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Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s Worlds Congress (Anais Eletrônicos),
Florianópolis, 2017, ISSN 2179-510X
FEMINISMO ACADÉMICO Y FEMINISMO DE BASE: TENSIONS Y
CONVERGENCIAS EN LA MILITANCIA DE MUJERES EN LA
ARGENTINA ACTUALLIC.
Bárbara Bilbao1
Resumen: Este estudio tiene como objetivo analizar que ocurre con las distintas formas de hacer
militancia dentro del movimiento de mujeres. ¿Qué se considera militancia y qué no?¿Existen
valorizaciones dentro de la concepción de la militancia?¿Cuáles son?¿Existen acuerdos de máxima
y de mínima y en qué puntos no coinciden?¿Cómo influye esto en el movimiento de mujeres en su
conjunto? Estas preguntas surgen en el proceso de trabajo de campo durante las entrevistas a las
militantes de diferentes espacios y con diversos roles.
Si bien los feminismos tienen un relato y co-relato históricos respecto de sus contextos de origen, en
el caso particular de la Argentina el movimiento de mujeres y la incorporación de mujeres a la vida
académica y a los espacios de poder há crecido considerablemente. Si bien no podemos hablar de
una “situación de igualdad” respecto de los lugares que ocupan los varones en las instituciones y sus
respectivos salarios, si podemos decir en términos de Silvia Elizalde que los contextos
contemporáneos constituyen un “tiempo de chicas” en el sentido de que han logrado ocupar el
espacio público de múltiples formas. Lo que hace de interés a este trabajo son los modos de
politización de las mujeres en dos ámbitos diferentes: por un lado “la calle” y, por otro lado, “la
universidad”. Espacios que han sido ocupados con perspectiva política, intervenciones
performáticas, debates y confrontaciones en tanto feministas.
Palabras claves: feminismo académico - política feminista - ciencia – cyborg
Introducción
Esta investigación propone abordar analíticamente las prácticas de resistencias y trayectorias
militantes de un grupo de mujeres organizadas políticamente en diferentes espacios con
perspectivas ideológicas diferenciadas o similares que se proponen un horizonte emancipatorio para
las mujeres en la sociedad argentina. Estas experiencias están marcadas por su nivel de intervención
en dos espacios que nos interesan particularmente como lo son “las calles” y “la universidad”. Las
militantes de base pertenecen a diversas organizaciones de izquierda partidaria o de movimientos
sociales. Respecto de las feministas académicas, hemos trabajado con una serie de docentes
universitarias, investigadoras y decanas de diferentes facultades públicas de la provincia de Buenos
Aires. El feminismo es un movimiento social y político surgido a finales del siglo XVIII. En ese
1 Bárbara Bilbao es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Quilmes. Actualmente se
encuentra trabajando en su tesis doctoral radicada también en la UNQ en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales y
Humanas cuya beca es financiada por el organismo CONICET. Su tesis de Maestría en Ciencias Sociales y Humanas se
encuentra en evaluación con fecha tentativa de defensa para mediados de Julio de 2017. Las líneas de investigación se
vinculan a los estudios de género y feminismo en la Argentina contemporánea, estudios culturales, análisis cultural de
los medios de comunicación, vínculos entre género y arte.
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momento aún no había adoptado tal nombre. En el Diccionario de Géneros y Feminismos
(Barrancos, Giberti y Maffía, 2009) se sintetiza al Feminismo como aquel que propugna un cambio
en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer a través de eliminar las jerarquías
y desigualdades entre los sexos (pp. 144). La “teoría feminista” se refiere al estudio sistemático de
la condición de las mujeres, su papel en la sociedad y las vías para lograr la emancipación. Se
diferencia de los Estudios de la Mujeres en que además de analizar y diagnosticar sobre la
población femenina, busca los caminos para transformar esta situación (pp. 141). El feminismo
supone la toma de conciencia por parte de las mujeres respecto de su condición de oprimidas a
través del Patriarcado. Citando nuevamente el Diccionario de Géneros y Feminismos (Segunda
Edición, 2009) el Patriarcado significa “gobierno de los padres” (pp. 258) y continúa:
“Históricamente el término ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que
la autoridad la ejerce el varón jefe de la familia, dueño del patrimonio, del que formaban parte los
hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. La familia es, claro está, una de las instituciones básicas
de este orden social” (pp. 258). El feminismo ha problematizado y teorizado este concepto en
diferentes oportunidades; por ejemplo, Carol Pateman (1995) explica que el Patriarcado es “el único
que se refiere específicamente a la sujeción de las mujeres y singulariza la forma del derecho
político que los varones ejercen en virtud de ser tales” (pp. 258). Celia Amorós (1995) explica:
“Con la conformación de los Estados modernos, el poder de vida y muerte sobre los demás
miembros de una familia pasa de manos del “pater familias” al Estado, que garantiza
principalmente a través de la ley y la economía la sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los
varones en general, impidiendo su constitución como sujetos políticos” (pp. 258). A partir de la
década del 70, particularmente en la década del 80, el feminismo comenzó a problematizar las
relaciones entre deseo y política. Tanto Monique Wittig (2006) como Adrianne Rich (1985) van a
conceptualizar la “heterosexualidad” como “régimen político”. En este sentido, quedan por fuera
del circuito heterosexual y blanco por “deseo propio”, y allí radica el principio de exclusión a través
del “principio de identidad feminista”. El movimiento feminista se comprendería como la lucha
política y deseante de las mujeres, reivindicando su derecho a la sexualidad. Esta primera
introducción da cuenta de las perspectivas teóricas e históricas que se tienen en cuenta al momento
de pensar el feminismo en Argentina. En este sentido, en los próximos apartados, se trabajará la
caracterización del feminismo latinoaméricano para luego adentrase en las relaciones y tensiones
entre el feminismo académico y el feminismo de base en la Argentina contemporánea.
Feminismo Latinoamericano
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Lo que consideramos como feminismo latinoamericano fue originario de la década del setenta y
siguió consolidándose durante la década del ochenta. Las feministas latinoamericanas comenzaron
sus luchas por la “recuperación democrática” de sus países que venían de gobiernos autoritarios y
dictatoriales que habían reprimido, censurado y desaparecido gran parte del activismo emergido
durante la afluencia de la década del setenta. Este tipo de feminismo apuntaba fuertemente a la
reconstrucción ciudadana convivencial de la sociedad. En este sentido, durante la década del
ochenta, las agrupaciones comenzaron un proceso de reconfiguración de las reflexiones teóricas y
lograron la penetración en instituciones gubernamentales llevando demandas básicas:
democratización de la familia, protección laboral, divorcio. De todas maneras esta década y la del
noventa se caracterizan por la “insubordinación a la institucionalización” (D´Atri, 2005) debido al
desmantelamiento que se aproximaba en los programas sociales delegado a las ONGs que se
convirtieron en el vehículo de los programas sociales. Durante la década del noventa, los
feminismos “en transición”, las mujeres empiezan a expresarse desde diferentes espacios e
identidades: sociedad civil, Estado, organizaciones políticas, movimientos o frentes populares,
agrupamientos de lesbianas, afrodescencientes, indígenas, jóvenes, derechos humanos, violencia,
universidades, entre otros. Respecto de este último punto, las feministas académicas se proponen
comprender el mundo y también transformarlo manteniendo una permanente acción social. Es, en
este momento, en que se origina el enfoque de género o perspectiva de género dentro de las áreas
del saber académico. Alba Carosio destaca, además, el enfoque del “empoderamiento”
(empowerment) que surge a finales de la década del ochenta con el objetivo de aumentar el reparto
y el acceso de las mujeres al poder, con énfasis en la mejora de su posición social y aumento del
autoestima como persona. Esto es: autonomía física (sexual/fertilidad), económica (acceso y control
de los medios de producción), política (autodeterminación y participación en el poder) y
sociocultural (identidad propia y respeto). El concepto de empoderamiento surge en las
organizaciones populares, feministas como perspectiva para el análisis y planificación del desarrollo
(pp. 245). La década del noventa se caracterizó por el surgimiento además de lo que se llamó
“feminismo popular” (feministas socialistas, mujeres cristianas, ex militantes de partidos políticos
de izquierda durante los setenta) que fue fortaleciendo el rearmado del movimiento amplio de
mujeres (Lamas, 2005). Respecto de esto Andrea D´Atri explica que mientras que muchas
feministas se conformaron en ONGs, muchas otras participaron de la resistencia y el combate
contra la globalización y sus exclusiones (D´Atri, 2005). Para Marcela Lagarde (1999) el poder
resignificado feminista consiste en incidir, reorientar, transformar, inventar formas de convivencia y
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preservar el mundo, crear una perspectiva de futuro de la buena vida. Marta Lamas (2006) explica
que hoy se está abriendo la posibilidad de una política de izquierda como coalición de diversidades,
que renuncia al reclamo identitario, esencialista y excluyente. En este horizonte el papel del
feminismo es imprescindible.
Feminismo académico
Florencia Partenio, investigadora, socióloga y docente de la Universidad de Buenos Aires,
reflexiona a partir de narrativas de mujeres que forman parte del sistema científico y tecnológico.
Parte del relevamiento de Kochen en 2004 en donde se determinan los porcentajes de las grandes
áreas del conocimiento donde están inscriptas las mujeres: un 34,7% en las ciencias agrarias,
ingeniería y de materiales, un 34,1% en ciencias exactas y naturales, un 51,7% en ciencias
biológicas y de la salud y un 53,1% en ciencias sociales y humanidades. A estos porcentajes se
suma la interpretación de Diana Maffía sobre la existencia de “segregación horizontal” con la
“segregación vertical” en los cargos de mayor jerarquía académica y profesional (2005). Además,
asegura que en la ciencia y en la academia, como en otras profesiones, lo que “agota” a las mujeres
no es sólo la doble o triple jornada, sino el requerimiento de las condiciones contradictorias en los
roles que deben asumir (Maffía, 2004). En términos de Harding (1996) afirma que el género es “una
categoría fundamental en cuyo ámbito se asignan significado y valor a las cosas, una forma de
organizar las relaciones humanas. Si considerásemos la ciencia como una actividad plenamente
social, empezaríamos a comprender las múltiples formas en las que, también ella, se estructura, de
acuerdo con las expresiones de género” (pp. 57). En base a estos estudios, Harding concluye que la
posición menos amenazadora para la ciencia es la “discriminación positiva” que requiere de “la
reducción radical del estereotipo de género, de la división del trabajo según el género y de la
fragilidad defensiva de la identidad masculina –y quizá, la completa eliminación del género y, en
consecuencia de la estratificación de género, en las sociedades que producen ciencia” (pp. 95).
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En la Universidad de Buenos Aires, las decanas2 realizaron diversos informes sobre el rol de la
mujer en la universidad respecto del trabajo en el marco del Programa “La Universidad de Buenos
Aires para el Siglo XXI: experiencias y perspectivas de conducción femenina en la Universidad”3.
Los temas que se cruzaron tenían que ver con la masculinización de la mujer cuando accedía a los
lugares de poder, las diferencias de género en términos salariales y los derechos femeninos
conquistados en la institución y aquellos que faltan conseguir. Es por demás interesante como estas
mujeres académicas se ubican en el registro de la militancia también, un accionar diferente al de la
calle, pero que tiene perspectivas de confluencia en los objetivos de la militancia feminista en
general. Otra de las cuestiones que mencionan las académicas es la “disparidad” en los cargos
docentes respecto de los varones (estadísticas que se encuentran en el Anuario de estadísticas
universitarias). Donde la mayoría de los cargos más altos y con dedicaciones más altas las tienen
varones a pesar de que las mujeres superan en cantidad material respecto de la población total. En
este sentido, Graciela Morgade de la Facultad de Filosofía y Letras (especialista en estudios de
género y educación) plantea que “una no nace mujer, llega a ser mujer” en perspectiva de Simone
de Beauvoir, y que eso hace referencia a que si se habla de las mujeres y de su participación en la
universidad también tenemos que tener en cuenta que eso significa hablar de las relaciones de poder
y de las “relaciones de posibilidad”. La posibilidad que tienen las mujeres cuando llegan a
conseguir un título universitario o una beca de investigación o, por el mero hecho de haber
“accedido”, no resuelve su situación de desigualdad respecto de los varones. El género femenino es
segregado en los espacios institucionales también ya que el saber sigue estando asociado a un
patrón masculino y hegemónico. Es interesante que Morgade plantee el “régimen de posibilidad” ya
que nos da la pauta de que hay una inhabilitación hacia las mujeres de ocupar ciertos lugares, la
colocación de límites simbólicos (materiales) que no les permiten llegar. Las estructuras
universitarias, también son profundamente patriarcales y necesitan el mismo cuestionamiento que
todos los universos donde la desigualdad de género se efectiviza. ¿Cuántas rectoras hay en el
2 Hay cuatro decanas mujeres de la UBA: la doctora Mónica Pinto (Facultad de Derecho), la licenciada Graciela
Morgade (Facultad de Filosofía y Letras), Lic. Nélida Cervone (Facultad de Psicología) y la licenciada Cristina Arranz
(Facultad de Farmacia y Bioquímica) y fue coordinado por la licenciada María Catalina Nosiglia, Secretaria de Asuntos
Académicos de la UBA y única mujer secretaria en el gabinete de conducción de la Universidad.
3 Nota de Clarín sobre las decanas mujeres de la Universidad de Buenos Aires. Disponible online en:
http://entremujeres.clarin.com/trabajo/UBA-facultad-rol-mujer-trabajo-universidad_0_1351065928.html
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sistema universitario argentino? De las 53 universidades nacionales públicas, sólo nueve tiene
rectoras mujeres4. Es decir que el resto, 44 universidades, son dirigidas por varones. Que el espacio
de máxima autoridad sea ocupado casi por un 80% de varones es un indicador significativo para
considerar la necesidad de una militancia feminista también dentro de la universidad.
Diana Maffía en “Ciencia y política: un vínculo necesario” (2002) afirma la idea de “techo de
cristal”: obstáculos invisibles difíciles de advertir y, por lo tanto, de denunciar. La autora advierte
que las instituciones patriarcales de la ciencia llevan a las mujeres a un “territorio masculino” para
poder ser aceptadas. Al mismo tiempo, las mujeres aumentan su intervención en los “nuevos
movimientos sociales”, organizaciones no gubernamentales, métodos alternativos de resolución de
conflictos, que demuestran otras formas de intervenir políticamente en la esfera pública. En esta
doble intervención de las mujeres en la vida social, Maffía afirma que:
“La desconfianza de las mujeres, por lo tanto, bien puede iluminar un problema grave de la ciencia y de la
política, y no un problema de la condición femenina en particular. Analizar esta posibilidad, asumirla como
parte de la lucha feminista, podría tener profundas consecuencias a nivel de los derechos de las mujeres y,
también, enorme influencia social, dada la importancia y el condicionamiento que genera el desarrollo político
y científico” (pp. 6).
Feminismo de base: la imposibilidad de abandonar las calles
La calle es el lugar por excelencia de encuentro entre el activismo, no sólo de mujeres, sino también
de todo movimiento social que se dispone la lucha por la emancipación social. Es por ello que tanto
las militantes jóvenes como las más experimentadas se mantienen en consonancia y firmas respecto
de la importancia de “no abandonar las calles”. Allí muchos de los testimonios de las militantes
hacen alusión a las calles, también a las “bancas del congreso” (militante de Pan y Rosas), en la
“activación en todos lados”. Es fundamental el rol protagónico de las mujeres en la organización de
los encuentros en las calles y hay una clara marcación entre el espacio público y el espacio privado:
4 Datos extraídos de la última Nómina de Autoridades Universitarias del año 2015 realizada por el Departamento de
Información Universitaria. Las nueve rectoras de Universidades Nacionales son: Dra. Gabriela Leticia Biker de la
Universidad Nacional de General Sarmiento, la Analista en Sistemas Eugenia Márquez de la Universidad Nacional de
La Patagonia, la Dra. Ana Jaramillo de la Universidad Nacional de Lanús, la Profesora Sandra Daniela Torucci de la
Universidad Nacional de las Artes, la Licenciada Natividad Nassif de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, la
Dra. Alicia Bardón de la Universidad Nacional de Tucumán, la vice-rectora a cargo Mg. Cecilia Ana Conci de la
Unviersidad Nacional de Villa María, la Dra. Gladys María Ciuffo de la Universidad Nacional de Villa Mercedes y la
Profesora María Delfina Veiravé de la Universidad Nacional del Nordeste.
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“Que las mujeres tomen la posta, que dejen de mirar la novela y tomen la calle” (militante de Pan y
Rosas). Para las militantes mirar la novela representa la reproducción de los valores conservadores
en que se ha construido la mujer promedio de amas de casa cuyas únicas tareas son el cuidado del
hogar y de los hijos e hijas, sin posibilidad de encontrarse en otros lugares. En este sentido hay una
diferencia bien importante entre “el adentro” y “el afuera” (esfera pública y privada) que habla del
proceso sublevatorio de las mujeres en principio y revolucionario en segundo término.
O como en el caso de una activista de las Rojas que dice: “ese es nuestro debate con las k, que creen
que la cosa es parlamentaria. Nosotras creemos que tenemos que salir a la calle, sin lucha no se
puede. Discutir la maternidad, la cuestión religiosa esas cuestiones hay que generar conciencia”.
Aquí la calle no sólo aparece como diferenciación entre la esfera pública y la esfera privada sino
también como una forma de posicionarse de forma antitética con otras militantes de otra ideología5.
Las narrativas de las militancias, de las trayectorias hablan de una profunda necesidad de distinción
dentro de las construcciones patriarcales. Esto es, la única forma de identificarme con el
“verdadero” camino de la emancipación es construir un antagonista completamente opuesto
(habitualmente es en términos binarios) que está, además, profundamente equivocado. Esta
construcción identitaria permite visibilizar las tensiones que se encuentran en el gran movimiento
de mujeres en la Argentina. La identidad actúa como una coraza, como una herramienta, un bastión
en la batalla por la disputa de sentidos. La calle también forma parte de la identidad y aparece en el
relato de una de las militantes del FOL de la siguiente manera:
“todo lo que ves acá lo conseguimos en la calle, las gestiones se abren a partir de los planes de lucha. No
respondemos a ningún partido, no le servimos a nadie, lo primero que tenemos que hacer es luchar. Se abren
gestiones y mucha fuerza de discusión y de paciencia de los compañeros representantes” (C.)
El todo es lo colectivo, es el bien común. Las mujeres del FOL aportan una mirada diferente de la
calle, porque se evidencia el diálogo en disputa, la lucha hegemónica. El poder “popular” pone en
tensión las categorías tradicionales en que habitualmente pensamos a los movimientos
emancipatorios. “No le servimos a nadie” implica una concientización sobre lo que consideran que
significan para el Estado y para los gobiernos, por eso la lucha hegemónica con el Estado tiene que
ver con disputar sentidos de poder diferenciado, el poder popular y el poder del Estado como
antítesis pero en permanente disputa y negociación.
5 En este caso las “k” son las mujeres que militan en el kirchnerismo.
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Otra de las militantes de la organización “Desde el Fuego” dice:
“Hay que reivindicar que ante una avanzada de derecha, se pueda seguir avanzando en las calles. En la
irrupción del espacio público. Una sociedad tan para adentro, tan privatista. Hubo una clara avanzada de
derecha con el gobierno de Macri. Para mí el pueblo argentino es mucho más adaptable que otros pueblos
latinoamericanos. Mas o menos (...)” (P de “Desde el Fuego”).
Este testimonio resulta pertinente por la insistencia en lo “privativo” y lo que se denomina “para
adentro” de la sociedad argentina y que claramente implica una comparación con otros países
latinoamericanos. El sentido de lo adaptable de los ciudadanos argentinos a cualquier avance
derechista que no tenga posiciones de tipo progresivos con los derechos de las mujeres. Poner en
problema su principal escenario de intervención. Casi de actuación, como en el teatro (la calle), con
sus escenarios (territorios) y sus actorxs (las militantes) de las luchas feministas.
Conclusiones
Las mujeres como sujetos oprimidos viven en un estado de excepcionalidad en tanto su condición
de excluídas del sistema político formal y jurídico. Observar cómo a través de los feminismos, las
mujeres encuentran las interseccionalidades para poder construir otro tipo de estados y situaciones
(desde el margen y resistiendo a los poderes, configurando otra convivencia) en las cuales politizar
nos compromete a ponerlo en palabras, visibilizarlo desde la investigación. La perspectiva
butleriana de la conformación de lxs géneros rompe con la tradición de la mujer blanca,
heterosexual y de clase media como único sujeto del feminismo. Repensar a los agentes del
feminismo e indicar que la categoría de “corporalidades” contribuye a un reconocimiento no
identitario de aquellxs que forman parte de este movimiento emancipatorio pero no se referencian
con las tipologías de género establecidas. La bióloga, feminista socialista Donna Haraway en su
compilación ensayística “Ciencia, cyborgs y mujeres: la reivención de la naturaleza” (1995) ofrece
una mirada diversa sobre lo que venimos pensando y que, además, contribuye al modo en que
pensamos la producción de conocimiento, la ciencia y la igualdad de génerxs. En este sentido,
construye la idea de que habría que analizar las “fronteras identitarias” de género, clase y etnia en
tanto su “porosidad” social; los feminismos son tantos que pierden de vista las posibilidades de
comprender y llevar adelante una práctica emancipatoria para el cambio social. La hibridación de
las corporalidades en la figura del cyborg posibilita el borramiento de ciertas fronteras
epistemológicas, institucionales, artísticas, científicas, de poder que se encuentran cristalizadas
hegemónicamente impidiendo el encuentro, la convivencia: “el feminismo es un verdadero
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humanismo basado en un verdadero conocimiento o, al menos, en una verdadera interpretación”
(pp. 129). La idea de frontera para Haraway termina siendo una crítica al feminismo como teoría
que “necesita ser representada” y que evita todo “anarquismo epistemológico”. Es decir, la autora
explica que las feministas saben que “el poder nombrar algo” es el poder de objetivar, de totalizar:
“El ´otro´ es simultáneamente producido y localizado fuera de lo más real en los discursos gemelos
de la vida y de las ciencias humanas, de las ciencias naturales y el humanismo” (pp. 130). Continúa:
“las feministas han iniciado ya con autoridad los debates sobre la naturaleza y el poder del
conocimiento científico: tenemos algo que decir. El único problema que persiste es que aún
hablamos con muchas voces diferentes” (pp. 131). En este punto las afirmaciones de Haraway
demuestran un posicionamiento crítico sobre la multiplicidad de feminismos, por un lado, y la
sectorización de las mismas, por el otro. Esta sectorización imposibilita pensar (nos) somos agentes
de cambio de un proyecto común, de poder buscar una nueva historia y un nuevo lenguaje que
habilite una serie de significados públicos y límites, una lucha por el conocimiento público. Incluso,
la incorporación interseccional y construcción, individual y colectiva, de la crítica del discurso
colonial, teorías antirracistas y teorías queer como parte de esa teoría feminista en tanto corrientes
explicativas de eso que enunciamos como “experiencia de la mujer”. Haraway dice que
“enseñar de qué manera las disposiciones educativas son en sí mismas práctica teórica, aquellas de nosotras
que damos clases de estudios sobre la mujer necesitamos aclarar esos términos en nuestros enfoques
pedagógicos para las estudiantes que empiezan. La pedagogía de los estudios de la mujer es una práctica
teórica mediante la cual la ´experiencia de la mujer´ es construida y movilizada como un objeto de
conocimiento y acción” (pp. 186).
A esta pedagogía del feminismo se suma el problema de abordar la especificidad de la opresión de
las mujeres en los diferentes contextos culturales y sus sistemas sexo-genéricos habitualmente
construidos en las bases de extremos binarios: naturaleza/cultura, naturaleza/historia,
natural/humano, recurso/producto; saltar estos obstáculos tenía que ver con historizar la sexualidad,
algo que el feminismo socialista no había abordado condicionados por los postulados de Engels (en
La Sagrada Familia) y en Marx (La ideología alemana y los Manuscritos económicos y filosóficos);
es por ello que celebra la obra de Foucault en este sentido indicando el esclarecimiento sobre varios
orígenes de la opresión de los géneros y sexualidades. Estos binarismos que el feminismo intenta
saltear en sus posicionamientos críticos se refuerzan en las propias fronteras políticas y teóricas
hacia su interior. La separación entre academia y calles imposibilita las estrategias de acción de
conjunto, de encuentro y articulación en pos del cambio social. Esa hibridación fronteriza es lo que
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reclama la figura del “cyborg” que inventa Haraway para construir una crítica al feminismo actual y
aportar una herramienta transformadora para el feminismo socialista del siglo XXI:
“un cyborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de la realidad social
y también de ficción. La realidad social son nuestras relaciones sociales vividas, nuestra construcción política
más importante, un mundo cambiando de ficción. Los movimientos internacionales feministas han construido
la ´experiencia de las mujeres´ y, asimismo, han destapado o descubierto este objeto colectivo crucial. Tal
experiencia es una ficción y un hecho político de gran importancia” (pp. 254).
La biopolítica de Foucault, es la antesala, de esta configuración de cyborgs; las narrativas
biopolíticas de la ciencia fueron impulsadas por las feministas eurocéntricas norteamericanas que
empezaron a pensar la incapacidad que hemos tenido de historizar el sexo. Y allí tanto Wittig como
Rich han logrado encontrar en “la retirada del matrimonio y de la heterosexualidad obligatoria”
romper con las bases del parentesco y generar un estado de “continuo lesbiano”. En este sentido,
Haraway dice:
“El ´sexo´ del cyborg restaura algo del hermoso barroquismo reproductor de los helechos e invertebrados
(magníficos profilácticos orgánicos contra la heterosexualidad). Su reproducción orgánica no precisa
acoplamiento (…) El presente trabajo es un canto al placer en la confusión de fronteras y a la responsabilidad
en su construcción. Es también un esfuerzo para contribuir a la cultura y a la teoría feminista socialista de una
manera postmoderna, no naturalista, y dentro de la tradición utópica de imaginar un mundo sin géneros, sin
génesis y, sin identidad” (pp. 254).
Estos cyborgs, simios y mujeres son esas criaturas fronterizas, al fin y al cabo, que constituyen
desestabilización en el sistema de las grandes narrativas biológicas, tecnológicas y evolucionistas.
Esos seres “monstruosos” son el arquetipo que destruye el binarismo identitario entre los sexos,
habilita nuevas corporalidades libres, vivas y conviventes que pueden ser los signos de mundos
posibles. Es allí donde la producción del conocimiento y de política militante debería habitar
superando la conflictividad binaria de valorización en términos de capital determinando únicamente
en la economía de esos cuerpos.
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Academic Feminism and Basic Feminism: tensions and convergences in the militancy of
women in the current Argentina
13
Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s Worlds Congress (Anais Eletrônicos),
Florianópolis, 2017, ISSN 2179-510X
Abstract: This chapter aims to analyze what happens with the different forms of militancy within
the women's movement. What is considered militancy and what is not? Are there values within the
conception of militancy? What are they? Are there maximum and minimum agreements and in
which points do they not directly agree? Your whole? These questions arise in the process of field
work during the interviews with the militants of different spaces and with different roles.
Although feminisms have a historical account and co-story with respect to their contexts of origin,
in the particular case of Argentina, the women's movement and the incorporation of women into
academic life and spaces considered as powerful have advanced considerably. Although we can not
speak of a "situation of equality" with regard to the places occupied by men in institutions and their
wages, if we can say in terms of Silvia Elizalde that contemporary contexts constitute a "time of
girls" in the sense of Which have managed to occupy the public space in many ways. What makes
this thesis interesting are the ways politicization of women in two different areas: on the one hand
the street and on the other side the university. Spaces that have been occupied with political
positions, performance interventions, with debates and confrontations as feminists.
Keywords: academic feminism - feminist politics - science - cyborg
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