Universidad de congreso.
“De la queja del toxicómano a la demanda del sujeto.”
Una experiencia clínica en la Comunidad de Día del Programa Cambio.
Autora: Stassi Natalia S. Directora: Mgter. De Bortoli Leticia.
Córdoba, 2015.
Dedicatoria:
En el cielo a mi querido Nono.
En el suelo a mi dulce y pequeña Morena.
En cada una de mis cosas a mamá, papá y Nicolás.
Agradecimiento:
A Leticia, por su apoyo, comprensión y calidez constantes. Gracias.
Palabras Claves:
Toxicomanía- Motivo de consulta- Demanda-Toxicómano-Sujeto.
Resumen:
En el presente escrito se ha investigado si el modelo de trabajo utilizado en la
fase A de la Comunidad de Día del Programa Cambio propicia o no el paso de
la queja toxicómana a la demanda del sujeto.
Para cumplimentar tal objetivo se estudió y describió la dinámica y el enfoque
de trabajo propuesto por la comunidad de día del Programa Cambio; y se
analizó el discurso proveniente del grupo terapéutico de la fase A de la
comunidad. Conjuntamente se categorizaron y describieron los diversos tipos
de quejas formuladas por los pacientes durante la fase A del tratamiento y se
analizó si las intervenciones terapéuticas efectuadas frente al planteo de la
queja toxicómana permitían la apertura hacia la interrogación del sujeto.
La metodología que se empleó para llevar a cabo la investigación ha sido la
perteneciente al modelo cualitativo. El trabajo sostuvo un carácter descriptivo,
no experimental y transversal. La población con la que se ha trabajado
corresponde al grupo de pacientes de la fase A de la comunidad de día del
Programa Cambio del año 2013. Se ha trabajado con las técnicas cualitativas
de observación participante y recorte de viñetas clínicas proveniente del
registro de campo, durante un tiempo total de 338 horas prácticas.
El trabajo se enmarcó dentro de los parámetros de la terapia psicoanalítica y se
ha definido el marco teórico desde la perspectiva de dicha teoría.
Para cumplimentar los objetivos del informe se seleccionaron 15 viñetas
clínicas; posteriormente se elaboraron 3 categorías de análisis que facilitaron la
división y presentación de los diversos tipos de quejas toxicómanas presentes
en los discursos reseñados y finalmente se creó un cuadro expositivo que
facilitó la presentación y el posterior análisis de las 15 viñetas clínicas pre-
seleccionadas.
Ha sido posible concluir que el modelo de trabajo utilizado en la fase A de la
comunidad de día del Programa Cambio no propicia el paso de la queja
toxicómana a la demanda del sujeto. Como resultados hipotéticos se
presentan: la influencia del no surgimiento de la demanda terapéutica en el
amplio número de deserciones de tratamientos que se presentan dentro del
área. El incremento de roces entre los pacientes y el favorecimiento de un
clima hostil generado por la no consecución de la demanda terapéutica.
Recaídas o vueltas al consumo probablemente impulsadas por la ausencia de
demanda terapéutica.
Índice:
1. Introducción………………………………………………………………………. 9
2. Objetivos...………………………………………………….…………………… 13
3. Contextualización:
3.1. Historia y antecedentes de las comunidades terapéuticas…...………… 14
3.2. Comunidades Terapéuticas en Argentina…………………………………. 16
3.3. Programa Cambio………………………………………….…………………. 17
4. Marco teórico:
4.1. Una mirada psicoanalítica de las toxicomanías…………………………... 20
4.2. Psicoanálisis y toxicomanías hoy……………………………....................... 29
4.3. Algunas consideraciones sobre el motivo de consulta y la demanda
terapéutica……………………………...…………………………...……………... 36
4.4. La demanda terapéutica en la toxicomanía……...………………….......... 46
4.5. El rol del analista durante el armado de la demanda terapéutica………. 49
4.6. Queja-toxicómano VS Demanda-sujeto…………………………………… 54
5. Marco metodológico………………………………...……………………….. 56
6. Desarrollo:
6.1. La dinámica de trabajo y el modelo terapéutico de la Comunidad de
Día……………………………...…………………………….……………………... 59
6.2. Categorización de los discursos toxicómanos…………………………..... 63
6.3. Presentación de las viñetas clínicas seleccionadas……………………… 65
6.4. Análisis de las viñetas clínicas……………………………........................... 70
7. Conclusión.……………………………...…………………………................... 89
8. Conclusión de la experiencia práctica…………………………….............. 96
9. Bibliografía……………………………...…………………………................... 99
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1. Introducción:
El presente trabajo surge a partir de una experiencia práctica realizada en la
institución Programa Cambio, de la ciudad de Córdoba Capital, durante el año
2013. La misma tuvo una duración de 7 meses, en donde se cumplimentaron
338 horas reloj.
Programa Cambio es una asociación civil dedicada a la atención de pacientes
con problemáticas orientadas al consumo, abuso y dependencia de drogas y
alcohol desde un abordaje interdisciplinario.
La institución presenta 3 dispositivos de trabajo diferentes: ambulatorio
adolescente, ambulatorio adulto y comunidad de día. Cada uno de éstos
apunta a una población particular, y presenta un modelo de trabajo específico.
El área en la cual se desarrolla la investigación corresponde con el dispositivo
denominado como “Comunidad de Día”. Este espacio, a su vez, está dividido
en 3 instancias: fase A, fase B y fase C.
El foco de la investigación será identificar si el enfoque de trabajo utilizado
dentro de la primera fase de la Comunidad de Día del Programa Cambio,
propicia o no el paso de la queja toxicómana a la demanda subjetiva.
Al llegar un paciente al Programa Cambio, y previo ingreso a cualquiera de los
dispositivos de tratamiento, éste debe realizar un proceso de admisión. Allí se
trabaja el motivo de consulta. Durante esta instancia, lo que se pretende es que
el paciente tome conciencia acerca de su situación actual y que pueda
contactarse con su realidad y con lo que le pasa.
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Culminada esta etapa, y con un motivo de consulta en proceso de formación, el
paciente es derivado a alguno de los dispositivos que ofrece el programa. Así
pues, el sujeto ingresa al dispositivo de Comunidad de Día.
A medida que el paciente avanza dentro de la fase A del tratamiento, y logra
sostener su abstinencia se va encontrando con la posibilidad de pensar cada
vez más lúcidamente; en este momento se comienza a problematizar el
consumo y empiezan a aparecer en el sujeto los interrogantes sobre el por qué
está haciendo el tratamiento, y qué es lo que está buscando allí dentro. En esta
instancia se busca que el sujeto pueda hacerse cargo de la responsabilidad
que le atañe en toda esa situación que él presente y sobre la cual se queja.
Al entender de la autora, durante la fase A, el paciente debería poder
abandonar la queja con la que llega y realizar la construcción de una demanda
subjetiva; lograr responsabilizar al paciente y contactarlo con aquello que le
pasa resulta fundamental para poder avanzar en el trabajo terapéutico. Si no
hay demanda, no habrá abordaje terapéutico que resulte eficaz.
Desde el dispositivo de la Comunidad se trabaja con un modelo terapéutico que
establece como regla fundamental que el paso de la fase A a la fase B se
otorga cuando el paciente logra problematizar el consumo de sustancias,
afirma su decisión de dejar de consumir y ha cumplido con el resto de los
objetivos de la fase.
Se considera que, desde una postura psicoanalítica, estas condiciones se
corresponderían con lo que el psicoanálisis denomina como el momento en el
cual el paciente abandona la queja, comienza a implicarse con aquello que le
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pasa y aparece la interrogación sobre sí. Es decir que el paciente logra la
rectificación subjetiva y formula una verdadera demanda terapéutica.
Resulta frecuente oír a los pacientes, durante la fase A y a lo largo de la
misma, expresar que no saben por qué están ahí y manifestar que se
encuentran contrariados con el tratamiento.
Lo que la práctica demuestra en repetidas ocasiones es que los pacientes son
derivados a la fase B de tratamiento sin que éstos hayan dejado de
responsabilizar a los demás por su consumo. Es decir, los sujetos no
reconocen que eso que les pasa tiene que ver con ellos y no existe en éstos
una apertura hacia la interrogación por la responsabilidad que tienen sobre su
enfermedad. La demanda terapéutica parece no producirse, o hacerlo de
manera incompleta, en el momento de cambio de fase; existiendo a veces la
ausencia de lo que el psicoanálisis denomina como rectificación subjetiva.
A su vez, es posible observar que en múltiples circunstancias las
intervenciones efectuadas por los profesionales y el modo de abordaje
propuesto por el dispositivo, parecerían provocar la anulación del sujeto y
opacar la aparición de algún tipo de interrogación que pueda advenir en éste.
De cumplimentarse tales afirmaciones, se puede presentar como conjetura la
idea de que el no surgimiento de la demanda terapéutica influye de manera
directa en el amplio número de deserciones de tratamientos que se presentan
dentro del área de la Comunidad de Día. El sujeto no se responsabiliza por
aquello que le sucede, no hace suyo el tratamiento, se siente paralizado dentro
del tratamiento y su frustración aumenta. Todas estas variables podrían llevar
al sujeto a pensar que la opción más simple, y cómoda, es asumirse como un
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adicto sin cura y retornar al consumo sabiendo que él hizo el intento de
abandonarlo pero que ha sido inútil.
Es a partir de dichas observaciones, que la autora del escrito ha llegado a
formularse la siguiente pregunta: ¿El enfoque de trabajo utilizado en la primera
fase de la Comunidad de Día del Programa Cambio, propicia o no el paso de la
queja toxicómana a la demanda subjetiva?
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2. Objetivos:
General:
* Analizar si el modelo de trabajo utilizado en la fase A del tratamiento de la
comunidad de día del Programa Cambio propicia o no el paso de la queja
toxicómana a la demanda del sujeto.
Específicos:
*Describir la dinámica y el enfoque de trabajo propuesto por la Comunidad de
Día del Programa Cambio.
*Describir y categorizar los diversos tipos de quejas que formulan los pacientes
en la primera etapa del tratamiento de la Comunidad de Día del Programa
Cambio.
*Analizar la interacción discursiva del grupo terapéutico de la fase A de la
Comunidad de Día del Programa Cambio.
*Analizar si las intervenciones terapéuticas efectuadas frente al planteo de la
queja toxicómana permiten abrir la interrogación en el sujeto.
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3. Contextualización.
3.1. Historia y antecedentes de las Comunidades Terapéuticas:
Ya 25 años A.C. Phito Judaeus describe las actividades de una comunidad
llamada Qumran, que había en Egipto. En un rollo del mar muerto llamado “la
regla de la comunidad” se describe el por qué la gente ingresaba en dicha
comunidad. En dicho escrito se realiza una descripción casi idéntica a la que se
visualiza hoy en día como modo de vida, cultura y sufrimiento de los jóvenes
adictos asistidos en las comunidades terapéuticas en la actualidad.
En los tiempos del imperio romano, se formaron las primeras comunidades
cristianas en las cuales sus miembros confesaban sus pecados, recibían
consejos y las penitencias correspondientes. De tal modo, nacen las
comunidades monásticas en las cuales se establecen las primeras reglas
dirigidas a alcanzar un objetivo común, el sostenimiento de la fe. Es así que las
comunidades terapéuticas tienen dos milenios de antigüedad y fuertes raíces
religiosas. El consumo de sustancias en esas épocas estaba ligado
principalmente a rituales religiosos, celebraciones, privilegios de castas,
preparación para las guerras, etc. sin exageraciones o consumos masivos.
De los primeros antecedentes históricos saltamos a Inglaterra; país en el cual
se forma, en el año 1900, el Grupo Oxford con tintes religiosos. Los miembros
de esta comunidad se juntaban a leer la biblia y seguir sus mandatos
pretendiendo mantener así el comportamiento adecuado.
Siguiendo los pasos del grupo Oxford e inspirados por éstos, en 1935 se funda
Alchólicos Anónimos. Dicho dispositivo es una organización de autoayuda, en
la cual se trabaja con el apoyo mutuo entre iguales para la recuperación, sin la
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intervención de profesionales. A fines de los años 40 nace el Programa de
Narcóticos Anónimos.
Durante el período de 1800 a 1950 se fue aconteciendo un proceso paulatino a
partir del cual se dejó de pensar que los consumidores de sustancias
psicoactivas eran pecadores y escorias sociales y se los comenzó a tratar
como sujetos, pertenecientes al plano de lo social, a quienes se les debía
brindar ayuda terapéutica.
Paralelamente, en el plano de la salud mental, se dejó de ver a los enfermos
mentales como sujetos poseídos por fenómenos sobrenaturales que debían
estar encerrados en asilos y cárceles y se los empezó a tratar como personas
enfermas a quienes la sociedad les debía dar una respuesta terapéutica.
Quien utiliza por primera vez el concepto de Comunidad Terapéutica es
Maxwell Jones. Comienza a estudiar soldados que, durante la guerra y frente a
determinadas situaciones, se desesperaban y entraban en pánico; descubrió
que una de las propiedades del grupo era que actuaba
“psicofarmacológicamente”. Después de la guerra, vuelve a Inglaterra y
comienza a realizar estudios con ex soldados que presentaban graves traumas
de batallas. Así comienza a crear una psiquiatría de lo social, organizando su
sala de trabajo como lo que él definió “una comunidad terapéutica”. En 1952
escribe un libre que se llamó “Psiquiatría social, un estudio sobre las CC.TT”.
Se establecieron así los dos principios básicos que debían regir en un hospital
psiquiátrico devenido en comunidad terapéutica:
1. Todo lo que se realiza debe hacerse terapéuticamente.
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2. Toda actividad desarrollada debe tener carácter terapéutico.
Paralelo al trabajo de Jones, Chales Dederich funda “Synanon”, en California.
Este dispositivo se convirtió en el órgano central de las Comunidades
Terapéutica para adictos dirigidas por no-profesionales.
Con el paso del tiempo los profesionales fueron ingresando en las
Comunidades Terapéuticas y aprendiendo y modificando lo que en éstas
acontecía. Desde varias líneas teóricas se realizaron aportes teóricos y
técnicos para comprender mejor el problema de la drogadependencia y su
trabajo terapéutico; a la vez que la CT dejó de ser la única oferta asistencial
que se le podía ofrecer a un adicto.
Hoy en día se habla de Comunidades Terapéuticas de Vida, lideradas por ex
adictos y Comunidades Terapéuticas Profesionalizadas, dirigidas por un
equipo interdisciplinario de profesionales.
3.2. Comunidades Terapéuticas en Argentina:
En Argentina quién introduce el dispositivo es el Dr. Enrique Pichón Riviere en
la década del 60, en el Hospicio de las Mercedes.
Al igual que en otros países, las Comunidades Terapéuticas nacen a partir de
la voluntad de ayuda, ligadas en un principio a lo religioso y con el fin último de
dar una respuesta diferente al abordaje psiquiátrico institucional. Un detalle no
menor es que comienzan a proliferarse bajo un gobierno militar, por lo que los
sucesivos procesos militares coartaron muchas veces las modalidades
comunitarias.
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Las experiencias de Comunidades Terapéuticas se realizaron en varios
sectores de la Argentina. Entre los años 60 y 70 en La Lucila, Buenos Aires,
Carlos Novelli, ex adicto rehabilitado, inicia un grupo de trabajo con gente que
quiere dejar las drogas al cuál denomina “Grupo Cambio”. En este proyecto
también trabajaron Rene Padilla y Cena Renzo.
En la década del 70, era visto como el pionero del movimiento de Comunidades
Terapéuticas en el país. Durante este tiempo arma “Programa Andrés”, el
primer centro de trabajo con adictos enfocado desde el modelo socio-
terapéutico.
En un primer momento las comunidades no contaban con ningún tipo de
profesional de la salud, se sostenían a partir de la voluntad de ayuda y con un
abordaje religioso. Con el paso del tiempo fueron advirtiendo que este tipo de
abordaje no era suficiente y es allí cuando la Lic. Elena Goti comienza a
desarrollar sus aportes teóricos y le otorga una estructura al programa.
Posteriormente surgen, entre otros, “Viaje de Vuelta”; un ambulatorio de
“Programa Andrés” y “Proyecto Cambio”.
En el año 1989, de la mano de Carlos Iglesias y Juan Carlos Mansilla nace
“Programa Cambio” en Córdoba, Argentina.
3.3. Programa Cambio:
El “Programa Cambio” es una Asociación Civil de Córdoba, Argentina, fundada
por el Lic. Juan Carlos Mansilla y Carlos Iglesias, ex adicto recuperado.
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Esta institución trabaja en la temática del consumo, abuso y dependencia de
drogas y alcohol desde un abordaje interdisciplinario en sus diferentes áreas:
prevención, asistencia y capacitación de la dependencia de sustancias.
En el programa se asiste a personas con problemas de uso, abuso y
dependencia de sustancias y alcohol, junto con su familia y red social. En la
institución se cuenta con distintas modalidades de tratamiento, tanto para
adolescentes como para adultos; por lo cual el rango etario de la población
atendida varía entre los 15 y 50 años aproximadamente.
El programa presenta como objetivos generales la abstinencia y prevención de
recaídas, el tratamiento comorbilidad médico-psiquiatra, el abordaje de
conflictos individuales y familiares, la readaptación familiar y social, la
reinserción social productiva y el seguimiento sistemático.
Dentro del programa se cuenta con diferentes áreas: ambulatorio adolescente,
ambulatorio adulto, comunidad de día y alcoholismo. Los pacientes se insertan
en una de estas áreas dependiendo su perfil y a partir de ciertos criterios
preestablecidos. Cada una de estas áreas se caracteriza por tener 3 fases de
tratamiento (Fase A- Fase B- Fase C). Previo al inicio del tratamiento y al
ingreso del paciente a alguna de éstas áreas, se realiza una etapa de admisión.
Allí se recepta la demanda individual y familiar; se realiza una evaluación
diagnóstica individual y familiar; se informa sobre la devolución diagnóstica, se
presenta una propuesta de tratamiento, se realiza la derivación y se firma el
consentimiento informado. Además se trabaja con técnicas psicodiagnósticas,
entrevistas grupales y familiares psicoterapéuticas.
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Institucionalmente se trabaja desde la concepción de que los sujetos están ahí
por voluntad propia, porque quieren hacerlo y de que son libres para retirarse o
abandonar si no están de acuerdo con lo planteado por el programa. Se le
otorga especial valor al grupo terapéutico como una de las herramientas más
importantes con la que cuentan los pacientes.
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4. Marco teórico:
Para comenzar a estudiar y conocer la temática, a continuación se presentan y
explicitan diversos conceptos psicoanalíticos que resultan fundamentales para
le comprensión y el posterior análisis del trabajo.
En un primer tiempo se detalla el recorrido que realizan Freud y Lacan sobre
las adicciones y se establece una definición de toxicomanías. Conjuntamente,
se intenta dar una mirada psicoanalítica de la cuestión, tomando diferentes
autores psicoanalíticos de actualidad.
En un segundo apartado se presentan las definiciones de motivo de consulta y
demanda terapéutica y se explicita a qué hace referencia cada concepto,
utilizando de guía el pensamiento propuesto por diversos autores
psicoanalíticos de orientación lacaniana.
En un tercer momento se desarrolla cómo se presenta la llegada de un
paciente toxicómano a consulta y qué se dice respecto de la demanda
terapéutica en un sujeto toxicómano. Seguidamente se presenta un apartado
que versa sobre el papel del psicólogo clínico en el proceso de armado de la
demanda terapéutica.
Finalmente se detalla la elección de dos términos implicados en el título del
presente trabajo: toxicómano y sujeto.
4.1. Una mirada psicoanalítica sobre las toxicomanías.
No es posible ubicar grandes escritos teóricos referidos a la temática de las
toxicomanías dentro de las obras de Freud y Lacan.
21
En Freud se pueden hallar sus primeras reflexiones al respecto en su artículo
“Über coca” -Sobre la cocaína”- del año 1884.
En este apartado, pre-psicoanalítico, Freud comienza realizando una detallada
descripción sobre la planta de coca y su historia. Seguidamente, y a lo largo de
todo el capítulo, el autor enumera una serie de beneficios propios de la
cocaína.
Gran parte del apartado versa sobre la capacidad de la cocaína para mitigar el
hambre, la fatiga, los trastornos digestivos y la caquexia. Freud presenta a la
cocaína como una alternativa posible de tratamiento para los pacientes adictos
a la morfina y el alcohol. Además, la considera curativa del asma, afrodisíaca y
anestésica.
Rengifo (2007) dirá que, tiempo después, y luego de una gran polémica
causada por el fallecimiento accidental de varios sujetos por consumo de
cocaína, Freud se retracta y expone que la cocaína no es esa “sustancia
maravillosa” que él había creído recomendar.
Más adelante, en su carta N° 79 a Fliess, el 22 de Diciembre de 1897, Sigmund
Freud (SF) expone a la masturbación como la “adicción primordial” y considera
al resto de las adicciones (alcoholismo, morfinismo, tabaquismo) como
sustitutos y relevos de ésta.
Al año siguiente, en su texto “La sexualidad en la etiología de la neurosis”
escribe:
“Por lo demás, una puntualización enteramente análoga vale para
todas las otras curas de abstinencia, que tendrán un éxito sólo
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aparente si el médico se conforma con sustraer al enfermo la
sustancia narcótica, sin cuidarse de la fuente de la cual brota la
imperativa necesidad de aquella. «Habituación» es un mero giro
verbal sin valor de esclarecimiento; no todo el que ha tenido
oportunidad de tomar durante un lapso morfina, cocaína, clorhidrato,
etc., contrae por eso una «adicción» a esas cosas. Una indagación
más precisa demuestra por lo general que esos narcóticos están
destinados a sustituir -de manera directa o mediante unos rodeos- el
goce sexual faltante, y cuando ya no se pueda restablecer una vida
sexual normal, cabrá esperar con certeza la recaída del
deshabituado.” (Freud, La sexualidad en la etiología de las neurosis,
1991.)
Aquí Freud versa sobre 3 contenidos interesantes, según la postura de quién
escribe.
En un primer momento lo que el autor intenta explicitar es que la privación de la
sustancia al sujeto, el pedido de abstinencia por la abstinencia misma, tendrá
escasos o nulos resultado si no se presta especial atención al factor que hace
aparecer en el sujeto la imperiosa necesidad de consumir.
Seguidamente, expone que no todo aquel que ha consumido algún tipo de
sustancia tóxica debe ser considerado adicto, manifestando tácitamente la
distinción existente entre un sujeto consumidor y uno adicto.
Finalmente, el autor del texto liga a las adicciones con un componente sexual.
Denomina a las sustancias tóxicas como narcóticos destinados a sustituir el
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goce sexual faltante. Continuando así con su idea expuesta ante Fliess en su
carta 79.
Las adicciones serían, entonces, un sustituto frente a la satisfacción sexual
incompleta, un reemplazo de la “adicción primordial”.
En 1930 Freud presenta su texto “El malestar en la cultura” donde brinda un
nuevo giro de la definición.
El autor expone que el hombre en la vida aspira a la felicidad y que quiere ser
feliz. En pos de lograr este objetivo, es que recorre dos caminos diferentes. Por
un lado aquel que lo lleva a evitar el dolor y el displacer. Por otra parte, el
camino que le proporciona vivenciar intensos sentimientos de placer.
Seguidamente aclara que sólo es posible conocer la felicidad y acceder a los
sentimientos placenteros mediante el contraste; y que los sentimientos de dicha
y completud son efímeros.
Debido a esto, razona Freud, no es asombroso que el hombre se sienta
dichoso si logra escapar de la desdicha y el sufrimiento. Para ello es posible
encontrar diversos procesos.
“El método más tosco, pero también el más eficaz, para obtener ese
influjo es el químico: la intoxicación. No creo que nadie haya
penetrado su mecanismo, pero el hecho es que existen sustancias
extrañas al cuerpo cuya presencia en la sangre y los tejidos nos
procura sensaciones directamente placenteras, pero a la vez alteran
de tal modo las condiciones de nuestra vida sensitiva que nos
vuelven in- capaces de recibir mociones de displacer.
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(… ) Lo que se consigue mediante las sustancias embriagadoras en
la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la miseria es
apreciado como un bien tan grande que individuos y aun pueblos
enteros les han asignado una posición fija en su economía libidinal.
No sólo se les debe la ganancia inmediata de placer, sino una cuota
de independencia, ardientemente anhelada, respecto del mundo
exterior. Bien se sabe que con ayuda de los «quitapenas» es posible
sustraerse en cualquier momento de la presión de la realidad y
refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de
sensación.” (Freud, El malestar en la cultura, 1991)
En este texto Freud define a la adicción, o mejor dicho, al acto mismo de
intoxicarse como el modo más eficaz de hacerle frente a los pesares que la
vida presenta. Refiere que las sustancias tóxicas actúan directamente sobre el
cuerpo generando sensaciones placenteras, a la vez que alteran la vida
sensitiva, volviendo al sujeto incapaz de percibir el displacer.
Además, agrega el autor, estas sustancias brindan a la persona la sensación
de independencia respecto del mundo exterior y la capacidad de refugiarse en
un mundo propio, con mejores escenarios sensitivos.
Pues bien, hasta aquí se ha hablado de Freud y sus aportes.
Ahora bien, si se analiza el enfoque de Lacan, se encuentra que el gran aporte
de este autor respecto a la temática versa sobre la definición de droga que
establece.
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El autor denomina la toxicomanía -droga en sentido estricto- como una ruptura
con la castración, la define como lo que genera una ruptura en el matrimonio
entre el hace-pipí y el cuerpo.
Lo que se produce es una ruptura con el goce fálico dice Lacan, que es aquel
regulado por la metáfora paterna y que permite sustituir los objetos del deseo y
obtener así un goce regulado, social.
Se destruye así el lazo con el otro; el goce del sujeto ya no necesita de otro
para ser. El sujeto no necesita de otro para gozar. Es un goce egoísta, autista.
Que lo lleva al individuo a sumergirse cada vez más en la burbuja de su
relación con el objeto-droga, dejando por fuera de eso todo lo demás.
“Nos referimos a un goce que hace las veces de huida, de retraída a un modo
de satisfacción autoerótico aislado del dolor de existir.” (Conocente &
González, 2007)
Por lo tanto, desde la óptica lacaniana, podría decirse que un toxicómano es
quien genera una ruptura con el goce fálico y se sumerge en un goce único,
solitario y autista.
“Como sabemos el sujeto debe renunciar a la madre para “casarse
con el falo”, es decir con un símbolo del objeto perdido. Pero ¿qué
sucede cuando el sujeto se niega a contraer este casamiento y exige
la continuidad del "otro goce"? Su "aflicción" lo lleva a la búsqueda
de diferentes formas de satisfacción narcisista, entre ellas la droga,
como técnica para romper este compromiso o casamiento simbólico.
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( …) Por lo tanto la adicción es una posición subjetiva con un goce
contra el deseo, es un goce de tipo narcisista (del cuerpo) contra el
goce sexual o del sentido, y enteramente egoísta” (García Sanchez,
Palermo, & Rodríguez, 2014)
He aquí uno de los motivos de por qué resulta tan difícil el tratamiento con
sujetos toxicómanos; la función fálica -en las estructuras neuróticas- está
obturada. La droga pasa a ser para el sujeto adicto un objeto maravilloso e
irremplazable, que le proporciona un goce diferente. La sustancia le permite al
sujeto un tipo de goce individual, que permite anular al Otro.
En el escrito de “Psicoanálisis y Medicina” de 1966, Lacan señala el modo en
que considera debe ser tratada esta patología:
“Materialicémoslos bajo la forma de los diversos productos que van
desde los tranquilizantes hasta los alucinógenos. Esto complica
singularmente el problema de lo que hasta ahora se ha calificado, de
modo puramente policial, como toxicomanía. Por poco que un día
estuviésemos en posesión de un producto que nos permita recoger
informaciones sobre el mundo exterior, no veo cómo una contención
policial podría ejercerse.
Pero, cuál será la posición del médico para definir estos efectos a
propósito de los cuales hasta aquí el médico ha mostrado una
audacia alimentada sobre todo de pretextos pues, desde el punto de
vista del goce, qué es lo que un uso ordenado de lo que se llama,
más o menos propiamente, tóxicos, puede tener de reprensible,
salvo si el médico entra francamente en lo que es la segunda
27
dimensión característica de su presencia en el mundo, a saber, la
dimensión ética. Estas observaciones que pueden parecer banales,
tienen de todos modos el interés de demostrar que la dimensión
ética es aquella que se extiende en la dirección del goce.” (Lacan,
1966)
Aquí Lacan nos está diciendo muchas cosas, pero ante todo lo que deja en
claro es que abordar las toxicomanías desde un costado policíaco, represor y
perseguidor; no es tarea de alguien que pretende trabajar desde una postura
psicoanalítica.
Conjuntamente, explicita que desde el punto de vista del goce, nada puede
haber de reprensible en la toxicomanía; y nos recuerda que todo esto está
íntimamente relacionado con la ética, que es aquella que se extiende en la
dirección del goce.
“Reprimir la toxicomanía sería, como suele suceder en cualquier
proceso represivo, eso que el sujeto juega en relación con el tóxico,
lo juega por otro lado. Que puede ser más nocivo o menos nocivo
para el sujeto. Lo que nosotros no sabemos es saberlo.” (Salamone
L., 2007)
Entonces, es posible pensar que un abordaje psicoanalítico lacaninano de las
toxicomanías no implica la represión del consumo; no es este el camino que el
analista debe seguir. Hay que tener presente que nunca se sabe cuál es el
camino que el sujeto puede tomar si le impedimos el consumo; y que un
camino represivo de trabajo estaría corriendo al psicólogo en principio, de su
lugar ético.
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“ (…) por lo menos el psicoanálisis de orientación lacaniana, no
apunta a que la persona se controle en su relación con el consumo,
sino apunta a resolver la conflictiva que lo lleva a consumir.
El consumo seria la consecuencia de una problemática y no la causa
de la problemática (…)
(…) lo que el psicoanálisis permite es que el sujeto se responsabilice
de su goce. El psicoanálisis tiene en ese sentido una perspectiva
ética, lo hace al sujeto responsable de su goce y esto tiene que ver
con la problemática de las toxicomanías. Si dicho goce resulta
mortífero, el sujeto lo puede poner en cuestión y optar por otros
caminos” (Salamone L, 2007)
En el mismo escrito Lacan da a entender la idea de que los tóxicos son un
producto del progreso de la ciencia. Si bien siempre existieron, hoy, en el
mundo en el que se vive, que le exige al sujeto que consuma todo el tiempo,
conseguir los tóxicos y cumplir con el imperativo del sistema capitalista resulta
mucho más fácil. Lo que el autor está queriendo expresar es que, las
toxicomanías son, en gran medida, un producto más de la nueva era.
Otro aporte proveniente de la teoría lacaniana que es posible rescatar es el
pertinente a las estructuras clínicas y el abordaje de la toxicomanía. Se
considera el fenómeno de la toxicomanía como a-estructural. Por lo tanto,
puede decirse que existen, a grandes rasgos, toxicómanos neuróticos,
psicóticos y perversos. La diversidad del sujeto toxicómano es tan grande como
la variedad de seres humanos habitan sobre la tierra.
29
A partir de esta convicción, el psicoanálisis lacaniano invita a pensar el
abordaje de cada estructura particular; y propone la idea de que tanto la droga
como su función varían según el tipo de estructura y la subjetividad de cada
paciente.
"De este modo dejamos de adscribirle un ser a una substancia que colectiviza
individuos, para proceder a precisar el lugar que ocupa esa droga en la
economía de goce de ese sujeto". (Salamone L. D., 2010)
Dice Salamone (2010), el psicoanálisis no atiende a toxicómanos, sino que
suele enfrentarse a la relación particular que el sujeto establece con una
sustancia y de la cual espera obtener satisfacción.
4.2. Psicoanálisis y toxicomanías hoy: la eficacia, una cuestión ética.
Para continuar, se expondrá una postura más contemporánea de la temática,
extraída de diversos autores psicoanalíticos quienes, siguiendo las bases
establecidas por Freud y Lacan, fueron creando nuevos pensamientos en
relación al fenómeno de las toxicomanías.
En la actualidad, y debido a la sociedad capitalista en la que se desarrollan los
individuos, el sujeto toxicómano es definido por varios autores psicoanalíticos
como un sujeto vanguardista.
Rosa Askenchuk dice: “el adicto ya no es un contestatario social sino el
símbolo de la hiperadaptación, casi de la normalidad” (Askenchuk, 2007)
Hoy el sujeto vive en una sociedad donde la felicidad pareciera estar al alcance
de la mano. El mercado le ha hecho creer a las personas que la felicidad se
30
puede comprar y que reside en objetos, que mientras más caros y lujosos
aparentan, mayor felicidad otorgan.
En este contexto, donde lo que vale son los objetos, el toxicómano funciona,
hiperadaptándose a los mandatos que el mercado le impone. La propuesta del
mercado hacia el individuo es sumergirse en un mundo de objetos y creer en la
ilusión de que nada más hace falta para alcanzar el bienestar. El sistema invita
a gozar y el toxicómano goza, incluso a veces, hasta su muerte.
Es un goce individual, único, aunque a veces se realiza rodeado de otros
sujetos, en multitud.
Así, los objetos reemplazan la presencia del Otro, dejándolo por fuera de toda
relación.
“Desde esta perspectiva la toxicomanía -o mejor dicho, el fenómeno
de la toxicomanía- no sería ya el padecimiento de aquél que
consume una droga ilegal, sino el consumo de aquellas sustancias
que producen la ciencia y la técnica moderna, destinadas a reducir la
angustia que genera el dolor de vivir en tiempos de la segregación
globailizada”. (Suzunga Quintana, 2007.)
Ampliando y afinando un poco más la definición, es posible decir que las
toxicomanías son las “nuevas” patologías originadas a partir del consumo
adictivo de sustancias e incluso objetos, legales o ilegales, (generados por la
ciencia e impulsadas por el sistema capitalista).
31
Por lo tanto, resulta factible pensar que una de las funcionalidades de la
toxicomanía es la de brindarle a los sujetos -(neuróticos)- la posibilidad de
callar la angustia y tapar la falta.
Se puede decir que:
“(…) “droga” puede ser prácticamente cualquier cosa y no sólo las
sustancias químicas, y que la caracterización de una droga como
benéfica o perjudicial es completamente exterior al objeto mismo y
sólo puede hacerse desde algún discurso o ideal determinado, no
existiendo siquiera la posibilidad de una definición absoluta y para
todos los casos de su ingesta como buena o mala.” (Mattioli, 1989)
Desde esta perspectiva, droga es todo aquello que genera una ruptura con el
goce fálico.
Un goce que corta todo tipo de relación con el afuera y en el cual el goce
sexual queda invalidado. El sujeto ya no necesita de otro, de un partenaire,
para sentir placer; se las arregla sólo en su burbuja de goce autístico. De este
modo el sujeto queda atrapado en un circuito con la droga en el cual “consume
para sentirse bien”, todo lo demás, lo que queda por fuera de la sustancia y del
acto mismo de drogarse, no importa.
Dice Palma:
“El montaje adictivo sustituye al síntoma al brindar una prótesis
auxiliar, aunque sea temporal, a aquello que es soporte de la
subjetividad y que es sostenido por el síntoma: la escisión subjetiva.
La relación con el objeto en las adicciones pretende ser soporte del
32
sujeto y cumple el papel de brindarle un semblante de completud y
de autosuficiencia, tapando la falta y colocando en su lugar un ego
engañoso que pretende darle consistencia y una ilusión de
autonomía que le otorga un dominio ficticio y una independencia
falsa frente al objeto.” (Palma, 2007)
Es dentro de este marco que el psicoanálisis debe operar; y es aquí cuando
aparecen los interrogantes sobre la eficacia del abordaje psicoanalítico en el
caso de las toxicomanías.
¿Es posible un tratamiento psicoanalítico bajo un contexto social que avala el
no hacerse cargo y que nombra a la toxicomanía como una enfermedad que
atrapa y de la cual salir es prácticamente imposible?; ¿Se puede trabajar bajo
los ideales de la ética del sujeto en un contexto que pugna por la globalización,
la masificación, la cosificación y la irresponsabilidad individual?
Siguiendo las ideas de Tarrab uno puede contestar que sí; que es posible y
completamente válido trabajar las toxicomanías desde el psicoanálisis.
Mauricio Tarrab denomina a la toxicomanía como una de las patologías de la
ética.
“Son patologías del "no puedo dejar de hacerlo", donde se eclipsa la
responsabilidad del sujeto. Y en ese eclipse, en esa suspensión se
desvanece el sujeto que debe responder por su pasión, mientras la
culpabilidad se evapora del horizonte del mundo contemporáneo.”
(Tarrab, SF)
33
El autor habla de un sujeto responsable que debe responder por su pasión y de
patologías que eclipsan el compromiso del sujeto (patologías formadas y
avaladas por el contexto social actual).
¿Existe algún modo de que el sujeto progrese en su camino hacia la cura si no
se transitan previamente los caminos de la rectificación subjetiva?
Al calificar a la toxicomanía como una patología de la ética lo que hace Tarrab
es proponer tácitamente un modo de trabajo psicoanalítico particular,
específico, diferente y diametralmente opuesto a los ya conocidos “tratamientos
del consumo”.
El autor propone un abordaje que rompe con el discurso social justificador y
moralista de las toxicomanías; está hablando de un tratamiento ético.
“Los tratamientos del consumo no pueden siquiera suponer que esto
tenga algo que ver con la ética. Muchos tratamientos han ubicado a
las toxicomanías respecto de la moral pero no respecto de la ética. Y
si Uds. se fijan en las concepciones que sostienen las diferentes
clínicas del consumo, lo que predomina es una sanción moral que
paradójicamente des-responsabiliza a los sujetos, los disculpa de su
responsabilidad. Y eso es lo contrario de la idea lacaniana respecto
de la responsabilidad del sujeto.” (Tarrab, SF)
Se debe intervenir desde la ética y no desde la moral sostiene el autor. Las
ideas morales del analista sobre lo que está bien y lo que está mal deben
quedar preservadas para su vida personal y fuera del consultorio. Dentro de
éste se debe intervenir considerando al otro como un sujeto ético, responsable
34
de sus actos y como un ser que es capaz de decidir y afrontar las
consecuencias de dichas decisiones.
“Más allá de la neutralidad analítica, la ética del psicoanálisis supone tomar
partido dentro y fuera del consultorio... Tomar partido a favor del sujeto; de su
goce singular y de su síntoma (…)” (Gomez, 2004)
El psicoanálisis propone una clínica diferente, ética, y a favor del sujeto y su
goce particular, y no una “clínica del consumo”, que responda a los ideales y
exigencias de la época.
Tarrab llama a este modo diferente de hacer clínica “la novedad lacaniana”.
“La novedad lacaniana, tuvo la prudencia de no hacer de la clínica
de estos "nuevos síntomas", una clínica del consumo como el
empuje del discurso de la época lo propone. Porque una clínica del
consumo, es la clínica que hacen la interminable variedad de los
"anónimos". Una clínica del consumo, es la clínica de sustitución de
la sustancia y de reducción del daño, que considera al consumo
incurable. (…)
Una clínica del consumo, es la de los grupos que tratan a los
adictos…a las drogas, al sexo, al juego, al trabajo, a la comida... y a
tantas otras cosas que pueden incluirse en una lista, que, como la
lista de los productos que hacen de semblantes del objeto que falta,
es interminable. Y lo será más aún, en tanto que sigamos haciendo
del siglo XXI un shopping para algunos, y un infierno de carencia y
marginación para otros.
35
Y esa prudencia lacaniana, se basó en considerar que una clínica
del consumo es antianalítica; porque instala a los sujetos en
categorías que los torna de inanalizables al descargarlos de la
responsabilidad por sus prácticas y por sus goces." (Tarrab, SF)
Interviniendo desde el psicoanálisis, se le solicita al paciente que ocupe su
lugar de sujeto y que asuma el peso de sus elecciones.
Se trata de que el sujeto reconozca el grado de implicancia que tiene en eso
que le pasa; que deje de verse y actuar como el adicto incurable que el mundo
ha sancionado (y le ha hecho creer) que él es. Se busca romper con la lógica
del consumo sostenida y propuesta por la sociedad capitalista de hoy e iniciar
así el camino hacia la aparición del sujeto y dar los primeros pasos hacia la
cura.
“Se tratará de procurar reabrir esos interrogantes fundamentales que
se presentan como consecuencia de la castración, de buscar un
intersticio donde ese falso saber que la droga genera, vacile.
De nada sirve empujar a un paciente a que abandone el consumo si
no es por efecto de que el su sujeto se replantee su posición en
tanto tal. Se trata, en definitiva, de hallar otros caminos para que el
sujeto se enfrente con lo real que lo determina.” (Salamone, EL
TOXICÓMANO Y EL GOCE CÍNICO, SF)
36
4.3. Algunas consideraciones sobre el motivo de consulta y la demanda
terapéutica.
Ante todo resulta importante saber que, cuando un paciente llega al consultorio
solicitando ayuda trae consigo lo que, desde el psicoanálisis, se denomina
como motivo de consulta:
“aquello que empuja a ese primer punto de encuentro entre el
analista y el paciente, y es lo que nos permite verificar la variedad de
argumentos con los que el paciente intenta justificar ante el
terapeuta por qué se debe prestar oídos a lo que viene a traerle,
constituyendo una articulación primera de la demanda”. (Thompson,
Frydman, Salinas, & Lombardi, 2006.)
El paciente viene al consultorio mostrando que algo en su vida no funciona,
habla sobre su angustia y padecer, relata su malestar y todo aquello que lo
aqueja. Es un momento inicial en donde el sujeto emite un pedido de ayuda. Un
primer grito. El paciente sabe que algo anda mal, que algo no funciona y acude
al analista solicitándole que haga algo con eso que le pasa.
“(…) el “motivo de consulta” puede ser formulado claramente por el
paciente o bien presentarse bajo la forma de una elaboración que el
paciente haga a lo largo de un primer tiempo del tratamiento.
También puede aparecer opaco y suele suceder que el analista se
pregunte acerca de qué trae a ese paciente una y otra vez a la
consulta.” (Haldemann & Murano, 2006.)
Existen dos variantes dentro del motivo de consulta; el motivo de consulta
manifiesto y el latente.
37
El primero hace referencia a aquello con lo que el paciente llega a la consulta;
son síntomas más palpables. Son las cosas que el paciente reconoce y que lo
preocupan. Se ubica en un plano más consciente.
El motivo de consulta latente implica aquello que el paciente desconoce, es
algo que genera malestar en el sujeto, que lo aqueja pero que este no puede
reconocer. Pertenece a un plano más inconsciente.
“El motivo manifiesto es el síntoma que preocupa al que solicita la
consulta hasta el punto de operar en él como señal de alarma. Es
decir que algo le ha preocupado, reconoce que no puede arreglarlo
solo y decide solicitar ayuda. En algunos casos el receptor de la
señal de alarma es un tercero, que es quien solicita la consulta o
moviliza al paciente a hacerlo.
(…) Por lo general el motivo es otro, más serio y más relevante que
el invocado en primer término. Lo denominamos motivo latente,
subyacente o profundo de la consulta.” (Siquier de Ocampo, García
Arzeno, & Grassano, SF.)
En un primer estadio el dolor y el malestar en el paciente se presentan
indefinidos o no se presentan y éste cree no tener nada que ver con ello que le
pasa. Aquí lo que el sujeto hace es hablar sobre lo que lo angustia o preocupa
y quejarse, presenta su queja al analista.
“(...) Queja y sufrimiento son dos cosas distintas (desde el punto de
vista psicológico). Una persona puede sufrir y negarse a toda queja,
o por el contrario, situarse en una posición de permanente queja,
38
que le permita disimular aquello que lo perturba (un posible
síntoma).” (González Vizzi, 2002)
Ahora bien, para hablar de demanda terapéutica es necesario que el sujeto
provoque un giro frente a este escenario que presenta.
“El dirigirse a un analista va a poner en movimiento un proceso que
tenderá a que el sujeto asuma la parte que le corresponde en su
queja, a que se encuentre con lo que no sabe que sabe sobre lo que
le pasa, sobre su síntoma.” (Antonelli, 2006)
Dos cosas deberá resolver el paciente, acompañado por el analista, para pasar
de la queja o motivo de consulta a la demanda.
Por un lado, tendrá que renunciar al goce que toda esta situación le trae
aparejado; no se debe olvidar que el sujeto encuentra en todo este malestar
insoportable algo de gratificación.
Goce no es análogo de deseo ni equivalente a placer para la teoría lacaniana.
Si bien en el lenguaje ordinario suelen aparecer goce y placer como sinónimos;
para Lacan estos términos conservan sentidos diferentes.
El goce es aquello en donde la gratificación y el dolor se fusionan, generando
un malestar placentero para el sujeto. Es también aquello a partir de lo cual el
sujeto conoce su propio cuerpo.
Dice Lacan:
“¿Qué se nos dice del placer? Que es la menor excitación, lo que
hace desaparecer la tensión, la tempera al máximo, por lo tanto
aquello que nos detiene necesariamente en un punto de alejamiento,
39
de distancia muy respetuosa del goce. Pues lo que yo llamo goce en
el sentido en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de
la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña.
Incontestablemente, hay goce en el nivel donde comienza a
aparecer el dolor, y sabemos que es sólo a ese nivel del dolor que
puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de
otro modo permanece velada.” (Lacan, 1966)
Goce es, entonces, el término empleado por Lacan para explicar que el sujeto
encuentra algo de gratificación en su malestar. Con este vocablo se intenta
revelar que en su dolor y fastidio el sujeto puede hallar, siempre, una arista de
placer. Es en términos más freudianos, encontrar placer en el displacer.
“El goce da cuenta de la satisfacción que el sujeto encuentra en sus síntomas.”
(Yosifides & De bortoli, SF)
Por otro lado, y como complemento de esta primera parte, el sujeto deberá
reconocerse en eso que lo aqueja; deberá tomar la queja y hacerla suya,
reconocerse en ella y aceptar que está implicado en eso que le pasa .
“El trabajo sobre la demanda tenderá a que el sujeto se percate de la parte que
le corresponde en las dificultades que le parecían externas, a subjetivar la
queja.” (Antonelli, 2006)
Entonces, es posible definir la demanda terapéutica como: aquello que
sobreviene cuando el paciente, dentro de la terapia, logra abandonar la queja y
genera un cambio de posición subjetiva. Cuando aparece la interrogación por el
sujeto, nace la demanda.
40
Resulta ingeniosa la idea presentada por Thompson et al en su artículo “El
proceso diagnóstico en psicoanálisis” acerca de pensar estas categorías
(motivo de consulta-demanda) y el paso de un estadio a otro como un proceso.
“(…) Un proceso en su expresión mínima, supone:
-Un estado inicial que constituye su primera fase, que en nuestra
clínica remitimos a las modalidades de presentación del
padecimiento subjetivo.
-Un estado posterior que constituye la segunda fase, de la cual el
estado inicial es antecedente.
-Al menos una operación que hace posible el pasaje o sucesión de
un estado a otro.” (Thompson et al, 2006. p. 4)
Así es que, es posible denominar, al igual que los autores, a este proceso de
motivo de consulta-queja-demanda, como proceso diagnóstico.
“Entendemos por proceso diagnóstico (…) el trabajo por el cual el
analista se ubica en el campo transferencial del paciente, para hacer
posible desde allí una manifestación más nítida del síntoma en tanto
expresión de un saber inconsciente que concierne y divide al sujeto
que lo padece”. (Thompson et al, 2006.)
“(…) el sujeto puede en dicho proceso, determinar su participación
inconsciente en la etiología del síntoma que lo aqueja. Es decir,
advertir su implicación en la formación y en el mantenimiento del
mismo.” (Mordoh, Gurevicz, & Lombardi, 2007.)
41
Freud no habla sobre la demanda terapéutica como es definida actualmente,
pero se pueden detectar, con la ayuda de Lacan, en su escrito “Fragmento de
análisis de un caso de histeria” los primeros esbozos de esta temática.
Como es sabido Dora llega a Freud haciendo caso a una orden del padre y,
podría decirse que, sin una demanda formulada: “Todo intento de consultar a
un nuevo médico provocaba su resistencia, y también a mí acudió movida solo
por la palabra autoritativa del padre.” (Freud, 1991.)
Dora es presentada ante Freud como un ser que sufre y que cuenta con una
amplia variedad de síntomas físicos graves que le causan o causaron malestar.
Con el paso de las sesiones la paciente expone ante su analista todo un
escenario de la vida que le causa dolor y malestar y del cual ella es testigo y
víctima.
La autora del presente trabajo hace alusión a dos situaciones: por un lado la
referida a la relación del padre de Dora con la señora K y la entrega de la
paciente al señor K pretendiendo así el silencio del mismo. Por otro lado, la
pertinente al enojo que le generaba a Dora que su padre use las
enfermedades como pretexto para recibir los cuidados de la Sra. K.
En el mismo texto Freud expone:
“Pronto se advierte que tales pensamientos inatacables para el
análisis han sido usados por el enfermo para encubrir otros que se
quiere sustraer de la crítica y de la conciencia. Una serie de
reproches dirigidos a otras personas hacen sospechar la existencia
de una serie de autorreproches de idéntico contenido. Sólo hace
42
falta redargüir cada reproche volviéndolo contra la propia
persona que lo dijo.” (Freud, 1991.)
Quien escribe hipotetiza entonces que, desde un principio, Freud toma la queja
de Dora como válida, acepta el discurso de su paciente y lo aloja sin crítica
alguna; posteriormente le muestra, mediante diferentes intervenciones, cuál es
el papel de la paciente en todo eso de lo que se queja.
Freud, toma el relato de su paciente y la invita a implicarse en todo eso que le
pasa; acepta la verdad que la paciente le lleva y de manera implícita la
presenta frente a la conocida pregunta: “¿Cuál es tu propia parte en el
desorden del que te quejas?”
Lacan denomina este acto de Freud como inversión dialéctica; “(…) ¿Qué son
las inversiones dialécticas?, es la inversión de los enunciados, de las
proposiciones (…)”. (Mansur, Martínez Mansur, & Paz, 2002)
Mediante estas inversiones dialécticas Freud busca generar en Dora una
implicancia subjetiva y una verdadera demanda terapéutica.
“La inversión producida hace bascular la causalidad de la realidad
del Otro hacia el sujeto. Se trata de una rectificación dialéctica,
efecto de resonancia de la interpretación en las coordenadas de su
acción posible y de su responsabilidad subjetiva al hacer surgir al
sujeto allí donde se cree ausente.
La cura consiste en una serie de inversiones dialécticas en las que
se transmuta para el sujeto la verdad y ...que tocan a su posición en
cuanto sujeto del que los objetos son función.” (Mansur et al, 2002)
43
Freud intenta que Dora se reconozca en eso que le pasa, que abandone la
queja, que se encuentre en eso que dice y que su hablar se transforme en
decir. En definitiva, busca que la paciente comience a armar su demanda.
“En “la Dirección de la Cura y los principios de su Poder”, escrito de
1958 donde Lacan interroga el lugar y la función de la interpretación
en psicoanálisis; (…) indica que la rectificación subjetiva, es otro
modo de decir la implicación del sujeto en su propio mensaje como
un presupuesto indispensable al desarrollo del análisis.” (Mansur et
al, 2002)
La Lic. González Vizzi, en su texto “Queja-Demanda-Análisis” comenta que
Lacan introduce el término de demanda enfrentándolo al de necesidad.
La autora del texto explica que cuando un niño nace trae consigo necesidades
vitales que deben ser cubiertas para garantizar su supervivencia. En este
momento el ser humano puede ser equiparado al mundo animal, en donde
cada ser se apropiaría de aquello que le pide su instinto.
Pero como el ser humano es un ser social y se encuentra atravesado por el
lenguaje, debe encontrar las palabras para solicitar aquello que necesita. Así,
la madre del niño, o quién ocupe el lugar de dicha función, interpreta los gritos
del niño y la demanda de satisfacción de la necesidad es codificada.
“El sujeto parte de la necesidad y al ponerla en palabras pasa a ser
demanda; así se coloca en dependencia del otro, lo particular de la
necesidad queda en cierto modo anulado. Lo que realmente le
importa al individuo es la respuesta del otro, independientemente de
44
la apropiación del objeto que podría satisfacerla.” (González Vizzi,
2002)
Entonces, cuando el llanto del niño y la necesidad pasan a ser codificados por
la madre, lo que verdaderamente importa es la respuesta que ésta brinde. La
leche frente al hambre pasa a ser un objeto secundario, lo que verdaderamente
importa es la respuesta que ese otro da frente al llanto, y la necesidad, ahora
convertidos en demanda.
Gómez Ximena escribe:
“Lacan (1958) nos advierte que para hablar de demanda, el grito o el
llanto del niño se deberá transformar en llamado, y esta demanda se
realiza cuando hay otro que reciba e interprete ese llamado y cuando
esas necesidades pasen por el código del Otro, de la madre. (…) la
demanda se dirige al otro y no se centra en un objeto de satisfacción
(al menos no únicamente). Así, cuando alguien se dirige a otra
persona, solicita de ella mucho más de lo que pide.” (Gómez, 2010.)
Además Lacan (1958) le añadirá a esta dualidad necesidad-demanda un tercer
componente, el deseo. Y dirá que demanda y deseo son dos términos
contrapuestos en tanto que la demanda puede ser satisfecha y el deseo no.
Frente a cada demanda que las personas realizan, siempre, queda un resto,
algo insatisfecho, y esto es lo que permite que el deseo exista. El deseo como
tal, nunca se satisface, debido a que lo que el sujeto desea es un estado de
satisfacción absoluta que remite a un estado mítico en el cual no existía noción
de falta.
45
“Cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea de sexo masculino o femenino
nos pide algo, no es del todo idéntico e incluso a veces es diametralmente
opuesto, a aquello que desea.” (Lacan, 1966)
Ahora bien, continuando con esta lógica y para ingresar al momento en que el
paciente llega a consulta; quien narra explicitará lo que Lacan dice en el texto
“Psicoanálisis y medicina”:
“Cuando el enfermo es remitido al médico o cuando lo aborda, no
digan que espera de él pura y simplemente la curación. Pone al
médico a prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es
totalmente diferente, pues esto puede implicar que él esté
completamente aferrado a la idea de conservarla. Viene a veces a
demandarnos que lo autentifiquemos como enfermo; en muchos
otros casos viene, de la manera más manifiesta, para demandarles
que lo preserven en su enfermedad, que lo traten del modo que le
conviene a él, el que le permitirá seguir siendo un enfermo bien
instalado en su enfermedad.” (Lacan, 1966)
Cuando un paciente llega a consulta su pedido es diferente al que podríamos
suponer. Si bien el paciente viene diciendo que lo que espera del tratamiento
es poder finalmente librarse de su malestar, no se debe olvidar que detrás de
esto también está en juego el goce. La mayoría de las veces el paciente no
está dispuesto a renunciar a su goce fácilmente, simplemente por alcanzar su
anhelo de curación.
46
4.4. La demanda terapéutica en la toxicomanía.
Entonces, ¿Cómo se desarrolla el surgimiento de la demanda terapéutica en un
sujeto toxicómano?
Primeramente es importante conocer que, cuando un sujeto se torna
toxicómano desaparece en éste la palabra. El significante se ausenta, queda
anulado por el tóxico.
“Cuando alguien consume drogas, no piensa ni habla. El acto de
consumo no le deja lugar a las palabras. (…) Por la vía del tóxico el
sujeto desaparece dejando en evidencia un cuerpo-organismo, sin
palabras. Un cuerpo sin ropa del lenguaje. No hay posibilidad de
realizar un desfile de significantes. No hay Otro para quien desfilar.”
(Djambolakdjian Torossian, 2007)
Este es el sujeto que le llega a consulta al terapeuta. Un sujeto anestesiado,
vacío de lenguaje, capturado por el silencio.
Los sujetos toxicómanos por lo general consultan cuando hay una falla en su
relación con la sustancia. Algo hace ruido, el tóxico ya no es eso sorprendente
que permite no saber nada del mundo exterior. Se produce una grieta en la
burbuja y el afuera comienza a filtrarse.
Muchas veces los individuos realizan el pedido de ayuda empujados por la
familia, el trabajo o una orden judicial. En estos casos, el deber principal del
psicólogo es detectar si el sujeto involucrado trae otro tipo de demanda además
de la impuesta por el afuera, y en caso de ser así, analizar con qué tiene ésta
que ver.
47
Otras veces, hay un interés personal de pedir ayuda porque todo se ha salido
de control y resulta imposible de manejar; lo que el terapeuta debe discriminar
en estos casos es qué se está solicitando con este pedido.
Por esto, un tratamiento analítico con un sujeto toxicómano requiere de una
serie de entrevistas preliminares en las cuales el objetivo principal es que el
sujeto comience a hablar y que, de a poco, pase del hacer al decir.
En definitiva, el toxicómano llega al consultorio del psicólogo escaso de
palabras y sin algo que se presente estructurado como una demanda.
“De hecho, se podría afirmar que la demanda es justamente lo que
brilla por su ausencia, dado que (…) la pregunta por el saber del
inconsciente queda sofocada ante la omnipresencia de ese goce
autoerótico que representa el consumo exacerbado de la droga.”
(Rengifo, 2007)
El toxicómano no tiene demanda, no demanda nada; inclusive escapa de ésta
e intenta volver a una instancia en donde lo que prima es la necesidad. El
sujeto adicto pretende matar el deseo, al Otro y defenderse de la angustia que
todo esto le genera. No se asume como sujeto de una falta.
“La estrategia del toxicómano se manifiesta como una forma de retorno artificial
al paraíso de la satisfacción de la necesidad, en donde la tensión puede ser
aparentemente reducida a cero…” (Rengifo, 2007)
En este tipo de patología el reto más grande es lograr, antes que cualquier otra
cosa, que surja la palabra.
48
Una vez que el sujeto comienza a hablar, el analista empieza a indagar los
pensamientos e ideas del paciente en relación al consumo y a refutar ciertas
certezas, proponiéndole así un nuevo camino: el de la interrogación.
“(...) en el adicto no hay pregunta, o mejor, no se tiene la intención
de formularla… Lo que se tiene claramente establecido es el saber
sobre una modalidad de goce que no implica ni siquiera el cuerpo
del otro, no hay comercio libidinal, se detenta el saber sobre un goce
maquinal (…)”. (Rengifo, 2007)
Como bien dice Rengifo: en el adicto no hay pregunta. He aquí otro desafío
para el analista: hacer que germine en el sujeto la interrogación por su ser.
Cuando el tóxico comienza a perder terreno, los síntomas aparecen. Los
interrogantes por el ser se incrementan y éstos facilitan el surgimiento de la
demanda terapéutica.
Dice Isella:
“(…) habrá un momento que marcará la entrada en tratamiento, una
vez que el consumo haya cedido lugar a otro tipo de sufrimiento que
no había sido percibido antes como tal (…)
(…) Es necesario que el sujeto se refiera a ello en tanto sujeto
dividido, más aún que transforme ese dato en pregunta, que lo eleve
a cuestión personal” (Isella, 2002)
Cuando el sujeto comienza a decir, a interrogarse y a reconocerse implicado en
lo que le pasa, surge la verdadera demanda terapéutica.
49
“Es posible detectar un punto, que puede marcar la posibilidad de
entrada en el tratamiento en que el sujeto ha podido asumir algo de
su responsabilidad sobre sus actos, cuando la droga comienza a no
alcanzarle para explicar y solucionarlo todo, y además cuando ha
logrado establecer con el terapeuta una relación transferencial que le
permita ir desplegando otro de sus malestares, los originarios, los
que ya estaban antes de la droga”. (Isella, 2002)
Cuando el sufrimiento del sujeto comienza a ser singular y su decir se
vuelve subjetivo, el cambio de posicionamiento subjetivo arranca. Cuando
la droga se corre del eje principal y le cede espacio al sujeto, se empieza
a formular la verdadera demanda terapéutica; en ese momento es posible
pensar que el sujeto ha entrado verdaderamente al tratamiento y piensa
quedarse, al menos por un tiempo.
4.5. El rol del analista durante el armado de la demanda terapéutica.
¿Cuál es la posición del analista frente al cambio de posición del sujeto y la
formulación de la demanda terapéutica?
Frente a esta pregunta es posible tomar las palabras de Gómez Ximena, que
dicen:
“De lo que se trata es que el analista cumpla la función de
representar ese saber que el sujeto no tiene. Si nos demanda
nuestra ayuda, nuestro socorro, es porque él cree que el síntoma es
capaz de decir algo, solamente hay que descifrarlo”. (Gómez, 2010)
Se trata de ocupar el lugar de sujeto supuesto saber y que este dé lugar a la
transferencia.
50
“Al final de esta demanda, la función de la relación con el sujeto
supuesto saber (sujet supposé savoir), revela lo que llamamos la
“transferencia”. En la medida en que más que nunca la ciencia tiene
la palabra, más que nunca se sostiene ese mito del sujeto supuesto
saber, y esto es lo que permite la existencia del fenómeno de la
transferencia en tanto que remite a lo más arraigado del deseo de
saber.” (Lacan, 1966)
El paciente cree plenamente en el saber del psicoanalista, en que éste sabe
acerca de su malestar y conoce perfectamente todo lo que a él le pasa;
considera también que será el analista quién pueda librarlo de su sufrimiento.
Por lo tanto, la tarea del analista es “ocupar ficticiamente” ese rol que le es
demandado. El psicólogo debe tomar el lugar de sujeto supuesto saber, sin
caer verdaderamente en él. Se trata de montar la escena y que el paciente se
sorprenda a sí mismo, escuchando de su propia voz la verdad.
“Lo inesperado, es que el sujeto confiese él mismo su verdad y que la confiese
sin saberlo.” (Lacan, 1966)
Ahora bien, se ha dicho más arriba que el sujeto que llega a un análisis, lo hace
para quejarse sobre lo que le pasa, culpando de todos sus males siempre al
otro. Pero para que haya demanda, y posteriormente análisis, es requisito
primordial, dice Lacan, que acontezca la “rectificación subjetiva”. Es decir, es
necesario que el sujeto deje de quejarse de los demás y que comience a
preguntarse sobre su papel en todo esto, que empiece a implicarse
subjetivamente en eso que dice.
51
Natalia E. Kind en su artículo “La implicación subjetiva en la entrada en
análisis” expone:
“Miller dice que „(…) lo que Lacan llamaba rectificación subjetiva es
pasar del hecho de quejarse de los otros para quejarse de sí mismo.‟
y que „(…) se trata de implicar al sujeto en aquello de lo que se queja
de modo de que aprenda su responsabilidad escencial en lo que
ocurre.‟ En esta línea, agrego, quejarse de sí mismo implica
cuestionarse. Responsabilizarse, preguntarse por la implicación
como sujeto.” (Kind, SF.)
En definitiva, para que haya análisis deberá haber demanda, pero no cualquier
demanda. No alcanza con una mera queja o un simple motivo de consulta.
Para que exista análisis verdaderamente deberá aparecer una demanda real,
demanda en la cual el sujeto se reconozca y esté implicado.
“Se trata de hacerlos entrar por la puerta, que el análisis sea un
umbral, que haya para ellos una verdadera demanda. Esta
demanda: ¿de qué quieren desembarazarse? De un síntoma. Un
síntoma, es curable.
Trato que esta demanda obligue a los analistas a hacer un esfuerzo.
Yo no les prometo ser desembarazados de un síntoma. Porque,
incluso para un síntoma obsesivo, por más severo que sea, no es
seguro que ellos hagan un esfuerzo para salir de él. En esta filtración
hay una apuesta, una parte de suerte.
52
Yo pongo el acento en la demanda. Es necesario que algo empuje.
Y esta demanda no puede ser conocerse mejor; cuando alguien me
demanda esto, lo despido.” (Miller, 2009)
Ahora bien, ¿Puede el analista facilitar o colaborar con el cambio de
posicionamiento del sujeto?
Frente a esta incógnita es posible decir que: se considera significativo, en un
primer momento, que el analista aloje la queja que el sujeto lleva a su
consultorio. Resulta fundamental que el sujeto hable, ya que con el tiempo se
podrá observar que en todo su hablar habrá, conjuntamente, algo del orden del
decir. Así el sujeto no sólo estará hablando, sino diciéndose a sí mismo la
verdad del porqué de su presencia allí.
Paralelamente, y durante todo el proceso, el analista debe recordar la regla
fundamental que versa acerca de la abstinencia y hacer lo imposible por
respetarla.
Es al sujeto a quien le atañe reconocer y hacer suya la nueva posición
subjetiva que aparecerá en el proceso diagnóstico. Por lo tanto, siempre que el
analista opere deberá hacerlo desde el lugar de la transferencia, desde el lugar
de sujeto supuesto saber y no desde un saber exterior y/u ocupando el lugar,
verdaderamente, que el sujeto le demanda.
“Lo que quería decir era que en el análisis, la que trabaja es la
persona que llega verdaderamente a dar forma a una demanda de
análisis. A condición de que ustedes no la hayan colocado de
inmediato en el diván, caso en el cual la cosa está ya arruinada. Es
indispensable que esa demanda verdaderamente haya adquirido
53
forma antes de que la acuesten. Cuando le dicen que comience - y
esto no debe suceder ni la primera ni la segunda vez, al menos si
quieren comportarse dignamente- , la persona que hizo esa
demanda de análisis, cuando comienza el trabajo, es ella quien
trabaja. Para nada deben considerarla como alguien a quien ustedes
deben moldear. Todo lo contrario.” (Miller, 2009)
Por lo tanto, si lo que se desea es colaborar con el cambio de posición del
sujeto, la labor del analista será la de acompañar al sujeto durante todo el
proceso diagnóstico. Permitiéndole, en una primera instancia, depositar la
queja con la que llega e invitándolo, posteriormente, a oírse en su decir. Esto lo
logrará mediante diferentes intervenciones, dependiendo éstas del paciente y la
situación.
Lacan, en cuanto a la tarea del analista dice:
“tiene que responder a una demanda de saber, aunque sólo pueda hacerlo
llevando al sujeto a dirigirse hacia el lado opuesto a las ideas que emite para
presentar esa demanda” (Lacan, 1966)
¿Qué quiere decir “llevando al sujeto a dirigirse hacia el lado opuesto a las
ideas que emite”?
Pues bien, esto no quiere decir que la tarea del analista sea implantar nuevas
ideas en el sujeto, antípodas a las que trae o expresa. Por el contrario, se trata
de hacer que el sujeto preste especial atención a las palabras que presenta y
que encuentre en ellas su verdad; su deseo.
54
4.6. Queja-Toxicómano VS. Demanda-Sujeto.
Como cierre del marco teórico. Se presenta en este apartado la explicación de
la elección de los términos toxicómano y sujeto y la relación implementada con
la terminología de queja y demanda.
La elección e implementación de este juego de palabras (queja-
toxicómano/demanda-sujeto) no es al azar.
En el momento en que un paciente realiza el paso de un estadio al otro,
también asume el paso de una posición subjetiva a otra.
Generalmente, los tratamientos tradicionales para toxicómanos les proponen a
los sujetos identificarse con el significante del “soy toxicómano”; favoreciendo,
según la visión de quién escribe, el estancamiento del paciente en la queja.
El paciente se identifica con este significante y se escuda detrás del mismo.
Desde esta posición se queja por lo que le pasa, por lo difícil que es la
situación que le toca atravesar y se consuela si tiene una recaída o no logra
terminar el tratamiento.
La propuesta desde el psicoanálisis es completamente diferente. Consiste en
correr al paciente de la identificación con el significante “soy toxicómano”, y
esperar que surja- (a través del discurso del sujeto)- la posición que asume
verdaderamente.
“Podemos hablar de sujeto analítico en tanto aquel que puede
implicarse en su propio mensaje, que puede hacer uso de cierto
saber inconsciente del que como dice Freud no sabe que sabe, un
saber del que empero el hombre, nada sabe.” (Kind, SF)
55
Cuando una persona deja de quejarse y se implica verdaderamente en eso que
le pasa, cuando se reconoce en lo que dice y lo asume; en ese momento, deja
de estar nombrado, y de nombrarse, por el vocablo toxicómano, abandona su
posición de paciente, de espera, de objeto sufriente y aparece allí un sujeto.
En ese momento nace el verdadero sujeto; un ser implicado en su decir y
responsable de su sufrimiento y curación.
“El sujeto adviene cuando se produce la apertura entre lo que dice y la posición
que asume respecto a lo que dice: el horizonte de la articulación significante y
allí el sujeto”. (Alfredo, 2003)
Por lo tanto, para que haya demanda previamente debe existir un sujeto que
demande.
Es por ello que se pensó en la analogía de los términos queja-toxicómano y
demanda-sujeto.
Si el sujeto se encuentra eclipsado, anulado detrás del “soy toxicómano” sólo
atinará a quejarse por todas las desgracias que le acontecen por ser adicto.
En cambio, si ve a la adicción como un condimento más en su vida y no como
aquello que lo define en cuanto tal; la identificación con el tóxico queda
invalidada y el sujeto debe empezar a hablar de sí.
A medida que el sujeto advenga, la implicancia subjetiva irá en aumento y la
demanda terapéutica empezará a tomar forma.
En resumen, propiciando el abandono de la queja y corriendo al sujeto de la
identificación con el vocablo “soy toxicómano” se fomenta la aparición del
verdadero sujeto y la formulación de la demanda terapéutica.
56
5. Marco metodológico:
Tema:
“De la queja del toxicómano a la demanda del sujeto” Una experiencia clínica
en la Comunidad de Día del Programa Cambio.
Pregunta-problema:
¿El enfoque de trabajo utilizado en la primera fase de la comunidad de día del
programa cambio, propicia o no el paso de la queja toxicómana a la demanda
subjetiva?
Nivel de la investigación:
La metodología seleccionada para la construcción del presente trabajo ha sido
la perteneciente al modelo cualitativo, ya que se las estructuras de
significación contextuales fueron recolectadas, por la propia investigadora, a
partir de la inserción y participación de ésta en la trama social.
El trabajo sostuvo un carácter descriptivo, debido a que el propósito del mismo
ha sido representar una situación social grupal, tal como se desarrolló, y
generar una pregunta-problema e investigación en torno a ésta.
A su vez la investigación ha sido no experimental porque no existió ningún tipo
de manipulación premeditada sobre las variables, y de carácter transversal,
pues se trabajó durante un tiempo acotado y en un contexto determinado.
Población:
La población está definida por el grupo de pacientes de la fase A de la
Comunidad de Día del Programa Cambio, que transitaron el espacio entre
57
mayo y noviembre del año 2013. Debido a que el grupo presentaba la
característica de ser abierto, resulta difícil estimar el número concreto de
pacientes que transcurrieron por el espacio durante el lapso de tiempo
detallado pero es posible estimar el número de integrantes en un promedio de
15 pacientes.
Instrumentos utilizados:
Las técnicas cualitativas implementadas para la recolección de datos y el
armado de la investigación han sido la observación participante, ya que se
observa el fenómeno siendo parte de él y el recorte de viñetas clínicas
provenientes del registro de campo.
El registro de campo o diario de campo es un instrumento o herramienta de
investigación en donde quedan asentados todos aquellos sucesos
considerados importantes y susceptibles de investigación para el observador.
El recorte de viñetas clínicas refiere a la selección y transcripción de ciertas
situaciones reales acontecidas en el campo de estudio, que pretenden ser
analizadas por la investigadora.
La selección de las viñetas clínicas ha presentado un estilo aleatorio; es decir
que fueron elegidas al azar, sin seguir ningún tipo de patrón o lineamiento afín.
Técnicas de procesamiento y análisis de datos:
Se han elaborado categorías de análisis para la división y presentación de los
diversos tipos de quejas toxicómanas presentadas en el trabajo.
58
La creación de dichas categorías facilita al investigador pensar acerca de los
diversos tipos de quejas existentes dentro de los discursos presentados,
ordenarlos gradualmente y presentarlos al lector de un modo sencillo y claro.
Estas categorías corresponden a: queja inicial, queja en posición de víctima y
queja con angustia.
La elaboración de las categorías de análisis se ha realizado a partir de
patrones en común que se extrajeron de las viñetas clínicas utilizadas.
Se ha creado un cuadro expositivo donde se presentan los recortes de los
planteos iniciales de los pacientes, las intervenciones terapéuticas efectuadas y
las respuestas otorgadas por los pacientes, divididas en las categoría de
análisis previamente nombradas.
El cuadro permite un análisis general y particular de las viñetas clínicas, así
como la comparación de éstas dentro de cada nivel de análisis y un cotejo
global del contenido de las tres categorías.
59
6. Desarrollo:
Para poder estudiar si el modelo de trabajo utilizado en la fase A del
tratamiento de la comunidad de día del Programa Cambio propicia o no el paso
de la queja toxicómana a la demanda del sujeto, es primordial conocer cómo
trabaja la comunidad de día y cuál es el modo de abordaje que utiliza. Por tal
motivo, a continuación, se presenta una breve descripción acerca de la
dinámica de trabajo y el modelo terapéutico implementado por la comunidad de
día.
Con el fin de analizar el discurso de los sujetos integrantes del grupo
terapéutico de la fase A de la comunidad de día del Programa Cambio,
seguidamente se presentan y describen fragmentos de sus decires. Para su
mejor comprensión y estudio, dichos fragmentos se dividen en categorías de
análisis previamente elaboradas y se exhiben en un cuadro expositivo.
Posteriormente se presenta el análisis de dicho material.
6.1. La dinámica de trabajo y el modelo terapéutico de la Comunidad de Día:
La Comunidad de Día es un dispositivo de trabajo terapéutico para mayores de
18 años de edad. Los pacientes asisten de lunes a viernes de 08:00hs a
16:00hs, realizando diversas actividades de convivencia, talleres socio-
laborales, tareas recreativas y grupos terapéuticos.
El dispositivo está dividido en 3 fases: A- B- C. La fase A o de “Adaptación”
tiene como eje central el logro y sostenimiento de la abstinencia,
problematización del consumo, incremento de la motivación, incorporación de
normas y pautas del tratamiento. Además se espera que durante esta fase los
60
pacientes aprendan a utilizar, e incorporen a sus vidas, las herramientas
terapéuticas que se les brindan y enseñan desde el programa.
Durante la fase B o de “Tratamiento” se busca profundizar en la problemática
personal de cada paciente asociada al consumo de sustancias. Se intenta
ahondar sobre temas relacionados con la conflictiva individual y familiar, con el
fin último de intentar dilucidar qué es lo puede estar condicionando el
sostenimiento de conductas adictivas. Además se pretende que el paciente
pueda formar y sostener otras redes sociales de contención más saludables.
La fase C o de “Reinserción Social” pretende promover el desprendimiento
progresivo del sujeto al contexto institucional, y la reinserción de éste en lo
social. Se busca que el paciente elabore futuros proyectos saludables y
comience a pensar su vida fuera de la institución.
Las tres fases cuentan con un grupo terapéutico particular, en dónde se invita
al paciente a comentar cómo se encuentra frente al consumo, qué siente y
piensa al respecto y cómo sobrelleva su abstinencia. Es allí donde se espera
que los pacientes comenten sus recaídas y traten inquietudes personales. El
propósito de la comunidad de día es que el paciente logre su alta, habiendo
pasado por las 3 fases del tratamiento y cumplido con los objetivos de cada
una de éstas. La meta final es la reinserción social.
El dispositivo presenta una serie de “pasos a seguir” durante el tratamiento y
promete éxito seguro si éstos se cumplen.
Desde el inicio la abstinencia se presenta como el eje central del tratamiento de
todos los pacientes. Es fundamental su sostenimiento si lo que se desea es
alcanzar el alta.
61
Por esta razón, durante toda la fase A los pacientes conocen y aprenden
diversas herramientas, normas y/o pautas que contribuyen con dicho propósito.
Así, por ejemplo, durante la primera fase del tratamiento los pacientes se
instruyen sobre los puntos de apoyo, y deciden quienes son las personas
destinadas a ocupar ese lugar en su tratamiento.
“Puntos de apoyo” es una figura terapéutica creada por el Programa Cambio
que hace referencia a una persona de confianza del paciente, generalmente
familiar o amigo, que se compromete a acompañar al sujeto durante el
tratamiento y sostenerlo en los momentos más críticos. Es una persona a la
que el paciente puede recurrir siempre que se siente con deseos de consumir y
con la que puede conversar sobre lo que le pasa. A su vez es quien se
encarga de recordarle al paciente ciertas pautas y normas del tratamiento y
quien en muchas ocasiones impone normativas y decide por él.
También, durante el primer tiempo de tratamiento, se le indican al sujeto los
lugares que se consideran “de riesgo” y se le explicita que no es conveniente
que asista a los mismos. Se le dan ciertas indicaciones acerca del uso y/o
manejo del dinero y se le recomienda no frecuentar amigos de consumo, no
utilizar el celular, ni realizar actividades que puedan despertar las ganas de
consumir.
Conjuntamente con esto, el paciente debe sujetarse y respetar las normas
dispuestas por la comunidad para el mantenimiento del orden dentro de la
misma.
Así pues, es posible decir que el modelo de abordaje de la comunidad se
sostiene bajo la idea de que, el progreso del paciente se da a medida que éste
62
incorpora en su vida las herramientas que el dispositivo le ofrece y mientras
aprende a administrarlas de manera correcta; por lo tanto el éxito depende,
para este modelo de trabajo, del sujeto, su motivación y compromiso para con
el tratamiento y, sobre todo, del seguimiento y cumplimiento estricto de las
normas y/o sugerencias presentadas.
Para este tipo de abordaje no es necesario que el sujeto esté dispuesto a
hablar sobre sí ni pensar-se. El requisito fundamental es que esté preparado
para cumplir con las pautas que se le ofrecen.
Esta concepción se traslada a los grupos terapéuticos de la fase A, en donde
los pacientes informan cómo se sienten dentro del tratamiento y cómo se
encuentran respecto al consumo y la abstinencia. A su vez, los profesionales
intervienen recordándoles las herramientas que pueden utilizar para sostenerse
firmes en su decisión de abandonar el consumo y cuáles son las normas y
sugerencias de la comunidad para cada situación.
El modelo establece que, si el paciente se atiene a las normas e indicaciones
de la comunidad y sabe hacer un buen uso de las herramientas que se le han
ido enseñando, llega a la fase C y a su alta sin dificultades.
En caso de que el paciente se presente confundido o no esté cumpliendo con
el proceso del modo adecuado, los profesionales pueden optar por
suspenderlo. El propósito de dicha suspensión está basado en brindarle al
sujeto un espacio personal y reflexivo para que evalúe su posición dentro del
tratamiento y medite sobre cómo se encuentra y si verdaderamente su decisión
sigue siendo dejar el consumo. En caso de que el paciente decida continuar en
el proceso, verbalmente se le solicita que asuma un re-compromiso con el
63
tratamiento y con el grupo de pares prometiendo dar lo mejor de sí mismo y
cumplimentar las indicaciones de tratamiento que la comunidad le ofrece.
Si ocurre que el paciente decide no continuar con el tratamiento, se procede al
cierre del mismo.
6.2. Categorización de los discursos toxicómanos.
Con el fin de ordenar al lector seguidamente se presentan las categorías de
análisis generadas para la elaboración del presente escrito.
Estas categorías se crean a partir de la selección de 3 patrones repetitivos
presentes en los discursos toxicómanos reseñados. Mediante el análisis de las
viñetas clínicas reseñadas resulta posible distinguir diversos tipos de quejas
toxicómanas figuradas en los discursos extraídos que denotan una especie de
gradiente. Así es como se piensa en la posibilidad de ordenar los discursos
toxicómanos bajo categorías de análisis que denoten estos tipos de quejas
toxicómanas y representen la graduación observada; esta última depende del
alejamiento o la cercanía de los planteos iniciales de los pacientes en relación
a la demanda terapéutica (Inicial, en posición de angustia y con angustia).
El fin de la formulación de las categorías de análisis es dividir y ordenar los
discursos clínicos reseñados, para facilitar y aclarar el análisis del material
clínico y colaborar con la comparación de datos. A su vez, este modo de
presentación y organización del material simplifica la comprensión del lector.
El carácter gradual de las categorías de análisis permite discernir y diferenciar
los diversos tipos de quejas presentes en la multiplicidad de discursos
reseñados y facilita el análisis y la comparación tanto de los diversos tipos de
64
quejas, como de las intervenciones aplicadas en cada instancia y las
respuestas recibidas.
A partir de estas categorías se podrán ordenar y describir los diversos tipos de
quejas formuladas por los pacientes durante la primera etapa del tratamiento,
contribuyendo a analizar si el modelo de trabajo utilizado durante la fase a del
tratamiento propicia o no el paso de la queja toxicómana a la demanda del
sujeto.
Categorías de análisis creadas:
*Queja inicial: hace referencia a las primeras quejas y dichos expuestos por los
pacientes. En éstas se versa sobre sucesos externos que generan malestar en
el sujeto. El paciente se queja y pone en tela de juicio, sobre todo, lo referido al
tratamiento. El grado de responsabilidad sobre lo que le pasa es nulo y la
posibilidad de pensar sobre lo que le sucede también.
*Queja en posición de víctima: el sujeto culpa a algún suceso de su vida o a
alguien en particular, generalmente de su círculo familiar, por la situación en la
que se encuentra. El consumo en este momento comienza a pensarse como un
problema, pero ocasionado por una causa externa, por algún acontecimiento
que se impuso frente a sí y lo hace sufrir. El paciente no se responsabiliza por
lo que le pasa.
*Queja con angustia: en esta etapa se comienza a manifestar la angustia en el
sujeto; inclusive muchas veces es nombrada por él mismo. El consumo aún
sigue siendo un problema ocasionado por un factor externo, aunque el sujeto
puede comenzar a reconocerse responsable de ciertas acciones. En este
65
momento, el paciente no se muestra interesado en saber sobre lo que le pasa
ni se pregunta sobre el porqué de tanta angustia, o lo hace tímidamente.
6.3. Presentación de las viñetas clínicas seleccionadas.
Se ha desarrollado la creación de un cuadro expositivo y comparativo en el cual
figuran 15 viñetas clínicas, divididas en sus correspondientes categorías de
análisis.
Este cuadro permite el análisis particular de cada planteo inicial formulado por
el paciente y su correspondiente intervención; además facilita la lectura global
sobre los diversos tipos de intervenciones efectuados en cada categoría y la
comparación de éstas a partir del nivel de análisis en el que se efectúan. A su
vez permite observar y estudiar las respuestas de los pacientes generadas a
partir de las intervenciones terapéuticas realizadas.
La creación del cuadro tiene como objetivo principal ordenar y dividir los
planteos iniciales de los pacientes, para posteriormente observarlos en
contexto con las intervenciones terapéuticas y las respuestas obtenidas.
El presente esquema es uno de los principales ejes del trabajo; a partir del
estudio teórico del mismo, es posible arribar a la conclusión acerca de si el
modelo de abordaje propuesto por la comunidad de día del Programa Cambio
propicia o no la demanda terapéutica.
Tipo de queja
Planteo inicial del paciente
Intervención
Respuesta del
paciente
“Es que mi hermano ahora me sacó todo. El celular, la plata, todo. No puedo hacer nada… y eso me re
“Esas son sugerencias que se les hacen desde el programa. Es mejor el primer tiempo
“Si ya sé. Pero yo ya soy grande como para no poder tener ni un peso, no me puedo
66
A) INICIAL molesta… no sé si voy a aguantar así…”
que ustedes no manejen dinero para que consumir les sea un poco más difícil. De todas maneras esto es por un tiempo.”
comprar nada… para todo tengo que pedirle a él. No sé, no sé si voy a aguantar así...”
“La verdad es que no sé qué quiero… porque sí, la cocaína me hace mal… pero no sé si quiero dejar todo… como que acá no te dejan ni tomar alcohol. Yo siempre tomé alcohol, toda mi vida. Mi problema no es con el alcohol. ¿Por qué no puedo tomar? No entiendo.”
“Nosotros trabajamos con abstinencia total. Así son las reglas del tratamiento, porque lo que se propone no es una reducción de daños sino que dejen de consumir. Cuando terminen el tratamiento pueden decidir que elección hacer en cuanto al alcohol, ahora, mientras están en tratamiento se les pide la abstinencia de alcohol también.”
“Pero yo no soy alcohólico. No tengo problemas con eso. ¿Por qué tengo que dejar de tomar alcohol? Si nos dejan fumar tabaco, ¿por qué no tomar?”
“Yo los único que les digo es que no voy a dejar de ir a la cancha. Ya mi vieja me dijo el otro día que de acá le habían dicho que no podíamos ir a la cancha… yo le dije que se olvide, yo a la cancha voy a ir… sino no vengo más.”
“La cancha es un lugar de agite para vos… por eso no está bueno que vayas ahora. Todavía no podes controlar los agites y si vas lo más probable es que termines consumiendo o que vuelvas muy agitado a tu casa y pases un momento que no esté bueno para vos.”
“Siempre voy a la cancha. ¡La tengo al frente! Ya escuchar el ruido de la cancha me agita. No voy a dejar de ir por eso. Yo lo puedo manejar.”
“No entiendo por qué me dicen que ver a mis amigos no me ayuda… mi mamá se pone hartante con eso, no sé qué le dicen acá en las reuniones… pero no quiere que salga a ningún lado… esto así no me cierra mucho. Es un cambio muy grande el que me piden.”
“Es una sugerencia, como muchas de las que hacemos desde acá. De a poco vas a ir pudiendo entender por qué les sugerimos estas cosas y lo importante que es que las cumplan. Es por ustedes, porque estas situaciones generalmente los agitan.”
“Sí, por eso… de a poco. No puedo dejar todo de un día para el otro. Aparte son mis amigos; yo no quiero dejar de verlos.”
67
“Es que yo tengo 20 años… entendes? Y me gusta salir a bailar, tomar algo… divertirme. Tampoco veo tan mal el tomar alcohol o fumarse un porro, no es lo mismo que tomar…y acá ponen todo igual… ya la abstinencia no te vale si tomaste un vaso de cerveza.”
“Ya sé, yo puedo entender lo que te pasa porque fui joven también… pero así se trabaja desde acá. Además tenes que pensar que sos joven querido y que esto es transitorio… tenes mucho tiempo para salir y divertirte. Ahora lo que tenes que hacer vos es poner las cosas en una balanza y ver qué es lo más importante para vos… si lo que queres es terminar el tratamiento, bueno… vas a tener que dejar todo eso de lado por un tiempo.”
“Sí, ya sé... pero así es muy duro. Me vas a decir que a mi edad vos no salías? Y no te gustaba divertirte?... Bueno, por eso... entendeme.”
B) EN POSICIÓN DE VÍCTIMA
“Yo no sé cuánto tiempo más voy a estar sin consumir, me pone mal llegar a mi casa y ver a mis tíos que discuten todo el día. Aparte me tratan como si fuera mi primo a veces y eso me pone mal, porque yo lo re quería a mi primo… pero yo no soy él… esta situación me re agita.”
“Vos ahora tenes que intentar sostener tu abstinencia y pensar en lo que queres… enfocarte en el tratamiento. A lo mejor podes hablar con tu hermano y decirle esto que te pasa y ver si te podes ir a vivir a otro lado… o volver a tu casa y salir de ese lugar que hoy te afecta.”
“Sí, ya sé… pero es difícil sostener la abstinencia así. Aparte no quiero cargar a mi hermano con todo. Ya soy grande yo. Además es el único lugar que tengo ahora para estar. Ya veré.”
“Me hace mal ver a mis hermanos que se tienen que ocupar de mí, ya demasiado tienen con las cosas que vivimos por mis viejos en el pasado. Y me pongo más mal cuando siento que quiero consumir… siento que los voy a defraudar y más ganas de consumir
“A lo mejor podes usar a tus hermanos como punto de apoyo. Hablar con ellos cuando estás mal o agitado y no quedarte solo pensando en todo esto… ellos pueden ayudarte a superar los momentos de agite.”
“Sí, puede ser… pero no quiero cargarlos con algo más… yo soy uno de los más grandes y al final me cuidan ellos a mí. No se, me pone mal todo esto… y sentir que los voy a defraudar”
68
tengo.”
“Cuando estoy bien y sin ganas de consumir viene mi vieja y me empieza a preguntar cosas… y me dice que me pasa y seguro empezamos a discutir, porque siempre nos llevamos mal, entonces ahí me dan ganas de consumir.”
“A veces ustedes dejan grietas abiertas que les sirven de excusa para consumir… vos ya sabes que te llevas mal con tu mamá y yo creo que hasta buscas a veces las peleas para después tener un motivo para consumir. Es algo muy frecuente que dejen puertitas abiertas... por las dudas.”
“No, no. Es insoportable. Yo le digo que no me hable, que sabe que me agita… pero busca el momento para venir a pelearme. No es porque yo deje ninguna puertita abierta. Es ella.”
“Yo sé que mi consumo se relaciona con mi viejo… él no me llama nunca, ahora no lo veo desde el año pasado… y siempre que aparece o me llama, estoy bien en el momento y después se va y me cuelgo pensando en él y el pasado y lo único que quiero es ir a estrellarme contra una bolsa y dejar de pensar.”
“¿Y no hablas con nadie de esto? Tienen que apoyarse en los puntos de apoyo que para eso están chicos… cuando se agitan tiene que poder ir a hablar con sus puntos de apoyo y decirles lo que les pasa.”
“No. Si no tengo punto de apoyo. Con mi vieja prefiero no hablar porque es peor y mi hermano está en la suya… él también tiene sus cosas… y nada, por eso prefiero irme con mis amigos a la plaza y tomarme una bolsa.”
“el “x” no me ayuda… nunca me ayuda… yo me tengo que ocupar de los chicos, de llevarlos al jardín, de todo… además él se va de casa y no vuelve en todo el fin de semana… y si yo me quedo sola y pienso en esto de los chicos y todo me pongo mal y voy a comprarme algo para no tener que pensar en nada un rato”.
“Lo que podes hacer es hablar con él y pedirle que te ayude… decirle lo que te pasa y que vos necesitas que te ayude… él es el papá de los chicos y se tiene que ocupar también porque es lo que corresponde… Otra cosa que podemos hacer es ver sino de hacer una excepción para que llegues un ratito más tarde los días que tenes que llevarlos al jardín, así no faltas.”
“¿Qué le voy a decir si no le importa nada? Anda todo el día drogado. Ni él le importa. Bueno, si puedo llegar más tarde podría venir más me parece…”
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C) CON ANGUSTIA
“Yo sé porque empecé a consumir, tiene que ver con algo de mi vida personal. Pero eso no lo quiero contar ahora… y hasta acá llegué porque ya estoy por ponerme a llorar y eso no me gusta”.
-“Está bien. No hace falta que nos hables de eso ahora. No es necesario en esta fase. A estas cosas más personales las pueden contar si quieren, sino acá nadie los va a obligar a hablar de lo que no quieren.”
“Sí. No quiero hablar de eso. No sé, tal vez más adelante pero no sé”.
“Ahora que estoy de cara me empiezan a caer muchas fichas… y no sé si quiero estar de cara para enfrentar ciertas cosas. Me cuesta. Yo pasé por cosas muy duras en la vida, ya lo he dicho un par de veces… pero no quiero hablar de eso porque me pone mal”.
“Bueno, cuando sientas que lo queres compartir con el grupo podes hacerlo… y si no podes pedir un coloquio individual para hablarlo con alguno de los terapeutas si este tema te agita o algo… por ahora no vamos a hablar más de esto… quién quiere seguir?”
“Sí. Lo voy a pensar. Gracias”.
“Yo sé que empecé a consumir después de que pasó una cosa en mi familia. Ya lo dije alguna vez… tengo una hermana discapacitada y a mí eso me hace mal… desde que pasó lo que pasó en mi casa yo consumo… pero bueno…eso lo hablaré más adelante… no hablo más porque ya estoy por llorar…”
“Está bien. No es necesario que lo cuentes ahora. Ahora lo importante es la abstinencia, para hablar de esto ya habrá tiempo…”
“Sí. No me gusta hablar de eso. No sé si voy a contarlo.”
“Me da miedo pasar de fase… temo hacer algo para no hacerlo. Allá arriba se habla de otras cosas… me da miedo y me pone mal. No sé si quiero hablar de esas cosas…a mí no me gusta
“Tenes que estar tranquilo… en la otra fase no se obliga a nadie a hablar sobre lo que no quiere… el límite lo ponen ustedes. Y si de algo
“Ah, bueno. Entonces va a ser como acá. Así sí.”
70
hablar mucho… menos de mis cosas del pasado”
no quieren hablar no hablan.”
“Yo sé que soy responsable de lo que vivo hoy… de que mi hija me odie y otras cosas que tienen que ver con mi pasado… pero bueno, ya veré como voy resolviendo eso… ahora tengo que sostener la abstinencia… de lo otro no quiero hablar mucho porque me hace mal”.
“Sí, eso es lo importante ahora… sostener la abstinencia… y que no pienses mucho en estas cosas de tu pasado que te agitan. Ya vas a tener tiempo para pensar en eso…”
“Sí, ahora no estoy listo para eso. Me tengo que ocupar de la abstinencia…”
6.4. Análisis de las viñetas clínicas.
En este apartado se efectúa un análisis teórico sobre el material de campo
recogido y categorizado en el cuadro antes presentado.
Se pretende lograr así un análisis profundo de las intervenciones terapéuticas
efectuadas y las respuestas de los pacientes frente a éstas -ambas presentes
en el cuadro previamente expuesto. (Pág. 59)-.
El fin de dicho propósito es el de investigar, si el modelo de trabajo utilizado en
la fase A de la comunidad de día del Programa Cambio, propicia o no la
formulación de la demanda terapéutica.
Como ya se ha dicho, el propósito de la Comunidad de Día es que el paciente
alcance su alta; como meta final aparece siempre la reinserción social. La
abstinencia se presenta, en todo momento, como eje central del tratamiento.
Durante la fase A del tratamiento, los pacientes incorporan herramientas y
sugerencias que contribuyen con dichos propósitos.
71
El progreso del paciente se verá reflejado e impulsado por la motivación y el
compromiso de éste y por su capacidad para incorporar a su vida diaria las
herramientas y sugerencias ofrecidas por el dispositivo.
A partir de este modelo de trabajo es que los profesionales intervienen con los
pacientes; y son las intervenciones las que hacen posible que el tratamiento se
cumpla siguiendo los parámetros pre-establecidos inicialmente. Es fundamental
por ello que éstas se ejecuten del modo adecuado y en el momento justo.
Paralelamente, se considera sumamente importante analizar la manera en que
se interviene, porque es posible que, si esto no se hace del modo adecuado, se
opaque el camino del sujeto hacia la interrogación y la posibilidad de
surgimiento de la demanda terapéutica se vea truncada.
También es interesante estudiar las respuestas brindadas por los pacientes ya
que son producto directo de las acciones terapéuticas previamente efectuadas
y son las que denotan el resultado ocasionado por las intervenciones
terapéuticas.
A continuación se puntúan algunas apreciaciones extraídas de la lectura y el
análisis del cuadro expositivo; se presentan primero observaciones de carácter
general y luego algunas más precisas.
La primera observación global que surge al estudiar el cuadro permite
considerar que las intervenciones, que se realizan desde el equipo terapéutico,
no facilitan la interrogación del sujeto ni propician su apertura. Se puede ver
como de una manera u otra, a través de las intervenciones, siempre se le
otorga a los sujetos una respuesta, por lo tanto no se brinda espacio para la
72
pregunta y se anula todo tipo de interpelación que se pueda llegar a presentar
en el sujeto.
Según la postura de trabajo sostenida en la primera fase de la comunidad al
paciente se lo educa. Desde un principio se le enseña cómo proceder frente a
cada situación y cuáles son los pasos a seguir para alcanzar el bienestar. El fin
último será guiar al paciente para que éste alcance la meta propuesta, su
reinserción social.
En este tipo de abordaje no se le propone al paciente que piense sobre lo que
dice y/o hace; más bien, se le ofrece un protocolo a seguir, que promete, en
caso de ser cumplido, alcanzar el alta.
Se puede decir entonces que, desde esta perspectiva de trabajo, la clínica que
se le propone al sujeto puede ser nombrada, siguiendo las ideas de Tarrab,
como la clínica del consumo.
Dice Mauricio Tarrab:
“Una clínica del consumo es antianalítica, porque instala a los sujetos en
categorías que los torna de inanalizables al descargarlos de responsabilidad
por sus prácticas y sus goces.” (Salamone, Galante, Naparstek, & Mabel,
2008)
Y si se les quita responsabilidad por sus prácticas y sus goces, no hay
rectificación subjetiva posible, por ende, tampoco habrá demanda subjetiva.
Para que surja la demanda es necesario que el sujeto se implique, que asuma
que no está exento de responsabilidad en eso que le pasa y que comience a
73
cuestionarse. Ahora, ¿cómo lograr que el sujeto se involucre, si se le ofrece
una clínica que lo disculpa por sus actos?
Una clínica que interviene diciendo, “al final del proceso ustedes podrán
decidir” no es una clínica que empuje al sujeto a implicarse subjetivamente.
Si no se le da al sujeto la opción de pensar y optar por el camino que desea
recorrer, tampoco se le brinda la opción de generar ruptura y apertura. No darle
lugar al pensamiento y la duda es, también, no abrir el camino hacia nuevas
preguntas.
“…en las concepciones que sostienen las diferentes clínicas del consumo, lo
que predomina es una sanción moral que paradójicamente des-responsabiliza
a los sujetos, los disculpa de su responsabilidad”. (Salamone et al. 2008)
Si se le dice al sujeto quién es y qué debe hacer, no hay pregunta posible
sobre el ser que se vislumbre en el horizonte.
“La subjetividad del paciente es anulada, ya sea porque la demanda
explícita del individuo es respondida de manera inmediata, o bien
porque es ignorada y combatida con un tratamiento que reforma y
prohíbe en su intento de bloquear los pensamientos.” (Parker, 2011)
Una segunda apreciación general que se realiza al visualizar el cuadro es que
las intervenciones son aplicadas de manera indistinta, sin tenerse presente la
etapa particular que atraviesa el paciente ni la posición que presenta cada
sujeto en cuanto a la queja.
Si se analizan detalladamente las intervenciones, resulta simple distinguir que
todas presentan un estilo similar aun perteneciendo a diferentes categorías de
74
análisis (A-B-C). Es posible ver como se repite, de cierta manera, una especie
de speech en todas las intervenciones.
Esto permite entrever que el nivel de profundidad de las intervenciones
terapéuticas es siempre el mismo; por lo que es posible pensar también que,
interviniendo de este modo, no se busca calar hondo en la vida del sujeto
durante el tratamiento.
Se puede hipotetizar que esto se debe a que, desde el modelo de trabajo
utilizado en la comunidad, se sostienen ciertos patrones y maneras posibles de
intervenir que son factibles de aplicar en situaciones similares.
Existen “x” cantidad de maneras de responder para “x” cantidad de situaciones.
No importa el sujeto ni su situación particular, el modo de accionar e intervenir
frente a una situación “x” siempre debe ser el mismo.
¿Y el sujeto?, ¿y su subjetividad?
“La singularidad del sujeto es con lo que trabajamos desde el
psicoanálisis. Esto significa que un tratamiento estándar y su
implementación rutinaria no sólo traicionarían la posición ética del
analista, sino que invitarían a cada analizante a traicionarse a sí
mismo.” (Parker, 2011)
Esto hace pensar en la idea de que dentro del dispositivo mismo se
conceptualiza al paciente como un no-sujeto, y desde allí se interviene
respetando esta ausencia. No hay sujeto, no hay subjetividad. El sujeto y su ser
están eclipsados por la droga, son a partir de ésta; entonces: “si no hay sujeto,
¿para qué tenerlo en cuenta?”
75
Si no se abre un espacio para el nacimiento de la subjetividad, si se la avasalla
mediante las intervenciones y si no se le permite al sujeto decidir su camino,
¿Cómo nacerá éste?, ¿Cómo advendrá la implicancia subjetiva y surgirá la
demanda terapéutica?
Es fundamental el requisito psicoanalítico del caso por caso y la premisa de la
abstinencia del terapeuta; no existe otro modo de trabajo si lo que se pretende
es respetar la subjetividad del paciente y brindarle un espacio al sujeto.
Fernandes y Ribeiro (2013) citan a Lacan y exponen que quien dirige el
tratamiento es el analista, mas eso no significa decir que el analista dirige al
analizante.
Otra crítica integral que resulta posible ejecutar al visualizar el cuadro, se
relaciona con el uso que se hace del lenguaje dentro del enfoque terapéutico
utilizado por la comunidad de día.
A partir del material que nos presenta el cuadro -(planteos iniciales de los
pacientes, intervenciones terapéuticas y respuestas de los pacientes)-, es
posible inferir que se emplea el lenguaje sin prestársele atención a las
ambigüedades que de éste pueden surgir. Por lo cual, es posible determinar
que desde este tipo de abordaje se sostiene la creencia de que el lenguaje
puede ser interpretado de una manera simplista, directa y objetiva.
“A diferencia del modelo de Comunidad Terapéutica, el psicoanálisis
considera en primer plano la noción de sujeto en la práctica clínica,
que dependerá siempre del lenguaje. Existe una singularidad dada
por el “decir” del paciente y la posición que éste asume respecto de
sus dichos. Esta noción de sujeto conduce a resaltar la importancia
76
de la palabra del paciente y su subjetividad en la definición del
problema. Recoge el significado personal e intrínseco de la adicción
como vivencia no clasificable ni aislable de quien la presenta y,
justamente es en esta significación dónde el sujeto se afirma como
tal” (Soto Fortuny, 2011)
¿Cómo no hacer uso del lenguaje si es allí donde es posible distinguir la
posición que el paciente asume frente a sus problemas y donde se puede
captar la forma en que se nombra y es nombrado? A través del lenguaje resulta
factible vislumbrar algo de esa verdad oculta que el paciente trae a consultorio.
El discurso que el paciente expone, expresa más de lo que se puede oír. Si se
lo escucha con detenimiento, prestándosele atención, se encuentra siempre un
decir único y subjetivo.
No todo decir del paciente debe ser tomado y pensado de manera literal y
objetiva.
A su vez, no se debe olvidar que a través del diálogo del paciente con el
analista, éste puede empezar a oír y cuestionar su decir.
La verdad reside en el paciente, él ya la sabe aunque no lo sepa; lo que el
terapeuta hace es acompañarlo en su búsqueda.
Y para que el paciente entienda el peso que tienen las palabras que dice, el
primero en creer en ello debe ser el analista.
Como cuarto punto de análisis, y debido a su reiterado nombramiento dentro de
las intervenciones, es interesante considerar y analizar la herramienta de
trabajo denominada como “puntos de apoyo”.
77
Desde el parecer de la autora, esta figura de “punto de apoyo” refuerza la idea
de “el tóxico como centro de todo”, ya que el fin de dicha representación es que
el sujeto tenga con quién hablar, en quién apoyarse, cuando aparecen en él
ganas de consumir; por ende, todo gira en torno de un mismo objetivo, evitar la
droga.
Por otro lado esta imagen vigoriza la idea del paciente como un sujeto
irresponsable. Al designársele un punto de apoyo que lo “ayuda a decidir”, se le
quita al sujeto responsabilidad sobre sus elecciones y acciones y se lo coloca
en el lugar del adicto irresponsable que no puede decidir sobre sí.
Promulgándose así la irresponsabilidad del sujeto y el no hacerse cargo de las
elecciones personales que lo han llevado a donde está.
Hasta aquí se han presentado ideas generales posibles de encontrar, en un
análisis holístico del cuadro.
Ahora bien, si se hace una lectura más detallista de lo expuesto en el cuadro;
es posible extraer ciertas frases presentes dentro de las intervenciones clínicas
que suscitan a pensar algunas cuestiones terapéuticas.
Es posible comenzar con un extracto que invita a la reflexión y el estudio de los
mandatos terapéuticos impuestos por la comunidad y hace pensar sobre la
toma de decisión del sujeto toxicómano.
Véase el siguiente recorte:
-“Cuando terminen el tratamiento pueden decidir qué elección hacer”.
78
Esta frase grafica, de manera concreta y simple, una de las sugerencias del
tratamiento de la comunidad: las decisiones y elecciones vienen después; fuera
del tratamiento, una vez “rehabilitado” el paciente.
Con dicha intervención se le da un mensaje implícito al sujeto, su
responsabilidad estará suspendida durante el tratamiento. No habrá de qué
responsabilizarse; las elecciones ya han sido tomadas por alguien más, al
menos dentro del tratamiento.
Este recorte hace pensar que mientras se intervenga desde esta mirada, no
será posible lograr en el sujeto rectificación subjetiva alguna.
Se le están dando las coordenadas contrarias a las que se necesitan para ir en
busca de la formulación de la demanda terapéutica; se le pide al sujeto no
hacerse cargo, no responsabilizarse por sus decisiones.
Otras intervenciones que denotan una característica particular de este modo de
abordaje -(la normativización)- son las siguientes:
“Es una sugerencia, como muchas de las que hacemos desde acá.”
“Esas son sugerencias que se les hacen desde el programa.”
Lo que estas intervenciones permiten analizar es el estilo normativo sostenido
dentro del abordaje terapéutico propuesto por la comunidad de día.
En muchas de las intervenciones presentadas se habla de sugerencias y/o
normas; ¿Permiten estas normas y/o sugerencias la apertura del sujeto hacia la
interrogación?
79
Si se le indica al sujeto cuáles son los pasos que debe seguir, qué cosas están
bien y que cosas lo perjudican no hay posibilidad alguna de que éste se
pregunte nada acerca de su tratamiento ni sobre sí.
Se brindan certezas a quien aún no ha presentado siquiera incertidumbres.
Desde el enfoque de trabajo de la comunidad, el equipo es quien decide el
recorrido que realizan los pacientes, les advierte acerca de las situaciones en
las que pueden “fallar” y les hace ver “el mal que se han ocasionado o que se
ocasionarían” si tienen una recaída o no cumplen con alguna de las normas
pre-establecidas. Paralelamente, se les recuerdan las normas a seguir y se les
promete que si son respetadas, no habrá fallas.
“En cambio, si la institución pone a disposición de los sujetos diferentes
significantes del tratamiento (…) sin asociarles un ideal o un saber bien
fundado sobre los mismos, corresponderá al sujeto escoger y, llegado el caso,
explicarse sobre los motivos de su elección. La cuestión, entonces, puede
desplazarse hacia lo que provoca su elección y ya no se tratará de verificar si
su motivación se ajusta bien a los ideales de la institución.
Tampoco se trata de verificar que haga un „recorrido sin faltas‟, sino más bien
de constatar con él lo que falla en ese recorrido (...)” (Aucremanne & Josson,
1995)
Desde el psicoanálisis lo importante no es que el sujeto no falle ni que funcione
de un modo socialmente esperable. No se busca que el paciente sea capaz de
adaptarse a lo que el sistema dice que está bien, sino que el sujeto decida y
elija frente a las opciones que el mundo le presenta y se asuma como
responsable de ello.
80
Como terapeuta lo que se puede hacer es interpelar al sujeto por las decisiones
que toma y acompañarlo en ese camino para que él mismo se interrogue.
Las normas y pautas que se le ofrecen al sujeto, no hacen más que regular su
vida y, en este intento de educarlo sobre lo bueno y lo malo, se borra todo tipo
de responsabilidad que pueda tener el sujeto por sus elecciones.
Si se le propone al paciente el tipo de sujeto que debe ser y los caminos que
debe recorrer, no hay posibilidad alguna de que aparezca un sujeto que se
cuestione por sus deliberaciones.
Otro punto importante que se presenta en las viñetas clínicas tiene que ver con
la abstinencia. Algunos recortes ejemplificadores:
“Eso es lo importante ahora… sostener la abstinencia.”
“Vos ahora tenes que intentar sostener tu abstinencia.”
“Ahora lo importante es la abstinencia, para hablar de esto ya habrá
tiempo.”
En la comunidad de día esto es una de las reglas fundamentales del enfoque
de trabajo. Como se puede leer en las intervenciones expuestas en el cuadro,
desde la comunidad de día se trabaja con abstinencia total.
Desde una postura psicoanalítica, la abstinencia no es considerada como
requisito para el inicio del tratamiento, ni para su continuación. Se cree que, en
todo caso, esta advendrá por añadidura y será, siempre, una determinación
que el sujeto habrá tomado.
81
“(…) el toxicómano puede aceptar por mucho tiempo, tal vez durante toda la
vida, la prohibición de la droga; pero ella no pierde por esto el valor que tenía.
Prohibida mantiene su poder, ni siquiera deviene objeto fóbico. Se producen
toxicómanos sin droga y esto es coherente con una sociedad de consumo.”
(Verdicchio & Viganó, 1995)
Esta regla de abstinencia total sigue reproduciendo la lógica del “soy
toxicómano”. Si lo que se prohíbe es la droga y si el ideal propuesto es
mantenerse lejos de ésta, la culpa de todo lo que sucede recae en un cien por
ciento sobre la sustancia.
Lo único verdaderamente importante es mantenerse alejado de la sustancia,
así es como se obtiene el éxito en el tratamiento.
Pero si todo, tanto las gratificaciones como los fracasos pasan por la droga,
¿cómo dejará ésta de ser el centro de atención en la vida del paciente?, ¿cómo
caerá y se correrá permitiendo la aparición del sujeto?
Si el foco se reduce a no consumir y sostener la abstinencia, no se le da lugar a
nada más.
“(…) en el ámbito de la clínica con toxicómanos, la rectificación subjetiva
consiste justamente en el pasaje de quejarse de la sustancia tóxica para
quejarse de sí mismo. (…)” (Fernandes & Ribeiro, 2013)
Consumir está mal, por ende lo que debe hacerse para subsanar el error es
dejar el consumo. Desde este enfoque de trabajo la responsabilidad del sujeto
pasa por el hecho de que éste pueda asumirse como un paciente adicto en
rehabilitación.
82
“Si bien la Comunidad impulsa al paciente a hacerse “responsable”, cuando
define de manera totalitaria “cómo son todos los adictos”, cuáles son sus
“defectos” y qué “deben hacer” con sus vidas, tiende con ello a anular al sujeto
y su posibilidad de asumir la responsabilidad como tal; esto en tanto dichas
definiciones operan como saberes incuestionables. Cuando es Otro quien
define “porqué” el paciente hizo lo que hizo, o decidió lo que decidió, ¿cómo
podría éste reconocer su posición de sujeto?” (Soto Fortuny, 2011)
Por lo tanto, la única responsabilidad que asumen los pacientes es la de haber
consumido drogas y aceptan que eso ha sido un error que deben reparar.
Contrariamente, si el hecho de mantenerse abstinente o no pasa a ser
considerado como algo secundario, el paciente se ve obligado a hablar de otros
temas en los cuales se encuentra más involucrado y así, de a poco, aparecen
en él interrogantes y cuestionamientos acerca de su decir y hacer.
En este giro de la droga hacia el sujeto, el paciente comienza a quejarse de sí
mismo olvidando todo aquello pertinente a la droga.
Así también, al asumir desde este modelo de abordaje que “consumir drogas
es un error”, no se le brinda espacio a la pregunta acerca de qué significa para
el sujeto consumir drogas ni por qué el paciente efectúa esa acción; se le
solicita al sujeto, sin un análisis previo del caso, abstinencia total. No se
averigua cuál es el lugar que está ocupando para el sujeto la sustancia que
consume y no se consideran los efectos que podría causar en el paciente la
interrupción del consumo; situación que puede generar, en algunos casos,
graves perjuicios e incluso a veces la muerte.
83
Antes de la búsqueda de una demanda terapéutica y de cualquier otra cosa, lo
primero que el analista debe hacer es velar por la seguridad del paciente.
Otra idea, relacionada con la abstinencia y el objetivo del tratamiento es la que
despierta este recorte:
“No pienses mucho en estas cosas de tu pasado que te agitan.”
Al leer esta frase, es posible decir que desde esta modalidad de trabajo no se
le pide al sujeto que hable ni que se escuche. Para el modelo lo importante en
este primer momento es no consumir, pensar no es primordial ni necesario e
incluso puede resultar peligroso.
Se reconoce la existencia de fantasmas ocultos que claman por salir, que de a
poco se despiertan y movilizan al sujeto, pero la respuesta que el paciente
encuentra desde el dispositivo es que no es el momento de abrirles la puerta.
No se lo invita al sujeto a conversar sobre esa angustia que lo empieza a
inquietar; se le dice que aún no es tiempo, que eso lo puede lastimar y que él
aún no está preparado para enfrentar la verdad.
Así, una vez más, el paciente queda posicionado en el lugar del doliente, del
sujeto paciente que sufre y es víctima de las drogas y el consumo.
“Quien pierde el control en el consumo no es considerado como víctima inerme
de la droga, desde el enfoque psicoanalítico, sino como un sujeto responsable
de una elección subjetiva.” (Isella, 2002)
Si se permite e incluso apoya, mediante el modelo de abordaje utilizado, este
estereotipo de paciente mártir, lo que se sostiene también es el convencimiento
84
de que el paciente debe ser nombrado, y se debe nombrar a sí mismo, a partir
de la sustancia, a partir del acto mismo de drogarse.
Desde este enfoque de trabajo, el paciente es un sujeto que ha sido atrapado
por las drogas y que se define a partir de éstas bajo la insignia del “soy
toxicómano”.
“„Yo soy un toxicómano‟ es un enunciado que no parece admitir
cuestionamiento. (…) es el resultado del discurso de otros y viene al lugar del
Nombre propio, es denotativo, en un discurso que no tiene fallas. (…)
A esta autodefinición no queda nada para añadir. Es por esto que ella eclipsa al
sujeto. (…)
El efecto de este tipo de identificación es el de congelar el discurso.”
(Verdicchio & Viganó, 1995)
Así entonces, el sujeto ya tiene un significante que lo nombra; él es toxicómano
¿para qué saber más?
Con este tipo de intervenciones se cierra el diálogo. El sujeto no tiene la
necesidad de hablar ni de decir nada; él ya sabe quién es o qué es porque un
Otro, social y moral, lo ha nombrado.
Por lo tanto no hay necesidad de decir, no hay preguntas ni incertidumbres, ni
tampoco habrá demanda subjetiva posible.
Otra observación que se hace es que algunas de las intervenciones son
efectuadas desde un lugar moral e, incluso a veces, personal. Como puede
verse en las siguientes intervenciones:
85
-“Él es el papá de los chicos y se tiene que ocupar también porque es lo que
corresponde.”
-“Ya sé, yo puedo entender lo que te pasa porque fui joven también… pero
así se trabaja desde acá. Además tenes que pensar que sos joven querido y
que esto es transitorio… tenes mucho tiempo para salir y divertirte.”
Siempre que se efectúa una intervención, es necesario pensar hacia dónde se
está apuntando con la misma, cuál será el efecto terapéutico que tendrá en el
sujeto y si el resultado será verdaderamente el deseado.
Intervenir desde un lugar personal y/o moral no resulta terapéutico ni ético
desde una postura psicoanalítica. No se le aporta al sujeto otra cosa que no
sea, al fin de cuentas, una opinión que podría brindarle cualquier otra persona.
Interviniendo desde esta postura el sujeto es avasallado por la propia
subjetividad del terapeuta, obturándose así su aparición.
Si el psicólogo reproduce en el tratamiento el discurso moral y/o social
dominante, lo más probable es que el paciente intente, por todos los medios,
“hacer las cosas bien” para dejar de ser un adicto. Así esta postura moral se
convierte en el eje y sostén del tratamiento; dejando fuera de juego cualquier
otro tipo de malestar e interrogación que pueda presentársele al sujeto.
A su vez, con este tipo de intervenciones el terapeuta corre el riesgo de
confundirse y ocupar otro rol que no sea verdaderamente el que le atañe en
esta relación, perjudicando ante todo, el vínculo terapéutico.
Interviniendo desde una actitud moralista el psicólogo puede quedar atrapado
para el paciente en una figura que representa autoridad o complicidad. Así,
86
simbolizará un padre, una madre o un abuelo pero no será, en ningún caso, un
analista.
Asimismo, “Tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación
efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar, alertándonos contra
la trampa benéfica del querer el bien del sujeto” (Bekerman & Bacco, SF)
Si la persona del terapeuta se deja atrapar por el “furor curandis” y el deseo de
hacer el bien para el sujeto, adquiere una postura moralista que sólo sirve de
consuelo para el paciente, y que nada tiene que ver con la cura. Por lo tanto,
interviniendo desde este sitio no haremos otra cosa que alejarnos de nuestro
objetivo primero, hallar la demanda terapéutica.
Ahora bien, ¿qué dicen las respuestas de los pacientes?, ¿las intervenciones
propician o no la demanda terapéutica?, ¿generan apertura hacia el cambio de
posicionamiento del sujeto?
Si se analizan las respuestas otorgadas por los pacientes que figuran en el
cuadro, es posible pensar que las intervenciones terapéuticas realizadas
provocan mayormente efectos de cierre en el sujeto. En las intervenciones
efectuadas no se le otorga lugar a la duda, en éstas se destaca un carácter
afirmativo, el cual se ve reflejado en las respuestas de los sujetos también,
porque éstos no expresan nuevas inquietudes ni resuena en ellos algo nuevo,
luego de que el psicólogo ha intervenido.
Es factible observar cómo los sujetos se valen de lo expresado en las
intervenciones para dar fin al diálogo, para retomar su postura y justificarse o
para volver a la queja planteada y reafirmarla con mayor validez.
87
No se observan en las respuestas nuevas ideas del paciente que denoten
avance ni una apertura hacia nuevos pensamientos o interrogantes.
A su vez, se hace visible como el diálogo entre paciente y terapeuta se encripta
y queda sostenido bajo los mismos parámetros. El paciente presenta la queja,
el psicólogo interviene, da respuesta y el paciente vuelve a manifestar su queja,
solicitando nuevas respuestas a sus incertidumbres.
El sujeto está ansioso por obtener respuestas, el terapeuta se las ofrece pero
éstas parecen no alcanzarle al paciente, quien sigue solicitando más certezas.
Así, ambos quedan atrapados en un círculo vicioso de quejas, incertidumbres y
afirmaciones. Puede que, esto se dé, en parte, porque las respuestas a las
vacilaciones del sujeto residen verdaderamente en él y no en el terapeuta; por
lo cual es posible pensar que el terapeuta está interviniendo de un modo no
adecuado para la situación; obturando con respuestas aquello a lo que se le
debe dar espacio para que nazca.
En función de lo hasta aquí analizado se considera que el modelo de trabajo
utilizado en la fase A del tratamiento de la comunidad de día del Programa
Cambio no propicia el paso de la queja toxicómana a la demanda del sujeto.
Como se expresa en repetidas ocasiones, las intervenciones efectuadas desde
este abordaje no le solicitan al paciente que ocupe su lugar de sujeto y asuma
el peso de sus decisiones.
No se le pide al sujeto un cambio de posición durante su tratamiento, ni se lo
impulsa mediante las intervenciones hacia la reflexión, la duda y la
interrogación. Por lo cual, es posible decir que, si estos pasos previos no se
dan, la demanda terapéutica no podrá formarse.
88
Si en vez de un psicólogo que ocupe el lugar de sujeto supuesto saber, existe
uno que brinde respuestas frente a las incertidumbres; si hay un terapeuta que
recibe la queja, la desestima e intenta darle una solución en vez de uno que la
aloja, cree en ella y comienza a interrogarla; se torna muy difícil obtener
avances en el proceso de armado de la demanda terapéutica y lograr que el
sujeto abandone su lugar de sujeto pasivo y comience a posicionarse como un
ser activo y deseante.
89
7. Conclusión final.
El presente trabajo se ha propuesto analizar si el modelo de trabajo utilizado en
la fase A del tratamiento de la Comunidad de Día del Programa Cambio
propicia o no el paso de la queja toxicómana a la demanda del sujeto.
Con el fin de cumplimentar este objetivo ha sido necesario conocer y describir
la dinámica de trabajo y el enfoque propuesto por la Comunidad de Día del
Programa Cambio y elaborar categorías de análisis que permitieron presentar y
dividir en un cuadro expositivo 15 viñetas clínicas que mostraron las quejas
escuchadas en los pacientes toxicómanos durante la primera etapa del
tratamiento.
Seguidamente se analizaron los diversos tipos de quejas toxicómanas, las
diferentes intervenciones terapéuticas efectuadas y las respuestas de los
pacientes otorgadas frente a cada intervención.
Del análisis realizado por esta investigación referido a la interacción discursiva
entre pacientes y terapeutas y de los posibles efectos de dichas intervenciones,
se desprende que:
Las intervenciones efectuadas desde el tipo de abordaje terapéutico propuesto
por la Comunidad de Día, parecen no facilitar la interrogación del sujeto ni
propiciar la apertura del mismo hacia nuevos enigmas. Las intervenciones
implementadas en el grupo terapéutico de la fase A parecen aplicarse de
manera indistinta, sin considerarse la etapa particular que atraviesa cada
paciente. Estas intervenciones brindan la impresión de que no se tiene
presente al sujeto. A su vez, el análisis de las respuestas otorgadas por los
pacientes frente a las intervenciones terapéuticas presenta un aparente efecto
90
de cierre provocado por éstas. Luego de que el terapeuta interviene los sujetos
no manifiestan nuevas dudas ni parece resonar en ellos algo del orden de lo
nuevo.
Para el psicoanálisis, las intervenciones tienen la finalidad de abrir y hacer
pensar al sujeto; de hacerlo volver sobre sus palabras y reflexionar sobre ellas.
Con las intervenciones el paciente debe pensar e indagar sus dichos y
certezas. Así, el diálogo se propicia y abre.
Aparentemente el modelo de abordaje terapéutico de la Comunidad de Día se
sostiene bajo la premisa del “soy toxicómano” y mantiene una
conceptualización de sujeto como sujeto-paciente-pasivo. El estilo normativo
persistente en las intervenciones, y en el modelo de abordaje mismo, parecen
dificultar la apertura del sujeto hacia la interrogación. El sujeto no se encuentra
con la posibilidad de decidir qué camino tomar; parece como si la ruta a seguir
fuera una y ha sido previamente delimitada. Así también, se ha visto que la
figura de “puntos de apoyo” puede resultar perjudicial para la aparición de un
sujeto y de un ser responsable, ya que le quita en gran parte la responsabilidad
de tener que decidir sobre sus elecciones.
Otro ítem que se ha destacado, refiere al uso del lenguaje que realiza el
modelo de abordaje terapéutico de la Comunidad de Día y la escasa
importancia terapéutica que parece otorgarle a éste factor; esto se contrapone
con la idea psicoanalítica referida al valor terapéutico del lenguaje dentro del
tratamiento del sujeto. Si se toma al lenguaje como algo simple y banal, es
posible perder la posibilidad de distinguir la posición que asume el sujeto frente
91
a sus problemas y es factible que el analista no pueda conocer el modo en que
el sujeto se posiciona en el mundo y frente a su enfermedad.
Otro factor que se analiza durante el trabajo es el de la abstinencia, eje
primordial del enfoque de trabajo de la fase A de la Comunidad de Día. Se
concluye que, aparentemente, la conceptualización y el abordaje propuesto por
el modelo para este ítem dificultan la aparición del sujeto.
A su vez el componente moral, e incluso a veces personal, detectado en
algunas intervenciones discrepa con la ética propuesta por el psicoanálisis.
Dichas intervenciones parecen dificultar la aparición del sujeto y su camino
hacia la interrogación. Se le brinda al sujeto una opinión personal desde un
lugar moralista y esto, para el psicoanálisis, no promueve la cura.
Es favoreciendo el diálogo, preguntando lo que no se entiende, planteando
dudas, cuestionando verdades absolutas del paciente, como el terapeuta
acompaña al sujeto en su camino hacia la interrogación y lo empuja hacia la
formulación de una verdadera demanda terapéutica.
Se trata de escuchar lo que el sujeto dice, tomar esas cosas que se destacan
en su discurso y devolvérselas, en modo de pregunta, duda o afirmación. Las
palabras vuelven, el sujeto las recibe y se escucha a sí mismo. Así la duda, la
interrogación o lo que no cierra empieza a resonar, comenzando en el sujeto un
proceso de apertura e iniciándose el camino de la rectificación subjetiva.
Si no se le permite al sujeto enfrentarse con sus miedos, certezas e
incertidumbres el camino hacia el armado de una verdadera demanda
terapéutica se hace cada vez más cuesta arriba y el sujeto no logra implicarse
verdaderamente con su tratamiento. Así el paciente comienza a dudar
92
nuevamente, no se reconoce en el tratamiento, se encuentra perdido y sin
saber qué hacer. Reaparecen los miedos y las confusiones. El sujeto no sabe
verdaderamente qué es lo que quiere ni por qué ha llegado hasta allí. Por esta
razón el análisis de la interacción discursiva generada dentro del grupo
terapéutico de la fase A de la Comunidad de Día; así como el análisis de las
intervenciones terapéuticas efectuadas y de las respuestas recibidas por parte
de los pacientes han sido absolutamente primordiales para cumplimentar el
objetivo principal del trabajo y arribar a los resultados presentados.
Por todo lo hasta aquí expuesto es que, resulta factible presentar en este
momento algunas hipótesis referidas a las consecuencias del no surgimiento
de la demanda terapéutica para el tratamiento.
-Como primera hipótesis, es posible pensar que la no consecución de la
demanda terapéutica podría influir en el amplio número de deserciones de
tratamientos que se presentan en la fase A de la comunidad de día del
Programa Cambio. Las bajas de pacientes y los cierres de tratamiento son algo
frecuente dentro del área.
Es factible suponer que los pacientes no logran implicarse verdaderamente con
el tratamiento. Al no surgir la demanda terapéutica, tampoco se consuma la
rectificación subjetiva en el sujeto, por lo cual poco del orden de lo personal
aparece; no se vislumbra un sujeto implicado en eso que le pasa ni
responsable de sus acciones, por ende una pequeña parte del paciente se
encuentra comprometida ciertamente en el proceso terapéutico.
Los sujetos ingresan al tratamiento con muchas dudas e incertidumbres, la
pregunta por su continuidad o no dentro del programa aparece en repetidas
93
ocasiones; por lo cual si no se le pide al sujeto que aparezca y se implique allí
con eso que le pasa, sólo se refuerza su posición de queja y se incrementan
las dudas acerca de qué hacer.
Frente a la pregunta del qué hacer existen dos respuestas: continuar o
abandonar el tratamiento. El sujeto sabe que quedarse implica esfuerzo. A su
vez, es consciente de que tiene poco que perder, pues nada que lo implique
verdaderamente se ha puesto en juego. Así es que, probablemente le resulte
más simple decir que ha hecho todo el esfuerzo posible pero que no ha podido
vencer su enfermedad. Por lo cual, y a no ser que se encuentre en una
situación límite frente a la cual continuar sea su única opción, éste decidirá
abandonar.
-Como segunda conjetura podría inferirse que la inexistencia de una verdadera
demanda terapéutica incrementa los roces entre los pacientes y el clima hostil
dentro de la comunidad.
Al no efectuarse el nacimiento de la demanda terapéutica el sujeto queda
trabado en su tratamiento. Se ve imposibilitado de avanzar y culmina asistiendo
al tratamiento sólo por el mero hecho de cumplir con lo debido. Esta actitud
puede influir en el resto del grupo, generando muchas veces conflictos entre
pares. Quien recién ingresa al grupo o aún se encuentra motivado en el
tratamiento y observa en sus compañeros una actitud ampliamente diferente.
Frente a esto se le presentan dos caminos: quejarse con el grupo, enfrentar a
sus compañeros y reclamarles por la actitud que presentan o adquirir la misma
postura que estos, de pasividad y desgano.
94
A su vez, este sentimiento de estancamiento incrementa las frustraciones
personales de cada sujeto; así la irritabilidad y los roces entre pares aumentan
y se multiplican.
-Continuando un poco con esta idea, podría hipotetizarse también que, en
ausencia de una demanda terapéutica subjetiva, el tratamiento se enfrentará de
manera constante con recaídas o vueltas al consumo de los pacientes.
Si no se realiza el paso de la queja toxicómana a la demanda, el paciente no
logra un verdadero cambio de posición subjetiva; por lo tanto lo más probable
es que sea para siempre un adicto, aunque logre dejar de consumir sustancias.
Esto hace pensar en la idea de que, sin una demanda subjetiva, las recaídas y
vueltas al consumo son más frecuentes de lo esperable.
Durante el tiempo que pasa en tratamiento el sujeto aprende a convivir con su
adicción. La conflictiva del sujeto no se resuelve verdaderamente, sólo se le
enseñan a éste herramientas para enfrentar su “problema con las drogas” y se
lo instruye acerca de cómo lidiar con él. Por lo tanto, si la voluntad del sujeto
falla o éste no aplica alguna de las técnicas enseñadas, recae. No ha existido
un verdadero tratamiento del sujeto, no se ha dado un certero cambio de
posición subjetiva y por lo tanto la vuelta o no al consumo dependerá del sujeto
y de cómo el azar acomode las diversas variables de su vida. Lo que logra el
sujeto es reemplazar su objeto droga por algún otro objeto socialmente
aceptado y luchar toda la vida contra su “problema con las drogas”. El paciente
no habrá cambiado verdaderamente de posición subjetiva, no dejará de
nombrarse ni de ser adicto; sólo reemplazará su objeto droga por otro mejor
visto desde lo social.
95
En definitiva, si lo que buscamos es acompañar al paciente en el camino de la
cura el psicoanálisis dirá que el primer recorrido que se debe transitar es el de
la implicancia subjetiva.
No es necesario establecer el camino que el paciente debe recorrer, ni
determinar cómo debe hacerlo, como se ha visto esto puede resultar perjudicial
para el tratamiento. Se trata meramente de acompañar al sujeto en el camino
que él decida seguir; respetando siempre, ante todo, su subjetividad y deseo.
96
8. Conclusión de la experiencia práctica:
Si tuviera que resumir mi experiencia práctica en una sola palabra, ésta sería:
CAMBIO. El cambio implica modificación, mutación, movimiento e interacción;
es pasar de un estado a otro. Y eso me ha dejado la experiencia práctica en el
Programa Cambio.
El tiempo transcurrido en la institución me permitió conocer e incorporar una
cantidad enorme de aprendizajes que, en parte, este escrito refleja.
Me ha sido posible aprender sobre el rol del psicólogo en un grupo terapéutico,
incorporar conocimientos sobre el funcionamiento y la lógica grupal y adquirir
herramientas sobre cómo trabajar grupalmente con pacientes adictos.
La experiencia propulsó en mí el desarrollo de un pensamiento crítico frente al
trabajo que se realiza y me ha dejado enseñanzas acerca de cuán importante
es mantener encendida la señal de alerta al momento de intervenir. A partir de
la experiencia ha sido factible conocer lo que es el trabajo multi e inter-
disciplinar y entender cuán importante es que exista.
Considero que una de las cosas más transcendentales que me ha permitido
ejercitar la práctica es mí mirada crítica acerca de la propia labor como
profesional. Además, la experiencia ha puesto en práctica el trabajo personal
constante de estar alerta y no corrompe la subjetividad de los pacientes con la
personal.
La práctica me ha dado la posibilidad de entender cuán significativo es
considerar al paciente como un sujeto; como un ser activo y con derechos que
piensa, desea, siente y es capaz de decidir sobre sus acciones. He podido ver
97
cuáles eran mis ideas y preconceptos respecto de la temática y he entendido
que, uno debe revisar, de manera continua, sus ideologías y prejuicios, porque
ser conscientes de ellos es la mejor manera de no permitir que intercedan e
irrumpan en nuestra labor. Y la experiencia práctica me ha enseñado que para
ello es necesaria la supervisión. Es absolutamente indispensable la existencia
de un otro externo que nos haga ver y pensar todas aquellas cosas que se
funden y confunden en la cotidianeidad.
El proceso me ha demostrado que las cosas no siempre salen de la mejor
manera y que, el psicólogo simplemente es un profesional más de la salud, que
debe hacer su trabajo lo mejor posible pero comprendiendo que hay
situaciones que lo exceden, que no puede controlar ni resolver, y que a veces,
las cosas se darán de la manera que el paciente decida y no como el
profesional lo esperaba.
El recorrido de la práctica me ha brindado la posibilidad de posicionarme,
conocerme y reconocerme en el rol de futura profesional. He podido escuchar,
dialogar e intervenir -(de manera supervisada)- con los pacientes, y he
entendido y vivenciado los conceptos teóricos de empatía, vínculo y timming.
Ingresé al programa con muchas dudas, temores y ansiedades y salí pensando
en que aún me queda mucho camino por recorrer y miles de cosas por
aprender, pero egresé con la certeza de que ya no era la misma persona que
había ingresado meses atrás. Ahora, sé que la carrera me ha brindado
herramientas teóricas que he podido y podré llevar a la práctica.
Es por esto que siempre que debo hablar de mi experiencia práctica en el
Programa Cambio, no encuentro mejor manera para describirla y representarla
98
que nombrándola como un verdadero CAMBIO. Modificación, mutación,
movimiento e interacción, pasar de un estado a otro, eso es cambiar, y cambiar
es, en parte también, aprender y crecer.
99
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