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A) ÉTICA
1. Moral y ética
¿Te has preguntado alguna vez quién eres? ¿Y quién deberías ser? ¿Has dudado en
ocasiones sobre cómo deberías construir tu personalidad? ¿O si estabas actuando
correctamente? ¿Te has sentido mal por actuar mal? ¿Has tratado de hacer un bien a alguien
desinteresadamente? ¿Es mejor ser sincero o ser educado? ¿Es válido mentir en alguna ocasión?
¿Cómo puede alcanzar la felicidad? ¿Para alcanzarla tengo derecho a hacer daño a los demás?
Constantemente nos vemos abordados por situaciones o experiencias que nos conducen a
plantearnos este tipo de cuestiones, preguntas sobre lo correcto, lo incorrecto, el deber, el bien
y el mal. Se trata de cuestiones morales o éticas. Pero aunque muchas veces utilizamos ambos
términos como sinónimos, moral y ética no significan exactamente lo mismo.
La moral es el conjunto de principios, normas y valores que cada persona, grupo o
generación posee o comparte y que nos orienta en el modo de actuar y comportarse para
tratar de conseguir una vida buena, justa o correcta. La moral responde a la pregunta “¿Qué se
debe hacer?” ante determinadas situaciones vitales, y hay una serie de valores morales que nos
orientan y nos ofrecen posibles respuestas, no sólo para actuar, sino para juzgar a los demás o
tratar de convencerlos en el modo de vida que consideramos más adecuado.
La moral es una especie de brújula que se transmite de
generación en generación en cada sociedad, colectivo o familia,
que nos orienta hacia una vida buena y justa. Ofrece, por tanto,
orientaciones, normas, prohibiciones y valores. Pero no todas las
sociedades, colectivos, familias o individuos comparten una misma
brújula. Cada uno ha recibido por su educación o ha configurado por
su carácter su propia brújula, y por ello cada uno sigue sus propias normas o valores. Estas
normas y valores son indispensables para enfrentarnos ante problemas de convivencia, para
formarnos desde un punto de vista no meramente profesional, sino humano, y para construir
nuestra propia personalidad y convicciones.
La ética, por su parte, es la reflexión filosófica que tiene por objeto la crítica y
fundamentación de la moral. La ética es una parte de la Filosofía que también puede llamarse
Filosofía moral. Esta se plantea el sentido de la moral, su necesidad, su origen, su justificación,
si es adecuada o no.
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La ética se pregunta por los motivos de las acciones humanas. Sus temas preferentes
de estudio son aquellas situaciones en las que cabe la posibilidad de actuar de maneras
diferentes o los asuntos en los que diversas normas o valores morales se ven
enfrentados: pena de muerte, aborto, eutanasia, trato a los animales, conflictos bélicos,
desigualdad social, etc.
La ética no ofrece una norma o un principio que debamos seguir para actuar bien o ser
justos, la ética trata de entender en qué consisten esos fines (la bondad, el deber, la
justicia…) y analiza las diversas respuestas morales posibles. Una reflexión ética nos
puede ayudar a tomar decisiones libres alejadas de las normas y valores en los que nos
han educado, pero siempre desde el razonamiento y la reflexión.
La ética es una disciplina que, al analizar los fundamentos de la moral y la amplia gama
de teorías morales, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y a forjar nuestra
propia personalidad moral.
1- Indica si las siguientes oraciones son propias de la moral o de la ética:
a) No matarás b) ¿Debería vengarme del asesino de mi hija? c) Más vale pájaro en mano que
ciento volando d) La amistad es un tesoro e) ¿Qué diferencia a un amigo de un colega? f) La
felicidad es el objetivo de una vida basada en la virtud
1.1. Valores y normas.
¿Qué prefieres, un día de fiesta o uno de clase? ¿Salir con los amigos o limpiar la casa?
Puede que lo tengas muy claro, o que pienses “depende…”, pero escojas lo que escojas estarás
eligiendo entre opciones y, si lo haces, es porque das más valor a una de las opciones. Podemos
valorar un mismo objeto desde diferentes puntos de vista: económico, sentimental, estético,
religioso, artístico, etc. El valor dependerá del fin o el sentido que tenga ese objeto. Pero, ¿qué
es un valor moral? Con valor moral nos referimos a una cualidad o un principio que manifiestan
los seres humanos en sus acciones morales, es decir, cuando actúan bajo una idea de justicia,
bondad o deber. Así pues, podemos hablar de valores morales como la responsabilidad, la
honestidad, el respeto, la solidaridad, la moderación, etc.
Los valores morales, así como las normas morales que prohíben u obligan a actuar de
determinada manera, guían nuestra conducta y definen nuestra personalidad moral. Así pues,
resulta contradictorio defender determinados valores y proponer determinadas normas y luego
no cumplir en la práctica. Sin embargo a veces eso sucede. Se debe a que en determinadas
situaciones se ven enfrentadas normas y valores en los que creemos.
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1.2. Dilemas morales
Un dilema moral es un problema con varias soluciones posibles (normalmente dos, de ahí
el nombre di-lema). El conflicto se plantea porque cada solución posible conlleva defender
unos valores o cumplir unas normas que no pueden satisfacerse simultáneamente. Se ha de
seguir un valor u otro, pero no es posible conjugarlos.
Para que nuestra elección sea satisfactoria desde un punto de vista ético ha de estar
fundamentada y razonada de modo consistente, de modo que podamos defender nuestras
opiniones morales, incluso con sus excepciones, formando una personalidad moral propia y no
dejándonos arrastrar por cualquier opinión ajena bien formulada.
1- Lee los siguientes dilemas morales y explica qué harías tú en la situación de los protagonistas.
Indica también qué actitudes o acciones se enfrentan en cada dilema y qué valores morales hay
tras ellos:
a) José y María llevan año y medio en el paro, aunque lo intentan no encuentran trabajo. Tienen dos hijos
pequeños y suponen muchos gastos. El Banco ya les ha avisado de que llevan tres meses sin pagar la
hipoteca y que si continúan sin pagar se iniciará un proceso de desahucio. María pidió dinero a su
hermano, pero su hermano apenas puede dejarles suficiente dinero como para pagar la luz y el agua. Por
su parte José sólo tiene a sus padres con los que apenas habla por la mala relación que tuvieron en el
pasado. Quizá sus padres tengan dinero, o puedan ayudarles a encontrar trabajo. Quizá podrían atracar
un comercio para pagar las facturas más urgentes. Otra posibilidad es no pagar la hipoteca y tratar de
resistir en ella.
b) Laura es una bióloga que lleva años investigando una posible cura contra el cáncer. Su equipo de
investigación se encuentra muy próximo a encontrar un compuesto químico que podría resultar lo que
tantos años han estado tratando de conseguir. Pero han de probar antes los posibles efectos adversos en
un organismo vivo. El equipo de investigación se ha decidido por utilizar ratas de laboratorio, pero Laura
no está conforme. Ella es una gran defensora de los animales, no come carne y lucha por la abolición de
los festejos taurinos. Usar animales como un instrumento, pudiendo enfermarlos o matarlos, le parece
inmoral. Pero, podrían salvarse tantas vidas humanas…
2. SÓCRATES Y EL NACIMIENTO DE LA ÉTICA
La filosofía, en su origen, era esencialmente el estudio racional, metódico y riguroso de la
naturaleza que trataba de explicar sus fenómenos yendo más allá de las respuestas míticas.
Fueron los sofistas y Sócrates los que dieron un nuevo rumbo a la filosofía, dirigiendo sus
reflexiones, no tanto al mundo natural, como al mundo humano, el mundo de las costumbres y
la acción. Estos pensadores trataron de aclarar qué era el bien qué era el mal, cómo debemos
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conducir nuestra vida o qué elementos debía tener una sociedad justa. El enfrentamiento entre
los sofistas y Sócrates residía en la postura relativista y convencionalista de estos profesores
de retórica y política, una postura que el extravagante Sócrates trataba de refutar, buscando
un significado unívoco y universal a conceptos como belleza, justicia y bien.
Los sofistas, en su mayoría extranjeros que provenían de los más alejados rincones del
mundo conocido, descubrieron a los atenienses las más extrañas costumbres, las leyes y
constituciones más incomprensibles o intolerables de otros países. Su contacto con otras
culturas y las diferencias existentes entre ellas, les llevó a preguntarse si las normas y
costumbres que tenían cada grupo humano son naturales e inmodificables o producto de una
convención, es decir, de un acuerdo social. Su participación directa e indirecta en las disputas
políticas de la democracia ateniense potenció en ellos la idea de que la verdad, también la
verdad propia de la moral, es siempre relativa. No existía para ellos una verdad universal, por
lo que a unos parece malo, a otros parece bueno, e incluso conceptos como el de justicia podían
ser invenciones de los más débiles para protegerse de aquellos más fuertes capaces de cometer
injusticias.
-Los sofistas eran, en general, relativistas y convencionalistas. Las normas morales son producto de una
convención, por lo que pueden cambiarse. Esas convenciones son relativas a grupos sociales concretos.
Por eso cada grupo puede tener sus normas, e incluso cada individuo aceptarlas o rechazarlas.
Para Sócrates, el relativismo de los sofistas era muy peligroso. Si no había consenso en
calificar una acción como adecuada o inadecuada, justa o injusta, loable o reprobable, entonces
¿cómo ponerse de acuerdo para elaborar las leyes de un estado?, ¿Cómo juzgar el insulto o el
hurto, si cada uno los interpretaba de distinta forma? La posición de los sofistas, pensaba
Sócrates, sólo podía conducir al caos: sería imposible confeccionar unas normas con las que
orientar la conducta humana, no se sabría qué pautas de conducta enseñar a los jóvenes en las
escuelas y el diálogo entre humanos sería inviable.
Sócrates defendió la máxima del templo de
Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo. Hizo de esta
frase una máxima de su pensamiento. Conocerse a
uno mismo significa investigar el significado de las
propias acciones y, con ello, la pretensión de ir
mejorándolas y auto-perfeccionarse. Este
conocimiento estaba, según Sócrates, ligado a la
virtud y a la corrección moral, ya que para Sócrates
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todo sabio era necesariamente virtuoso. El que conocía el bien sólo podía hacer el bien. El
malvado sólo lo era por ignorancia, porque si supiera realmente que su acción podía causar un
daño a los demás, evitaría cometerla.
-Sócrates defendió lo que se conoce como intelectualismo moral. Conocer el bien conduce
necesariamente a actuar bien. De ahí su interés por definir precisamente los conceptos centrales de la
moral, saber que es el bien, la justicia o la honradez permitirá actuar de forma buena, justa y honrada.
Esta postura le enfrentaba con el relativismo y podemos definirla como universalista, ya que el bien es
el mismo para todos.
3. ÉTICAS DEL BIEN
Se han dado numerosas corrientes de pensamiento ético que podemos agrupar en torno a
una característica que poseen en común, su finalidad es la de orientar en la búsqueda del mayor
bien para la vida. Consideran todas ellas que la reflexión ética es un camino para poder llevar
una vida buena, una vida completa en la que se alcanza el bien supremo. Sin embargo, no
existe acuerdo dentro de estas corrientes sobre en qué consiste exactamente ese bien supremo
que debemos perseguir. ¿Se trata del placer? ¿Será acaso la tranquilidad de espíritu? ¿O
consistirá en la salvación eterna de nuestra alma? A continuación, estudiaremos las propuestas
de Aristóteles, estoicos, epicúreos y utilitaristas, atendiendo a que, pese a compartir su carácter
finalista de sus teorías éticas según las cuales el fin último es alcanzar una vida buena o una vida
feliz, difieren en cómo hacerlo.
3.1. Aristóteles: La felicidad (euodaimonía) a través del auto-perfeccionamiento
«Puesto que todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien, ¿cuál es la meta de la política,
o cuál es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse? Sobre su nombre, casi todo el mundo está
de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y admiten que vivir bien y obrar
bien equivalen a ser feliz. Pero cuando se trata de decir en qué consiste realmente la felicidad, hay
diferencias de opinión y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios.»
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
En su ética Aristóteles sostiene que el bien máximo al que podemos aspirar las personas
es la felicidad. Es verdad que los seres humanos se esfuerzan por conseguir otras metas, como
la riqueza, la fama o el poder. Pero Aristóteles nos recuerda que ninguna de estas aspiraciones
es una finalidad en sí misma. Nadie desea ser rico exclusivamente para acumular oro. Según
Aristóteles, lo que las personas verdaderamente queremos es ser felices. Si lo logramos,
habremos alcanzado el máximo bien al que podemos aspirar. La felicidad no es un medio, sino
una meta en sí misma, el objetivo más importante que podemos desear.
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-El término griego para referirse a la felicidad es eudaimonía. Por eso suele denominarse a la ética
aristotélica como ética eudemonista.
Que las personas perseguimos la felicidad como bien supremo es
una afirmación quizá muy obvia y poco concreta. ¿En qué consiste
exactamente la felicidad? Ahí probablemente radique el problema
filosófico. Aristóteles define la felicidad partiendo de lo que nos define
como seres humanos. Según Aristóteles, las personas somos distintas
del resto de animales porque tenemos razón y palabra. Tenemos logos.
Esta capacidad de pensamiento es más noble y valiosa que las demás
capacidades, por lo que la felicidad debe radicar precisamente en su ejercicio. La vida más feliz,
por tanto, no será la de quien se preocupa de las cosas materiales, ni de quien busca la fama. La
más alta felicidad corresponde a la forma de vida del sabio, que
dedica su tiempo a pensar y buscar la verdad.
Pero esta vida de sabiduría, la vida contemplativa, no está
al alcance de todos. Por eso también necesitamos algún tipo de
guía que nos ayude a encontrar la felicidad en el día a día.
Aristóteles creía que debemos ejercitarnos en desarrollar la virtud o areté, que significa
excelencia. Las personas felices son las que se comportan de manera excelente, sabiendo actuar
como corresponde en cada situación.
¿Cuándo es una acción virtuosa? Cuando esta acción no es producto de los excesos, sino
que es una acción elegida entre dos extremos posibles. El punto medio siempre garantiza la
virtud. El valor, por ejemplo, no es temeridad ni cobardía, sino algo situado entre ambos
extremos. Pero no es fácil determinar siempre dónde se encuentra el punto medio, para ello
debemos emplear la razón, concretamente, la prudencia, esta es la capacidad intelectual
fundamental que nos ayuda a determinar cuál es la conducta correcta en cada circunstancia,
dependiendo de nuestra situación personal.
Así, con la repetición de las acciones se forman hábitos, y con la repetición de hábitos,
costumbres. La virtud sólo puede nacer de la costumbre, de la repetición constante de actos
correctos. Es por eso por lo que, a costa de esfuerzo y trabajo, la personalidad puede cambiar,
ya que nuestras inclinaciones y nuestros modos habituales de proceder pueden entrenarse y
dirigirse hacia el camino de la felicidad.
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3.2. Época helenística: Estoicismo y epicureísmo
Con el auge del imperio macedónico, que alcanzó su máximo esplendor gracias a las
victorias militares de Alejandro Magno, la Atenas democrática pierde influencia y los debates
filosóficos dejan de centrarse en torno a asuntos públicos de interés general para dar paso a
numerosas escuelas de pensamiento ético centradas en la búsqueda individual de la felicidad.
Entre estas escuelas destacaremos dos que tienen mucho en común. La escuela estoica y la
epicúrea.
El estoicismo nace con Zenón de Citio, que fundó su
escuela en la Stóa poikilé, que era el Pórtico pintado del ágora
de Atenas. Esta escuela de pensamiento gozó de gran fama en
el mundo romano que iniciaba entonces su auge. Aunque es
una corriente con posiciones metafísicas y cosmológicas, nos
interesa su particular visión de la ética. La vida buena o feliz
para los estoicos consiste en una vida sosegada, serena, una
vida en la que se alcanza la ataraxia. La ataraxia o
imperturbabilidad del espíritu consiste en la vida ajena a todo aquello exterior a uno mismo,
consciente de que lo que no depende de nosotros es incontrolable. Los estoicos proclamaron
que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades
materiales, la fortuna externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y
la virtud. Para ello hay que evitar las pasiones y las inclinaciones propias del cuerpo y de los
bienes materiales que nos seducen, para vivir conforme a la razón y el autocontrol.
El estoicismo, por tanto, defendía una visión fatalista de la existencia. Las cosas ocurren
porque así lo quiere el destino o así lo ordena el cosmos. No debemos preocuparnos por nada
ajeno a nuestra voluntad. Necesitamos entrenarnos en el autocontrol para no depender de
deseos y pasiones que nos pueden conducir al sufrimiento. La serenidad, la calma, en definitiva,
la ataraxia, es el bien supremo al que dirigirnos.
Actualmente utilizamos el adjetivo estoico para referirnos a alguien que asume con resignación
las adversidades
Por su parte, el epicureísmo hace referencia a la ética hedonista de Epicuro, conocido por
proponer sus teorías rodeado de sus allegados en su jardín, mientras disfrutaban de austeros
banquetes y charlaban abiertamente. La ética de Epicuro es también una ética del bien, porque
su fin último es alcanzar la felicidad. El hedonismo que defendió proponía que la felicidad
consiste en la búsqueda del placer y la huida del dolor.
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El término griego para referirse al placer es hedoné, de ahí el concepto de hedonismo.
El hedonismo se asocia a una filosofía de vida
basada en la búsqueda del placer por encima de todo,
sin ningún tipo de freno. Pero Epicuro cuando
defendía el hedonismo no defendía una visión tan
radical de la búsqueda del placer. Epicuro entendía
que la felicidad se consigue con un cálculo meditado
de aquello que nos conviene por placentero y aquello
que debemos evitar por doloroso. Pero este cálculo
nos conduce, tal y como él ejemplificó con su estilo de
vida, a una cierta austeridad. Comer y beber en exceso
puede ser un gran placer a corto plazo, pero
proporcionar dolor posteriormente por una indigestión. En este sentido Epicuro se aproximaba
al ideal estoico de la ataraxia, pues más vale una vida sosegada y de autocontrol que una
búsqueda errada del placer inmediato que nos provoque dolor y tristeza con posterioridad.
Además, Epicuro distinguió tres tipos distintos de placeres. Alimentarse, vestirse o
cobijarse frente a las inclemencias del tiempo son placeres naturales y necesarios, del mismo
modo que reflexionar o cultivar la amistad. Existen también placeres naturales pero
innecesarios, que están asociados al deseo de refinamientos artificiosos de los placeres
naturales necesarios, como el lujo en el vestir, atiborrarse en el comer o las diversiones exóticas.
Por último también hay placeres que no son ni naturales ni necesarios, como el ansia de fama
y de éxito social. De acuerdo con su ética, la satisfacción de los placeres naturales y necesarios
es la que debe ocuparnos de forma prioritaria, siempre con moderación y sensatez.
1- Lee el texto y contesta las preguntas:
«Entonces, cuando decimos que el placer es el fin, no hablamos de los placeres disolutos
ni a los que residen en el goce regalado, como creen algunos que ignoran o no están de acuerdo
o que interpretan mal la doctrina, sino de no padecer dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.
Pues ni las bebidas ni los banquetes continuos, ni el goce de muchachos y mujeres, ni de los
pescados y todas las otras cosas que trae una mesa suntuosa engendran la vida grata, sino el
sobrio razonamiento que indaga las causas de toda elección y rechazo, y expulsa las opiniones
por las cuales se posesiona de las almas la agitación más grande.»
Epicuro, Carta a Meneceo.
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a)-¿Qué entiende Epicuro por placer?
b) -¿Cómo debemos definir el hedonismo según Epicuro?
2- Clasifica los siguientes placeres siguiendo la distinción epicúrea:
-Cenar tras un largo día de estudio
-Cenar en un restaurante con 2 estrellas Michelín
-Ver videoclips
-Comprarse ropa de marca
-Vivir en una mansión.
-Aparecer en un reality show
-Salir con los amigos
3.3. El utilitarismo
Con la transformación tecnológica, económica, social y política que va configurando la
sociedad industrial capitalista del siglo XIX, la reflexión moral dirige su mirada hacia los
resultados de la acción: la utilidad se constituye en el eje en torno al cual parecen girar nuestras
decisiones científicas, económicas, políticas y, cómo no, morales. El utilitarismo nace en
Inglaterra, a finales del siglo XVIII, y cuenta entre sus representantes con Jeremy Bentham (1748-
1832) y John Stuart Mill (1806-1873).
Aunque los utilitaristas utilizan el término “felicidad”, poco tiene que ver con el concepto
aristotélico. La reflexión ética gira ahora hacia las consecuencias de nuestras decisiones y sus
repercusiones, tanto individuales como colectivas. El principio de utilidad de Bentham consiste
precisamente en escoger la acción adecuada atendiendo a si sus resultados promueven un
aumento de la felicidad del interesado o no.
-El utilitarismo afirma que los actos moralmente correctos lo son en función de su utilidad.
La moral consiste en una aritmética de placeres, de modo que la balanza debe inclinarse a
favor del placer y en contra del dolor, sin que entre los distintos placeres posibles exista, tal y
como planteaba Epicuro, una diferencia cualitativa. La suma de placeres ha de ser superior a la
suma de dolores para ser feliz.
Bentham propone una fórmula de utilidad cuyo criterio consiste en maximizar el bien
social: la mayor felicidad para el mayor número de personas. Se debe procurar el bien general,
porque ello repercute en el bien particular de los individuos. Según esto, un juicio moral no es
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sino un juicio acerca de la felicidad, y una acción es moralmente buena en la medida que
conduzca a la felicidad de la colectividad y, en consecuencia, a la individual.
John Stuart Mill sí distinguió entre placeres inferiores y superiores, por lo que la calidad
está por encima de la cantidad en la búsqueda del placer y la huida del dolor. También defendió
que el bien general debe buscarse no sólo por interés individual, ya que puede proporcionarnos
ventajas personales, sino porque posee un valor en sí mismo. Él y su mujer Harriet Taylor Mill,
defendieron también la democracia y la igualdad de la mujer respecto al hombre, demandas
morales y políticas que comenzaban a extenderse en aquel momento.
-El utilitarismo pertenece a una época de auge capitalista en el que el criterio de utilidad y la maximización
de beneficios, elementos propios de la teoría económica liberal, son traducidos a otros ámbitos como la
política y la moral.
4. LA ÉTICA KANTIANA DEL DEBER
En el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, un autor paradigmático, Immanuel Kant (1724-
1804), tratará de interiorizar el concepto de norma moral: los hombres, según él, obrarán
moralmente no por obediencia a una coacción externa (el poder del Estado o el contrato social),
sino por respeto a una ley moral interior que el propio individuo se da a sí mismo, a saber, el
imperativo categórico.
Aunque la existencia de diferentes códigos morales sea
indudable, hay que averiguar qué es lo que los convierte en “morales”,
cuál debe ser la forma que debe tener un precepto para convertirse
en precepto moral. Para emprender esta investigación, el filósofo se
centra en la voluntad del agente moral, en su intención y no en las
consecuencias de la acción. No hay nada incondicionalmente bueno,
salvo una buena voluntad.
La intención que hace buena a la voluntad es el cumplimiento del deber por pura
obediencia al deber, no por algún interés coincidente.
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Kant distingue entre nuestras inclinaciones o deseos y nuestro deber. Si actuamos por
inclinación, sea esta egoísta o altruista, la acción no es moralmente buena, porque la intención
que la ha guiado no ha sido la realización del deber. Si impido que mi vecino sea desahuciado de
su vivienda por falta de recursos, y lo hago para tener compañía, no
se trata de una acción moralmente buena, porque no actúo por
deber, sino persiguiendo un fin. Kant establece una distinción entre
imperativos hipotéticos y categóricos. Los imperativos hipotéticos
incluyen una condición: debes hacer x (estudiar mucho) si quieres y
(aprobar el examen). Pero el imperativo categórico no tiene esta
forma condicional, expresa una orden incondicional: debes hacer
esto. A la pregunta por el motivo responde: porque es tu deber. “Debo impedir el desahucio de
mi vecino porque es lo correcto, mi deber”, y así debiera actuar con toda persona, aunque sea
un total desconocido.
Kant propone actuar conforme a una máxima de acción que podamos convertir en ley
universal, es decir, que sea válida para todo el mundo. Kant postula así la autonomía de la
moralidad: el criterio de lo moral no puede ser exterior a mí mismo, no puede ser heterónomo.
Al obedecer el imperativo categórico no obedezco un dictado externo, sino interno,
convirtiéndome en aquel que legisla y construye la norma.
Kant rechaza así las éticas del bien o de la felicidad, porque estas hacen referencia a
elecciones subjetivas que no pueden universalizarse, que no son válidas para todos, y que se
confunden con la búsqueda de satisfacciones personales y deseos. Estas éticas se fundan en
imperativos hipotéticos. La ética no es una doctrina de la felicidad. Para Kant la ética ha de ser
deontológica, estar basada en normas incuestionables que deben obedecerse sin que medie
un interés personal.
1- Lee el texto y contesta a la pregunta:
«Si suponemos que el fin del hombre es la felicidad, entonces habría sido mejor que la naturaleza
hubiera dotado al hombre de instinto en vez de razón para alcanzar este fin. La razón no proporciona la
felicidad y la satisfacción en la vida, porque la razón tiene un propósito mucho más digno. El fin de la razón
es el producir una voluntad buena, que es el bien supremo y la condición de cualquier otro fin. La
consecución de este fin supremo puede ir unido a algún perjuicio para alcanzar los fines de las
inclinaciones, que se resumen bajo el nombre general de “felicidad”»
I.Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
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a) ¿Qué fines se ven enfrentados? ¿Por qué?
2- ¿De las siguientes acciones cuáles serían morales según Kant?
a. Pagar los impuestos para que no me pongan una multa. b. Decir la verdad porque, si miento, perderé la confianza de los demás. c. Cuidar de mi madre cuando está enferma porque la quiero y ella también cuida de mí. d. Devolverle a alguien el mal que me ha hecho para que aprenda que no se puede ir
dañando a los demás por la vida. e. Estudiar para estar preparado y poder conseguir un puesto de trabajo. f. Decir la verdad porque es mi deber aunque tenga consecuencias negativas para mí o
para otras personas. g. No copiar en un examen aun sabiendo que el profesor nunca se enteraría porque no
debo hacerlo. h. Ayudar a otros movido por un sentimiento de compasión.
3-¿Cuál sería la respuesta de Kant a las siguientes preguntas? Razonar la respuesta.
a. ¿Es lícito mentir para evitar un daño a alguien? b. ¿Sería lícito torturar a un terrorista para obtener de él información con la que se pudiera
evitar un atentado? c. ¿Es lícito sacrificar a una persona para salvar a muchas?
5. LA CRÍTICA NIETZSCHEANA DE LA MORAL
Fiedrich Nietzsche (1844-1900) es un filósofo alemán que alcanzó gran fama
póstumamente. Es caracterizado, junto a Marx y Freud, como uno de los filósofos de la
sospecha, esto se debe a que los tres “sospecharon” de
las ideas y valores imperantes de su tiempo, tratando de
encontrar qué se escondía bajo las mismas y qué
presupuestos permitían que estas se sustentasen. En el
caso concreto de Nietzsche, su sospecha se dirigió a la
moral de la cultura conservadora y cristiana de finales del siglo XIX. Nietzsche fue un crítico
furibundo de los principios morales de su época y del cristianismo. Trató de establecer el origen
de estos valores rastreando su historia a través de una genealogía, los cuestionó y trató de que
fuesen reemplazados por unos nuevos valores en un proceso que denominó como
transvaloración.
Nietzsche fue polémico y poco entendido en su tiempo, en parte, por su valentía para
analizar y criticar los principios y normas morales que se sustentan en las religiones judía y
cristina. El filósofo escribió una Genealogía de la moral, donde trató de determinar el origen
de los valores de abnegación, resignación, piedad, austeridad o el mismo sentimiento de culpa.
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Según Nietzsche la cultura judía, y posteriormente la cristiana, llevaron a cabo un cambio de
valores. Para el griego arcaico ser fuerte y demostrarlo a través de actos de competición y
egoísmo no era algo que se pudiese considerar malo, antes bien, eso era bueno y la resignación
o el miedo eran malos. Poco a poco la concepción respecto a este tipo de acciones fue variando,
y lo que antes era bueno por señorial y valiente ahora era considerado malvado, propio de
pecadores, mientras que las actitudes propias de los plebeyos ahora se consideraban buenas.
Para Nietzsche esto supuso el triunfo de una moral de esclavos, una jerarquía de valores propia
de individuos inferiores basada en el resentimiento contra los fuertes. Esta nueva moral fue
expandida con el cristianismo, configurando una cultura gregaria, una moral de rebaño que
según este pensador impedía que los mejores pudiesen destacar por encima de la masa
aborregada que acepta cómodamente sin cuestionarse nada las ordenes y normas que se les
impone.
Nietzsche cuestionó también la teoría metafísica que sustenta este nuevo orden moral,
basado en la idea de trascendencia y de una vida en el más allá donde las injusticias serán
reparadas y los malvados castigados por una fuerza divina superior. Pero esto sólo es una
muestra de la debilidad y el rencor de los débiles, incapaces de satisfacer sus pretensiones en
esta vida. Por otra parte, los principios de abnegación cristianos que imponen reprimir deseos e
instintos resultan antinaturales. Nietzsche defiende la vida en este mundo, la vida creativa y
valiente que es capaz de afirmarse y satisfacer sus expectativas sin miedo a las opiniones
ajenas. La necesidad de una moral fundada en lo terrenal y no en lo celestial, le llevó a anunciar
con gran repercusión posterior que Dios ha muerto. La moral no podía ya estar asentada en la
idea de una vida de sufrimiento y un más allá redentor.
Si la moral arcaica fue transformada en una nueva moral propia de esclavos, Nietzsche
defendió que era necesaria una nueva transformación, una transvaloración de todos los
valores. Con su crítica a los valores morales y las normas asumidas en su tiempo este pensador
quiso encender la chispa de una acción creativa de elaboración de nuevos valores que no
reprimiesen las fuerzas naturales del ser
humano y que constituyesen un nuevo
orden cultural en el que la competición,
la libertad y la autonomía fuesen
moneda de cambio.
Lo que nos interesa de esta
genealogía y esta crítica no es tanto las
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consideraciones nietzscheanas sobre qué debemos entender por bueno, malo y malvado, lo que
nos interesa es la idea de que los valores morales, aquello que entendemos como bueno y malo,
no son cosas dadas e inamovibles, sino que cambian con el paso del tiempo. La filosofía se
atreve a analizar y cuestionar los valores imperantes para defenderlos o para cuestionarlos,
proponiendo otros nuevos. Como diría Nietzsche, no hay hechos morales, sólo interpretaciones
morales de los hechos.
1- Lee el texto y contesta las preguntas:
«…necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en entredicho
el valor mismo de esos valores, y para esto se necesita tener conocimiento de las condiciones y
circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (…), un
conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado. Se tomaba
el valor de esos “valores” como algo dado, real y efectivo, situado más allá de toda duda; hasta
ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en considerar que el “bueno” es superior en
valor al “malvado”, superior en valor en el sentido de ser favorable, útil, provechoso para el
hombre como tal (…). ¿Qué ocurriría si la verdad fuera al contrario? ¿Qué ocurriría si en el
“bueno” hubiese también un síntoma de retroceso, y asimismo un peligro, una seducción, un
veneno, un narcótico, y que por causa de esto el presente viviese tal vez a costa del futuro?
¿Viviese quizá de manera más cómoda, menos peligrosa, pero también con un estilo inferior, de
modo más bajo? (…) ¿De tal manera que justamente la moral fuese el peligro de los peligros?»
Fiedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, 1887.
a) ¿Por qué piensa Nietzsche que la moral puede ser el peligro de los peligros?
b) ¿Crees que existen valores morales universales o que estos siempre cambian en cada
contexto? Razona tur espuesta.
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B) FILOSOFÍA POLÍTICA
1. LA FILOSOFÍA POLÍTICA
El ser humano era calificado por Arístoteles
como animal político, es decir, el ser
humano es un ser social, que no puede
realizarse ni alcanzar sus más altos grados
de perfección sin vivir en sociedad,
aportando y recibiendo en un contexto
comunitario. No podemos entender nuestra
forma de pensar y de vivir sin atender a la sociedad en la que vivimos, que marca desde la
infancia nuestra manera de ver el mundo. La sociología se encargaría, como disciplina, de
estudiar estas relaciones entre individuo y sociedad, pero dentro del campo de las ciencias
sociales, es la política la que establece las distintas formas de organización social que han
existido o pueden existir. La política atiende al poder, el reparto del mismo, los derechos y las
obligaciones que marcan los códigos jurídicos. La filosofía política, por su parte, realiza una
reflexión profunda sobre los fundamentos de los distintos tipos de organización política, de
uso y reparto del poder, legitimando órdenes políticos vigentes, cuestionándolos o
proponiendo sistemas de organización nuevos.
En esta unidad estudiaremos los conceptos de
poder y legitimidad, la relación entre la ética y la política,
la contraposición entre una visión naturalista del Estado
y otra mecanicista, y el desarrollo histórico e ideológico
que ha tenido la idea del Estado hasta nuestros días, una
idea que sigue condicionando nuestro modo de
entender la política.
2. PODER, LEGITIMIDAD Y ÉTICA
2.1. Poder y legitimidad: Autoridad
En todas las sociedades existe algún tipo de organización colectiva para distribuir las tareas
y mantener el funcionamiento del grupo. En las sociedades complejas formadas por masas, esta
tarea de coordinación se realiza mediante el ejercicio del poder político.
El poder político es la capacidad de obligar a los demás actuar de una
determinada manera, estableciendo normas y garantizando su cumplimiento.
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El control del poder político permite que un individuo, un grupo o una institución, ordene
al resto de la población lo que debe hacer. Sin embargo, estas órdenes no siempre son
respetadas. Para que el poder político sea realmente eficaz hace falta que los que deben
someterse al mismo acepten la validez de sus órdenes y estén dispuestos a acatarlas.
El poder político es legítimo cuando los que deben obedecer reconocen que se
ejerce de forma válida.
Conviene, por tanto, distinguir los conceptos de poder y autoridad. Decimos que una
persona tiene autoridad cuando quienes deben obedecer sus órdenes la respetan y valoran. A
diferencia de lo que sucede con el poder, la autoridad no se puede imponer, sino que sólo puede
surgir de la aceptación y el reconocimiento de los demás. Cuando se pretende ser una autoridad
mediante el uso de la fuerza, venciendo, pero no convenciendo, deberíamos hablar de
autoritarismo.
Nicolás Maquiavelo, en El príncipe, obra que comentaremos en el siguiente punto, indicó
que para alcanzar legitimidad hay dos posibles vías, la
del uso de la fuerza y el miedo, para conseguir ser
respetado por temor, lo que nosotros hemos
denominado autoritarismo, o la de la búsqueda del
respeto y el amor de los gobernados por el buen hacer
del gobernante. Maquiavelo propone dos vías posibles
sin entrar a valorar cuál es mejor moralmente, simplemente atendiendo a su utilidad.
Cuando una autoridad ejerce el poder, queda legitimada para imponer obligaciones a los
demás. Para que el poder pueda mantenerse parece más eficaz alcanzar esta autoridad que
legitima al poder, que imponerlo por la fuerza. El sociólogo alemán Max Weber distinguió entre
tres clases de legitimación del poder:
Legitimación tradicional: el poder político queda legitimado en base al prestigio de las
costumbres que se han mantenido inalterables con el paso del tiempo. En las sociedades
tradicionales el ejercicio del poder se considera válido si se respetan las reglas que se han
mantenido en vigor durante generaciones.
Legitimación carismática: se asocia a un individuo excepcional, que por su personalidad
extraordinaria suscita la admiración y el respeto de los demás. La sociedad acepta entregar el
poder a ese individuo especial por sus cualidades singulares.
17
Legitimación racional-legal: se apoya en la existencia de leyes y reglas racionales que
regulan el ejercicio del poder. De acuerdo con esta forma de legitimación, el poder sólo será
legítimo si se ajusta a los que indican estas normas.
1-¿Cuál crees que es el tipo de legitimación propio de las sociedades políticas contemporáneas?
2-Indica un ejemplo de un caso en el que se haya considerado una autoridad, en tu entorno o en
casos que conozcas, a una persona o a un grupo siguiendo cada uno de estos tipos de legitimación.
En los Estados modernos, de los que hablaremos en los siguientes apartados, el poder
político se ha dividido, de manera que unos poderes pudiesen ejercer de contrapeso con
respecto a otros poderes. Montesquieu fue uno de los grandes defensores de la división de
poderes, de modo que, siguiendo su propuesta, la mayoría de sociedades políticas democráticas
modernas dividen el poder político entre el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder
judicial.
2.2 Ética y política:
Los antiguos griegos consideraban que una vida
humana sólo podía alcanzar su plenitud mediante el
contacto con los demás. Para ser felices, necesitamos
desarrollarnos como personas en sociedad. Por eso, para la
filosofía griega la política está estrechamente relacionada
con la ética. Ambas disciplinas tratan acerca de la felicidad y el bienestar de las personas.
Mientras la ética analiza las condiciones de la felicidad individual, la política estudia cómo
debe organizarse la sociedad para garantizar una buena vida para todos. Por una parte, la
sociedad sólo podrá ser buena y justa si las personas que la forman se comportan de manera
correcta, pero por otra parte, las personas sólo serán buenas si la sociedad en que la que viven
Alma concupiscible
Apetito
Producción de bienes
Alma irascible
Honor y pasión
Guerreros
Alma racional
Conocimiento
Gobernantes
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está organizada de manera adecuada. En el caso del pensamiento político de Platón, esto queda
evidenciado de manera muy clara. Parecería que toda su teoría ontológica y epistemológica de
las Ideas y los mundos va dirigida a establecer el mejor modelo posible de educación y de
organización política, para garantizar así lo que Sócrates proponía desde su intelectualismo
moral, conocer qué es el Bien y qué es la Justicia y aplicarlos en la acción. Platón propuso un
tipo de sociedad en la que los ciudadanos se repartían las tareas atendiendo a sus
características, concretamente, al elemento de su alma que predominase sobre el resto. Unos
ciudadanos serían productores, dedicándose a la agricultura, ganadería, artesanía o comercio,
en definitiva, a producir los bienes materiales que el conjunto de la comunidad necesita. Otros
ciudadanos serían guerreros, encargados de la protección de la comunidad. Por último, aquellos
ciudadanos que tuviesen más desarrollada la parte racional del alma, serían los encargados de
recibir una educación especial que les permitiese gobernar a la comunidad. Se trata del conocido
ideal del filósofo-rey.
Platón argumentaba que del mismo modo que no nos embarcamos en un navío a no ser
que lo dirija un experto marinero que conozca las normas básicas de la navegación y el
funcionamiento del barco, tampoco deberíamos aceptar que nos gobiernes personas que no
conozcan las Ideas, que se guíen por meras opiniones y no por el conocimiento del verdadero
concepto de Bien o Justicia. Los gobernantes deben ser filósofos debidamente educados para
su misión, hacer que la política no se desvíe de lo bueno, lo bello y lo justo.
Aristóteles, discípulo de Platón, no pensaba como su maestro. Si Platón prescribía cómo
debería ser el gobierno, Aristóteles en su Política, prefería describir los distintos tipos de
gobierno posibles, sin decantarse por defender un solo modelo. Su perspectiva es descriptiva.
Aristóteles distingue maneras de organizar la convivencia justas e injustas. Son justas
cuando buscan el bien común, pero el contrario, son injustas cuando se preocupan por bienes
particulares de los gobernantes. Tenemos así tres formas de gobierno justas:
Monarquía: el mando está a cargo de un único individuo
Aristocracia: el gobierno depende de un grupo de personas valiosas
Politeia (república): el poder reside en el pueblo.
Estas tres formas de gobierno que, en principio, son justas, pueden corromperse cuando
dejan de lado la búsqueda del bien común. Aparecen así:
Tiranía: corrupción de la monarquía cuando el rey se interese por su bien personal
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Oligarquía: la degeneración de la aristocracia cuando los gobernantes buscan sólo el
interés de un grupo
Democracia (Demagogia): el resultado de un sistema democrático corrupto en el que las
mayorías no respetan a las minorías.
Si bien Aristóteles no trabajó tan profundamente por defender un modelo político concreto
sí apostó por una vida basada en la acción comunitaria y por una política basada en la virtud y
prudencia.
A lo largo de la Edad Media, en Europa, la política no se entendió sin la implicación de la
religión cristiana, de modo que el poder político beneficiaba al poder eclesiástico y viceversa.
La política, para los teóricos del momento, no podía apartarse, por tanto, de los preceptos
religiosos, incluidos los valores morales del cristianismo. A partir del Renacimiento, los filósofos
comienzan a considerar la política como un ámbito independiente de la moral.
Esta separación entre la ética y la política queda patente
en la obra del italiano Nicolás Maquiavelo. En su libro El
Príncipe, Maquiavelo afirma que la política debe ocuparse
únicamente de cómo ejercer el poder con eficacia. De hecho,
el libro es prácticamente un manual que aconseja al
gobernante sobre como dirigir su acción. Para alcanzar el éxito
no necesariamente se ha de actuar siguiendo los principios
morales. Un buen gobernante no tiene por qué ser bueno, pero
sí es imprescindible que sea poderoso, y para ello quizá es
necesario actuar de forma inmoral en determinados casos. La mentira, el asesinato o la
manipulación podrían estar justificados para consolidar el poder.
Esta distinción entre ética y política es la que permitió analizar de forma más realista y
rigurosa los fenómenos políticos, describiendo mejor la realidad pese a que esta fuese contra
los valores morales imperantes. Esto permitió el desarrollo posterior de la ciencia política, que
analiza empíricamente las diferentes formas de gobierno.
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Por otro lado, tenemos también en el Renacimiento el origen de planteamientos utópicos
muy alejados del realismo de Maquiavelo. Tomas Moro es el mejor representante de esta
forma de pensamiento político que defiende la necesidad de
reformar la sociedad inspirándose en modelos ideales de
organización social. Moro escribió Utopía, obra en la que describía el
gobierno de una isla ficticia llamada Utopía, de la que proviene
precisamente el adjetivo utópico. En esta isla imaginaria la sociedad
se organiza de forma igualitaria y se garantiza la felicidad de todos en
un contexto de convivencia pacífica. Moro trataba de criticar el
orden político de su tiempo contraponiéndolo con un modelo
imaginario que se instauraría como ejemplo a seguir.
Una utopía es la descripción de un mundo inexistente en el que la sociedad está
organizada de manera modélica e ideal.
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el
horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. ¿Entonces para qué
sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".
Fernando Birri, cineasta, director y actor argentino.
3. SOCIEDAD NATURAL O SOCIEDAD ARTIFICIAL
En la antigua Grecia, los sofistas defendieron la idea de que la sociedad es una creación
humana, inventada para facilitar nuestra vida en común. Según esta teoría, la sociedad tiene un
origen artificial, porque es el resultado de un convenio. Por el contrario, Aristóteles estaba
convencido de que los seres humanos somos sociables por naturaleza. Según sus propias
palabras, el ser humano es un zoon politikon, es decir, un animal político y social. Las personas
necesitamos vivir en sociedad porque la sociabilidad forma parte de nuestra esencia humana
desde el nacimiento. Nadie puede llegar a ser verdaderamente humano si vive al margen de la
sociedad. Únicamente conviviendo con los demás podemos alcanzar nuestro objetivo más
importante, la felicidad.
Para Aristóteles el ser humano es social por naturaleza, puesto que sólo puede
alcanzar la felicidad conviviendo con los demás.
La influencia del pensamiento aristotélico explica que sus opiniones acerca de la sociedad
tuvieran una amplia aceptación. En la Edad Media, Tomás de Aquino, basándose en la filosofía
21
de Aristóteles y en las ideas cristianas, insistió en el carácter natural de la sociabilidad humana.
Esta opinión se mantuvo en vigor durante mucho tiempo, hasta que comenzó a ser cuestionada
a comienzos de la Edad Moderna.
En contraste con lo que pensaba Aristóteles, la teoría del contrato social afirma que la
sociedad no es natural, sino que es una creación artificial, tal y como pensaban los sofistas.
Según esta teoría, para entender el origen de la organización social debemos comenzar por
imaginarnos cómo vivían los seres humanos antes de que existiera la sociedad. Esta situación
anterior se denomina estado de naturaleza. Las personas en estado de naturaleza vivían en
clanes y grupos aislados, tratando de sobrevivir de forma independiente. Con el tiempo, los
seres humanos tomaron conciencia de que su calidad de vida podía mejorar si decidían vivir
juntos.
Tenemos que aclarar que los defensores de la teoría contractualista no entendían el pacto
social como una situación histórica real, sino como una hipótesis teórica que nos ayuda a
entender cómo funciona la sociedad. Frente a la idea aristotélica de que estamos unidos de
forma natural con la sociedad y la necesitamos para alcanzar nuestros fines como humanos,
los contractualistas destacaban la libertad individual y la capacidad racional del individuo para
decidir por su propio interés si quiere pertenecer a determinado orden social.
Thomas Hobbes fue un pensador
inglés que destacó por su análisis del
pacto social, la soberanía y el Estado. Él
consideraba que, en estado de
naturaleza, antes del pacto, el ser
humano vive en un estado de guerra
constante. El egoísmo y la necesidad de
supervivencia conducen a una vida
precaria e insegura. Del miedo surge la
necesidad de superar este estado de naturaleza en el que el hombre es un lobo para el hombre
a través de un orden que garantice la paz.
Ese orden es el que provee, a través del pacto social, el Estado. El Estado es la institución
que ostenta la soberanía en las sociedades modernas, es decir, el que tiene el poder supremo,
o siguiendo la definición del sociólogo Max Weber, el que tiene el monopolio del ejercicio de
la violencia. En el caso que propone Hobbes, el Estado lo constituye un hombre, un monarca, o
una asamblea de hombres, en el que los demás individuos delegan todas sus libertades propias
22
del estado de naturaleza. Aceptando someterse al poder del Estado, limitando así su libertad,
el Estado garantiza un orden legal que permite vivir con seguridad y paz. Ahora bien, si el
gobernante o grupo de gobernantes que dirigen el Estado y ostentan la soberanía no garantizan
esta seguridad por las que se les concedió tales poderes, pierden su legitimidad y los individuos
pueden unirse para derrocarlos y sustituirlos por nuevos gobernantes.
Frente a la teoría de Hobbes, el también inglés John Locke creía que el ser humano está
dotado de una serie de derechos que son válidos incluso en el estado de naturaleza. Se trata de
unos derechos naturales inalienables que están ligados al ser humano por el mero hecho de
serlo. Todos tenemos derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Como estos derechos
naturales corren peligro en el estado de naturaleza, la mejor forma de protegerlos es a través
de un pacto social que, como en el caso de Hobbes, establezca un poder que los garantice. Pero
el gobierno, por mucho poder que ostente, no puede sobrepasar los derechos para los que ha
sido constituido y por los que ha de velar.
Con el paso del tiempo los conceptos de soberanía y Estado se vincularían no sólo a la
idea de derechos naturales, sino también a la de democracia y participación ciudadana en la
elaboración de derechos civiles, políticos y sociales.
4. ¿CÓMO DEBE ACTUAR EL ESTADO?
El Estado sigue siendo, desde la modernidad, el concepto que nos permite entender
nuestra forma de organización política, en la que cedemos libertades individuales, pero a
cambio obtenemos derechos. En estos siglos de historia el Estado ha ido actuando de distintas
maneras, aumentando o disminuyendo su grado de intervención. A continuación, se exponen
grandes corrientes ideológicas que han defendido posturas contrapuestas respecto a cómo debe
ser el Estado.
Liberalismo: Locke introduce en el planteamiento de Hobbes la idea de unos derechos
naturales, entre los que destaca el derecho a la propiedad. La propiedad privada y la riqueza del
trabajo se convierte en objeto de defensa por parte de un pensador que está teorizando sobre
el modelo de Estado necesario para que la burguesía prospere respecto a la aristocracia y la
industria y el comercio encuentre las condiciones para el progreso. Por ello también la libertad
individual es un derecho que ha de ser protegido y garantizado.
23
Adam Smith, el padre de la economía como disciplina
académica, en La riqueza de las naciones, defendió la idea de
la mano invisible. Esta teoría viene a decir que la actuación
egoísta de los individuos, que buscan su propio interés,
permite un progreso que beneficia al conjunto de la sociedad
civil, al conjunto de ciudadanos de un Estado. Es como si una
mano invisible coordinase los distintos intereses individuales
con la intención de proveer felicidad al conjunto. ¿Por qué
cuando nos levantamos temprano podemos ir a comprar pan
para desayunar? ¿Porque el hornero es benevolente y desea
la felicidad de sus vecinos? No, el pan es accesible porque el hornero quiere ganar dinero. Pero
de su interés personal y egoísta otros nos vemos beneficiados.
En definitiva, la teoría de Smith defiende que el Estado no debe intervenir en exceso en
el mercado y que la sociedad civil por sí misma, en condiciones de máxima libertad, puede
progresar y alcanzar mayor bienestar y riqueza. El liberalismo defiende precisamente esto, la
libertad individual como valor supremo y la no intervención del Estado en los asuntos privados,
considerando que esto además beneficia a todos.
Marxismo: a partir de la revolución industrial nació una nueva clase social de
trabajadores o proletarios. Mientras que la burguesía acaparaba en su poder las propiedades y
las industrias, masas cada vez mayores de desposeídos se veían obligadas a vender su fuerza de
trabajo en largas jornadas y condiciones de trabajo precarias, permitiendo que la clase
poseedora se quede con los beneficios de su trabajo.
Según Karl Marx y Fiedrich Engels, filósofos y activistas
políticos defensores del comunismo, el liberalismo consigue
aumentar las desigualdades y el Estado se convierte en un
instrumento en manos de la clase dominante, la burguesía, para
garantizar sus intereses. Pero los avances técnicos que el
capitalismo del modelo liberal trajo consigo, este no podría
impedir la unión de los trabajadores en defensa de sus intereses,
luchando por la revolución y la instauración de un nuevo orden
político en el que no existe la propiedad privada de los medios de
producción y en el que los seres humanos no se explotan unos a otros. En este nuevo orden
24
social el trabajo se reparte de forma colectiva, aportando más el que más puede y favoreciendo
una igualdad material efectiva.
El pensamiento de Marx y del marxismo posterior que se inspira en sus ideas posee muchos
elementos de interés, pero lo que nos interesa señalar aquí es su defensa de un Estado fuerte
que deje de actuar en defensa de la clase burguesa y comience a defender a los trabajadores,
para ello debe abolir la propiedad privada de los medios de producción. Una fase inicial de
dictadura del proletariado, que pondrá fin a los abusos de los capitalistas, junto a los avances de
la técnica, conducirán al comunismo, etapa de auténtica libertad individual para toda la
población donde el Estado será abolido, así como toda clase social.
Anarquismo: El anarquismo rechaza la misma
existencia del Estado, puesto que el Estado oprime y somete
la libertad y su carácter coercitivo provoca más problemas
de los que pretende arreglar. Una vez abolido el Estado ya
no habrá coerción, ni cárceles, ni policía, ni ejército. En esta
sociedad nueva los seres humanos podrán finalmente
cooperar entre sí con total libertad. Pese a que sus críticos
sostienen que sus posturas son excesivamente utópicas por creer que las personas somos
esencialmente cooperativas y es el Estado el que nos corrompe, más allá de objetivos
maximalistas desde posturas anarquistas se defiende la acción política fuera de los cauces
institucionales ya creados por el Estado, algo compatible con la existencia del mismo.
Totalitarismo: el totalitarismo defiende todo lo
opuesto al anarquismo, el Estado no ha de desaparecer,
sino que ha de acceder a todos los ámbitos de la vida, la
economía, el trabajo, la cultura y el ocio. El individuo ha de
identificarse totalmente con los símbolos del Estado y con
sus políticas, aunque esto se haga a través del miedo y la represión.
En el siglo XX surgieron dos grandes movimientos totalitarios, por un lado, el fascismo,
racista y colonialista, destacando el nazismo alemán y el fascismo italiano, y por otro el
comunismo soviético, que, a partir de los ideales de Marx, aunque traicionándolos, se impuso
en Rusia y en países vecinos.
25
El problema del totalitarismo es pretender superar los conflictos políticos suprimiendo la
confrontación política y sustituyéndola por un acuerdo unánime impuesto por la fuerza, para el
que, si es necesario, se exterminan las voces disconformes.
Keynesianismo y Estado de Bienestar: Tras la Segunda Guerra Mundial el fascismo cayó
en Europa y las sociedades democráticas se construyeron a partir de un pacto entre las fuerzas
del capital y el trabajo. El capitalismo se desarrollaba libremente, pero los trabajadores
obtendrían mayor parte del beneficio, con mejores jornadas, mejores salarios, vacaciones y un
sistema social garantizado a través del pago de impuestos que el Estado ofrecería para
compensar las desigualdades. Esta situación en la que el Estado garantiza derechos sociales y
redistribuye la riqueza es conocida como Estado de Bienestar.
John Maynard Keynes fue un economista británico que se
enfrentó a la idea de que el mercado se autoregula y se basta
a sí mismo, sin la ayuda del Estado, para alcanzar el bien
común. Keynes defendió que allí donde no llegan las fuerzas
libres del mercado debe intervenir el Estado, pero sin llegar al
extremo de impedir la acción empresarial o abolir la
propiedad. El Estado debe regular la economía y promoverla invirtiendo dinero público si esto
es necesario para garantizar el bienestar de los ciudadanos.
Como reacción a la idea de un Estado que interviene y regula la economía han surgido
escuelas de economía y política (escuela austriaca con Fiedrich Hayek y de Chicago con Milton
Friedman) a lo largo del siglo xx que han defendido los valores del liberalismo clásico y apuestan
por primar la libertad individual frente a la acción colectiva, aunque esta sea democrática. Esta
corriente de pensamiento se denomina muchas veces, sobre todo por sus detractores, como
neoliberalismo. Surge el dilema contemporáneo entre apostar por una libertad individual que
en la práctica puede conducir a mayor desigualdad y desprotección para la población más
pobre o apostar por mayor intervención del Estado para garantizar la igualdad y los derechos
sociales, aunque esto suponga mayor intervencionismo económico y mayor solidaridad por
parte de quienes más tienen hacia quienes menos tienen. Uno de los grandes debates políticos
a nivel mundial de nuestros días gira en torno a este dilema.
A su vez, surgen nuevas formas de fascismo, anarquismo y marxismo adaptadas a las
nuevas condiciones sociales y a los nuevos planteamientos teóricos y filosóficos. Todas estas
corrientes políticas disputan el papel que el Estado debe jugar en nuestras sociedades.
26
C) LA DEMOCARCIA Y SUS RETOS CONTEMPORÁNEOS
1. La democracia y las democracias
Democracia participativa y democracia representativa
En un sistema político democrático el poder está en manos del pueblo. La palabra
democracia proviene de los términos griegos demos (pueblo) y Kratos (poder. Esto se debe a
que la forma de gobierno democrática fue adoptada por primera vez en la ciudad griega de
Atenas, donde alcanzó su máximo desarrollo hacia el siglo V a. C.
La democracia es un sistema de organización social en el cual el pueblo tiene el
poder.
A diferencia de lo que ocurría en
otras ciudades donde gobernaban los
reyes o los nobles, en la antigua Atenas
las decisiones políticas más
importantes se adoptaban mediante
votación en una asamblea abierta a
todos los atenienses. El único requisito
necesario para poder participar en la
asamblea era ser ciudadanos, lo cual en
aquella época significaba ser hombre
libre, mayor de edad e hijo de padres atenienses.
Esto quería decir que había grandes grupos de personas que quedaban fuera del sistema
democrático. Ni las mujeres, ni los extranjeros residentes en la ciudad, ni los numerosos esclavos
que vivían en Atenas podían tomar parte en las discusiones democráticas. Sin embargo, y pese
a estas importantes limitaciones, el sistema político de Atenas es el más abierto e igualitario que
existió en la antigüedad, sobre todo si lo comparamos con el tipo de organización política de
otras culturas coetáneas.
El sistema político que adoptaron los atenienses era una democracia directa, porque en
ella todos los ciudadanos que lo deseaban podían intervenir y participar en la política. Esto era
posible porque Atenas no era una ciudad demasiado grande, y porque a las asambleas no
siempre acudían todos los ciudadanos.
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La época de esplendor de la democracia ateniense coincidió con momentos de auge
económico, militar y cultural para la ciudad. Sin embargo, no todos los atenienses estaban a
favor de este régimen político. Entre los muchos personajes que criticaron el sistema
democrático destaca sobre todos Platón, quien consideraba que el poder no debería estar en
manos del pueblo, ya que las decisiones adoptadas por mayoría muchas veces son equivocadas.
Platón pensaba que el poder debía estar a cargo de los más sabios, porque solamente ellos saben
lo que conviene a la mayoría.
A pesar de su brillantez, la democracia ateniense no duró mucho tiempo. En el silgo VI a.
de C. Atenas cayó bajo la influencia del reino de Macedonia y algún tiempo después fue
sometida al poder de Roma. Tras la breve experiencia democrática en Grecia, esta forma de
gobierno prácticamente desapareció y no volvió a surgir hasta siglos más tarde.
Tras una larga etapa en la que la democracia parecía haberse extinguido por completo, el
sistema de gobierno democrático reapareció de nuevo a finales del siglo XVIII. En esta época
se desarrollaron dos grandes acontecimientos históricos de gran relevancia: la independencia
de los Estados Unidos de América y la
Revolución francesa. En ambos casos se
produjo una ruptura revolucionaria con la
situación anterior para instaurar un sistema
más igualitario y democrático. Los miembros
del Estado pasaron de ser súbditos a
ciudadanos, copartícipes de las decisiones del
mismo.
Sin embargo, Tanto los Estados Unidos
como Francia son países mucho más grandes que la antigua Atenas. Los modernos Estados
nacionales se caracterizan por tener un extenso territorio y una población muy numerosa, que
no se pueden gobernar mediante una democracia directa. Esto se sumaba a que el desarrollo
de estos Estados se produjo bajo el influjo del liberalismo, que daba mayor importancia a la
libertad individual y al libre comercio que a la necesidad de la participación política, que en
determinados casos puede llegar a ser limitadora de las libertades en defensa del bien común.
Por todo ello se desarrolló un tipo de democracia que conocemos como democracia
representativa, democracia que sigue siendo vigente en los Estados democráticos
occidentales.
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En una democracia representativa, los ciudadanos también participan en las decisiones,
pero lo hacen de manera indirecta porque no resultaría práctico convocarlos a todos en una
asamblea abierta. Para garantizar la intervención del pueblo se realizan elecciones, en las que
los ciudadanos eligen a unos representantes para que actúen en su nombre. Estos
representantes son los que se reúnen para deliberar, hacer las leyes y tomar las decisiones en
el Parlamento.
Estos representantes, en un principio, sólo podían ser hombres, siendo electos también
sólo por hombres, y en el caso del sufragio censitario, sólo por propietarios de bienes inmuebles.
Esto fue cambiando progresivamente y la democracia representativa fue ampliando el número
de personas que podía participar en la elección de representantes, así como los medios para
controlar a los mismos.
Hoy en día casi todos los países del mundo se presentan como sistemas democráticos,
aunque la situación real en muchos de ellos no siempre se corresponde con esta afirmación.
Para que podamos decir que un Estado es verdaderamente democrático, es preciso que se
cumplan una serie de requisitos básicos. En primer lugar, deben respetarse el imperio de la ley
y la división de poderes. En una verdadera democracia existe la igualdad ante la ley, porque las
leyes son las mismas para todos los ciudadanos y se aplican de la misma manera
independientemente de nuestras circunstancias personales. También deben existir elecciones
libres con sufragio universal, para que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus
representantes. Por último, los derechos de los ciudadanos han de estar recogidos en la ley, de
forma que se respeten la igualdad, la libertad y la participación de todos.
•El pueblo participa activamente en la toma de decisiones.
•Se dio en la Atenas del siglo V a. C. excluyendo a esclavos, extranjeros y mujeres.
Democracia participativa
•El pueblo participa delegando su responsabilidad de decisión en un representante político elegido en las urnas.
•Se dio a partir del sXVIII con el auge del liberalismo.
Democracia representativa
29
1.2. Democracia como deliberación de todos o como pugna electoral
Jean-Jacques Rousseau es considerado uno de los filósofos ilustrados fundadores de la
teoría democrática moderna. Defendió la igual
participación de los ciudadanos en las decisiones del
Estado como vía para superar las desigualdades. Según él,
el pueblo ha de ser el soberano, el que dicta la ley y la hace
cumplir.
Para defender este tipo de democracia participativa
utilizó el concepto de voluntad general. La voluntad
general se entiende como la voluntad del pueblo unido, no como una mera suma de
voluntades particulares. No se trata de las opiniones de facciones o grupos particulares
impuestas a los demás, ya que la voluntad general atiende al interés común y al beneficio del
conjunto de ciudadanos. Rousseau está convencido de que, si los ciudadanos votan libremente,
sin influencias ni manipulaciones externas, la mayoría tomaría decisiones que atenderían al bien
de todos y no sólo al bien de cada uno o de cada grupo.
El ciudadano está obligado a obedecer las leyes que la voluntad general impone y a
asumirlas como leyes establecidas por uno mismo en tanto que perteneciente al Estado o al
conjunto social que proviene de un hipotético pacto primitivo. En la práctica esta voluntad
general consiste en la mayoría de votos particulares de cada individuo, votos que la minoría
contraria ha de asumir y respetar.
Esta concepción de la democracia confía en la capacidad de deliberación y
diálogo de los ciudadanos, que serían capaces de llegar a acuerdos y consensos en
vistas del bien común y no sólo de intereses particulares.
Por otra parte, en el siglo XX, el economista Joseph A.
Schumpeter defendió una visión más realista (o cínica) de la
democracia, que no consistía tanto en la deliberación pacífica y
desinteresada como en la pugna electoral entre facciones
enfrentadas. En sus obras, partía de una distinción clara entre lo
él llamaba la teoría clásica de la democracia y la suya propia. La
primera, dominante en el siglo XVIII, la caracterizó como un
método de generar decisiones políticas a partir del bien común y
la voluntad popular. Sin embargo, Schumpeter consideraba que
30
esta visión era engañosa por una razón: la idea de bien común es inaceptable en democracia. El
economista consideraba que las personas no solo tienen distintas preferencias, sino que
también distintos valores. Los individuos y los grupos rara vez comparten los mismos objetivos.
Dada la inexistencia de este interés general, Schumpeter define al método democrático
como aquel sistema basado en la lucha competitiva por el voto de los ciudadanos, del cual
emergen las decisiones políticas. Según Schumpeter esta nueva visión de la democracia es
mucho más realista. Esta concepción evita el problema de igualar la voluntad del pueblo con la
voluntad de una mayoría de personas.
Su aproximación concebía el comportamiento de los políticos de forma análoga a las
empresas compitiendo por clientes. Las riendas del gobierno pertenecen a los que dominan el
mercado. Los partidos son un intento de regular la competencia política, exactamente igual que
pasaría con una asociación de comerciantes. Son como empresas que ponen orden en la
provisión de bienes y servicios. De ahí que para él las técnicas de sugestión psicológica, la
propaganda, los eslóganes y las melodías características de las organizaciones no sean
complementos accesorios. Para él son la esencia misma de la política partidista. Importan más
los medios para convencer al ciudadano emocionalmente que las convicciones políticas sobre
cómo debe legislar y gobernar el Estado.
La única forma de participación política abierta a los ciudadanos en la teoría de
Schumpeter es la discusión y el voto ocasional. Los que deben encargarse de las decisiones son
los políticos profesionales, el ciudadano simplemente elige, del mismo modo que elige entre
distintos productos en un supermercado, atendiendo a sus intereses particulares y no a una
idea de bien común.
Quizás una postura de las dos que aquí vemos contrapuestas te parece más
adecuada a lo que en realidad es la democracia contemporánea, pero lo importante
es cómo ha de ser la democracia para cumplir nuestras expectativas y qué podemos
hacer nosotros para contribuir a ello.
31
2. Democracia y feminismo
Como hemos visto, en la Atenas democrática del
siglo V a.C. las mujeres, así como extranjeros y
esclavos, quedaban excluidas del proceso de
participación que se llevaba a cabo en asamblea, así
como de los cargos políticos de responsabilidad. Con la
llegada de nuevos derechos, libertades y el inicio de la
democracia representativa en las revoluciones
burguesas del siglo XVIII y XIX, la mujer quedaba excluida de muchos de esos derechos y, por
supuesto, de la participación democrática.
En todos estos casos se repetía un mismo patrón ideológico que aún sigue vigente, aunque
cada vez en menor medida, la mujer y el hombre pertenecen a ámbitos distintos. El hombre
ocupa el espacio público, y es el encargado del trabajo y la participación política. La mujer
queda supeditada al hombre, ya sea el padre o marido, y ocupa el espacio privado de la familia,
encargándose del cuidado de los hijos y de las labores del hogar. Esta distinción es considerada
machista y patriarcal.
Es una distinción machista porque presupone que el hombre es por naturaleza superior a
la mujer, y que, por tanto, puede ocuparse de tareas de mayor relevancia o interés. Es patriarcal
porque, siguiendo la teoría antropológica del patriarcado como modelo de estructura social, el
hombre mantiene una situación social privilegiada mientras que la mujer queda supeditada al
mismo.
El feminismo, como como conjunto de teorías filosóficas y políticas, defiende que el
hombre y la mujer merecen la misma consideración y un estatus de igualdad, impidiendo que
se mantengan prácticas discriminatorias hacia la mujer como las que han venido protagonizando
la historia de las distintas sociedades desde sus orígenes. Es por ello que desde las posturas
feministas se aboga por acabar con el patriarcado y luchar contra el machismo.
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La inglesa Mary Wollstonecraft, escritora del siglo XVIII, está
considerada una de las precursoras de la filosofía feminista. Su
temprana defensa de la igualdad y sus ataques al feminismo
convencional y a la degradación de la mujer fueron la antesala de la
aparición del movimiento feminista. En el contexto en el que surgen
nuevos órdenes políticos de carácter liberal y democrático defendió
la extensión de los derechos a la mujer. En Vindicación de los derechos
de la mujer (1792), argumenta que las mujeres no son por naturaleza
inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, y que tanto
hombres como mujeres deberían ser tratados como seres racionales.
A raíz de la extensión del sufragio en el siglo XIX, surgió, con especial fuerza en el Reino
Unido, un movimiento político feminista defensor de la participación de la mujer en la
democracia. Se trata del movimiento sufragista, defensor de que las mujeres pudiesen votar y
formar parte activa de las decisiones soberanas. En la 2ª República Española, fue Clara
Campoamor la diputada que defendió el sufragio femenino, enfrentándose a otra feminista,
Victoria Kent, que consideró que las mujeres españolas aún no estaban preparadas para tal
responsabilidad, y que, por la influencia eclesiástica, su voto iría en contra de medidas
progresistas y sociales en las que ambas políticas creían. Finalmente triunfó la propuesta de
Campoamor y en 1933 se hizo efectivo el voto universal por primera vez en España.
Otra gran pensadora que ha marcado el feminismo contemporáneo fue la francesa Simone
de Beauvoir, filósofa existencialista que cuestionó el relato masculino que describe a la mujer y
del que muchas mujeres son culpables por asumir de forma
heterónoma y cómoda. “La mujer no nace, se hace”, es la
expresión que resume uno de sus puntos fundamentales. La
mujer no posee una naturaleza única e inamovible que la
conduzca a una forma determinada de ser y que le impida la
participación política, sino que la idea de mujer, así como la de
hombre, es un producto cultural y social que puede cambiar y
en el que la libertad individual juega un papel esencial.
Mientras que determinados grupos feministas han
subrayado la importancia de que la feminidad o masculinidad no son esencias inmutables, sino
abstracciones que poseen una determinada historia, hay otros movimientos feministas que han
defendido una particular esencia femenina, más cercana a la naturaleza, frente a una esencia
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masculina más destructiva, que históricamente se ha impuesto. Se trata del dilema entre el
feminismo de la diferencia y el feminismo de la igualdad. El primero subraya que sí existe una
diferencia esencial entre el hombre y la mujer, defiende que los valores femeninos han de dejar
de ser reprimidos y extenderse socialmente. El segundo no considera que exista una diferencia
esencial entre mujeres y hombres, y lucha por una igualdad legal y política de los mismos
partiendo de la idea de que no existen valores o acciones propios de un sexo u otro.
El feminismo ha luchado históricamente por la igualdad efectiva de derechos
jurídicos, políticos y sociales entre hombres y mujeres.
Todavía hoy, cuando la igualdad entre hombres y mujeres es defendida por la mayoría y las
leyes garantizan que así sea, no existe una igualdad efectiva y real. La participación política
todavía siendo predominantemente masculina y el machismo violento sigue permitiendo que
mujeres sean sometidas y asesinadas por sus parejas. El feminismo sigue provocando rechazo
en parte de la población que cree que consiste en una especie de revanchismo femenino sobre
el sexo masculino. Por otro lado, el feminismo teórico continúa muy vivo, analizando desde
distintas ópticas las situaciones de desigualdad. Las diversas posturas intelectuales conducen a
posicionamientos feministas políticos de distinto cariz, liberales, marxistas, reformistas, ligados
a las ciencias de la naturaleza o críticas con la rigidez en la separación sexual que estas
establecen. Un gran cosmos de ideas que muchas veces permiten analizar la realidad social o
cuestionar los conceptos con los que interpretamos el mundo más allá de la cuestión de la
desigualdad sexual.
3. El reto de la globalización
La globalización es el proceso propio de las sociedades capitalistas contemporáneas por
el cual se crean mayores redes de comunicación e interdependencia tanto en los ámbitos
económicos y políticos como en los culturales. Esto se debe al progresivo avance de la
tecnología de la comunicación y el transporte y al propio principio desarrollista y productivista
del capitalismo que obliga abrir mercados para mantener el aumento de la producción
económica.
El término globalización hace referencia a la idea de la Tierra como un globo, señalando
como esta se empequeñece y las distancias se acortan. Se suele hacer referencia también al
concepto de aldea global para referirse a este proceso de integración internacional, destacando
la idea de que el planeta, pese a su extensión y diversidad, es como una pequeña aldea.
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La globalización en sí misma no es necesariamente negativa, antes bien, produce efectos
positivos como la mayor difusión cultural, la distribución de productos y la circulación de
personas de forma rápida por todo el globo que produce sociedades abiertas y multiculturales,
y la cooperación política. Pero también tiene consecuencias negativas, ya que la riqueza no se
distribuye de forma equitativa y unos países se imponen sobre otros, también en el ámbito
cultural, donde determinadas culturas resultan hegemónicas, conduciendo así la desaparición
de prácticas culturales minoritarias y la
predominancia de una homogeneidad
cultural en todo el planeta. La democracia y
el principio de soberanía popular, como
veremos, quedan también en peligro cuando
las fuerzas del mercado consiguen ser más
fuertes e imponer su voluntad sobre la de la
ciudadanía.
La globalización ha distribuido la riqueza de manera poco equitativa, de modo que los que
más tienen, normalmente en países occidentales, acumulan cada vez más riqueza, abriéndose
la brecha de la desigualdad. La capacidad del mundo empresarial para influir en las decisiones
políticas y para esquivar los instrumentos del Estado hacen que las políticas redistributivas y
sociales peligren. Esa liberación del mundo económico del control político supone una
amenaza para la democracia, porque pese a que el pueblo decida construyendo mayorías, las
fuerzas económicas pueden esquivar sus decisiones.
«Debido a la difusión ilimitada e irrefrenable de las normas de libre comercio y, sobre todo, al
movimiento sin trabas del capital y las finanzas, la “economía” se libera progresivamente de todo control
político; en verdad, el significado principal del término “economía” es “el área de lo no político”.
«Una de las principales consecuencias de la nueva libertad global de movimientos es que resulta
cada vez más difícil, por no decir imposible, lanzar una acción colectiva eficaz a partir de los problemas
sociales.»
Zygmunt Bauman, La globalización. Consecuencias humanas. F.C.E.
La periodista canadiense Naomi Klein ha utilizado el concepto de doctrina del shock para
describir el proceso por el cual las fuerzas económicas, en contextos de crisis económicas o
políticas, impone medidas desregulatorias y de menor intervención del Estado, que permiten
que en el contexto de globalización los trabajadores tengan menor capacidad de negociación
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frente a las grandes empresas y el gobierno menor capacidad de recaudación para compensar
las desigualdades.
Se plantea, aquí, la discusión entre tres visiones políticas respecto a la globalización. Una,
denominada neoliberal por sus detractores, inspirada por el liberalismo clásico, que defiende
que el sector económico mundial necesita de total libertad de movimientos y que se ha de evitar
toda regulación. Otra, nacionalista, ya sea izquierdista o derechista, entiende que los Estados
no deben integrarse en el proceso de globalización y deben mantener su soberanía pese a que
ello conduzca a cierto aislamiento económico. Frente a ambas posturas, una tercera considera
que, puesto que las regulaciones y las limitaciones políticas al sector económico a nivel nacional
son ya insuficientes, se deben tomar medidas reguladoras a nivel internacional para mantener
un Estado del bienestar global. Estas medidas globales necesitan de una globalización política
que sea también una globalización democrática, es decir, que se constituya a través de
instituciones políticas supranacionales de carácter democrático, en las que la participación sea
posible y los intereses de los votantes sean defendidos.
4. El reto de la democracia mediática
En las democracias contemporáneas cada vez tienen mayor peso los medios de
comunicación, puesto que son la vía por la que la ciudadanía se informa de las decisiones
políticas y de los debates del momento.
En los Estados democráticos en los que hay
separación de poderes se distingue entre el poder
ejecutivo, el legislativo y le judicial. Para subrayar
la relevancia de la prensa en las democracias
muchas veces se la ha denominado como el cuarto
poder, poniéndola así al nivel de las instituciones
políticas. Sin radio, no se entenderían los grandes
movimientos políticos de masas del siglo xx, pero sin la televisión e internet tampoco podríamos
analizar correctamente las pugnas electorales contemporáneas.
Si bien los medios de comunicación nos permiten ejercer la participación democrática con
mayor información, e incluso gracias a internet, participar cada vez más de los debates, la
democracia contemporánea también se expone a riesgos debido al poder de los medios de
comunicación:
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-Manipulación mediática:
En primer lugar, tenemos que cuidarnos de la
manipulación en la que caen numerosos medios de
comunicación. Para ello es necesario una educación
audiovisual y un espíritu crítico que nos permita distinguir
entre la objetividad y la parcialidad. Todos los medios tienen
una línea editorial, es decir, un determinado compromiso
ideológico. Esto les hace simpatizar con algunos partidos,
asociaciones o movimientos, a la vez que les hace
enfrentarse a otros. El lector del periódico, el radioyente o el
televidente, debe tomar conciencia de que la información que recibe es resultado de un proceso
de selección y elaboración que corresponde a unos criterios concretos. Esto no es un problema.
El problema surge cuando determinados medios, en su afán por defender determinadas ideas,
o a determinados colectivos, manipulan la información y son deshonestos, engañando así a los
consumidores.
-Consumo pasivo de la información:
Por otra parte, el consumidor de información tiene que tomar conciencia de los mensajes
que de manera explícita o implícita está recibiendo. Muchas veces, con la extensión de las redes
sociales, creemos que participamos activamente de los debates públicos, pero sólo estamos
reproduciendo sin reflexión mensajes ya creados y no influimos en la agenda de temas que
marcan la actualidad. Consideramos que lo que aparece en televisión o lo que se comparte en
Facebook es la realidad, sin tener en cuenta de que es un fragmento de la realidad que se ha
escogido para ser transmitido en detrimento de otros muchos hechos y acontecimientos.
En ocasiones la transmisión de la información pretende crear, por parte de grandes grupos
de comunicación cuyos propietarios tienen intereses económicos, o manipulados por los
gobiernos, mensajes concretos que acaban calando en la sociedad. El consumismo está
activamente promocionado por los medios, así como el miedo a lo alternativo y minoritario.
Algunos pensadores como Noam Chomsky consideran que la televisión y los medios en
general buscan meramente el espectáculo y el entretenimiento, impidiendo un pensamiento
autónomo y evitando, a través de la distracción, que reflexionemos sobre los males que nos
aquejan como sociedad. Recordemos que según Schumpeter la democracia es una elección
pasiva de productos (partidos) en la que importan más los mensajes y símbolos que los
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contenidos concretos de los programas. Pero, ¿hemos de ser meramente pasivos en la
democracia mediática? ¿Podemos usar los medios de comunicación también como herramienta
de participación activa en los procesos de toma de decisiones?
1-Lee el texto y contesta a las preguntas:
«El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello
habrá que distraerlo. Será cuestión de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en
casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando, se
les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como “Apoyad a vuestras
tropas”. Hay que hacer que conserven un miedo permanente porque, a menos que estén
debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirles, desde dentro
o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no
tienen la capacidad de hacerlo. Por ello es importante distraerles y marginarles.»
Noam Chomsky, citado por Aurora L. Bernal, Comunicación, periodismo y control informativa.
A) ¿A quién se refiere el autor con “el rebaño”?
B) ¿Qué métodos utilizan para mantenernos pasivos?
C) ¿Estás de acuerdo? ¿Podrías poner un ejemplo?
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TEXTOS FILOSOFÍA POLÍTICA
1.
«Pero, siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más
conveniente ir directamente a la verdad real de la cosa que a la representación imaginaria de la
misma. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha
sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería
vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer aprende antes su ruina
que su preservación: porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de
bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son. Por todo ello es necesario a
un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta
capacidad en función de la necesidad.»
Nicolás Maquiavelo, El príncipe.
A) ¿Cuál es la idea principal que defiende aquí Maquiavelo? B) ¿Qué argumentos utiliza? C) ¿Qué opinas tú?
2.
«El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defender a los hombres
contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que
por su propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a sí mismos y vivir satisfechos,
es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres (…) Hecho esto,
la multitud así unida en una persona se denomina Estado. Esta es la generación de aquel gran
Leviatán, o más bien, de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz
y nuestra defensa. (…)
Y en ello consiste la esencia del Estado, que podemos definir así: una persona de cuyos
actos se constituye en autora una gran multitud mediante pactos recíprocos de sus miembros
con el fin de que esa persona pueda emplear la fuerza y medios de todos como lo juzgue
conveniente para asegurar la paz y defensa común. El titular de esta persona se denomina
SOBERANO, y se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que le rodean es SÚBDITO
suyo.»
Thomas Hobbes, Leviatán.
A) ¿En qué consiste la esencia del Estado y qué papel juega ahí el soberano? B) ¿Por qué compara Hobbes al Estado con un dios mortal?
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3. Extracto del mito de Prometeo:
«El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que,
a causa de este parentesco divino, primeramente, reconoció a los dioses y comenzó a erigir
altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales
y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de
este modo, los hombres vivían, al principio, dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados
por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio,
adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían
el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y
salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el
arte de la política, de modo que, al dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus, temiendo
que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los
hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos
comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el
pudor entre los hombres:"¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?".
Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina,
basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales.
¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos? "Entre
todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos
pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades.»
Platón, Protágoras.
A) ¿En Qué se diferencia el arte de la política de las demás artes? B) ¿Qué modelo político se está fundamentando con este mito y a través de qué argumento?
4.
«Tenemos una constitución que nada envidia a los demás estados, y antes que meros
plagiarios somos ejemplo a imitar para los otros. La administración del estado no está en manos
de pocos, sino del pueblo, y por ello democracia es su nombre. En los asuntos privados todos
tienen ante la ley iguales garantías, y es el prestigio particular de cada uno, no su adscripción a
una clase, sino su mérito personal, lo que le permite el acceso a las magistraturas; como
tampoco la pobreza de nadie, si es capaz de prestar un servicio a la patria, ni su oscura condición
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social, son para él obstáculo. (…) Somos el único país que considera al que no participa en la vida
común, no un ocioso, sino un inútil.»
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, libro II, (Del discurso de Pericles en honor de los
caídos)
5.
«Hay, con frecuencia, bastante diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general.
Ésta no tiene en cuenta sino el interés común; la otra se refiere al interés privado, y no es sino
una suma de voluntades particulares. (…) la voz del mayor número obliga siempre a todos los
demás: es una consecuencia del contrato mismo. Pero se pregunta cómo un hombre puede ser
libre y obligado a conformarse con las voluntades que no son las suyas. ¿Cómo los que se oponen
son libres, aun sometidos a leyes las cuales no han dado su consentimiento?
Respondo a esto que la cuestión está mal puesta. El ciudadano consiente todas las leyes,
aun en aquellas que han pasado a pesar suyo y hasta aquellas que le castigan cuando se atreve
a violar alguna. La voluntad constante de todos los miembros del Estado es la voluntad general;
por ella son ciudadanos y libres. Cuando se propone una ley en una asamblea del pueblo, lo que
se le pregunta no es precisamente si aprueban la proposición o si la rechazan, sino si está
conforme o no con la voluntad general, que es la suya, cada uno, dando su sufragio, da su
opinión sobre esto, y del cálculo de votos se saca la declaración de la voluntad general. Por tanto,
cuando la opinión contraria vence a la mía, se prueba que yo me había equivocado y que lo que
yo consideraba como voluntad general no lo era.»
Jean-Jacques Rousseau, El contrato social
A) ¿Qué diferencia hay entre la voluntad de todos y la voluntad general?
B) ¿Podemos determinar el interés común sin apelar a la mayoría? ¿Cómo?