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NOTA BIOGRÁFICA

Wenceslao Fernández Flórez nace en La Coruña en 1885, en la calle Torreiro, siendo el mayor de seis hermanos. Su madre es Florentina Flórez Núñez y su padre Antonio Luis Fernández Lago. Empezó a estudiar en el colegio Dequidt, donde compartió aulas con Ángel del Castillo y Roberto Novoa Santos, entre otras figuras ilustres. Destaca pronto como contador de historias, ya que su padre poseía una buena biblioteca en casa y él se leía todo libro que llegaba a sus manos. Las historias que se inventaba las contaba a los compañeros en los recreos y eso le dio gran fama ya de joven. Algunas de sus primeras historias fueron de caballerías y en ellas firmaba con el sobrenombre de Fernanflor.

En 1900 se muere su padre y el joven estudiante se ve obligado a abandonar el colegio. De no haber sucedido esto de un modo tan inesperado probablemente él se hubiese trasladado a Santiago para estudiar medicina.

Empieza a buscarse la vida en el mundo periodístico influido por algunos de sus amigos, entre ellos Salvador Torrado y Narciso Castro que le animan para que envíe alguno de sus poemas al periódico La Mañana. Así lo hace, enviando algunos poemas de juventud y el director lo pone a prueba para ver como se desenvuelve como reportero. Cuenta la anécdota que uno de los sucesos que le mandaron cubrir fue el incendio de un edificio. El inexperto aprendiz se dedicó a consolar al propietario en vez de tomar los datos precisos para cubrir la noticia.

A partir de ese momento iniciará su colaboración con revistas literarias como Revista Gallega, dirigida por Galo Salinas; con Coruña Moderna, donde aparecerán algunos cuentos, y empezará a publicar alguno de sus primeros libros: Krum Bace y Páginas Literarias. Poco después iniciará su colaboración en otros diarios de la prensa local: Tierra Gallega será uno de los primeros. Después iniciará su aventura en Betanzos, dirigiendo La Defensa, y en Ferrol, donde dirigirá Diario Ferrolano. Todo esto sin dejar de mantener una incesante vida social en La Coruña a través de instituciones como la Liga de Amigos, la Escuela Regional de Declamación, la Asociación de la Prensa, la Universidad Popular… El 21 de febrero de 1907 nacerá su único hijo, al que no llegaría a reconocer1.

En 1911 comienza a trabajar para El Noroeste, aunque ya había publicado algunos trabajos literarios en 1910. Es éste un relevante periódico local al que llega muy posiblemente gracias a la amistad que le unía a Manuel María Puga y Parga, Picadillo. Este periódico le va a permitir tocar un gran número de temas, algunos de ellos verdaderamente polémicos como la eutanasia, el divorcio, el suicidio…

1 En Wenceslao Fernández Flórez. Su vida y su obra, de Pedro de Llano. Pág. 13.

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En 1913 comienza a veranear en Cecebre. A finales de este año se va a Madrid y allí empieza a tomar contacto con los círculos intelectuales y periodísticos de la capital: conocerá a Ricardo Baroja y a Valle-Inclán, entre otros. Participará en algunas tertulias y colaborará en distintos periódicos como La Mañana, de Madrid, y sobre todo, El Liberal, dirigido por el consagrado periodista compostelano Alfredo Vicenti. También en esta época dirigirá la revista La Ilustración Española y Americana, a la que dará un giro radical en su contenido, renovándola y modernizándola. Cubrirá en San Sebastián las noticias del verano y, ya en 1916, por sugerencia de Azorín, comenzará a colaborar con el diario ABC. Éste le ofrecerá la oportunidad de escribir las crónicas parlamentarias (“Acotaciones de un oyente”), con las que destacará en muy poco tiempo atrayendo la atención del propio rey, Don Alfonso XIII. Consagrado como periodista a temprana edad, no dejará de escribir novelas y, de este modo, en el año 1917 obtiene el Premio del Círculo de Bellas Artes por Volvoreta.

Ya no hay límites para Fernández Flórez, pues se consagra así como uno de los escritores más leídos y mejor pagados de su momento, dotado de una gran popularidad. La llegada de la Guerra Civil supone para él, como para la gran mayoría de la población, una ruptura total con la trayectoria seguida hasta entonces. Huye a través de las embajadas de Portugal y Holanda, pero ayudado por Julián Zugazagoitia, ministro de la Gobernación, escapa de la persecución por Valencia para refugiarse en Cecebre, en primer lugar. Alternará su estancia entre Cecebre y sus visitas a Portugal. Después de la guerra escribirá crónicas taurinas, crónicas futbolísticas y la que se considera su obra maestra, El bosque animado.

En estos años, y hasta su muerte, recibirá homenajes y honras. Morirá el 29 de abril de 1964 en Madrid, aunque sus restos, como los de sus padres y hermanos, (excepto Antonio Luis), reposan en el cementerio de San Amaro, en La Coruña.

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WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ NOVELISTA

Mencionamos en líneas anteriores el afán lector del joven Wenceslao, un afán que lo condujo ciertamente a desenvolverse con gran soltura como creador-contador de historias vocacional a muy corta edad. Podríamos hacer una división de sus obras según la temática tratada, distinguiendo entre novelas de corte dramático y otras más puramente humorísticas, entendiendo que, en Fernández Flórez, detrás del texto humorístico se esconde una pequeña tragedia. En relación con el primer aspecto tenemos Tragedias de la vida vulgar, donde nos muestra con total crudeza “episodios de vidas humildes”, dramas cotidianos aparentemente pequeños (porque pequeños parecen al espectador desde fuera), pero que encierran un minucioso análisis de las almas de los protagonistas. Dentro de este orden, tal vez, podríamos incluir Silencio, Huella de luz, Ha entrado un ladrón, Unos pasos de mujer, La casa de la lluvia… Por el contrario, obras puramente humorísticas con una fuerte carga crítica detrás de la sonrisa, obras que ridiculizan y critican aspectos de la sociedad, de la realeza, del ejército… son Las siete columnas, El secreto de Barba Azul o Relato Inmoral. También El malvado Carabel. Dejamos en un lugar aparte por sus características singulares El ladrón de glándulas y Visiones de neurastenia. La primera de ellas anticipa un debate sobre la preocupación por el paso del tiempo y el tráfico y trasplante de órganos. La segunda está formada por un conjunto de historias de reflexión casi psicoanalítica narradas en primera persona por el protagonista.

Sus primeros trabajos son muy poco conocidos, publicados incluso antes de alcanzar la mayoría de edad (recordemos que ésta estaba en los 21 años). Ejemplos de estos trabajos son poemas publicados en la Revista Literaria, dirigida por Galo Salinas o el relato breve Krum Bace e Páginas literarias. Ninguno de estos relatos fue incluido por el autor en sus obras completas, lo que nos hace pensar que, o bien los dejó en el olvido, o bien no se sentía especialmente orgulloso de ellos. Tal ocurre con La tristeza de la paz, escrita en 1910 para la Biblioteca Patria prologada por su amigo Luis Antón del Olmet, novela ésta que se aproxima en cierta medida a las sonatas de Valle-Inclán.

Podríamos señalar que su primera novela reconocida es La procesión de los días, publicada en 1914 y ambientada, aunque no explícitamente, en los años pasados en Ferrol como director del Diario Ferrolano. No todos los ferrolanos vieron esta novela con buenos ojos, aunque en líneas generales obtuvo muy buena crítica en la prensa de dicha ciudad. Narra, tal vez algo biográficamente, las experiencias de Carlos Herrera, un periodista que se traslada de su ciudad natal a otra próxima para trabajar. La trama se centra, fundamentalmente, en la aventura amorosa que vivirá con Dina, un ejemplo de mujer fatal, con las ideas verdaderamente muy clara, mientras el protagonista mantiene correspondencia con su novia formal, de toda

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la vida, que le espera impaciente. Sin duda, un argumento de relativo escándalo con un claro contraste entre los personajes femeninos y una interesante recreación de situaciones, ambientes y paisajes.

Luz de luna es un relato publicado en 1915 en la colección Biblioteca Patria, base para la película Camarote de lujo. Centra su argumento el problema de la emigración y el modo en que los propietarios y directivos de las casas consignatarias se aprovechaban de los pobres campesinos que, humilde y pobremente, optaban por la huida para buscar un trabajo. También se ven tintes autobiográficos en esta novela, pues Fernández Flórez trabajó durante un tiempo en una oficina de aduanas y, por tanto, conocía perfectamente el funcionamiento de dichas oficinas. El protagonista de la historia es empleado de una de estas casas. Al tratar de ayudar a un pobre aldeano que, por una maniobra poco digna del jefe, se vería privado de su pasaje y del viaje, Aurelio pierde su trabajo y, sin contar nada a su novia, deambula por las calles coruñesas después de verse obligado a abandonar la pensión por falta de dinero para pagar.

La familia Gomar (1915). Apareció esta novela presumiblemente en 1915, aunque no hay constancia hasta que la publica la colección La novela semanal en 19222. El protagonista es un pobre ayudante de cámara de un millonario inválido que le aconseja que, para servir al Estado, lo que mejor que puede hacer es casarse y traer hijos al mundo. Virgilio así lo hace, pero con bien poca fortuna, porque sostener a una familia supone una serie de gastos que no puede atender fácilmente. Así, a lo largo de la novela se nos relata la tragedia de Gomar hasta que se muere un hijo en la guerra de África y una hija intenta suicidarse. Triste reflexión que toma como fuente de inspiración la sociedad en que vive el autor.

Volvoreta (1917). Esta novela representa un cambio en la vida de WFF, pues fue premiada en 1917 por el Círculo de Bellas Artes por un jurado entre el que se encontraba doña Emilia Pardo Bazán. Describe las peripecias de Sergio Abelenda, joven hijo de una familia de bien venida a menos. A su casa va a trabajar una criada llamada Volvoreta, un punto enigmática acerca de su pasado, de quien Sergio se enamora más allá de lo conveniente, con la oposición, como es natural, de su madre. El desenlace resulta patético para él, porque su carácter no es especialmente fuerte ni para enfrentarse a su

familia ni para enfrentarse a la propia Volvoreta. Las primeras ilustraciones que acompañaron esta novela fueron realizadas por Castelao. Son muy interesantes las descripciones de los paisajes gallegos, unos paisajes que estarán presentes en muchas de sus obras. Esta novela fue también fue llevada al cine.

2 Así nos lo dice José Carlos Mainer en su libro Análisis de una insatisfacción. Pág. 144-145.

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Silencio. Los mosqueteros. El calor de la hoguera (1918). Estas tres obras fueron publicadas en un único volumen. El primero de estos relatos nos presenta el proceso de alcoholización de un hombre predispuesto inicialmente a llevar una vida normal, discreta, sencilla, hasta que un buen día, casi sin saber cómo ni por qué razón, cae en el vicio del alcoholismo. Estamos ante una novela que, de algún modo, no se identificaría con un escritor humorista como Fernández Flórez. Silencio, en su momento, fue publicada con otros dos relatos: Los mosqueteros y El calor de la hoguera que poco tiempo después aparecería publicada como Los que no fuimos a la guerra. En esta obra se nos presentan los debates suscitados en un país imaginario entre los aliadófilos y los germanófilos en el ambiente bélico creado por la Primera Guerra Mundial, con un sentido del humor especialmente singular. Recordemos el carácter antibelicista del escritor al hablar de esta novela.

Ha entrado un ladrón (1920). Esta es, junto con Silencio y Unos pasos de mujer, una de las destacadas novelas de carácter realista-naturalista del escritor. El protagonista es Jacinto Remesal, joven gallego que lucha por abrirse paso en Madrid, donde trabaja en un teatro. Un buen día, al volver del trabajo, se encuentra con la criada de una vecina de su inmueble que pide socorro al pensar que hay un ladrón en su casa. Remesal conocerá entonces a Natalia, joven esposa de un rico propietario argentino en viaje de negocios por su país. Natalia representa una especie de mujer fatal que atraerá irremisiblemente a Jacinto a su red para abandonarlo finalmente, enfermo y derrumbado psicológicamente, a su suerte. La escena que se describe al final de la novela destaca por su patetismo, que deja en el lector una inevitable expresión de amargura.

Tragedias de la vida vulgar (1922). Es éste un conjunto singular de relatos breves dotados de una gran fuerza expresiva y dramática. Podríamos dividirlos por temáticas entre relatos de amor-humillación erótica (en palabras de José Carlos Mainer), de miedo, fantásticos, consecuencias de la guerra… Sin duda es esta una muy interesante colección de relatos, actualmente reeditada por Ediciones Noventayocho, que merece una muy atenta lectura. Wenceslao Fernández Flórez destaca en este género y está a la altura de los grandes cuentistas de la literatura universal.

En 1924 la colección LAR edita A miña muller para dar comienzo a una serie de publicaciones en gallego. Precisamente le piden a Fernández Flórez que escriba algún breve relato para publicar el primer número de la colección por ser ya un escritor gallego de renombre. En 1927 aparecerá O ilustre Cardona. Todo esto, por encargo de Leandro Carré Alvarellos, director de la colección. El diseño gráfico fue realizado por Camilo Díaz Valiño.

Unos pasos de mujer (1924). Huella de luz (1924). La casa de la lluvia (1931). Conjunto de novelas de corte dramático que reflejan ambientes muy distintos pero con puntos de conexión. Las dos primeras están consideradas por los estudiosos como las de mayor cohesión entre toda la producción de Fernández Flórez. La casa de la lluvia

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describe la relación existente entre una joven y su tío y, al poco tiempo, la que se establece entre dicha joven y el hombre que les alquila una habitación en una casa aldeana, en un ambiente puramente rural. Las ilusiones que forja el protagonista, casado, de huir con la joven se esfuman cuando se da cuenta de ésta lo utiliza para lograr despistar a su tío y, de este modo, escapar con su joven novio. Es especialmente destacable la recreación de ambientes y atmósferas, los espacios y su relación la psicología de personajes y situaciones. En este novela aparece también un cierto aire de misterio por parte del tío de la joven, quien se dedica a prácticas y ritos esotéricos. Resulta especialmente singular la tendencia que muestra Fernández Flórez al poner fin a muchas de las novelas hasta aquí comentadas, en las que el personaje masculino acaba casi siempre de un modo próximo al patetismo ante la figura de una mujer que sigue su camino al margen del hombre.

Unos pasos de mujer es una de las obras más desgarradoras. En ella, el protagonista, capataz de una mina, Fausto Ariza, acoge a una señorita que malvive en el entorno minero y con ella vivirá un extraña relación sentimental. Ella trata de ganarse la simpatía del hombre, rudo, arisco y reservado, ocultándole un hecho de su pasado que es para ella un recuerdo tormentoso. A él parece no importarle mucho y no la trata con gran afecto. El final trágico de la historia deja en el lector un poso amargo que nos recuerda, una vez más, aquellas tragedias de la vida vulgar. En cierta medida, esta novela esboza un problema que siempre existió y al que siempre Fernández Flórez fue sensible, tal y como se demuestra en muchos de sus artículos de prensa desde sus inicios y que hoy conceptuamos como “violencia de género”.

El secreto de Barba Azul (1923), Premio Mariano de Cavia. Las siete columnas (1926), Premio Nacional de Literatura. Relato inmoral (1927). Fueron publicadas en conjunto bajo el título de Novelas del espino en flor. Son, en efecto, tres obras satíricas, profundamente irónicas en ocasiones, escritas durante la dictadura de Primo de Rivera, en las que el autor hace balance y crítica de diversas cuestiones como el ejército, la monarquía, la falsa moral española… En Las siete columnas nos presenta los siete pecados capitales como pilares sobre los que, de algún modo, se sustenta la civilización. Están dotadas en su conjunto de cierto espíritu filosófico.

El ladrón de glándulas (1929). El ladrón de glándulas plantea interesantes cuestiones relacionadas con algo tan de actualidad como el trasplante de órganos y, concretamente, el caso de un millonario próximo a la senectud que, preocupado por los placeres del cuerpo y de la mente, decide extraerle al joven protagonista de la historia las glándulas genitales para insertárselas él mismo. Ante la oposición del posible donante, el millonario no duda en extirpárselas por la fuerza. Esta novela presenta una muy interesante reflexión filosófica sobre el paso del tiempo, tema que preocupaba profundamente al escritor y ello se pone de manifiesto en breves colaboraciones de prensa publicadas con motivo de la llegada de Fin de Año y Año Nuevo3. Esta temática,

3 El profesor Jesús Ríos Vicente, en su trabajo “Amor, ternura y crítica social (La experiencia filosófica de

Wenceslao Fernández Flórez)”, publicado en el libro de actas del congreso sobre Wenceslao Fernández

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además, representa un adelanto en el tiempo en relación con el trasplante y el comercio de órganos cuando en España no se había planteado aún esta situación.

Los que no fuimos a la guerra (1930). Parodia inspirada de la Primera Guerra Mundial, llena de situaciones ridículas en las que los personajes, divididos entre aliadófilos y germanófilos, mantienen posturas radicales en batallas de café. Como ya dijimos anteriormente, en ella Fernández Flórez pone de manifiesto, una vez más, su carácter antibelicista.

El malvado Carabel (1930). Es esta una de las novelas de Fernández Flórez de espíritu más crítico. En ella trata un tema tan de actualidad como la especulación bancaria y la falta de escrúpulos del sector capitalista a la hora de aumentar considerablemente su capital sin tener en cuenta las consecuencias que pueda traer para los más desfavorecidos. Amaro Carabel, el protagonista de la historia, es despedido de su trabajo en la Casa de Banca Aznar y Bofarull después de hacer lo que él creía (y realmente era) una buena acción, aunque inconscientemente, aconsejando a un cliente que no vendiese ciertos terrenos de singular valor que estaba a punto de malvender a los banqueros. Amaro Carabel comprende que en esta vida hay que ser malo para

triunfar y así se lo propone, pero sin conseguirlo. Una de las peculiaridades de esta novela es que fue en su día publicada en La Codorniz (1952-53) en forma de viñetas con ilustraciones del dibujante Antonio Mingote y que antes había sido llevada al cine por Edgar Neville y por Fernando Fernán-Gómez.

El hombre que compró un automóvil (1932). Muestra de la fantasía de Wenceslao Fernández Flórez que nos traslada al año 2207 en automóvil para ofrecernos una imagen no tan descabellada en la que vemos automóviles dominando a hombres y mujeres con precisión maquiavélica, cuestión que está hoy en tela de juicio a la luz de los avances de la cibernética y que pone a Fernández Flórez, si acaso, a la altura de Julio Verne.

Flórez y su tiempo (2002), nos ofrece una completa visión acerca de esta preocupación del escritor por el

paso del tiempo. Pág. 111.

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Esta novela, generalmente no incluida entre sus mejores trabajos y tratada tal vez como una pieza humorística sin mayor trascendencia, nos ofrece, sin embargo, motivos de comentario en muchos aspectos: por una parte, nos propone reflexionar sobre el uso del automóvil en “El Club de los Automovilistas Conscientes”, sobre la capacidad que tiene el automóvil para mostrar el lado oscuro de una personalidad aparentemente tranquila, la especulación urbanística, el aumento en el número de coches, motivo de inspiración del capítulo primero, “Un Robinson en una isla desierta”…

El automóvil coloca a su propietario en una situación de superioridad, aumenta su prestigio y demuestra que disfruta de una situación de bienestar superior a la media. Pero el elemento que puede favorecer esa nueva dimensión social acaba convirtiéndose en elemento esclavizador: el hombre pasa de ser dueño de un privilegio a convertirse en un esclavo de sus propias obsesiones.

La novela, en su conjunto, aparte de ofrecernos esta imagen poco favorecedora el automóvil y del uso y abuso de la introducción de los elementos mecánicos en la vida del hombre, también nos ofrece hoy en día argumentos para la reflexión si nos detenemos a reflexionar sobre los avances de la cibernética, la robótica, la informática, tan de actualidad en estos momentos. El debate suscitado por esta cuestión está hoy candente (pág. 215-216).

Lo que Wenceslao presupone que ocurrirá en el año 2207 va camino de adelantarse en el tiempo visto el ritmo al que se actualizan y renuevan las tecnologías modernas. Y nos plantea el dilema en base al eterno conflicto entre ciencia y religión (pág. 216-7). ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? He aquí la incógnita del hombre. ¿Por qué no ha de ser una fuerza satánica la que mueva estos avances que parecen empujar al hombre hacia su autodestrucción? ¿O es el hombre, la humanidad entera, la única responsable de sus éxitos y de sus fracasos? (Pág. 220).

He aquí un “Colofón fantástico” para una novelita aparentemente intrascendente, pero de fondo altamente crítico.

Visiones de neurastenia. Conjunto de relatos que, bajo nuestro punto de vista, están a caballo entre la psicología, la filosofía y el absurdo, con episodios delirantes.

Aventuras del caballero Rogelio de Amaral

(1933). Esta obra es profundamente crítica. En ella se cuestionan temas como el aborto, la seriedad de la enseñanza universitaria (tanto por parte del profesorado como de los alumnos), ese concepto a veces absurdo y casi siempre relativo del heroísmo, la falsa moral

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española…4 En ella se nos cuentan las peripecias de Rogelio de Amaral y están narradas por un amigo personal del protagonista. Amaral inicia su andadura como estudiante de medicina y, como buen estudiante, participa en toda cuanta huelga o protesta social se presenta ante él, respetando, por supuesto, las vacaciones de Navidad y Semana Santa. Acaba por convertirse en un perfecto caballero, pero esa exacerbada manera de entender la caballerosidad, ligada a un sentido del honor que no tiene límites, lo conducen a situaciones aberrantes. Es, como muchas novelas de este autor, una obra bastante poco conocida.

Los trabajos del detective Ring (1934). Una isla en el Mar Rojo (1939). La novela número 13 (1941). Estas tres novelas podrían agruparse junto con O Terror Vermelho, obra publicada únicamente en Portugal y en portugués, como conjunto de artículos aparecidos en el Diário de Notícias sobre la experiencia personal de Fernández Flórez durante la guerra civil y que sirvieron de base para escribir Una isla en el mar rojo, novela claramente autobiográfica en muchos aspectos. Destaca esta obra por el carácter descriptivo del sufrimiento padecido durante la guerra y por su valor testimonial. Los trabajos del detective Ring relatan la peripecia vivida por Charles Ring, un detective inglés que viene a España a hacer una investigación sobre la estado del país. Inició una

no continuada colección dedicada a la novela política.

El bosque animado (1943). Es la más conocida novela de Fernández Flórez. El propio autor declaró en el prólogo de sus obras completas que, si por alguna novela sería recordado, sería por esta, escrita con mayor cariño tal vez que sus otros trabajos. Novela de postguerra, sin tema bélico, en la que describe lo que en otro texto definirá como la corriente continua de la vida en la fraga de Cecebre, donde el escritor veraneó desde 1913.

El sistema Pelegrín. Aventuras del caballero Florestán del Palier. El príncipe azul. Fuegos artificiales. Son todas estas novelas de su última etapa

en las que se mezclan elementos humorísticos con curiosas incursiones en la literatura fantástica, como es el caso de Fuegos artificiales. De todas ellas, El sistema Pelegrín fue llevado al cine siendo interpretado el papel protagonista, Héctor Pelegrín, profesor de “cultura física”, por un actor que ya conocía bien a Fernández Flórez: Fernando Fernán-Gómez.

4 Fernando Díaz-Plaja escribe, en relación con el tema del aborto: “En los años 30 la interrupción del

embarazo estaba totalmente vetada por la Iglesia, prohibida por el Estado y anatematizada por la

sociedad –sólo algunos políticos o libros de extrema izquierda, a la que pertenecían poquísimos

españoles, se atrevían a defenderlo públicamente.”

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Muchas de sus novelas fueron traducidas a muy diversos idiomas: al inglés (Las siete columnas y Fantasmas…), francés (El hombre que compró un automóvil…), italiano (El hombre que compró un automóvil, Relato inmoral, Una isla en el mar rojo…), polaco (Por qué te engaña tu marido…), japonés (en los años 40 Fantasmas y en 1997 Las siete columnas), húngaro y, sobre todo, portugués, debido a su relación con Portugal, a donde acudía durante una parte del verano y a cuyo famoso autor Eça de Queiroz el propio Fernández Flórez tradujo al español. Recientemente han aparecido algunos textos del escritor en ediciones alemanas en las que se recopilan trabajos de autores diversos españoles. Además, su obra fue incluída en una antología del humor italiana y puede verse en bibliotecas nacionales de diversos países, aparte de la Biblioteca Nacional de España, como la Británica, la Francesa… y en diversas Universidades como la de Chigaco, en Estados Unidos.

Aquí vemos tres ejemplos de algunas traducciones. En primer lugar traducción inglesa de Las siete columnas y a su lado la traducción japonesa. A la derecha, una de las muchas obras que se tradujeron al

portugués de sus novelas: El secreto de Barba Azul.

Considerado como uno de los primeros humoristas españoles, apadrinó, de algún modo, a la nueva generación de ilustradores humoristas que publicó la revista de humor La Codorniz aparecida el 8 de junio de 19415.

5 La Codorniz, ed. facsímil. Pág. 9.

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Wenceslao Fernández Flórez, visto por Antonio Mingote, compañero de La Codorniz.

En los años 20 calaboró con Blanco y Negro, con Lecturas en los años 30 y en los 50 con Semana. Estos trabajos son, en su mayoría literarios, aunque también aparecen críticas de tipo social o comentarios de actualidad.

Revistas Blanco y Negro y Lecturas en los años 20 y 30, respectivamente.

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WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ Y EL PERIODISMO

Wenceslao Fernández Flórez se consideró siempre autor literario antes que periodista. Su vocación, desde niño, fue la de escritor y novelista más que la de cronista o reportero de prensa. Sin embargo muchos autores destacan sus trabajos periodísticos y los sitúan muy por encima de su labor novelística.

Sus primeras colaboraciones en prensa tuvieron un carácter literario: poemas de juventud en Revista Gallega o Coruña Moderna son algunos ejemplos, pero debido a su condición de hermano mayor huérfano de padre a temprana edad, se vio obligado por la necesidad de sustentar a su familia de trabajar como periodista. De sus primeras colaboraciones periodísticas hemos de destacar las realizadas para La Mañana, Tierra Gallega, el Heraldo de Galicia o, pocos años después, para La Defensa (periódico de Betanzos dirigido por él) o Diario Ferrolano y, ya en 1911, sus trabajos para El Noroeste, uno de los periódicos más relevantes de La Coruña en esta época. Sería este periódico el que le serviría de

“rampa de lanzamiento” para irse a Madrid a tomar contacto con los círculos literarios e intelectuales de la capital. En El Noroeste debemos destacar el tratamiento dado a la noticia, más como comentarista del suceso, como intermediario entre la noticia y el lector, que como reportero. Sus trabajos de estos años serían los que harían que Azorín, lector y conocedor de ellos, le recomendase como sustituto suyo en ABC, donde el escritor de Moguer cubría la columna dedicada a las crónicas parlamentarias. Wenceslao tomó el relevo con la inquietud inicial que es propia en quien sabe que tiene una encomienda grave y seria, pero lo hizo con toda la honestidad de su pluma, fiel siempre a su concepto de lo que consideraba correcto. De este modo, sus “Acotaciones de un oyente” atraerían la atención de los lectores y del propio rey Alfonso XIII, lo que haría que la columna inicialmente anónima de Fernández Flórez pasase a ser firmada por su autor.

El despegue de Wenceslao en Madrid, a partir de este momento, fue prácticamente instantáneo e imparable hasta la llegada de la Guerra Civil y, si a ello unimos el reconocimiento literario obtenido con Volvoreta por el Círculo de Bellas Artes, ante un jurado que estaba formado, entre otros, por su paisana Emilia Pardo Bazán, ya tenemos una explicación de su éxito y pronta popularidad en ambos campos.

Al margen de su trabajo en ABC, Wenceslao colaboró con muchos otros periódicos y revistas del extranjero, sobre todo en países como Argentina o Uruguay a través de las sociedades de emigrantes, pero también en el Diario de La Marina, de La Habana o en el Diário de Notícias, de Lisboa y O Século.

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Todas estas colaboraciones, como es de suponer, dejaban poco tiempo al literato para expresarse a través de la novela. Pero aún así fue un escritor prolífico y reconocido por el favor del público.

Veamos un ejemplo de actualidad extraído de la revista Alborada, número 53, de diciembre de 1929. Se titula “Las angustias que experimenta un fumador”:

“Las gentes han dado en tomar en broma este suplicio de no fumar. Sin embargo, el fumar constituye una necesidad tan arraigada como la de beber, y mucho más que la de comer, y nadie se burla de las torturas de la sed o del hambre. Se han escrito muchas novelas hablando de los sufrimientos de unos cuantos hombres abandonados sobre una balsa en la soledad de los mares.

¿Por qué no se trata con la misma cantidad de retórica y de sentimentalismo a los millones de seres que hace muchos días que no fuman? ¿Se han detenido ustedes a examinar las angustias que experimenta el fumador al que se le suprime de repente el tabaco? No se conoce nada más horripilante. El fumador saca incesantemente de su bolsillo la vacía petaca, palpa sus faltriqueras, suspira, acosa a los amigos en súplica de

un cigarro, de medio cigarro, aunque sea polvillo de rapé… No puede trabajar: las ideas son truncadas por esta otra idea sistemáticamente repetida: “¡Si pudiera fumar…!” Concluye por no pensar en otra cosa. La mejor comida no le satisface. Gime: “¡Qué bien vendría ahora un cigarrillo!” Cuando toma el café, la tortura se agudiza extraordinariamente. Está de mal humor; riñe con sus compañeros de oficina; altera la paz del hogar, va y viene sin motivo jusficado.”

Temas que trató de un modo especial fueron los toros, el fútblo y los viajes: El toro, el torero y el gato,

De portería a portería, La conquista del horizonte y La vaca adúltera son buenos ejemplos. Al margen de todo esto, son numerosas sus colaboraciones literarias en prensa, como cuentos y relatos fantásticos.

Por otra parte, y ya después de la Guerra Civil, Fernández Flórez escribe de un modo más suave, motivado por cierto desencanto condicionado por la experiencia vivida durante la guerra.

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WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ EN LA GRAN PANTALLA

Más de la mitad de sus novelas, prácticamente, fueron llevadas al cine. La mayoría en los años cuarenta de la mano de directores como Antonio Román, Sáenz de

Heredia o Rafael Gil. Es especialmente digno de mención el hecho de que Fernando Fernán Gómez se estrenase como director de cine con una película basada en una novela de Fernández Flórez: El malvado Carabel, obra que

antes había puesto en la pantalla Edgar Neville (1935).

Una aventura de cine (1927) es la primera película en la que aparece el nombre de Fernández Flórez como autor de la base argumental y del guión. Odio (1933), dirigida por Richard Harlan, cuenta también con el trabajo de Wenceslao en la base argumental.

El hombre que se quiso matar, Luz de luna con el título de Camarote de lujo, Intriga (basada en Un cadáver en el comedor), La casa de la lluvia, El destino se disculpa (basada en relatos de Fantasmas), Los que no fuimos a la guerra, Por qué te engaña tu marido, Volvoreta, El bosque animado, Ha entrado un ladrón, Huella de luz… son algunos de los títulos que

aparecieron en la pantalla teniendo a Fernández Flórez como autor de la idea original o como guionista. En la imagen, arriba, vemos un fotograma de la película Camarote de lujo, rodada en varias localizaciones de Betanzos, Cecebre y A Coruña.

Afán Evu llegaría a rodarse y estrenarse con no mucho éxito.

Al mismo tiempo, fue traductor y adaptador de los guiones de dos películas extranjeras: El ladrón de Badgad (1940) y El libro de la selva (1941).

La base de este afecto que Fernández Flórez sentía por el cine, sin embargo, hay que buscarla en sus años de juventud, cuando apenas el cine era una curiosidad, casi una extravagancia novedosa, y el joven escritor era espectador en salas como el Pabellón Lino coruñés, dirigido por Lino Pérez, donde el propio

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autor tuvo contacto con Maruricio Farto, uno de los primeros directores de Cántigas da Terra. En 1926 el propio Wenceslao aparecería como figurante en La malcasada, que contó con otros extras de lujo como Valle-Inclán o el propio Francisco Franco.

Antonio Casal actuó con frecuencia en las películas de Fernández Flórez. Tal es el caso de El hombre que si quiso matar o Camarote de lujo, por ejemplo:

Revistas especializadas en cine, como Primer Plano, publicaron en diversas ocasiones entrevistas con Fernández Flórez. En 1944 el escritor habla así “A mi juicio, lo primero que hay que saber entender en esta cuestión del cine y de la literatura es esta afirmación trascendente: “el cine es un arte de colaboración”, donde cada pieza responde a su función, donde todo es importante y necesario. Un mal argumento no podrá ser una buena película ni aun en manos de un director superdotado: un director superdotado no podrá hacer una buena película de un argumento malo, y, por ende, un buen argumento tampoco podrá ser una buena película en manos de un director torpe o malo. El papel del escritor en el cine es sencillo: a él corresponde el reino de la fantasía, de la idea. Y al director incumbe desarrollar en cinematografía ese argumento literario: la fantasía, la idea, la imaginación que puso el autor…”6

6 En Wenceslao Fernández Flórez y el cine español. Pág. 137.

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RECONOCIMIENTOS Y CONDECORACIONES

1917 Premio Círculo de Bellas Artes por Volvoreta.

1923 Premio Mariano de Cavia por El secreto de Barba Azul.

1926 Premio Nacional de Literatura por Las siete columnas.

1929 Hijo adoptivo de Alicante.

1935 Socio de Honra en el Círculo de Bellas Artes.

Le conceden la Banda de la República.

1945 Ingresa en la Real Academia Española Fragmento de su discurso de ingreso, contestado por D. Julio Casares: “El humor aparece cuando en la literatura de un pueblo el descontento ya se exteriorizó con genialidad en cólera y en lágrimas, en sátiras y en reproches.”

1946 Le otorgan la Gran Cruz de Isabel la Católica.

La Diputación de A Coruña crea un premio literario con su nombre.

1950 El gobierno portugués le concede la Condecoración Oficial Orde do Cristo.

Es nombrado Presidente de Honor del Círculo de Artesanos de A Coruña.

1952 En una encuesta de Opinión Pública de Madrid aparece como el primer escritor en una lista de popular.

1955 Se baraja su nombre como posible candidato para los Premio Nobel.

Se inaugura el Monolito que hay al pie del Bosque Animado, en Cecebre.

Es nombrado Académico en la Academia Nacional de Artes y Letras de La Habana.

1957 Es nombrado Periodista de Honra.

1958 La Asociación de la Prensa de A Coruña le rinde homenaje por su película Camarote de Lujo.

1959 El gobierno le entrega la Cruz de Alfonso X el Sabio

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CONCLUSIONES

Hasta aquí, esto es una parte ínfima del trabajo que podría hacerse sobre el escritor y su obra. Nuestro objetivo es difundir en cierta medida la personalidad desconocida y un tanto olvidada de un escritor de plena actualidad, lo que puede justificarse leyendo su obra, tanto periodística como literaria, teniendo en cuenta que fue traducido a varios idiomas y que sus novelas aparecen en Bibliotecas Nacionales más allá de nuestras fronteras: tal es el caso de la Biblioteca Nacional Británica, Porguesa o Francesa, así como de Universidades de Japón o de Norteamérica (la Universidad de Chigaco es un ejemplo de ello).

Todo este trabajo no podría llevarse a buen término sin la auyda imprescindible de Alicia Longueira Moris, investigadora de la Fundación Wenceslao Fernández Flórez, donde el estudioso puede disponer de un amplio fondo documental sobre el escritor.

A Coruña - Curso 2010-2011

Universidad Senior

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BIBLIOGRAFÍA

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Díaz-Plaja, Fernando (1997): Wenceslao Fernández Flórez. El conservador subversivo. Fundación “Pedro Barrié de la Maza-Conde de Fenosa”, A Coruña.

Echeverría, Rosa Mª (1985): Wenceslao Fernández Flórez. Su vida y su obra. Deputación Provincial da Coruña, A Coruña.

Fernández Flórez, Wenceslao (1932): El hombre que compró un automóvil. Editorial Pueyo, Madrid.

Fernández Santander, Carlos (1987): Wenceslao Fernández Flórez (Vida y obra). Deputación Provincial da Coruña, A Coruña.

---- (2001): La Codorniz (ed. facsímil). Prólogo de Antonio Mingote. Agualarga, Madrid.

Llano, Pedro de (1985): Wenceslao Fernández Flórez. El escritor y su obra. Ayuntamiento de La Coruña.

López Criado, Fidel –ed. (2002): Wenceslao Fernández Flórez y su tiempo. Evasión y compromiso en la literatura española de la primera mitad del siglo XX. Ayuntamiento de La Coruña.

Maier, José C. (1976): Análisis de una insatisfacción: las novelas de W. Fernández Flórez. Editorial Castalia, Madrid.