Enseñanzas del Papa Francisco. No.95
El 9 de marzo ante la pregunta de uno de los niños de por qué si
Dios es bueno existe el infierno. El Papa respondió: “Dios
perdona todo, pero saben que había un ángel
muy orgulloso, muy orgulloso, que era muy inteligente, y tenía envidia de
Dios, ¿entienden? Quería ser Dios.
Y Dios quiso perdonarlo, pero él decía:
‘Yo no tengo necesidad de perdón,
¡me basto a mí mismo!’”.
Por tanto, “al infierno no te mandan: si vas es porque lo eliges tú.
El infierno es querer alejarse de Dios porque no quiero el amor de Dios.
El diablo es el infierno porque él ha querido: nunca más tener relación Dios.
“va al infierno solamente aquél que dice a Dios:
‘No te necesito, me arreglo yo sólo…
A la cuestión de cómo vivir de manera adecuada la moral
cristiana, dado que en los tiempos actuales es muy complicado, respondió:
“vivir moralmente es una gracia, es una respuesta al amor que Él
te da primero. Si tú no eres consciente de que Él te ama, no puedes hacer nada. La manera
moral de vivir es una respuesta a ese encuentro con Jesús.
Si tú nunca hubieras encontrado a Jesús, nunca, nunca podrías
vivir una vida cristiana. Es Jesús el que te ayuda a
avanzar, y si caes Él te alza y te hace
seguir adelante”.
“…En el momento de la tentación,
debemos mirar a Jesús y decir: ‘Señor, mírame, no me dejes solo’.
Si después caes, levántate”. Esto es “la moral cristiana, alzarse rápido y seguir
adelante”.
El 11 de marzo dijo en su catequesis sobre los ancianos: El Señor …nos llama a seguirlo en cada edad de la vida
y también la ancianidad contiene una gracia y una misión,
una verdadera vocación del Señor”.
La ancianidad es una vocación.No es el momento todavía de “tirar los remos en la
barca”…
…Volvámonos también nosotros un poco
‘poetas de la oración’: tomémosle el gusto a buscar palabras nuestras, recobremos aquellas que nos enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran
don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los
ancianos!
La oración de los ancianos y abuelos es un don para la
Iglesia, ¡es una riqueza! Una gran
inyección de sabiduría también para la
entera sociedad humana: sobre todo para aquella que está
demasiado ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída.
Alguien tiene que cantar, también para ellos; cantar los signos de
Dios, proclamar los signos de Dios,
¡rezar por ellos! Miremos a Benedicto XVI,
quien ha elegido pasar en la oración
y en la escucha de Dios la última parte de su vida. ¡Esto es bello!
Un gran creyente del siglo pasado, de tradición
ortodoxa, Olivier Clément, decía:
“Una civilización en la que ya no se ora es una civilización en la que la vejez carece de
sentido. Y esto es aterrador, tenemos necesidad de ancianos que
oren porque la vejez se nos da para esto”…
Nosotros podemos agradecer al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío de ingratitud que
lo rodea. Podemos interceder por las expectativas de las nuevas
generaciones y dar dignidad a la memoria y los sacrificios de aquellas pasadas.
Nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida. Podemos decirles a los jóvenes
temerosos que la angustia del futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí
mismos, que hay más alegría en dar que en recibir.
Los abuelos y abuelas forman el “coro” permanente de un gran santuario espiritual,
donde la oración de súplica y el cántico de alabanza sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo
de la vida.
La oración, finalmente, purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previenen el endurecimiento
del corazón en el resentimiento y el egoísmo.¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría
de vida!
¡En cambio qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir
al joven en busca del sentido de la fe y de la vida!Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los
ancianos.
Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los jóvenes.
Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi
ordenación sacerdotal, las l levo todavía conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien.
¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy le
pido al Señor: ¡este abrazo!
El 12 de marzo dijo explicando la misión del sacerdote con
respecto al sacramento de la confesión:
“Somos ministros de la misericordia gracias a la misericordia de Dios;
no debemos perder nunca esta mirada sobrenatural que nos
hace de verdad humildes, acogedores y misericordiosos
hacia todo hermano y hermana que pide confesarse”.
“No olvidemos nunca, sea como penitentes o
como confesores, que ¡no existe ningún
pecado que Dios no pueda perdonar!
Solo aquello que es escondido a la divina
misericordiano puede ser perdonado, como quien se oculta del
sol no puede ser i luminado ni
recibir calor”.
“Los sacramentos, como sabemos,
son el lugar de la proximidad y de la ternura de Dios para los
hombres; ellos son el modo concreto que
Dios ha pensado para venir a nuestro encuentro, para
abrazarnos, sin avergonzarse de nosotros
y de nuestro l ímite”.
El Sacramento de la confesión es
“un don de Dios”: “vivir el Sacramento como
medio para educar a la misericordia;
dejarse educar por cuanto celebramos; custodiar la mirada
sobrenatural”.
“Así el f iel se sentirá invitado a confesarse frecuentemente y
aprenderá a hacerlo de la mejor manera, con la delicadeza que hace tanto bien al corazón, también al de confesor. De esta manera nosotros
sacerdotes hacemos crecer la relación personal con Dios, para que así se
dilate en los corazones su Reino de amor y de paz”.
En muchas ocasiones los sacerdotes escuchan confesiones
que les edifican, “hermanos y hermanas que viven una auténtica comunión personal y eclesial con
el Señor y un amor sincero por los hermanos”.
Se trata de “almas sencillas, almas de pobres en espíritu que
se abandonan totalmente al Señor,
que se fían de la Iglesia y por tanto también del confesor”.
También, a menudo,“se asiste a auténticos milagros
de conversión”. “Personas que durante meses,
a veces desde hace años, han estado bajo el dominio
del pecado y que, como el Hijo Pródigo, vuelven en sí mismos y deciden levantarse
y regresar a la casa del Padre para implorar el perdón”.
“aprender de la conversión y del arrepentimiento de nuestros hermanos”
que muchas veces “nos hacen también un examen de conciencia”.
Cuando se escuchen las confesiones de los fieles,
“se debe tener siempre la mirada interior dirigida al cielo, a lo sobrenatural”.
…“Todos hemos sido constituidos ministros de la reconciliación por
pura gracia de Dios, gratuitamente y por amor,
a la vez que por misericordia”.
Sobre la actitud a tener cuando se escuchen los pecados, “también debe ser sobrenatural, respetuosa de
la dignidad y de las historias personales de cada uno,
para que pueda comprender qué quiere Dios de él o de ella”.
El 13 de marzo dijo en parte de su homilía:
…“El Sacramento de la Reconciliación, en efecto, permite acercarse con confianza al Padre
para tener la certeza de su perdón.
Él es verdaderamente 'rico en misericordia'
y la extiende con abundancia sobre cuantos recurren a Él con
corazón sincero”.
“No olvidemos que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón”.
“Sus puertas permanecen abiertas de par en par, para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la
certeza del perdón. Cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se
convierten”.
“Con cuánto amor nos mira Jesús, con cuánto amor cura nuestro corazón pecador. Nunca se asusta de nuestros pecados. Pensemos en el Hijo pródigo, que cuando decide regresar a casa de su padre
piensa darle un discurso, pero el padre no le deja hablar, le abraza. Así Jesús hace con
nosotros. 'Padre, tengo tantos pecados... pero Él estará contento,
¡s i tú vas te abrazará con mucho amor! No tengas miedo”.
“Ser tocados con ternura con su mano y moldeados por su gracia
nos permite, por tanto, acercarnos al
sacerdote sin temor por nuestras culpas,
pero con la certeza de ser acogidos
por Él en nombre de Dios, incluyendo no obstante nuestras
miserias”.
“Está el amor de la mujer pecadora que se humilla delante del Señor; pero aún antes está el amor misericordioso de
Jesús por ella, que la empuja a acercarse. Su llanto de arrepentimiento
y de alegría lava los pies del Maestro, y sus cabellos fueron secados con gratitud; los besos son expresión de su afecto
puro; y el ungüento perfumado vertido en abundancia atestigua
como Él es precioso a sus ojos”.
“Cada gesto de esta mujer habla de amor y expresa su deseo
de tener una certeza inquebrantable en su vida: aquella de haber sido perdonada. Y Jesús le da esta certeza:
acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella”.
“El amor y el perdón son simultáneos: Dios le perdona mucho, todo, porque 'ha amado mucho', y ella adora a
Jesús porque siente que en Él hay misericordia y no condena. Gracias a Jesús, sus muchos pecados Dios se los echa a las espaldas, no los recuerda más. Para ella, ahora inicia una nueva estación, renace en el amor a una vida
nueva”.
“Esta mujer ha encontrado verdaderamente al Señor. En el silencio, le ha abierto su corazón; en el dolor, le ha mostrado el arrepentimiento por sus pecados,
con su llanto ha apelado a la bondad divina para recibir el perdón”.
“Para ella no habrá ningún juicio, sino aquello que viene
de Dios, y este es el juicio de la
misericordia. El protagonista de este encuentro es
ciertamente el amor que va más allá de la justicia”.
“El fariseo no logra encontrar el camino del amor. Permanece detenido en el umbral de la formalidad”
ya que “no es capaz de cumplir el paso sucesivo para ir al encuentro de Jesús que le l leva la salvación”.
El juicio de Simón a la mujer “le aleja de la verdad y no le permite ni siquiera entender quién
es su huésped. Se ha detenido en la superficie,
no ha sido capaz de mirar al corazón”. Sólo “cuando el juicio de Simón se vuelve al amor, entonces él está en
lo justo”.
“El reclamo de Jesús empuja a cada uno de nosotros a no quedarnos quietos nunca en
la superficie de las cosas, sobre todo cuando estamos
ante una persona. Estamos llamados a mirar a los otros, a centrarnos en el corazón para ver de cuánta generosidad es capaz cada
uno”.
El 12 de marzo dijo en parte de su homilía: “Elegir entre dos caminos, uno que lleva a Dios
y el otro que lleva a la perdición, a la ruina y a corrupción. “O tú estás en el camino del amor o estás en el de la
hipocresía. O te dejas amar de la misericordia de Dios,
o hacer aquello que quieres, según tu corazón, que se endurece cada vez más en este camino”.
Cuando uno hace su propia voluntad
y no la del Señor, el corazón se endurece.
“En la Iglesia, el Señor manda a los santos, son los santos los que llevan adelante la vida de la Iglesia: son los
Santos. No son los poderosos,
no son los hipócritas: no, los santos”.
“Los santos son aquellos que no tienen miedo de dejarse acariciar por la misericordia de Dios. Y por eso los santos son
hombres y mujeres que entienden muchas miserias, muchas miserias humanas y acompañan al pueblo vecino. No desprecian al
pueblo”.
Cristo en un pasaje del Evangelio afirma que
“quién no está conmigo está contra mí”.
“O eres santo o vas por el otro camino.
Quien no recoge conmigo, …Es un corruptor, que corrompe”.
“Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el camino de la vida seguimos un camino de endurecimiento: el
corazón se endurece, se petrifica, y la Palabra del Señor no entra. Y el pueblo se
aleja”.
“También nuestra historia personal puede ser así. Y hoy, en este día de Cuaresma, podemos
preguntarnos: '¿Escucho la voz del Señor, o hago aquello que quiero,
lo que me gusta?'”.
En el Evangelio del día Jesús cura a un endemoniado y es
acusado de echar a los demonios en nombre de los
demonios. “Es la típica acusación de los
' legalistas'” que “creen que la vida está
regulada por las leyes que hacen ellos”…
El 15 marzo dijo comentando el Evangelio y rezar el
ángelus: “¡Dios nos ama!, ¡Dios nos ama!”, …Jesús le dice a
Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único”.
“Escuchando esta palabra, dirigimos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado
y escuchamos dentro de nosotros que Dios nos ama, nos ama de verdad, y ¡nos ama mucho!”.
“Dios nos ama con amor gratuito y sin l ímites”.
Un amor que “se muestra ante todo en la creación”. Y como en ella,
“también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación resalta la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo no porque se lo merezca, s ino porque es el más pequeño entre
todos los pueblos”.
“Y cuando viene ‘la plenitud del tiempo’,
a pesar de que los hombres habían roto repetidamente la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos,
forjó con ellos un vínculo nuevo en la sangre de Jesús
–el vínculo de la nueva y eterna alianza-
un vínculo que nada podrá volver a romper”.
“La Cruz de Cristo es la prueba suprema del amor de Dios por
nosotros: Jesús nos ama hasta el f inal”, es decir, “no solo hasta el último
instante de su vida terrena, sino hasta el extremo límite del amor. Si en la creación el Padre nos ha
dado la prueba de su inmenso amor donándonos la vida,
en la pasión de su Hijo nos ha dado la prueba de las
pruebas: ha venido a sufrir y morir por
nosotros”.
“El Espíritu Santo obra en la Iglesia y, a través de ella asegura la memoria viviente de
Cristo, y obra en todas partes, también fuera de la Iglesia,
haciendo crecer los valores de auténtica humanidad”.
Y este espíritu de amor “nos hace capaces de amar a Dios y a
los hermanos”. “El signo más claro y más eficaz de este amor es la eucaristía,
el memorial de la Pascua de Jesús: cada vez que la celebramos revivimos lo que sucedió en el
Calvario, vértice de la historia del amor de Dios con la humanidad”.
“Que María, Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza
de que somos amados por Dios” y “sea cercano a nosotros en
momentos de dificultad”, para que “en nuestro itinerario cuaresmal
sea experiencia de perdón, de acogida y de caridad”.
El 15 de marzo dijo al f inalizar el rezo del Ángelus:
“Queridos hermanos y hermanas, con dolor, con mucho dolor, me he enterado de los atentados terroristas de hoy contra dos
iglesias en la ciudad de Lahore, en Pakistán, que han provocado numerosos muertos y heridos”.
“son iglesias cristianas. Los cristianos son perseguidos. Nuestros hermanos derraman sangre
solamente porque son cristianos”.
“Mientras aseguro mi oración por las víctimas y sus familias, pido al Señor, imploro al Señor, fuente de todo bien,
el don de la paz y la concordia para este país”.
“Que esta persecución contra los cristianos, que el mundo busca esconder, finalice y se dé la paz”.
En twitter dijo:La humildad salva al hombre;
la soberbia le hace errar el camino.
En los momentos más terribles, recordad: Dios es nuestro Padre; Dios no abandona a sus
hijos.
¡Cuidado con la comodidad! Cuando nos acomodamos olvidamos fácilmente a los
demás.
La Cuaresma es un tiempo para acercarse a Cristo por medio de la Palabra de Dios y los sacramentos.
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Y que permanezcamos unidos en el amor a Jesús.
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