EL ABANDONO DE «LIS ESTE LES»
MigueL Escudero Email: [email protected]
Deparlament de Matemaiica Aplicada. Universitat Politecnica de Catalunya
Las posibilidades decomurucación dictarán
la sentencia. El próximo siglo -seria solemne en
exceso decir milenio- asistirá a una convergencia
de las culturas oriental y occidental. De estas
imbricaciones lo que interesa es la fecundidad , esto es, la potencia que depare a la vida personal.
Si cultura es, como entendía Ortega, ese
lugar donde podemos trasladar nuestras entrañas , entonces es claro que la primera misión de cada
ser humano en ese camino será identificarlas,
hacernos a la idea de que nosotros somos alguien y, por eso, ellos, los otros humanos , también.
El monje católico norteamericano Thomas
Merton (1915-1968) escribió a propósito del
sabio chino Chuan-Tzú que la vida en sociedad
trae como secuela confundir nuestra existencia , pues nos lleva a obsesionarnos con lo que no
somos y a olvidar quiénes somos realmente.
Todo podría quedar como un mero juego de
palabras si no especi ficásemos que «yo soy yo y
mi circunstancia, y si no la salvoaellano me salvo
yo». El <<yo», individual o social, no se salva si no
se atiende a lo que nos rodea, siempre cambiante.
El hombre no tiene naturaleza, sino que
tiene historia; es persona, es el animal que tiene
vida humana, a pesar de que no la aproveche o
de que sea tratado sin compasión. Los pueblos
no tienen identidad, sino herencias con las que
construir el futuro. Nada humano me es ajeno
es el lema de todo pueblo que sabe prolongarse.
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Con un punto de sosiego, y curándonos de
la ansiedad que nos abruma, podríamos advertir
que «todo el cosmos es un grano de arroz, y la
punta de un cabello es grande como una montaña» .
Una sentencia con sabor oriental pero compatible
con el estilo occidental, así nuestro poeta Maragall
decía creer que «el hombre más sabio del mundo
es aquel cuyos ojos, habiendo visto mucho , conservan del todo la visión del niño de antes de
ir a la escuela». De este modo, acabamos por
cruzamos con la música del lenguaje y la mística.
El propio Maragall escribió a principios del
siglo XX un artículo de prensa profundamente
personal y que merece ser leído íntegramente,
«Las lenguas francas», en donde busca la niñez fermentada de las lenguas, esto es, en clave
orteguiana, su poesía. Habla Juan Maragall (así
se firmaba cuando escribía en castellano) de su
enamoramiento de las variantes múltiples y
encantadoras de un mismo lenguaje áspero y
dulce, libremente matizado. Camino del pueblo
gascón de Gavarnie en la oscuridad de la noche , nos cuenta que acercándose a Gedre, «pueblecillo
que lleva un nombre bonito» surgió «como una
pequeña hada, una niña de cinco o seis años , pidiendo limosna -¿podíamos negársela?-. La
hicimos hablar por el gusto de oírla. -¿Cómo
llamas tú a las estrellas? -le preguntamos (a
aquellas alturas sólo se ocurre nombrar cosas
grandes y maravillosas). -Lis esteles -contestó
con su vocecilla de hada en el infinito silencio.
¡Lis esteles! Alzamos los ojos al cielo y las
estrellas nos parecieron brillar con nueva luz del
inmortal misterio». y explica que la dulce libertad
del verbo pirenaico le penetró deliciosamente en
el hondón del alma.
Concluye exclamando: «¡ Cómo quisiera
meter este sentimiento en las entrañas de nuestros
hermanos pirenaicos que desprecian supatois (patois, pero suyo) por la hermosa lengua de
Racine (hermosa, pero de Racine)!» Es el orgullo
de una lengua secundaria que se defiende de
toda ideología por propia que sea; con presión
oficial y chantaje afectivo hay en la España de hoy
casos de domesticación y sometimiento mediante
la lengua, de este modo se estrangula el
pensamiento, la expresión libremente matizada.
Unamuno, entrañable amigo del escritor
catalán, pedía oír en el silencio los ecos dulces de
la niñez lejana corno rumor de aguas frescas y
vivas, esto es, con afán de recuperar el tiempo
pasado. Pero« j Santa sencillez! Una vez perdida
no se recobra», confiesa en su Diario Intimo (publicado por primera vez en 1970). No
obstante, creyendo que hay que vivir con toda el
alma, se propone vivir en adelante «obsesionado
en salvar mi alma».
Demasiado anunciado, ¿a quién le seduce
el plan del medieval místico alemán que
recomendaba: «Acuéstate a la noche corno si
fuesen a enterrarte a la mañana, y levántate por la
mañana corno si hubieran de enterrarte a la
noche»? ¿Quién 10 podría soportar siguiendo el
consejo de forma literal? Otracosaes sentenciar:
«Cuanto más vivas en Dios más en tí mismo
vivirás, más dentro de tí mismo, y serás más tú».
Hay en las páginas de esos cuadernos de Miguel
de Unamuno dos frases, en particular, que resultan
hoy día insólitas por su franqueza y decencia. En
la primera, el escritor vasco, despierto de su
vanidad, afirma: «He vivido soñando en dejarun
nombre». Claro está que esto no es negativo en
sí mismo, salvo que nos reduzca la autenticidad
• RAMA DE ESTUDIANTES DEL IEEE DE BARCELONA
personal. Por su parte, la segunda frase es un
diagnóstico singular, de valor imperecedero:
«Estoy muy enfermo, y enfermo de yoismo».
Para sobreponerse de esa caída hay que
seguir una ruta de soledad, donde 10 importante
no es llegar primero sino saber llegar para volver a vivir. La cultura no sería entonces el lugar o la
posada donde podernos trasladar nuestras
entrañas, sino el zurrón que llevamos en nuestro
itinerario íntimo: una bolsa con poco peso al
costado de quien está dispuesto a quemar las
naves fantasmas de la vanidad y llegar a puerto
para bañarse como náufrago de la vida. Algebra
de estas metáforas es Compostela, hacía ella
conduce por los campos, peregrinando, un
recorrido mágico y magnético. El camino
alfombrado de estrellas se inauguró con las
debidas licencias eclesiásticas en el siglo IX,
pocos años después de que un ermitaño observara
una lluvia de estrellas y la asociara con el anuncio
divino del oculto sepulcro del apóstol Santiago.
Hoy día, el camino de los peregrinos, nombre
específico de los que se dirigen a la localidad
gallega para acabar dando un abrazo al busto del
hijo del Zebedeo, está de moda. Las razones de
tal peregrinaje han evolucionado con los siglos,
pero ahora ¿qué se busca con esa marcha?
«Deportivamente» se aproxima a las tan
concurridas carreras pedestres por las urbes,
pues de lo que se trata es de participar y llegar a
la meta en ambiente masivo de fiesta. Pero en
este caso aparece un componente religioso
intermitente. Se sea creyente en Cristo -con
mayor o menor fervor, con mayor o menor
coherencia- o no se sea, se acaba el juego
llegando con gozo al adorado templo. Muchos
evadidos de las ciudades, acaso con más de un
desespero a cuestas, buscan renovarse, sentirse
capaces de alguna gesta reconocida, huyen de la
anomiade las ciudades, cuyas luces deslumbrantes
impiden ver. Sin embargo volverán a casa con
indefinible saudade al finalizar su visita por esos
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terrenos, semejantes a los ocupados hasta no hace mucho por sus antepasados rurales, y que han hecho suyos con su andar. La presencia patente y benigna de la historia fortalece el deseo.
Es evidente que sólo el tiempo libre nos ha permitido seguir el camino, un camino también ruta de comunicación social y económica. Y aquí nos encontramos con las entreveradas razones líricas del ser humano. Lo más hondamente interesante que hace un hombre con su vida no es parahacernegocio. Por eso conviene reivindicar el ocio como tiempo personal, reconquistarlo de su imagen más engañosa, el cebo de un negocio organizado con ávidos buscadores de dinero y placer.
Maragall se refirió lúcidamente al ocio como «la condición indispensable de ciertos descubrimientos científicos y de la producción poética, artística. La condenación del ocio conduciría a resultados desastrosos. Porque ocio se llama, porejemplo, la conversación y la lectura; y, sin embargo, una y otra son las que forman principalmente la opinión y las costumbres». El ocio nos permite así el tránsito de la holganza a la holguraenlavida.Consosiegosiemprepodemos reconsiderar las cosas y las personas, el quehacer vital.
Nunca acaban de desaparecer las estrellas, tarde o temprano reaparecen. Pero no podemos quedar prendidos de por vida a una hoj a, analógica o digital, examinando el anuncio de la hora afortunada, los horóscopos que dan la nota de los vividores. Ansiosos de forma crónica por el espectáculo universal, hemos celebrado hace pocos días que el Sol abandonase la escena y desertase de su papel. Esto significa el término de origen griego eclipse: deserción, abandono, desaparición. La mayoría ha asistido al evento con atropellado y frustrante jolgorio; otros han confiado en el desastre final. Entre aquellos ha
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sido inevitable para algunos sentir la «injusticia cósmica» de la distribución del oscurecimiento solar; en España, la capital menos afortunada
fue, según leo, Las Palmas de Gran Canaria, con un 23 por ciento, mientras que San Sebastián y Santander encabezaron la lista con un 78 por ciento. Ha habido asirnismo pueblos enteros de la Tierra que, dominados por la ignorancia e inconscientes del saber científico, han tomado al
piede la letra sus mitologías.
Aunque estemos a años luz de la comprensión de la mecánica celeste y de la ciencia astronómica, ¿cómo podemos suplantarla? En su camino por la vida el hombre ha de saber arrastrar su sombra lunar, sus carencias y deficiencias. Desde ese saber no
saber, no abandonará su guía, a veces invisible, de «lis esteles».
AUTOR
Miguel Escudero es profesor ti fu
lar de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunica-
1t~1f~~1IlII ción de Barcelona, adscrito al Departamento de Matemática Aplicada IV de la Universidad Politécnica de Cataluña. También es Doctor en Filosofia y Letras y
ha escrito artículos de opinión en publicaciones como 'Cuenta y
Razón ', el diario 'La Vanguardia' o 'Buran'.