"La felicidad total del mundo, procede de hacer felices a los otros. La infelicidad total del mundo, procede de hacerte feliz a ti mismo"
Maestro Shantideva
Por que cuando no hay ilusión tampoco hay desilusión. Y es que cuando uno sabe que todo es transitorio, no se aferra a nada, y, si no se aferra a nada, deja de pensar en términos de tener o carecer y, en consecuencia, vive plenamente.
Dzongsar Jamyang Khyentse Rimpoche
Los hábitos nos debilitan y, aún los más sencillos, resultan muy difíciles de erradicar. Por más consciente que sea uno de los efectos nocivos del tabaco para la salud, no basta, para dejar de fumar, con ese convencimiento, especialmente cuando uno disfruta del ritual, de la forma elongada del cigarrillo, de la lentitud con la que arde y de la fragancia del humo entrelazándose en los dedos. Pero el hábito del yo es mucho más que una mera adicción; desde tiempos inmemoriales somos adictos al yo. Así es como nos identificamos a nosotros mismos. Es lo que más amamos y también, en ocasiones, lo que más aborrecemos. Su existencia es asimismo lo que más difícil nos resulta de valorar. Casi todo lo que hacemos, pensamos o tenemos, incluido nuestro camino espiritual, cumple con la única función de confirmar su existencia. El yo es el que tiene miedo al fracaso y anhela el éxito, el que huye del infierno y desea el cielo. El yo aborrece el sufrimiento y ama las causas del sufrimiento y no tiene empacho en emprender estúpidamente la guerra en nombre de la paz. Desea la iluminación, pero detesta el camino que conduce hasta ella. Quiere trabajar como un socialista, pero anhela vivir como un capitalista; y cuando se siente solo, desea la amistad. Su posesividad sobre las personas a las que ama se manifiesta con una vehemencia que puede desembocar en la agresión. Sus supuestos enemigos -como los caminos espirituales diseñados de cara a conquistar el yo- son esgrimidos y empleados para reforzar el yo. Su habilidad para el engaño roza la perfección. Como el gusano de seda, teje en torno a sí un capullo protector, pero a diferencia de él, se queda atrapado en su interior.
Dzongsar Khyentse Rinpoche
El Buda enseñó asimismo la necesidad, si queremos ser ricos, de practicar la generosidad, mientras que recomendaba la compasión en el caso de querer conquistar a nuestros enemigos. Pero también indicó que, si queremos ser ricos, antes debemos estar satisfechos y que, si queremos conquistar a nuestros enemigos, primero debemos conquistar nuestra propia ira. En última instancia, enseñó a cortar de raíz el sufrimiento desarticulando el yo, porque en ausencia de yo, no hay nadie que pueda sufrir.
Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoche
El amor puede ser agradable y satisfactorio, pero no emana independientemente de la nada. El amor depende de alguien o de algo y, por ello mismo, es imprevisible y nos ata, puesto que uno acaba dependiendo del objeto de amor. A menudo somos tan inconscientes de las incontables condiciones ocultas que generan esas situaciones que resulta tan inútil culpar a nuestros padres por nuestra desafortunada infancia como culparnos a nosotros mismos por los problemas de relación de nuestros padres.
Dzongsar Khyentse Rinpoche
Todas las emociones y sus consecuencias se derivan de un malentendido originado en la identificación con el yo, fuente única de toda ignorancia
Identificarse con la falacia del yo es un acto de ignorancia que no hace sino perpetuar la ignorancia y generar más desilusión y sufrimiento.
... toda nuestra existencia se asienta sobre una premisa equivocada.
Dzongsar Khyentse Rinpoche
No es posible, por más que lo creamos, controlar los cambios, debido a la existencia de innumerables influencias de las que no somos conscientes
Dzongsar Jamyang Khyentse
Vas a dejar de sufrir cuando aceptes las cosas como son.Vas a sufrir cuando te sigas empeñando en que las cosas sean como no son: permanentes, sujetas a tu capricho -al capricho de tu ego o de tu voluntad-, independientes de causas y consecuencias, con existencia inherente y fuente
eterna de felicidad.
Vas a ser más feliz cuando aceptes la impermanencia:- que las relaciones tienen un fin
- que la gente querida y que amas se muere- que las cosas se pierden o se rompen
- que las situaciones se acaban- que nada dura para siempre
Eso no es malo, no es una maldición, no es negativo ni pesimista, no es una imposición de alguien... así es la realidad, es la talidad - las cosas tal cual son, las cosas como son-, la
ley de la vida, la impermanencia, la transitoriedad de todo, el cambio, la mutación. Aceptar eso te va a dar mucha paz y
tranquilidad. Te vas a dar cuenta que tu depresión no tiene sentido porque no tiene sustento. Es solo tu ego que quiere que las cosas sean permanentes, un capricho imposible de
cumplir.
Y cuando “cualquier cosa” nos resulta desagradable, nos distraemos deliberadamente, como la madre distrae a su hijo con juguetes y sonajeros. Por eso, cuando estamos deprimidos vamos de compras o nos metemos en un cine. Alentamos todo tipo de fantasías y aspiramos a conseguir esto o aquello -una casa en la playa, un trofeo, una jubilación anticipada, un coche hermoso, una buena familia, unos buenos amigos, la fama o entrar en el Libro de Records Guinness. Luego queremos una pareja con la que hacer un crucero o dedicarnos a la cría de perros caniches. Las revistas y la televisión nos presentan y refuerzan estos modelos de felicidad y de éxito, inventando nuevas ilusiones en las que quedarnos atrapados. Estas imágenes del éxito son los sonajeros que empleamos los adultos para distraernos. Bien poco de lo que hacemos en el curso de un día -ni nuestros pensamientos ni nuestras acciones- evidencia la menor conciencia de la fragilidad de la vida. Nos pasamos la vida yendo al cine para ver una mala película, volviendo deprisa a casa para ver algún programa de telebasura... o los anuncios, mientras el tiempo que nos queda de vida se nos escurre entre los dedos.
Dzongsar Jamyang Khyentse
Quizás pensemos también que la vida acabará enseñándonos a alcanzar la madurez perfecta. Esperamos convertirnos en ancianos tan sabios como Yoda sin darnos cuenta, no obstante, de que la madurez no es sino otro aspecto de la decadencia. Nos hallamos inconscientemente atrapados en la expectativa de que llegará un día en que ya no tengamos nada más que arreglar y que entonces podremos Cinalmente ser “felices para siempre”. Creemos a pies juntillas en la noción de “propósito”, como si todo lo que hemos vivido hasta ahora no hubiera sido más que un mero ensayo. Por ello no vivimos en el presente y creemos que el futuro siempre será mejor.Hay mucha gente cuya vida se limita a una interminable rutina de control, reajuste y actualización, como si estuviesen aguardando siempre el momento en que realmente empezarán a vivir de verdad. Son muchas, en este sentido, las personas que si se lo preguntasen, admitirían estar trabajando para retirarse a una cabaña de troncos de Kennebunkport o a un bungaló de Costa Rica; y también hay quienes sueñan con pasar los últimos años de su vida en un entorno idílico, meditando serenamente en una casa de té o contemplando una cascada o un estanque koi.Asimismo suponemos que, después de muertos, el mundo seguirá su camino. El sol brillará, los planetas continuarán desplazándose por el Cirmamento, como suponemos que lo han hecho desde el comienzo de los tiempos, y nuestros hijos heredara ́n la tierra. Pero todo ello no hace sino poner de relieve nuestra ignorancia de los cambios a que se hallan sometidos este mundo y la totalidad de los fenómenos. Los hijos no siempre sobreviven a sus padres y, en caso de que lo hagan, no siempre satisfacen sus expectativas. A pesar de todo, sin embargo, seguimos aferrados al arquetipo de familia y soñamos con tener hijos a los que transmitir nuestra sangre, nuestros ojos, nuestros apellidos y nuestras tradiciones.
Dzongsar Jamyang Khyentse
“En un sólo instante aquellos que eran mis amigos pueden, de pronto, devenir en mis enemigos. Como se enojan incluso cuando hay lugar de reír; es difícil halagar a los seres ordinarios”.Shantideva
Aunque deseosos de escapar del sufrimiento, en realidad se precipitan hacia él; Aunque buscan la dicha, en su ignorancia, la destruyen como si fuese un enemigo.
Shantideva
El sufrimiento tiene ventajas: por el abatimiento, la arrogancia es disipada, nace compasión para [con] los seres atrapados en la existencia cíclica, estaremos cansados de las fechorías, y amaremos la virtud.
Shantideva
Si las cosas viniesen a existir según nuestro deseo, como nadie anhela sufrir, ningún ser tendría que soportar sufrimientos.
Shantideva
Las causas de la dicha surgen a veces, pero las causas de sufrimiento son muy numerosas. Sin sufrimiento no hay renuncia
Shantideva
"No vas a poder dejar de sufrir hasta que no te iguales con los demás. ¿Por qué? Porque para dejar de sufrir tienes que desbancar al ego. Porque la base del sufrimiento es que te sientes superior a los demás"
Shantideva
Conducido a hacer sufrir a los demás, en mi confusión atraeré sobre mí sufrimientos insoportables.
Shantideva
Si existe una solución, ¿por qué estar infeliz?Si no existe solución, ¿de qué sirve estar infeliz?
Shantideva
“Hay que poner en práctica todo esto. ¿Qué puede uno lograr, pronunciando palabras sólo? ¿Acaso los enfermos se curan sólo por leer un manual médico?”
Shantideva
Primero, debo examinar mis ap0tudes para ver si hay que comenzar, o no, una tarea. Si no tengo ap0tud, más vale no comenzar. Una vez empezado [un asunto], no hay que abandonarlo.
Primero debo examinar mis ap0tudes para ver si debo comenzar o no una tarea. Si no tengo ap0tud, más vale no comenzar. Una vez empezada una tarea no hay que abandonarla.
Shantideva
Hoy estoy con buena salud, tengo qué comer y no enfrento daño alguno, pero la vida es momentánea y engañosa; este cuerpo no me ha sido prestado más que por un sólo instante.
Shantideva
Mis enemigos, tales [como] el odio y el apego no poseen ni brazos ni piernas; no son ni valerosos, ni sabios. ¿Cómo han podido hacer de mí un esclavo?
Shantideva
Al igual que los guardianes en los infiernos y en los bosques de hojas afiladas como cuchillas, este dolor es producido por mi propia evolución ¿Con quien debo estar enojado?
Shantideva
Nada hay que siga siendo difícil si se le practica. Así, mediante la práctica con incomodidades de menor intensidad, hasta los más grandes malestares se vuelven tolerables.
La irritación que provocan las chinches, tábanos y mosquitos, el hambre y la sed y el sufrimiento que causa una fuerte comezón, ¡por qué no los consideras como algo insignificante!
Shantideva
Mientras estaba en un largo retiro tuve una revelación que pareció conmover cielos y tierra: ¡no podemos estar en el presente y al mismo tiempo planificar nuestra vida! Ya sé que parece algo muy evidente, pero cuando descubres algo así por ti mismo, te cambia. La impermanencia se vuelve algo vivido en el presente, y lo mismo ocurre con la compasión, el coraje y la capacidad de maravillarse. Y también con el miedo. De hecho, cualquiera que esté en el límite de lo desconocido, plenamente en el presente sin punto de referencia, experimenta la ausencia de base o fundamento, de un lugar donde agarrarse. Cuando nuestra comprensión se hace más profunda descubrimos que el presente es un lugar muy vulnerable, lo que puede ser una experiencia absolutamente enervante y al mismo tiempo absolutamente tierna.
Pema Chödron
Todos somos, a nuestro modo, como Siddharta. Quizás no seamos príncipes, ni poseamos pavos reales, pero tenemos profesiones, casas, gatos y muchas responsabilidades. Todos tenemos nuestro propio palacio -por más que se trate de un lujoso ático en París, de un adosado en los suburbios o de un simple cuartucho en los barrios bajos- y nuestros Yashodharas y Rahulas. Y con el paso del tiempo, las cosas no hacen sino complicarse, porque los electrodomésticos se estropean, los vecinos se quejan y el día menos pensado aparecen goteras. Nuestros seres queridos mueren, o tal vez sólo lo parezcan cuando, al despertar, yacen tan inanes como los cortesanos del palacio de Siddharta, con el aliento apestando a tabaco o la salsa de ajo de la cena de la noche anterior. Pero por más que nos molesten y nos regañen, permanecemos voluntariamente atados sin tratar de escapar y, en el caso de que digamos «¡Se acabó!» y decidamos poner fin a esa relación, no tardamos en iniciar otra nueva. Este es un ciclo del que nunca nos cansamos porque suponemos que, en algún lugar, está esperándonos la pareja o el Shangri-la perfectos. Cuando nos enfrentamos a los problemas cotidianos, creemos que todo puede arreglarse y que para volver a sentirnos bien, basta con cepillarnos los dientes.
Dzongsar Jamyang Khyentse
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