8/3/2019 El ltimo palacio de Galiana
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EL LTIMO PALACIO DE GALIANA
Julio Contreras Mesa
Descargado de:www.leyendasdetoledo.com
Diciembre 2003
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"El s que tuviera estas profundidades y
mazmorras por jardines floridos
y por Palacios de Galiana".
CERVANTES (II Parte de el Quijote, captulo LV)
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Agradecido a quienes ayudan a que este libro se conozca
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Preludio
Aunque los ms sabios sugieren evitar la investigacin de materias controvertidas o
con una carga de emotividad acusada, nos impresion tanto y tanto nos fascina
todava el ltimo palacio de Galiana que, sin atender a sugerencias ni complejos,
decidimos intentar la concordia de los escasos textos que prxima o remotamente
tratan de este monumento de Toledo y de sus ilustres moradores. Todo comenz un
lejano 15 de marzo, una dichosa tarde que bien pudiera haber languidecido sin ms
complicaciones, como tantas otras tardes en la beatfica contemplacin de la ciudad
desde la terraza del Parador. Porque la amiga que nos hablaba entonces de tan
singular palacio no tena otra pretensin que el hacer pasar otro rato agradable a
nuestros amigos japoneses, y sin embargo yo, tan despistado como de costumbre,
me empecinaba en no querer interpretar como simple pasarratos cultural su
comentario sobre el Toledo islmico con princesita enamorada y palacios
fabulosos... que, segn nos informaba nuestra amiga, precisamente estaban all
abajo en la vega, como esperando que los fusemos a visitar.
Perdido el norte vespertino, los acontecimientos nos empujaron a un rumbo
favorable desde el momento en que obtuvimos autorizacin para visitar el
monumento. Una llamada telefnica nos consegua bajar cuando quisiramos al
palacio restaurado por el matrimonio Alejandro Fernndez Araoz - Carmen Maran,
mientras que yo segua encantado con las explicaciones precedentes, como si
aquella historia romntica y fascinante me la estuviesen contando tan slo a m, el
ms loco de aquel grupo de "chalados" cada cual con su tema favorito. El mo
comenz a convertirse aquella tarde en el de la leyenda fabulosa de Galiana, que
luego devendra en cordura e historia cierta. El virus de la fiebre por lo antiguo y lo
medieval atac al ms incauto, y lo que sigui es fcil de suponer. Aunque la amiga
que nos llev al palacio no fue la mayor culpable. Ella se limit tan slo a consentir,
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deliciosamente cmplice, mi terrible interrogatorio a la adorable mujer que nos
mostr el recinto. La bendita "nigromante" bien pudo ser la buena de Luisa, aunque
nada le reprocho sino que le estar eternamente agradecido. Nos estaba
aguardando a la entrada del palacio y, al rato, ya nos preceda ms que ligera porlas histricas dependencias cautivndonos con sus explicaciones.
Despus, fuese por el encanto cierto de aquellas piedras legendarias,
impregnadas de cuantos aconteceres han tenido que soportar, fuera por la
atmsfera sobrecogedora, hipnotizadora hasta el embeleso, que emanan las
estancias... Sin saber cmo ni cundo, me comenz aquella morbosa sensacin de
lego apasionado hacia una nueva religin de ruinas y fantasmas. Sobre todo a partir
de recorrer un misterioso pasadizo subterrneo, que an ahora me parece increble
que siga all, despus de tantas restauraciones y de tantsimos siglos. Cuando se le
ocurri a Luisa mostrarnos aquel apasionado cauce de las idas y venidas de todo un
Carlomagno en ciernes, tuve el fortsimo convencimiento de haber vuelto a la
encrucijada decisiva de una historia que ya era tiempo de retomar y de hacer todo lo
posible por culminarla en nuestro siglo sin ms dilaciones. El joven Carlos de
Francia, hijo del rey Pipino, antes de convertirse en emperador del Sacro Imperio
Romano-Germnico, haba sido un muchacho impetuoso y aventurero, al que los
juglares denominaron el Maynet y del que contaron sorprendentes hazaas en
tierras de moros, en la Toledo dependiente del Emirato de Crdoba, cuando lleg al
Andalus, inmigrado de Siria y como nico superviviente de los Omeyas, el nieto del
califa Hisham, ltimo de esa dinasta de Damasco. El prncipe inmigrado traa
pretensiones de refundar en la Pennsula Ibrica el califato perdido por sus mayores
ante los abbasidas, provocando una verdadera guerra civil. Cuentan los juglares que
el bravo Maynet gan su espada Durandart en un mtico combate frente al
mismsimo prncipe fugitivo, al que llaman Ab Ramant, Bramant, o Bramante con
la e paraggica al gusto juglaresco, aunque en la Historia de Espaa se le conoce
como Abd al-Rahmn, Abdarrahmn , o sencillamente Abderramn, el primero de
los emires independientes de Damasco con tal nombre. Result que el prncipe
francs sabra batallar con tal fortuna por una doncella en pleito, a la que su padre
obligaba a ennoviarse con el Omeya, que termin llevndosela en la grupa de su
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caballo al cabalgar de vuelta hacia Burdeos. Raptada por amor? Al decir de las
fminas espaolas de aquel grupo de turistas, la que eligi primero fue ella, la
famosa princesa Galiana, y luego le enamor a l, slo que la leyenda no iba a
hacer de menos a un hombre tan machista como Carlomagno, y que por eso los juglares disimularon contando que ella le hechiz, encantando un pozo que an
existe en su palacio junto al ro, para que se llenase o se vaciar segn las fases de
la luna, a fin de volver loco de amor al que se aventurase por un secreto pasadizo y
lograse sorprenderla mientras se baaba en la alberca del castillo... Juglares!
Dichos baos del amor todava eran pcaramente cantados por las toledanas
de la primera mitad del siglo XX, con gran disgusto de los censores de la dicesis
primada. La historia concluye que, pese a que todo aquello lo haba urdido Galiana
por retener engatusado junto a ella en las riberas del Tajo al bravo Mainete, que la
librara del acoso del feroz "Bramante", al final el joven enamorado recuper la
cordura, se la llev a Burdeos y luego lleg a ser el histrico Carlomagno, mientras
que ella tuvo que contentarse con ser la primera concubina de tan famoso
emperador. Concluan nuestras amigas entre risas que, para dejar de ser siempre
las tontas de todos los romances, algn da tendran que volver a escribirlos las
mujeres del tercer milenio, slo que "por supuesto mucho mejor escritos", porque los
hombres seguamos siendo "unos credos y unos moros medievales, salvo muy
pocas excepciones". Fue entonces cuando yo intervine para disimular diciendo que
"para moro cristiano Alfonso VI, que tambin vino a Toledo en su juventud, antes de
ser emperador como Carlomagno... y que fue ms Barbazulque el rey francs, pues
se carg a ms de siete mujeres".
Con todo, entre bromas y veras, cuando salimos de la Huerta del Rey
entusiasmados por nuestra visita, todava no andaba yo en el secreto de ser aquella
la almuniam regis, la mismsima que eligiera el rey Alfonso VI como campo de
guerra para su largo asedio reconquistador de la Toledo musulmana. Al da
siguiente, en Madrid, al comentar la visita con mi amigo Fernando Guillamn, que es
una especie de "enciclopedia viva con forma humana", pude saber de las mltiples
historias y leyendas de Galiana en las que siempre aparece esta interesante mujer,
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amante y amada de galantes caballeros, controvertidos emperadores, feroces
guerreros o annimos juglares, por lo que no dud que tambin yo terminara
enamorndome de ella. Como Quijano a Dulcinea, yo confes a mi Galiana del
palacio encantado "criatura inmortal, adorable por sus gracias infinitas eincomparables atractivos, anglica y humansima a la par, luz de amor de aquel
atardecer inolvidable junto al ro Tajo...". Lo que yo no poda suponer entonces era
el alcance de mi chaladura, ni que curiosamente las sucesivas damas del castillo, en
lugar de aadir su nombre a ste, pasan a enriquecer con sus historias la tradicin
de la "Galiana" legendaria que las personifica a todas ellas, y que el vulgo ha llegado
a denominar as por encontrarse el palacio junto a la antigua calzada romana que
uniera Toledo con las Galias, la calzada Gallianao va Galiana que perdur como
caada de la Mesta. Y no slo se equivoca el vulgo, que al cabo de los siglos hasta
el docto Covarrubias sigue diciendo que "Galiana es nombre de Mora, (...) a la cual
su padre edific unos palacios (...) a la orilla del Tajo, que hasta hoy da queda el
nombre a las ruinas de ellos...". Aunque la paciencia y el tesn de los historiadores
ya han rescatado nombres fidedignos: la Galiana Halia, la Galiana Zaida, la Galiana
Raquel,... siguen siendo evocadas como una sola mujer, criatura ms bien potica e
irreal, sntesis de todas ellas. A partir de la ltima restauracin, que propici Alejandro
Fernndez de Araoz tras adquirir la histrica "Huerta del Rey", y que ha culminado su
esposa Carmen Maran poniendo ilusionada toda el alma en su memoria, se han
llegado a verificar como ciertas muchas de las historias que corran siglos atrs como
leyendas sin fundamento, pese al encanto novelesco de los textos investigados.
Contaron los meritados esposos con la pericia arquitectnica de todo un Fernando
Chueca Goitia, entre otros ilustres colaboradores a su tesn restaurador, y de las ruinas
se alz la hermosura arquitectnica del palacio como una bella durmiente viva pero
olvidada. Hoy ya sabemos que es posible y necesaria la realidad que cronicones y
romances pretendan comunicarnos, adems de lo que siglo tras siglo sugeran las
romnticas ruinas, los vetustos muros, la tmida alberca y los rumorosos jardines.
Ahora podemos escuchar sin prejuicios historicistas el silencio impresionante
que en las alcobas milenarias son la ms elocuente confidencia del amor all vivido por
"Galiana" y sus amantes. Y hasta temblar, siquiera fugazmente, con la sobrecogedora
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evocacin del conjunto de edificios y jardines que deslumbraran al orbe desde la
antigua vega toledana, cuando la poesa y el amor eran lenguaje obligado en las
noches galantes del eterno caudal llamado entonces Wadi Tajo. Puede que el Tiempo,
peregrino sin retorno, deje en verdad su rastro de llantos y de risas, y aun de susurrosperceptibles, para cuantos rastrean las huellas de su paso. Dice Ibn Zaydun...
" No volvern las noches deliciosas
ni la hermosura que alegr mis ojos,
pero es la misma tierra y son los mismos
los astros luminosos en la noche..."
El ltimo palacio de Galiana sigue en mi corazn, no slo en las riberas del ro
de Toledo. A l dirijo mi pensamiento porque creo en el lado hermoso de esta vida.
l pone en evidencia esperanzada que la inmortal belleza no es privilegio del
pasado, pues nos ha dejado su perfume hecho presencia en un poema de piedra y
alma, de sueo y realidad que an queda y brilla renovado bajo el mismo sol, junto
al mismo ro y en el mismo lugar, siglo tras siglo, milenio tras milenio. Junto al
estanque de las "Galianas" que se miraron y seguirn mirndose en el espejo de sus
aguas, me propuse arrancar a ese lugar imposible sus terribles verdades y sus ms
hermosas mentiras para poder morir feliz. Mis amigas me miraban aquella tarde
sonrindome burlonas, y un tanto descredas, pero despus una de ellas me
animara con una valiossima documentacin y sobre todo con su fiel amistad, que
me ha venido acompaando en mi deambular investigador por media Espaa y
medio Imperio Romano, remontando el trazado de las viejas calzadas o atravesando
el Mare Nostrumbuscando y encontrando la verdad histrica que no desmiente las
leyendas. Hoy Luisa, desde el Cielo, dir condescendiente y sonriendo: "Pero qu
chico ms loco!". Pero, al anochecer de aquella extraa tarde, cuando la luz de seda
estaba a punto de rasgarse a nuestro alrededor y pareca flotar llevando al ro
jirones del castillo, cuando ya los jardines se desperezaban como nios
somnolientos, pidiendo que nos fusemos, porque daba la hora en la que los
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espectros del palacio se aparecen fulgientes y anidan en sus frondas, entonces, fue
cuando sucedi que, al volverme para echar mi ltima mirada hacia el palacio,
sorprend lo que a primera vista me pareci ser la silueta de una joven vestida de
novia o de novicia cruzando por los altos ajimeces. Luisa se santigu al advertirtambin su ingrvida presencia aunque inmediatamente, como si no diese mayor
importancia a lo que pudo tratarse de un reflejo de luna, comenz a desearnos
bueno el viaje de vuelta. Alguien que no delatar se puso a temblar, y yo supe
despus que no fue a causa de la suave brisa de la noche.
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EL LTIMO PALACIO
DE GALIANA
PRIMERA CONCORDIA DE LOS TEXTOS
DISCORDANTES ACERCA DE ESTE
MONUMENTO DE TOLEDO
Y DE SUS MS ILUSTRES MORADORES
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BREVSIMA INTRODUCCIN
El esplendor milenario de Toledo tiene su paradigma en el palacio
fortificado que se alza en las afueras de la ciudad, ro arriba, en la llamada huerta
del rey. Vinculada a las mltiples historias y leyendas de este monumento, aparece
siempre una bellsima mujer recluida en l como amante y amada de reyes,
emperadores, o guerreros que no dudan en pelear a muerte por sus favores
esquivos. Y sucede adems que, tales damas misteriosas, en lugar de perpetuar sunombre, pasan a la tradicin como las "Galianas", por encontrarse su palacio en los
idlicos parajes contiguos a la va Galiana, una calzada romana llamada as porque
llegaba hasta las Galias.
Al cabo de los siglos, confundidas morada y moradoras, el docto Covarrubias1
llega a decir que "Galliana es nombre de Mora, y dizen los Arabes, que vale tanto
como preciosa, amable, estimada. En Toledo huvo una Princesa Mora, hija deGadalfe; a la qual su padre edific unos palacios ricos y de gran recreacin en
Toledo a la orilla del Tajo, que hasta hoy da queda el nombre a las ruinas dellos...".
As, aunque con paciencia y tesn los investigadores consiguen ir rescatando
nombres y pormenores de cada una de las moradoras del palacio, ninguna consigue
reemplazar en la memoria colectiva a la Galiana de toda la vida, criatura potica e
inmortal sntesis de las diversas gracias que correspondieron a aquellas numerosas
mujeres, blancas como la leche y rubias como la miel al gusto juglaresco. Algunasbien es verdad que no fueron en vida tan blancas ni tan rubias, pero lo que s es
cierto es que todas ellas son personalidades bien histricas, y que a partir de la
restauracin arquitectnica2 de este palacio se han llegado a verificar muchas de las
leyendas seculares y se han podido identificar personajes y sucesos sin la menor
sombra de duda.
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"Pido al curioso lector un poco de gusto por las
aventuras, para atravesar conmigo esta selva salvaje e
intrincada de documentos difciles, en busca del terreno
despejado donde hallemos luz".
R. MENNDEZ PIDAL
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PRIMERA PARTE
LOS PALACIOS PREISLMICOS
1. Los primitivos palacios
Hasta finales del siglo III a. de J.C. los pueblos prerromanos de la Meseta no
se veran afectados en su tradicional independencia. Anbal penetra en el corazn
de la Pennsula con su caballera y sus elefantes, deshaciendo en el -219 la
Confederacin3 surgida en torno a Toledo, por aquel entonces poco ms que un
castro estratgicamente situado. Un poco ms adelante, en el -193, los romanos
juzgan de capital importancia la toma de la incipiente ciudad e inician su
romanizacin, nada pacfica como nos consta por Plinio4 y otros autores. En tiempos
de Tiberio Sempronio Graco (-180 a -179) se establecen unos generosos pactos
entre romanos y toletanis, pero bajo promesa de stos de no volver a levantar
murallas en el permetro urbano.
Tales acontecimientos ponen de manifiesto el protagonismo toledano en
aquel entonces, y la posibilidad de que la ciudad se pudiera desbordar fuera del
recinto amurallado con mayor fluidez que en los siglos del Bajo Imperio. No es
aventurado suponer la existencia de mansiones campestres junto al Tajo bastantes
siglos antes de la construccin del palacio de Zaida. Cerca del emplazamiento de
ste, tenemos pruebas5 de que se alzaron quintas romanas, cosa lgica si se tiene
en cuenta que los romanos mimaron Toledo, construyendo calzadas de acceso,
puentes, acueductos6, baslicas, un majestuoso circo, y las susodichas mansiones
adornadas con artsticos mosaicos y estatuas, que tambin decoraban infinidad de
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termas pblicas y privadas. De los palacios no qued ni rastro aparente hasta que
en el siglo XX comenzaran excavaciones con el necesario rigor que anteriormente
no tuvieron. En su "Historia de la Arquitectura Occidental", Fernando Chueca Gotilla,
nos explica: "La romanizacin corre pareja con el cumplimiento de programasconstructivos cada vez ms amplios y complejos. Primero se trataba de cubrir las
necesidades militares, construir campamentos, calzadas, puentes, defensas, y ms
tarde obras civiles, urbanas, religiosas, unas de representacin, otras de utilidad y
diversin. Todos los programas del mundo romano se cumplieron en Espaa, pero
no cabe duda que en nuestro pas sus principales empresas son las de utilidad
pblica. Tambin puede ser que sus puentes, acueductos, murallas, etc., tanto por
su solidez como por su utilidad, sean lo que ms ha prevalecido, mientras que los
templos, termas, palacios y viviendas, ms frgiles y menos necesarios, han sido
vctima de la mudanza de los tiempos". Aunque siempre resulta difcil cifrar la
poblacin de entonces, es de suponer que si el circo de Toledo tendra un aforo
proporcionado al nmero de posibles espectadores, por el tamao de sus ruinas, la
ciudad no tendra menos de 25.000 habitantes. Adems de cuantitativamente, la
urbe creci modificando su indigenismo inicial e integrndose en la romanidad.
Las clases sociales no estaban excesivamente cerradas, y, al igual que los
esclavos alcanzaban la libertad pasado un tiempo y podan ascender ellos o sus
descendientes a los ms altos estratos sociales, la ciudad pas de su condicin de
estipendiaria a la de libre, de libre pas a ser inmune, y, tras la inmunidad,
alcanzara la condicin de las "civitas liberae foederate" del Imperio, pudiendo as
incluso acuar moneda romana propia. Su situacin estratgica, conducta pacfica y
alto grado de romanizacin, la hicieron merecer las ventajas del ius latiio derecho
latino que complementara Caracalla, hasta el pleno derecho romano, en el ao 212,
y por sus calzadas pudo recibir prontamente los productos inesenciales y costosos
de Roma, as como enviar a la Metrpoli los que le eran propios o le llegaban de su
cercano o lejano entorno. Surez Fernndez, en su "Historia de Espaa Antigua y
Media", destaca como principal aportacin de Roma a la Pennsula desde el punto
de vista econmico, la creacin de su primera infraestructura. Aunque tambin
afirma que, en la mayor parte de los casos, los ingenieros militares del Imperio
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aprovecharon gran parte del antiguo trazado de las rutas prerromanas,
pavimentndolo para integrarlo en su red viaria7.
Una de estas calzadas llegaba a Toledo desde el importante nudo de EmeritaAugusta (Mrida), enlace con el llamado "Camino de la plata" o Via Equinea y la
calzada procedente de Olisipo (Lisboa). Otra de estas vas romanas comunicaba
Toledo con Consabura(Consuegra), tambin nudo importante del "Camino del cobre
y del cinabrio" hacia la Btica, as como de la calzada que daba alcance a la Via
Heracleaen Saetabis(Jtiva). Finalmente, tambin parta de Toledo la Via Galliana,
llamada as porque alcanzaba las Galias, tras atravesar Titultia, Alternia, Complutum
(Alcal de Henares), Arriaca, Caesada, Segontia, Ocilis (Medinaceli), Arcobrica
(Arcos del Jaln), Bilbilis(Calatayud), Nertobriga, Caesar Augusta(Zaragoza), Iacca
(Jaca) y el Summus Portus(Somport) en los Pyrenaeus.
Salpicaban el arranque de esta ltima calzada, la Va Galiana, desde el
puente por antonomasia ("al qantara", es decir "el puente", sin ms, lo llamaron los
rabes), diversas villas o casas de campo preferentemente asomadas al Tajo. En las
modernas excavaciones se nos muestran vestigios de su plenitud hispanorromana:
pavimentos de mosaico, lucernas8, cermica, monedas... A la vez palacios y
granjas, con patios porticados y suntuosas estancias rodeadas de amplsimas
dependencias agrarias, mezclaban los refinamientos urbanos con el utilitarismo de
una explotacin rural. A partir del siglo II, por falta de guerras que aportaran nuevos
esclavos y por la manumisin de los antiguos, se establecieron en las villas
campesinos libres o "coloni", adscritos a ellas con un tipo de esclavitud algo ms
humanitaria, que se ocupaban de la produccin de cereales, aceite y vino, aunque
tambin, en menor escala, de lino, esparto, higos y bellotas. La mayor parte se
destinaba a Roma, con lo que, al abrir brecha los germanos en la frontera del Rhin,
y, ms concretamente, a partir de los aos 260 al 277, en los que hay constancia de
incursiones brbaras en Hispania, las exportaciones se vieron aminoradas por los
gastos y peligros del trfico interprovincial, y la produccin decay a los mnimos
necesarios para el consumo local.
El resultado es que los colonos libres se iran convirtiendo, por su menor
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importancia, en siervos de los propietarios romanos y visigodos (sern los "siervos
de la gleba" medievales). Tambin a causa de las protoinvasiones germnicas, las
afueras se hacen inseguras, se levantan de nuevo las murallas, y, a extramuros de
Toledo, los palacios se abandonan, llegando a desaparecer de la superficiecubiertos de maleza, o de sucesivas capas de cultivo. De los que permanecern
evolucionando al correr de los siglos, unos sern fortificados y adaptados al gusto de
los sucesivos invasores, otros quedarn reducidos a simples casas de labor9, y, el
resto, darn lugar a caseros o aldeas (Olas, Args, Cobisa,...10) cerca de Toledo.
Bajo Diocleciano, y desde el ao 293, decir Hispania era referirse a la unidad
administrativa que englobaba la Pennsula, las Baleares, y el Norte de Africa
prximo al Estrecho. El culto imperial extenda su influencia litrgica y patritica
sobre una provincia, en la que el cristianismo estaba mal asentado y las religiones
prerromanas pervivan en mltiples prcticas culturales y supersticiosas. El poeta
hispanorromano Aurelio Prudencio Clemente, ensalza en su "Peristephanon" a los
mrtires que dieron el ciento por uno de su sangre a la semilla sembrada en ellos
por los Siete varones apostlicos (Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio,
Cecilio y Hesiquio), consagrados en Roma para evangelizar Hispania. En Toledo
naci Leocadia, y en el 304 muri, virgen y mrtir, bajo el rigor del ltimo "faran"
imperial Diocleciano, "Dominus et Deus" a la usanza oriental que tuvo su
continuador en el csar Galerio, tambin dispuesto a hostigar y dispersar el clan
filocristiano del joven Constantino. Pero el Imperio ya no tiene cura, "los ricos se
hicieron cada vez ms ricos, y los pobres cada vez ms pobres. As no puede
resultar sorprendente la facilidad con que los germanos llegaron a asumir el poder;
las masas de poblacin estaban acostumbradas, desde mucho tiempo antes, a
permanecer indiferentes respecto a la calidad de las personas que ejercan la
autoridad"11. En vano se consolida la divisin Hispana en siete provincias (Btica,
Lusitania, Galaecia, Tarraconense, Cartaginense, Tingitania y Balerica), y se
intentan diversas reformas burocrticas. Eurico, el ao 476, vista la decadencia
general de Occidente, deja de reconocer la dependencia de sus estados y decide,
sin ms, que el rgimen romano pase a ser sustituido por el germnico.
Despus de las avalanchas de suevos, vndalos y alanos, es inimaginable
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otra "invasin" por cuenta de los visigodos, y ni siquiera un proceso de conquista
similar al llevado por las legiones sobre las tribus prerromanas. Sencillamente los
hispanos pasaron de la dependencia de Roma a la de Tolosa, puesto que el poder
militar y cuanto llevaba anejo ya era ms que ejercido por los visigodos federadoscon Roma. Y en cuanto al poder civil, seguira estando en manos de funcionarios
hispanos. Los tiempos eran suficientemente rudos para que muy pocos apreciaran
excesivamente el cambio de rgimen. Toledo, todo lo ms, llegara a denominar
"villae gothorum" a las villas romanas que salpicaban la Va Galiana, y a travs de
esta arteria fueron llegando, cada vez en mayor nmero, los nuevos dueos, las
nuevas familias germnicas.
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2. Las "villae gothorum"
Cuando los visigodos llegaron a Toledo apenas si notaran diferencias con
respecto a otras importantes ciudades del Imperio. Las mismas calzadas que les
llevaron a la ciudad, los slidos puentes, parecan ms acercarles a Roma que a un
lugar provincial de la remota Hispania. Los campos circundantes tambin les
recordaran Italia: canales y acequias sobre cuidadas huertas, cigueas (ciconiae),norias y acueductos, como perfecto entramado hidrulico que ellos se limitaran a
conservar, pues slo alcanzara desarrollo y perfeccin posterior durante el largo y
fecundo perodo hispanorabe.
La decadencia generalizada de las antiguas urbes del Alto Imperio haba
generado una nueva forma de agrupamiento humano a partir de las "villae", a base
de unidades rurales autosuficientes y ajenas a la competitividad comercial, que losgodos encontrarn y asimilarn a su llegada, consolidndolas mediante la legislacin
de aspectos tan concretos como la distribucin de las aguas para el riego, o la
proteccin de determinados cultivos de inters patrio. El gran legislador Recesvinto
senta verdadera predileccin por una de estas villas, la de Gerticos, en lo que hoy
es la provincia de Salamanca donde por cierto le lleg pacficamente la muerte. Slo
en contadas ciudades no se produjo la generalizada decadencia urbana, y an as
se desarrollaron numerosas villas en su entorno como es el caso de la propia Huerta
del Rey mezcla de palacio campestre y explotacin agraria desde aquella lejana
centuria.
Posiblemente seguira plantada de "fruges aridas et humidas" como en los
siglos anteriores, especialmente de olivos y vias. San Isidoro describe las faenas
agrcolas12 en los mismos trminos que Columela en el siglo II, nueva confirmacin
del continuismo visigodo respecto a los tiempos romanos. Todo lo ms se
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produciran innovaciones como el cultivo de las espinacas y alcachofas tradas a
nuestros campos por los invasores godos. Estos no se contentaron con ocupar las
mejores tierras, sino que duplicaron en su provecho la "tercia" que por derecho se
les haba asignado
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con gran escndalo de los hispanorromanos. Los "senioresgothorum" o "maioris loci personae" se valieron de siervos y colonos para explotar
las tierras confiscadas, mientras que los antiguos propietarios que lograban
permanecer libres (los "minores" o "humiliores") practicaban el tradicional
colectivismo agrario hispano de origen prerromano14: La tierra cultivable se divida
en lotes pero la comunidad se encargaba de dirigir su cultivo y aun de reglamentar
las diversas faenas. Aunque esta modalidad colectiva deriv no tardando hacia el
minifundismo individualista que an tiene tantos adeptos. Cada copropietario tras
detentar su propia casa y su propia huerta, convirti en propiedad privada el lote
comunal que le haba sido asignado para el cultivo de propiedad colectiva15.
Por su proximidad a la ciudad regia de los godos y tambin por su
abundancia de agua del Tajo, la Huerta Real ms que un conjunto de
minipropiedades seguramente sera bocado apetecible para los poderosos,
posiblemente de la propia familia real de donde le viene el sobrenombre de "Real o
del Rey" con el que de siempre se la ha conocido, siendo como queda apuntado una
mezcla de explotacin agrcola y de lugar de esparcimiento y de recreo para las
princesitas rubias y blancas de la historia y las leyendas. Aqu se recreaba
ciertamente Brunequilda, hija del rey Atanagildo, cuando se tuvo que ir hacia las
Galias para convertirse en reina de la Austrasia de Sigeberto que la obtena por
esposa sin violencias previas. Atanagildo, que decidi la capitalidad de Toledo, no
dejaba de vincularse mediante su poltica matrimonial con los reinos germnicos
transpirenaicos que acechaban a Tolosa.
Recordemos que no haca tanto de aquel ao 407, en el que Roma se las
haba con el godo Alarico y tena desguarnecidas las fronteras, que los pueblos
brbaros16 se apresuraron a atravesar aprovechando los puentes naturales de hielo
que presentaba el Rhin a la altura de Maguncia, y que ni el encomiable ejrcito
britnico del autodenominado Constantino III consigui ya evitar que se adentraran
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hacia el Sur entre devastaciones y pillajes sin cuento. Visto queda tambin que los
feroces nmadas comenzaron a instalarse federndose con Roma a cambio de la
citada "tercia" de las tierras provinciales. As los visigodos persiguen hasta Hispania
a suevos, vndalos y alanos, destruyendo a los ltimos, empujando a los vndalossilingos hacia el Norte de Africa, y arrinconando a los suevos y a los diezmados
vndalos asdingos en el Noroeste peninsular. Desde el tiempo de Teodorico II,
numerosos hispanorromanos emigran a Galicia y junto con los brbaros all
confinados establecen un reino modlico, al decir de Salviano en su "De
gubernatione Dei", obra de propaganda catlica frente al arrianismo imperante en
toda tierra de godos.
Tras la conquista de Roma por Odoacro en el 476, el caudillo Eurico se
autoproclama en Tolosa rey independiente de los territorios federados de Hispania y
el Sur de las Galias, aunque se siga sometiendo muy tericamente al emperador
oriental, incentivando a partir de la nueva situacin el incesante trasvase de familias
germnicas a travs de la Via Gallianaque llega hasta Zaragoza, Toledo y Mrida,
segn lo demuestran las necrpolis visigodas que aparecen a todo lo largo de dicho
cauce vial de la poca romana. Es tambin probada la presin de los francos, que
derrotan a los visigodos en Vogladum(Vouill) en el 507 sentenciando la seguridad
del llamado Reino Godo de Tolosa. Teodorico el ostrogodo fue quien facilit los
subsiguientes asentamientos mayoritariamente en Hispania quedando la Septimania
cada vez ms como territorio de frontera. Este Teodorico actuaba como regente de
su nieto visigodo Amalarico desde Rvena, gobernando el "Reino de Tolosa" a
travs de Liberio, prefecto de Arls. Muerto el ostrogodo, Amalarico recupera el
tesoro real visigodo que legitima su entronizacin el ao 526. Su sucesor, Teudis, al
trasladar la capital desde Narbona a Barcelona convierte a Hispania en solar
preponderante del reino, ahora ms visigodo que nunca puesto que su
administracin pasa de manos de los funcionarios galorromanos a las de los
hispanovisigodos. Consecuentemente con dicha hispanizacin la capitalidad del
reino se adentra cada vez ms en la Pennsula, de Barcelona a Sevilla, de sta a
Mrida, y finalmente a Toledo, quiz encontrando aqu una apropiada equidistancia
con los lmites territoriales aunque tambin por alejarse estratgicamente de los
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ncleos hispanorromanos de la Btica y de la Tarraconense. Adems Toledo
concilia as la capitalidad religiosa, ganada a finales del siglo IV y que tan rentable
les iba a ser a los nuevos monarcas, con la capitalidad poltica que perdur hasta la
llegada de los musulmanes. Las villas de las afueras, si quedaron en pie tras lasprimeras incursiones brbaras, seran rpidamente restauradas sin perder su
antigua apariencia tan al gusto de los visigodos.
As hemos llegado de nuevo al punto en que Brunequilda es ofrecida en
matrimonio por Atanagildo a Sigeberto de Austrasia, con tan cuantiosa dote que
despert la curiosidad de los magnates francos que se congregaron para recibirla,
quedando as prendados de su belleza y de sus dulces y refinados modales.
Venancio Honorio Fortunato la equipar en sus poemas a las deidades mitolgicas,
despertando los celos de stas. Los versos del poeta17 provocadores de la envidia
olmpica son los que describen a Brunequilda el da de su llegada a Reims como
"Nueva Venus radiante cuyo rostro/ ofusca los destellos de las joyas/ que se
adornan y alegran en su frente"18. El feliz esposo morira prontamente asesinado, y
ella padecera una vida de lo ms borrascosa pereciendo ya anciana de manera
atroz al ser atada viva a un caballo salvaje que la arrastr por un campo de guijarros
hasta despedazarla. Por si no le fuera suficiente seguridad para su reino el contentar
a Austrasia, Atanagildo concede a Chilperico de Neustria la hermana mayor de
Brunequilda, llamada Gelesvinta que tampoco tuvo un final afortunado. Si la primera
gracia haba sido tan brillante para su padre, esta segunda era la alegra de su
corazn, y Atanagildo manda detener la comitiva que se la lleva de Toledo para
siempre hacia las Galias, como si se arrepintiera o le viniera un mal presagio. Slo
una hora pudo detener a los perplejos embajadores de Neustria, que le miraron
sollozar abrazado a su hija preferida en los jardines del palacio extramuros donde la
vio crecer, mientras ella a su vez lanzaba su ltimo adis a su amada ciudad natal.
Al ao de la boda celebrada en Run, otra diosa con celos, esta mortal y llamada
Frenegunda que era la concubina favorita del rudo Chilperico, logr afixiar a
Gelesvinta mientras la pobre dorma quiz soando con las felices riberas del
ameno Tajo. Venancio Fortunato cita a las dos princesas en sus versos:
"Dos torres gemelas
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a cual ms hermosa
con las que Toledo
ornara las Galias".19
Menndez Pidal, ms que torres, las llama apenado en su monumental
Historia de Espaa "cumbres de desventura". Al igual que lo sera la tercera gracia
del palacio de Galiana, la simpar Ingundis que haca brotar las flores a su paso, hija
de Brunequilda y Sigeberto, educada en la fe catlica de los francos.
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3. La alberca de Galiana
Refiere Don Francisco de Pisa20 que reciben el nombre de Palacios de
Galiana tanto el alczar real o pretorio dentro de los muros de la ciudad, como la
"casa de placer que tena el rey dentro de su huerta, y se vea desde donde al
presente es el monasterio de Santa Fee". Y explica que este monasterio, tras ser
priorato de la orden de Calatrava, los Reyes Catlicos lo dieron a las comendadorasde Santiago, monjas que "habiendo primero estado en otras partes entre tanto que
esta casa de la Santa Fee se labraba y acomodaba para la clausura y recogimiento
de las religiosas, al fin se pasaron a sta en el ao de 1505". As mismo tal
monasterio real de Santa Fe junto con otro que antiguamente era llamado San
Pedro de las Dueas, formaban parte de lo que haba sido el palacio de Galiana
intramuros que hoy ha quedado cubierto por el Museo de Santa Cruz, y que,
despus de haber sido objeto de tantas reformas, reconstrucciones yrehabilitaciones ya es imposible atribuirle ttulo alguno de palacio heredero de aquel
histrico que se cita salvo en sus cimientos romanos y restos de sus muros
romanovisigodos, as como del oratorio islmico-mudjar que antes haba sido el
baptisterio de la primitiva catedral toledana segn unos o capilla palatina de Santa
Mara del Alficn segn otros, y que termin siendo una capilla de San Jernimo.
Muy reducido nos parece hoy en da para ser el baptisterio donde se sita la
escena de la inmersin de Ingundis en las aguas bautismales, y nos parece incapaz
de contener a todos aquellos cortesanos del rey Leovigildo que actuaron de testigos.
Ms fiable nos parece la leyenda que localiza la inmersin de Ingundis en la alberca
de Galiana, correspondiente al palacio extramuros. Este es el nico palacio de
Galiana que hoy nos queda, porque el de dentro de la ciudad es ya irreconocible tras
su desmembramiento al correr de los siglos bajo la casa real, la orden de Calatrava,
los franciscanos, las concepcionistas, el hospital de Pedro de Mendoza, los
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carmelitas, la desamortizacin y el abandono secular, amn de tanto labrar y
acomodar para cada nuevo destino. Si traemos aqu el testimonio del Doctor Pisa es
porque a partir de l llegamos a sospechar que el ltimo palacio de los llamados de
Galiana era y es justamente la "casa de placer que el rey tena en su huerta" y quetodava se alcanza a ver desde el emplazamiento urbano citado, que ahora se
corresponde con el lateral Este del museo de Santa Cruz. Gracias a que no fue
rehabilitado para destino distinto del que dio origen a su edificacin, este palacio ha
podido ser restaurado fielmente en el siglo XX incluso respetando la misteriosa
alberca que tantas leyendas evoca y tanta historia ha visto reflejarse en sus
tranquilas aguas.
El caso es que historia o leyenda, en aquel siglo VI, result que para
atemperar el cumplimiento de la Lex Visigothorum que prohiba a los arrianos
contraer matrimonio con gente catlica, Gosvinda, esposa de Leovigildo y viuda de
Atanagildo, se haba comprometido a convertir a su nieta Ingundis a la fe de sus
mayores. La princesa, que apenas contaba doce o trece aos, tena bien arraigada
su religin pero Gosvinda crey que sera suficiente amedrentarla como a una nia.
Nada ms llegar a Toledo la hizo meterse en la alberca del palacio de Galiana para
ensayar la frmula del bautismo arriano, que era por inmersin en las aguas al estilo
arcaizante del bautismo en el ro Jordn. Como Ingundis se neg a recitar con ella la
frmula hertica, Gosvinda mand preparar la solemne ceremonia del bautismo en
presencia de la corte, forzando la situacin porque pensaba que as conseguira su
propsito. Cuando estaba todo dispuesto y los obispos y nobles del reino rodeaban
la piscina bautismal, fuese en la alberca del palacio o en el reducido baptisterio,
esperando a la joven nefita sin sospechar lo que ocurra, apareci Gosvinda
arrastrando por las trenzas a su nieta y, tras desnudarla violentamente ante los
magnates, la sumergi en las aguas bautismales recitando ella misma a grandes
voces el canon litrgico bautismal que proclamaba la desigualdad del Padre y el Hijo
y el Espritu Santo, porque la terca nia se negaba una vez ms a pronunciarlo.
Leovigildo all presente, miraba tambalearse la tradicin jurdica visigoda cuyo pilar
fundamental era la paz familiar, y cuya trasgresin supona la exclusin automtica
de la "sippe", base de la organizacin poltica que agrupaba a todos los parientes
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agnaticios del jefe de familia. No es de extraar que, ante tamao debilitamiento de
su propia "sippe", el "Cdigo de Leovigildo" o "Codex Revisus Visigothorum"
cambiara de base los principios del Derecho robusteciendo el papel del Estado
frente al de la familia.
Por tales razones familiares de Estado, y considerando que la residencia de
Hermenegildo e Ingundis en el palacio extramuros quedaba demasiado cerca del
palacio intramuros de Galiana, donde moraba Gosvinda, Leovigildo decidi separar
bastante ms a abuela-suegra y nieta-nuera, confiando a su hijo primognito el
gobierno de la Btica y pudiendo tener as garantizada la sacrosanta paz domstica.
Al igual que siglos despus sucedi con Zaida, Ingundis pas de los palacios
toledanos a los de Sevilla, donde Hermenegildo precedi a su hermano menor
Recaredo tambin en lo de hacerse catlico. La conversin de este ltimo ofrece
dudas sobre si fue por razones ms polticas que religiosas, lo que no ocurre en el
caso de Hermenegildo que fue decidido partidario del catolicismo desde su gobierno
sevillano. El que la Btica fuese zona fronteriza con los invasores bizantinos del
Sureste peninsular demuestran la enorme confianza que tena el rey en su
primognito, lo que hace an ms penoso el hecho de la rebelin del mismo al poco
tiempo, alentado por los catlicos hispalenses que encabezaba San Leandro.
Leovigildo, al parecer, intent el dilogo llegando a convocar el Snodo de Toledo del
ao 580 donde se acord que Ingundis no necesitara volver a ser bautizada como
pretenda Gosvinda, pues bastara la frmula sustitutoria de la imposicin de manos
episcopal, pero los esposos se negaron tambin a esto, para no tener que "glorificar
al Padre por el Hijo y en el Espritu Santo" que era lo hertico que pretendan los
arrianos, pero adems cometieron la desobediencia de no deponer su rebelin,
alindose deplorablemente con los bizantinos para usurpar la Btica a Leovigildo en
lugar de esperar a sucederle hereditariamente. Mientras ste funda Victoriaco
durante 581, Hermenegildo se apoya en Bizancio para instaurar su propio reino
acuando monedas de cuo bizantino, hasta que Leovigildo le derrota en Sevilla el
ao 583. Una moneda conmemorativa, con la inscripcin "CUM DEO OPTINVIT
SPALI", quiere sealar que Dios estuvo a favor del rey legtimo.
Los jvenes prncipes escaparon tras la derrota sevillana. Refugiados en
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Crdoba, Recaredo les informa que Leovigildo les ha perdonado y slo desea
abrazarles y conocer a su nieto, el recin nacido Atanagildo. Hermenegildo
desconfa y deja a Ingundis y al pequeo bajo la proteccin de los bizantinos,
postrndose en solitario ante su padre que lo levanta y le besa limitndose adespojarle de los atributos de realeza que an llevaba. De inmediato enviaron a por
madre e hijo, pero los bizantinos se negaron a restituirlos porque aquella
reconciliacin les perjudicaba. Leovigildo les pag treinta mil sueldos de rescate,
pero lejos de ponerles en libertad los envan a Constantinopla causando la muerte
de Ingundis durante tan larga travesa, lo cual provoca una guerra total a los
bizantinos. Childerberto, hermano de Ingundis que ya haba pedido explicaciones de
lo ocurrido en Sevilla, tras recibir la noticia declara as mismo la guerra al Emperador
invadiendo el territorio bizantino de Italia.
Mientras, tras la desgraciada prdida de su esposa Ingundis y retenido en
Bizancio su hijo Atanagildo, el rebelde arrepentido se refugia en la religin para
aplacar su terrible dolor cayendo en ese trance mstico que es fcil confundir con el
umbral de la locura. Aunque al principio slo fue puesto al cuidado de esclavos que
le servan, el rey lo pone de inmediato en severa vigilancia pues se teme lo peor. En
la Pascua del ao 585, un obispo tiene la desgraciada ocurrencia de visitar al
prncipe para tratar de confortarle. Segn San Gregorio de Tours, como el tal obispo
result ser arriano y Hermenegildo era ya tan firmemente catlico como lo haba sido
su amadsima esposa, en un determinado momento de desesperacin el prncipe le
rechaz con tal vehemencia que alcanz a hacerse reo de muerte segn las leyes
visigodas de su propio padre. En stas, perpetuadas a travs del "Fuero Juzgo"
medieval, el castigo de "hombre libre que llaga a otro hombre libre" llegaba hasta la
pena capital segn fuese el "animus", el resultado de las lesiones y la jerarqua de la
vctima, y se estableca a continuacin: "quien lo dejare de ejecutar por amor o por
ruego, pierda su dignidad pues razn es que haya dao de sus cosas quien no quiso
hacer derecho por su grado a aqul que recibiera tuerto". En realidad, el destino de
Hermenegildo ya estaba fuera de las potestades de este mundo y el verdugo
Sisberto, que a su vez fue mandado ejecutar bajo Recaredo para contentar a los
catlicos francos, nos refiere que el prncipe acept santamente la muerte. Gregorio
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de Tours recoge una piadosa tradicin segn la cual, tras la desgraciada muerte de
su hijo primognito, Leovigildo se acerc al credo catlico bastante ms que lo hara
aos ms tarde el converso Recaredo, su otro hijo.
Un gran pesar sobrecoge a las realezas de Hispania y de las Galias, que
haba intentado establecer lazos de vida donde el destino slo los quiso de muerte y
desolacin. Otra hija de Brunequilda, Clodosinda, haba sido enviada como princesa
prometida en sustitucin de Ingundis, cuando ya Hermenegildo estaba en el trance
mstico que no le abandonara hasta su martirio, y la infeliz fue entonces destinada a
Recaredo, que no por ello accedi a repudiar a sus concubinas. Al poco de
acordado el trato matrimonial resulta extraamente muerta dicha hermana de
Ingundis, y finalmente la nueva Galiana ser una espaola, hija de nobles toledanos
y de nombre Baddo, con la que Recaredo contrae matrimonio y con la cual firmar el
histrico protocolo de conversin al catolicismo. Leovigildo que haba enviado ya a
Austrasia diez mil sueldos en compensacin por la perdida Ingundis, gira una nueva
compensacin por Clodosinda, y aunque al parecer tambin solicita de Neustria que
enven a Toledo a la princesa Rigundis, hija de Chilperico y prima de las dos
fallecidas, lo cierto es que ver malogrado antes de morir su ltimo proyecto de
alianza matrimonial. Ser la reina Baddo quien acompaar a Recaredo en el
solemne anatema contra Arrio y en el reconocimiento como doctrina verdadera la de
los concilios de Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia. Aquellos brbaros
nuestros nos convirtieron as al catolicismo.
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4. Eplogo oriental para la "Urbs regia"
Muerta Ingundis el ao 584, Hermenegildo en el 585, y dando por perdido a
su nieto Atanagildo, Leovigildo se haba extenuado guerreando contra los suevos en
Galicia y los francos en la Septimania muriendo sin causa aparente en la primavera
del ao 586. San Isidoro dice que "Recaredo, con tranquilidad, hereda el cetro de su
reino" que en los ltimos aos haba ayudado a consolidar militar ydiplomticamente. Tras derrotar en territorio de las Galias al intransigente Gontrn,
hermano de aquella Rigundis que Leovigildo an soara como reina junto a su
heredero, y anexionados en vida del viejo monarca los territorios suevos, se inicia
una era de paz con francos y bizantinos que permite el florecimiento de la cultura
toledana y la unificacin religiosa bajo la fe catlica. Es de suponer que dicho
florecimiento diera notables frutos pese a que no nos queden sino muy escasos
vestigios de los mismos. Las edificaciones quedan entremezcladas con lasprecedentes hispanorromanas y subsiguientes hispanomusulmanas, an no han
aparecido pinturas visigodas y slo podemos imaginarlas a travs de su pervivencia
en las miniaturas mozrabes. Tras el III Concilio tampoco dejaron muchos vestigios
las llamadas artes menores, porque tras su conversin los visigodos dejaron de
enterrar bienes funerarios a la usanza germnica, y lo poco encontrado se confunde
con lo que procede de la imperial Bizancio. En cuanto a la escultura, se da una
notable continuidad con las iconografas paleocristianas que tambin aparecen an
durante el siglo VIII en los palacios omeyas de Siria y de Jordania, sin que sepamos
a ciencia cierta si esto ltimo slo tiene que ver con la influencia de su entorno
natural de Asia Menor, o si tambin se lleg a producir algn tipo de difusin de los
modelos toledanos tras el saqueo de la capital de Hispania en beneficio de Damasco
a raz de la victoriosa invasin que tuvo lugar en nombre de los entonces califas
abuelos de nuestro Abderramn I.
Es pena, que para hacernos una idea aproximada de la arquitectura toledana
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de aquellos siglos nos tengamos que conformar con los escasos fragmentos que
aparecen en los muros de la ciudad, en sus contados frisos y capiteles, y en sus
daadas celosas o impostas, que podemos reconocer como de entonces si las
llegamos a comparar con las que encontraremos en edificaciones distantes cientos omiles de kilmetros de Toledo. El soplo creador en cualquier caso ya es netamente
oriental, las bvedas y los arcos, los clpeos con figuras circundados por un anillo
con decoraciones vegetales, que aparecen en las enjutas de las arqueras en el
interior de la asturiana Santa Mara del Naranco, del siglo IX, son de la misma traza
que los que encontramos en los palacios del siglo anterior en el desierto de
Jordania, tanto en el Qusayr Amracomo en el Qasr el Kharaneh. Los artistas de la
Espaa de entonces, tienen como sus precedentes de Siria mayores influencias
bizantinas que romanas, procedentes de Rvena o de Constantinopla.
Recorriendo lo que fueran palacios de los califas de Damasco, tanto el
"Qusayr Amra" del desierto, como el urbano qasr (palacio) del Ybel el-Qala'a o
ciudadela de la propia Ammn, no es difcil evocar lo que seran en su tiempo los
palacios de Galiana21. El primero de estos dos citados es denominado en rabe
qusayr, una especie de palacete de recreo, que contaba con agua abundante y
baos, construido para descanso y esparcimiento del califa omeya Walid I, cuando
peregrinaba desde Damasco a La Meca. A falta de ro Tajo, tena un generoso pozo
y una noria como las desaparecidas de la Huerta del Rey, o las que an subsisten
en las huertas de Murcia. De la de Jordania, correspondiente al citado palacio hoy
rodeado del ms rido desierto, quedan tan slo unos escasos restos y es muy
dudoso que pueda ya volver a subir agua. Del bello qusayrtampoco queda mucho,
apenas se destacan en los ocres arenosos los muros y las bvedas de color de
arcilla puesta a cocer al sol, aunque las paredes y techos del interior conservan su
primitiva decoracin de pinturas al fresco, muy deterioradas desde el mismo siglo
que fueron llevadas a cabo, debido a que los nuevos califas abbases expulsaron a
los omeyas y prohibieron toda representacin de figuras humanas. Estas pinturas, al
igual que las que hemos podido ver tambin muy perjudicadas por los iconoclastas
en el interior de construcciones religiosas y civiles de la Capadocia, por ser del
mismo estilo tardorromano nos dan una idea bastante exacta del aspecto que
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pudieron presentar en la poca visigoda las que decoraron el ltimo palacio de
Galiana, y que los omeyas de Occidente respetaran hasta bien avanzado el dominio
musulmn en Toledo. En cuanto al palacio del "Ybel al Qala" de Ammn, baste
decir que la ciudadela estaba construida en tres terrazas como las que an sepueden apreciar descendiendo la cuesta toledana de Zocodover hasta la puerta de
Alcntara, sobre las cuales se alzaba el palacio de Galiana intramuros. Para mayor
poder de evocacin toledana, los restos del "qasr" tienen la forma de cruz griega del
Museo de Santa Cruz y, como ste, tienen al lado toda una seccin lapidaria
arqueolgica. Tanto en el interior, como en el exterior encontramos esculpidos
medio relieves que al instante nos pusimos a comparar con los recientemente
descubiertos en el exterior de la iglesia mozrabe toledana de Santa Justa y que se
repite en otros vestigios decorativos de la ciudad del Tajo, restos del naufragio
bajoimperial que los artesanos recopiaban con nostalgia del esplendor de Roma
durante aquel tiempo de godos.
Conocida la conversin de los arrianos bajo San Leandro, el papa Gregorio
no deja de alegrarse con la buena nueva y de inmediato trata de centrar a Recaredo
en la senda catlica abierta en los Concilios de Toledo. Al Paulo clsico 22 del
derecho romano opusieron de siempre los toledanos el noster Paulus (San Pablo)
que trajo a Hispania la semilla de la fe y que en sus epstolas configur el nuevo ius
de la Iglesia que perfeccionaba el antiguo derecho pagano. De San Pablo y los
Concilios de Toledo se nutren las races cannicas23 de nuestro derecho civil, que
tanto entrelaza el secular con el eclesistico, y cuyos precedentes ya se encuentran
en el famoso Melanthn, obispo toledano presente en el Concilio de Iliberris24, a
comienzos del siglo IV, y en el I Concilio de Toledo25, que condena la doctrina del
hereje Prisciliano al final de esa misma centuria. Con lo que Recaredo y el III
Concilio hacen las aguas toledanas a su primer cauce conciliar anterior a los
godos26, lo cual acrecent sobremanera la influencia de la jerarqua catlica e hizo
que las sedes episcopales fueran codiciadas por la vieja nobleza germnica slo
superficialmente conversa. La simona, crueldad y desmandada sexualidad de estos
pastores de la Iglesia pas a ser constantemente tratada en los cnones conciliares,
y la situacin del rebao, sobre todo de los esforzados esclavos27 de aquellos
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obispos, mercenarios ms que pastores, y propietarios de las mejores villas se hizo
penossima. La figura romana del "villicus"o esclavo de confianza que haca trabajar
a los villanos, se hizo odiosa por su desmedida crueldad en ese tiempo de nobles-
obispos, que slo atenuaban aquellos rigores a sus esclavos cristianos, dando lugara conversiones masivas en las villas prximas a Toledo. Desgraciadamente la
historia no trata de stos, callados, trabajadores y obedientes, que son los
personajes annimos de los palacios de Galiana. No hemos encontrado en los
numerosos textos consultados ninguna referencia a ninguno de ellos, pero sabemos
que fueron los que cavaron el vaciado de tierras para cimentar los muros, realizaron
el acopio de piedras y argamasa, y bregaron en las tareas ms esforzadas de la
construccin, dndose por contentos con quedar despus de culminadas las obras
al servicio de los palacios o en los jardines y los campos colindantes. Todo lo ms
aparecen inscripciones funerarias de sus villicio capataces, pero tambin vivieron
trabajaron y sintieron aquellos muchos otros sin nombre conocido, cristianos
sinceros o de conveniencia ms que justificable, que miraron crecer a Brunequilda y
Gelesvinta y hasta lloraron al saber que se marchaban para nunca volver, que se
compadecieron de la recin llegada Ingundis bajo la terrible Gosvinda, y que se
enamoraron de Halia mucho antes que Carlomagno, y de Zaida a la vez que Alfonso
VI, pero que no pudieron ni remotamente hacrselo saber a aquellas criaturas tan
distantes como hermosas a sus ojos. Fueron tan slo vulgo sufriente y esforzado, de
ese que, en todo tiempo, suea las grandes pasiones amorosas que otros
afortunados van viviendo acaso sin tener conciencia de ello. Gente vulgar que cierto
amanecer saciaron su esperanza al divisar los verdes estandartes musulmanes.
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SEGUNDA PARTE
TRES SIGLOS LEGENDARIOS
1. Fbula de la prdida de Espaa
Corra el ao 711. El posterior estruendo de la Historia impide hoy apreciar
los amores abnegados y silenciosos de aquellos seres que apenas fueron sujetos
pasivos de unos pocos e ineficaces cnones conciliares en contra de su inhumana
explotacin, pero que tambin fueron sujetos activos de las tantsimas realizaciones
artsticas y culturales de la "urbs regia" de los godos, antes y despus de la
denominada "prdida de Espaa" por la invasin musulmana. Tras el III Concilio
surge "un nuevo pueblo", en palabras de San Leandro, ms cristianamente
igualitario y menos sometido a la cruel discriminacin de los poderosos germnicos,
pueblo hispano que ser referencia constante para la monarqua cristiana medieval.
Primero Alfonso II en Oviedo y despus Carlomagno en Aquisgrn, continuaron
aquella sntesis toledana de catolicismo y germanismo que tanto elogiara en sus
versos Venancio Fortunato, en contraste con los que dedica a las cortes nada
edificantes de los francos: "Semilleros de crmenes y vicios,/ abismos de ambicin y
de maldad", por lo que deducimos que no saba mucho de Toledo ya que tampoco
hubo miel sobre hojuelas junto al Tajo, donde la intransigencia fue norma antes que
la tolerancia, aunque con treguas peridicas en cuanto a lo religioso: Eurico haba
perseguido saudo a los catlicos pero su nieto Amalarico les toler el II Concilio de
Toledo, Leovigildo cas en segundas nupcias con una arriana fantica pero su
primera esposa era la hermana de San Leandro, San Fulgencio y San Isidoro.
Aunque esto ltimo ms parece el intento de adornar santamente el origen
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del rebelde29 Hermenegildo, una vez que se le empieza a considera mrtir,
casualmente tras la alianza de Gregorio Magno con el converso Recaredo,
paradigma del prncipe catlico que reina "por la gracia de Dios", asociado al altar y
cuya legitimidad emana de ste. Una especie de remoto Alfonso VI que continuar,en las Curias Regias reunidas en los Palacios de Galiana, las Curias Conciliares30
de este hijo segundn de Leovigildo. La monarqua toledana se perpetuar a travs
de los reyes de Asturias, y los de Len y Castilla hasta retornar a Toledo en 1085.
Es la patria catlico-germnica que fund Recaredo, y en la que el "Codex Revisus"
de Leovigildo sigue vigente a travs del "Fuero Juzgo" medieval. La otra patria
espaola, la denominada precisamente Spania por los Cronicones medievales, era
tierra de infieles a conquistar al Sur de la frontera. Toledo fue, durante los cuatro
primeros siglos de la llamada Reconquista, la obsesin unificadora tras la prdida de
Espaa a causa del Islam, la vuelta a la edad mtica de un solo rey sobre todos los
creyentes que fue recuperada fugazmente por Alfonso VI. Aunque, haciendo honor a
la verdad histrica, ni Espaa ni la monarqua toledana se perdieron realmente de la
manera que vena contndonos la fbula que tanto repitieron los juglares: esa que
echa la culpa a los pecados de un monarca adltero, violador de la hija del conde
Don Julin, la famosa Florinda la "Cava". Espaa fue fatalmente perdindose con las
oscuras muertes de espaoles a manos de espaoles, en tanta guerra civil
intolerante, a lo largo y a lo ancho de su Historia, en la que nicamente son las
breves historias de amor y los propsitos de concordia la esperanza de un pueblo
laborioso y combativo que es el que evita finalmente su definitiva perdicin.
Apenas los Concilios III y IV de Toledo logran un momentneo florecimiento
hispano que las matanzas cainitas del siglo VII31 terminaran por agostar, dejando el
terreno propicio a la pujanza de la nueva semilla espaola que sembrar el Islam.
Fueron en vano los esfuerzos culturales de Sisebuto (612-621) y de San Isidoro (+
636), ste grande entre los grandes educadores de la Europa medieval32, o del
propio Chindasvinto arrepentido de sus antecedentes conspiradores33 y dispuesto a
acabar con las discordias legndonos la base jurdica del "Liber Iudiciorum" y
protegiendo la lnea isidoriana del poeta y obispo San Eugenio, creador de una
digna Biblioteca toledana antecedente de las del tiempo hispanomusulmn.
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Recesvinto, hijo y continuador del anciano rey, fue an capaz de salvaguardar por
un tiempo la esperanza de una continuidad toledana, pero sus sucesores, si bien
embellecieron la ciudad34, minaron su futuro de manera catastrfica. Los catlicos
espaoles se fueron encerrando cada vez ms en s mismos, desafiando incluso aRoma35 y despreciando el estudio del latn y del griego lo que supuso el
empobrecimiento de los logros anteriores. Decir filsofo lleg a ser sinnimo de
nigromante o astrlogo, y los jvenes de la nobleza prefieren la comodidad de sus
villas a la severidad de las aulas. Se da un retroceso general en lo econmico y un
fenmeno paralelo a lo que en otros estados germnicos conducira a la
feudalizacin: los reyes se preocupan ms de sus fincas que de su pueblo, los
obispos se ocupan ms de censurar a los autores clsicos que de sacar provecho al
estudio de sus obras, proponiendo a su grey el dilema de "Dios o musas", para que
el pueblo puesto en esa disyuntiva eligiera quedarse con Dios. Pocos aos despus,
a una gente tan inculta le importar bien poco que ese Dios se llame Allah, y
aceptar por amo al invasor que, adems, en nada cambia el resto si no es para
mejorarlo en beneficio de la mayora. Dicho as parece una opinin fuera de lugar,
pero lo cierto es que las vas romanas y los puentes se haban deteriorado
ostensiblemente y no se repararan hasta que llegaron los rabes. Los historiadores
actuales dicen que es que a los godos les pesaba demasiado la herencia romana,
que les derrumb su peso. De los de entonces mejor no hablar, slo escriban a
favor del "legitimismo godo" frente a la "usurpacin islmica" y no nos son nada
fiables. De ellos, por supuesto, es la fbula de la "prdida de Espaa". Bien est
como fbula, pero no nos convence como historia verdadera.
A Espaa la perdieron sus malos gobernantes y se la encontraron,
demasiado fcilmente, los recin llegados mahometanos. Cuarenta aos antes, la
"Ley militar" promulgada por Wamba el ao 673, aunque ya denota la extrema
debilidad del estado visigodo, an consigue medios para rechazar las primeras
avanzadillas del Islam. Pero el deterioro estatal contina, y la propia moneda en
circulacin, perturbada constantemente por un comercio que haba que pagar
generalmente en oro o en plata, es muestra suficiente de cmo estaba la hacienda
de los godos: Los "tremisos", piezas de un tercio de sueldo, acuadas desde
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Leovigildo en ley de 18 quilates, comenzaron a adulterarse con Egica y con Witiza
ya fueron de oro bajo, quedando adems reducido su peso legal. Antes pues de la
irrupcin musulmana se haca preciso acuar un nuevo Estado, una nueva moneda
con oro de ley y formas de gobierno distintas de las precedentes. Rotos ydegradados los moldes romanos, la renovacin vendra ms que con la amalgama
hispano-germnica con la gran sntesis arbigoespaola, que fue resultando tras
siglos y siglos de convivencia con infinidad de matrimonios mixtos. Interesadamente,
a punto estuvo de confundirnos a todos la crnica mozrabe, escrita en el ambiente
de los hijos de Witiza, que culpaba a Roderico (el rey Don Rodrigo de los romances)
de la prdida de Espaa, y diciendo que era un rey lujurioso y temerario, a la vez
que no negaba que su predecesor fuese violento pero afirmando a continuacin que
era muy generoso. Los modernos historiadores afirman que en tiempos de Witiza,
sin sombra de duda, la orilla africana del Estrecho estaba ya entregada a los
musulmanes, y que el ltimo conde de Ceuta llamado Urbano (y no Julin como
quiere la fbula) tambin haba capitulado ya ante el gobernador de la Ifriqiya
omeya, llamado Musa o Muza Ibn Nusayr.
Recordamos que el "generoso" rey Witiza haba violentado a la esposa del
duque Favila, madre de Don Pelayo el de Covadonga, con lo que an nos parece
ms verosmil y clarificadora la afirmacin de Menndez Pidal: "Si un rey ofendi en
cualquier modo a Urbano36 la cronologa nos dice que ste tuvo que ser Witiza".
Este rey haba asociado al trono a uno de sus hijos, llamado Agila, pero los nobles
descontentos con la estirpe de Wamba y hartos de que se les escamotease su
derecho a la eleccin de un nuevo rey exaltaron a Don Rodrigo, Roderico, dux de la
Btica, hijo de Teodofredo a quien Egica mand sacar los ojos, y nieto del gran rey
Chindasvinto. En estas circunstancias de casi guerra civil, desembarc en la costa
gaditana Tarif Ibn Malluk, muy cerca de la ciudad romana de Baelo Claudia, en un
lugar denominado Tarifa desde entonces. Le acompaaba una pequea tropa de
reconocimiento que hubiera sido rechazada sin problemas por cualquier guarnicin
medianamente prevenida, pero no se produjo ni siquiera una pequea escaramuza.
A su regreso a Kairawn, pudo informar a Muza que la invasin en toda regla no
encontrara resistencia y que, adems, contara con el apoyo incondicional de los
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judos37, perseguidos por los godos. Fue entonces cuando Muza Ibn Nusayr obtuvo
el consentimiento de Damasco para enviar a Tarik Ibn Ziyad con el grueso del
ejrcito que derrot al de Don Rodrigo. Segn unos junto al "wadi Lacca" o
Guadalete, segn otros junto a las lagunas de la Janda. El lugar poco importa.
En aquella poca singular nadie parece acordarse como culpables de nada,
ni en fbulas ni en cronicones, de los traidores viticianos. Toda la culpa cae sobre el
rey Roderico. Y habra que pensar ya acerca de aquellos, viticianos todos, que
cobraron en tierras y prebendas su traicin a la patria. Los argumentos que esgrime
Ibn Qutiya, descendiente islamizado de Witiza, no tienen demasiada consistencia
frente a las modernas investigaciones. Del siglo X procede su fabuloso relato segn
el cual "haba en aquel tiempo en Toledo un palacio38, el cual de muchos aos atrs
estaba cerrado con muchas y fuertes cerraduras, sin que ninguno de los reyes
pasados se hubiera atrevido a abrirle, ni supiesen el secreto de l. Este palacio hizo
abrir el rey don Rodrigo, pensando que habra grandes tesoros, ms entrando en l
ninguna cosa hall sino un arca cerrada, y en ella, quebrantando la cerraduras, un
lienzo pintado con muchas figuras de hombres, con los rostros y trajes de los
rabes, sobre sus caballos y con espadas y ballestas y sus pendones en alto. Y en
el propio lienzo una inscripcin en latn que deca que al tiempo que aquellas
cerraduras fueran quebradas, abiertos palacio y arca, habran de entrar en Espaa y
enseorearse de ella gentes semejantes a las all representadas. Lo cual, visto por
el rey Rodrigo y sus acompaantes, les hizo caer en un gran temor de los rabes
aun antes de haberlos visto en persona".
En este cuento, al igual que en la crnica del ao 754, se atribuye a motivos
fabulosos el derrumbamiento de la soberbia monarqua visigoda, minada desde
dentro por los propios obligados a robustecerla, pero sin lugar a dudas la fbula ms
difundida es la que nos presenta a Florinda la "Cava", hija de Don Julin de Ceuta,
seducida a orillas del Tajo por el malvado rey Don Rodrigo. Este personaje, tan
difamado durante siglos por ser el perdedor de la batalla que decidi el triunfo de los
invasores (es costumbre nacional el echar al perdedor todas las culpas), es claro
que no pudo ser quien sedujera a la hija del conde de Ceuta, o que, si realmente lo
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hizo, no influy su pecado en el dominio musulmn que ya estaba muy avanzado en
fechas del reinado de Witiza, cuando Don Rodrigo era tan slo dux de la Btica y no
el rey de Espaa. Cuentan los ms ancianos de Toledo que la infeliz Florinda se
encontraba en la capital del reino, con otras jvenes hijas de dignatarios visigodos yque, de entre ellas la arrebat el malvado monarca, sin ms ley que sus deseos
lujuriosos. Y, si no miente ms que Ibn Qutiya el poeta Abn Josafat, as fue como
se consum el punible ultraje:
"El rey baj a sus jardines
por admirar sus jazmines
y en el estanque jugaban
tres doncellas que baaban
sus hermosuras sinfines.
Finas tnicas velaban
sus cuerpos y resaltaban
al mojarse, en su adherencia,
cierta sensual transparencia
que ellas no consideraban.
Reprimiendo su vehemencia
y ocultando su presencia
pudo el rey ver que una de ellas
la ms bella entre las bellas,
se desnud sin prudencia.
El agua llova estrellas
y se irisaba en centellas
como un deslumbrante llanto.
De pronto, un terrible espanto
puso en fuga a dos doncellas.
Como ser rey no es ser santo,
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llegado el tormento a tanto
vol el azor por su presa
que, inmvil por la sorpresa,
perdi all mismo su encanto.
"No llores! Te har princesa..."
El rey-satn embelesa
de Florinda el casto odo.
Pero una vez complacido
se olvida de su promesa.
Despechada del olvido
la Cava juicio ha pedido
y se celebra la audiencia.
Ella alega: "Fue violencia!".
Y l: "Fue placer consentido".
Corrompiendo la evidencia
o buscando la sentencia
ms sabia, decide el foro
que al rey de la Piel de Toro
lo juzgue la Providencia.
Y as, por robar tesoro
de ms rareza que el oro,
muri al poco el violador
y su reino y su esplendor
se abatieron frente al moro39."
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2. La ciudad de Tarik
Es costumbre antiqusima atribuir a los pecados individuales o colectivos gran
parte de los males que venimos padeciendo los humanos, como si el buen Dios no
tuviese otra ocupacin que enrevesar nuestro paso por este valle de lgrimas. El
Doctor Pisa seala incluso el paralelismo que encuentra entre la profeca de los
rabes que esperaban en el Oriente a que Don Rodrigo colmase la medida de lospecados hispanos, y la que amenazaba con blancos barbudos llegados tambin del
Oriente a los amorales indios occidentales recin invadidos en su tiempo,
justificando a los conquistadores por las acciones de los conquistados, "tan fesimas
que sera cosa torpe decirlas". Las dos Espaas del ao 711, estaban
personificadas de una parte en la estirpe de Wamba o partido del obispo Oppas
hermano de Witiza y to de Agila, y de la otra en la estirpe de Chindasvinto o partido
de Roderico, quien adems tena en su contra el verse continuamente obligado arestaar la aparente unidad nacional, y teniendo por tal causa el grueso de sus
ejrcitos en el Norte mientras que por el Sur se le cerna Tarik Ibn Ziyat dispuesto a
someter el reino hispnico bajo el imperio del lejano Califa de Damasco.
Tarik avanz imparable hasta Toledo, donde Roderico haba sustituido al
traidor Oppas por el obispo Sinderedo, pero nos cuenta Francisco de Pisa que ste
"atemorizado con el estado tan peligroso en que estaua la repblica, dexando sus
ouejas, como mercenario, y no como pastor partio para Italia". Efectivamente un
Sinderedo obispo de Toledo suscribe los acuerdos de un concilio40 celebrado en
Roma aos ms tarde, bajo Gregorio II, con lo que los toledanos, como ovejas sin
pastor se contentaron con el recin llegado Tarik y le permitieron posesionarse de
los palacios de Galiana. De Roderico el Breve no volvi a saberse, salvo en la
ciudad portuguesa de Viseo donde una sepultura tena esta inscripcin: "Aqu yace
Don Rodrigo, ltimo rey de los godos". En vano pretendieron desmentir la afirmacin
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del epitafio los hijos de Witiza que continuaron una dinasta ttere del califato omeya,
que les toleraba denominarse reyes godos y les reparti tres mil alqueras en pago a
su traicin a Espaa. El autodenominado Agila II pretendi mantener su corte en
Toledo y reinar como federado de Damasco al igual que los primeros reyes godos lohicieron con Roma desde Tolosa, pero Tarik se enamor de la Ciudad del Tajo y se
qued en ella mandando a otra parte a los witicianos, que an tuvieron la
desfachatez de continuar durante dcadas la farsa nombrando a Artobs o
Ardobastro sucesor de Agila II.
Para mayor confusin histrica, los sucesores de Don Pelayo, el hroe de
Covadonga, con los restos de la nobleza goda, pretendieron a su vez ser los
herederos del legitimismo rodriguista que por otra parte cuestionaban ellos mismos
al hacerle culpable del final de la monarqua visigoda. Este Belay al Rum o Pelayo,
"un hombre solo, no dudando ofrecerse a todo peligro, nos restituy y restaur la
perdida Espaa", segn sostiene la historia oficial de una poca de la que ms vale
no acordarse. La historia de verdad calla y avanza, ms que como un continuo
inventario de guerras y de hroes, con la tozudez de los hechos, con los hijos que
nacen y crecen y dan al traste con el fanatismo de sus progenitores, aun cuando sus
nietos vuelvan a hacerse fanticos por ignorar absolutamente la verdad que vivifica y
hace libres a las personas y a los pueblos. El legitimismo de la monarqua espaola
se fundament en Don Pelayo y en las reliquias depositadas en la Cmara Santa de
la catedral de Oviedo. Despus, la llamada "Reconquista" reforzara tal legitimidad
magnificando los hechos de armas. Pero antes de eso, aquel ao 711, desaparecido
Roderico el ltimo rey de Hispania, comienza una nueva era en la que Tarik, recin
llegado de la Batalla del Guadalete a Ecija, decide dividir sus fuerzas enviando a su
segundo Mugith hacia Crdoba y avanzando l con el grueso del ejrcito invasor
para tomar posesin de la capital del Reino.
Toledo le abri de corazn sus puertas, una vez que los toledanos se
informaron que el Islam41 respetaba vidas, propiedades, iglesias y sinagogas. Slo
un reducido nmero de magnates fue desplazado de sus funciones de gobierno. Se
nombr nuevo obispo, y la vida continu sin grandes cambios. El descalabro sufrido
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despus por un cuerpo de ejrcito musulmn en los desfiladeros astures, ya en el
ao 722, no afecta a la invasin42 triunfante en toda la Pennsula y an ms all de
los Pirineos. Al principio era Tarik quien dispona todo, avanzando por las calzadas
romanas hasta Clunia, Amaya y Len antes de invernar en Toledo en espera de suseor Muza que vena a sus espaldas desde el Norte de Africa, dejndole hacer
mientras, con absoluta confianza, aunque luego sintiera celos de l y precipitara la
ruina de ambos tras ser llamado para rendir cuentas en Damasco ante el Califa.
La gran mezquita de la capital de Siria nos acogi ms como a propios que
como a extraos. No en vano se edific y embelleci gracias al botn de la conquista
hispana. Result que al hacerse musulmana la ciudad (en 636) el templo cristiano
que haba en ella bajo la advocacin de San Juan Bautista, consagrado durante el
siglo IV sobre un enorme templo de Jpiter, se dividi en dos mitades para hacer
sitio al nuevo culto. Pero una vez consolidado el poder de la dinasta Omeya, el
califa Walid I decidi (en 705) la demolicin de las construcciones damascenas de
los tiempos de Roma y de Bizancio para levantar en sus solares la mayor mezquita
de todos los tiempos. De todas partes comenz una gran afluencia de tributos y
botines de guerra para tan magno propsito pero las obras devoraban stos y
cuantos otros diversos ingresos se recabaron hasta su culminacin en el ao 715.
En el curso de tamaa vorgine recaudadora fue cuando llamaron a rendir cuentas
al gobernador Muza Ibn Nusayr. Tarik Ibn Ziyat le haba acopiado en Toledo un
cuantioso botn para su traslado a Siria, en el que iban incluidas veinticuatro
diademas de oro con inscripciones regias entre otras innumerables joyas y adornos
de todo tipo en metales preciosos cubiertos de pedrera de incalculable valor,
diversos objetos de oro y de plata, sedas, brocados, vestidos, muebles como una
valiossima mesa de gata y, procedente del Tesoro Regio43, el mismsimo altar del
Templo de Salomn que Tito haba llevado a Roma tras la destruccin de Jerusaln,
y que Alarico I haba tomado para s durante el saco del ao 410. Abrumado por el
destello de las riquezas del conjunto, Muza no lleg a darse cuenta que faltaba una
pata de oro que haba pertenecido a la mesa del sagrado y preciadsimo altar del
Templo, desmontada a propsito por Tarik por lo que pudiera acontecer.
Cuentan que por entonces las cosas no iban demasiado bien entre el
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desde el mismo momento que pierde su poder "porque Dios as lo ha querido, nada
permanece sino Allah". Tal nocin absoluta del poder lleva en s el germen de su
absoluta fragilidad frente a los sediciosos que si triunfan es porque tambin lo ha
querido Dios, de aqu que los pronunciamientos militares que pretenden legitimarseteocrticamente por el solo hecho de alzarse triunfantes sean tpicamente
musulmanes47. Para el cristiano, la confraternidad se basa en ser hermanos, como
hijos de Dios, criaturas suyas en libertad, mientras que para el musulmn se es igual
al prjimo por ser todos los creyentes esclavos de Allah, y esta radical igualdad
impulsa al poderoso a ser extremadamente cauto y prudente al expresar mediante
signos externos su jerarqua y su fortuna, ya que ambas pueden ser tan frgiles
como ptalos de rosa azotados por el viento del desierto. Slo las mezquitas
levantadas a la gloria de Allah pueden ser tan magnificentes por fuera como por
dentro, y as es tan admirable la gran mezquita omeya de Damasco que impresiona
al visitante desde los patios y alminares hasta el ltimo rincn de su interior, a
diferencia de los palacios reales, escondidos las ms veces tras opacas e
inexpresivas murallas como es el caso de la Alhambra o del mismo Palacio de
Galiana. De ah que la ciudad musulmana sea una ciudad secreta, indiferenciada,
sin rostro, misteriosa y recndita, hondamente religiosa, smbolo de la igualdad de
los creyentes ante Dios48.
Abd el Aziz Ibn Muza Ibn Nusayr, al partir su padre hacia Damasco, qued de
Val en la Pennsula fijando preferentemente sus residencia habitual en la Btica,
patria de su mujer, Egilona, que haba sido anteriormente esposa de Roderico el
ltimo rey Godo. Esta misteriosa mujer, quiz parte del botn obtenido tras la gran
derrota espaola, difcilmente no sera disputada entre los jefecillos musulmanes
debido a su famosa belleza. Al final se la apropi Abd el Aziz, y tal privilegio convirti
al hijo de Muza en blanco de las envidias de los dems guerreros sirios. Desposado
en Sevilla con su cautiva de guerra, desde su corte sevillana comenz a actuar
como un verdadero "rey de Espaa" lo cual le acarre la enemiga absoluta de sus
correligionarios. As el Betis suplant al Tajo en la denominacin de "wad al kebir" o
ro grande que baara la capital del valiato dependiente del gobernador de Ifriqiya
con sede en Kairawn. El Toledo islamizado por Tarik Ibn Ziyad, cedera su primaca
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a Sevilla, y ya no la recuperara sino compartindola con Crdoba, bajo el emir
Yusuf al Fihri, el Galafre de la pica, fundador sobre cimientos romano-visigodos de
los legendarios palacios de Galiana, para recreo de su hija Halia. Esta hija de
Galafre, absolutamente desconocido en el plano histrico, es la princesa musulmanade las leyendas medievales, la bella nigromante del Toledo islmico, la misma que
hechiz a Carlomagno y que se hizo raptar por l, conviviendo hasta que acab su
hechizo amoroso en los palacios que la mand edificar a imagen de los toledanos,
conocidos desde entonces como Palais Galliende Burdeos.
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3. Carlomagno en los palacios de Al Fihri
El movimiento confesional levantado por Mahoma alcanz tal fuerza
expansiva que abarc desde la Pennsula Ibrica hasta la India, superando la
extensin del Imperio Romano en la poca de su plenitud. Los historiadores
justifican la rapidez de tal expansin por la debilidad de los estados que van aoponrsele como la Persia sasnida o Bizancio en guerra desde poco antes de la
hgira mahometana, o como el propio estado visigodo fragmentado por luchas
fratricidas. Lo cual tambin se podra aplicar al mismo imperio musulmn enfrentado
en continuos antagonismos tribales desde su mismo nacimiento. En efecto, de nada
sirvi que Abd el Aziz Ibn Muza fuese el creador de una perfecta administracin del
valiato capaz de consolidar lo ya conquistado y permitir las triunfales penetraciones
en las Galias, que sus continuadores no tardaron en acometer tanteando laconveniencia de establecer asentamientos en las regiones ms lluviosas de lo que
su aclimatacin mediterrnea les tena acostumbrados. La viuda del ltimo rey godo,
a la que tambin se le atribuye el sedentarismo y la molicie del nmada guerrero,
templado por una vida pobre y dura, que tras conquistar las ciudades se envenena
de su virus fatal hasta que otros nmadas vengan a usurparle el puesto, segn
expresa Abn Jaldum49, fue sin duda factor importantsimo del nuevo gobierno, algo
as como lo que supondra siglos ms tarde la Malinche para Hernn Corts tras la
conquista de Mjico. La acuacin de monedas de oro an con inscripciones latinas
y la firma del tratado de paz y cooperacin con Tudmir o Teodomiro50 , significan la
voluntad de la pareja formada por Abd el Aziz Ibn Muza y Egilona en el sentido de
formalizar un pronto entendimiento amistoso con los antiguos sbditos de Don
Rodrigo. Pero esta actitud conciliadora de Ibn Muza, junto con el amor que
profesaba a la bella rum, despert la oposicin de los fanticos que propagaron el
rumor de que pretenda restaurar la monarqua cristiana51 y aquel idilio
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ms bella de sus esclavas, llamada Holal, que sera madre del futuro emir Hixem I,
y, poco despus, en julio de aquel mismo ao 756 Abdelramn entraba
pacficamente en Crdoba cabalgando procedente de las tierras de Granada entre
Al Fihri y Al Sumayl, a los que tom por consejeros del nuevo Estado independientede Damasco. Pero Yusuf al Fihri no licenci a sus mercenarios. Por el contrario, los
agrup en Toledo, y desde all envi unas nuevas embajadas a los jeques
musulmanes que le eran adictos en Al Andalus, y a los cristianos57 de Asturias y
Cantabria, as como al flamante "rey de todos los francos"58, padre de los prncipes
Carlos y Carlomn. El mayor de los dos, bravo muchacho (el Mainete pico ya
citado), fue el que vino a Toledo deseoso de inclinar de su lado los favores paternos
que Pipino prodigaba al pequeo Carlomn. No era por entonces Carlomagno el
coloso de la barba florida que idealizaron los autores del ciclo carolingio desde la
"Cancin de Roldn". Mal poda serlo cuando su gigantesca talla y la barba
arabigobizantina ms parecen invencin de los poetas de siglos posteriores. Pero
como su propio bigrafo Eginardo nos lo describe "de cuerpo amplio y robusto"y "de
voz clara y paso resuelto y viril", mejor ser que nos lo imaginemos como mejor nos
plazca cabalgando hacia Toledo junto al conde Morant, otro de los protagonistas de
los cantares que harn de los palacios de Galiana el escenario de deliciosas y
caballerescas aventuras.
Nuestro "Carlos, Augusto, coronado por Dios grande y pacfico Emperador"59, haba venido al mundo en el ao 742 pero Berta su madre no se cas hasta el
749, con lo que su hermano Carlomn nacido bajo todas las bendiciones
sacramentales era preferido por el Rey y su catlica corte para perpetuar la dinasta
pipnica frente a los derechos de primogenitura del joven guerrero. Menndez Pidal
seala que en la versin espaola antigua, contenida en los textos del siglo XIII del
Arzobispo toledano y de la Primera Crnica General, Carlos sale de su patria huido
de su padre, por haberse rebelado contra las justicias paternas60 y, segn la
"Historia Turpini" 61 mor algn tiempo en Toledo, donde lleg a aprender la lengua
sarracena. En la "Primera parte de la descripcin general de Africa" 62, encontramos
una narracin del momento histrico que nos ocupa bastante ms fiel en cuanto a
hechos, tiempo y lugares que otros libros consultados63, el autor, Luis del Mrmol,
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nos dice que "en este tiempo los pueblos de espaa eran muy fatigados de las
armas de Abdarrahman, y para se favorescer contra el, Galafre rey de Toledo, hizo
secretamente liga con algunos caudillos de los Alabares: los quales embiaron sus
embaxadores al rey Fruyla y a Pepino rey de Francia, ofresciendoles que si losfavorescan contra Abdarrahman se haran sus vasallos. Siendo pues concluida esta
liga, Pepino embio a Carlo su hijo con mucha
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