Arthur Danto, Historia y narración: ensayos de filosofía analítica de la historia, Barcelona,
Paidós, 1989.
Mauricio Casanova Brito
INTRODUCCIÓN
El texto está escrito en respuesta al artículo Las función de las leyes generales en la
historia de Carl Hempel, principal representante de la tendencia neopositivista en
historiografía.
Entre ciencia y filosofía
En dicho artículo, Hempel intenta respaldar el modelo nomológico propio de las
ciencias naturales en la historiografía. La característica principal del Covering Law Model,
como lo denominó posteriormente W. Dray, es la afirmación de que, para ofrecer una
explicación, es menester subsumir lo que se pretende explicar bajo una ley general. “Para
que algo pueda ser considerado una explicación es necesario, en primer lugar, que tome la
forma de una argumentación deductiva, cuya conclusión sea el enunciado que designa el
acontecimiento a explicar y, en segundo lugar, en el explanans deben estar presentes una o
más leyes generales que expresen regularidades empíricas” (pp. 12-13). Un acontecimiento
es entonces explicado cuando es cubierto por una ley general y sus antecedentes,
entendidos como causas.
Para el neopositivismo la diferencia entre la ciencia natural y la historiografía no es,
como se ha pretendido con anterioridad, una forma lógica de argumentación, sino
simplemente la falta de precisión de las argumentaciones: es una diferencia de grado. Para
Hempel la historiografía ofrece esbozos de explicación, dando origen a leyes con la misma
forma lógica que las ciencias naturales, pero ausentes del respaldo empírico necesario. Así,
son inválidas las pretensiones de ubicar el saber histórico en un campo sui generis del
conocimiento, como han pretendido historicistas e idealistas.
1
* * *
Las limitaciones del modelo nomológico aplicado a los estudios históricos
comenzaron a manifestarse, luego de la publicación del polémico artículo de Hempel, con
prontitud. Signos de aquello son La naturaleza de explicación histórica de Gardiner,
Filosofía e historia de Dray y publicaciones posteriores del mismo Hempel.
En un primer momento, será el mismo Hempel el que aceptará que el modelo
explicativo de la historiografía se aproxima, más que a la deducción, al modelo
probabilístico fundado en generalizaciones obtenidas por inducción. Si bien esta
contribución debilita la deductibilidad del modelo, no cuestiona el carácter nomológico de
la explicación. Luego, Gardiner, dialogando más con los filósofos de tradición idealista –
Croce, Collingwood- que con Hempel, afirmará que la diferencia entre las ciencias
naturales y la explicación histórica no es de forma lógica, como pretenden idealistas e
historicistas; (tampoco son ambas formas de conocimiento similares, como en el
neopostivismo) el centro del problema es la intención: la función del lenguaje que utilizan
los historiadores.
Pero serán los postulados de Dray los que sepultarán definitivamente las
posibilidades del modelo nomológico. Uno de los mayores aportes de su obra es su modelo
de la explicación por razones: sistema que manifiesta lo innecesario de la conexión mística
e intuitiva entre el historiador y el agente, propia del idealismo de Collingwood, y que
posee su propia lógica explicativa. En dicho modelo el sentido de una acción consiste en el
equilibrio con el que el agente se ajusta al cálculo, siendo posible manifestar este equilibrio
con respaldo documental. La ventaja esencial de este modelo es que es autocorrectivo:
siempre es posible nuevos datos que transformen el equilibrio.
Donde no hay narrador no hay historia
* * *
En este contexto de debate en torno a las ideas de Collingwood y Croce por un lado,
y el neopositivismo de Hempel, por otro, es que, con la obra de Danto, se inserta en el
ámbito anglosajón de la teoría de la historiografía el concepto de narración, convirtiéndose
posteriormente en un tema central del debate.
2
En la obra la reconstrucción del sentido de la acción no se alcanza re-pensando la
acción del agente, sino que el significado se halla más bien en la consciencia retrospectiva
de intérpretes históricamente situados. Danto utiliza una pequeña ficción para representar
esta idea: supone la existencia de un cronista ideal, un observador total que registra todo
instantáneamente, siendo posible considerar los escritos de este cronista como un duplicado
exacto del pasado y, por tanto, superior a los escritos historiográficos. Ahora bien, la
crónica ideal no podría ser nunca un estudio completo del pasado en virtud de la
contemporaneidad de los hechos relatados. El cronista ideal no posee la capacidad de
utilizar un recurso fundamental de los historiadores: las oraciones narrativas.
* * *
El énfasis de Danto no está, como en los autores anteriores, el estatuto
epistemológico de la historiografía, sino en el marco conceptual que condiciona la
utilización de ciertas propiedades del lenguaje, a saber, las oraciones narrativas, que se
caracterizan por: 1) referirse, como mínimo, a dos hechos dispares en el tiempo; 2)
describir el primero; 3) tener el verbo en pasado. “El historiador considera el significado de
los acontecimientos pasados en relación a una totalidad temporal. Este sería el mismo uso
que hacemos del término significado cuando nos referimos a la falta de significado de un
episodio de una novela; cuando hablamos así, estamos indicado que el episodio es
superfluo, estéticamente inapropiado, etc. Pero sólo podemos hacer tal juicio en el
momento en que hemos acabado de leer la novela: sólo retrospectivamente nos sentimos
autorizados a atribuir un significado a tal o cual acontecimiento; la pregunta por el
significado sólo puede tener respuesta en el contexto de un relato” (p. 24).
Esta implícito en las palabras anteriores tanto la negación de la filosofía substantiva
de la historia (la que ofrece un relato antes de la posibilidad de ser narrado) como la
afirmación del carácter fundamentalmente incompleto de todo discurso narrativo. Esta
última aseveración es esencial en la posterior cercanía de la teoría de la historia con la
filosofía hermenéutica, pues la oración narrativa, por un lado, organiza los hechos y los
dispone en una narración, y, por otro, interpreta el significado de esta última. “Dicho con
más claridad, la narración histórica no es un mero vehículo de trasmisión de información:
es un procedimiento de producción de significado (los agentes son ciegos para ciertos
3
significados de sus acciones, porque son ciegos con respecto al futuro) y, por lo tanto,
puede atribuírsele una función explicativa” (p. 26).
Fina Birulés
Universidad de Barcelona
FILOSOFÍA DE LA HISTORIA
SUBSTANTIVA Y ANALÍTICA
La filosofía substantiva de la historia, si bien se encuentra conectada con la
investigación histórica normal, lo que significa que los filósofos, al igual que los
historiadores, intentan dar cuenta de ocurrido en el pasado, tiene también como meta
proporcionar una explicación del conjunto de la historia: de las causas primeras y últimas
que condicionan el devenir humano en el tiempo.
El conjunto de acontecimientos y procesos del pasado constituyen datos para la
filosofía substantiva de la historia: datos observacionales que permiten construir una teoría
sobre de la historia. “El concepto de dato es correlativo con el concepto de teoría, y lo que
sin más se sugiere aquí es que la filosofía substantiva de la historia es un intento por
descubrir un tipo de teoría que se ocupa de la noción, aún por aclarar, de conjunto de la
historia” (p. 30). Danto identifica dos tipos distintos de dichas teorías: a) las teorías
descriptivas, que ofrecen una pauta en los sucesos del pasada, y proyectarla sobre el futuro;
b) las teorías explicativas, que intentan dar cuenta de esta pauta en términos causales. Una
teoría explicativa constituye una filosofía de la historia en la medida en que alude a una
teoría descriptiva.
El marxismo es un ejemplo de ambas teorías. Desde el punto de vista de la teoría
descriptiva, la lucha entre clases sociales antagónicas constituye la pauta general tras todos
los acontecimientos pasados. Desde el punto de vista de la teoría explicativa, las fuerzas
causales relacionadas a procesos económicos son las que permiten que la pauta perdure.
Esta forma de concebir el devenir de los sucesos humanos no se restringe el pasado, sino
que se proyecta al futuro. “Debería quedar claro que la expresión el conjunto de la historia
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abarca más que la expresión «todo el pasado». Abarca también todo el futuro o, si es que
merece la pena establecer esta calificación, todo el futuro histórico” (p. 33).
La relación entre la historia y la filosofía de la historia, entendida de esta manera, es
análoga a la relación entre la astronomía teórica y observacional. Por ejemplo, la teoría
elíptica de Kepler constituye una pauta para los datos observacionales reunidos
anteriormente por Tico Brahe: esto equivale a la construcción de una teoría descriptiva. Las
futuras leyes de Newton constituirán una teoría explicativa. Los filósofos de la historia han
pretendido realizar con la historia, lo que Newton realizó en la física: ofrecer una
explicación que abarca la totalidad de los sucesos del universo, permitiendo al científico
proyectarse al futuro y predecir De esta manera, se podría afirmar que, en apariencia, “una
una teoría histórica que realmente tuviera éxito iría más allá de los datos reunidos por la
historia, no solamente reduciéndolos a una pauta, sino prediciendo, y explicando, todos los
acontecimientos de la historia futura. Se podría decir entonces que ése es el sentido en que
la filosofía substantiva de la historia tiene que ver con el conjunto de la historia: todo el
pasado y todo el futuro, la totalidad del tiempo. En contraste con ellos, los historiadores
tienen que ver sólo con el pasado, y con el futuro en la medida en que se convierte en
pasado. Porque todos los datos actuales proceden del presente y el pasado: no podemos,
ahora, reunir datos acerca del futuro, y la historia no es sino una tarea de recolección de
datos” (p. 35).
Pero esta definición, si bien es generosa con la filosofía de la historia, es realmente
mezquina con la historiografía. De ningún modo la investigación histórica se reduce a la
recopilación de datos. “Dentro de la historia existen también intentos de organizar los
hechos conocidos en pautas coherentes y, en cierto modo, tales organizaciones de hechos
tienen casi tanto en común con las teorías científicas como las filosofías de la historia” (p.
37). Y el hecho que el objeto de estudio se restringa al pasado no elimina la posibilidad de
predicción: antes bien, las elucubraciones en torno a los sucesos del pasado son de un tipo
diferentes a las efectuadas por la ciencia. El carácter esencial de los relatos tanto de la
filosofía de la historia como de la historiografía reside en el concepto de interpretación.
“Las filosofías de la historia hacen uso de un concepto de interpretación, que, me parece a
mí, no sería muy apropiado en la ciencia, esto es, un cierto concepto de «significado». Es
decir, pretenden descubrir lo que, en un sentido del término especial e históricamente
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apropiado, es el «significado» de este o aquel acontecimiento” (p. 39). El término
significado no alude a lo que comúnmente se denomina el significado de una palabra,
oración o expresión, sino al sentido que adquiere un acontecimiento en función de su
relación con una estructura temporal más amplia de la de sus componentes. Por ejemplo, el
significado del Juramento de Frontón adquiere sentido solamente teniendo presente el
panorama completo de la Revolución Francesa.
El concepto de significado es fundamental en la medida en que permite concebir la
diferencia entre la historiografía y la filosofía de la historia: mientras que esta última tiene
como datos la totalidad del pasado, haciendo posible la posibilidad de predecir (predicción
que presenta entonces el carácter de profecía respaldada en el pasado: una profecía
histórica), la primera, debido a que se restringe sólo al pasado, tiene frente a sí el panorama
completo de los acontecimientos: y esta condición es lo que determina en última instancia
toda posibilidad de conocimiento histórico. “Preguntar por la significación de un
acontecimiento, en el sentido histórico del término, es preguntar algo que sólo puede ser
respondido en el contexto de un relato (story). El mismo acontecimiento tendrá un
significado diferente de acuerdo con qué diferentes conjuntos de acontecimientos
posteriores pueda estar conectado” (p. 45). Dichos acontecimientos posteriores deben
necesariamente ser pasados con respecto al presente del historiador. “Este es el sentido que
resulta violado de alguna forma por las filosofías substantivas de la historia. Utilizando el
mismo sentido de significación que los historiadores usan, presuponiendo que los
acontecimientos se sitúan en un relato, los filósofos de la historia buscan la significación de
acontecimientos antes de que hayan sucedido los acontecimientos posteriores, en conexión
con los cuales los primeros adquieren significación. El modelo que proyectan sobre el
futuro es una estructura narrativa. En suma, tratan de contar el relato antes de que el relato
pueda ser propiamente contado. Y el relato que les interesa es, por supuesto, todo el relato,
el relato de toda la historia” (p. 46). Mientras los historiadores describen los sucesos
pasados mediante referencia a otros acontecimientos futuros respecto a los primeros, los
filósofos de la historia describen el pasado en función de sucesos futuros respecto tanto del
pasado descrito como del mismo narrador.
Los filósofos de la historia son, para Danto, impacientes: pretenden realizar aquello
que los historiadores podrán hacer más adelante. Intentan escribir lo que sucede antes que
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suceda, y explicar el pasado en función de explicaciones acerca del futuro. En palabras del
autor: “pienso que la filosofía substantiva de la historia es una actividad erróneamente
concebida y que se basa en una confusión básica. Argumentaré que es un error suponer que
podemos escribir la historia de los acontecimientos antes que los acontecimientos mismos
hayan sucedido. Se podría expresar ese error del siguiente modo: se trata de un intento, por
parte de esos filósofos, de dar descripciones de acontecimientos temporalmente
inapropiados, de describir acontecimientos en una forma en que no pueden ser descritos en
el momento en que se realiza ese intento” (p. 50).
HISTORIA Y CRÓNICA
Las preguntas históricas tienen la siguiente forma: ¿qué sucedió en x? donde x
posee el valor de una región espacial en un intervalo de tiempo pasado determinado. Las
respuestas a estas preguntas pueden tener diversos grados de detalle: se puede responder a
la pregunta ¿qué sucedió en Waterloo? aseverando que Napoleón perdió. Si bien la
respuesta es correcta, existen obras de gran extensión dedicadas también a la misma
pregunta, lo que no elimina la verdad de la afirmación de que Napoleón perdió.
Normalmente se tiende a creer que la investigación histórica consiste en ofrecer
narraciones lo más detalladas posibles de un suceso o proceso: un conocimiento perfecto de
x. Y los intentos de desacreditar la disciplina, como el de Ch. Beard, por ejemplo, se
centran en la imposibilidad de constituir una historia-registro completa (ajena a la realidad
actual del historiador). Pero, “lo que Beard no consigue comprender es que, incluso si
pudiéramos contemplar la realidad del pasado, cualquier relación que diéramos de él
supondría una selección, una insistencia, una eliminación, y presupondría criterios de
relevancia, por lo que nuestra relación no podría incluir todo, a menos que quisiera fracasar
teniendo éxito” (p. 56). La imitación del pasado como meta de la historiografía es un error
que olvida el fundamento esencial de las narraciones históricas: la de ser incompletas y
contextuales. Además de construir enunciados verdaderos sobre el pasado los historiadores
interpretan; y la interpretación es todavía necesaria aunque la disponibilidad del pasado sea
completa y perfecta. “La historia, como imitación o duplicado del pasado, es un ideal
imposible” (p. 58).
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Lo anterior no significa que sea necesario separar la mera crónica de la
investigación histórica auténtica: la historiografía, para Danto, es una. Diversos filósofos
conciben la crónica como un antecedente de la investigación: 1) Croce distinguió entre las
relaciones de aquellas parcelas del pasado que nos interesan de aquellas que no están
conectadas con nuestros intereses vitales, siendo estas últimas las crónicas: una historia
muerta, en oposición a la historiografía, que son crónicas vivas; 2) Walsh consideró las
crónicas como ejercicios preparatorios, anteriores al discernimiento de algún significado
presente supuestamente en los mismos hechos de las crónicas: la historia se compondría,
por ende, de narraciones significativas, y no de narraciones puras. Para Walsh la
investigación histórica debía cumplir dos requisitos: primero, relatar acontecimientos que
realmente sucedieron, luego, relatarlos en el orden en que ocurrieron.
Danto considera que los requisitos expuestos por Walsh y Croce son insuficientes
para constituir una narración, pues con ellos, es posible construir narraciones ajenas de
significado. El autor ofrece el siguiente ejemplo:
“Naram-Sim construyó el Templo del Sol en Sippar; Felipe III expulsó a los moriscos;
luego, Urquiza derrotó a las fuerzas de Buenos Aires en Cepada; luego, Arthur Danto se
despertó a las siete, el 20 de Octubre de 1961” (p. 61).
Agregar una tercera condición, explicar lo que en cada caso sucedió, tampoco permite
transformar el ejemplo anterior en una narración. El resultado sería el siguiente:
“Naram-Sim construyó el Templo del Sol en Sippar como consecuencia de las presiones
ejercidas por la clase religiosa; luego, Felipe III expulsó a los moriscos a causa de sus
creencias religiosas; luego, Urquiza derrotó a las fuerzas de Buenos Aires en Cepada
porque estaba mejor equipado; luego, Arthur Danto se despertó a las siete, el 20 de Octubre
de 1961, porque quería salir pronto para unas excavaciones en Cervetri” (p. 62).
Por tanto, si consideramos que el deber de los historiadores es el de escribir
narraciones, entonces han de ofrecer algo más que la descripción del pasado, en el orden en
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que sucedieron, incluso si, además, explican los hechos relatados ¿A qué corresponde aquel
algo más que constituye la naturaleza de las narraciones históricas?
Walsh respondería aseverando que la diferencia entre narraciones significativas y
narraciones puras corresponde tanto al nivel de comprensión como al tipo de conocimiento
utilizado. Así, un conjunto de datos sobre los pintores del Renacimiento constituiría una
crónica, una narración pura, mientras que una historia de la pintura renacentista una
narración propiamente tal. Para Danto, en cambio, entre una narración y una crónica no
existe un abismo epistemológico: la diferencia no radica en el tipo de conocimiento
aplicado. La diferencia es meramente cuantitativa: “no se trata de una diferencia entre
clases o géneros de teorías o, para lo que nos ocupa, entre clases y géneros de narraciones:
no es sino una diferencia cuantitativa entre grados de confirmación o de fundamentación”
(p. 71). Y es precisamente la confirmación, la evidencia, la historia-como-registro la que
diferencia a la filosofía substantiva de la historia de la analítica: mientras la primera
solamente alude al registro conceptual (el universo de ideas imperantes en una época
determinada), no pudiendo de ninguna manera justificar apropiadamente sus especulaciones
respecto al futuro, la segunda posee el documento de un pasado que ya existió. El grado de
individualidad de una narración (la referencia a hechos y procesos concretos y no ha
realidades abstractas, universales y aplicables a cualquier fenómeno empírico) depende
efectivamente de la evidencia documental con que es posible fundamentar la narración. No
existen, por tanto, narraciones puras y narraciones significativas: sólo narraciones en
diversos grados; y una narración poco documentada y con escaso detalle no constituye una
crónica ni una narración exenta de significación: toda narración es significativa. “Cualquier
narración está interesada en el hallazgo de la significación de los acontecimientos;
idealmente cualquier narración quisiera incluir sólo las cosas relevantes con respecto a
otros acontecimientos, o significativas en cuento a ellos. Difícilmente podríamos dividir las
narraciones en clases, con este criterio, excepto, quizás, en malas y buenas, siendo las
malas las que contienen detalles que no son significativos” (p. 84).
Entonces, respondiendo a la pregunta anteriormente planteada, aquel algo más que
constituye la naturaleza de la narración, y que no es igual a la suma de la descripción y
explicación de sucesos ordenados cronológicamente, es la significación, teniendo presente
que toda atribución de significado es un acto interpretativo. “En la medida en que los
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historiadores describen lo que sucedió por medio de narraciones, se encuentran implicados
en algo que se podría denominar «dar una intepretación», puesto que la narración misma es
una forma de organizar las cosas y, por ello, «va más allá» de lo dado” (p. 95). Para Danto,
la significación puede ser de cuatro tipos:
1. Significación pragmática: aquella que selecciona un individuo o suceso para escribir
una narración con la meta de establecer alguna conclusión moral. Esta pretensión no
invalida la narración: es posible evaluar los relatos en función de categorías
estrictamente fácticas o de coherencia argumentativa, sin importar la postura moral.
2. Significación teórica: aquella que escoge un suceso o proceso con el objeto de
refutar o confirmar una teoría. La narración resultante responde a una pregunta
histórica, en el sentido expresado con anterioridad; la teoría, en cambio, responde a
una cuestión científica.
3. Significación consecuencialista: aquella en donde un suceso adquiere significado en
función de las consecuencias que para el historiador son importantes. No se
pretende afirmar que los hechos no seleccionados en esta narración no presenten
consecuencias, sino que el historiador no los considera relevantes.
4. Significación reveladora: aquella en donde un hecho es significativo debido a que
permite llenar un vació existente en un relato anterior, o revela sucesos hasta ese
entonces desconocidos.
En relación a los cuatro tipos de significación, Danto expresa que: 1) el criterio
moral no es suficiente para denominar a una narración como significativa; 2) el dar cuenta
de una teoría general no expresa el carácter significativo de una narración; 3) el mostrar las
consecuencias de algunos acontecimientos no define tampoco el carácter significativo del
relato: todo hecho de una narración debe necesariamente detallar consecuencias de sucesos;
4) el revelar algo antes desconocido nos permite informar lo sucedido con mayor precisión
de lo que hubiera sido posible sin aquel descubrimiento. La significación reveladora no
afecta la distinción entre narraciones puras o significativas. El autor concluye: “me parece
adecuado decir que no existen dos clases de narraciones en la historia, o por lo menos dos
clases de la naturaleza que hemos estado discutiendo aquí” (p. 94).
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ORACIONES NARRATIVAS
La clase de oraciones determinantes en los escritos históricos son las oraciones
narrativas. “Su característica más general es que se refieren a dos acontecimientos, al
menos, separados temporalmente, aunque sólo describen (versan sobre) el primer
acontecimiento al que se refieren” (p. 99). Usualmente se disponen en tiempo pasado, y
sería absurdo que se dispusieran en otro tiempo: el pasado es siempre un tiempo ya
existente y que permanece en la memoria, el futuro, en cambio, está siempre abierto.
“Siempre estamos revisando nuestras creencias sobre el pasado, y suponerlo «fijado» sería
desleal al espíritu de la investigación histórica” (p. 102). Las oraciones narrativas son tan
fundamentales para la historiografía, que su análisis expresa las propiedades esenciales de
la disciplina; nos permite, según al autor, responder a la ya anticuada pregunta sobre el
carácter científico de los estudios históricos.
Si bien es legítimo afirmar que el pasado ya existió y que permanece en la memoria,
al contrario del futuro, que todavía no existe y no tenemos presencia alguna de él (que no
sea profecía, esperanza o especulación), no es tan fácil aseverar que el pasado es el mismo
para todos, y que los acontecimientos tienen una densidad temporal universal. Si bien
afirmar que los acontecimientos son entidades que se extienden temporalmente en un
Universo que se desarrolla en el tiempo es una opinión legítima. “Lo que no es en absoluto
legítimo en el modelo es esa parte que sugiere que A y sus coetáneos son exactamente
coevos, teniendo todos la misma cantidad de densidad temporal y límites coincidentes” (p.
104). La duración de los sucesos es, antes bien, variable: se determina de forma arbitraria.
conexión
Danto ofrece la siguiente suposición: imaginemos que existe un mapa completo de
los sucesos del pasado, una descripción definitiva, que solamente se extiende en la medida
en que el presente deviene en pasado, y que su narrador es un Cronista Ideal: “sabe todo lo
que sucede en el momento en que sucede, incluso en las mentes ajenas. Asimismo tiene el
don de la transcripción momentánea: cualquier cosa que sucede a lo largo de todo el borde
progresivo del pasado es consignada por él, tal como sucede, en la forma en que sucede.
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Denominaré la relación progresiva resultante Crónica Ideal (de ahora en adelante C.I.)” (p.
108). Considerando que los sucesos pasados están muertos, ya fijados con anterioridad a la
narración, sólo con la modificación de éstos cambiaría la C.I. Pero como el pasado no sufre
modificaciones, la C.I. permanece definitiva. Al contario, las narraciones de los
historiadores están siempre sujetas a posibles cambios dados por la falsedad de los
enunciados, por interpretaciones erróneas o por mentiras y omisiones deliberadas.
Si bien la C.I. puede parecer el destino ideal de toda narración historiográfica, es,
para Danto, un regalo envenenado. La C.I. es siempre, aunque parezca una contradicción,
incompleta; es completa en el sentido en que un Testigo Ideal puede describir la totalidad
de lo que sucede en su entorno, pero no es suficiente. “Porque existe una clase de
descripciones de cualquier acontecimiento bajo las cuales el acontecimiento no puede ser
visto como un testigo, y esas descripciones están excluidas necesaria y sistemáticamente de
la C.I. La verdad completa referente a un acontecimiento sólo puede ser conocida después,
y a veces sólo mucho después de que el acontecimiento haya tenido lugar, y sólo los
historiadores pueden contar ese relato. Es algo que ni siquiera puede conocer la mejor clase
de testigo. Lo que deliberadamente dejamos de proporcionar al Cronista Ideal fue el
conocimiento del futuro” (p. 112). El Testigo Ideal, si bien puede describir la totalidad del
presente, es ciego frente al futuro: no podría afirmar, por ejemplo, que en 1618 comienza la
Guerra de los Treinta Años, si la guerra se denomina así por su duración.
Las oraciones narrativas versan necesariamente sobre dos acontecimientos dispares
en el tiempo con el destino de describir el primero. Aseverar que la Guerra de los Treinta
Años empezó en 1618 sólo se puede realizarse ya terminada la guerra: la oración se refiere
tanto al principio como al final de la guerra, pero pretende describir el comienzo.
La causalidad es sólo posible en oraciones narrativas. Danto, siguiendo a David
Hume, arguye que aseverar que un suceso A-1 es causa de otro suceso A-2 no es dar cuenta
de una unidad ontológica entre ambos acontecimientos sino simplemente dar una
descripción de A-1 refiriéndose a otros hecho (A-2) que constituye una condición necesaria
de A-1 en el contexto de dicha descripción. De no ocurrir A-1, de ser falso que A-1 tuviera
lugar, sería falso también que A-1 causara A-2. No es correcto afirmar que A-1 es una
causa suficiente de A-2: antes bien, A-2 es una condición para que A-1 posea el carácter de
causa (de A-2); y este tipo de causalidad ocurre solamente en oraciones narrativas, siendo
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imposibles para la C.I. Expresiones como anticipó, dio origen, instigó, causó, provocó,
predijo, son no son posibles en una C.I. debido a que para utilizarlas es menester la
distancia temporal entre dos sucesos: para aseverar que Petrarca inauguró el Renacimiento,
debe haber ocurrido ya el Renacimiento. Tampoco le es posible al Cronista Ideal emplear
oraciones como El autor de los Principia nació en la navidad de 1642, ya que es necesario
que los Principia estén ya escritos, y que sean ya una obra relevante de la ciencia, para
poder emplearla. El Cronista Ideal sólo puede referirse a los hechos de la navidad de 1642;
aparentemente, solamente podría decir: El 25 de Diciembre de 1642 nació Isaac Newton.
Sin embargo, para nosotros, dicha frase es también una oración narrativa si consideramos el
significado que tiene Isaac Newton en el mundo posterior a 1642 y pasado para nosotros.
Para la C.I. todos los hechos son igual de significativos y, por ende, igual de
insignificantes. En una oración narrativa “una cosa u ocurrencia particular adquiere
significación histórica en virtud de sus relaciones con alguna otra cosa u ocurrencia, en la
que resulta que tenemos especial interés, o a la que damos importancia por la razón que sea.
Así pues, las oraciones narrativas que usan frecuentemente para justificar la mención, en
una narración, de alguna cosa o acontecimiento, cuya significación se le escaparía de otro
modo a un lector” (p. 135).
El Cronista Ideal no puede utilizar lo que el autor denomina verbos proyecto: verbos
que aluden a una acción permanente en el tiempo, con independencia de que el sujeto de la
acción realice otras acciones en el mismo intervalo temporal. Este impedimento hace
imposible al Cronista Ideal emplear recursos lingüísticos destinados a organizar los
diferentes enunciados; lo que equivale a afirmar que en la C.I. no es posible describir lo que
las personas hacen. Si bien en una C.I. se pueden utilizar, en cierto sentido, verbos proyecto
como Jones está plantando rosas, no se requiere lógicamente que el suceso posterior -el
que las rosas florezcan- sea verdadero: aquí, la referencia al futuro no forma parte de las
condiciones de verdad de la oración, por lo que no es posible catalogar dicha oración como
referente a un futuro (hace referencia a un futuro, pero a un futuro cualquiera que todavía
no ocurre, a la totalidad de los sucesos posibles posteriores a la acción, mientras que la
oración narrativa hace alusión a un futuro ya determinado y que es pasado para el
historiador). Es condición, por tanto, para la oración narrativa, la ocurrencia efectiva (no
incierta) de los dos hechos. “Una oración narrativa, al referirse a un par temporalmente
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ordenado de acontecimientos A-1 y A-2, constituirá entonces una predicción si es usada por
el Cronista Ideal. Porque la escribirá cuando A-1 tenga lugar (al ser las oraciones narrativas
sobre el primero de los acontecimientos al que se refieren), y, por tanto, temporalmente
anterior a A-2” (pp. 139-140).
El Cronista Ideal no es más que una extensión perfeccionada de una situación
cognitiva humana familiar: el ser testigo de los acontecimientos a los que se refiere. Pero no
puede ser testigo de los sucesos futuros sin modificar este carácter de ser testigo. Las
oraciones narrativas, propias de la historiografía, ameritan que ambos acontecimientos de la
estructura temporal sean pasados respecto al historiador. “Ahora bien, si las oraciones
narrativas se refieren a dos acontecimientos separados temporalmente y son predictivas
hasta que tiene lugar el segundo acontecimientos, parece que, después del acontecimiento,
las personas (los historiadores) siempre pueden citar evidencias a favor de la oración
narrativa, en principio inaccesible antes de la ocurrencia del acontecimiento temporalmente
posterior al que se refiere: pueden citar el acontecimiento mismo. Y entonces están en
disposición de saber, como nadie lo estaría antes de la ocurrencia de ese acontecimiento,
que la oración narrativa es verdadera” (p. 142).
Danto, exponiendo indirectamente la notoria influencia del Wittgenstein de las
Investigaciones Filosóficas en sus postulados, concluye la obra aseverando que: 1) el
carácter de la historiografía obedece al tipo de descripciones utilizadas y su función, no a
las condiciones del objeto de estudio (la historia); 2) en estas descripciones es fundamental
la selección: la construcción de un contexto lingüístico en el cual todas las unidades
adquieren significado en función de las relaciones ya sea con las otras unidades o con el
todo (propiedad ausente en la C.I. en donde las descripciones abarcan la totalidad de los
sucesos); 3) no existen acontecimientos científicos e historiográficos: al contrario, los
acontecimientos son los mismos, lo que varía es el lenguaje utilizado. “No existen dos
clases de acontecimientos, sino quizá dos clases de descripciones. La ciencia puede
ciertamente no conseguir proporcionarnos la información que queremos sobre los
acontecimientos, pero eso es porque esa información no siempre se puede formular en el
lenguaje abreviado de las teorías científicas” (p. 151).
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