AUTISMO
El autismo es un síndrome que estadísticamente afecta a 4 de cada 1,000 niños; a la fecha las
causas son desconocidas, aún y cuando desde hace muchos años se le reconoce como un
trastorno del desarrollo.
Salvo contadas excepciones, el autismo es congénito (se tiene de nacimiento) y se manifiesta en
los niños regularmente entre los 18 meses y 3 años de edad. Los primeros síntomas suelen ser: el
niño pierde el habla, no ve a los ojos, pareciese que fuese sordo, tiene obsesión por los objetos o
muestra total desinterés en las relaciones sociales con los demás. En algunas ocasiones puede
llegar a confundirse con esquizofrenia infantil.
Existen múltiples estudios genéticos que relacionan los cromosomas 5 y 15 con el autismo así
como otros que buscan vincularlo con cuestiones biológicas como vacunas e intoxicación de
metales. A la fecha, ninguno de estos estudios ha logrado sustentar su teoría y por lo mismo, no se
puede precisar el origen mismo del síndrome.
Una definición sencilla podría ser:
“El autismo es un síndrome que afecta la comunicación y las relaciones sociales y afectivas del
individuo”.
Autismo regresivo
El autismo regresivo es aquel subtipo de los trastornos del espectro autista (TEA) en el cual los
niños afectados muestran una pérdida de lenguaje y habilidades sociales que habían
alcanzado anteriormente. Se denomina regresivo porque es un proceso “hacia atrás”, se pierden
destrezas que ya se habían logrado. El proceso es variable pero empieza en torno a los cuatro
meses de edad y se extiende hasta los diecinueve meses.
Según un estudio recientemente publicado en los Proceedings of the National Academy of
Sciences USA, los cerebros de niños con autismo regresivo crecen más y son más grandes (un 6%
mayores) que los de niños de la misma edad normotípicos o que los de niños que muestran
síntomas previos y crecientes de autismo, lo que se llama autismo de origen temprano. Es la
primera evidencia neuropatológica de que el autismo regresivo es sustancialmente diferente a
otros tipos de autismo.
Esta investigación fue desarrollada por el grupo de David Amaral en el M.I.N.D. Institute de Davis
(California) e incluía a 180 niños. Se considera el mayor estudio de desarrollo cerebral en
preescolares con autismo hasta el momento. El grupo de investigación también observó que no se
observaban diferencias en el volumen cerebral en el caso de las niñas con TEA, regresivo o no,
frente a controles, lo que aumenta nuestra perplejidad ante el origen y las manifestaciones de los
TEA en niños y en niñas.
Al igual que existe un amplio rango de diferencias en el desarrollo de los niños afectados, de
síntomas y de problemas del comportamiento, este estudio se suma a la evidencia creciente sobre
la existencia de múltiples subtipos biológicos de autismo con diferentes sustratos neurobiológicos
o distintas manifestaciones neuropatológicas. Estas diferencias en la base neurobiológica deben
estar directamente ligadas al hecho de que tengamos un amplio rango de síntomas y de niños
afectados, desde los que solamente tienen problemas para las situaciones sociales a los que
muestran una incapacidad total de comunicación, movimientos repetitivos o hipersensibilidad a
los estímulos sensoriales o graves problemas de relación interpersonal.
Estudios previos sugerían que los síntomas clínicos del autismo tienden a coincidir con un período
de crecimiento cerebral anormal y aumento de la circunferencia cefálica que se pone de
manifiesto entre los meses 9º y 18º de vida. Los datos del presente estudio se consiguieron de las
medidas de la circunferencia cefálica tomadas en las revisiones pediátricas desde el nacimiento
hasta los 18 meses y se hizo una resonancia magnética a los 180 niños participantes en el estudio a
los tres años de edad. El estudio tenía la limitación de la edad a la que los padres habían
descubierto los primeros síntomas de autismo y la evolución de esas características anormales.
Desgraciadamente, la información proporcionada por los padres no es fiable en muchas ocasiones.
Un estudio demostró, revisando los típicos vídeos familiares de los bebés, que los especialistas
podían ver síntomas de autismo en un 45% de esos niños. Los padres de esos bebés no habían
detectado comportamientos extraños a esa edad.
Lo interesante del estudio es que los niños con autismo regresivo tienen una circunferencia
cefálica normal en el momento del nacimiento, este indicador empieza a divergir entre los cuatro
y los seis meses de edad, cuando no se ha observado todavía ninguna pérdida de habilidades.
Aunque será necesario continuar investigando, una primera conclusión es que un crecimiento
rápido de la cabeza en bebés de entre cuatro y seis meses de edad debería ser considerado como
un factor de riesgo para un seguimiento pediátrico más intenso y estar vigilante frente a una
posible pérdida de habilidades tanto sociales como de lenguaje.