No. 24 Año VI | Mayo - Junio 2020
En el meollo: «La verdad del hombre es la En el meollo: «La verdad del hombre es la
verdad del misterio que encarna»verdad del misterio que encarna»
“Todo tuyo, María”
«Totus tuus» (todo tuyo), son las primeras palabras de una hermosa
oración de consagración a nuestra Madre del Cielo compuesta por san Luis
María Grignon de Montfort y que asumiría luego, como lema apostólico, el
papa san Juan Pablo II. Un hombre de una profunda espiritualidad mariana
y que ya siendo seminarista, como él mismo afirmó, comprendió que no
podía excluir a la Madre del Señor de su vida sin dejar de lado la voluntad
de Dios-Trinidad.
Y es también la invitación del equipo de redacción de Seminaristas Hoy,
cuando estamos celebrando el centenario del nacimiento de este grande
de la Iglesia: Karol Wojtyla; a cuyo testimonio de vida dirigimos nuestra
mirada en el presente número preguntándonos: ¿en qué suelo se
arraigaron las raíces de un hombre que cambió la historia de Europa, que
timoneó «la barca de Pedro» durante casi veintisiete años y que se ha
convertido en una referencia moral para millones de hombres de toda
cultura, religión y geografía? ¿De qué fuentes originales bebió y en qué
manantiales siguió abrevando hasta sus últimos días en los que el dolor y
el resuello le agotaban hasta el borde del abismo?
Es justamente ahí donde la dimensión mariana de su vida personal, de su
acción sacerdotal y pontifical, originada y crecida en la atmósfera familiar,
en el ambiente parroquial de su natal Wadowice, sumergido en el ambiente
popular de Cracovia y de Polonia, deviene en respuesta clara: porque en
ella encontró un camino seguro que conducía al encuentro con Jesús,
único Salvador. Porque comprendió que entregarse a María era entregarse
a la Iglesia, y entregarse a la Iglesia era entregarse a Dios. Así se entiende
con luz nueva su lema pontifical: «Totus tuus», donde se revela la raíz de
sus 26 años de pontificado como testigo y maestro de su entrega a Dios
por María.
Estimado lector, que el «Totus tuus» sea también nuestra oración
cotidiana, recordándole a María que no podemos solos, que necesitamos
su ayuda maternal, para no negarle nada a su Hijo Jesucristo.
Seminaristas Hoy
Seminaristas Hoy 1
Fragmento de la carta del papa emérito Benedicto XVI por el centenario del nacimiento del santo papa Juan Pablo II
(18 de mayo de 2020)
Ciudad del Vaticano, 4 de mayo del 2020
El 18 de mayo, se cumplirán 100 años desde que el papa Juan Pablo II nació en la pequeña
ciudad polaca de Wadowice.(...)
Cuando el cardenal Wojtyla fue elegido sucesor de san Pedro el 16 de octubre de 1978, la Igle-
sia estaba en una situación desesperada.(...)Sin embargo, desde el primer momento, Juan
Pablo II despertó un nuevo entusiasmo por Cristo y su Iglesia. Primero lo hizo con el grito del
sermón al comienzo de su pontificado: «¡No tengan miedo! ¡Abran, sí, abran de par en par las
puertas a Cristo!» Este tono finalmente determinó todo su pontificado y lo convirtió en un
renovado liberador de la Iglesia.(...)
A lo largo de su vida, el Papa buscó apropiarse subjetivamente del centro objetivo de la fe
cristiana, que es la doctrina de la salvación, y ayudar a otros a apropiarse de ella. A través de
Cristo resucitado, la misericordia de Dios es para cada individuo. Aunque este centro de la
existencia cristiana solo nos lo da la fe, también es importante filosóficamente, porque si la
misericordia de Dios no es un hecho, debemos encontrar nuestro camino en un mundo donde
el poder último del bien contra el mal es incierto. Después de todo, más allá de este significado
histórico objetivo, es esencial que todos sepan que, al final, la misericordia de Dios es más
fuerte que nuestra debilidad. Con la centralidad de la misericordia divina, nos da la oportunidad
de aceptar el requerimiento moral del hombre, aunque nunca podemos cumplirlo por completo.
Sin embargo, nuestros esfuerzos morales se hacen a la luz de la divina misericordia, que
resulta ser una fuerza curativa para nuestra debilidad.(...)
Dejamos abierto si el epíteto «magno» prevalecerá o no. Es cierto que el poder y la bondad de
Dios se hicieron visibles para todos nosotros en Juan Pablo II. En un momento en que la Iglesia
sufre una vez más la aflicción del mal, este es para nosotros un signo de esperanza y
confianza.
Querido san Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!
Benedicto XVI
Texto completo en: https://www.romereports.com/amp/2020/05/15/carta-completa-de-benedicto-xvi-por-el-centenario-
del-nacimiento-de-juan-pablo-ii/
2 Seminaristas Hoy
Necesidad de volver a Dios
Reynaldo Rodríguez Labrada
2do Filosofí a (Camagu ey)
U na vez más nos encontramos fren-
te a la incuestionable necesidad de
acudir al Dios de la Vida. Necesi-
dad que precisa de la actualización del día a
día, pero de cara a la indiferencia del hombre
frente a Dios ha sido bloqueada. Cabría pre-
guntarnos en medio del tumulto de apocalípti-
cas especulaciones: ¿qué queda verdadera-
mente? y ¿cuál es el puerto seguro del
hombre?
Frente al misterio de la existencia humana,
parece que todos se quedan irremediable-
mente sin fundamentos. Por más que quieran,
ninguna ideología, postura científica e incluso
filosófica, sabrá vislumbrar para el ser hu-
mano un horizonte más seguro que el que la
fe brinda a quienes buscan con gran deseo a
este Dios de la Vida.
Una vez más el mundo habrá de percatarse
de las consecuencias de «jugar a ser Dios»,
de pensar que todo cuanto le era necesario
para vivir se reduce a su propia habilidad de
acción. Otra vez son sacudidas las
«seguridades humanas», sus «auto-
agenciados fundamentos». El haber dejado a
Dios sentado en los últimos puestos de la lista
de seguridades y respaldos, ha hecho quebra-
diza nuestra esperanza. Pues, una vida que
no encuentre en Cristo su sentido más pleno y
verdadero, es inconsistente. Y en el intento
por solventarlo, se ha atestado de las más
efímeras cosas, deseando atenuar la
ansiedad que produce ese propio sinsentido.
La crisis actual del ser humano va más allá de
un desesperado intento de prolongar su exis-
tencia. Como aún no ha encontrado su verda-
dera felicidad, se aferra con inefable desespe-
ración a la propia vida buscando una nueva
oportunidad, un nuevo camino que abarque
positivamente aquello hacia lo cual su corazón
tiende. Sin embargo, esta búsqueda, por más
que insista en renovados ensayos, estará
condenada al fracaso si no cuenta con el auxi-
lio divino. Nuestra soberbia autosuficiencia
olvida a propósito lo esencial, más aún, lo
único esencial. «Y amonestado de aquí a
volver a mí mismo, entré en mi interior guiado
por ti; y púdelo hacer porque tú te hiciste mi
ayuda. Quien conoce la verdad, conoce la luz,
y quien la conoce, conoce la eternidad. La
Caridad es quien la conoce. Oh eterna ver-
dad, por ti suspiro día y noche, y cuando por
primera vez te conocí, tú me tomaste para que
viese que existía lo que había de ver» (San
Agustín, Confesiones X, 16).
Las circunstancias que hoy vivimos hablan por
sí solas: ¿Dónde están los grupos abortistas
que promueven el asesinato de niños?
Seminaristas Hoy 3
¿Dónde están los que animan la eutanasia
como remedio a los que sufren? ¿En qué
lugar escondieron los dictadores sus vacíos
discursos? ¿Se quedó sin opiniones la ideolo-
gía de género? ¿Pudieron por fin matar a
Dios los filósofos? Todos, todos, luchan por
preservar un don que no ha sido fruto de su
gestión, sino que nace de la generosidad de
ese DIOS DE LA VIDA. Jesús, por más arro-
gante que sea nuestra osadía, no nos manda
a callar; por el contrario, el inevitable desenla-
ce de nuestra presunción nos increpa con su
realidad. Me gustaría pensar en el ejemplo de
la madre que advierte a su hijo ante una inmi-
nente caída mientras este corre desenfrena-
damente. Cuando todo falla ¿qué nos queda?
¿Hacia dónde llevar este barco que amenaza
con naufragar? Solo existe un puerto seguro,
Cristo Jesús. En él nada es inestable, en él,
aunque lo hayamos olvidado, se mantiene
firme la promesa: «Yo estaré con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo» (Mt
28,20). No faltarán las propuestas de quienes
creen tenerlo todo pensado. Tampoco se
harán esperar los ingenuos que, como corde-
ros al matadero caerán frente a la seducción
de la placentera mediocridad de tales proyec-
tos. «Y miré las demás cosas que están por
debajo de ti, y vi que ni son en absoluto ni
absolutamente no son. Son ciertamente, por-
que proceden de ti; mas no son, porque no
son lo que eres tú, y solo es verdaderamente
lo que es inmutable. Mas para mí el bien está
en adherirse a Dios, porque si no permanezco
en él, tampoco podré permanecer en mí. Mas
él, permaneciendo en sí mismo, renueva
todas las cosas» (San Agustín, Confesiones
XII, 18).
Veamos este silencio de la humanidad como
la oportunidad de volvernos a Dios. Aún en
nuestras muchas enfermedades, aún en
nuestro olvido, insiste en continuar curándo-
nos, insiste en una nueva oportunidad, espera
anhelante una respuesta de amor nuestra. El
mundo se convierte hoy en el hijo pródigo.
Después de tantos y tantos golpes que enca-
raron nuestra realidad de distanciamiento,
tenemos la ocasión del abrazo perdonador,
del anillo de la dignidad que una vez fue ame-
nazada, de la mejor túnica que nos recuerda
de Quién somos hijos, de las sandalias que
afirman la seguridad de nuestros pasos en
dirección a la Verdad.
Solo en Cristo está nuestra esperanza; solo
en Dios descansa la verdad que no cambia;
solo en el Señor tendremos la seguridad de
que nuestra nave no naufragará, por más que
la tempestad intente agujerearla. «Y buscaba
yo el medio de adquirir la fortaleza que me
hiciese idóneo para gozarte; ni había de ha-
llarla sino abrazándome con el mediador entre
Dios y los hombres, el hombre Cristo
Jesús» (San Agustín, Confesiones XVIII, 24).
Miremos con los ojos de la fe, actuemos des-
de la solidaridad, esperemos desde su prome-
sa. Recuperemos la centralidad del Dios de la
Vida, solo en él está puesta nuestra esperan-
za. «¿Brota acaso el papiro sin marismas?
¿Crece sin agua el junco? Aún en su verdor,
sin ser cortado, antes que toda hierba se
marchita. Tal es el fin de los que a Dios olvi-
dan, así fenece la esperanza del
impío» (Job 8,11-13). Qué este tiempo nos
haga redirigir nuestra mirada al Redentor y
aumente con ardorosos deseos nuestro
anhelo de tenerle.♦
4 Seminaristas Hoy
La Caridad Pastoral
Hanoi Manuel Ferrer Pérez
3ro Teologí a (Matanzas)
E l término Caridad Pastoral, de un uso
reciente a nivel teológico, es fruto del
Concilio Vaticano II, que recoge y
supera lo que antes se llamaba el celo
pastoral.
El sacerdote ciertamente ha de sentir un ver-
dadero celo por las almas que le han sido
confiadas, celo por la parroquia; recordando
que la parroquia es estrato mucho mayor que
la comunidad cristiana. Ha de procurar de
todos los modos posibles la salus animarum,
la salvación de todos aquellos que se le han
confiado. Pero esto no se logra solo con celo,
es necesaria, y en gran medida, la gracia de
Dios. Por eso se habla de la Caridad Pastoral:
amar, sacrificarse, ofrecerse al modo de
Jesús, el Buen Pastor.
Esta Caridad Pastoral el sacerdote la halla en
la contemplación del Corazón Sacerdotal del
Señor. Allí está su fuente, pasa por su media-
ción y llega a su fin: el pueblo santo y fiel de
Dios y allí de un modo especial han de
encontrar cobijo los más pequeños y débiles.
La Exhortación Pastores Dabo Vobis, del
papa san Juan Pablo II, propone un espacio
entre los números 21-23 llamado: La configu-
ración con Jesucristo, Cabeza y Pastor, y la
caridad pastoral. Del tema en cuestión
podemos señalar:
El principio interior, la virtud que anima y guía
la vida espiritual del presbítero en cuanto
configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la
caridad pastoral, participación de la misma
caridad pastoral de Jesucristo: don gratuito
del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y
llamada a la respuesta libre y responsable del
presbítero.
El contenido esencial de la caridad pastoral es
la donación de sí, la total donación de sí a la
Iglesia, compartiendo el don de Cristo y a su
imagen. «La caridad pastoral es aquella virtud
con la que nosotros imitamos a Cristo en su
entrega de sí mismo y en su servicio. No es
sólo aquello que hacemos, sino la donación
de nosotros mismos lo que muestra el amor
de Cristo por su grey. La caridad pastoral
determina nuestro modo de pensar y de ac-
tuar, nuestro modo de comportarnos con la
gente. Y resulta particularmente exigente para
nosotros...»1.
Como vemos, la caridad pastoral, es la partici-
pación del sacerdote en la misma Caridad de
Cristo; y es justamente ese amor el que le
capacita para realizar su ministerio como el
Seminaristas Hoy 5
Señor y la Iglesia esperan y necesitan. El
sacerdote ha de amar lo que Jesús ama y del
mismo modo: al extremo.
El sacerdote recibe esta gracia a través de la
Ordenación, y la nutre continuamente por la
Palabra y por la Eucaristía, que expresan el
amor misericordioso de Dios.
Este don, dado al sacerdote, favorece su rela-
ción con los hombres y con la Iglesia, según
san Juan Pablo II:
La caridad pastoral es la virtud por la cual
imitamos a Cristo en su donación y servicio.
No es solo lo que nosotros hacemos, sino la
donación propia, lo que manifiesta el amor de
Cristo hacia su rebaño. La caridad pastoral
determina nuestro modo de pensar y actuar,
nuestra manera de relacionarnos con la gente.
Implica especiales exigencias en nosotros
porque como pastores debemos ser particu-
larmente sensibles a la verdad contenida en
las palabras de san Pablo: «todo es lícito, mas
no todo es conveniente… no todo edifica»
(I Cor 10,23)2.
Si Dios es amor, el sacerdote –su ministro–
debe ser ante todo el hombre de la caridad. El
amor del sacerdote por el pueblo de Dios es la
fuente del dinamismo pastoral, de la espiritua-
lidad sacerdotal, es la meta y la realización de
la vida apostólica, en la que gozosamente el
sacerdote se gasta, dándose hasta el extre-
mo. Esta es la fuerza que mueve a edificar en
torno suyo la comunidad, a ir en busca de la
oveja descarriada, y amar a las que no son de
su redil.
Resulta válido entonces valorar estas cosas
desde nuestra etapa formativa. El seminario
es la primera etapa de respuesta al llamado
del Señor para estar con Él. Aquí hemos de
comenzar nuestra configuración con Cristo
Sacerdote. De ahí la estima que la Iglesia
otorga a la pastoral en la etapa de formación.
Y como decía frecuentemente un director
espiritual del Seminario San Carlos: esas
cosas no se improvisan. Ojalá que el Señor
nos conceda la gracia que pedía san Juan
María Vianney en sus tiempos de seminarista:
«amar desde ya al pueblo que un día se nos
será confiado».♦
Lectura recomendada
La vida después de la pandemia
Nuevo libro publicado por la Librería Editora Vaticana, que
recoge las reflexiones del papa Francisco sobre la
pandemia de coronavirus que se ha extendido en la
familia humana, con las que se esbozan las pautas para
un nuevo inicio que tenga el sabor de un renacimiento.
Ocho textos, con fecha 27 de marzo al 22 de abril, que
podrían leerse como un desarrollo único de su
pensamiento y como un rico mensaje a la humanidad.
1. Pastores Dabo Vobis. Obra Nacional de la Buena Prensa, México DF, 2007. Págs. 50-57.
2. Homilía a los sacerdotes en Seúl, Corea,7-10-1989.
6 Seminaristas Hoy
La verdad del hombre es la verdad del misterio que encarna
P. Carlos Luis Fernández Hernández, sdb
Profesor
«L a perfección del hombre no
está en la mera adquisición del
conocimiento abstracto de la
verdad, sino que consiste también en una
relación viva de entrega y fidelidad hacia el
otro. En esta fidelidad que sabe darse, el
hombre encuentra plena certeza y seguri-
dad» (FR 32). Son palabras del papa Juan
Pablo II en aquella encíclica que a finales de
la década de los noventa manifestó la insepa-
rable relación entre filosofía y teología. La
profundidad de sus ideas estuvo motivada por
una línea filosófico-teológica que colocó la
dignidad de la persona humana en eje funda-
mental de toda su antropología. Su faceta de
filósofo, la cual pocos conocen, encontró sen-
tido en el vínculo que supo establecer entre
los imperativos morales kantianos y las visio-
nes filosóficas de algunos pensadores del
siglo XX como Buber, Lévinas y Scheler, bus-
cando articular una teoría de la relación inter-
personal, siendo compendiadas algunas de
sus reflexiones en la obra Persona y acción.
El personalismo del Papa polaco es la expre-
sión directa sobre el ser humano en cuanto
persona en acto (en acción), que intenta des-
entrañar su experiencia y discernir lo que es
específicamente humano, reconociendo así la
presencia y la relación con-el-otro. Tal siste-
ma expresa lo que es necesario para formar
una comunidad, en la que el ego del hombre
percibe que existe junto con otros que com-
parten con él un sin número de experiencias y
que son, al mismo tiempo en la unidad, muy
distintos a él.
Uno de los resultados más relevantes que
dejó Karol Wojtyla en su estudio acerca de las
obras de Max Scheler, fue la de comprender
que el método fenomenológico brinda al ser
humano una mirada profunda sobre su propia
existencia. El personalismo scheleriano mani-
fiesta la estrecha relación que existe entre
experiencia y acción, y el impacto que ejercen
las otras personas sobre la libertad y la direc-
ción de los actos humanos, conocida como
«la experiencia de la intersubjetividad». El
reconocimiento y la afirmación de que la per-
sona no puede, en ningún caso, ser suplanta-
da por alguna otra categoría, y sus acciones
no pueden ser reducidas a efectos contingen-
tes, fueron los contenidos del personalismo
que atrajeron la atención del joven Karol.
Seminaristas Hoy 7
EL MEOLLO
Para Wojtyla, la persona es sujeto de morali-
dad, cuya base reside en su naturaleza racio-
nal. Entendiendo que el significado de razón
no es solo la capacidad de crear nociones
universales o de expresar juicios, sino ade-
más la capacidad inherente a la persona de
conocer la verdad, porque la relación del
hombre con ella es una relación de carácter
natural, al mismo tiempo es la capacidad de
acoger la verdad sobre el bien y sobre las
cosas mismas. Asimismo, lo es también la
libertad como atributo de su naturaleza racio-
nal. Dado el hecho de que la razón está vincu-
lada de un modo natural con la verdad, el
asunto problemático acerca de la categoría de
verdad refiere también a la acción de la elec-
ción. Por tanto, persona-acción o razón-
libertad serán las columnas de apoyo de su
personalismo que, a su vez, incluye además
una visión antropológica acerca del fin último
de la vida humana.
Para el personalismo wojtyliano el hombre no
es solo un problema del conocimiento antro-
pológico, filosófico, sociológico o moral: el
hombre es un misterio. La verdad del hombre
es la verdad del misterio que encarna, llama-
do y destinado por la gracia a la gloria y a la
felicidad. La verdad del hombre es su irrepeti-
ble realidad de ser y de obrar, dotado de en-
tendimiento y de voluntad, de conciencia y de
corazón, capaz del más alto de los bienes a
través de la experiencia del amor o del más
lamentable acto egoísta. La verdad del hom-
bre es su realidad singular porque es persona,
y está situado en la historia; él es apertura
interior de su espíritu; es necesidad de amor,
es lazo con el otro, estructura social, correla-
ción dinámica; el hombre se realiza «junto con
los otros»; el hombre es acción. Esto último es
en sí mismo el valor primordial al que Juan
Pablo II denominó «valor personalista».
En fin, su visión filosófico-teológica sobre la
persona humana descansa en una antropolo-
gía rica que, cimentada en la historia del mun-
do, mira con esperanza el cielo nuevo y la
tierra nueva. Tal vez por eso, en una de sus
cartas, el propio Juan Pablo II sostuvo: «El
amor, la civilización del amor, se relaciona con
el personalismo. ¿Por qué precisamente con
el personalismo? El ethos del personalismo es
altruista: mueve a la persona a entregarse a
los demás y a encontrar gozo en ello» (Carta
a las familias 02.02.1994, 14).♦
8 Seminaristas Hoy
Nada que pedir y nada que rechazar
Leonardo Díaz Izquierdo
1ro Filosofí a (Pinar del Rí o)
Entrevista concedida por el Nuncio Apostólico
de Su Santidad en Cuba, Mons. Giampiero
Gloder (Segunda parte)
L: Aunque es poco el tiempo que lleva en
la Isla, ¿podría comentarnos qué le ha
parecido nuestra realidad eclesial?
M.G.: Es cierto que no he pasado mucho
tiempo en Cuba, pero ya he podido visitar
varias realidades eclesiales tanto en la capital
como en otras partes del país. Tengo que
decir que me admira la generosidad y la dedi-
cación de los obispos, sacerdotes y diáconos,
religiosos y religiosas, seminaristas, y mu-
chos laicos, que viven su fe, su compromiso
misionero y la atención a los más necesita-
dos con sencillez y entusiasmo.
La Iglesia de Cuba es una Iglesia, como pide
el papa Francisco, «en salida», que no teme
aventurarse en las «periferias», segura de
que el Evangelio es una luz para todos los
hombres y un camino de crecimiento humano
y, claro, cristiano.
Entonces me parece que es una Iglesia aten-
ta no tanto a los números, sino a la calidad
de la vida cristiana, a la formación en la fe y
la caridad, comprometida a traer la gran es-
peranza del hombre que apoya toda la vida y
le da una dirección segura: Dios que nos amó
y que aún nos ama, hasta el final.
Por supuesto, no faltan dificultades, pero la
confianza en la cercanía del Señor y en la
presencia materna de María siempre ha
guiado a la Iglesia que peregrina en Cuba, en
cada momento de su historia.
Me llamó la atención el compromiso en las
parroquias y en las diversas realidades ecle-
siales, especialmente en las «casas de mi-
sión», verdaderas luces de fe diseminadas
por todo el país.
L: ¿Qué consejos daría a los seminaristas
de Cuba en relación a los nuevos retos
que se nos presentan en la tarea evangeli-
zadora?
M.G.: Simplemente diría vivir el camino en el
Seminario con compromiso, y teniendo
presentes tres prioridades: la oración, la
formación y la fraternidad. En primer lugar, el
sacerdote es un «hombre de Dios», que se
Seminaristas Hoy 9
deja evangelizar por Jesús mismo como los
Apóstoles, siempre sigue siendo un
«discípulo», que nunca deja de aprender del
Señor cómo vivir su propia misión de llevar la
luz de Dios al mundo. Por esta razón, la
oración personal, la meditación de la Palabra
de Dios y la Eucaristía, la fuente de nuestra
vida, son tres «columnas» que es importante
arraigar bien en los años del Seminario.
Luego la formación. Para llevar a Dios a los
demás y a los demás a Dios, uno debe apren-
der a conocerlo cada vez más a través del
encuentro personal con él, pero también con
un estudio serio y responsable de la gran
riqueza que contiene la Palabra de Dios y que
la Iglesia ha madurado en la profundización
de esta Palabra.
Finalmente, la fraternidad en dos direcciones:
la primera con su propio Presbiterio, con los
co-hermanos; así como en la fe no se camina
solo, sino en una comunidad, así en el Minis-
terio no se vive solo, sino en la fraternidad
sacerdotal, compartiendo la misma misión y
este espíritu comienza a construirse en los
años del Seminario. Luego la fraternidad hacia
el Santo Pueblo de Dios que está en Cuba:
aprender a amar al propio rebaño, no lo que
nos gustaría, lo que elegiríamos o lo que nos
resulte más cómodo, sino lo concreto que el
Señor nos confía y que la Iglesia nos pide que
cuidemos. ¡Sirvamos aquí en Cuba, con gene-
rosidad, con dedicación y con fe!♦
Lectura recomendada
Desde lo más hondo de nuestros corazones
En homenaje a los sacerdotes del mundo entero, el
cardenal Robert Sarah, prefecto para la Congregación del
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, junto con
el papa emérito Benedicto XVI, nos regalan esta
maravillosa obra. Sencillamente desde lo profundo de los
corazones de estos grandes hombres y con una insonda-
ble riqueza, esta obra ilumina a toda la Iglesia sobre el
futuro de los sacerdotes, el significado del sacerdocio
católico y el sentido del celibato sacerdotal.
10 Seminaristas Hoy
El Dios de los pobres está con los pobres
Victoria Margarita Villarreal Lesmes
Profesora
E l nuevo coronavirus tomó por sorpre-
sa a todos y dejó en situación de
especial vulnerabilidad a los más
débiles, en este caso, a los ancianos enfer-
mos. A muchos los conocíamos por el servicio
de comedores que prestaba la diócesis hasta
entonces, que les proveía de alimentos diarios
y acompañamiento espiritual; sin embargo, lo
que sobrevino después: el temor al contagio,
el distanciamiento social, la carestía y regula-
ción de los productos de primera necesidad,
unido a la inseguridad de cómo serían las
cosas en lo sucesivo, nos movió a ser auda-
ces en el servicio, para buscar nuevas formas
de ayuda en esta realidad.
Con el acompañamiento de Mons. Dionisio
García se priorizaron a las personas de la
tercera edad más afectadas (por su situación
socio-económica, gravedad de las enfermeda-
des, abandono familiar…) y se organizó un
servicio de elaboración-distribución de alimen-
tos a sus hogares desde la Casa de la Miseri-
cordia, sede de la Comunidad de San Egidio
en nuestra ciudad. Con la colaboración de 120
jóvenes voluntarios de diferentes parroquias, y
comunidades juveniles del Movimiento Foco-
lar, la Salle, Pastoral Juvenil Ignaciana y la
Comunidad San Egidio, se comenzó a
elaborar alimentos para 230 ancianos.
Los días lunes, miércoles y viernes resulta
frecuente ver a estas personas en las puertas
o balcones de sus hogares para recibir a los
jóvenes voluntarios, con la ilusión no solo de
un alimento físico sino también de intercam-
biar historias y sonrisas por debajo del naso-
buco, compartir lo que sienten y constatar
que, en definitiva, a pesar de lo difícil de los
tiempos, siempre hay un motivo para dar
gracias a Dios y seguir viviendo.
Seminaristas Hoy 11
Antes de salir a los hogares de los ancianos,
los jóvenes tienen un momento de formación y
espiritualidad a cargo de los sacerdotes, reli-
giosos, o el obispo, que los acompañan donde
ofrecen el servicio y oran por quienes reflejan
el rostro de Jesús pobre y solo. Este momento
es especial para todos por cuanto aviva el
sentido de cristianos y de Iglesia en salida que
queremos testimoniar como pueblo de Dios.
Por otro lado, desde las diferentes parroquias
de nuestra diócesis se apoya a otras personas
vulnerables con un estipendio base para ad-
quirir productos de primera necesidad; este
servicio es acompañado de manera directa
por los sacerdotes y equipos de laicos com-
prometidos que, en cada comunidad, nunca
han dejado de trabajar (ni aún en los inicios
de la pandemia, con el riesgo que ello supo-
nía) para llevar adelante la caridad al prójimo
cuando más lo necesitan. El acompañamiento
de los sacerdotes se ha manifestado además
a través de visitas a los hogares, la adminis-
tración de sacramentos, confección de bolsas
básicas de primera necesidad, y en parro-
quias como San Luis, El Cobre, Palma
Soriano y Trinidad también mediante la
preparación de alimentos (meriendas o
almuerzos).
El trabajo social-humanitario en nuestra arqui-
diócesis en tiempos de Covid-19 continúa y se
alimenta de las experiencias de fe de quienes
lo viven: en estos servicios sentimos el privi-
legio de ser amigos de un Dios que ama a los
pequeños, protege a los débiles y socorre al
pobre, que una vez más nos deslumbra con
su amor inmenso que deposita en vasijas de
barro para compartirse y repartirse. Damos
gracias a él por todas las experiencias de
solidaridad en estos tiempos y que esperan
ser contadas cuando todo pase.♦
Fotos: Rubén Aja Garí
12 Seminaristas Hoy
NOTICIAS
Canonización de Charles de Foucault,
padre del desierto
La Santa Sede anunció, a finales del pasado
mes de mayo, la futura canonización del beato
Carlos de Foucauld gracias al reconocimiento
de un milagro obtenido por su intercesión que
tuvo lugar el 30 de noviembre de 2016 en la
ciudad francesa de Saumur. Tras su conver-
sión, Foucald vivió como ermitaño entre las
tribus Taureg, en el Sahara. Murió asesinado
por unos bandidos, y aunque no llegó a tener
seguidores en vida, su legado espiritual sigue
teniendo una extraordinaria fecundidad.♦
Anuncian fecha de beatificación de
Carlo Acutis
Debido a la actual pandemia, la fecha de
beatificación del venerable Carlos Acuti, el
«ciberapóstol de la Eucaristía», se trasladó a
octubre próximo. La ceremonia tendrá lugar el
día 10, de dicho mes, en la Basílica Papal de
San Francisco de Asís en esa ciudad italiana.
Será presidida por el Cardenal Angelo Becciu,
prefecto de la Congregación para las Causas
de los Santos.♦
Relaciones diplomáticas entre Cuba y la
Santa Sede
Cuba y la Santa Sede cumplieron 85 años de
relaciones diplomáticas el pasado 7 de junio.
Si bien desde 1898, el papa León XIII, había
nombrado su primer Delegado Apostólico en
la Isla, no fue hasta el 11 de septiembre de
1935 cuando se firmó el documento de esta-
blecimiento de una Nunciatura Apostólica en
Cuba, a instancias del papa Pío XI y en reci-
procidad al gesto cubano, que el 7 de junio de
ese mismo año había decidido, mediante
Decreto-Ley No. 208, el establecimiento de
una Legación diplomática en el Vaticano.♦
PADRES Y MAESTROS
«Hay muchas maneras de llamar, muchas
maneras de contestar y una sola cosa que
encontrar: la voluntad de Dios en mi vida.»
Siervo de Dios Adolfo Rodríguez Herrera obispo
«Monseñor Adolfo»
(Camagüey 1924-2003). Participó como padre
conciliar en las sesiones del Concilio Vaticano II.
Primer arzobispo metropolitano de Camagüey.
De las palabras a los jóvenes de Camagüey con motivo de una Jornada Mundial de
Oración por las vocaciones diaconales y sacerdotales.
La vocación es, pues, algo que pertenece al misterio de Dios. Un misterio que no
podemos explicarlo, pero sí podemos sentirlo y descubrirlo, porque un misterio no es un
jeroglífico, un laberinto. A ese «descubrir» le llamamos discernimiento que es algo que
necesitamos hacer bajo la luz del Espíritu Santo porque de esa elección dependen
muchas cosas de nuestra vida y de la vida de otros.
Cualquier opción fundamental: el sacerdocio, el matrimonio, una carrera… elegida
ligeramente puede ser como echar las bases de una tragedia, una desgracia, una
frustración o un fracaso humano. No existen derrumbes súbitos. Lo más misterioso de la
vocación es la gratuidad de este don de una sabiduría, bondad y libertad de Dios que a
nosotros no nos es dado alcanzar.
La vocación es un diálogo sin testigos entre Dios y el hombre, sin más testigos que la
conciencia, que es el sagrario del hombre, donde el Señor, menos obligar, llama, da
fuerza, sostiene, anima... porque el llamamiento de Dios no es como el nuestro que lo
hacemos con el dedo, con la voz o con un grito. La llamada de Dios es dinámica y
creadora, llama y crea las condiciones y la capacidad para contestar; llama y dice: «No
temas, yo estoy contigo», que es una promesa constante en las llamadas de Dios
en la Biblia.
Texto cortesía de Diácono Miguel Ángel Ortiz Corrales, vicepostulador de la causa de canonización
de Mons. Adolfo Rodríguez ante la Santa Sede.
BOLETÍN DEL SEMINARIO
SAN BASILIO MAGNO
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