Jessica Patricia Ramírez García Asignatura: Lengua y Comunicación I
PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN ESPAÑOL
(I): LA SUSTITUCIÓN Y LA ELIPSIS
1. La cohesión textual 2. ¿Por qué las lenguas disponen de mecanismos cohesivos? 3. El mantenimiento del referente y las cadenas referenciales 4. La sustitución como mecanismo de cohesión 5. La elipsis como mecanismo de cohesión
1. La cohesión textual
En el tema anterior ya se caracterizó el concepto de cohesión textual. Vamos a
recordarlo. Por cohesión se entiende el conjunto de mecanismos que asegura la
conexión de las partes de un texto entre sí desde el punto de vista formal. Elemento
cohesivo es, pues, todo aquel que sirve para asegurar la cohesión. Por tanto, la cohesión
es un pilar en que se sustenta la unidad estructural de un texto, una manifestación
visible, «superficial», de la conexión o interrelación de las distintas partes de un
discurso. Obsérvese el siguiente ejemplo:
1. Husein ha querido emular a Saladino, el hombre que unió bajo su dirección a todos los árabes
en tiempos de las cruzadas. Ambos nacieron en Tikrit. Pero las diferencias que los separan son tan abismales que sus sueños de grandeza resultan patéticos. (Fernando Mas, Diario de
Navarra, 16/10/1995)
Las expresiones subrayadas son elementos cohesivos. Hay expresiones que remiten
a «Husein y Saladino» (ambos, los, sus); otras a «Saladino» (el hombre, que, su).
También hay una pieza lingüística que sirve para conectar dos partes del texto (pero).
Todos estos elementos establecen «lazos» que dotan al texto de una unidad formal.
En el tema anterior se dijo también que la coherencia textual, esto es, la unidad de
las partes del texto con un todo, se logra, entre otros factores, mediante la cohesión. En
este sentido, todos los elementos subrayados en el ejemplo 1 crean en la «superficie
textual» una red de relaciones que constituyen una manifestación material de la
coherencia. Sin embargo, la cohesión, aunque proporciona trabazón entre los
constituyentes del texto, no garantiza por sí sola la coherencia de tal texto. Dicho de
otro modo: la cohesión no es una propiedad necesaria ni suficiente para que un texto sea
coherente. En el siguiente texto hay varios elementos cohesivos (los subrayados), pero
se detecta en él una deficiente coherencia:
2. El rio Guadiana pasa por Mérida; Mérida pasa por ser fundación romana; al fin y al cabo, el Museo de arte romano es un edificio reciente.
No obstante, lo más frecuente es que los textos coherentes estén cohesionados. De
hecho, los textos coherentes presentan frecuentemente una coherencia interna fuerte por
medio de elementos cohesivos (si son textos de mucha longitud esto es más plausible).
Es más: el dominio de los procedimientos idiomáticos cohesivos es un importante
indicio del grado de competencia en la construcción de discursos concatenados e
inteligibles.
En resumen: no cabe duda de que la armonía cohesiva no solo es un indicio visible
y frecuente de los textos coherentes (sobre todo si son largos), sino que es precisamente
en el dominio de los mecanismos cohesivos donde se aprecia la deficiente competencia
textual de muchos usuarios. No obstante, no debe afirmarse que un texto no puede ser
coherente sin conexión estrictamente lingüística.
2. ¿Por qué las lenguas disponen de mecanismos cohesivos?
¿Por qué las lenguas tienen cohesión? Según Simone (1993: 373-375), la razón
reside no en la naturaleza de las propias lenguas, sino más bien en la naturaleza de los
hablantes. Los hablantes, usuarios lingüísticos, están dotados de una capacidad limitada
de memoria para mantener la información que se va desarrollando en los discursos. Una
sucesión de enunciados que no tuviera lazos cohesivos podría ser fraccionada
fácilmente en partes separadas y, por tanto, se correría más fácilmente el riesgo de no
interpretarlos como «un paquete unitario». Por ello, los mecanismos cohesivos
garantizan que haya una continuidad y, por tanto, son un refinado sistema de
señalización entre emisor y receptor que les permite usar la lengua con mayor eficacia:
por una parte, guían al emisor en la producción de sus enunciados, y, por otro, dan al
receptor instrucciones útiles en la interpretación. Esto es especialmente necesario en
textos extensos, que para ser comprendidos precisan cierto nivel de redundancia
informativa y requieren, por tanto, el empleo de procedimientos que permitan reutilizar,
modificar o comprimir elementos y patrones utilizados previamente. A todo esto ayudan
los mecanismos cohesivos que vamos a ir viendo a partir de este tema.
3. El mantenimiento del referente y las cadenas referenciales
Una vez que una entidad extralingüística ha sido mencionada en el texto, el hablante
puede referirse a ella tantas veces como lo considere necesario. En este ejemplo el
hablante se refiere en cuatro ocasiones a la misma entidad extralingüística:
3. Hoy he visto los dos hermanos de Juan. Con ambos coincidí en la universidad
y a los dos los conocí en Madrid.
Todos los elementos de un texto que se refieren a una misma entidad referencial
conforman un sendero o cadena referencial. Por tanto, la correferencia como
mecanismo cohesivo consiste en que un constituyente textual tiene el mismo referente
que otro constituyente.
Obsérvese el siguiente texto (se trata de una noticia periodística):
4. Rescatada tras estar 40 años encerrada en un agujero
Una mujer1 de 44 años ha sido rescatada por voluntarios de servicios sociales2 del
Ayuntamiento de La Coruña de un reducido agujero en el que su1 madre3 la1 tuvo encerrada
durante cuatro décadas, informaron a Efe fuentes sanitarias.
La mujer1, que1 durante cuatro décadas permaneció a oscuras, fue encontrada por los
voluntarios de servicios sociales2 cuando Ø2 visitaron una vivienda del barrio coruñés de
Vioño para atender a la madre3, una anciana3 que3 padece demencia senil. Los voluntarios de servicios sociales2 escucharon aullidos extraños junto a un
lavadero próximo a la vivienda y, cuando Ø2 se acercaron a comprobar el origen de los ruidos,
Ø2 encontraron a la mujer1. La madre3 no acertó a dar una explicación coherente acerca del motivo que le3 llevó a
encerrar a su3 hija1 en aquel reducto y sólo Ø3 confirmó que Ø1 llevaba allí desde los
cuatro años. La mujer1, que1 parece responder al nombre de Lola1, no habla y sólo Ø1 emite
sonidos guturales. Además, Ø1 rechaza la luz porque durante cuatro décadas Ø1 no ha visto el
sol.
Personal del hospital "Juan Canalejo" confirmó a Efe que la mujer1 no padece otro
problema psíquico que el trauma derivado de su1 largo cautiverio.
Hemos marcado tres senderos correferenciales que proporcionan trabazón al texto.
Sus respectivas cadenas (marcadas con un número subíndice) arrancan de su primera
referencia (respectivamente, una mujer/su madre/voluntarios de servicios
sociales) a la que suceden las otras menciones correferenciales o anillos.
Esquemáticamente:
CUADRO 2: CADENAS CORREFERENCIALES
CADENA A CADENA B CADENA C
Núcleo una mujer voluntarios de servicios sociales
su madre
Anillo 1 su Anillo 2 la Anillo 3 la mujer Anillo 4 que Anillo 5 los voluntarios de
servicios sociales
Anillo 5 Ø Anillo 6 la madre
Anillo 7 anciana
Anillo 8 que
Anillo 9 los voluntarios de servicios sociales
Anillo 10 Ø Anillo 11 Ø Anillo 12 la mujer Anillo 13 La madre
Anillo 14 le
Anillo 15 su
Anillo 16 hija Anillo 17 Ø
Anillo 18 Ø Anillo 19 la mujer Anillo 20 que Anillo 21 Lola
Anillo 22 Ø Anillo 23 Ø Anillo 24 Ø Anillo 25 la mujer Anillo 26 su
Como se puede comprobar en el cuadro, las cadenas son de distinta longitud y,
aunque en el esquema aparezcan separadas entre sí, se entrelazan de una manera
compleja. Por otra parte, como también se recoge en los anillos representados en el
cuadro, el mantenimiento del mismo referente se lleva a cabo por diferentes
procedimientos, principalmente por medio de estos tres:
a) Repeticiones o recurrencias léxicas, que pueden ser literales (obsérvense, por
ejemplo, las ocasiones en que se repite mujer en la cadena A), o por medio de
sinónimos, hipónimos o hiperónimos.
b) Sustitución por medios gramaticales: se trata de la reiteración lingüística de una
unidad del texto mediante el uso de proformas, esto es, de elementos gramaticales
especializados en esta función sustitutiva (le, su, que).
c) Elipsis: la elipsis entendida en sentido estricto como la omisión de material
lingüístico cuando dicha omisión es recuperable con el contexto lingüístico (también
denominado cotexto) puede tener función cohesiva. El signo Ø sirve para representar el
elemento no manifestado superficialmente, pero necesario para la organización textual
(no solo para la organización textual: siguen actuando y ejerciendo influencia en su
entorno sintagmático, por ejemplo, en las concordancias).
Todos estos mecanismos de mantenimiento de la referencia tienen en común que
manifiestan una relación entre dos elementos: uno (A), al que podemos denominar
antecedente, introduce por primera vez la referencia; y el otro (B), que se entiende
parcial o totalmente por relación a aquél, continúa con la referencia:
Elemento A (antecedente)-Elemento B (Elemento de referencia no autónoma)
En este tema nos vamos a detener en los procedimientos b) y c). En el próximo
hablaremos de la cohesión que tiene que ver con los mecanismos de a).
4. La sustitución como mecanismo de cohesión
Repárese en las expresiones subrayadas en este fragmento discursivo:
5. En la colonia donde vivo empiezan a cantar los mirlos a las seis de la mañana. Tengo el privilegio de que me despierten sus gorjeos tan delicados antes de la salida del sol.
Las expresiones subrayadas solo son inteligibles si las remitimos a otras
expresiones que se encuentran en el contexto lingüístico: no podemos entender, por
ejemplo, la referencia espacial de donde si no acudimos a la localización especificada
inmediatamente antes; tampoco podríamos identificar con el posesivo sus al responsable
de los gorjeos si no nos remitimos a los mirlos de la frase anterior. Pues bien, donde y
sus son ejemplos de elementos cohesivos de sustitución, y en la medida en que
«señalan» a unidades presentes en el propio texto –en el contexto lingüístico,
también llamado cotexto– tienen una función deíctica endofórica o fórica.
La sustitución consiste en la reiteración de una determinada unidad del texto
mediante el empleo de unas unidades conocidas como proformas que están
especializadas en esta función sustitutiva y cuya nota semántica característica es la de
ser unidades sin significado léxico pleno: frente a las unidades léxicas, que tienen
referencia propia, las proformas son unidades gramaticales, pues solo aportan
información gramatical, como persona, género, número y significado categorial, esto es,
la clase de palabra: sustantivo, adjetivo, verbo o adverbio (su es adjetivo y le pertenece
a la clase sustantiva). Por tanto, a diferencia de las palabras con significado léxico, las
proformas no tienen un significado que remite directamente la descripción del mundo
extralingüístico.
Las proformas por excelencia, si bien no son las únicas, son los pronombres
(personales, posesivos, demostrativos, indefinidos). También hay adverbios –conocidos
como proadverbios– que tienen la capacidad de sustituir a sintagmas adverbiales,
incluso a oraciones completas:
6. Han aparecido en la bahía. Allí se había hundido el barco. 7. Así se hace [última frase de un texto en que se describe una receta]
La especial naturaleza de las proformas se comprueba precisamente si comparamos
cómo mantiene la referencia un elemento gramatical y cómo lo hace uno léxico:
8. Santiago Nasar sabía que era cierto, pero los fastos de la iglesia le causaban una fascinación irresistible. «Es como el cine», me habia dicho alguna vez. A su madre, en cambio, lo único que le interesaba de la llegada del obispo era que el hijo no se fuera a mojar en la lluvia, pues lo había oído estornudar mientras dormía. Le aconsejó que llevara un paraguas, pero él le hizo un signo de adiós con la mano y salió del cuarto. Fue la última vez que lo vio. (G. García Márquez, Crónica de una muerte anunciada, Barcelona/Valencia, Círculo de Lectores, 1981, pág. 54)
La cadena referencial abierta por «Santiago Nasar» tiene como anillos una serie de
proformas (pronombres personales y posesivos) y un elemento léxico («el hijo»). La
relación entre «Santiago Nasar» (elemento A) y las proformas (elementos B) es
básicamente la misma que mantiene con «el hijo» (otro elemento B), pues en ambos
casos se remite al nombre propio (elemento A), con el que mantienen una relación de
identidad de la referencia. La diferencia radica en que las proformas tienen una
naturaleza gramatical y, por tanto, no poseen una autonomía referencial y son siempre
interpretativamente dependientes; por su parte, «hijo» tiene una naturaleza léxica (tiene
un significado autónomo, más amplio que el nombre propio, pero en este texto se utiliza
como sinónimo referencial de «Santiago Nasar» = «el hijo»):
Elemento A (Santiago Nasar) Elemento B (Proformas-mecanismos gramaticales: le, su, lo, le él, lo) Elemento B (Mecanismo léxico: el hijo)
Antes de continuar, hagamos una precisión. En virtud de la entidad del elemento A,
del que dependen las proformas gramaticales para asignarles una referencia, se
distinguen la deixis exofórica y la deixis fórica o endofórica. Si el elemento que da
interpretación a B pertenece al contexto extralingüístico, esto es, «está» fuera del texto,
hablamos de deixis exofórica. En la deixis exofórica la interpretación del pronombre
gramatical no se obtiene de acuerdo con constituyentes presentes en el texto (deixis
endofórica) sino por la referencia extralingüística identificable «fuera» del texto: Dame
ese (señalando un libro).
Los elementos gramaticales con función exofórica y con función endofórica no
constituyen un grupo homogéneo. Por ejemplo, en aquellas proformas gramaticales que
incorporan información de persona (pronombres personales y posesivos), solo los de
tercera persona pueden funcionar como sustitutos endofóricos. Únicamente la referencia
endofórica tiene capacidad cohesiva, de ahí que no prestemos atención a la deixis
exofórica.
Como se puede apreciar con el sencillo ejemplo de 8, las proformas son
mecanismos altamente económicos, pues de manera breve «remiten» a elementos
que contienen más información léxica y evitan, así, repetir literalmente los segmentos a
los que sustituyen. Repárese también en que estos mecanismos gramaticales pueden
sustituir desde un sintagma hasta una oración, un párrafo, un capitulo completo, etc. Por
ejemplo, las formas neutras esto-eso-aquello pueden sustituir a segmentos de variable
extensión.
Dado que las proformas «necesitan» un elemento con información léxica para poder
ser interpretados, lo más frecuente es que la proforma remita a un antecedente (a un
segmento previo del discurso): en este caso la proforma es un anáforo que mantiene una
relación anafórica con su antecedente. En términos informativos, las proformas siempre
introducen una información conocida, pues reiteran una información ya aparecida
previamente en el discurso, y esto es lo que explica que lo más habitual, tanto en
discurso escrito como en el oral, sea que la proforma aparezca después del elemento del
que "depende". Es lo que sucede con todas las proformas del ejemplo 8.
Sin embargo, también es posible que la proforma se anticipe al término al que
sustituye: en este caso su función es catafórica. Véase en esta versión del inicio del
ejemplo 8 cómo se ha invertido el orden «normal» colocando en primer lugar el
pronombre fórico y en segundo lugar el sintagma al que remite:
9. Él sabía que era cierto, pero a Santiago Nasar los fastos de la iglesia le
causaban una fascinación irresistible.
Según lo que se acaba de decir, la catáfora es un mecanismo «especial», de uso
más restringido, pues de algún modo el pronombre convierte al sintagma pleno como algo conocido, que no es totalmente nuevo en el discurso. Por ello, la catáfora contribuye a crear diferentes efectos discursivos. Obsérvese el inicio de Crónica de una muerte anunciada, novela de García Márquez, de la que se ha transcrito un pasaje en el ejemplo 8:
10. El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5,30 de
la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
M-J. Cuenca (2000: 47-48) comenta acertadamente que la decisión de colocar en
primer lugar el pronombre catafórico y, en segundo lugar, el sintagma del que depende
para asignarle una interpretación referencial, contribuye a crear un efecto discursivo
marcado: presenta la información como conocida, como «anunciada». En este caso,
aunque es el comienzo de la novela, «la catáfora produce la sensación de un discurso
que no empieza en ese punto, sino que continúa de antes […] este principio de
la narración es, de alguna manera, también un final, puesto que nos adelanta un
desenlace fatal, que, habitualmente, se hace esperar hasta las últimas páginas del libro».
Lo dicho hasta ahora se resume en este esquema:
LAS PROFORMAS: FUNCIÓN ENDOFÓRICA
Elemento A (semánticamente pleno y con referencia autónoma)
↑ FUNCIÓN ANÁFÓRICA
Elemento B (Proforma de referencia no autónoma) -------------------------------------------------------------------------------------------------
Elemento B (Proforma de referencia no autónoma) ↓ FUNCIÓN CATAFÓRICA
Elemento A (semánticamente pleno y con referencia autónoma)
Con el fin de describir algún aspecto más que tiene que ver con el mecanismo
cohesivo de la sustitución, fijémonos en el siguiente texto:
11. En el momento de los hechos, la zona estaba muy concurrida de gente que celebraba la Nochevieja, aunque no llegaron a producirse daños personales. El incendio originado por la deflagración del gas afectó al cajero automático y a los escaparates del banco, así como a un vehículo particular estacionado en las inmediaciones.
Hemos dicho más arriba que el paradigma de las proformas por antonomasia lo
integran las llamadas proformas gramaticales (pronombres personales, los relativos,
algunos posesivos, los demostrativos, algunos indefinidos). Pero no son las únicas. En
el texto están subrayadas dos palabras que pertenecen a una clase conocida como
nombres generales o sustantivos generalizadores (hecho, lugar, circunstancia,
acontecimiento, estado, cuestión, idea, acción, actuación, caso, etc.). Con base en esta
amplitud semántica y en el hecho de que en todas las lenguas se puede presentar un
número finito, algunos autores los conciben como proformas léxicas o al menos
como casos límite con las proformas gramaticales. Por otra parte, su poca «intensión»
semántica da cuenta de su utilidad en la construcción de los discursos, dado
"recuperan" eficazmente la referencia de procesos o acontecimientos narrados
previamente y, de esta manera, permiten progresar en la información. Esto es
especialmente productivo en textos informativamente densos, es decir, textos, como las
noticias periodísticas, en que en un espacio limitado se persigue proporcionar una
cantidad de información importante. En el ejemplo 11 la zona ya se había especificado
previamente y los hechos habían sido narrados durante todo el párrafo anterior.
Además de estos sustantivos que se asemejan a las proformas en su funcionamiento
cohesivo, también existen proverbos. El verbo hacer es el prototipo:
12. Juan estudia en el jardín. Mi hermano lo hace en su cuarto. 13. -¿Vas a comer fuera? -Sí, lo voy a hacer.
Corresponde a la descripción gramatical de cada idioma –esto es, a la gramática del
texto de cada lengua particular– establecer qué propiedades sintácticas y semánticas
deben tener los segmentos textuales a los que pueden sustituir estas proformas. Por
ejemplo, el verbo hacer no sustituye al sujeto del verbo, pero sí a los
demás complementos, siempre que estos sean complementos «seleccionados» por la
semántica del verbo sustituido (dicho de otra manera: los llamados complementos
circunstanciales, que no mantienen una relación tan íntima con el núcleo verbal, no
quedan integrados en la sustitución):
14. Tu padre metió ayer en el garaje su nuevo coche con mucha prisa. Tu padre lo hizo ayer con mucha prisa.
Asimismo, el verbo hacer serviría de sustituto a verbos de acción, pero no a
otros tipos de verbos, como los de significado estativo:
15. Juan leyó un libro en el jardín y Pedro lo hizo en su habitación. *Juan estuvo en el jardín y Pedro lo hizo en su habitación.
ESQUEMA DE PROFORMAS
Proformas gramaticales (pronombres)
Proadverbios
Proformas léxicas (nominales y proverbos)
Una última observación para terminar con este epígrafe. Se suele afirmar que las
proformas, dado que desempeñan una función de sustitución, mantienen la referencia
del constituyente sustituido, es decir, son correferenciales. Y, ciertamente, esto es lo
más frecuente. Obsérvense, sin embargo, los ejemplos de 16 a 18:
16. Hay un coche subiendo por la carretera y él llega a un cruce. 17. El Real Madrid perdió por 5 a 1. Ese portero es malísimo. 18. -He comprado la camiseta de Osasuna.
-Yo también la he comprado.
En el ejemplo 16 se ve claramente que no hay, estrictamente, sustitución ni, por
tanto, correferencia: el pronombre él designa al conductor que conduce el coche. Lo
mismo se observa en el sintagma nominal con un demostrativo de 17 En ambos casos
los referencias de las proformas gramaticales no han sido mencionados previamente en
el texto. Parece que aquí funciona una asociación relacionada con el conocimiento del
mundo, que se conoce como anáfora asociativa (los coches tienen un conductor y los
equipos de fútbol tienen portero).
Lo mismo sucede en los llamados «pronombres de pereza o pronombres
vagos», que llevan a cabo una referencia distinta del correspondiente antecedente:
en 18 el pronombre tiene una relación íntima con su antecedente, una relación de
cosignificación, pues ambos designan un objeto de la clase 'camiseta de Osasuna', pero
no son correferenciales (se refieren a objetos del mundo distintos).
En definitiva, las relaciones fóricas que se llevan cabo mediante los pronombres no
siempre son correferenciales. Aunque la referencia del sustituto dependa del
antecedente, no debe ser por ello correferencial.
5. La elipsis como mecanismo de cohesión
Es tradicional incluir el fenómeno de la elipsis entre los procedimientos de cohesión
lingüística del texto. En sentido estricto, la elipsis posee función cohesiva cuando es
posible restablecer un constituyente hipotéticamente elidido, es decir, cuando la omisión
de material lingüístico es recuperable en el contexto lingüístico o cotexto. El signo Ø
sirve para simbolizar el elemento no representado superficialmente pero necesario para
la organización textual y para la inteligibilidad del discurso.
La elipsis es, en rigor, un proceso de sustitución anafórica, solo que en este caso el
sustituto es «cero». De hecho, la elipsis alterna con la sustitución gramatical por medio
de proformas como medio de economía discursiva (véase el esquema de «cadenas»
propuesto para el texto 4): la elipsis sería una variante de la pronominalización y
representaría el extremo de la simplificación como mecanismo cohesivo, pues en vez de
reducirse a una forma pronominal, se reduce a cero (algunos hablan de «sustituto cero»).
Obsérvese uno de los párrafos del ejemplo 4 y su variante con sustitutos pronominales:
19. a) Los voluntarios de servicios sociales escucharon aullidos extraños junto a
un lavadero próximo a la vivienda y, cuando Ø se acercaron a comprobar el origen de los ruidos, Ø encontraron a la mujer.
b) Los voluntarios de servicios sociales escucharon aullidos extraños junto a un lavadero próximo a la vivienda y, cuando ellos se acercaron a comprobar el origen de los ruidos, ellos encontraron a la mujer.
La elección entre la elipsis (sustitución vacía o «débil») y la sustitución pronominal
(también llamada «plena») depende de factores discursivos complejos. En el ejemplo
que se acaba de proponer quizá nos resulte más "natural" la sustitución elíptica (19a).
Esto se debe al hecho de que, en español, funciona la regla de elisión del sujeto: cuando
dos anillos de la misma cadena van a continuación uno del otro y a breve distancia en el
texto, lo normal, lo «no marcado», es que haya elipsis del sujeto. Sin embargo, si
aparecen en medio otras cadenas o la longitud entre los dos anillos es excesiva, tiene
menos preferencia la elipsis y más la aparición «fuerte» del sujeto con una sustitución
«plena» o con un mecanismo cohesivo léxico. Además, estas «reglas» de índole
gramatical y discursiva tienen que ver mucho con la solución a posibles problemas de
ambigüedad: cuando hay problemas de identificación referencial es más plausible que
se activen las formas de anáfora «plena» mediante pronombres. Sirva este apunte para
llamar la atención sobre la potencial ambigüedad de algunas elisiones: a veces, la
pronominalización puede deshacer la doble lectura, dado que la marcación de número o
de género (él/ellos/ellas; la(s)/lo(s)) puede ser discriminante para identificar la
referencia elidida.
Todos estos condicionamientos se cumplen en el ejemplo 19, de ahí la presencia de
la elipsis: no existe una potencial ambigüedad y, además, los anillos de la misma cadena
están contiguos en el texto, sin ser «interferidos» por anillos de otra cadena.
Lo que se acaba de decir es una tendencia muy habitual en español en lo que se
refiere a la elisión nominal del sujeto. Obsérvese, no obstante, otro de los párrafos del
mismo texto, donde, en parte, no se cumple lo dicho:
20. La madre3 no acertó a dar una explicación coherente acerca del motivo que le3
llevó a encerrar a su3 hija1 en aquel reducto y sólo Ø3 confirmó que Ø1
llevaba allí desde los cuatro años.
La mayor lejanía entre elemento cohesivo elíptico y su antecedente y el hecho de
que haya cadenas interpuestas puede favorecer, como hemos dicho, la presencia de
sujetos «plenos», hecho que aquí no sucede (aunque en este caso ella no desharía
la ambigüedad, pues en ambos casos el sujeto es femenino singular). Se podría
haber optado también por demostrativos del tipo esta/aquella, que sirven para
identificar, por su mayor o menor cercanía con el antecedente, la referencia. Por otra
parte, en este ejemplo la información desarrollada previamente en la noticia ayuda
a deshacer la ambigüedad, pues el lector puede identificar sin mayor dificultad el
correspondiente sujeto de cada verbo.
En definitiva, cuando un constituyente del texto es conocido por el contexto
lingüístico, por razones de economía discursiva puede elidirse o pronominalizarse, si
bien en ocasiones, para deshacer posibles ambigüedades, es preferible el segundo
procedimiento cohesivo. Lo interesante, en cualquier caso, es reparar en los que efectos
que intencionadamente puede buscar un autor cuando opta por la sustitución fuerte (o
incluso por la repetición léxica literal) cuando lo natural es la sustitución cero.
Obsérvese la rica serie de anillos cohesivos correferenciales, especialmente
representados por elipsis, que genera la cadena abierta por el título de esta columna
periodística:
21. Hassan Hassan II es, sin lugar a dudas, uno de los zorros más avispados de la política mundial.
El rey de Marruecos es amigo de Occidente y Ø proclama la validez de los valores democráticos, al tiempo que Ø niega el ejercicio de esos valores en su país. Ø Se sienta sobre un volcán social, cual es el mantenimiento, en pleno siglo XX, de un régimen de características feudales y, sin embargo, la suya es una de las monarquías más estables del mundo. Ø Es inteligente y hábil. Ø Es una persona culta y soberbia. Ø Es locuaz cuando le conviene y Ø guarda un mutismo absoluto cuando Ø piensa que es más oportuno. Mejor que a nadie, a este rey moro le iría aquel tópico aplicado a los gallegos, según el cual, cuando los encuentras en una escalera, no se sabe si suben o si bajan. ¿Amigo de España? Nunca se ha sabido a ciencia cierta. Hay quien le considera un enemigo ceñudo y pertinaz, mientras que Ø ama con pasión contenida a Francia. Pero lo cierto es que siempre Ø ha manifestado que Ø se siente un aliado de España.
Hassan en tanto que el problema del Sahara no ha quedado resuelto plenamente tal y
como él propone que se resuelva, Ø ha aparcado la cuestión de Ceuta y Melilla. Pero es seguro
que la cuestión se planteará, en forma ácida, cuando se cierre el asunto Sahara. Esto es, después del referéndum auspiciado por la ONU. Ahora, en unas declaraciones publicadas por un diario madrileño, Hassan ha afirmado que, si los independentistas ganan la votación, su ejército se
retirará, pero Ø dejará protegida a su gente, esto es: armada, para que no se cometa un
genocidio. De nuevo, el rey más listo de todos los reyes moros se ha dejado todas las
puertas abiertas si Ø pierde el referéndum. Ø Ha venido a decir que habrá guerra. Y si hay
guerra entre sus partidarios y los independentistas, ¿Ø no tendría que acudir con su ejército en ayuda de los primeros? De modo que Hassan está dispuesto a pasarse a la ONU por donde
corresponde. Seguro que Ø no será invadido por los Estados Unidos con el apoyo logístico de España. (Javier Reverte, Diario de Navarra, 02/11/1994, p. 11)
En las ocasiones en que la reiteración de la referencia desempeña la función de
sujeto, el autor va alternando algunas repeticiones literales del nombre propio (Hassan)
con otras expresiones léxicas más informativas (el rey de Marruecos, este rey moro, el
rey más listo de todos los reyes moros), con un caso de pronominalización (él), y, sobre
todo, con elipsis. En la medida en que en toda la columna el tema es constante (el tema
es «Hassan»), las elipsis contribuyen a evitar la monotonía y dan dinamismo al texto,
pues evitan retomar continuamente el referente con su nombre propio. Además, las
elipsis vienen favorecidas porque no se interfiere ninguna otra cadena. Y, finalmente, la
proliferación de elipsis contribuye en este texto a manifestar el punto de vista del autor
sobre el rey de Marruecos: la repetición del esquema elipsis (sujeto) + verbo, a veces
con el mismo verbo, es un recurso de insistencia con que el columnista incide en la
habilidad, en los recursos de Hassan para disponer las cosas en su propio beneficio. En
definitiva, los mecanismos gramaticales de referencia pueden estar al servicio de la
argumentación.
Naturalmente, el punto de vista sobre este mandatario no es positivo, como se
refleja, entre otros hechos, en la propia información que se presenta (sus vaivenes según
le convenga, el poco respeto por la legalidad internacional, etc.) y las connotaciones que
evocan algunas denominaciones que mantienen la referencia (este rey moro, el rey más
listo de todos los reyes moros).
Según la naturaleza del constituyente elidido, los autores distinguen dos tipos
básicos de elisión:
a) Elipsis nominal: sucede, principalmente, con la omisión del sintagma sujeto
(como en los ejemplos analizados más arriba) o del núcleo del sintagma en estructuras
coordinadas como en:
22. He vendido el jarrón amarillo y el rojo.
b) Elipsis verbal: se elide el verbo o el verbo y algunos de sus complementos:
23. El incendio originado por la deflagración del gas afectó al cajero automático y [afectó] a los escaparates del banco, así como [afectó] a un vehículo particular estacionado en las inmediaciones.
Casado Velarde (1993: 24) añade a la elipsis nominal y verbal, la comparativa. Se
trata de una elipsis cohesiva que «se establece generalmente omitiendo el término de la
comparación (anáforo cero), que enlaza cohesivamente con un segmento precedente
para su adecuada interpretación». El material elidido en este tipo de elipsis puede ser
nominal o verbal:
24. Tu coche tiene más potencia que el mío. 25. Prefiero tomar un helado a un refresco.
Hay, en fin, más fenómenos gramaticales que se relacionan con la sustitución.
Pongamos por caso la gramática de los adverbios prooracionales de afirmación y
negación: –¿Ha venido Juan?/–Sí/No.
Elementos como al. ja, doch, nein, fr. oui, non, si, o esp. sí, no presentan un
comportamiento especial dentro del ámbito de la sustitución. Por una parte, permiten
retomar oraciones enteras, pero, por otra, el paradigma de los adverbios de afirmación
es en alemán y en francés distinto del de otras lenguas románicas:
fr. al. esp. ital.
oui ja sí si
non si
nein doch
no no
En francés oui sirve para la afirmación de lo afirmado; si, para la afirmación de lo
negado, esto es, para la afirmación de la pregunta negativa, por ejemplo: N'est-elle pas
venue? Si, elle est déja venue. En español, en cambio, el paradigma es de dos términos y
en los dos casos propuestos se utilizaría la misma forma: sí.
ESQUEMA DE TIPOS DE ELIPSIS
Elipsis nominal
Elipsis verbal
Elipsis comparativa
Elipsis oracional
Como punto final al tratamiento de la elipsis, haremos algunas consideraciones,
parte de ellas esbozadas líneas más arriba:
a) No cabe duda de que la pertinente omisión de material lingüístico es un aspecto
en modo alguno secundario para la construcción de textos. La supresión de elementos
lingüísticos evita la repetición y supone, pues, una economía discursiva que proporciona
dinamismo al texto. Ahora bien, en primer lugar, la elipsis se debe hacer de acuerdo con
las normas vivas de la gramática textual de un idioma y, en segundo lugar, ha de
realizarse con precaución: las omisiones deben ser «rellenadas» por el intérprete sin
esfuerzo, sin posibilidad de ambages. Dicho de otra manera: el intérprete, sin que
suponga un coste excesivo de procesamiento, debe recuperar algún constituyente
explicito para la interpretabilidad de los elementos elididos.
b) Por otra parte, se suele afirmar que los mecanismos de cohesión contribuyen
especialmente a mantener el equilibrio entre información nueva e información conocida.
En este sentido, los mecanismos cohesivos gramaticales que hemos visto en este tema
(sustitución y elipsis) tienen una funcionalidad evidente: ambos alternan como medio de
economía discursiva, pues remiten a información ya presentada en el contexto
lingüístico.
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