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“El cóndor, la culebra y el lagarto de Achala”, de Darío LobosIlustraciones: Diego FlorioDiseño de tapa y colección: Campaña Nacional de Lectura
Colección: “Parques Nacionales: leelos, cuidalos, disfrutalos”
Ministerio de Educación, Ciencia y TecnologíaUnidad de Programas EspecialesCampaña Nacional de LecturaPizzurno 935. (C1020ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075
[email protected] - www.me.gov.ar/lees
República Argentina, 2007
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—Es verde ytiene una manchita negra en el lomo —le aclaró Ramón.
Sin saber por dónde comenzar, Timoteo se acordó deBarbarita, la culebra listada, y en vuelo ágil y decididofue al bosquecillo de tabaquillo y maitén a encontrarse
con la vidente.La culebra lo vio llegar y escuchó atentamente el rela-
to de Timoteo, luego encendió unos helechos y romerillosy a través del intenso humo comenzó a leer:
—Es posible que alguien se lo haya llevado, o bien seperdió. Puede estar vivo o tal vez no. Seguro que rumbiópa'l sur en busca de la reserva hídrica, para buscar insec-tos, o bien se fue pa'l norte a las ensenadas... Veo muchohumo negro...
—¿Y eso es malo? —preguntó, asustado, Timoteo.—No... leña verde —contestó Barbarita y prosiguió con
sus videncias.—Está triste y extraña y llora mucho y eso es muy
bueno.
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nubes, seguro que se las llevanpa'l Orión!
Timoteo no le creía ni mediapalabra (¡si los extraterrestres noexisten!), pero por educación y cor-tesía escuchó atentamente a la men-tirosa culebra (qué me va a venir conestas pavadas, pensaba Timoteo).
Estaba Barbarita en pleno relatocuando desde los helechos y romeri-llos encendidos se alzó de pronto unagran llamarada.
—Siempre que enciendas una fogata debés ser pru-dente y hacerlo en los lugares autorizados, y antes de mar-charse hay que apagarla bien. Ahora seguí la humareda, tal
vez te lleve hasta el lagartito perdido —concluyó la culebra.Timoteo ganó altura y se dejó llevar por la humareda,
el espeso humo se lanzó por la quebrada unos cuantoskilómetros y comenzó a descender hasta posarse sobreuna carpa a orillas del río Condorito. Allí, para su sorpre-sa, una dulce niña estaba jugando con el pequeño lagar-
to de Achala.—Hola, soy Julieta y lo encontré perdido y triste a ori-llas del río Sur. Lo bauticé “el lagarto Juancho”.
—Se llama Lalo y sus padres lo están buscando —con-testó el cóndor.
Niña y lagarto se abrazaron.—Chau, lagarto Juancho, te voy a extrañar, pero estoy
feliz de que vuelvas con tus seres queridos —dijo Julieta y
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