¡Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer!
Catalina II de Rusia 1
Catalina II la Grande
Emperatriz y Autócrata de Todas las Rusias
Catalina II de Rusia
Reinado 9 de julio de 1762-17 de noviembre de 1796
Coronación 9 de julio de 1762
Nombre real Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst
Nacimiento 2 de mayo de 1729
Szczecin, Pomerania
Fallecimiento 17 de noviembre de 1796 (67 años)
San Petersburgo, Rusia
Entierro Catedral de San Pedro y San Pablo, San Petersburgo
Predecesor Pedro III de Rusia
Sucesor Pablo I de Rusia
Consorte Pedro III de Rusia
Descendencia
Pablo I
Anna Petrovna (1757-1759)
Alekséi
Dinastía Romanov
Padre Cristian Augusto de Anhalt-Zerbst
Madre Johanna Elisabeth of Holstein-Gottorp
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atalina II (1729-1796) fue emperatriz de Rusia
durante 34 años, desde 1762 hasta su muerte en 1796, y la única
monarca rusa, junto con Pedro I, que en la memoria histórica de
sus compatriotas resultó merecedora del noble epíteto de “la
Grande”.
Catalina II fue una figura clave de su época que sin duda
alguna marcó una etapa muy importante en la historia de Rusia,
convirtiéndose en una de las líderes más destacadas del país.
Bajo su reinado el Imperio ruso logró grandes avances gracias a
las ampliaciones de territorio y las mejoras del sistema
administrativo. La emperatriz continuó la labor emprendida por su antecesor en el trono, Pedro
I el Grande, basada en la occidentalización progresiva de Rusia hasta convertirla en una
potencia europea.
Catalina es conocida como una de las gobernadoras más cultas de la historia rusa. Leía
constantemente y se mantenía siempre informada sobre los acontecimientos políticos tanto de
Rusia como del resto de Europa. Hablaba con soltura varios idiomas y mantenía
correspondencia con muchas de las mentes más lúcidas de la época, como Voltaire o Denis
Diderot, cuyas ideas influyeron en el pensamiento político de la monarca. Con eso su sagacidad
diplomática le permitió atraer opiniones favorables de las cortes europeas occidentales hacia su
reinado.
Primeros años
El nombre de la zarina era Sophie Fredericke Auguste von Anhalt-Zerbst y nació el 2 de
mayo de 1729 en Estetinia (o “Szczecin”, en Polonia)
en la familia de un general prusiano que ejercía de
gobernador de la ciudad en nombre del rey de Prusia.
De acuerdo con la costumbre de entonces entre la
nobleza alemana, su educación estuvo a cargo de
tutores franceses, gracias a los cuales aprendió la
lengua francesa, música y bailes, así como las
nociones generales de historia, geografía y teología.
En 1744 la joven llegó a San Petersburgo por
invitación de la emperatriz Isabel (hija de Pedro I y
Catalina I, que reinó desde 1741 hasta su muerte en
1761), que estaba buscando para su sobrino el gran
príncipe Pedro, nieto de Pedro el Grande, una futura
esposa procedente de una estirpe noble alemana. Por
diferentes razones, entre ellas más económicas que
políticas, los padres de la princesa alemana no
tardaron en enviarla a Rusia para el casamiento.
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En Rusia
Una vez establecida en San Petersburgo, su bautizó por la Iglesia ortodoxa rusa
Yekaterina Alexéyevna, un gesto de gran importancia para su futuro político en su nueva patria.
Gracias a su prudencia innata y su carácter emprendedor empezó a dedicarse con ansia al
aprendizaje de la lengua rusa y a “absorber su cultura”, procurando conocer a fondo las
antiguas tradiciones, la rica historia y las disparatadas costumbres. Sus esfuerzos no tardaron en
dar frutos: de este modo no solo pudo ganarse la simpatía de la entonces emperatriz Isabel, sino
también la del pueblo ruso.
En 1745 contrajo matrimonio con el gran príncipe Pedro de Holstein, heredero al trono
ruso, que en enero de 1762 sería proclamado
emperador de todas las Rusias con el nombre de
Pedro III. Mientras su “infantil” marido estaba
totalmente absorbido por los juegos de soldaditos de
plomo, Catalina, ansiosa por obtener el verdadero
amor y el poder absoluto, leía ávidamente los escritos
sobre historia y derecho, así como las obras de
pensadores franceses. Según mencionan los archivos,
siempre estaba rodeada de detractores, su marido no
la amaba y Catalina, al dar a luz en 1754 a su hijo (el
futuro emperador Pablo I) empezó a temer que la
echasen de su querida Rusia. “He tenido muy buenos
profesores, la desgracia y la soledad”, según
recordaba más tarde. La enfermedad y la muerte de la
emperatriz Isabel (en 1761) cambiaron bruscamente el tedioso desarrollo de los
acontecimientos.
Gobierno
Teniendo en cuenta sus innatas simpatías proalemanas, así como la apatía política y
falta de aptitudes de su marido, recién llegado al trono ruso, Catalina pudo haber despertado
recelos en su contra entre la nobleza rusa y la temible guardia imperial. Para contrarrestar estos
peligros decidió crear a su alrededor una considerable red de amigos y aliados entre la elite de
la Corte. “Gobernaré o moriré”, confesó en una ocasión en su carta al enviado de Inglaterra
Charles Williams. Contando con el apoyo del Ejército y de los condes Orlov, al igual que el
respaldo emocional de su amiga Yekaterina Dashkova, el 28 de junio de 1762 dio un golpe de
Estado sin derramamiento de sangre, autoproclamándose soberana absoluta. Al pusilánime de
su marido lo encomendó a los hermanos Olrlov, que sublevaron los regimientos de la guardia
imperial. El emperador fue detenido, obligado a abdicar y poco después asesinado.
En 1762 en su lugar fue coronada Catalina a pesar de no descender de emperadores
rusos, sucediendo así a su marido como en 1725 hiciera Catalina I al suceder a Pedro I.
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Reformas
“Tartufo con falda y corona”, en palabras del famoso escritor ruso Alexandr Pushkin,
Catalina II sabía cómo atraer a la gente. Intentando imitar al zar Pedro el Grande, llevó a cabo
numerosas reformas: en 1762 apoyó la idea de crear en Rusia el primer centro de formación
profesional y en 1763 reorganizó el Senado (dividido en 6 departamentos, perdió con la
reforma su auténtico poder legislativo, encabezó el aparato estatal y se convirtió en la
institución superior administrativa y judicial). En 1763-1764 para superar dificultades
financieras realizó la secularización de las tierras de la Iglesia (de los monasterios pasaron al
fisco imperial), lo que permitió finalizar la neutralización del clero como fuerza política
comenzada por Pedro I. En 1764 abolió el poder del hetman en Ucrania usado desde el siglo
XV al siglo XVIII en Polonia, Ucrania y el Gran Ducado de Lituania, mientras que en la capital
de Rusia se fundó el primer centro de enseñanza para mujeres, adjunto al monasterio de
Smolni. En beneficio de la nobleza estableció en 1765 la sociedad libre económica, llamada a
contribuir con una discusión libre al problema del campesinado ruso. Un año después empezó
el censo de las tierras rusas.
En realidad las medidas de la emperatriz reunían lo prácticamente incompatible: la
visión liberal y las aspiraciones autoritarias, mientras ella misma censuraba el sistema de la
servidumbre, entendía que la nobleza consolidada no le permitiría restringir sus derechos de
posesión.
En 1767 la joven emperatriz fundó la Comisión Constituyente “para la composición del
proyecto” de la reforma del sistema jurídico. Para poner en práctica dicho proyecto fueron
utilizadas “las instrucciones” extraídas de los escritos de los genios de la Ilustración como
Montesquieu y Cesare Beccaria. Como la Comisión resultó poco dócil y manejable ante la
monarca, fue disuelta so pretexto de la guerra con Turquía.
Hasta mediados de los años 70 el absolutismo de Catalina se conocía como “ilustrado”.
Tras modernizar el aparato de gestión administrativa, creó unas condiciones favorables para la
libertad de empresa (la anulación de los monopolios en el comercio y la industria en 1762), el
permiso en 1775 de todos los que deseen, hasta a los siervos, de llevar “negocios de tejido y
costura”, al igual que desarrolló el sistema financiero (en 1769 en Rusia se implantó la
circulación del papel moneda).
Gracias a su interés por los avances científicos de la época, la emperatriz fue la primera
que vacunó en 1767 a su hijo y a sí misma contra la viruela, mostrando un ejemplo a seguir a
sus súbditos. En 1786 firmó el decreto sobre la creación de las escuelas públicas. La difusión
durante el último año de su reinado de las reuniones de la nobleza local y provincial se puede
calificar como “un paso hacia la formación de la sociedad civil”.
Prueba para la “genuina ilustración” de su Gobierno fue la insurrección capitaneada por
Yemelián Pugachov (un aspirante al trono de Rusia que lideró el levantamiento de los cosacos
en la época de Catalina) en 1773-1775, que retiró “el velo de la tolerancia y supuesto
liberalismo” de la política de la “emperatriz ilustrada”, y dejó al descubierto un despotismo
ordinario en el país. Para evitar un nuevo golpe de Estado, Catalina efectuó en 1775 la reforma
de la dirección local, abasteciendo hasta las provincias lejanas de un “máximo control sobre las
mentes”.
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La época de Catalina podría calificarse como “el siglo de oro” de los terratenientes. Las
concesiones hechas a la nobleza y la aristocracia rusa en 1785 exoneraron a los nobles de la
obligación de servir en el Ejército o en la administración estatal. Otra ley del mismo año
dividió a los ciudadanos en 5 capas sociales: la nobleza, el clero, los mercaderes, la pequeña
burguesía (llamada entonces “el género neutro de las personas”) y los siervos de gleba.
Respecto a este último, ni siquiera tras la revuelta de Pugachov, la emperatriz se atrevió
a anular los decretos de 1763, 1765 y 1767 que prescribían que los campesinos debían pagar de
su propio bolsillo los gastos derivados del “apaciguamiento” de las posibles rebeliones y les
prohibían quejarse de los terratenientes bajo la amenaza de trabajos forzosos en Siberia.
En la política exterior cada vez se hacía más evidente “la envergadura imperial” de la
soberana. Ella tenía dos objetivos: quitarle a Turquía zonas esteparias adyacentes al Mar Negro,
la península de Crimea y el Cáucaso del Norte y arrebatar a Polonia sus tierras ucranianas y
bielorrusas occidentales. Ambos retos fueron conseguidos sin perder ninguna guerra durante
todo su reinado. Las exitosas contiendas contra Turquía (1768-1775 y 1787-1791) posibilitaron
la expansión del poder imperial ruso a las zonas de la cuenca del mar Negro, Kubán, Crimea y
el acceso a los estrechos mediterráneos. Los brillantes éxitos de los diplomáticos de Catalina
ayudaron a avanzar en el Cáucaso del Norte (el tratado Gueorguievski con Georgia de 1783) y
hasta Alaska (el comienzo de la población del fuerte Ross en EE. UU.). La participación en la
“división de Polonia” en 1773, 1775 y 1792 devolvió a la composición del Imperio ruso parte
de sus tierras en el noroeste.
Monarca con don de gentes
La reina sabía llevarse bien con la gente, sobre todo con los varones. Se cuenta que
entre los años 1753 y 1796 Catalina II tuvo 15 favoritos (a los que trataba con gran
generosidad) que, según la emperatriz, “no hacían ningún daño sensible al Estado”. Mientras
tanto Catalina siempre era muy precavida en lo que concernía a los asuntos e intereses estatales.
Siguiendo el ejemplo de Pedro I, sabía distinguir a las personas que la rodeaban con dotes
administrativas y no tenía miedo de situarlos en los puestos importantes de la gobernación
estatal. Gracias a sus dotes psicológicas la emperatriz pudo descubrir el talento político de los
condes Orlov y de los nobles Rumiantsev, Potiomkin y Bezborodko entre otros.
Su vida personal fue muy agitada y estuvo llena de sobresaltos debido a su carácter
apasionado y un matrimonio poco afortunado con Pedro III. Según las evidencias era
físicamente atractiva y de porte majestuoso.
Mientras tanto la relación con su hijo Pablo era muy hostil, ya que ella no solía mostrar
ni sinceridad, ni amor hacia el niño.
La gran creatividad literaria de la propia Catalina produjo obras de teatro, cuentos para
niños, relatos históricos, artículos, cartas y notas autobiográficas. Por otra parte, su propio
talento y dominio del idioma no le impedían luchar con métodos de policía contra sus
“colegas” escritores indeseables, Nikolái Novikov (1744-1818) y Alexandr Radíschev (1749-
1802). Al último lo llamó “¡Amotinado, peor que Pugachov!”. Entendió perfectamente que las
obras de Radíschev no sirven tanto a la literatura como a la política liberal.
La esfera de intereses de Catalina en el campo del arte era muy amplia y diversa, tan
solo le faltó “talento” para la música. Fundó la Academia de las Artes Plásticas y su pasión por
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coleccionar la convirtió en la fundadora de la colección del museo Hermitage en San
Petersburgo. Su comprensión de la importancia de la lengua rusa la llevó a iniciar la creación
de la Academia de la Lengua Rusa, al frente de la cual puso a su amiga personal Yekaterina
Dashkova.
“Todos dicen que trabajo mucho mientras que a mí me parece que he hecho muy poco
cuando miro en lo que me queda por hacer”, escribía la emperatriz, cuyo día siempre empezaba
a las 6 de la mañana y estaba planeado al minuto. Decían que poseía una salud de hierro y
envejecía más despacio que los demás. “En Francia cuatro ministros no trabajan tanto como
esta mujer, que tiene que ser admitida en la serie de las grandes personas”, dijo sobre ella, tras
conocerla, el rey de Prusia Federico II. Probablemente esta entrega apasionada al trabajo dejó
huellas en su salud. Su vida a los 67 años de edad finalizó abruptamente debido a una
hemorragia cerebral el 6 de noviembre de 1796 en Tsárskoye Seló. La emperatriz Catalina II
fue enterrada en la catedral de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo.
Coetáneos
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La Ilustración fue una época
histórica y un movimiento cultural e
intelectual europeo que se desarrolló –
especialmente en Francia e Inglaterra–
desde fines del siglo XVII hasta el
inicio de la Revolución francesa,
aunque en algunos países se prolongó
durante los primeros años del siglo
XIX. Fue denominado así por su
declarada finalidad de disipar las
tinieblas de la humanidad mediante
las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la
ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo una
gran influencia en aspectos económicos, políticos y sociales de la época. La expresión estética
de este movimiento intelectual se denominará Neoclasicismo.
Su ideología se recogía en la Enciclopedía, una obra publicada en Francia entre 1751 y
1772, dirigida por los escritores Diderot y DÁlembert. Esta obra resumía todos los
conocimientos de su época y prestaba especial atención a la divulgación científica. Algunas de
las principales características de la Ilustración fueron:
Fe en el progreso.
Una sociedad igualitaria.
Se cuestionaron las creencias religiosas.
Formación de gobiernos que contemplarán la participación de los ciudadanos.
La ilustración
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