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Septiembre 29, 2013 Las confesiones de Luis Posada Carriles | Parte I Luis Posada Carriles, un anticastrista muy ligado y protegido, históricamente en El Salvador, hizo una confesión sobre lo que pasaba, en el aeropuerto de Ilopango, a mediados de los años ochenta. La confesión, de 30 páginas, la hizo ante dos agentes del FBI. Reconoció el tráfico de armas. De las drogas no quiso hablar. Esta es la primera entrega de esa confesión. Luis Posada Carriles llegó solo, y sin encandilar sus ojos, a la suite 701 de la 13 noroeste calle de Washington donde le esperaban dos agentes del FBI. Era el año de 1992. Varias entidades de los Estados Unidos investigaban, pulgada a pulgada, lo que había pasado en el aeropuerto de Ilopango, al menos durante la primera mitad de los años ochenta. Todos sabían que Luis Posaba era un hombre de la CIA. Estaba entrenado por ellos. Además, era un furioso anticastrista. Aquel interrogatorio era, apenas, uno más en su vida. Estaba hecho para decir apenas lo necesario. Por eso estaba seguro de su papel: debía hablar, sin levantar sospechas, de todo cuanto pasó en Ilopango. De drogas no debía hablar jamás. Ese era el convencimiento. Cuando se produjo ese interrogatorio, Posada Carriles tenía 64 años. Ahora tiene 85 años y lucha contra varias enfermedades.

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Septiembre 29, 2013

Las confesiones de Luis Posada Carriles | Parte ILuis Posada Carriles, un anticastrista muy ligado y protegido, históricamente en El Salvador, hizo una confesión sobre lo que pasaba, en el aeropuerto de Ilopango, a mediados de los años ochenta. La confesión, de 30 páginas, la hizo ante dos agentes del FBI. Reconoció el tráfico de armas. De las drogas no quiso hablar. Esta es la primera entrega de esa confesión.

Luis Posada Carriles llegó solo, y sin encandilar sus ojos, a la suite 701 de la 13 noroeste calle de Washington donde le esperaban dos agentes del FBI.

Era el año de 1992. Varias entidades de los Estados Unidos investigaban, pulgada a pulgada, lo que había pasado en el aeropuerto de Ilopango, al menos durante la primera mitad de los años ochenta.

Todos sabían que Luis Posaba era un hombre de la CIA. Estaba entrenado por ellos. Además, era un furioso anticastrista.

Aquel interrogatorio era, apenas, uno más en su vida. Estaba hecho para decir apenas lo necesario. Por eso estaba seguro de su papel: debía hablar, sin levantar sospechas, de todo cuanto pasó en  Ilopango. De drogas no debía hablar jamás. Ese era el convencimiento.

Cuando se produjo ese interrogatorio, Posada Carriles tenía 64 años. Ahora tiene 85 años y lucha contra varias enfermedades.

Luis es contemporáneo de Fidel Castro, a quien ha querido matar en más de una ocasión. La última de ellas, durante una reunión de gobernantes que se celebró en Panamá.

Posada sabía que tenía que reconocer que participó en un centro de abastecimiento de armas para los antisandinistas, en el aeropuerto de Ilopango, montado por el militar Oliver North.

Eso ocurrió cuando North era un prominente miembro de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.

Si bien Posada Carriles no reconoció toda la verdad ante los dos agentes del FBI, sí dijo cosas gravísimas contra el jefe de la Fueza Aerea Salvadoreña, en esa época, Rafael Bustillo, como se demuestra en el documento que recoge la entrevista del FBI.

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Lo más grave es que los operadores principales de ese centro de abastecimiento, el cubano Félix Rodríguez, y él, le pagaban a Bustillo, mensualmente,  entre $20 mil y $50 mensuales por la gasolina que utilizaban los aviones que llegaban y salían de Ilopango.

Cuando los agentes del FBI le preguntaron si él estaba consciente que esa gasolina para aviones podía haber sido donada por el Gobierno de los Estados Unidos, Posada aceptó esa posibilidad.

Esta entrevista, que ahora revelamos, se produjo el 7 de febrero de 1992.

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De dónde llegó

En 1985, Posada viajó de Venezuela a Aruba en un vuelo privado. Permaneció ahí durante una semana y luego voló a El Salvador en un avión privado.

Fue Félix Rodríguez arregló para que Posada llegara a El Salvador. Cuando Posada arribó al país, un amigo de las Fuerzas Aéreas Salvadoreñas cuyo nombre se desconoce, y de apellido Leiva, proveyó a Posada de una identificación falsa bajo el nombre de Ramón Medina Rodríguez.

Esta identificación incluía una licencia de conducir salvadoreña y varias identificaciones militares salvadoreñas. Desde este día en adelante, Posada  vivía bajo el nombre de Ramón Medina.

En cuanto llegó a El Salvador, Posada se quedó con Rodríguez por dos o tres días. Rodríguez luego ayudó a Posada a adquirir una casa en San Salvador, donde Posada vivió durante el siguiente año, aproximadamente.

Después de que Posada se movió a su casa en San Salvador, él no hizo nada durante un par de meses. Durante este periodo no tenía nada que ver con el proyecto de suministro a la Contra en el cual se involucró después, según dice.

Rodríguez y otros amigos cubanos de Posada lo ayudaron a salir de Venezuela y a reubicarse en El Salvador.

Posada negó que personajes cercanos al vicepresidente George Bush padre, lo ayudaron a venir a El Salvador.

Después de pasar desapercibido en San Salvador durante unos 2 o 3 meses, lo reclutaron para que ayudara en el proyecto de reabastecimiento a la Contra.

A Posada lo contactaron para que trabajara en este proyecto. Ese  apenas comenzaba. Era el año 1985.

Posada dice que Juan Rafael Bustillo, el jefe de la Fuerza Aérea, no sabía la verdadera identidad de Posada hasta que el avión que llevaba a Eugene Hasenfus cayó y el pasado de Posada quedó expuesto.  Después de eso, Posada habló con Bustillo al respecto. Dice que Bustillo le dijo que no había problema . De hecho, Bustillo quería ayudar a Posada….haciendo que se quedara en Ilopango, donde ahí no había ningún tipo de acoso de la prensa y las cosas estuvieran tranquilas.

Sin embargo, Posada respondió que él ya había estado en la cárcel y que no quería estar aislado de nuevo en Ilopango Posada agradeció a Bustillo pero continuó viviendo en su casa en San Salvador.

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Posada hizo esfuerzos para proteger gente. Dijo que las únicas personas involucradas en el proyecto de reabastecimiento  de la Contra que sabían la verdad sobre Posada eran Quintero, Rodríguez y Leiva. Posada no cree que North, Richard Gadd, Robert Dutton ni los pilotos de suministro o los salvadoreños sabían quién era él. Dice que no divulgó su nombre por miedo.

Posada y todos los involucrados pensaban que era un proyecto secreto del gobierno de Estados Unidos.

El rol de Ramón Quintero (hombre cercano a la Casa Blanca)  en el proyecto de suministro era el de dirigente y contacto principal entre Washington D.C. y el plan. Quintero era el que viajaba ida y vuelta entre Washington y El Salvador, llevando instrucciones y dinero. Quintero fue el jefe hasta que Dutton entrara a escena, luego Dutton fue el jefe. Posada entendió que Owen era “El hombre de North”.

Después de quedarse con Rodríguez durante 2 días, Posada rentó una casa para él en San Salvador. Quintero y Dutton se quedaron en la casa de Posada cuando visitaban el proyecto.

El rol de Posada en el proyecto era el de encargarse de todas las necesidades del personal de suministro, como su hospedaje, transporte y cuestiones similares, y realizar gestiones para otras necesidades como el combustible de los aviones.

También era responsable de manejar otro tipo de provisiones y necesidades que surgieran. Después Posada tuvo mayor participación en la parte operativa del proyecto, controlando el radio durante vuelos de aprovisionamiento. Ayudaba a coordinar esos vuelos.

Otros cargos

Posada lentamente comenzó a adquirir alojamiento para la operación de suministro. Rentó tres casas más para que los pilotos vivieran. También rentó un pequeño hotel, donde las demás personas de reabastecimiento habitaban. Al final del proyecto, había 4 casas, incluyendo la de Posada, y un pequeño hotel que alojó alrededor de 30 personas quienes trabajaron en el proyecto.

Posada se encargó de todos los aspectos relacionados con estos alojamientos. Pagaba las rentas, contrató y pagó mucamas que los limpiaban, pagó por todos los utensilios y cuentas, incluyendo las de los teléfonos, obtuvo utensilios y otras cosas para cada casa, incluyendo cerveza y comida. Posada también se encargaba del transporte para las personas de suministro. Posada gestionaba vehículos y choferes para el personal de suministro, y Posada mismo los usó para llevar a la gente ida y vuelta entre Ilopango y varias de las viviendas.

Con  relación al aspecto financiero del proyecto de suministro, sale a relucir en la mente de Posada que el dinero nunca fue un problema. Nunca hubo problema económico, sin que Posada conociera de dónde venía el dinero o quién financiaba (según él).

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Nadie le dijo a Posada que el dinero venía de North o personas privadas o el gobierno de Estados Unidos o de alguna otra fuente, asegura él.  Quintero  y otros llevaron dinero, pero nunca describía de donde venía y Posada nunca preguntó. Posada dice que estaba trabajando bajo el supuesto de que era un “proyecto de Washington” y ….no cuestionó las fuente del financiamiento.

Otra cosa que Posada recuerda es que el proyecto de suministro siempre buscaba personas que llevaran el dinero desde Estados Unidos hasta El Salvador para que estuviera a disposición de Posada. Siempre estaban preocupados acerca de la restricción  de solo llevar $10,000 fuera de los Estados Unidos al mismo tiempo.

En cualquier momento cualquiera de las personas del suministro tuviera que ir a Estados Unidos , ya sea si fuera una visita personal o alguna otra cosa, siempre se les solicitaba que transportara dinero.

Quintero el que el que le daba el dinero a Posada. Luego Posada le daba todos los recibos y justificaciones sobre los gastos o qué otras cosas necesitaba para el siguiente mes.

Era un sistema bastante estricto porque las personas podían revisar los recibos de Posada y hacerle preguntas al respecto, aclara él. Incl;uso dijo que, en un mes, cometió el error de pagar dos veces y por eso lo increparon.

Las cuentas telefónicas siempre fueron cuestionadas porque eran muy altas, pero los que partricipaban en el poroyecto debían llamar a sus familiares.

Incluso, Posada dijo que uno de los pilotos tenía una novia en Filipinas. Esto ocasionó los altos recibos telefónicos mucho más altos, incluso, que lo que pagaban por el alquiler de la casa.

Pago de combustible

El combustible de los aviones para la operación de reabastecimiento era facilitado por Bustillo y pagado, en efectivo por el personal de suministro, según dijo Posada Carriles. Los pagos, como dice, los hacía él.

Al principio un piloto que estaba trabajando para Gadd, y Posada ( dijo no recordar su nombre) fue a ver a Bustillo a nombre de Posada, como lo dijo ‘este al FBI.

El piloto sacó un fajo de billetes y empezó a contar $15,000 en el escritorio de Bustillo y dijo que era para gasolina que se iba a usar para la operación de reabastecimiento.

Bustillo se sintió insultado e increpó  al hombre, diciéndole que él no trabajaba en una gasolinera. Bustillo le dijo al piloto que entregara el dinero a alguno de sus asesores. El piloto tuvo que dejar la operación debido a la forma en que manejó ese asunto con Bustillo. Este realizó represalias.

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Ahí fue también cuando Posada empezó a trabajar con Bustillo. A Bustillo no le caían bien los americanos, entonces empezó a tratar con Posada, según manifestó Este.

El piloto americano quien insultó y  le dio a Posada los $15,00 tenía aproximadamente 45 años. Posada no podía recordar nada más sobre él. Engañó al FBI.

Posada abrió una cuenta con Bustillo y sus asesores para pagarle el combustible para aviones que le proporcionaban.

Cuando la cuenta de la operación de suministro se empezó a quedar sin dinero, Posada iba con Quintero y solicitaba más recursos. Luego alguien le llevaba el dinero a Posada y él lo reponía en la cuenta con el personal de Bustillo. Este arreglo, en palabras de Posada era “extraoficial”.

Posada dice que pedía recibos cuando le pagaba a los salvadoreños, pero no iba incluida en algún tipo de contabilidad por parte de los salvadoreños.

Posada le dijo al FBI que le pagaba, a Bustillo, entre $20 mil y $50 mil mensuales en combustible.  Cuando el FBI le preguntó que si no creía que Bustillo infringía la ley porque vendía combustibles suministrados por  el gobierno de los Estados Unidos, como ayuda externa al de El Salvador, el anticastrista respondió que siempre se preguntó eso.

Zona1¿Dónde estoy? | Grandes serieshace 20 horas

Las confesiones de Luis Posada Carriles | Parte IIEste hombre, históricamente muy protegido en El Salvador, dice llegó a ganar, por su trabajo en el aeropuerto de Ilopango, hasta $7 mil. Esa cifra pudo ser superior.

Posada reconoció, ante el FBI, que a El Salvador volaban aviones de Southern Air Transport (SAT), una  empresa fantasma de la CIA afincada, en ese tiempo, en Miami.

El anticastrista dijo, sin embargo, que usaban sus aviones para transportar armas pero en Bolivia se dice que, en aviones de ese tipo, se transportó también la cocaína.

Posada dice que una de sus funciones era llevar al personal de la aerolínea al hotel San Salvador de esa época para que descansaran y luego volaran de nuevo.

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Cuando le preguntaron sobre nombres de algunos personeros de esa aerolínea, fingió no reconocer a nadie. Dijo que sólo trató a Bill Langton en asuntos de la aerolínea. Para alejarse más del tema aseguró que él no trató nunca con los representantes de esa aerolínea.

Y cada vez que le preguntaron sobre el dinero con el que se mantenía la operación, sólo dijo que el financiamiento venía de Washington.

El FBI también le preguntó a Posada Carriles sobre los salarios que ganaban los personajes que trabajaban en el aeropuerto de Ilopango,

Respondió que los pilotos les pagaban $.4500 mensuales. El resto del personal ganaban $3.000 mensuales (en esos años eso era una buena cantidad de dinero y es muy probable que Posada redujera los montos).

El anticastrista dijo que, adicionalmente, a cada miembro de la tripulación que viajaba en los aviones, se le pagaba $750 por vuelo.

A los que trabajaban en los hangares 4 y 5 del aeropuerto de Ilopango también se les pagaban todo los gastos. Posada se encargaba de eso. Incluso, se les pagaba boletos aéreos para que visitaran a sus familiares en Estados Unidos.

Cuando el FBI le preguntó a Posada Carriles cuánto le pagaban a él, dijo que $3.000 mensuales. Aseguró que, además, recibía un auto, alojamiento, servicio de limpieza, comida y otros gastos.

El cubano-americano dijo que él viajaba en los vuelos de “reabastecimiento” y que ganaba $750 cada vez que lo hacía. Dice que lo realizaba porque podía hablar español y, de esa manera, coordinar la radio en los vuelos de “reabastecimiento”.

Todo eso, calculó al FBI, le dejaban $6 mil o $7 mil mensuales. Como todos sus gastos estaban pagados, ese dinero lo podía ahorrar mensualmente. Posada dijo que una suma similar ganaba Félix Rodríguez.

Posada Carriles le narró al FBI que, en una ocasión, Oliver North estaba molesto con Félix Rodríguez porque hablaba mucho por teléfono a sus amigos de Washington y eso ponía en peligro el proyecto que se ejecutaba en El Salvador.

Posiblemente, siguiendo algunas hipótesis o informaciones que tenían, los agentes del FBI le preguntaron a Posada Carriles si Félix Rodríguez le regaló un reloj Rolex. Más bien dijo que él le regaló al piloto salvadoreño de apellido Leiva un reloj que valía $500 pero que no era un Rolex.

Posada Carriles le aseguró al FBI que él estaba consciente de los contactos de Félix Rodríguez con la oficina del vicepresidente de Estados Unidos, en ese entonces, George Bush padre. Incluso recordó que, en 1986, Rodríguez se reunió  con Bush y que este le confirmó que “El Salvador está muy bien”.

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Según Posada, como lo dijo en su declaración de 30 páginas, el gran problema entre Rodríguez y Oliver North, en relación con el proyecto de Ilopango, era que el cubano americano podía hablar, por teléfono, con los auxiliares de George Bush (padre), sobre las operaciones de la CIA. Esta se habría dado cuenta de eso.

Con Bustillo

Posada Carriles habló bastante al FBI sobre Rafael Bustillo, el jefe de la Fuerza Aérea en esa época.

Incluso recordó un incidente de un avión 727 que no pudo bajar en Honduras. Los hondureños no le permitieron bajar. Entonces, los personeros de Ilopango pidieron permiso a Bustillo para que bajara en Ilopango. Bustillo estuvo de acuerdo y permitió a la nave aterrizar allí

También dijo que fue Bustillo quien autorizó la construcción de los nuevos hangares en el aeropuerto de Ilopango.

Incluso, recuerda que “la operación se hizo grande en 1986. Entonces llegaron dos aviones caribúes, otro avión 123 y algunas naves pequeñas.

Dijo que poco después llegó Oliver North y John Secord, un alto funcionario del gobierno de Ronald Reagan, y se reunieron en Ilopango  con Armando López, Enrique Bermúdez, Rafael Bustillo y Félix Rodríguez. Ahí se decidió que se usaran aviones más grandes en la operación.

Posada dijo que él veía a Bustillo todos los días. Dijo que solían trabajar en el mantenimiento de la operación y que él siempre trataba de asegurarse por todo lo que pagaba, Al menos en las cantidades de combustible correcto. Así se lo dijo al FBI ante preguntas insistentes sobre la moralidad de Bustillo.

Los del FBI interrogaron a Posada por un avión que cayó, cargado de armas, en Nicaragua. Ese hecho (que en su momento puso ante la opinión pública mundial  lo que pasaba en El Salvador), fue el principio del fin.

Posada dijo que todos se fueron y que él se quedó aquí para limpiar el desastre. Dijo que él sacó todos los equipos de las casas y hasta las cerró. Le tocó sacar el personal estadounidense. Con el terremoto, los periodistas internacionales se desatendieron de lo que pasó. Dijo que Bustillo le proporcionó a Posada algunos hombres salvadoreños, y camiones para ayudar a limpiar todo lo que quedaba en las casas.

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El último mes de salario de Posada se lo “autopagó” con la venta de vehículos, televisores y enseres. Al FBI le dijo que él le dio a Bustillo parte del equipamiento radiofónico y las armas dejadas por el personal. Todo el almacén de partes en Ilopango fue a parar a las manos de la Fuerza Aérea Salvadoreña, según él. Obviamente, los aviones desaparecieron.

Durante el periodo de limpieza de las casas, Posada recolectó documentos, mapas, recibos de combustible y de las casas, registros de vuelos, fotografías y diferentes materiales  y los puso en dos cajas. Estas cajas quedaron guardadas en Ilopango. Dice Posada que él se las dio a Leiva para que las guardara.

Septiembre 26, 2013

LA CIA CREÓ EN ILOPANGO UN ATERRADOR PLANQuienes estaban detrás del tráfico de armas y drogas desde el aeropuerto de Ilopango, era una galería de personas como nunca antes se había juntado en la historia. Desde un asesino nazi hasta Pablo Escobar estaban detrás de todo.

Lafitte Fernández

 Lo que a mediados de la década de los ochenta montó el gobierno de Ronald Reagan, en el aeropuerto de Ilopango, fue tan descomunal, gigantesco e ilegal que resultaba aterrador.

La estructura que operó, desde Ilopango, transportaba drogas a los Estados Unidos con entera libertad . El dinero que eso producía, se usó para comprar armas a los israelíes y a otros contrabandistas europeos.

Uno de los coordinadores del tráfico de armas que llegaban en aviones Boeing 707 hasta Ilopango  era el dictador de Panamá, en ese entonces, Manuel Antonio Noriega.

En el aeropuerto salvadoreño operaban, además, al menos trece narcopilotos que transportaban, desde el sur y el norte del continente , las drogas y lanzaban, desde el aire, las armas a los antisandinistas en territorio nicaraguense.

Si se mete el escalpelo, la organización se manejaba de esta manera: el jefe principal de  la operación era Oliver North, un militar estadounidense. North era mano derecha, a mediados de los años ochenta, del vicepresidente George Bush, padre. A Estados Unidos lo gobernaba Ronald Reagan.

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La cocaína

Si se trataba de cocaína, esta se traía, en su mayor parte, desde Colombia y Bolivia.

Los proveedores eran los miembros del Cártel de Medellín con Pablo Escobar a la cabeza. Desde Bolivia, el suplidor  de la base de coca era Roberto Suárez Gómez, quien murió en el 2001 y le llamaban El “Rey de la cocaína”.

De ese tamaño eran los suplidores de la cocaína que traían a Centroamérica, sobre todo a Honduras y El Salvador. La CIA tranzó con los narcotraficantes más poderosos del planeta. Eso fue parte de la locura que ahora se descifra.

También podría  incluirse aquí a Ramón Matta Ballesteros, el hondureño que llegó más largo en el narcotráfico internacional, aunque ahora, paradójicamente, está en prisión en Estados Unidos, luego de recibir seis condenas de cadena perpetua.

Los estadounidenses primero lo metieron en un proyecto de esa envergadura como socio, por acción de la CIA. Después, la DEA lo capturó por participar en el asesinato del agente antidrogas, Enrique Camarena.

Otros actores

Ahí no se detiene  la construcción que se hizo, en el aeropuerto de Ilopango entre 1985 y 1986, desde las oficinas de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.

Otro de los proveedores de la red de lo que se llamó Irán- Contra fue el mexicano Rafael Caro Quintero, un narcotraficante de alto calado que lo escondieron en Costa Rica. Compró grandes mansiones, y después, cuando lo descubrieron, se lo llevaron furtivamente hasta México, donde pasó más de 20 años en prisión.

Hace pocos días salió de la cárcel

Luego lo intentaron encarcelar de nuevo, en México, y desapareció hace algunas semanas. Pero su imperio de la droga nunca cerró sus puertas.

Se tienen evidencias clarísimas, no sólo que narcotraficantes mexicanos participaron en el Irán-Contra como proveedores de drogas, sino hasta hay testigos que reconocieron que, en una finca de Caro Quintero en Veracruz, entrenaban soldados “contras” que luego llevaban a Nicaragua.

Entonces, Caro Quintero fue proveedor de todos los movimientos de los narcopilotos que vivían aquí. Estos se alojaban, bajo ocupación plena, en un hotel que funcionaba en San Salvador, a un costado del hotel Terraza.

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Seguridad del proyecto

Documentos desclasificados de la DEA y la CIA, investigaciones especiales que se hicieron, testimonios,  y hasta algunos libros esclarecedores recientemente publicados, mencionan que, para que el “Rey de la cocaína”, pudiera suplir la base de la cocaína al Irán-Contra tuvo que instalar grandes laboratorios para hoja de coca, en el norte de Bolivia.

Para evitar que la DEA, y otras autoridades descubrieran ese laboratorio, Klaus Barbie, el asesino nazi que falleció en 1991, garantizó la seguridad de la operación de la coca en las montañas bolivianas.

Barbie estuvo en toda la operación de la cocaína, desde el principio. Incluso, la esposa de Roberto Suárez Gómez, el “Rey de la cocaína”, dice que fue Barbie quien presentó al militar estadounidense, Oliver North, a su esposo.

Pero, tampoco Barbie estaba solo en la prestación de los servicios de seguridad para producir la base de cocaína en las montañas de Bolivia.

El alemán nazi siempre estuvo acompañado, en esas tareas,  del facista italiano Stefano Delle Chiae.

La CIA tenía a Stefano como el terrorista de derecha más buscado en el mundo. Siempre lo relacionaron con golpes de Estado en Bolivia, Chile y Argentina. Incluso, se le vinculó con el asesinato de líderes chilenos de izquierda que acompañaban a Salvador Allende. Era tan rudo y violento como Barbie.

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Los que mandaban en Ilopango

Todo el centro de abastecimiento de armas y tráfico de drogas lo conducía, en el aeropuerto de Ilopango, Olivert North y la CIA, entidad estadounidense que mandó a construir ahí dos hangares que manejaban a su antojo.

El jefe de las operaciones de Ilopango era Félix Rodríguez, un cubano americano que llegó con la fama de haber participado en la captura y asesinato del “Che” Guevara en Bolivia.

Rodríguez era un agente histórico de la CIA. El dice en un libro que llegó aquí para ayudar en la lucha contra la insurgencia. Pero, documentos de la DEA probarían que vino acá con otra misión: ya había sostenido contactos, probados, con el tesorero de Pablo Escobar.

Hay pruebas de que Rodríguez (quien de paso contribuyó, en 1985, con la captura de Nidia Díaz, la comandante del FMLN), participó en los planes de Ilopango, desde el principio.

Pero, además de Rodríguez, en la operación de Ilopango participó Luis Posada Carriles, un anticastrista que ahora pasa enfermo en su casa de Miami.

Posada Carriles es el hombre más odiado de Fidel Castro. Incluso, participó en varios atentados contra él.

Además fue quien organizó, desde El Salvador, varios atentados en hoteles de la ciudad de La Habana en los que murió un turista italiano.

Al menos tres salvadoreños se encuentran en prisión a raíz de esos atentados.

Trece narcopilotos

El plan que la CIA y la Agencia de Seguridad de los Estados Unidos montaron en el aeropuerto de Ilopango, entre 1985 y 1986 ( al menos), no podía funcionar sin pilotos ni permisos para que pasara la droga y las armas por El Salvador, y otros países centroamericanos.

Entre los pilotos que traficaron las armas y las drogas, se encontraba Floyd Carlton, el piloto personal de Manuel Antonio Noriega, quien tenía la estatura para hablar hasta con Pablo Escobar.

Otros de los pilotos eran nicaraguenses, costarricenses, estadounidenses  y de otras nacionalidades quienes, con el tiempo, confesaron la verdad. Al menos un par de ellos confesaron todo lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango.

La duda final es que los principales mandos del ejército salvadoreño sabían lo que ocurría en el aeropuerto de Ilopango.

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Muchos testimonios dicen que sí. De lo contrario, la CIA no habría construido dos hangares. Tampoco los narcopilotos hubiesen tenido documentos que les permitía no hacer trámites migratorios. Los aviones los llevaban, directamente, hasta los hangares. Sólo la CIA era dueña de la verdad.

El propio Félix Rodríguez cuenta que, para instalarse en el aeropuerto de Ilopango, se reunió en Washington con el jefe de la Fuerza Aérea Salvadoreña, en ese entonces, Rafael Bustillo. También con el jefe del Estado Mayor Conjunto, Adolfo Blandón.

Zona1 GRANDES SERIES¿Dónde estoy? | Grandes seriesSeptiembre 19, 2013

RÍOS DE COCAÍNA NACIERON EN LOS HANGARES DE ILOPANGODesde dos hangares del aeropuerto de Ilopango se transportaron gigantescas cantidades de cocaína hasta Estados Unidos, a mediados de la década de los ochenta. La CIA se convirtió, aquí, en el mayor narcotraficante del continente. Luis Posada Carriles, un cubano que ayudó a capturar en Bolivia al “Che” Guevara, y su amigo nazi Klaus Barbie, participaron en esa demencial operación. Esta es la historia de lo que sucedió.

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A la izquierda, Randy Capister, agente de la CIA, de quien se dice fundó los escuadrones de la muerte en el país. Aparece con Celerino Castillo, el incómodo agente de la DEA. Cele, también le dijo lo que pasaba a George Bush, en Guatemala. Nunca pensó que Bush era uno de los credores del plan.

Con su piel oscura, su bien cuidado bigote y sus ennegrecidos ojos que brillan cuando alguien menciona la palabra “cocaína”, Celerino Castillo se acercó a Randy Capister, el agente de la CIA famoso por crear escuadrones de la muerte, y le dijo con furia: ”Un día, esto va a volver y morderte el culo”.

A “Cele”–como le llaman a ese descendiente de mexicanos que quería seguir el camino “derecho”, como le juró a su padre–le salieron las palabras con toda la rabia que mantenía en su alma. Sabía que tenía razones para decirle eso, en San Salvador, al hombre de la CIA.

Celerino era un agente de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA).  Se había jugado la vida combatiendo narcotraficantes de las mafias italianas en Nueva York, o a capos colombianos o peruanos en América del Sur.

Pocas semanas atrás le habían ordenado vigilar y desarmar las actuaciones de posibles narcos que estarían operando desde el aeropuerto de Ilopango.

Esta vez, sin embargo, no podía justificar ni explicarse lo que pasaba. Ahora se topaba, en El Salvador, no solo con una operación encubierta de la CIA, sino con algo que jamás esperaba: tráfico de drogas hacia Estados Unidos.

Celerino, un  ex combatiente de la guerra de Vietnam, sabía, porque tenía las pruebas en sus manos de que, desde ese aeropuerto salvadoreño, se reexportaban gigantescas cantidades de cocaína que venían desde América del Sur y se enviaban hacia Estados Unidos.

Pero lo insólito es que, esta vez, no eran narcotraficantes colombianos, peruanos o italianos los que enviaban la cocaína desde aquí. Eran militares estadounidenses y salvadoreños, mezclados con ex funcionarios de la CIA, exiliados anticastristas y rabiosos anticomunistas metidos en una riesgosa operación. ¡Estados Unidos  se había convertido en el mayor traficante de drogas del mundo!

Eso era posible porque El Salvador se había convertido, a mediados de los años ochenta, en la cuna de un inédito e inescrupuloso plan cuando la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos comenzaron a traficar drogas desde aquí, para comprar armas y financiar la lucha contra Daniel Ortega.

Los personajes involucrados por los Estados Unidos en esa iniciativa eran estelares: Oliver North, quien acabó atado a un escándalo mundial; Luis Posaba Carriles, un anticastrista con extensos tentáculos en El Salvador y Félix Rodríguez, un cubano colaborador de la CIA, quien años antes contribuyó con la captura del “Che” Guevara en Bolivia.

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En el proyecto se involucraron pilotos salvadoreños, otros aviadores mercenarios de los Estados Unidos y el ex jefe de la Fuerza Aérea de El Salvador (FAS), José Rafael Bustillo.

En 1986, el gobierno del ex mandatario Ronald Reagan ideó ese plan cuando los legisladores estadounidenses le cortaron la ayuda a los contras nicaragüenses. Entonces, comenzó a andar, en El Salvador, una serie de terroríficas acciones que pocos podían imaginar.

Descubrió el plan

Celerino Castillo era, en 1986, un experimentado agente de la DEA. Lo enviaron a El Salvador a investigar sobre varios hangares del aeropuerto de Ilopango desde donde se transportaban drogas hacia Estados Unidos.

Capister, uno de los hombres más importantes de la CIA en Centroamérica en ese tiempo –dirigía la guerra sucia contra las guerrillas en Guatemala y El Salvador– escuchó lo que Celestino le dijo. Entendió que la DEA le decía a la CIA que se arrepentirían de lo que hacían con la droga. Por eso Capister le respondió:

–Cele, esto es lo que hemos estado haciendo toda la vida. Esto es para ayudar a combatir el comunismo en Nicaragua y aquí, en El Salvador. O ellos ganan, o ganamos nosotros. La verdad es que nadie va a hacer nada por nosotros. Somos lo que somos, Cele.

Aquella conversación era producto de una verdadera ironía: Celerino debía luchar por evitar que la cocaína llegara a Estados Unidos. Llevaba doce años trabajando en eso desde que contribuyó a capturar un cargamento de heroína valorado en $100 millones, propiedad de una poderosa mafia italiana radicada en Nueva York.

Capister era un temido agente de la CIA que pasaba la mayor parte de su tiempo en San Salvador, entrenando a los exterminadores de los guerrilleros del FMLN. Hay quienes juran y le atribuyen el nacimiento de los acusados escuadrones de la muerte en El Salvador.

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En el centro, ATIS GEORGE, el jefe de a DEA en Guatemala, en 1985, quien mandó a investigar a Celerino Castillo ( a su derecha), lo que sucedía en los hangares 4 y 5 del aeropuerto de Ilopango.

El inicio de todo

En marzo de 1986, la oficina de la DEA en San José envió un cable a sus colegas de Guatemala en el que les decía:

“Preguntar a la policía salvadoreña si investigan a Carlos Amador y a cualquier persona o empresa asociada con el hangar número cuatro del aeropuerto internacional de San Salvador”.

En la sede de la DEA en Costa Rica algo inquietaba a todos, sobre todo a Roberto Nieves, un portorriqueño de piel cobriza que jefeaba esa oficina.

Carlos Amador era un piloto nicaragüense profundamente comprometido con las luchas de los contras que querían derrocar a Daniel Ortega en Nicaragua.

El aviador estaba, en ese tiempo, vinculado con una operación encubierta para llevar armas a los opositores nicaragüenses. El presidente estadounidense en esa época, Ronald Reagan, era el más interesado en ese tráfico de armas.

La solicitud de investigar a Amador, en El Salvador, la recibió Robert Stia, jefe de la DEA en Guatemala, donde trabajó desde 1985 hasta 1991.

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Stia decidió, entonces, enviar a Celestino Castillo a El Salvador a investigar lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango. De muchas maneras, ya había recibido varios informes en el sentido de que, desde dicho aeropuerto, se estaría traficando cocaína hasta Estados Unidos.

Por todo eso es que, cuando Celerino Castillo llegó a investigar lo que pasaba en el mencionado aeródromo, lo primero que hizo fue contratar un informante que se moviera, de puntillas, en ese lugar.

El hombre, cuya identidad protegemos, comenzó entonces a registrar todos los nombres de los pilotos y las matrículas de los aviones que partían desde los hangares 4 y 5 de Ilopango que, probadamente, controlaba la CIA.

Poco a poco contaron los pilotos: eran trece los aviadores y  todos sus nombres estaban incorporados como colaboradores de mafias de narcotraficantes de aquella época. Eso lo comprobó Castillo cuando contrarrestó todos esos nombres en su base de datos. “La mayoría estaban documentados, en los archivos de la DEA, como traficantes”, escribió en su diario.

Amador, el piloto nicaragüense, era sólo uno de ellos. Floyd Carlton era otro. Y Carlton Cáceres era nada más y nada menos que el piloto de mayor confianza del ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega.

Sin duda, la historia registra a Carlton como un piloto narco que tenía capacidad para viajar a Colombia a hablar con traficantes de altísimo calibre, como los hermanos Ochoa o Rodríguez.

Noriega era, posiblemente, uno de los facilitadores y proveedores de la cocaína que pasó por Ilopango, aunque no era el principal abastecedor.

El problema de Celerino Castillo, el agente de la DEA que descubrió lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango, fue que le dijeron, cuando descubrió a Carlton en los hangares del aeropuerto, que solo era un mecánico de los aviones que transportaban armas (jamás dijeron que también movían drogas).

Lo que ocurría en Ilopango no sólo era una operación de la CIA. Ahí ocurrían hechos tan descarados como el protagonizado por el cónsul general de Estados Unidos en El Salvador, Robert Chávez, en 1986. Este le advirtió a Celerino Castillo que un agente de la CIA, George Witters, estaba solicitando una visa de EE.UU. para un “narcotraficante nicaragüense” y piloto Contra llamado Carlos Alberto Amador.

Esto sucedía a pesar de que Amador era mencionado en seis archivos de la DEA.

¿La visa era para que piloteara un avión hacia Estados Unidos cargado de droga? Posiblemente sí.

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Involucrado

Un informe oficial del gobierno de los Estados Unidos, hecho público hace pocos años, dice que en los propios archivos de la CIA se mencionaba que el piloto Amador estaba involucrado en tráfico de drogas.

La estación de la CIA en San José, Costa Rica, lo calificaba como un posible traficante de drogas.

Pero el informe más fuerte –movilizó, incluso, a Celerino Castillo a revisar el papel de Amador en Ilopango– fue el que realizó el 27 de agosto de 1985 el jefe de la DEA en Costa Rica, Sandalio González. Este comunicó a dicha organización que un informante muy creíble le dijo que Amador estaba planeando dos aviones desde Miami hasta Colombia, como parte de una operación de drogas.

Otro documento de la propia CIA repetía, en abril de 1986, que “las fuentes sospechan que Amador está involucrado en narcotráfico”. La DEA también pensaba lo mismo en esa época.

Después ocultarían todo eso.

Septiembre 22, 2013

LAS PRUEBAS DE ILOPANGO OLÍAN A NARCOMILITARESUn cubano que ayudó a detener al “Che” Guevara en Bolivia, y a Nidia Díaz en el país, tenía contactos con el tesorero de Pablo Escobar, antes de llegar al país. Varios pilotos desbordaron las leyes del país desde el aeropuerto de Ilopango. A un salvadoreño lo detuvieron, en Texas, con $5.5 millones en efectivo. Desde entonces le llamaban “cinco millones”.

Enormes cantidades de cocaína pasaron por el aeropuerto de Ilopango.Lafitte Fernández

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Ramón Milián Rodríguez, tesorero del Cártel de Medellín y de Pablo Escobar, dijo que entregó $10 millones a Félix Rodríguez para compra de armas. El dinero venía de la droga.

Desde que el agente antidrogas de los Estados Unidos, Celerino Castillo, puso sus ojos y oídos, en 1985, sobre lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango, dudó de los militares salvadoreños y estadounidenses. También de la guerra.

Pero quien más mala espina le daba a Celestino era Félix Rodríguez, el cubano anticastrista que llegó al país precedido de la fama de haber contribuido, en Bolivia, con la captura y muerte de Ernesto el “Che” Guevara.

A mediados de la década de los años ochenta, Félix Rodríguez era uno de los más altos jefes del centro de abastecimiento de armas y drogas del aeropuerto de Ilopango. La alianza con el poder lo tenía ahí.

Félix siempre dijo que llegó a Ilopango, casi por casualidad, para ayudar a la lucha contrainsurgente que libraba, en esa época, la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAES).

Después, según su relato, lo llamó el presidente del Centro Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, el militar Oliver North, quien le pidió que contribuyera con un centro de abastecimiento de armas para los antisandinistas de Nicaragua que querían derrocar a Daniel Ortega, en los años ochenta.

Pero el agente de la DEA había recolectado otras pistas: en el aeropuerto de Ilopango entraban y salían trece narcopilotos que no sólo trasegaban armas sino también drogas hacia Estados Unidos.

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Pruebas de fe

Muy pronto, Celerino Castillo supo una historia muy diferente de Félix Rodríguez: era un agente de la CIA protegido, en esa época, por Donnald Gregg, quien ayudaba al vicepresidente George Bush, a realizar operaciones de inteligencia por todo el planeta.

Rodríguez se reunió con George Bush mientras era vicepresidente de los Estados Unidos, y segundo de Ronald Reagan. Dos días después ya estaba en El Salvador con la misión de crear una base de operaciones.

De todo eso estaba informado al menos el jefe del Estado Mayor Conjunto, Adolfo Blandón, y el jefe de la Fuerza Aérea Salvadoreña, Rafael Bustillo.

Celerino Castillo, agente de la DEA, a quien le tenía ojeriza era a Rodríguez. Por eso  supo algo más en la base de información de la DEA: antes de venir a El Salvador (1 de noviembre de 1984), a la pareja de Félix Rodríguez en esa época, Gerard Latchinian, la encontraron culpable de contrabandear, en Estados Unidos,  $10.3 millones en cocaína.

Hechos como esos  lavaron la voluntad del agente Castillo de la DEA contra Félix Rodríguez, quien una vez que llegó a El Salvador se ufanaba de hacer capturado a la comandante guerrillera Nidia Díaz.

Hechos más graves

Celerino Castillo sabía que si les seguía las pistas a las personas que trabajaban en el aeropuerto de Ilopango para la CIA, llegaría a encontrar algo grande, como efectivamente sucedió.

Si bien Luis Posada Carriles, otro anticastrista que estaba en el aeropuerto de Ilopango (el mayor enemigo personal de Fidel Castro), también le llamaba la atención al agente de la DEA desplazado a El Salvador,  las miradas más largas las tuvo siempre sobre Rodríguez.

En el fondo, el agente de la CIA estaba conectado con el vicepresidente George Bush y con Oliver North, el presidente del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.

Otro dato que llegó a las manos del agente de la DEA dejó perplejo a Celestino Castillo: el 18 de enero de 1985, poco antes de que Rodríguez viniera a El Salvador, Félix se reunió con Ramón Milián Rodríguez, uno de los principales lavadores de dinero del colombiano Pablo Escobar y el cártel de Medellín.

Aunque en ese tiempo no se sabía por qué Rodríguez y Milián andaban juntos, mucho después se sabría que el lavador de dinero le daría $10 millones a Rodríguez para financiar acciones que beneficiaran a los antisandinistas nicaragüenses.

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Algún tiempo después de lo sucedido en el aeropuerto de Ilopango (tráfico de drogas y armas), el actual secretario de Estado, John Kerry, realizó una investigación sobre el caso Irán –Contras.

Ante el Senado de los Estados Unidos, Ramón Millián Rodríguez (el mismo que se conectó con Félix Rodríguez), dijo que él era el jefe de la contabilidad del Cártel de Medellín, jefeado, en esa época, por Pablo Escobar. Incluso, aseguró que él había manejado una fortuna de $11 mil millones en ganancias de la droga.

En el momento de declarar, Milián cumplía una condena de 43 años de prisión por lavado de dinero.

Milián hizo una explicación sobre por qué pasaron esos hechos extraños en el aeropuerto de Ilopango:”En 1984, cuando el Congreso cortó la financiación a la Contra nicaragüense, la Casa Blanca recurrió a otras fuentes de apoyo. Yo era un lavador de dinero de la CIA desde 1982. También del Cártel de Medellín. Entonces, la única manera de financiar algunas cosas es a través de las drogas. Y en 1983, el Cártel de Medelllín decidió cooperar con los Contras nicaragüenses”.

Los $10 millones que Milián lavó para los antisandinistas, se entregaron mediante una serie de empresas fantasmas que Milián fundó en Costa Rica.

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Félix Rodríguez, a la izquierda, junto al “Che” Guevara, en Bolivia, poco después de su captura. En 1985 Rodríguez comenzó a dirigir el centro de abastecimiento desde el aeropuerto de Ilopango.

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Luis Posada Carriles.

Pilotos comprometidos

Cuanto más se acercaran los investigadores al aeropuerto de Ilopango, más pruebas se encontraban de que ahí algo extraño,y muy ilegal, pasaba. Era 1985.

Las investigaciones formales arrancaron cuando en la oficina principal de la DEA en  Guatemala, se recibieron informes que los “Contras de El Salvador estaban involucrados en el tráfico de drogas.

El asunto es que el centro de abastecimiento de armas y drogas que se montó en Ilopango era un plan de la CIA. El problema es que a lo que pasaba en El Salvador cada vez se le acercaba más la DEA. Tarde o temprano habría un choque de trenes.

Pero, las principales pistas de lo que pasaba en El Salvador las daban los pilotos nacionales y extranjeros que operaban desde el aeropuerto de Ilopango. Esos hombres eran parte de la clave para saber la verdad.

Lo que le sucedió a un piloto salvadoreño se pudo convertir en prueba exacta del trasiego de armas, droga y dinero entre Sudamérica, Centroamérica y Estados Unidos.

Este hecho ocurrió en junio de 1986, en pleno auge de lo que sucedía en los hangares 4 y 5 del aeropuerto de Ilopango, bajo el control de la CIA.

El 18 de junio el piloto salvadoreño Francisco “Chico” Guirola Beeche lo documentaron en Estados Unidos como lavador de dinero.

Ese día partió del aeropuerto de Ilopango a las 7.30 a.m. Poco después llegó a Bahamas. Se fue a traer fondos para las operaciones de los estadounidenses.

Tres días después regresó a El Salvador transportando como pasajeros a Alejandro Arbizú y a Patricia Bernal.

En 1988, dos años después de ese viaje,  Arbizú fue arrestado en Estados Unidos por un caso de conspiración con cocaína.

Pero, lo más interesante de los registros de la DEA es que el piloto Guirola fue arrestado, en 1985, en el condado de Kleberg, al sur de Texas, con cinco millones y medio de dólares en efectivo. Ese dinero lo recogió en Los Ángeles, California. Lo atraparon agentes de aduanas de los Estados Unidos en otro caso que, rápidamente, conectaron con lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango de San Salvador. Desde ese momento, a ese piloto le llamaron, en El Salvador, el “Cinco millones”.

Pero, otros pilotos que permanecían, en El Salvador, poseían un papel más descarado en el trasiego de armas, cocaína y dinero.

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Otro de ellos era Walter Grasheim quien era un asiduo visitante de los hangares controlados por la CIA durante la guerra, en el aeropuerto de Ilopango.

Las primeras pistas de Grasheim (él habría sido quien, realmente, capturó a Nidia Díaz, cerca de San Vicente), se produjeron en marzo de 1986.

El 10 de marzo de ese año, Grasheim, un piloto experimentado desde Vietnam, voló un avión desde Ilopango hasta la ciudad de Panamá. Lo hizo acompañado de un israelí.

Cuando las autoridades panameñas le preguntaron sobre su arribo a ese país, dijeron que estaban ahí para reunirse con el agregado militar de los Estados Unidos.

Hay que recordar que los principales proveedores de armas de los antisandinistas fueron israelíes que llevaron aviones Boeing 707 desde ese país, hasta El Salvador, repletos de armas.

En informes oficiales de los Estados Unidos se dice que, sólo en 1985, aterrizaron cinco aviones 707 con armas.

Cuando Grasheim y el israelí llegaron a Panamá, el piloto estadounidense ya había sido investigado, en Nueva York, por tráfico de armas hacia América Latina.

Poco después de ese viaje a Panamá, la DEA recibió un reporte sobre el piloto:

“Grasheim posee, y opera el hangar número 4 en el aeropuerto de Ilopango. Dicho hangar es utilizado por la cocaína internacional y traficantes de armas. El hangar 4 también es utilizado por el movimiento Contra de El Salvador”.

En otro informe, Celerino Castillo, el agente de la DEA, informaba a la DEA que las Fuerzas Armadas Salvadoreñas y el Jefe del Estado Mayor, el general Adolfo Blandón, limitaban las investigaciones en Ilopango.

Ya desde entonces se decía, en informes oficiales de los Estados Unidos. Que otros trece sujetos documentados como narcopilotos, operaban en el aeropuerto de Ilopango.

Decomisos de cocaína en los que participó Celerino Castillo, el agente de la DEA, poco antes de centrar sus investigaciones en Ilopango.

Nuevos cobros

A Grasheim siempre le cobraron, mientras estuvo en El Salvador, sus vuelos sospechosos pero, sobre todo, su manía de declararse como agente de una institución, a pesar de no serlo.

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El tres de mayo de 1986, Grasheim tomó un avión y voló desde Ilopango hasta Miami. Pero se estrelló al noroeste del aeropuerto de Miami. En la escena del accidente se identificó, ante las autoridades, como un “agente secreto”.

Cuando la policía lo descubrió ahí con una maleta, les dijo que eran documentos altamente confidenciales que contenían informes del gobierno.

La DEA calculó que la maleta pesaba unos 60 kilos. Muchos sospecharon que poseía cocaína.

Todos esos hechos estaban pasando fuera de la vista y oídos de todos los salvadoreños.

La verdad es que aquí venían y salían muchos hombres y aviones. Y detrás de todo lo que sucedía estaba una verdadera selección del mal: el asesino nazi Klaus Barbie, Roberto Suárez el “Rey de la cocaína” de Bolivia, Manuel Santonio Noriega, el dictador de Panamá, militares argentinos, estadounidenses y salvadoreños y otros narcotraficantes mexicanos.