Decídete a ser feliz. Una guía para lograrlo.
©Edgar Hernández - Cancino Quintero
Amelia Guevara / Amazing Design Studio, diseño de portada
© IStockphoto, imagen de portada
Características de tipografía aseguradas conforme la ley. Prohibida la reproducción parcial o total mediante cualquier método conocido o por conocer sin la autorización de los editores.
Índice
Capítulo primero Mi realidad 7 Ubicarse, inicio del cambio 9
Factores que impactan la toma de decisiones 14
¿Qué hacer para decidir bien? 38
¿Eres consciente de tu realidad? 40
Capítulo segundo
La vida y la entropía
41
El propósito de la vida 43
La entropía 44
La vida, un sendero, un camino 47
Las etapas de la vida 51
Los ejes de la vida 61
Capítulo tercero
Causalidad, la estrategia a seguir
165
Tu pensamiento es causa y efecto 167
Dale un sentido a tu vida 169
Sé audaz con prudencia y mesura 171
Adáptate a las circunstancias del cambio 173
Controla la entropía de tu vida 177
Acepta lo inevitable 179
Paga el precio y responsabilízate de tu vida 180
Actúa en el debido momento 183
Ama, aprecia y valora 184
Busca tu felicidad 185
Cree en ti 188
Capítulo cuarto ¿Por qué yo?
193 Resumen y conclusión 195 ¿Cómo mejorar tu situación económica? 201
Capítulo primero
Mi realidad
mi realidad 9
Ubicarse, inicio del cambio
La vida es algo así como un sendero, un camino a recorrer en
diferentes etapas dentro de un proceso de evolución molecular
irreversible y continuo a lo largo del cual nacemos, crecemos,
maduramos, envejecemos y morimos. El cambio es constante y la
vida diaria nos depara momentos maravillosos y felices, tristes y
difíciles, que con-forman nuestra existencia y le dan sentido. Fijar
el rumbo a seguir y decidir la forma en que lo transitaremos, al
igual que la manera en que nos enfrentaremos a la adversidad, es
privilegio y responsabilidad de cada uno de nosotros, y hacerlo de
un modo o de otro define en gran parte la razón del porqué algunos
alcanzan sus sueños y otros no.
En la dinámica de la vida, todos los seres humanos tenemos que
superar diferentes retos para alcanzar nuestras metas y objetivos. Lo
que buscamos es la breve felicidad que traen consigo la satisfacción,
la alegría y el placer de haber logrado nuestros propósitos. Cuando
esto no sucede así, nos enfrentamos a la tristeza, a la angustia y a la
desolación generadas por el fracaso, y es en ese momento cuando
estamos en peligro de perder la perspectiva y olvidar el mayor
objetivo al que deberíamos aspirar: aprender a disfrutar la alegría de
vivir para que al final de nuestra existencia, podamos contar más
10 capítulo primero
momentos felices que tristes, envueltos en la sublime magia de
amar y ser amados.
“¿Por qué yo?” y “¿Por qué a mí?” son preguntas que nos
hacemos cuando las cosas no suceden como esperábamos o cuando
nos salen mal. Entonces exclamamos, hacia fuera o para nuestros
adentros, frases como “¡Qué mala suerte!”, “¡Cómo quisiera que
todo fuera diferente!”, “¡Ojalá pudiera lograrlo!”, “¡Lo que planeo
nunca me sale bien!”, “¡Las cosas están en mi contra!”, “¡Todo lo
malo me pasa!”, “¡No puedo cambiar nada!”, “¡Así me tocó!”, “¡Si
tan sólo tu-viera otra oportunidad”!, “¡Si pudiera regresar el tiempo
y hacerlo de nuevo!”.
¿Alguna vez has tenido este tipo de pensamientos? Puedo
asegurar que sí. ¿Verdad que no me equivoco? De un modo u otro,
todos los hemos tenido. También les hemos echado la culpa de
nuestros propios fracasos a los demás o a la mala suerte, a situaciones
adversas o la vida misma. Desafortunadamente, la mayor parte de las
personas no suelen reflexionar sobre qué fue lo que las llevó a obtener
un mal resultado. ¿Sabes por qué esto es terrible?, porque el
pensamiento se centra sólo en el efecto y no en las causas.
Más allá del entorno en el que nacemos, de las circunstancias que
nos tocan vivir, de la adversidad, del contexto familiar del que
provenimos y de la buena o mala suerte que tengamos, nuestra
realidad actual es producto de todas las decisiones que hemos tomado
y de las acciones que hemos llevado a cabo o dejado de realizar en el
pasado, así como de lo que hemos hecho o no en su debido momento.
Bien o mal, acertado o no, todo aquello que has decidido te ha llevado
a ser lo que hoy eres y, por lo tanto, a la situación en la que hoy te
encuentras. Gran parte de la realidad de cada quien no es consecuencia
del destino o de algún “precio” o “cuota” que haya que
mi realidad 11
pagar por existir, sino de aquello que esa persona haya hecho o no a
lo largo de su vida, punto.
De niños tuvimos muchos sueños que nos hicieron sentir felices
tan sólo con imaginarlos. Algunos pudimos cumplirlos, mientras que
muchos otros se quedaron en sueños y nada más. ¿Por qué? Tal vez
porque no tuvimos el deseo verdadero que generara la firme voluntad
de cumplirlos, porque las circunstancias de la vida nos orillaron a
emprender ciertas acciones, o porque diversos factores impactaron de
tal forma en nuestras decisiones, que tomamos un camino distinto al
que realmente queríamos. Inexorablemente el tiempo pasó y hoy estas
aquí, en esta realidad (tu realidad), que con probabilidad no fue la que
soñaste o aquella en la que creías que algún día vivirías.
¿Qué fue lo que sucedió?
Conocer la respuesta a esta pregunta es primordial para que puedas
analizar lo que has hecho durante todo el tiempo que llevas
transitando por la vida, pero, sobre todo, para que puedas
reflexionar cómo quieres seguir adelante. Esclarecer la respuesta
es, ante todo, cuestión de que analices las causas que te llevaron al
estado en el que hoy te encuentras, pero sin que pierdas de vista
que cumplir los sueños no se sustenta en desear mucho las cosas ni
en confiar en la buena suerte ni en tener fe con devoción. Un
resultado favorable siempre es consecuencia de haber sido capaces,
a pesar de los infortunios y de las vicisitudes, de tomar decisiones
acertadas, inteligentes, adecuadas, oportunas y congruentes con
nuestras circunstancias, todo ello, desde luego, en un marco de
esfuerzo, sacrificio y perseverancia. En otras palabras, alcanzar el
éxito no es cuestión de casualidad, suerte o deseo, sino de tener
determinación, ya sea a
12 capítulo primero
pesar de las circunstancias, o bien de acuerdo con estas, así como
de desarrollar la habilidad para hacer lo preciso y lo más
conveniente según nuestras metas.
Si nuestras decisiones no son las adecuadas y las cosas no se
hicieron tal como la situación lo requería, los sueños se convertirán
en ilusiones fallidas, en deseos no cumplidos, en fracasos
personales que dejarán huella y que entristecerán porque sabemos
que todo pudo haber sido diferente si hubiéramos hecho las cosas
de otra manera.
Los seres humanos exitosos son capaces de decidir en cada asunto
o problemática con base en el sentido común, el cual debe basarse en
los conocimientos adquiridos, las experiencias vividas, las me-tas
deseadas, los valores personales y la inteligencia emocional. Sin
embargo, la mayoría de las personas podemos tener problemas con
relación a esto, pues diversos factores influyen en nuestra capacidad
de tomar decisiones favorables de acuerdo con nuestros intereses.
Los factores adversos a la toma de decisiones son obstáculos o
barreras que nosotros mismos generamos por diversas causas —ya
sea de índole emocional o psicológica— y pueden nublar o
distorsionar nuestro pensamiento y la percepción de la
problemática o situación que estamos enfrentando. ¿El resultado?
Actuar por impulso, sin prever las consecuencias de nuestros actos
(siempre debemos ser capaces de prever las consecuencias de lo
que hacemos), y permitir a diversas emociones negativas influir de
forma nociva en nuestra capacidad de decisión.
Una decisión inteligente es aquella que se toma mediante un
juicio razonado después de analizar las variables, siempre
reflexionando y guiándonos por la empatía y el manejo equilibrado de
las emociones propias y ajenas. Entre los factores o causas
inconscientes
mi realidad 13
que pueden nublar nuestra capacidad de tomar la mejor decisión
destacan los siguientes:
◆ Actitudes y emociones negativas.
◆ Trastornos emocionales, psicológicos o sensoriales.
◆ Contexto familiar.
◆ Malos hábitos y costumbres.
◆ Falta de metas, objetivos e ilusiones.
◆ Mala alimentación y cansancio.
◆ Ignorancia y falta de preparación.
◆ Prisa e imprudencia
◆Carencia de valores.
◆ Hacer caso a los demás.
◆ Circunstancias adversas a nuestros objetivos.
◆ Dejar las cosas para después.
◆ Inseguridad personal.
Detectar y aceptar que alguno o varios de estos elementos han
estado presentes en tu vida y que han influido en tus decisiones, es
el primer paso para que evites o disminuyas su impacto. El segundo
paso es que estés consciente de la razón por la cual dejaste que
estos factores te afectaran y, finalmente, el tercer paso es decidir
qué vas a hacer para volver a tomar el control de tus circunstancias
y no permitir que estos agentes nocivos jueguen en tu contra.
14 capítulo primero
Factores que impactan la toma de decisiones
Si deseas transformar tu realidad y convertirla en un plano de
existencia más pleno y satisfactorio, es requisito que tengas claro
qué factores impactaron en las decisiones que has ido tomado a lo
largo de tu vida, si eres consciente de ellos, entonces podrás
superar las barreras mentales que hasta ahora te han impedido
decidir con objetividad y congruencia, como siempre deberías
haber decidido. Tomar decisiones basadas en el buen juicio, el
sentido común, la experiencia, los valores universales y el
conocimiento deberá ser, a partir de ahora, tu principal objetivo.
Actitud y emociones negativas
Partamos de la base de que ser positivos y abiertos de mente, estar
contentos y sonreír todos los días son emociones y actitudes que
permiten generar un estado de ánimo propicio para pensar las cosas
con calma, para disfrutar más de la vida, para fortalecer el sistema
inmunológico y, por lo tanto, para tomar decisiones fundadas en los
mejores elementos de juicio disponibles. Por el contrario, la
negatividad, el miedo, la inseguridad, la tristeza y otras emociones
no favorables desembocan en conductas que afectan la capacidad
de decidir qué es lo más conveniente para ti, además de cerrar
puertas tanto en lo laboral como en las relaciones personales.
Dejarte llevar por las actitudes negativas o no hacer nada para
controlarlas si son parte de tu personalidad, se traduce en sabotear tu
bienestar y felicidad. Piénsalo: es diferente analizar y seleccionar
diferentes alternativas de acción ante un problema, de forma positiva y
mi realidad 15
proactiva, que hacerlo con sentimientos negativos como el coraje,
la envidia, el odio, etcétera. Recuerda: darle más importancia a lo
malo que a lo bueno ensombrece el juicio y la objetividad. Del
mismo modo, un “exceso de actitud positiva” tampoco es
recomendable, ya que puede desembocar en sueños incongruentes,
sin ninguna posibilidad de hacerlos realidad debido a las
circunstancias y al contexto de cada quien.
Esperar conseguir algo sólo porque así lo deseas o porque tienes
mucha fe en Dios, te impide calcular la probabilidad real de alcanzar
lo anhelado, pues le confías todas tus posibilidades a la Providencia.
En otras palabras, ser positivo debe estar relacionado con las
verdaderas posibilidades de convertir en realidad aquello que deseas.
Por ejemplo, pensar que te vas a hacer rico si compras un boleto de
lote-ría todas las semanas es confiar ciegamente en la suerte, sin
embargo, comprar ese boleto sólo como parte de una ilusión que te
hace sentir feliz al imaginar lo que harás con esa fortuna, es algo
beneficioso para tu estado de ánimo. Está bien que lo hagas. Lo que
está mal es confiarle tu futuro al azar o a la esperanza de ganar la
lotería.
Otro ejemplo es soñar con poseer algún día tu propia casa, lo
que puede ser una motivación para trabajar con mayor esfuerzo y
cuidar tu dinero. En este caso, ser positivo al imaginar el día en que
podrás comprar tu vivienda debe fortalecerte para realizar en el
presente las acciones adecuadas —como trabajar con esfuerzo,
ahorrar y cuidar el dinero— que harán de tu sueño una ilusión
basada en posibilidades reales y no una vana y pueril fantasía.
Hay emociones positivas que tienen una consideración muy
especial, este es el caso del amor. Inspirar la vida en el amor es crear y
asegurar una existencia positiva, es vivir con una filosofía de aprecio
al prójimo, a todo lo que existe y, sobre todo, a uno mismo. El
16 capítulo primero
amor es un sentimiento sublime que los seres humanos tenemos el
privilegio de promover cada día de nuestra vida; sin embargo,
debemos tener mucho cuidado de no justificar en su nombre conductas
negativas como los celos, el control, la manipulación, el chantaje, la
desconfianza, la inseguridad y el conformismo, que tarde o temprano
sólo generan amargura. La excusa “Es que no sabía lo que hacía
porque estaba enamorado”, no tiene sentido ni cabida en el
pensamiento de una persona juiciosa y emocionalmente inteligente.
Por supuesto, es un hecho científicamente comprobado que la llamada
química del amor nubla la razón, no obstante, una cosa es que el
proceso hormonal del amor “nuble” el juicio y otra muy distinta es
que lo ciegue completamente. El amor es, en esencia, un acto de
voluntad, lo que conlleva responsabilidad hacia uno mismo y hacia
esa persona especial por la que sentimos atracción sexual y con la que
queremos relacionarnos en los aspectos más importantes de nuestra
vida.
En el caso del amor a los hijos hay que tener mucho cuidado.
Como dice el dicho: “A los hijos ni todo el amor ni todo el dinero”,
pensamiento muy cierto. El “exceso de amor” por los menores
puede llevar a darles demasiado o a sobreprotegerlos. Poner límites
es una acción coherente con la obligación de los padres de
convertir a los hijos en personas independientes, seguras de sí
mismas y con la capacidad de integrarse económica y socialmente a
la comunidad a la que pertenecen. Sin embargo, dar en demasía y
sin límite es una actitud muy dañina que producirá tristes
consecuencias. Puedes pensar que das demasiado porque los
quieres mucho, pero tanto la sobreprotección como los excesos
materiales pueden denotar una falta de gestión emocional de tu
parte y acarrear consecuencias desastrosas. Las reglas y la
disciplina son parte del amor a los hijos y,
mi realidad 17
precisamente por amor, debes ser capaz de proporcionarles límites.
El amor da sentido a las cosas que hacemos y hacer que valga la pena
vivir, sin embargo, el amor mal entendido perjudica la felicidad. Por
esta razón debemos aprender a controlar nuestras emociones y
entender que las reglas y los límites también forman parte del amor.
Las actitudes negativas no sólo se reflejan en nuestra percepción de
las cosas, sino también en el modo en hacemos frente a las exigencias
de la vida. Nos perjudican en el trabajo y pueden tirar por la borda un
gran esfuerzo. No aplicarnos en realizar correctamente las labores de
la vida cotidiana es un problema de actitud que pro-viene de una
cultura de hacer las cosas a medias, sin dedicación, diligencia,
atención, responsabilidad ni entrega. En otras palabras, una persona
que no da su mayor esfuerzo y prefiere “llevársela suave o tranquila”,
en lugar de actuar con compromiso, no llegará muy lejos ni
experimentará nunca la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Otra actitud muy nociva que afecta nuestra capacidad de tomar
buenas decisiones es dejar que otras personas decidan lo que sólo
atañe a cada uno de nosotros y a nadie más. Cuando una persona no
toma sus propias decisiones y deja que otros lo hagan en su lugar,
en realidad está huyendo de la responsabilidad de ser el hacedor o
hacedora de su propio destino, está echando por la borda el precia-
do bien del libre albedrío. Nadie mejor que uno mismo para saber y
hacer lo que más le conviene. Es normal dudar y temer ante la
incertidumbre, sin embargo, saber hacer frente a esas emociones es
parte de la vida, como también decidir qué camino hemos de tomar.
Algunas veces, nuestra inseguridad proviene de la necesidad de
agradar o “darle por su lado” a alguien importante para nosotros,
como quien estudia una carrera que no le gusta sólo para complacer
a su padre o a madre, o por hacer caso a ideas preconcebidas
18 capítulo primero
tales como “Estudia Derecho para que no te dejes de nadie”, “Cursa
esta carrera para que siempre tengas trabajo”, “Hijo(a), quiero a mi
doctor(a) en casa”, “Tú serás lo que yo no puede ser”, etcétera. En
este caso, el resultado tendrá muchas probabilidades de ser
negativo, pues quizá la persona en cuestión abandonará los estudios
—perdiendo así el tiempo y, muchas veces, el dinero invertido—,
los ter-minará —pero no ejercerá su profesión—, o se dedicará a un
oficio que no le gusta y, por lo tanto, vivirá frustrada e infeliz.
Ahondemos más en este ejemplo: hay ocasiones en que la
elección de una carrera que no nos gusta no viene dada por agradar a
los padres, sino por la necesidad de ayudar a la familia, por la
imposibilidad económica de sufragar los gastos de los estudios, o bien,
por alguna otra causa de noble intención. No obstante, en este caso,
ser conscientes de que nuestra elección se basó en la necesidad y fue
guiada por un motivo loable, puede ayudarnos a superar la frustración
de no haber estudiado o hecho lo que queríamos.
Otra actitud negativa muy común es la búsqueda excesiva de re-
conocimiento. Obtener la aprobación de los demás es algo positivo,
pero se convierte en negativo cuando las cosas se hacen únicamente
para conseguir admiración, ya que entonces no forjamos nuestro
beneficio, sino el de los demás, o lo que es peor, no conseguimos
beneficiar a nadie. Si logras tener éxito y la gente lo reconoce, es
bueno para tu autoestima, pero basar tus decisiones en el
reconocimiento de los demás, no lo es. La baja autoestima hace que
una persona no se sienta feliz consigo misma, que piense que vale
menos que los demás y se sienta insegura e incapaz de lograr sus
sueños o cualquier cosa que en realidad sí podría hacer, pero que su
pensamiento negativo le impide realizar como debiera. La baja
autoestima lleva a no tomar decisiones correctas, a dejar pasar
oportunidades y, en suma,
mi realidad 19
a dejar de hacer lo que se debiera.
Por otro lado, una autoestima demasiado alta es negativa si se
convierte en arrogancia y falta de humildad, esto provoca que los
demás se alejen por no querer tratar con personas egocéntricas y
presuntuosas que se creen más de lo que realmente son y que sólo
buscan hacer menos a los demás.
Lo deseable es conseguir la armonía, es decir, un balance
emocional que nos permita estar orgullosos de nuestros logros, pero
sin necesidad de alardear de nuestros triunfos. El camino es
aceptarnos tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes, sin
compararnos con los demás y sin darle importancia a la opinión de
quienes hablan por hablar, por ignorancia, envidia o sinrazón, pues
precisamente en sus palabras esconden su baja autoestima.
Para lograr una convivencia civilizada, armoniosa, fructífera y
sana con tu entorno, es necesario que mantengas siempre una actitud
adecuada basada en valores positivos como el respeto mutuo, saber
dar sin esperar recibir, la tolerancia, el deseo de que las cosas marchen
bien, saber escuchar a los demás y expresar lo que quieres, aceptar a
las personas sin pretender cambiarlas y ser agradecido o agradecida.
Un ejemplo de un entorno en donde deben aplicarse estas cuestiones
es el matrimonio, pues a partir de la decisión de formalizar una
relación será muy conveniente para todos que funcione bien. Además
de la química del amor, será necesario promover en la relación
conductas positivas que permitan el florecimiento del respeto, la
tolerancia, la comunicación y la admiración mutua.
En el conjunto de actitudes negativas, hay que ser especialmente
cuidadosos con los prejuicios. Tal como la palabra lo indica, los pre-
juicios son juicios anticipados que no se sustentan en una evidencia
particular, sino en generalizaciones que hemos ido aprendiendo des-
20 capítulo primero
de la infancia acerca de otras personas o grupos.
Los prejuicios afectan mucho las relaciones personales. Una
actitud prejuiciosa muy común se expresa cuando decimos cosas
como “Esa persona me cae mal”, sin siquiera haber cruzado una
palabra con él o ella ni haber interactuado lo suficiente como para
poder afirmar algo así. En este sentido, el prejuicio es una evaluación
pre-concebida que se hace por ignorancia. Pocas veces, el prejuicio es
favorable, ya que hace visualizar lo que se cree que está mal e ignorar
las cosas positivas de los demás. Debemos evitar a toda costa los
prejuicios, porque al ser percepciones distorsionadas de la realidad,
influyen en nuestra toma de decisiones.
Una actitud negativa relacionada con el prejuicio, por ejemplo, es
el machismo, el cual se aprende durante la infancia y se sustenta en la
creencia de la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. Es un
comportamiento que fomenta la negación de los derechos de la mujer
y, por lo tanto, la subordinación de su persona a los deseos o
expectativas del hombre. El machismo también genera inequidad de
oportunidades entre los sexos y sanciona cualquier comportamiento
“femenino” de un varón, o “masculino” de una mujer. Desde luego, el
machismo no es exclusivo de los hombres, las mujeres también lo han
interiorizado y lo practican, pues en muchas familias el sistema
patriarcal se ha trasmitido a través de la educación doméstica, lo que
contribuye a su “naturalización”. Ser machista es generar una barrera
para el desarrollo de las relaciones personales prolíficas y equivale a
cerrar las puertas a una convivencia armoniosa sustentada en la
tolerancia y el aprecio.
Entre las actitudes negativas que más han influido (con tristes
consecuencias) en el comportamiento y las decisiones del ser huma-no
a través de su historia, destacan la avaricia, la codicia y la soberbia.
mi realidad 21
Las primeras dos promueven una conducta descontrolada basada en
el deseo de poseer bienes que sobrepasen con creces la satisfacción
de las necesidades, y generan en el individuo un comportamiento
desleal, deshonesto y manipulador, incluso violento o delictivo, por
el afán por acumular riquezas para atesorarlas y conseguir una mal
entendida felicidad. Quien es avaro o codicioso basa sus decisiones
en su ansia de poseer fortuna y no en lo justo y conveniente para
los demás y para su persona.
Por otro lado, la soberbia es, ante todo, un sentimiento de
menosprecio por los demás, generada por una actitud de superioridad
que lleva a la persona a ser altanera, arrogante, vanidosa, envidiosa y a
no aceptar sus errores. Ser soberbio es conducirse influido por una
sobrevaloración del yo, es buscar la satisfacción de la propia vanidad
y del ego y poner obstáculos al aprecio y a la confianza, elementos
requeridos por la interacción social para ser fructífera y armónica.
Por último, una actitud perjudicial en las relaciones humanas es
tratar de justificar nuestras decisiones y acciones cuando nos
equivocamos o las cosas no salen como queríamos. En este caso, lo
recomendable es asumir la responsabilidad y aceptar las
consecuencias de nuestros actos o errores. Equivocarse es de humanos
y saber admitir nuestras fallas es la mejor manera de sanar heridas,
obtener el perdón de los demás y buscar nuevas oportunidades.
Aceptar nuestra responsabilidad cuando es necesario, nos permite
enmendar el error y dar un paso hacia delante con humildad y
dignidad.
En conclusión, las actitudes y emociones negativas afectan
nuestra capacidad para decidir lo que más nos conviene y llevar a
cabo acciones congruentes y benéficas para resolver problemas y
alcanzar nuestros objetivos. Si tu actitud no es la adecuada, tu
decisión tampoco lo será.
22 capítulo primero
Trastornos emocionales, psicológicos y sensoriales
Los trastornos emocionales, psicológicos y sensoriales son afecciones
que impactan directamente en nuestra personalidad y afectan la forma
en que dimensionamos las cosas, así como nuestra convivencia social
(este término se refiere al comportamiento que desarrollamos dentro
de una esfera determinada en las relaciones humanas normales). En
menor o mayor medida, todos padecemos algunas de estas
perturbaciones, lo que naturalmente influirá en la forma en que
percibimos o visualizamos diferentes situaciones, retos, problemas y
conflictos a los que nos enfrentamos día a día. Por lo tanto, estas
características negativas de la personalidad influyen en lo que dices,
en cómo actúas y en cómo te comportas en tu casa, trabajo y demás
lugares de convivencia o esparcimiento. Si somos personas difíciles de
tratar, los demás evitarán interactuar con nosotros tanto en lo social
como en lo económico. Muchas veces se piensa que las personas
difíciles de tratar tienen un “carácter fuerte”, sin embargo, en realidad,
padecen una afección emocional o nerviosa que los impulsa a actuar
de esa manera. En otras palabras, son incapaces de controlar sus
emociones y comportarse de una forma socialmente aceptable. Otro
ejemplo es cuando caemos en depresión por alguna causa química o
psicológica y nuestro comportamiento resulta apagado, no tenemos
ganas de hacer las cosas, nos sentimos abatidos, infelices y
desesperanzados. Generalmente, cuando padecemos depresión, no
somos conscientes de que estamos atravesando por un estado que se
considera una enfermedad y que, como tal, debe ser tratada médica y
psicológicamente para poder superarla.
Entre los trastornos emocionales que impactan la calidad de
nuestras decisiones se encuentran aquellas experiencias que nos han
mi realidad 23
dejado huella o recuerdos amargos. Situaciones muy dolorosas
como abuso, infidelidad, violencia familiar o de pareja, robos con
violencia, secuestros, acoso y un sinnúmero más de experiencias
desagradables dejan marcas que pueden convertirse en heridas
emocionales profundas y afectar nuestro poder de acción y
decisión. Si este es nuestro caso, debemos comprender que las
heridas emocionales de-ben ser tratadas psicológicamente por
profesionales. Es imperativo que obtengamos la ayuda adecuada
para aprender a vivir sin dolor y sin consecuencias que afecten
nuestra capacidad de optar por lo que más nos conviene.
Del mismo modo, debemos estar muy pendientes de posibles
trastornos de conducta o aprendizaje en nuestros hijos. Si no
detectamos y controlamos a tiempo problemas de esta índole,
podríamos estar condenándolos a una vida insatisfactoria y repleta
de problemas en sus relaciones personales y laborales cuando sean
adultos.
Contexto familiar
Uno de los factores que más influye en el desarrollo de la personalidad
es el ambiente familiar en el que vivimos nuestra niñez y
adolescencia. Esto es así, debido a que gran parte de actitudes, valores
y afectos que manifestamos se conforman en esas etapas de nuestra
vida. Si se crece en un contexto que fue positivo y constructivo, se
habrá propiciado un entorno adecuado para formar a un adulto con la
madurez necesaria para tomar decisiones con mesura, cuidarse a sí
mismo, mantener relaciones cordiales y promover su personalidad.
Por el contrario, cuando dicho contexto es negativo, la personalidad
del niño o adolescente se afecta de manera muy profunda, por lo que
más tarde, en la vida, podría presentar actitudes nocivas que le
24 capítulo primero
impedirán ejercer una inteligencia emocional estable.
Somos el espejo de nuestros padres tanto en lo bueno como en lo
malo. Con sus defectos y virtudes, debilidades y fortalezas, ellos
fueron nuestro primer ejemplo a seguir y nos guiaron durante la
infancia. Al crecer y madurar, lo esperado es que el adolescente ad-
quiera la capacidad de decidir por sí mismo. Sin embargo, si en la
niñez se vivieron situaciones desafortunadas (pobreza extrema,
problemas conyugales de los padres, maltrato, abusos, vicios,
trastornos mentales, etcétera), el comportamiento del menor se verá
influido por esa carga emocional que le dolerá y afectará su día a día,
y en consecuencia, la calidad de sus decisiones mermará, a menos que
acuda con un profesional de la salud emocional. Ten muy claro que no
importa qué tan hondas sean las heridas derivadas del contexto
familiar, los seres humanos somos capaces de modificar nuestras
actitudes cuando somos conscientes de su origen. Sin duda, a partir de
esta certeza (siempre y cuando en verdad se tenga el deseo de
hacerlo), la ayuda profesional nos puede guiar en el proceso adecuado
para enfrentar y sanar nuestras heridas emocionales.
Hábitos y costumbres inconscientes
Ignorar el efecto dañino de ciertos hábitos y costumbres es un
factor que afecta seriamente la calidad de las decisiones que
tomamos, aunque en un primer momento podamos pensar que estos
no se relacionan directamente con nuestro éxito o fracaso en la
vida. Los hábitos y costumbres son conductas personales o
culturales repetitivas y los realizamos de manera automática por el
simple hecho de “estar acostumbrados” a hacerlo de esa forma. El
problema está en que estos pueden ser muy nocivos cuando se
ignoran sus efectos o
mi realidad 25
cuando se tiene la creencia de que “no pasa nada”.
Algunos de los hábitos más perjudiciales y frecuentes se
relacionan con la alimentación, así como con vicios y adicciones
que impactan de forma severa en el organismo y en nuestras
finanzas, además, en muchos casos también perturban nuestra
capacidad de relacionarnos cordialmente y convivir en armonía con
los demás.
Por otro lado, las costumbres son inclinaciones a hacer las
cosas de cierta forma y la mayor parte de las veces se trata de
comportamientos asumidos por una comunidad o un grupo
familiar. Desde el punto de vista cultural, las costumbres se
convierten en tradiciones. El cambio social sobreviene más tarde y
modifica el comportamiento de las personas, en especial el de los
jóvenes, pues transforman los valores culturales.
El camino para que modifiques tu malos hábitos y costumbres,
sean cuales fueren (beber licor, fumar, comer en demasía,
desvelarse, etcétera), empieza por comprender su efecto perjudicial.
Visualiza lo bien que te saldrán las cosas una vez que superes estas
costumbres dañinas y esfuérzate por dejarlas atrás. De una u otra
forma, este tipo de comportamientos te han llevado a tomar malas
decisiones que por más “inofensivas” que puedan parecer,
acumuladas a lo largo del tiempo, afectan muchísimo tu salud, tus
relaciones personales, tu trabajo y tu estabilidad económica.
Falta de metas, objetivos y sueños
Tener sueños y proponerse alcanzar metas y objetivos para lograrlos
da sentido a nuestra vida y nos permite dirigirnos hacia un fin
determinado. Necesitas saber qué es lo que quieres y por qué lo
quieres. Si no lo sabes, tu vida será como ir a una estación de
autobuses a
26 capítulo primero
comprar un boleto sin saber a dónde deseas ir, o como viajar en un
barco a la deriva y sin timón, esperando atracar en algún puerto
seguro, sin importar cuál sea.
Saber lo que se desea y comprometerse profunda y vigorosamente
por alcanzarlo es el inicio de una vida plena y feliz. Carecer de
objetivos, por el contrario, equivale a caminar por un sendero
completamente a oscuras, sin una luz que ilumine nuestros pasos. Si
no hay metas y retos en tu vida, tampoco habrá una fuerza de
motivación y razones sólidas que forjen una actitud proactiva ni la
voluntad de hacer las cosas con más cuidado, diligencia y
perseverancia. Dejar de hacer las elecciones correctas y de emprender
acciones convenientes para lograr aquello que deseas (y establecer así
las bases de una vida mejor) es el peor error que puedes cometer.
Cuando visualizas lo que quieres, tu pensamiento proyecta ideas,
acciones futuras, alternativas y diversas formas de hacer las cosas para
lograr tu cometido. Esto promueve un estado de ánimo positivo y, por
lo tanto, el fortalecimiento de tu energía y autoestima. Esto quiere
decir que haces tuya la capacidad de crear y hacer realidad aquello con
lo que sueñas. Por ello, te animo de forma muy seria y enérgica a
invertir tu tiempo y recursos en conseguir lo que quieres y no en
acciones ociosas que no aportan nada a tu vida. Concibe sueños, fija
metas y objetivos en tu pensamiento, busca hacerlos realidad y ten la
satisfacción de saber que tú estableces la ruta de tu destino. Recuerda:
nadie más lo hará por ti.
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