Ciclo C
Un día le pidieron los discípulos a Jesús que les enseñase a orar, como Juan el Bautista enseñaba a sus discípulos.
Estaban pensando en una oración concreta.
Pero orar no es sólo recitar una oración por muy sublime que sea. Cuando los apóstoles le pidieron a Jesús que les enseñase a orar, era porque le veían en un diálogo íntimo con su Padre Dios.
Orar es sobre todo ponerse en
comunicación reverente y filial con Dios, es establecer un diálogo amoroso
con Él. Es, como decía santa Teresa, tratar de amor con
Quien sabemos que nos ama.
Orar no es sólo hablar a Dios,
sino hablar con Dios. Por lo tanto algo
importante, y más difícil, es
saber escuchar en la oración.
Rezar no es otra cosa que mirar alrededor y escuchar.
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Rezar no es otra
cosa que mirar
alrededor y
escuchar.
Rezar no es otra cosa que mirar
alrededor y escuchar.
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Por lo tanto lo primero que debe
haber en una verdadera oración es el amor. Porque donde no hay amor, no puede haber una
verdadera conversación.
Como sucede entre dos esposos o entre
dos amigos.
Pero, como ante Dios somos criaturas y débiles, debemos tener oraciones de petición. Jesús nos fue diciendo diversas cualidades para una recta oración. Hoy en el evangelio nos habla de la perseverancia.
Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les
propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario."Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:
"Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no
vaya a acabar pegándome en la cara."Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará
justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"
Hay personas que se desaniman enseguida, si no consiguen pronto de Dios lo que piden. Hoy Jesús nos enseña a ser perseverantes, a insistir ante Dios, como la viuda de la parábola ante el juez injusto.
Como decía san Agustín: A veces Dios parece que no nos escucha: “O porque somos malos, o pedimos mal o pedimos cosas malas”.
Viene la dificultad y la pregunta: ¿Hasta cuánto hay que perseverar? Depende de lo que se pida y la manera con que se pida.
El pedir cosas malas quiere decir cosas que no nos convienen para la salvación eterna, o cosas imposibles, como el pedir que toque un número de la lotería, cuando otros están pidiendo por
otros números.
Mucho peor es cuando pedimos cosas que son en contra de otros, como el pedir en un deporte el que un equipo gane, cuando otros están pidiendo que gane el equipo contrario. O el hecho de un estudiante que pide salir bien en un examen, cuando en realidad no ha estudiado lo conveniente. Eso no debe entrar en asuntos de oración.
Lo que sí debemos pedir es la justicia, como pedía aquella viuda.
Y más, si la justicia es con mentalidad bíblica, que es la santidad, que nos llevará al Reino definitivo de Dios.
A veces se piden cosas difíciles, como puede ser la conversión de una persona. Depende de la disposición de éste; pero se necesita tiempo y quizá lágrimas, como santa Mónica pidiendo por la conversión de su hijo Agustín.
Parece que tomamos a Dios
como algo mecánico sin
buscar el verdadero provecho
espiritual y la presencia de Dios
en nuestro ser.
A veces creemos que hemos pedido con perseverancia, pero nos hemos cansado enseguida.
Lo importante es que la oración debe estar unida a la fe. Seguimos orando porque debemos seguir aumentando la fe y la confianza. Si Dios fuese como algo mecánico que da favores fáciles – y normalmente materiales- el amor y la verdadera entrega filial podría faltar en muchos. Por eso necesitamos perseverar: no tanto para que Dios se acuerde de nosotros, sino para que nosotros no nos olvidemos de Él.
La perseverancia suele estar en relación con la
fe. La virgen María no necesitó
perseverancia sino sólo
presentación de una necesidad
ante Jesús: “No tienen vino”.
Éxodo 17,8-13
Hoy en la 1ª lectura se nos
expone un ejemplo de
oración, que consigue el fruto inmediato ante
Dios. Los israelitas luchan,
la oración de Moisés les
sostiene. Cuando baja los brazos,
signo de no oración, pierden.
En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: "Escoge unos
cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano”. Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras
Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel;
mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la
puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.
Dios quiere que levantemos el corazón hacia Dios en muchos momentos de nuestra vida y pongamos en Él nuestros ojos y pensamientos, como en un monte de auxilio. Así nos lo dice hoy el salmo responsorial.
Levanto mis ojos a
los montes, de donde
me vendrá el auxilio.
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El auxilio me viene del Señor
que hizo el cielo y la
tierra.
El auxilio me viene del
Señor que hizo el cielo y la tierra.
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La oración es una actitud fundamental del creyente. Para quien no cree, la oración no tiene sentido, porque sería absurdo hablar ante la nada. Pero para el creyente la oración es el sustento, el alimento de la vida divina, vida que brota del encuentro del ser humano con el ser divino.
Pero, como dice Jesús al final: “¿Encontrará Dios esta fe en la tierra?”
Rezar es sobre todo amar, porque al mismo tiempo que le pedimos, debemos estar agradecidos por tanto que nos ha dado. Necesitamos perseverar para aumentar nuestra actitud de humildad y confianza y de escucha sobre su voluntad. Si así lo hacemos, ya hemos conseguido algo valioso, quizá más que lo que estamos pidiendo.
Estas oraciones a veces pueden ser de una forma ostensible y en grupo, porque ahí está Jesús, como Él nos dijo: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Pero otras muchas veces será muy conveniente y provechoso orar en particular y quizá donde no nos vean, según aquello que dijo Jesús:
Vosotros cuando
oréis, no uséis
muchas palabras,
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pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis
antes de pedírselo.
ora en lo escondido,
y tu Padre, que está en lo escondido, te escuchará.
y tu Padre, que está en lo
escondido,
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plena confianza y sin necesidad de
perseverancia.
La perseverancia en la oración está muy relacionada con la confianza; pero, si usamos las matemáticas, podemos decir que en sentido inverso: a más confianza necesitamos menos perseverancia, hasta llegar a lo de la Virgen:
Nosotros nos sentimos débiles, quizá como aquella viuda del evangelio. Si nuestra confianza con Dios es pequeña, pongamos mucha perseverancia precisamente para que se aumente la confianza. También con la perseverancia demostramos a Dios y a los demás que buscamos seriamente el Reino de Dios.
porque, como nos
dijo Jesús no sería una verdadera
oración si no estamos en paz con los hermanos.
Así que el orar con perseverancia es un gran bien para nosotros, porque ese esfuerzo nos ayuda a acercarnos más a Dios. Pero también es una ayuda para nuestros hermanos, no ya por lo que podemos pedir por ellos, sino simplemente por la necesidad de estar en paz con los hermanos;
Estando en paz con los hermanos, podemos en verdad hablar con Dios, que es el Padre de todos. Muchas veces, al comenzar una especial oración, tendremos que mostrar la humildad porque nos falta mucha fe, nos falta paz con los hermanos, nos falta confianza en Dios..
Terminamos manifestando de verdad que el poder del cristiano está en la oración.
Cuando uno se acostumbra a hablar a Dios de esta manera, la oración llega a ser permanente, está dentro de nuestra alma, y la perseverancia está mezclada con un continuo acto de amor.
El poder del cristiano
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El que ora constante vencerá en todo tiempo la tentación.
El poder del cristiano está en Jesús;
está en la oración.
Y el enemigo caerá vencido, caerá ante tus pies;
y en toda lucha y en toda prueba tu podrás vencer.
pero no podrán.
Y el enemigo caerá vencido, caerá ante tus pies.
Y en toda lucha y en toda prueba
con toda tu mente y tu corazón,
las fuerzas del mal querrán destruirte
y tu fe herirte; pero no podrán.
Las fuerzas del mal querrán destruirte
AMÉN
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