HISTORIA DEL VINO DE RIOJA ADRIÁN INÉS
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2011
HISTORIA DEL
VINO DE RIOJA
Realizado por: Adrián Inés
HISTORIA DEL VINO DE RIOJA ADRIÁN INÉS
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ÍNDICE
1-Introducción .................................................................. Pag.2
2-Primeras menciones documentales ............................. Pag.2-3
3-Elaboración tradicional ................................................ Pag.3-5
4-Modernización ............................................................... Pag.5-8
5-Creación de la denominación de origen Rioja ........... Pag.9
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1-Introducción
La historia del vino de Rioja recoge una larga y variada tradición de vinificación en
una región española del valle del Ebro, comprendida
entre los Montes Obarenes y la Sierra de Cantabria al
norte, y las estribaciones de la Sierra de la Demanda
al sur, en territorio perteneciente principalmente a La
Rioja y en menor medida a Álava, en la comarca
conocida como Rioja Alavesa; Navarra, en una
pequeña zona del sur de la comunidad; y Burgos, en
el enclave de Ternero.
Como en muchas de las regiones vinícolas más
conocidas, se estima que los habitantes de la Antigua Roma fundaron viñedos en La
Rioja. La producción que se realizaba durante la Edad Media por parte de monasterios o
pequeños agricultores era para consumo local. Alrededor
del siglo XV los arrieros comenzaron a dar salida a los
excedentes principalmente en el País Vasco, ya que otras
regiones próximas contaban con producción propia. La
epidemia de filoxera que afectó a los viñedos franceses a
finales del siglo XIX les hizo buscar nuevas regiones
vinícolas para abastecer sus mercados. La Rioja sería uno
de los principales, suponiendo un gran impulso a la
expansión y modernización de la industria de vino de
Rioja, tanto por la apertura del mercado francés, como por
la popularización de nuevas técnicas de vinificación.
En 1925 obtuvo la primera denominación de origen
otorgada en España y en 1991 se le concedió el atributo de Denominación de Origen
"Calificada", siendo todavía en 2010 la única de este tipo del país.
2-Primeras menciones documentales
El documento conservado más antiguo que hace referencia a la existencia de vid en La
Rioja, data de 873. Procede del Cartulario de San Millán y trata una donación en la que
aparece el Monasterio de San Andrés de Trepeana (Treviana).
Se sabe de la existencia de diecinueve viñedos en Nájera, propiedad del Monasterio de
San Millán, desde el año 1024, siendo uno de ellos
destinado a producir el vino de oblación para misa.
Algunas de estos pasarían a pertenecer con el
tiempo al monasterio de Santa María la Real por
permutas de otros terrenos.
El primer testimonio de la viticultura riojana
aparece documentado en la "Carta de población de
Longares", concedida por Don Gómez
(Gomesanus), obispo de Nájera el 25 de julio de
1063. En ella se imponía a sus vecinos una servidumbre a favor del monasterio de San
Martín de Albelda, de "dos días de arar, dos días de cavar, dos días de entrar, dos días
de cortar y uno de vendimiar".
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En ella se ligaba a la nueva villa la actividad de producir uvas para Santa María la Real.
En 1102 Sancho I reconocía jurídicamente los vinos riojanos y otorgaba a los concejos
la potestad de regular su producción y comercio.
En el Siglo XIII: Gonzalo de Berceo, clérigo del Monasterio de Suso en San Millán de
la Cogolla (La Rioja) y primer poeta español conocido, menciona el vino en sus versos.
quiero fer una prosa en román paladino,
en cual suele el pueblo fablar con su vezino,
ca non so tan letrado por fer otro latino
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino
3- Elaboración tradicional
a)-Técnicas de elaboración descuidadas
Antiguamente la elaboración de vino se realizaba sin cuidar muchos de los aspectos que
hoy se consideran esenciales. Se mezclaban todo tipo de uvas, tanto blancas como
tintas; la higiene se descuidaba completamente; la uva se exprimía al máximo con lo
que el vino tomaba sabores leñosos; se dejaba fermentar durante dos o tres semanas,
perdiendo gran parte de sus partículas volátiles; se depositaba en barricas en las que
permanecía junto con sus heces hasta su venta, por lo que el vino tenía excesivo cuerpo.
El resultado de esta elaboración eran grandes cantidades de vino que apenas aguantaba
sin perderse año y medio, además de no soportar largos desplazamientos.
b)- Protección del comercio del vino
Las malas técnicas de elaboración y conservación de los vinos llevaron a intentar
mantener su comercio mediante diferentes privilegios o decretos.
En el siglo XV aparecen las primeras ordenanzas municipales referentes al vino, lo que
podría considerarse la semilla de la actual
denominación. En 1574 el concejo de Logroño
promulgaba una ordenanza por la que quedaba prohibida
la entrada de vino de cualquier otra ciudad,
incluso de poblaciones limítrofes y si se quería
trasvasar uva de unas zonas a otras, debía redactarse un
documento con volumen, peso y tipo de uva, con el
objetivo de dar salida al vino producido antes de que se
perdiese.
En 1560, una sociedad de cosecheros de Logroño eligió
un símbolo que les representase. Este recogía las iniciales de los apellidos de sus
componentes de forma entrelazada y se grababa a fuego en los pellejos que se sacaban
de la ciudad.
En 1630 Felipe IV dictó un mandato por el que los arrieros que llevasen mercancías a
Logroño debían salir de la ciudad con su correspondiente carga de vino. Este fue
confirmado por Felipe V en 1709 y regularizado en 1739 mediante un recurso por el que
se indicaba que todos los arrieros debían llevar un mínimo de doce cargas de vino
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tomado de un cosechero, o si no tuviese suficiente de una taberna. Se añadía la
excepción de los arrieros navarros que entrasen con grasa o pescado a los que se les
permitía salir con cualquier carga. De estas operaciones debía ser informado el juez de
millones (encargado del comercio y las tasas) para comprobar su cumplimiento.
En 1632 se dictó en Logroño una normativa a petición de los cosecheros por la que se
prohibía el paso de carruajes por la rúa Vieja y las calles cercanas, para evitar que las
vibraciones echaran a perder los vinos, levantándose ésta tres años después por la
incomodidad y desolación que causaba.
En 1676 Carlos II de España tuvo que
endurecer las ordenanzas de Logroño dictadas
por Carlos I de España en 1539, debido a la
enorme cantidad de vino que se estaba
produciendo en Haro, prohibiendo la vendimia
sin buena maduración; el tránsito de animales
por los viñedos, para que no se ensuciase la
uva; la entrada de vinos de fuera de la
localidad; la mezcla de vinos de diferentes calidades o abrir una cuba sin terminar otra.
Su incumplimiento acarreaba multas, prisión e incluso arriesgarse a la excomunión,
como estuvo a punto de sucederles a los miembros de los cabildos de las iglesias de
Logroño, al decidirse a vender vino sin respetar lo decretado.
La Junta de cosecheros de Logroño en 1771 realizaba un escrito por el que indicaba que
la ciudad llevaba años viendo como se debilitaba su
comercio, debido a su dependencia del País Vasco y los
escabrosos puertos que se debían atravesar entre la ciudad y
Vitoria. Como se habían construido caminos carreteriles
desde las tres provincias vascongadas hacia la Puebla de
Arganzón, gran parte del comercio prefería entrar a La
Rioja por Haro, con el perjuicio que esto suponía para el
comercio logroñés, por lo que estudiaban mejorar los
caminos por su cuenta.
El 12 de abril de 1788 se sancionaba los estatutos de la Real
Sociedad Económica de Cosecheros de la Rioja Castellana, en la que participaban más
de cincuenta localidades, con el objetivo de crear nuevas vías de comunicación para
conseguir llevar a otros mercados sus excedentes, ya que con las que contaba eran rudas
y prácticamente impracticables entre los meses de octubre a abril. La ruta tocaría los
pueblos de mayor cosecha para llegar a Santander, desde donde se podrían sacar
mercancías hacia América, pero la elección del tratado creo disputas, hasta que el rey
dictó que iría desde Logroño con Agoncillo, Fuenmayor, Cenicero, Torremontalbo, La
Estrella, Briones, Gimileo, Haro, hasta los lindes de Cellorigo con Bugedo. Para
costearla se estableció un impuesto fijo que grabaría el vino. También intentó tomar
medidas para la mejora de los métodos de elaboración, pero el éxito de la iniciativa se
fue diluyendo hasta que se vinculó a Obras Públicas, desde donde se llevarían a cabo
iniciativas beneficiosas para el comercio a lo largo del siglo XIX.
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c)- Cambios urbanos
El auge de la producción de vinos de la mano de pequeños agricultores trajo consigo la
necesidad de almacenar la producción en lugares frescos, para lo que se construían
bodegas en los bajos de casas y almacenes. Así se sabe que en 1539, Hernando de
Briñas y María, su mujer, donaron al Monasterio de Herrera unas casas que tenían en
Haro con su bodega, que salía por la delantera de la calle del Portillo (actual calle de
San Felices).
Por diferentes censos se sabe que Haro poseía en 1669 116 bodegas, 65 cuevas y cuatro
bastardas, con un total de 43.308 cántaras, que aumentarían hasta 54.584 en el año 1683
y hasta 167.832 en el año 1805. Así todavía hoy el subsuelo del casco viejo de Haro está
horadado por bodegas y pasadizos.
d)- Cambios urbanos
Aun con las dificultades para vender el vino, la producción no paraba de aumentar, con
la consiguiente disminución de los precios.
En Haro se pasó de 8000 hl a 25000 durante el siglo XVIII.
La cosecha de 1728 fue grande y de mala calidad, por lo que el cabildo de la iglesia de
Santa María de Palacio convocó una reunión para decidir cómo se pagarían las tasas al
comisario de la ciudad.
En 1762 las abundantes nieblas no permitieron la correcta maduración de la uva. Como
consecuencia el alcalde de Nájera prohibió la plantación de uva mazuelo por la bajísima
calidad de los vinos obtenidos.
En 1770 los cosecheros de Calahorra solicitaron la exención de impuestos por entender
que los pobres eran los mayores perjudicados como consumidores de sus vinos. En la
Rioja Baja el vino llegó a sustituir al agua en los trabajos de albañilería y construcción.
4- Modernización
a)-Aparición de las barricas
A mediados del siglo XIX comienza en Burdeos la elaboración de un nuevo tipo de vinos,
denominados "finos". En ellos se aplicaba un sistema novedoso de
despalillado, controlándose la maceración con los hollejos, además de la
realización de clarificaciones y conservación en barricas de 225 litros. Estos
se conservaban durante mucho tiempo y soportaban bien los viajes. Estas
técnicas irían llegando poco a poco a la región riojana, cuyo mercado iría
expandiéndose, gracias a la mejora de las comunicaciones.
b)- Mejora de las comunicaciones
Uno de los mayores problemas con los que contaban los viticultores era la forma de
conseguir vender las grandes producciones que conseguían. Desde finales del siglo XV
llegaban a Bilbao regularmente arrieros con pellejos de vino sobre sus mulas,
aumentándose gradualmente la importación de vinos riojanos en todo el País Vasco, lo
que le haría el principal mercado de estos vinos.
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Para potenciar este creciente comercio, a finales del siglo XVIII las villas de Briñas,
Haro y Briones acordaron junto con la provincia de Álava (según consta en las Juntas
Generales de Álava de los años 1786 y 1792) la apertura de un buen camino, sufragando
los gastos por mitades, que atravesara las Conchas de Haro, para comunicarlo con el
camino Real de Postas que unía Álava y
Guipuzcoa, de forma que conectaba estas
villas con el País Vasco y Santander. Más
tarde se establecería la prolongación hasta
Samaniego, quedando enlazado con la ruta que
se construía entre Laguardia y Vitoria.
La Real Sociedad Económica de Cosecheros
de la Rioja castellana fijo como su principal
objetivo la mejora de los caminos y para
sufragar estos gastos gravó el vino con un
impuesto fijo. La primera obra de importancia que llevó a cabo fue la construcción en
1794 del puente de Torremontalbo sobre el río Najerilla, con un coste de un millón
trescientos mil reales. La Guerra de la Independencia interrumpió las obras y destruyó
algunos de los caminos trazados, poco después ocurriría lo mismo durante la
Revolución de 1820, con lo que no sería hasta 1823, con la ayuda del trabajo de
presidiarios, cuando se consiguiese la unión de las diversas ciudades riojanas, la salida a
Calahorra, el acondicionamiento de los
caminos a Bilbao y Francia. En 1863 se abrió
la línea férrea Tudela-Bilbao, que permitía
además la distribución de mercancías por la
linea Madrid-Irún desde su enlace en la
estación de Miranda de Ebro.
La mejora de estas vías abría la posibilidad de
la exportación de vinos a América a través del
puerto de Bilbao y el de Santander, pero estos
no aguantaban el largo viaje, llegando en malas
condiciones, por lo que hubieron de
concentrarse en la venta en la península.
c)- Llegada de compradores franceses
Entre los años 1852 y 1862 los viñedos franceses fueron atacados fuertemente por el
oídio, un hongo que produce manchas blancas polvorientas sobre las hojas, con la
consiguiente disminución en su producción. La Exposición Universal de
París de 1855 había encumbrado a los vinos del Médoc, por lo que se
vieron obligados a salir en busca de vinos que mejorar en sus bodegas para
atender la demanda. Llegaron a La Rioja compradores principalmente de la
zona de Montpellier, que inicialmente buscando vinos de alta graduación se
dirigieron a la Rioja Baja, pasando poco después a decantarse por los vinos
de la Rioja Alta. El interés por estos vinos decayó con el descubrimiento de
métodos (principalmente el caldo bordelés) para combatir la plaga.
En 1863 comenzó a extenderse por Europa una plaga mucho más dañina, el
insecto llamado filoxera, que llegaba a Francia poco después en unas cepas
importadas desde Estados Unidos por dos viticultores franceses de la zona del Mediodía
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francés. Por ello volverían los franceses a la región para crear almacenes desde los que
exportar vino a Burdeos, lo que supuso un gran impulso económico. Algunos de estos
exportadores franceses fueron Sauvignon, Vigier, Anglade, Serres y Porlier.
Como esta plaga tardo en ser controlada, algunos de los comerciantes se instalaron en la
región produciendo vinos con sus técnicas, mediante la uva que compraban a los
cosecheros riojanos.
d)- Inversores vizcaínos
La irrupción de los negociantes franceses a mediados del siglo XIX como almacenistas,
movieron a algunos empresarios de orígenes vizcaínos a invertir en La Rioja como
criadores de vinos, comprando la uva a los cosecheros locales, y fijando sus bodegas en
las proximidades del incipiente ferrocarril, lo que hoy se conoce como el barrio de la
estación de Haro. Inicialmente la mayoría de las bodegas tuvieron sus sedes sociales en
Madrid o Bilbao, trasladándolas con el tiempo junto a la propia bodega.
Algunos de estos inversores fueron:
Rafael López Heredia, tras exiliarse en Francia después de la primera guerra
Carlista se asoció con un almacenista francés
con el que se trasladó a Haro a un pabellón que
sería el embrión de la Bodega López Heredia.
Eusegio Real de Asúa e Isidro Corcuera
constituyeron el 24 de marzo de 1879 la firma
Corcuera, Real de Asúa y Compañía,
predecesora de bodegas CVNE (Compañía
Vinícola del Norte de España) situada en Haro y
que conservaría bastantes años su sede social en
el ensanche de Bilbao.
Santiago Ugarte Aurrecoechea de Erandio, se
incorpora al negocio de los vinos que su padre
tenía establecido en Vizcaya y Cantabria. Como
el volumen de negocio era muy grande decide instalarse en el barrio de la
estación de Haro, considerado entonces la base del comercio riojano, fundando
en 1901 Bodegas Bilbaínas sobre un almacén que había pertenecido a los
franceses hermanos Sauvignon, llegados a la localidad en los años 1860 durante
la crisis del oídio. Esta sociedad abarcaba bodegas en diferentes sitios, como
Monóvar, provincia de Alicante; Santa Cruz de la Zarza y Noblejas en la
provincia de Toledo; Valdepeñas y Alcázar de San Juan en la provincia de
Ciudad Real. En aquellos años, poseer bodegas en otras zonas, incluso con el
nombre de la bodega riojana no estaba mal visto, primando la calidad sobre el
origen, ya que importaba más el concepto de marca, trabajo en bodega y
ensamblaje que el trabajo en la viña.
Pelayo de la Mata y Barrenechea nacido en Logroño, pero con fuertes relaciones
con Vizcaya adquirió una gran participación de capital de las Bodegas Franco
Españolas en 1922, fundadas en 1901 por el francés Federico Anglade Saurat.
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e)- Apogeo del vino de Rioja
En estos años la producción de vino se convertía en el motor económico de La Rioja,
debido a que otros sectores preponderantes veían disminuir los precios por la
importación de productos de otros países, como el cereal o la lana, debiendo esta última
competir además con los tejidos vegetales.
La inauguración de la línea de ferrocarril Bilbao-Haro
facilitaba y abarataba el envío de vino al País Vasco.
Francia precisaba de quinientos mil hectolitros
mensuales para compensar la plaga que sufría,
además de reducir los costes de exportación mediante
la firma el 6 de febrero de 1882 de un tratado franco-
español, que reducía las tasas cinco francos por
hectolitro para líquidos de menos de 15º.
Esto conllevó que en la década de 1880 la superficie de viñedo se viera aumentada de
34.000 a 52.000 hectáreas, consiguiendo una producción de 129 millones de litros
anuales. Además el salario de los jornaleros se incrementó en un cincuenta por ciento.
La Real Sociedad Económica de Cosecheros de la Rioja castellana planteó la creación
de una escuela agrícola que estudiase y mejorase el vino de Rioja, pero no llegó a
materializarse.
El apogeo inusitado de las ventas trajo
consigo la aparición del fraude, ya que
algunos comerciantes adulteraban el vino para
aumentar su volumen para así conseguir
mayor beneficio. Para ello lo diluían en agua,
añadían alcohol industrial importado de
Alemania e incluso le aportaban color con
productos como la fucsina. Este tipo de
fraudes se extendían por toda España, por lo
que el gobierno intentó frenarlos mediante la
aprobación de una ley de 26 de junio de 1888
que grababa la importación de alcoholes con un impuesto especial. Estas tretas
motivaron a que algunos bodegueros franceses, como Charles Delouvin y Paul Denis, se
asentaron en la región para controlar el vino que se enviaba a su país. De aquella época
queda una coplilla que dice:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, los almacenes de Haro. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! los vamos a quemar. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! que
muere mucha gente. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! del vino artificial
A finales de siglo la región contaba con 55.000 hectáreas. La demanda por parte de
Francia iba bajando moderadamente a medida que recuperaba sus viñedos, pero las
grandes bodegas industriales que se habían formado se mantendrían, gracias a la
estabilización de los nuevos métodos y la apertura de mercados.
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5- Creación de la denominación de origen Rioja
El 16 de mayo de 1902 se inició la normativa legal para posibilitar la futura
denominación, definiéndose lo que se entendía por "origen" para su posterior aplicación
a los vinos de Rioja.
Tras reconstituir el viñedo se empezaron a fundar numerosas bodegas industriales. A
comienzos de los años 1920, durante la dictadura de Primo de Rivera apareció un
conflicto de intereses entre la Bodegas Cooperativas de
los Sindicatos Agrícolas Católicos de la Rioja Alta
(BCSACRA), dirigida por Felipe Ruiz del Castillo y la
Asociación de Exportadores de Vinos de la Rioja
(AEVR), dirigida por José María Martínez Lacuesta.
Los primeros querían que se realizasen registros de los
movimientos de vinos y la prohibición de realizar
mezclas con vinos de otras regiones, con el objetivo de
evitar las adulteraciones y los engaños sobre la
procedencia de los vinos. Los segundos veían estas
peticiones como un impedimento para la elaboración de algunos de sus productos que
requerían de vinos de otras regiones (coñac, champán) y graves perjuicios para la
exportación por la competencia con otras regiones sin limitaciones. Finalmente, la
Presidencia del Directorio Militar publicó el 6 de junio de 1925 una real orden por la
que se denegaban las peticiones de las cooperativas sobre aforos y registros de los
movimientos de vino, pero que autorizaba a la Región Riojana para la creación de una
marca colectiva para sus vinos de mesa, la Denominación de Origen Rioja, como se
hacía en otros lugares de Europa.
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