Agradecimientos
• A mi abuelo, Comisario (R) Ernesto Díaz, Superintendencia Federal de Bomberos,
Policía Federal Argentina.-
• A mis antiguos compañeros de la División Siniestros, Superintendencia Federal de
Bomberos, Policía Federal Argentina.-
• Al Licenciado, y amigo, Diego Edgardo Mellone, de la Policía de Seguridad
Aeroportuaria. Y a Ángeles, Florencia y Caterina por todo el tiempo que les robé a
su esposo y padre.-
• Y a Gabriela, Chiara y Juan Pablo, por el tiempo ausente que le han tolerado a su
marido y papá. Con mi amor.-
1
INDICE GENERAL
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Índice de figuras 5
Introducción: De emergencias sociales a emergentes sociales 6
Capítulo I: La sartén por el mango (La teoría de la formación del conocimiento en
la relación sujeto-objeto y su concurrencia con la hermenéutica del producto en la
labor de diseño)
10
La caballerosidad es a prueba de puertas 10
“La culpa, querido bruto, no está en las estrellas, sino en nosotros mismos” 14
Aristóteles era un ingenuo 16
¿Coser dos teorías es cortar por lo sano? 17
Un durazno no hace verano 23
¿Cuál es tu signo? 26
¿Cómo leo lo que leo? 29
Saltando el vacío 32
Capítulo II: De la sartén al fuego (conceptualización de la situación de emergencia
como experiencia vital)
33
En el capítulo anterior… 33
“Toto, creo que ya no estamos en Kansas” 34
Lo que es tener mala estrella 39
Todos somos vulnerables 44
Responder es humano 45
Capítulo III: De la sartén al fuego –continuación- (la conducta del individuo en
situaciones de emergencia)
49
Mirando la luna 49
Mirando al depredador a los faros 51
¡A la una, a las dos y al estrés! 55
¿Estrés o sondos? 57
“Your emotion in motion” 58
El reptil interior 59
Padecer de amígdala 62
Hay que actualizar la alarma 64
2
A hacerle frente 67
Capítulo IV: Del fuego nuevamente a la sartén (consideraciones acerca de la
estética del objetos y de los elementos configuracionales de una propuesta de
diseño)
69
La sartén del gallo dorado 69
Comportamiento ejemplar 73
El matafuego ausente 77
Próximas funciones 80
Capítulo V: ¡A la carga!... del matafuego (Desarrollo de una propuesta de diseño) 86
Programa de diseño – Objetivos a cumplimentar 90
Conclusiones 94
Lista de referencias bibliográficas 98
Bibliografía 100
3
Í ndice de figuras
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Fig. 1 «Bicicleta Convergente (Modelo para Novios)» 18
Fig. 2 Tijeras de Kazuo Kawasaki para Takefu Knife Village Association, año 2000 21
Fig. 3 Semántica – sintaxis – pragmática 29
Fig. 4 Modelo de factores implicados en la respuesta a un desastre 46
Fig. 5 Matafuego convencional a base de CO2 88
Fig. 6 - Matafuego “Rapier” – Vista y detalles 92
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Introducción: de emergentes sociales a emergencias sociales
El 16 de octubre del año 2005, tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno (MoMA, por
sus siglas en inglés) de la ciudad de Nueva York, la exhibición “Safe: Design takes on
risk”. Originalmente programada para el año 2001, la circunstancia de su forzada
postergación luego del atentado contra las Torres Gemelas no hizo más que acentuar su
carácter de emergente social como expresión de una nueva concientización de los
peligros a los que la sociedad se ve sometida.
Organizada con la curatoria de Paola Antonelli y Patricia Juncosa; en la muestra se
presentaron más de 300 productos y prototipos contemporáneos diseñados para proteger
tanto al cuerpo como la mente de circunstancias peligrosas o estresantes, responder a
emergencias, asegurar la claridad de información y proveer de una sensación de confort
y seguridad. Estos objetos contemplaron el espectro de los miedos y preocupaciones
humanas, del más mundano al más excepcional, desde el temor a la oscuridad y a la
soledad hasta la amenaza de terremotos o ataques terroristas. Así, la variedad de
productos exhibidos cubrió desde refugios para los sin techo hasta equipo de protección
para la práctica de deportes, pasando por equipos de desminado y cochecitos de bebé.-
Al abordar esta problemática, se debe ponderar riesgo y protección, de manera de
mediar entre la cotidianeidad y la emergencia1 de un nuevo contexto, inesperado y
peligroso. Se entiende por desastre o situación de emergencia a aquél evento que ocurre
de repente, inesperada e incontrolablemente, de naturaleza catastrófica, que implica la
pérdida o amenaza de la vida o de la propiedad. Se trata de una situación de crisis donde
se experimenta la sensación de falta de control y de previsibilidad de los hechos, como
1 La palabra “emergencia” se emplea como sinónimo de “acaecimiento”.-
5
también la urgencia en formular una respuesta, diferente a la habitual que se plantea en
condiciones de normalidad.-
Comprender la naturaleza del desastre sirve a los fines de enmarcar la relación
sujeto-objeto de forma adecuada, a fin de lograr que este último permita al primero
sobrellevar a salvo el cambio que implica pasar de una realidad a otra. En tales
situaciones se ha verificado que en tal situación el ser humano experimenta una serie de
alteraciones tanto a nivel psíquico como físico. Este conjunto de alteraciones ha sido
dado en llamar estrés, que no se trata de otra cosa que de una conducta adaptativa
evolutiva.-
Así como ocurre con el colesterol, existe el estrés bueno (o agudo), y el estrés malo
(o crónico). Llamados respectivamente eustrés y distrés, es el primero de ellos el que se
manifiesta ante una situación de emergencia o amenaza. A consecuencia de ello, el
sistema nervioso envía una serie de impulsos, tanto eléctricos como químicos, que
predisponen al cuerpo para la rápida adopción de sólo dos posibles respuestas: fight or
flight (pelear o huir).-
Así, dado la aparición de un agente generador de estrés o estresor, se produce en
el individuo un estado de alerta. Cabe señalar que ese estresor no necesita constituir una
amenaza cierta para que este mecanismo se ponga en marcha; si no que basta su
percepción como amenaza por parte del individuo para que se produzca una respuesta
emocional no racional.-
De esta manera, ante un estímulo (por caso, visual, auditivo u olfativo) que provoca
la percepción de una amenaza, el organismo responde con una serie de cambios a nivel
fisiológico generados por el sistema límbico que integra el cerebro humano. Mientras que
6
gran parte de esa información recepcionada es remitida a la corteza superior o neocórtex
del cerebro para su evaluación, una pequeña parte de la misma es derivada al sistema
límbico, esa parte del cerebro “heredado” de nuestro pasado animal, el cual envía
señales al sistema glandular, a fin de liberar ciertas hormonas que predisponen al cuerpo
para las respuestas antes señaladas: pelear o huir. Todo este cuadro constituye un
estado de estés agudo, que es resultante de una conducta evolutiva de la especie.-
Mientras tanto, el cerebro superior analiza la información del estímulo
recepcionado, con el objeto de evaluar si corresponde desestimar o no la existencia de
una amenaza. Si de su análisis surge que el estímulo no significa amenaza cierta, lo
desestima como tal y envía las órdenes pertinentes al organismo para cesar el estado de
alerta. Si por el contrario, la estima como cierta, el estado en que se encuentra su
organismo se decantará por una de esas conductas de ataque o huída. Pero aquí, lo
importante radica en recordar que sea que opte por pelear o huir, la reacción será
siempre una respuesta emocional, y no racional.-
Hechos recientes como el tsunami que azotó las costas del Océano Indico en
diciembre del año 2004, el huracán “Katrina” que arrasó la ciudad de Nueva Orleáns en
agosto de 2005, o hechos de la realidad argentina como las inundaciones de la provincia
de Santa Fe en abril del año 2003 o el incendio de la discoteca República de Cromagnon
en diciembre del año siguiente no hacen más que recalcar que la emergencia puede
surgir en cualquier lugar y en cualquier momento, de manera imprevista.-
Es así que en el presente trabajo se procederá a plantear una situación de diseño
en virtud de una necesidad detectada. Atento a ello, se dará comienzo a la labor
mediante un análisis de la situación a los efectos de determinar cuales son los
requerimientos operativos que surgen de la misma.-
7
Como siguiente paso, se procederá a la investigación y evaluación de soluciones ya
propuestas, a partir de las cuales de elaborarán una serie de propuestas de diseño. De
las mismas se seleccionara aquella que se juzgue pertinente como la mejor solución a la
situación detectada, a los fines de su concreción. Tanto en dicha selección como en la
elaboración previa se volcaran las enseñanzas recogidas del estudio de la relación
sujeto-objeto y de la manera en que la emergencia resulta para el primero una nueva
experiencia vital, con el conjunto de cambios que ello le significa.-
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C apítulo I: La sartén por el mango (la teoría de la formación del conocimiento en la
relación sujeto-objeto y su concurrencia con la hermenéutica del producto, en la labor de
diseño)
La caballerosidad es a prueba de puertas
En su primera cita, el Señor H invitó a la Señorita G a asistir a una función de cine.
Al llegar al complejo de salas cinematográficas, el Señor H se dispuso a tener un gesto
de caballerosidad para con la Señorita G. Es así que galantemente, quiso abrirle la puerta
de acceso a su acompañante. Pero para su sorpresa, luego de asir el tirador de la puerta
y girarlo hacia abajo, de la misma manera que había hecho durante toda su vida y que –
estaba casi ciento por ciento seguro- haría por el resto de ella, se encontró que al intentar
empujar la puerta hacia el recinto al que pretendía ingresar, la puerta no pivotaba de la
manera que esperaba. Intentó un par de veces abrir la puerta de esta manera, pero en
ninguna de ellas tuvo resultado alguno, salvo una expresión de perplejidad en el rostro.-
Aunque fallido, el acto de caballerosidad halagó a la Señorita G por lo cual, en vez
de mandar a paseo a su acompañante debido a su aparente torpeza, tuvo la amabilidad
de explicarle que se encontraba ante una puerta de emergencia, la cual abría hacia fuera
y no hacia adentro. Este sentido de apertura era, continuó explicando, en razón de
facilitar la evacuación del lugar en caso de incendio u algún percance similar. Continuó
explicando que el sistema contemplaba, además del sentido de apertura indicado, el
reemplazo del tirador que habitualmente se encontraría en el lado opuesto de la puerta
por un barral, el cual al ser empujado, accionaría la cerradura permitiendo la salida.-
La Señorita G señaló también que la idea detrás de ese barral era que la gente, en
la urgencia por evacuar un lugar de peligro, presenta el comportamiento de apartar de su
9
camino todo aquello que le resultara un obstáculo. La consecuencia buscada era que la
puerta no se opusiera al comportamiento previsto para aquellos que buscan ponerse a
salvo ante una situación de emergencia, como ser la evacuación de las salas del cine en
caso de incendio.-
El Señor H agradeció tanto la explicación como la paciencia de la Señorita G, y
juntos pudieron disfrutar de una película en ésa y en muchas otras oportunidades más.
Sin embargo, y aún luego de varios años de aquella experiencia, el Señor H continuó
dudando unos instantes antes de franquear una puerta de este tipo, preguntándose si
debía abrirla tirando hacia él o en sentido opuesto, y si la puerta gira hacia la derecha o la
izquierda.-
La experiencia del Señor H dispara una serie de observaciones, reflexiones y
cuestionamientos referidos a como se produjo la articulación entre sujeto y objeto en este
caso particular de la puerta; que sirven de plataforma a un abordaje más profundo en
relación a las circunstancias y/o condicionantes que inciden en la forma en que ocurre
esa articulación en general, y en el particular de la problemática de la situación de
emergencia.-
Fue así que el Señor H se encontró un buen día con una puerta destinada a
acceder a un recinto. En su mente entendió que la articulación entre su deseo de ingresar
a ese lugar y la forma de pivotar de la puerta sería aquella que le era habitual, ya que en
su experiencia –y no hay evidencias que indiquen que su experiencia sea distinta a la
experiencia de gran parte de la humanidad-, aquellas puertas que franquean el acceso a
un recinto giran hacia el interior del mismo.-
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Asimismo, encontró que la configuración y accionamiento de la manija de la puerta
también le eran de lo más habituales: asir la manija por la prolongación perpendicular al
eje de ésta y girar hacia abajo. El resultado en particular de esta operación también le
resultó el habitual: el accionamiento de la cerradura destrabando la puerta. Pudo
comprobar que la puerta ya no se hallaba estática, fija, sino que tenía cierto movimiento.
Pero al pretender que ese movimiento fuera el habitual, no fue éste el resultado.-
No había señal o cartel indicador alguno que le revelara al Señor H que debía tirar
de la puerta en vez de empujarla en ésta, su primera experiencia con una puerta de
emergencia. Y si bien es cierto que toda su atención se hallaba en la Señorita G, la
monocromía del marco, puerta y manija (a la sazón, negros) no contribuyó a que el Señor
H tuviera indicio alguno de que se hallara frente a una puerta de características
peculiares y en consecuencia previera que su accionamiento no era el habitual.-
Todo lo hasta aquí expuesto lo ha sido en relación a un solo lado de la puerta.
Yendo al otro lado de la misma, el lado “de emergencia” o “salvador”, aquél que habría de
–se espera-, facilitar la evacuación en caso de una contingencia de riesgo, el Señor H
encontró que la sustitución del tirador de ese lado por un barral cuyo largo se
correspondía con el ancho de la puerta, le resultaba indicativo suficiente de que debía
empujar la puerta para que esta se abriera. En esta ocasión, sí le resultaba habitual el
asociar el barral con la acción de empujar la puerta sirviéndose del mismo. Y en este
caso, a diferencia del lado opuesto, la monotonía cromática de la puerta era rota por el
uso del color rojo en el cuerpo del barral. Casi podría afirmarse que sobre llovido, mojado
y que la manera y sentido de apertura de la puerta no se prestaba a dudas.-
El Señor H pudo verificar que al presionar sobre el barral, este cedía levemente
accionando la cerradura y permitiendo que la puerta pivotara. Pero aún concediendo que
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alguien a pesar de su urgencia por abandonar la sala en caso de un incendio, bien podría
entender que debía empujar la puerta hacia fuera, no podía tener la misma certeza
respecto de que esa persona interpretara que al empujar sobre el barral se accionaría la
cerradura y no dudara -aunque fuera unos instantes-, frente a la puerta si no debía
buscar algún tirador o picaporte más habitual. Y en razón de que ese barral, a diferencia
de lo que ocurriría con la ubicación un tirador, no indicaba si la puerta giraría a izquierda
o derecha; se sumaban más dudas y más instantes de demora para el pretendido
evacuado. Dudas y demoras que, puestas en un contexto de emergencia, resultaron
para el Señor H más que peligrosas.-
De este último pensamiento pueden derivarse dos grupos de reflexiones. El primero
de ellos refiere a las experiencias vividas al querer accionar la puerta. Puede
reflexionarse que no es de sorprender la tentativa del Señor H de abrir la puerta hacia
adentro, toda vez que la misma no presentaba indicio alguno distintivo que señalara lo
contrario. Así, puede continuar reflexionándose que la forma del tirador podría ser la que
proporcionara dicho indicio. De esta esa manera, podría aseverarse que su substitución
por algún tipo de palanca con orientación vertical –siguiendo lo afirmado por Norman en
relación a las así denominadas por él, prestaciones- (Norman, D. A., 1990, p. 21), provee
al potencial usuario de indicadores suficientes de cómo destrabar la cerradura y hacia
donde debe abrir. Puede aseverarse también que una operación similar sobre el barral
del lado opuesto sería suficiente para despejar cualquier duda que el mismo acciona
sobre la cerradura y respecto del lado hacia el cual ira la puerta.-
Todas estas reflexiones llevan a plantear la cuestión acerca de que manera el
objeto comunica su propósito o destino al sujeto. Ahora bien, el objeto se encuentra allí
merced a quien lo proyectó e implantó en un cierto entorno. Es necesario entonces que el
objeto posea una cualidad “parlante” suficiente para que las intenciones de su proyectista
12
sean interpretadas en la forma que él espera por parte del usuario; y así debe tener
presente que al insertar el objeto en el entorno, el objeto se aleja del alcance de su
influencia y en consecuencia la relación uno a uno que se establece entre el mismo y el
sujeto usuario gravita sobre aquella que el objeto, considerado como signo o mensaje,
establece entre proyectista y usuario. En consecuencia, tenemos la cuestión de que el
cómo comunica el objeto al sujeto concurre con el cómo conoce el sujeto al objeto.-
La segunda materia de reflexión consiste en la situación de emergencia en sí. La
muy o poco feliz resolución de las experiencias vividas por el Señor H pueden resultar
anecdóticas de plantearse en la cotidianidad del día a día. Pero puesto el individuo en
una situación donde su vida se encuentra en riesgo, tales cuestiones no pueden resistir
un tratamiento que peque de banal y liviano. Cabe reflexionar entonces sobre que es una
emergencia, cual es su naturaleza, que cambios implica respecto de la cotidianeidad y
como afecta al ser humano. La cuestión de la emergencia como experiencia vital queda
reservada al siguiente capítulo, quedando para el presente las interrogantes señaladas
respecto de la relación sujeto-objeto.-
“La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nosotros mismos””
Como señala Fatone, no es en los Siglos XVII y XVIII donde la filosofía comienza a
preocuparse por cual es el origen del conocimiento. Ya los antiguos griegos, con Platón,
se habían planteado la cuestión, llegando a proponer alguna solución. Pero es en la
Edad Moderna donde el origen del conocimiento adquiere toda su importancia.-
La cuestión que se planteaba era si el conocimiento provenía de verdades puestas
en la mente del hombre, como si de semillas se tratara; o si por el contrario, tal
conocimiento es fruto de la experiencia. Es así que los dos siglos mencionados serán
13
testigos de un debate entre quienes sostenían la primera de estas posturas –conocidos
por el nombre de racionalistas-, y quienes se encolumnaban tras la segunda, los que
fueron llamados empiristas. La cita que a modo de título de este apartado se hace del
“Julio César” de Shakespeare bien puede servir para graficar la postura sostenida por los
racionalistas, para quienes existían verdades innatas en el hombre.-
Para Descartes (siglo XVII), hay verdades eternas que residen en nuestro
pensamiento y que no se corresponden a “cosas” existentes fuera de él, ni son
tampoco propiedades de “cosas”. “De nada, nada puede crearse”: Éste es un
ejemplo de verdad eterna, no derivada de la observación de los hechos (Fatone,
1951, pp. 131).-
Como continúa Fatone al exponer el pensamiento cartesiano, estas verdades
innatas, eternas, inmutables (estas “esencias” como las denomina Descartes); devienen
en principios que permiten conocer a las cosas. Tales principios se encuentran en el alma
humana, posibilitando el conocimiento. Sólo será perfecto el conocimiento en la medida
que derive de esas verdades eternas, no pudiendo ocurrir ello de fundarse en la
experiencia sensible.-
Otro racionalista, Liebniz, sostenía al igual que Descartes la existencia de verdades
innatas (verdades de la razón, según las denomina), que se encuentran virtualmente en
el hombre. Es mediante la experiencia sensible que el hombre saca esas verdades de su
espíritu, haciendo de ellas verdades actuales. Liebniz señala que es gracias a las
oportunidades que nos brinda la experiencia externa (la experiencia de los sentidos) que
podemos aprender esas verdades innatas, pero no por ello pierden dicha condición
(Fatone, 1951, pp. 130-134).-
14
En síntesis de la posición racionalista, el sujeto nace con conocimientos innatos (de
ahí que sea conocida también como “innatista”) y el estimulo de la realidad es quien le
provee la posibilidad de “despertarlos”. Pero sigue siendo del sujeto el papel activo del
proceso de conocimiento y le corresponde a él ser el soporte del mismo.-
Aristóteles era un ingenuo
Explica también Fatone que entre los griegos, Aristóteles se planteó de qué manera
se origina el conocimiento. Pero a diferencia de lo sostenido por Platón, concebía al
hombre como un ser ingenuo en relación al mismo. Para él, constituye una suerte de
“tabula rasa”, una superficie en blanco en la cual se irían grabando las impresiones que
surgieran de la experiencia sensible del hombre con los objetos. Locke retoma esta
imagen del hombre como tablilla virgen y se propone cuestionar la idea de las nociones
innatas que sostenían los racionalistas.-
Para Locke, no es posible que el espíritu no perciba algo que se encuentra impreso
en ese espíritu. No puede haber para él, conocimiento sin conciencia, y es en razón de
ello que esas verdades innatas no puedan ser conocidas por niños o idiotas. El
conocimiento para Locke proviene de dos fuentes, una externa y otra interna. La primera
está constituida por la sensación, la cual permite conocer las cualidades de las cosas. La
reflexión hace a la segunda, y está constituida por las operaciones del espíritu. Ahora
bien, destaca el filósofo que el hombre siempre parte de la sensación, ya que de otra
manera el espíritu no podría reflexionar sobre sus operaciones si careciera del material
que la sensación aporta. Ambas aportan lo que Locke da en llamar ideas, y mediante la
asociación y la abstracción, se articulan esas ideas en conocimientos cada vez más
complejos. Pero la diferencia entre las ideas simples y las complejas no es de naturaleza,
sino de grado.-
15
En resumen de la postura empirista, el sujeto nace ignorante y sólo llegar a conocer
por la experiencia de sus sentidos, experiencia sin la cual entonces no podría existir
conocimiento. Resulta así entonces, que es el objeto el soporte del conocimiento. Por
último, Fatone agrega que el empirismo tiene razón al negar la existencia de ideas
innatas, más no así al afirmar que todo puede explicarse por la experiencia (Fatone,
1951, pp. 134-138).-
¿Coser dos teorías es cortar por lo sano?
¿Cómo superar el estancamiento al que se ha llegado? A primera vista, la solución
parece pasar por la combinación de ambas posiciones, reunir “lo mejor de ambos
mundos”. Pero la búsqueda de una solución no debe ser excusa para soslayar una visión
crítica, y a esta visión se debe entonces someter esa propuesta.-
En su obra, Norman propone una solución de este tipo. En razón de poder criticarla,
y con garantía de hacerlo con fundamento y sin peligro de incurrir en omisión (involuntaria
o no) contraproducente a ello, es la extensión de la siguiente cita:
Contemplemos la extraña bicicleta de la figura 1.7. Comprendemos inmediatamente
que no funciona, porque formamos un modelo conceptual del artilugio y simulamos
mentalmente su funcionamiento. Puede uno hacer la simulación porque las partes
son visibles y las consecuencias de su uso son claras. Otras pistas acerca de cómo
funcionan las cosas proceden de su estructura visible: en particular de sus
prestaciones y limitaciones y de su topografía. Observemos un par de tijeras:
aunque nunca las hayamos visto o utilizado, comprendemos que el número de
actos posibles es limitado. Los agujeros están ahí evidentemente para meter algo
en ellos, y lo único lógico que encaja son los dedos. Esos agujeros constituyen
16
prestaciones: permiten que se inserten los dedos. El tamaño de los agujeros
establece restricciones para limitar el número posible de dedos: el grande sugiere
varios dedos, el pequeño, sólo uno. La topografía entre agujeros y dedos —el
conjunto de operaciones posibles— se ve sugerida y limitada por los agujeros.
Además, el funcionamiento no es sensible a la colocación de los dedos: aunque se
utilicen los dedos equivocados, las tijeras siguen funcionando. Puede uno imaginar
para qué son las tijeras porque sus partes funcionales son visibles y las
consecuencias son evidentes. El modelo conceptual resulta obvio, y existe una
utilización eficaz de las prestaciones y las limitaciones. Como ejemplo en sentido
contrario, veamos el reloj digital, que tiene de dos a cuatro botones laterales o
frontales. ¿Para qué son esos botones? ¿Cómo se cambia la hora? No hay forma
de saberlo: no existe una relación evidente entre los mandos y las funciones, no hay
limitaciones ni una topografía evidente. Con las tijeras, si se mueve el mango, las
hojas se mueven. El reloj y el proyector de diapositivas Leitz no establecen ninguna
relación visible entre los botones y los resultados posibles, ninguna relación
discernible entre los actos y el resultado final. (1990, pp. 27-28)
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La figura 1 reproduce la bicicleta a la que alude Norman, quien afirma la inmediata
compresión de su imposible funcionamiento gracias a lo que él denomina modelo
17
conceptual, que permite representar mentalmente su funcionamiento. Si bien no brinda
una definición de modelo conceptual, el señalar que ante un estímulo sensible (visual)
resulte posible invocar un modelo ideal contra el cual contrastar el objeto, es plantear un
argumento con visos de teoría racionalista. La circunstancia de no explayarse más sobre
la naturaleza del modelo conceptual obstaculiza el afirmar categóricamente que está
realizando un postulado innatista.-
Sin embargo, es de destacar que a renglón seguido, al comentar sobre un par de
tijeras, señala que hay otras maneras de entender como funcionan los objetos, dada por
sus prestaciones, limitaciones y topografía; elementos estos de la estructura visible del
objeto y a partir de los cuales, sostiene, es posible colegir como funciona aunque –como
el mismo señala-, nunca antes lo hubiera visto o usado. Sea de manera consciente o no,
lo que está proponiendo entonces es un argumento empirista, ya que a partir de la
sensación es que puede realizar una reflexión. Y al decir que es ésta otra manera de
conocer como funcionan los objetos, no hace más que reforzar la percepción de que el
argumento del modelo conceptual es de raíz racionalista.-
Ahora bien, el problema que surge de este intento de conciliar posiciones es que, a
fin de lograr esto, los argumentos que plantea Norman no resisten cuestionamiento
severos. Así, cuando plantea la imposibilidad de funcionamiento de la bicicleta, la
simulación mental no resiste una aproximación pragmática que plantee que la bicicleta
sea tripulada por un solo ciclista, y que el mismo la mantenga en una dirección constante.
No se desconoce el carácter de absurdo del ejemplo, pero es mediante el absurdo que es
posible demostrar que no hubo un acercamiento experimental hacia el objeto.-
Yendo ahora al caso de las tijeras, Norman afirma que el vínculo lógico entre los
agujeros de la misma con los dedos de la mano es evidente. Para él, los primeros
18
constituyen prestaciones, y dice que una prestación “…se refiere a las propiedades
percibidas y efectivas del objeto, en primer lugar a las propiedades fundamentales que
determinan cómo podría utilizarse el objeto… Las prestaciones aportan claras pistas del
funcionamiento de las cosas” (1990, p. 21)
El problema que se presenta aquí con esta definición es que no distingue del todo
entre la forma o manera de operar el objeto (de que manera se usa) y el destino o uso del
objeto (para que se usa). Y a estas dos categorías puede agregarse una tercera que
Norman no parece contemplar, que es el mecanismo del objeto (como trabaja). Así,
frente a un par de tijeras, no resulta comprensible como es que las prestaciones del
objeto (sus agujeros) señalen de forma tan inequívoca –como sostiene Norman-, que sí y
sólo sí son los dedos los que deben insertarse en ellos. ¿No podría pensarse que ese
objeto, las tijeras, al cual no se ha visto nunca antes, forma parte de algún otro
mecanismo mayor y entonces esos agujeros son para vincularlo al mismo? Suponiendo
que de forma más o menos fortuita, quien se encuentra por vez primera con él, deduce el
destino de los agujeros tal como lo plantea Norman, ¿acaso esto le indica para que se
utilizan las tijeras? Podrá apreciar que si abre o cierra sus dedos, hay una apertura o
cierre de los elementos que constituyen la tijera. Más esto sólo no le es suficiente para
entender para qué uso está destinada. Si sólo las prestaciones y la topografía del objeto
fueran suficientes para entenderlo, cabe preguntarse que ocurriría si el sujeto se hallara
frente un objeto como el de la figura 2.-
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Fig. 2 Tijeras de Kazuo Kawasaki para Takefu Knife Village Association, año 2000
Fuente: http://122.200.201.84/interview/059_scissor.jpg
Puede suponerse que el sujeto interpretara que el mango es justamente para asir el
objeto, y que al accionar sobre la esfera que remata el otro elemento constitutivo entienda
que de esa manera provoca su apertura. Pero la única manera de que entienda que la
tijera, sea ésta o la otra, está destinada a una operación de corte es apreciando la
existencia de un filo en cada uno de sus componentes. Y entonces es necesario que
antes de ver la tijera por primera vez, supiera lo que es un filo y lo que es un elemento de
corte.-
Esto lleva al tercer ejemplo de Norman: el reloj digital, que parece resultarle un
malévolo objeto venido a este mundo con la sola intención de confundirlo. ¿Para que
sirve cada botón?, se pregunta. ¿Cuál es el que fija la hora?, se cuestiona. ¿Cómo sabe
que se trata de botones y no se simples apliques decorativos? ¿Cómo sabe que se trata
de algún tipo de mando?, son las preguntas que caben formular.-
20
Piénsese en un reloj a cuerda, y en la primera persona a quien por primera vez en
la historia se le presentara tal reloj (excepción hecha desde luego, de su inventor). Esa
persona ya conoce lo que es un reloj porque ya ha visto otros, como ser relojes de
péndulo o solares y sabe para que sirven. Puede que, experimentando con el mando, se
percate que al hacerlo girar, se escucha la marcha del mecanismo interno, y que luego de
unos momentos, las manecillas se han movido. Pero si el reloj no marca la hora correcta,
nada en el mismo le indica al sujeto que debe tirar hacia fuera del mando y girarlo para
colocar las agujas en la hora debida.-
Repasando las observaciones hasta aquí hechas sobre lo que sostiene Norman,
puede concluirse que en realidad, la interpretación que del objeto hace el sujeto se apoya
en un conocimiento previo. Conocimiento que puede ser del mismo objeto o no, pero
siempre es previo. Y que el contraste entre ese conocimiento y la experiencia sensible
que provee el objeto (visual, táctil, etc.) permite reinterpretar ese conocimiento previo de
manera de adecuarlo a una nueva realidad conceptual. Es en esto donde las
afirmaciones de Norman pecan de limitadas.-
Es más, parecen revelar una concepción empirista subyacente, y que en
consecuencia la propuesta del modelo conceptual como vía de entendimiento de los
objetos es una concesión al racionalismo. De ahí que parezca que en el fondo, quiera
explicar el conocimiento de los objetos desde la experiencia. Lo que necesita, y
necesitaron los empiristas, es explicar como es posible la experiencia el conocimiento
(Fatone, 1951, p. 138).-
21
U n durazno no hace verano
Imagínese ahora un niño pequeño, de unos cinco años de edad. El niño le dice a su
madre que quiere comer un durazno. La madre le dice que no tiene, porque es invierno y
los duraznos maduran en verano. Al día siguiente, la madre compra una lata de duraznos
en almíbar, que abre luego del almuerzo y los sirve como postre. El niño pregunta “¿Qué
es esto? La madre le responde: “Duraznos en almíbar”. Entonces el niño exclama con
alegría “¡Llegó el verano!”.-
El niño no hizo más que formular una hipótesis. Pero al percatarse luego que su
madre había sacado los duraznos de una lata, y que al salir a la intemperie, sentía frío,
debió rechazarla y formular una nueva: en verano, hay duraznos y se compran en la
frutería, y en invierno se comen los que vienen en lata. Su nueva hipótesis no sólo supera
a la anterior, si no que además es integradora.-
En sí, la experiencia de este niño no difiere de lo que hace un científico al intentar
explicar la realidad. Ambos parten de un marco de referencia. La diferencia estriba en
que el marco de uno es distinto al del otro.-
Quien primero estudió la manera en que los niños forman su conocimiento fue Jean
Piaget. Psicólogo y pedagogo suizo, nacido en 1896 y fallecido en 1980, estudió en la
Sorbona de París, donde inició sus estudios sobre el desarrollo de las capacidades
cognitivas. Fue a partir de las observaciones que hizo de sus propios hijos -Lucienne,
Jacqueline y Laurent-, que Piaget comenzó a estudiar la génesis del pensamiento. Tales
observaciones se plasmaron en la trilogía básica de la Psicología Genética: “El
nacimiento de la inteligencia del niño” (1936),”La construcción de lo real en el niño”
(1937) y “La formación del símbolo en el niño” (1946). Al abocarse al desarrollo
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psicológico del niño, se interesó especialmente en el aspecto espontáneo del mismo; es
decir, aquello que construye, aprende y descubre por sí solo. Es a través de la Psicología
Genética que Piaget va a estudiar la sucesiva conformación de las estructuras cognitivas,
a las que denomina fases.-
En la época de la Revolución Francesa, ya había sostenido Kant –en su “Crítica de
la razón pura”-, la necesidad de formas y categorías que organizaran y dieran sentido al
conocimiento. “El criticismo de Kant intenta resolver la larga polémica entre innatistas y
empiristas, aceptando que todo conocimiento comienza con la experiencia, pero negando
que todo conocimiento derive de ella.”1 (Fatone, 1951, p. 139).-
Así, las formas de Kant corresponden a los moldes que la sensibilidad impone a la
cosa, a la que luego se le impone el molde del entendimiento, las categorías. Dentro de
las primeras, de las formas, Kant ubica dos que permiten representar a los objetos como
extensos y sucesivos. Estas formas son, respectivamente, espacio y tiempo; y a fin de
que sea posible la experiencia sensible, aquellas no pueden derivar de ella. Por el
contrario, son a priori de la misma (Fatone, 1951, pp. 140-141). Es ahí donde Piaget
difiere, ya que intentó superar la explicación innatistas de las formas del conocimiento.-
Partió de la convicción de que el conocimiento es una construcción continua y que
la inteligencia es la capacidad de adaptación del organismo al medio. Lo novedoso de su
pensamiento es que se libera de la opción que plantea la dicotomía racionalismo vs.
empirismo. Para Piaget, el conocimiento no se explica ni a partir del sujeto ni de los
objetos independientes.-
1 Las cursivas corresponden al original
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Su propuesta se fundamenta en dos tesis centrales, a saber: por un lado sostiene
que el conocimiento es un proceso continuo de raigambre biológica; por otro lado,
entiende que el conocimiento se construye a partir de la interacción entre sujeto y objeto,
interacción donde el sujeto tiene un rol activo. Los únicos elementos de los que dispone
el sujeto de manera a priori son la posibilidad de organización y de adaptación. Por esta
última es que el sujeto puede asimilar y acomodar. Siendo una entidad organizada, el
sujeto acomoda sus esquemas a la realidad externa a medida que asimila la realidad a
los esquemas. En palabras de Piaget:
El punto de partida de todo conocimiento lo constituye un cierto equilibrio entre la
asimilación de los objetos a la actividad del sujeto y la acomodación de esta
actividad a los objetos; el conocimiento se presenta, pues, desde un principio con la
forma de una relación compleja entre el sujeto y los objetos, lo cual excluye a la vez
cualquier interpretación puramente empirista o puramente apriorista del mecanismo
cognoscitivo. (1971, pp.135-136).-
La asimilación consiste en la acción del organismo sobre los objetos que lo rodean,
acción que depende de las conductas anteriores con esos objetos o similares. El sujeto,
en vez de someterse al objeto, lo modifica imponiéndole cierta estructura propia. De la
misma manera que a nivel fisiológico el organismo absorbe sustancias y las transforma
en función suya, en el ámbito psicológico sucede lo mismo, pero no de manera
substancial, sino funcional. En resumen, la asimilación consiste en la incorporación de los
objetos a los esquemas mentales.-
En forma recíproca, el medio obra sobre el organismo, acción que se denomina
“acomodación”; término que Piaget extrae del lenguaje de los biólogos. Se habla de
acomodación debido a que el organismo no sufre de forma pasiva la reacción de los
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cuerpos que lo rodean, sino que modifica el ciclo asimilador acomodándolo a ellos.
Reiterando, el organismo no se somete a los objetos, sino que se modifica en la acción
que se refiere a ellos. La adaptación es la resultante del equilibrio entre la asimilación y la
acomodación.- (Piaget, 1964, pp. 19-20)
En síntesis, asimilación, acomodación y equilibración son –de acuerdo a Piaget-,
los tres procesos mediante los cuales se forma el conocimiento en el sujeto; y por ende
constituyen la manera por la cual éste conoce al objeto. Ahora bien, partiendo de que el
sujeto conoce de esta forma, podemos agregar otras conceptualizaciones, las cuales
refieren a las cuestiones comunicacionales entre quien proyecta e introduce el objeto en
el entorno y quien constituye su usuario.-
¿Cuál es tu signo?
Bentivegna y Palací señalan que la comunicación visual implica tres factores. Ellos
son el ver, el representar (hacer visible) y el interpretar (el saber). Y si bien apuntan que
el punto central de la labor del diseñador grafico se halla en el representar, tal
consideración puede extenderse a toda la gama de las actividades proyectuales. Ahora
bien, la dialéctica entre proyectista y usuario tiene carácter simétrico. El primero
interpreta, ve y representa a fin de que su representación sea vista e interpretada por el
segundo.-
Por otro lado, realizan una observación que se solapa o concurre con la forma en
que sujeto y objeto se vinculan según Piaget. Concurren con la posición piagetiana al
señalar que el sujeto no constituye una tabula rasa en la cual imprimir estímulos, sino que
por el contrario el sujeto es siempre activo, y en su acto de mirar intervienen varias
cuestiones a priori, tales como pulsiones, supuestos culturales, experiencias personales,
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etc.; mientras que por el lado del objeto, éste no se encuentra en abstracto sino que se
encuentra culturalmente coordenado.- (2004, pp. 21-24).-
En consecuencia de las observaciones de Bentivegna y Palací, puede afirmarse
que a fin de que la relación de simetría entre proyectista y usuario tenga lugar de una
forma lo más ajustada posible a las expectativas de ambos, es necesario que la
interpretación y representación del primero concuerde con la representación e
interpretación del segundo en compartir las mismas coordenada culturales.-
De esta manera, la resolución de un producto se plantea en términos
hermenéuticos, lo cual nos lleva a ubicar la relación diseñador/producto/usuario dentro de
la teoría semiótica; cumpliendo respectivamente los papeles de emisor/señal/receptor. En
este orden de ideas, la tarea proyectual debe producir un sistema de signos (producto)
que el usuario pueda entender.-
“La semiótica –la teoría de los signos- se ocupa en primer lugar del proceso de la
comunicación. Los tres fundamentos de esta ciencia son un emisor, una señal y un
receptor. Según Wolfgang Meyer-Eppler (1959) la comunicación sólo es posible si entre
el repertorio de signos de un emisor y un receptor existe cierta concordancia…La tarea
del diseñador es la de traducir las distintas funciones de un producto en signos de
manera que puedan ser comprensibles por el usuario potencial.” (Bürdek, 1994, pp. 132-
133).-
Platón vuelve a hacerse presente en este trabajo. Ya en sus escritos pueden
encontrase comentarios semióticos donde diferencia entre el signo (semeion), el
significado (semainómenon) y el objeto (pragma). Pero es el estadounidense Charles
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Sanders Pierce quien es considerado como el padre de la semiótica. Sostuvo que todo
razonamiento no es otra cosa que la interpretación de signos (Bürdek, 1994, p. 136).-
Es así que para Pierce el signo puede considerarse según cada una de las
siguientes relaciones: consigo mismo (relación monódica); con el objeto al cual designa
(relación diádica) y con el receptor de signos –intérprete- y con el objeto designado
(relación triádica). (Aicher, O. y Krampen, M, 1979, p.10).-
La investigación de Pierce fue continuada por otro norteamericano, William Morris,
quien formuló un planteamiento científico de la semiótica. En su obra de 1938,
“Foundations of the Theory of Signs”, señaló la existencia de tres dimensiones
semióticas:
• la sintáctica (dada por las relaciones formales entre los signos y su
correspondencia con otros signos).-
• la semántica (relación entre signos y objetos, esto es, su significado).-
• la pragmática (relación entre los signos y sus usuarios, los interpretes).-
Estas dimensiones, que se grafican en la figura 3, reciben respectivamente, los
nombres de sintaxis, semántica y pragmática. Las mismas siguieron desarrollándose,
llegando a constituirse cada una como ramas independientes (Bürdek, 1994, p. 137).-
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Fig. 3 Semántica – sintaxis – pragmática Fuente: Bürdek, 1994, p. 137 (reproducción)
¿Cómo leo lo que leo?
De las dimensiones sintáctica (repertorio de los medios creativos), semántica (el
significado de los signos) y pragmática (correspondencia entre los signos y sus usuarios),
es en ésta última donde podemos articular la teoría del conocimiento de Piaget con la
teoría semiótica. Es así que hace su aparición la hermenéutica y, nuevamente en este
trabajo, Platón.-
Estrictamente hablando, la hermenéutica es el arte de la interpretación, la lectura y
la traducción de textos. Sus fuentes son dos: la filosofía griega y la interpretación bíblica;
siendo a partir de la segunda que comienza la hermenéutica moderna durante el siglo
XIX, aunque ya dentro de la primera Platón hablaba del concepto “techné hermeneutike”,
que significa el arte de la interpretación y aclaración de textos.-
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Friedrich Schleiermacher es considerado el primer representante de la
hermenéutica moderna, ya que si bien no escribió ninguna obra dedicada al tema, en sus
conferencias sobre la interpretación de la Biblia confeccionó reglas universales de
interpretación que son aplicables a temas no teológicos. Otros exponentes de la disciplina
fueron Droysen, Dilthey, Husserl y Bollnow; llegando así a Hans-Georg Gadamer. En
“Verdad y método” de 1960 –considerada como la obra más significativa de la
hermenéutica contemporánea, Gadamer sostiene la importancia de que tanto quien
interpreta como lo que se interpreta se encuentren en una relación de intercambio
(Bürdek, 1994, pp. 142-146).-
Explica Daniel Telmo, docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la
Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, que
etimológicamente la palabra se deriva del verbo griego "hermeneuo" (exponer, publicar,
interpretar), relacionándose de esta manera con el dios Hermes, mensajero de los dioses
en la mitología griega que transmitía e interpretaba los mensajes divinos dirigidos a los
hombres. Era la suya una función mediadora, ya que por su intermedio dichos mensajes
eran interpretados y llegaban a los seres humanos.-
La hermenéutica se propone aportar los medios para lograr la interpretación del
objeto o escritura que es interpretado, evadiendo los obstáculos que surgen de la
complejidad del lenguaje o de la distancia que separa al intérprete del objeto investigado.
Sinónimo de hermenéutica es "exégesis", del griego "exegeomai" que significa
explicar, interpretar; verbo que nos permite profundizar en la explicación de lo que es la
hermenéutica. Formado por la preposición “ex” (fuera), y el verbo “hegeisthai” (conducir),
el verbo exegeisthai, significa "exponer" y el sustantivo exégesis significa "exposición".
La exégesis es de naturaleza deductiva y pertenece al campo de la investigación. El éxito
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de su tarea depende del dominio sincronizado de varias y variadas disciplinas como la
historia, la lingüística, la religión, el derecho, la literatura, el folklore, etc. La palabra
eiségesis se forma con la misma raíz verbal que exégesis, anteponiéndose la
preposición “eis” (hacia adentro), y constituye el aspecto inductivo de la hermenéutica.-
La hermenéutica se ubica en la estructura de la comunicación, como función del
entendimiento del hombre mediante la capacidad de las personas de brindar o captar
significados. Una persona al hablar o escribir emite significados, y quien recibe esa
palabra o escritura, las escucha o las lee, capta ese significado. Día a día captamos
significados; y lo espontáneo de la interpretación de aquello que leemos o escuchamos
hace que no seamos conscientes de ese proceso de interpretación.-
Un cambio de situación puede tener como efecto hacer consciente ese proceso y
se requiere entonces un esfuerzo y dominio del proceso de interpretación a fin de captar
el significado del objeto estudiado. Se hace necesario entonces establecer normas para
la interpretación que sirvan de guía al intérprete, lo que constituye la Hermenéutica.-
La interpretación espontánea puede resultar obstaculizada debido a que el objeto
que debe ser "leído" está separado del observador por ciertas distancias. Tales distancias
pueden ser filosóficas, históricas o ecológicas y biológicas. Cuando sujeto y objeto se
encuentran separados por el tiempo, este vacío es histórico. Cuando la cultura del objeto
difiere de la del observador, el vacío es ecológico y biológico. Si la actitud hacia el
universo del objeto difiere que la que posee el intérprete, el vacío será filosófico (Telmo,
2005).-
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S altando el vacío
La hermenéutica desempeña un rol mediador al otorgar al intérprete un cuerpo de
normas tendientes a superar ese vacío que impide la lectura del objeto. Es aquí donde
concurre con la teoría del conocimiento piagetiana, ya que tales normas deben posibilitar
el proceso de asimilación, adaptación y equilibrio en la relación sujeto-objeto. Pero ya
vimos que un cambio de situación requiere un esfuerzo por parte del intérprete. Y es de
considerar que ese cambio puede influir en él en su urgencia por resolver su situación y
su menor contracción para abocarse a la interpretación del objeto. Para el sujeto, el
tiempo de los procesos de asimilación y adaptación pueden verse reducidos
drásticamente. Su universo se comprime. Tales son las circunstancias que deben
contemplar la hermenéutica del objeto. Como es que el universo del sujeto sufre esa
“compresión” en una situación de emergencia es objeto de los capítulos siguientes.-
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C apítulo II: De la sartén al fuego (conceptualización de la situación de emergencia como
experiencia vital)
En el capítulo anterior…
… el presente trabajo se dedicó al estudio y exposición de la teoría piagetiana del
conocimiento. A los fines de hilvanar lo expuesto en el mismo con la temática que ha de
desarrollarse en el actual capítulo, resulta conveniente recapitular y sintetizar lo ahí
explicado.-
Así, debemos tener presente la raigambre biológica que Piaget sostiene acerca del
proceso de conocimiento. Tanto es así, que Piaget se ha servido del lenguaje de los
biólogos para describir sus instancias, y de resultas de ello dio en llamar “acomodación” a
la acción mediante la cual el medio obra sobre el organismo, a la cual el organismo
responde modificando –acomodando-, su ciclo de asimilación.-
Se explicó también que este último constituye la acción del organismo sobre los
objetos que lo rodean, la cual está sujeta a las conductas anteriores con esos objetos o
similares; y de esta manera el sujeto impone al objeto cierta estructura propia. El
equilibrio entre ambos procesos descriptos constituye el conocimiento.-
Fue posible sostener la concurrencia de lo planteado por Piaget con el planteo de
las disciplinas proyectuales al señalar éstas que el sujeto, muy por el contrario de
constituir una tabula rasa, es siempre activo; como así también señalar la circunstancia
de la coordinación cultural del objeto. A partir de esto último, se afirmó que el compartir
las mismas coordenadas culturales entre proyectista y usuario hará a un mejor ajuste en
la simetría de la relación entre ellos.-
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En socorro de dicho ajuste, se sostuvo la conveniencia del empleo de la
herramienta de la hermenéutica, la cual propone los recursos que permitan salvar
aquellos obstáculos que, por caso, planteen la distancia que medie entre intérprete y
objeto investigado. El vacío consecuencia de esta (o estas) distancia puede ser de orden
histórico, ecológico y biológico, o filosófico.-
Este último puede resultar a consecuencia de la diferente actitud hacia el universo
del objeto con aquella del sujeto. Ante este cambio de situación, el proceso de
interpretación se vuelve consciente y se requiere entonces de un esfuerzo a fin de captar
el significado del objeto estudiado.-
La línea argumental hasta aquí seguida destaca en forma palmaria la importancia
del contexto en que tiene lugar la relación sujeto/objeto. Sea que ésta se estudie desde la
perspectiva de la teoría del conocimiento o desde la de la semiótica y la hermenéutica, la
importancia del contexto, del medio en la cual se halla inmersa, es sostenida a todas
luces. Cabe preguntarse si esta importancia sólo se circunscribe a la reflexión teórica; o si
por el contrario, la realidad brinda evidencias que no sólo sostenga la afirmación científica
sino que además resulten pruebas indubitables que esta realidad es capaz de plantear
fuerzas que avasallen al sujeto y su capacidad de conocimiento.-
“Toto, creo que ya no estamos en Kansas” 1
Al principio habíase preguntado si se haría pedazos cuando la casa volviera a caer;
mas a medida que transcurrían las horas sin que sucediera nada terrible, dejó de
preocuparse y decidió esperar con calma para ver qué le depararía el futuro. Al fin
1 Dorothy (Judy Garland), a su perro, tras aterrizar en Oz, en el filme “El Mago de Oz”,
de Víctor Fleming, 1939.-
33
se arrastró hacia la cama y acostóse en ella, mientras que Toto la imitaba e iba a
tenderse a su lado. A pesar del balanceo de la cabaña y de los aullidos del viento, la
niña terminó cerrando los ojos y se quedó profundamente dormida. (Baum, 2005, p.
15 ).-
Es interesante observar la reacción que Dorothy, protagonista del relato “El Mago
de Oz”, presenta ante el hecho de verse ella y la granja en la que vive, arrancada del
suelo del estado de Kansas por la fuerza de un tornado. Si bien es que en primera
instancia el miedo de verse hecha pedazos contra el suelo la asalta, transcurridas varias
horas de hallarse literalmente en el aire, y aunque el tornado no cesa en su intensidad,
finalmente se echa a dormir. Cuando su granja aterriza posteriormente en la tierra de Oz,
no reprime una exclamación de asombro ante las maravillas de esa tierra encantada.-
La incertidumbre y la amenaza del ciclón que se cierne sobre ella no le impiden a la
protagonista conciliar el sueño. Y ante la circunstancia de hallarse en una tierra
desconocida, su respuesta es la de asombro antes que la de la angustia. Imagen
bastante desconcertante, a poco que se tome conciencia sobre el terrible peligro a la cual
Dorothy se vio expuesta. Antes que una niña angustiada y temerosa, tenemos una niña
asombrada y fascinada. Y este desconcierto se acrecienta aún más al evocar la
caracterización de Judy Garland en el film homónimo de 1939, luciendo un cabello
perfectamente peinado a pesar de la violencia y poderío del medio de transporte que
artifició su legada a Oz.-
Alvin Toffler, en su obra de 1970 “El shock del futuro”, da cuenta de la imagen de
una sobreviviente a los huracanes de Kansas bastante distinta:
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Un estudio sobre un tornado que azotó Udall, Kansas, reproduce las palabras de un
ama de casa: “Cuando todo hubo terminado, mi marido y yo nos levantamos,
saltamos por la ventana y echamos a correr. No sé adonde nos dirigíamos... Me
daba igual. Sólo quería correr.” (1982, p. 429)
A diferencia de Dorothy, esta ama de casa se presenta como un ser abrumado por
la catástrofe que vivió. Unas páginas antes, Toffler relata también el caso de un soldado
“chindita” que si bien a primera vista puede hacer pensar que el sujeto en cuestión no
sufría de este abatimiento, un análisis más profundo reveló lo contrario.-
Los “chinditas” constituyeron durante la Segunda Guerra Mundial una unidad de
guerra irregular (comúnmente conocidos como “guerrilleros”), creada por el Brigadier del
ejército británico, General Orde Wingate, con el objetivo de infiltrase tras las líneas
japonesas en Birmania (actual Myanmar). Toffler destaca el carácter rápidamente
cambiante, desconocido e imprevisible que presenta un campo de batalla. Este cambio
de circunstancias de un momento a otro se ve acompañado con los estallidos de
granadas, las explosiones y los gritos y gemidos de los heridos. Para poder sobrevivir en
un medio superestimulante como este, señala Toffler, el soldado debe sobre-exigir su
capacidad de adaptación.-
En el caso del soldado “chindita”, ocurrido en 1943, el mismo se vio empujado más
allá de los límites de esa capacidad, llegando a quedarse dormido bajo el fuego de las
ametralladoras enemigas. La investigación posterior descubrió que no fue la falta de
sueño o la fatiga lo que indujo tal comportamiento, sino una tremenda apatía. Es más, se
determino que esa lasitud resultaba moneda corriente entre los guerrilleros que se
infiltraban en el dispositivo de las tropas japonesas, por lo cual recibió el nombre por
35
parte de los médicos militares ingleses de “tensión de penetración de largo alcance” (1982,
pp. 427-428).-
A consecuencia de este padecimiento, los soldados resultaban incapaces de hacer
las tareas más sencillas por propia iniciativa, presentando asimismo rasgos de
mentalidad infantil. La misma afección fue detectada un año después en las tropas
aliadas que invadieron Normandía. El estudio de 5.000 bajas americanas e inglesas dio
como conclusión que aquella extraña indolencia constituía la fase final de un complicado
proceso de derrumbamiento psicológico.-
Este deterioro comenzaba con una sensación de fatiga, a la que le sucedía un
estado de confusión e irritabilidad nerviosa. Aquél soldado que padecía este deterioro
desarrollaba una hipersensibilidad al menor estímulo, dando señales de pasmo y siendo
incapaz de distinguir el tableteo de las ametralladoras enemigas de otros ruidos menos
amenazantes. Tenso, ansioso e irascible, sus compañeros no podían saber si ante la
menor contrariedad se pondría furioso o incluso violento.-
La última fase estaba constituida por el agotamiento emocional. El soldado
aparentaba perder todo deseo de vivir, renunciaba a la lucha por la supervivencia, se
volvía torpe y descuidado. Su rostro se volvía inexpresivo y apático, como señal de
derrota en la lucha por adaptarse. (Toffler, 1982, pp. 428-429).-
Sin duda que estas experiencias de la Segunda Guerra fueron oportunamente
recogidas y aprovechadas. Es de esta manera que durante el curso de entrenamiento al
cual se ven sometidos los candidatos a integrar las filas de los comandos “SeALs” (Sea,
Air, Land –Mar, Aire y Tierra-) de la marina de guerra de los Estados Unidos, los
aspirantes deben aprobar la fase conocida como “Semana del Infierno”. Tras arduas
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semanas de exigido y riguroso entrenamiento físico, los aspirantes son sacados de sus
camas una noche de manera sorpresiva por las órdenes a viva voz de sus instructores.-
Durante los siguientes ocho días, sólo dormirán un total de ocho horas. El resto del
tiempo deberán zambullirse en las aguas heladas del Océano Pacífico, arrastrarse por la
arena y el barro hasta quedar completamente cubiertos, soportar el frío de la noche con
el uniforme completamente empapado; todo bajo la implacable mirada de los
instructores, siempre listos a penalizar el más mínimo error con nuevas series de
ejercicios o zambullidas en el agua, la arena o el barro.-
Por supuesto que el candidato es libre de renunciar al curso en el momento que
desee. Pero aquellos que sobrepasan esta fase, aquellos que se adaptan, descubren que
la descarga de adrenalina ha sido tan intensa que, cuando antes realizaban una cierta
tarea una o dos veces de forma aceptable, durante la “Semana del Infierno” fueron
capaces de realizar la misma tarea diez veces, de manera sobresaliente. La confianza y
seguridad en si mismo que adquiere el candidato luego de esta experiencia han de
resultarle invaluables llegado el momento de enfrentar una misión de combate real.
(GUNG-HO, 1985, pp. 36-39).-
En contraste con lo ocurrido a Dorothy, las experiencias de la vida real nos revelan
que situaciones de emergencia, catástrofe o guerra, constituyen una verdadera
experiencia vital, de una realmente poderosa incidencia en la vida del ser humano. Como
es posible que ante tales situaciones un sujeto se vea abrumado mientras que otro sea
capaz de adaptarse y sobrellevarla, cuales son las razones a nivel psicológico y/o
fisiológico, será objeto del capitulo siguiente. En el presente capítulo se profundizará en
aquellas características que otorgan a una situación de emergencia el carácter vital
antes mencionado.-
37
L o que es tener mala estrella
Cristina Martínez-Taboada Kurtz y Ainara Arnoso Martínez explican que en su
etimología, la palabra “desastre” proviene de “astre”, es decir “astro”, siendo su
significado compartido el de tener “mala estrella”. Señalan también que se trata de un
suceso donde existe “daño y destrucción”, asociándose a catástrofe, esto es, a “hundirse
el mundo” (San Juan, C. -Ed.-, 2002, p. 50).-
César San Juan es el presidente de Psicólogos sin Fronteras del País Vasco. Junto
con sus colaboradores de dicha entidad, entre las que se cuentan las autoras
precedentemente citadas, ha realizado un extenso trabajo de investigación referente a las
estrategias de evaluación, prevención y tratamiento en situaciones de catástrofes y de
ayuda de emergencia.-
En la introducción al mismo, se plantean una serie de interrogantes. Y desde luego,
el primero es: “¿Qué es un desastre?”. Para comenzar a responder esta pregunta,
realiza un racconto de diversas definiciones aportadas por especialistas varios. De esta
manera, presenta definiciones tales como:
Gómez Jacinto (1995) define un desastre como un evento que ocurre de repente,
inesperadamente e incontrolablemente, de naturaleza catastrófica, que implica la
pérdida o amenaza de la vida o de la propiedad, perturba el sentido de comunidad
y, a menudo, provoca consecuencias psicológicas adversas para los supervivientes.
(2002, p. 12).-
San Juan señala la evidente raigambre psico-social de esta definición, manifestada
por el rescate que efectúa de aspectos tanto individuales como sociales. Continúa citando
38
a Aptekar, quien fundamenta su definición en el criterio empleado por diversos
organismos internacionales que intervienen brindando ayuda en situaciones de
emergencia, los cuales distinguen entre accidentes, desastres y catástrofes de acuerdo a
la magnitud del fenómeno.-
Así, se habla de accidente cuando el número de fallecidos no supera el millar de
personas. Cuanto el número de fallecidos o víctimas en peligro de muerte se calcula
entre mil y un millón, el hecho asciende a la categoría de desastre; hablando entonces de
catástrofe cuando se supera el millón de víctimas. (2002, p. 12).-
Hernandez-Coronado, Nevado Rey, Martínez Bonilla, Losada Pérez y Lillo De la
Cruz han desarrollado también un criterio de tipo cuantitativo –como el de Aptekar-,
distinguiendo así tres diferentes niveles desde la perspectiva de quienes intervienen en
prevención y planes de acción sobre hechos traumáticos. Según esta clasificación,
emergencias son aquellos hechos en los cuales los recursos médicos y asistenciales
locales son suficientes (por ejemplo, accidentes de tráfico).-
Continuando con esta clasificación, los desastres son eventos que requieren una
mayor infraestructura para su resolución, sea por la falta de servicios locales o por la
excesiva magnitud del suceso. En este caso, el número de heridos o damnificados es
mayor que en el anterior y los costes económicos resultan alarmantes.-
Finalmente en las catástrofes -o "desastres masivos"-, las consecuencias
destructivas están más extendidas, afectando a un mayor número de personas y bienes
materiales. Suponen un gran esfuerzo y coordinación por parte de instituciones públicas
y/o privadas dedicadas al auxilio y protección de los sujetos afectados. (Intervención
psicológica en situaciones de emergencias. Psicología sin Fronteras - Revista Electrónica
39
de Intervención Psicosocial y Psicología Comunitaria. 2006, Vol. 1, Nº 1, Enero (2006, p.
42).-
Por más extensas y abarcativas que pretendan ser las categorizaciones antes
enunciadas, San Juan apunta que resultan limitadas desde un punto de vista psicológico
o social. Propone considerar al desastre como un concepto flexible, expresión de la
vulnerabilidad de la sociedad humana, consecuencia de la interacción entre los seres
humanos y su medio físico. (2002, pp. 12-13).-
Los desastres constituyen eventos traumáticos de carácter colectivo, en los que el
suceso que los precipita puede afectar a cualquier persona o grupos de personas sin
importar en que etapa vital o social de su desarrollo se encuentren. De aparición
repentina e imprevista, imponen al individuo una amenaza violenta e inesperada que se
encuentra fuera de su experiencia y de su supervivencia natural. Tales experiencias
implican disfunciones en las actividades habituales. Su complejidad resulta perturbadora,
provocando la aparición de un cúmulo de emociones negativas.-
Aparecen de manera temporal, trastornos y desorganización aguda que como
característica principal presentan la incapacidad por parte del sujeto de poder manejar la
situación utilizando los medios acostumbrados hasta entonces para la solución de
problemas. (2002, p. 51).-
Antes del evento traumático, el individuo posee una serie de inferencias que le
proporcionan un sentimiento de confianza que le resulta necesario a los fines de
adaptarse para funcionar en sociedad. Estas inferencias o presunciones, tales como la
benevolencia del mundo o el valor propio, se originan en experiencias tempranas en la
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vida del hombre y hacen a sus convicciones. Le otorgan fe en sí mismo y en sus recursos
personales, como así también cierta sensación de invulnerabilidad.-
La ocurrencia del hecho traumático destruye de forma violenta estas presunciones.
De repente, ante el desastre, el individuo experimenta la cercanía de la muerte. La vida
en ese momento se vuelve un caos. La capacidad de reacción se ve menguada y se
sufre de un alto grado de dispersión cognitiva. Sin perjuicio de lo expuesto debe tenerse
presente que no se trata que el individuo, de manera sorpresiva, se vuelve incapaz. Se
trata de que el mismo se ve sometido a un proceso de reorganización duro e inevitable.
(2002, p. 52).-
San Juan resalta los tipos de comportamientos que más asiduamente se han
verificado en las situaciones de desastre. A saber, estos son:
• Sentimientos de intenso malestar, inquietud, desamparo e indefensión.-
• Miedo a perder la propia vida y la de los seres queridos.-
• El estado predominante es el emocional versus el racional, sin embargo es
frecuente que se desencadene una búsqueda racional de causalidad como
mecanismo de control.-
• Sentimientos de solidaridad y empatía. (2002, p. 15).-
Si bien se señala la existencia de un sentimiento intenso de miedo, y si bien el
mismo es un fenómeno frecuente en las situaciones de emergencia, el valor adaptativo
del mismo ha sido reconocido y su presencia no es motivo suficiente que justifique la
aparición de conductas de pánico.-
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El pánico constituye una reacción colectiva muy temida. Justamente, puede
definírselo como un miedo colectivo intenso, el cual es sentido por todos los individuos de
un grupo y que se expresa mediante reacciones primitivas de fuga desordenada,
violencia o hasta suicidio colectivo.-
Si se cree en la imposibilidad de la ocurrencia de ésta última reacción, téngase
presente comportamientos tales como el zambullirse a las congeladas aguas del Atlántico
norte por parte de los pasajeros del Titanic, desentendiéndose de la casi segura muerte
por congelamiento; o en el arrojarse al vacío por parte de varios ocupantes de las Torres
Gemelas, tal vez con la vana esperanza de que algo amortiguara su caída o tal vez
debido a la preferencia de esa muerte antes que la carbonización por el fuego o el ser
aplastado por el derrumbe del edificio-
Los factores que permiten la aparición de una reacción de pánico son cuatro:
• Como ya se dijo, es necesaria la existencia de un miedo intenso.-
• Ese miedo debe ser compartido y contagiado a otros.-
• La existencia de una conducta asociada a huidas masivas.-
• La existencia de posturas egoístas o individualistas, conocidas como “sálvese
quien pueda”. (2002, p. 89-90).-
De lo que no cabe duda es que ese individuo o grupo de individuos se encuentra ante
la posibilidad de desembocar en una situación de crisis. Así lo señalan Hernández-
Coronado, Nevado Rey y sus colaboradores:
Todos estos tipos de hechos traumáticos tienen en común el ser sucesos graves,
repentinos, peligrosos y que pueden causar la pérdida de vidas y bienes materiales.
42
Por todo ello, los sujetos van a estar más expuestos a sufrir un cambio repentino en
sus vidas por tratarse de una situación de estrés extremo, pudiendo desembocar en
una situación de "crisis".
…Una crisis va a aparecer en la vida de una persona cuando un determinado suceso
amenaza con alterar su equilibrio personal, en sentido tanto favorable como adverso.
De ahí que este tipo de situaciones se enmarque dentro de los llamados trastornos
adaptativos.
La situación de crisis va a depender de los recursos adaptativos del sujeto, pudiendo
aparecer, bien en una situación estresante en la propia evolución del individuo (crisis
evolutivas), o bien en otras en las que un suceso vital estresante las precipita. Estas
últimas son las denominadas "crisis accidentales", en las que estarían incluidos tanto
las emergencias cotidianas, como los desastres y las catástrofes. (2006, p. 42).-
Todos somos vulnerables
Ya se ha planteado la conceptualización del desastre como expresión de la
vulnerabilidad humana. José Corraliza Rodríguez y Rocío Martín, en su colaboración con
el trabajo de Psicólogos sin Fronteras, definen la vulnerabilidad como referida a la
cualidad de una persona o grupo de personas de ser “… susceptible de recibir un daño o
perjuicio o de ser afectado, conmovido, convencido o vencido por algo” (2002, p. 261).-
Son tres las fuentes de vulnerabilidad en las personas: las que amenazan el
bienestar físico, las que amenazan el bienestar emocional, y finalmente las que
amenazan el bienestar social. La vulnerabilidad no se agota en la existencia de factores
que constituyan una amenaza –ya sea real o imaginaria- para una persona o grupo de
43
personas que ponga en peligro las previsiones de futuro de esa persona o personas. La
vulnerabilidad se extiende también a aquellos factores que disminuyan la capacidad de
esa persona o grupo para afrontar una amenaza; esto es, su competencia.-
La vulnerabilidad hace entonces referencia tanto a las dificultades que se oponen al
encontrar una solución al problema; sea esto poder enfrentarlo, evitarlo o al menos
reducir su impacto, como a aquellas que complotan contra la adopción de estrategias
personales que permitan afrontar las consecuencias que a nivel personal genere el
desastre.-
Justamente, es ese nivel de competencia al que nos referimos antes el que un
individuo puede oponer a la vulnerabilidad. Referida por algunos autores mediante el
término hardiness, se ha dado en traducirlo empleando el término robustez, antes que
dureza, tal su adecuada traducción.-
Esta competencia se encuentra relacionada con la capacidad del individuo para
desarrollar tanto estrategias de afrontamiento centradas en el problema, como estrategias
de afrontamiento centradas en el manejo de las emociones que produce un determinado
desastre. (2002, pp. 261-265).-
Responder es humano
¿Es posible hallar un patrón que explique, que otorgue alguna clave, acerca de las
respuestas humanas ante situaciones extremas de desastres? Como ya se ha señalado,
la vivencia de tales situaciones implica una ruptura violenta en la concepción acerca de la
realidad que tiene el sujeto. En razón de ello, sostienen Corraliza Rodríguez y Martín,
resulta posible aplicar a la descripción de la respuesta ante el desastre, el esquema
44
clásico de análisis de una reacción de estrés, la cual se basa justamente en la ruptura del
síndrome general de adaptación. (2002, p. 266).-
De esta manera, resulta posible identificar tres fases en la reacción de respuesta.
La primera se encuentra constituida por la reacción de alarma. La segunda constituye la
reacción de afrontamiento, mientras que la reacción de adaptación hace a la tercera.-
Fig. 4 Modelo de factores implicados en la respuesta a un desastre Fuente: San Juan,
2002, p. 267 (reproducción)
45
En la primera fase, en la reacción de alarma, tiene lugar la percepción de que la
adaptación que hasta ese momento el sujeto tiene con el medio ha resultado
interrumpida. En la conformación de esta percepción concurren tanto los aspectos
objetivos del desastre, como toda una serie de factores subjetivos. Dentro de estos
últimos podemos enunciar factores individuales (como ser la tolerancia al riesgo); factores
situacionales (estimación de los daños); condiciones sociales (apoyo recibido); y factores
culturales (ilusión de control de la situación).-
Continuando en esta etapa, si la interrupción es percibida dentro de un rango
aceptable, los efectos sobre la conducta del individuo y su bienestar serán mínimos. Si
por el contrario, dicha interrupción es interpretada como significativa, aparejando en
consecuencia los ya señalados sentimientos de intenso malestar y miedo a perder la
vida, el sujeto presenta un cuadro de estrés, pasando a la etapa siguiente de
afrontamiento.-
En el afrontamiento, denominado también coping en el estudio de los cuadros de
estrés, es posible que el sujeto encuentre dificultades para lograr justamente afrontar la
situación, volviéndose más intensos los efectos de la respuesta de estrés. A
consecuencia de ello, concluida la situación de emergencia, es posible verificar la
presencia en el sujeto de –por ejemplo-, cuadros de hipertensión. Si por el contrario, el
sujeto logra manejar o administrar esas dificultades, se encuentra entonces en la etapa
de adaptación. (2002, pp. 266-267).-
Como se señalara en la introducción del presente trabajo, un desastre o situación
de emergencia se trata de un evento repentino, inesperado e incontrolable, con riesgo o
amenaza de perder la vida o la propiedad. Es una situación de crisis donde se viven las
siguientes condiciones:
46
• Se percibe una amenaza o riesgo para la vida.-
• Se siente sorpresa ante su ocurrencia.-
• Se experimenta una falta de control y de previsibilidad.-
• Surge la urgencia de poder responder de alguna manera,-
• Se constata que esa respuesta no es la habitual en condiciones de normalidad.-
Las razones por las cuales el sujeto puede superar o no la fase de afrontamiento, y
las conductas que experimenta tanto que se dé su adaptación o falta de ella, tienen su
explicación en las reacciones tanto psicológicas como fisiológicas que tienen lugar en su
organismo en razón del cuadro de estrés producto de la etapa de alarma. Estas
reacciones, y sus porqués, son el objeto del próximo capítulo.-
47
C apítulo III: De la sartén al fuego –continuación- (la conducta del individuo en situaciones
de emergencia)
Mirando la luna
“Moonwatcher”1 se había trepado a una de las ramas que se hallaba en la mitad de
la copa del árbol solitario junto a la laguna. Cuando un arqueólogo desenterrara sus
fósiles del suelo de la sabana africana dentro de unos cuatro millones de años, lo
clasificaría como un australopiteco, un homínido casi hombre. Pero esa noche era un
integrante más de su grupo, aunque un poco más curioso que sus compañeros.-
Esa curiosidad hacía que “Moonwatcher” cada noche saliera de las cuevas que
utilizaban como refugio y se trepara a ese árbol. La luna ejercía sobre él una fascinación
que lo distinguía del resto de sus compañeros. Recostado sobre el tronco, se quedaba
largo tiempo observándola, disfrutando de la claridad de la noche y de la brisa fresca que
venía de la laguna sobre la cual el árbol se erguía. Durante el día, cuando se acercaban
para beber, el árbol era el único refugio contra el sol. El resto de la laguna estaba
rodeada por altos pastos, que si bien cubrían al más alto de los machos de su grupo, no
resultaban suficientes para escapar del calor abrasador.-
Los ruidos de la noche, a los que se encontraba habituado, le llegaban con toda
claridad. De repente, sintió un impulso extraño que le recorrió la nuca al mismo tiempo
que se percataba de que el ruido de los insectos que lo acompañaba todas las noches
había cesado. Irguió un poco su postura y volvió su cabeza hacia el lago. Sin que
mediara decisión alguna de parte de “Moonwatcher”, sus pupilas se dilataron, tratando de
1 Literalmente “Observador de la luna”, nombre tomado en homenaje a un personaje
similar de la novela “2001, Odisea del espacio” de Arthur Clarke.-
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aprovechar lo más posible la luz de la luna y las estrellas. Lo mismo hicieron sus fosas
nasales, a la búsqueda de cualquier olor que la brisa le acercara. Instintivamente supo
que se hallaba a cubierto de que su propio olor lo delatara, ya que el viento venía de la
laguna, llevándolo hacia las cuevas donde dormían sus compañeros.-
Distinguió un movimiento entre los pastizales en el lado opuesto de la laguna. Su
pulso se aceleró y la sangre irrigó sus músculos con fuerza. La dilatación de su nariz no
sólo le permitía captar mejor los olores, sino que también permitía una mayor entrada de
aire a sus pulmones. Así pudo distinguir un olor del que, aunque sin poder precisar bien
de cual se trataba, encontró antecedentes en su memoria. Y sin saber porque, asoció el
mismo con algo peligroso.-
Los pastizales se abrieron, y “Moonwatcher” pudo ver claramente desde su refugio
en el árbol como un tigre de poderosa musculatura se acercó a la laguna para beber. A
pesar de sentir su pulso latiéndole en sus sienes y sus músculos en tensión,
“Moonwatcher” se quedó completamente quieto. El tigre no parecía haberse percatado de
su presencia, e intuyó que si se quedaba estático, pasaría desapercibido y el tigre se
alejaría.-
Luego de unos instantes que a “Moonwatcher” le parecieron eternos, el tigre se
retiró sin dar muestras de haber notado su presencia. Aún en estado de alerta,
“Moonwatcher” bajo del árbol y rápidamente se refugió en la cueva.-
Transcurrieron un par de días con sus noches sin que hubiera señales del tigre. Al
tercer día, se acercó a la laguna para beber. Como siempre, se aproximó a ella por la
orilla del árbol, para resguardarse del sol. Mientras sorbía el agua de su mano, su olfato
volvió a captar el mismo olor de noches antes. Nuevamente su calma se quebró y su
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corazón empezó a bombear con fuerza y sus pulmones recibían la mayor entrada de
oxígeno al acentuarse su respiración. La adrenalina invadió su cuerpo y todos sus
sentidos se agudizaron.-
Primero oyó el ruido que hicieron los pastizales al ser aplastados, e inmediatamente
se encontró con que el tigre se hallaba parado en la orilla opuesta, con su mirada clavada
en él. Por una fracción de segundo, “Moonwatcher” vio al depredador a los ojos. Casi al
unísono, el depredador comenzó su carrera para hacerse con su presa, mientras que
ésta hacía un uso instantáneo de la energía que su cuerpo había generado. Trepó hasta
una rama del árbol que se hallaba por encima de la que usaba por las noches antes de
que el tigre pudiera alcanzarlo. La bestia trató infructuosamente de trepar, pero no pudo
hacerlo. Tras dar varios rodeos al árbol emitiendo feroces rugidos, el tigre se resignó y
emprendió la búsqueda de otra presa. Aquella que se había trepado al árbol, había
salvado su vida.-
Mirando al depredador a los faros
El Señor H se había acostado a la madrugada, como venía siendo su rutina desde
hacía varios días. De profesión abogado, se había visto forzado a trabajar en unos
escritos que debía presentar ante el juzgado ese día no sólo en su estudio, sino también
en su casa, a la noche, luego de que él y su esposa, la ahora Señora G, hubieran cenado
junto con su hija C y su hijito J. Durante tres semanas, mientras su esposa e hijos
dormían, el Señor H trabajaba en la elaboración de sus escritos. Consultaba sus libros de
derecho como así también sitios de Internet con información judicial. Analizaba cada una
de estas informaciones, las evaluaba y las incorporaba a su escrito tratando de que fuera
de una manera coherente y conveniente a su postura. Durante esas tres semanas,
apenas si dormía dos o tres horas por día.-
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Ese día, antes de que la alarma del reloj lo hiciera, fue despertado por el ruido de la
camioneta de su vecino, con evidentes problemas en la caja de cambios. Pero cualquier
disgusto que el Señor H pudiera sentir para con su vecino fue inmediatamente eclipsado
por el recuerdo de que debía presentar los escritos ese día. Pudo sentir como su corazón
se aceleraba con ese sólo pensamiento.-
Permaneció unos minutos en la cama, tratando de apaciguarse. Cuando sintió que
su corazón se había calmado en cierta medida, se levantó y como único desayuno tomó
un café, aunque ya había notado los últimos días que la ingesta de café sólo le estaba
trayendo molestias en el estómago.-
Caminó con paso vivo, debido a la urgencia por la hora de presentarse en el
juzgado, las siete cuadras hasta la parada del colectivo. Finalmente éste llegó, no sin que
durante su espera el Señor H elevara cuantas maldiciones e injuriosos epítetos contra la
empresa de transporte como se le podían ocurrir al sentir que los minutos corrían,
acercándolo a la hora límite para presentar su trabajo.-
Durante el viaje, no pudo evitar pensar que el chofer ex profeso conducía el
vehículo lo más lento que podía. En cada semáforo en rojo ante el cual se detenía, el
Señor H estaba seguro que habría podido aprovechar la luz verde si no hubiese
desacelerado la marcha.-
Tras un viaje que le resultó una eternidad, el Señor H bajó del transporte. Aún debía
recorrer unas cuantas cuadras hasta el tribunal. Las habitualmente angostas y atestadas
calles le resultaron aún más estrechas, cuando trataba de esquivar a los otros
transeúntes, los que le resultaban particularmente ineptos ese día. Parecía que cada
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peatón que le precedía se encontraba en tren de paseo de fin de semana, deteniéndose
inesperadamente por cualquier motivo fútil.-
Cuando llegó al Palacio de Tribunales, la sola visión de las largas colas de los
ascensores lo desesperó. Seguro de que si esperaba su turno llegaría tarde, emprendió
la subida de las escaleras hasta el quinto piso del viejo edificio, donde se hallaba el
juzgado, con toda la energía que pudo. Aunque bien sabía que hacía rato que no
realizaba actividad física alguna y que su sobrepeso era ya evidente.-
Al llegar al quinto piso, falto de resuello, se encontró con la fila de profesionales y
otras gentes que aguardaban a ser atendidos por los empleados de la mesa de entradas
del juzgado. Conteniendo su urgencia como lo había hecho hasta ese momento, tomó su
puesto en la fila y aguardó. Aún restaba media hora para que venciera el plazo, pero ante
cada persona que era atendida por el personal, el Señor H hacía pequeños comentarios
por lo bajo, instando a que los empleados judiciales se dieran prisa.-
Cuando parecía ya que iba a ser atendido en tiempo, la consulta de una de las
personas que lo precedían pareció ralentizar las cosas. A cada respuesta que ese
individuo obtenía, parecía tener una nueva pregunta, comportamiento que al Señor H
empezó a parecerle caprichoso y antojadizo.-
El Señor H sintió que ya no podía más. Había aguantado bastante con los ruidos de
la camioneta de su vecino, la demora del colectivo, los postes en la vía pública que se
hacían llamar peatones y las escaleras de una arquitectura de dos siglos de antigüedad a
la que todos señalaban completa, total y absolutamente inadecuada para la función del
edificio. Increpó de viva voz tanto a los empleados del juzgado como al consultante, sin
percatarse del tono rojo que adquiría su piel, ni de los resoplidos que daba.-
52
Su excitación se acrecentó cuando, en vez de obtener la solidaridad de los demás
que se encontraban en la fila, estos criticaron su actitud con expresiones de evidente
molestia en sus rostros. El secretario del juzgado salio de su despacho y le dirigió un
severa reprimenda. El Señor H de repente comprendió que había perdido sus cabales.
Profundamente apenado, se disculpó con el personal del juzgado y con el resto de los
concurrentes. Explicó los motivos de su urgencia y el secretario le recibió el escrito.-
El Señor H bajó lentamente las escaleras, como si sus pies fueran de plomo. A la
emoción de furia le sucedía ahora un sentimiento de desazón y vergüenza. Al momento
de su expresar su enojo, había creído –o mejor dicho, había sentido-, que actuaba
correctamente, siguiendo los dictados de su corazón. Sin embargo, había encontrado
primero reproches y luego comprensión para con su actitud. Ahora su corazón se
encontraba profundamente apenado.-
En ese estado, salio del edificio y se dirigió a cruzar la calle. Necesitaba
recomponerse un poco antes de dirigirse a su estudio, por lo que decidió cruzarse hasta
una confitería en la vereda de enfrente. Tan absorto se hallaba en sus cavilaciones que,
al cruzar por el medio de la cuadra, no se percató de un automóvil que se acercaba.-
Lo sorprendió el sonido de la bocina de un auto. De repente, se encontró viendo los
faros de un coche que se le echaba encima como un animal de presa. El Señor H se
paralizó. En vez de acertar correr para terminar de cruzar la calle, se quedó en el medio
de ella, completamente tieso.-
Afortunadamente para él, el conductor reaccionó a tiempo esquivándolo. Si por el
contrario, se hubiese paralizado como el Señor H y pisado el freno de manera violenta,
hubiera provocado que el auto que lo seguía lo impactara seriamente.-
53
¡A la una, a las dos y al estrés!
A pesar de los cuatro millones de años que los separan, existe entre “Moonwatcher”
y el Señor H un vínculo, verdadero protagonista de ambas historia. Ese protagonista
recibe el nombre de estrés. Este mecanismo de respuesta se ha mantenido intacto desde
aquél homínido hasta el hombre de hoy. Por el contrario, lo que ha variado es el entorno
en el cual se encuentra ese hombre moderno. Ya no lo acechan pedradores salvajes,
sino que en principio está expuesto a agresiones cotidianas.-
Así, las reacciones que en el pasado nos hubieran salvado, hoy pueden resultar
perjudiciales. Mientras que a “Moonwatcher” el quedarse absolutamente quieto le permitió
pasar desapercibido y conjurar la amenaza del depredador; la misma reacción por parte
del Señor H al hallarse frente a otro depredador (el automóvil que se le aparece
sorpresivamente) no hace más que ponerlo en peligro.-
Este peligro fue evitado por la misma reacción que tuvo “Moonwatcher” al
encontrarse cara a cara con el tigre, por parte del conductor del automóvil. Sin embargo
la misma reacción, ese “salir para adelante”, resultó inapropiada en el caso del
comportamiento del Señor H en el juzgado. Y a posteriori de la misma, no fue la
racionalidad lo que caracterizó su comportamiento, sino que por el contrario, se vio
abrumado por las emociones y el sentimiento de culpa.-
López Rosetti explica como el estrés es, antes que nada, una función normal del
organismo, sinónimo de vida. La palabra estrés es debida al científico húngaro Hans
Salye, quien la empleó para designar este síndrome. López Rosetti lo define como:
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Se entiende por estrés aquella situación en la cual las demandas externas
(sociales) o las demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de
respuesta. Se provoca así una alarma orgánica que actúa sobre los sistemas
nervioso, cardiovascular, endocrino e inmunológico, produciendo un desequilibrio
psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad. (2000, p. 18).-
En detalle, la definición al hablar de demandas alude tanto a requerimientos
externos –de la sociedad, el trabajo, la familia y las amistades-, o de origen interno –
aspiraciones, deseos y ambiciones-. Según sea la habilidad para afrontar y manejar esas
exigencias, así será la capacidad de responder a esas demandas.-
Cuando la definición habla de alarma orgánica, entiende por tal la activación
desproporcionada de todos los órganos y sistemas involucrados en el estrés,
particularmente los sistemas nervioso, endocrino, cardiovascular, hormonal e
inmunológico. Ante la ocurrencia de ello, tienen lugar en las personas una serie de
alteraciones, que difieren de acuerdo a la personalidad de cada una de ellas. Dado esto
último, podría afirmarse que no hay estrés, sino estresados. (2000, pp. 18-19).-
Los ejemplos de “Moonwatcher” y del Señor H ilustran sobre la forma habitual de
categorizar las conductas de respuesta que son consecuencia del estrés, conocidas
como “Fight or flight” (luchar o huir). Estas categorías fueron introducidas en el año 1939
por el fisiólogo norteamericano Walter Cannon. Al igual que la tripulación de un buque de
guerra se apresta para el combate al escuchar la alarma, los órganos y sistemas del
cuerpo se ponen en guardia para enfrentar la amenaza con el gasto de energía que
resulte necesario. (2000, p. 21).-
55
¿E strés o sondos?
No hay un solo tipo de estrés. Existe una forma de categorizarlo en sí mismo. De la
misma manera que se habla de colesterol bueno y de colesterol malo, puede hablarse de
estrés bueno y estrés malo, llamados también respectivamente estrés agudo y estrés
crónico.-
El estrés agudo (al que en lo sucesivo llamaremos eustrés), tal como lo indica su
nombre, constituye una reacción de alarma que surge súbitamente, sin previo aviso y que
al ser tal su magnitud y la rapidez de su aparición, provoca el disparo de reacciones tales
como las de “Moonwatcher”, o como la del conductor que acertó a esquivar al Señor H.-
La aparición del eustrés, lejos de ser contraproducente, es útil. Pero en el caso de
que la amenaza que acecha sea continua, o la capacidad de respuesta del sujeto
demuestre ser insuficiente, el estrés se prolonga en el tiempo, se hace crónico (distrés).
Es este distrés el que crea modificaciones en la conducta o en el modo de reaccionar.
Impide la tranquilidad, la calma y la paz. (2000, p. 33).-
De la misma manera que con el estrés, es factible agrupar aquellos agentes que
disparan su mecanismo en dos grandes grupos. Antes que nada debe establecerse que
dichos agentes reciben el nombre de estresores. Por caso, cualquier circunstancia que
sea percibida por el sujeto como una amenaza y que en consecuencia lo obliga a
efectuar un cambio o ajuste en su conducta, constituye un estresor.-
Cabe señalar que los estresores no son sólo aquellos como el descrito
precedentemente. En el caso ejemplificado, debe hablarse de estresor o estresores
negativos. Pero por ejemplo, una buena noticia como el anuncio de la llegada de un hijo,
56
constituye también un estresor, solo que en este caso el mismo no produce cambios
nocivos en el organismo. En resumen, es válido hablar de estresores positivos y
negativos, teniendo la salvedad de que cuando se habla de estresores en general, se
está hablando de estresores negativos, aquellos que por constituir –o resultar percibidos
como-, una amenaza, van acompañados por una emoción negativa y que en
consecuencia ponen en acción el mecanismo del estrés. (2000, p. 42).-
“Y our emotion in motion” 1
Hasta ahora, sólo se ha mencionado que la puesta en marcha del mecanismo del
estrés va acompañada de una emoción negativa. Según Daniel Goleman, las emociones
son las que permiten afrontar situaciones demasiado difíciles como para ser resueltas
exclusivamente con el intelecto. Cada una de ellas nos predispone a un modo diferente
de acción; señalando una dirección que en el pasado permitió resolver adecuadamente
los desafíos a que se ha visto sometida la existencia humana.-
Las emociones son impulsos que nos llevan a actuar, reacciones automáticas con
los que nos ha dotado la evolución. Su etimológica proviene del verbo latino movere
(“moverse”) más el prefijo e-, pudiendo traducirse entonces como “movimiento hacia”.
Tenemos así que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción.-
Cada emoción tiene su impronta biológica distinta. Por caso, en el enojo aumenta el
flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un arma2 o golpear a un
enemigo. Aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina,
generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas. Como otro
1 “Tu emoción en movimiento”, canción del grupo “The Cars” , década de los ochenta.-
2 O por caso, un matafuego.-
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ejemplo, en el miedo, la sangre se retira del rostro haciendo que se vea pálido, para fluir
a la musculatura esquelética larga (como las piernas), de manera de favorecer la huída.
Al mismo tiempo, y aunque sólo por un instante, el cuerpo se paraliza para determinar si
el ocultarse puede llegar a resultar una respuesta adecuada.-
En el caso de la sorpresa, el arqueo de las cejas aumenta el campo visual
permitiendo que penetre más luz en la retina, proporcionando mayor información sobre el
acontecimiento inesperado, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente ocurre y
permitiendo elaborar en consecuencia el plan de acción más adecuado. Estas
predisposiciones biológicas a la acción son modeladas por nuestras experiencias de vida
como así también por el medio cultural donde vivimos. En el transcurso de los cuatro
millones que años que separan a “Moonwatcher” del Señor H, las presiones de la vida y
la supervivencia moldearon las respuestas emocionales haciendo de ellas un eficaz
instrumento de supervivencia. Al ir desapareciendo aquellas, nuestro repertorio
emocional ha ido quedando obsoleto. (Goleman, 2000, pp. 22-28).-
El reptil interior
El cerebro humano pesa poco más de un kilo y su tamaño es unas tres veces
superior al de nuestros primos evolutivos, los primates no humanos. A lo largo de la
evolución, ha ido creciendo desde abajo hacia arriba. Los centros superiores constituyen
derivaciones de los centros inferiores más antiguos. Este desarrollo evolutivo se repite
durante el desarrollo del cerebro de un embrión humano.-
El tallo encefálico se encuentra en la parte superior de la médula espinal.
Constituye la parte más primitiva del cerebro, siendo la región del mismo que los
humanos comparten con aquellas especies que sólo cuentan con un rudimentario
58
sistema nervioso. Este cerebro rudimentario regula funciones vitales básicas, como la
respiración, el metabolismo de otros órganos corporales y las reacciones y movimientos
automáticos. Simplemente mantiene el funcionamiento del cuerpo y asegura la
supervivencia del individuo. Es el cerebro propio de la Edad de los Reptiles, época en la
que el siseo de una serpiente era la señal que advertía de un ataque inminente.-
Del tallo encefálico emergieron los centros emocionales que millones de años más
tarde dieron lugar al cerebro pensante o “neocórtex”, que configura el estrato superior del
sistema nervioso. En la circunstancia de que el cerebro emocional sea anterior al
racional, y que éste derive de aquél, se encuentra el meollo de las relaciones existentes
entre el pensamiento y el sentimiento.-
El lóbulo olfativo se encarga de registrar y analizar los olores. En tiempos de
“Moonwatcher”, el olfato resultaba clave para la supervivencia. Compuesto por unos
pocos estratos neuronales especializados, uno de ellos registraba el olor y lo clasificaba
dentro de unas pocas categorías relevantes (comestible, tóxico, sexualmente disponible,
enemigo o alimento), mientras que un segundo estrato enviaba respuestas reflejas por
intermedio del sistema nervioso ordenando al cuerpo las acciones que fueran pertinentes
(comer, vomitar, aproximarse, escapar o cazar).-
El olfato resultó la piedra basal para el desarrollo de los centros de la vida
emocional, que terminaron recubriendo la parte superior del tallo encefálico a los que, con
la aparición de los primeros mamíferos, se les adicionaron nuevos estratos que
terminaron rodeando al tallo encefálico. Debido a ello, esta parte del cerebro recibe el
nombre de sistema límbico, derivado del latín limbus, que significa “anillo”. El sistema
límbico agregó las emociones al repertorio de respuestas del cerebro.-
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La evolución del sistema límbico permitió disponer de dos herramientas poderosas:
el aprendizaje y la memoria, que permitieron ir más allá de las reacciones automáticas
predeterminadas. Las respuestas se afinaron de manera de poder adaptarlas a las
cambiantes exigencias del medio, permitiendo una toma de decisiones mucho más
inteligente para la supervivencia.-
La tarea de diferenciar y reconocer los olores, comparando los presentes con los
pasados y discriminar lo bueno de lo malo, quedó a cargo de una parte del sistema
límbico denominado rinencéfalo –literalmente, “el cerebro nasal”-, base rudimentaria del
neocórtex, el cerebro pensante. Luego, el cerebro de los mamíferos experimentó una
transformación radical al asentarse sobre el delgado córtex de dos estratos, un nuevo
estrato de células cerebrales lo que terminó de configurar el neocórtex.-
Encargado de planificar, comprender y coordinar los movimientos, el neocórtex es
el asiento del pensamiento y de los centros de integración y procesamiento de los
sentidos. Permitió agregar al sentimiento la reflexión sobre el mismo, y de esta manera
matizar la vida emocional.-
Al ascender la escala filogenética que conduce de los reptiles al ser humano,
asciende también la masa neta del neocórtex, lo que supone también una progresión
geométrica en el número de interconexiones neuronales. Y a mayor numero de éstas,
mayor la variedad de respuestas posibles. Empero de ello, lo cierto es que estos centros
superiores no gobiernan la totalidad de la vida emocional ya que, en las situaciones
emocionalmente críticas, delegan su cometido en el sistema límbico, dado que las
ramificaciones nerviosas que extendieron el alcance de la zona límbica son tantas, que el
cerebro emocional sigue desempeñando un papel fundamental en la arquitectura de
nuestro sistema nervioso. (Goleman, 2000, pp. 28-31).-
60
Padecer de amígdala
Encima del tallo encefálico, en las cercanías del sistema límbico, existen dos
estructuras interconectadas que presentan la forma de una almendra. De ahí su nombre
de amígdala, vocablo griego que significa “almendra”. Junto con el hipocampo, resultó
pieza clave en el proceso evolutivo del “cerebro olfativo” al neocórtex. Especializada en
las cuestiones emocionales, en la actualidad se la entiende como muy ligada a los
procesos del aprendizaje y la memoria. Constituye una suerte de depósito de la memoria
emocional y en consecuencia, un depósito de significado.-
Las investigaciones llevadas a cabo señalan que la amígdala asume el control
cuando el cerebro pensante, el neocórtex, no ha llegado a una decisión. Estas
investigaciones han señalado que las señales sensoriales tanto auditivas como visuales
llegan primero al tálamo y a través de una sola sinapsis, pasan a la amígdala. Mientras,
otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocórtex.-
Esa primera ramificación permite que la amígdala responda antes que el neocórtex
haya ponderado la información, perciba plenamente lo que ocurre y finalmente emita una
respuesta más adaptada a la situación. Por tal motivo, la amígdala puede hacer que una
persona actúe con una respuesta más rápida (aunque también más imprecisa) incluso
antes que el neocórtex, más lento aunque más informado, despliegue su más refinados
planes de acción.-
Se explicaría así el gran poder de las emociones para desbordar a la razón, ya que
los sentimientos que siguen este camino directo a la amígdala son los más intensos y
primitivos. La amígdala alberga tanto como activa repertorios de recuerdos y de
61
respuestas que se llevan a cabo sin que el sujeto se de cuenta del cual es el motivo por
el cual lo hace.-
A diferencia de lo que se creyó durante mucho tiempo, no le cave al hipocampo el
papel de estructura clave del sistema límbico, si no que más bien le corresponde el
proporcionar una aguda memoria del contexto, cuestión vital para el significado
emocional. Es el que reconoce el diferente significado de un tigre en el zoológico y un
tigre en el medio de un parque de juegos infantiles. Esto es, registra los hechos puros;
mientras que la amígdala, registra el clima emocional que acompaña a estos hechos.-
Los mismos sistemas de alerta neuroquímicos que ponen al cuerpo a punto para
reaccionar –sea mediante la lucha o la huída- ante una amenaza, son los encargados de
grabar vívidamente ese momento en la memoria. Tanto se trate de una situación de
estrés como una de ansiedad o hasta de alegría, el cerebro estimula las glándulas
suprarrenales (ubicadas encima de los riñones), las que secretan adrenalina y
noradrenalina, poniendo al cuerpo a punto al activar ciertos receptores del nervio vago, el
cual transmite las instrucciones del cerebro que regulan la actividad cardiaca. A la par,
envía señales al cerebro, específicamente la amígdala. Estas señales se ocupan de que
otras regiones del cerebro fortalezcan el recuerdo de lo que está ocurriendo.-
Todo esto viene a significar que existen dos sistemas de registro en el cerebro, uno
para los hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional. El
inconveniente que puede derivar de este doble sistema consiste en que esos recuerdos
devengan en guías erróneas para la acción en el tiempo presente. (Goleman, 2000, pp.
33-40).-
62
Hay que actualizar la alarma
Hoy por hoy, el problema señalado en el párrafo precedente consiste en que el
mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto; dado que ésta trabaja
de manera asociativa, comparando cualquier situación presente con otra del pasado por
la sola circunstancia de coincidir en unos pocos rasgos característicos similares. Se trata
de un sistema rudimentario que no verifica la correspondencia de sus conclusiones,
actuando antes de verificar cual es la gravedad de la situación, motivo por el cual una
persona reacciona empleando respuestas que fueron grabadas hace ya mucho tiempo.-
Durante la evolución, esta ruta directa ofreció una respuesta rápida que permitió
ganar unos milisegundos críticos ante situaciones peligrosas, salvando literalmente la
vida de los antepasados del hombre, quedando esa configuración impresa en el cerebro
de todo protomamifero. La mayor parte de la actividad mental de los pájaros, peces y
reptiles gira en tomo a este tipo de cerebro, dado que su supervivencia depende de
escrutar constantemente el entorno en busca de predadores y de presas.-
Así las circunstancias, la imprecisión del cerebro se ve acentuada por el hecho de
que muchos de los recuerdos emocionales más intensos tienen su origen en los primeros
años de vida. Durante la infancia otras estructuras cerebrales como el hipocampo (que se
ocupa de la memoria de contexto) y el neocórtex (donde reside el pensamiento racional)
todavía no se encuentran plenamente maduras.-
En lo referido a los recuerdos, el hipocampo y la amígdala se ocupan cada uno de
almacenar y recuperar información de manera independiente: el primero recupera datos
puros y la segunda determina si esos datos poseen carga emocional. La amígdala posee
una impronta tosca y no verbal, ya que se trata de lecciones aprendidas cuando el niño
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carecía de palabra, por lo que al reactivarse el recuerdo emocional en la vida adulta no se
dispone de pensamiento articulado respecto de la respuesta a tomar.-
A fin de formular una respuesta más adecuada, el lóbulo prefrontal del neocórtex se
encarga de desconectar los impulsos de la amígdala, poniéndose en funcionamiento
cuando la persona se encuentra enojada o asustada, extinguiendo o controlando ese
sentimiento para afrontar la situación de una manera más eficaz o hasta de una manera
completamente diferente. Las áreas prefrontales gobiernan las reacciones emocionales y
son sede de la planificación y organización de acciones encaminadas hacia un objetivo
determinado.-
Los lóbulos prefrontales registran y analizan la información proveniente del tálamo,
la comprenden y organizan. Si se requiere una respuesta emocional, son quines la dictan,
en equipo con la amígdala. Así pues -con la sola excepción de las urgencias
emocionales-, cuando una emoción se activa, los lóbulos evalúan los riesgos y beneficios
de los posibles cursos de acción optando por el que es más adecuado.-
Desde luego que el tiempo de la respuesta neocortical es mayor que el que se
invierte en el mecanismo de la amígdala ya que las vías nerviosas implicadas son más
largas, pero debe tenerse presente que sin el concurso de los lóbulos prefrontales gran
parte la vida emocional desaparecería en razón de que si no hay comprensión de que
algo merece una respuesta emocional, no hay respuesta emocional alguna.-
De ambos lóbulos, el izquierdo actúa como un regulador de las emociones
desagradables, mientras que en el derecho se encuentran sentimientos negativos tales
como el miedo y la agresividad. Así ante la señal de alarma de la amígdala, el lóbulo
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prefrontal izquierdo resulta en una especie de interruptor que “desconecta” las emociones
más perturbadoras. (Goleman, 2000, pp. 41-46).-
No todas son críticas para el lóbulo prefrontal derecho. Cristian Araya Molina,
psicólogo y oficial de bomberos de la República de Chile señala que éste se encarga de
tareas tales como la regulación de imágenes, la actividad visual, la manipulación de las
relaciones espaciales y la comprensión simultánea de una totalidad significativa a partir
de fragmentos. (1992, p. 43).-
Se ha puesto así en evidencia que las conexiones nerviosas existentes entre el
córtex prefrontal y el sistema límbico, amén de esenciales para un ajuste fino de las
emociones, permiten formular decisiones vitales más importantes. Pero esas mismas
conexiones, ante señales de emociones intensas como la ansiedad o la cólera, pueden
sabotear la capacidad reguladora del lóbulo prefrontal. (Goleman, 2000, pp. 47-49).-
Ocurre que las acciones originadas en la mente emocional cuentan con una fuerte
sensación de certeza, derivada de su forma simplificada de ver las cosas, que deja
perpleja a la mente racional. La gran ventaja de esta visión radica en poder captar en un
instante una cierta realidad y juzgarla de manera inmediata e intuitiva. Lo que permite que
la mente emocional actúe de esta manera es su lógica asociativa: considera los
elementos que simbolizan, una determinada realidad como la realidad misma. Como
consecuencia, ocurre que un objeto simboliza a otro, un sentimiento desplaza a otro y la
totalidad se condensa en partes.-
Este proceso, en el que no existen ni el tiempo ni la relación causa-efecto y las
cosas no sólo están definidas por su identidad objetiva, sino que –más importante-, por
como son percibidas y en donde una parte evoca a la totalidad, se asemeja en muchos
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sentidos a la mente infantil. Esta mentalidad es auto confirmante, y presenta un tipo de
pensamiento que descarta o desconoce aquellos recuerdos que pudieran socavar
creencias, centrándose en aquellos que las confirman. Mientras que la mente racional
actúa en forma tentativa, pudiendo refutar creencias ante la aparición de nuevas
evidencias, la mente emocional da el carácter de realidad absoluta a las suyas y descarta
toda evidencia en contrario. (Goleman, 2000, pp. 334-340).-
Hasta aquí se ha expuesto en detalle y de manera extensa, cuales han sido los
procesos neurológicos y fisiológicos que vive un sujeto en situación de emergencia, y que
en el modelo de factores implicados en la respuesta a un desastre (Fig. 4) se ubicarían
en el lado izquierdo del gráfico, entre la percepción de la interrupción de la realidad según
su habitual devenir, y el coping o afrontamiento. Ahora bien, ¿en qué consiste el coping?-
A hacerle frente
Sea que la respuesta del sujeto ante el estrés se encuentre regulada por los lóbulos
prefrontales, o sea producto de la mera reacción de la amígdala, lo cierto es que esa
respuesta consiste en la manera del individuo de enfrentar la situación. Según la
definición de Lazarus y Folkman, citada por López Rosetti, el coping o enfrentamiento
constituyen “el conjunto de esfuerzos, conductas o pensamientos tendientes a manejar,
tolerar, reducir o minimizar las demandas y conflictos, sean éstos internos o externos”
(2000, p. 93).-
Ambos científicos clasifican a las estrategias del coping en dos tipos: acciones
directas y acciones indirectas. Las primeras implican una intervención de tipo activa, a los
fines de modificar la situación estresante para que deje de serlo. Las acciones indirectas
o paliativas significan que la persona realiza alguna modificación en su interior, en su
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modo de ver y de acusar recibo de los sucesos que acontecen, con el objeto de que la
situación deje de ser estresante. (2000, p. 93).-
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C apítulo IV: Del fuego nuevamente a la sartén (consideraciones acerca de la estética del
objeto y de los elementos configuracionales de una propuesta de diseño)
En el presente capítulo, el trabajo se propone determinar cuales son los recursos de
los cuales puede servirse la labor proyectual a fin de lograr resolver la necesidad
señalada en el capítulo I, referida a la configuración de elementos de interpretación del
objeto adecuados a la conducta del sujeto en situaciones de emergencia.-
La sartén del gallo dorado
El Señor H había decidido ese día almorzar comida china. Habían pasado seis
meses desde su incidente en Tribunales. Excepción hecha de aquél, el proceso se había
resuelto favorablemente para el Señor H. Las semanas de esfuerzo habían pagado
dividendos, y la sentencia del juzgado les había resultado favorable a él y a su cliente. Si
bien la contraparte había apelado, todo le indicaba al Señor H que la Sala de la Cámara
Civil confirmaría lo dictado en primera instancia.-
El Señor H había aprendido la lección en esa oportunidad. De manera decidida,
había regularizado sus períodos de descanso y trabajo, dedicaba ahora tiempo en la
semana a la práctica de la natación y el yoga y había moderado la ingesta de alimentos.
Para él, de ahora en más, nada de comidas rápidas.-
La práctica del yoga había despertado en él el interés por las culturas orientales, y
de ahí su afición por la comida china, particularmente por aquellos platos cocinados en
una sartén tradicional conocida con el nombre de wok. Cerca de su estudio se había
inaugurado hacía unos meses un restaurante chino especializado en comidas al wok, que
ostentaba el nombre típicamente oriental de “El gallo dorado ancestral”.-
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El cocinero del “Gallo dorado” era realmente habilidoso con la sartén. El Señor H
encontraba un pequeño solaz al observar sus movimientos mientras hacía fila, paciente y
tranquilamente, esperando ser atendido.-
De tamaño bastante mayor que una sartén occidental y más redondeada, el wok
sólo podía asirse con una sola manija, y en él se cocinaban todos los ingredientes del
plato. Con una sola mano, o apenas con el concurso de la otra, el cocinero movía la
sartén de forma tal que con ese movimiento, los ingredientes que iba agregando se
revolvieran y cocinaran.-
Como si se tratara de panqueques en una sartén mucho más chica, el cocinero
revoleaba en el aire la carne, el arroz, los brotes de soja y otros vegetales, ante la mirada
maravillada de los comensales. A cada tanto, con su otra mano, tomaba una botella de
aceite o salsa de soja y vertía a distancia, un chorro del contenido sobre la preparación
con una certeza y coordinación que parecían imbatibles. Así transcurría la espera del
Señor H, en un ambiente tranquilo y relajado.-
De manera imprevista, toda esa tranquilidad y relajación se esfumaron. En ocasión
de que el cocinero dirigiera un chorro de aceite hacia la sartén, su proverbial puntería
falló. El aceite cayó sobre la hornalla de gas, generando una llamarada. Tal fue la altura
de ésta que alcanzó la campana metálica de la chimenea que había sobre las hornallas,
haciendo reaccionar la grasa allí adherida. Habiendo alcanzado también a la sartén, la
llama produjo el mismo efecto en la grasa pegada al wok.-
En un abrir y cerrar de ojos, la campana adquirió el aspecto del cono de un volcán
activo, pero invertido. Las llamas ascendieron por el tiro de la chimenea gracias al
combustible que les proporcionaba la grasa adherida ahí también. Ante la primera
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reacción ígnea el cocinero –con sus ojos abiertos como platos-, había dejado la sartén en
llamas sobre la hornalla aún encendida y tratado de extinguirla intentando sofocarla con
el trapo con el que repasaba la mesada de la cocina entre preparación y preparación.-
Sucio como estaba de aceite, salsa y grasa, el trapo se incendió también en la
mano del cocinero, quien con un grito lo arrojó antes de que le quemara. Al impactar
contra la mesada, arrojó pequeñas llamas y chispas que alcanzaron a una mujer que se
había sentado próxima a la cocina.-
Al igual que el resto de los comensales, ella había contemplado los primeros
instantes del drama que se estaba desarrollando con una expresión en el rostro mezcla
de curiosidad, sorpresa y perplejidad. De la misma manera que el resto de la
concurrencia, había cesado de comer y charlar y dirigido su cabeza hacia donde había
escuchado que se producía el estruendo de la llamarada, con ojos y oídos bien atentos. Y
mientras que el resto del grupo dejaba de comer y permanecía sentados y quietos en sus
sillas, ella también había dejado de comer, pero poniéndose de pie todo lo erguida que
pudiera. Aquellos que, como el Señor H, se encontraban de pie aguardando en la fila,
también habían abandonado sus posturas más relajadas para pararse de manera
también erguida.-
La infortunada mujer sintió como las llamas del trapo le alcanzaban en el brazo.
Sintió un ardor intenso y emitió un grito. Quien aparentaba ser dueño o responsable del
restaurante se le acercó. Todos dirigieron su mirada hacia él, en busca de guía. Pero el
hombre sólo acertó a hacer gestos y a gritar en chino como dirigiéndose hacia algún
empleado, que los clientes no pudieron identificar.-
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Ante la impresión de que esta persona no era capaz de ordenar la situación, cada
cliente decidió que mejor se preocupaba de salir de allí cuanto antes. Bastó que uno se
pusiera de pie para que el resto lo imitara. En breves instantes se dirigieron en tropel
hacia la salida, de manera apresurada y atropellada, casi como una estampida de
animales. Un señor de edad con bastón, que no podía moverse a la par de los otros, cayó
al suelo fracturándose el brazo. Lo caótico de la situación se vio acentuado por la gran
cantidad de humo proveniente de la cocina que dificultaba la visión.-
El Señor H, a pesar de la urgencia que se vivía, había mantenido cierta
compostura. Pero no era esta una calma indolente. Al irse desarrollándose la
emergencia, había sentido como su cuerpo sufría pequeñas adaptaciones. Se encontraba
presto para correr, sus ojos y oídos estaban atentos y trataba de reconocer el lugar a
pesar de la reducción de la visibilidad y del griterío de la gente.-
Recordaba haber visto un matafuego cerca de la mesada y trató de ubicarlo.
Prácticamente se dio de narices contra él, al no poder distinguir su cuerpo rojo
claramente a medida que avanzaba por el humo. De pie frente al aparato, toda su
prestancia para actuar se desvaneció. Se encontró que no podía discernir de donde
asirlo. Si bien presentaba una pegatina con instrucciones, ante el pequeño tamaño de la
letra descartó tratar de leerlas. Evidentemente, era un objeto pesado al que si agarraba
de forma inapropiada, seguro que caería sobre su pie, máxime que el matafuego parecía
oscilar en el aire al estar sostenido solo por un gancho.-
No presentaba manijas o algo que se le asemejase según las expectativas del
Señor H para poder cargar con el matafuego. Evaluó que no era conveniente tomarlo por
la manguera, ya que el vínculo de ésta con el matafuego parecía inapropiado a tal fin.
Descartó las piezas que conformaban la empuñadura y el accionamiento, seguro de que
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si las empuñaba haría funcionar el mecanismo liberando el agente extintor sobre sí
mismo y no sobre el fuego. Distinguió entonces una pequeña anilla que impedía que se
accionara involuntariamente el matafuego y que debía en consecuencia retirar.-
Fue en ese momento que perdió el aplomo que de alguna manera había logrado
mantener hasta el momento. Por el agujero de la anilla se había introducido en precinto
plástico de seguridad, que rodeaba toda la válvula. ¿Cómo demonios, pensó, iba a poder
romper el precinto para retirar la anilla y accionar el matafuego? Eso en el supuesto que
al bajarlo de su soporte, no cayera sobre sus pies.-
Un par de manos enguantadas lo tomaron de los hombros y le hicieron retroceder.
Se trataba de un bombero equipado al completo, con máscara de oxígeno incluida. Dejó
al Señor H al cuidado de un compañero y se volvió hacia el matafuego. Mientras el
segundo bombero le indicaba el camino a seguir para evacuarlo, el Señor H pudo ver
como el primero cortaba el precinto con un pequeño cuchillo y acometía con decisión la
extinción del incendio muñido del matafuego. Pero desde luego, el bombero poseía una
capacitación de la cual el Señor H carecía. Se preguntó si quien había dispuesto el
matafuego habría tenido en cuenta todo ello.-
Comportamiento ejemplar
En la historia del incendio del “Gallo dorado” es posible percatarse de varios
ejemplos de las situaciones teóricas explicadas en los capítulos precedentes. En primer
término, el cambio súbito e inesperado de una situación cotidiana a otra que no lo es,
característico de las situaciones de emergencia. Ninguno de los concurrentes
(concurrentes usuales, por cierto) esperaba que el cocinero fallara dada su habitual
pericia. La confianza de éste en sí mismo, y la de los clientes en él, proporcionaba a
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todos una cierta sensación de invulnerabilidad, que como ya se expuso, es una de las
primeras premisas que se extinguen ante la ocurrencia de una emergencia. Del mismo
modo es en razón de esta sensación de invulnerabilidad y de confianza que nadie se
representara que el manejo de sustancias inflamables en proximidad de un foco ígneo
fuera peligroso, como así también que el personal del restaurante negara o se
desentendiera del estado de limpieza de la chimenea.-
Otra característica ya vista en la teoría fue que ante la sorpresa, surgió la necesidad
de una respuesta. Y que esta respuesta no se encuadraba en las acciones habituales de
ninguno de los presentes. He ahí la explicación del intento de apagar el incendio con un
trapo por parte del cocinero.-
Es así que la ocurrencia de la deflagración deviene en agente estresor, ante el cual
el grupo humano reacciona de acuerdo a como lo señala la teoría. Ante la señal de alerta,
se focaliza la atención hacia el sitio de donde proviene la amenaza con el organismo
presentando una serie de reacciones automáticas. Se deja así de hacer lo que se está
haciendo, los sentidos se agudizan y la actitud del cuerpo se dispone como para optar, en
un segundo, entre luchar o escapar. El comportamiento de la mujer que se para ante la
ocurrencia del fuego resulta el ejemplo más acabado.-
Esa misma reacción corporal de los clientes da la pauta de la existencia del
sentimiento de miedo colectivo que experimentaban. Ese miedo era justamente el que
había activado los mecanismos de respuesta fisiológicos mencionados precedentemente.
Ante la aparición de quien parecía ser el dueño o encargado del restaurante, los clientes
se vuelcan hacia él, haciéndolo depositario de sus expectativas de ser conducidos en el
tránsito de esa situación. Se vuelve entonces este personaje en una suerte de líder del
grupo. Todos se vinculan con él y en razón de ello, se vinculan entre sí.-
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Ante la circunstancia de que ese líder pierde su condición, dado por el hecho de no
expresar una directiva que resultara comprensible para el grupo, como también que se
percibiera que sus instrucciones no eran obedecidas, se destruye ese vínculo entre el
grupo y el líder, y por ende el vínculo entre los integrantes del grupo. Esto provoca que
alguno de ellos asuma una actitud egoísta y piense entonces en su propia salvación,
comportamiento que es contagiado a los demás. Al igual que en una estampida de
animales, los miembros del grupo emprenden una huída inconsciente y falta de
representación de sus posibles consecuencias, dando así oportunidad de la aparición de
un herido.-
Aunque pueda resultar reprobable, este comportamiento como todos los otros
comportamientos –los del Señor H incluidos-, son propios de una situación de estrés
agudo o eustrés. Todos estos comportamientos son, en principio y en lo que a la
supervivencia se refiere, positivos.-
Teniendo en cuenta ese cuadro de eustrés como el que enmarca la situación
estudiada, obsérvese con mayor detenimiento la experiencia del Señor H. Ante la
emergencia, se encuentra presto a actuar (fight en vez de flight). Su estrategia de coping,
de afrontar la situación, corresponde a la categoría de las estrategias de acciones directa.
Su búsqueda del matafuego es una intervención activa a fin de modificar la situación
estresante.-
Ya al momento de producirse el incendio, su cuerpo emitió señales de hallarse
dispuesto a la acción. Su mente emocional recordó el haber visto el matafuego, visión a
la que en su momento, habrá asociado con un sentimiento de seguridad, acentuando de
esta manera la sensación de certeza de su elección de intervenir para extinguir el fuego y
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sin que la mente racional inhibiera tal comportamiento, todo esto en concordancia con lo
explicado en el capítulo III.-
Esta inhibición tiene lugar al momento de hallarse frente al matafuego.
Seguramente el Señor H había visto matafuegos colgando de las paredes con
anterioridad y se habría hecho una idea aproximada de su modo de empleo. Más en el
momento de efectivamente deber interactuar con uno de ellos, surgieron en él una serie
de interrogantes acerca de cómo operarlo y, puntualmente, de cómo cargar con él para
poder cargar a su vez contra el fuego.-
Encontramos aquí las dos instancias de la teoría piagetiana del conocimiento. Por
un lado, existe una estructura que el Señor H ha impuesto sobre el matafuego, estructura
elaborada a partir de su (poca) experiencia previa con este tipo de elementos. En la
mente del Señor H, el matafuego se ha asimilado de cierta manera.-
Pero el objeto, el matafuego, no ha respondió a las expectativas del Señor H, a la
estructura que él había elaborado. El Señor H sufre entonces la acomodación que el
objeto hace sobre él. La equilibración, el conocimiento, resultante no resulta adecuado a
la situación que vive; y no es sorprendente entonces su cuestionamiento respecto de la
competencia de quien configurara, diseñara, el matafuego. La relación entre diseñador y
usuario resulta en este caso asimétrica.-
Esto lleva, como se señalara en el capítulo I, a plantear la resolución de una
propuesta de diseño como un planteo semiótico con especial atención a la formulación
semántica del producto en atención a la representación simbólica que -en situaciones de
emergencia-, hace de los objetos la mente emocional debido a su lógica asociativa,
según se viera en el capítulo III.-
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En el mismo capítulo I se sostuvo el papel de la hermenéutica como herramienta de
la cual servirse el proyectista a los fines de lograr por parte del usuario la interpretación
esperada, de manera de salvar aquellas distancia que pudieran mediar entre ellos, y que
de hecho siempre tienen ocurrencia dado que por principio de cuentas, existe una
distancia física entre ambos.-
Lo que debe determinarse ahora es con que elementos cuenta el diseñador para
lograr esa hermenéutica del producto, en consonancia con el encuadramiento de la
relación sujeto/objeto que impone una situación de emergencia.-
La experiencia del Señor H provee de indicios de interés. Si bien encontró que los
elementos integrantes del matafuego, como su vínculo a la pared, le indicaban como se
esperaba que cargara con el matafuego y lo accionara contra el fuego, esos mismos
aspectos le resultaron de una connotación peligrosa. Es decir, los elementos del
matafuego realizaban una doble función: mientras que por un lado le indicaban como
usarlo, por otro lado daban a entender que ese uso era complicado y hasta peligroso.
Resulta entonces necesario detenerse a estudiar esta doble función de los objetos.-
El matafuego ausente
El título de este apartado parafrasea aquél de la obra de Umberto Eco, “La
estructura ausente”. En la misma encontramos que el pensador italiano se refiere a esta
doble funcionalidad -o con propiedad, estas dos funciones-, que presenta un producto.
Debe tenerse presente que el planteo de Eco es un planteo semiótico, comunicacional, y
en razón de ello, en su abordaje del objeto, considera al mismo como signo. A fin de
explicar las funciones del signo, Eco analiza el signo arquitectónico, y en tal sentido
señala lo siguiente:
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El objeto de uso es, desde el punto de vista comunicativo, el significante del
significado denotado exacta y convencionalmente, y que es su función. En un
sentido más amplio se ha dicho que el significado primario del edificio son las
operaciones que se han de hacer para habitarlo (el objeto arquitectónico denota una
forma de habitar). Pero es evidente que se produce la denotación incluso sin
disfrutar de la habitabilidad (y en general de la utilidad del objeto). (1986, p. 262).-
Lo que quiere explicar Eco es que, en términos comunicativos, la forma del objeto
no sólo debe permitir que se ejecute su función, sino que debe denotarla de manera tal
que resulte claro cuales son las operaciones adecuadas para ejecutar dicha función.
Hasta aquí tenemos la explicación de cómo el Señor H comprendió cuales eran las
operaciones que se esperaba que debía realizar para tomar y accionar el matafuego. El
problema proviene en la sensación de peligro, inseguridad e incertidumbre que las
operaciones propuestas (denotadas) le planteaban.-
Eco explica, siempre sirviéndose del signo arquitectónico, que un signo no sólo
puede denotar su función, sino que también puede connotar determinada ideología. El
ejemplo al que recurre para explicar esto es el del trono de un rey. Mientras que una silla
comunica que una persona puede sentarse en ella, el trono de un rey sirve no sólo para
sentarse sino también para hacerlo con cierta dignidad propia de la realeza, realeza
connotada por una serie de accesorios tales como águilas en los apoyabrazos o la
representación de una corona rematando el respaldo. Y todas estas connotaciones de
realeza llegan a revestir tal importancia que llegan a ser tan funcionales o más que la
función primaria de sentarse. (1986, pp. 264-266).-
El uso del término “primaria” no es tampoco casual. Eco denomina función primaria
a la función denotativa, dando el nombre de función secundaria a la connotativa. Tales
expresiones de “primaria” y “secundaria” no implican una mayor jerarquía de una sobre la
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otra, sino que de manera coherente con un planteo semiótico, debe entenderse que la
función secundaria tiene su apoyatura en la primaria. (1986, p. 268).-
La relevancia de la exposición del pensamiento de Eco surge si se lo relaciona con
lo señalado acerca de la traza asociativa que presenta la mente emocional, aquella que
responde en primer término en una situación de estrés, al momento de plantear la
resolución del producto. Dice Eco:
Desde esta perspectiva la calificación de “función” se extiende a todas las
finalidades comunicativas de un objeto, dado que en la vida asociativa las
connotaciones “simbólicas” del objeto útil no son menos “útiles” que sus
denotaciones “funcionales”. Resulta evidente que las connotaciones simbólicas se
consideran funcionales no solamente en sentido metafórico, sino también porque
comunican una utilidad social del objeto que no se identifica inmediatamente con la
“función” en sentido estricto. (1986, p. 266).-
De lo hasta aquí expuesto puede concluirse que la hermenéutica del producto,
aquél conjunto de reglas que éste provea al usuario a los fines de la interpretación de su
operación de la manera esperada por el proyectista, debe apoyarse en la construcción
del producto como símbolo –en su función connotativa-, con el objetivo de apelar de esta
manera de forma directa e inmediata a la lógica asociativa de la mente emocional.
Habiendo visto que la información de la cual se sirve la mente emocional es aquella que
le aportan los distintos estímulos sensoriales, debe entonces concluirse que se debe
recurrir a aquellos elementos del producto que incidan en la psicología del individuo. Es
de esta manera que entramos en el campo de la estética.-
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Próximas funciones
Cuando en capítulo precedente se explicó -con toda la humildad que le corresponde
a este trabajo-, en que consistía la hermenéutica, se dio en titular dicho apartado con la
frase “¿Cómo leo lo que leo?”. En lo que se refiere a la relación sujeto/objeto, bien puede
ponerse este interrogante en cabeza del primero de ellos como reflexión acerca de su
mecanismo de interpretación del segundo.-
De asimilar la actividad de interpretación con la del conocimiento, resulta posible
entonces plantear la misma pregunta desde el abordaje de Piaget. En consecuencia,
queda planteada en los siguientes términos: “¿Cómo conozco lo que conozco?”
Justamente es este interrogante el que movilizó en su momento a Piaget y del que a
posteriori devendría en su teoría del conocimiento.-
Debe recordarse el papel activo que Piaget reconoce al objeto en la formulación del
conocimiento. Si en algún momento, los seres extraños que rigen el universo dotaran de
conciencia al objeto, y el objeto pudiera entonces reflexionar sobre ese rol al que se
alude, se tendría entonces que al trasladar del sujeto al objeto la pregunta “¿Cómo
conozco lo que conozco?”, el interrogante en cabeza de éste último resulta ser “¿Cómo
doy a conocer lo que doy a conocer?”. Y si se planteara este cuestionamiento en
términos semióticos, el mismo quedaría como “¿Cómo doy a significar lo que quiero
significar?”.-
Pero como, por lo menos hasta ahora, no ha querido el universo dotar de
conciencia a los objetos, le corresponde la reflexión antes señalada a quien los introduce
en el medio. Es entonces que el proyectista es quien debe formularse la pregunta
“¿Cómo significará el objeto lo que se pretende que signifique?-
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Es de esta manera se ha podido llegar hasta aquí y plantear entonces las
vinculaciones de la relación semiótica emisor/mensaje/receptor; vocablos que como ya se
vio pueden sustituirse por los de diseñador, producto, y usuario; en los términos de la
hermenéutica. En razón de la labor proyectual, el diseñador debe identificar aquellos
elementos del producto en los que resulte posible anclar reglas o signos de interpretación
para que, alejado ya el producto de su esfera de influencia y encontrándose en la del
usuario, éste pueda interpretar tales signos de la manera esperada.-
La afirmación anterior trae a colación la definición de Diseño Industrial dada por
Tomás Maldonado. La misma, según explica, fue adoptada por el ICSID (Internacional
Council of Societies of Industrial Design) durante su congreso celebrado en Venecia en
1.961.-
De acuerdo con esta definición, proyectar la forma significa coordinar, integrar y
articular todos aquellos factores que, de una manera o de otra, participan en el
proceso constitutivo de la forma del producto. Y con ello se alude precisamente
tanto a los factores relativos al uso, fruición y consumo individual o social del
producto (factores funcionales, simbólicos o culturales), como a los que se refieren
a su producción (factores técnico-económicos, técnico-constructivos, técnico-
sistémicos, técnico-productivos y técnico –productivos). (1993, p. 12).-
De la definición deben rescatarse dos cuestiones fundamentales. Antes que nada,
surge que la competencia primera del diseñador industrial es la resolución de formas. Y
en segundo término, que son los factores funcionales, simbólicos y culturales de ésta los
que inciden en el usuario. En consecuencia, son estos factores los que en principio deben
fungir como anclaje. En relación a ellos, Löbach distingue tres funciones de los productos
industriales:
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• La función práctica, constituida por todas las relaciones entre un producto y un
usuario, basadas en efectos directos orgánico-corporales, esto es, fisiológicos.-
• La función estética, que dada por las relaciones ente producto y usuario
experimentadas en el proceso de percepción, constituyendo el aspecto
psicológico de la percepción sensorial durante el uso.-
• La función simbólica, aquella que incide en la espiritualidad del hombre cuando,
mediante la percepción del objeto, aquél establece relaciones con anteriores
experiencias y sensaciones. (1981, pp. 56-62).-
No es el caso, sigue Löbach, de que estas tres funciones se den de forma aislada,
con una de ellas excluyendo a las otras sino que, por el contrario, las tres concurren en la
configuración que presenta un producto.-
De las tres funciones enunciadas es la segunda la que presenta una mayor
incidencia en dicha configuración, ya que es a través de la estética que se satisfacen las
necesidades psíquicas del usuario, al fijar las funciones estéticas y simbólicas del
producto. Tal es así que Löbach habla tanto de principio de estética práctico-funcional
como de principio de estética simbólico-funcional según que en la estética del producto
prime el aspecto funcional sobre el simbólico o viceversa. (1981, p. 65).-
El consumo estético del producto hace a la recepción del mensaje contenido en él.
Las características materiales del producto que lo conforman como mensaje estético son
la figura y los elementos configuracionales.-
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La primera es la sumatoria de los segundos, junto con las relaciones recíprocas
establecidas entre ellos en la constitución de aquella. Por su parte, los elementos
configuracionales pueden dividirse en macro elementos y micro elementos. Los macro
elementos son aquellos que se perciben de manera consciente durante el proceso de
percepción, y por ejemplo son forma, material, superficie, color, etc... Los micro
elementos, si bien participan en la impresión general de la configuración, no forman parte
de la apariencia de forma inmediata. (1981, pp. 155-156).-
En consecuencia, la constitución de la figura del producto es resultante de la
relación recíproca entre estos macro elementos y micro elementos, relación ésta que
pede ser ordenada o compleja.-
La percepción de los elementos configuracionales puede presentar un bajo
contenido informativo a consecuencia de lo cual se produce la captación rápida de la
configuración del producto por parte del usuario, aunque como contraparte se constata
una baja capacidad de mantener la atención por parte del observador. Si por el contrario,
la percepción contiene un alto grado de información, ésta concita una mayor atención por
parte del observador ya que la captación de la configuración del producto no es tan
rápida. Löbach habla, en el primer supuesto, de orden y, en el segundo, de complejidad
de la apariencia estética.-
Son varios los principios que hacen al orden en la configuración de un producto.
Algunos derivan de la disposición antropológica del hombre, como el caso de la relación
entre lo horizontal y lo vertical, Otros principios de ordenación derivan de la simetría, la
imagen reflejada o la uniformidad. Del ritmo, del movimiento, o del ordenamiento repetido
de manera uniforme se derivan también principios de orden. Pero de todos ellos deriva
también la impresión de monotonía.-
82
Por el lado de la complejidad, la misma se determina a partir de un alto número de
elementos configuracionales y por una gran cantidad de características del orden;
significando un amplio contenido de información. Es posible, en muchos casos, alcanzar
la complejidad a partir de la inversión de aquellos principios de los cuales deriva el orden.
Por caso, toda desviación del marco de referencia horizontal-vertical (como diagonales o
formas libres) transforma la estática en dinámica y desequilibrio. Puede llegarse al mismo
resultado a través del principio de la asimetría. En oposición al ritmo, el contraste de una
figura se produce mediante el empleo simultáneo de formas grandes y pequeñas,
superficies lisas y estructuradas, colores activos y pasivos, etc. -
La transformación de esta apariencia estética en algo de importancia para el
observador constituye el acto de la percepción. A través de la percepción, es a partir de la
visión del objeto por el sujeto que éste toma consciencia de aquél a raíz de la
transformación que de la imagen captada se hace en base a su asociación con los
contenidos en la memoria del sujeto. (1981, pp. 164-168).-
En esta descripción de lo que ocurre en el acto de la percepción puede encontrarse
un símil con el proceso de asimilación, acomodación y equilibrio descrito por Piaget. Por
otro lado, apunta Löbach que la percepción escoge sólo aquellas “ofertas de percepción”
(sic, 1981, p. 168) que resulten de importancia al observador dada la limitada capacidad
de asimilación que éste posee por unidad de tiempo. La similitud aquí es con el
comportamiento de la mente emocional y el recorte que la misma hace de la realidad por
medio de su lógica asociativa.-
La manera de contrarrestar la reducida capacidad de asimilación del sujeto es
mediante una configuración estructural compleja, que como ya se ha visto, al aportar
mayor información acerca del objeto concita en el sujeto un mayor interés y en
83
consecuencia se hace posible su posesión psíquica. Pero se ha visto también que esta
mayor complejidad va en desmedro de la velocidad de captación de la configuración del
producto. Löbach propone la resolución de este conflicto mediante el equilibrio entre la
información y la redundancia, tomando entonces al producto industrial como noticia que
consta de ambas. Mientras que la información resulta la parte nueva para el perceptor,
redundancia es aquella parte ya conocida o no esencial, pero no por ello superflua.
(1981, p. 169). En esto coincide con Eco, quien sostiene que “… no existe información
que no se apoye en bandas de redundancia” (1986, p. 292), y aquí debe recordarse que
para el semiólogo italiano, las funciones secundarias o connotativas se apoyan en las
primarias o denotativas.-
En conclusión, la estética de la configuración del producto debe presentar un grado
de complejidad tal que la información que brinda connote cual es la ideología que
propone el diseñador al presentar el producto. Y equilibrando el grado de complejidad, el
grado de orden que presente debe ser tal que redunde en la clara denotación de la
función (operación) propuesta para este producto.-
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C apítulo V: ¡A la carga!… del matafuego (Desarrollo de una propuesta de diseño)
Llegado el actual trabajo a la presente instancia, en la cual se procederá a plantear
una propuesta de diseño en virtud de situaciones y necesidades detectadas -todo ello en
la inteligencia de volcar en dicha propuesta las enseñanzas recogidas en la elaboración
de los capítulos anteriores-, parece menester incurrir en una pequeña disgreción, debido
a que tanto el título del presente Proyecto de Graduación como el de éste capítulo aluden
justamente a un producto; el ya mencionado matafuego.-
Es así que ambos se sirven de la expresión “la carga del matafuego”, que hace
referencia al estado del agente extintor contenido en él, para hacer alusión a dichas
situaciones y de las cuales destacan:
• el asir y manipular (“cargar con”) el matafuego.-
• el acometer (“cargar contra”) un incendio para su extinción mediante el
empleo del mismo.-
Este capítulo no puede sustraerse de una consideración apropiada de las mismas,
y la coherencia del trabajo impone que ella se haga desde el marco de referencia que
otorga lo desarrollado en relación al proceso de conocimiento y la incidencia en el mismo
de los condicionantes psico-físicos propios de una situación de estrés como una
emergencia o catástrofe.-
Ya se ha señalado que el conocimiento otorga la posibilidad de adaptarse al medio.
En términos de Piaget, esta adaptación consistiría entonces en lograr el equilibrio entre
sujeto y objeto; y en orden a lograr esto resulta necesario, en la relación entre diseñador
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y usuario, la búsqueda de una simetría de tal manera que ambos se encuentren en un
mismo plano de entendimiento. ¿Dónde es –o debido a- que puede fallar o faltar dicha
simetría?-
Volviendo sobre la experiencia del Señor H con la puerta de emergencia, se
recordarán las dudas que lo asaltaron debidas a aquellas respuestas que él esperaba por
parte de los mandos destinados a accionarla, según lo que estos le comunicaban o no.
En su experiencia con el matafuego, hete aquí que al querer manipularlo, sus elementos
no se correspondían con el propósito o destino que pretendía otorgarles. Todo esto
refiere a las cuestiones que el usuario impone al objeto –su marco de referencia-, y como
el mismo se articula con aquél merced a la situación en la cual se encuentran inmersos.-
Ya se ha dicho que en términos semióticos, la pregunta que el diseñador debe
formularse es “¿Cómo significará el objeto lo que se pretende que signifique?”-
La función que como significado un objeto propone constituye, al decir de Eco, su
función primaria o denotativa. Dado que sobre ésta se apoya la secundaria o connotativa,
es a partir de la denotación que debe realizarse el análisis del objeto, particularmente si
se recuerda que la misma se produce aún sin que el producto se encuentre en uso.-
Lograr la denotación de sus funciones por parte del objeto consiste en traducirlas
en signos que resulten comprensibles para el usuario. Más debe tenerse presente que,
siempre según lo ya visto en el Capítulo I, tal denotación se produce en relación a objetos
y/o experiencias previas del usuario y que constituyen su marco (estructura para Piaget)
de referencia.-
86
Si se analiza de manera desapasionada un matafuego como el que se aprecia en la
figura 5, puede interpretarse que para accionar la válvula de salida es necesario
presionar su émbolo mediante la palanca que se encuentra encima del mismo, y para que
la mano pueda realizar esa acción, es necesario que aferre un elemento fijo que se
encuentre en oposición. Tal es la interpretación del signo en este marco de referencia,
como es una situación normal de estudio, sin presiones ni urgencias.-
Fig. 5 Matafuego convencional a base de CO2 - Fuente http://wardray-
premise.com/images/products/large/mr/fire_extinguisher.jpg
Debe recordarse que en una emergencia, la mente emocional -la parte del cerebro
que primero responde ante esa situación-, trabaja mediante una lógica asociativa
condensando la totalidad en partes, propiciando las condiciones para que lo que de
manera objetiva constituiría una pieza integrante del accionamiento de la válvula del
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matafuego, en este nuevo marco de referencia podría pasar a interpretarse como una
simple manija o asa.-
Ocurre así que la denotación que un objeto puede presentar en determinadas
circunstancias, coincide con la de otro al variar aquellas. Esto refiere a la hermenéutica
del producto y al empleo de los recursos estéticos. En relación con la experiencia del
Señor H, al no considerarse la distancia que media entre la normalidad y la emergencia,
no se planteó un cambio de situación por el cual lo que no fue propuesto como una
manija pudo llegar a ser leída como tal. La creencia del Señor H en cuanto a saber como
operar el matafuego puede explicarse desde la formulación del objeto/signo y en el
empleo del color rojo en la construcción de su función denotativa. Con el carácter de
dominante otorgado al mismo en el esquema de aplicación de colores justamente con la
intención de denotar cuales son las situaciones para los cuales se encuentra destinado el
producto, se le otorga una connotación de “emergencia”.-
Es así que ahora se pasa de emergencias a emergentes. Dado el color rojo, se
produce en el observador la evocación de una emergencia, pero sin que se realice una
lectura pormenorizada del objeto. Por el contrario de lo que ocurre en una situación de
normalidad donde es posible realizar una construcción lógica del mismo, en una situación
de emergencia se recurre a un marco de construcción más simplificado o primitivo. Desde
el punto de vista de la mente emocional, si bien se comprende el para que se encuentra
destinado el matafuego, no hay tiempo para discriminar su operatoria. Tiene lugar así una
construcción “errónea” del objeto, merced a la cual es posible el confundir el mecanismo
de acción del matafuego con una manija.-
El abordaje erróneo en la resolución denotativa del objeto, del significante, afecta la
constitución del mismo como signo. A causa de ese significante mal resuelto, el signo no
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resulta lo esperado y aquellas connotaciones que pudiera presentar en una primera
aproximación como adecuadas a la situación (apto para actuar, presteza, celeridad,
rapidez en el accionar ante una emergencia), se desvanecen. De su ausencia resultan
connotaciones de peligro o riesgo. Sujeto y objeto no se han equilibrado. Sujeto y objeto
no se han comunicado. Sujeto y objeto entran en crisis.-
Programa de diseño – Objetivos a cumplimentar:
La propuesta de diseño debe entonces considerar:
• Expresar la función del objeto a denotar de la manera más concreta y
sintética. Debe tenerse muy en claro que lo que debe expresarse es el
“para que se usa” y evitar la confusión de identificar la misma con las
operaciones a realizar en la manipulación del producto y que
constituyen el “cómo se usa”. Tales operaciones deben estar
subsumidas en la función a denotar. En tal sentido, se aprecia que el
nombre dado al producto (“matafuego”) cumple justamente en
expresar esa función: “matar al fuego”.-
• El segundo paso consistiría en considerar cuales serían las
connotaciones posibles que surjan a partir de la formulación de la
función a denotar. Tales connotaciones no refieren al “como usar el
matafuego”, sino al “usar el matafuego como…”.-
• Lo anterior encuadraría más acertadamente en el accionar de la lógica
asociativa de la mente emocional y su efecto de condensación,
apelando al uso de los recursos estéticos derivados de los principios
de orden y complejidad. Todo ello orientado a que en la lectura
(hermenéutica) del producto que se realiza, se entiende que el mismo
89
se puede usar como..., facilitando la comprensión de la operaciones a
realizar y que como ya se dijera, se encuentran subsumidas.-
• En la orientación de dichos recursos, aquellos referidos al orden se
emplearán a los fines de expresar el “para que se usa” (función
denotativa) y haciendo lo propio con los de complejidad respecto del
“usar como” (función connotativa).-
Y como algunos aspectos puntuales a tener en cuenta:
• Implementar los mandos a fin de no interferir el empuñamiento, como
así también que conlleven el peligro de un accionamiento no
deseado.-
• Mandos de accionamiento y seguridad serán de fácil operación.-
• Asegurar un rápido y cómodo asimiento.-
• Mejorar la percepción del matafuego en condiciones de baja
visibilidad.-
90
Fig. 6 - Matafuego “Rapier”1 – Vista y detalles – Fuente: desarrollo del autor
Puede apreciarse en la figura 6 como, en la resolución formal del producto a los
fines de denotar su función, se emplearon formas ortogonales y de gran orden. En tal
sentido, pueden identificarse un cilindro, una esfera y la sección de un toroide. Estos tres
elementos, fueron dispuestos de forma tal de lograr una síntesis icónica de un matafuego,
denotando así el “para que se usa”. Se completa la síntesis con la inclusión de detalles
tales como la anilla del seguro y el manómetro indicador del estado de la carga extintora.-
La connotación propuesta apunta a que el usuario “use el matafuego como…” si de
un producto áptico habitual de su entorno se tratara, como ser algún tipo de
electrodoméstico o un a jarra, o como el caso que resultara inspiración para este trabajo,
cual fuera la empuñadura de las modernas espadas y floretes de la esgrima deportiva.
1 “Rapier”: nombre dado al tipo de espada usada por los Mosqueteros del Rey de
Francia.-
91
Debe recordarse nuevamente, y tener muy presente, que el objetivo de la función
connotativa no es “el como usar” y en consecuencia que se trata de lograr identidad de
operaciones con los objetos referentes de la connotación.-
Fue así que con el objeto de destacar esa connotación se emplearon elementos de
complejidad, como lo atestigua la doble curvatura que presenta la manija, como así
también la textura aplicada tanto en ésta como el botón de accionamiento, resultante de
la repetición sistemática de elementos lineales. Si bien es cierto que el ritmo se encuentra
dentro de aquellos recursos que hacen al orden en la estética del producto, puede
apreciarse que la alineación y forma de cada elemento no son del todo regulares.-
Con el objeto de facilitar el empuñamiento, se efectuaron sendas sustracciones
paralelas en el cuerpo del producto, lo que aunado a la disposición de la tobera en
oposición del accionamiento, seguro y manómetro, confiere dirección al producto en base
a criterios de orden. De manera de lograr una buena articulación entre los elementos de
orden de la función denotativa y los elementos complejos de la función connotativa, se
intervino en las aristas resultantes de las sustracciones mencionadas mediante radios
variables, lo que contribuyó no sólo a la transición deseada, sino que además acentuó la
direccionalidad del producto.-
Por último, otra cuestión que contribuyó a la conjunción denotación/connotación fue
el uso de un criterio integrativo, para emplear los términos de Bürdek (1994, p. ), al
momento de decidir la resolución de la configuración formal, sólo empleando un criterio
aditivo –para continuar con las palabras del mismo autor-, al resolver la disposición de la
tobera.-
92
Conclusiones:
Las emergencias constituyen eventos traumáticos de carácter repentino e
imprevisto, en los que resultan afectados individuos y/o grupos de personas al
significarles una amenaza violenta e inesperada fuera de su experiencia por lo que ven
superada su capacidad de respuesta. Las conexiones nerviosas existentes en el sistema
nervioso debidas a causas evolutivas, explican el gran poder de las emociones para
desbordar a la razón en tales situaciones.-
Por otro lado, ha sido también posible ver la concurrencia de la teoría del
conocimiento con la teoría de la semiótica y de la hermenéutica. La circunstancia de que
este entrecruzamiento sea posible, que tenga lugar tal transversalidad, es debido al
recorte que de la realidad hace cada disciplina. Puede afirmarse que en sí, lo que cada
persona hace durante el devenir de los años es hacer un recorte de la realidad; y que
dicho recorte no difiere en mayor grado de aquél que hace cualquier otra persona.-
La emergencia en su ocurrencia, impone al sujeto la necesidad de hacer un recorte
de la realidad completamente distinto al cual se encuentra habituado. La intervención del
diseño en el desarrollo de productos destinados a situaciones de emergencia debe estar
orientada a brindar al sujeto elementos que pueda recortar como propios de aquella otra
realidad y que constituían su habitualidad. Es de esta manera en que el objeto deviene en
adecuada interfase entre el hombre y su entorno.-
A lo largo del desarrollo del presente trabajo se ha arribado a algunas conclusiones
parciales o puntuales –por otorgarles algún nombre, que han quedado subsumidas en el
texto desarrollado y cuya reiteración aquí podría atenuar su valor. Pero por otro lado es
93
posible tratar de desarrollar a partir de ellas una visión más amplia y obtener
conclusiones de la misma.-
Como primera conclusión o reflexión, puede sostenerse que el aporte que el
avocarse al diseño de productos para las situaciones de emergencia brinda al diseñador
consiste en la reafirmación de la necesidad de que en el ejercicio de la profesión se
recurra a una visión multidisciplinaria, recabando el aporte que otras ramas del saber u
experiencias humanas, puedan aportar. El consejo dado siempre por los docentes a los
alumnos, el que en los oídos de éstos tiende a volverse una suerte de latiguillo o cliché,
cobra toda su fuerza al abordar una problemática (sea la planteada en este trabajo u
otra).-
La fuerza de esta visión multidisciplinaria no reside -y esta es la siguiente
conclusión de este trabajo-, en constituir una suerte de salvavidas para el diseñador que
habiendo emprendido la resolución del diseño en solitario y llegado a un punto muerto,
busca echar mano de otra disciplina a fin de resolver su predicamento, como si de un
mago sacando conejos de su galera se tratara. Por el contrario, tal fuerza proviene de
otorgar o fomentar en el diseñador una visión crítica –tanto macro como micro-, de su
labor.-
Tal visión critica, en lo micro, se centra en el producto en el que puntualmente se
encuentra trabajando y en la adecuada ejecución de todas aquellas tareas involucradas
en el desarrollo de la propuesta de diseño.-
En lo macro, tal visión crítica mejora la calidad no sólo de la labor de diseño, sino
que además mejora la calidad del diseñador, por cuanto constituye un referente por el
cual éste se aleja del rol de “creador de iconos” que parece ser el asignado a los
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diseñadores hoy por hoy y cuyo efecto puede verificarse al comprobar la gran cantidad de
productos que antes que diseñados se encuentran, en el mejor de los casos, tan solo
resueltos. Charlotte y Peter Fiell han escrito un par de párrafos al respecto, que merecen
la pena de ser citados:
Hoy en día, buena parte de la prensa especializada en diseño y/o estilo de vida
celebra un “derroche de novedades”, por lo que da prioridad y notoriedad a lo
novedoso de un objeto y no a sus posibles méritos. En muchos casos, los
denominados expertos en diseño no parecen poder o querer distinguir entre el
derroche de cursilería y los objetos realmente importantes e innovadores… Además
de preguntarnos que está pasando, cabe reflexionar sobre el hecho de que, si esta
es la situación de la práctica contemporánea, significa que existen problemas
importantes en determinados sectores de la comunidad de diseñadores. (2007, p.
7).-
Más adelante, los autores señalan una consecuencia puntual y de destacar de la
aparición dentro del diseño contemporáneo de una corriente de diseño artístico de
edición limitada, respecto de la cual puede observarse su impulso por parte de casa de
subastas o galerías de arte y su vinculación por tal motivo con el mercado del arte
contemporáneo. En sus propias palabras: “…el problema es que la creación de estos
objetos hermosos y muy experimentales empieza a monopolizar el tiempo y la atención
de algunos de nuestros diseñadores más creativos, las personas que necesitamos para
desarrollar soluciones urgentes para el mundo real” (2007, p. 9).-
Esta referencia respecto del desarrollo de soluciones se emparienta con la
experiencia vivida en el desarrollo de la propuesta de diseño de este Proyecto de
Graduación. Durante el transcurso de la misma, fue dable constatar que una vez que fue
95
posible despegarse de ese “animo” de crear un producto que resultara un icono
-entendiendo por tal calidad la circunstancia de descollar por su mera apariencia-, para
focalizarse en la resolución de la cuestión funcional del producto; pudo constatarse que la
resolución formal del mismo presentaba esa calidad icónica antes mencionada, esa forma
particular que por sí misma resulta distintiva.-
La diferencia entre aquella iconicidad buscada como finalidad y ésta consecuente,
estriba en la orientación de la resolución del producto en atención a la funcionalidad del
mismo. Esto es, al servicio que a favor del usuario se espera que preste el matafuego en
cuestión, única manera en que el producto devenga en interfase entre el dicho usuario y
su entorno. El haber tomado posición por el servicio a prestar por parte del producto
como norte que guiara la labor de diseño hace de esta última la prestación de un servicio
en favor del usuario. El haber entendido al diseño como un servicio es haberle otorgado
contenido ético; es haber asumido un compromiso. Y es la asunción de un compromiso
con el ejercicio de la profesión lo que constituye el paso por el cual se ha dejado atrás la
vida del estudiante para haber entrado en la vida del profesional.-
96
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