Descubrimiento de las siete ciudades,por el padre fray larcos de iza
INSTRUCC IÓN D E D O N A:-:TON IO DE M E:-: D O ZA ,
VISO RRE Y D E NUEVA ESPAXA
Primeramente: luego como llcg áredcs a la provincia de Culiac án,
exhortaréis)' animaréis a los espa ñoles que residen en la Villa de
an Miguel que traten bien los ind ios que están de paz)' no sesirvan de ellos en cosas excesivas, cer tificándoles que haciéndolo
así, que les serán hechas mercedes)' remunerados por Su Ma
jes tad los trabajos que allá han padecido, )' en mí tendrán buen
ayudador para ello; )' si hicieren al contrario, que serán castigados
)' desfavorecidos.
Daréis a en tender a los indios que yo os envío, en nombre de
Su Majestad, para que digáis que los traten bien y que sepan que
le ha pesado de los agravios)' males que han recibido; )' que de
aquí adelante serán bien tratados , y los que mal les hicieren serán
castigados.
Asimismo les ce rtificaréis que no se ha rán más esclavos de
ellos, ni los sacarán de sus tierras, sino que los deja rán libresen ellas, sin hace rles mal ni daño: que pierdan el temor y conoz
can a Dios uestro Seño r, que está en el cielo, y al Emp erador,
que está puesto de su mano en la tierra para regir la y gobernarla.
y porque Francisco Vázqucz de Coronado, a quien Su Majes
tad tiene prove ído por gobernador de esa provincia, irá con vos
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hasta la Villa de San Migue! de Culíac án, avisarme cómo provee
las cosas de aquella villa, en lo que toca al servicio de Dios Iues
tro Señor y conversión y buen tratarn icnto de los naturales de
aquella provincia.
y si con e! ayuda de Dios Nuestro Señor y gracia del Espíri
tu Santo, hall árcdcs camino para pasar ad elante y entrar por la
tierra adentro, llevar éis con vos a Esteban de Dorantes por guía,
al cual mando que os obedezca en todo y por todo lo que vos le
mand árcdes, como a m i misma persona; y no haciéndolo así, que
inc urra en mal caso yen las penas que caen los que no obedecen
a las personas que tienen poder de Su Majestad para poderles
mandar.
Asimismo lleva e! dicho gobernador, Francisco Vázqucz, los
indios que vinieron co n Dorantcs, y otros que se han podido re
coger de aquellas partes, para que, si a él ya vos os pareciere que
llev éis en vues tra compa ñía algunos, lo hagáis y us éis de ellos,
como vi ércdcs que conviene al servicio de uestro Señor,
Siempre procuraréis de ir lo más seguramente que fuere posi
ble, e informándoos primero si están de paz o de guerra los unos
ind ios con los otros, porque no d éís ocasión a que hagan algún
desconcierto contra vuestra persona, e! cual será causa para que
contra ellos se haya de proceder y hacer castigo; porque de esta
manera en lugar de ir a hacerles bien y darles lumbre, seda al
contrario.
Llevaréis mucho aviso de mirar la gente que hay. si es mucha o
poca, y si están derramados o viven juntos.
La calidad y ferti lidad de ella, la templanza de la tierra, lo ár
boles y plantas y ani ma les domésticos y salvajes que hu biere. la
manera de la tierra, si es áspera o llana, los ríos, si son grandes o
pequeños, y las piedras y me tales que hay en ella; y de las cosas
16 DE~CUB RIM IENTO [lE LA ~ ~ I ETE CIUDA DE~
que se pudieren env iar o traer muestra, traerlas o enviarlas, para
que de todo pueda Su Majestad ser avisado.
Saber siempre si hay noticia de la costa de la mar, así de la
parte del Norte como de la del Sur, porque podría ser estrecharsela tierra y ent rar algún brazo de mar la tierra adentro. Y si lleg á
redes a la costa de la mar del Sur, en las puntas que entran, al pie
de algún árbol señalado de grande, dejar enterradas cartas de lo
que os parecie re que conv iene aviar, y al tal árbo l do nde queda
re la carta hacerle algu na cruz porque sea conocido; asim i mo
en la bocas de los ríos y en las disposiciones de puertos, en losárbo les más seña lados, junto al agua, hace la misma se ñal de la
cruz y dejar las cartas, porque, si enviare navíos, irán advertidos
de buscar esta seña l.
Siempre procuraréis de enviar aviso con indios de cómo os va y
sois recibido y lo que hallárcdcs, muy par ticularmente.
y si Dios Nuestro Señor fuese crvido que hallé is alguna po
blación gra nde donde os pareciese que habrá buen aparejo para
hacer monestcrio y enviar religiosos que entendiesen en la con
versión, avisaréis con indios o volveréis vos a Culiacán. Con todo
secreto da réis aviso para que se provea lo que convenga sin alte
ració n, porque, en la pacificación de lo que se hallare, se mire el
ervicio de Nuc tro Señor y bien de la gente de la tierra.y aunque toda la tierra es del Emperador ucstro Señor, vos en
mi nombre tomaréis posesión de ella por Su Majestad, y haré is las
cñales y autos que os pareciesen que se requieren para tal caso;
y daréis a entender a los naturales de la tierra que hay un Dios
en el ciclo y el Emperador en la Tierra. que está para mandarla y
gobernarla, a quien todos han de ser sujetos y serv ir.
Don Anton io de Mcndoza,
MAR COS D I'. N IZA 17
Digo yo, fray Marco s de Niza, de los Observantes de San Francis
co. que recibí un tras lado de esta instrucción firmada del Ilustrí simo señor don Anto nio de Mendoza, vlsorrcy y gobe rnador de la
Nueva España.Ia cual me entregó por mandado de Su Santidad y
en su nombre. Francisco Vázquez de Coronado, gobernador des
ta nueva Galleta: el cual traslado es sacado de esta instrucción
de verbo ad verbum, y con ella cor regida y concertada, la cual
dicha inst rucción prometo cumplir fielme nte y de no ir ni pasarcontra ella ni contra cosa de lo en ella contenido, ahora ni en
ningún tiempo. Y porque así lo guardaré y cumpliré, firm éaquí
mi nombre, en Tonal á, a veinte d ías del mes de noviembre de mil
y quinie ntos treinta y ocho años, ado nde me dio y entregó en el
dicho nombre la dicha inst rucción, que es en la provincia de esta
Nueva Galicia.- Fray Marcos de Niza.
Digo yo, fray Antonio de Cibdad-Rodrigo, fraile de la Orden
de los Menores y ministro provincial que a la sazó n soy de la pro
vincia del Santo Evangelio de e ta Nueva Espa ña, que es verdad
que yo envié a fray Marcos de Niza, sacerdot e, fraile, presbítero y
religioso yen toda virtud y religión tal, que de mí y de mis herma
nos los definidores diputados para de dios tomaro n consejo enlas cosas arduas y dificultosas. fue aprobado y habido por idóneo
y suficiente para hacer esta jornada y descubrimiento, así por la
suficiencia arriba dicha de su persona, como por ser doc to. no
solamente en la teología, pero aun en la cosmografía. en el arte
de la mar; y así consultado y definido que fuese él, fue con otro
compañero, fraile lego. que se llama fray Onorato, por mandato
del señor don Anton io de Mcndoza, visorrcy de esta dicha ucvaEspaña: y Su Santidad le dio todo el aparejo y recabo que fue me
nester para el dicho camino y jornada; yesta inst rucción que aquí
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CERTIFICAC IONES
DE~CUBRIM IENTO [lE LA ~ ~ I ETE CIUDA DE~
RELAC IÓN
está escrita. la cual yo vi y • u Santidad lo comunicó conm igo.
pregun tándome lo que de ella me parecía, y pareciéndo me bien.
e dio al dicho fray Marcos, por mano de Francisco Vázqucz de
Co ronado, la cual él recibió sin falta y ejecu tó fielmente, como en
efeto ha parecido. Y porque lo sobredicho es así verdad yen ello
no ha falencia ninguna , he escri to esta fe y testimon io ). lo flrrnéde mi nombre.- Fecha en México, a veinte y seis días de agosto.
año de mil quinientos treinta y nueve.- Fray Antonio de Cibdad
Rodrigo, ministro provincial.
Co n ayuda y favor de la Sacratísima Virgen María , Nuestra Seño
ra, y del seráfico nuestro padre San Francisco. yo. fray Marcos de
Niza, fraile profeso de la Orden de San Francisco, en cumplimien
to de la instrucción arriba contenid a. del Ilustrísimo señor don
Antonio de Mcndoza, vlsorrc y y gobernador por Su Majestad de
la Nueva E palia, part í de la villa de San Miguel, de la provincia
de Cul íac án, viern es siete días del mes de marzo de mil qu inien
tos treinta y nueve años, llevando por compañero al padre fray
Onorato y llevando conmigo a Esteban de Dorantes, negro. y acier tos indios, de los que el dicho señor Visorrey libertó y compró
para este efecto, los cuales me entregó Francisco Vázqucz de Co
ronado, gobernador de la Nueva Galleta, y con otra mucha canti
dad de indios de Petate án, y del pueblo que llaman del Cuch illo.
que serán cincuenta leguas de la dicha villa. Los cuales vinieron al
valle de Culíac án, signil1cando gran alegría. por haberles cert ifi
cado los indios libertados que el dicho Gobernador envió delante
a hacerles saber su libertad y que no e habían de hacer esclavos
de ellos ni hacerl es guerra ni mal tratamiento. d iciéndoles que así
19MAR C OS D I'. N IZA
lo quiere y manda Su Majestad . Y con esta compañ ía que digo,
tomé mi camino hasta llegar al pueblo de Pctatcán, hallando en el
camino muchos recibimientos y presentes de comida. rosas y
otras cosas de esta calidad. y casas que me hacían de petates y ra
mas, en tod as las partes donde no había poblado. En este pueblo
de Pctateán ho lgué tres d ías, porque mi compa ñero fray Onorato
adoleció de enfermedad, que me convino dejarlo allí; y conforme a
la dicha instrucción, seguí mi viaje po r donde me guió el Espí ritu
Santo, sin me recerlo yo. Yendo con migo el dic ho Esteba n de
Dorantes, negro, y alg unos de los libertados y mucha gente de la
tierra, haciéndome en todas partes que llevaba muchos recibi
mientos y regocijos y arcos triunfales y dándome de la comida
que tenían, aunq ue poca, porque dicen haber tres a ños que no
llovía, y porque los ind ios de aq uella comarca más entendían en
esconderse que en sembrar, po r temor de los cr istianos de la villa
de San Miguel, que hasta allí solían llegarles a hacer guerra yes
clavos. En todo este camino, que seria n 25 o 30 leguas de aquel la
parte de Pctatean, no vi cosa digna de poner aquí, excepto que
vinieron a mí indios de la isla en que estuvo el Marqués del Valle,
de los cua les me certifiqué cr isla. y no como algunos quieren de
cir, tierra firme: y vi que de ella pasaban a la tierra firm e en balsas ,
y de la tierra fir me a ella. y el espacio que hay de la isla a la tierra
firme puede ser med ia legua de mar. poco más o menos. Asimis
mo me vinieron a ver ind ios de otra isla mayor que ella, q ue está
más adelante, de los cuales tuve razón haber otras tre inta islas
peque ñas, po bladas de gente y pobres de comida, excepto dos.
que dicen que tienen maíz. Estos indios traían colgadas de la gar
ganta muchas conchas, en las cuales suele haber perlas; yo les
mostré una pe rla que llevaba para muestra, y me dijeron que de
aquellas había en las islas, pero yo no les vi n inguna. Seguí mi
camino por un despoblado de cuatro días, yendo conmigo indios,
2 0 DE~CUB RIM IENTO [lE LA ~ ~ I ETE CIUDA DE~
así de las islas que digo como de lo. pueblos que dejaba atrás; y al
cabo del despoblado, hallé otros indios, que se admiraron de ver
me, porque ninguna not icia tienen de cris tianos, a causa de no
contratarse con los de atrás por el despoblado. Estos me hicieronmuchos recib im ientos, y me d ieron mucha comida , y procura
ban de tocarme en la ropa, y me llamaban Sayota, que quiere de
cir en su lengua «hombre del cielo», a los cuales, lo mejor que yopude, hice entender por las lenguas lo contenido en la instruc
ción, que es el conocimiento de Nuestro Se ñor en el cielo y de Su
Majestad en la tier ra. Y siempre, por todas las vías que pod ía.
procuraba de aber tierra de muchas poblaciones y de gente de
más policía }' razón que con los que topaba; y no tuve nueva más
de que me dije ron que la tierra adent ro, cuatro o cinco jornadas
donde se rematan las cordilleras de las sier ras, se hace un a abra
llana y de mucha tierra, en la cual me dijeron haber mu chas ymuy grandes poblaciones en que hay gente vestida de algodón.y mostrándo les yo algunos metales que llevaba para tomar razón
de los metales de la tierra. tomaron el metal de oro y me dijeron
que de aquel hay vasijas ent re aquella gente de la abra , yque traen
colgadas de las narices y orejas ciertas cosas redondas de aquel
oro, y que tienen unas paletilla de él, con que raen y se quitan el
udor. Y com o esta abra se desvía de la costa, v mi intención era•
no apar tarme de ella, determ iné dejarla para la vuelta, porque en -
tonces se podría ver mejor. Y así anduve tres d ías. poblados de
aquella misma gente, de los cuales fui recibido como de los de atrás.
Llegué a una razonable población que e llam a Vacapa, donde me
hicieron gran recibimiento y me dieron mu cha com ida, de la cual
tenían en abundancia, por ser toda tierra que se riega. Hay de esta
población a la mar cuarenta leguas; y por hallarm e tan apar tado
de la mar y por ser dos días antes de la Domínica de Pasión . de
terminé estar allí hasta la Pascua, por certificarme de las islas que
MA RCOS D I'. N IZA 11
arriba digo que tuve noticia. Y así envi é mensajeros indio. a la
mar por tres vías, a los cuales encarg u éque me trajesen gente de
la costa y de algunas de aquellas islas para informarme de ellos; y
por ot ra pa rte enviéa Esteban de Dorantcs, negro, al cual dije que
fuese por la derrota del Norte, cincuenta o sesenta leguas. para
ver si por aquella vía se podría tener razón de alguna co. a grande
de las que buscábamos; y concert é con ~I que si tuviese alguna
not icia de tierra poblada y rica que fuese cosa grande, que no
pasase adelante, sino que volviese en persona o me enviase indios
con esta señal que concertamos: qu e si la cosa fuese razonable,
me enviase una cruz blanca de un palmo; y si fuese cosa grande,
la enviase de dos palmos; y si fuese cosa mayor y mejor que la
Nueva España, me enviase una gran cruz. Y así se partió el dicho
Esteban, negro, de mi, Dominica de Pasión despu és de comer,
quedando yo en esta población, que digo que se dice Vacapa. y de
ahí a cuatro días, vinieron sus mensajeros de Esteban con una
cruz muy grande, de la estatura de un hom bre; y me dijeron, de
parte de Esteban, que a la hora me partiese en su seguimiento por
que había topado gente que le daba razón de la mayor cosa del
mundo; y que tenía indios que habían estado en ella, de los cuales
me envió uno. Y este me dijo tanta grandezas de la tierra, que
dej é de creerlas para después de haberlas visto o de tene r más
certificación de la cosa; y me dijo que había treinta jornadas, des
de do nde quedaba Esteban hasta la primera ciudad de la tierra,
que se dice Cíbola. y porque me pa reció dig no de poner en este
papel lo que este indio, que Esteban me envió, dice de la tierra, lo
quiero hacer, el cual afirma y dice: que en esta primer provincia
hay siete ciudades muy grandes. todas debajo de un señor, y de
casas de piedra yde cal, grandes; las más pequeñas de un sobrado
y una azotea encima, y otras de dos y de tres sobrados, y la del se
ñor de cuatro, juntas todas por su orden; y en las portadas de las
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casas principales muchas labores de piedras turquesas, de las cua
les, dijo. hay en gran abundancia. Y que las gentes de estas ciuda
des anda muy bien vestida. Y otras muchas particularidades me
dijo. así de estas siete ciudades como de otras provincias más adelante, cada una de las cua les dice ser mucho más cosa que estas
siete ciudades; y para saber de él cómo lo sabía, tuv imos m u
chas demandas y respuestas; y hallclc de muy buena razón. Di
gracias a Iuestro c ñor, d iferí mi par tida en seguimi ento de Es
teban de Dorantcs, creyendo que me aguardaría como concerté
con él. y también porque prometí a los mensajeros que envié a la
mar qu e los aguardaría; porque siempre propuse de tratar, con
la gente que tratase. muc ha vedad. Los mensajeros vinieron día
de Pascua Florida, y con ellos gente de la costa y de dos islas, de
los cuales supe ser las islas. que arr iba digo. pobres de com ida.
como lo había sabido antes, y que son pobladas de gente; tra ían
conchas en la frente y dicen que tienen perlas. Cert iflc áronme de
treint a y cuatro islas, cerca las unas de las otras, cuyos nombres
pongo en otro papel, donde asiento el nombre de las islas y pobla
clone . La gente de la costa dicen que tiene poca com ida, a í ellos
como los de las islas, y que se contratan los unos con los otros por
balsas; aquí la costa se va al Norte cua nto más puede. Estos indios
de la costa me trajeron rodelas de cuero de vacas, muy bien labradas, grandes, que les cubren de pies a cabeza, con unos agujeros
encima de la empu ñadura para poder ver detrás de ellas; son tan
recias que creo que no las pasará una ballesta. Este día me vinie
ron tres indios, de los que llaman pintados, labrados los rostros y
pechos y brazos; estos están en cerco a la parte del este y llegan a
confinar gente de ellos cerca de las siete ciudades. Los cuales dije
ron: que me venían a ver porque tuvieron noticia de mí. y entre
otras cosas. me dieron mucha noticia de las siete ciudades y pro
vincias que el indio de Esteban me dijo, casi por la misma manera
MAR C OS D I'. N IZA 23
DE~CUBRIM IENTO [lE LA~ ~I ETE CIUDADE~
que Esteban me le envió a decir; y así desped í la gente de la costa;
y dos indios de las islas dijeron que se querían andar comigo siete
o ocho días. Y con ellos y con los tres pintados que digo. me par tí
de Vacapa, segundo día de Pascua Florida, por el camino y de rrota que llevaba Esteban, del cual había recibido otros mensajeros.
con otra cruz del tama ño de la pr imera que envió. dándome pri sa
y afirmando ser la tierra. en cuya demanda iba, la mejor y mayor
cosa que jamas se oyó. Los cuales men sajeros. par ticularmente.
me dijeron sin faltar en cosa punto de lo que dijo el pr imero; an
tes dijeron mucho más y me dieron más clara razón. Y así caminé
aquel d ía, segu nd o día de Pascua, y ot ros dos d ías por las mismas
jornadas que llevó E teban, al cabo de los cuales topé con la gente
qu e le dio la not icia de las siete ciudades y de la tierra de delan
te. Los cuales me dijeron que. de all í, iban en treinta jo rnadas a la
ciudad de Clbola, que es la pr imera de las siete; y no me lo dijo
solo uno, sino mucho ; y muy particularmente me dije ron la
gra ndeza de las casas y la manera de ellas. como me lo d ijeron los
primeros. Y decían me que. además de estas siete ciudades, hay
otros reinos que se llaman Marata y Acus y Toto ntcac: quise tres
saber a qué iban tan lejos de sus casas. y d ij éron mc que iban por
turquesas y por cueros de vacas y otras cosa; y de lo uno y de lo
otro tienen en aq ueste pueblo cantidad; asimismo quise saber elrescate con que lo habían. y díj éronmc que con el sudor y servicio
de sus personas. que iban a la pr imera ciudad. que se d ice Cíbola,
y que sirven allí en cavar las tierras y en otros servicios. y que les
dan cueros de vacas, de aquellos que allí tien en. y tu rquesas. por
su servicio. Y estos de este pueblo traen todos turquesas colgadas
de las orejas y de las narices. finas y buenas. y dicen que de ellas
están hechas labores en las puertas prin cipales de Cíbola. Dij éronme que la manera del vestido de los de Cíbola es: unas camisas
de algodón . largas hasta el em peine del pie. con un botón a la
garganta y un torzal largo que cuelga d él , y las mangas de estas
camisa, anchas tanto de arriba como de abajo; a mi parecer es
como vestido bohemio. Dicen que andan ceñ idos con cintas de
turquesas, y que enci ma de estas camisas los unos traen muy bue
nas mantas y los otros cueros de vacas muy bien labrados. quc
tienen po r mejo r vesti do. de que en aq uella tier ra d icen que hay
mucha can tidad, y asimismo las mujeres andan ve tidas y cubier
tas hasta los pies de la m isma manera. Rcclbi éronmc estos ind ios
muy bien y tuvieron mucho cu idado de saber el día que par tí de
Vacapa, para tenerme en el cam ino comida y aposen tos; y traían
me enfermos a quc los curase, y procurab an de tocarme en la
ropa, so bre los cuales yo decía el Evangelio. Di éronmc algun os
cueros de vaca, tan bie n adobados y labrados que en ellos parecía
ser hechos de ho mbres de mucha policía. }' todo s decían quc ve
nían dc Cíbo la. Ot ro día seguí mi camino. llevando com igo los
pintados que no me querían dejar. Llegué a otra población, donde
fui muy bien recibido de la gen te de ella, los cuales asimism o pro
curaban de tocarme la ropa, y me dieron not icia de la tierra quc
yo lleva ba, tan par ticularmente como lo de atrás, y me d ijeron
cómo de allí había ido gente con Esteban Dorantcs, cuatro o cinco
jornadas; y aqu í topé una cruz grande, q ue Esteban me había de
jado. en señal de que la nu eva de la bue na tierra siempre crec ía, y
dejó d icho que me dijesen que me diese mucha pri sa. que él me
aguardaría al cabo del pr imer despoblado. Aq uí pu se dos cruces y
tomé posesi ón, conforme a la instrucción . porquc me pareció ser
aqu ella mejor tierra que la que quedaba atrás, y que co nvenía des
de all í hace r autos de posesión. Y de esta manera anduve cinco
d ías, hallando siempre poblado y gmn hospedaje y recibi m iento y
muchas tu rquesas y cue ros de vaca y la m isma razón de la tierra ;
y luego me decían todos de Cíbola y de aq uella provincia. como
gen te que sabía que iba en de manda de ella, y me decían cómo Es-
MA RCOS D I'. N IZA 25
teban iba delante, del cua l tuve allí mensajeros de los vecinos de
aquel pueblo que hab ían ido con él, y siempre cargándome la
mano en decir la grandeza de la tierra y que me diese prisa. Aquí
supe que, desde dos jornadas, topa ría con un despoblado de cuatro jornadas, en que no hay com ida, mas que ya estaba prevenido
para hacerme casas y llevarme com ida; dime pr isa, pensando de
topar al fin con Esteban porque allí me envió a decir que me
aguardaria. Antes de llegar al despoblado topé con un pueblo
fresco, de regadío, a que me salió a recib ir har ta gente, hombres }'
mujeres, vestidos de algodón y algunos cubiertos con cueros de
vacas, que en general tienen por mejor vestido que el de algodón.
Todos los de este pueblo andan cncacon ados con turquesas que
les cuelgan de las narices y orejas, y a ésta llaman cacona: entre los
cualc venía el Señor deste pueblo y dos hermanos suyos, muy
bien vestidos de algodó n, cncaco nados, y con sendos collares de
turquesas al pescuezo; y me trajeron mucha caza de venados, co
nejos y codorn ices, y maíz y piñal, todo en mucha abundancia; y
me ofrecieron muchas turquesas y cueros de vaca, y jícaras muy
lindas y otras cosas, de lo cual no tomé nada po rque así lo acos
tumbro hacer de pu és que entré en la tierra donde no tenían no
ticia de nosotros. Y aquí tuve la misma relación que antes, de las
siete ciudades y reinos }' provincias , que arriba digo que tuve; yollevaba vestido un hábito de paila pardo, que llaman de Zaragoza,
que me hizo traer Francisco Vázqucz de Coronado, gobernador
de la Nueva Galicia: y el Seño r de este pueblo y otros ind ios ten
taron el háb ito con las manos, y me dijeron que de aquello había
mucho en Totontcac, y que lo traían vestido los naturales de allí,
de lo cual yo me reí, y dije que no sería sino de aquellas mantas de
algodón que ellos traían; y d íj éronme: .'¿piensas que no sabemos
que eso que tú traes y lo que nosotros traemos es diferente?Sabe que
en Cíbola todas las casas están llenas de esta ropa que nosot ros
26 DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDA DE~
traem os; mas en Totontcac hay unos animales pequeños. de los
cuales quitan lo con que se hace esto que tú traes», Yo me ad miré
porq ue no había oído tal cosa hasta que llegué aquí. )' quiseme
informar mu y particularmente de ello, y dijé ronme que los an i
males son del tamaño de dos galgos de Castilla que llevaba Este
ban; dicen que hay muchos en Totontcac; no pude atinar qué gé
nero de ani males fuese.
Otro día en tré en el despoblado. y donde había de ir a comer.
hallé ranchos y comida bastante. ju nto a un arroyo, ya la noche
hallé casas y así mismo comida. y así lo tuve cuatro d ías que me
duró el despoblado. Al cabo de ellos, entré en un valle muy bien
poblado de gen te, donde en el pr imer pueb lo salieron a mí mu
chos hombres y mujeres con comida ; y todos traían muchas tur
quesas que les colgaban de las nar ices y de las orejas; y algunos
traían collares de tu rquesas, de las que d igo que traían el Señor y
sus herma nos del pueblo antes del despoblado. excepto que aque
llos traían sola una vuelta, y estos traían tres y cuatro, y mu y bue
nas mantas y cueros de vaca; y las mujeres las mismas turquesas
en las narices y orejas; y muy buenas naguas y cam isas. Aquí ha
bía tan ta noticia de Cíbola como en la ucva España de México yen el Perú del Cuzco; y tan par ticularme nte contaban la manera
de las casas y de la población y calles y plazas de ella. como perso
nas que habían estado en ella muchas veces. y que traían de allá
las cosas de policía, quc ten ían habidas por su servicio, como los
de at rás. Yo les decía que no era posible quc las casas fuesen de la
mane ra quc me decían , y pa ra dármelo a entender tomaban tie
rra y cen iza. y cch ábanle agua; y scñalábanme cóm o ponía n la
piedra y cómo subían el ed ificio ar riba . poniendo aquello y pie
d ra hasta ponerlo en lo alto; prcgunt ábales a los hombres de
aquella tierra si tenían alas para subir aq uellos sobrados; re íanse
y señ alábanrnc a escalera, tam bién como la podría yo señalar, y
MA RCOS D I'. N IZA 27
tomaban un palo y poníanlo sobre la cabeza y decían que aquella
alt ura hay de so brado a sobrado. También tuve aquí relación del
pa ño de lana de Totontcac, donde dicen que las casas son como
las de Cíbola y mejores }' muchas más, y que es cos a muy grande
y que no tiene cabo. Aquí supe que la cas ta se vuelve al poniente;
muy de recio, porque hasta la entrada de este primer despoblado
que pasé, siempre la costa se venía metien do al orte: y como
cosa que import a mucho volver la costa. qu ísclo saber. y as í fui en
demanda de ella y vi claramente que en los treinta y cinco grados
vuelve al Oeste. de que no meno alegría tuve que de la buena
nueva de la tierra. Y así me volví a proseguir m i camino y fui por
aquel valle cinco días, el cual es tan poblado de gente lúcida, y tan
basto de comida, que bas ta para dar de comer en él a más de tres
cientos de caballo; rí égasc todo y es co mo un vergel. están los
barrios. a media legua y a cada cuarto de legua, yen cada pueb lo
de esto. hallaba muy larga relación de C íbola, y tan particular
mente me contaban de ella, como gen te que cada a ño van allí a
ganar su vida. Aquí ha llé un hombre, na tural de Cíbola, el cua l
d ijo haber e venido de la persona que el Se ñor tiene allí en Clbo
la puesta . porque el Se ñor de estas siete ciudades vive y tiene su
asiento en alguna de ellas, que se llama Ahacus, y en las otras
tiene puestas pe rso nas que mandan por él. Este vecino de Cibola
es hombre de buena disposición, algo viejo y de mucha más razón
que los naturales de este valle y que los de at rás; d íjome que se
quería ir comigo para que yo le alcanzase perdón. Informeme
particularmente de él, y dijome que Cíbola es una gran ciudad. en
que hay mucha gente y calles y plazas, y que en algunas partes de
la ciudad hay unas casa muy grandes, que tienen a diez sobrados,
y que en estas se juntan los principales cie rtos d ías del año; dicen
que las ca as son de piedra y de cal. por la man era qu e lo d ijeron
los de atrás, y que las portadas y delanteras de las casas principa-
28 DE~CUB RIM IENTO [lE LA ~ ~ I ETE CIUDA DE~
les son de turquesas; d íjomc que de la manera de esta ciudad. son
las otras siete. y algunas mayores. y que la m á principal de ellas
es Ahacu ; dice que a la part e del sureste hay un reino que se lla
ma Marata, en que solía haber mucha y muy grande poblacio
nes. )' que todas tienen estas casas de piedra y sobrados, y que
estos han tenido y tienen guerra con el Señor de estas siete ciuda
des . po r la cual guerra se ha dis minuido en gran cantidad este
reino de Mara ta, aunque todavía está sobre sí y tiene guerra con
estos otros. Y así mismo dijo que. a la par te de sureste. está el
reino que llaman de Totonteac: dice que es una cosa, la ma)'or del
mundo y de más gen te y riquezas; y que aquí visten palios de lo
que es hecho esto que yo traigo, y otros más delicados y que se
sacan de los animales que atrás me señalaron, y q ue es gente de
mucha policía. y diferente de la gente que yo he visto. Tam bién
d ijo que hay otra provincia y reino muy grande. que se dice Acus,
porque hay Ahacus: y Ahacus, con aspiración. es una de las siete
ciudades. la más principal, y in aspiración. Acus, es reino y pro
vincia por sí; díjome que los vestidos que traen en C íbola son de
la manera q ue atrás me habían dic ho; dice que todo los de aque
lla ciudad duermen en camas altas de l sudo con ropas y toldos
encima, que cu bre las camas; díjo rnc qu e ida con migo hasta Cí
bola y ad elante, si lo quisiere llevar. La m isma relación me dieron
en este pueblo ot ras mu chas personas, aunque no tan particular
mente. Por este valle caminé tr es días, haciéndome los naturales
todas las fiestas y regocijos que podían; aquí en este valle vi más
de dos mil cueros de vacas. extremadamen te bien adobados. vi
mucha más cantidad de turquesas y collares de ellas. en este valle,
que en todo lo que ha bía dejado atrás; y todo d icen que viene de
la ciudad de Cibola, de la cual tienen tanta not icia como yo de lo
que traigo entre las manos; y así m ismo la tienen del reino de
Marata, yde Acus y del de Totontcac, Aquí en este valle, me traje-
MAR COS DI'. N IZA 29
ron un cuero, tan to y medio mayor que de una gra n vaca, y me
dijeron que es de un animal que tiene sólo un cuerno en la frente
y que este cuerno es corvo hacia los pechos, y que de allí sale una
punta derecha, en la cual dicen que tiene tanta fuerza que ninguna cosa, por recia que sea, deja de romper si topa con ella; y dicen
que hay muchos animales de estos en aquella tierra; la color del
cuero es a manera de cabrón y el pelo tan largo como el dedo.
Aquí tuve mensajeros de Esteban, los cuales de su parte me dije
ron que iba ya en el pos trer despoblado, y mu y alegre, por ir más
cer tificado de las gra ndezas de la tierra; }' me envió a decir que,
desde que se apartó de mí, nunca había tomado a los indios en
ninguna mentira, y que hasta allí todo lo había hallado por la
manera que le habían dicho y que así pensaba halla r lo demás. Y
así lo tengo por cierto po rque es verdad que desde el primer día
que yo tuve not icia de la ciudad de Cíbola. los indios me dijeron
todo lo que has ta hoy he visto; diciéndome icmprc los pueblos
que había de hallar en el cam ino y los nombres de ellos; y en las
partes do nde no había poblado. me señalaban dónde habla de co
mer y dormir, sin haber errado en un punto, con haber andado
desde la pri mera nueva que tuve de la tierra hasta hoy, cie nto
y doce leguas. que no parece poco digna de escri bir la mucha
verdad de esta gente. Aquí en este valle, como en los demás
pueblos de atrás, puse cruces e hice los autos y diligencias que
convenían, conforme a la instrucción. Los naturales de esta villa
me rogaron que descansase aquí tres o cuatro días porque estaba
el despoblado cuatro leguas de aq uí; y desde el principio de él
hasta llegar a la ciudad de Cíbola, hay largos qu ince días de cami
no; y que me querían hace r comida y aderezar lo necesario para
él. y me dijeron que con Esteban, negro, hab ían ido de aquí más
de trescientos hom bres acompañ ándole y llevándole comida. y
que conmigo también querían ir muc hos, por servirme y porque
30 DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDADE~
pensaban volver ricos; yo se lo agradecí y les d ije que aderezasen
presto. porque cada día se me hacía un año con deseo de ver a
C íbola. y así me de tuve tres días sin pasar adelante, en los cuales
ícmprc me informé de Cíbola y de todo lo dcm á , y no hacía sino
tomar indios y preguntarles aparte a cada uno por sí. y todos se
conformaban en una misma cosa. y me decían la muchedumbre
de gente y la orden de las calles y grandeza de las casas y la mane
ra de las portadas, todo como me lo dijeron los de atrás. Par ados
los tres días , se juntó mucha gente para ir comígo, de los cuales tomé
hasta treinta principale , m uy bien vestidos co n aquellos collares
de turquesas. que algunos de ellos tenían a cinco y a seis vueltas;
y con estos tomé la gente necesaria que llevase comida para ellos y
para m í, y me puse en camino. Por mis jornadas, entré en el des
poblado. a nueve días de mayo, y así fuimos: el primer día. por un
camino muy ancho y muy u. ado, llega mos a comer a una agua.
donde los indios me habían señalado, y a dorm ir a otra agua, don
de ha llé casa que habían acabado de hacer para mí y otra que es
taba hecha donde d urmió Esteban cuando pasó, y ranchos viejos
y muchas señales de fuego de la gente que pasaba a C íbola por
este camino. Y por esta orden caminé doce días, siempre muy
abastado de comidas de venados. liebres y perdices del mi mo
co lor y sabor de las de España. au nque no tan grandes, pero poco
menores. Aquí llegó un indio. hijo de un principal de los que ve
nían comigo, el cual había ido en compañía de Esteban. negro. y
venía aquejado el ros tro y cuerpo. cubierto de sudor, el cual mos
traba harta tri steza en su persona, y me d ijo que, una jornada
antes de allegar a C íbola, Esteban envió su calabazo. con mensa
jeros. como siempre acostu mbraba enviarlo delante, para que su
piesen cómo iba; el calabazo llevaba unas hileras de cascabeles y
dos plumas, una blanca y otra colorada; y como llegaron a Cíbola,
ante la persona que el Señor tiene allí puesta, y le dieron el cala-
MAR C OS D I'. N IZA 31
bazo; como lo tomó en las manos y viendo los casca beles, con
mucha ira y enojo, arrojó el calabazo en el sudo y dijo a los men
sajeros que luego se fuesen , que él conoc ía qué gente era aquélla,
que les d ijesen que no entrasen en la ciudad , si no que a todos losmatarían; los mensajeros se volviero n y dijeron a Esteba n lo que
pasaba, el c ual les dijo que aquello no era nada, que los que se
mos traban enojados les recibían mejor; y así prosiguió su viaje
hasta llegar a la dudad de C íbola, donde halló gente que no le
consintió entrar dent ro, y le metieron en una casa grande que está
fuera de la ciudad, y le quitaron luego todo lo que llevaba, de res
cates y turquesas y otras cosas que había habido en el camino de
los ind ios; y qu e allí est uvo aquella no che sin dar le de comer ni
de beber, a él ni a los que con él iban . Y otro día de ma ñana, este
indio hubo sed y salió de la casa a beber en un río que estaba cer
ca, y de ahí a poco rato , viendo ir huye ndo a Esteban y que iban
tras él gente de la ciudad, y que mataban algu nos de los que iban
con él; y que como esto vio, este indio se fue, esco ndido, río ar riba
y después atravesó a salir al camino del des pobla do.
Co n las cuales nuevas, algunos de los indios que iban comigo
comenzaron a llorar, yo con las rui nes nuevas tem í perderme, yno temí tanto perd er la vida , como no poder volver a dar aviso de
la grandeza de la tie rra, donde Dios Nuestro Señor puede ser tan
servido y su santa fe ensalzada y acrecentado el patrimo nio Real
de Su Majestad. Y con todo esto, lo mejor que pude los consolé yles d ije que no se debía de dar entero crédito a aq uel ind io; Yellos,
con muchas lágrimas, me dijero n que el ind io no diría sino lo que
había visto; y así me aparté de los indios, a encomend arme a
Nuestro Señor y a suplicarle gu iase esta cosa como más fuese ser
vido y alumbrase mi corazón; y esto hecho, me volví a los ind ios
y con un cuch illo corté los cordeles de las petacas , que llevaba de
ropa y rescates, qu e has ta entonces no había llegado a ello ni dado
32 DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDA DE~
nada a nadie, y repartí de lo que llevaba por todos aquellos pr in
cipa les, y les dije que no temiesen y que se fuesen comigo; y así lo
hicieron. Yendo por nuestro camino. una jornada de Clbola, to
pamos otros dos indios de los que habían ido con Esteban. loscuales venían ensangrentados y con muc has heridas; y como lle
garon, ellos y los que ven ían comigo comenzaron tanto llanto,
que de lástima y temor también a mí me hicieron llorar; y eran
tantas las voces que no me dejaban preg untar/es por Esteban, ni
lo que les había suced ido, y rogu éles que callasen y supiésemos lo
que pasaba y dijeron: que ,,¿cómo callarían, pues sabían que de
sus padres, hijos y hermanos, eran muertos más de trescien tos
hombres, de los que fueron con Estebant, y que ya no osarían ir a
C íbola como so lían ». Todavía, lo mejor que pude, procuré de
amansar/os y quitar/es el temor, aunque no estaba yo sin necesi
dad de quien a mí me lo quitase; pregunté a los ind ios. que venían
heridos por Esteban y lo que había pa ado, y estuvieron un rato
sin hablar, llora ndo con los de us pueblos, y al cabo me dijeron
que como Esteban llegó una jornada de la ciudad de Clbola, envió
sus mensajeros con su calabazo a Cíbola al Señor, haciéndole sa
ber su ida, y cómo venía a hacer paces y a curar/os; y como le
dieron el calabazo y viendo lo cascab eles, muy enojado arrojó en
el suelo el calabazo y dijo: "yo conozco esta gente, porque estoscascabeles no son de la hechu ra de los nuestros, decidles que lue
go se vuelvan, si no que no quedará hombre de ellos»; }' así se
quedó muy enojado. Y los mensajeros volvieron tr istes, y no osa
ban deci r a Esteban lo que les acaeció, aunque todavía se lo dije
ron, y él les dijo: que no tem iesen, que él quería ir allá, porque,
aunque le respondían mal, le recibía n bien. Y así se fue y llegó a la
ciudad de Cibola, ya que se quería poner el sol, con toda la gente
que llevaba, que serían más de trescien tos hombres, sin otras mu
chas mujeres; y no les consin tieron en trar en la ciudad, sino en
MAR COS D I'. N IZA 33
una casa grande y de bu en aposento que estaba fue ra de la ciudad.
y luego tomaro n a Esteban todo lo que llevaba, diciendo que el
Señor lo mandó así; y en toda esa noche [dij eron J no nos dieron
de co mer ni de beber. Y otro d ía, el sol de una lanza fuera, sa lió
Esteban de la casa, y algunos de los principales con él, y luego
vino mucha gente de la ciudad, y co mo él los vio echó a huir ynosot ros también: yluego nos die ron estos flechazos y heridas y caí
mos: y cayeron sobre no. otros otros muerto . y así estuvimos
ha sta la noche, sin osarnos menear, y oímos grandes voces en la
ciudad y vimos sobre las azoteas mucho hombres y mujerc que
m iraban, y no vimos más a Esteban, sino que creemos que le fle
charon como a los demás que iba n co n él, que no escaparon más
de nosotros. Yo, visto lo q ue los indios decían , y el mal aparejo
que había para proseguir mi jorn ada como deseaba, no dejé de
sentir su pérdida y la m ía, y Dios es testigo de cuánto quis iera
tener a qu ién pedir co nsejo y parecer, porque confic o que a m í
me faltaba. D íjelcs que ues tro Se ñor cas tigaría a Cíbola y que
como el Emperador supiese lo que pasaba, enviaría muchos crís
t ianos a qu e los castigasen; no me creyeron porqu e dicen que na
d ie basta co ntra el pod er de C íbola. ped ilcs que se consolasen y
no llorasen, y consolclos con las mejores palab ras q ue pude, las
cuales sería largo de poner aquí. Y con esto los dejé y me aparté,
un tiro o dos de piedra, a enco mendarme a Dios, en lo cua l tarda
ría hora v media: v cuando volví a ellos, hallé llorando un indio, .m ío que traje de M éxico, que e llama Marcos y d íjomc, «pad re,
estos tienen concertado matarte, po rque dicen que por ti y por
Esteban han muerto a sus par ientes, y qu e no ha de quedar de
todos ellos hombre ni mujer que no muera. Yo torn é a reparti r
entre ellos lo que me quedaba, de ropa y rescates, por aplacarlos.
y d íjclcs qu e mirasen qu e si me mataban, q ue a m í no me hacían
ningún mal porque moría cr istiano y me iría al cielo, y que los
34 DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDA DE~
que me matasen penarían por ello porque los crist ianos venían en
mi busca, y contra mi voluntad los matarían a todos. Con estas y
otras muchas palabras que les dije se aplacaron algo, aunque to
davía hacían gran sentimie nto por la gente que les mataron. Roguelcs que algunos de ellos quisiesen ir a Cíbola, para ver si había
escapado alguno otro indio, y para que supiesen algu na nueva de
Esteban, lo cual no pude acabar con ellos. Visto esto, yo les dije
que. en todo caso, yo había de ver la ciudad de C íbola. y me dije
ron que ninguno iría comigo; y al cabo, viéndome determinado,
dos principales dijeron que irían comigo, con los cuales y con misindios y lenguas, seguí mi camino has ta la vista de C íbola, la cual
está asentada en un llano, a la falda de un cerro redond o. Tiene
muy herm oso parecer de pueblo, el mejor que en estas partes yo
he visto; son las casas por la manera que los ind ios me dijeron,
todas de piedra con . us sobrados y azoteas, a lo que me pareció
desde un cerro do nde me puse a verla. La pob lación es mayor que
la ciudad de M éxico: algunas veces fui tentado de irme a ella por
que sabía que no aventuraba sino la vida, y ésta ofrecí a Dios el
d ía que comencé la jorn ada; al cabo temí, considerando mi peli
gro }' que si yo moría no se podría hab er razó n de esta tierra, que
a mi ver es la mayor y mejor de todas las descubiertas. Dicie ndo
yo a los principales que tenía conm igo cuán bien me parecía Cíbola , me dijeron que era la menor de las siete ciudades, y que
Toto ntcac es mucho mayor y mejor que todas las siete ciudades y
que es de tantas casas y gente que no tiene cabo. Vista la disposi
ción de la ciudad, parecióme llamar aquella tierra el nuevo reino
de San Francisco, y allí hice, con ayuda de los indios, un gran
montón de piedra y encima de él puse un a cruz delgada y peque
tia porque no tenía aparejo para hacerla mayor, }'d ije que aquella
cruz}' mojón ponía en nombre de don Antonio de Mendoza, vi
sorrey gobernado r de la ueva España por el Emperador. nuestro
MAR C OS D I'. N IZA 35
DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDA DE~
señor, en señal de poses ión. conforme a la inst ru cción; la cual
posesión dije que to maba allí de todas las siete ciudades y de los
reinos de Totontcac )' de Acus y de Marata, y que no pasaba a ellos
por volver a dar razón de lo hecho y visto. Y asi me volví, con
har to más temor que comida. y anduve hasta topar la gente que se
me había quedad o todo lo más aprisa que pude, los cuales alcancé
a dos días de jorn ada y con ellos vine hasta pasar el despoblado.
donde no se me hizo tan bu en acogimiento como primero. por
que, así los hombres como las mujeres, hadan gran llanto por la
gente que les mataron en C íbola . Y con el temor. dcspcdíme luego
de aq uella gente de aquel valle, y anduve el primer día d iez leguas;
y así an duve a ocho ya diez legua. sin parar hasta pasar el segun
do despoblado. Volviendo, y aunque no me faltaba temor, de ter
m iné de allegar a la abra de que arriba d igo que tenía razón. don
de se rematan las sierras; y allí tuve razón que aquella abra va
poblada muchas jorn adas a la parte de este, y no osé entrar en ella
porque como me pareció que se había de ven ir a poblar y scño
rcar esta otra tierra de las siete ciudades y reinos que d igo. que
entonce se podría mejor ver. sin poner en aventura mi persona ydejar por ello de dar razón de lo visto. Solame nte vi, desde la boca
de la abra. siete poblaciones razonab les, algo lejos. un valle abajo
muy fresco y de muy buena tierra, de donde salían mu chos hu
mos; tuve razón que hay en ella mucho oro y que lo tratan los
naturales de ella en vasijas y joyas para las orejas y palet illas con
que se raen y qu itan el sudor, y que es gente que no consiente que
los de esta otra parte de la abra cont raten con ellos: no me sup ie
ron decir la causa por qué. Aquí puse dos cruces y tomé posesión
de toda esta abra yvalle, por la ma nera y orden de las posesiones de
arriba, confo rme a la inst rucción. De allí proseguí la vue lta de mi
viaje. con toda la pr isa que pude. hasta llegar a la Villa de San
Miguel. de la provincia de Culiacán, creyendo hallar allí a Fran-
LEGALIZACIÓN
cisco Vázqucz de Coronado, gobernador de la ueva Galicia; y
como no lo hallé, proseguí mi jornada hasta la ciudad de Com
postela, donde le hallé. Y de allí luego escr ibí mi venida al llustr í-
imo señor visorrcy de la Nueva Espa ña, y a nuestro padre Fray
Anto nio de Ciudad- Rodrigo, prov incial , y que me enviasen a
mandar lo que hacía. o pongo aq uí muchas particularidades
porqu e no hacen a este caso ; olamentc digo lo que vi y me dije
ron por las tierras donde and uve y de las que tuve razó n, para
darla a nuestro padre provincial, para que él la mu estre a los pa
d res de nuest ra orden, que le pareciese, o en el capít ulo por cuyo
mandado yo fui para que la den al Ilustrísimo señor visorrcy de la
Nueva Espa ña, a cuyo ped ime nto me enviaron a esta jornada.
Fray Marcos de iza, vice-comissar ius.
En la gran ciudad de Tcmixtít án. México de la Nueva Espa ña, dos
d ías del mes de setiembre, a ño del nacimiento de Nues tro Señor
Jesucristo de mil y qu inie ntos treinta y nueve a ños, ante el muy
Ilustrísimo c ñor don Antonio de Mendoza, visorrcy y goberna
dor por Su Majestad en esta ucva España, y presidente de la
Audiencia y Ca ncillería Real, que en ella reside , esta ndo presentes
los muy magníficos se ñores, licenciado Francisco de Cci ños, oi
dor por Su Majestad en la dicha Real Audiencia, y Francisco Váz
quez de Coronado, gobernador por Su Majestad en la provincia
de la Nueva Galicia, yen presencia de nos Juan Baeza de Herrera,
escríbano mayor de la dicha Real Audiencia y de la Go bernaciónde la dicha ueva Espa ña, yAnto nio de Turcios, escribano de Sus
Majestades y de la dicha Real Audiencia; pareció el muy rcvercn
do padre fray Marcos de iza, vice-comisario en estas partes de
37MAR C OS D I'. N IZA
DE~CUB RIM IENTO [lE LA~ ~ I ETE CIUDA DE~
las Indias del mar Océano, de la orden de señor San Francisco, }'
presentó ante Su Santidad}' ante nos los dichos escr ibanos y tes
tigos escritos, esta instrucción y relación firmada de su nombre ysellada con el sello general de las Indias, la cual tiene nueve hojas,
con esta en que van nuestros signos; ydijo y afirmó ycer tificó ser
verdad lo contenido en la dicha instrucción y relación, y pasar lo
en ella contenido para que Su Majestad sea informado de la ver
dad de lo que en ella se hace mención . YSu Santidad mandó a nos
los dichos escribanos, de como así la prese ntaba y declaraba el
dicho vive-comisario , lo asen tásemos al pie de ella y lo diésemos
por fe signado con nuestros signos. - Testigos que a ello fueron
presentes: los susodichos, Anton io de Almagner y fray Martín de
Ozocastro, fraile de la misma orden.- En fe de lo cua l, yo el dicho
Juan Baeza de Herrera, escr ibano susodicho, hice aquí este mío
signo a tal, <t > en te. timonio de verdad .- Juan Baeza de Herrc
ra.- Yo el dicho Antonio de Turc ios, escribano susodicho, que a
lo que dicho es presente fui, hice aquí este mío signo a tal, <t > en
testimonio de verdad.- Anton io de Turcios .
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