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minutos. Termina y cambio: ahora está de frente la que estaba de espaldas

y viceversa. Y el relato se repite exactamente.

J. de la C.: ¿Y por qué la repetición?

Buñuel: Me atrae, tiene un efecto hipnótico. Ya hay repeticiones en

mis anteriores películas, desde La Edad de Oro. En El ángel son constantes.

Después de la escena inicial, todos se hallan senta.dos a la mesa. Nobile se

levanta: "Señores, champaña. Brindo por la diva que ha cantado maravi­

llosamente esta noche. Brindemos todos por ella." Brindan, se sientan.

Nobile se levanta otra vez: "Seüores, champaüa. Brindo por ... ", etcétera.

Hay como unas veinte repeticiones en la película. Unas se notan menos

que otras. T.P.T.: Al final, la única manera de salir del encierro en el salón es re-

petir todos los gestos hechos antes de quedar encerrados. Entonces esta.ba

previsto el uso de la repetición.

Buñuel: No, no. Eso se me fue ocurriendo mientras filmaba la pelícu-

la. Nada estaba previsto. Filmé la entrada del grupo en la casa y me dije:

"¿Y si lo hago otra vez? Vaya, me gusta, vale la pena."

T.P.T.: Pero la película misma, su estructura, se basa en la repe-

tición ... Buñuel: Sí, exacto, la estructura es una situación circular, y la repeti-

ción final de los gestos en el concierto, eso estaba previsto. Pero las repeticio­

nes intermedias entre el principio y el final, ésas fueron improvisadas du­

rante el rodaje.

J. de la C.: Este motivo de lo cerrado y circular ya se anuncia en otras

películas suyas: el cuarto angustioso de Un perro andaluz, el asfixiante salón

de La Edad de Oro, el "salón en la selva" de La mort dans ce jardin. Incluso

la isla de Robinsón, el circuito nocturno de La ilusión viaja en tranvía. Tam­

bién el tema de la impotencia: los bandidos de La Edad de Oro desfallecen

en el camino, no llegan hasta la playa; los burgueses de El ángel extermina­

dor i LO pueden salir de la sala; los de Ei discreto encanto caminan por una

carretera sin llegar a ninguna parte, nunca pueden cenar. ..

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Buñuel: Bien observado, aunque los motivos varían en cada caso. El

de Robinsón es un ejemplo: no puede salir de la isla porque no tiene me­

dios suficientes para hacerlo. Lo bueno sería que a la isla llegaran barcos

todos los días y él, inexplicablemente, no consiguiera salir.

T.P.T.: El ángel exterminador ¿sería una parábola sobre la condición

humana?

Buüuel: Sobre la condición burguesa, más bien. Entre obreros no se­

ría igual, seguramente habría una solución al encierro. Por ejemplo, en un

barrio obrero un hombre bautiza a su hija, recibe a cincuenta compañeros

en una fiest.a y al final no pueden salir ... Y o creo que finalmente hallarían

la salida. ¿Por qué? Porque el obrero está más en relación con las dificulta­

des concretas de la vida.

J. de la C.: Este otro argumento está de algún modo esbozado en la

película. Los sirvientes, los trabajadores, sí logran abandonar la casa. Sólo

se queda, de ellos, el mayordomo, porque por su jerarquía como sirviente

está más cerca de los amos.

Buñuel: Un mayordomo es burgués de corazón.

T.P.T.: Si el problema se diera en la casa de un obrero, sería menos

verosímil. Su enajenación es diferente.

Buñuel: Sí. Se trataría de un problema igualmente grave, tal vez, pero

acaso no relacionado con el encierro.

T.P.T.: En cuanto los invitados de Nobile empiezan a estar sucios, en

cuanto se les cae la máscara, olvidan las formas de cortesía, la elegancia, y

se convierten en unas bestias. Esto no ocurriría entre obreros ...

J. de la C.: ¡No, por favor! Esto es idealizar al obrero.

Buñuel: Creo que lo que les ocurre a los invitados de Nobile es tot.al­

mente independiente de la clase social a que pertenecen. Con obreros o

campesinos sucedería algo muy semejante, con ligeras variaciones en la

forma. La agresividad no es exclusivamente burguesa o exclusivamente

proleta.ria. Es innata a la condición humana, aunque algunos, solamente al­

gunos psicólogos o antropólogos, lo nieguen. Un obrero puede dar una

paliza a su mujer; un burgués puede preferir "torturarla psíquicamente".

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