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CARAS DE UN PROCESO POLIÉDRICO: NUEVOS ENFOQUES SOBRE LAS
ACTITUDES ANTE LA REPRESIÓN FRANQUISTA
Miguel Ángel Melero Vargas
Congreso Posguerras: 75 Aniversario de la guerra civil española
El miedo compartido
En 1937, desde su exilio en París, el periodista y escritor sevillano Manuel
Chaves Nogales afirmaba en su famosa obra-alegato contra la masacre en que se había
convertido la guerra civil española, que “es el miedo el que da la medida de la
crueldad”1; una reflexión muy cercana a la que cuarenta años más tarde plasmara el
filósofo galés Bertrand Russell, al señalar que “el miedo es el padre de la crueldad”2.
Miedo es efectivamente el concepto clave, la piedra angular sobre la que van a
establecerse las relaciones entre los agentes de la represión franquista y sus víctimas, y
que es común a ambos, constituyendo de paso una de las bases sobre las que el
Franquismo buscará la consecución de su propósito de hacer de la represión,
legitimidad.
La represión genera miedo, lo infunde y lo alimenta, hace de él uno de sus
soportes políticos y de control social, pero también es resultado del mismo.
El 17 de julio eclosionaron de forma trágica muchos miedos en España, y todos
con mirada confluyente sobre la República: los sectores católicos ante lo que
consideraban una amenaza a su identidad y sus privilegios económicos y de control de
la enseñanza, o a su patrimonio, a través del laicismo, el anticlericalismo y los intentos
de separación de Iglesia y Estado; una parte del Ejército ante una reforma profesional
que entendían perjudicial y que en buena parte arrinconaba y anulaba su influencia,
rompiendo con una tradición de un país donde el papel del aparato militar en el poder
había sido incontestable y donde habían sido precisamente golpes militares los que
habían cambiado el curso del poder en el país.
1 CHAVES NOGALES, Manuel: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. Ercilla,
Santiago de Chile, 1937.
2 RUSSELL, Bertrand: Por qué no soy cristiano, Edhasa Suramericana, Barcelona, 1977.
2
También un aparato político fascista, perseguido, arrinconado legalmente tras la
victoria del Frente Popular, y que creía ciegamente en la necesidad de destrucción del
régimen republicano a través de métodos violentos; y por supuesto una burguesía,
urbana como agraria, furiosa y temerosa a partes iguales ante lo que vislumbraban como
un ataque definitivo y sin escrúpulos a un orden social que la había privilegiado desde
siglos.
En definitiva, miedos que anhelaban el restablecimiento de un orden social,
político, religioso y de estructuras de poder que, hasta la llegada de la República los
había beneficiado.
El caso andaluz supone un claro botón de muestra de lo que decimos. 3
En
Andalucía la sublevación, la guerra, la victoria rebelde y el proceso represivo que de
ella surge, van de la mano de un absoluto pánico de una burguesía agraria, de una
oligarquía rural, terrateniente, que había forjado su patrimonio desde hacía siglos,
heredera de los que comenzaron a construir su emporio, tanto a partir del proceso de
reconquista cristiana como de las desamortizaciones decimonónicas4, y que a partir de
la proclamación de la Segunda República y con el inicio en la aplicación de sus medidas
reformistas, advierte el claro peligro de pérdida de su estatus, sometido ahora al poder
reivindicativo y de captación de las sociedades agrícolas, en una coyuntura de cada vez
más señalada conflictividad social y laboral5; hechos que provocan una postura de
consenso reaccionario6, de carácter conservador antidemocrático, antiliberal, como de
3 MELERO VARGAS, Miguel Ángel: De la Esperanza al Sometimiento. Frente Popular, guerra civil y
primer Franquismo en una ciudad andaluza: el caso de Antequera, Tesis Doctoral, Universidad de
Málaga, 2013.
4 CASANOVA, Julián: España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española, Crítica,
Barcelona, p. 5.
5 FONTANA I LÁZARO, Josep: “El Frente Popular”, en VIÑAS, Ángel: En el combate por la historia.
La República, la guerra civil, el franquismo, Pasado & Presente, Barcelona, 2012, pp. 87-100; una obra
en la que de la misma forma Eduardo González Calleja analiza la evolución del proceso conspirativo
contra la República entre 1931 y 1936, GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Conspiraciones. El acoso
armado de las derechas a la democracia republicana”, en VIÑAS, Ángel: En el combate… pp. 141-152.
6 COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista en Andalucía. Balance historiográfico,
perspectivas teóricas y análisis de resultados, Centro de Estudios Andaluces, Sevilla, 2012. SÁNCHEZ
RECIO, Glicerio: Sobre todos Franco. Coalición reaccionaria y grupos políticos, Flor del Viento,
Barcelona, 2008.
3
defensa de la propiedad privada y del orden social capitalista7, y cuyo choque frontal
con los postulados republicanos, va a teñirse de rojo tras el estallido de la sublevación,
generando un “mecanismo universal de la limpieza política” .8
Así, la instauración de un nuevo régimen, paralela a la progresiva ocupación
sublevada, supondría el triunfo por la vía militar de los planteamientos ideológicos y
religiosos, políticos y sociales de esta coalición reaccionaria.
Esta es en su base la explicación al golpe de estado de 1936 desde la perspectiva
del Miedo, la de la necesidad de acabar con un régimen que va a presentarse como
caótico, destructor, violento y fraudulento desde su inicio, desde el considerado como
golpe de Estado de abril de 1931, la revolución de octubre de 1934 y el pucherazo de las
elecciones de febrero de 1936, y que habían llevado a España a la pérdida de sus
valores, de su esencia.
Diversos estudios9, algunos de ellos muy recientes
10, han puesto de manifiesto lo
que consideran una visión incompleta y errónea, procedente en buena parte de un
revisionismo historiográfico, en relación a los procesos sobre los que se desencadenaron
la violencia y represión franquistas, por presentar éstas en muchos casos como mera
respuesta a la violencia desarrollada en la retaguardia republicana11
, pero obviando
necesarios antecedentes, no tan inmediatos, como febrero de 1936, octubre de 1934, e
incluso abril de 193112
7 CASANOVA, Julián: España partida, p. 156.
8 GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge: La obra del miedo. Violencia y sociedad en la España
franquista (1936-1950), Ediciones Península, Barcelona, 2011, pp. 21-22.
9 MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política, coacción legal y oposición interior”, en Ayer, 33 (1999) p.
119.
10 COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista…
11 Una de las principales obras para el estudio de la retaguardia republicana, en su organización
revolucionaria como en la violencia desarrollada en la misma en LEDESMA VERA, José Luis: Los días
de llamas de la revolución: violencia y política en la retaguardia republicana de Zaragoza durante la
guerra civil”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2004.
12 Una denuncia de carencias que también se refleja en ARCO BLANCO, Miguel Ángel del: “La
represión franquista en Andalucía: un balance historiográfico”, en COBO ROMERO, Francisco: La
represión franquista… p. 73. De la misma forma la profesora Mir Curcó establece paralelismos entre el
4
Así, uno de los análisis abordados en este trabajo es el que muestra las
correlaciones entre la represión y otros factores como la vinculación y el protagonismo
político, el fortalecimiento sindical, la representatividad asociativa y social, o la
conflictividad laboral y el fenómeno huelguístico13
, todas ellas con acomodo en la
República, y que pretenden mostrar cómo la represión franquista persigue la
erradicación, desde la raíz, de la obra republicana.
En el caso andaluz la violencia franquista representa sobre todo una respuesta de
clara vocación exterminadora al éxito político y sindical de la izquierda entre el pobre
campesinado andaluz, a la sindicación masiva de éste, y a la reivindicación por la
mejora de condiciones frente a los patronos, adalides de la prolongación que sobre el
agro andaluz desarrolle el sistema capitalista, y defensores en la región de un
tradicionalismo católico y conservadurismo españolista y centralista que entendían en
jaque por culpa de la República, sus medidas reformadoras, y las libertades otorgadas
por ésta a sus agentes sociales14
.
Es entonces cuando la represión franquista se convierte fundamentalmente en el
instrumento de violencia y control, de exterminio y anulación, al servicio de una clase
terrateniente y caciquil, temerosa de la influencia política y sindical de la izquierda
sobre una masa jornalera cada vez más combativa por la consecución de derechos e
igualdades, y por tanto para la destrucción del orden agrario hasta ese momento
imperante y que la privilegiaba, no solo social y económicamente, sino también en el
control del poder local, con el acceso al mismo de las izquierdas, y dentro de ellas, de
representantes de clases humildes, obreras y jornaleras
caso español y los desarrollados en otros países tras la I Guerra Mundial, como Alemania, Italia y
Francia, MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política…”, pp. 115-145.
13 Un ejemplo para Andalucía en MARTÍNEZ GÁLVEZ, José Carlos: “Algunas precisiones en torno a la
violencia franquista”, en Hispania Nova, 10 (2012)
14 La correlación entre la movilización y actividad campesina –en la que se incluyen también los
fenómenos de conflictividad socio-laboral- y la represión franquista fue abordada por primera vez en
COBO ROMERO, Francisco: La guerra civil y la represión franquista en la provincia de Jaén (1936-
1950, Diputación Provincial, Jaén, 1994, al igual que se comparte en otros, tanto de carácter general como
aplicados por ejemplo al caso andaluz. Así respectivamente CASANOVA, Julián: España partida…, p.
28, y CARO CANCELA, Diego: Cien años de socialismo en Andalucía (1895-1985), Quorum Editores,
Cádiz, 2013, p. 399.
5
Precisamente en este hecho radica la clave de por qué es precisamente esta masa
jornalera la principal destinataria del posterior proceso represivo en base a la ecuación
de que la violencia emanada de la represión franquista será directamente proporcional a
la amenaza sentida por los antecedentes, haciéndose más voraz en aquellos núcleos
geográficos donde la fuerza política y sindical de la izquierda fue mayor, incentivando
una mayor presencia e implicación campesina, a través de una proliferación de
fenómenos huelguísticos, y con ello de una intensificación de la conflictividad laboral y
social; una idea sustentada por ejemplo en el hecho de que, a pesar de que existan
lugares donde no se registre oposición a la sublevación, o incluso no se tenga constancia
de violencia en la retaguardia republicana, la represión y la violencia franquistas
existen.
Esta era, de forma muy básica, la realidad del levantamiento en Andalucía, a la
que desde luego se unirían, colaborando estrechamente, los intereses particulares de
cada uno de los miembros del elenco de actores integrantes de ese consenso
reaccionario, pero ¿cómo explicará el Régimen el empleo de la violencia y la represión
desmedidas, tras la progresiva ocupación militar rebelde, y sobre todo tras su victoria
final y el inicio de su anunciada –pero ficticia- Paz?
Justificación y legitimación. Los otros, los suyos, nosotros y ellos
Aquí entran en escena justificación y legitimación, como los dos términos más
caracterizadores, y de paso cada vez más sustentados en el debate historiográfico en
torno a la construcción del Franquismo, tanto de la sublevación como de la represión
coetánea y posterior.
El discurso legitimador franquista, como ya se ha dicho, se asienta en buena
parte sobre la necesidad perentoria de intervención del aparato militar para anular una
República entendida como caótica desde su propia proclamación, destructora de valores
tradicionales y revolucionaria y violenta sobre todo a partir de octubre de 1934 –
legitimación de la sublevación- pero que encontrará desde luego un refuerzo en el
aprovechamiento de la violencia desarrollada en la retaguardia republicana en aquellos
municipios y ciudades en que fracasó en primera instancia el golpe militar de julio de
6
1936, sublimada de forma peyorativa bajo la categoría de Terror Rojo, a la postre base
legitimadora de su labor aniquiladora –legitimación de la violencia-.
El proceso de estudio de la justificación y legitimación de la represión franquista trae
aparejado el de la identificación de los actores protagonistas en la misma, desde la
acción o la recepción, pero antes de profundizar en los integrantes como generadores de
represión, resulta necesario reflexionar sobre las pautas que establecen para este proceso
justificativo y legitimador, siendo la primera de ellas –y una vez descartada como
decimos, una reconciliación verdadera como parte de una Paz real- la conformación de
un imaginario colectivo que contribuya a una clara distinción, polarizada y radical, de
afines y enemigos, de vencedores y vencidos.
En base a esto el Régimen, identificado el enemigo, va a establecer sobre él sus planes
de aniquilamiento, mientras que de forma paralela muestra al resto de la comunidad,
aquella que sujeta a matices y en diferentes grados e intensidades le es afín, y en la que
desde luego deben localizarse sus apoyos sociales15
, la razón y necesidad de esta acción
aniquiladora, a través de una estrategia de búsqueda de legitimación que combina el
discurso justificativo de ensalzamiento de lo propio con el de demonización del
considerado como enemigo interno, de esa parte de la comunidad social a la que se
considera como integrante de la anti-España, sin-Dios, como terrorista contra el orden
social, la defensa de la raza, el patriotismo, el Catolicismo –donde tiene su origen la
denominación compartida de Iglesia y Estado de Cruzada, como otra manifestación del
intento de legitimación de la sublevación otorgándole una procedencia divina- el orden
militar o el Fascismo -valores que por otro lado asumía como intrínsecos el Nuevo
Régimen-.
En definitiva la guerra cohesionó en torno a Nación, Patria, Tradición y Fe
Católica a una parte de la comunidad, y desarraigó a otra, al demonizarla,
monstrualizarla y extranjerizarla, situando a sus integrantes como enemigos de la
verdadera España, e incluso como no españoles por encontrarse manipulados por una
15
El probablemente más reciente y completo trabajo que analiza de forma exhaustiva la conformación a
nivel local de los apoyos sociales en el proceso de construcción del régimen franquista, en HERNÁNDEZ
BURGOS, Claudio: Franquismo a ras de suelo. Zonas grises, apoyos sociales y actitudes durante la
dictadura (1936-1976) Editorial Universidad de Granada, Granada, 2013.
7
influencia extranjera, no-afectos16
y resistentes al movimiento iniciado para “la
eliminación de todos los malvados que se adueñaron de la voluntad y la pasión del
pueblo para llevarles a discurrir por aquel cauce antiespañol”.17
Así se forja la imagen de los otros y los suyos –o de los estereotipados ellos
frente al nosotros18
- y sobre esta base se conforma la captación de apoyos sociales, esa
España afín con la que consolidan lazos a través de variables que fluctúan desde la
coacción a la aquiescencia, y a parte de la cual convierten con su adhesión en partícipe
de la represión, bien de forma física y directa –a través de su participación en grupos
paramilitares, auxiliares de las fuerzas de ocupación y brazo ejecutor en la represión en
pueblos y ciudades- o a través de la denuncia, la delación y el señalamiento, como
acción represiva generada desde abajo, aún con el incentivo y beneplácito de las
autoridades, muy propensas a recibir denuncias que casi siempre prosperaban, y siempre
con la intención principal de que su colaboración garantizara su entrada como integrante
de una “casta de vencedores”19
, copartícipe en la construcción de la Nueva España, en
la que desde luego ambas se beneficiarían de sus réditos.
Y de forma paralela de establecimiento de una cohesión interna de fortaleza
inigualable, la de la comunidad del dolor y la muerte, en su tránsito hacia la comunidad
del castigo20
, de colaboración entusiástica como vengativa por sufrimientos pasados, y
otra oportunista21
para referirse a la colaboración voluntaria o forzada de la sociedad,
respectivamente, bien para no quedar en entredicho ante esa casta de vencedores o
16
General Mola. Instrucción Reservada Nº 1, Base 5ª. 25 de abril de 1936, General Goded. Bando de
declaración del Estado de Guerra en las Islas Baleares. Artículo 3º y General Varela. Bando de Guerra en
Antequera. 13 de agosto de 1936
17 Carta de Serrano Suñer a Franco. Recogido en PONCE ALBERCA, Julio y SÁNCHEZ GONZÁLEZ,
Irene: “No solo represión. Dictadura franquista, conceptos históricos y categorías morales”, en Hispania
Nova, 10 (2012)
18 RODRIGO, Javier: Cruzada, Paz, Memoria. La guerra civil en sus relatos, Comares Editorial,
Granada, 2012, p. 15.
19 COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista..., p. 19.
20 GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge: La obra…, p. 39.
21 “Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, viejos militantes y nuevos oportunistas encontraron una
buena coyuntura para ajustar cuentas con el pasado y sentar las bases del futuro”. Ibid., p. 180.
8
disipar sombras de sospecha, o para prosperar y mejorar su posición social en la misma,
como en la construcción del Nuevo Estado en el que buscan su hueco.22
Nos desmarcamos así de otras afirmaciones que no reconocen claramente esta
intencionalidad, señalando que se trató de una prestación exclusivamente
desinteresada23
, si bien es cierto que, como hemos dicho, el fervor patriótico y el amor
a España, así como en la firme convicción de realizar un servicio al Régimen en
construcción, podían traslucir en estos comportamientos.
El caso es que buena parte de ellos son seducidos con una táctica de
embaucamiento que descansa sobre la mitificación del Alzamiento, del adanismo del 18
de julio, a través de la deshumanización24
y brutalización de un enemigo para la que el
Franquismo encuentra dos argumentos inmejorables interrelacionados entre sí bajo el ya
mencionado capital del Terror Rojo, cuya captación gráfica, pormenorizada al extremo,
e incluso sobredimensionada y manipulada, de la brutalidad enemiga que pretende
mostrarse tendrá un enorme eco en los Avances del informe oficial redactados desde
julio de 1936, como en la posterior instrucción y publicación de la Causa General.
Dicho de otro modo, el Franquismo busca la legitimación, la promueve, y la
consigue en base a la aceptación –con los diferentes matices y motivos- del pueblo, que
asimila y adopta lo que el Régimen les muestra, triunfando su estrategia de
embaucamiento y de convencimiento, en base al ensalzamiento de lo propio y
demonización de lo ajeno, y demostrando que, finalmente, la consecución de la
legitimación, es resultado de la interacción Arriba-Abajo y Abajo-Arriba, entre Estado
franquista y pueblo.25
Y de la misma forma sobre ellos se construye la nueva buena sociedad,
compuesta por un colectivo heterogéneo y de composición social compleja –un
22
ANDERSON, Peter y ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Construyendo la dictadura y castigando a sus
enemigos. Represión y apoyos sociales del franquismo (1936-1951)”, en Historia Social, 71 (2011) pp.
125-141, así como ARCO BLANCO, Miguel Ángel del: “La represión franquista…”, pp. 65-86.
23 COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista… pp. 29-64.
24 “Cuando el otro dejaba de ser considerado como una persona, como un ser humano, despojado de
derechos, sentimientos y personalidad, cualquier acción contra él podía ser empleada”. GÓMEZ
BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge: La obra…, p. 228.
25 Constituye esta una de las reflexiones formuladas en base a los intensos y fructíferos debates
entablados en la Mesa-Taller en que se insertaba este trabajo, Resistencias, Represión y Control Social,
del Congreso Posguerras: 75 aniversario de la guerra civil española.
9
verdadero magma social26
- entre los que pronto debería establecerse un consenso
forjado en base a la empresa común de la destrucción de la obra republicana27
, y con
ella la de la reconstrucción patriótica del Estado.
Precisamente por esto la estrategia de legitimación consistía en aportar luz futura
sobre la tiniebla del pasado, en base a destruir para reconstruir y aniquilar para resurgir;
fórmulas, procesos palingenésicos inevitables para la conformación de la nueva buena
sociedad, caracterizada por la recuperación de la verdadera esencia del pueblo español;
una palingenesia que solo se mostraba como posible a partir de presentar la República
como el régimen decadente necesario para que la providencia del Mito Fundacional del
18 de julio arrancara28
, por supuesto contando y haciendo uso de la violencia, como
bisturí que extirpara la célula enferma del cuerpo infestado.29
La legitimación de la violencia no es, sin embargo, coetánea al proyecto de
instauración del Franquismo, ni tan siquiera a la propia guerra civil, sino que ya se
apelaba a la misma antes incluso de que se desatara el conflicto bélico. Así Falange
acude a ella desde la perspectiva de la necesidad del empleo de la misma como
respuesta a la violencia revolucionaria republicana; un hecho que constituye una de las
bases en que se entronca la consideración de la etapa republicana como ilegítima, y por
ello la correlativa –y violenta- legitimidad de la sublevación -presentada como una
acción netamente popular, contestataria- la guerra y por ende el régimen político que
surgiera de la misma.
De ellos ocuparían un lugar preeminente los ya mencionados que
experimentaron el tránsito desde una comunidad de la muerte a otra del castigo, y de
26
COBO ROMERO, Francisco y ORTEGA LÓPEZ, Teresa: “No solo Franco. La heterogeneidad de los
apoyos sociales al régimen franquista y la composición de los poderes locales. Andalucía, 1936-1948”, en
Historia Social, 51 (2005) p. 51 Pág. 51. UNED. Véase también Ibid.,: Franquismo y posguerra en
Andalucía Oriental. Represión, castigo a los vencidos y apoyos sociales al régimen franquista, 1936-
1950. Universidad de Granada, Granada, 2005.
27 SEIDMAN, Michael: La victoria nacional. La eficacia contrarrevolucionaria en la guerra civil.
Alianza Editorial, Madrid, 2012.
28 HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Franquismo a ras…, p. 48.
29 Ibid., p. 62.
10
ellos deberían salir los hombres nuevos30
, aquellos destinados a, tras un periodo de
coligación y convivencia con las viejas oligarquías que habían ostentado el poder con
anterioridad a la etapa republicana y sobre todo en la Restauración y la dictadura
primorriverista, terminar copando de manera absoluta los puestos y el protagonismo en
el nuevo panorama político del Franquismo.
El miedo también complica la tarea de distinguir los apoyos verdaderos –es
decir, los de afinidad ideológica y los integrantes del consenso reaccionario, o lo que es
lo mismo, aquellos que no solo apoyaron la sublevación, sino que reclamaron de forma
insistente la intervención del Ejército, con el que contribuyeron de forma decidida luego
aportando importantes “recursos materiales, económicos y logísticos”31
- de los que se
produzcan de manera forzada, con la supervivencia como objetivo básico32
.
Por tanto, justificación, propaganda y apoyo por un lado, y violencia, miedo y
exterminio por otro, constituyen la base sobre la que el Franquismo persigue hacer de la
represión, legitimidad, obviando la paradoja de que es precisamente la ausencia de
legitimidad, como la incapacidad de establecer un consenso, no violento, la que activa
los procesos de represión33
.
Y de paso, dos Españas, irreconciliables, porque sobre ellas resultará imposible
evitar la separación y el distanciamiento, cuando el anacronismo del odio y la
incapacidad de perdonar se conviertan en la vía para establecer una Paz verdadera,
como de construcción de una España en la que va a establecerse una represión
sistemática como reguladora de las relaciones entre vencedores y vencidos, donde el
autoritarismo franquista utiliza la opresión y la coerción como instrumentos de
dominación y de eliminación de disidencia, de sanción de cualquier conato de
30
ARCO BLANCO, Miguel Ángel del: “Hombres nuevos: el personal político del primer franquismo en
el mundo rural del sureste español (1936-1951) en Ayer, 65 (2007) pp. 237-267.
31 GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge: La obra… p. 40.
32 ARÓSTEGUI, Julio: Franco: la represión como sistema, Flor del viento, Barcelona, como en SAZ
CAMPOS, Ismael: “La represión franquista: una perspectiva de conjunto”, en RODRÍGUEZ CORTÉS,
Pablo, SICLUNA LLETGET, María Isabel y CASADO ARBONIÉS, Francisco Javier: La represión
franquista en Levante. Fuentes para su estudio, Eneida, Valencia, 2009, pp. 21-28.
33 Aróstegui prefiere el empleo de término “hegemonía ideológica”, que en este trabajo se estima más
adecuadamente sustituir por el de “consenso”. ARÓSTEGUI, Julio: Franco: la represión… p. 39.
11
desviación, de exclusión y anulación, de desarraigo; de redención y reeducación34
, de
imposición de medios no consensuados para el establecimiento de un nuevo sistema
político, con unos nuevos valores ideológicos35
, y por ende, como base garantizadora de
un régimen dictatorial duradero36
.
Efectivamente erradicar y anular, desarraigar y apartar constituyen para el
Franquismo la mejor manera de garantizar la ausencia de oposición, ya sea en lo físico,
a través de la muerte o el encarcelamiento, como en lo anímico y moral, lo laboral o lo
económico.
Por tanto, de la represión como sistema a el control social es el Estado, pero en
todo caso el empleo por parte de éste de la violencia como instrumento –
degeneración37
- de control social, o de una forma más clara a través de la correlación
que establece que la represión es el empleo por parte de un Poder, no legítimo por
haberlo hecho a través de procedimientos de fuerza, del control a través de la amenaza,
la violencia y la sanción; un hecho que se convierte en el mejor indicador de la
ilegitimidad del Franquismo.
El recurrente debate sobre la legitimidad o ilegitimidad del Franquismo, como
de las obvias distinciones que entre legitimidad y legalidad deben establecerse,
constituye una de las aportaciones bibliográficas más prolíficas y recientes dentro del
estudio del régimen franquista, como en especial de la represión que de él subyace.
34
COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista… p. 23. El empleo del terror como paralizador
de toda resistencia y anulador de cualquier muestra de oposición, o el corte desde la raíz del proyecto
reformista republicano, como del aniquilamiento de los que formaron parte de sus resortes desde 1931,
con un especial detenimiento al Partido Socialista como “baluarte de la República”, así como “columna
vertebral del Estado republicano” - TUÑÓN DE LARA, Manuel: “El socialismo español en la Guerra
Civil”, en JULIÁ, Santos: El socialismo en España, Pablo Iglesias, Madrid, 1986, pp. 235-263,
mencionado en CARO CANCELA, Diego: Cien años… pp. 384, 398 y 422.
35 MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política…”, p. 118.
36 RODRIGO, Javier: “Internamiento y trabajo forzoso: los campos de concentración de Franco”, en
Hispania Nova, 6 (2006)
37 ARÓSTEGUI, Julio: Franco: la represión…, p. 48.
12
Algunos estudios38
vienen a señalar que la represión se establece cuando por
parte de los gobernantes se sobrepasan los límites del orden legítimo sobre los
gobernados, dentro de un orden social –un hecho básico en una guerra civil que encierra
y representa por encima de todo y en su más profunda raíz, un conflicto social39
- a
través del empleo de la fuerza y los instrumentos coercitivos si fuera necesario, para
erradicar cualquier manifestación de disidencia; unas afirmaciones matizables o al
menos susceptibles de ser completadas, ya que si la manera de acceso al Poder es a
través de la fuerza o la sublevación, o lo que es lo mismo, de ataque a lo
democráticamente establecido, la ilegitimidad ya aparece como intrínseca a este Poder,
por mucho que éste pudiera incluso llegar a desarrollar en un futuro un buen gobierno.
De la misma forma otros estudios sostienen que la represión puede llegar a
convertirse en un recurso legítimo para conseguir un reequilibrio social; una defensa de
que el fin justifica los medios, pero que en ningún caso puede ser aplicable a un poder
ilegítimo como el Franquismo, en el que la paz nunca podría llegar a través de la
fuerza40
, y más en el caso del Franquismo, que no atendía a las mínimas exigencias del
Estado de derecho, por carecer de un principio de legalidad.41
Y es que “la ostentación de un poder incontestado no es sinónimo de paz
social”42
, y nunca puede conseguirse la paz social desde el sometimiento, desde el
asalto, desde la ruptura de la conformidad y el consenso, constituyendo además un
oxímoron, una tétrica paradoja establecer como fórmula de erradicación de la violencia
el empleo de la misma.
38
ARÓSTEGUI, Julio: “La oposición al franquismo. Represión y violencia políticas”, en VVAA: La
oposición al régimen de Franco. Tomo 1. V. 1, UNED, Madrid, 1990, pp. 235-256, Ibid.: “Violencia,
sociedad y política: la definición de la violencia”, en Ayer, 13 (1994), pp. 17-55.
39 MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política…”, p. 116.
40 PARSONS, Talcott: “Some reflections o the Place of Force in Social Process·, en ECKSTEIN, Harry:
Internal War: Problems and Approaches, Londres, 1964, p. 34.
41 MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política…”, p. 117.
42 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Sobre el concepto de represión”, en Hispania Nova, 6 (2006),
Ibid.: La violencia en la política. Perspectivas teóricas sobre el empleo deliberado de la fuerza en los
conflictos de poder, CSIC, Madrid, Ibid.: “La historiografía sobre la violencia política en la España de los
años treinta: balance y perspectiva”, en Alcores: revista de historia contemporánea, 5 (2008), pp. 257-
288, Ibid.: “La violencia política en la España del siglo XX: una balance historiográfico”, en Mélanges de
la Casa de Velázquez. 38-2 (2008)
13
De hecho, en la distinción que algunos historiadores establecen entre represión
ilegal y legal, para temporalizar las dos etapas que separa el establecimiento de los
tribunales militares franquistas, de lo que no cabe duda es de que ambas están
impregnadas de ilegitimidad por asaltar un régimen político legítimo, agravado por el
hecho de viciar, prostituir y tergiversar el uso de un Código de Justicia Militar para
aplicarlo a población civil, y distorsionar con él el concepto de rebelión43
.
Por ello no está de más recordar la distinción que debe establecerse entre lo legítimo y
lo legalmente vigente. Porque el control social, la violencia, la represión, pueden ser
llevadas a cabo desde un gobierno ilegítimo por la naturaleza de su acceso al Poder,
pero dentro de una legalidad, es decir, sostenida por un aparato legal vigente, con leyes
y disposiciones sobre las que se apoya y regula.
Así en el Franquismo, principio de ilegitimidad y legalidad, no solo no son
incompatibles, sino que se complementan y se hacen imprescindibles para entender el
funcionamiento del Estado Franquista, sobre todo en sus primeros años.
El Franquismo pretende encontrar una legitimidad a través de la imposición de
una legalidad estructurada sobre procedimientos penales, y a su vez sujetos a una ley
que no es otra cosa que un instrumento de persecución y castigo del vencido, del que se
había opuesto a la sublevación, señalando esta actitud como reaccionaria , y
estableciendo con ello una “justicia al revés”44
, un anacronismo asentado en la práctica
en la figura del Bando de Guerra, y posteriormente reforzado en las sentencias que
concluyan los procesos militares seguidos contra los prisioneros republicanos, y por el
que se invierten los papeles entre ostentadores de la legitimidad y la ilegitimidad,
convirtiendo a los rebeldes en salvadores, y a los defensores de la legalidad en rebeldes.
Una idea que por otro lado encuentra una inmejorable plasmación en la creación
de la Comisión Bellón, y de ella el Dictamen que concluía con la consideración de
ilegitimidad del Frente Popular –con base en torno a la consideración de las elecciones
de febrero de 1936 como una manipulación y una farsa- y con ello manifestar la propia
legitimidad del Franquismo, argumentando que no puede tacharse de rebelión la acción
43
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio: “Debate sobre la naturaleza de la represión en España”, en Hispania
Nova, 10 (2012)
44 PONCE ALBERCA, Julio y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Irene: “No solo represión…”
14
contestataria contra un Gobierno ilegítimo como el republicano45
, por favorecer éste el
caos y el conflicto46
.
Por ello la sublevación, como la represión que de ella emana, muestra una doble
cara: la verdadera, por la que el miedo a la pérdida del poder, del estatus, del privilegio
económico y social, lleva a un consenso reaccionario –visión interna- y otra que es la
que se exterioriza en base al mito fundacional del 18 de julio, para justificar la
sublevación, obtener adeptos, ganar apoyos, y ejecutar su violencia en base a la
ilegitimidad republicana, su decadencia, y la violencia y caos establecidos en torno a
ella –visión externa- mostrando como inevitable la intervención armada.
La Comisión Bellón es creada a finales de 1938 y publica sus conclusiones a
principios de la década de los Cuarenta del siglo pasado, por lo que debemos mirar más
atrás para encontrar acciones que sostengan la justificación, no ya tanto de la
sublevación, sino de la terrible violencia ligada a la ocupación militar –una ocupación
militar alargada conscientemente por Franco para hiperbolizar su proyecto aniquilador-
encontrando ésta su sustrato en el Terror Rojo, en esa acción de un enemigo al que se
presenta como brutalizado, demonizado, deshumanizado, en definitiva monstrualizado,
habitante de un inframundo, casi irreal, tarado y enfermo física y psicológicamente,
como si la enfermedad - o al menos las más desagradables o peor consideradas
socialmente- solo fuera exclusiva de éste.
Una mostrualización e infrahumanización del enemigo que ya Vallejo-Nágera,
Jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de Franco patologizara, psiquiatrizando al
disidente al señalar al “marxista como débil mental”.47
45
MINISTERIO DE LA GOBERNACIÓN: Dictamen de la Comisión sobre la ilegitimidad de poderes
actuantes en 18 de julio de 1936. Editora Nacional, Madrid, 1939. Por otro lado, en relación a la
ilegitimidad de la República, aunque centrada fundamentalmente desde los sucesos de octubre de 1934,
véase RODRÍGUEZ TARDUCHY, Emilio: Significación histórica de la cruzada española. Ediciones
Españolas, Madrid, 1941.
46 CASTRO ALBARRÁN, Aniceto de: El derecho al Alzamiento, Salamanca, pp. 397-398.
47 VALLEJO-NÁGERA, Antonio: La locura y la guerra: psicopatología de la guerra española.
Santarén, 1939; una idea que constituye también una de las principales líneas en ARRARÁS
IRIBARREN, Joaquín y SAÉNZ DE TEJADA, Carlos: Historia de la Cruzada Española. 8 volúmenes.
Ediciones Españolas, Madrid, 1939-1943.
15
En todo caso, siempre resultaría más fácil, moralmente más asumible, aniquilar a
un monstruo.
Y luego, evidentemente, había que trasladar esta imagen a las retaguardias
sublevadas, situando a las víctimas de su monstruosidad, a los caídos por Dios y por
España, como al resto de la comunidad para su asunción y destrucción de cualquier halo
de empatía para con el enemigo rojo –la prensa, en muchos casos la local, desarrollará
en este sentido una labor fundamental-.
El caso es que el Franquismo recoge apoyos allí donde sembró un recuerdo de
violencia, persecución y muerte, y recoge estos apoyos en base a la asimilación y
asunción de conceptos como Cruzada, guerra universal, anti-España, o sin-Dios, todos
ellos aplicables a la República, como al levantamiento contra la misma.
Así por ejemplo, el arraigo católico en una amplia mayoría de las denominadas
como zonas grises en la España de la inmediata posguerra, favoreció su acercamiento al
Nuevo Régimen, de forma correlacionada a no entender ni aceptar la violencia
anticlerical e iconoclasta llevada a cabo en la República, como en la retaguardia
republicana en la guerra, y haciendo surgir o reafirmando –en caso de duda- un
sentimiento anti-republicano en algunos estratos sociales, lo que por otro lado facilitaría
la asimilación de la estrategia de demonización republicana y su consiguiente
justificación para la legitimación de la sublevación y el régimen posterior48
.
Un discurso ultranacionalista y ultracatólico, en el que la tradición, la grandeza, el
orden, la fe, se entendían, no solo como intrínsecas al Nuevo Régimen, sino como
inherentes a su historia y esencia, y por ello debían ser “despertadas” después de su
letargo en la República.
Por otro lado, el establecimiento de un cuerpo legislativo propio será el
instrumento para intentar dotar de legitimidad la violencia por parte del Estado.
En un proceso en el que el régimen franquista es consciente de que la
ilegitimidad se encuentra en la base de la conformación de su naturaleza política, éste
desarrolla una “legislación represiva” o “represión legalizada”, como parte el
48
HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: “Mucho más que egoísmo y miedo: las actitudes de los españoles
durante la guerra civil (1936-1939), en ARCO, Miguel Ángel del et al: No solo miedo. Actitudes políticas
y opinión popular bajo la dictadura franquista (1936-1977), Comares, Granada, p. 41.
16
proyecto de construir, siquiera artificial y manipulada, una legitimidad adaptada a sus
intereses49
, y en la que tenga plena asunción el ejercicio de su control social a través de
la violencia política y la represión.
La represión se presenta así como una acción reguladora de la relación entre
Estado y una parte de la comunidad50
, adoptada de forma ilegítima desde el Poder a
partir de una legislación no consensuada, y que discrimina de forma brutal, a través de
la violencia política, todo aquello que sea considerado como desafiante y amenazante al
orden social y político que pretende establecerse, a los que entiende como opositores en
potencia, y a los que por tanto hay que anular, precisamente para evitar ser debilitado. 51
A estos cohíbe y discrimina, desde la eliminación física a la imposición de una
cultura política, económica, social y moral “oficial”52
y a través del control y la sanción
sobre las conductas desviadas, pasando del control social al control coercitivo, es decir,
al cada vez mayor uso de la fuerza para obtener la conformidad del que es gobernado.
Es más, si la coacción, la coerción y el castigo suponen la radicalización de los
instrumentos para el control social53
cuando el consenso social ha desaparecido, en el
caso del Franquismo damos un paso más a las teorías parsonianas, al añadir el estrato
de la aniquilación, el de la eliminación del enemigo como garantía última y eficaz de
control social, de eliminación de la disidencia a través del Terror54
, debido al hecho de
que en el caso español, no es que las medidas de consenso sean erradicadas, o
desaparezcan, por ejemplo por la incompetencia del Gobierno, sino que en el
Franquismo, esta aquiescencia nunca existió, por ser un régimen político que surge de la
ilegitimidad y del asalto.
49
GÓMEZ BRAVO, Gutmaro: “El desarrollo penitenciario en el primer franquismo (1939-1945)”, en
Hispania Nova, 6 (2006)
50 RULE, James: Theories of Civil Violence, Berkeley, 1988, pp. 20-26.
51 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Sobre el concepto…”.
52 Ibid.
53 El profesor Santos Juliá habla de tres conceptos vinculados a la violencia política: represión, control
social y coacción legal. JULIÁ, Santos: La violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid,
2000.
54 La coerción supone para el funcionalista Talcott Parsons uno de los pilares en que se forjan las
estrategias de control social, junto a la incentivación, la persuasión y el compromiso. PARSONS, Talcott:
“Some reflections on the place of force in social process”, en ECKSTEIN, Harry: Internal war. Problems
and approaches, Free Press of Glencoe, Nueva York, 1964.
17
El Régimen franquista es consciente de esta carencia, y la tiene muy presente a
la hora de llevar a cabo sus prácticas represivas, poniendo en funcionamiento lo que
podría denominarse como una Represión paliativa, de prevención a través de la
amenaza, de represalia como leitmotiv55
, de aniquilamiento y redención del considerado
enemigo, y con él de la disidencia y la oposición, del riesgo a la pérdida del control
social, del miedo.
Efectivamente, “los regímenes autoritarios invierten más en represión
anticipatoria”56
como medida de control, por miedo al surgimiento de acciones
subversivas que pudieran ser secundadas, pero también como elemento disuasorio,
porque la represión no solo castiga a unos sino que disuade al resto.57
Ni tan siquiera la represión ejercida desde el bando sublevado, en sus
retaguardias, responde a un impulso innato e irracional de sus gestores, sino que es
planificada antes incluso del propio inicio del conflicto bélico –así por ejemplo a través
de las instrucciones reservadas de Mola- y con un objetivo innegociable, nunca un paso
atrás después de ser puesta en marcha, lo que quedaría corroborado una vez que el
principal objetivo inicial de los golpistas no se consiguiera: la toma de Madrid.
Precisamente por esto, la categorización que, sobre todo en base a criterios
cronológicos llevará a distinguir entre terror caliente y terror frío, para separar entre la
represión ejercida al ardor de la ocupación militar, y la que se desarrolle con
posterioridad, asentadas las retaguardias sublevadas y en funcionamiento los tribunales
militares, no deja de formar parte de un proceso de “terror calculado”.58
55
TILLY, Charles: Regimes and Repertoires, Universidad de Chicago, 2006, p. 74.
56 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “La represión estatal como proceso de violencia política”, en
Hispania Nova, 10 (2012)
57 HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Franquismo a ras..., p. 95.
58 ARÓSTEGUI, Julio: Franco: la represión... La defensa del terror planificado y controlado también en
ESPINOSA MAESTRE, Francisco: La justicia de Queipo: violencia selectiva y terror fascista en la II
División en 1936: Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz. Crítica, 2000, recogido también
en ARCO BLANCO, Miguel Ángel del: “La represión franquista…”. Otros trabajos dejan entrever la
existencia de una violencia incontrolada, de la que discrepamos en buena parte, por ser acciones que
desde un primer momento aparecen regladas por una Autoridad, la militar, y a través de un instrumento,
el Bando de Guerra. MIR CURCÓ, Conxita: “Violencia política…” p. 130.
18
El hecho es que el recién establecido Estado franquista, como régimen político
totalitario y tiránico, suple su ilegitimidad con un aplastante dominio y poderío basado
en el control social a través de la represión y la violencia, que no solo hace estéril
cualquier intento de resistencia, sino que incluso se anticipa a ella; una optimización de
la represión59
que, unida a la gestión que para la captación de apoyos sociales realice,
así como de direccionamiento de las actitudes de la población hacia su gobierno, sus
estamentos de poder y la propia figura de Franco, garantice sus posibilidades de éxito, y
su perdurabilidad a lo largo de casi cuatro décadas.
Respuestas y actitudes sociales ante la represión franquista
Como última reflexión en este trabajo, ¿cuál es la actitud de la población, de esa
comunidad afín, ante la represión?
En un trabajo publicado hace algunos años por el profesor Eduardo González
Calleja60
, éste recoge algunas reflexiones de otros autores, como las que afirman que los
comportamientos represivos, cuando son considerados ilegítimos, agudizan actitudes
contestatarias y de protesta61
.
Otra de las teorías que recoge este artículo es la que analiza las variables que se
derivan del grado de aceptación que la represión ejercida desde el Poder tiene entre la
población, y la influencia que este aspecto puede tener en la efectividad de la misma, en
59
DELLA PORTA, Donatella: Social Movements and the State: Thoughts on the Policing of Protest.
European University Institute, 1995, Ibid.: Social Movements, Political Violence and the State. A
comparative analysis of Italy and Germany, Cambridge, 1997.
60 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Sobre el concepto…”.
61 OPP, Karl Dieter y ROEHL, Wolfgang: “Repression, Micromobilization and Political Protest”, en
Social Forces. 69 (1990)
19
su éxito o fracaso, y por ello en su consideración de legitimidad o ilegitimidad por parte
de la comunidad.
Es decir, para que la represión ejercida desde el Poder sea exitosa debe existir
una creencia firme por parte de la sociedad de que ese empleo de la represión es
necesario, lo que ya supone legitimarlo, adoptarlo y asimilarlo62
como paso previo para
la consecución de una Paz social.
Sin embargo ninguno de los dos argumentos pueden considerarse aplicables y
por tanto adecuados para el Franquismo, en el primero de los casos porque la represión
como sistema ejercida por éste no agudiza la protesta sino que, salvo contadas
excepciones, e incluso excepción hecha del fenómeno de resistencia guerrillera
antifranquista63
, la erradica y la sustituye por el miedo y el silencio; y en el segundo
porque la efectividad de la acción represiva no procede necesariamente de una
aceptación comunitaria, global y estanca, sino por variables que van desde el pleno
alineamiento y aquiescencia, la oportunidad de venganza y de zanjar rencillas pretéritas,
el oportunismo político, económico o social, la aceptación, conformidad, el silencio
neutral como estrategia de inhibición de problemas64
de un pueblo de cuyas ansias por
olvidarse de una guerra provocada por el Régimen, se benefició éste último; de la
preocupación por generar dudas o dar la impresión de tibieza.
El pueblo participa de la represión, aún a través de su complacencia, de aplaudir
la vejación, aunque quizás la deplorase internamente, pero mostrando públicamente
beneplácito, como salvoconducto de entrada a esa España de vencedores, para casi sin
darse cuenta, pasar a convertirse en guardianes y controladores de los actos de sus
vecinos rojos.
Y por supuesto la inacción, el aletargamiento por miedo, porque el miedo
provoca pánico y paralización, anulación de la capacidad contestataria –al menos
62
GURR, Ted Robert: “Alternatives to Violence in a Democratic Society”, en GRAHAM, Hugh David y
GURR, Ted Robert: Violence in America. Historical and comparative perspectives, California, 1979.
63 El Franquismo utiliza con el fenómeno maqui, la misma estrategia que ya siguiera con la República,
demonizarlo, criminalizarlo, despojarlo de toda connotación o motivación política, simplificando su
acción a la de un grupo de maleantes, bandoleros y forajidos. MELERO VARGAS, Miguel Ángel: De la
Esperanza… pp. 1218-1237.
64 HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Franquismo a ras…, p. 16.
20
públicamente- y silencio, como forma de auto-represión en el sentido de garantizar la
supervivencia pero perpetuar el sometimiento.
Porque el éxito de la represión franquista no reside solo en la aniquilación física,
sino en la de la voluntad del enemigo. Una represión que no solo mata, encarcela,
reeduca, evangeliza y recatoliza, o explota laboralmente, sino que garantiza el silencio
a cambio de la supervivencia.
El silencio, y hasta casi el olvido; sensaciones que en ningún caso pueden
confundirse con aceptación y consenso, y mucho menos con legitimación de
comportamientos procedentes de un Poder ilegítimo.
De esta forma la convicción de la necesidad de la violencia se reduce y se hace
exclusiva de los agentes de la represión, mientras que en el otro extremo, en el caso de
los vencidos, se trata de una “aquiescencia bajo coacción”65
donde la naturaleza del
Franquismo, régimen totalitario, cerrado, surgido por la fuerza de las armas66
, establece
la coerción y –de nuevo- el miedo como sustitutos del consenso con éstos.
Incluso ha llegado a afirmarse cómo el “control social es el proceso en virtud
del cual se obtiene la conformidad de los individuos con el sistema sobre la base de la
aquiescencia o la sumisión a la norma”67
, una afirmación que aceptamos siempre y
cuando ello no implique una necesaria conformidad o consenso con el gobernado, y se
deje un resquicio a factores como el rechazo o la conformidad por y desde el miedo,
más en un caso como el franquista en el que la violencia es inherente al control social,
desde el primer momento de la sublevación, e incluso con anterioridad a ésta, como ha
tenido la oportunidad de verse.
En todo caso, actitudes variables ante la represión, estratificadas en una escala
muy similar a la que rige las actitudes ante el propio Franquismo, permitiendo delimitar
de forma clara los diferentes grados de participación de cada una de ellas en el voraz
proceso represivo del Régimen.
Ya han sido puestos de realce varios aspectos, como la identificación y
localización de los principales protagonistas en el proceso represivo: Estado Franquista,
65
GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Sobre el concepto…”.
66 TILLY, Charles (2006): Regimes and…, p. 81.
67 HOMANS, George Casper: The Human Group, Harcourt Brace Janovich, San Diego, 1950, p. 137.
21
comunidad afín, donde se hallan los agentes de la represión –ejecutores y
colaboradores- o las consideradas como víctimas de la violencia desarrollada en la
retaguardia republicana por un lado, y destinatarios de esta represión por otro.
Precisamente entre los estudios más recientes en torno al proceso de
instauración, construcción y desarrollo del Franquismo, han proliferado nuevas e
interesantes líneas de investigación, centradas fundamentalmente en cómo se gestan las
relaciones entre el Estado y la que definiríamos como comunidad de no-vencidos –
donde se incluiría, no solo esa comunidad afín, sino la que conforma la que ha venido a
denominarse como zona gris- en base a la actitud de ésta ante el Régimen, como de las
estrategias de éste para la captación de unos apoyos sociales que contribuyeran a su
perdurabilidad.68
Relaciones reguladas y clasificadas en estos trabajos, y que desde luego incluyen
también el comportamiento de esta comunidad de no-vencidos ante la represión, como
su grado de participación en la misma, formulando teorías conducentes a huir de
simplificaciones como la de que la España que se construye a partir de 1939 lo es
exclusivamente de vencedores y vencidos, o que la represión que en ella se desarrolle se
establece únicamente de Arriba a Abajo.
En el que probablemente último trabajo publicado hasta el momento en el que se
abordan estos aspectos, No solo miedo…, se establece una categorización para la
participación ciudadana en la represión y la violencia, y que divide la participación
ciudadana, según su grado de protagonismo, en directores, ejecutores, intercesores y
colaboradores69
; una clasificación desde luego interesante y útil para la localización más
detallada de los agentes de la represión, pero en la que entendemos deben incluirse otras
cuestiones que nos permitan conocer, más incluso que su naturaleza o carácter, la razón
que les mueve a dirigir, ejecutar, interceder o colaborar en el ejercicio de la represión
sobre sus vecinos.
En lo que respecta a los directores –que también definiríamos como
instigadores- el trabajo se asienta sobre dos mecanismos establecidos por Charles
68
Los ya mencionados de HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Franquismo a ras… y ARCO, Miguel
Ángel del et al: No solo miedo…
69 GIL ANDRÉS, Carlos: “También hombres del pueblo. Colaboración ciudadana en la gran represión”,
en ARCO, Miguel Ángel del et al: No solo miedo…, p. 51.
22
Tilly70
como son la activación de divisorias y la correduría, de las que la primera
supone la radicalización de posturas disonantes hasta convertirlas en irreconciliables –la
dicotomía del nosotros-ellos de la que tratamos en este trabajo- mientras que la segunda
supone la base del consenso reaccionario que también tratamos aquí, en el sentido de
buscar correlaciones y nexos comunes para la conspiración contra la República –orden,
catolicismo, raza o Patria-.
Sin estar en desacuerdo, consideramos necesario defender que esta activación de
divisorias no tiene por qué ser exclusiva de los directores de la represión, sino que
puede ser asumida también por los ejecutores o los colaboradores, como por otros
instrumentos como la prensa y la labor propagandística, que de forma insistente
contribuyen a fortalecer antagonismos, toda vez que la estrategia franquista de
demonización triunfe, y su discurso sea asumido por la comunidad.
Pero al margen de esto, consideramos necesario enlazar ambos mecanismos, de
manera que la correduría activaría unas divisorias que desencadenarían una
polarización, en el sentido de radicalización del enfrentamiento, y con una bifurcación
entre el ensalzamiento de lo propio y la demonización de lo ajeno.
En lo que respecta a la categoría de intercesores –es decir, aquellos que con su
actuación pudieron mitigar la acción represiva- y ya en el caso concreto de la zona sobre
la que hemos realizado gran parte de nuestras investigaciones, la andaluza de
Antequera, no existió lugar para terceras partes estabilizadoras, por la consideración de
que tercera parte implicara tibieza, en el sentido de que todo comportamiento que se
registrara como inferior al entusiasmo, podía ser tildado como subversivo, y por ello
susceptible de ser considerado como traición.71
No hubo intercesores para el caso de Antequera, no desde luego para frenar la
represión franquista, aunque sí existieran en la retaguardia republicana, e incluso más
que intercesores, protectores, y que por cierto no gozarían posteriormente de
70
TILLY, Charles: Violencia colectiva, Hacer, Barcelona. 2007, pp. 20-21 y 231.
71 GIL ANDRÉS, Carlos: “También hombres…, p. 63.
23
reciprocidad ni correspondencia por su gesto, como pudimos constatar para el estudio
de la violencia desarrollada en la retaguardia republicana en la zona antequerana.72
No existió en definitiva piedad en la zona antequerana, y sí un olvido total de la
letra del quinto mandamiento73
, convirtiéndose en este sentido la no-intercesión en una
pieza más de la ejecución de la represión, por pasividad.
En tercer lugar, ¿por qué ejecutores?
El ansia de arribismo como de búsqueda por la vía rápida de entrar a formar
parte de la casta de vencedores, la exaltación franquista, e incluso la virilidad o el
ímpetu de la edad, se han señalado como razones para pasar a formar parte de esta
categoría de ejecutores. Pero también podríamos encontrar motivos en hechos tan
dispares como cumplir órdenes directas de superiores militares, de nuevo el miedo por
la consideración de tibieza o por dudas generadas en torno a una actuación o
vinculación pasadas, o como venganza por enfrentamientos y sufrimientos pretéritos,
sobre todo en la etapa republicana, o de persecución, en la retaguardia republicana –así
por ejemplo, y para el caso de Antequera, miembros del aparato fascista local,
perseguidos durante el Frente Popular y buena parte de ellos asesinados en la
retaguardia republicana, y que desde la ocupación de la ciudad participarían de forma
activa en la más cruenta represión desarrollada en ella-.
Además esto nos lleva a reflexionar que la categorización en base a la
participación ciudadana establecida para el proceso represivo franquista, ofrece matices
según la variante que ésta desarrolle. Es decir, la clasificación como directores o
ejecutores no debe circunscribirse exclusivamente a la represión física en el grado
superlativo de la muerte, sino que es necesario aplicarla al resto de variantes de la
72
Véase por ejemplo el caso de Antequera, donde serán numerosos los testimonios orales que coinciden
en señalar un comportamiento ejemplar, por los que ostentaron el poder revolucionario sobre los
colectivos perseguidos durante la retaguardia republica en localidades de la zona Norte de Antequera
como Humilladero o Mollina, o para el caso del propio municipio antequerano, del que fuera Primer
Teniente de Alcalde del Ayuntamiento del Frente Popular, Juan Villalba Troyano, cuyo comportamiento
fue avalado tras su detención por no pocos informes favorables –incluido el de la Madre Superiora de un
convento de religiosas- pero que no serían acicate para que terminara siendo fusilado. MELERO
VARGAS, Miguel Ángel: De la Esperanza…, pp. 1025 y 1051.
73 AGUIRRE GONZÁLEZ, Jesús Vicente: Aquí nunca pasó nada. La Rioja, 1936, mencionado en GIL
ANDRÉS, Carlos: “También hombres…, p. 56.
24
represión, como la que implica la cautividad, en cualquiera de sus manifestaciones –
campos de concentración, batallones de trabajadores, colonias penitenciarias,
destacamentos penales o prisiones- la de carácter económico74
o la laboral.
Más común a las diferentes manifestaciones de la represión, podría resultar sin
embargo el papel de los colaboradores, fundamentalmente desde su fórmula más
efectiva de la delación, la denuncia o el señalamiento, y que no puede reducirse solo a
una actuación motivada por la aquiescencia o afinidad del colaborador con el Régimen,
ni por la venganza procedente de viejas rencillas personales con el acusado, sino que
debe recoger otras motivaciones como la vía rápida de promoción en la Nueva España,
o el resarcimiento de los sufrimientos y perjuicios precedentes -perseguidos en la
retaguardia republicana o vinculados a asesinados en ésta, agraviados por el
recrudecimiento de las políticas laicistas y comportamientos anticlericales, o
damnificados social y económicamente por la creciente conflictividad obrero-patronal
en la etapa republicana y muy especialmente durante el Frente Popular, y facilitando
con sus acciones ese tránsito de la comunidad de la muerte a la del castigo-.
Matices que consideramos deben ser tenidos muy en cuenta para dar coherencia al
discurso que correlaciona la represión franquista, más que como una mera respuesta a la
violencia en la retaguardia republicana, al objetivo primordial de destrucción, desde la
raíz, del proyecto republicano y su recuerdo.
74
Un avance del más reciente y completo trabajo sobre la represión económica para el caso andaluz en
MARTÍNEZ LÓPEZ, Fernando: “Incautaciones y responsabilidades políticas en la Andalucía franquista
(1936-1945)” en COBO ROMERO, Francisco: La represión franquista…, pp. 101-121, así como
MARTÍNEZ LÓPEZ, Fernando, ÁLVAREZ REY, Leandro y GARCÍA GARCÍA, Cristóbal: “La
represión franquista en Andalucía. Un avance de investigaciones en curso”, en Ayer, 85 (2012), pp. 97-
127.
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