I. Bernard Cohen: revolución
La historia del concepto de revolución no puede separarse de la historia del modo en que la palabra
misma se ha usado. Esta historia la constituye un cierto número de temas relacionados relevantes para el
tema de la revolución en la ciencia. En primer lugar, los orígenes de la palabra misma del latín tardío,
como sustantivo que deriva del verbo «re-volvere», en el sentido de «girarse hacia atrás» y de ahí también
«desenrollar», «repasar», «repetir», y «reflexionar»; de aquí los ulteriores significados de «volver» y
«retornar». En segundo lugar, el empleo del sustantivo «revolutio» como término técnico en astronomía
(y en matemáticas), que comienza con el latín de la Edad Media. En tercer lugar, la introducción gradual
de «revolución» en sentido político, para significar un proceso cíclico o el flujo y el reflujo, en el sentido
de volver a cierta situación anterior, y eventualmente para indicar un «derrocamiento». En cuarto lugar, la
asociación de «revolución» con el proceso de derrocar algo en el campo de los asuntos políticos, y la
subsiguiente eliminación en el significado de «derrocamiento» de las connotaciones cíclicas de
«revolución»; por esta época, la palabra «revolución» se usó para indicar un acontecimiento
extraordinario. De gran importancia en el desarrollo de la noción de revolución fue el reconocimiento
bastante temprano de que en Inglaterra había habido una revolución (la Gloriosa, de 1688) y que en el
campo de la ciencia se estaba produciendo una revolución. A comienzos del siglo XVIII, se creía que iba
a haber revoluciones (en un sentido muy parecido al que podemos tener hoy día) no sólo en lo tocante al
estado, sino también en el terreno intelectual y cultural, en especial en el desarrollo de la ciencia; se
difundió la conciencia de que se había producido una revolución en la ciencia en la época de Newton.
Este período es notable por el reconocimiento de por lo menos tres científicos de que su investigación
particular había de llevar (o estaba llevando) a una revolución en la ciencia.
En el último cuarto del siglo XX, la revolución Americana y Francesa supusieron una demostración
fáctica de que las revoluciones eran parte de un proceso político y social continuado, al tiempo que
Lavoisier anunciaba una nueva revolución en la ciencia: la revolución química. Por esta época fue
también general el acuerdo sobre que había habido una revolución copernicana, así como una revolución
newtoniana, más una sucesión de revoluciones científicas menores.
Durante los siglos XIX y XX, el nombre «revolución» se aplicó a una serie de acontecimientos
revolucionarios sociales y políticos, hubieran o no tenido éxito. Se constituyó también un cuerpo de teoría
de la revolución, con el acompañamiento de la formación de un movimiento revolucionario dedicado a
poner en práctica la teoría a través de actividades de grupos organizados de revolucionarios
comprometidos. Sobre todo surgió el concepto de revolución «permanente» (continuada o en marcha),
más que el de una revolución consistente en una serie de acontecimientos totalmente independientes
dentro de un breve intervalo de tiempo. En el siglo XX, una sucesión de revoluciones mayores y menores
ha hecho que todo el mundo tomara conciencia clara de las revoluciones como rasgo regular del cambio
político, social y económico, y hoy día se han aceptando por lo general como un rasgo igualmente regular
del cambio científico.
Revolution in science, Harvard University Press, Cambridge-Londres, Massachusetts-Londres 1985, p.
52-53.
I. Bernard Cohen: la revolución científica
La Revolución Científica, que produjo un nuevo tipo de conocimiento y un nuevo método de obtenerlo,
produjo también nuevas instituciones para la propuesta, el registro y la divulgación de este conocimiento.
Fueron éstas las sociedades o academias de científicos de orientación parecida (y otros que estaban
también interesados en la ciencia) que se reunían para efectuar experimentos en común, para observar
realizaciones y pruebas experimentales hechas en otras partes, para oír informes sobre trabajos científicos
llevados a cabo por otros grupos científicos y en otros países. La aparición de una comunidad científica es
uno de los sellos característicos de la Revolución Científica. A partir de 1660 surgieron academias
nacionales permanentes en Francia e Inglaterra y ambas disponían de periódicos oficiales para publicar
las investigaciones llevadas a cabo por sus miembros.
Revolution in Science, Harvard University Press, Cambridge-Londres, Massachusetts-Londres 1985, p.
81.
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