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FRANCISCO GARCÍA PACHECO y PASCUAL GUILLENA
-
FLOR DE NIEVECOMEDIA
En tres actos y en prosa, original.
MADRIDSOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Calle del Prado, 24
1Q25
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in 2012 with funding from
University of North Carolina at Chapel Hill
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FLOR DE NIEVE
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duction reserves pour tous les pays, y compris la Sué-
de, la Norvége et la Hollande.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
Flor de NieveCOMEDIA
En tres actos, en prosa y original de
Francisco García Pacheco
Y
Pascual Guillen
Estrenada el día 7 de marzo de 1925,
en el TEATRO REY ALFONSO de Madrid.
Copyright by, Francisco García Fernández Pacheco
y Pascual Guillen Aznar.
MADRIDGRAFiC'A-MADRID, DOÑA URRACA, 17
19 2 5
REPARTO
Personajes Actores
VICTORIA María Bauquer.BALTASARA Pascuala Mesa.ROSARIO * María Victorero
.
MARÍA Teresa Zori
.
SERAFINA Araceli Sánchez Imaz.FIFI Rosario Molina
.
LULU Carmen Granda
.
GONZALO ROBLEDO Francisco Hernández,DON ROMÁN Juan Espantaleón.MELECIO Antonio Riquelme.JULIO Manuel Luna.DUQUE DEL OLMO Casto Javaloyes.JULIÁN Julio F. Alyman.PEPE LUIS Miguel Llano.DON GENEROSO Rafael Terry.
MARQUES Enrique Navarro.CELEDONIO Pío Craci.
JULITO Niña Agusti.
Época actual.—Derecha e izquierda las del actor.
OCXX3QCOQ
612778
ACTO PRIMERO
Zaguán de una casona rica en un pueblo castellano. Portón de
entrada al foro. En lateral derecha segundo término puerta que
se supone de un almacén de granos. Primer término derecha
puerta mampara de paso a una oficina. Lateral izquierda puer-
ta de paso a las habitaciones. El piso debe de ser de baldosas
blancas y negras o encarnadas.
(Al levantarse el telón, BALTASARA, mujer de
pueblo, ya entrada en años, pero no vieja, fre-
gotea las baldosas de la puerta de entrada sin
dejar de renegar. Dentro se oye la voz de SE-
RAFINA, otra criada de la casa, que sin verla se
sabe que es joven, porque canta muy alegre. )
SER. (Dentro.)
Con cuatro picadores,
con cuatro picadores,
con cuatro picadores,
y ole,
Reverte en medio.
BALT. (Incomodada.) Canta, canta, que no lo fre-
garé más, manque lo mande el ama y man-
que lo manden toas. ¡La muy puerca! ¡Yo
también he sío joven como tú!
SER. (Dentro.)
La novia de Reverte,
la novia de Reverte,
BALT.
SER.
BALT.
SER.BALT.
SER.
BALT.
SER.
BALT.
SER.
BALT.
ROS.
BALT.
SER.
la novia de Reverte,
mamita,
tiene un pañuelo.
{Fregoteando.) ¡Un pañuelo ná más¡ ¿Qué
haría con un pañuelo ná más la muy cochi-
na? ¡Sería como tú!
{Saliendo por izquierda.)
Con cuatro picadores,
y ole,
Reverte en medio.
¡En medio de una pareja de ceviles es don-
de acabarás tú, escuchimizá, niña boba!
¿Qué está usté hablando?
¡Cuidao con la tarabilla que has cogió desde
esta mañana pa hacerme a mí rabiar! ¿Quie-
res no cantar más?
(Deteniéndose.) ¡Canto lo que me da la gana!
Pues mira, yo también voy a cantar. {Sigue
jregando, y procurando imitar la voz de la
Serafina, canta.)
La novia de Melecio,
mamita,
tiene un pañuelo.
¿Y qué pasa con Melecio?
Ná, que menuda boda te estás preparando.
Usté lo que tiene que hacer es trabajar y no
meterse conmigo.
{Levantándose incomodada.) A ti lo que te
tiene que dar es vergüenza de que yo, a mis
anos, esté fregoteando, mientras tute pasas
el día en un puro cantar, ¿sabes?... Y como...
(Mientras habla, Baltasara recoge el paño
y el cubo de fregar.)
{Sale porprimera izquierda, y como ha oído
la bronca, dice:) ¡Callad, escandalosas! ¿Qué
pasa por aquí?
¡Esa maldecía, que...!
¡Diga usté que ha sido ella, que...!
— 9
ROS.
BALT.
ROS.BALT.ROS.BALT.
ROS.SER.
ROS.
SER.
ROS.SER.
ROS.SER.
ROS.SER.ROS.
SER.
ROS.SER.
ROS.SER.
{Imponiéndose.) ¡Silencio! (A Baltasara.)
Parece mentira que usted...
¡Lo que parece mentira, es porque el Mele-
cio s'haiga hecho su novio, la tengamos toos
que sufrir.
¿El Melecio su novio? ¿Desde cuándo?
Desde esta mañana, que yo les he visto.
Vaya, cállese y márchese de aquí.
{Recoge el cubo refunfuñando.) No, claro, si
tendré yo la culpa... ¡Bueno, voy a tirar el
agua! (Hace mutis por el foro, diciendo:)
¡Qué te creías... que no se lo iba a decir...!
¡Pues ya lo sabe!
{A Serafina.) ¿Con que novios, eh?
(Ruborosa.) Sí, señora.
¡Vaya! Parece mentira, con lo corto de ge-
nio que es Melecio. ¿Qué te ha dicho paradeclararse?
¡Nada!
¿Entonces, cómo sabes que es tu novio?
¡Ah... pues sí, señora, que lo sé!
¿Pero qué ha pasado entre vosotros?
Naa, no ha pasado na, señora] ama, es
que desde el primer día que entró él en la
cocina por el almuerzo y yo tardé un poco
por casualidad; pues los otros días empecé
a tardar y a tardar y...
¿Y qué? Acaba ya.
Y ná.
Pues sí que está claro. ¿Y él qué hacía cuan-
do tú tardabas?
¡Mirarme cuando yo no lo miraba!
¿Y tú?
¡Yo! Pos mirarlo cuando no me miraba él.
Pues sí...
Pero hoy, una de las veces que yo le miraba
a él, él me ha mirao a mí, y yo me puse en-
carna y él se puso encendió, y fué y se le-
vantó y me dio asín- un abrazo...
10 —
ROS. |Vamos!
SER. Que yo me quedé que no supe si echarme a
reír o si echarme a llorar.
ROS. ¿Y te echarías a llorar, naturalmente?
SER. ¡Ay, no señora! ¡Como ya éramos novios,
me eché a reír!
ROS. Pues te debió dar vergüenza el abrazo. Ydebiste llorar.
SER. (Haciendo pucheros.) Tié usté razón, seño-
ra, pero no me acordé.
ROS. Bueno, mujer, no llores por eso, no llores
por eso. ¡Ojalá que todas fueran libres
como tú, para poder hacer lo que tú haces!
¡Anda, vamos' pa dentro a trajinar! (Mutis
las dos primera izquierda.)
BALT. (Entrando por el joro al tiempo de verlas
desaparecer.) ¡Miala cómo la cuida! ¡Son tal
para cual! ¡Recondena, mocosa, y qué encis-
maora es...! (Cuando va hacer mutis por iz-
quierda aparece por el foro Melecio, moce-
tón del campo, con figura de zagal bruto e
infeliz.)
MEL
.
(Desde la puerta, sin entrar.) ¡A la paz de
Dios!
BALT. ¿Qué hay?
MEL. ¡Hola, seña Baltasara!
BALT. ¡Hola!
MF.L. ¿Está el amo?
BALT. ¡Está!
MEL. ¿Se pué entrar a verlo?
BALT. (Enseñando las baldosas.) ¡Sin ooner los
pies ahí!
MEL. ¿Pues ande voy a pisar?
BALT. ¡En tu cabeza!
MEL. ¡Pa eso tendría usté que ayudarme!
BALT. ¿Ayudarte yo? ¡A morirte! ¡A que sus mo-
ráis toos! ¡Que ya me tenéi c la sangre achi-
charra! .
— 11 —
MEL.BALT.MEL.BALT.MEL.
BALT.
MEL.
BALT.
MEL.BALT.
MEL.
SER.MEL,SER.
MEL.SER.
MEL.
SER.
MEL.SER.
MEL.
Paece que está usté de mal humor.
¿Te importa mucho?
A mí. .. Bueno, bueno... ¿Está el amo?
¡Ya te he dicho que sí!
¿Quié usté decirle que he venío y se ahorra
usté que ponga ahí los pies?
¡Miá qué fino te has vuelto! ¡Sí, hombre, yo
le iré a llam-ir! {Inicia el mutis, pero antes
de atravesar la puerta se detiene al oír a
Melecio.)
¡Oiga! Y si ve usté a esa dígala también que
estoy aquí...
¿A quién?
¡A la Serafina!
¡A la Sera... a la Sera... ¡Diablos... encen-
didos... Oye, tú, que yo no soy tan vieja pa
dar esta clase de recaos. ¡Pa eso está el te-
légrafo! (Mutis violento Baltasara puniera
izquierda.)
¡Rediez, cómo está! ¿Qué mosca la habrá
picao? {Entra pisando de puntillas y se
acerca a la puerta de primera izquierda.)
¡Amos, que estar aquí y no verla...! {Con
alegría.) ¡Rediela, miala...! {Llamándola con
voz queda.) ¡Serafina! ¡Serafina!
¡Melecio!
¡Serafina! {Se queda atontado mirándola.)
¡Acércate, hombre, acércate pa acá!
¡Ya estoy!
¿Me quieres?
¿Que si te quiero?... Mialo... {Intenta abra-
zarla.)
Oye, tú, estáte quieto, que ya lo sabe el
ama y me ha regañado.
¿Que lo sabi el ama?
Sí, pero como yo he llorao cuando me reñía,
pa contentarme me ha hecho un regalo.
¿Y qué te ha regalao?
— 12 —
SER. ' Un cabezal de plumas.
MEL. ¡Je, je! (Ríe.) Será pa ti.
SER. ¡Ypati!
MEL. ¡Je, je! Será pa los domingos. ¡Y qué
majo voy a estar!
SER. Pero si eso no es para sacarlo a la calle.
MEL. ¿Pues no decías que era un cabezal?
SER. Y lo es, un cabezal pa dormir.
MEL. ¿Pa dormir dónde?
SER. ¡En la cama, cuando nos casemos tú y yo!
Un cabezal es una almohada, hombre.
MEL. {Ríe ruborizado.) ¡Je, je!
SER. Ya tenemos una cosa pa la boda; luego lo
que me den mis padres de dote, que será la
tierra del Molino y mil reales en plata. ¿Y a
ti qué te dan los tuyos?
MEL. La viña de la carretera, no más.
SER. ¿Pero tendrás algo ahorrao?
MEL. Sí; treinta reales en perras.
SER. ¡Pues con eso y con que el amo te siga dan-
do tarea ya nos podemos casar!
MEL. ¿Tan jóvenes?
SER. ¡Otras se casan más jóvenes que yo!
MEL. ¡Si lo digo por mí!
SER. Por los hombres lo mismo da, y por las mu-
jeres, fíjate. Ahí tienes a la señorita Victo-
ria, con sus veinticinco años y tié un zagal
de seis.
MEL. Juh'to.
SER. El mismo. Y que el chico es más listo yaplicao...
MEL. Como su madre, porque hay que ver cómo
se explica, ¿eh? En viniendo la he visto por
la güelta del Romeral.
SER. ¿A la señorita Victoria?
MEL. ¡Y al señorito Gonzalo; ese que dicen que
es no sé qué en París!
— 13 —
SER. ¡Ah! ¿De modo que la señorita Victoria iba
con ese señor?
MEL. Ella, hablando tan entusiasma, que paecía
que los ojos se la iban a saltar de la cara.
¡Y asina los dos, asina, mu arrejuntaos!
(Juntándose a Serafina, que se separa.)
SER. ¡Bueno, aparta, aparta tú!
MEL. ¿Toma, por qué?
SER. Porque pa arrejuntarse conmigo, ties que
llevarme a la iglesia y si no esperarte a que
o tío me lleve y me deje planta como a la
señorita Victoria le ha pasao.
MEL. ¿Y cuándo te casas?
SER. ¿Con otro?
MEL. No, mujer, conmigo.
SER. Cuando quiera tu padre.
MEL. ¿Mi padre? Pues en cuanto le enseñes el
cabezal que te ha regalao la señorita.
SER. ¿Qué cosas tienes?
MEL. Mia que tú. (Intenta abrazarla en el mo-
mento en que aparece por primera izquier-
da don Román, a quien se le puede llamar
tío Román, por su aspecto y mentalidad,
aunque no por su dinero pues es muy rico.)
ROM. ¡Hola! ¿Ya estáis enzarzaos? ¡Ya me ha di-
cho Baltasara eso vuestro! ¡Veo que no per-
déis ripio!
SER. ¡Mi amo! (Se escabulle por primera izquier-
da.)
ROM. 04 Melecio.) ¿Cómo va esa gente?
MEL. Los que están en la obra acabando de car-
gar. ¿Ande quiere usté que vayan después?
ROM. Unos pocos que se vayan a rematar el en-
vase a casa del Fanegas, y los otros, le di-
ces a Matías, que los mande a la estación
con el carro. (Dándole unos papeles.) ¡Ahí
van los talones!
MEL. ¿De quién?
— 14 —
ROM.MEL.
ROM.
MEL.
ROM.MEL.ROM.MEL.ROM.
MEL.ROM.
BALT.
SER.
BALT.
¡Del ferrocarril, majadero!
¡/\h, güeno. . . güeno!. . (Melecio va hacer
mutis por el foro, pero se detiene a la voz
de Román.
)
¡Oye! Al paso que vas para allá, llégate en
casa de don Gonzalo. ¿Sabes quien es?
Sí, señor; el que iba ahora poco con la se-
ñorita Victoria por la güelta del Romeral
¿Cómo? (Con sorpresa.)
¡Sí, señor! Los acabo de ver.
¿Iban juntos?
¡Sí, señor, arrejuntaos!
Bueno, pues, a ese, que vive en la plaza,
procuras verle a él mismo, y dile que haga
el favor de venir, que mi yerno quiere ha
blarrcon él. ¿Lo dirás así?
Mesmamente.
¡Listo! (Melecio hace mutis por el foro yRomán queda un momento pensativo y con
gesto agrio dice:) ¡Qué descaro! ¡Hasta los
criados van a llegar a entenderlo! En fin,
veremos si el hermano se decide a estallar.
(Mutis Román a la oficina. Después de
breve pausa se oyen por primera izquierda
unos leves y sofocados gritos y como rumo-
res de lucha, y al momento aparece Balta-
sara que trae, caminando de espaldas, co-
gida del moño, con la mano izquierda, a
Serafina, y tapándole la boca con la manoderecha para que no grite.)
¡Mala lengua, escuchimizá, encismadora!
¡Ay, por Dios, por Dios, perdóneme!
(Soltándola.) ¡Ya estás perdona! ¡Pero
como yo te vuelva a oir murmurar de la se-
ñorita Victoria, te corto la lengua o te la
arranco de una vez. Bueno está que te burles
de mí, pero que metas cizaña contra ella,
eso si que no, porque te araño y te muerdo.
— 15
SER. ¡Pero si los ha visto Melecio y el me lo ha
dicho a mí!
BALT. ¡Mentira, mentira! Mi hija no va del brazo
de nadie, porque es una mujer casa, y aun-
que el marido le haiga salió un granuja, no
hay brazo denguno que la lleve a ella del
brazo; eso es, que los conozco muy bien, a
ella y a su familia.
SER. Pero...
BALT. Sin pero; su madre era una santa y su pa-
dre un médico mú honrao y mú sabio, que
murió sin ún real, porque no cobraba casi
nunca las visitas y encima compraba las
medicinas pa los pobres.
SER. Si yo no he dicho nada malo de la señorita
Victoria.
BALT. Y qué ibas tú a decir de la ssñorita Victoria
ni qué tié nadie que decir d-¿ ella. Ella es
mu honra y mu honra, eso es, porque se ha
criao aquí. (Se golpea el pecho.) Eso es,
que me la dieron cuando tenía un mes ynadie mejor que yo sabe quien es la señorita
Victoria.
SER. Pero...
BALT. ¡Y ahora mismo, ahora mismo entras conmi-
go y le dices al ama que es mentira, menti-
ra y mentira todo lo que acabas de contar,
o te araño y te muerdo, mala lengua! Hala.
(Le da media vuelta para ponerla frente a
la puerta primera izquierda, la vuelve a co-
ger del moño con la izquierda y empuján-
dola con la derecha la obliga a hacer mu-tis . Después de una breve pausa salen por
la primera derecha Román y Julián; éste
es un muchacho joven, de carácter débil,
vestido más de señorito que Román, de ma-
nera que se ve que no es de pueblo; lleva en
16
la mano una pluma como s ; le hubieren in-
terrumpido en su trabajo.
JUL. ¿Qué quiere usted?
ROM. Decirte aquí fuera cuatro cosas sin miedo a
que se entere tu mujer, porque sería muygordo el disgusto.
JUL. ¿Disgusto, por qué?
ROM. A tu hermana la han vuelto a ver con Gon-
zalo.
JUL. ¿Otra vez?
ROM. Otra vez, y otra, y ciento, porque como ese
señorito es diplomático y ha corrido tanto
mundo, es un verdadero don Juan, y dicen
que tié una labia que vuelve locas a las mu-
jeres.
JUL. A mi hermana no. Ese don Gonzalo podrá
ser todo lo diplomático y todo lo hombre
de mundo que quiera, pero mi hermana es
una mujer honrada
.
ROM. Si yo no digo lo contrario. Es la gente del
pueblo, que es tan murmuradora.
JUL. ¿Pero, por qué esas murmuraciones? Si ese
hombre lleva aquí unos veinte días para to-
mar posesión de unas tierras y en seguida
se marchará otra vez al extranjero.
ROM. ¿Y hasta entonces vas a permitir que acom-
pañe a tu hermana, siempre que ella salga
a la calle.
JUL. Ya la regañé la otra vez que me lo dijo
usted.
ROM. Pues mira que caso te hace. Tú no quieres
creerme y la cosa se está poniendo que no
la vamos a poder resistir. ¡Ya es mucho ri-
dículo que lo sepan hasta los criados! ¡El
paseo de hoy lo comentará mañana todo el
pueblo! Debes imponerte.
JUL. ¡Es que ella es mayor de edad!
ROM. ¡Si te haces esa cuenta!
— 17 -
JUL. ¡Yo no tengo medios legales para obligarla
si no me hace caso!
ROM. ¡Ah, bien! ¿Pero es que si no te hace caso,
ancha es Castilla?. . . Pues eso es lo que
queremos tu mujer y yo, que te decidas de
una vez.
JUL. ¿A qué? ¿A echarla a la calle?
ROM. No te digo tanto, pero más de seis años lle-
vamos nosotros teniéndoh consideración, yella no sabe agradecerlo. Qué quieres, si no
quiere corregirse algo hay que hncer. ..
JUL, ¡Parece mentira!
ROM. ¡Cómo mentira!, ¿pues que te figuras?
¿Quién se ha casao con mi hija? ¿Es ella o
eres tú?
JUL. ¡Está bien! ¡Yo le diré todo eso que usted
ha dicho en cuanto venga!
ROM. ¡Harías mejor en decirla que una mujer
casa, tié por lo menos la obligación de pa-
recer honrada.
JUL. {Indignado.) ¡Mi hermana lo es a macha-
martillo!
ROM. ¡Bien, quizá por eso me duele que alguien
presuma que no lo es!... Y sobre too, vaya,
que yo en mi casa no quiero disgustos yque mi hija no quiere soportar ésto.
JUL. ¡Yo, si!
ROM. Tú, tampoco; que tuya no es la culpa si el
marido la ha salido rana.
JUL. ¡Basta, basta! ¡Ya sé lo que tengo que decir!
¡Qué en esta casa sobramos dos!
ROM. Eso será mejor que se lo digas antes a tu
mujer porque ahí la tienes. (Señala a Ro-
sario que sale por izquierda .)
ROS. ¡Qué pasa!
JUL. ¡Nada!
ROS. ¿De quién habláis?
ROM. ¡De Victoria!
— 18 —
ROS. De ella vengo yo hablar también.
JUL. (Excitado.) ¡Por Dios, que es mi nermana!
ROS. Sí, hijo, sí; ya lo sé, no se me olvida, otro
tanto es lo que ella tenía que hacer. .. Meacaba de decir la Serafina, que le ha dicho
Melecio. .
.
JUL. (Interrumpiéndola con vehemencia.) ¡Qué le
dijo el otro, lo que le dijo aquél!. .. Sí, mu-
jer, sí; calla, calla. .
.
ROS. No callo, pues no faltaría más. Si los ha
visto Melecio con sus propios ojos.
JUL. Bueno, pues le echaré a la calle, o le sacaré
los ojos para que no vea y la lengua para
que no comente. .
.
ROS. Más vale que te decidas a terminar de una
vez con tu hermana, que se marche a Ma-
drid; nosotros le mandaremos algo para
ayudarla a vivir.
JUL. ¡Si aún no sabemos lo que ha pasado!. .
.
ROM. Lo sabemos. Y si ella lo niega, don Gonza-
lo hablará. Justamente para terminar este
asunto le he mandado recao de que tú quie-
res hablar con él.
ROS. (Sobresaltada.) ¿Mi marido? ¿Y qué tiene
que hablar con él mi marido?
JUL. Lo que sea preciso.
ROS. ¿Pa buscarte un mal querer? Pues no falta-
ría más, sino que por culpa de esa mona,
fueras tú a tener un compromiso con nadie.
ROM. Pues él vendrá seguramente y alguien tié
que recibirle.
ROS. Le recibiré yo.
JUL. ¡Estaría bonito!
ROS. Más bonito estaría que tu hermana mirara
lo que hace, y no buscara disgustos a nadie
y menos a ti, y con ese hombre, que tié
tanto poderío.
ROM. Yo, ya le he dicho a éste lo que debe hacer
con ella.
19
ROS. Decirle las cosas claras.
JUL. ¡Bastante desgracia es la suya!
ROS. Pues bien poco parece que la duela, que se
pasa la vida acicalándose, que parece una
moza casadera, y eso no está bien.
JUL. (Deseoso de terminar.) ¡Bueno!
ROS. A su lao parecemos de pueblo toas las de-
más.
JUL. ¡Bueno!
ROS. Y en la iglesia, en la calle, en toas las par-
tes, tos son a agasajarla y a decirla cosas
los hombrachos, que parece que no han
visto una mujer en su vida; como si en el
pueblo no hubiera ninguna más.
JUL. ¿Quieres dejarme ya tranquilo?
ROM. ¡Claro, mujer!, ella no tiene la culpa. La
hermosura está en la cara, y...
ROS. {Soliviantada.) ¿También usté va a decir-
me que es guapa mi cuñada?
ROM. No, yo no digo nada.
JUL. Pues yo digo que mi hermana ha sido siem-
pre hermosa y decente.
ROS. ¡Decente sería arrecogerse con su hijo; ves-
tir como toca a su condición, que ahora no
está en Madrid c
y aquí ella no tiene ningún
dinero, y sobre too no dejarse acompañar de
nadie. (71 su padre.) ¿No es así?
ROM. Eso, vosotros. Yo no digo na.
JUL. (Violento.) ¡Yo, sí; yo digo que tengo la
obligación de ayudar a mi hermana!
ROS. Y te parece poca ayuda; se te ha olvidado
que sin nosotros se hubieran muerto de
hambre ella y su hijo. Y too, pa qué, pa
que dé que hablar, y menos mal si la cosa
no ha pasao de ahí.
JUL. ¿Qué dices? ¿Pero tú quién crees que es mi
hermana?
ROS. ¿Tu hermana? ¡Ya lo dicen tóos! Tu herma-
— 20 —
na es una guapa mujer. (Mutis primero iz-
quierda.)
JUL. {Furioso y queriendo salir tras ella.) Ahora
mismo. .
.
ROM. (Conteniéndolo.) ¿Qué vas a hacer?
JUL. (Desesperado .) ¡Acabar, acabar que no pue-
do más! ¡Estoy harto de ella y de su dinero!
¡Me ahogan ustedes con su dinero! ¡Yo mecasé para tener una mujer!...
ROM. ¡Y un suegro, porque no creerías que yo meiba a morir! Y en cuanto al dinero, vaya un
reproche. . . Si te estorba, o le estorba a tu
hermana, no tenéis más que no hacer uso
de él.
JUL. Por favor le suplico a usted que me deje
solo.
ROM. Sí, hombre, sí. Me voy a dar un vistazo por
el almacén. (Inicia el mutis primera dere-
cha y por el foro ve llegar a Victoria.) ¡Está
de Dios que no te dejemos sosegar! (Mutis
Román primera derecha.)
JUL. (Abatido.) ¡Me falta valor! (Entra por el foto
Victoria muy alegre. Viste con sencillez,
pero se ve que es una señorita esbelta, ga-
llarda y arrogante. Frisa en los veinticinco
años. Lo cual quiere decir que está en lo
más florido de su belleza . Trae en la manouna cartera de chico.)
VICT. ¡Hola, Julián! ¡Qué contenta vengo! ¡Qué
alegría dan los hijos! Está la escuela que
parece un hormiguero... ¡Qué atrocidad! ¡Y
las madres, como tontas, se nos pasan las
horas mirándoles bullir!
JUL. ¿De dónde vienes?
VICT. ¡De dejar mi chiquillo en la escuela!
JUL. ¿Y cómo has tardado tanto?
VICT. ¡Hombre, pues... porque me han zarandea-
do de lo lindo entre unos y otros enseñan-
— 21 —
dome los premios que les van a dar!. .. ¡No
puedes imaginarte!
JUL. ¡Sí!... Me imagino, me imagino, es decir,
tengo la seguridad de que no has tardado
solamente por eso.
VICT. ¿Pues, por qué?
JUL. Porque has estado hablando con Gonzalo.
V(CT. ¿Eh?
JUL. ¡No lo niegues!
VICT. {Resuelta.) Nj lo niego.
JUL. Te han visto.
VICT. No es extraño, porque yo no me oculto
para hablar con él, ni con nadie.
JUL. ¡Victoria!
VICT. ¡Julián!
JUL. ¿Te parece decente?
VICT. No sé, perdona. Yo en esto no tengo pare-
cer. Lo que sé, es que no tengo por qué
ocultarme. Que estoy ansiosa de decirlo a
gritos, para que se enteren todos, y que los
comentaristas del pueblo, sepan que lo mis-
mo me da.
JUL. ¿Estas loca?
VICT. No sería extraño, por que esta vida mía, esta
situación mía, es más fuerte que mi razón.
¡Seis años de honradez y de lágrimas! ¡Seis
años de amargura esperando a un marido
que se fué de mi lado sin decir adiós, y sin
más motivo visible que haberse cansado de
mí! ¿Crees que no es para volverse loca?
¿Crees que no es para gritar de indigna-
ción?
JUL. Es para muchas cosas, pero la gente. . . es
la gente; vivimos de una manera que no
hay mas remedio que sufrir y callar. Mi sue-
gro y mi mujej me han dicho..
.
VICT. ¿Y con qué derecho quieren esclavizarme?
¿Por que me dejan sentar a su mesa quieren
- 22 —
condenarme a la soledad y al abandono?
¿Por que vivo en su casa se creen con dere-
cho para secarme el corazón y robarme la
JUL. vida? ¡Es que cuesta tan poco decir que una
mujer es mala!
VICT. ¿Mala, yo? Lo sería si tuviera a mi lado un
marido bueno o malo y le abandonase. Pero
si es él quien me deja y en el camino de mi
vida desgraciada tropiezo con un cariño
firme y sincero que quiere poner flores en
mis macetas, ¿por qué he de rechazarle yhuirle?... No y no. Eso si que no. ¡Seis años
de penas me han hecho aprender que con
lágrimas los maridos no vuelven, y com-
prende, hermano, que yo no quiero llorar
más, que no quiero sufrir más.
JUL. ¡Victoria! Reflexiona. .
.
VICT. No puedo. Tú no tienes la culpa deque el
querer que me dieron como legítimo y san-
to, haya sido un pájaro volandero que aban-
donó el nido, dejándome con mi hijito en
la mayor desesperación y desamparo. Pero
yo tampoco soy culpable, y ahora tú y los
que te azuzan contra mí, ¿queréis castigar-
me, obligarme a vivir recluida? ¡No y mil
veces no! ¡Ya he. sufrido bastante para que
nadie pueda tacharme de ligera, que todos
saben los años que he esperado y lo honra-
damente que he esperado.. ,
JUL. 3 ¿Pero -qué vamos a hacer? ¿Qué quieres
:'-„•• .hacer?, :g or¡ :--.".* assíOs
VICT. ¿Qué quiero? ¡Vivir! Vivir que aún soy jo-
?s . . ; -v ;ven, Julián, para; que no.haya siquiera una
tm sííj s?; ^miajita de luz en mi vida,- ni siquiera un ra-
*:;: ? íM ; c yito de sol-, en mi cielo. .-.. ¿Comprendes?
, ¡Qué es iriuy^ joven, este corazón para que
^n;;;.r;£!:^noypalpitevy,muy joven. ;mi boca para que
K9-i9»Éíp E89in aipffía, y.muy,jóvenes : misy ojos, para llorar
23
siempre, como han llorado hasta hoy! ¡Ya
sabes lo que quiero, Julián! ¡Quiero vivir.
JUL. ¿Y ahora no vives?
VICT. No. Como quieres que yo le llame vida a
mí vida en esta casa, si no te dejan vivir a ti,
pobre prisionero. Si tu mujer y tu suegro
nos humillan constantemente con su dinero.
JUi-. ¿Por qué me casaría yo? ¡Ya no tenemos
salvación!
VICT. ¿Qué no tenemos salvación? ¡Yo sí! ¡Yo mesalvo! ¡Yo no sufro más! ¡Y si la gente pien-
sa que yo debo esperar siempre, sin confian-
za en nada, ni en nadie, consumiendo mi
vida en un sacrificio estéril, y tú piensas
como ellos, dímelo, Julián, dintelo pronto
por que entonces es mejor irse derecho al
río y acabar de una vez. (Mutis violento por
primera izquierda.)
(Pausa. Julián pensativo mira por donde
hizo mutis Victoria . Dejándose caer en una
silla.
)
JUL. ¡Irse derecho a! río y acabar de una vez!
Quizá tenga razón. .
.
ROS. (Sale por primera izquierda con gesto in-
quieto.) ¡Acaba de entrar tu hermana tan al-
tanera que ni siquiera me ha saludado! ¿Qué
. „ te parece?
JUL
.
(Crispado.) .¿Qué?
ROS. . .;Eso; ¿lo que hace conmigo?
JUL.^"".
Por favor..,
ROS. ¿Qué? ¿Se. lo has dicho? ¿Habrá negado?
JUL
.
(Secatnente.) ¡No ha negado!
ROS VI u,,.¡ ¿Ah, no?. .. ¡Claro!... Hubiera sido inútil.
Y hasta puede que te lo.haya confesado con
„., , ,,,.,- . ese descaro con que ella acostumbra a
.Jtqx*«t»»q M>Mz .
;.'.
JUL. ¡Llamar a las cosas por su nombre no es
24
ROS.
JUL.
ROS.
JUL.
ROS.
JUL.
ROS,
GONZ,ROS.
GONZ.ROS.GONZ.
ROS.
descaro! ¡A ti te choca porque no lo sueles
hacer!
(Un poco perpleja.) ¿No te entiendo? ¿Qué
quieres decir?
¡Quiero decir y digo que [me tienes harto!
(Cambiando y poniéndose amable.) ¡Pero
no te enfades conmigo hombre, que yo no
tengo la culpa! Qué te he dicho yo, nada.
Que evitases que tu hermana diera que ha-
blar.
¡Bueno, bueno, déjame!
A mí me duele, no creas que no, que la ten-
gas que violentar; al fin y al cabo es her-
mana tuya... ¡Pero no hay más remedio!
(Julián permanece silencioso. Pausa.) ¿Y
qué piensas hacer?
(Desesperado al ver que su mujer vuelve a
la carga.) ¡Pienso!... Pienso que antes
que pensar como vosotros, sería preferible
morir mil veces. (Mutis primero derecha.
Rosario le ve marchar.)
¡Hay que ver como se pone', como si noso-
tros lo pudiéramos evitar... ¡No, pues yo no
cejo!... (Va a hacer mutis por primera de-
recha y aparece en el foro Gonzalo Robledo,
joven de treinta años, diplomático rico yhombre afable y elegante.)
(Desde la puerta.) ¡Buenos días!
¡Don Gonzalo! Muy buenos. .. Pase, pase...
(Entra Gonzalo que da la mano al tiempo
que pregunta con exquisita cortesía.)
¿Cómo está nsted?
Muy bien, pero siéntese.
Yo la encuentro a usted tan bella comosiempre.
(Muy agradecido al cumplido.) ¡Muy ama-
ble, amabilísimo!. . . Sólo así puedo expli-
carme. .
.
95
GONZ,ROS.
GONZ.
ROS.
GONZ,ROS.
GONZ,ROS.
GONZ.ROS.
GONZ.ROS.
GONZ.ROS.GONZ.ROS.GONZ.
ROS.GONZ,
ROS.
GONZ.
¿Qué?
No, nada. A usted le habrá extrañado el
recado. .
.
Algo, pero en el momento en que lo he re-
cibido he venido a ponerme a disposición
de su esposo.
¡Sí! ¡Pero. . . él se halla tan ocupado en
este momento, que si usted me permitiera,
yo misma le diría el objeto de esa entre-
vista.
¡Estoy a su disposición, señora!
Se trata de un asunto algo enojoso, pero ya
definido por la protagonista.
¿Victoria?
¡Mi cuñada no ha ocultado sus amores conusted!
¡Señora!... ¡Yo hubiera hecho lo propio!
Nosotros di-sculpamos su debilidad, en gra-
cia a su exquisito trato, comprendemos que
usted es hombre peligroso, pero comprenda
usted también que siendo mi cuñada mujer
casada, nosotros no podemos tolerar. ..
¡Así mismo se lo he dicho yo!
¿Luego usted comprende que tenemosrazón?
Absolutamente.
¿Y está usted dispuesto a retirarse?
¡No!
¿Cómo?No estoy dispuesto a retirarme hasta que
me lo mande Victoria, o ella se decide a
dejarlos a ustedes, para marcharse conmigo.
Pero eso no puede ser.
¿Por qué? Aquí quien estorba es Victoria osoy yo.
Usted a venido a interponerse en su ca-
mino.
¡Sólo a ella le concedo el derecho para re-
solver!
26 —
ROS.GONZ.
ROS.
GONZ.ROS.
GONZ.
ROS.
GONZ.
ROS.
GONZ.ROS.GONZ.
ROS.
GONZ.ROS.'
I
GONZ.
VICT.
GONZ f( ,
;
V'r.j
¡Es una mujer casada y su deber!...
Es suyo nada más. Ella sabrá dónde ter-
mina.
Pues sepa usted que su hermano está dis-
puesto a no consentirle...
Me parece muy bien.j
(¿descompuesta ante La serenidad de Gonza-
lo.) ¡Pero, Dios mío! ¿Que clase de hombre
es usted?
Un hombre.. . y nada más. Un hombre que
no exige nada, que no obliga a nada, pero
que no consiente que a las personas que él
ama, las obliguen los demás.
Es monstruoso lo que usted pretende. ¡Mi
cuñada es una mujer decente!
¡Decente tenía que ser para que yo me haya
enamorado!
Y yo espero que nunca, nunca, secundará
los planes de usted.
¡Ni yo trato de torcer su voluntad!
¡Si fuera usted sincero!
Lo soy. Palabra de honor. ¡Tan enamorado
estoy, que si respeto me pidiera, respeto la
había de tener, pero si me pide amor!.. ¡Si
me pide amor!. .
.
(Interrumpiéndole.) ¡Pronto lo va usted a
saber!... ¡Victoria! ¡Victoria! (Llamando por
primera izquierda.)
¿Qué hace usted?
Exigir que termine esta situación ahora
mismo. '0. Victoria que acaba de salir por
primera izquierda.)\ Esté caballero te bjus-(
ca! ¡Buenas tardes!
Beso a usted los pies. (Mutis Rosario por
primera izquierda.), . , V
t
¿Qué es esto, Gonzalo? ¿Qué haces aquí?
Tu hermano que me- ha mandado llamar. ,
¿Ha pasado algo?íc , ¿
27
VICT. Sí; he tenido una gresca con él y temo que
la voy ha tener con toda la familia.'
GONZ. No te acobardes, Victoria.
VICT. Acobardada estoy, y por eso quiero acabar
con esta situación. Yo no tengo valor para
ser mala, yo no quiero ser mala y a tu lado
me' falta voluntad para ser buena. Déjame,
Gonzalo, por que esto que hacemos es un
crimen y yo me avergüenzo de quererte.
GONZ. ¡Avergonzarte! ¿Por qué? Cuando nosotros
no queremos ser malos y la vida nos obliga
a serlo, ¿qué culpa podemos tener nosotros?
Donde tú te avergüenzas de quererme,es
aquí, porque tienes miedo a las gentes que
te rodean, incapaces de comprender tu dere-
cho a vivir y lo grande de nuestro amor.
Pero yo té llevaré, si es preciso, al otro
lado^del mundo, que mis brazos son bastan-
te fuertes para llevarte y sostenerte.
VICT. ¡Gonzalo!... No. No puede ser.
GONZ. ¿Porqué?
VICT..¿Y mi hijo?
GONZ. Vendrá con nosotros y yo sabré ser un pa-
dre para él. Decídete, que donde quiera que
vayamos, principiará para ti una vida y en
; ,;, esa vida volverá a tu pecho la paz y a tus
-:'-.,_. ojos el sol. ¡i £ :.,
-.:'-: ¿rttíq
VICT. Tengo miedo. nis¡\ -01GONZ, ¿De qué?
VICT. No sé... hay una fuerza que me sujeta,
-fi ¡
•..-,. .-. ¡d t algo que yo„no me explico me sostiene aún,
(:;...,•:,; tir. algo que me hace acordarme de lo que he
b r.¡':>:: r sido siempre para no querer ser de otra ma-
GONZ.,,- ,¿En qué piensas? ,r ouVICT. i .,,,-.. Pienso en mi marido. : g'H
GONZ/-.;:. ¿Le ..quieres aún? ..
VICT . £ra ü ¡ 5 i N.Q es eso., . Pero puede volyer ... y . .
.
- 28
GONZ. ¿Y qué? Esa es tu esperanza? ¿Pero olvidas
que tu vida, si él volviese, iba a ser peor
aún? Peor aún que la de estos años de sole-
dad y abandono.
VICT. Sí, peor mil veces. Tienes razón, Gonzalo.
Mi vida buena, mi vida honrada, se ha aca-
bado para siempre. Tonta soy queriendo
sostener una cosa que se derrumba.
GONZ. Y aunque pudieras sostenerla no debías,
porque esta vida que tú llamas buena, es
para ti el infierno.
VICT, ¡Verdad! Un infierno han sido estos seis
años.
GONZ. Si tú quieres yo sabré borrar de tu alma el
pasado y rncerte pensar en que eres otra
mujer; una mujer nueva, hecha sólo para
mí, como yo para [ti nada más me parece
que me han hecho.
VICT. Gracias, Gonzalo. Pero son muy fuertes las
ligaduras...
GONZ. Pues rompe todo lo que te sujeta y vámo-
sos. Defiende tu vida. Vamonos a otras tie-
rras ;que sean para nosotros más genero-
sas que estas.
VICT. No, no, no. Yo no sirvo para huir ni para
esconderme. Si hubiera un camino honrado
para llegar a ti, yo iría a ti, aunque el cami-
no estuviera lleno de espinas. ¿Qué me iba
a importar dejarme trozos de mi carne si el
alma la tengo ya destrozada? Pero no le
hay. Y huir a través de los campos, buscan-
do las sombras para esconder mi pecado,
eso no, Gonzalo, que quiero mirar hacia el
cielo para que el sol me bese la cara; eso
no, porque a la mitad del camino me morí-
ría de pena y de vergüenza y porque no po-
dría decirte nunca ¡te quiero! como te lo
digo ahora, ahora que no me avergüenzo de
- 29
GONZ.
VICT.
GONZ.VICT.
GONZ.VICT.
GONZ.
VICT.
GONZ.VICT.
GONZ.
VICT.
BALT.
VICT.
BALT.
quererte, porque mi querer no ha mancha-
do este cuerpo que no es mío. El alma, sí,
pero el alma es mía y yo te la doy. No pue-
do darte más porque no soy dueña de nada
más. Y ahora, vete, Gonzalo; sigue tu vida
por esos mundos y alguna vez acuérdate de
esta pobre mujer que te dio su llanto y que
te dio su alma... ¡Vete, Gonzalo!
No seas cobarde. Piensa lo que te espera
aquí y lo que podrías en contrar allí. ¡Ven!
No.
¿De veras no?
De veras.
¿Qué va a ser de tu vida entonces?
No sé... Mi vida no tiene remedio. Vete,
Gonzalo.
Adiós, Victoria. Me marcharé ya sin volver
a verte. •
Es mejor.
¿Me das la mano?
{Le alarga una mano que él estrecha entre
las suyas.) ¡Adiós!... ¡Que seas feliz!
Adiós, Victoria. ¡Ojalá que llegues tú a serlo!
¡Ojalá pudiera yo lograr que lo fueses!
Gracias, Gonzalo. {Ella arranca suavemen-
te su mano entre las de Gonzalo que hace
mutis. Al quedar sola Victoria se {deja caer
en una silla sollozando nuevamente. Balta-
sata sale primero izquierda.)
(Al verla.) ¡Eh! ¡Victoria! ¿Que te pasa?
¿Estás llorando? ¡Pobrecita mía! ¿Qué te pa-
sa? ¿Quieres que le arranque el moño a al-
guna?
Déjame.
{Tratándola como si fuera una niña mimo-
sa.) ¡Hija de mi corazón! ¡Hija de mi vida!
Si de todo son capaces las gentes de esta
casa. ¿Por qué lloras? ¿Qué te han hecho?
— 30
VICT.
BALT
VICT.
BALT.
MEL.
VICT.
JULITOBALT.
MEL.BALT.MEL.
BAL.T
JULITOVICT.
BALT.MEL.VICT.
Nada, déjame.
¡Que te deje! ¡A ellos si que los voy a dejar,
pero va a ser lisiaos a cantazos! ¡Vaya, que
no nos merecemos la vida que nos dan!
No alces la voz...
Y tó por culpa de esa mala pieza de cufiada
que Dios te ha dao, que es una perra, y del
perro de tu marido que te abandonó... ¡Sí,
señor! ¿Por qué no se casarían ellos dos, ya
que son tal para cual? (Acariciando a Victo-
ria.) ¡Mi pequeña, mi chica, no llores. ..
(Se oye la voz de Melecio arreando un bu-
rro?)
(Dentro.) ¡Quieto, chico, que me inflas a
patas! (Entra con Julito en brazosy lo deja
en la puerta . El chico entra corriendo ha-
cia Victoria.)
¡Mi hijo!
¡Mamá! ¡Mamá!
(A Melecio que se ha quedado parado en la
puerta.) Pero, ¿qué haces, recondenao?
Que no quiero pisar aquí...
Está bien.
Pero me he encontrao al zagal al saliir de la
escuela y me ha dicho que ha quedao sobre-
saliente y yo he dicho: ¡rediez, sobresalien-
te! pues vaya corría que te voy a dar. Lo he
montao en el borrico y se lo he traído a su
madre escapao.
Hombre, ahora pues pasar aunque lo ensu-
cies too...
(Entra Melecio.)
Mira, mira mi premio, mamá!(Comiéndose al chico a besos.) ¡Hijo mío!
¡Mi sol! ¡Mi vida! ¡Mi esperanza!
¡Qué rico!
Está hecho un borreguillo.
¡Precioso, divino!...
— 31
JULITOVICT.
BALT.MEL.BALT.MEL.
BALT.
ROM.VICT.
ROM.
VICT.
JULITOROS.VICT.
ROS.
VICT.
ROS.
VICT.
ROS.VICT.
ROS.
Mamá, yo quiero merendar.
Sí, hijo, sí; la vida que me pidieras. ¡Balta-
sara, dale pan y mermelada!
{Cogiendo al chico.) Ven.
(Va a cogerle de la otra mano.) Ven
.
¿Dónde vas tú, animal.
A ver a la Sera... digo... a eso, a darle demerendar...
Anda, pasa; que te dejo porque has traído
al niño.(Por prime/ o derecha Romány Julián.)
¿Qué pasa con tanto ruido?
Mi pequeño que llega de la escuela, y que
le han dado sobresaliente.
¡Pues anda! Todavía creía yo que pasaba
alguna novedad.
{Ofendida.) Para usted no, para mí inmensa.
{Por el lateral izquierda se oye ruido de ca-
charros rotos.) ¡Dios mío!
{Sale Julito corriendo y se refugia en las fal-
das de su madre que le espera y le ampara.
Detrás sale hecha un basilisco Rosario ydetrás Baltasara procurando contenerla.)
Mamá, mamá, mamá. .
.
No te escapas, me las has de pagar.
¿Pero qué es esto?
Demonio de chico, menudo estropicio, ha
hecho en el comedor, le voy a reventar.
A mi hijo.
A tu hijo ... Te lo guardas si no . No tengo
hijos y no voy a soportar la mala educacióndel tuyo.
Esto es insufrible, mi hijo ha de ser sagrado
para ti.
Pues yo le cogeré.
¡A mi hijo! (Como una leona que defiende
a los suyos.
)
Sí, a tu hijo. {Julián se interpoue entre las
dos.)
32
JUL. Calma.
VICT. No será, por que ahora mismo nos vamos
para siempre de esta casa maldita.
JUL. ¿Victoria? (Procura contenerla.)
BALT. {Deteniendo a Julián.) ¡Déjela usted, que
tié razón y yo me marcho co ella...
ROS
.
Si ya lo decía yo. .
.
JUL. ¿Dónde vas, Victoria?
VICT. Voy... no sé... Voy donde vivan gentes,
que si no tienen piedad para una mujer
abandonada, al menos, para su pobre hijo
sí tengan compasión. {Inicia el mutis Vic-
toria amparándola Baltasara, mientras
Román y Rosario contienen a Julián que
quiere seguirla también.)
TELÓN RÁPIDO
ACTO SEGUNDO
Lujoso hall de un hotel situado frente a la playa de San Se-
bastián. Al foro irador de cristales y en la izquiera formando
un ángulo la entrada de un salín que se supone hay dentro.
Foro derecha puerta de entrada en forma de chaflán. Primera
izquierda y segunda derecha puertas de paso a las habitaciones
interiores. Muebles de lujo coquetones amueblan el hall.
En una mesita con periódicos un encendedor que funciona ycaja de cigarrillos y puros. Estamos en pleno mes de agosto.
(Al levantarse el telón la escena está en la pe-
numbra, viéndose a través de los cristales del
foro el mar iluminado por la luna. Del salón
llega ruido de risas y voces alegres. Fisgando
hacia el salón estáBALTASARA, más vieja que
en el acto anterior y vestida al estilo de las
criadas de casa grande. En la puerta de la de-
recha una doncella joven y bonita habla con
alguien que debe estar fuera.)
BALT. ¡Reírse, reírse condenaos!... ¡Lástima no tu-
vierais que salir a mondar el rastrojo...! ¡Va-
mos, que dipués de tanto esperar, traerme
esta gentuza... ¡Y esta chica es ciega o no
me quiere ver...! ¡Si supiera ella la sorpresa
que le aguarda! ¡Eh!, eh... ¡Victoria!
•MARÍA Eso no, que si subes me enfado...
BALT: Que si quieres... Ni mira hacia aquí.
MARÍA ¿Cómo? ¡Que te gustan los puros!
— 34
BALT. ¡Qué desesperación!
MARÍA ¡So tonto!
BALT. ¡Cómo tonto! ¡Será tonta!
MARÍA ¿Habla usted conmigo?
BALT. ¿Pues con quien hablas tú?
MARÍA ¡Con mi Melé!
BALT. ¡Con tu Melé! ¿Y quién es tu Melé?
MARÍA Ese chico de la mili, que...
BALT. ¿De la melé de la mili...?
MARÍA Ese chico, que ya le dije a la señorita; que
me espera tos los días de seis a siete. ¡Ese
chico que está sirviendo al rey!... ¡Mi novio,
mi Melé...!
BALT. ¡Tu novio, tu melé, tu mili...! ¡Pues sí que
tengo yo el humor pa acertijos! ¡Anda, anda,
mira a ver si pues entrar al salón y dices a
la señorita que salga.
MARÍA {Resistiéndose.) ¡Pero si el señor Duque no
se separa de ella! ¿No lo ve usted?
BALT. ¡Pues yo necesito verla en seguida, en se-
guida, porque esta carta me está quemandoel corazón!
MARÍA ¡Pues ya se la daremos cuando se marchen
todos! ¿A usted qué mas le da?
BALT. ¿Cómo que qué mas me da? ¡Pues no te he
dicho de quién es!
MARÍA Del hijo de la señorita, ¿y qué?
BALT. ¿Cómo y qué, descastada? ¿Pues que no te
he dicho que hace un mes que no escribe, yque yo lo quiero como si fuera hijo mío...?
¿Es que tú no has tenío hijos?
MARÍA Yo soy doncella.
BALT. También soy yo ama de llaves y he tenío
uno que se me murió a poco de nacer...
MARÍA ¡Digo que estoy soltera!
BALT. ¡Toma, también estaba yo!
MARÍA ¡Ah! ¿Y qué le dijeron sus padres cuando lo
supieron?
35
BALT. ¡Anda, pues cogieron un berrinche... que meme pusieron a criar! ... Y asina fué como en-
tré en casa del padre de la señorta Victo-
ria, y desde entonces...
MARÍA Vive usted con la señorita.
BALT. Y no pienso dejarla nunca, porque, a más
que la he criao, es muy buena mi Victoria.
MARÍA ¡Oiga usted! ¿Y por qué le llaman «Flor- de
Nieve»? ¿Es su nombre de guerra, verdad?
BALT. ¡Y a ti qué te importa!
MARÍA ¡Ay, hija, como soy nueva en la casa...
BALT. Pues como seas preguntona no te harás
vieja . .
.
MARÍA Calle, que hacia aquí viene la señorita. ¡A
ver si me da permiso para...
VICT. ¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo no estáis prepa-
rando el salón para cuando lleguen mis in-
vitados. (Enciende la luz. a María.) ¡Anda,
ve!
MARÍA {Aparte.) ¡Ay, mi Melé...! ¡Me parece que no
le veo hoy! {Mutis primera derecha.)
VICT. Y tú...
BALT. Yo quería...
VICT. ¿Qué querías?
BALT. Estacaría.
VICT.. Venga. (7 orna la carta v, al verla, su rostro
expresa una gran alegría.)
BALT. ¿Es del chico, verdad?
VICT. Sí. Luego te la leeré.
BALT. ¿Luego? ¡Todo el día esperándote y por fin
vienes para dejarme con la misma impacien-
cia! ¿Cuándo la vas a leer?
VICT. Cuando me dejen sola contigo.
BaLT. ¿Y cuándo va a ser eso?
VICT. No sé; seguramente al amanecer.
BALT. - ¡Uy, uy, uy!... Con lo que ya he padecido, si
estoy sin saber lo que dice hasta el amane-
cer, me muero, me muero...
— 36 —
VICT. ¡Y yo de ganas de leerla, puede que tam-
bién!
BALT. Pues ¡anda! Pégale un pellizco al sobre...
¡Anda! Lee un poquito, lo que puedas...
VICT. ¿Y si salen?
BALT. ¡Yo estaré de centinela!... que aunque no
te vea leerla, con tal que la oiga... ¡Anda lee,
lee!... Yo te avisaré.
VICT. (Rasgando trémula el sobre.) ¡Pobre hijo
mío; qué enfadado debe estar con nosotras!
¿Qué nos dirá?
BALT. ¡Date prisa!
VICT. (Leyendo.) «Ginebra, diez y seis de agosto
de mil novecientos... Mamaita de mi alma,
¿cuándo vienes? ¿Cuándo vas a venir? Hace
. ,más de quince días que han comenzado las
vacaciones y tu pobre Julio, que otros años
por esta fecha ya había dado contigo sus
primeros paseos por el lago con entera li-
bertad, hoy ha despedido al último compa-
ñero que partió con su familia dejándole
solo en este caserón tan grande como tú di-
ces, donde aun me parece oir las risotadas
de los que se fueron llevándose mi ale-
gría...
¡Pobrecico!
«Te he dicho que me han dejado solo y no
es cierto, porque conmigo aun quedan dos
más..
.
¡Sigue!
«Aquel niño ruso de ojos grandes y claros
que sus padres tienen olvidado en el cole-
gio desde que estalló la revolución en su
país, y Juan Manuel, aquel amiguito com-
patriota nuestro, que su papá era jefe de
soldados en Melilla. ¿Te acuerdas? .
BALT. ¡Sigue!
VICT. «El señor director, días atrás, recibió una
BALT.VICT.
BALT.VICT.
37
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.
VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
.. .
carta de España, y llamaron a Juan Manuel,
y le hicieron mil regalos, y le acariciaron
mucho, y le vistieron de luto, y... no sé...
¡Me parece que estas vacaciones tampoco
vienen a por él!
¡Pobrecico!
«A mí me ha dicho que no me separe de su
lado y que le distraiga... y no sé cómo arre-
glármelas porque a nada quiere jugar. Aratos llora pensando en su papaito, y el ruso
y yo no sabemos qué hacer, porque si llora-
mos también ¿cómo vamos a alegrarle? Dí-
noslo tú. ¿Qué hacías tú para alegrarme a mí
cuando murió mi papá. {Le corta la voz un
sollozo sin lágrimas.)
¡Sigue, sigue que van a salir!
«Con todo esto me pasa que por las noches
tengo unos sueños tan raros, que unas ve-
ces te veo a ti enferma y otras te veo riñen-
do con Baltasara, mi madre Baltasara que ya
no me quiere. Y no quiere venir...
¿Que no...? ¿Que no quiero ir?... ¿Por dón-
de se va a Giniebra? Apúntamelo en un pa-
pel. .
.
¿Qué vas ha hacer?
¡Marcharme esta misma noche!
¿Pero no sabes lo mucho que he luchado
por liberarme del Duque? ¿Tú crees que yo
puedo consentir que me acompañe, que yo
puedo esperar a que mi hijo me pregunte
quien es?
¡Pues vamonos tú y yo solas!
Pero si antes no le explico yo a este hom-bre el motivo de mi viaje, sus estúpidos ce-
los le harán ver mil tonterías. Y decirle don-
de voy para que el día menos pensado nos
busque un conflicto; tener que discutir con
él sus derechos y los de mi hijo, nombrar-
38 —
BALTVICT.
BALT.
VICT.
selo tan siquiera, es algo tan mísero, tan
vergonzoso, que me parecería robarle el
perfume de su honradez.
(Compugida.) ¿Y no le veremos este año?
¡Quién sabe! ¡Déjame! Estoy loca, deseando
acabar, temiendo acabar, sintiendo comezo-
nes de arrojarlo todo la borda. .
.
¡Eso, y con dos piedras asina pa que no sal-
ga a flote otra vez!
¡Vete que salen! Recoge aquello del salón.
¡Déjame! {Mutis Baltasara joro izquierda. )
{Entra Margarita volviéndose como si ha-
blase con alguien que permanece dentro en
el salón.)
Te he dicho que no. Me quedo aquí respi-
rando la brisa del mar.
¿Pero qué te pasa?
Nada, que Pepe Luis me pone de mal hu-
mor.
¿No dijistes antes qué estabas muy con-
tenta?
Sí que estoy contenta; pero a los hombres
no se les puede decir la verdad.
¿Ni a Pepe Luis?
Poquitos moños se pondría el sinvergüenza
ese si creyese que no respiraba yo mas que
a su lado. ;
*--> mn *
'--''
{Margarita sé sientajunio á la mesa, saca
un cigarñlío'de la caja y Id enciende en el
encendedor sin dejar de hablar.
¡Y es Verdad! :
¡Qué va a ser verdad! Qué me gusta un!
pbco; pero dé eSó a éstáf "metida en él ea-'
-njorf 9Í¿» e ^astóyhay :
iíri precipicio por medio. !--' ¿
'
;
VíC. v - - No lo' niegues. Si rto¡;ha
c
té¿; mas que tonte-
rnoL".'. rfa'á'póí ety hasta lé^sacasdinero a tu ban-¡pon Rbsansq qtieré para dársélG'acPép'é Luis.
MARGY - 5 lY'é^quéihípdrtál ;j¿TS. errees que mi ban--ifeidínoJí ,opri ira sb aol v eorfj n$n ene Ib
MARG.
VICT.
MARG.
VICT.
MARG.
VICT.
MARG.
!
VI€TY ;
MARG.
'.' ','Y
39
VICT.
MARG.
VICT.
MARG.
VICT/";
ofosno.b •
VICT.
MARÓr :
quero, como tú le llamas, no lo sabe? Pero
que va a hacer. Está chalao por mí, y con
tal de no perderme hace la vista gorda. Y si
no fuera así le dejaría plantado.
¿Pero dejarías a don Generoso por ese sin-
vergüenza de Pepe Luis?
Por ese o por otro. Don Generoso tiene
mucho dinero y muchos más anos que bi-
lletes de mil pesetas, y yo que soy muychula estoy de viejos hasta más arriba del
sombrero. Yo necesito un frescales como
Pepe Luis, que me de coba por la fetén yque me saque los cuartos. Yo no estoy en
tus condiciones, el duque es joven y guapo
y parece que te quiere.
No lo creas. Ni él me quiere a mí, ni ningún
hombre nos quiere a nosotras. Nosotras no
somos mujeres de cariño: nosotras somos
mujeres de lujo. El lujo es caro y deben pa-
garlo, y si alguno se arruina por nosotras, no
es por amor, es que por necio o por osado
se le ocurrió poner los ojos en algo que es-
taba por encima de sus medios.
Tienes razón; a mí no se me ocurrió nunca
desear la Luna, por que de sobra sé que no
se llega a ella con las manos, y después de
-loque me has dicho me gustaría arruinar a
don Generoso, pero no puedo. ¿De dónde
sacará tanto dinero ese viejo?
Y que adelantarías con arruinarle. Sería en
desgracia suya y sin beneficio para nadie.! ¿Y tú? ¿No haces ló propio?
Yo soy distinta. Soy incapaz de querer a
.ninguno y menos de encapricharme co-
mo tú
.
Bueno; sermones, no. No me riñe mi ban-
quero, que es el que paga a los dos y me
— 40
vas a reñir tú. Vamos que no. Con que dé-
jame en paz, que cada una es cada una.
VICT. (Con amargura.) Eso es verdad: cada una,
es cada una.
MARG. Haremos lo que tú, que te llaman Flor de
Nieve porque no tienes ley a nadie.
VICT. A nadie mas que a uno. A mi hijo. No hay
en mi vida otro cariño ni puede haberlo.
MARG. ¿Entonces, si no quieres al duque por que
le eres fiel?
VICT. Le soy fiel porque esa es mi voluntad; pero
quererle, ¿por qué razón? ¿Qué se gasta su
dinero conmigo? Pues yo le doy todo lo
que en mí puede ser vendible. El cariño es
cosa aparte.
MARG. Alguna vez puede que te enamores, y en-
tonces. .
.
VICT
.
¿Enamorarme? Imposible, porque estoy ena-
morada. ¿No te lo he dicho?
MARG. ¿Detuhijito?
VICT. Sí. He estado enamorada dos veces. La pri-
mera, siendo casi una niña, del hombre que
me hizo su esposa y me abandonó antes de
nacer su hijo, y ni siquiera he podido darle
la noticia de que ha nacido. La segunda,
cegada por el dolor de aquel injusto aban-
dono, me enamoré con locura; tan loca es-
tuve, que en ese segundo amor se perdie-
ron todas mis virtudes. También este hom-
bre me abandonó, pero ya le he perdonado,
porque me curó para siempre del amor de
los hombres.
MARG. Eso nos lo hemos creído todas y luego nos
equivocamos.
VICT. Yo no me equivoco. Yo veo ya las cosas de
la vida tan negras como son.
MARG. (Chica, eres un ciprés!
41
VICT. Mi vida entera me pesa y sólo mi único
amor me hace soportarlo.
MARG. Haces mal. La vida es una fuente de deli-
cias.
VICT. O de amarguras.
MARG. Según el caño donde llenes el cántaro.
VICT. Es que yo no puedo elegir. Eligieron los
que me encontraron en el camino de mi
vida, y lo que a mi me suceda será siempre
a elección de los demás.
MARG. Eres una gran romántica.
VICT. Te equivocas. Soy la más vulgar de las mu-
jeres; la honrada, que después de no serlo,
quiere volverlo a ser; la que después de
ser mala, quiere ser buena; la que vino a la
vida con sed de cariño, y por cariño lo per-
dio todo; la que en los sueños de sus días
juveniles buscaba un rinconcito bañado
por el so!, para formar su nido en el refu-
gio de unos brazos amantes y que hoy sólo
desea ser vieja paia gozar del cariño de su
hijo.
MARG. Lo dicho; esta noche estás muy romántica.
VICT. Calla, que vienen. . {Entran Pepe Luis y el
Duque.)
P. LUÍ. En vista de que no se me ha hecho caso,
vengo con la Autoridad.
MARG. No le hagas caso, es un pelma.
DUQ. ¿Pero qué pasa esta noche, Victoria?
VICT. Nada que me he quedado aquí entretenida
con Margarita.
MARÍA (Saliendo.) ¡Señorita! Acaban de traer esta
carta. £ ' :' s>r ti
VICT. Dame. (Hace mutis María primera dere-
cha.)
DUQ. Vamos, ya se explica la espera en este sitio.
¿Qué es eso? ¿Quién te escriDe?
VICT. Ya salió el celoso.
42 —
DUQ.
VICT.
DUQ.VICT.
DUQ.VICT.
DUQ.
VICT.
MARG.DUQ.
VICT.
DUQ.MARG.P. LUÍ.
MARG.
P. LUÍ.
VICT.
o
DUQ.VICT/DUQ.VICT.
MARG.
DUQ.J
Te
mi
Bien, lo soy. ¿Es algún crimen ser celoso?
Dame la carta.
¿Es que yo no puedo recibir cartas?
Según de quien sean.
¡Muy bonito! ¡Según de quien sean!
equivocas. No admito limitaciones en
correspondencia.
Dame esa carta.
No.
¿Qué no? {Intenta arrebatársela y se pin-
cha con un alfiler.) ¡Ay!
¿Ves? ¡Por hacer tonterías!
Vaya, no hay que hacer el Ótelo.
Claio, mis sospechas son fundadas. Ese
niño litri que anoche te estuvo mirando
toda la noche en el teatro.
¿Quién?
Aquel estúpido de la fila 7.
¡Ah! Ya caigo. Pero si era un adolescente.
Jovencísimo. Lo que hizo no tiene impor-
tancia. Aleteos de un pollo tierno.
Y, además, no se por qué se enfada usted.
Si a quien miraba era a mí.
¿A ti? A ver si te tengo que lesionar.
A cualquiera que fuese, no tiene importan-
cia. Vamos, no seas tonto, que no me gus-
tan estas escenas. Voy a leer la carta. (En
este momento el Duque aprovecha un des-
cuido y coge la carta.)
¡Ah! ¡Ya es rníá!
Bien. Éso- no es de caballeros.
¿Y qué importa?
Robarme Una "carta y leerla contra mi vo-
luntad, no es de caballeros, te digo.
¿Qué va a ser?" "Es muy chulo. (El Duqueva a abrir la carta y ¿e detiene?)
Verdaderamente ñó es dé caballeros: Esuna incorrección por lo menos. (Pausa.)
«otea íáoii i-./
v.TDF/
QUCI
— 43
P. LUÍ.
DUQ.
P. LUÍ.
DUQ.P.LUI.
DUQ.P. LUÍ.
DUQ.
P. LUÍ.
DUQ.P.LUI.
DUQ.P.LUI. '
MARG.DUQ.VICT.
Pi LUÍ.
VICT. ^DUQ.VICT.
DÚQ. '^
Mira, Pepe Luis, ábrela tú y léela en voz
alta. {Le da la carta.) Así salgo de dudas ysigo siendo un caballero.
Y yo un sinvergüenza, puesto que abro esta
misiva.
A ti te lo impone la amistad y tu cargo de
secretario mío. Tienes la obligación de ve-
lar por mi dignidad.
Es cierto. Así abrimos la carta y los dos
quedamos como tales caballeros. {Rompe el
sobre, saca un papel y pasa la vista por él.
Luego mira al Duque con gesto de conmise-
ración .
)
¿Qué te detiene? Lee pronto.
¡Desdichado amigo!
¡Vamos, acaba!
Mira que esto es terrible. Mira que es mu-cho mejor que no te enteres.
¡Qué leas te digo! ¡Aunque sea mi senten-
cia de muerte!
Pues escucha. «Madame Teniers, modes,
robes, chapeaux y manteaux.» Por una capa
de seda 1.200 pesetas. Dos batas de verano
con ... #,
Basta, no leas más. .
.
Tres sombreros. .
.
Quieres callar.
Ya te advertí yo que era terrible. Esto es
peor que que te la peguen.
Ha pagado usted cara su. curiosidad,
n Ñola he pagado todavía. s-£
<
P'eio las pagarás. '--I' j v- np- -*
"''
•'"¡Total, 6.336 pesetas! Menos mal que es ca-
^•fjfcúá.'; ?' ••: o'Sík
;
¡9n9iigg señor celoso está satisfecho.
Mucho, encantado/ * :;
- c
A ver si se te cúrala curiosidad.
\1) BMé-pe'rdonás,- ¿tio 4s'eteü<& ;quó
- 44
VICT.
P. LUÍ.
MARG.P. LUÍ.
VOCESDUQ.P. LUÍ.
MARG.
MARQ.
DUQ.D. GEN.GONZ.
DUQ.
GONZ.
DUQ.MARQ.GONZ.
DUQ.FIFI.
LULUDUQ.
No tiene importancia. Y permíteme que
vaya un momento a mi tocador. {Mutis pri-
mero izquierda.)
Ahora me vas a explicar tú a mí lo de las
miradas del pollo tierno.
Mira que te doy una cuenta de mi modista.
¡Chit!... Ni media palabra, no interrogo. (Por
la derecha se oye gran algazara de risas.)
¡Ah de la casa! ¡Fernando! ¡Fernando!
¿Qué pasa?. .
.
Nada. Los de siempre. El Marqués, Lulú,
Fifi y don Generoso, que vendrá comoFausto por su Margarita.
¡Mi don Generoso no podía faltar; qué pel-
mazo! (Entran en tropel los citados y en
último lugar Gonzalo, en el que se notarán
los años transcurridos desde el primer acto.
Las muchachas visten con elegancia.)
(Desde la puerta al Duque.) ¡Dame la en-
horabuena! ¡Mira quién te traigo!
¿Quién?
¡Una adquisición!
(Apareciendo y tendiendo los brazos al Du-que.) Fernando!
¡Gonzalo!. . ¿Tú, por aquí? ¡Chico, qué ale-
gría!. . ¿Qué es de tu vida?. . ¿Pero, dóndete metes. .?
¡Hasta ahora con nuestro embajador en Ru-
sia; creo que te lo dije.,.!
¿Y qué haces por aquí?
¡Revoíoteando; le hallamos en el Kursaal...
Estoy de paso en San Sebastián; traigo una
misión confidencial para el ministro de Es-
tado y salgo mañana para Madrid.
¡Ah, pues esta noche nos perteneces!
No faltaba más. '''-
Esta noche es nuestro.'
SiV%h que te presenté a latHo'sa. (Llamando.)¡Victoria, Vktoria! obioq
45 —
VICT. Voy.
DUQ. Sal* mujer.
VICT. (Apareciendo.) ¿Qué quieres?
DUQ. Presentarte un amigo. (Ptesentandoles.)
Gonzalo Robledo, brillante diplomático...
La dueña de esta casa y de mi corazón.
(Victoria y Gonzalo, turbadísimos, balbu-
cean un saludo inmutados.)
MARG. Generoso, preséntame.
D. GEN. ¡Ah, sí..! Amigo Gonzalo; presentóle unas
de mis debilidades! Mademoiselle Margot,
née Ruperta Cabezón.
P. LUÍ. Una especie de ginete del Apocalipsis, con
melena a lo gargon.
GONZ. (Hace un saludo.)
MARG. (71 P. Luis.) Oye, tú, ¿el qué me has 11a-
mao?
P. LUÍ. Ya te lo explicaré luego.
DUQ. Y ahora vamos a festejar la llegada de Gon-
zalo tomando una copa de champán.
D. GEN. ¡Bravo! Y yo cantaré un zortzico en su ho-
nor.
TODOS (Protestan.) No, no; eso no. Primero no be-
bemos.
GONZ. Háganlo por mí.
MARG. Usted lo merece todo.
DUQ. Vamos al salón. (A Gonzalo.) ¡Te cedo mi
dama! ¡A tal señor...
GONZ. (AVictoria, precipitadamente,presentándole
el brazo.) ¿Me hace usted el honor?
VICT. (Aparte.) ¡Sin honor hubiera dicho yo!
GONZ. ¡Victoria!
VICT. (Imponiéndole silencio.) ¡Chist! (Mutis Vic-
toria v Gonzalo los primeros, a los que si-
guen los demás dando el brazo a las señoras
según les pille la colocación en escena, y el
último el ¡Duque. Tras una leve pausa,
sigilosamente por la derecha, sale María.)
— 46
MARÍA ¡Esta es la ocasión! ¡Dos puros más!... (Con
un suspiro.) ¡Ay, mi Melé! ¡Cuántos sacrifi-
cios me cuesta! ¡Le tengo que mantener has-
ta de tabaco! (Se acerca a la mesa y coge
dos que se guarda en el pecho.) ¡Pero mequiere tanto!... (Yendo al joro.) ¡Mírale, mí-
rale donde está!... (Como si hablase con él.)
No; no puedo bajar... Hay visita... ¿Qué?
¿Que has perdido el rancho? ¿Que no vas a
cenar? ¡Ay, Dios mío, con lo que yo le quie-
ro! (Compugida.) ¡Y todo por no bajar! Yo
le dije a la señorita que de siete a ocho que-
ría salir todos los días, y como ya son las
ocho y media, me he pasao, ale... (Por se-
ñas.) Sube... Sube... Tengo cigarros... Y te
daré cena. ¡Sube! (Separándose de los cris-
tales.) Voy a decirle que...
BALT
.
(Entrando por el salón anonadada) ¡Madre
de Dios, madre de Dios... ¡El señorito Gon-
zalo en esta casa! ¡Vamos, vamos que no mecabe en la cabeza, no me cabe... Es múgrande!
¡Baltasara, yo voy un momento a...
A preparar el comedor, que quieren beberse
una copa... ¡Lina copa de hiél y vinagre te-
nía que ser!
Es que yo quería salir a. .
.
¡Arreglar el comedor y a servirles lo que te
pidan, que yo no quiero ni verle.. , ni oírle!
¡Anda, anda antes que entren y yo te ayu-
daré! ¡Condenaos, que van a quitarme la
vida! ¡Anda, mujer! (Mutis ambas por pri-
mera derecha. Después de una breve pausa
asoma por el Joro1
, Melecio vestido de sol-
dado.)
MEL. Se... se puede... ¿Tampoco está aquí?. ..
¿Entonces para qué me dice que suba?...
¡Vamos, que si salieran!. .. ¡Menos mal que
MARÍABALT.
MARÍABALT.
47 —
el señorito Gonzalo debe ser algo en esta
casa, porque le he visto entrar, asina es que
si salen, por él preguntaré!... ¡Rediez lo
que tiene uno que sufrir! ¡Y tó pa fumar de
lo bueno! {Coge dos puros y unos cuantos
pitillos de las cajas que hay encima de la
mesa.) ¡Y menos mal que se puede! ¿Dónde
estará mi chata?
BALT. (Saliendo, sin dejar de hablar con María.)
Ahora, saca las botellas y espera.
MEL. (Con un movimiento instintivo de huida.)
¡Mi madre!
BALT. {Sobresaltada.) ¡Eh! ¿Quién es?
MEL. {Asombrado.) ¡Pero, anda! ... ¡Si es la Bal-
tasara!
BALT. ¡Melecio!
MEL. ¿Pero es usted?
BALT. ¿Pero eres tú?
MEL. ¡No la había conocido!
BALT. ¡Ni yo a ti!
MEL. ¡Cómo está usted tan maja!
BALT. ¿Y tú, como llevas esa ropa?
MEL. Pues ya ve usted. Venga un abrazo, rediez.
Pero qué bruto soy! ¡Si he visto entrar al
señorito Gonzalo! ¡Me debía haber figurao
que estaban ustedes aquí!
BALT. Bueno. ¿Y por el pueblo, qué?
MEL. Bien toos.
BALT. ¿Y tu novia, la Serafina?
MEL. Allí está rabiando por que me licencien, pa
casarnos.
BALT. ¿Pero aún dura eso?
MEL. ¡Claro! ¡No ve usted que nos hemos jurao
amor eterno pa toa la vida!
BALT. Bien, bien. ¿Y a too ésto, no te he pregun-
teo que haces tú aquí?
MEL. {Turbado.) Pues. .. pues que no lo sé. .. ya
se lo he dicho, sirviendo al Rey.
48
BALT.
MEL.
BALT.MEL.
BALT.MEL.BALT.
MEL.
BALT.
MEL.
BALT.MEL.BALT.MEL.
MARÍAMEL.MARÍABALT.MARÍAMEL.BALT.MARÍABALT.MARÍA
No, si digo en esta casa. ¿Por qué has en-
trao aquí?...
Pues... mujer... ¿Pa que iba yo a entrar?...
Pues, porque. .. como vi entrar al señorito
Gonzalo. ... dije. .. digo. .. jHombre, voy a
ver si quiere algo pa el pueblo, ya que pron-
to van a licenciarme.
¿Y no podías habérselo dicho en la calle?
Ya lo pensé, ya. .. pero. .. como le vide en
compañía de dos cocos. .
.
¿Te dio miedo?
No, señora, me dio vergüenza.
Se la podías haber regalado a cualquiera
de las cocos; o al señorito Gonzalo, que
buena falta le hace.
¡Pero que Baltasara ésta! ¡Usted siempre
con su mal genio!
Y tú siempre sobrando de mi lao. De modoque hala, ya puedes marcharte.
¿Cómo? ¿Sin ver a la señorita Victoria, ni
al chico?
¡Sin ver a nadie! ¡No te hace falta!
¡Pues dígame al menos como están!
¡Na te importa; largo de aquí, largo de aquí!
Bueno, bueno. . . ya me voy. (En el momen-to que inicia el mutis Melecio, aparece Ma-ría con una bandeja; al verle exclama:)
¡Melecio!
(Me mató.)
¿Dónde vas?
(Sorprendida.) ¡Ah! ¿Pero tú le conoces?
I / a, ,. . J ¡Sí, señora!) (Al mismo tiempo.) \
'. . ,
f- . < ¡No señora!
¿En qué quedamos?
¡Es mi novio; mi Melé!
¿Qué éste es tu mili?. .
.
Sí, señora.. Me ha jurao amor eterno pa toa
la vida.
49 —
MEL.BALT.
MARÍABALT.
MARÍA
MEL.BALT.
MEL.BALT.
MARÍABALT.
MARÍABALT.
Diga usted que yo. .
.
¡Desvergonzao; lo que digo es que te vayas
de aquí ahora mismo, y que no vuelvas a
mirar a esta pobre chica.
¿Pero qué pasa?
¡Que te está engañando, infeliz! ¡Qué tié
novia en el pueblo; que la conozco yo!
(Compugida.) ¡Eh... eh!... ¡Que me está
engañando! ¡Que tiene novia; qtre tiene no-
via .. . (Rompe a llorar.)
(Suplicante.) Baltasara...
¡Pa eso, pa eso servís los hombres; miala,
hecha una Madalena!Yo...
¡Tú y tos los que se visten por los pies, que
sois unos zánganos! (Dándole empujones.)
Hala, hala, vete de aquí; y como yo me en-
tere que dices por el pueblo que nos has
visto, le escribo a la Serafina to esto, pero
cuando ya estéis casaos, pa que te haga la
vida imposible. (Dándole manotazos hasta
obligarle a salir.) ¡Gandul, mala persona,
fuera de aquí... fuera de aquí... fuera de
aquí! (Cuando ha echado a Melecio se vuel-
ve hacia María, que no deja de llorar.) ¡Y
tú. . . tú no llores más; no llores más he di-
cho, que ningún hombre Id merece...!
¡Si es que yo le tenía metido en el pecho!
¡Bueno, pues otro vendrá, no te apures. ..!
¡Hala, consuélate, consuélate, que esto no
es ná...! ¡Fuera llantos! Anda, saca lo que
tengas ahí... (Al empujarla le pone la
mano en el pecho y exclama?) ¡Rediela...!
¿Qué es eso que tienes aquí?
Muchas penas.
(Metiéndole mano en el peto del delantal.)
¡Cómo penas...! ¡Esto son cigarros puros...!
¡Rediez, qué chasco...! ¡Ya decía yo que es
— 50 —
GONZ.BALT.GONZ.
BALT.
GONZ.
BALT.
GONZ.
BALT.GONZ.
tabas tú mu apura...! ¡Anda, anda pa la co-
cina, que luego hablaremos, cordera! (Mutis
de Maria. Pausa.) Señor, señor, cómo están
las mujeres; hasta cigarros llevan en el co-
razón... ¡Ay, si a mí me dejaran! ¡Lo prime-
ro que hacía era ponerlas a todas meriña-
que; a ese condenao le echaba veinte años
de recargo en el servicio, y a ese otro que
está ahí dentro, le agarraba de las solapas yle decía... Pero... oiga usted, so... so... se-
ñorito; a mí me... a mí... a mí... no me pi-
lla . (Intenta salir corriendo en el momento
en que aparece Gonzalo, que la contiene lla-
mándola.)
¡Baltasara!
¿Eh?
¡Cuánto me alegro de verla; no la había co-
nocido, déme un abrazo, mujer! (La
abraza.)
(Confusa, pero rehaciéndose.) Menos abra-
zos, eso es... ¡Que... que... vamos, si no
fuera porque... yo no soy más que la Balta-
sara...
Sí, mujer, sí, ya lo sé. Me he portado muymal con ustedes. ¡Soy un mal hombre!...
¡Soy lo que usted quiera, pero... cómo iba
yo a figurarme que tendría este desen-
lace nuestra separación! ¡Estoy aterrado! ¡Es
preciso que las cosas vuelvan a su lugar!
¡Las que tienen que volver a su lugar sernos
nosotras, que ya hemos rodao bastante!
¡Es preciso que yo hable con Victoria; ha
quedado en venir en cuanto pueda escurrir-
se...! ¡Cuánto tarda ya: ¡Necesito entrevis-
tarme con ella inmediatamente!
¿Y al Duque, ande lo metemos?
(Febril, sin entenderla.) ¡Donde sea, como
sea . . . ! Mañana salgo para Madrid . .
.
51
BALT. ¡Otra embajada; pues ya no le golvemos a
ver!
GONZ. ¡Y antes necesito una orientación...! ¡Cuan-
do la he visto me pareció que con un pe-
drusco me daban en el pecho...! ¡Cuánto
tarda esta mujer! ¡Ah! ¡Gracias a Dios! ¡Ya
está aquí!
VICT. {Entrando.) ¡Sólo unos instantes, no puedo
faltar del salón. . .! ¡Déjanos, Baltasara!
BALT. ¡Aquí lo tienes!
VICT. ¡Ya lo sé!
BALT. ¡El perdido!
VICT. ¡Déjanos!
BALT. El mal hombre...
GONZ. ¡Baltasara...!
BALT. Sí, sí, sí, no me mire; no me haga esa cara
fea, ni me ponga esos ojos, porque si usted
hubiera visto como se nos pusieron a nos-
otras llorando por usted. . . ¡Ya me voy, ya...t
¡Ay, si pegaran conmigo, otra cosa había de
ser! {Mutis primera izquierda.)
VICT
.
{Conteniendo un gesto de Gonzalo.) ¡Déjala,
no perdamos tiempo! ¿Qué deseas?
GONZ. Hablar contigo a solas.
VICT. ¿Qué quieres decirme?
GONZ. Necesito pedirte perdón.
VICT. ¿Y qué es lo que te he de perdonar, si entre
nosotros no hay ya nada de común?
GONZ. Todo lo malo que he sido para ti, todo lo
que te hecho sufrir con mi abandono.
VICT. ¿Y te acuerdas ahora?
GONZ. Mucho que me acuerdo. Como nos quería-
mos entonces. ¿Verdad? ¿Te acuerdas?
VICT. No. No me acuerdo, está muy lejos todo
eso.
GONZ. Sí. Tienes razón. Muy lejos, en el calenda
rio y en tu alma, pero no en la mía, que a\
verte esta noche, cuando yo ni sospechaba
— 52
VICT.
GONZ.
VICT.
GONZ.
VICT.
GONZ.
VICT.
GONZ.VICT.
siquiera que «Flor de Nieve» y Victoria fue-
ran una misma persona, he sentido un dolor
en mi alma que ha hecho resurgir mi ca-
riño.
¿Y me lo dices tú, a quien me ofrecí toda yo
sin regateos y me pagastes con el aban-
dono?
No digas eso. No te abandoné. Nos separa-
mos. Tú no quisiste aceptar la situación
que yo te ofrecía.
Quería vivir contigo.
Cosa imposible en mi posición. Socialmen-
te yo no podía complicarte en mi vida. Com-préndelo. Por eso te dejé al partir para Ru-sia cuando me destinaron a aquella embaja-
da. Pero te he querido y te quiero.
¿Que tú me quieres? No. Tú no sabes que-
rer. Tu cariño es cariño egoísta, que no
comprende el sacrificio. El querer lo en-
tiendo yo de otra manera, a mi modo. El
querer es. . . no sé cómo explicarlo... ratos
de placer y de alegría, horas de angustias ydolor, risas y llantos; pero todo confuso, ytan revuelto, que acaba una por no saber
cuando ríe y cuando llora; ni cuando llora,
si llora de amargura o de alegría, ni si cuan-
do ríe, ríe de placer o de dolor. Se quiere, yentonces se desea la vida cerca del que se
ama, aunque se sufra, aunque se haga su-
frir, con tal de vivir juntos la misma vida,
así sea la vida de la gloria o la vida del in-
infierno.
Si tú me perdonaras yo viviría siempre tu
vida.
No hablemos más de esto.
Es preciso que hablemos.
Está bien. Hablaremos. Te diré lo que pasó
por mí cuando me vi sola y abandonada por
53 —
GONZ.VICT.
GONZ.VICT.
iOq m
n .
segunda vez en mi vida. Primero pensé en
la muerte y luego me acordé de mi hijo, ypuse en él mi cariño doble. El de madre ydel amante. El primero por mí, el segundo
porque no ha de ser puesto jamás en nin-
gún hombre.
¿Entonces no me explico...?
¡Mi vida! ¿No te la explicas? Mi vida es el
porvenir de mi hijo. Si la honra se fuera
perdiendo a pedazos, un trocito más cada
vez que una se entrega a un hombre, yo no
sería lo que soy; me hubiera defendido para
darle a mi hijo toda la cantidad posible de
esa honra. Pero como se pierde una vez ypara siempre, ya que no podía darle honra
alguna le daré dinero, mucho dinero, que
debe valer en el mundo bastante más que
el honor, según veo que las gentes venden
fácilmente sus conciencias. Y si yo muero,
en vez de honor le dejaré mucho dinero..
¿Dejarle dinero? Pero si tú gastas...
Muchísimo, pero no es mío. Gasto, derro-
cho, porque es preciso brillar mucho para
cotizarse bien en este mundo en que vivi-
mos. Y así los hombres, al mirar las sedas
de mis trajes, piensan más en las sedas de
mis carnes; y al pararse al ver las chispas
de luz que despiden mis brillantes, se de-
jan prender por las chispas de fuego que
despiden mis ojos. ¿Qué quieres? Ya que
sea necesario venderse, vendámonos bien.
Por mi hijo todo. Por dejarle bien seguro ydefendido en la vida, no me importa sacrifi-
car la mía'. Cuando su padre, que era mi es-
poso ante Dios y ante los hombres, meabandonó, mé puso fatalmente en el camino
déla deshonra, ef ésta es ía única herencia
que yo podía dejar a mí hijo. Pues con-giro-
— 54V
nes sueltos de esa deshonra a que me em-
pujó el padre, y me elevaste tú, yo labra-
ré la fortuna del hijo. Y cuando él sea hom-
bre y yo rica, saldrá del colegio donde se
educa en Suiza y endulzará los últimos años
de mi desdichada vida.
GONZ. ¿Y si tu hijo llega a saber la verdad?
VICT. . Estoy segura de que no tendría más reme-
dio que perdonarme, porque al saber la ver-
dad, sabrá también que a fuerza de sentir-
me madre, no pude nunca más sentirme
mujer. (Pausa.) Pero ya hemos hablado
más de lo necesario, ¿no te parece?
GONZ. Victoria me enloqueces con tu crueldad.
VICT. No soy cruel, soy justa, y le ruego a usted
que desde este momento olvide que noshemos conocido.
DUQ. (Apareciendo por foro izquierda.) ¡Victoria!
¡Victoria! Anda mujer. . . (Sorprendido al
ver a Gonzalo.) Perdona . . . Perdona chico,
pero la echan de menos en el salón.
VICT. Déjame, no quiero ir al salón.
DUQ. Es que estoy yo allí.
VICT. Bien, pues continua si te place.
DUQ. Te digo que estoy yo allí.
VICT. Y a mí en este momento me molesta la
gente.
DUQ. Entonces es que he venido a molestar...
(Irónico.) Perdona chico y avísame cuando
debo empezara envidiarte.
GONZ. Esa ironía tuya ofende ala mujer que nosescucha.
DUQ. De eso hablaremos después, solos.
GONZ. Y por qué solos. Esta mujer causa de la con-
versación debe ser también su testigo.
VICT. Les ruego a ustedes que no continúen por
ese camino.
DUQ- (Ofreciéndole el brazo.) Está bien... ¿vie-nes?
55
VICT.
DUQ.VICT.
DUQ.VICT.
DUQ.GONZ,
DUQ.
GONZ.
VICT.
GONZ,DUQ.VICT.
DUQ,VICT.
DUQ.GONZ.VICT.
MARG.P. LUÍ.
DUQ.MARG.
No.
Y si yo te lo mando.
Tampoco.
Y si te obligo.
¡Qué angustia, Dios mío! ¿Qué razón hay
para esto? ¿Qué he hecho yo para mere-
cerlo?
Basta, Victoria, basta.
Te ruego que no insistas en tu actitud, la
culpa es mía, por que sorprendido al encon-
trar aquí a Victoria a quien conocí hace años,
he querido que hablásemos un rato como
viejos amigos.
Me lo he figurado; pero eso se dice en el
momento de la presentación.
Repito que de toda la molestia que esto
pueda causarte, el único responsable soy yo.
Y yo digo que basta. Están ustede» en mi
casa y la que manda soy yo. Y como nin-
guno de ustedes dos tiene el menor dere-
cho sobre mí, no les permito que me acusen
ni que me defiendan.
¡Yo he creido!. ..
¡Victoria!
El único hombre que tendria ese derecho yese deber, se halla muy lejos de mí.
Yo necesito. . .
Terminar... Pues ya está todo terminado ybien terminado. Salgan ustedes de micasa. .
.
Pero oye... oye. .
.
¡Victoria!
Que salgan ustedes inmediatamente digo.
(A las voces entran todos.)
¿Qué pasa?
¿Qué ocurre?
Vamonos Pepe Luis. {Mutis foro derecha.)
{A Victoria.) ¿Pero habéis regañado? ¡Quélocura!
56 —
(Todos intentan hablar a un tiempo.)
VICT. (Dominando la situación.) ¡Basta, basta!
¡He dicho que quiero estar sola! ¡Salgan us-
tedes todos de aquí! (Cada uno dice una
frase de asombro mientras van haciendo
mutis.) ¡Todos!. . . Ya no puedo resistirles
más. Salgan. Salgan. .. (Se d°,ja caer en una
silla y hacen mutis todos protestando menos
Gonzalo que queda como pettificado, hasta
que Victoria al verlo exclama.)
¡Todavía insiste usted!
Victoria, escúchame..
.
He dicho que quiero estar sola, sola. (Mutis
de Gonzalo.)
(Baltasara, que habta entrado con las últi-
mas palabras de Victoria, se acerca a ella.)
¿Pero qué pasa? ¿Hay pedrisco?
Nada, Baltasara, que esto ha llegado a su fin.
¿Qué dices?
¿Te acuerdas de aquel día maldito en que
la maldad, la grosería y el egoísmo de las
gentes de un pueblo asesinaron mi vida
honrada.
¡Sí!
Pues hoy, estas gentes, elegantes, distingui-
das y frivolas, han puesto también fin a mi
vida de cortesana, y desde hov viviremos
las dos solas, muy sólitas y muy santa-
mente.
BALT. ¿De veras?
VICT. ¡De veras! Esta noche ha muerto «Flor de
Nieve». Tan sólo vivirá en mí una madre..
.
BALT. Ahora, ahora si que nos podremos ir a Gi-
niebra.
VICT.
GONZ.VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.
VICT.
TELÓN.
ACTO TERCERO
La misma decoración del primer acto, pero cuidando de que
haya alguna variación en los muebles y sobre todo que las
baldosas del piso estén viejas y gastadas por el uso.
VICTORIA, entre caricias, juguetea con PERIQUIN, que es
hijo de SERAFINA y MELECIO, al que tiene puesto en pie, so-
bre una silla o mesa. BALTASARA acaricia a otro. Han pasado
quince años desde la acción del primer acto. BALTASARA ha
recobrado en parte sus vestidos de pueblo. VICTORIA, cuya fi-
gura ha ganado en serenidad, viste con severa sencillez, y SE-
RAFINA, ya con facha de casada, va peor vestida que en el pri-
mer acto.
VICT.
BALT.
SER.
VICT.
SER.
VICT.
{Pastel en mano, jugando con Periquin.)
¡Mal hombre, feo, chiquitín! ¡Toma, toma ytoma! (Le abraza.)
(Al otro niño.) ¡Tú, morucho, come despa-
cio, hombre, que no te lo van a quitar!
(Gozosa.) ¡Es que ese negro mío. ..
¡Abre la boca; (Engañándole con el dulce.)
¡Abre la boca!
¡Señorita, que me le va usted hacer llorar.
¡Ahora va de veras! ¡Abre la boca! (Le da el
pastel.) ¡Ah, ladrón, que me lo has quitado!
.¡Ladrón! ¡Vete con tu madre, ya no me jun-
.v .> to contigo! ¡Ahora quiero a Pepín! (Atra-
yéndole.) ¡Vamos & ver, mil hombres, ven
58
SER.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
SER.BALT.
SER.
VICT.
SER.
BALT.
VICT.
SER.
VICT.
SER.
VICT.
SER.
BALT.
que te arregle para que vayas guapo a la
procesión.
¡Pero qué paciencia tiene ¡Hala, listos! ¡A
correr.
(Los chicos salen por el foto.)
¡Ya, ya se la acabará, ya se la acabará!
{Sonriente .) ¡Allá, cuando tenga tus años!
¡Allá, cuando tengas tres nietos!
¡Yo nietos, qué atrocidad!
¡Eso va para largo! ¿Verdad, señorita?
¡Más largo te parecía a ti llegar a casarte con
Melecio y mira si lo has enganchao!
¡Ya no me acuerdo bien, como hace más de
quince años, fíjese!
¡Quince años! ¡Cómo pasa el tiempo!
Toma, más llevaríamos si no hubiera sido
por que él tuvo que hacer su servicio mi-
litar.
Si parece el otro día cuando mi Julito entra-
ba por esa puerta de vuelta de la escuela,
pidiendo a gritos merendar... ¡Y que tenía
aguante! ¡Condenao de chico y qué pegón
era!
¡Y poco que te gustaban a ti sus golpes! ¡Y
armar camorra con él, y protestar!...
¿Y ande lo tiene usted ahora?
En Madrid, trabajando en lo suyo, hacién-
dose un porvenir.
Y algún día pué que se establezca en el
pueblo.
Aquí no puede estar él.
Toma ¿por qué?
Pues porque entonces estaría yo contenta, yeso a su madre, por lo visto, no le parece
bien.
(La Serafina arregla algunas cosas de las
que haya en escena; lo más distante de Vic-
toria y Baltasar.)
59
VICT. ¡Qué cosas dices!
BALT - ¡Claro! ¿Qué inconveniente hay?
VICT. ¿Volvemos a empezar?
BALT. Si él no tié na que hacer aquí ni nosotras
tampoco, ¿por qué no nos vamos con él?
SER. Señor, ¿qué mal hay en que la señorita se
haya quedao pa ver las fiestas del pueblo?
Y bien que se lo tenemos que agradecer,
que hay que ver las cosas que ha regalao
al pueblo.
¡Qué terca eres, Baltasara!
¡Explica, explica; a ver!... ¡Ves.. . No sabes
qué decir!
¡Me haces daño! ¡Presiento que me guardas
rencor!
¡No diré yo que no!... Es mío, es mío y melo has quitao, ¿sabes? ¡Y cómo me lo he
criao yo!...
¡Y yo, Baltasara!
¡Y yo a ti y a él, de modo que arrejúntale
los dos quereres y a ver si no tengo moti-
vo pa guardarte rencor! ¡Hijico de mi alma!
¿Qué será de é', solico allá en Madrid?
¡Es que tú te empeñas en no comprender
las cosas y las debías comprender! ¡Además,
que cuando una madre!... ¡Cómo lo diría
yo, que no te ofendiese!... (^4 Serafina.)
¿Tú crees que en el mundo hay alguien que
quiera a tus hijos más que tú?
SER. {Acercándose .) ¡Ni es posible que la Balta-
sara quiera al suyo más que usted!
BALT. ¿Cómo? ¡Repite eso, repítelo, y te arranco el
rodete, lo mesmo que la otra vez!... ¿Queyo no quiero a mi chico? . ..
VICT. ¡Calla!
SER. ¡Como su madre, no!
BALT. ¡Y cuando elpobrecito mío no tenía más re-
fugio que mis brazos, porque no lo podía
VICT.
BALT.
VICT.
BALT.
VICT.
BALT.
VICT.
60
VICT.
BALT.
VICT.
BALT.SER.
VICT.
SER.
MOZOS
-, ... en 9
tener! ¡Y las dos trosferinas que yo he pa-
sao! ¡Y las fiebres malinas y el sarampión!
¡To con él! ¡Y lo que he llorao cuando te lo
llevaste a ese pueble que hablan el francés,
¿por qué era? ¿No era porque lo quiero más
que naide en el mundo? ¿Ahora me hablas
así?.. . ¡Pos bueno es saberlo, que yo tam-
bién sé lo que tengo que hacer!
¡Qué buena eres, Baltasara!. . . ¡Déjame
que te bese!
(Huyéndola.) ¡En ¡a estación, en la esta-
ción!... Cuando vengas a despedirme a la
estación. ¡Ahora mismo me voy en su bus-
ca pa que me diga quién le quiere, y si
piensa como tú, se acabó. .. ¡A mi rincón,
que ya soy vieja, y allí como un perro, medejaré morir! (Inicia mutis llorando .)
{Tratando de detenerla.) ¡Baltasara, Balta-
sara!.,.
¡En la estación, en la estación!... (Mutis.)
¡No tié remedio!... ¡Son los años, que nos
quitan el juicio!
¡No tiene razón, porque nos hemos queda-
do por gusto y no comprendo de pronto esa
manera de ser. (Oyendo dentro algarabía
de voces.) ¿Qué es ese ruido?
(Subiendo al joro.) ¡Una ronda de mozos!
¡Calla, si viene mi marido con ellos! ¡Será
ladrón; desde que comenzaron las fiestas
no le he visto nada más que una vez.
(Cantando a coro mientras se acercan.)
, El menistro no quie toros
tururú
y se lo ha dicho al alcalde,
con un oficio que dice, ,.
tururú ,
que ya no hay cuernos pa naide.íl ti i !
'. T9 '(;..:,, f¡ .. í
ferien.este^ueblq^.
61 —
sernos mu barbianes,
y tendremos cuernos
ca vez que nos cuadre.
(Alaridos.) ¡Hiii... hiiii...
VOCES (Entrando con Melecio por el Joro.) ¡A la
paz de Dios! ¡Santas y güeñas!
MEL. ¡Buenas tardes!
SER. ¡Ya has aparecido, mal hombre!
MEL. ¿Contra? ¿Pero estás aquí? ¡Déjame, déja-
me, que venimos en comisión a ver a la
señorita Victoria!
VICT. ¿Qué pasa?
MEL. Que hemos acordao los mozos de este pue-
bto pedirle permiso, para darle serenata, en
agredecimiento a los mil reales que nos ha
dao pá el novillo.
CEL. ¿Vamos, que eso a estao mu bien?
MEL. Lástima de los otros mil que le hadaoal cura
y ni siquiera la ha nombrao en ningún
sermón.
CEL. ¡Nosotros sernos más agradecidos! ¡Esta no-
che, a su sahi, nos himos de emborrachar!
SER. ¡Y tú, perdió!... ¿Desde cuándo eres tu mozoentovía?
MEL. ¡Toma, pues desde que no me salen canas!
¡Pa los hombres toda la vida es juventud!
VICT. ¡Y para las mujeres que tienen hijos tam-
bién!
SER. ¡Eso, yo también soy moza!
VICT. ¡Esta noche lo vas a ser, porque en vez de
darme a mí serenata, cosa que no consiento,
te pido que se la deis a tus hijos y a tu mu-
jer!
MEL. ¡Mi madre! ¿a la Serafina? ¡Si no se la he
dao de mozo!
VICT. ¡Pues se la das ahora! ¿No presumes?
CEL. ¡Y no se hable más!... ¡Queriéndolo usted!
62
MEL.
SER.
MEL.
VICT.
CEL.MEL.
VICT.
SER.
VICT.
MEL.
VICT.
MEL.
SER.MEL.
VICT.
SER.MEL.CEL.TODOSMEL.
TODOS
¡Rediezla, que chiste! ¡Uy, como vamos a
reimos!
¡Aluego hablaremos!
¡Prepararsus! Y tú, Celedonio, ya pues in-
véntale coplas, pero échales ajo, que son
pa mi mujer.
¿Dónde vais ahora, a ver la procesión?
Llevamos el anda.
¡Y un cántaro de vino, pa lo que se preci-
se!. . . ¿Usted no viene?
¡Cuando vuelva mi gente, que están en casa
del médico!
¿Hay alguno malo?
¡Que los ha llamado no sé para qué! ¡Bueno,
pues hasta luego! ¡Ya os veré desde el Ayun-
tamiento!
¡Lleno está de gente gorda! Los del alcalde,
los del Juez, el señor don Evaristo y su gen-
te, qué sé yo... ¡Y hogaño hasta la familia
de don Gonzalo, ha venido también!
¿Cómo?
¡Esa sefiorona que vive en Madrid y las chi-
cas; dos lechuguinas escuchimizás! {Inte-
rrumpe a Melecio un lepentino voltear de
campanas y un cohete.) ¡Oís! ¡Ya está!
¡Ya han acabado el sermón!
¡Hala, hala, que hemos de vestirnos de sa-
yones! ¿Quié usted algo, señorita?
¡Nada!
{Llamando en el foro.) ¡Melecio, Peregrino!...
¡Venga un viva a los mil reales!
¡Viva la señorita Victoria!
¡Viva!
¡Y ahora dale al palo guitarrista! ¡Venga ja-
leo! ¡Viva el alcalde!. .
.
¡Viva!... {Todos hacen mutis cantando como
al llegar.)
— 63 —
El menistro no quie toros
tururú
y se lo ha dicho al alcalde
etc. .
.
{Se pierden sus voces confundidas con el
volteo de campanas,que desde ahora comen-
zarán a extinguirse. Victoria, volviéndose
con gesto de desaliento, baja a primer tér-
mino.)
VICT. {Con suspiro.) ¡Ay, Dios mío! ¿Qué es esto?
¡A veces no puedo más! {Pausa. Se extin-
gue el volteo y las voces lejanas. Tras una
breve pausa aparece Baltasara con una
manteleta o pañolón puesto . Al ver la acti-
tud de Victoria, que no se ha dado cuenta de
su presencia, se acerca a ella sigilosamente.)
¡Oye!
¡Eh! ¿Qué es eso? ¿Dónde vas?
¡Ya te lo he dicho, endenantes. . . ¡A Ma-
drid! ¡A ver si aquel de allá piensa como tú!
Necesito que me des dinero pa el tren.
¿Pero tú estás en tu juicio, Baltasara?
Yo no sé en qué juicio estaré, pero yo en
este pueblo no aguanto más porque tengo
la sangre repudría de ver lo falsos que son,
y ademas, porque pienso que aquel hijo ne-
cesita de mí aunque tú no lo creas.
VICT. ¿Y estás decidida a marcharte?
BALT. ¡Ahora mismo!
VICT. ¿Y me dejarás aquí soia?
BALT. ¡Yo no sé tus cuentas! ¡Toavía no sé expli-
carme la ventolera que nos tienes tres me-
ses aquí! Primero, que si a cuidar a tu her-
mano, luego que si le has entregao intere-
ses y los tiés que vigilai, aluego que si te
va bien a la salud, y yo, por fin, he pensao
que estos lagartones te han hecho creer que
te quieren, cuando nunca te han podio ni
BALT,VICT.
BALT.
VICT.
BALT.
64 -
ver. ¡Y el otro, carta tras carta, «que vaya-
mos y que vayamos» y tú, nada, sin hacerle
caso, como si no tuvieras corazón. ¡Parece
mentira!
VICT. Lo que parece mentira es que me desconoz-
cas de tal manera. ¿Quieres saber la razón?
BALT. ¡Digas lo que digas, no has de convencer-
me, de modo que...
VICT. ¿Quieres saber !a razón?
BALT. ¡No!
VICT. ¿Tienes miedo a sufrir mis amarguras? ¡Cla-
ro, protestando siempre tienes consuelo; el
que no tengo yo!... ¡Pero vas a saber la
verdad, y si luego tú sigues creyendo que
quieres más a mi hijo, vete con Dios, pero
si yo tengo razón. .
.
BALT. ¡Hum! ¡Bueno, que voy a hacer tarde al
tren!
VICT. ¡Escucha! ¿Te acuerdas de la célebre noche
de San Sebastián? Al día siguiente nos fui-
mos a Suiza y allí vivimos hasta que mi
hijo terminó su carrera. Así han pasado
varios años. .
.
BALT. ¡Muy a gusto! Aquello no debió acabar
nunca!
VICT. ¡A mi hijo le convenía seguir allí para am-
pliar estudios al lado de su maestro, y a
nosotras, ¿sabes por qué nos convenía?
BALT. Pa que nos dejaran de ver.
VICT. ¡Justamente! ¡Y cuando mi hijo me habló de
volver a España, ¿recordarás que fui yo
quien propuso aquel viaje tan largo, que casi
dimos la vuelta al mundo? ¿Sabes para qué
fué?
BALT. ;Sí, sí, pá que nos dejaran de ver!
VICT. ¡Para ganar más tiempo! ¡Pensabí yo que
era preciso, ¿entiendes? preciso, para con-
servar nuestra felicidad, que al llegar a Ma-
— 65 —
drid, nadie que me viera casualmente pu-
diera reconocerme, pudiera sospechar que
la madre de Julito Cuesta, el gran químico,
fuese aquella mujer... aquella mujer...
BALT. ¡Flor de Nieve!
VICT. (Rápida.) ¡Calla!
BALT. ¡Y naide qué tie que ver! ¿No vives ahora
honestamente?
VICT. ¿Pero si tú, que sabes que una indiscrección
que pusiera a mi hijo en antecedentes mecostaría la vida, la acabas de tener, no has
podido olvidar ese nombre, ¿cómo quieres
que los demás olviden, por muy honesta-
mente que me vean viviendo?
BALT. Pero y entonces qué remedio nos queda.
¿Vamos a morirnos?
VICT. Nos queda esperar, esperar que pasen los
años, sufriendo, sufriendo mucho, mucho.
BALT. Oye... Yeso... eso podría ser marchán-
donos ahora mismo.
VICT. ¿Cómo?BALT. Claro; podríamos empezar a sufrir en el tren
y como el tren va tan api isa . .
.
VICT. Tengo miedo; está demasiado reciente el
motivo que nos trajo hasta aquí.
BALT. ¡Pero cómo! ¿Hay más?
VICT. Falta lo más grave. Lo que no te he querido
decir. Algún tiempo después de instalarnos
en la corte... En primavera. .. ¿Te acuerdas
de aquellos días tan hermosos, que mi hijo
destinó a recorrer Madrid?
BALT. Sí.
VICT. Pues uno de esos días, volviendo de paseo,
tuvo la ocurrencia de llevarme a tomar té a
un establecimiento de lujo que hay no sé
dónde. Yo me sentía tan feliz con el opti-
mismo del ambiente, de la luz, de mi hijo...
que olvidé... olvidé, ¿sabes? Y entramos
— 66
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.VICT.
BALT.
VICT.
BALT.VICT.
en el establecimiento y en la misma puerta
del salón, me di de bruces ¿con quién dirás?
Con tu marido.
¡Peor! . .. ¡Con el Duque del Olmo!
¡El Duque!
Salía con varias señoras y se me quedó mi-
rando con atención.
¡Dios mío.
¡Desapareció. . . Yo suspiré como quien se
quita la muerte de encima, y no habían
hecho más que servirnos, cuando le vi en-
trar otra vez!
¿Qué hiciste entonces?
¡Temblar, temblar como estoy temblando
ahora!... ¿Qué iba a hacer?. .. ¡Se sentó en
otra mesa y me comía con los ojos! ¡Y a mi
hijo le miraba con un descaro! ¡Dios mío...
¡No sé cómo no me desmayé!
Haberos marchado de allí, so tonta
Eso fué lo que hicimos. Le confesé a Julio
que estaba indispuesta y aceleradamente sa-
limos a la calle, donde un auto que pasaba
nos recogió tan a punto, que tengo la segu-
ridad que ei Duque no nos pudo seguir...
¿Y por fin a casa?
A pasar una noche horrenda, llorando a es-
condidas de él y de tí. .
.
¡Pues gracias a la ocurrencia de tú her-
mano!...
¡Me abrió un camino! ¡Qué me importaba
prestarle ese dinero, si consentía en que vi-
niéramos aquí! ¿Qué me importaba el pue-
blo y mi cuñada y hasta la vida, con tal de,
que a mi hijo nadie pudiera sonrojarle, nadie
pudiera insinuarle que tiene que avergon-
zarse de mí.
¡Dios mío, qué penas! ¡Ya te lo decía yo!
¡Tú y todos me lo decíais, pero es que na-
— 67
BALT.
ROS.VICT.
ROS.VICT.
ROS.
VICT.
ROS.
BALT.VICT.
ROS.BALT.
ROS.VICT.
ROS.
VICT.
ROS.
die me daba para vivir. .. ]Ya lo sabes todo
ya puedes irte si crees que tu presencia no
compromete y si yo no merezco, por tu par-
te, ni tanto así de compasión!
¡Déjame que te bese, porque tú lo mereces
todo, todo!... ¡Hasta que pierda otra vez el
tren! (La abraza.) ¡Y ya no hablo más.
(Tras ligera pausa, entra por el joro Ro-
sario.)
¡Ya estoy aquí!
¡Hola!
¿Ha vuelto tu hermano?
¡No! ¿Pero no has ido tú con él a casa del
doctor?
Sí, pero encontramos en el camino a doña
Matilde y se empeñó en llevarme a su casa
para enterarme de una cosa urgentísima que
te interesa a ti.
¿A mí? ¿De qué?
Es un poco larga de contar; ya te lo diré.
(A Baltasara.) ¿Tú qué haces aquí?
¡Nada!
¡Que la estaba diciendo yo que se fuera a
ver la procesión!
¡Sí, sí, vete, aquí no tienes nada que hacer!
¡Bueno, mujer, bueno...! ¡No hay que echar-
me de esa manera; ya comprendo que estor-
bo . Ya me voy. (Mutis por la casa.)
¡Dice que se va, y se queda!
¡Qué más da!
¡Sí que da! ¡Se queda para escuchar; así
puede intervenir en todas las conversacio-
nes, y es enojoso... muy molesto...! ¡Hay co-
sas que ni ella las debe saber!
¡Más que sabe!
¡Tú siempre lo mismo! Te has hecho de cris-
tal; no te extrañe que todos te vean de au-
mento.
68
VICT. ¿Por qué dices eso?
ROS. Porque con un poco más de recato en toda
tu vida, hoy te hubieras evitado este bo-
chorno.
VICT. No sé a qué te refieres.
ROS. Me refiero a... ¡Verás! Doña Matilde me ha
llevado a su casa para decirme con muchosrodeos que esta mañana, después de misa,
comentando varias señoras la presencia de
doña... ¡La mujer de Gonzalo! Les ha pare-
cido... se han creído en el deber de pedirte...
VICT. ¡No te detengas!
ROS. ¡Es que temo ofenderte, porque tampoco es
justo, pero... hay que considerar que. .
.
VICT. ¿Qué quieren esas señoras?
ROS. ¡No, no, nada; qué van a querer! Te están
muy agradecidas por el regalo que has he-
cho a la Santa, te... ¡Pero vamos, como ha
llegado esa señora...!
VICT. ¡La esposa de Gonzalo!
ROS. ¡Justo! ¡Te agradecerían declinases la invi-
tación que te hicieron, porque la verdad, no
sería correcto que...!
VICT. ¡Que e?a mujer se codeara conmigo!
ROS. ¡No; verás...! ¡Ellas no podían sospechar...!
¡Y tú sabes que mientras no ha habido fo-
rasteros que te conocieran, aunque fuese de
oídas . .
.
VICT. ¡Sí, mujer, sí, que no pasen pena. No iré.
ROS. No; verás, si está todo arreglado, porque
doña Matilde, que ha estado muy amable
por cierto, ha venido conmigo a casa de su
primo Emeterio, el de la panadería, y allí
hemos convenido que vas a ver la proce-
sión... ¡Como tiene balcones a la calle
Mayor...!
VICT. ¡Muy amable doña Matilde! ¿Pero y vos-
otras...?
ROS,
VICT.
ROS.
VICT.
ROS.VICT.
ROS.
VICT.
JUL.
VICT.
ROS.JUL.
ROS.JUL.
ROS.VICT.
ROS.JUL.
VICT.
JUL.
VICT.
JUL.
Pues ahí está. Yo había pensado, si a ti no
te sabe mal, que... ¡Claro! Como nosotros
vamos al Ayuntamiento todos los años, pues
si a ti te parece bien... ¡Te advierto que lo
hacemos por no dar qué decir y porque así...
francamente... delante de nosotros se mui-
muraría menos!
¡Ah! ¿Pero es que en el pueblo se murmurade mí?¡No, mujer! ¡Pasa que muchos conocen par-
te de tu historia...! ¡Y precisamente la parte
que menos te favorece, porque si supieran
lo buena que eres, si conocieran tu gran co-
razón. . .!
¡Pues descuida, que hoy no les daré ocasión
de murmurarme!
¿Por qué?
¡Porque no pienso salir de casa!
¡Eso provocará una explicación y que se en-
tere tu hermano!
¡Descuida! ¡Mi hermano...!
{Entra Julián por el foro a tiempo de oír
esta última frase . Llega visiblemente preo-cupado.)
¿Qué hay?
¡Eh! ¡Nada!
¡Ya has aparecido! ¿Cómo has tardado tanto?
¿Tienes prisa?
¿No lo sabes?
¡Pues anda, ya te puedes ir!
¿Pero y tú?
¿Qué te pasa, Julián? ¿Vienes preocupado?
¿Para qué te quería el doctor?
¡Asunto de mi hermana!
¿Mío?
¡Sí¡ {Cogiéndole las manos.) ¡Victoria!
¡Me impone tu mirada! ¿Qué quieres?
Darte una gran tristeza o una gran alegría.
No sé cómo lo recibirá tu corazón.
— 70 —
ROS.JUL.
ROS.
JUL.
vicr.
SER.
JUL.
SER.
VICT.
JUL.
SER.
BALT.
VICT.
JUL.
VICT.
JUL.
ROS.VICT.
¡Me parece que todo ese misterio sobra!
¡Calla, tú! ¡El doctor, que tú sabes cuánto
nos quiere, y al cual han recurrido recor-
dando la amistad que le unió a nuestro pa-
dre...!
¡Vaya, hijo, que no hace falta que te pongas
así, que ya lo sabe!
¿Qué hablas? ¿Sabe que está aquí Gonzalo?
¡Si! ¡Ya lo sé! ¡Se lo ha dicho a Rosario
doña Matilde!
{Dentro, anhelante, óyese la voz de Serafi-
na que llega gritando.)
{Dentro.) ¡Señorita Victoria!... ¡Baltasara!...
¡Mi ama. ..! ¡Aquí... aquí...!
¿Qué hay?
(Serafina entra como una tromba, arras-
trando un chico de cada mano.
)
¡Señorita Victoria...! ¡Mi ama! ¡El señorito
Julio, el señorito Julio está aquí!
¡Mi hijo!
¿Qué hablas?
¡Le he visto... le he visto cruzar la plaza, yyo le he salido al delante por la calle del
Carril!
(Saliendo como una tromba de la casa.)
¡Por la calle del Carril, por la calle del Carril!
¡Tira! ¡A buscarle, a buscarle, vamos, va-
mos. {A empujones se le lleva, t'rando
siempre a Ser afina.)
¡Mi hijo! ¡Dios mío! ¿A qué vendrá? ¡Tengo
miedo!
¿A qué?
No sé. Es preciso que no se entere de lo
que pasa.
Nosotros te ayudaremos.
Tranquilízate.
¡Eso! ¡Eso! ¡Que no note nada, que no se
entere de nada! ¡Poneos contentos; alegrad
71
el semblante... Venga... venga, alegraos...
alegraos. . . (Por el foro, llevando casi en
volandas a Baltasara, que se ha colgado
al cuello, entra Julio, ya hecho un hombre.
JULIO Déjame, mujer, déjame. . . ¡Mamá!
VICT. {Corriendo a él.) ¡Hijo!... ¡Hijo!... {Tras un
fuerte abrazo.) ¡Qué alegría me das!... ¡Qué
alegría! ¿Pero cómo se te ha ocurrido venir?
JULIO (Mientras abraza a todos.) ¡Porque encon-
trándome algo fatigado, pedí dos días de li-
cencia, me acordé que eran fiestas aquí, yhe querido darte esta sorpresa!
BALT. ¡Malo, más que malo; tanto tiempo sin ver-
nos!
JULIO ¡No te enfades, mi vieja! ¡Tú no sabes el
trabajo que yo tengo en Madrid!
JUL. ¿Estás contento? Te tratan bien tus colegas.
JULIO Mis colegas y todo el mundo. Madrid es un
pueblo ideal. . . ¡Cuánta simpatía! ¡Qué ge-
nerosidad!. . . ¡Me han hecho dar conferen-
cias, escribir artículos, abrir un cursillo para
profesores y médicos en la Universidad. ..
qué sé yo! ¡En fin, me están rodeando de
una aureola de eminente, que a mis años, es
cosa de reir!
BALT. ¡Te tie que tener envidia hasta el sabio Sa-
lomón!. .. ¡Si es más listo! {lodos ríen.)
VICT. ¡Calla, calla, Baltasara!
BALT. ¿Por qué? ¿He vuelto a pecar?
JULIO ¡Tu no pecas nunca! ¡Tu eres santa!
BALT. ¡Santa! ¡A ver, a ver, dilo otra vez!
JULIO ¡Qué eres santa! ¿Quieres más?
BALT. ¡Guárdalo para tu madre!... ¡Esa si que es
santa!.. . ¡Esa es la verdad!
ROS. ¡Como si no supiéramos todos que te quie-
re mucho!JULIO ¡La querré más en cuanto me haga recobrar
las fuerza?, porque vengo como quien dice
en ayunas!
72 —
BALT. ¡En ayunas! ¡Un sabio en ayunas! ¡Dios mío
se va a matar!. .. ¡A ver!. .. ¿Quieres unas
magras?
JULIO No, mujer, un ligero refrigerio.
BALT. (Rosario.) ¡Ay!, mi ama, eso usted sabrá
guisarlo.
ROS. ¡Sí, mujer. .. anda. .. yo te ayudaré! ¡Siem-
pre me estás molestando!. . . (Mutis ambaspor primera izquierda
.
)
VICT. ¿Vienes cansado?
JULIO No.
JUL. ¡Entonces querrás luego salir a dar una
vuelta!
JULIO ¡Supongo que algo habrá que ver!
JUL. ¡Hoy, función religiosa; mañana, toros!
JULIO ¡Saldremos a dar un vistazo!
JUL. ¡Pues mientras tu meriendas, yo me acerco
un momento a. ..
JULIO ¡Sí, tío, no faltaba más; con entera fran-
queza!
JUL. (Abrazándole.) ¡Bien venid:, sobrino!
VICT. ¡No te olvides mi encargc para don Juan!
JUL. (A Julio.) Hasta luego. No me olvidaré.
(Mutis.)
VICT. Pasas al comedor, o quieres. .
.
JULIO ¡Aquí mismo, en esta mesa!
VICT. ¡Yo te ayudaré! (Acercan la mesa entre los
dos.)
JULIO ¡Aja!
VICT. ¡Qué ganas tenía de verte, hijo mío!
JULIO ¡Y yo a ti!
VICT. ¡Te encuentro no sé como! ¿Has estado en-
fermo?
JULIO (Turbado.) ¡No!
VICT. ¡Te veo demacrado, paliducho!... ¿Duermes
poco?
JULIO ¡No!
VICT. ¿Es que no te prueba Madrid?
73 —
JULIO ¡Sí, sí. . . perfectamente!
VICT. ¡No, si no es nada!. .. ¡No te vayas a alar-
mar! ¡Es que te brillan los ojos de una ma-
nera tan extraña!
JULIO ¡El viaje!. .. ¡La!. .. ¡No sé! Los mismos de-
seos que tenía de verte que me hacen que
te mire con mayor intensidad!
VICT. ¡Si tú quieres... si te hacemos falta nos ire-
mos contigo!
JULIO ¡No, mamá, si estoy bien! ¡Me falta... no
sé... tus caricias, tus cuidados, tu conver-
sación!
VICT. ¡Pues aquí hablaremos cuanto quieras! ¡Lo
que siento es que no tendremos muchas
ocasiones de estar solos!. . . ¡Necesito que
me cuentes todos tus triunfos, tus!...
JULIO ¿Mis qué?
VICT. ¡Tus andanzas, tus nuevas amistades!...
'
JULIO ¡Todo, todo te lo contaré!... Verás que cosas
más raras, pasan en la vida... Es decir raras
no.. . dolorosas mas bien...
VICT. (Con angustia.) ¿Qué te pasa? Me intran-
quilizas.
JULIO Es que he venido exclusivamente para ha-
certe una pregunta y ahora no me atrevo...
VICT. Acaba de una vez...
JULIO Pues bien. . . Perdóname, madre mía... ¿a ti
te han llamado Flor de Nieve alguna vez?
VICT. (Helada, en un pequeño grito.) ¡Eh!
JULIO (Pausa. Victoria, extática, temblorosa, con
los ojos cerrados, no contesta . Acercándose
apasionadísimo, y la voz en susurro.) ¡Ma-
drecita de mi alma, perdóname, pero dime
la verdad! ¿Te han llamado Flor de Nieve
alguna vez?
VICT. (Con un sí muy largo envuelto en un largo
sollozo.) ¡Sí!...
JULIO (Aterrado .) ¿Qué es esto? (Se deja caer en
74 —
una silla junto a la mesa, donde se apoya,
cubriéndose la cara con las manos. Victoria,
como una estatua, de pronto echa a andar
hacia el foro. Al oiría la detiene.) ¿Dónde
vas?
VICT. ¡Déjame!
JULIO ¿Dónde vas?
VICT. ¡A matarle! ¿Está aquí?
JULIO ¿Quién?
VICT. ¿Quién te lo ha dicho?
JULIO (Estupejacto.) ¡El Duque del Olmo!
VICT. (Retrocediendo.) ¡Eh!... ¿Pero a sido él?
¡El Duque del Olmo! ¡Dios mío! ¡Tenía que
ocurrir!
JULIO Tenía que ocurrir... pero ignoras de qué
manera.
VICT. ¿De qué manera ha ocurrido?. .
.
JULIO Sabiéndolo antes que yo. .
.
VICT. ¿Quién?
JULIO ¡Todo Madrid!
VICT. ¡Jesús!
JULIO Todo Madrid, donde he dejado mi nombre
a la vergüenza, hasta que lleve una rectifi-
cación... que no llegará. (Termina en un sus-
piro muy despacio.)
VICT. ¿Pero cómo ha sido; que ha pasado hijo mío,
cuéntame?
JULIO ¡Temblores siento al recordarlo! ¿Tú conoces
a Toledano y Pepe, aquellos dos compañe-
ros de colegio que encontré en Madrid?
VICT. ¡Sí!
JULIO Pues al quedarme solo, pasaban todas las
noches a recogerme después de cenar para
distraernos dando un paseo, o bien me lle-
vaban a su Círculo para charlar de nuestras
cosas. La otra noche al llegar allí coincidi.
mos al sentarnos junto a un grupo dondeperoraba un señor, que al verme me pareció
75
que me señalaba a los demás. Yo, franca-
mente, no presté atención, aunque instinti-
vamente volvime a mirarle, no sé porqué...
VICT. .¡Sigue!
JULIO Mis amigos y yo continuamos tranquilamen-
te nuestro tema, cuando de pronto vi que
Toledano, que [estaba inmediato al grupo,
se levantó descompuesto y yéndose a aquel
caballero, le dijo... ¡Usted miente, y es un
miserable!
VICT. ¡Jesús! ¿Y qué pasó?
JULIO ¡Imagínate!
VICT. ¿Pero supiste qué decía?
JULIO ¡A medias; en aquel maremagnum de voces,
y cuando ya había desaparecido de allí. ..
Me dijeron que era el Duque del Olmo yque protestaba indignado contra mi presen-
cia en aquel sitio, que mezclaba a los caba-
lleros con. .. los entretenidos. .. de sus. ..
entretenidas. .
.
¡Miserable!
¡Y que preguntasen, decía a voces, que pre-
guntasen a Flor de Nieve, que ella les po-
dría informar!
(Gime.)
¡Mi amigo quedó desafiado con él, pero yo
no pude consentirlo. Era yo quien debía
matarle. Salí corriendo en su busca, y en
toda la noche... ¡qué noche, madre mía!, en
toda la noche no le pude encontrar.
VICT. ¡Qué alegría!
JULIO ¡Pero al día siguiente lo hallé! ¿Y sabes lo
que contestó a mi demanda?
VICT. ¡Otra infamia!
JULIO ¡Qué no tenía inconveniente en rectificar su
versión de la noche anterior, porque mejor
informado, sabía que yo no era lo que el
había supuesto, sino hijo de una tal... Flor
VICT.
JULIO
VICT.
JULIO
- 76 —
VICT.JULIO
VICT.
JULIO
VICT.
JULIO
VICT.
de Nieve, que fué su amante, y que al ver-
nos cierto día en un café con ella fué lo que
le hizo equivocarse.
(Gime.)¡Luego se permitió el sarcasmo de conside-
rar inhumano el batirse conmigo y dijo que
además se lo prohibía el que yo... yo no
podía considerarme ofendido por la ve rdad..
¡Hijo!
Proteste indignado, estuve a punto de
ahogarle y le exigí una retractación, porque
mi madre era honrada, buena, santa; mi ma-dre era la mejor... ¡Así lo creía yo ciega-
mente! ¡Y tal fervor debió ver en mi mirada
,
tan clara mi intención de arrancarle la vida,
que me ofreció batirse después de una pú-
blica reparación si yo le demostraba que es-
taba en un error!
¿Por qué no me quitas la vida, Dios mío!
¡Yo creía en ti, madre, creía en ti!.. . ¡Y salí
de la casa de aquel hombre desconcertado ypreparé mi viaje para que tú me dieras las
pruebas que yo no podía encontrar!... ¡Y
aquí estoy... aquí estoy sin esperanzas!...
¿Qué has hecho, madre? ¿Para qué me has
hecho hombre inteligente y me crió tu ca-
riño? ¿Para qué me diste la vida, si ahora
me la destroza tu reputación? (Abrumado
se deja caer en una silla.)
(Tras una ligera pausa. Como hablando
consigo.) ¿Y a mí...? ¿A mí quién me des-
troza? ¿Qué hizo de mí, tu padre, abando-
nándome a mis fuerzas, con mi hijo en los
brazos y roto el corazón? ¿Qué han hecho
de mí los que me sacrificaron a su egoísmo •
los que hicieron que me vendiera por una
limosna de cariño y luego por dinero, sin
amor? ¿Qué han hecho de mí todos los que
77 —
JULIO
VICT.
JULIOVICT.
JULIO
se encogen de hombros cuando una mujer
se encuentra en mi situación? (Acercándose
a Julio.) ¡No he sido buena, no! ¡Porque
cuando vi que todos los hombres eran tan
malos, como los que destrozaron mi vida ymi honradez, decidí defenderme, no ya por
mí, que nada valía, sino por el ser inocente,
en el que se concentraba mi ternura, el úni-
co que me quería de verdad! ¡Y para que lle-
gase a la lucha con todas las preeminencias
que le deseaba mi carino, he sido déspota,
malvada, cruel, todo lo que fuera preciso...
todo! Y así fué como en mi lucha con los
hombres, encenagándome con ellos, todos
igualmente despreciables, la podredumbre
de mi cuerpo y de sus almas fué sirviendo
de abono que fertilizaba el brote de mi vida
honrada, para que un día estallase la flor,
toda pureza y santidad, de mi cariño... ¡Y
esa flor eres tú, tú, tú...!
(Levantándose y abrazándola antes de ter-
minar, hablando a la par que ella.) ¡Ma-
dre... madre...! (Abrazándola.) ¡Mi madre
es buena... mi madrees honrada... mi ma-
dre es santa... es la mejor...!
(Dentro se oyen voces lejanas y algún cohe-
te muy amortiguado por la distancia; al
mismo tiempo se oye también a lo lejos el
voltear de campanas, indicando que sale la
procesión de la iglesia.)
(Muy emocionada.) ¡Gracias. . . gracias, hijo
mío! ¿Pero qué va a ser de mi vida ahora?
¡Tu vida será mi vida!
¿De veras? ¡Vivirás siempre junto a mí! ¿Nos
iremos otra vez al extranjero?
No. Iremos a Madrid. ¡Qué me importan las
gentes! Es allí donde quiero triunfar. Ycomo para ser grande para la ciencia basta
78
con el estudio, yo juro que un día campanas
como esas repicarán en honor de una madre,
que por ser mía, a fuerza de serlo, es tan
pura, tan buena y tan honrada como todas
las demás.
V1CT. ¡Hijo!
JULIO ¡Ya lo sabes, nos vamos a Madrid!...
BALT. (Que sale y oye la última frase.) ¡Pa luego
es tarde! ¡Al tren, al tren! ¡Que se nos va a
escapar!
TELÓN
FIN DE LA COMEDIA
Precia: 3 pesetas.
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