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Por Jesús BAL Y GAY

EL DISCO TIENE DOS _CARAS

Cara 1 \

CON EL AUGE actual de la industriadel disco aficionados y profesionalesde la música estamos disfrutando,

en lo que a oir música se refiere, de unasituación que hace treinta años nos ha­bría parecido un sueño irrealizable. .

Hoy, en el momento que se nOS antoJa,podemos escuchar nuestra orquesta pre­ferida o al virtuoso de nuestra predIlec­ción, con tanta o mayor facilida~ que aque­lla que fue patrimonio exclusIvo de- unEsterházy o un arzobispo de Salzburgo.Los tenemos en casa y más dóciles a nos­otros que el más humilde esclavo.

Antes el que deseaba oir una orquestade Vien~ o de Nueva York tenía que tras­ladarse a esas ciudades o espe~~r la ~~ertede que la orquesta -en cueshon VIsItasesu lugar de residencia.

y en cuanto a las obras, faltaba estafacilidad que ahora tenemos .d~ poder es­cucharlas reiteradamente, repItIendo aque­llos pasajes en los que de pronto n? lo­gramos penetrar. Por otra parte ¡cuantasobras había que para nosotros no se dabantraza de abandonar el letargo de la par-titura! ."

La nueva industnadel dISCO llevo acabo un movimiento que podría califi­carse de subversivo. Antes, en las ciuda­des -al fin y al cabo muy poco nume­rosas- en que había al!?,u.na o~questa, elfilarmónico tenía que VIvIr sUjeto a losgustos del director de aquélla .y quedarseaño tras año sin oir determmada obrade Bach o deStravinsky, mientras sele ofrecía con astronómica regularidad laQuinta de Beet~ove~. Ahora, PC?r el con­trario, es él qUIen tIene ~n cler~o mo~

do- el manejo del repertono mUSIcal d.elas mejores orquestas del mundo, y Iqs dI­rectores de éstas se hallan a su disposicióndurante las veinticuatro horas del día.

Antes, muerto un intérprete, no que­daba medio de volver a oírle. Ahora, conel disco -nuevo e infalible velador gi­ratoria- podemos evocar su presenciaaCúva y deleitarnos con sus interpreta­ciones como en los mejores tiempos desu carrera artística. A la muerte de ungran intérprete se iniciaba toda una le­yenda. Sus méritos iban creciendo en bocade la gente hasta llegar a lo taumatúrgico.Se nos habla hoy de las proezas diabó­licas de un Paganini. Pero, a la vista delprogreso que hemos podido observar enel virtuosismo de nuestro tiempo, tene­mos profundas dudas acerca de aquellasproezas. Con el disco se acabaron lasleyendas. A nadie se le podrá ocultar niexagerar la categoría real de un Giesekino un Toscanini. 1

Había hasta hace poco una gran can­tidad de viejos autores, el conocimientode cuyas obras era patrimonio de sólounos cuantos musicólogos o -en el casode autores contemporáneos- estaban li­mitados al círculo no muy numeroso deciertos festivales internacionales. Así, porejemplo, Perotino y Vivaldi, Schoenbergy Webern. Hoy, gracias al disco, esos au­tores nos son tan accesibles como Beetho­ven y Tchaikovsky.

Antes, y ya en la era del disco, pocoseran los intérpretes que grababan. Hoy,aun los más jóvenes, y de mediano mé-

rito, están en las discotecas al lado delos más ilustres.

Antes, el estudiante de orquestacióntenía que imaginar las sonoridades o es­perar a oir una orquesta para comprobarque aquellas imaginaciones suyas coinci­dían con la realidad. No podemos figu­rarnos qué tremendo esfuerzo o qué ex­traordinaria intuición significa la obra delos grandes orquestadores anteriores anuestros dias. Hoy, en cambio, el compo­sitor que orquesta mal está dejado dela mano de Dios. Porque con unas cuan­tas partituras y unos cuantos discos lesobra para aprender ese arte.

Finalmente, para cierta clase de meló­manos el disco es un don inestimable. Merefiero a esas _personas que necesitan deuna gran quietud, de un especial recogi­miento para escuchar la música, esas per­sonas que no soportan ningún ruido, porpequeño que sea, en las salas de con­ciertos. En el retiro de su hogar pueden

ahora entregarse a la música como a unaexperiencia mística.

Cara 2

Pero la facilidad y la abundancia en­cierran peligros para el hombre. En ladificultad y en la escásez se templa nues­tro ánimo. En la facilidad y en la abun­dancia se nos reblandece y desintegra. Ytanto como es probable que la dificultadmisma nos impulse a vencerla, lo es tam­bién que la facilidad nos conduzca a laabulia. La escasez enciende el apetito;la abundancia derrama- el-hastío.

La abundancia de música y la facilidadde oirla que significa hoy el disco songrandes bienes que se nos dan, pero so­lamente en cuanto sepamos estimarlos yadministrarlos- rectamente. :Aunque ellosuene a paradoja, me atreveré a decir queahora más que nunca es necesaria unaestricta y profunda educación musical.Porque la abundancia de música grabada-unida a una publicidad que no mira másque a los intereses de las compañías fa­bricantes de discos- está creando unalamentable confusión entre los aficiona­dos. Si antes era lamentable que sólo con­tadas obras e intérpretes llegaran al disco,ello, después de todo, representaba unaespecie de consagración para unas y otros,y el aficionado podría tener hambre deotras obras y de otros nombres, perotambién podía estar seguro de que lo que

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se le ofrecía era lo mejor. Hoy, por elcontrario, autores e intérpretes' de tercerafila alternan en los catálogos con los másexcelsos, y el aficionado ingenuo puedellegar a preferir los primeros a los se­gundos con sólo que una cierta publicidadinteresada llegue a su alcance.

La música misma está en peligro deser menospreciada, de convertirse en unmero pasatiempo nuestro, cuando no enun simple fondo para cualquiera de í1Ues­tras actividades cotidianas. Antes, el quedeseaba oir una determinada sinfonía te­nía que esperar. a verla anunciada enalgún concierto; tenía que ir a comprarsu boleto -y a veces hacer cola bajoel sol o la lluvia antes de llegar a la ta­quilla; tenía, en fin que pasar molestiassin cuento. Eso, que a los jóvenes de hoypuede parecer una triste situación de atra­so, significaba la prueba de una auténticaafición, de una estimación verdadera porla música: era la piedra de toque delaficionádo: Pero, en cambio,' el que al­guien tenga en su casa una grabación deaquella sinfonía ¿es prueba su·ficiente deun auténtico amor por ella?

Lo que hubiera podido ser una situa­ción ideal, de gran cultura -musical, ame­naza convertirse en todq lo contrarío. Laexcesiva familiaridad con cualquieI'.-bien,sea el que sea, si no cuidamos de tenersiempre limpio y desembarazado el hon­tanar de nuestra estimación, nos llevarápoco a poco, pero sin remedio, a malestimarlo.

Comparada con la música-viva, la mú­sica grabada no deja de ser 10 que la másperfecta fotografía en colores. al paisajeauténtico. Ello quiere decir que todaviael disco no puede sustituir al concierto.Yeso hay que inculcarlo a los aficionadosy sobre todo a los más jóvenes. Y, si­guiendo el símil, hay casos en que lasgrabaciones mienten, como miente la fo­tografía, porque, como ésta, son suscep­tibles de retoque. Es ya una práctica fre­cuente que se hagan varias grabacionesde una misma obra y por el mismo in­térprete y luego se monte una versióndefinitiva con los trozos más perfectos

. de aquéllas. Y el manejo de controles ymicrófonos puede lograr cosas que sonimposibles en la realidad vocal o instru­mental. Consecuencia: que el aficionado,hecho a ese género de versi,ones ideales,se sentirá defraudado en el concierto. Poreso es necesario que maestros y críticosde música asuman la tarea de hacer com­prender al aficionado que los conciertosson mejores que los discos encuanto cons­tituyen la música en su realidad viva,auténtica, sin amaños ni fantasías.

Al disco hay que estimarlo en lo quevale, en aquellas cosas que enumeré enla primera parte de este artículo, y ser~

virse de él rectamente, de acuerdo coneso. Es, así, un bien de los más grandesque la técnica de nuestro tiempo hayaaportado a la cultura del hombre. Perono permitamos que suplante al conciertoni aun a la ejecución que cada cual puedahacer de determinada obra en el instru­mento que haya aprendido a tañer. Por­que para acercarnos a la entraña de lamúsica nada hay como oírla en vivo otocarla nosotros mismos, por poca quesea la destreza con que lo hagamos. Puesello significa dificultad, y ya se sabe quela dificultad convoca al esfuer20 y la aten­ción, prendas del interés.

1 Yeso a pesar de los amaños y retoquesde que luego hablaré. Porque subsistirá siemprelo esencial auténtico de la ejecución.