Fundamentos teóricos
¿Qué es el análisis del discurso?
El análisis del discurso no admite una definición única. El discurso es
resultado de una serie de factores sociales, psicológicos, ideológicos, entre
otros, que se entremezclan para dar cabida a un mensaje racional y
comprensible en contextos específicos. Es por esto que muchas disciplinas
han abordado su análisis desde diversos enfoques para tratar de componer
una imagen suficientemente aproximada de este.
Como menciona T. van Dijk (2000, p24), el discurso por sí mismo tiene
definiciones ambiguas. Se puede entender de forma general como un suceso
de comunicación, por ejemplo el discurso feminista o el discurso político.
Pero también se utiliza para referirse a una conversación determinada como
una nota periodística o el informe de labores del presidente. Debido a esta
dificultad, en el campo del análisis del discurso han surgido diversas
corrientes, cada una con sus particularidades, que tratan de discernir la
mejor metodología para el estudio del discurso.
Aunque los primeros estudios de análisis del discurso se remontan a los años
60’s y 70’s, toda la concepción epistemológica surge a principios del siglo XX
con los trabajos del lingüista Ferdinand de Saussure (González, 200X p7.).
Saussure distingue dos conceptos básicos para sus análisis: la lengua y el
habla. Sin embargo, consideró que la lengua poseía un carácter accidental y
por lo tanto solo debía estudiarse el habla, aislando el análisis de cualquier
factor externo que pudiera estar afectando directa o indirectamente el
discurso. A esta corriente se le llama estructuralismo. Los estructuralistas
parten de la oración como su principal unidad de análisis.
Más adelante en la década de los 60’s, Zellig Harris utilizó por primera vez el
término análisis del discurso para proponer una teoría lingüística que
analizara los encadenamientos de enunciados, pero no toma en cuenta el
funcionamiento interno de la oración (Harris, 1957). Para la década de los
70’s el estructuralismo entró en crisis debido a que su rigidez excluía otras
interpretaciones contextuales y sociales presentes en el discurso, sin
embargo tuvo gran influencia en estudios posteriores. En esta época se
abandona el concepto de oración como la principal unidad de análisis, se
retoma y redefine el sujeto y adquiere una mayor relevancia el uso del
lenguaje en la comunicación.
Una vez que se trasciende la oración como unidad de análisis surgen dos
corrientes lingüísticas fuertes en Europa. Los trabajos de Maldidier (1971) y
Robin y Maldidier (1974) fueron fundamentales en la conformación del
análisis del discurso francés, mientras que, en Alemania e Inglaterra el
análisis del discurso tuvo gran influencia de los campos de la gramática
textual (van Dijk, 1978) y la lingüística del texto (Dressler y De Beaugrande,
1981; Halliday y Hasan, 1976).
Acerca de la gramática textual el mismo van Dijk (2006), explica;
“El propósito fundamental de tal gramática del texto era el de
intentar proporcionar una descripción explícita de las estructuras
(gramaticales) de los textos. La tarea más obvia de tal
descripción era explicar las relaciones (semánticas) de la
coherencia entre las oraciones, y otros aspectos.”
La lingüística del texto, por su parte, tiene el objetivo de analizar la cohesión
y coherencia de los textos más allá de los límites de la oración; aunque como
afirma van Dijk (1979), ésta no se refiere solamente a una disciplina, sino
que en ella convergen todos los estudios que tengan como objeto el texto.
Las investigaciones de Beneviste (1974) sobre el aparato formal de la
enunciación, colaboraron a redefinir el sujeto y a recuperarlo dentro de los
estudios de análisis del discurso. Para el autor la enunciación es el acto
individual de apropiación de la lengua. El yo enunciador requiere de un tú
enunciatario o coenunciador, además el aquí y el ahora representan el lugar
y el momento específico en el que se produce la enunciación. Tanto la
persona, como el tiempo y el lugar del enunciado son marcadores
fundamentales de la enunciación y se les llama elementos deícticos. Los
trabajos de Ducrot y Todorov (1974) también ayudaron a distinguir la
presencia de tres voces en el proceso: el emisor, que es precisamente el
autor del texto; el locutor, que es la voz que toma el enunciado para
comunicar, que no necesariamente es la propia; y el enunciador, que lo
conforman las otras voces presentes en el discurso.
Los estudios multidisciplinarios de R. Jakobson (1960), los cuales requirieron
consultar a diversos especialistas en distintas disciplinas, abrieron paso para
que otros investigadores aportaran al análisis del discurso. Por ejemplo, los
estudios de Barthes (1964) en semiología, de Labov (1972) y Marcellesi y
Gardin (1974) en sociolingüística y de Gumperz y Hymes (1972) en
etnografía de la comunicación.
Por otra parte, el campo de la filosofía también añadió sus aportes al análisis
del discurso. El surgimiento de la pragmática, una perspectiva desde el
punto de vista arqueológico y el principio dialógico fueron piezas clave en la
conformación de los estudios del discurso.
J. Austin (1962) formuló que el discurso no solo está compuesto por lo que se
dice, sino también por lo que se hace. A este concepto se le llamó
performatividad. J. Searle (1969) continuó la teoría de Austin y le denominó
Teoría de los Actos del Habla. Esto conformó la corriente pragmática la cual
se interesa por factores extralingüísticos presentes en el discurso y toma en
cuenta cómo el hablante produce los enunciados y no solamente el
enunciado mismo; se incluyen factores que ubican al emisor y destinatario
de los enunciados dentro de un contexto específico. Esta corriente se opone
diametralmente a la propuesta del estructuralismo que solo se concentraba
en la oración como unidad de análisis.
Foucault en Arqueología del Saber (1969) desarrolla una perspectiva distinta
en la que el discurso “no es simplemente aquello que traduce las luchas o
los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual
se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.” No solo es lo que se
dice, sino también lo que se quiere decir. El pensamiento de Foucault
trasciende lo que se dice para adentrarse en lo que llama dispositivos de
enunciación, que son como una bola de líneas de distinta naturaleza que
siguen direcciones variadas de forma desequilibrada, unas veces se acercan,
otras se alejan o cruzan. Foucault distingue entonces tres instancias
principales que son el saber, el poder y la subjetividad que rivalizan entre sí
de forma indefinida y desequilibrada.
Los aportes del Círculo de Bajtín promovieron el concepto de diálogo para
distinguir entre las distintas formas del discurso; a esto se le llamó el
Principio Dialógico (M. Bajtín, 1979). El diálogo no solo se considera en
sentido conversacional sino que se extiende a los textos producidos, los
cuales dialogan con un destinatario y con otros textos; esto hace imposible
separarlos del contexto social en los que se usan.
Los aportes lingüísticos y filosóficos llegaron a agruparse en dos escuelas
bien definidas: la Escuela Francesa de Análisis del Discurso y la Escuela del
Análisis Crítico del Discurso. La primera influenciada por el pensamiento de
R. Robin (1973), M. Pêcheux (1975) y D. Maingueneau (1976) y la segunda
tiene su fundamento teórico en R. Hodge y G. Kress (1979) y T. van Dijk
(1978) y M. Halliday (1978) colaboraron con sus conceptos de gramática y
lingüística textual.
Texto y discurso
Como se indicó en el apartado anterior, la definición de análisis del discurso
no es única y tampoco lo son las definiciones en torno al texto y al discurso.
En lenguaje coloquial, el texto es siempre un escrito y el discurso se puede
ver como una manifestación verbal de un texto en específico por parte de un
orador. Sin embargo, las definiciones lingüísticas van más allá del tradicional
sentido coloquial y añaden otros elementos sustantivos que colaboran en el
análisis del discurso.
Como señala H. Calsamiglia y A. Tusón (2007),
“Todo texto debe ser entendido como un hecho (acontecimiento
o evento) comunicativo que se da en el transcurso de un devenir
espacio-temporal. Por eso partimos de considerar que la unidad
fundamental del análisis se ha de basar en la descripción del
hecho comunicativo, como un tipo de interacción que integra lo
verbal y lo no verbal en una situación socioculturalmente
definida.”
Esta definición, no solo admite el texto escrito, sino que cualquier acto de
comunicar y además añade una dimensión social y cultural a este. De la
misma forma, S. Shmidt (1997) centra la atención en el acto de comunicar y
no solamente en el producto final escrito o hablado.
“Texto es cada elemento verbal de un acto comunicativo enunciado en una
actividad comunicativa que tiene una orientación temática y cumple una
función comunicativa perceptible, es decir, realiza un potencial ilocutivo." (S.
Shmidt, 1997)
El concepto de texto es mayoritariamente utilizado como sinónimo de
discurso aunque algunas escuelas consideran que el discurso es algo más
allá del texto. El texto es solamente el resultado de un proceso de
producción de la lengua que viene a ser el discurso en sí. Es decir, el texto es
el producto final del discurso y este último trasciende la oración y está
compuesto por una serie de factores variables que colaboran en la
producción textual.
Un discurso también puede ser concebido como el conjunto de ideas que
yacen detrás del texto final.
“Hablar de discurso es, ante todo, hablar de una práctica social,
de una forma de acción entre las personas que se articula a
partir del uso lingüístico contextualizado, ya sea oral o escrito.”
(H. Calsamiglia y A. Tusón, 2007)
H. Beristaín (1985) lo conceptualiza como el habla en Saussure, pero en un
sentido más amplio.
Es el lenguaje puesto en acción, el proceso significante que se
manifiesta mediante las unidades, relaciones y operaciones en
que interviene la materia lingüística que conforma el eje
sintagmático de la lengua, es decir, el conjunto de enunciados
que dependen de la misma formación discursiva.
Ambas autoras coinciden en el sentido social del discurso más allá de la
oración, del habla y de la lengua como proponían los estructuralistas. De la
misma manera T. van Dijk (2000) señala el carácter social del discurso, sin
dejar de lado la estructura de este.
Este enfoque del discurso como acción en la sociedad no
significa que ya no estemos interesados en la estructura. Por el
contrario, el análisis del discurso como acción social permanente
también se concentra en el orden y la organización. La utilización
discursiva del lenguaje no consiste solamente en una serie
ordenada de palabras, cláusulas, oraciones y proposiciones, sino
también en secuencias de actos mutuamente relacionados.
Texto y textualidad
Dependiendo de la definición de texto de cada autor, así varían las
interpretaciones del concepto de textualidad. Básicamente, éste se refiere a
los elementos que separan un texto de lo que no es un texto. M. Halliday y R.
Hassan (1976) acuñaron el término textura para definir esta noción y
establecen dos características principales de textualidad: la cohesión y la
coherencia. Los autores señalan que, por un lado, los textos son coherentes
en sí mismos (cohesión) y, por otro lado, también son coherentes con el
contexto social en el que se desarrollan (coherencia).
“Un pasaje de discurso que es coherente en dos aspectos: es coherente
respecto a sí mismo y, por tanto, cohesivo; y es coherente respecto al
contexto de situación y, por tanto, consistente respecto al registro.” (M.
Halliday y R. Hassan, 1983)
R. Beaugrande y W. Dressler (1981) por su parte establecen siete
condiciones de textualidad. (1) La cohesión, la definen como la propiedad
por la que las oraciones se interconectan y relacionan de forma gramatical,
(2) la coherencia como la concordancia de la interpretación con respecto a la
información exterior, (3) la intencionalidad que se refiere a el propósito que
busca el hablante a la hora de producir un texto, (4) la aceptabilidad que es
la facilidad que presenta el texto para ser interpretado por sus destinatarios,
(5) la situacionalidad que tiene que ver con la situación física real en la que
se desarrolla el texto, (6) la intertextualidad entendida como el diálogo o las
relaciones del texto con otros textos y (7) la informatividad referida a la
capacidad del texto de informar.
En esta interpretación se puede ver cómo las primeras dos características se
refieren específicamente al texto, la tercera y cuarta tiene que ver con
aspectos propios del emisor y las tres últimas se orientan hacia la
contextualización del texto, es decir su ubicación dentro de una situación
específica.
La coherencia,
“Es, por así decirlo, la organización semántica subyacente que se
establece entre las partes de un texto. Por lo tanto, tiene que ver
más con el contenido y con las relaciones de significado que se
producen dentro del discurso.” (G. González, 200X)
Mientras que la cohesión, “es un concepto que se refiere a uno de los
fenómenos propios de la coherencia, el de las relaciones particulares y
locales que se dan entre elementos lingüísticos, tanto los que remiten unos a
otros como los que tienen la función de conectar y organizar.” (H.
Casalmiglia, 1999)
Esta cohesión se manifiesta a través de ciertos mecanismos gramaticales,
léxicos, fonéticos y gráficos que elabora el emisor para hacer su mensaje
más comprensible. Estos mecanismos se dividen en tres tipos: la referencia,
la progresión temática y la conexión.
“Mantener el referente significa que a la hora de construir un texto, es
necesario insistir en quién o qué estamos hablando justo cuando la
referencia se ha debilitado por la extensión del discurso.” (G. González,
200X)
A su vez podemos distinguir dos tipos de referencia, exofórica (externa) y
endofórica (interna). Las referencias exofóricas, según explica E. Beneviste
(1966) tienen que ver con las relaciones del texto y su entorno, el contexto
discursivo, y le llama referencias deícticas. La palabra proviene del griego
“deixis” que significa señalar y precisamente señalan las relaciones de las
expresiones lingüísticas con los elementos de la enunciación, por ejemplo:
aquí, nosotros, yo, ahora. Mientras que las referencias endofóricas tienen
que ver y dependen de elementos anteriores o posteriores presentes dentro
del mismo texto, el contexto lingüístico o cotexto. Para lograr esto, se
utilizan marcadores discursivos “cuya principal función es relacionar los
segmentos textuales con el fin de organizar y orientar la secuencia temática
del texto.” (G. González, 200X)
M. Martín y J. Portolés (1999) clasifican los marcadores discursivos en cinco
tipos, aunque un mismo marcador puede funcionar de distintas maneras:
1. Estructuradores de la información: Sirven para organizar el discurso.
Por ejemplo: en primer lugar, por cierto, pues.
2. Conectores: unen distintas partes de un discurso. Por ejemplo: incluso,
además, entonces, por lo tanto, en cambio.
3. Reformuladores: sirven para aclarar, explicar, distanciar o recapitular
partes del discurso. Por ejemplo: es decir, más bien, de todas formas,
en resumen.
4. Operadores argumentativos: refuerzan o definen partes del discurso.
Por ejemplo: de hecho, en específico, por ejemplo.
5. Marcadores conversacionales: son los que se utilizan generalmente en
conversaciones habladas. Por ejemplo: eh, mira, claro, por supuesto.
Tema y estructura
Así como la cohesión utiliza mecanismos específicos para entrelazar distintas
partes de un texto, el texto en sí requiere de elementos que ayuden a dar
coherencia a las ideas expuestas, una organización global del texto, a esto
se le llama tema o tópico. En la década de los 50, los lingüistas de la Escuela
de Praga, entre ellos F. Danes, V. Mathesius y J. Firbas promovieron las
primeras investigaciones acerca de la estructura del texto. Más adelante M.
Halliday, retoma las propuestas de esta escuela y define el tema como el
constituyente más a la izquierda de la oración, mientras que a lo que se dice
acerca de aquello le llamó rema. F. Danes llamó a la “concatenación y
conexión jerárquica de los temas” progresión temática. A este modelo se le
unió la clasificación realizada por B. Combettes (1983) que divide los tipos
de progresión temática en tres grupos:
1. Progresión de tipo constante: a un tema se le asignan distintos remas.
2. Progresión de tema evolutivo o lineal: se va de tema a rema, el cual se
convierte en tema de otro rema y así sucesivamente.
3. Progresión de temas derivados: cuando hay un tema general o
hipertema del cual se desprenden varios subtemas.
T. van Dijk (1977) introdujo las nociones de macroestructura y
superestructura que colaboran en la identificación de los temas
desarrollados dentro del discurso.
Las macroestructuras son estructuras generales que definen la
coherencia y la organización global del texto, son una especie de
esquemas semánticos que, de forma abstracta, representan el
significado de un texto, desde el tema más general hasta los
temas particulares. (G. González, 200X)
Van Dijk (1980) presenta la macroestructura como el tema global del texto,
el contenido semántico global, mientras que la superestructura representa la
forma que adopta el discurso, es decir los esquemas básicos que tienen
adoptan los distintos tipos de discurso. Por ejemplo, es fácil diferenciar un
soneto de una narración, o una descripción de un artículo de opinión, puesto
que tienen superestructuras distintas. Mientras que la macroestructura se
referiría al tema global de cada una de las piezas individualmente. Sin una
macroestructura es imposible que haya coherencia en el texto. El autor
señala que las macroestructuras están compuestas por macroproposiciones
y microproposiciones.
“Las macroproposiciones resumen una idea general del texto y se derivan de
conjuntos de microproposiciones, las cuales manifiestan el contenido del
texto.” (G. González, 200X)
Así pues, existe una macroestructura que se divide en macroproposiciones
que a su vez se dividen en microproposiciones, en un esquema jerarquizado
que resume los asuntos o temas tratados en el texto.
Contexto discursivo
Todos los discursos se elaboran a partir de un contexto específico, el cual
abarca una gran cantidad de elementos extralingüísticos que rodean la
producción del texto como las circunstancias sociales, temporales y hasta las
mismas características de los participantes. A inicios del siglo XX, estudiosos
de la antropología cayeron en cuenta de que para comunicarse en otras
lenguas no solo había que tener en cuenta el idioma utilizado, también se
hacía necesario aprender otro tipo de códigos sociales utilizados por esa
cultura. Van Dijk (2000) define el contexto como “las otras características de
la situación social o del suceso de comunicación que pueden influir sobre el
texto o la conversación.”
“Un contexto como lo defino yo no es solamente social (como la
situación social de la comunicación), sino también personal y
cognitivo, porque cada persona tiene su propia interpretación de
la situación social en que participa.” (van Dijk, 2001)
Van Dijk parte de los aportes iniciales de B. Malinowski (1926), el cual
entiende el contexto como la “situación comunicativa”, es decir que aquello
que se expresa va unido a la situación en la que se expresa.
“La expresión y la situación están enlazadas en forma
inextricable una con otra, y el contexto de situación resulta
indispensable para la comprensión de las palabras.” (B.
Malinowski, 1926)
Este concepto de contexto de la situación o contexto situacional, no solo es
desarrollado en la antropología, sino que es retomado por J. Firth (1935) en
la sociología del lenguaje y por Hymes y Gumperz (1964) en lingüística
antropológica, de la cual surgen la antropología cultural y la etnografía del
habla.
“Elementos como el tema, el marco, el canal, el código, la forma
del mensaje, el tipo de evento, las características de los
participantes serán los que intervienen en la producción y en la
interpretación de los enunciados y son los factores que quienes
analizan una pieza discursiva tendrán que tornar en
consideración para dar cuenta de forma cabal de lo que las
palabras significan.” (H. Casalmiglia, 1999)
Es también importante tomar en cuenta el cotexto, referido a los elementos
que acompañan el texto y los presupuestos que hacen pensar al autor que
su texto será comprendido, el contexto intertextual, entendido como la
relaciones que mantiene el texto principal con otros textos orales o escritos
y el paratexto, conformado por todos aquellos elementos que acompañan o
rodean el texto como fotografías, . H. Casalmiglia (1999) define el cotexto
como “los enunciados que rodean a aquello que se está considerando para el
análisis.” Por otra parte, la intertextualidad “nos permite reconocer aquellas
maneras de hablar y de escribir apropiadas a cada situación.”
Modalidades del discurso
Como se explicó previamente, el discurso posee superestructuras que nos
permiten identificarlo con diferentes modalidades. Estas permiten
representar las partes en las que se organiza el contenido de un texto. Es el
esqueleto reconocible que caracteriza a un género discursivo específico.
Entre las modalidades discursivas se encuentran la narración, la
argumentación, la descripción, la explicación y el diálogo. Debido a que el
presente análisis se centra sobre un texto argumentativo, se describirá
brevemente cada una de las modalidades para luego entrar a explicar los
mecanismos utilizados por el modo argumentativo.
La narración tiene como fin contar los sucesos acaecidos a un personaje
dentro de un espacio y tiempo determinado; se enfoca en relatar
acontecimientos, acciones y hechos. Esta suele acompañarse o acompañar
otros modos discursivos como la descripción, el diálogo y la argumentación.
"...la narración puede combinarse con cualquier otra: en el
diálogo, en forma de anécdota, cotilleo, chiste, etc. En una
explicación en forma de relato que sirve de ejemplo. En un
discurso argumentativo, como argumento que apela a la
experiencia. Incluso la descripción, sobre todo si es de lugares,
adquiere a veces la forma de relato de un pequeño viaje..."
(Calsamiglia y Tuson, 1999)
La descripción se centra en representar lugares, personas o cosas por medio
del lenguaje; abunda el uso de adjetivos.
“Con la descripción representamos lingüísticamente el mundo
real o imaginado: en el ámbito humano -personal y social- y sus
esferas de actividad; en el ámbito creado por los humanos:
construcciones, aparatos y artegactos; y en el ámbito natural:
rocas y montañas, animales, plantas y paisajes.” (Calsamiglia y
Tuson, 1999)
La explicación tiene la intención principal de lograr que el destinatario
entienda un tema específico.
Y el diálogo tiene que ver con la interacción de dos o más participantes que
expresan sus ideas dentro de un intercambio directo.
Ahora bien, en cuanto a la argumentación, se puede afirmar que es un
proceso en el cual se utilizan argumentos dentro de un texto con una
finalidad definida.
"En un sentido amplio, la argumentación es una práctica
discursiva que responde a una función comunicativa: la que se
orienta hacia el Receptor para lograr su adhesión." (Calsamiglia y
Tuson, 1999)
El fin principal del modo argumentativo es persuadir al destinatario de que
acepte como válidas las ideas propuestas por medio de argumentos. “Dar un
argumento significa ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo
de una conclusión.” (A. Weston, 1994) De esta definición se pueden destacar
dos elementos básicos en la argumentación: las razones o pruebas y la
conclusión. A estas razones se les llama premisas.
Para argumentar se sigue típicamente dos formas de operaciones racionales
o modos de inferencia: la inducción y la deducción. La inducción parte de un
hecho específico a un hecho general, mientras que la deducción toma un
hecho general para concluir acerca de uno específico. En ambos casos se
tienen premisas comprobables que ayudan a calificar el texto como
verdadero o falso.
Los argumentos están conformados por afirmaciones mediante las cuales el
autor propone razones que apoyan su conclusión. Es decir, a partir de ciertas
premisas es posible inducir o deducir la conclusión. Se pueden distinguir tres
segmentos constitutivos del argumento: la introducción que incluye la
exposición inicial de las premisas, el cuerpo argumentativo y la conclusión.
Existen numerosos tipos de argumento en los que también se pueden
distinguir dos grandes categorías: formales e informales, siendo estos
últimos los más comunes.
Algunos tipos de argumentos informales son:
Argumento mediante ejemplificaciones: Utiliza ejemplos como una
razón convincente e irrefutable para sustentar una tesis. Pueden ser
reales o ficticios, como la parábola o la fábula.
Argumento por analogía: establece un paralelismo entre lo
argumentado y otro hecho para facilitar la comprensión del mensaje
señalando las semejanzas.
Argumento de autoridad: utiliza la opinión de una persona,
institución o documento respetable para soportar la tesis.
Argumento de presunción: tiene que ver con el principio de
verosimilitud. Se presume un hecho como cierto para apoyar la tesis.
Argumento de probabilidad: se relaciona con la probabilidad o
improbabilidad estadística de que un hecho suceda. Son argumentos
muy fuertes debido a que está sustentado sobre hechos reales
irrefutables.
Los argumentos formales, por su parte, se generan a partir de
razonamientos lógicos. Entre ellos se encuentran los siguientes:
Modus ponendo ponens (del lat. modo que afirmando afirma): sigue el
siguiente esquema de razonamiento,
Si A, entonces BA
Por lo tanto, B
Por ejemplo,
Si el corazón late, entonces está vivo.El corazón late.
Por lo tanto, está vivo.
Modus tollendo tollens (del lat. modo que negando niega): este modo
lleva una forma similar pero en sentido negatorio.
Si A entonces BNo B
Por lo tanto, no APor ejemplo:
Si está vivo entonces el corazón late.El corazón no late.
Por lo tanto, no está vivo.
Nótese que la condición para que esté vivo es que “el corazón late”, no así
su inversa. Es decir, que el corazón lata no significa que esté vivo
necesariamente. Un corazón puede latir por medio de impulsos eléctricos o
por eventuales espasmos musculares post-mortem. No sería válido decir
entonces;
Si el corazón late entonces está vivo.No está vivo.
Por lo tanto, el corazón no late.
Silogismo categórico: el silogismo categórico o clásico se compone de tres
proposiciones categóricas, dos premisas y una conclusión. (R. Audi, ####)
Las proposiciones categóricas son las que siguen las siguientes formas:
Universal afirmativa: Todo S es P. Por ejemplo: Todo ser humano es mortal.
Universal negativa: Ningún S es P. Ningún ser humano es inmortal. Particular afirmativa: Algunos S son P. Algunas mujeres son malas. Particular negativa: Algunos S no son P. Algunas mujeres no son malas.
Un ejemplo de silogismo categórico podría ser:
Todo ser humano es mortal.Todos los costarricenses son seres humanos.
Todos los costarricenses son mortales.De forma análoga:
Ningún ser humano es inmortal.Todos los costarricenses son seres humanos.
Ningún costarricense es inmortal.
Silogismo hipotético: este adquiere la siguiente forma;
Si p entonces q.
Si q entonces r.Por lo tanto, si p entonces r.
Por ejemplo:
Si como muchos chicharrones entonces engordo.Si engordo entonces tengo que comprar ropa más grande.
Por lo tanto, si como muchos chicharrones tengo que comprar ropa más grande.
Silogismo disyuntivo o modus tollendo ponens (del lat., modo que
negando afirma): como su nombre lo indica, presenta una disyuntiva entre
dos opciones. En términos coloquiales, si no es gallo es gallina.
p o q. No p.Por lo tanto, q.
Por ejemplo;
O les regalamos dinero a los pobres, o les damos empleo remunerado.No podemos darles dinero. Por lo tanto, hay que darles empleo remunerado.
Estas formas aceptables de argumentación, en ocasiones pueden ser
utilizadas de forma errónea. Los argumentos erróneos son llamados falacias.
“…llamar a algo una falacia normalmente es sólo otra manera de
decir que viola una de las reglas de los buenos argumentos.” (A.
Weston, 2006)
Existen numerosos tipos de falacia, los cuales pueden ser identificados por
medio de las reglas lógicas que estos violan. Por ejemplo,
Si una bala perfora el corazón, la persona muere.Esta persona está muerta.
Por lo tanto, una bala perforó su corazón.
A todas luces, el argumento anterior es erróneo porque no toma en cuenta
las otras posibilidades que podrían llevar a una persona a la muerte. Pero
como afirma A. Weston (2006) algunas falacias pueden parecer muy lógicas
y engañar al destinatario del texto.
La retórica del discurso
Aristóteles al definir retórica, la considera un método persuasivo común a
otros campos y que precisamente a partir de lo común estructura sus
argumentaciones.
“Su objeto es tratar los modos de decir o de expresar que tienen
como finalidad resultar atractivos para los interlocutores.”
(Calsamiglia y Tuson, 1999)
Por esta necesidad de persuasión, de resultar atractivo, es que se han
desarrollado distintas estrategias que pretenden alcanzar mejores resultados
en términos persuasivos. La idea es lograr influir de alguna forma en las
opiniones de los destinatarios. Entre estas estrategias podemos mencionar:
El registro de habla presente en el texto: lenguaje culto, estándar,
popular.
Elementos léxicos resemantizados: elementos que adquieren un nuevo
significado en el texto. (Ej.: El jugador anotó el penal con un fuerte
disparo a la derecha.)
Figuras retóricas: símil, metáfora
Estrategias de persuasión y verosimilitud:
o Estrategias que dan la sensación de autoridad o conocimiento
del autor
Uso de un lenguaje técnico
Uso del discurso matemático
Uso de neologismos
Uso del detallismo
o Estrategias para enmascarar la realidad:
Uso del eufemismo
Uso de la circunlocución
Estrategias para exagerar la realidad:
Uso de la hipérbole
Uso de la reiteración
Uso de la analogía (La analogía argumentativa compara
situaciones reales. (La analogía retórica es ficticia pero
genera un efecto o deja una enseñanza)
o Estrategias de desautorización y degradación de los oponentes:
Uso de la ironía
Ideología y discurso
La ideología en su definición más simple tiene que ver con el estudio de las
ideas. El primero en realizar un análisis ideológico fue Karl Marx, quien partió
del supuesto de que la ideología es una falsa conciencia que se expresa en el
discurso. Sin embargo, esto ocasionó dificultades teóricas y prácticas ya que
no aporta parámetros para distinguir entre una conciencia falsa y una
verdadera. Es por eso, que el concepto adquiere una definición más neutral y
pasa a ser entendido como el conjunto de ideas que comparten las personas
dentro de un grupo determinado. Ya que las ideas son influidas por los
distintos contextos sociales, culturales y económicos específicos a cada
persona, la ideología se manifiesta siempre en los discursos. Destutt de
Tracy (1796) previamente había definido ideología como “la ciencia que
estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las
relaciones con los signos que las expresan.” Un concepto menos ambiguo
que el de Marx.
Para determinar las distintas corrientes ideológicas se recomienda centrar la
atención en las luchas sociales y de poder que se manifiestan en el texto.
Fue Bajtín el que definió la esfera verbal-ideológica en la que existe un punto
central y fuerzas centrífugas y centrípetas que acercan o marginan las ideas.
Por eso el ataque al punto central es lo que logra que las ideas marginadas
sean recuperadas en el discurso. Resulta importante definir también cuáles
son los actores que influyen en la lucha para determinar los bandos
presentes, el nosotros y el ellos del texto. Por ejemplo:
“Villalta y el FA proponían modificar esta situación: democratizar
la economía y devolver a las personas capacidad de control
sobre sus vidas. Tanta democracia resultaba intolerable para
quienes se creen dueños de la democracia.” (Vargas, 2014)
Es fácil determinar en la frase la presencia de un ellos, los que se creen
dueños de la democracia, y un nosotros, identificado con “Villalta y el FA”. Es
decir, nosotros teníamos esta propuesta, pero ellos no podían tolerarla. A
nivel ideológico, se pueden determinar claramente los grupos de ideas y las
fuerzas en conflicto.
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