El Hijo de Dios se hizo hombre
Se hizo hombre para salvarnos
Se hizo hombre para manifestarnos el amor de Dios
Se hizo hombre para hacernos hijos de Dios
Se hizo hombre para ser modelo de santidad
La fe en la encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis
conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en
carne, es de Dios"
(1 Jn 4, 2).
“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios...Y
el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como Unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad” (Jn 1, 1.14)
En el Credo confesamos:
"Por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la
Virgen y se hizo hombre".
Dios no nos abandonó tras la ruptura de la
amistad con él tras el pecado de nuestros
primeros padres,
sino que, compadecido de los hombres, quiso
reconciliarnos con él, enviando a su propio Hijo
al mundo.
El evangelista San Juan nos
dirá:
“Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
Dios nos ha amado con amor de
sufrimiento, la máxima expresión del amor:
• “Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2, 8).
Dios es Padre.
• Padre por naturaleza (Abbá, en expresión hebrea) de su Hijo Unigénito, Jesucristo;
• pero Padre por su infinita misericordia de todos nosotros, sus hijos de adopción.
San Ireneo de Lyon afirmará:
“Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre:
• Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios”.
• Pobre de espíritu,
• Pacífico,
• Misericordioso,
• Limpio de corazón,
• Perseguido por causa de la justicia, etc.
Las bienaventuranzas son el retrato de la conducta de Jesús:
Debemos imitar a Cristo en el amor de sufrimiento por el
prójimo necesitado.
Él no buscó su propio bien sino el de los demás.
Por eso, si queremos seguir su ejemplo, debemos pedirle que nos conceda vivir, como le pidió una gran discípulo suyo, San Francisco de Asís:
• “Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido como comprender; ser amado; como amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna”.
Concede, Señor todopoderoso, a los que vivimos inmersos en la luz de tu Palabra hecha carne, que resplandezca en nuestras obras la fe que haces brillar en nuestro espíritu. Por nuestros Señor Jesucristo. Amén.
• www.evangelizaciondigital.orgNuestra
WEB
• www.diocesispalencia.orgDiócesis Palencia:
Top Related