Hijas e hijos de madres resilientes
La marentalidad bien-tratante en situaciones extremas: guerra, genocidio, persecucin y exilio.
Jorge Barudy Labrn Anne-Pascale Marquebreucq
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AUTORES
El profesor Jorge Barudy Labrn es mdico, neuropsiquiatra, psicoterapeuta y terapeuta familiar
sistmico.
A lo largo de su carrera profesional, ha ejercido numerosos encargos de investigacin y docencia en
diferentes universidades e instituciones, siempre relacionados con la infancia y la familia. Destacamos que ha
sido durante ms de 10 aos formador en el grupo de formacin e investigacin en intervencin teraputica
sistmica y de terapia familiar de la Facultad de Medicina de la Universidad Catlica de Lovaina (Blgica).
Ha sido director mdico de varios programas de salud y de salud mental, tanto en Chile su pas de origen,
como en Blgica y en Espaa.
Ha sido igualmente durante ms de 10 aos el responsable clnico del programa de prevencin y
tratamiento del maltrato infantil de la Universidad Catlica de Lovaina.
Fue uno de los fundadores, en 1976, y director desde entonces del centro Exil centro mdico-psicosocial
para los refugiados polticos y vctimas de la tortura con sedes en Bruselas y Barcelona.
Entre los aos 1985 y 2000, colabor activamente con el Office de la Naissance et de lEnfance de
Blgica como miembro del comit cientfico de investigacin-accin sobre los abusos sexuales y en tanto que
promotor de dos investigaciones subvencionadas por el Fondo Herman Houtman Ampliacin y evaluacin de
las actividades mdico-psico-sociales del COPRES dirigidas a la infancia en un medio de inmigracin y
Apoyar el buentrato de las familias vctimas de la guerra, genocidios y persecuciones polticas que han venido
a Blgica buscando refugio.
Es tambin consultor y supervisor de varios programas de prevencin del maltrato infantil en varios
pases europeos y latino-americanos.
Ha participado, en tanto que psiquiatra y formador, en diferentes misiones internacionales destinadas a
rehabilitar a las vctimas de la violencia poltica, social o familiar y de la violacin de los derechos humanos en
Nicaragua, Chile, Palestina,...
Es autor de varios libros sobre las consecuencias de la violencia en las personas, la familia y la sociedad.
Ha publicado ms de una cincuentena de artculos en las revistas especializadas, y ha contribuido a numerosos
seminarios o congresos internacionales sobre temas relacionados con la infancia maltratada.
Jorge Barudy es el ganador del Premio Herman Houtman 2002 de Blgica. El Centro Exil fue as
distinguido, en la persona de su director, por su trabajo profesional y su compromiso social durante ms de 25
aos con los nias, nios y sus familias vctimas de la violencia organizada..
Ha sido igualmente galardonado con el Premi Nacional de la Infncia de Catalunya, premio otorgado
en Barcelona en el ao 2002 como reconocimiento de su trabajo en el campo de la infancia maltratada.
Anne-Pascale Marquebreucq es licenciada en Psicologa clnica y diplomada en psicoterapia familiar e
intervencin sistmica.
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Ha trabajado en varias instituciones para nios y adolescentes vctimas de diferentes formas de violencia.
Trabaja en el centro Exil como responsable del programa nios-familias y como responsable clnica.
Es en este marco en el que ha coordinado para el Fondo Houtman, juntamente con Jorge Barudy, la
investigacin-accin sobre, el apoyo a la parentalidad bientratante en las familias exiliadas.
Es igualmente psicoterapeuta infantil, de adultos y familiar en la prctica privada, as como formadora y
supervisora en el campo de la prevencin y tratamiento de los malos tratos infantiles.
PREFACIO
Hace mucho tiempo que le sigo la pista a Jorge Barudy porque tiene mucho que ensearnos. Su
trayectoria personal, su experiencia como profesional de terreno, su mtodo cientfico que l denomina
observacin participante, el equipo alegre y eficaz del que ha sabido rodearse estn desarrollando una nueva
manera de comprender y de practicar la psicoterapia de los traumatizados.
En este libro, los autores nos ofrecen la experiencia de EXIL, una ONG internacional que ofrece ayuda
a personas expulsadas de sus pases. La vergenza del siglo XX habr sido la existencia de los campos de la
muerte. La vergenza que se prepara para el siglo XXI ser acaso la de la masacre de los nios y las nias?. El
imperio del dinero se mundializa ms que nunca gracias a la tecnologa. El triunfo de los unos conlleva el
hundimiento de los otros y cuando el fuego alcanza la casa, los moradores huyen, los pueblos se desplazan e
incluso los que quieren apagar el fuego deben salir corriendo para sobrevivir. Los desplazamientos de poblacin
constituirn probablemente un inmenso problema en el siglo que acaba de nacer.
Todas esas personas que desembarcan en un pas de acogida del que no conocen a menudo ni la lengua ni
los ritos, son recibidos por un aluvin de traumas. Al desgarro inicial que les ha expulsado de sus pases, se
aaden sin cesar otros traumas: el duelo, la miseria, la humillacin administrativa, el fracaso escolar, la dificultad
de integracin mediante el trabajo.
A pesar de la herida primera, que los sucesivos desgarros hacen sangran sin cesar, Jorge Barudy y su
equipo intentan la aventura de la resiliencia.
Cmo ayudar a esas personas a recomponer de una forma u otra sus yos destrozados?.
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La definicin de la resiliencia es hoy tremendamente clara, y se puede resumir en cuatro frases: 1) Los
desgarros traumticos, 2)Las suturas, mejores o peores, de su entorno, 3) La evaluacin del trauma, las
agresiones y los golpes reales, 4) La evocacin del traumatismo en la representacin de lo sucedido, en el relato
ntimo y en la mirada social.
Jorge Barudy aade a este concepto el de la resistencia. Es ms sincrnica, ms adaptativa, pero apela a
todas nuestras fuerzas, a todo que aquello que habamos adquirido antes, a todo lo que nos queda despus del
drama. La resiliencia seguir, ms diacrnica, siempre y cuando la cultura disponga alrededor de los heridos
lugares donde la palabra pueda elaborar el traumatismo, modificando la representacin de la herida y la sociedad
se comporte verdaderamente como un lugar de acogida para las vctimas.
El maltrato ha sido durante demasiado tiempo difcil de pensar. Durante siglos, se ha afirmado incluso
que era un mtodo educativo. Haba que domesticar a los chicos para impedir que se convirtieran en bestias
salvajes, haba que amaestrar a las chicas para evitar que se prostituyeran. Era moral, y adems era por su bien!.
El maltrato era hasta tal punto impensable que ha sido necesario aportar pruebas para demostrarlo. Entonces se
describi el sndrome del nio maltratado cuando un radilogo, el Dr. Silverman, describi las estras blancas
de las calcificaciones en los cuerpos vertebrales. Hoy en da nadie necesita ya tales pruebas, basta con encontrar
al nio y su familia, para descubrir los signos clnicos y las palabras que permiten hacer un diagnstico. Hace
una treintena de aos, brillantes universitarios y gloriosos acadmicos sostenan que el maltrato no exista.
Fueron los clnicos, los investigadores de terreno y las asociaciones quienes lanzaron el movimiento que permite
hoy en da que cientos de miles de nios sean, al fin, protegidos.
A algunas personas, hoy en da, les cuesta pensar en trminos de resiliencia, ya que se trata de una nueva
visin de la salud mental. Ya no se piensa en trminos de una sola causa provocando un nico efecto, como en la
fsica, sino que se intenta evaluar la interaccin de un sujeto en medio de una constelacin de determinantes. En
caso del dao traumtico, se evalan las estrellas que brillan todava en esa constelacin. Son stas las que nos
servirn de guas de resiliencia con el apoyo de los cuales el herido intentar retomar algn tipo de desarrollo.
El Centro EXIL asocia a profesionales de diversas formaciones que buscan actuar sobre todos los puntos
del sistema: el cuerpo desde luego, pero tambin el arte, la psicologa, el altruismo, el compromiso social e
incluso el combate contra los prejuicios culturales. Cuantos ms tutores de resiliencia dispongamos alrededor del
herido, mayores probabilidades de encontrar aquel que le convenga.
No es posible reconstruirse solo, como lo han demostrado todos los estudios etolgicos que han trabajado
la nocin de carencia afectiva desde 1946, con Ana Freud y Ren Spitz, y en 1952 la nocin de hospitalismo
descrita por John Bowlby. La resiliencia en tanto que dinmica reparadora implica una asociacin de
profesionales, mdicos, educadores, maestros, monitores de deporte, artistas, psiclogos, socilogos, e incluso
economistas. Se trata, al fin y al cabo, de todo lo que debe proporcionar una sociedad. La resiliencia es pues un
problema de salud mental de un individuo herido que busca desarrollarse tras el traumatismo, en su familia y en
su sociedad. Es esta actitud ante el sufrimiento psquico, la que preconiza la OMS: inscribir todo problema
psicolgico en el marco de la salud mental de la sociedad, ms que en el marco de un hospital especializado o de
un instituto de psicoterapia esotrica. Esta actitud ante el sufrimiento psicolgico implica un reparto de los
conocimientos entre los diferentes profesionales. Esta transferencia de poder protege al herido, pero no gusta a
los profesionales que pretendan el monopolio del saber, es decir del poder.
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Frente al sufrimiento, nadie puede reivindicar el monopolio de la solucin. Sera hora ya de acabar con la
poca del no existe nada mejor que...: no existen nada mejor que los medicamentos..., en absoluto!, no existe
nada mejor que el psicoanlisis... ni hablar! no existe nada mejor que el conductismo... la hipnosis... o la
sociologa. Inventen todos los no existe nada mejor que que ustedes quieran y estn seguros que algn psico-
no s qu, vido de poder y de certidumbre lo habr inventado ya.
La originalidad del trabajo de EXIL es la observacin participante con las familias expatriadas. En el
ao 2002, esta asociacin gan el importante premio del Fonds Houtman en Blgica, destinado a distinguir
peridicamente a un equipo que est trabajando en beneficio de la infancia. Ese ao el Centre EXIL fue el
distinguido, entre una cincuentena de candidatos todos ellos muy competentes: una sabia eleccin. Setenta
familias, ciento veintin nios llegados de treinta y cinco pases diferentes, especialmente de frica, de Amrica
Latina y de Europa del Este han recibido apoyo para promover el buen trato familiar.
Esta experiencia nica permite descubrir algunas caractersticas de este tipo de familias agredidas.
Cuando se agrede a los padres, se agrede doblemente a los nios: directamente, mediante el ataque fsico, sexual
o social que l recibe e indirectamente porque enseguida deber retomar su desarrollo en contacto con unos
padres daados ellos mismos por la violencia. El nio herido deber crecer y aprender a vivir en una
parentalidad alterada.
Para intentar reparar este sistema quebrantado EXIL ha tenido primero que analizar los criterios de
resiliencia, a fin de intervenir sobre todos los puntos accesibles del sistema familiar agredido.
1. Antes del trauma
Adquisicin de recursos internos: especialmente el efecto protector y socializador de
los nios que han podido aprender el estilo afectivo del apego seguro.
Cualidad de los tutores de desarrollo: estilo parental, estructuras familiares, fratra,
vecindad y sobre todo organizaciones sociales y culturales.
2. El trauma , la agresin real, es ms difcil de evaluar ya que depende sobre todo de la significacin y del contexto. Pero se puede evaluar:
la intensidad
la duracin
la permanencia en la memoria
el significado atribuido al suceso por la historia del sujeto herido, en su contexto
familiar y cultural.
3. Tras el trauma
Evaluacin de los rescoldos de resiliencia que perduran todava en el sujeto herido: a) el estilo
afectivo, b) los mecanismos de defensa.
pero hay que diferenciar:
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los mecanismos de defensa negativos (regresin, proyeccin, agresin, agitacin,
seduccin, sumisin, bsqueda de la indiferencia, embrutecimiento, confusin,
amnesia, hipocondra, crisis delirante). Estos mecanismos de defensa son adaptativos.
Se trata de una legtima defensa, pero deformante de la realidad; amputan el mundo
psquico del herido para adaptarlo a una realidad violenta.
Ciertos mecanismos son protectores, tambin en un contexto violento, pero se
convierten a su vez en deformantes de la realidad cuando el contexto evoluciona
(aislamiento, formacin reactiva, y sobre todo la negacin).
En el extremo opuesto, algunas defensas pueden constituir los primeros surcidos
resilientes (intelectualizacin, sublimacin, creatividad, altruismo, humor, ensoacin,
anticipacin, escritura, compromiso artstico, social, afectivo o poltico, perdn y
espiritualidad).
Para entender cmo los mecanismos de defensa pueden convertirse en benficos o malficos, hay que
asociar las dos lanas con que se teje la resiliencia: la construccin de la personalidad antes del trauma y la
disposicin alrededor del herido de guas o tutores de resiliencia tras el trauma:
el estado de la parentalidad (alterada, estable o idealizada)
facilitar lugares de encuentro donde surja la palabra
la expresin artstica
el compromiso afectivo y social
las estereotipias culturales o la visin social.
A partir de ah se pueden evaluar las posibilidades de las que dispone el traumatizado para retomar un tipo
de desarrollo.
A veces la resiliencia no es posible:
porque los recursos internos fueron mal impregnados (falta de estabilidad afectiva, falta
de vnculos seguros, entorno con riesgo de maltrato, problemas graves del desarrollo)
porque la intensidad y la duracin del trauma han descalabrado demasiado el psiquismo
o el cerebro del agredido
porque el entorno no proporciona al herido ningn tutor o gua de resiliencia.
En estas situaciones, se constata una gran variedad de problemas psquicos, pero los dos ms frecuentes
son:
el estupor: la persona, inmersa en un montn de informaciones, no logra ya procesar
ninguna de ellas
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y el psico-trauma: el pasado que no pasa. El herido sigue sufriendo el suceso como si
acabara de sucederle, lo vive sin cesar en sus representaciones como un eterno presente
aterrador.
Cuando la resiliencia empieza a remendar el Yo desgarrado, Jorge Barudy subraya la importancia del
altruismo, y el importante rol de las mujeres en los cuidados proporcionados a los nios, y tambin en la
solidaridad afectiva y la ayuda mutua material. Este altruismo permite considerar la empata como uno de los
mecanismos de defensa constructiva ms eficaces.Los accidentes y los experimentos etolgicos han demostrado
ampliamente la importancia de la afectividad en todos los desarrollos, sean biolgicos, cognitivos,
comportamentales, afectivos e incluso intelectuales. Sin afecto, todo se detiene. El nico objeto exterior a la
persona aislada afectivamente es su propio cuerpo, y por eso los balanceos, las estereotipias vocales, el efecto
estroboscpico de las manos, el olfatearse a s mismos, las actividades auto-centradas dan una imagen de vida a
aqul que est casi muerto. El estupor de los traumatizados, o la permanencia de las imgenes del terror vivido,
crean tambin en el mundo psquico un mundo auto-centrado. El altruismo, en estos casos, nos prueba que existe
un inicio de resiliencia. La paralizacin de la empata que constatamos clnica y experimentalmente tras un
trauma o en un aislamiento afectivo, es un sntoma de actividad psquica auto-centrada. Es un factor de
proteccin, como cuando uno sufre demasiado y, prisionero de su sufrimiento, se obsesiona con su herida.
Queriendo sufrir menos, uno no llega a pensar en otra cosa. Pero cuando un primer factor de resiliencia entra en
juego, el herido intenta comprender lo que ha pasado y encontrar alrededor suyo un lugar de expresin para tejer
un lazo afectivo familiar o grupal que le permita combatir su mundo auto-centrado.
Sera demasiado sencillo encontrar una causa nica para explicar un nico efecto. Las causalidades
lineales exclusivas no son ms que verdades parciales. Cuando se razona de esta manera para explicar el mundo
psquico, se trata probablemente de un pensamiento en forma de chivo expiatorio, terriblemente reduccionista.
Lo real es siempre complejo y est repleto de mandatos contradictorios. Todo padre inmigrante transmite a sus
hijos: S t mismo y s como nosotros!. Lo que conlleva que el hijo tenga ante s un difcil trabajo de
identificacin. Si aprendo la cultura de acogida, traiciono a mis padres. Y si permanezco fiel a ellos, me
arriesgo a no integrarme. Muchos hijos de inmigrantes se parentifican, se convierten en padres de sus padres.
Como aqullos aprenden la lengua del pas de acogida mucho ms fcilmente que sus padres, rpidamente
adoptan el rol de traductor y de responsable de las gestiones administrativas. Se hacen as mismo un poco
condescendientes hacia aqullos de los cuales deberan aprenderlo todo. Estos nios, tras haber sufrido la
violencia visible del pas de origen, sufren seguidamente la violencia invisible del pas de acogida, su negacin,
su indiferencia o su glotonera sdica. Estos adultos a quienes la historia ha convertido en personas
particularmente sensibles a cualquier problema de desarraigo cultural, sufren especialmente ante la menor
humillacin. Desarrollan una especie de fobia al papeleo administrativo a causa del cual han sido tan fcilmente
humillados (horas y horas de espera; nada de nmeros para asignar un nmero con el riesgo de empujones;
respuestas cortantes). Esta fobia complica su ya difcil integracin. El estupor, la bsqueda de la indiferencia, el
abatimiento, son factores adaptativos que permiten sufrir menos, pero que al mismo tiempo obstaculizan la
resiliencia. Los sndromes post-traumticos sorprendentemente diferentes varan desde el 15% para los exiliados
libaneses hasta ms del 80% para los yugoslavos, pero las condiciones de la acogida inciden tambin en estas
diferencias. Es por esto que Jorge Barudy propone organizar un tejido social de pertenencia transicional que
permite la evolucin, el cambio de cultura, con menos violencia.
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En un pequeo nmero de casos, algunas familias en el exilio se convierten a su vez en maltratadoras
(6%, frente al 2% para la poblacin general). La mayora de mujeres embarazadas tras una violacin son
torturadas por el hecho de llevar dentro suyo al hijo del enemigo. Son destruidas en su funcin de madre
portadora y odian a su propio hijo si se las deja solas con l. El equipo de EXIL les propone comprometerse,
en presencia de una tercera persona, en actividades de conversacin y de testimonio. Me gusta mucho la
banalidad aparente de estas palabras, ya que condensan todos los factores de la resiliencia. La presencia de una
tercera persona que re-introduce la condicin humana, impide el cara a cara destructor entre la mujer violada y
su hijo representante del odiado enemigo. Es casi imposible hablar regularmente con alguien sin quedar afectado
y la banalidad securizante de la conversacin permite tejer un nuevo lazo afectivo. Esta tercera persona que
recoge el testimonio permite despus al herido darle un sentido a la violencia insensata: comprender para que eso
no vuelva a suceder nunca ms.
Este tipo de investigacin-accin restaura la autoestima destrozada por el trauma, proponindole al herido
ser co-investigador con el profesional. No se trata ya de un psicoterapeuta al que se le supone la sabidura,
escuchando pasivamente al herido que cree-que-el-otro-sabe. Se trata de una colaboracin donde el herido posee
un saber y lo trabaja con un profesional que posee otro saber.
La instauracin de un espacio transicional de este tipo, permite unir el afecto y las representaciones,
compartirlas, trabajarlas, y por tanto manejarlas y hacer evolucionar la imagen del traumatismo. Es un proyecto a
construir. La violencia ha destruido una parte de la historia y de la personalidad de estos amputados, pero el
descontrol de los agresores no es omnipotente. Una vida puede recuperarse si les prodigamos cuidados a estas
familias.
Esto es lo que hacen Exil y Jorge Barudy.
Doctor Boris Cyrulnik
Agradecimientos
Este libro, ha sido redactado por dos autores, pero hay un tercer protagonista Jean Ives Crappe trabajador
social de EXIL que si bien es cierto opto por no escribirlo fue uno de los animadores de la investigacin- accin
cuyos resultados son parte de su contenido. Citarlo es una forma simblica de mencionar a travs de el al
conjunto de profesionales que trabajan en nuestro centro. Es especial, a los que forman parte del programa
destinados a los nios y sus familias que con sus intervenciones teraputicas comprometidas y cotidianas hacen
posible la practica que da sustancia a este libro.
Queremos agradeceder a las familias exiliadas, provenientes de todos los continentes y vctimas de
diferentes formas de violencia organizada, difcilmente imaginable que atendemos en nuestros Centro. Ellas nos
han mostrado sus sufrimientos, pero tambin sus recursos, reforzando nuestra confianza en la creatividad de las
personas y de las familias para hacer frente a sus problemas, conflictos y sufrimientos. Tambin agradecemos a
los diferentes profesionales que trabajan en otras instituciones y que nos han dado su confianza y su apoyo en
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nuestras actuaciones en red.
Una parte importante del contenido de este libro fue un proyecto de investigacin-accin financiado por
el Fondo Houtman, organismo belga dependiente de la Office de la Naissance et de lEnfance . Van a ellos
tambin nuestros agradecimientos.
Queremos manifestar un reconocimiento especial a nuestro amigo y colega Xavier Urmeneta que aporto
una parte de sus ratos libres a la traduccin de esta obra del idioma francs al castellano y adems aporto
correcciones valiossimas a l texto original en francs.
El nexo comn de todos estos protagonistas citados es la solidaridad y el compromiso mutuo para
contrarrestar uno de los efectos ms nocivos de las situaciones de violencia: el dao causado a los nios.
A todos los protagonistas de esta aventura profundamente humana queremos decirles: gracias.
Agradecer la solidaridad puede parecer paradjico... El compromiso solidario no es al fin y al cabo una
de las manifestaciones naturales de la relacin entre los humanos, y tambin de este fenmeno maravilloso que
es el amor?.
El amor es la base de lo humano y la emocin del altruismo social. Es, pues, natural ser solidario, sobre
todo cuando se trata de apoyar acciones destinadas a proteger la vida y el desarrollo de los nios y de las nias.
No obstante, la pragmtica del amor implica tambin el reconocimiento de nuestra interdependencia para
llegar a proyectos singulares a travs de los cuales escogemos libremente materializar nuestro altruismo social.
Los profesionales de la Salud, protagonistas de esta historia estamos unidos por nuestro entusiasmo y
compromiso en mantener en pie entre todos y todas, un programa para promover el bienestar de los nios y de
las nias a travs de prcticas de buentrato.
Nuestro profundo agradecimiento se dirige, pues, a todos los profesionales y no-profesionales que han
participado y participan en nuestras dinmicas de ayuda mutua y de apoyo. No podemos citarles a todos, incluso
sabiendo que han sido las aportaciones de todos ellos las que nos han permitido co-construir las intervenciones
capaces de apoyar a los hijos y los padres en el exilio.
Debemos todava dar las gracias a las madres y a los padres en el exilio. Sus capacidades para resistir,
para reconstruir los proyectos y para amar en condiciones tan difciles, han reforzado nuestra confianza en el ser
humano.
Gracias por todo lo que nos habis aportado y enseado. Nuestro agradecimiento se dirige sobre todo a
vuestros hijos e hijas que son, gracias a vosotros, signos de vida y esperanza.
Los autores
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INTRODUCCIN
Es ineludible constatar que una parte de la poblacin de nuestro planeta sigue, hoy y siempre, confrontada
a la guerra, al terrorismo de Estado, a la represin poltica, a los genocidios, a las violaciones sistemticas de los
derechos humanos... El contexto geopoltico internacional y el modelo de globalizacin econmica no hacer ms
que acrecentar cada vez ms el enorme foso que separa a los pases pobres de los pases ricos. A eso se le aade
la soberbia de ciertas naciones que agreden a los pueblos, sobrepasando toda forma de legalidad internacional.
Para miles y miles de personas existen muy pocas elecciones posibles frente a esas realidades. La de huir,
exiliarse y encontrar refugio en otro pas, cuando ello es posible, se impone ms que se decide.
Los que as llegan a los pases europeos, estn marcados por esas experiencias de violencia y cargados con
el peso de las prdidas y los duelos. Adems se enfrentan a la ardua tarea de aprender a sobrevivir en un contexto
desconocido. A los traumatismos provocados por la violencia organizada se aade el sufrimiento del exilio:
desarraigo, aislamiento y precariedad social.
El concepto de violencia organizada fue establecido en 1986 por la Organizacin Mundial de la Salud. Se
refiere a aquellas situaciones en las que personas pertenecientes a un grupo agreden a personas pertenecientes a
otro grupo, basndose en un sistema de creencias que legitima o mitifica el gesto de la violencia. Toda forma de
represin poltica, religiosa, sexual, tnica... estn incluidas en esta definicin. Las consecuencias de esta
violencia son, entre otras, los genocidios, la limpieza tnica, la violacin, la tortura, la mutilacin sexual de las
mujeres, la desaparicin de personas... todas ellas manifestaciones extremas de la violacin de los derechos
humanos.
En respuesta a estas violencias, se manifiesta la resistencia de las familias, que se expresa a travs de
formas muy diferentes pero con un mismo objetivo: permanecer vivos, salvar a los suyos, proteger y cuidar a los
nios y encontrar un nuevo pas para empezar de nuevo.
Todo esto est lejos de ser fcil y supone, bien al contrario, una acumulacin de sufrimientos y de
desafos que implican enormes cantidades de estrs y de graves traumatismos.
Una vez llegados a un lugar ms seguro, y que frecuentemente no es el definitivo, las familias deben
enfrentarse, con sus heridas, al desafo de adaptarse a un pas en el cual son cada da que pasa peor recibidos y
ms rechazados.
Las estrategias para sobrevivir y reconstruirse que ms nos han admirado son los diferentes
comportamientos de los padres para salvar y proteger a sus hijos, y para proporcionarles los cuidados adecuados.
Nuestro inters por las fuentes de este herosmo increble nos motiv para desarrollar un conjunto de
acciones con el fin de apoyar el buen trato de los hijos de las familias atendidas en el Centro EXIL.
La prctica de la cual vamos a dar testimonio se lleva a cabo en el seno del programa teraputico del
Centro EXIL de Bruselas. Este centro fue creado en el ao 1976 por profesionales chilenos de la salud, por
iniciativa de Jorge Barudy, co-autor de esta obra. Otros profesionales latinoamericanos, as como profesionales
belgas, se aadieron a este proyecto permitiendo su materializacin. Los profesionales latinoamericanos
presentaban la particularidad de ser supervivientes de la represin poltica y de la tortura de las dictaduras
militares que en los aos 70 asolaron Amrica del Sur.
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En el momento de su creacin, el centro se llamaba COLAT (Colectivo Latino-Americano de Trabajo
psicosocial). Diez aos despus se convirti en el Centro EXIL: Centro mdico social para refugiados
polticos y vctimas de la tortura.
Actualmente, el equipo del centro EXIL est constituido por mdicos de familia, trabajadores sociales,
psiquiatras, psiclogos, psicoterapeutas, animadores de la acogida y personal administrativo. El equipo de EXIL
es un sistema intercultural e interdisciplinario. El equipo proporciona atencin mdica, sicolgica y social a
travs de una prctica comunitaria e intercultural basada en la comprensin sistmica del sufrimiento de las
personas exiliadas y de las familias y en intervenciones en red. Uno de los pilares bsicos del programa de este
equipo ha sido siempre el de apoyar sus intervenciones teraputicas en los recursos naturales de resistencia y de
curacin de los individuos, las familias y las comunidades culturales de origen. El papel del equipo ha sido y es,
el de facilitar procesos de prevencin y reparacin teraputica, aportando recurso y competencias profesionales
en el rea medica, psicoteraputica y de trabajo social. Por lo tanto a travs de ms de 25 aos como
profesionales de EXIL, hemos y somos testigos del sufrimiento de los exiliados y sus familias, pero sobre todo,
de sus fuerzas y de su creatividad para superarlo.
El Fondo Houtman de la Comunidad francesa de Blgica nos permiti ampliar nuestro programa al
financiarnos durante los aos 1998 y 1999 una investigacin-accin, dirigida a reforzar nuestras acciones
curativas y preventivas hacia los hijos e hijas de familias exiliadas. Siendo una de las finalidades principales el
de desarrollar acciones destinada a promover y apoyar el buen trato de los nios y nias dando apoyo a las
madres y a los padres.
Esta investigacin-accin nos permiti contribuir a la conceptualizacin de la nocin de buen trato
relacionndola con el ejercicio de una parentalidad suficientemente sana aun en situaciones extremas,
permitindonos estudiar cmo las experiencias de violencia originadas en el medio ambiente de una familia
pueden perturbar la funcin parental. Adems puso en evidencia las fuentes de resistencia y resiliencia que las
madres y los padres movilizan para preservar a los nios en medio de esas catstrofes ecolgicas de carcter
humano. El relato de los miembros de las familias y las observaciones de los profesionales os entregaron
fundamentos para proponer iniciativas sociales y teraputicas capaces de reforzar esos recursos de resiliencia, a
travs de una mejor utilizacin de los recursos existentes en los pases de acogida. Por de los servicios sociales,
las escuelas, las maternidades, las guarderas, los servicios destinados a la infancia, las organizaciones
socioculturales.
Sin duda uno de los mejores logros de nuestras intervenciones fue la creacin de unaLiga de familias en
el Exilio, una asociacin de ayuda mutua, en donde especialmente las madres se procuran diferentes formas
de apoyo social y emocional a travs de actividades solidarias y de recreacin.
Las Familias que se beneficiaron de esta investigacin-accin fueron 70 que contaban con 121 hijos (61
nias y 60 nios) en su mayora con edades comprendidas entre los 0 y 6 aos. Estas familias eran originarias de
36 pases diferentes. La mayora venan de frica central y del sur. Los dems provenan de frica del Norte, de
Amrica Latina y de Europa del Este.
Lo ms frecuente era que, la madre viva sola en Blgica con sus hijos, ya que el padre estaba muerto o
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desaparecido. Por esta razn, hablaremos muy a menudo del trabajo realizado con la madre y sus hijos e hijas:
no se trata de excluir al padre sino simplemente su ausencia es una consecuencia del drama de la violencia
organizada. Por otra parte cuando el padre est presente sus modelos culturales patriarcales, les dificultan
acceder voluntariamente a los cuidados y al apoyo de un programa como el nuestro. Actualmente mas de 200
familias se benefician de este programa y con relacin a la participacin de los padres, afortunadamente la
situacin comenz a evolucionar. Gracias a la movilizacin de las madres y a las iniciativas de los profesionales
de EXIL, se organizo un programa destinado a los hombres, que poco a poco se implican en las tareas
familiares.
Nuestro programa desarrollado en la forma de una investigacin-accin, nos ha permitido una evaluacin
permanente del impacto de nuestras intervenciones, sobre los nios y sus padres, as como desarrollar nuevas
perspectivas. A lo largo de estos ltimos aos hemos afinado nuestro programa ampliando el abanico de
nuestros espacios de intervencin, mejorando nuestras actividades especficas individuales, de grupo o
comunitarias, destinadas a los nios y a los padres: tcnicas de terapia mediante el juego, talleres creativos,
grupos de palabra, campamentos de verano, liga de familias.
Nuestro trabajo en beneficio de los nios y nias vctimas de la violencia organizada ha sido galardonado,
con el premio Herman Houtman del ao 2002 en la persona del Doctor Jorge Barudy. Dicho premio se otorga
cada dos aos en Blgica por el Fondo Herman Houtman de la Comunidad francesa de Blgica a una persona
que haya desarrollado una accin de larga duracin en beneficio de los nios y nios que sufren.
A lo largo de este libro desarrollaremos y ejemplificaremos nuestras experiencias presentando nuestro
modelo y su impacto sobre la salud mental de nios y nias exiliadas y de su familia.
Las razones que nos animaron a escribir nuestras experiencias son dos:
La primera es permitir la comprensin de cmo las experiencias de violencia organizadas como las
guerras, las persecuciones y las represiones de todo tipo, la tortura y el exilio afectan a los nios y a las nias a
dos niveles: el primero, sin duda, en tanto que vctimas directas de esta violencia, y el segundo como vctimas
indirectas, en la medida en que estos sucesos pueden alterar la funcin parental. En los casos en los que ya
existan problemas deficiencias en el desempeo de la funcin parental antes de las agresiones, observamos muy
frecuentemente una amplificacin y una agravacin de estas, con el riesgo de la aparicin, o el agravamiento, de
situaciones de malos tratos infantiles.
Nuestra segunda finalidad es dar a conocer nuestras observaciones sobre las fuentes de resistencia y de
resiliencia que las familias movilizan para preservar a sus hijos e hijas cuando son confrontadas a situaciones
extremas.
Fuera de estas dos finalidades queremos compartir nuestra forma de trabajo describiendo las intervenciones
que llevamos a cabo para promover y reparar los recursos de resistencia y de resiliencia de la familia como
sistema, as como las de sus miembros individuales Por ltimo queremos compartir las herramientas teraputicas
que hemos desarrollado para reparar los daos sufridos por las nias y nios , as como el de las madres y
padres.
En el primer captulo presentamos nuestra concepcin de los buenos tratos como un proceso social capaz de
asegurar el bienestar de los nios y nias.
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En los siguientes captulos, la lectora o el lector hallar las bases tericas que fundamentan nuestras
concepciones explicativas del sufrimiento de las familias en el exilio.
Mostraremos tambin cmo la violencia organizada impone desafos suplementarios a los padres para
asegurar el buen trato de sus hijos.
En el ltimo captulo compartiremos nuestras experiencias y las conclusiones de nuestra prctica dirigidas
a apoyar a los padres y a los hijos tanto para asegurar los buenos tratos como para prevenir y actuar precozmente
en los casos de maltrato infantil.
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CAPTULO I
Buentrato, competencias parentales y bienestar infantil
La capacidad que tienen las personas para cuidarse entre ellas y para ayudarse unas a otras para hacer
frente a las necesidades personales creando dinmicas de buenos tratos son una de las caractersticas que define
la identidad del animal humano. Nadie puede hoy negar que una relacin afectiva nutritiva y establecida lo
ms precozmente posible, es vital para el desarrollo de los nios. Una dosis suficiente de amor es tan
indispensable como las protenas, las vitaminas y el aporte calrico para asegurar un desarrollo sano de los
nios.
Muchas investigaciones han demostrado que, incluso en los adultos, la atencin mutua de las necesidades
proporciona salud y longevidad (Taylor S., 2002).
En este libro queremos demostrar cmo los padres, especialmente las madres, intentan mantener el buen
trato hacia sus hijos en contextos de violencia organizada.
Somos testigos de la fuerza de las mujeres exiliadas, y tambin de la lucha de las mujeres confrontadas a
otros contextos de violencia.
El trabajo de supervisin desde hace ms de diez aos de una asociacin contra la violencia familiar, la
Asociacin TAMAIA (Associaci de Dones contra la Violncia Familiar1) de Barcelona, nos ha permitido
conocer los esfuerzos de las mujeres vctimas de la violencia conyugal para evitarles a sus hijos la violencia de
sus cnyuges.
En respuesta a esta colaboracin naci un programa para reforzar a estas madres en sus proyectos de
marentalidad bientratante tras su separacin. Este programa est dinamizado por profesionales del proyecto
EXIL en Espaa y por las mujeres terapeutas de la Asociacin TAMAIA. De esta forma, se realizan talleres
teraputicos con el objetivo de apoyar a las madres y de facilitar un espacio teraputico de grupo a los nios
(Tamaia, 2002)
Nuestras experiencias y nuestras observaciones en el seno de los programas que coordinamos tanto en
Blgica como en Espaa nos permiten afirmar que son las mujeres quienes mas recurso y mas coraje a la hora de
cuidar a los otros, sobre todo en situaciones extremas. Esto es particularmente cierto cuando se trata de cuidar a
los nios y a las nias. Esta afirmacin desmiente lo que los modelos sexistas y patriarcales han pasado por alto
o han deformado, desvalorizando estas capacidades femeninas o explotndolas en provecho de los hombres. La
capacidad de cuidar no es, desde luego, una exclusividad de las mujeres; no obstante los hombres presentan
dificultades para implicarse en el cuidado de los nios, y con demasiada frecuencia todava, en vez de apoyar sus
esfuerzos, les complican la vida a las mujeres. En nuestro programa, los garantes de los cuidados infantiles son
en una gran mayora las madres. Algunos padres participan y demuestran con ello, que los miembros de su
gnero tambin pueden, pero en su mayora, estn condicionados por el modelo de masculinidad impuesto por la
1 Asociacin de Mujeres contra la Violencia Familiar.
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cultura patriarcal. En esta, la identidad social del hombre historia se sustenta en la lucha por el poder, la
competitividad y la dominacin de sus semejantes, incluida la de su mujeres y sus hijo. No obstante, hay que
reconocer que en estos ltimos decenios, una minora de hombres se ha abierto a la emocin y a la ternura y se
han implicado en modelos de pareja ms igualitarios. Estos hombres se implican cada vez ms en los cuidados
de los nios, empezando por sus propios hijos. Esto ha sido posible, a nuestro entender, gracias a la forma en la
que las mujeres han llevado adelante sus luchas. Ellas nunca han dejado de ofrecer contextos de cuidados para
los suyos, incluidos los hombres, pero al exigir la implicacin de estos, en las dinmicas de cuidados mutuos y
hacia los hijos, han permitido que algunos de ellos le pierdan el miedo a la ternura y se resistan a los
estereotipos culturales.
Por lo tanto, debemos reconocer que gracias a las luchas de las mujeres, un nmero todava demasiado
reducido de hombres se comprometen con una presencia real en los cuidados y la educacin de sus hijos. En
estas nuevas expresiones de masculinidad, se empiezan a remodelar de forma constructiva las capacidades de
los hombres.
Los cuidados y el buen trato como capacidades instintivas de la especie humana
A pesar que en nuestras prcticas profesionales cotidianas, nos dedicamos a atender teraputicamente a
vctimas de la violencia humana, pertenecemos a la comunidad de pensadores y cientficos que mantienen y
argumentan que la caracterstica fundamental del animal humano no es la violencia, sino el altruismo y el amor
(Fromm, E. 1987, Maturana, H.,1990, Barudy, J., 1997; Taylor, S., 2002)
Ha sido nuestro trabajo para contrarrestar, los daos provocados por la violencia y a reflexionar sobre su
prevencin, lo que nos condujo a interesarnos por los factores y contextos que permiten y favorecen la
emergencia de dinmicas de buen trato y de no violencia.
Nuestras experiencias y reflexiones nos indican: que ser bien tratado es una de las necesidades esenciales
de los seres humanos, y que ser cuidado y cuidar es una capacidad que podemos considerar como instintiva.
Nuestras experiencias con supervivientes de la guerra, de genocidios, de diferentes formas de represin, as
como de situaciones de violencia intrafamiliar, nos han enseado que la respuesta humana al sufrimiento y al
estrs se caracterizan tambin por la bsqueda de relaciones de ayuda mutua con otras y otros que hayan pasado
o estn pasando por una situacin similar, para brindar y recibir cuidados.
El cuidado mutuo y el buen trato son tareas humanas de vital importancia que modelan y determinan la
salud y el carcter de los nios, y tambin en qu tipo de adultos se convertirn.
Esto es an ms importante en los periodos de crisis, en los que la acumulacin de estrs y de
sufrimiento convierten a los buenos tratos en algo todava ms necesario para prevenir la cronificacin del
sufrimiento y la aparicin de enfermedades mentales.
Nuestras experiencias como terapeutas nos han enseado que nuestra capacidad para proporcionar
cuidados es uno de los ingredientes principales de la recuperacin de las vctimas de la violencia. Nuestras
capacidades para transmitirles nuestro inters por ellos, en tanto que personas, son una herramienta fundamental
de nuestro trabajo.
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El hecho de sentirse cuidado en un clima de compromiso y respeto incondicional por sus experiencias y
sobre todo por los esfuerzos para reconstruirse, facilita la aparicin de la esperanza y de la dignidad humana.
Cuando las vctimas de la violencia no son reconocidas como tales, y no reciben los cuidados adecuados, se
sienten nuevamente victimizadas. Esto ocurre cuando las vctimas son maltratadas, activa o pasivamente, por los
profesionales que tenan la responsabilidad de ayudarles.
Las investigaciones sobre el cerebro y el sistema nervioso central nos demuestran la existencia de redes
neurolgicas que permiten a los seres humanos participar en dinmicas de cuidados. Existen circuitos que se
activan en el momento de pedir cuidados, y otros en el momento de proporcionarlos (Adolphs, R.,1999;
Brothers, L. 1989) del mismo modo que nuestros circuitos biolgicos se activan para regular nuestras emociones,
excitarnos sexualmente o para alimentarnos. Por otro lado, existe suficiente material cientfico para demostrar
que el desarrollo cerebral y del sistema nervioso depende de los cuidados adecuados y del buen trato que cada
persona ha recibido durante la infancia y recibe en la edad adulta (Bell, D.C. 2001).
La evolucin ha permitido que la especie humana posea el cerebro mayor y ms complejo de todas las
especies. Nuestro cerebro nos permite afrontar los mltiples desafos de la existencia. Su plasticidad le permite
planificar, tomar decisiones y elegir entre mltiples posibilidades las respuestas ms adecuadas para hacer
frente a los desafos de la adaptacin a nuestro entorno. El cerebro humano es el responsable de nuestras
capacidades para crear contextos colectivos de cuidados y de buen trato para favorecer la proteccin de la
especie. El nos permite crear numerosas conexiones, tanto internas para asegurar el funcionamiento de nuestro
cuerpo como externas para relacionarnos con otros organismos. Entre estas ltimas, las ms importantes son
las que nos permiten vincularnos con miembros de nuestra misma especie, haciendo posible fenmenos tan
fundamentales para el mantenimiento de la especie como la reproduccin, los cuidados, la proteccin y la
educacin de los nios y nias. De las relaciones con otros seres vivos, ya sean vegetales o animales nacen el
amor y el respeto por la naturaleza y a los esfuerzos para protegerla.
Adems, gracias a nuestro cerebro, somos la especie con la mayor cantidad de recursos biolgicos, lo que
nos permite ser los animales ms flexibles de la tierra. Esto explica por qu hemos sido capaces de seguir vivos a
lo largo del tiempo y de evolucionar positivamente en muchos aspectos. Esto nos permite mantener la esperanza
en nuestra capacidad para prever los comportamientos necesarios a fin de cuidarnos mejor mutuamente. Nuestra
plasticidad cerebral nos permite, entre otras cosas, desarrollar mltiples papeles y funciones. Eso nos pone ante
una evidencia: ambos gneros poseen la capacidad de proporcionar cuidados y buen trato. Si somos capaces de
modificar los condicionantes de la ideologa patriarcal, las mujeres pueden asumir roles asignados a los hombres,
de la misma manera que stos pueden adoptar los roles asignados a las mujeres.
Adems, nuestro cerebro nos facilita una capacidad que los otros animales no poseen: el lenguaje
simblico. Esta capacidad ampla nuestros recursos para la adaptacin y nuestras posibilidades de construir un
mundo mejor para todos. Desgraciadamente, este mismo atributo es el responsable de la produccin de creencias
que hacen pervivir los diferentes tipos de violencia y malos tratos. Somos los animales ms destructivos y ms
violentos de todo el planeta. Somos los nicos capaces de matar a nuestros semejantes en base tan slo a nuestras
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creencias y representaciones mentales.
Somos igualmente capaces, lo cual es peor todava, de producir creencias para falsear la realidad de los
abusos de poder, del maltrato y de otras formas de violencia (Barudy J., 1998). En este sentido, afirmamos junto
con otros autores, que la cultura post-moderna resultado del modelo de globalizacin neo-liberal dominante en el
momento actual, es una cultura que favorece la emergencia de diferentes tipos de violencias y de malos trato
(Lemay M., 1998, Cyrulnick B.,2003, Manciaux M., 2000 ). La alienacin del individualismo consumista
presentes en los paises ricos del planeta y la explotacin de la fuerza de trabajo en los paises ms pobres son el
resultado de las ansias de ms poder y de ms dinero de los poderosos del planeta. Este contexto es el
responsable de las guerras, las catastrofes ecolgicas, el hambre y la miseria que obliga a millares de personas a
una inmigracin forzada para salvar sus vidas. Estos seres humanos, mujeres, hombres, nios, ancianos son
actualmente cada vez ms rechazados, por los gobiernos de los paises ricos que se vuelven cada vez mas hostil
con estas poblaciones de cuya situacin son responsables por sus acciones o por la omisin de proporcionar
apoyos y recursos pra establecer una mayor equidad en el mundo. La propagacin del pensamiento nico y la
sacralizacin de la estupidez humana transmitida por los medios de comunicacin son algunas de las formas ms
sibilinas de maltrato social. Actan directamente como un molde destructor de las capacidades de la poblacin,
para pensar y reflexionar en trminos de solidaridad y cuidados mutuos. La globalizacin de los programas de
televisin basura que celebran y propugnan la transformacin de las contingencias y dificultades de la vida de las
personas en productos de mercado, despertando juicios y emociones sensacionalistas en el pblico, son uno de
los tantos ejemplos de la manipulacin del pensamiento con fines mercantilistas.
Una visin alternativa de la naturaleza humana: lo que la humanidad debe a las mujeres.
En muchos sectores prevalece todava la idea, de que la naturaleza humana es esencialmente egosta y
que los instintos que dominan la experiencia humana son la agresividad y el sexo. En el campo de la psicologa,
esta representacin emerge y es defendida todava por muchos pensadores de la corriente psicoanaltica,
discpulos de Sigmund Freud ( Freud S.1954). Dentro de esta concepcin, el ser humano colabora en el cuidado
de los otros tan slo si ve un beneficio para s mismo a corto o largo plazo. De forma voluntaria algunas veces, y
otras por inadvertencia quiz, esta perspectiva ha sido forjada y mantenida por investigadores hombres que se
han basado frecuentemente en el estudio exclusivo del comportamiento y de la experiencia masculina. Al
considerar estas teoras, tenemos la impresin repetitiva de que sus autores, hombres, han olvidado total y
absolutamente las prcticas de las mujeres, o bien de que no han hecho ningn esfuerzo para conocerlas.
Centrndose ciegamente en los aspectos egostas y agresivos del comportamiento masculino han dejado de lado
las capacidades para ofrecer vnculos afectivos y cuidados, capacidades presentes sobre todo en las mujeres, pero
tambin en muchos hombres.
Pero si nos fijamos, en cambio, en los comportamientos de las mujeres cuando buscamos nuevas vas para
entender la naturaleza humana, nos encontramos ante un formidable conjunto de comportamientos altruistas,
siendo el ms significativo el de procurar los cuidados a los hijos e hijas.
Las prcticas de cuidados son activadas por la existencia de necesidades y/o signos de amenazas
existentes en el entorno, y se mantienen gracias al apego y a los lazos afectivos que se crean. Estas prcticas de
cuidados se mantienen porque compartimos una biologa comn, y tienen una importancia vital en los contextos
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de estrs. Son respuestas cuya funcin es; regular o modular los cambios fisiolgicos y neuroendocrinos
resultado de las amenazas y agresiones. Esto es especialmente evidente en la interaccin de las madres con sus
bebs, pero se mantiene a lo largo de toda la vida.
Cuando revisamos la experiencia de las mujeres a lo largo de la historia, constatamos que la atencin a las
necesidades de los dems y los cuidados que les proporcionan son un componente esencial para la evolucin y la
conservacin de la especie humana. Esta capacidad est, sin duda alguna, ntimamente ligada a nuestros genes.
El instinto de dar y cuidar es tan tenaz como el de otras funciones indispensables para la vida.
No es el egosmo lo que origina la capacidad para ocuparse y cuidar a los dems, como afirman ciertas
teoras que, de forma interesada, preconizan el carcter natural del egosmo humano. Las ideologas autoritarias
o sexistas han forjado una serie de explicaciones interesadas para unir esta capacidad al egosmo, y es verdad
que ciertos comportamientos humanos proporcionan argumentos para justificarlo. No obstante, hay
investigaciones que permiten afirmar que cuidar a los dems y ocuparse de ellos es tan natural y posee tanta base
biolgica como buscar comida o dormir. Los orgenes de esta capacidad siguen presentes en lo ms profundo de
nuestra naturaleza social.
Los arquelogos han descrito restos de esqueletos de seres primitivos con alteraciones congnitas o
cicatrices de huesos rotos y que no obstante sobrevivieron. Acaso eso hubiera sido posible sin la intervencin y
los cuidados proporcionados por otro ser humano?.
Teniendo en cuenta que la caza y las expediciones eran imprescindibles para la supervivencia, las heridas
deban ser frecuentes, y para que los heridos sobrevivieran alguien tena que alimentarles, cuidarles y protegerles
mientras se recuperaban (Shelley E.T., 2002).
Las pruebas de la existencia de estos gestos altruistas, en la historia de la humanidad, son aplastantes, al
igual que su presencia en la vida cotidiana de todos nosotros.
El hecho de afirmar que somos, fundamentalmente, una especie afectuosa y que cuida es nuestra forma de
contribuir al largo y difcil camino para la eliminacin de las ideologas restrictivas, y hacia la recuperacin de lo
humano. Queremos contribuir a los modelos de representacin que ponen de relieve las capacidades y
competencias de los hombres y sobre todo de las mujeres para producir, proteger y reproducir la vida. Es el
conjunto de sentimientos, comportamientos y representaciones que constituyen la realidad del amor lo que
permite la existencia del fenmeno del buen trato, y tambin de la capacidad para dar y recibir cuidados.
Hoy en da, cuando la vida familiar existe y es sana, y cuando la vida comunitaria es enriquecedora y
reconfortante, se dan todas las condiciones para el bienestar y la salud. Diferentes investigaciones confirman lo
que cada uno de nosotros sabemos por propia experiencia: los cuidados mutuos, la compaa y la solidaridad nos
permiten disfrutar de una vida ms feliz, ms sana y ms larga tambin. La explicacin reside en el hecho de que
nuestra vida en grupo nos proporciona recursos que estimulan el desarrollo personal, y que adems nos da
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apoyo social para regular el estrs y aliviar los sufrimientos inherentes al desafo de vivir.
Paradjicamente, es evidente que los diferentes tipos de violencia cuyas consecuencias mrbidas
intentamos curar se producen en la familia o en los grupos de pertenencia.
En nuestro enfoque teraputico, favorecemos la reconstruccin de los recursos familiares y comunitarios
para reencontrar las dinmicas de cuidados, las cuales son necesarias para que las vctimas de la violencia
puedan sobreponerse a las experiencias traumticas vividas.
Las bases biolgicas del buen trato y de los cuidados mutuos.
La biologa nos facilita la informacin suficiente para considerar que una de las finalidades del cuerpo
humano, y especialmente del cerebro, es la de cuidar y tratar bien a los dems. Esto no se produce de una forma
indiscriminada, sino atrayendo, cuidando y alimentando las relaciones con otras personas significativas a lo largo
de nuestra vida. De estas capacidades nacen fenmenos esencialmente humanos, tales como la amistad, el amor,
la parentalidad, las relaciones conyugales y la familiaridad.
Empezando desde el momento de su concepcin y acabando en su vejez, ningn ser humano puede
sobrevivir sin los cuidados de otro ser humano. La salud, fsica y sobre todo mental, dependen del buen o mal
trato que recibimos a lo largo de nuestra existencia. Nuestro carcter y nuestra salud dependen de las personas
que nos han cuidado y nos cuidan y de la forma en que nos tratan: nuestros padres y madres, nuestros cnyuges,
nuestros hermanos y hermanas, nuestros amigos y amigas... Estas relaciones humanas son ms que meras
convenciones sociales y, como muchos autores lo han demostrado, son factores que influencian nuestra biologa
a lo largo de toda nuestra vida, al mismo tiempo que las relaciones humanas son influenciadas por la
vida.(Maturana, H., 1990 ; Cyrulnik, B. 1989, 1993, 2001; Varela, F., 1996 ).
Las relaciones humanas son tan importantes que pueden favorecer o daar la salud de cualquier persona.
Algunos investigadores han puesto en evidencia cules son las hormonas responsables de la naturaleza de
las relaciones interpersonales madre-hijo, de las relaciones de amistad y ayuda mutua en un grupo social, y de las
relaciones entre hombres y mujeres en situaciones concretas. Se trata de la oxitocina, la vasopresina y los
pptidos opiceos endgenos, que aparecen una y otra vez en las mediciones hormonales. Estas hormonas,
presentes en diferentes relaciones sociales, forman parte de lo que los neurlogos llaman el circuito neurolgico
asociativo. Estos circuitos constituyen una estructura compleja de conexiones bioqumicas, en las cuales
participan de una forma diferenciada estas hormonas, determinando muchos aspectos del comportamiento social.
Por ejemplo, determinan la capacidad de participar en ciertas relaciones interpersonales, e incluso la intensidad y
el contenido emocional que stas puedan adquirir. (Pankseep 1998, Carter y col. 1999).
Estos circuitos se expresan en la vivencia de todo individuo como sentimientos de apego. Estos
sentimientos van desde el intenso vnculo que una madre siente por sus hijos, hasta los lazos tan fuertes que se
pueden establecer con personas extraas.
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Es muy probable que las respuestas de los seres humanos ante las situaciones amenazantes hayan ido
evolucionado a lo largo de millones de aos. Las respuestas del organismo humano a las amenazas, reales o
imaginarias, se conocen como respuestas de estrs. Las respuestas al estrs pueden entenderse como
mecanismos de adaptacin frente a situaciones que desafan el equilibrio del organismo. Las condiciones de
amenaza conducen a una distribucin de los recursos y de las energas corporales presentes en un estado de
equilibrio normal: todo el cuerpo se dispone para enfrentarse a los desafos amenazantes (Cannon, 1932; Selye,
1956). Las respuestas comportamentales a la situacin de estrs son la lucha o la huida, pero tambin lo son los
comportamientos de ayuda mutua y de apoyo social.
Este ltimo modelo de reaccin frente al estrs es sobre todo femenino (Taylor S.,1999). Los signos de
peligro, real o potencial, desencadenan en las mujeres ms frecuentemente seales para unir sus fuerzas y
ayudarse entre ellas.
Es evidente que las experiencias de las madres y mujeres refugiadas, que atendemos en nuestro programa, han
desencadenado y desencadenan mltiples respuestas al estrs, resultado de las situaciones de violencia
organizada en sus pases de origen y las dificultades por las malas condiciones de acogida que encuentran en los
pases europeos.
En las situaciones de amenaza y de peligro, substancias qumicas conocidas, como la adrenalina y la
noradrenalina, inundan el cuerpo, y lo predisponen para entrar en accin, sea para enfrentarse luchando contra lo
que le amenaza o para huir de la situacin amenazante. Estas substancias estn en el origen biolgico de la
respuesta de lucha o de huida, que los cientficos denominan la activacin simptica. Gracias a la activacin
simptica experimentamos un estado de alerta y de excitacin cuyas manifestaciones ms relevantes son
fisiolgicas: se acelera el ritmo cardiaco y aumenta la tensin arterial a fin de enviar sangre a los rganos vitales
y a los que participan en las respuestas de huida o lucha, la regulacin trmica provocada por la accin conlleva
sudoracin, y se presenta un ligero temblor de manos como resultado de la excitacin generalizada.
El segundo sistema de respuesta al estrs est constituido por el sistema hipotalmico-hipofiso-
suprarrenal. Su respuesta no se siente de una forma tan clara como en la excitacin simptica. Este sistema es el
responsable de las emociones que acompaan a las reacciones del sistema simptico: el miedo, la sensacin de
preocupacin angustiante y el sentimiento de amenaza. Cuando las amenazas activan este sistema, las hormonas
liberadas ayudan a frenar las actividades corporales no esenciales en beneficio de aqullas que favorecen las
repuestas adecuadas y eficaces frente a las causas del estrs. Un ejemplo de este tipo de repuestas es por ejemplo
la lucidez mental que una persona sometida a un ataque de un predador o de una persona violenta presenta.
Los hombres y las mujeres experimentan este fenmeno de la misma forma desde el punto de vista
biolgico. Pero en el aspecto social se han enfrentado a lo largo de la evolucin, y se enfrentan hoy en da, a
desafos muy diferentes.
Las hembras de cualquier especie de mamferos, incluida la especie humana, han sido las principales
proveedoras de cuidados de la progenie. Aunque la ideologa patriarcal nunca lo ha reconocido, les debemos en
gran medida a las mujeres la conservacin de la especie humana. La conservacin de una especie no se debe
solamente a la capacidad para responder a los desafos del medio ambiente; depende tambin de las capacidades
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de cada especie para cuidar y proteger a sus cras asegurando as la transmisin de los genes.
Esto nos lleva a defender la idea que, la proteccin y los cuidados de los hijos tambin puede ser una
respuesta a factores estresantes. Si en el alba de la humanidad todas las madres hubieran reaccionado huyendo y
abandonando a sus hijos ante la amenaza de los depredadores, las posibilidades de sobrevivir de la criaturas
habran sido mnimas. Esto no fue as en la mayora de los casos por lo que podemos postular las respuestas de
las madres frente al peligro han sido no slo las de huir y atacar, sino muy probablemente tambin la de asegurar
la proteccin y el cuidado a sus bebs, favoreciendo la supervivencia de estos.
Nuestra prctica teraputica con mujeres de diferentes lugares del mundo, pero que tienen en comn el
hecho de ser supervivientes de guerras, genocidio, persecuciones por razones tnicas, de genero, religiosas o
polticas, nos han confirmado la singularidad de las respuestas femeninas a las situaciones de amenaza vital y de
estrs. En nuestros programas para promover y mantener el buen trato infantil, ms del 95% de los participantes
adultos son madres. Es a travs del testimonio de estas mujeres y de la observacin de la forma en que ellas
manejan el sufrimiento y el estrs, que hemos podido distinguir la especificidad de sus respuestas.
Ellas nos han permitido comprobar que las mujeres en general, y las madres en particular frente al peligro lo
primero que intentan es proteger a su descendencia, solicitando si es necesario y posible, auxilio y apoyo a los
dems. En lugar de huir o atacar para salvarse ellas, su prioridad ha sido cuidar y proteger a sus hijas e hijos.
Esto con comportamientos altruistas tales como: protegerles con sus cuerpos, renunciando a lo poco de comida
que pudieron conseguir, escondindoles, llevndoles en brazos por largos periodos a pesar de la fatiga, del
hambre y la sed.
Es evidente para nosotros, que los cuidados y el buen trato pueden facilitar la reparacin de los daos
provocados por situaciones extremas y facilitar las respuestas mas adecuadas a las situaciones de estrs.
Cuando las personas crean vnculos afectivos y participan en relaciones sociales nutritivas, tienen una
mayor capacidad de controlar las respuestas al estrs y al sufrimiento, disminuyendo la sensacin de amenaza y
de dolor. El contacto enriquecedor con los padres en la primera infancia, el apoyo social durante los periodos de
tensin, la amistad y una clida relacin de pareja son factores que previenen la cronificacin del estrs y
protegen contra los problemas psicolgicos y de salud mental.
La importancia del apoyo social y afectivo es mucho ms relevante de lo que a veces se quiere creer.
Como se ver ms adelante, el restablecimiento de las dinmicas de apoyo social y de buen trato al interior de las
familias, tras sucesos violentos, puede proteger a los nios de los traumatismos, o como mnimo facilitar su
curacin. Esto explica que nuestro programa se apoye en el valor teraputico de la solidaridad.
Buen trato, salud y bienestar infantil.
En otras publicaciones hemos propuesto un modelo terico para explicar el fenmeno del buen trato
infantil. (Barudy J., 2000, 2001, 2002). En este libro insistiremos en los puntos mas relevantes de este modelo
para permitir a los lectores comprender mas fcilmente el sentido de nuestro programa de apoyo a la
parentalidad bien tratante en situaciones de crisis, como las provocadas por la guerra y el exilio.
Queremos insistir que el buen trato a los nios y nias, ha de ser el objetivo fundamental de los adultos de
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una familia, y tambin de toda una comunidad. Esta es la forma ms segura y eficaz de garantizar la salud y el
bienestar fsico, psicolgico y social de todos los nios y nias.
El bienestar de los nios y nias resultado de los buenos tratos es la consecuencia de un proceso social
complejo, en el cual intervienen cuatro factores:
a) Los recursos y capacidades de las madres y de los padres.
b) Las necesidades de los nios y nias.
c) Las fuentes de resiliencia de todas las personas implicadas en el proceso.
d) Los recursos comunitarios.
De una manera general los buenos tratos infantiles son el resultado de las competencias que las madres y
los padres tienen para responder a las necesidades del nio, y tambin de los recursos que la comunidad ofrece a
las familias para apoyar esta tarea. En esta ptica los buenos tratos a un nio o a una nia no son nunca un
regalo o una casualidad producto de la suerte. Al contrario, es una produccin humana, nunca puramente
individual ni nicamente familiar, sino resultado del esfuerzo del conjunto de una sociedad.
Los capacidades que los padres y de las madres poseen son el resultados de las experiencias de cuidado
que estos tuvieron en su infancia. Las experiencias positivas con sus propios padres, cuando fueron nios, son la
principal fuente de los recursos para ofrecer buenos tratos a sus hijos e hijas en el presente. Esto explica que un
gran nmero de padres y madres puedan incluso cumplir su papel en situaciones tan difciles como los contextos
de pobreza, periodos de conflictos blicos o en el exilio. Esto se facilita, si encuentran en su medio familiar y
social abundantes fuentes de apoyo social. Por otra parte, las caractersticas singulares de cada hijo orientan sus
necesidades y marcan la relacin con sus padres, influenciando a su vez el proceso en su conjunto.
Desde nuestros primeros escritos, hemos insistido sobre la responsabilidad colectiva en el origen de los
malos tratos infantiles (Barudy J., 1987). Queremos hacer lo mismo en lo que se refiere a la gnesis de los
buenos tratos.
Nuestro modelo de buen trato, intenta poner el acento en los recursos y competencias de las madres y de
los padres, ms all de los fallos y carencias de una familia. Pero insistiendo que, cualquiera sean las
circunstancias de una familia, los buenos trato a los nios y nias es un derecho fundamental de estos y un deber
de la sociedad adulta. Los buenos tratos deben basarse siempre sobre el respeto del nio y la nia como sujetos,
con sus propios derechos y necesidades. Esta visin nos parece especialmente importante cuando estamos frente
a culturas diferentes, es decir frente a normas, costumbres y representaciones diferentes de la educacin y del
bienestar del nio que las nuestras.
En nuestro modelo, los cuatro elementos que componen los procesos sociales de donde emergen los
buenos tratos se relacionan dinmicamente entre s: de esta manera cuando las necesidades del nio o de la nia
aumentan o se modifican, las competencias parentales y los recursos comunitarios deben adaptarse para
responder a estos cambios. Por ejemplo, cuando perturbaciones que afectan a los nios como las desigualdades
sociales o las situaciones de malos tratos en la familia, tienen como consecuencia aumentar o crear nuevas
necesidades, es fundamental aportar recursos sociales, educativos y teraputicos a los nios y nias para reparar
22
el dao de estas situaciones.
Los diferentes componentes de los buenos tratos infantiles.-
a) Los recursos parentales o marentales *
La funcin parental tiene un papel fundamental en la conservacin de la especie humana, en la medida en
que asegura los cuidados, la proteccin y la socializacin de los descendientes. Para poder cumplir esta funcin
se requiere por un lado disponer de las competencias adecuadas, y por otro lado que el entorno humano sea
nutritivo. El concepto de competencias parentales o marentales es una forma semntica de referirse a las
capacidades prcticas de las que disponen las madres y los padres para ocuparse de sus hijos.
Las competencias parentales forman parte de lo que hemos llamado la parentalidad social, para
diferenciarla de la parentalidad biolgica, que es la capacidad de procrear o dar la vida a un hijo o a una hija.
La mayora de las madres y de los padres, pueden asumir la totalidad de la parentalidad social como una
continuidad de la parentalidad biolgica. Esta situacin permite a los hijos ser cuidados, educados y protegidos
por las personas que les han engendrado. No obstante, esto no es posible para una parte de los nios y nias en
que las capacidades parentales de sus progenitores, no han podido desarrollarse o han sido alteradas por un
conjunto de situaciones traumticas que describiremos a continuacin. Uno de los objetivos de nuestro programa
es el de apoyar la parentalidad o mejor dicho la marentalidad de madres que viven en una situacin de
migracin y en particular de exilio. Esto promoviendo dinmicas sociales de apoyo a los buenos tratos de sus
hijos e hijas. Tanto el conjunto de las madres como los profesionales de nuestro equipo forman una red social
para producir las acciones necesarias para asegurar cuidados y buenos tratos a los nios y nias. Podemos hablar
de una forma de una marentalidad comunitaria o tribal.
El origen y los componentes de la parentalidad.
La adquisicin de las competencias parentales es el resultado de procesos complejos, en los cuales se
mezclan las capacidades innatas de los padres, y los procesos de aprendizaje en la familia de origen, todo ello
ampliamente influenciado por la cultura. Las experiencias de buen trato que los futuros padres hayan conocido, o
no, en su historia personal especialmente en la infancia y adolescencia tendrn un papel fundamental. Si los
adultos han conocido una parentalidad insuficiente o destructiva en sus familias de origen, ser mas difcil para
ellos ocuparse de sus hijos, sobre todo teniendo en cuenta que la mayora de estas madres o padres no fueron ni
protegidos ni ayudados por el sistema social cuando ellos eran nios.
El desafo de ser madre o padre es doble: por un lado hay que responder a las mltiples necesidades de los
hijos (alimento cuidados corporales, necesidades afectivas y cognitivas, etc.); por otro lado, de tener la
plasticidad suficiente para modificar las respuestas a medida que los hijos crecen, pues sus necesidades tambin
cambian con la edad. As por ejemplo no es lo mismo cuidar y educar a un beb, que educar a un o a una
adolescente.
* En este libro se usar la palabra parental o marental para significar las funciones que las madres y los padres tienen que cumplir para asegurar el desarrollo sano de sus hijos e hijas. El hablar de marentalidad es reconocer con una palabra que en general esta funcin la realizan las madres .
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En situaciones de normalidad, el crecimiento de los hijos obligarn a los padres a movilizar todos sus
recursos y su creatividad para responder a las nuevas necesidades de sus hijos. Cuando el entorno social se torna
peligroso y/o carencial, como en las situaciones de persecucin, guerra o migracin, el esfuerzo ser mayor. Las
madres y los padres deben disponer de enormes capacidades y recursos para brindar proteccin a sus hijos y
responder a sus necesidades. En estas situaciones extremas las fuentes de apoyo que puedan encontrar en su
entorno social son fundamentales. Por otra parte, muchas madres tienen que hacer cosas por sus hijos e hijas que
pueden parecer anormales, vista desde una posicin de alguien que nunca ha vivido situaciones similares. As,
por ejemplo, el acompaamiento de madres e hijos que han sobrevivido a experiencias genocidas en frica, o a
la guerra en los pases del este de Europa, nos ha ayudado a reconocer el valor adaptativo de un modo relacional
casi simbitico entre la madre y sus hijos que sobrevivieron. Esto ha ocurrido en familias, en que el padre y una
parte de los nios fueron asesinados. Una relacin de gran proximidad afectiva entre la madre y los hijos
sobrevivientes es una forma creativa de resistir a la tragedia y de apoyarse mutuamente para proporcionarse
cuidados y proteccin mutua. El desafo para la madre una vez fuera de peligro, consistir en encontrar
progresivamente otros modos relacionales ms adaptados a las necesidades de sus hijos, facilitando la toma de
distancia que les permitir seguir creciendo y adaptarse a la nueva situacin.
Este mismo fenmeno se observa en familias del pas, donde existe violencia conyugal, la madres hace
una alianza con sus hijos para protegerles de la violencia de su cnyuge , una vez separada, este modo relacional
puede todava prolongarse por un tiempo, pero cuando este perdura produce trastornos en la diferenciacin de
sus hijos , con el riesgo de trastornos graves de personalidad.
Las competencias parentales: capacidades y habilidades.
Para proponer intervenciones destinadas a apoyar a las madres y los padres en el cuidado de sus hijos, es
importante tener en cuenta la diferencia entre capacidades y habilidades parentales. Las primeras engloban los
componentes fundamentales de la parentalidad. Las segundas son los recursos emocionales, cognitivos y
comportamentales de los padres, que les permiten ofrecer respuestas adecuadas y pertinentes a las necesidades
de su prole a lo largo de su evolucin. El concepto genrico de competencias parentales engloba la nocin de
capacidades parentales y de habilidades parentales.
Las capacidades parentales bsicas: los componentes de la parentalidad
Es en la historia de vida de los padres donde hallamos las fuentes de sus capacidades parentales bsicas:
a)La capacidad para vincularse o apego, es la capacidad de los padres para establecer un
vnculo afectivo con sus hijos. Esta unin es fundamental para responder a las necesidades de los hijos,
garantizndoles la vida. Las diferentes investigaciones sobre el apego nos han permitido saber que el nio tiene
una capacidad innata para vincularse. Su supervivencia depende de esta capacidad. La capacidad del adulto para
vincularse a sus hijos depende de su potencial biolgico, as como de sus propias experiencias de apego. Los
factores ambientales pueden facilitar o dificultar los vnculos afectivos con el nio. Los apegos de buena calidad,
continuos y seguros en el tiempo son los que permiten el desarrollo de una seguridad y confianza de base en los
hijos, elemento fundamental para crecer psicolgicamente sanos y enfrentar desafos y dificultades
manteniendo un desarrollo sano. Esta capacidad se conoce como resiliencia.
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A travs de algunos ejemplos clnicos, ilustraremos cmo los factores unidos a contextos de violencia y
al exilio pueden desorganizar o daar los vnculos de apego, lo que explica que en nuestro programa proponemos
a las madres y a los hijos actividades dirigidas a facilitar, o restablecer, un apego sano.
b) La inteligencia emocional que permite a los padres reconocer sus emociones y manejarlas para
ponerlas al servicio de la funcin parental.
c)La empata o la capacidad de comprender el lenguaje emocional a travs del cual el nio expresa sus
necesidades, y responderle de forma adecuada. La empata es la capacidad para estar en sintona con el nio,
permitiendo a los padres percibir las necesidades que expresa mediante su lenguaje corporal y emocional. La
empata implica tambin la capacidad para transmitir al hijo que ha sido comprendido, sea por un gesto o una
actitud, sea satisfaciendo la necesidad expresada. Una madre emptica, ser sensible al llanto de su beb, e
intentar decodificar la causa mediante ensayo y error, a la vez que le transmite por gestos o palabras que est
buscando una solucin a su malestar. Las respuestas empticas estn estrechamente relacionadas con la
inteligencia emocional de los padres y su capacidad para vincularse a sus hijos.
d)Las creencias y los modelos de cuidados relativos al nio y sus necesidades. Son el conjunto de
representaciones y comportamientos que utilizan las madres y los padres para intentar responder a las peticiones
de cuidados que hacen sus hijos. Se expresan tambin mediante los modelos de educacin, resultantes de los
aprendizajes familiares y sociales que se transmiten como fenmenos culturales generacin tras generacin.
Estos modelos se aprenden fundamentalmente en el seno de la familia de origen, mediante la transmisin de
modelos familiares y gracias a los mecanismos de aprendizaje tales como la imitacin, la identificacin y el
aprendizaje social. El contexto social y cultural en el cual la familia se mueve influencia tambin esta
transmisin. Las diferentes maneras de percibir y comprender las necesidades de un nio forman parte implcita
o explcitamente de estos modelos, as como las respuestas a dar para satisfacer estas necesidades.
e)La capacidad para utilizar los recursos comunitarios o la capacidad para interactuar con la red
social. Innumerables investigaciones han mostrado cun importante es la capacidad de participar en dinmicas
de apoyo social para asegurar una parentalidad bientratante (Manciaux M., 2000; Poilpot M-P., 2000; Barudy
J., 1997; Cyrulnik B., 1998).
Queremos insistir sobre el aspecto dinmico y evolutivo de las competencias parentales y las necesidades
del nio, que evolucionan en funcin de la edad de ste y de la adaptacin al medio. En los prximos captulos
relacionaremos las rupturas de contexto producidas por la violencia con los riesgos de disfunciones de la
parentalidad, as como las disfunciones de la parentalidad con el riesgo de maltrato infantil.
B) Las habilidades parentales:
Corresponden a la plasticidad que tienen las madres y los padres que les permiten proporcionar una respuesta
adecuada y pertinente a las necesidades de sus hijos, considerando cada una de una forma singular y adaptando
sus respuestas a sus fases de desarrollo. Esta plasticidad es el resultado de las experiencias de vida, pero tambin
de los contextos sociales. Esta capacidad es lo que explica que los padres sean capaces de adaptarse a los
cambios que implica el desarrollo de sus hijos. As, una madre podr ser una madre competente con su hijo beb
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y ms tarde con su hijo en edad escolar o adolescente. La prevencin de los malos tratos debe entenderse
tambin como el conjunto de acciones destinadas a facilitar estos procesos adaptativos, sobre todo en lo que se
refiere al apoyo social para enfrentar las situaciones de estrs que ello implica.
La promocin y rehabilitacin de las competencias parentales como fuentes del buen trato infantil, engloba el
apoyo de las capacidades parentales as como el desarrollo de las habilidades parentales. En esta ptica el
concepto de competencias parentales engloba estos dos aspectos. Es evidente que tanto para la evaluacin como
para la intervencin, estos dos niveles se entremezclan en un proceso dinmico.
b) Las necesidades del nio.
Nuestra accin, destinada a asegurar el buentrato de los nios en situaciones extremas, intenta contribuir a
la recuperacin de las capacidades de los padres para satisfacer las necesidades bsicas de sus hijos. Desde esta
perspectiva, todos los derechos de los nios podran resumirse en esta afirmacin: todas las nias y todos los
nios del mundo tienen el derecho a vivir en unas condiciones en las que sus necesidades puedan ser satisfechas
y sus derechos respetados. Desgraciadamente, las diversas formas de violencia organizada que tratamos en este
libro constituyen graves violaciones de los derechos de los nios.
Queremos insistir en que satisfacer las necesidades de sus hijos constituye un desafo para cualquier
madre o padre, cualesquiera que sean sus orgenes, su historia o su contexto de vida.
Ser madre o padre es uno de los desafos ms difciles y complejos que los seres humanos deben afrontar.
Es evidente, no obstante, que el desafo es mayor todava en contextos de violencia y exilio, y cuanto ms
extremas sean las situaciones que impiden una parentalidad adecuada y los sucesos traumticos que daan la
salud de los nios, los desafos de la parentalidad se agrandan.
Adems, la situacin es ms grave cuando, ya antes de los trgicos acontecimientos, las madres y los
padres no posean las capacidades parentales necesarias o incluso si, en algunos casos, tenan ya prcticas de
maltrato. Estas constataciones nos han motivado para desarrollar nuestro programa de apoyo y rehabilitacin de
la parentalidad, al mismo tiempo que procuramos a los nios y nias los recursos teraputicos a los que tienen
derecho.
La evaluacin de la satisfaccin de las necesidades infantiles por los padres, nos sirve de marco para
organizar nuestras intervenciones de ayuda a los hijos, a los padres y a las familias. Consideramos por un lado el
grado de satisfaccin de las necesidades fisiolgicas (necesidades fsicas y biolgicas), y por otro la satisfaccin
de las necesidades bsicas ligadas al desarrollo psicosocial del nio: necesidades afectivas, cognitivas, sociales y
ticas sistematizadas en diferentes trabajos (Pourtois J-P. y col. 1997; Lpez, F. 1995)
1. Las necesidades fisiolgicas.
La idea segn la cual los nios para seguir vivos necesitan cosas materiales como alimento, vestido,
medicinas, y un alojamiento seguro es aceptada sin ningn tipo de discusin. No obstante, y a pesar de ello, el
mundo adulto debera asumir la vergenza de no haber logrado garantizar a millones de nios y nias en el
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mundo el mnimo necesario para garantizar este derecho a la vida. Para los nios de los pases pobres, el riesgo
de sufrir, o incluso de morir, a causa de la situacin de miseria de sus familias es enorme. En diferentes regiones
de la zona pobre del planeta, explotada y frecuentemente abandonada a su suerte por el resto del mundo, la tasa
de mortalidad de las capas ms pobres de la poblacin es un 40% superior a la de las clases favorecidas. El
analfabetismo supera el 50% en las clases pobres y un tercio de los nios que nacen no irn nunca a la escuela, y
apenas un 1% conseguir llegar a la universidad (Bellinghaussen H., 1999).
Hablamos aqu tambin de los cientos de miles de nios asesinados por las balas y las bombas de los
adultos incapaces de arreglar sus conflictos sin llegar a la violencia y a la guerra. Para ser justos, hay que
precisar que cuando hablamos aqu del mundo adulto nos referimos, sobre todo, al mundo masculino.
Histricamente son los hombres, con algunas excepciones, los que toman las posiciones de poder y quienes
deciden hacer la guerra. El gnero masculino es el responsable de las mayores atrocidades cometidas con los
nios, las mujeres y las poblaciones civiles en general.
Los nios tienen el derecho a ver satisfechas sus necesidades fisiolgicas bsicas:
a. Existir y seguir vivo, y adems con una buena salud.
b. Recibir alimento en cantidad suficiente y de calidad.
c. Vivir en condiciones higinicas adecuadas.
d. Estar protegidos de los peligros reales que puedan amenazar su integridad.
e. Disponer de asistencia sanitaria.
f. Vivir en un medio que permita una actividad fsica sana.
2. La necesidad de lazos afectivos seguros y continuados.
La satisfaccin de las necesidades afectivas permite al nio vincularse a sus padres y a los miembros de
su familia. A partir de ah, ser capaz de crear relaciones con su entorno natural y humano, y pertenecer as a una
red social. Si los nios reciben el afecto necesario, sern capaces de dar y sentir afecto y emociones. Si son
capaces de esto, podrn participar en las dinmicas sociales de reciprocidad, dando y recibiendo. Muchos
investigadores han demostrado que la base del altruismo social depende fundamentalmente de los cuidados
afectivos que reciban los nios (Bowlby J., 1969; Spitz R., 1974; Cyrulnik B., 1993; Lpez F., 1995; Barudy J.,
1997).
Los nios tienen el derecho a vivir en un ambiente de seguridad emocional y a disponer de vnculos
afectivos suficientemente incondicionales con adultos. Estos adultos deben estar disponibles y accesibles para
el nio, a fin de procurarles aceptacin, ayuda y un clima emocional en el cual la expresin de los afectos sea
posible. Existe un consen
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