denominados colonos europeos en
su inmensa mayoría no eran agricultores. El INTA, organismo nuevo, recién llegó años más
tarde a esos parajes marginales, al principio arrastrando consigo graves falencias en
extensión y escaso conocimiento del medio.
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Me tocó ser pionero del cambio, caminando mucho, organizando demostraciones, dando
charlas, diagnosticando enfermedades y buscando convencer a los incrédulos y golpeados
agricultores para sobreponerse a los malos años, sobre todo por la escasez de lluvias y las
frecuentes sequías que se hacían interminables. La juventud, decepcionada, buscó nuevos
horizontes y tomó el tren para no volver, dejando a una generación de padres y abuelos
aferrados a sus tradiciones y creencias religiosas, para enfrentarse solos contra la
adversidad.
Los médicos veterinarios eran tan pocos ? en 1958, en toda la aquella provincia nueva
quizás llegaban a seis ? que durante semanas se podía trabajar sin cruzarse con un
colega.
En aras de los muchos recuerdos de esa primera etapa en La Pampa, en las elecciones
presidenciales (23-02-1958) que consagraron a Arturo Frondizi, fui designado presidente
de mesa en Bernasconi, principal ciudad de la colonia judía que creó el Barón Mauricio von
Hirsch en 1899 en leguas de tierra adquiridos en el sudeste de La Pampa. Los primeros
inmigrantes judíos eran procedentes de Ucrania, Polonia, Lituania y Rusia, siguiendo luego
de otros países centro-europeos como Rumania, hasta 1913, cuando se suspendió al
desatarse la Iª Guerra Mundial (1914-1919). Lejos de todo menosprecio y menos
peyorativo, lo anecdótico del cumplimiento de aquel deber cívico de un veterinario en el
interior argentino fue tener que decifrar los complicados apellidos en el padrón electoral y
en las libretas de enrolamiento, y al cotejarse encontrar que padres, hermanos e hijos,
tuviesen diferencias en la escritura, sobraban o faltaban consonantes y hasta vocales,
desde ya todos nombres impronunciables y menos repetibles, al menos correctamente.
Todos los ciudadanos querían participar y ayudar, y entre ellos se comunicaban ? me
parecía al unísono ? en yiddish (el idioma de los judíos ortodoxos centroeuropeos), que
solamente condujo a una enorme cacofonía y acentuaba la confusión. Al parecer, el origen
de este dilema ocurrió en los galpones del Hotel de Inmigraciones en el Puerto de Buenos
Aires ? aún existe ? al desembarcar los futuros colonos de los vapores transatlánticos,
donde los oficiales de inmigración de turno seguramente abrumados con el calor, las
infaltables moscas y el cansancio, transcribían los nombres y compaginaban los nuevos
documentos nacionales con buena voluntad y como mejor les parecía, seguramente el
asunto era terminar cuanto antes y de una buena vez. ¡Por mi parte lo viví en aquellas
elecciones, pero los colonos el problema descrito lo sufrieron toda su vida! Merece
destacarse que las colonias agrícolas de Jacinto Arauz y alrededores, como también Villa
Iris y San Germán en la Provincia de Buenos Aires, se diferenciaban de las vecinas
creadas por el Barón Hirsch, por estar mayormente integradas por colonos españoles,
uruguayos e italianos, en general más receptivos a la vacunación de su ganado e
incorporación de nuevas tecnologías en la atención de su ganado.
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En aquellos años para llegar al vasto oeste de La Pampa se recorría la travesía, 400 o más
kilómetros desde General Acha, Santa Rosa o Victorica por caminos que eran apenas
huellas que serpenteaban entre las dunas. En el lento andar se pasaban parajes y caseríos
con nombres pintorescos como Chacharramendi, Limay Mahuida, Lihuel Calel, La
Reforma, Algarrobo del Aguila, Puelén y Puelches ? localidad donde cuenta la historia que
veraneaban los caciques indios bañándose en las aguas saladas del Río Salado o
Chadileoufú ? para llegar así a los puestos de los establecimientos donde el escaso y
aguerrido personal y sus familias esperaban la llegada semanal de un viejo camión doble
tracción, denominado ampulosamente el correo.
Estos medios de transporte eran refugos de la IIª Guerra Mundial adquiridos en lotes de
chatarra al terminar la contienda, y transportaban víveres, querosén en bidones para la
vieja heladera, repuestos para el windcharger que cargaba las baterías para la radio, el
pedido de farmacia, municiones para las necesarias armas en esos parajes, los periódicos
y la ocasional correspondencia. A veces algún pasajero, acomodado entre la mercadería,
los tambores con combustible y las necesarias cubiertas de repuesto por las frecuentes
pinchaduras. Según recordaban los usuarios, el correo tenía horario de salida, pero no de
llegada...
Hoy en La Pampa todo aquello ha cambiado, existen caminos, llueve, hay abundancia de
pastizales naturales, los campos se valorizaron, dejaron de ser fiscales y los productores
introdujeron mejoras. Se fueron imponiendo nuevos conceptos de producción, levantando
alambrados, construyendo guardaganados y corrales, fueron instalados molinos con
enormes tanques australianos, el ganado es vacunado y se controlan las principales
enfermedades reproductivas, mientras en los parajes hay escuelas y puestos sanitarios. En
este nuevo panorama y economía se incrementó el número de veterinarios y agrónomos
ejerciendo en un medio menos hostil.
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La creación de CANEFA. Con la creación de CANEFA (febrero 1961), sigla para la
Comisión Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa, ente semi-independiente de la
esfera gubernamental, escapando así de la tradicional burocracia oficial, se produjo un
cambio de enorme trascendencia sanitaria. Requirió la contratación de veterinarios para
cubrir los cargos en la medida que se avanzaba y se adosaban nuevas provincias a la
lucha. Curiosamente la creación de CANEFA fue a instancias de productores e
instituciones rurorganización en calidad de paratécnicos. En La Pampa, previendo el inicio
de la lucha oficial, la Provincia dictó la Ley 205 de vacunación aales de avanzada, para
inyectar un aire renovador en la lucha contra la virosis milenaria. En su faz inicial, el
entonces Ministro de Agricultura César Urien, dispuso la contratación de veterinarios
españoles, que se incorporaron a lantiaftosa obligatoria, y siendo el quinto veterinario
contratado por CANEFA, regresé a La Pampa en calidad de Inspector Regional con el fin
de coordinar ambos esfuerzos en toda la provincia, entre 1961 y 1964. El mayor
inconveniente para lograr el éxito de la vacunación antiaftosa obligatoria, fue vencer la
oposición del productor a vacunar su ganado, que consideraba una imposición. La vacuna
elaborada con virus multiplicada en células epiteliales linguales por el método Frenkel, no
alcanzaba la eficacia deseada, y mantener la cadena de frío constituía todo un problema.
Otro inconveniente del organismo nuevo era su reducida capacidad operativa en el área
legal, dando lugar a que en su lugar, en 1964 se creara SELSA ? Servicio de Luchas
Sanitarias ? que incorporó tanto a los cuadros existentes de CANEFA como del Ministerio.
A la par la industria fue mejorando la calidad de la vacuna, apareciendo en el primer lustro
de los 70 las nuevas series con base oleosa y virus multiplicado en células BHK. Se había
colocado el cascabel al gato, y estas medidas llevarían al ansiado control definitivo de la
fiebre aftosa en Argentina en los albores del Siglo XXI, a pesar de varios sobresaltos por
brotes aislados que llevaron a la pérdida temporaria del status de país libre de aftosa con
vacunación. El área de investigación. En el área de investigación, con honrosas
excepciones, el compromiso e inversión oficial en Argentina fue siempre una materia
convenientemente relegada, muy por debajo de otros países más desarrollados y donde la
participación de la industria privada es también mayor. Me tocó integrar los cuadros del
CONICET ? Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas ? en la clase
Investigador Principal, y entre 1979 y 1984 participar con FUNDANORD (Fundación para el
Desarrollo de Nordeste) con base en Corrientes, y el Gobierno de la Provincia de Formosa,
en la construcción desde los cimientos y puesta en funcionamiento del Centro de
Diagnóstico e Investigaciones Veterinarias Formosa (CEDIVEF), que alcanzó a
transformarse en un polo de desarrollo científico en el nordeste con un equipo de 14
veterinarios. Formé becarios, dirigí tesinas, interesé a la industria para confiar e invertir en
el Centro con ensayos críticos. Integré asimismo varias Comisiones de Evaluación del
CONICET en 14 Centros de Biología Animal distribuidos por todo el país. Es bueno admitir
sin embargo, que el Consejo Nacional vivió casi siempre en una gran nebulosa de glorias
pasadas de la investigación científica, aquella época en que científicos argentinos como
Bernardo Alberto Houssay y Luis Federico Leloir fueron ciertamente justificados ganadores
de Premios Nobel. Quizás se marcó un cambio importante en la conducción del organismo
nacional entre los años 1979 y 1985, cuando mediante la creación de Fundaciones
aparecieron 14 nuevos Institutos y Centros, gran parte fuera del ámbito universitario, que
permitió avanzar notablemente en la investigación aplicada en muchas áreas de relieve de
las Ciencias Veterinarias y Biológicas.
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En la Comisión de Evaluación del CONICET que seleccionaba y designaba los nuevos
becarios y juzgaba el trabajo anual de investigación de los investigadores, guardo ingratas
remembranzas de estar involuntariamente involucrado en una denodada lucha interna
entre los que defendían la investigación básica frente a la aplicada, más apropiada para un
país en desarrollo. Desde las Universidades Nacionales un sector docente con
representantes próximos a jubilarse, esgrimía razones y argumentos aparentes queriendo
defender e imponer una posición falsa, auténtico ejemplo de un sofisma donde muchas
veces el interés personal superaba el nacional. Había quienes se veían como émulos de
Houssay y Leloir pero en el fondo, les guiaba la oportunidad de tener asignado fondos para
sus cátedras como ingresos frescos basados en proyectos faraónicos, imprácticos y
mayormente inútiles. Lamentablemente en la asignación de fondos para programas
nacionales y la designación de becarios, las Ciencias Veterinarias sufrió repetidas
postergaciones, y los múltiples proyectos y esfuerzos todos valederos fueron retrasados
durante años frente a la abrumadora presencia en las Comisiones de portavoces de otras
ciencias. Salvo contadas excepciones, los proyectos languidecieron en el oscurantismo
oficial, y aunque duele admitirlo por ser juez y parte, el estado nacional y los entes
provinciales con incumbencia en el tema trastabillaban a ciegas sin un rumbo concertado y
ni siquiera medianamente planificado.
Hoy, ya en el siglo XXI, habiendo escaneado el pasado y observado el presente, en verdad
poco ha cambiado en el concepto de las necesidades primordiales del sector, sigue
haciendo falta sentarse y de una buena vez pensar mancomunadamente desprovisto de
parcialidades políticas, con el mejor interés nacional en mente, para fijar seriamente donde
quiere llegar el país con la investigación científica, y no seguir a los ponchazos formando
profesionales en el exterior para luego perderlos a su regreso por miseria económica o
carecer de lugares físicos y equipados adecuadamente para trabajar.
En Ciencias Veterinarias y Biológicas, felizmente el INTA ha dado grandes pasos,
superando exitosamente los frecuentes vaivenes presupuestarios. La preparación de sus
cuadros técnicos, la sana distribución de los centros en áreas de desarrollo prioritarias, y la
mejor llegada al productor, han sido beneficiosas.
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La industria de productos veterinarios.
La existencia de verdaderos equipos técnicos en buena parte de los laboratorios
veterinarios, era la norma en las décadas del 70 y 80, los más importantes tenían 5, 10 o
más veterinarios en su plantel profesional estable, que cumplieron un excelente rol de
investigación, diagnóstico y extensión a campo. Para recordar algunos, Rosembusch,
Lauda, Fuerte Sancti Spiritu, Estrella Merieux. Hoy esa misión lo ejerce el INTA, los Grupos
CREA, algunos pocos laboratorios ? destacándose Biogénesis-Bagó y Merial (antes
MSDAgvet) ? ciertas cátedras universitarias, el Instituto Malbrán, el CEDIVEF aunque ya
en un grado menor, y hasta ONG. Las nuevas exigencias de BPM (Buenas Prácticas de
Manejo, ó GMP) en los laboratorios de la industria veterinaria tienden a revertir esta
situación.
La multiplicación del número de laboratorios que dividió un mercado ya sumamente
fraccionado y que no vio significativamente incrementado el volumen de ventas, ha dejado
como saldo negativo una notable disminución de veterinarios en los cuadros técnicos
estables de la industria. Un resultado colateral positivo de los cuadros técnicos entre
1985-2000, fue el increíble número de trabajos publicados, tanto de investigación,
desarrollo, control parasitario, como monografías de actualización. Con la ausencia de
moléculas nuevas en el mercado y los necesarios estudios de eficacia, esta producción
sufrió una marcada disminución. Es reconocida como muy positiva la labor de la Asociación
Argentina de Parasitología Veterinaria (AAPAVET), que mantiene el Premio Anual
AAPAVET Rioplatense y el Premio Bienal AAPAVET "Jorge L. Núñez" para fomentar la
edición de trabajos y premiar los aportes en la investigación científica, respectivamente.
Existen otras diferencias en la industria veterinaria entre una época y la otra, pero para
muestra basta un botón, y es evidente que la calidad y variedad de productos ha dado un
paso firme al frente. Acompaña en este sentido a los avances y globalización de la
Medicina Veterinaria en general. La incorporación de nuevos conocimientos y
actualizaciones, y su aplicación en un medio más evolucionado, augura un buen pero difícil
futuro. Al menos durante los próximos 50 años, la industria nacional tiene que proseguir en
su recuperación y afianzar el antiguo liderazgo regional, tanto por presencia como por
excelencia, en un mundo global sumamente competitivo.
El control oficial del SENASA de aprobación y calidad de productos, al menos los
antiparasitarios, merece un párrafo aparte. En efecto, de la casi inexistencia de dossier
completos en los 50 y durante 3 ó más décadas, hoy ha pasado a un control riguroso. En
los protocolos de aprobación, y con relación a los ensayos a campo, merece considerarse
la necesidad de adecuar los mismos a los nuevos conocimientos y tecnologías
actualizadas. El tema amerita una seria consideración, reiterando AAPAVET su oportuno
ofrecimiento de integrar la necesaria comisión de estudio.
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El mercado veterinario.
Comparativamente con el 2010, el total del mercado en 2011, se incrementó en cifras
globales en el 41,2%, llegando CAPROVE (Cámara Argentina de la Industria de Productos
Veterinarios) a señalar ventas por $675.8M. De esta cifra total, que reúne información del
63% de los laboratorios e incorpora datos del restante 37%, $396M corresponden a
fármacos, $239M a biológicos, $26.2M a aditivos y $14.6M a productos de sanidad
ambiental. En la facturación de fármacos, $149.5M corresponden al rubro antimicrobianos,
$176.4M a antiparasitarios y $70.1M a generales. Refiriéndose específicamente a los
antiparasitarios, $125.3M cubre la facturación total en Animales Grandes y $49.8M en
Animales de Compañía. En la facturación de antiparasitarios del sector de grandes
animales, donde hubo reducción en la demanda de garrapaticidas y antisárnicos, bajos
precios de los endectocidas e incorporación masiva de genéricos, los antihelmínticos
facturaron $10.8M, los antisárnicos solamente $1M, los curabicheras $3.2M, los ecto-endos
$68.6M, la garrapata $16.5M y los insecticidas $21.9M. Refiriéndose exclusivamente a las
ivermectinas, en el rubro de Animales Grandes la facturación alcanzó $52.5M y en
Animales de Compañía y mascotas, $7.8M. En este sector en franco crecimiento que
alcanzó el 30% de incremento en las cifras totales comparativas entre 2010 y 2011, hubo
una fuerte participación por la venta de pipetas y repelentes de dípteros hematófagos.
La presencia femenina y las clínicas veterinarias urbanas.
En las décadas del 50 al 80 la participación femenina en la Carrera de Veterinaria era
escasa, inferior a las inscripciones en Agronomía y años luz de otras carreras como
Medicina, Ciencias Económicas, Ingeniería y Derecho. Pero a partir de los años 90 fue
incrementándose en forma gradual y el cupo total ha llegado a igualar y hasta sobrepasar a
los varones. En el 2011 la estadística del total de veterinarios matriculados señaló que el
67,4% (12.496) eran varones y el 32,6% (6.028) mujeres. Curiosamente, en el cuadro de
distribución por provincias, del total ejerciendo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(CABA), el 46% eran mujeres, presentes tanto en la industria, la docencia, la investigación
como en las clínicas de mascotas. La estadística también señaló que en el país 8.239
matriculados se dedicaban a pequeños animales y mascotas, 44,5% casi con exclusividad,
y de ese total el 50% ejercían en la Provincia de Buenos Aires. Del total de matriculados,
6.058 (32%) atendían grandes animales.
Las razones de la elección femenina de Veterinaria como carrera universitaria,
definitivamente distinta en cuanto al número de registros en 1º año entre las dos épocas,
pueden resultar conflictivas. No obstante, en un argumento repetidamente sostenido en la
actual segunda época, es que el ejercicio de la profesión en la clínica de animales de
compañía constituye una actividad atractiva y les permite el desarrollo profesional. La
multiplicación del número de Facultades de Ciencias Veterinarias, creando mayores
oportunidades para el estudio, quizás sea también relevante. Sin menospreciar ningún
esfuerzo, el incremento explosivo de las pequeñas clínicas de animales de compañía con
veterinarias al frente, tanto en la Capital Federal como en el Gran Buenos Aires,
obedecería en cierta medida a estos razonamientos. Pero es también cierto que hoy la
presencia femenina se ha hecho notar en la docencia, la investigación, los cuadros
técnicos de la industria y en la clínica de grandes animales y hasta en la atención de
caballos de carrera.
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¿Qué ofrece el presente y futuro?
En el último lustro Argentina perdió ? hasta entonces jamás fue discutido ? un lugar de
privilegio en la exportación de carnes rojas para un mundo ávido de proteínas de origen
animal, debiendo volver a cumplir este rol. El país tiene con qué lograrlo y como muy pocos
posee los necesarios recursos naturales. No obstante, por la reducción de sus áreas
ganaderas consecuencia del implacable avance de la agricultura, llámese soja, maíz o
arroz, difícilmente se recupere el stock de vientres de antaño. Como ejemplo de nuevas
áreas sembradas, se estima que en 2012 la siembra de soja cubrirá 19.7M de ha,
duplicando así el área en los últimos 13 años, habiéndose registrado 20.4M de ha en la
campaña 2000/2001.
En la exportación de carnes, hay coincidencia de opiniones que la producción y capacidad
exportadora buscada depende en gran parte de poder incrementar la producción de
terneros, habiéndose fijado como meta lograr incrementar 5 M en los próximos cinco años,
básicamente con el mismo stock actual de vientres. Para ello seguirá en crecimiento el uso
de corrales de engorde y la alimentación suplementaria, porque salvo un desastre agrícola
no se vislumbra recuperar para la ganadería las hectáreas cedidas. En este panorama de
uso de espacios reducidos y potreros marginales, el consiguiente hacinamiento y presencia
de huéspedes intermediarios incrementará la presencia de enfermedades parasitarias
como la distomatosis hepática (Fasciola hepatica) y las virales, y paralelamente el control
de dípteros transmisores será toda una especialidad. La atención de las enfermedades
reproductivas, gran parte de etiología parasitaria también se torna prioritaria, y en su
conjunto indican la necesidad de una participación y dedicación cada vez mayor del médico
veterinario.
Para permitir que se alcancen estas metas y el éxito propuesto, mucho depende que el
estado nacional reduzca su intervensionismo con políticas a corto plazo sin reglas de juego
claras. Mercados de carne ganados no se pueden dejar de abastecer, y cuando se pierden,
son difícilmente recuperables. Contratos internacionales firmados y luego rotos, el
incumplimiento de entrega como es el caso de la Cuota Hilton en los últimos tres años
creando la consabida pérdida de credibilidad, constituyen cuanto menos un accionar
irresponsable y lapidario, no siendo válidas las excusas esgrimidas. En este contexto
ciertamente convulsionado los veterinarios deberán actuar, al menos en el área rural, en un
escenario variopinto nuevo y cambiante. Se suman y sumarán nuevos desafíos
tecnológicos, para los cuales los profesionales argentinos deberán estar adecuadamente
preparados, especializándose sin olvidar mantener como meta el desarrollo sustentable en
un medio básicamente rural, en el cual su presencia es indispensable. Pero para esta
recuperación y luego mantenerse en esa posición requerirá y dependerá del progreso
sostenido y mancomunado de todas las áreas: capacitación universitaria, docencia,
permanente actualización, investigación, clínica, industria y extensión.
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La atención de animales de compañía y mascotas es cada día más importante, siendo un
rubro en el cual la Medicina Veterinaria ha avanzado a grandes pasos. En el siglo XXI
ejercer en este rubro exige mayor especialización, reto que han asumido las nuevas
generaciones con responsabilidad. Hay gran interés en cursos de actualización,
conferencias y jornadas, y se han equipado los consultorios y las clínicas veterinarias con
nuevos elementos y hasta costosos equipos de diagnóstico y cirugía.
Un párrafo para las especialidades que se vinculan estrechamente con la parasitología
veterinaria. Sin menospreciar la clínica diaria, la parasitología dejó hace tiempo de girar
exclusivamente alrededor del recuento de huevos en muestras de excremento, hoy la
farmacología y farmacodinamia, inmunidad, epidemiología, investigación y desarrollo de
nuevas drogas y el tratamiento correcto frente a la creciente resistencia de los parásitos a
las drogas, para nombrar algunos, integran el mismo propósito de lograr optimizar la
producción, mediante el control de los parásitos en los animales domésticos, las especies
silvestres, prevenir las enfermedades y las zoonosis, y garantizar la calidad de los
alimentos. Bienvenidos sean.
Es claro entonces que el panorama actual y futuro marcan una notable diferencia con el
pasado. La parasitología veterinaria dejó de ser una materia aburrida que se cursaba en la
Facultad para luego nunca aplicarla, un mero escollo molesto para llegar al título, y este es
el mensaje que se rescató en el Congreso Mundial (WAAVP-Argentina2011). Hoy y desde
hace muchos años constituye una especialidad de primerísimo nivel e importancia,
estructurado con variados compartimientos no-estancos e interrelacionados.
Las prácticas sustentables de control parasitario, tanto de ecto como endoparásitos en
todas las especies domésticas y el enfoque moderno de control parasitario estratégico; el
diagnóstico molecular de infecciones y resistencia; la epidemiología, prevalencia y
dinámica estacional de las especies; el impacto del parasitismo en los rumiantes
domésticos medido en peso, producción láctea y eficiencia reproductiva; las bases
moleculares de la resistencia de los parásitos a los fármacos; las enfermedades por
protozoarios y prevención de las enfermedades reproductivas; nuevos avances en la
nanomedicina y vías de aplicación medicamentosa; en la inmunología; la prevención del
creciente número de zoonosis parasitarias; el control no químico de parásitos; el
diagnóstico molecular e inmunológico de los parásitos; el control de enfermedades
transmitidas por alimentos; la farmacología y farmacodinamia de las drogas
antiparasitarias; el parasitismo en peces y animales silvestres en un mundo globalizado; la
presencia e importancia de las enfermedades parasitarias en las mascotas, y las
enfermedades emergentes y re-emergentes de etiología parasitaria, fueron algunos de los
temas desarrollados durante cuatro días de intenso trabajo en el Congreso Mundial.
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El nutrido programa incluyó entre otros, conferencias de 30 especialistas mundiales y 150
comunicaciones orales en 20 sesiones y mesas redondas, y la exhibición de más de 400
posters, ante 844 veterinarios parasitólogos y de otras especialidades afines, como así
también calificados representantes de la industria veterinaria, procedentes de Argentina,
Uruguay y Brasil, y de otros 57 países.
Buenos Aires, octubre 2012.
(?) Médico Veterinario.
Presidente de la Asociación Argentina de Parasitología Veterinaria (AAPAVET), 2000-2012.
Presidente del XXIIIº Congreso Mundial de Parasitología Veterinaria
(WAAVP-Argentina2011).
Premio a la Trayectoria Profesional y Excelencia Profesional, Biogénesis-Bagó, 2002.
Premio Reconocimiento Docente por Aportes a la Parasitología Veterinaria, FCV, UNNE
(Ctes.), 2006.
Premio Intervet Argentina S.A. de Estímulo a la Investigación, Primera Jornada Nacional
de Ectoparasitología, Corrientes, 2006.
Premio Sociedad de Medicina Veterinaria a la Trayectoria Profesional, 2007.
Premio Anual AAPAVET Ríoplatense, años 1991, 1993, 2000, 2006, 2009 y 2012.