LA EXPOSICIÓN COMO TÉCNICA DIDÁCTICA
El método expositivo es uno de los más tradicionales, se considera que bajo objetivos
claros y una buena preparación también puede contribuir en el aprendizaje
significativo de los estudiantes.
Es importante tener en cuenta que ésta técnica es eficiente en la medida que propicie
la participación entre los estudiantes y la interacción con el expositor.
De igual manera, es indispensable que la exposición se combine con otras técnicas
como el trabajo autónomo, los debates, la investigación o los proyectos.
La exposición consiste en la presentación de un tema, lógicamente estructurado, en
donde el recurso principal es el lenguaje oral, aunque también puede serlo un texto
escrito.
La exposición provee de estructura y organización a material desordenado pero
también permite extraer los puntos importantes de una amplia gama de información.
Los pasos fundamentales para realizar una buena exposición son:
Preparación del tema: (a) delimitar la temática, (b) preparar la estructura clave del
tema, (c) organizar las ideas principales en una secuencia lógica, (d) elaborar los
cuestionamientos con los que indagará a sus estudiantes, (e) identificar ejemplos
claros que sirvan como clarificadores de la exposición, (f) preparar los apoyos
visuales, gráficos, esquemas o mapas, que sustenten la exposición.
Presentación del tema:
(a) Introducción (motivar, captar la atención, verificar la comprensión, presentar la
estructura central de la exposición y relacionarla con conocimientos previos)
(b) Desarrollo (profundizar en cada una de las ideas principales de la exposición en
una secuencia lógica, utilizar ayudas visuales, ejercicios, ejemplos explicativos en
cada una de las ideas centrales)
(c) Cierre (resumir, recapitular, dialogar y consolidar los aprendizajes adquiridos o el
esquema conceptual, verificar la relación que se obtuvo entre aprendizaje previo y
nuevo).
La introducción de una exposición debe ser breve, y se desarrolla en un 10% del
tiempo total de exposición. Se pueden usar relatos, anécdotas, ejemplos, reseñas
históricas, temas de actualidad o referencias humorísticas que capten la atención del
auditorio y motiven su participación.
El desarrollo de la exposición se realiza dentro de 70% del tiempo total. Se presentan
las ideas principales en una secuencia lógica, de manera que se pueda asimilar con
orden coherente y bajo un hilo argumental que relacione todas las ideas. Debe ser
participativo, permitir que se hagan preguntas o comentarios, formulando preguntas o
reflexiones sencillas que no opaquen las ideas centrales pero que mantengan activos
a todos los participantes.
El cierre de la exposición es el principal eslabón del proceso de aprendizaje, si no se
hace una adecuada síntesis de los expuesto, el conocimiento nuevo queda
segmentado y pronto se olvida. Es importante crear un medio para que los
participantes puedan relacionar el conocimiento novedoso con los aprendizajes
previos, así la información se organiza en un esquema duradero y útil.
Como se ha planteado, la exposición se debe reforzar con otras actividades. Se puede
plantear un trabajo de aula o extra-clase, un reporte o un debate de grupo, lo
importante es hacer sentir al estudiante que él puede mejorar siempre el
conocimiento que ha adquirido y que no es el maestro el único que sabe del tema.
Es adecuado que la exposición sea segmentada, que se hagan pausas en puntos
lógicos o relevantes (realizando una pregunta o solicitando a su auditorio realizar
alguna tarea) para mantener implicado a los participantes.
Dependiendo de la temática que se vaya a desarrollar mediante la exposición, la
secuencia lógica se puede establecer considerando:
La relación de las ideas entre la causa y el efecto
La relación de las ideas según el orden cronológico
La relación de las ideas según el problema y la solución que se plantea
La relación de las ideas según la secuencia dentro de un proceso
La relación de las ideas según en orden ascendente-descendente (de las más
simple a la más compleja, de la más familiar a la más novedosa, de la más
general a la más concreta)
En cuanto al expositor, ya sea el docente o un estudiante del grupo, debe promoverse
una adecuada habilidad verbal para la exposición. Es importante variar la entonación
de la voz para no entrar en monotonía, usar un lenguaje claro, regular los
movimientos corporales para no generar distracción, procurar desplazarse en un
espacio moderado y mantener contacto visual con el auditorio.
Para la evaluación de una exposición deben considerarse varios aspectos: la calidad
de contenido (presenta ideas centrales o secundarias, están ordenadas lógicamente,
es puntual o redundante), las ayudas expositivas que se prepararon, las estrategias
que usa para mantener la participación y atención del público, y las habilidades
expositivas verbales y no verbales que se logran desarrollar.
Si el docente es el expositor, para evaluar el aprendizaje del estudiante, se puede
basar en la participación y atención que presta el estudiante (pregunta, toma
apuntes, agrega comentarios), la información que reporta en un examen rápido y en
la calidad de argumentos que utiliza en la solución de un problema planteado en el
aula.
1. La exposición didáctica -que se podría llamar también lección explicativa- es el
procedimiento por el cual el profesor, valiéndose de todos los recursos de un lenguaje
didáctico adecuado, presenta a los alumnos un tema nuevo, definiéndolo,
analizándolo y explicándolo.
2. La exposición sigue, normalmente, los siguientes pasos:
a) Introducción (con buena carga motivadora).
b) Desarrollo (esencialmente analítico y bien ordenado).
c) Síntesis, conclusión o aplicaciones concretas.
3. Normas prácticas
– Trazar un plan cuidadoso de la exposición que se va a hacer, determinando su
objetivo inmediato, delineando el esquema esencial del asunto, calculando bien el
tiempo necesario y las técnicas que se van a aplicar.
– Indicar a los alumnos el asunto del que se va a tratar y mostrar las relaciones con
la materia que se ha estudiado. Es necesario ser claro y preciso en la exposición y
metódico en la discusión del tema.
– Emplear recursos hábiles de estímulo inicial y mantener el interés y la atención de
los alumnos, dando vivacidad y sabor realista a las explicaciones.
– Aplicar las normas propias del lenguaje didáctico en cuanto a estilo y elocución; no
hablar demasiado deprisa; emplear frases cortas, pero claras y comprensibles;
pronunciar correctamente y enunciar las palabras con claridad.
– No quedar inmóvil en el estrado, ni aferrarse al texto o al programa. Hablar con
desenvoltura, moviéndose con moderación y naturalidad, dirigiéndose directamente a
los alumnos.
– Intercalar breves pausas en la explanación, recurriendo a sencillos interrogatorios y
debates para avivar la atención y el interés de los alumnos, invitándolos a una
participación más activa; aclarar inmediatamente las dudas que surgen, no dejándolo
para después.
– Siempre que sea posible, ilustrar la explicación con material visual: láminas
murales, mapas, diagramas, modelos impresos y proyecciones. A falta de ello,
representar gráficamente en la pizarra los hechos de los que se trata y sus relaciones.
Apoyar siempre el lenguaje en recursos intuitivos, dándoles más objetividad y
realismo.
– Transcribir en la pizarra, resumido, pero bien ordenado, el desarrollo del tema,
acentuando los datos más importantes y sus relaciones.
– Evitar digresiones largas y observaciones marginales o irrelevantes, reservando el
tiempo para los datos más esenciales, importantes e interesantes, dándoles el énfasis
debido.
– Cuando se lo considere necesario, intercalar algunas gotas de buen humor, para
que la clase resulte más agradable, interesante y animada.
– Comprobar de vez en cuando, por medio de preguntas oportunas y apropiadas, el
grado de atención y de comprensión de los alumnos.
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