William James El Filosofo Moral y La Vida Moral 1897

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    EL FILOSOFO MORAL Y LA VIDA MORAL1

    William James (1897)

    Traduccin castellana de Oihana Robador (2004)

    Este ensayo, "El filsofo moral y la vida moral" forma parte de la obra de

    William JamesLa voluntad de creer que fue publicada por William James en

    1897 con el ttulo original deThe Will to Believe and other Essays in PopularPhilosophy (Nueva York, Longmans, Green, 1897). Esta obra est constituida

    por artculos y conferencias que fueron escritos a intervalos desde 1879 hasta1896.La voluntad de creersurge de la propia necesidad de James de justificar

    la creencia -el derecho a creer, la libertad de creer-, idea que haba aprendido

    de Charles Renouvier, en oposicin al escepticismo y la duda. El mismo Jamesal comienzo del libro lo califica diciendo que es "un sermn sobre la

    justificacin por la fe: la defensa de nuestro derecho a adoptar una actitudcreyente en materias religiosas, sin que por ello salga condenada a coaccin

    alguna la lgica de nuestro intelecto"

    Este captulo deLa voluntad de creer fue traducido en 1922 por SantosRubiano quien le dio el ttulo de "Los moralistas y la vida moral" (La voluntad

    de creer y otros ensayos de filosofa popular. Traduccin de Santos Rubiano.Madrid, Daniel Jorro, 1922). Este ensayo tambin est recogido en sus obras

    completas: William James. "The Moral Philosopher and The Moral Life"

    (1897),The Will to Believe en F. Burkhardt, F. Bowers e I. Skrupskelis(eds.),The Works of William James, Cambridge, MA, Harvard University

    Press, 1979, VI, pp. 141-162.

    El propsito principal de este artculo es mostrar la imposibilidad de algo

    as como una filosofa tica construida a priori de manera dogmtica. Todoscolaboramos en la determinacin del contenido de la filosofa tica en la medida

    en que todos contribuimos a la vida moral de la raza. En otras palabras, no puede

    haber una verdad definitiva en tica, o al menos no ms que en fsica, hasta que

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    el ltimo hombre no haya tenido su experiencia y manifestado su opinin. Sin

    embargo, en un caso como en el otro, las hiptesis que formulamos mientrasesperamos y los actos a los que nos instan, se encuentran entre las condiciones

    indispensables que determinan lo que esa "opinin" ser.

    En primer lugar, cul es la postura de quien busca una filosofa tica? Paraempezar debe distinguirse de todos aquellos que se conforman con ser

    escpticos ticos. No ser un escptico; por lo tanto, lejos de ser el escepticismo

    tico un posible fruto del filosofar tico, solo puede ser considerado como esaalternativa residual a toda filosofa, una alternativa que desde el punto de partida

    amenaza a cada pretendido filsofo, que puede abandonar la bsquedadescorazonado, y renunciar a su aspiracion original. Esa aspiracin es encontrar

    una explicacin para las relaciones morales que surgen entre las cosas, aquello

    que las ligue en la unidad de un sistema estable y haga del mundo lo que podra

    llamarse un universo genuino desde el punto de vista tico. En cuanto que elmundo se resiste a la reduccin a la unidad, en tanto que las proposiciones ticas

    parecen inestables, el filsofo fracasa en su ideal. El objeto de su estudio sonlos ideales que encuentra existentes en el mundo; el propsito que le gua es su

    propio ideal de darles una determinada forma. As, ese ideal es un factor en lafilosofa tica cuya legtima presencia nunca debe pasarse por alto; es una

    contribucin positiva que el propio filsofo hace necesariamente al problema.

    Sin embargo sta es su nica contribucin positiva. Desde el comienzo de suindagacin no debe haber otros ideales. Si estuviera interesado particularmente

    en el triunfo de cualquier tipo de bien, debera dejar de ser un investigador

    judicial y convertirse en defensor de algn elemento determinado del caso.

    Existen tres cuestiones en tica que deben considerarse separadamente.

    Llammoslas respectivamente la cuestin psicolgica, la cuestin metafsica yla cuestin casustica. La cuestin psicolgica se pregunta por el origen

    histrico de nuestros juicios e ideas morales; la cuestin metafsica se pregunta

    cul es el verdadero significado de las palabras bien, mal y obligacin;la cuestin casustica por cul es la medida de los diversos bienes y males que

    el hombre reconoce, de manera que el filsofo pueda establecer el verdadero

    orden de las obligaciones humanas.

    I

    La cuestin psicolgica es para la mayora de los contendientes la nicacuestin. Cuando el doctor en teologa ha comprobado para su propia

    satisfaccin que debe postularse una facultad del todo nica llamada

    conciencia para decirnos lo que est bien y lo que est mal; o cuando elentusiasta de la ciencia popular ha proclamado que el apriorismo es una

    supersticin refutada y que nuestros juicios morales han surgido gradualmente

    de nuestro aprendizaje del entorno, cada una de esas personas piensa que latica ya est establecida y que no pueda decirse nada ms. Los conocidos pares

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    de nombres, Intuicionistas y Evolucionistas, tan usados comnmente hoy en da

    para subrayar todas las diferencias posibles en la opinin tica, solo se refierenen realidad a la cuestin psicolgica. La discusin de esta cuestin gira tanto en

    torno a detalles particulares, que es imposible adentrarse en ella dentro de los

    lmites de este artculo. Por lo tanto, nicamente expresar dogmticamente mipropia creencia que es la siguienteque los Benthams, los Mills y los Bains han

    hecho un mal servicio tomando tantos de nuestros ideales humanos y mostrando

    cmo deben haber surgido de la asociacin con actos de simple satisfaccioncorporal y alivio del dolor. La asociacin con muchas satisfacciones remotas

    sera incuestionablemente una prueba de bondad en nuestras mentes; y cuantoms vagamente est concebida la bondad, ms misteriosa parecer ser su fuente.

    Pero es seguramente imposible explicar todos nuestros sentimientos e

    inclinaciones de esta manera simple. Cuanto ms minuciosamente estudia lapsicologa la naturaleza humana, ms claramente encuentra trazos de afectos

    secundarios, relacionando las impresiones del entorno unas con otras, y connuestros impulsos, en maneras muy diferentes a las meras asociaciones decoexistencia y sucesin, que son prcticamente todo lo que el empirismo puro

    puede admitir. Consideremos la pasin por la bebida; la timidez, el pnico a lasalturas, la tendencia al mareo, el desmayarse ante la presencia de sangre, la

    susceptibilidad a los sonidos musicales; tomemos la emocion ante lo cmico, la

    pasion por la poesa, por las matemticas o por la metafsicaninguna de estascosas puede ser explicada en su totalidad mediante asociacin o utilidad. Se

    acompaan de otras cosas que sin duda pueden ser explicadas as; y algunas deellas son profticas de futuras utilidades, ya que no existe nada en nosotros para

    lo que no pueda encontrarse uso. Pero su origen est en complicaciones que

    inciden en nuestra estructura cerebral, una estructura cuyas caractersticasoriginales surgen sin referencia a la percepcin de discordancias y armonas

    tales como stas.

    Ahora bien, un vasto nmero de nuestras percepciones morales tambinson ciertamente de ese segundo tipo que tiene su origen en el cerebro. Se ocupan

    de los estados directamente experimentados ante las cosas y a menudo, se dande bruces con todas las prevenciones del hbito y las presunciones de utilidad.

    En el momento en el que remontas las mximas morales ms burdas y ms desentido comn, los Declogos y El Almanaque del Pobre Richard, caes enesquemas y posiciones que desde el punto de vista del sentido comn son

    fantasiosas y demasiado forzadas. El sentido de la justicia abstracta que algunas

    personas poseen es una variacin tan excntrica desde el punto de vista de lahistoria natural, como lo es la pasin por la msica o por las elevadas

    consistencias filosficas que consumen el alma de otros. El sentimiento dedignidad interior de ciertas actitudes espirituales como la paz, la serenidad, la

    simplicidad, la veracidad; y de la esencial vulgaridad de otras como la

    lamentacin, la ansiedad, la existencia egosta, etc.son del todo inexplicables

    salvo por una preferencia innata de la actitud ms ideal por su propio beneficio.Las cosas ms nobles saben mejor, y esto es todo lo que podemos decir. La

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    Experiencia de las consecuencias puede ensearnos verdaderamente qu

    cosas son perversas pero qu tienen que ver las consecuencias con lo mezquinoy vulgar? Si un hombre ha disparado al amante de su mujer en razn de

    qusutil repugnancia nos sentimos tan disgustados cuando escuchamos que la

    mujer y el marido han hecho las paces y viven de nuevo cmodamente juntos?o si se nos ofreciese la hiptesis de un mundo en el que las utopas de los Srs.

    Fourier, Bellamy y Morris estuvieran superadas y millones de personas fueran

    permanentemente felices con la simple condicin de que cierta alma perdidams all del lmite de las cosas llevase una vida de solitaria tortura, qu puede

    ser, excepto una especfica e independiente emocin, lo que nos haga sentirinmediatamente, incluso aunque surja un impulso en nuestro interior que nos

    lleve a aferrarnos a la felicidad as ofrecida, lo espantoso que puede ser su

    disfrute cuando se acepta deliberadamente como el fruto de tal ocasin? A qu,una vez ms, sino a sutiles sentimientos de discordia nacidos en el cerebro

    pueden deberse todas esas recientes protestas en contra de la entera tradicin dela justicia retributiva? Me refiero a Tolstoi con sus ideas sobre la noresistencia, al Sr. Bellamy con su sustitucin del olvido por arrepentimiento (en

    su novelaEl proceso del Dr. Heidenhaim), a M. Guyau con su radical condenadel ideal punitivo. Todas estas sutilezas de la sensibilidad moral van mucho ms

    all de lo que puede ser cifrado a partir de las leyes de asociacin, as como

    las delicadezas del sentimiento posibles entre una pareja de jovenes amantes,van ms all de preceptos como los de la etiqueta que debe ser observada

    durante el noviazgo tal y como se encuentran en los manuales de buenasmaneras.

    No! Ciertamente aqu estn actuando fuerzas puramente interiores. Todo,

    los ideales ms elevados y trascendentes son revolucionarios. Lejos depresentarse con la apariencia de efectos de la experiencia pasada lo hacen como

    probables causas de la experiencia futura, factores ante los que el entorno y las

    lecciones que nos ha enseado hasta ahora deben ensearnos a inclinarnos.

    Esto es todo lo que puedo decir sobre la cuestion psicolgica por el

    momento. En el ltimo captulo de un trabajo reciente2he tratado de probar de

    forma general la existencia, en nuestro pensamiento, de relaciones que norepitan meramente las asociaciones de la experiencia. Nuestras ideas tienen

    ciertamente, muchas fuentes. No son totalmente explicables como placerescorporales significantes que ganar y dolores de los que escapar. Y por haber

    percibido as constantemente este hecho psicolgico, debemos aplaudir a la

    escuela intuicionista. Si este aplauso debe o no extenderse al resto decaractersticas de esta escuela es algo que se ver a medida que continuemos

    con las siguientes cuestiones.

    La siguiente en orden es la cuestin metafsica, de lo que entendemos con

    las palabras obligacin, bien y mal.

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    II

    En primer lugar, parece que palabras como stas no pueden tener aplicacino relevancia en un mundo en el que no existe vida consciente. Imaginemos un

    mundo absolutamente material, que contuviese solo hechos fsicos y qumicos

    y que existiese desde la eternidad sin un Dios, sin ni siquiera un espectadorinteresado: tendra algn sentido decir de ese mundo que uno de sus estados

    es mejor que otro? O si fuera posible la existencia de dos mundos tales tendra

    algn sentido decir que uno es bueno y el otro malo bueno y malopositivamente, quiero decir, a parte del hecho de que uno podra relacionarse

    mejor que el otro con los intereses particulares del filsofo? Pero debemos dejara un lado esos intereses particulares, pues el filsofo es un hecho mental, y

    estamos preguntando por los bienes, males y obligaciones existen en los hechos

    fsicos per se. Seguramente no hay status en el que bien y mal existan, en un

    mundo puramente inconsciente. Cmo puede un hecho fsico, consideradosimplemente como tal, ser mejor que otro? Ser mejor no es una relacion fsica.

    En su mera capacidad material, una cosa no puede ser ms buena o mala de loque puede ser agradable o dolorosa. Buena para qu? Quiere decir buena para

    la produccion de otro hecho fsico? Pero qu es lo que en un universopuramente fsico exige la produccin de ese otro hecho? Los hechos fsicos

    simplemente son o no son; y se supone que ni presentes ni ausentes, pueden

    hacer exigencias. Si lo hacen, solo pueden hacerlo teniendo deseos; y entonceshan dejado de ser hechos puramente fsicos y se han convertido en hechos de la

    sensibilidad consciente. Bondad, maldad y obligacin deben realizarse en algn

    lugar realmente, en orden a existir; y el primer paso en filosofa tica es ver queninguna naturaleza de las cosas meramente inorgnica puede realizarlos. Ni

    relaciones morales ni la ley moral puede moverse in vacuo. Su nico hbitatpuede ser una mente que los sienta; y ningn mundo compuesto meramente de

    hechos fsicos puede posiblemente ser un mundo al que se apliquen las

    proposiciones ticas.

    Sin embargo, en el momento en el que un ser consciente, es hecho parte del

    universo, hay una oportunidad de existir realmente para bienes y males. Las

    relaciones morales tienen entonces su status, en la conciencia de ese ser. En lamedida en que siente que algo es bueno, o lo hace bueno. Es bueno, para l; y

    siendo bueno para l, es absolutamente bueno, pues l es el nico creador devalores en ese universo, y al margen de su opinin las cosas no tienen ningn

    carcter moral.

    En un universo como ese, sera absurdo evidentemente elevar la cuestinde si los juicios sobre el bien y el mal del pensador solitario son verdaderos o

    no. La verdad supone un modelo fuera del pensador al que ste se debe plegar;pero aqu el pensador es una especie de divinidad, que no est sujeta a ningn

    juicio ms elevado. Llamemos a este supuesto universo en el que habita unasoledad moral. En esta soledad moral est claro que no puede haber ninguna

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    obligacin externa, y el nico problema que el pensador pseudo-dios podra

    tener girara en torno a la consistencia de sus diversos ideales unos con otros.Algunos de stos sern sin duda ms agudos y conmovedores que el resto, su

    bondad tendr un profundo y ms penetrante sabor; si son infringidos, volvern

    a obsesionarle con mayor nmero de obstinados remordimientos. Por lo tantoel pensador tendr que ordenar su vida con dichos ideales como sus principales

    determinantes, o de otro modo permanecer discordante e infeliz. En cualquier

    equilibrio que establezca sin embargo, y de cualquier modo que puedaenderezar su sistema ser un sistema correcto; no hay nada moral en el mundo

    pues, ms all de los hechos de su propia subjetividad.

    Si ahora introducimos un segundo pensador en el universo con sus

    preferencias y aversiones, la situacion tica se vuelve mucho ms compleja, e

    inmediatamente se contemplan diversas posibilidades.

    Una de ellas es que los pensadores pueden ignorar completamente la actitud

    del otro sobre el bien y el mal, y continuar entregndose cada uno a sus propias

    preferencias, indiferentes ante lo que el otro pueda sentir o hacer. En tal caso,tenemos un mundo con el doble de calidad tica que en la soledad moral, pero

    sin unidad tica. El mismo objeto es aqu bueno o malo, en relacin a si lo midesdesde el punto de vista que ste o aquel pensador adopta. Tampoco podrs

    encontrar ningn fundamento posible en tal mundo para decir que la opinin de

    un pensador sea ms correcta que la del otro, o que alguno tenga el verdaderosentido moral. Este mundo en resumen, no es un universo moral sino un

    dualismo moral. No slo no existe en l ningn punto de vista en su interiordesde el que los valores de las cosas puedan juzgarse inequvocamente, sino

    que ni siquiera existe la exigencia de tal punto de vista, ya que se impone que

    los dos pensadores son indiferentes respecto a los pensamientos y actos del otro.Multipliquemos los pensadores en un pluralismo, y encontraremos realizado en

    la esfera tica algo as como el mundo que los antiguos escpticos concibieron

    en el que mentes individuales son la medida de todas las cosas, y en el que nopuede encontrarse ninguna verdad objetiva sino solamente una multitud de

    opiniones subjetivas.

    Este es el tipo de mundo al que el filsofo, desde el momento en que

    sostiene la esperanza de una filosofa, no se opondr. Entre los diferentes

    ideales representados debe haber, piensa, algunos que tengan mayor verdad oautoridad; y a stos deberan rendirse los otros, de manera que el sistema y la

    subordinacin puedan reinar. Aqu en la palabra debera, surge de manera

    emptica la nocin de obligacin, y el siguiente paso debe ser poner en claro susignificado.

    Puesto que el resultado de la discusin hasta ahora ha sido mostrarnos que

    nada puede ser bueno o correcto salvo en la medida en que alguna consciencialo sienta como bueno o piense que es correcto, percibimos en el principio que

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    la verdadera superioridad y autoridad que el filsofo postula reside en algunas

    opiniones, y el carcter verdaderamente inferior que supone que debepertenecer a otras, no puede explicarse por ninguna naturaleza de las cosas

    moral abstracta que exista con anterioridad a esos pensadores mismos y sus

    ideales. Al igual que los atributos bien y mal, sus comparativos mejor y peordeben realizarse para ser reales. Si un juicio ideal es objetivamente mejor que

    otro, esa cualidad de ser mejor debe encarnarse alojndose de forma concreta

    en la percepcin actual de alguien. No puede flotar en la atmosfera, ya que noes una especie de fenmeno metereolgico como la aurora boreal o la luz

    zodiacal. Su esse es percipi, como el essede los ideales mismos de entre losque se obtiene. Por lo tanto, el filsofo que busca saber qu ideal debera tener

    un peso supremo y cul debera ser subordinado, tiene que remontar el mismo

    debera hasta la constitucin de facto de una conciencia existente, ms all dela que, como uno de los datos del universo, l como filsofo puramente tico

    sea incapaz de ir. Esta consciencia debe hacer a un ideal correcto sintindolocorrecto, y al otro equivocado sintiendo que est equivocado. Pero ahora bien,qu consciencia particular en el universo puede disfrutar de la prerrogativa de

    obligar a las otras a someterse a una regla que ella establece?

    Si uno de los pensadores fuera obviamente divino, mientras que el resto

    fueran humanos, probablemente no habra ninguna discusion prctica sobre el

    asunto. El pensamiento divino sera el modelo al que los otros se conformaran.Sin embargo todava quedara la cuestin terica cul es el fundamento de la

    obligacion, incluso aqu?

    En nuestros primeros intentos por responder a esta cuestion, existe una

    inevitable tendencia a deslizarse en una asuncin que los hombres siguen

    habitualmente cuando discuten sobre cuestiones en relacin con el bien y elmal. Imaginan un orden moral abstracto en el que reside la verdad objetiva, y

    cada uno trata de probar que ese orden preexistente est reflejado ms

    exactamente en sus propias ideas que en las de su adversario. Debido a que unode los contendientes se encuentra respaldado por la proteccin de ese orden

    abstracto pensamos que el otro tendra que someterse a l. Sin embargo, cuando

    no se trata tan solo de dos pensadores finitos, sino de Dios y nosotros, seguimosnuestra costumbre habitual, e imaginamos una especie de relacin de jure, que

    precede y sobrepasa los simples hechos, y haramos bien si conformsemosnuestros pensamientos a los de Dios, aunque l no exigiera nada al respecto, y

    aunque nosotros prefirisemos de facto continuar pensando por nuestra cuenta.

    Pero en el momento en el que observamos atentamente la cuestin, no slovemos que sin una exigencia por parte de una persona concreta no puede haber

    obligacin, sino que existe alguna obligacin all donde hay una exigencia.Exigencia y obligacin son, de hecho, trminos coextensivos; se abarcan uno a

    otro exactamente. Nuestra actitud habitual de considerarnos a nosotros mismoscomo sujetos a un sistema de relaciones morales, verdaderas en s mismas,

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    por lo tanto, o es una redomada supersticin, o de otra forma debe ser tratada

    simplemente como una abstraccin provisional de ese verdadero Pensador encuya exigencia actual de que pensemos como l lo hace tiene que basarse en

    ltima instancia nuestra obligacin. En una filosofa tico-testica ese pensador

    en cuestin es, evidentemente, la Divinidad a la que es debida la existencia deluniverso.

    S muy bien lo duro que es para aquellos acostumbrados a lo que he

    denominado la opinin supersticiosa darse cuenta de que cada exigencia defacto crea de ahora en adelante una obligacin. Pensamos interesadamente que

    aquello que llamamos validez de la exigencia es lo que le da su carcterobligatorio y que esa validez es algo al margen de la mera existencia de la

    exigencia como algo que de hecho, cae sobre la exigencia, pensamos, desde

    alguna sublime dimensin del ser que la ley moral habita, al igual que la

    influencia del Polo sobre el acero de la aguja de la brjula cae de los cielosestrellados. Pero una vez ms cmo puede un carcter imperativo inorgnico

    y abstracto, adicional al imperativo que est en la misma exigencia concreta,existir? Tomemos cualquier peticion, por insignificante que sea, que cualquier

    criatura por dbil que sea, pueda hacer. Debera o no satisfacerse en su nicobeneficio? Si es que no, pruebe por qu no. La nica clase de prueba posible

    que se puede aducir sera la exhibicin de otra criatura que hiciera otra peticin

    en sentido contrario. La nica razn posible por la que un fenmeno deberaexistir es que tal fenmeno sea realmente deseado. Cualquier deseo es

    imperativo hasta donde alcanza; se hace a s mismo vlido simplemente por el

    hecho de existir. Algunos deseos, suficientemente verdaderos, son deseospequeos; son expuestos por personas insignificantes, y acostumbramos a

    quitar importancia a las obligaciones que conllevan. Pero el hecho de que talesdemandas personales impongan pequeas obligaciones, no impiden que las

    obligaciones mayores sean tambin demandas personales.

    Si tenemos que hablar de forma impersonal, con seguridad podemos decirque el universo requiere, precisa o hace obligatoria tal o cual accin, all

    donde se exprese a s mismo a travs de los deseos de tal o cual criatura. Pero

    es mejor no hablar del universo de esta manera personificada, a menos quecreamos en una consciencia universal o divina que exista realmente. Si hubiera

    tal conciencia, entonces sus peticiones acarrearan la mayor obligacinsimplemente porque stas son las mayores en cantidad. Pero incluso aunque no

    fueran abstractamente correctas habra que respetarlas. En realidad, solo son

    hechas concretamente correctas, o correctas segn el hecho y por virtud delhecho. Supongamos que no las respetamos, como parece suceder con frecuencia

    en este extrao mundo. Esto no debera ser as, decimos, esto est mal. Peroen qu medida se hace ms aceptable o inteligible este hecho de incorreccin

    cuando imaginamos que consiste ms en la laceracin de un orden ideal a priori

    que en la decepcin de un Dios personal vivo? Pensamos quiz que cubrimosy protegemos a Dios y que hacemos su impotencia sobre nosotros menos

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    fundamental, cuando lo tapamos con esa manta de apriorismo de la que puede

    extraer el calor de alguna nueva solicitud? Sin embargo la nica fuerza desolicitud para nosotros, que tanto un Dios vivo como un orden ideal abstracto

    pueden manejar, se encuentra en las eternas bovedas de rub de nuestros

    propios corazones humanos, en la medida en que stos palpitan sensible oinsensiblemente ante la exigencia. En la medida en que la sienten cuando sta

    proviene de una conciencia viva, se trata de vida respondiendo a vida. Una

    exigencia reconocida as vivamente es reconocida con una solidez y plenitudque ningn pensamiento de un ideal de soporte puede hacer ms completa,

    mientras que por otra parte, si la respuesta del corazn se oculta, el difcilfenmeno es aqu de tal impotencia sobre la exigencia que el universo acarrea

    que ninguna disertacin sobre una naturaleza eterna de las cosas podra borrar

    o disipar. Un orden a priori inefectivo es algo tan impotente como un Diosinefectivo; y bajo la perspectiva de la filosofa, es igualmente complejo de

    explicar.

    Podemos considerar ahora que lo que hemos distinguido como la cuestinmetafsica en la filosofa tica est suficientemente contestado, y que hemos

    aprendido lo que significan las palabras bueno, malo y obligacin. Nosuponen ninguna naturaleza absoluta, independiente de un respaldo personal.

    Son objetos del sentimiento y del deseo, que no tienen ningn asidero o anclaje

    en el Ser, aparte de la existencia de mentes realmente vivas.

    All donde existan tales mentes, con juicios de bueno y malo, y demandas

    sobre uno y otro, existe un mundo tico en sus caractersticas esenciales. Sitodas las dems cosas, dioses, hombres y cielos estrellados, se borran de este

    universo, y no quedase sino una sola roca con dos almas amantes sobre ella, esa

    roca tendra una constitucin moral tan completa como la de cualquier mundoposible que las eternidades e inmensidades pudieran albergar. Sera una

    constitucin trgica, porque los habitantes de la roca moriran. Pero mientras

    vivieran, habra cosas reales buenas y malas en el universo; habra obligacin,exigencias y esperanzas; obediencias, rechazos y decepciones; escrpulos y

    ansias de recuperar la armona, y paz interior de conciencia cuando fuera

    restaurada; habra en definitiva, una vida moral, cuya energa activa no tendralmite salvo la intensidad del inters por el otro con el que el hroe y la herona

    estaran dotados.

    Nosotros, en este globo terrestre somos, hasta donde llegan los hechos

    visibles, como los habitantes de esa roca. Tanto si existe o no un Dios, ms all

    del cielo azul que se extiende sobre nosotros, constituimos de todas formas unarepblica tica aqu abajo y la primera reflexin a la que esto nos conduce es

    que la tica tiene una base genuina y real en un universo en el que la conscienciams elevada es la humana, igual que tambin en un universo donde existe un

    Dios. La religin de la humanidad proporciona una base para la tica igualque lo hace el tesmo. Si el sistema puramente humano puede satisfacer la

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    demanda del filsofo tanto como el otro es una cuestin distinta, que nosotros

    mismos debemos responder, antes de terminar.

    III

    La ltima cuestin fundamental en tica era, como se recordar, la cuestioncasustica. Aqu estamos, en un mundo en el que la existencia de un pensadordivino ha sido y quiz siempre ser puesta en duda por algunos de los

    espectadores, y en el que, en lugar de la presencia de un gran nmero de ideales

    con los que los seres humanos estn de acuerdo, lo que hay son muchos otrossobre los que no se obtiene un consenso general. Apenas es necesario presentar

    un retrato literario sobre ellos, ya que los hechos son de sobra conocidos. Lasluchas entre la carne y el espritu en cada hombre, las concupiscencias de los

    diferentes individuos que persiguen las mismas recompensas materiales o

    sociales incompartibles, los ideales que tanto as en relacin con las razas, lascircunstancias, los temperamentos, las creencias filosficas, etc., todo ello

    forma un laberinto de confusin aparentemente inextricable, sin ningn hilo de

    Ariadna claro que nos ayude a salir. Sin embargo, el filsofo, precisamenteporque es un filsofo, aade su propio ideal peculiar a la confusin (con la que

    si fuera un escptico estara aceptablemente satisfecho), e insiste en que sobretodas estas opciones individuales existe un sistema de verdad que l puede

    descubrir con tan solo esforzarse lo suficiente.

    Nos situamos ahora en el lugar de ese filsofo y no debemos dejar de

    darnos cuenta de todos los elementos que esta situacin comporta. En primerlugar no seremos escpticos; sostenemos que existe una verdad que averiguar.Pero en segundo lugar hemos obtenido la intuicin de que esa verdad no puede

    ser una serie de leyes autoproclamadas, o una razn moral abstracta, sino que

    solo puede existir en acto o en la forma de una opinin sostenida por algnpensador como autnticamente fundada. Sin embargo no existe ningn

    pensador visible investido de tal autoridad. Debemos entonces simplemente

    proclamar nuestros propios ideales como los que proclaman las leyes? No; puessi somos verdaderos filsofos debemos, de forma imparcial, arrojar nuestros

    propios ideales espontneos, incluso los ms queridos, junto con esa masa totalde ideales que han de ser juzgados justamente. Pero entonces cmo podemos

    como filsofos encontrar una prueba alguna vez? cmo evitar el completo

    escepticismo moral por un lado, y por el otro llevar con nosotros un caprichosomodelo personal propio, en el que simplemente clavamos nuestra fe?

    El dilema es complejo, y tampoco se hace un poco ms fcil a medida que

    le damos vueltas en nuestra mente. Toda la tarea del filsofo lo obliga a buscaruna prueba imparcial. Esa prueba sin embargo, debe ser encarnada en la

    pregunta de una persona realmente existente; y cmo puede elegir a una

    persona excepto por un acto en el que estn implicados sus propias simpatas yprejuicios?

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    Un mtodo se presenta en efecto a s mismo y ha sido considerado como

    algo historico por las ms serias escuelas ticas. Si la serie de cuestionesexigidas se probasen al analizarlas menos caticas de lo que lo parecan en un

    principio, si constituyeran su propia prueba relativa y su medida, entonces el

    problema casustico estara resuelto. Si se encontrase que todos lo bienes quabienes contuvieran una esencia comn, entonces la cantidad de esa esencia

    involucrada en cualquier bien mostrara su rango en la escala de bondad, podra

    establecerse rpidamente en un orden pues esa esencia sera el bien sobre el quetodos los pensadores estaran de acuerdo, el bien relativamente objetivo y

    universal que el filsofo busca. Incluso sus propios ideales privados seranmedidos por su participacion de ste, y se encontrara su lugar correcto entre el

    resto.

    De esta manera, se han encontrado y propuesto varias esencias de bien

    como base de un sistema tico. As, ser el punto medio entre dos extremos, serreconocido por una facultad intuitiva especial, hacer al agente feliz por el

    momento, hacer tanto a l como a otros felices a largo plazo, aumentar superfeccion o dignidad, no daar a nadie, seguirse de la razon o fluir de la ley

    universal, estar de acuerdo con la voluntad de Dios, promover la supervivenciade la especie humana en este planeta, son muchas pruebas cada una de las cuales

    ha sido sostenida por alguien como constitutiva de la esencia de todas las cosas

    o acciones buenas en la medida en que son buenas.

    Sin embargo, ninguna de las medidas que se ha propuesto hasta ahora han

    proporcionado una satisfaccin general. Algunas no se encuentran obviamenteuniversalmente presentes en todos los casos, por ejemplo la caracterstica de no

    daar a nadie, o la de seguir la ley universal, el mejor camino es a menudo cruel,

    y muchos actos son considerados buenos con la nica condicin de que seanexcepciones, y que no sirvan como ejemplos de una ley universal. Otras

    caractersticas, como la de seguir la voluntad de Dios, son vagas e imposibles

    de averiguar. Otras, como la supervivencia, son bastante indeterminados en susconsecuencias, y nos dejan en la estacada cuando ms necesitamos su ayuda:

    un filsofo de la tribu de los Sioux por ejemplo, es seguro que emplear seguro

    el criterio de la supervivencia de manera muy distinta de la que lo haramosnosotros. Lo mejor, en definitiva, de todas estas seales y medidas de bondad

    parece ser la capacidad para proporcionar felicidad. Pero para no fracasarestrepitosamente, esta prueba debe tomarse como abarcando innumerables

    actos e impulsos que nunca aspiran a la felicidad; por lo tanto, despus de todo,

    al buscar un principio universal nos dejamos inevitablemente llevar de formaprogresiva hacia el ms universal de los principiosque la esencia del bien es

    sencillamente satisfacer una demanda. La demanda puede ser de cualquier cosabajo el sol. No existe en realidad mayor fundamento para suponer que todas

    nuestras demandas pueden ser respondidas por un tipo de motivo universal

    subyacente, que para creer que todos lo fenmenos fsicos son casos de unanica ley. Las fuerzas elementales en tica son probablemente tan plurales

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    como las de la fsica. Los diferentes ideales no tienen un carcter comn a parte

    del hecho de que son ideales. Ningn nico principio abstracto puede utilizarseas para entregar al filsofo algo parecido a una escala casustica

    cientficamente exacta y autnticamente til.

    Una mirada sobre otra de las peculiaridades del universo tico, tal y comolo encontramos, nos mostrar a continuacion las perplejidades del filsofo.

    Como problema puramente terico concretamente, la cuestin casustica

    difcilmente surgira en absoluto. Si el filsofo tico estuviera solo preguntandopor el mejor sistema de bienes imaginable tendra en realidad una fcil tarea,

    porque todas las demandas como tales son prim facie respetables, y el mejormundo simplemente imaginario sera uno en el que cada exigencia fuera

    satisfecha tan pronto como fuera formulada. Un mundo as tendra que tener,

    sin embargo, una constitucin fsica completamente diferente de aquel en que

    habitamos. Sera necesario no solo un espacio, sino un tiempo, de ndimensiones , para incluir todos los actos y experiencias incompatibles unas

    con otras aqu abajo, que iran entonces en conjuncintal como gastar nuestrodinero, pero hacernos ricos; tomar vacaciones, pero avanzar en nuestro trabajo;

    cazar y pescar, pero no hacer dao a los animales; adquirir un sinfn deexperiencia, pero mantener nuestra frescura juvenil de espritu, y otras por el

    estilo. No puede haber ninguna duda de que un sistema de cosas as, como

    quiera que se produzca, sera el sistema absolutamente ideal; y que si un filsofopudiera crear universos a priori, y proveerlos de todas las condiciones

    mecnicas, ese es el tipo de universo que debera indudablemente crear.

    Pero este mundo nuestro est hecho segn un modelo completamente

    distinto, y la cuestin casustica es aqu mucho ms trgicamente prctica. Lo

    realmente posible en este mundo es mucho ms angosto que todo lodemandado; y existe siempre una pizca entre lo ideal y lo real que solo puede

    superarse dejando parte del ideal atrs. Difcilmente existe un bien que podamos

    imaginar si no es en lucha por la posesin del mismo fragmento de espacio ytiempo con algn otro bien imaginado. Cada finalidad de un deseo que se

    presenta a s misma, aparece como excluyente de otra. Debera un hombre

    beber y fumar, o mantener sus nervios en condiciones?no puede hacer las doscosas a la vez. Debe inclinarse por Amelia o por Henrietta? su corazn no

    puede elegir a ambas. Debe mantenerse fiel a su querido y viejo PartidoRepublicano o conducirse con un espritu de sencillez en lo que respecta a los

    asuntos pblicos? no puede tener las dos cosas. As, la exigencia tica del

    filsofo sobre la escala correcta de subordinacin de los ideales es fruto de unatotal necesidad prctica. Una parte del ideal debe ser aniquilada y necesita saber

    qu parte. Se trata de una trgica situacin, y no una mera adivinanzaespeculativa, con la que se tiene que manejar.

    Ahora, nosotros somos ciegos para la verdadera dificultad de la tarea delfilsofo por el hecho de haber nacido en una sociedad cuyos ideales se

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    encuentran ya ordenados en su mayor parte. Si seguimos el ideal

    convencionalmente ms elevado, los que aniquilemos o bien morirn y novolvern a obsesionarnos, o si vuelven y nos acusan de asesinato, todo el mundo

    nos aplaudir por hacerles odos sordos. En otras palabras, nuestro entorno nos

    anima a no ser filsofos sino partidistas. El filsofo, en todo caso, en la medidaen que se aferra a su propio ideal de objetividad, no puede excluir ningn ideal

    de ser escuchado. Est seguro, y correctamente seguro, de que el simple hecho

    de seguir el consejo de sus preferencias intuitivas sera ciertamente acabar enuna mutilacin de la totalidad de la verdad. Se dice que el poeta Heine escribio

    Bunsen en lugar de Gott en su transcripcin del trabajo de este autortitulado Dios en la historia, para que dijera Bunsen in der Geschichte.

    Ahora bien, sin ser irrespetuoso con el buen y sabio Barn, no puede decirse

    con seguridad que cada filsofo, por amplias que sean sus simpatas, debe sernicamente un Bunsen en der Geschichte del mundo moral, desde el momento

    en el que trata de introducir sus propias ideas de orden dentro del rugido de lamultitud de deseos, luchando por hacerse con un poco de espacio para el idealal que se aferran? El mejor de los hombres no slo debe ser insensible, sino

    absurda y particularmente insensible, a muchos bienes. Como un militante,luchando a brazo partido para que los bienes a los que es sensible no sean

    sumergidos y apartados de la vida, el filsofo, como cualquier otro ser humano,

    se encuentra en una posicion natural. Pero pensemos en Zenn y en Epicreo,pensemos en Calvino y en Paley, pensemos en Kant y en Schopenhauer, en

    Herbert Spencer y John Henry Newman, no ya como triunfadores unilateralesde unos ideales concretos, sino como maestros de una escuela decidiendo lo que

    todos debemos pensary qu tpico ms grotesco que ste podra desear un

    escritor satrico para ejercitar su pluma? El dbil intento de la Sra. Partingtonde detener la marea del Atlntico norte con su escoba era un espectculo

    razonable en comparacin con sus esfuerzo de sustituir el contenido de sus

    sistemas barbilampios por esa exuberante masa de bienes con que la naturalezahumana trabaja, gimiendo por sacarlos a la luz del da. Piensen, adems, en

    semejantes individuos moralistas, no ya como simples maestros de una escuelasino como pontfices armados del poder temporal, y con autoridad en cada

    conflicto concreto para ordenar qu bien debe ser aniquilado y cul debe dejarse

    que sobreviva y la idea le deja a uno verdaderamente plido. Todos losinstintos revolucionarios latentes en uno se despiertan ante la idea de un solo

    moralista empuando tales poderes sobre la vida y la muerte. Mejor el caos para

    siempre que un orden basado en la norma de cualquier filsofo encubierto,aunque fuera el miembro ms iluminado de su tribu. No! Si el filsofo est

    para mantener su posicin de juez, nunca debe convertirse en parte del litigio.

    Qu podemos hacer entonces, cabra preguntarse, salvo volver a caer en

    el escepticismo y abandonar por completo la idea de ser filsofo? Sin embargo

    no hemos visto ya que un camino perfectamente definido para escapar se abre

    ante l justamente porque es filsofo, y no el triunfador de un ideal particular?Desde el momento en el que todo lo que se exige es por ese mismo hecho un

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    bien, no debe ser el principio que gue la filosofa tica (ya que todas las

    exigencias no pueden satisfacerse conjuntamente en este pobre mundo)solamente el satisfacer en todo momento tantas exigencias como podamos? Ese

    acto debe ser el mejor, por tanto, el que acta contribuye al mejor todo, en el

    sentido de despertar la menor suma de insatisfacciones. En la escala casustica,por lo tanto, deben inscribirse los ms altos aquellos ideales que prevalecen con

    el menor coste, o por cuya realizacion se destruyen el menor nmero posible de

    otros ideales. Ya que victoria y fracaso tienen que existir, la victoria que hadesearse filosficamente es aquella del bando ms inclusivola del bando que

    incluso en la hora del triunfo har hasta cierto punto justicia con los ideales enlos que reside el inters de la faccin vencida. El curso de la historia no es sino

    la narracion de las luchas de los hombres generacin tras generacin por

    encontrar un orden ms y ms inclusivo. Inventar alguna forma de llevar a cabolos propios ideales que satisfaga tambin las exigencias ajenasese y solo ese

    es el camino de la paz! Siguiendo este camino, la sociedad se ha agitado en unaespecie de relativo equilibrio tras otro mediante una serie de descubrimientossociales bastante parecidos a los de la ciencia. La poliandria, la poligamia y la

    esclavitud, la lucha y la libertad privada para matar, la tortura legal y laarbitrariedad del poder real han sucumbido lentamente ante las protestas

    surgidas en la realidad, aunque los ideales particulares son incuestionablemente

    lo peor para cada progreso, sin embargo un gran nmero de ellos encuentranms abrigo en nuestra sociedad civilizada que en las viejas costumbres. Hasta

    aqu entonces y por el momento, la escala casustica est ya elaborada muchomejor para el filsofo de lo que nunca podra hacer l mismo. Un experimento

    de la clase ms inquisitiva ha probado que las leyes y usos de la tierra son las

    que proporcionan la mayor satisfaccion al conjunto de pensadores. Lapresuncion en caso de conflicto tiene que estar siempre a favor del bien

    convencionalmente reconocido. El filsofo tiene que ser conservador e

    introducir en la construccion de su escala casustica los elementos ms acordescon las costumbres de la comunidad en alza.

    Y adems si es un verdadero filsofo tiene que ver que no hay nadadefinitivo en ningn equilibrio actualmente dado de los ideales humanos, sino

    que, al igual que nuestras leyes y costumbres presentes han combatido yconquistado otras pasadas, estos sern a su vez derrocados por algn ordenrecientemente descubierto que acallar las quejas que todava originen sin

    producir otras an ms fuertes. Las normas estn hechas para los hombres, no

    los hombres para las normas esta nica frase es suficiente para inmortalizarel Prolegomena to Ethics de Green. Y a pesar de que un hombre siempre

    arriesga mucho cuando rompe con las normas establecidas y se esfuerza enrealizar un ideal ms amplio y completo de lo que stas permiten, el filsofo

    debe admitir todava que siempre est abierta la posibilidad de que cualquiera

    haga el experimento, a condicin de que no tema jugarse la vida y la

    personalidad en el intento. El riesgo est siempre ah. Bajo cada sistema denormas morales hay innumerables personas reprimidas a las que les pesa y

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    bienes que reprime y stos siempre permanecen como ruido de fondo, listos

    para cualquier cosa que les permita liberarse. No hay ms que ver los abusosque la institucin de la propiedad privada cubre, de manera que incluso hoy en

    da est descaradamente impuesto entre nosotros que una de las primeras

    funciones del gobierno es ayudar a los ciudadanos ms hbiles a hacerse ricos.No hay ms que ver las anonimas e innumerables penas que la tirana, en

    conjunto tan beneficiosa, de la institucin del matrimonio acarrea a muchos,

    tanto a los casados como a los solteros. No hay mas que ver la prdida total deoportunidades bajo nuestro rgimen de la as llamada igualdad e industrialismo,

    con el tambor y el counter-jumper en la silla, a favor de tantas facultades ygracias que podran florecer en el mundo feudal. Veamos cmo nuestra

    benevolencia para con los humildes y los parias lucha con ese severo eliminar

    que hasta ahora ha sido la condicin de cada perfeccionamiento de la estirpe.Vase en todas partes la lucha y la opresin; siempre permaneciendo el

    problema de cmo reducirlas. Los anarquistas, nihilistas y defensores del amorlibre; los socialistas y partidarios de un nico impuesto; los librecambistas yreformadores de los servicios civiles; los prohibicionistas y anti-

    viviseccionistas; los darwinianos radicales con su idea de la supresin del dbilstos y todos los sentimientos conservadores de la sociedad alineados contra

    ellos deciden sencillamente, a travs del experimento actual, mediante qu

    forma de conducta puede ganarse y conservarse en este mundo la mayorcantidad de bien. Estos experimentos son para ser juzgados, no a priori, sino

    mediante una verdadera averiguacin, segn el hecho de su constitucin, decunta protesta o cunto apaciguamiento tiene lugar. Qu tipo de soluciones

    encubiertas pueden posiblemente anticipar el resultado de los juicios hechos

    segn tal escala? o qu valor puede tener el juicio superficial de un tericoespecial en un mundo en el que cada uno de los cientos de ideales tiene su

    triunfador ya adjudicado en forma de algn genio expresamente nacido para

    sentirlo, y para luchar hasta la muerte en su nombre? El filsofo puro tan solopuede seguir los devaneos del espectculo, confiado en que la lnea de la menor

    resistencia siempre ser la que se incline hacia el orden ms rico e inclusivo, yque un movimiento tras otro el acercamiento al reino de los cielos es incesante.

    IV

    Todo esto equivale a decir que, hasta donde la cuestion casustica alcanza,la ciencia tica es exactamente como la ciencia fsica, y en lugar de ser

    deducible todo de una sola vez de principios abstractos, tiene simplemente que

    esperar su tiempo, y estar lista para revisar sus conclusiones da a da. Lapresuncin evidentemente, en ambas ciencias, es siempre la de que las

    opiniones vulgarmente aceptadas son verdaderas, y el orden casustico correctoes aquel en el que la opinin pblica cree; y seguramente sera un disparate

    bastante grande, en muchos de nosotros, conducirse independientemente y

    pretender la originalidad en tica al igual que en fsica. De vez en cuando, sinembargo, nace alguien con el derecho de ser original, y su pensamiento o accin

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    revolucionaria puede dar sus frutos prosperos. Puede reemplazar las viejas

    leyes de la naturaleza por otras mejores; puede, rompiendo viejas normasmorales en determinados lugares, aportar un estado de cosas ms ideal del que

    se hubiera definido si se hubiera mantenido la regla.

    En conjunto entonces, tenemos que concluir que ninguna filosofa tica esposible en el antiguo sentido absoluto del trmino. En todas partes el filsofo

    de la tica debe atender a los hechos. No sabe de dnde provienen los ideales

    que crean los pensadores ni sabe cmo se desarrollan sus sensibilidades; y solopuede contestar a la cuestin sobre cul de dos ideales en conflicto producir

    en la actualidad el mejor universo, con la ayuda de la experiencia de otroshombres. Hace un momento deca, hablando sobre la primera cuestin, que

    los moralistas intuicionistas merecen crdito por mantenerse fieles a los hechos

    psicolgicos. Sin embargo, hacen mucho por arruinar completamente este

    mrito al mezclarlo con ese temperamento dogmtico que, por distincionesabsolutas e incondicionales no debera, transforma una vida creciente,

    elstica y continua en un sistema supersticioso de reliquias y huesos muertos.En realidad, no hay males absolutos y no hay bienes no-morales; y la vida tica

    ms elevada aunque solo unos pocos estn llamados a soportar sus cargasconsiste siempre en la ruptura de normas que se han hecho demasiado estrechas

    para la situacin actual. Existe un nico mandamiento incondicional, que es que

    deberamos buscar incesantemente, con miedo y temblor, elegir y actuar demodo que se produzca el mayor universo total de bien que podamos ver. Las

    normas abstractas pueden ayudar en efecto, pero ayudan menos a medida que

    nuestras intuiciones son ms penetrantes, y nuestra vocacin para la vida moralms fuerte. Pues cada dilema real es, estrictamente hablando, una situacion

    nica, y la combinacin exacta de ideales realizados e ideales defraudados quecada decisin crea es siempre un universo sin precedentes, para el que no existe

    ninguna norma previa adecuada. El filsofo, entonces, qua filsofo, no es ms

    capaz que otros hombres de determinar el mejor universo en un estado concreto.En efecto, comprende mejor que la mayora de los hombres cul es siempre la

    cuestinno una cuestin de este o aquel bien tomados simplemente, sino delos dos universos totales a los que estos bienes pertenecen respectivamente.

    Sabe que tiene que votar siempre a favor del universo ms rico, del bien queparece ms organizable, ms adecuado para encajar en combinacionescomplejas, ms apto para pertenecer a un todo ms inclusivo. Pero no puede

    conocer de manera cierta con antelacin qu universo particular es ese; solo

    sabe que si comete un error los gritos de los heridos pronto le informarn deello. En todo este asunto el filsofo es exactamente como el resto de nosotros

    no-filsofos, en la medida en que somos justos y comprensivos instintivamente,y en la medida en que estamos abiertos a la voz de la protesta. Su funcin es de

    hecho indistinguible de la mejor clase de poltico actual. Sus libros sobre tica,

    por lo tanto, en tanto que conciernen verdaderamente a la vida moral, tienen

    que aliarse cada vez ms con una literatura que es declaradamente provisoria ysugestiva, ms que dogmticame refiero a novelas y dramas de la clase ms

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    profunda, con sermones, con libros sobre poltica y filantropa, y sobre reforma

    social y econmica. Considerados de esta manera los tratados de tica puedenser voluminosos e iluminadores al mismo tiempo, pero nunca pueden ser

    conclusivos, salvo en sus aspectos ms abstractos y vagos, y tienen que

    abandonar progresivamente la forma anticuada y presuntamente cientfica.

    V

    La principal razn por la que una tica concreta no puede ser conclusiva es

    que tiene que atender a los conocimientos metafsicos y teolgicos. Hace unmomento deca que las verdaderas relaciones ticas existan en un mundo

    puramente humano. Existiran incluso en lo que llamamos una soledad moral siel pensador tuviera varios ideales que lo sostuvieran por turno. Su yo de un da

    tendra exigencias sobre su yo de otro da, y algunas de las exigencias podran

    ser urgentes y tirnicas, mientras que otras seran amables y fcilmenterechazadas. Llamamos a las exigencias tirnicas imperativas. Si las ignoramos

    no ser esto lo ltimo que escuchemos de ellas. El bien que hemos lastimado

    vuelve para atormentarnos con series interminables de consiguientes daos,aflicciones y remordimientos. La obligacin puede entonces existir en la

    conciencia de un nico pensador consciente, y la paz perfecta puedeacompaarle solo en la medida en que viva de acuerdo con una especie de escala

    casustica que mantiene sus bienes ms imperativos en lo ms alto. En la

    naturaleza de estos bienes est el ser crueles con sus rivales. Nada obtendremoscuando los midamos contra ellos en la balanza. Ellos apelan a una disposicin

    despiadada, y no nos perdonarn fcilmente si somos tan blandos de corazncomo para retroceder ante el sacrificio en su nombre.

    Prcticamente, la diferencia ms profunda en la vida moral del hombre es

    la diferencia entre el temperamento conformista y el enrgico. Mientras que enel temperamento conformista el retroceso ante el mal actual es nuestra principal

    consideracin, el temperamento impulsivo, por el contrario, nos hace

    indiferentes al mal actual, solo con que se alcance el gran ideal. La capacidadpara el temperamento impulsivo probablemente se encuentre subyacente en

    cada hombre, pero encuentra dificultad para despertarse en algunos que enotros. Son necesarias las pasiones ms violentas para despertarlo, los mayores

    miedos, amores e indignaciones; o incluso la ms profunda y penetrante

    llamada de algunas de las ms altas fidelidades, como la justicia, la verdad o lalibertad. Su visin necesita de un relieve abrupto, y no puede habitar en un

    mundo en el que todas las montaas estn derribadas y todos los valles

    exaltados. Esta es la razn por la que en un pensador solitario estetemperamento podra dormir para siempre sin despertarse. Sus diversos ideales,

    considerados por l como meras preferencias suyas, se encuentran demasiadoprximos al mismo valor denominativo: puede jugar con ellos a voluntad. Esta

    es la razn tambin por la que, en un mundo meramente humano sin Dios, elllamamiento a nuestra energa moral no llega a su poder mximo de

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    estimulacin. La vida, en realidad, es una sinfona genuinamente tica incluso

    en un mundo tal, pero es interpretada al comps de un par de pobres octavas, yla infinita escala de valores falla al abrirse. Muchos de nosotros de hecho,

    como Sir James Stephen en esos elocuentesEssays by a Barristerse mofara

    abiertamente ante la idea misma de que un temperamento enrgico se despiertaen nosotros por esas peticiones de remota posteridad que constituyen el ltimo

    llamamiento de la religin de la humanidad. No amamos a esos hombres del

    futuro con suficiente intensidad; y quiz los amamos menos cuanto ms omosacerca de su evolucionada perfeccin, de su elevado promedio de longevidad y

    educacin, de su libertad para la guerra y el crimen, de su relativa inmunidadhacia el dolor y la enfermedad cimtica y todas sus otras superioridades

    negativas. Todo esto es demasiado finito, decimos, vemos demasiado bien el

    vaco que existe ms all. Falta el matiz de infinitud y misterio y puede quetodo tenga que ver con el temperamento conformista. No existe en la actualidad,

    la necesidad de que agonicemos o de que hagamos a otros agonizar por estasbuenas criaturas.

    Sin embargo, cuando creemos que existe un Dios, y que es uno de los

    demandantes, la perspectiva infinita se abre. La escala de la sinfona se prolongade manera incalculable. Los ideales ms imperativos comienzan ahora a hablar

    con una objetividad y significado completamente nuevos, y comienzan a

    pronunciar una nota de llamada penetrante, aplastante, trgicamente desafiante.Resuenan como el grito del guila alpina de Vctor Hugo, qui parle au

    prcipice et que le gouffre entend3, y con cuyo sonido el temperamento

    impulsivo se despierta. Se levanta entre las trompetas, huele la batalla desdelejos, el estruendo de los capitanes y el gritero. Le hierve la sangre; y la

    crueldad ante las menores splicas, lejos de ser un elemento disuasorio, no hacesino sumarse a la alegra severa con la que salta para responder a lo ms grande.

    A travs de la historia, en los conflictos peridicos del puritanismo con el

    temperamento conformista, vemos el antagonismo entre los temperamentosimpulsivos y geniales, y el contraste entre la tica de la infinita y misteriosa

    obligacin que emana de lo alto, y la tica de la prudencia y la satisfaccin dela necesidad meramente finita.

    La capacidad para el temperamento enrgico se encuentra tan

    profundamente arraigada entre nuestras posibilidades humanas naturales queincluso si no existieran fundamentos metafsicos o tradicionales para creer en

    Dios, los hombres postularan uno simplemente como pretexto para una vida

    ms dura, dejando fuera del juego de la existencia sus ms intensasposibilidades de entusiasmo. Nuestra actitud hacia males concretos es

    completamente distinta en un mundo en el que creemos que no existen mas quedemandantes finitos, de lo que lo es en uno donde felizmente afrontamos la

    tragedia por causa de un demandante infinito. Cada tipo de energa y de

    resistencia, de valor y capacidad para afrontar los males de la vida, se encuentralibre en aquellos que tienen fe religiosa. Por esta razn el temperamento

    http://www.unav.es/gep/%22#nota3%22http://www.unav.es/gep/%22#nota3%22http://www.unav.es/gep/%22#nota3%22
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    enrgico siempre sobrepasar al temperamento conformista en la batalla de la

    historia humana, y la religin pondr a la irreligin contra la pared.

    Puede parecer tambin y esta es mi conclusion final que el universo

    moral estable y sistemtico que el filsofo tico busca solo es totalmente posible

    en un mundo en el que existe un pensador divino con exigencias que loenvuelven todo. Si tal pensador existiera su forma de subordinar unas

    exigencias a otras sera la escala casustica vlida definitiva; sus

    reivindicaciones seran las ms conmovedoras; su universo ideal sera el todorealizable ms inclusivo. Si existe ahora debe estar actualizado en un

    pensamiento, esa filosofa tica que buscamos como patron, al que cada unodebe a su vez aproximarse cada vez ms4. Por lo tanto, en inters de nuestro

    propio ideal de una verdad moral sistemticamente unificada, nosotros, como

    pretendidos filsofos, debemos postular la existencia de un pensador divino, y

    rogar por la victoria de la causa religiosa. Mientras tanto, lo que el pensamientodel ser infinito pueda ser exactamente se encuentra oculto para nosotros, incluso

    aunque estemos seguros de su existencia; por lo que nuestro suponerlo sirvenicamente despus de todo para desatar nuestro temperamento enrgico. Eso

    es lo que hace sin embargo en todos los hombres, incluso en aquellos que nosienten inters por la filosofa. El filsofo tico, por lo tanto, cuando se aventura

    a decir qu lnea de accin es la mejor, no se encuentra en un nivel

    esencialmente distinto del comn de los hombres. "Mira, he puesto ante ti estavida y el bien, y la muerte y el mal; por lo tanto, elige la vida para que t y tu

    descendencia podis vivir" cuando nos llega este desafo, son simplemente

    nuestro carcter y nuestro talento personal los que estn a prueba; y siinvocamos a cualquier tipo de filosofa, nuestra eleccin y uso de ella no ser

    sino una revelacin de nuestra aptitud o incapacidad personal para la vidamoral. De esta despiadada prueba prctica no puede salvarnos ni las

    conferencias de un profesor ni ninguna serie de. La palabra clave, lo mismo

    para los eruditos que para los incultos, reside en ltima instancia en la voluntadboba o en la falta de disposicin de sus temperamentos interiores, y en ningn

    otro lugar. No est en el cielo, ni tampoco bajo el mar; la palabra est muy cercade ti, en tu boca y en tu corazn, para que puedas realizarla.

    Traduccin de Oihana Robador (2004)

    Notas

    http://www.unav.es/gep/%22#nota4%22http://www.unav.es/gep/%22#nota4%22http://www.unav.es/gep/%22#nota4%22
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    1. Dirigido al Club Filosfico de Yale, publicado en el International

    Journal of Ethics, Abril de 1891.

    2.The Principles of Psychology, New York, H. Holt & Co., 1890.

    3."Que habla al precipicio y que el abismo escucha", N. del T.

    4.Todo esto ha sido expuesto con gran lucidez y fuerza en el trabajo de micolega el Profesor Josiah Royce,El aspecto religioso de la Filosofa, Boston,

    1885.

    Fin de "El filsofo moral y la vida moral" (1897). Traduccin castellana de Oihana

    Robador. Fuente textual en F. Burkhardt, F. Bowers e I. Skrupskelis (eds.), The Works of

    William James, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1979, VI, pp. 141-162.

    Una de las ventajas de los textos en formato electrnico respecto de los textos

    impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboracin

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    traducciones. En este sentido agradeceramos que se enviaran todas las sugerencias

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    Fecha del documento: 18 de octubre de 2004

    Ultima actualizacin: 18 de octubre de 2004

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