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UNIVERSIDAD SALESIANA DE BOLIVIA DERECHO DOSSIER SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO Quinto Semestre Lic. Gerardo Ledezma I - 2014

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UNIVERSIDAD SALESIANADE BOLIVIA

DERECHO

DOSSIERSISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO

Quinto Semestre

Lic. Gerardo Ledezma

I - 2014

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I.- INTRODUCCIÓN

Índice

I . Presentación.II. Contenidos.1.- Contexto histórico 2.- Memorias del oratorio3.- Sistema educativo de Don BoscoIII. Lecturas Complementarias.1.- Vida de Domingo Savio2.- Vida de Miguel Magone3.- Vida de Ceferino NamuncuráIV. Bibliografía.

Presentación

Es primordial tener claridad sobre toda materia o asignatura que estudia, es por ello que el presente dossier desea ser ese instrumento que permita al estudiante iniciar, desarrollar y estar en disposición a una formación permanente, que le permita una continua puesta al día.La estructura del presente dossier está conformado de la siguiente manera: primero los contenidos mínimos, lecturas complementarias y bibliografía.Es importante que los estudiantes acceden cotidianamente a éste dossier, por que les permitirá estar al tanto del avance de los contenidos de la asignatura. Teniendo en cuenta que ésta asignatura la desarrollan varios docentes y en distintas carreras, es esencial estar en continuo contacto con los indicados docentes, afín de seguir las orientaciones específicas que ellos presentan en aula.

II.- CONTENIDO

1.- Contexto histórico

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2.- Memorias del oratorio (Vida de Don Bosco)

MEMORIA DEL ORATORIO

INFANCIA Y ADOLESCENCIA ( 1815 – 1835* Nacimiento  En la localidad de I Becchi – comuna de Castelnuevo D Asti , entre las colinas de Monferrato a 30 km de Turín, capital del Piamonte, nació JUAN MELCHOR BOSCO, el 16 de agosto de 1815, hijo de Francisco Bosco y de Margarita Occhiena. El 17 de agosto recibe las aguas bautismales en la parroquia de Castelnuevo. Sus padres eran campesinos y muy pobres, muy cristianos y tenían 3 hijos : Antonio (nacido de un primer matrimonio de Francisco ) , José Luís y Juan Melchor (del segundo matrimonio). * Algo de historia  Meses antes del nacimiento de Juan Bosco –después de la derrota de Napoleón – concluía el Congreso de Viena (9 / 06 / 1815) que imponía en Europa la “restauración del Antiguo Régimen”. Italia quedó divida en 8 estados: el reino de Cerdeña , el reino de Lombardía y Venecia, los ducados de Parma, Módena y Toscana, el principado de Lucca, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias. Al regresar Víctor Manuel I revoca las leyes de los últimos 15 años y restaura el antiguo régimen. En 1831 sube al trono del reino de Cerdeña Carlos Alberto, hijo de Víctor Manuel . Tiene 33 años y más tarde apoyara la unidad

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italiana. Es interesante notar aquí como 1815 año del congreso de Viena y el nacimiento de Juan Bosco fue el principio de quince importante años en los que se formó la “matriz del mundo moderno”, no solo para Italia y Europa y el resto del mundo.   ·        Muere su padre Francisco Bosco  Debido a una pulmonía fulminante, el 12 de mayo de 1817 moría Francisco Bosco, dejando viuda a los 29 años a Margarita Occhiena con sus tres hijos. En ese año se produjo una gran sequía en la zona por la cual toda la población cayo en una hambruna que la joven viuda tuvo que afrontar con sus tres hijos.   ·        Primeros años de Juan  Pese a que doña Margarita era una campesina analfabeta se dedicó por entero a la educación cristiana de sus hijos. Les enseñaba el catecismo que se lo sabía de memoria; los inició en la oración sencilla y confiada dirigía al Padre Dios. Cuando Juanito tenía 8 años lo llevó a un sacerdote para se confesara, recibiendo así orientaciones morales muy seguras. Entre los 9 y 10 años Juanito aprendió a leer y escribir de la mano del sacerdote y profesor José Lacqua. Más tarde escribiría don Bosco esto; “Todos me querían para que fuera su juez o amigo. Yo procuraba hacer el bien que podía y no hacer el mal a nadie”.   ·        El sueño de los 9 años  En estos mismos años de su infancia tuvo un sueño que le quedó grabado por toda su vida. “Me parecía encontrarme ante un grupo de muchachos que se divertían. Unos reían, otros jugaban , muchos blasfemaban (decían insultos contra Dios y los santos). Esto me llevó a enojarme y me lancé con gritos y golpes para hacerlos callar. En eso, apareció un hombre de figura majestuosa y magníficamente vestido. Un manto blanco lo cubría y su rostro resplandecía de tal manera que no se lo podía mirarlo en los ojos. El me llamó por mi nombre, me ordenó ponerme a la cabeza de esos muchachos y me dijo: “No con los golpes sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganar la amistad de estos chicos. Empieza de inmediato a enseñarles la fealdad del pecado y la belleza de la virtud.”. Confundido y asustado respondí que yo era un pobre muchacho incapaz de hablar de religión. Entonces los muchachos dejaron de pelear y de blasfemar y se juntaron alrededor del personaje que hablaba. Yo pregunté: - ¿Quién es Vd. que me ordena cosas imposibles? – Tú las harás posibles por la obediencia y la adquisición de la ciencia - ¿Y cómo podré adquirir la ciencia? – Yo te daré la Maestra bajo cuya dirección llegarás a ser sabio- Y,¿quién es Vd. para que me hable de esa manera? – Yo soy el Hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día. – Mi madre me prohibió hablar con extraños sin sin permiso, dígame su nombre.- ¿Mi nombre? Pregúntaselo a mi Madre. En ese momento vi a una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto resplandeciente como si estuviera cubierto de estrellas. Dándose cuenta de que yo estaba turbado, ella me pidió acercarme y me tomó suavemente de la mano . –Mira- me dijo. Yo miré y vi que los muchachos habían desaparecido y en su lugar habría cabritos, perros, gatos, osos y otros animales. – Este es tu campo de acción – me continuó diciendo. Y agregó :- Aquí deberás trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto y el cambio que vas a ver producirse entre estos animales tú deberás provocarlo entre mis hijos. Volví a mirar y en lugar de los animales feroces aparecieron otros tantos corderos llenos de dulzura que balaban y saltaban en todos los sentidos como para festejar a ese señor y a su madre. En el sueño me puse a llorar por no saber claramente lo que significaba, pero la señora puso su mano sobre mi cabeza y me dijo: - A su tiempo todo lo comprenderás. Ante estas palabras un ruido me despertó y todo desapareció de mi vista.

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Juanito vio en este sueño su futura misión.: educar y ser amigo de los jóvenes y muchachos y usar para esto no la fuerza sino la bondad, entendió que Jesús y María eran quienes lo habían llamado para esta misión.Al narrar Juan al otro día este sueño a su familia, su hermano José le dijo:- Tú serás pastor de ovejas y cabritos. Su hermano Antonio- que no lo quería mucho- agregó: - Tú serás el jefe de salteadores. En cambio, su madre Margarita le dijo: - Tal vez...tal vez con esto llegue a ser sacerdote! Y la abuela concluyó: - No hay que darle tanta importancia a los sueños”.  ·        Narrador y acróbataJuanito Bosco era un niño campesino robusto y trabajador, ágil, muy inteligente y de muy buena memoria. En estos primeros años se destacaba como buen narrador. A sus muchachos y amigos les traía ejemplos escuchados en los sermones de los domingos en la iglesia del pueblo. Al final de los discursos les enseñaba a rezar y a hacer la señal de la cruz y a invocar a la madre de Dios. También, los hacia divertir con ejercicios acrobáticos; le gustaba correr, trepar los árboles, caminar sobre una cuerda tensa, caminar en posición invertida y dar saltos espectaculares. Así entre acrobacias y rezos Juanito educaba a los niños y adultos que se le acercaban.  ·        Su Primera Comunión  Con mucha probabilidad un 26 de marzo de 1826, en la fiesta de Pascua, Juanito Bosco hizo su Primera Comunión. Tenia unos 11 años. Más tarde- ya como educador- recomendará a sus niños que reciban cuanto antes la Primera Comunión bastando que sepan distinguir entre “pan” y “Pan” y que tengan una instrucción suficiente.   ·        Pastor de vacas  Y como su hermano Antonio no le gustaba el comportamiento de Juanito, un día su mamá Margarita le dijo que se vaya de la casa y se fuera a vivir con la familia de los Moglia. Una vez aquí se dedicó a cuidar vacas del establo. Además de realizar estos trabajos los días domingos pedía permiso para a la Misa en la iglesia del pueblo a una hora de distancia.   ·        Encuentro con Don Caloso  En noviembre de 1829 el Capellán Juan Caloso observó con suma atención al jovencito Juan Bosco que asistía con mucha devoción las celebraciones del Jubileo. Le preguntó si entendía los sermones. Juan Bosco le repitió de memoria todos los sermones . Lo invitó a progresar en sus estudios estudiado el latín. Don Caloso le animaba a Juanito para que se confesara y recibiese la Eucaristía.. El mismo escribirá más tarde;” En esta época comencé a gustar lo que era la vida espiritual”. Pero, al poco tiempo don Caloso se enferma por un derrame cerebral, pues, Juanito pierde a su primer y gran amigo.   ·        Repartición de los bienes de la familia  Durante el curso de 1830 la familia Bosco se reparten sus bienes y se dividen. Antonio se quedó con la casa paterna. Margarita y Juan vuelven a estar juntos. José se instaló en una granja de Susambrino. En la década del treinta Juan quedó en libertad para estudiar y ser sacerdote para los jóvenes (ver el sueño de los 9 años)   ·        En la Escuela Comunal  A comienzos del año 1831 Juan Bosco empezó a asistir a la Escuela Parroquial de Castelnuovo para terminar sus estudios básicos. Todos los días recorría unos 20 km. desde su casa a la Escuela. Haga frío o calor, días de sol o de lluvia. Soportaba vientos y heladas.   ·        En la Escuela de Chieri

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  El 3 de noviembre de 1831 Juan Bosco entró en la Escuela Secundaria de Chieri a tan solo unos 10 Km. de Turín. Debido a su edad e inteligencia logró hacer 3 cursos en un año y fue siempre el primero entre sus compañeros. Estando en Chieri se hospedaba en la casa de Lucia Matta. Margarita le pagaba con productos del campo y Juan debía hacer oficios domésticos para pagar el resto de la pensión.  ·        La Sociedad de la Alegría  Durante su permanencia en Chieri, Juan Bosco creó la “Sociedad de la Alegría”, un grupo juvenil con muchachos de la zona a fin de sacarlos de la mala vida de la calle y hacerlos más buenos. Así surgió un pequeño reglamento que expresaba: 1) Ninguna acción ni palabra que pueda avergonzar a un cristiano se debe hacer ; 2) Cumplir bien con los deberes escolares y religiosos y 3) Estar siempre alegres. Domingo Savio- su alumno predilecto- dirá más tarde; “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”. Los paseos, los juegos, las carreras, el canto y la oración eran expresiones de esta ¡”Sociedad de la Alegría”. Los miembros de esta simpática sociedad se reunían los domingos por la tarde para jugar, hacer acrobacias de Juan y escuchar sus palabras.   ·        Avanza en sus estudios  En el otoño de 1832 Juan Bosco empezó el tercer año de Gramática. En dos años en Chieri hizo los Cursos de Humanidades y Retórica. El 4 de agosto de 1833 , de manos de Mons. Juan Antonio Gianotti, recibe el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo haría de este joven un auténtico cristiano y un apóstol incansable de los jóvenes. Juan era un gran lector: se leyó numerosos libros de la Biblioteca de Pomba, se adelantó en la literatura italiana y hasta leyó a autores latinos. Leía hasta la medianoche.   ·        Algunos amigos  Durante su adolescencia Juan cultivó profundas amistades de las que destacamos algunas: Pablo Braja, compañero de escuela y modelo de virtudes cristianasJacobo Leví-judio-llamado “Jonás”: se hizo cristiano por el bautismo recibido cambiando su nombre por Luís.Luís Comollo, su mejor amigo. Juan escribirá luego su vida y será este su primer libro en el cual se destacaba su mansedumbre evangélica y su experiencia de vida espiritual.  ·        Decidiendo el futuro  En esos años Juan piensa en su futuro: ser sacerdote diocesano y atender al pueblo en una parroquia o tal vez hacerse religioso franciscano. Hechas las averiguaciones del caso, Mamá Margarita recibe la noticia del párroco José Comollo y le decía: “Está todo listo y considerado: yo le aconsejaría que NO ENTRE EN EL CONVENTO sino que reciba el hábito clerical (la sotana) y no tenga miedo de perder la vocación. Con las practicas de piedad y una vida retirada superará todos los obstáculos”.   ·        Con Don José Cafasso  Juan era pobre y no podía pagar su estadía en el Seminario. Entonces, y por iniciativa de su amigo Evasio Savio le dijo que se vaya hasta Turín y que hablase con Don José Cafasso, un sacerdote joven y muy estimado en toda la región. Este lo recibe muy bien y le dice que termine tranquilamente sus estudios que alguien le pagará lo que sea necesario. Consiguió del teólogo Guala – su benefactor- para que abonase los estudios de Juan Bosco.   ·        Recibe la sotana  La vestición clerical – recibir la sotana -era un paso importante para todo aspirante al sacerdocio. El 25 de octubre de 1865 se realizo la ceremonia de la vestición en la iglesia de Castelnuovo. Juan contaba con 20 años. Y Juan recuerda lo que le dijo su madre Margarita

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antes de entrar al seminario : - Mira Juan: has vestido el hábito sacerdotal. Siento la alegría que una madre puede sentir. Recuerda que el hábito no honra a tu estado sino la practica de la virtud. Prefiero tener un pobre campesino antes un sacerdote descuidado de sus deberes. Si alguna vez tienes dudas de tu vacación por favor no deshonres este hábito. Cuando naciste yo consagré a la virgen Maria y lo seguí consagrando hasta el día de hoy”. La misma tarde a las 18 hs Juan entraba al Seminario donde permanecerá hasta el día de su ordenación sacerdotal.

EN EL SEMINARIO DE CHIERI ( 1835 – 1841 )

  ·        Vida en el Seminario  Durante 6 años permaneció Juan Bosco en el Seminario de Chieri preparándose para ser sacerdote. El arzobispo de entonces era Mons Franzoni. Le llamó la atención un cartel en latín que decía “Las horas corren lentas para los afligidos, rápidas para los corazones alegres”. Y haciendo un comentario le dijo a su mejor amigo Garigliano: -“Mira, nuestro lema de la sociedad de la alegría. En el seminario se regia por un horario muy rígido y exigente que pretendía favorecer el estudio y la formación y la piedad. Juan Bosco se encontró, entonces con 3 problemas (o defectos ) importantes:

° Primero, existía una distancia entre los superiores y los seminaristas. No había familiaridad, faltaba la benevolencia entre educadores y educandos

° Segundo; que junto a chicos de acrisolada virtud los había también chicos con malas costumbres, chicos peligrosos por sus malas conversaciones que traían libros prohibidos y figuras para nada decentes.

° El horario del seminario impedía la comunión diaria. La sagrada comunión se daba solo los domingos y otras grandes festividades. Para ir a comulgar Juan tenia que salir de la fila, pasarse por entre los compañeros que se dirigían al comedor para el desayuno y pedir la Comunión en la iglesia de San Felipe.Por su buena conducta y aplicación en los estudios Juan Bosco recibía todos los años un premio de 60 Liras que correspondía a media pensión en el Seminario.   ·        Entre jóvenes ricos  En las vacaciones de verano de 1836 Juan logró ocupar el puesto de Prefecto (vigilante) y de profesor suplente de Griego para un grupo de muchachos del Colegio del Carmen de Turín. Este trabajo le llevó a tener una experiencia negativa por lo difícil que es conquistar entre jóvenes ricos el ascendiente que un sacerdote debe tener para hacerles el bien. Se persuadió que Dios lo llamaba solo para los muchachos pobres. Respecto a los idiomas escribió en sus memorias: “Además del latín y del italiano , estas lenguas: el hebreo, el griego y el francés me fueron siempre queridas”. ·        Estudios de Juan  Los primeros dos años en el Seminario –1836/1836- fueron de estudio de la Filosofía. En 1867 Juan empezó a estudiar Teología , el cual duraba unos 5 años. Las materias principales del curso eran: Dogmática, Sagrada Escritura e Historia Eclesiástica. Pero lo que más le gustaba era Teología Moral. Aquí en el Seminario siguió siendo una amante de la lectura. Se leyó varios libros de la época: libros de Sagrada Escritura, sobre historia de la Iglesia, libros de Apologética (defensores de la fe) y libros de espiritualidad católica. Juan le consagraba unas 3 o 4 horas diarias para estas lecturas en el Seminario.  ·        Enfermedad y mejoría

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  Estando en tercer año de Teología, Juan Bosco se enfermó gravemente. Padeció agotamiento depresivo: no quería comer y sufría de insomnio. El médico le recetó reposo absoluto. Su madre supo de su enfermedad y le llevó un pan grande de centeno y una botella de vino de antigua cosecha. Juan no rechazó los “remedios” de su madre. Se comió el pan y se bebió todo el vino. Luego tuvo un sueño profundo que duró una noche y dos días seguidos. Cuando se despertó saltó de la cama y prosiguió su vida normal. ·        Adelanta un año de estudios  A fines del tercer año de Teología a Juan Bosco le nació la idea de que – aprovechando los ratos libres de las vacaciones- quería ganar un año de estudios. Se dirigió entonces al arzobispo Franzoni para estudiar los tratados del Cuarto Año en las vacaciones para poder de este modo hacer el Quinto Año y terminar pronto todo el año escolástico 1840/1841. El arzobispo le concedió el permiso. Bajo la férrea mano del párroco de Castelnuovo el teólogo Cinzano- Juan se preparo y rindió con sumo éxito los exámenes. De esta manera hizo la Teología de 5 años lo hizo en cuatro.  ·        Vacaciones durante el seminario  Durante las vacaciones de los años del Seminario Juan Bosco ayudaba en los trabajos del campo de su casa, mientras leía y escribía. Realizaba trabajos de costura, zapatería y carpintería. Enseñaba el catecismo a los niños y jóvenes y también les enseñaba a leer y a escribir. Oyendo al sacerdote del pueblo como hacia los Sermones, aprendió en la practica a realizarlos también, pero de forma popular utilizando un lenguaje sencillo y adaptado al entendimiento de la gente común, haciendo comparaciones sencillas y prácticas para que todo el mundo entienda y aprenda las enseñanzas que dejaba el sermón.  ·        Ordenación sacerdotal  El 29 de marzo de 1841 Juan recibía el Diaconado y el 26 de mayo empezaba sus Ejercicios Espirituales preparándose para su ordenación sacerdotal. Durante sus ejercicios se propuso: “Ocupar rigurosamente el tiempo; padecer, obrar, humillarse en todo, (siempre cuando se trate de salvar almas) y la caridad y la dulzura de san Fco. de Sales me guiarán en todo”.Juan Bosco fue ordenado sacerdote por su Arzobispo Mons. Luís Franzoni, el 5 de Junio de 1841, en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Turín. Junto con él se ordenaron 42 sacerdotes, 26 Diáconos y 25 Subdiáconos. Al día siguiente- fiesta de la Santísima Trinidad- celebró su primera misa en el altar del Ángel Custodio de la iglesia de San Francisco de Asís. Dijo: “ Este fue el mejor momento de mi vida. En el momento de los difuntos recordé a don Caloso y a don Cafasso quienes me ayudaron para ingresar al seminario como dos grandes benefactores”. El lunes 7, celebro la segunda misa en Turín ; el martes 8 la tercera misa en Chieri y el jueves 10 celebró la misa en Castelnuovo. Por la tarde se encontró con su madre Margarita quien le dijo: “Ahora que eres sacerdote estás más cerca de Jesús: No he leído tus libros, pero recuerda de que empezar a decir misa es comenzar a sufrir. De ahora en adelante piensa solo en la salvación de las almas”.

EN EL COLEGIO ECLESIÁSTICO “SAN FCO. DE ASÍS” ( 1846 – 1844)

A don Bosco- recién ordenado sacerdote- se le ofrecen varios campos de trabajo. Don Bosco le consulta a don Cafasso y éste le aconseja no aceptar estas ofertas. En cambio, si pudo entrar en el Colegio Eclesiástico de San Francisco de Asís que don Cafasso dirigía en Turín para estudiar Teología Moral y completar la formación sacerdotal. Allí se quedara

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don Bosco durante 3 años. Los sacerdotes estudiantes del Colegio eran 45 . Por la mañana tenia conferencia con don Guala y por la tarde con don Cafasso. Durante el día visitaba hospitales, cárceles, institutos de beneficencia. Predicaba y enseñaba el catecismo a niños y jóvenes. Don Cafasso fue el Director Espiritual de don Bosco.   ·        Jóvenes pobres en Turín   En este tiempo Don Bosco conoció más de cerca la ciudad de Turín y descubrió la pobreza y abandono de muchos de sus jóvenes. La ciudad contaba con 125 mil habitantes, de los cuales unos 30 mil eran pobres, Entre ellos había: vendedores ambulantes, vendedores de fósforos, distribuidores de volantes, lustrabotas, limpiachimeneas, mozos de café, picapedreros, albañiles, estucadores, adoquineros, enladrilladores , entre otros. Don Cafasso invita a don Bosco a visitar a los jóvenes de la cárcel. De a poco va conociendo la realidad de la ciudad y va tomando conciencia de ello. El delito más común era el robo que lo hacían por hambre o por envidia de otros. El año 1846 don Bosco asistió a la ejecución de un condenado a la orca. Don Bosco le perdonó los pecados en una confesión y le dio la comunión. En el momento de la ejecución Don Bosco perdió el conocimiento y se desmayó. Según consejo de don Cafasso nunca más asistió a una horrible ejecución de un condenado al patíbulo. Luego de este triste sucedo don Bosco se dedicó por entero a formar Oratorios en Turín para educar a la juventud perdida. En 1850 ya había unos 15 de estos oratorio fundados por San Felipe Neri.   ·        Influencia del Colegio Eclesiástico   Entre 1841 y 1844 Don Bosco permaneció y estudió con alegría y tesón en el Colegio Eclesiástico de Turín. Este había sido inaugurado en 1817 por el teólogo Luís Maria Guala. La espiritualidad del C. E. estaba basada sobre la doctrina de San Francisco de Sales (1567-1622) y de San Alfonso Maria de Ligorio (1696-1787) Existía la convicción de que las almas se ganan con la bondad. Don Bosco consideraba a San Francisco de Sales como modelo de los educadores: en la amabilidad sentó la base de su Sistema Preventivo. Veía también en San Felipe Neri como modelo de apóstol y amigo de los jóvenes. Decía “Estad alegres” y “Me basta que no comentan pecados”. Y en San Vicente de Paúl don Bosco lo veía como modelo de apóstol de los pobres y necesitados que encarna el espíritu de servicio y de caridad. El Colegio Eclesiástico de Turín era atendido por fervorosas agrupaciones católicas que seguían las dos clases de espiritualidades: la jesuítica y la salesiana. Los campos de su acción espiritual del Colegio que afectaron de manera a Don Bosco fueron estos 7 aspectos fundamentales: 1.- Clima y estudio apologético 2.- Difusión de la buena prensa (Las Lecturas Católicas) 3.- Preparación de los nuevos sacerdotes 4.- Fidelidad al Papa 5.- Antijansenismo 6.- Santidad y apostolado de los laicos 7.- La espiritualidad (“Dame almas y llevaos lo demás”)   San Francisco de Sales fue así para Don Bosco, en toda su vida, su modelo e intercesor por su bondad, por su celo por las almas y por la castidad.   ·        Encuentro con Bartolomé Garelli   En sus “Memorias del Oratorio”(1873) Don Bosco narra la siguiente anécdota que le pasó. Tenía entonces unos 30 años. Fue el encuentro que tuvo con un muchacho de nombre Bartolomé Garelli el 8 de diciembre de 1841: “En dic de la Inmaculada Concepción de

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Maria estuve a punto de vestirme los Sagrados Ornamentos para celebrar la Santa Misa. El sacristán, José Comotti, viendo a un joven en el lugar lo invitó para que viniera a ayudar a Misa. -         No sé – le respondió el joven avergonzado -         Ven! – le contestó el otro- quiero que ayudes a misa -         No sé – repitió el jovencito- nunca lo he hecho. -     Qué animal eres! – dijo el sacristán furioso – Si no sabes ayudar a misa ¿para qué vienes a la sacristía? Y diciendo esto tomó un plumero y le golpeó el hombro y la cabeza del muchachito Mientras el otro (don Bosco) replicó: -         ¿Qué haces? – grité yo en alta voz- ¿Por qué lo golpeas? -         Porque viene a la sacristía y no sabe ayudar a misa -         Ha hecho mal... -         Y a Vd. ¿qué le importa? -         Es mi amigo. Llámalo inmediatamente. Tengo que hablar con él.   El muchacho llegó mortificado. Tiene la cabeza rapada, la chaqueta con manchas de cal. Es un joven inmigrante. Entonces le pregunté con amabilidad: -         ¿Has escuchado Misa? -         No – le dijo -         Ven a escucharla, luego te hablaré de algo que te va a gustar. Terminada la misa y la acción de gracias lo llevé al Corito y yo con la cara bien alegre le hablé y le dije: -         Buen amigo, ¿cómo te llamas? -         Bartolomé Garelli -         ¿De dónde eres? -         Del pueblo de Asti -         ¿Qué oficios tienes? -         Soy albañil -         ¿Está vivo tu padre? -         No, ya murió -         ¿Vive tu mamá? -         También ella murió -         ¿Cuántos años tienes’ -         Dieciséis -         ¿Sabes leer y escribir? -         No ... -         ¿Sabes cantar? -         No ... -         ¿Sabes silbar? -         Aquí Bartolomé se rió. Era lo que yo quería. Comenzábamos a ser amigos. -         ¿Hiciste la primera Comunión? -         Todavía no -         ¿Te has confesado? -         Si, cuando era más chico -         Y, ¿te vas al catecismo? -         No me atrevo. Los chicos se ríen de mi. -         Y si yo te enseñara el Catecismo ¿vendrías?

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-         Si, con mucho gusto -         También ¿en este lugar? -         Si, pero con tal que no me peguen -         Quédate tranquilo. Ahora que eres mi amigo nadie te tocará. - Y cuando quieres que empecemos? -         Cuando Vd. quiera -         ¿Ahora mismo? -         Si, con mucho gusto”. Don Bosco se arrodilló y rezó el Ave María. Sobre este hecho, cuarenta y cinco años más tarde dirá a sus salesianos: Todas las bendiciones llovidas del cielo son fruto de ese primer “AveMaría” dicho con fervor y recta intención”. Terminado el Avemaría Don Bosco le hizo a Bartolomé una primera catequesis y lo invitó a volver el siguiente domingo a otras catequesis pero trayendo algunos amigos más. Así, al domingo siguiente, vinieron los primeros nueve jóvenes a la catequesis con don Bosco. Con esto había nacido la gran obra de los ORATORIOS SALESIANOS al mejor estilo de la pedagogía de Don Bosco.   ·        Don Bosco Confesor de los jóvenes   Al término del segundo años en el Colegio Eclesiástico Don Bosco dio los exámenes para confesar y celebrar el sacramento de la reconciliación. El 10 de Junio de 1843 Mons Franzoni le entregó los permisos con los que le reconocía el poder de confesar y de perdonar los pecados. En la tarea de confesar seguía las orientaciones de San Alfonso Maria de Ligorio, de Don Cafasso y de don Guala. Don Bosco ayudaba a los jóvenes dando una norma muy sencilla: si no sabes como expresarte di solamente al confesor que te ayude. Luego, el confesor lo hará todo lo demás. En los años que estuvo en el Colegio Eclesiástico se consolidó la persuasión de que, no con el rigor sino con la bondad podía llevar a las almas a Dios. La coronación natural de la confesión era la comunión sacramental a la que muchos de sus niños se acercaban todas las semanas.

EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES (1846 – 1847)

Al terminar el Curso en el Colegio Eclesiástico don Bosco fue nombrado Director espiritual del Hospital de Santa Filomena (para niñas enfermas y discapacitadas) bajo la dirección de la Marquesa Barolo. Hubo también otras obras de caridad, tales como la Casa del Refugio (para mujeres publicas) y la Casa de las Magdalenas (para chicas en peligro, menores de hasta 14 años. La marquesa permitió que don Bosco atendiera también a las mujeres de sus obras sin descuidar a sus muchachos. El grupo de jóvenes que atendía don Bosco se traslado cerca del Refugio en donde estaba la marquesa. Allí, junto al teólogo Borel, don Bosco reunía a sus muchachos los fines de semana para la enseñanza de la catequesis y otras actividades. Este oratorio de llegó a llamar “Oratorio de San Fco. de Sales” en honor al santo de la caridad cristiana por su dulzura y el buen trato con las personas. Después de 7 meses y viendo que los muchachos de don Bosco hacían mucho bochinche en toda la manzana la marquesa se cansó de los gritos, juegos y carreras de esos jóvenes, pues, los consideraba peligrosos para las chicas del Refugio y le pidió a Don Bosco que se vayan a otro lugar.  ·        Buscando un lugar definitivo

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  El 25 de mayo de 1845 Don Bosco reunió a todos su muchachos en la iglesia de san Pedro ad Vincula que estaba junto un cementerio. Don Bosco había reunido aquí cerca de unos 300 muchachos los fines de semana para sus actividades recreativas. Y luego de correr, saltar, cantar y gritar provocó el enojo de la señora cuidadora del lugar, pues, los chicos no respetaban el lugar del cementerio, lugar de silencio y de paz. Y se tuvo que irse a otro lugar. Por una recomendación de Mons. Franzoni Don Bosco reunió a sus muchachos en la capilla de San Martín- muy cerca de los molinos del río Dora. Pero, como en las veces anteriores., este oratorio también duró muy poco: los vecinos protestaron ante las autoridades y los echaron porque los consideraban un poco peligros esas reuniones por alterar el orden publico y crear disturbios. Nuevamente en la calle, en noviembre de 1845 don Bosco consiguió 3 piezas en una casa particular del sacerdote Moretta a pocos pasos del Refugio de la marquesa de Barolo. Este oratorio duró 4 meses y fue desalojado por los vecinos . Enseguida consiguió un prado de los Hermanos Filippi en la zona de Valdocco, pero, como don Bosco estaba un poco cansado, medio enfermo y escupía sangre algunos pensaron que ya estaba un poco loco. Y entre dos sacerdotes se lo llevaron al manicomio. Se cuenta aquí que el santo de los jóvenes se burló de ellos, haciéndolos subir a ellos dos primero y cerrándolos la puerta del coche con fuerza. Don Bosco quedó afuera y los dos sacerdotes fueron al manicomio·        El oratorio en el cobertizo Pinardi  Por fin, en marzo de 1846 se le acercó un tal Pancracio Soave y le ofreció un cobertizo que pertenecía a don Francisco Pinardi y allí se quedó para establecer su oratorio. El teólogo Borel firmó un contrato de pagar todos los años 300 liras al propietario Sr. Pinardi. La casa tenia una sala grande para una Capilla y dos salas menores: una para la sacristía y la otra para la bodega de materiales varios. El 12 de abril- fiesta de Pascua- se inaugura este oratorio que se llamo “Oratorio San Fco de Sales”, ya en forma definitiva.En una carta que le envió don Bosco al intendente de la ciudad- el conde Cavour- le dice:que “la casa supera la cantidad de 250 muchachos. Aquí se aprende: amor al trabajo, frecuencia a los santos sacramentos, respeto a las autoridades y alejarse de las malas compañías.” Con el tiempo se notaban los frutos positivos del oratorio. El conde Cavour no estaba muy de acuerdo con esta forma de educar: mando una partida de guardias para que los vigilara los días domingos.  ·        Don Bosco se enferma  En los primeros días de julio de 1846 Don Bosco se enferma muy gravemente. Recibió el Viático y la unción de los enfermos. Se decía “Don Bosco se muere”. Los jóvenes lloraron primero y luego rezaron mucho para que recuperara su salud. Hicieron algunas promesas y algunos sacrificios. Luego de un tiempito en reposo Don Bosco recupera su salud y sus chicos lo festejan a lo grande en el oratorio. En la capilla don Bosco le agradece a Dios por la recuperación de su salud y poder así continuar con sus muchachos.  ·        Vuelta a Valdocco  Por prescripción medica don Bosco tuvo que irse por 3 meses a la casa de su madre y de su hermano José. Pasado este tiempo se vuelve a la Casa Pinardi de nuevo. Pero tiene que volverse a Valdocco y quedarse ya allí definitivamente junto a su madre que lo acompañará hasta el día de su muerte.  ·        Escritor popular  Además de dedicarse don Bosco a la educación y evangelización de los jóvenes fue también un gran escritor popular. Así, por ej. se hizo publico las siguientes obras: “Vida de Luís Comollo” (1844); “Historia Eclesiástica”( 1845) , “El joven instruido” (1847) y “Una

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historia sagrada” (1847). Estos libros Don Bosco los escribía a altas horas de la noche ya que de día estaba absorbido por sus actividades apostólicas.  ·        Clases dominicales  Para que su Oratorio funcionase muy bien Don Bosco necesitaba una capilla para dar el catecismo, rezar, celebrar la santa misa y la confesión. Además requería de un patio para que los jóvenes se divirtieran, jugaran, gritaran, saltaran y charlaran libremente con sus amigos, luego de los momentos de meditación y de silencio. Para afrontar el problema de la ignorancia de muchos de sus jóvenes Don Bosco organizó clases dominicales de lectura para los analfabetos. Las clases de daban por la noche de lunes a viernes en donde se enseñaba a leer, escribir y un poco de catecismo. Para eso don Bosco escribió un libro que tuvo 6 ediciones titulado “El Sistema métrico decimal para uso de los artesanos y gente del campo” con las cuatro operaciones fundamentales de la aritmética.  ·        La Compañía San Luís  Para dar un poco de orden y estabilidad a la obra Don Bosco empezó a escribir en 1846 un reglamento para el Oratorio. Y de allí surgieron las famosas “Compañías”, es decir, fue como un elemento esencial para la educación y formación entre sus muchachos. Eran como un grupo de jóvenes que se reunían semanalmente para avanzar en su conducta y formación y ayudar así a sus compañeros a ser mejores. Así, en 1847 nació la “Compañía de San Luís Gonzaga”. Don Bosco hizo el reglamento para esta Compañía y que fuese aprobada por Mons. Franzoni . El reglamento pedía : dar buen ejemplo, frecuentar los sacramentos de la eucaristía y la reconciliación, evitar los malos compañeros y practicar el amor y la caridad. Y esto ultimo fue lo que paso cuando asolo el cólera en toda Italia. Los jóvenes de don Bosco no se contagiaron de la enfermedad cuando fueron a atender a tantos que padecían de dicho malestar, pues, llevaban en sus pechos el escapulario de Maria Auxiliadora, la virgen que los protegía de todo mal. Se cuenta que en toda Italia perecieron unos 2.436 personas de esta terrible enfermedad. Cuando Mons. Franzoni fue a visitar por primera vez este Oratorio se realizaron allí las primeras Confirmaciones de los muchachos de don Bosco. Por medio de un Certificado que se expedía se reconocía la labor pastoral de Don Bosco entre sus jóvenes. Y vaya aquí una graciosa anécdota: cuando el Arzobispo quiso entrar por la puerta de la capilla dio su cabeza contra el marco superior de la puerta y se le cayo la mitra. Entonces les dijo: “Hay que respetar a los muchachos de Don Bosco y predicarles con la cabeza descubierta”..  ·        Un domingo en el oratorio  El oratorio funcionaba en la capilla y en el patio. Acompañaban a don Bosco los sacerdotes Borell, Caprano , Vola y Murialdo. La capilla se abría a las 7 de la mañana. Los chicos elegían a cualquiera de los sacerdotes para las confesiones. Durante la misa recitaban las oraciones. No todos comulgaban. Después de la misa Don Bosco explicaba los evangelios y otros relatos bíblicos en forma popular y amena. Esto duraba hasta el mediodía. Algunos comían el pan que habían traído. Durante el recreo se armaba el jaleo: algunos jugaban a las bochas, otros andaban a los zancos, otros usaban fusiles y espadas de madera y se divertían entre ellos sin hacerse ningún daño. A las 14 hs.  empezaba el catecismo, seguía con el rezo del Rosario, luego una breve instrucción, cantos de la letanías y bendición final con el santísimo sacramento. Al salir de la iglesia empezaba otro tiempo libre: unos seguían con las clases de catecismo, otros de canto o de lectura. La mayor parte corrían, saltaban y gritaban. Durante el recreo don Bosco se acercaba al lado de los muchachos y le decía una palabra al oído (diríamos, como un mensaje o consejo espiritual). Al anochecer, vueltos a la capilla para las oraciones de la noche, canto final y la despedida

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dada por Don Bosco. Esas reflexiones dadas por don Bosco se llegó a llamar “Las Buenas Noches” y consistía en algunos consejos de orden espiritual para no tener tentaciones del maligno durante el sueño de la noche en sus casas.  ·        La casa anexa al oratorio  En la tarde del mes de mayo de 1847 un joven de 15 años se presentó a don Bosco con la ropa completamente mojada por una torrencial lluvia que había caído. Tenía hambre y pedía ser alojado por esa noche. Margarita Bosco lo recibió en la cocina. Luego le dio una habitación, pero, por las dudas creyendo que fuese un ladrón cerró la puerta con llave. En otra ocasión vino otro joven en esas mismas condiciones . Al día siguiente muy temprano desaprecio con las sabanas y las frazadas. Ahora este otro chico, pero se le reconoció que no era un ladronzuelo. Don Bosco fue a la ciudad para conseguir trabajo para este jovencito. Este joven fue el primer interno en la casa salesiana que Don Bosco llamó “Casa Anexa al Oratorio de san Fco. de Sales”. Luego fueron dos los muchachos alojados en 1847.A los 3 años ya eran unos 30 y al cabo del año 1860 se juntaron unos 600 jóvenes venidos de toda la comarca. En un principio casi todos eran trabajadores. Pero luego, ya que muchos eran estudiantes podían ser admitidos como aspirantes al sacerdocio. En el año 1847 se abría otro oratorio que se llamó “de San Luís” en el barrio de Puerta Nueva cuya bendición estuvo a cargo de don Borel.  ·        El nuevo Pontífice Pío IX  El 16 de junio de 1846 subía al trono de Pedro en Roma el Papa Pío IX el cual llegaría ser un gran amigo de Don Bosco. Gobernaría a la Iglesia Católica por espacio de unos 30 años. Este Papa había estado en Chile en 1824 como secretario del delegado pontificio Juan Muzi. Pío IX (de nombre José Ferreti) mostraba un profundo sentido de justicia social y durante su largo gobierno hizo reformas que resultaron justas. Estableció la libertad de prensa, instituyó un Consejo de Estado con la participación de los laicos y autorizó la formación de una guardia cívica. Por eso se le exaltó a Pío IX como el realizador de la unidad y de la independencia italiana. Tanto en Roma como en Turín hubo manifestaciones políticas a favor del Papa Pío IX.-EN LOS AÑOS 1848 – 1849

Estos fueron los años más convulsionados por revoluciones en toda Europa. En 1848 hubo revoluciones en Paris, Viena, Berlín, Budapest, Venecia, Milán y la guerra de la liberación en contra de Austria.Los grupos que se agitaban en las revoluciones eran de distinta índole: hubo corrientes “liberales”, grupos “patriotas” y los grupos “obreros” . En estos últimos estaban los seguidores de Carlos Marx. En Londres se publicó el famoso “Manifiesto Comunista” de Carlos Marx en 1848. El rey Carlos Alberto la guerra de independencia contra Austria y recibió el apoyo de los Estados Pontificios, de los ducados de Parma, Módena y Toscana.·        El huerto de Mamá Margarita  De alguna forma los jóvenes del Oratorio de don Bosco estaban involucrados en cierto modo en estos movimientos revolucionarios. Y para eso utilizaban palos, piedras y hasta chillos. Don Bosco más de una vez tuvo que hacer intervenir a la Policía. En esos días un grupo de muchachos fugitivos aplastaron la quinta del huerto de Mama Margarita dejándolo todo a la miseria. Y así se perdieron muchos vegetales y hortalizas para uso de la cocina. Casi, casi doña Margarita se quería ir del aquel oratorio . Pero, don Bosco lo atajo colocando su mirada en un crucifijo: El padeció más por nosotros que nosotros por El.

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  ·        Pío  IX y la primera guerra de independencia  El rey Carlos Alberto solicita apoyo material y moral al Papa Pío IX. Ya hay 17.000 soldados junto al río Po. En el plano moral, el pontífice- como cabeza de la Iglesia- no quiere la guerra sino la paz. Pide a Dios por la paz y no a la guerra. Después de pequeñas victorias italianas vienen las derrotas. También a Turín y al Oratorio llegan las consecuencias de la guerra, el hambre y la escasez. Los jóvenes que trabajan tienen para el rancho solo arroz, papas, pastas y porotos. El mismo Don Bosco les distribuye la sopa.  ·        La guerra sigue  En julio de 1848 tiene lugar en Cuztoza una gran derrota de los italianos frente a los austriacos. El 9 de agosto de ese año se firma un armisticio con Austria. En esos meses, Don Bosco es victima de un atentado. Mientras estaba explicando el catecismo en la capilla Pinardi, una bala de un viejo fusil penetró por la ventana y agujereó su sotana por el costado derecho de su brazo. Y en otra oportunidad fue asaltado por un sujeto que blandía un cuchillo. En marzo del 89 se denuncia en el Piamonte el armisticio y estalla nuevamente la guerra. El rey Carlos Alberto es derrotado en Navarra. El rey abdica. Le sucede su hijo Víctor Manuel II quien firma la paz el 6 de agosto . Este rey consolidará la paz italiana y ocupará Roma en 1870.El Papa se halla prófugo ( y disfrazado) en Gaeta. Don Bosco alienta a sus jóvenes en Valdocco a hacer una colecta para enviarle una ayuda. En marzo del 49 sus jóvenes le envían treinta y tres liras para Pío IX y una carta con saludos.. El Papa agradeció este gesto y le regaló a Don Bosco 720 rosarios desde Roma a Turín.  ·        El amigo de la juventud  En ese tiempo, don Bosco publica “El Amigo de la juventud” un diario que debía de circular dos veces por semana para difundir la verdad y orientar a los jóvenes tanto en el plano político como religioso. En el primer trimestre alcanzó un total de 137 abonados. En total se publicaron 61 números: la iniciativo fue loable, pero, los resultados pésimos. Y esto fue debido a los acontecimientos políticos del desastre de Novara de marzo de 1849, pues resultaron fatales para esta publicación. Don Bosco tuvo que pagar una deuda de 272 liras, el cual le dejó una gusto muy amargo en los días subsiguientes.  ·        Autoridades prestan ayudaDespués de las crisis del Oratorio con motivo de la guerra, Don Bosco elevó una petición al Ministro del Interior con el propósito de obtener una ayuda para sus jóvenes aprendices.Un domingo por la tarde tres senadores se llegaron hasta Valdocco para visitar y conocer la obra de Don Bosco. La impresión fue positiva. Estos señores senadores vieron como actuaban los jóvenes de don Bosco: jugaban por los patios y prados, los observaron como rezaban en la capilla, se informaron del Internado y la zona aledaña. El resultado del saldo fue: la institución del distinguido sacerdote Juan Bosco se manifiesta eminentemente religiosa, moral y muy provechosa. Seria un gran daño a la ciudad si debiese interrumpir su labor por la falta de recursos. Nuestra comisión cura una instancia al Ministerio del Interior para que acuda eficazmente en tan útil y ventajosa obra”. Y se labró el Acta correspondiente. El Senado envió una ayuda 300 liras y además, el ministro Urbano Rattazi le ayudó con 2.000 liras más.  ·        Capilla y edificios nuevos  Con la ayuda de mucha gente de bien, Don Bosco se vio en la necesidad de levantar una capilla en honor a San Francisco de Sales. El 20 de julio de 1851 se bendijo la primera piedra fundamental. Don Bosco siguió pidiendo dinero por todas partes. Había que atender a más de 500 jóvenes los fines de semana. Primero juntó 35 mil liras; luego hizo una lotería

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y sacó 26 mil liras más. Con esta cantidad se pudo construir dicha capilla para el santo protector. El 20 de julio de 1852 se consagraba iglesia de San Francisco de Sales. En esta capilla rezaron Santo Domingo Savio, Mamá Margarita, Miguel Magone, Francisco Besucco. Aquí celebró su primera misa don Miguel Rúa, el primer sucesor de don Bosco en la continuidad de la Obra de los Salesianos. Y en junio de 1869 se inauguró un templo dedicado a Maria Auxiliadora. Así, poco a poco, fue creciendo este Oratorio.

 DON BOSCO Y LOS JÓVENES TRABAJADORESDesde los inicios de su apostolado, Don Bosco se preocupó por la educación de jóvenes aprendices y trabajadores. Su atención del Oratorio festivo estaba centrada en una serie de actividades a favor de estos jóvenes. Hemos visto ya los cursos dominicales, las escuelas nocturnas y la Casa Anexa al oratorio para el alojamiento y comida para los más pobres y que eran huérfanos de padre y madre. Los aprendices asistidos por don Bosco se comprometían a trabajar con seriedad para alcanzar la excelencia de su profesión. En 1850 don Bosco creó con los trabajadores una Sociedad de Socorros Mutuos entre los socios de la Compañía de San Luís en el Oratorio de San Fco. de Sales. La comida las preparaba mamá Margarita que, junto a Don Bosco, lavaba y zurcía la ropa. En los momentos más difíciles Don Bosco pedía ayuda para poder alimentar y mantener a sus muchachos.

      Los talleres salesianos  En el año 1853 comenzaron los talleres para aprender zapatería y sastrería. Los primeros maestros fueron Don Bosco y su madre Margarita. En 1854 se inició el taller de Encuadernación. En 1856 el taller de Carpintería y mueblería. En 1861 empezó el taller de imprenta donde se imprimieron “las Lecturas Católicas”. En el año 1862 se abrió el taller de cerrajería, precursor de los talleres de mecánica. Don Bosco encontró muchas dificultades para mantener los talleres y busco diversas formas para lograr sus fines. Como la cosa no iba según los pensamientos de don Bosco, él mismo tomó la responsabilidad moral y administrativa de los talleres, dejando a los jefes instructores solo la formación profesional de los aprendices. Entonces se le ocurrió una idea genial: de entre los mejores alumnos y personal que tenia a su cargo formó un grupo de personas a las que él los llamó “hermanos Coadjutores” o religiosos laicos, competentes con sus diversos oficios y que buscaban la formación y la educación profesional de los jóvenes.

  ·      Los Hermanos Coadjutores  Desde el principio de su labor apostólica a favor de los jóvenes Don Bosco contó con laicos. Estos “hermanos religiosos coadjutores” eran laicos – no sacerdotes- que se dedicaron totalmente a ayudar a Don Bosco en la educación de la juventud. Así por ej. en ese Oratorio se destacaron algunos como: Gaia, que fue cocinero del oratorio y Federico Oreglia que prestó muchos servicios al lado de don Bosco en el oratorio. Al principio eran 2 . Luego aumentó a 23 y cuando don Bosco murió eran alrededor 234.Sus servicios eran muy diversos. Por ej. Marcelo Rossi fue portero por espacio de 48 años;Domingo Palestrino y Antonio Lanteri fueron sacristanes: José Falco y Francisco Mascheroni fueron cocineros ; Luis Nasi fue enfermero y Pedro Enria se destacó como maestro de música. Y los hubo también, encargados del teatro, otros cocineros, y organizadores de excursiones y paseos, otros maestros de talleres de sastrería, mueblería e imprenta. A todos ellos Don Bosco les daba el mismo rango a los sacerdotes como a los coadjutores. Según Don Bosco los coadjutores salesianos son religiosos laicos con la

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misión de evangelizar y educar a los jóvenes, en donde la calidad de la formación profesional de las escuelas de artes y oficios se debió en gran parte a estos hermanos coadjutores

DON BOSCO Y LOS JÓVENES ESTUDIANTES

Las compañías Don Bosco, junto con recibir y educar jóvenes trabajadores aprendices de algún

oficio, recibió también desde un principio a jóvenes estudiantes que le ayudaban como “monitores” o “maestrillos” para sus oratorianos y en la formación de futuros sacerdotes para sus obras educativas y para la Iglesia local. También, se supo granjear la confianza y la conquista de otros jóvenes que se llegaban al oratorio los días jueves por la tarde con tal de pasar unos momentos tranquilos con don Bosco. En 1847 fue recibido el “primer aprendiz” y primer estudiante de la Casa Pinardi llamado Alejandro Pescarmona, el cual, hacia vida común con Don Bosco y los muchachos del oratorio. Luego de unos ejercicios espirituales Don Bosco eligió a cuatro de sus jóvenes , los cuales le pareció aptos para el sacerdocio. Ellos son: Félix Reviglio, José Buzetti, Carlos Gastini y Santiago Bellia. Todos estos aceptaron prepararse para ayudar a Don Bosco en la tarea pastoral del oratorio. El 2 de febrero de ese año recibieron la sotana. En 1850 Don Bosco recibió al joven Miguel Rúa de 13 años (que luego seria el primer Sucesor de Don Bosco) a que aprendiera a estudiar el latín. Otros que se añadieron fueron. Ángel Savio, Rocchietti, Juan Cagliero, Franchesia y Turchi. Los estudiantes internos llegaron a 121 en 1857.En 1851 Don Bosco se encontró con un jovencito de 12 años llamado Juan Cagliero (que luego vendría a la Argentina con los primeros 10 misioneros de la Patagonia y con titulo de primer Obispo en 1875) que le manifestó el deseo de ir al seminario y ser mas tarde sacerdote. En un viaje a Turín junto con don Bosco – Juan Cagliero cuenta que :”Durante el viaje a pie a Turín Don Bosco me hizo mil preguntas y yo le respondí con otras mil respuestas”. A partir de 1851 los estudiantes del oratorio recibían sus clases de latín con el profesor Carlos Bonzanino y las clases de Humanidades y Retórica con el prof. Matteo Rico. Estos profesores no les cobraba nada a los jóvenes de Don Bosco por “una gran amistad” que reinaba en este lugar entre ellos. Don Bosco era bien exigente en los estudios y los estudiantes del oratorio lograban excelentes resultados. En 1863 el prof. Pierri llegó a decir: “ Con Don Bosco se estudia en serio y de verdad “. En 1861 los alumnos de las clases gimnasiales eran más de 200 y sus profesores eran: Francesia, Provera, Anfosi, Durando y Cerrutti.En el Apéndice del Reglamento para los estudiantes se establecía que : “para ser admitido en el Oratorio en calidad de estudiante era necesario: especial aptitud para el estudio, eminente piedad, intención de abrazar el estado eclesiástico y dejar el libertad para terminar las clases de latinidad”. Una atmósfera religiosa se respiraba en todos los ambientes del Oratorio por la buena conducta y disciplina reinante. La mayoría comulgaba todos los días y se confesaban cada 15 días. Se notaba también una gran devoción a la Virgen María y al Papa como Vicario de Cristo en la tierra. Será por eso que, solo en 1861 brotaron unas 34 vocaciones sacerdotales en el Oratorio de don Bosco. Y hacia los finales días de la vida de Don Bosco se contaron por centenares las vocaciones al sacerdocio salidos del Oratorio de Valdocco.

  ·        Las Compañía

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Después de la creación de la Compañía de San Luís (1847) nacieron en el Oratorio otras Compañías con el apoyo de Don Bosco. Estas Compañías eran grupos de muchachos que se juntaban libremente para comprometerse en ser mejores y para influir positivamente entre sus compañeros.La segunda asociación juvenil del Oratorio se llamó “Compañía de la Inmaculada” la cual nació con motivo de la proclamación del dogma de la Virgen Maria en 1854 y que tuvo por fundador a Domingo Savio.Entre los objetivos de esta Compañía figuraban: “confianza con los superiores, caridad especial entre los socios de la compañía, amor a la Palabra de Dios, exacto cumplimiento del reglamento de la casa y la devoción a Maria santísima.” Los socios debían procurar la buena conducta con aquellos que eran más indisciplinados. . Como una rama de esta Compañía se creo el “Pequeño Clero” para atender y dar más importancia a las funciones litúrgicas . Las Compañías fueron un medio de formación de élite, un vivero de apóstoles y en donde florecieron la solidaridad y el espíritu de servicio.

DIVERSIONES (1846 – 1864)

Los juegosComo educador de los jóvenes Don Bosco cultivó los juegos, la música y los paseos.En cuanto a los juegos y a los ejercicios físicos demostraba dotes especiales. Como joven, realizaba saltos peligrosos, caminaba en una posición invertida; como acróbata, saltaba, corría, bailaba sobre una cuerda. Su biógrafo don Lemoyne recuerda que a los 53 años en 1868 desafió a unos 800 jóvenes en el patio del Oratorio a una carrera y salió ganando.Una de las preocupaciones principales era dotar al Oratorio de bochas, fusiles y espadas de madera, de zancos y de los primeros instrumentos de gimnasia. Los muchachos se empeñaban en toda clase de juegos: careras, saltos y competencias movidas. En los juegos a veces participaba el mismo don Bosco y el entusiasmo llegaba al extremo del esfuerzo y la alegría. Los recreos eran momentos de distinción y de renovación corporal para seguir el trabajo o el estudio; eran también una expresión de la alegría juvenil y de libertad personal.Una de las frases favoritas que propiciaba don Bosco era : “Sé alegre”, invitando indirectamente a jugar. La experiencia le enseñaba a cada rato que, donde no se juega reina el aburrimiento y el ocio que son malos consejeros. Mientras que la alegría del juego mantiene y desarrolla la rectitud, la confianza y el equilibrio.Solía repetir a sus alumnos con San Felipe Neri (1515-1595) “a su debido tiempo corran, salten, diviértanse cuanto quieran pero no cometan el pecado”.A sus jóvenes les dijo un día: “Estoy contento de que uds. se diviertan, que jueguen, que siempre estén alegres; éste es un método para hacerse santos como san Luís”.  ·        Don Bosco y la música  La música fue otro método que lo apasionaba a Don Bosco para la educación. Como buen italiano amaba el canto. Tenia una buena voz como tenor. Como estudiante en Castelnuovo aprendió algo de violín, piano y órgano. Tenía los conocimientos suficientes como para estar en grado de componer alabanzas religiosas y dársela a su jóvenes. En 1845 empezó a hacer cursos de canto a un grupo de muchachos. Con la ayuda de dos sacerdotes (Nazi y Chiatellino) enseñó música vocal y alcanzó a crear coros de canto gregoriano y polifónico. Durante los paseos en las cercanías de Turín los muchachos cantaban canciones acompañadas de un tambor, una trompeta y una guitarra. En 1855 Don Bosco creó la banda musical entre los alumnos artesanos. En un principio contaba con solo 12

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instrumentos. Pero, para el año 1864 ya eran cerca de 30. Decía él: “ Un Oratorio sin música es un cuerpo sin alma”.. La música es un secreto para el éxito de una buena educación. ·        El teatro  Otra actividad que cultivó Don Bosco en su Oratorio fue –sin duda- el teatro. El 29 de Junio de 1847 los oratorianos representaron una comedia graciosa titulada “Un Cabo de Napoleón” que tanto agradó e hizo reír al mismísimo Arzobispo Franzoni.Desde 1849 el joven Carlos Tomatis preparaba espectáculos de títeres para ocupar a los internos, los domingos en la mañana cuando Don Bosco confesaba a los externos. Desde 1851 se empezaron a representar farsas o pequeñas comedias y academias poéticos-musicales. Don Bosco buscaba como fines del teatro: distraer, instruir y educar. El prefería las obras alegres y que hacen reír. Evitaba las tragedias y los dramas sentimentales o violentos y todo lo que fuera chabacano y de mal gusto para los espectadores.  ·        Paseos y Excursiones  Don Bosco, sacerdote educador, encontraba en los paseos y excursiones un instrumento ideal de formación. Cultivó desde el principio los paseos y las peregrinaciones a santuarios. En las Memorias del Oratorio se habla en forma pintoresca se sucesos como éste:”el bocadillo que se llevaba, la subida hasta la basílica en compañía de don Bosco, que motaba un caballo jadeante, la cacofonía de los instrumentos musicales, la alegría de los muchachos, cansados de reír, de jugar, de cantar y de gritar y el voraz apetito de llegar.”Otros paseos se realizaron fueron : uno en el Monte de los capuchinos , otro a Susa, otro a la abadía benedictina de San Miguel y otro paseo fue a la Cárcel La Generala de Turín, en donde –siempre con el permiso de don Bosco- los presos de la cárcel se fueron a dar un DIA de libertad fuera de los barrotes del nosocomio. Al regreso- estaban tan alegres y contentos los presidiarios que hasta se habían olvidado de podían escaparse y no regresar más a la cárcel. Estas excursiones provocaban mucho entusiasmo y alegría entre los jóvenes.  ·        Las excursiones de otoño  Las excursiones de otoño de cuatro semanas e inicio de octubre son dignas de especial consideración: al comenzar eran unos 20 muchachos. Pero, al final de 1859 superaban el centenar.En estas excursiones especiales solo participaban los jóvenes que tenían buena conducta y eran ejemplos en la disciplina y en el estudio: se preparaba todo lo necesario para comer y vestirse, la música de la banda, el canto y el teatro, que eran actividades especialmente desarrolladas en estas excursiones. Empezaban con paseos en las colinas del Monferrato en la época de la vendimia. En los últimos años don Bosco obtuvo de la dirección de ferrocarriles dos vagones completos para llevar a sus muchachos sin pagar un centavo hasta llegar a Génova. La banda, el teatro, la música , las misas cantadas y los juegos de los muchachos atraían a la gente y les mostraban como se puede servir al Señor con la alegría.

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3.- Sistema educativo de Don Bosco

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UNIDAD IQUÉ ES EL SISTEMA PREVENTIVO. SU FUNDAMENTO Y SUS OBJETIVOS

No deja de sorprender la duración y firmeza del sistema de Don Bosco al lado de otros célebres pedagogos como Montessori, Decroly, Winnetka, Dalton. Es que D. Bosco no es un teórico de la pedagogía como Comenio, Rousseau. Froebel, Pestalozzi, y sin embargo, su metodología ha conquistado la simpatía, ha trascendido en el tiempo, ha quebrantado fronteras y ha sido aceptado en ambientes aún no cristianos en todo el mundo. Por esto es bueno conocer los objetivos y el fundamento del sistema preventivo.

Sistema Preventivo, son las palabras con las que se designa lo que san Juan Bosco a hecho y dicho como educador. Es contrario al sistema represivo. Ambos sistemas de educación fueron aplicados en la historia con ideas y acciones distintas. El primero se centra más en el educando y en sus limitaciones, propios de su edad: situación social, familiar y afectivo, por ello, con una presencia asistencia constante y cordial por parte del educador, que paternal o maternalmente guía, sostiene y aconseja. El segundo tiene presente la meta a obtener y considera al educando como al hombre del futuro y le trata como tal desde sus inicios escolares con mucha rigidez.

La palabra preventivo, san Juan Bosco no la admite como: detener, impedir, proteger, para él es adelantarse para ver la necesidad antes que esta surja, quiere hacer de los jóvenes buenos cristianos y honrados ciudadanos, esta forma de ser y actuar se conoce como espíritu salesiano.

TEMA 1DON BOSCO, EDUCADOR CRISTIANODE LOS JÓVENES MÁS NECESITADOS

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“Guiado por María, que fue su maestra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del primer ORATORIO, una experiencia espiritual y educativa que llamó SISTEMA PREVENTIVO”. (Constituciones SDB, n. 20). “En las típicas situaciones sociales, culturales, morales y religiosas de los jóvenes de su tiempo, no sólo de Turín, sino de varias ciudades y naciones en las que él mismo desarrolló su obra, Don Bosco intenta con su estilo característico, dar una respuesta adecuada y jerarquizada respecto al problema fundamental: la regeneración humana y cristiana de la sociedad, mediante la regeneración humana y cristiana de los jóvenes.” (Autores Varios. El S.P. de Don Bosco entre pedagogía antigua y nueva. Actas del Encuentro Europeo Salesiano sobre el Sistema Educativo de Don Bosco 1974. Conclusiones).

“De este empeño y de la confianza de que en todo joven existen las condiciones para un constructivo diálogo humano y cristiano, surge un peculiar tipo de acción educativo-pastoral en el trato con los jóvenes: un conjunto orgánico de convicciones, de actitudes, de acciones, de intervenciones, de métodos y estructuras, que han constituido progresivamente un característico modo de ser y actuar, personal y comunitario, que se llamará sistema, método, estilo: es el SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO”. (Autores Varios. El S.P. de Don Bosco entre pedagogía antigua y nueva. Actas del Encuentro Europeo Salesiano sobre el Sistema Educativo de Don Bosco 1974. Conclusiones). También hoy, en la era informática y tecnológica, es válido el Sistema Preventivo de Don Bosco, puesto que: “La experiencia preventiva de Don Bosco es un proyecto que ha crecido y se ha dilatado y especificado en las más variadas instituciones y obras realizadas por los muchos colaboradores y discípulos. Es obvio que su vitalidad operativa puede ser garantizada en el tiempo solamente por la fidelidad a la ley de todo auténtico crecimiento como la renovación, queda confiada al compromiso teórico y práctico de cada uno y de las comunidades. Es una tarea siempre abierta y la continuidad, que puede ser asegurada solamente por la diligente confrontación con los orígenes...” (Pedro Braido, Prevenire, non reprimere. Il sistema educativo di don Bosco. 1999. pág. 5). Para actualizar el Sistema Preventivo hay que tomar en cuenta “la experiencia inicial que contiene intuiciones, potencialidades y también grandes principios inspiradores que se deben repensar continuamente a la luz de tres cosas sobre todo: la situación del destinatario, la cultura en que se vive y todos los progresos que va haciendo la ciencia que se ocupa del hombre...” (Juan Vecchi, en Guardianes de sueños. Educadores en la era informática. 2000. Pág. 158).

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El mismo Don Bosco decía: “Siempre he ido adelante según me inspiraba el Señor y exigían las circunstancias” (Memorias Biográficas, XVIII, pág. 117). “Es necesario que tratemos de conocer y adaptarnos a nuestros tiempos, respetando a los hombres.” (P. Braido, o.c. pág. 5). Hay rasgos de su personalidad que dan a su consagración y acción caritativa aspectos y sellos típicos, que se transfieren también al Sistema Preventivo que es adoptado. El subrayar algunos de esos rasgos llega a ser tarea ineludible de quien quiere comprender y evocar las líneas de su experiencia pedagógica, ya que ésta está indivisiblemente entrelazada y casi confundida con su personalidad y su estilo de vida.

Las características de don Bosco:• Tradicional sin ser fundamentalista y moderno sin alinearse

con ninguna forma de liberalismo católico. (Su modernidad es inseparable en él de una firme adhesión al pasado en sus valores fundamentales y en las tradiciones morales y religiosas asimiladas en su familia y en la comunidad cristianas).

• Realismo y oportunidad... su sensibilidad humana y sacerdotal lo provocan ante hechos tangibles y situaciones inmediatas y reales. Ej. problema del tiempo libre de jóvenes no preparados para ocuparlo convenientemente; condición de los jóvenes inmigrantes; flagelo del cólera; flagelo de los jóvenes “en peligro y peligrosos”.

• Sabiduría y firmeza, moderación, idealismo y realismo, cálculo humano y confianza en Dios, paciente espera y empuje hacia delante, diplomacia y franqueza que acompañan siempre un equilibrio dinámico.

• Grandeza de idealizaciones en los planes de actuación, junto con la concreción de las realizaciones y de los medios.

• Consagrado totalmente a los jóvenes... “La acción de Don Bosco no es, sin embargo, expresión de

activismo temperamental; es consagración consciente y voluntaria, es misión con un objetivo específico, la salvación de los jóvenes. Lo movía, sin duda, un verdadero amor por los jóvenes, en particular de los más necesitados, para bien de la Iglesia y de la Sociedad.” (En Gianelli Roberto, DON BOSCO. Attualità di un magistero pedagogico. LAS-Roma, 1987. Pág. 189).

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Solía repetir Don Bosco: “Me basta que sean jóvenes, para que los ame.”

• Hombre de corazón ... con una afectividad muy intensa, fuertemente interiorizada, siempre controlada y aún, según los cánones de su misma pedagogía, expresada, comunicada, visible y perceptible.

• Todo de Dios . Es obvio que el inmenso obrar de don Bosco tiene raíces y motivaciones cristianas y sacerdotales, raíces puestas en las grandes virtudes teologales de fe, esperanza y caridad...

El Padre Pedro Gianola también exhibe un elenco de factores presentes y actuantes en el talento natural de don Bosco y que influyeron en su estilo de encuentro con los jóvenes.

- Su temperamento natural, carácter heredado y desarrollado; la profunda, viva y amplia espiritualidad; una inteligencia práctica y observadora; abundante potencial afectivo; su versatilidad y habilidad: todas bases de una personalidad abierta, fuerte, decidida, autónoma y participativa.

- La experiencia directa... de sí, de la vida, de los jóvenes (marginados, emigrantes, abandonados, etc.)

- La sensibilidad... viva y profunda... de las necesidades de los coetáneos y de los jóvenes, del pueblo... con voluntad e iniciativa de intervención para satisfacerlas...

- La responsabilidad... natural, profesional, vocacional y misionera...

- La competencia natural, adquirida, querida... para intervenir válida y eficazmente... (Don Bosco, El Sistema Preventivo en la educación de la juventud. Memorias Biográficas XIII, 918-923) (en San Juan Bosco. Obras Fundamentales. BAC, Madrid, 1978. n. 1).

El ideal de don Bosco podemos sintetizarlo en que fue: EDUCADOR CRISTIANO DE LOS JÓVENES MÁS NECESITADOS.

R = Razón de ser.O = Objetivo.M = Metodología.

• Por ser EDUCADOR

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R = Sentía un amor fuerte y sincero por los educandos.O = Sentía una viva preocupación por el crecimiento y

maduración de los mismos.

M = Sentía un respeto amoroso por su libertad y su personalidad.• Por ser CRISTIANO

R = Se sentía movido por la caridad evangélica y pastoral.O = Tenía preocupación porque los jóvenes alcanzaran la

salvación.M = Se guiaba por el método del Buen Pastor.

• Por ser de los JÓVENESR = Sentía un amor dinámico, juvenil; sentía gran preocupación

por la situación juvenil.

O = Buscaba el compromiso activo de los jóvenes.M = Se guiaba por una pedagogía juvenil: protagonismo; el joven por el joven.

• Por ser de los MÁS NECESITADOSR = Demostraba un amor, que quería ser signo del amor de Dios.O = Tenía preocupación por su promoción integral.M = Utilizaba una pedagogía familiar. (...paternidad...)El Sistema Preventivo de don Bosco debemos verlo encarnado en

su vida y acción . Sólo podemos percibirlo, íntegramente si unimos sus escritos con los hechos en una continua compenetración de ideas y actuaciones, de orientaciones generales y realizaciones particulares; de reflexiones y ejemplificaciones; de principios y situaciones. (Pedro Braido).

CUESTIONARIO1. El ideal de Don Bosco lo podemos sintetizar en:2. Explica las características de don Dosco?

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3. ¿Cuáles son los principales talentos de don Bosco que influyeron en su encuentro con los jóvenes?

4. Realiza una síntesis esquemática de este tema.

TEMA 2¿QUÉ ES EL SISTEMA PREVENTIVO?

Así describe Don Bosco su Sistema Preventivo:“El Sistema Preventivo (distinto del represivo) consiste en dar las

prescripciones y el Reglamento, y asistir, de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo asistente del Director y los educadores, los cuales, como padres amorosos, hablen, sirvan de guía en toda circunstancia, den consejo, y corrijan con amabilidad, que consiste en poner a los niños en la imposibilidad de faltar. Este sistema descansa por entero en la razón, la religión y el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo violento y procura evitar aún los suaves”. (Don Bosco, El Sistema Preventivo en la educación de la juventud. (MB XIII, 918-923) (En San Juan Bosco. Obras Fundamentales. BAC, Madrid, 1978). n. 1).

El Padre Pedro Braido, profundo conocedor de la pedagogía de don Bosco, da esta definición sintética del Sistema Preventivo:

“Los elementos fundamentales de este estilo, o experiencia vivida, se polarizan teleológica y metodológicamente en torno al trinomio: razón, religión y amor (éste no sólo amor humano, sino caridad cristiana). Se articulan, después, en medios y métodos que se expresan estructural y psicológicamente en el estilo de familia, centro e

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irradiación de paternidad educativa y de respuestas filiales y fraternas; en un ambiente sereno y comprometido de deber, estudio y trabajo, como actuación de una vocación personal; pero siempre moderado por la espontaneidad, por la alegría, por la actividad individual o de grupo, protegidas, garantizadas y promovidas por la presencia continua de los educadores: como asistencia y no simple vigilancia”.(Pedro Braido, Significado e limiti della presenza del Sistema Preventivo di Don Bosco nei suoi scritti. Introduzione al volume di S. Giovanni Bosco, Scritti sua Sistema Preventivo nell´educazione della gioventú. Brescia, 1965, p. XXX).

“El Sistema Preventivo, tal como ha sido vivido por Don Bosco y sus seguidores, se presentó siempre como rica síntesis de contenido y métodos; de procesos de promoción humana y, a la vez, de anuncio evangélico y profundización de la vida cristiana; en sus objetivos, en sus contenidos, en sus momentos de actuación concreta, el sistema sugiere indisolublemente las tres palabras con que Don Bosco lo definía: razón, religión, amor”.(Cap. Gral. 21, p.80).

El Sistema Preventivo es la síntesis de todo el pensamiento y la actuación educativa y pastoral de Don Bosco. Es a la vez:

- Una espiritualidad que define nuestro camino hacia la plenitud de la caridad.

- Una pedagogía, que orienta nuestras relaciones con los jóvenes.- Una pastoral, que señala nuestro estilo peculiar de

evangelización del mundo de los jóvenes.Más que un tratado concreto hay que verlo encarnado en la vida y

en la actuación del mismo Don Bosco. Para Don Bosco la expresión “Sistema Preventivo” no solía indicar ningún libreto escrito, sino “aquel complejo de medios y procedimientos, que suponen e implican todo un organismo de convicciones, de ideas, de razón y de fe, que constituían su modo de tratar educativamente a los jóvenes”.(Pedro Braido, II Sistema Preventivo di Don Bosco. Torino, 1955, p.66).

CUESTIONARIO

1. ¿Cómo describe don Bosco, el Sistema Preventivo?

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2. ¿Qué profundidad tiene la definición del Padre Pedro Braido acerca del Sistema Preventivo?3. El Sistema Preventivo tiene tres pilares: 4. Señala las características principales del Sistema Preventivo que es acción educativa y pastoral:a)………………………………………………………………………..b)………………………………………………………………………..c)………………………………………………………………………..5. Profundiza y elabora un esquema de las diferentes metodologías que se dieron en la historia de la Educación y señala en que momento se encuentra el Sistema Preventivo.

TEMA 3¿POR QUÉ PREVENTIVO?

“La palabra preventivo que emplea, hay que tomarla, más que en su acepción lingüística estricta en la riqueza de las características peculiares del arte de educar de Don Bosco. Ante todo, es preciso recordar la voluntad de prevenir la aparición de experiencias negativas, que podrían comprometer las energías del joven u obligarlo a largo y penoso esfuerzo de recuperación. No obstante, en dicha palabra se significan también, vividas con intensidad peculiar, intuiciones profundas, opciones precisas y criterios metodológicos, como:

El arte de educar en positivo, proponiendo el bien en vivencias adecuadas y envolventes, capaces de atraer por su nobleza y hermosura.

El arte de hacer que los jóvenes crezcan desde adentro, apoyándose en su libertad interior, venciendo condicionamientos y formalismos exteriores.

El arte de ganar el corazón de los jóvenes, de modo que caminen con alegría y satisfacción hacia el bien, corrigiendo desviaciones y preparando para el mañana por medio de una sólida formación de su carácter.

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Como es obvio, tal mensaje pedagógico supone que el educador esté convencido de que en todo joven, por marginado o perdido que se encuentre, hay energía de bien que, si se cultivan de modo pertinente, puede llevarlo a optar por la fe y la honradez”. (Juan Pablo II, o.c., n. 8).

“Don Bosco tuvo la clara visión de la profunda diferencia de metodología que hay entre dedicarse a reprimir y a remediar los daños de las experiencias negativas, y el esforzarse, en cambio, con inteligencia amorosa, a promover los gérmenes del bien, de modo que se prevengan las experiencias deformadoras. Don Bosco eligió, sin vacilar, el segundo camino. Su “sistema” apunta fijamente a hacer madurar, con la gracia de Cristo, las energías constructivas, reforzando a los jóvenes de tal modo que queden preservados, en lo posible, de todo pecado que pueda sobreponerse a su natural fragilidad”. (Egidio Viganó, Actas del Consejo Superior (A.C.S.) n. 290, p.43).

El mismo Don Bosco insistía: “¿Por qué al sistema de prevenir, de asistir, de corregir amorosamente los desórdenes, se lo quiere reemplazar por aquel otro más fácil y más cómodo para el que manda, de promulga ley y las hacer cumplir, mediante castigos que encienden odio y generan disgustos?” (MB XVII, 112).

“Tarea específica del así llamado Sistema Preventivo es neutralizar las influencias negativas del ambiente de procedencia (la calle, las compañías, los ambientes des-educantes, las familias mal formadas, etc.), reconstruir la institución-familia (...), crear una vivaz y gozosa comunidad educativa, orientada hacia una profunda espiritualidad religiosa, hacia una vida amistosa, hacia un claro y vigorozo compromiso de estudio y trabajo”. (Pedro Braido, en “Salesianum” de enero-marzo 1975).

Prevenir el mal, anticipándonos a su acción, es “educar al joven del futuro”, prevenir y profundizar anticipadamente los tiempos, mediante un ejercicio gradual y madurador de su libertad” (Capitulo General 21, 102). Esto nos exige conocer, discernir, ir al encuentro de anhelos, ansiedades, deseos superficiales y hasta mitos... de los jóvenes, que, como dice (Concilio Vaticano II) de todas maneras buscan a Dios, aun tanteando para ver si lo encuentran, aunque no se hallen lejos de él. Nos pide también una asistencia-protección para que ningún agente patógeno pueda ahogar al joven antes que sea fuerte para resistir. Necesita la adquisición de fuerzas para la lucha y la resistencia, entrando gradualmente en el mundo.

CUESTIONARIO

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1. La acción educativa de Don Bosco tiene la característica de PREVENTIVIDAD, porque:

2. Según tu parecer ¿por qué el Sistema Preventivo es un arte?3. Indica la tarea específica del Sistema Preventivo.4. Realiza un esquema del tema.

TEMA 4FUNDAMENTO O ELEMENTO BÁSICO DEL SISTEMA PREVENTIVO

“Yo soy el Buen pastor: conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí. Así como me conoce el Padre, también yo conozco al Padre, y yo doy mi vida por mis ovejas.” (Jn 10, 14-15).

El Sistema Preventivo de Don Bosco procede de la caridad: es guiado, sostenido y perfeccionado por ella. La caridad es su principio informador. De esta caridad dinámica, transformada en amor operativo hacia el prójimo, se originó en Don Bosco y en sus hijos la vocación de toda la vida: regenerar y formar rectamente a muchos de sus jóvenes, por medio de la educación cristiana, en el suave ambiente de la más pura caridad.

Para Don Bosco el sistema preventivo era un amor que se dona gratuitamente, inspirándose en la caridad de Dios, que precede a cada criatura con su providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia vida.

“Don Bosco vivió y nos transmitió, por inspiración de Dios, un estilo original de vida y de acción: el espíritu salesiano. Su centro y síntesis es la caridad pastoral, caracterizada por aquel dinamismo

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juvenil que tan fuerte aparecía en don Bosco y en los orígenes de la Sociedad Salesiana. La caridad pastoral es un impulso apostólico que nos mueve a buscar las almas y servir únicamente a Dios.” (Juan Pablo II, o.c., n.9).

“Siguiendo el ejemplo de Don Bosco los salesianos (consagrados y laicos) eligen para sí, y proponen a los demás, la caridad como medio y método fundamental para su misión. En este trabajo cultivan valores importantes de la espiritualidad salesiana: la generosidad, solidaridad, sencillez, gratitud, fidelidad, alegría y el optimismo incluso en las horas de la cruz, manifestando así la dimensión pascual de la vida cristiana.” (Don Bosco, o.c., n. 1, II). Esta caridad se explicita en un amor de predilección por los jóvenes: las Constituciones salesianas afirman:

Nuestra vocación tiene el sello de un don especial de Dios: la predilección por los jóvenes. “Me basta que sean jóvenes para que los ame”(Don Bosco). Este amor, expresión de la caridad pastoral, da sentido a toda nuestra vida. Por el bien de ellos ofrecemos generosamente tiempo, cualidades y salud: “Yo por ustedes estudio, trabajo,. vivo, estoy dispuesto, incluso, a dar mi vida” (Don Bosco).

El P. Luis Ricceri señalaba: “La predilección pastoral por los muchachos parecía, en Don Bosco, una especie de pasión, mejor, su sobrevocación, a la que se dedicó superando todo obstáculo y dejando cualquier cosa, por buena que fuere, si impedía, de algún modo, su realización.” (Capítulo General 20, n. 364. En el Apéndice final 2 se presenta una somera clasificación de índoles de muchachos, que Don Bosco hizo para saber mejor cómo tratarlos).

CUESTIONARIO1. El Sistema Preventivo procede de la………….

……………………., por ella es ………………………………………………………..

2. ¿Cómo es el mundo juvenil en los tiempos de Don Bosco? ¿Cómo es nuestro mundo juvenil en la actualidad?

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3. ¿Crees que la CARIDAD de don Bosco es aplicable y estamos necesitados de este aspecto en la actualidad? ¿Por qué?

4. ¿Cómo debería ser el Perfil del EDUCADOR en la actualidad según el criterio de don Bosco y el Sistema Preventivo?

5. Realiza un esquema del tema.

TEMA 5OBJETIVOS DEL PROYECTO EDUCATIVO DE DON BOSCO

El Sistema educativo de Don Bosco admite una acción claramente finalizada, en sentido cristiano y humanístico.

La pedagogía del Sistema Preventivo es la pedagogía de la Gracia. Don Bosco aspiraba a salvar a los jóvenes, no de cualquier modo, sino lanzándolos por el camino de la virtud y la santidad. Su pedagogía es, la pedagogía de la santidad.

Por eso, quien no está obsesionado, como Don Bosco, por la santidad, no puede llegar a practicar su sistema preventivo. Sólo el que está dispuesto a hacerse santo y a perder su vida por salvar a sus hermanos, tiene derecho a hablar de Sistema Preventivo.

“Pero también, según la intuición de Don Bosco y de la Congregación, confirmada por el Concilio Vaticano II y el reciente Magisterio Pontificio (cfr. Pablo VI, Evangelii nuntiandi), la

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evangelización (propuesta gradual de la fe en el interior del proceso de humanización) auténtica se actúa dentro de un proyecto que mira a la promoción total del persona, al desarrollo integral del individuo y de los grupos: si bien radicalmente abierto y orientado positivamente a la plena madurez en Cristo.”(Cfr. Capítulo General 21, 81).

Toda pedagogía debe tender a desarrollar toda la persona del joven: salud física, inserción social, sensibilidad, maduración afectivo-sexual, conciencia moral, dimensión religiosa. Debe ser un servicio total y creativo que abarca todas las verdaderas exigencias y reales necesidades del joven: corporales, culturales y afectivas. Es una formación integral, que implica la respuesta generosa a sus múltiples necesidades: de cultura, de vivienda, de actividades y de convivencia en el tiempo libre, de ambientes educativos llenos de vitalidad.

Don Bosco sintetizaba este proyecto en fórmulas muy sencillas, comprensibles por los mismos jóvenes, pues el ideal educativo no debe ser secreto del educador, sino que el mismo joven, aunque no poseyera el lenguaje científico, debía comprenderlo, asimilarlo y proponérselo como meta.

Una de sus fórmulas era: Salud, sabiduría, santidad. En la palabra SALUD incluía todas las exigencias físicas, dadas por un ambiente sano, aunque modesto, por la necesidad de movimiento libre y por las actividades lúdicas. La palabra SABIDURÍA comprendía todo el esfuerzo por adquirir conocimientos, transformarlos en cultura y prepararse profesionalmente. Con la palabra SANTIDAD, valor culminante en tal jerarquía, se significaba la orientación de toda la vida física e intelectual hacia Dios mediante la rectitud de conciencia, el amor al prójimo y la piedad religiosa. (En “Don Bosco en el mundo”, Vol. 1, 1988, p. 220).

A veces presentaba su ideal con otra expresión. Formar buenos cristianos y honestos ciudadanos. “Ciudadano honesto” indica la capacidad de insertarse en la sociedad con un trabajo aprendido diligentemente y ejercido con competencia, capaz de superar pacíficamente los conflictos y tensiones, dotado de espíritu de colaboración y solidaridad y con sentido de disciplina social. “Buen cristiano” señala la honda motivación religiosa de todo y la participación en la vida y en la obra de la Iglesia.

El Padre Egidio Viganó nos señala: “Se quiso describir la praxis educativa de Don Bosco con un slogan: Evangelizar educando y educar evangelizando. Con ello se afirma que la pastoral juvenil salesiana se caracteriza por su encamación cultural en el área de la educación y que la pedagogía salesiana se distingue por su constante finalización pastoral. (P. Egidio Viganó, o.c. n. 4.1).

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CUESTIONARIO1. Explica y fundamenta la razón por la cual el Sistema

Preventivo admite una acción en sentido cristiano - humanístico.

2. ¿Por qué se dice que es una Pedagogía de la Santidad?3. Desarrolla los conceptos: Salud, sabiduría, santidad,

“formar buenos cristianos y honrados ciudadanos”.4. Explica lo que nos señala el Padre Egidio Viganó:

Evangelizar Educando y Educar Evangelizando.5. Esquematiza los principales elementos de esta primera parte

del texto.

UNIDAD IIELEMENTOS METODOLÓGICOS

Para obtener los objetivos educacionales, Don Bosco se entregó a una verdadera convivencia llena de generosidad, que aportaba, con palpable y cotidiana percepción, el testimonio claro de una vida de gracia y que se preocupaba por crear un ambiente que le hiciera respirar. En esta línea los elementos centrales de la metodología de Don Bosco son:

La presencia viva del educador entre sus educandos. Un ambiente de familia, que fomenta la espontánea

alegría.TEMA 1LA PRESENCIA DEL EDUCADOR

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El estilo educativo salesiano se fundamenta en el método del BUEN PASTOR y se centra en la relación interpersonal y amorosa entre educadores (padres) y educandos (hijos). D. Bosco quiere una pedagogía de la libertad: pide el corazón, pero voluntaria y no forzadamente: él busca la adhesión. Pero para él no hay educación a la libertad verdadera sin la presencia fraterna del educador entre los jóvenes, en una vida integrada al mismo nivel que la de ellos. Para D. Bosco el educador es causa eficiente dispositiva.1. Presencia

El educador es el centro de la pedagogía de D. Bosco, no en el sentido represivo, sino al servicio, totalmente consagrado al educando. No es pura cuestión disciplinaria, es la necesidad de una presencia, la presencia de una persona que ama, que ha abrazado con gozo como misión de su vida la situación de estar siempre con los muchachos.

La presencia nos pide: Saber perder tiempo por los intereses de los jóvenes. Aceptar que el proceso del muchacho tiene SUS tiempos,

diversos de los nuestros. Disponibilidad, interés. Sacrificio de los propios gustos,

deseos... Creatividad para ocupar a los muchachos.

1.1 Presencia/AsistenciaEl Sistema Preventivo de D. Bosco es un estilo de vida

extremadamente personalizado y de ello es expresión e instrumento fundamental y específico la realidad de la ASISTENCIA: constante presencia viva y constructiva del educador animador.

La asistencia es el centro del Sistema Preventivo, no es un medio. Es una atmósfera, una forma de vida que compenetra todos los medios y que llega a ser su razón de ser. La asistencia es la fundamental expresión de fe y esperanza: se está presente entre los jóvenes y convive plenamente su cotidiana vida, para testimoniar a cada joven que es signo de aceptación incondicionada porque es amado por Dios y porque Jesucristo está trabajando en él para hacerlo crecer como hijo de Dios.

El educador asistente ayuda a madurar la libertad del joven en sus diversas opciones. La asistencia sólo puede ser fruto del amor

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(aunque sea un amor crucificado) y debe ser sentida por los muchachos no como un peso asfixiante o fiscalizante sino como un caminar juntos. Ser compañeros de ruta, ser romeros de solidaridad compartida.1.2 Presencia animadora

La palabra “animador” tiene dos connotaciones fundamentales:. Ser portador de un mensaje de valores.. Ser un auténtico miembro del grupo.Don Bosco entiende la animación como contacto interpersonal de

cercanía y entendimiento a nivel de intimidad, características de una familia. La animación se presenta como traducción actual de la “asistencia salesiana”. El educador asistente es animador:

. Procede guiado por una antropología de fondo.

. Se propone como objetivo devolver a cada uno la alegría de vivir.

. Elige una metodología de tipo liberador positivo.

. Desarrolla un estilo de caminar junto con los jóvenes.

. Construye una estrategia educativa unitaria.1.3 Presencia auténtica.

La autoridad no se impone, se merece. Viene a ser ese prestigio moral que rodea a una persona en virtud de la calidad de sus actuaciones, su vida ejemplar, su trayectoria ascendente hacia la plenitud humana.

Es de importancia vital que haya una relación afectiva positiva entre el que manda y el que obedece. Se puede obedecer aceptando a alguien y se puede obedecer rechazándole interiormente. La autoridad moral no es un problema de contenido sino de relación moral o educativa.

Nuestra presencia debe tener un lenguaje comportamental en tal forma que:

Sea transparente para los jóvenes el mensaje que queremos comunicarles.

Vean en nosotros disponibilidad, ayuda, aliento, estímulo… Capten el respeto a su persona y a sus decisiones, aprecio

sincero y aceptación incondicional.

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Para lograr la obediencia se necesita gran influencia sobre los niños y jóvenes, y para tenerla es necesario:

Que el educador sea estimado como santo. Que sea tenido por sabio, especialmente en aquellas cosas que

interesan a los muchachos. Que los muchachos se den cuenta de que son amados.

Se le pide al educador: Que sea una personalidad que capacite el crecimiento de

fe en sí mismo y en los demás. Que tenga capacidad de dar respuestas persuasivas a los

problemas de los jóvenes. Ofrecer apoyo moral, escucha y comprensión. Que dé testimonio de su estado de vida. Que sea hombre libre: sin conflictos interiores. Que tenga actitud de servicio, unida a templanza,

sacrificio, espíritu de trabajo. Que tenga una bondad y una humildad excepcionales:

siempre sereno, comprensivo y cortés.Los rasgos característicos de una personalidad animadora y armónica, tras las huellas de Don Bosco, se pueden especificar como:

Agudeza de percepción: captar cuanto acontece alrededor del ambiente.

Fuerte personalidad y sentido de competencia. Empeño concreto y directo: Menos discusiones y más acción y

cambio. Capacidad de reconsideración, riesgo y ausencia de distancias. Diálogo fecundo y actitud valorativa.

2. Presencia interpersonalUno de los aspectos a los cuales son más sensibles los jóvenes de

hoy es precisamente la autenticidad de la relación interpersonal. Es, en el fondo, la exigencia de una relación dialógica, entendiendo por diálogo la actitud de aceptación y de respeto incondicional de la persona. Los jóvenes sienten fuertemente la necesidad de ser aceptados, sobre todo por los adultos, por lo que son y como son y no por su conformidad a determinados esquemas culturales o a modelos de

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comportamiento. Qué bien lo expresó Don Bosco con esta frase: “Los jóvenes son nuestros dueños”...

Es que hoy los jóvenes quieren ser protagonistas de su propia historia, y por eso el educador les estimula e incentiva para que robustezcan y ejerzan su libertad y su responsabilidad con medios proporcionados y ambientales. Este puesto central del joven no es condescendencia a sus caprichos ni subestima de lo que implica ser auténtica y plenamente hombre, sino:

Que la persona humana es la manifestación más profunda de la realidad.

Que el núcleo de esta realidad es la libertad. La libertad crece en el encuentro y se perfecciona en la asunción

del propio destino y de la propia vocación. La vocación es el encuentro de la persona del hombre con Dios-

persona.La relación personal exige:

Atención a los jóvenes reales, a sus necesidades e intereses y a las tareas y retos que les aguardan en la vida.

Estima y justa valoración de los valores aportados por los jóvenes y atención a los dinamismos de su crecimiento.

Convicción humana y cristiana de que “en todo joven, aún el más desdichado, hay algún punto accesible al bien; el deber primario del educador es encontrar ese punto, esta cuerda sensible y sacarle provecho.

El esfuerzo por solicitar la adhesión a ciertos valores, no por forzada imposición, sino mediante la persuasión y el amor.

Respetar y promover la participación y colaboración activa del joven en su educación y en la educación de sus compañeros.

2.1 Diálogo constructivoTeniendo en cuenta las necesidades de los jóvenes de hoy

conviene tener en cuenta que por encima de toda estructura educativa, o por mejor decir, dentro de ella misma son imprescindibles los típicos momentos educativos del diálogo y del trato personal. Esto lo tenía muy claro Don Bosco y lo tiene en mente toda la tradición educativa salesiana.

El educador salesiano busca el encuentro personal en actitud humilde, confiada y sacrificada. Se acerca a los jóvenes donde se encuentran, trata de estar presente en su mundo. La base de estas

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relaciones dialógicas son: el respeto a su persona, la acogida cordial, atenta y servicial, la capacidad de escucha, el interés por sus problemas, deseos, diversiones etc... la oportuna co-participación en su vida y en sus iniciativas preferidas.

Don Bosco fue muchos años el protagonista de una orientación educativa y pastoral fuertemente unificada. Las modalidades con que conducía a sus jóvenes hacia la santidad eran:

La conducción de la comunidad o ambiente. La dirección de conciencia, porque la educación es cosa del

corazón. La dirección ocasional: Una palabra, un gesto, una mirada

expresiva, un consejo dado como de pasada, un papelito con pocas palabras.El desarrollo personal sólo se efectúa en relación con el otro. El

hombre es un ser de comunicación y para la comunicación. Por eso para dialogar no bastan las palabras. Es necesario encontrarse. La comunicación, el diálogo es la relación de dos seres situados en un campo común de comprensión y referencias. Aceptar al otro no es simple resignación, sino tomar conciencia de la presencia y dignidad de la persona que está ante mí; implica, además, cuando hay voluntad de diálogo, el movimiento de ir lealmente hacia ella.2.2 Educación a la libertad responsable

El respeto a la persona del educando pide colaborar en la formación de su personalidad, que es sentirse actor de sus propios actos. Es capacidad de presencia personal, racional y libre, de responder y dar cuenta a sí mismo y a otros. Es hacerse cargo de los compromisos asumidos y de las consecuencias de lo que se hace. En este sentido constituye el grado más alto de la libertad personal.

El educador debe acompañar con coraje a los jóvenes en sus esfuerzos, sus tentativas y sus experiencias de búsqueda de ser libre, respetando sus fuerzas personales y el momento evolutivo que cada uno vive interiormente y en su vida social.2.3 Disciplina liberadora

El aprendizaje de la libertad es correlativo al aprendizaje de la responsabilidad.

La disciplina interior (moral): es la meta fundamental de toda educación. Es la disposición interior del sujeto a asumir progresivamente, con serena responsabilidad, convicción interior y adhesión libre, los roles que debe desempeñar dentro de un trabajo organizado y en su vida.

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La disciplina exterior (normas): Es el ordenamiento externo que trata de poner los instrumentos básicos necesarios para que una comunidad educativa (o una familia) trabaje con seriedad, serena y armónicamente y pueda desarrollar sus objetivos.La disciplina, dentro del Sistema de Don Bosco no es algo

mecánico del tipo Estímulo-Respuesta sino un proceso de ir asumiendo la responsabilidad personal y grupal de la comunidad. La norma debe ir perdiendo fuerza, en la medida en que la “fuerza del amor” va adueñándose de la conciencia del individuo.

Don Bosco nos enseña algunos medios para obtener la disciplina:

Respetar al joven. Quien quiere ser respetado debe respetar a los demás. Respetar la fama y el honor de los jóvenes, aunque tengan sus fallas.

No excederse en las prescripciones disciplinarias y no multiplicarlas.

Educar en el respeto hacia los superiores y educadores. Respeto recíproco entre los educadores (no se hable a los

muchachos de los defectos de los colegas). Los reglamentos deben ser observados por todos.

2.4 AsociacionismoLa amplitud del fenómeno juvenil supera las posibilidades y las

competencias de la familia y de la escuela. Hoy, más que nunca, se promueven actividades recreativas, deportivas, sociales, artísticas, religiosas. Y todo se canaliza a través de lo que se llama asociacionismo juvenil que es fuente de verdadera educación y formación.

Los jóvenes buscan encontrarse en grupos. En ellos desarrollan la necesidad que sienten de expresión, de maduración y de sentido de vida. El grupo les permite consolidar y madurar su identidad personal, les da la posibilidad del diálogo y del contraste. Les ofrece la oportunidad de relaciones interpersonales cálidas y comprometidas, les ofrece expresiones vitales de corresponsabilidad, etc...

Don Bosco descubre la riqueza de estos grupos y asociaciones y las adapta a las exigencias y necesidades de sus jóvenes. Fundó las llamadas “compañías” que fueron concebidas como un factor de animación del activismo y de la libertad, de colaboración amigable entre educadores y educandos.

El núcleo del método asociativo está en este activismo y libre iniciativa confiados a los jóvenes. “Los jóvenes deben convertirse- dice el Vaticano II- en los primeros e inmediatos apóstoles de los

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jóvenes, ejerciendo el apostolado entre sí, teniendo en cuenta el medio social en que viven.

CUESTIONARIO1. Cita los elementos centrales de la metodología de Don

Bosco.2. La metodología salesiana se inspira en una imagen

bíblica. ¿Cuál es y por qué?3. ¿Por qué Don Bosco valoraba tanto la presencia del

educador?4. La presencia nos pide algunas cosas. ¿Cuáles son?

Coméntalas desde tu experiencia.5. ¿Cómo debe de ser la asistencia del educador entre los

jóvenes?6. ¿Cómo se puede evitar que la presencia no sea sofocante

para el educando?7. ¿Por qué la asistencia es el centro del Sistema

Preventivo?8. El educador animador debe estar siempre alegre sin

importar los problemas internos. ¿Es esto cierto? ¿Por qué?

9. ¿En un educador por qué debe ser importante la autenticidad?

10. Para tener gran influencia en los niños es necesario..........

11. Cita y desarrolla algunas características de Don Bosco que los educadores deben de imitar.

12. ¿Tú crees que en el actual sistema educativo se ha rescatado el Dialogo de Don Bosco? ¿Tú crees que puede ser importante? ¿Por qué?

13. ¿Cómo entendió el concepto de libertad, Don Bosco?14. ¿Cómo puede entenderse la libertad si el educando es

un muchacho inquieto? ¿Es necesaria la represión? Si fuera así. ¿Por qué?

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15. ¿Qué es el asociacionismo? ¿Cómo es que puedes traducir este fenómeno hoy?

TEMA 2AMABILIDAD

“El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar, ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y las perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; el amor todo lo cree, el amor todo lo espera, el amor lo soporta todo”. (1 Cor, 13, 4-7I).

Estas palabras de San Pablo son, según Don Bosco, la base de su Sistema Preventivo. (Don Bosco, Memoria Biográficas, idem, n.2). “La primera expresión del amor es la amabilidad. El término amabilidad que presenta evidentes conexiones con la razón.(buen sentido, inteligencia, amplitud, comprensión, naturalidad, razonamiento, racionalidad) y conexiones esenciales con los fines humanos y cristianos (religión), tiene otros términos equivalentes y complementarios: amistad, afecto, eliminación de distancias, simplificación de la disciplina, exclusión del sentimentalismo y del paternalismo, tono informal en los contactos, alto nivel de convivencia, abolición de los obstáculos burocráticos, etc.” (AA.VV., o.c. l p. 304).

El amor adopta gestos, palabras y modos sencillos y amables; se reviste de inalterable paciencia, confianza y cordialidad cuando exige; preside todos los momentos de contacto entre educadores y educandos, hasta en las circunstancias difíciles de la reprensión, el castigo y la expulsión.

Don Bosco no ama para educar, educa porque ama. Don Bosco elige, quiere y actúa por la educación de los jóvenes porque ama a los mismos. Los ama porque ve que los jóvenes merecen, tienen derecho y la necesidad, desean y esperan ser amados por sus padres y por quienes pueden y dejen ayudarles en su crecimiento...

“El amor. Se trata de una actitud cotidiana, que no es simple amor humano ni sólo caridad sobrenatural. Denota una realidad compleja e implica disponibilidad, criterios sanos y comportamientos adecuados. El amor se traduce en dedicación del educador como persona entregada totalmente al bien de sus educandos, estando con ellos, dispuesto a afrontar sacrificios y fatigas para cumplir su misión. Esto requiere estar verdaderamente a disposición de los jóvenes,

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profunda concordancia de sentimientos y capacidad de diálogo. Es típica y sumamente iluminadora su expresión: “Aquí, con vosotros, me encuentro a gusto: mi vida es precisamente estar con vosotros”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, IV, 654). Con acertada intuición dice de modo explícito: lo importante es “no sólo querer a los jóvenes, sino que se den cuenta de que son amados” (carta de Roma, 1884).

Características de la amabilidad.1. Familiaridad

Estar con los jóvenes, ponerse a su nivel, apreciar lo que a ellos les gusta, darles confianza. Responder con gestos concretos a los intereses de los jóvenes (ej. Recordándoles que ganó su equipo, trayéndoles recortes, etc).

“Como el líquido adopta rápidamente la forma del recipiente que lo contiene, así el amor, para transformarse en amabilidad, debe tomar inmediatamente la forma de la persona amada. Si el amor que se da, aunque sea con inmenso sacrificio, no conserva la forma de la persona que amo, seguirá siendo amor, pero nunca se convertirá en amabilidad”. (Adolfo Lárco, El Salesiano es así. P. 51).

“Debemos buscar que los jóvenes se nos acerquen, quitando toda causa que los aleje de nosotros... Y los acerquemos a nosotros, acercándonos nosotros a ellos, buscando adaptarnos a sus gustos, haciéndonos semejante a ellos...” (Don Bosco al Card. Tosti en Roma... Memorias Biográficas, V, 917 ss).

La familiaridad elimina distancias, es participar con sencillez y entusiasmo en las actividades de los muchachos y entablar con ellos un diálogo fácil sobre las cuestiones que les preocupan y que ellos mismo presentan, procurando comprender sus exuberancias, ayudando a madurar con equilibrio sin condenar, y tolerando pacientemente cuanto pueda resultar molesto a los adultos, pero que es manifestación espontánea de su edad.

La familiaridad suscita la respuesta del afecto y éste abre a la interioridad. Cuando el educador llega al núcleo interior donde se elaboran las motivaciones y las reacciones, puede construir al hombre desde dentro, desde el centro de su libertad. Todos los medios tienden a esto; si en llegar de favorecerlo lo bloquearan, sería contraproducente.2. Cordialidad o profundidad de afecto

Para Don Bosco, las personas, los muchachos, no son nunca cosas, sino siempre amigos aceptados incondicionalmente como son, con total respeto. Se les ofrece no con una presencia de funcionario, sino con la

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sinceridad y totalidad de todo su ser y de su amor, puesto que don Bosco decía:

“Queridos míos, os amo con todo el corazón, y basta que seáis jóvenes, para que os ame mucho”. (Don Bosco, Instrucción a la Juventud instruida).

Se es sano, sabio y santo en la medida en que no hacemos amigos de los demás. “Todo salesiano debe hacerse amigo de todos”. (Don Bosco, Carta a Mons. Costamagna. Memorias Biográficas, XVII. 628).Si el amor no florece en amistad, se pierde y se corrompe.

3. Afecto demostrado“Nos falta lo mejor...que los jóvenes no sólo sean amados, sino

que ellos mismos se den cuenta que se los ama...Que al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones juveniles, aprendan también a ver el amor en aquellas cosas que les agradan poco, como son la disciplina, el estudio, el sacrificio”. (Don Bosco, carta desde Roma).

Nuestra caridad, nuestra cordialidad, nuestra confianza y nuestra aceptación deben ser percibidos realmente por los jóvenes, deben revisarse a nivel de su vida y deben tener, por tanto, una correspondiente expresión apta para comunicarlas.

La percepción del amor en el educador facilita la identificación con él, como portador de valores. Estamos espontáneamente inclinados a juzgar como hombres de valor a los que nos aman profundamente. Nótese que aquí es importante la autenticidad del amor del educador como su expresión en términos comprensibles por el educando: solamente el amor percibido por el sujeto lleva a la identificación.

Son también características del proceso de identificación: la presencia del modelo, que se da en la familiaridad, y su proximidad en cuanto al estilo de vida, que se da “cuando se aman las cosas que gustan a los jóvenes. La identificación no se produce tanto por las palabras o por las ideas expresadas por el educador, sino con las actitudes que manifiesta en su vida cotidiana.

“La identificación, a su vez, dado que nace fundamentalmente del propio sentimiento de insuficiencia (en el adolescente), debe normalmente disminuir con el crecimientos de edad y el logro de niveles más maduros de competencia”. (Albino Ronco, en AA.VV., o.c., p. 81).4. Afecto operante y sobrenatural

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Busca el bien de los jóvenes, su crecimiento, su “salvación”, que tiene a Jesucristo como fuente y como término.

El estilo de comprensión y aceptación incondicional facilita el desarrollo de personas creativas y felices. (Carlos Rogers).

“Llegaba un niño. Una sonrisa y una conversación. Nombre, años, estudios, juegos favoritos, por todo se interesaba Don Bosco: pero era un abrirse camino para lo que importaba: “¿Eres bueno? ¿Te confiesas? ¿Cuánto hace que no te confiesas?” El niño por momentos sonreía, sonrojábase, miraba al suelo...luego una ocurrencia jocosa, ambos reían y la conquista estaba hecha... Era modalidad de Don Bosco abordara los jóvenes, inmediatamente, sobre temas que se referían a su vida espiritual y a la eternidad”. (Pedro Braido).5. Afecto incondicionado

Afecto que perdura a pesar de las faltas del educando, y se revela en la suavidad de los castigos. “Portáos de manera que dejéis al culpable la esperanza de ser perdonado”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XVI, 444).

“La pena mayor para un joven es no ser comprendido por sus superiores, no tiene más opción y a veces el prolongado desánimo llega a la desesperación”. (Felipe Rinaldi). Sin duda esto nos pide dominio de nosotros mismos, serenidad, comprensión respeto, disimular defectos, no fallarles, etc.6. Afecto equilibrado

El afecto no debe enturbiarse por egoísmo sensual, por apegos o preferencias particulares.

Cuántos jovencitos supieron qué era el amor de padre cuando se encontraron con Don Bosco. Y él se entretenía con ellos siempre gustoso de dirigirles una buena palabra.

De este modo, mientras educaba su corazón, mejoraba su conducta. Los trataba a todos sin sombra de parcialidad, con las mismas nuestras de benevolencia, y para evitar entre ellos toda discusión y celos, “de vez en cuando les aseguraba la igualdad de su afecto”. (Memorias Biográficas, V, 538).

En este sentido, se deben evitar ciertos riesgos o peligros: Rebajarse mucho: “De una cosa debe cuidarse mucho el

educador, y es el de no rebajarse mucho con los jóvenes, sea en las conversaciones como en los actos y especialmente en los juegos; debe tomar parte en todo”. (Don Bosco en una conferencia a los superiores en 1872. Memorias Biográficas, X, 316).

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Familiaridad excesiva: “En el instante en que nuestro trato y nuestras conversaciones bajan al grado de una familiaridad excesiva, los alumnos han tomado posición ventajosa sobre nosotros. Y la autoridad perdida no se conquista fácilmente”. (Pierro Torres, II, p. 265).

Sensiblería: Cuando el amor del educador no es netamente sobrenatural, fácilmente puede degenerar en amor sensible y sensual; y entonces vendrán las parcialidades y predilecciones tan dañosas para los jóvenes, tanto para los que son objeto o víctimas de ellas, como para los que se ven relegados o descuidados por el educador. Para evitar este gran problema en la educación de la juventud, el educador debe vivir plenamente la pureza.

7. Bondad“Que no se diga de ninguno de nosotros: El tal es riguroso y

severo” (Don Bosco).“Cuando hablamos de bondad, entendemos un conjunto de

actitudes, racionalidad, simpatía, estilo de convivencia, entrega de sí, humildad, paciencia, de justos y vivos sentimientos de amabilidad, confianza, capacidad de diálogo, perdón, alegría , contagio del bien que crean una atmósfera de familia... La fuente primera de nuestra bondad es el amor de Dios hacia los hombres y el amor de Cristo hacia los jóvenes y exige un continuo cuidado de la dimensión contemplativa... (Egidio Viganó, Non basta amare. P. 12).8. Dulzura, alegría

La dulzura conlleva una gran afabilidad y la serenidad del rostro, que anima a todo el que se acerca, pues desde el primer instante parece que ofrece el corazón.

En este sentido todo buen educador trata de comunicar a los jóvenes su propio gozo de existir. Trata de gozar junto a sus educandos sin egoísmo ni envidia...

El encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli, el 8 de diciembre de 1841, y que da inicio a su actividad con los jóvenes, se produce “con la cara alegre” y “con la mayor amabilidad que me era posible”. (Don Bosco, Memorias del Oratorio).

Y de su madre, mamá Margarita, dice: “siempre estaba de buen humor”. (Don Bosco, Memorias del Oratorio).

Y como Don Bosco procuraba vivir esta alegría... “Cuando eran más grandes las dificultades y problemas, se lo veía más alegre de lo acostumbrado, tanto que al verlo más humorista que de costumbre, decíamos: Don Bosco debe tener grandes fastidios, ya que se muestra más sonriente”. (Memorias Biográficas, IV, 251).

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9. PacienciaEs perder tiempo querer transmitir mensajes y valores por medio

de órdenes rápidas. Hace falta paciencia, que no es pasividad ni desinterés, sino empeño constante e incómodo en un proceso de crecimiento que por sí mismo es lento y debe ser constantemente animado. Paciencia quiere decir no elegir el camino rápido de la imposición, sino el largo camino de la convicción. Este camino largo, si bien se piensa, es el más breve.

“Quizá a alguno le parecerá echadas al viento sus fatigas y malgastados sus sudores. Quizá por el momento sea así, pero no lo será siempre, ni siquiera para aquellos que le parecen indóciles... Las actitudes de amabilidad que les habrá usado, les quedarán impresas en sus mentes y corazón. Llegará el tiempo en que la buena semilla germinará. Brotarán las flores y producirá sus frutos”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XIV, 513).

La paciencia será también capacidad de perdón.10. Confianza

Una personalidad crece en la libertad, en la apertura a toda la realidad, a los valores, a la capacidad de elecciones coherentes y ponderadas, cuando hay confianza en sí mismo, y en la persona que se desarrolla esta auto confianza se hace posible con la confianza que los demás (personas significativas) le demuestren.

“Es imposible educar bien a los jóvenes, si éstos no tienen confianza en sus educadores”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, V, 917).

“Deja todo temor. Sabes que Don Bosco te quiere: por tanto, si tienes alguna falta pequeña, Don Bosco no la tiene en cuenta: y si las haces mayores, te perdona”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, V, 917-918).11. Amistad entre educadores

Para educar en el amor debemos demostrar que nos respetamos, apreciamos, ayudamos, complementamos entre educadores. Sabemos que tenemos defectos, aun siendo educadores, pero siempre serán mayores nuestras virtudes.

El afecto familiar, un gran medio educativo.Darse cuenta de que uno es amado es el secreto de la felicidad.

Esto es válido especialmente en el seno familiar. Cuántas veces los mensajes que se intercambian entre padres e hijos son puramente órdenes, reproches, amenazas, pláticas, sarcasmos... Los hijos están Fatigados con simplezas tales como: “Muévete, haz algo, apúrate, no

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toques eso, cómete todo, quédate callado, no corras, no te ensucies, te he dicho que no hables, no te vayas a caer, te lo advertí, hazme caso, nunca estás atento, anda a acostarte, levántate, vas a llegar atrasado, estoy muy ocupado... Papás y Mamás, aun de buena fe, rondan en torno a sus hijos como zancudos zumbantes. Y ese “zumbido” se convierte en el rumor de fondo de la familia. Los hijos se defienden simplemente haciendo oídos sordos. Y en esa gran confusión de órdenes y contraórdenes banales, las palabras importantes que los padres dicen a sus hijos se pierden en el vacío. El daño mayor lo sufre el ambiente familiar, que se ve envenenado por una constante y mutua irritación.

Sin embargo, existen palabras sencillas que pueden cambiar el clima familiar y sobre todo llegar a ser la base de una imagen positiva de sí mismo, esto es esencial para un crecimiento normal de los hijos. Por ejemplo, aquí tenemos diez frases claves que nos indica Bruno Ferrero (Boletín Salesiano, enero 1994):

1. “Te amo”. Frase tan manoseada en las telenovelas y en las canciones, pero que se olvida demasiado entre padres e hijos. Tiene un enorme potencial; cada niño debería escuchar que su papá y su mamá le dicen: “Te amo mucho”.

2. “Eres hermoso”. Los hijos tienen necesidad de cumplidos. Hay personas que apenas salen de casa, hacen cumplidos a todo el mundo. Al portero, al lechero, al policía, al jefe. Pero en casa, jamás. ¿Cómo va a adquirir confianza en sí mismo un hijo que no recibe nunca un cumplido?

3. “Me siento feliz de tenerte a ti”. Este es un mensaje que necesariamente debe expresarse. Demasiados hijos tiene la idea de ser un bulto pesado, o peor aún, un accidente inesperado en la vida de los padres.

4. “Puedes contar conmigo”. Un hijo tiene la necesidad de estar seguro de que, pase lo que pase, aquel hombre y aquella mujer, que son su padre y su madre, lo ayudarán. En nuestra sociedad no pueden fiarse de nadie más.

5. “¿Qué opinas tú?” El saber que las personas que más admira, su papá y mamá, quieren realmente saber su parecer, llena de orgullo al hijo. Lo hace sentirse verdaderamente inserto en la familia. Y los padres pueden así comprobar que los hijos son capaces de demostrar una gran sabiduría.

6. “Puedes llorar, si quieres”. Todo ser humano necesita tener una persona a la cual pueda acudir para desahogarse, con la seguridad de ser escuchado y no juzgado, alguien al cual no necesite mentir, uno a quien pueda expresar los propios sentimientos. Y que él le ofrezca dos brazos, un corazón y mucha comprensión.

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7. “Deseo escucharte”. Esto significa interesante en todo lo que sucede en la vida de los hijos. Un “cuéntame”, dicho en el momento justo, muchas veces rompe las barreras del silencio que amenaza siempre proyectar una sombra siniestra en las relaciones entre padres e hijos.

8. “¿Por qué estás tan desganado?”. Los sentimientos de los pequeños son tan importantes y dignos de respeto como los de los adultos. A menudo, por distracción, son atropellados o descuidados como irrelevantes.

9. “Tengo confianza en ti”. Los niños y jóvenes tienen sus buenos motivos para desconfiar de sí mismos. Una palabra de ánimo de sus padres es un verdadero estímulo para que su voluntad tome iniciativas.

10. “Es hermoso estar juntos”. Ninguno puede crecer bien sin sentirse un pieza insustituible en la felicidad de su familia. Una niña estaba de pésimo humor: demasiadas tareas, demasiadas dificultades, demasiado todo...La madre le repetía las palabras siempre: recomendaciones, explicaciones, palabras de aliento. Pero la muchacha se puso más mal humorada. Finalmente, mirando a su madre a los ojos, le dijo: “Mamá, ¿más bien, por qué no me abrazas, como cuando era pequeña? Ningún consejo me hará tanto bien”. La mamá la abrazó con fuerza a su hija y el mal humor se desvaneció. A menudo basta un fuerte abrazo. (Boletín Salesiano uruguayo, julio de 1994. p. 22-23).

1. CUESTIONARIO2. ¿Cuál es la primera expresión del amor y por qué?

3. ¿Explica la frase: Don Bosco no ama para educar, educa porque ama.

4. Cita las características de la amabilidad salesiana.5. La familiaridad es una característica que nos permite

acercarnos más fácilmente a los jóvenes. ¿Por qué?6. La cordialidad se relaciona con la educación y la

amistad. ¿Cómo?7. ¿Cómo se puede demostrar el afecto al educando? ¿Por

qué es importante esto?

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8. ¿Te parece correcta la actitud de “si haces esto eres mi amigo”?, (suponiendo que la acción a la que se le quiere condicionar sea buena).

9. El afecto equilibrado: ¿es aplicable hoy en día? ¿Por qué?

10. ¿Cuál será la fuente primera de la bondad y el afecto a los educandos?

11. ¿Cómo es que cuanto más problemas tenía Don Bosco se veía más sonriente?

12. ¿Te parece que existe confianza en el ambiente de estudio en que te desenvuelves? ¿Cómo puedes mejorar esta realidad?

13. Comenta sobre las frases que recomienda Bruno Ferrero, para ser utilizadas en familia. ¿Cuál es la que te parece más importante? ¿Por qué?

TEMA 3RAZÓN

“Hijo mío, si das acogida a mis consejos y guardas dentro de ti mis pensamientos, con tus oídos siempre atentos a la voz de la sabiduría y abierto tu corazón a la reflexión; si llamas a la inteligencia y levantas tu voz hacia la prudencia, si la buscas como la plata y la rebuscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor de Yavé y hallarás el conocimiento de Dios... La sabiduría entrará en ti, la ciencia te vendrá a recrear y la prudencia te cuidará”. (Prov. 2, 1-5.9).

En la tradición salesiana la razón es considerada como una dimensión del amor y significa sustancialmente uso maduro de la racionalidad, buscando persuadir y corregir, más que reprender y castigar.

El educador, mediante la claridad de las ideas y el culto de la verdad, consigue dominar la impulsividad de los sentimientos y de las pasiones.

La razón, es también buen sentido, sencillez, es el amplio uso de la persuasión, en función preventiva y motivadora.

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Iluminada por la fe, la razón preside la labor educativa; controla la afectividad para que no se desborde; impregna de sentido común el ambiente educativo, busca lo esencial y lo simple (también en la religión y las prácticas de piedad), y huye, por tanto, de lo engañoso y complicado, de lo extraño y raro; favorece la capacidad de juicio y el formarse convicciones personales para gobernar la vida.

“El término razón destaca, según la visión auténtica del humanismo cristiano, el valor de la persona, de la conciencia, de la naturaleza humana, de la cultura, del mundo del trabajo y del vivir social, o sea, el amplio cuadro de valores que es como el equipo que necesita el hombre en su vida familiar, civil y política. En la encíclica Redemptor hominis “Jesucristo es el camino principal de la Iglesia; dicho camino lleva de Cristo al hombre”. Es significativo señalar que Don Bosco, hace ya más de un siglo, daba mucha importancia a los aspectos humanos y a la condición histórica del individuo: a su libertad, a su preparación para la vida y para una profesión, a la asunción de las responsabilidades cívicas en clima de alegría y de generoso servicio al prójimo. Formulaba tales objetivos con palabras incisivas y sencillas, tales como “alegría, “estudio”, “piedad”, “cordura”, “trabajo”, “humanidad”. Su ideal de educación se caracteriza por la moderación y el realismo...” (Juan Pablo II. Juv. Patris, n. 10).

Uno de los puntos fundamentales de la pedagogía de Don Bosco es llevar a los jóvenes a obrar por convicción personal y profunda, actuando por elección libre y afirmando su propia personalidad. Y para esto todo debe ser razonable.La razón, según el método preventivo de Don Bosco pide:La racionalidad de la presencia del educador.

Basada en la confianza, en el espíritu de familia, en la convivencia, y no en la vigilancia fría, deseosa de hallar faltas. Debe ser una presencia no autoritaria graduada y proporcional, de acuerdo a la maduración del muchacho.

Exige serenidad y dominio de sí. No se deja llevar por sentimientos e impulsos. Le pide al educador que piense, antes de actuar. Racionalidad forjada en un juicio recto, que enseña al educador a tratar a los muchachos con indulgencia, reserva, respeto y prudencia. Racionalidad que mueve al educador a no prometer lo que no podrá cumplir; a escuchar, más que a hablar, a aceptar críticas sanas y constructivas.

Racionalidad que exige al educador una actitud de comprensión profunda. Comprender quiere decir tomar conciencia del punto en que se encuentra el educando en su desarrollo, teniendo en cuenta su contexto familiar, hereditario, psicosomático, etc. Quiere decir

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permitirle hablar, escuchándolo. Se atribuye a Don Bosco esta observación:“Dejen que hablen mucho los jóvenes y hablen poco ustedes”.

Esta comprensión hace que el educador no pida más de lo necesario, rompa prejuicios, prevenga dificultades...Racionalidad de las normas y disposiciones.

Se establecen sólo las normas que se vean necesarias y se las explica y sostiene con la razón. Se busca establecer el menor número de leyes y se utilizan los medios más atractivos para sostener las voluntades débiles, utilizando la creatividad y la flexibilidad de las propuestas.

El joven debe darse cuenta de que nuestras disposiciones son dictadas sólo buscando su bien, y no nuestra comodidad o capricho. No se educa coartando la libertad sino enseñando a usarla bien. Se busca la formación de cada persona y no una nivelación por amor al orden.

El Centro Internacional de Pastoral Juvenil Salesiana destaca estos elementos como traducción de la racionalidad educativa de Don Bosco:

- La razón como diálogo interpersonal.- La razón como educación a la profundidad.- La razón como iniciación a la valoración y a la crítica.- La razón como conocimiento de la persona y respeto a su

individualidad.- La razón como estructuras funcionales, flexibles y

descentralizadas.- La razón como propuesta desde lo positivo.- La razón como aprecio de las ciencias del hombre. (Pastoral Juvenil Comunidad Educativa en Formación. o.c., p. 86-87).Esta característica del Sistema Preventivo no quita que se busque

la necesaria disciplina. Las fuentes documentales de las que nos alimentamos nos presentan a un Don Bosco más bien exigente desde el punto de vista disciplinario y alguna que otra vez ineludible tratándose de salvaguardar el principio de la autoridad, del orden, del respeto de la colectividad, deseoso de que la disciplina externa se convierta en una escuela de entrenamiento de las voluntades y de compromiso espiritual. (Pedro Braido, Don Bosco al alcance de la mano, o.c., p. 81).

Pero también aquí la definitiva solución práctica se encuentra integrando razón, religión, amabilidad. Y bajo estas características deben comprenderse la corrección, las sanciones y los castigos.

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Los avisos y las correcciones. Todas las prescripciones no bastan para impedir las faltas; y

cuando se cometieron es necesario el aviso y la corrección.La dirección del desarrollo educativo es, también, arte de podar y

enderezar. Es necesario prevenir, hasta donde sea posible, las desviaciones que comprometen el desarrollo hacia la madurez. Cuando las desviaciones se manifiestan hay que reconocerlas, ponerlas conscientes e intervenir al principio, mediante la corrección.

La corrección es un deber para todos. Don Bosco abrigaba la certeza de que ordinariamente con la reflexión, ayudada del aviso y el consejo, se induce a todos los niños a reconocer las faltas y a corregirse. (Memorias Biográficas, 553-554).

Son múltiples los cometidos de la corrección: poner en evidencia las causas de las desviaciones, rastrear las ocasiones y eliminarlas, descubrirlas los desconciertos, proporcionar los recursos para remediarlos, proporcionar el apoyo necesario de afecto, amistad y confianza para superar la crisis.

Don Bosco aconseja:- Corregir en privado, con prudencia y calma.- “Nunca recelen los superiores por causas de nada. Sean calmos,

contemporicen, esperen, examinen antes de dar importancia a esta o aquella cosa”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, X, 1018).

- Serenidad, firmeza e imparcialidad.- “Al dar avisos o consejos, procura que el que es avisado se aleje

de ti satisfecho o amigo”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XI, 17).

- Saber olvidar. “Olvidar y hacer olvidar al culpable los días tristes de sus errores, es arte suprema de buen educador”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XVI, 444).

- Evitar la humillación. Buscar el momento oportuno, acudir a la razón y a la reflexión, intentar que el culpable reconozca su falta y se comprometa a no reincidir.

- Considéralo como tu hermano. Amabilidad, comprensión, respeto: éstas son las llaves del corazón.

Todo sistema educativo tiene un régimen de sanciones. Su finalidad es estimular el bien, supliendo provisionalmente la inmadurez del joven. Esta inmadurez da autoridad moral adulto para asumir

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actitudes impositivas hasta tanto el desarrollo de la conciencia del educando le permita iniciar y profundizar procesos reflexivos sobre la propia conducta, recibiendo el premio o la sanción.

a) Premio: estímulo, recompensa, aliento ante una meta lograda, un avance hacia la libertad. Debería ser el “clima” normal e ideal. Debe dosificarse en relación a cada etapa del proceso y a cada educando.El mejor premio es el resultado del bien logrado, esto es, la felicidad personal del deber cumplido, el trabajo de los padres y superiores y de Dios, la alegría, el afecto y la estima, la utilidad misma seguida de la buena acción. Es importante premiar y exaltar la buena conducta, la intención más que el éxito material, el esfuerzo y la mejora de quienes no logran resultados apreciables.

b) Sanción negativa: es imponer una pena o castigo por la violación de una orden legítima y conocida, o evitar que se imponga esa pena mediante un comportamiento correcto. Debe ser objetiva y muy directa. Su meta es provocar un juicio crítico que inicie un proceso de rectificación desde el interior del educando. Logrado el objetivo de la rectificación, la sanción debe suprimirse.

El clima de una sanción educativa no podrá ser nunca la ley de lo mismo, sino la tensión hacia lo mejor: no se puede hablar de lo que no se puede hacer debajo de tal nivel, sino de todo lo que queda por andar más allá de lo simplemente mandado o prohibido.

Más que sancionar al educando, el ideal es llegar a que él se sancione, acepte su error y se imponga una reparación que será a la vez estímulo.

Los castigos“En general, el sistema que nosotros debemos emplear es el

preventivo, que, sin violencia alguna exterior, tenga que someterse la voluntad del muchacho. Con estas palabras quiero deciros que nunca hay que emplear medios coercitivos, sino siempre y sólo la persuasión y la caridad”. (Don Bosco, Carta del 29-1-1883. Memorias Biográficas, XVI, 439).

“Quisiera hacer yo mismo un sermón o mejor una conferencia a todos sobre el espíritu salesiano que debe animar y guiar nuestras acciones y todas nuestras palabras. El sistema preventivo debe ser realmente nuestro. Nunca castigos penales; nunca palabras humillantes, nunca reproches severos en presencia de otros. Sino que en las clases resuenen las palabras dulzura, caridad y paciencia. Nunca palabras mordaces, nunca una bofetada fuerte o suave. Úsense los castigos y siempre de manera que los que son avisados, se vuelvan nuestros amigos más que antes, y nunca se alejen de nosotros molestos...Todo salesiano sea amigo de todos, nunca busque vengarse;

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sea fácil en perdonar, y no vuelva a recordar las cosas perdonadas... La dulzura en el hablar, en el obrar, en el avisar gana todo y a todos... Dése a todos mucha libertad y mucha confianza...” (Don Bosco. Carta a Don S. Costamagna, Inspector en Argentina. 10 de agosto de 1885, Memorias Biográficas, XVII. 628).

“Pero si la naturaleza humana demasiado inclinada al mal, necesita a veces ser apremiada por la severidad, me parece bien proponernos algunas características que, así lo espero, nos darán, con la ayuda de Dios, resultado satisfactorio”. (Don Bosco, carta de 1883, Memorias Biográficas, XVI, 439).

Don Bosco a exponer sus criterios sobre los castigos: 1. No castigues nunca sino después de haber agotado todos los

otros medios.2. Procuren elegir el momento oportuno para las correcciones.3. No den pie a la más mínima idea de que se actúa por pasión.4. Obren de modo que dejen al culpable la esperanza de ser

perdonado.5. Qué castigos deben emplearse y por quién:

- No se castigue sin aquilatar bien los hechos.- Al castigar hacerlo de modo que el joven reconozca su

falta. - Los castigos sean pocos y de poca duración y gravedad.- Mostrarse caritativo al castigar.- Castigar con justicia.- No se den castigos al encargado de la disciplina, según las

directivas del Director. (Don Bosco. Idem. Memorias Biográficas, XVI, 439 ss. Es útil leer toda la carta...)

Y en su trato sobre el Sistema Preventivo, señala:“Donde sea posible, no se castigue nunca, donde la necesidad lo

exigiera, recuérdese lo siguiente: Procure el educador que sus alumnos lo amen, si quiere de ellos ser temido. Así, el no darle una muestra de benevolencia, es castigo que emula, anima y jamás envilece. Conseguirá hacerse amar, si con las palabras y más aún con los hechos demuestra que todos sus afanes están encaminados al bien espiritual y temporal de los alumnos...”

“Para los muchachos es castigo lo que se hace pasar como tal. Se ha observado que una mirada no cariñosa en algunos produce mayor

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efecto que un bofetón. El alabar a los muchachos cuando obran bien o el reprocharles cuando se descuidan.”

“No se corrija ni castigue jamás en público, sino en privado, lejos de los compañeros y usando la mayor paciencia para hacer comprender, valiéndose de la razón y la religión, la falta al culpable...”

“El pegar de cualquier manera sea... y otros castigos semejantes, se deben absolutamente evitar, porque están prohibidos por las leyes civiles, irritan mucho a los alumnos y rebajan al educador...”

“Dé a conocer bien el Director las reglas, los premios y castigos, establecidos por las leyes disciplinarias, a fin de que el alumno no pueda excusarse con decir: No sabía que estuviera esto mandado o prohibido...” (Don Bosco, El Sist. Preventivo, Una palabra sobre los castigos).

Por diversos educadores salesianos se consideran castigos eficaces: no responder al saludo, decirle simplemente: “No lo hubiera esperado de ti, me desagrada, te creía bueno, educado, estudioso... pero me equivoqué..., ¿Estás realmente convencido que no obraste mal?”, la mirada descontenta, severa y triste, etc.

En casos necesarios, gravísimos, después de agotar todas las instancias, Don Bosco recurría a la expulsión. “Un poco de mal fermento puede corromper todo el ambiente”. Lo hacía por amor a los jóvenes dañados, escandalizados, heridos; hacia los mismos jóvenes que ya no admiten relación educativa.

CUESTIONARIO1. ¿Qué es la razón en la tradición salesiana y qué significa?2. El método preventivo en función de la razón tiene ciertas

exigencias. ¿Cuáles son y qué significan?3. ¿Deben existir los castigos? Si es así ¿Cuándo y bajo qué

circunstancias?

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4. ¿Cómo debe proceder el educador en caso de una falta grave? ¿Tú que opinas sobre esto?

5. Realiza un esquema del tema.

TEMA 4RELIGIÓN

“El comienzo de la sabiduría es el temor de Dios” (Salmo 110,10). “Esta es la vida eterna: conocerte a ti único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesús, el Cristo”. (Juan 17,3).

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Para Don Bosco la acción educativa en la formación de los jóvenes se identifica prácticamente con la acción salvífica de la Iglesia.

Convencido de que “la religión por sí sola es capaz de comenzar y realizar la gran obra de una auténtica educación” (Memorias Biográficas, III, 605), hace que los jóvenes descubran el sentido de la vida y la alegría de vivir en gracia y no duda en señalar la santidad como meta posible de alcanzar a través del cumplimiento fiel de los propios deberes.

La religión es el fundamento y la coronación de una educación completa. Ella establece una conducta filial hacia Dios y una conducta fraternal hacia los demás, da una visión cristiana de la vida y del mundo, ofreciendo los principios y los medios para una ejemplar conducta moral y de compromiso fraterno con el ambiente social en el que debe actuar. También hoy, lo mismo que para Don Bosco, la religión debe brotar de convicciones personales, sin imposiciones, pero estimulada por continuas sugerencias, en un clima de serenidad y de interés continuo, para que nuestros jóvenes encuentren en la fe verdadera respuesta a los problemas que les interesan. Así llegarán a descubrir la unidad y la integración de las dos dimensiones: religión y vida.

Don Bosco no se contenta con cualquier religiosidad, sino que la quiere viva y sentida, basada en ideas claras y en sólidas convicciones: luminosa, positiva, gozosa, libre (Carlos Fiore).

Hoy se plantea la necesidad de adecuar el mensaje cristiano a las necesidades de la juventud, para quien la religión se plantea como una conducta que hay que asumir críticamente en relación y en confrontación con los otros “sistemas de valores”, que, en una sociedad pluralista y relativista, pretenden, con las ideas y los hechos, reemplazar el carácter integrante de la religión.

La religión sólo “resiste” como factor de educación de los jóvenes de hoy, cuando se percibe su adecuación a las esperanzas culturales, políticas, profesionales, familiares, sexuales y éticas de los jóvenes, es decir, cuando puede ser percibida como elemento esencial de liberación y promoción de la personalidad del individuo y de la sociedad.

La intervención educativa debe hacer aparecer la evangelización y la promoción humana como dos elementos sólidamente integrados entre sí, como fases complementarias de un único tema, que tiende a la promoción integral del hombre.

Evangelizar a la persona significa ayudarle a ser mejor persona, y no para que después acepte el mensaje de Cristo, sino porque el mensaje de Cristo nos induce a amarlo, cualquiera sea su actitud para con Cristo y la Iglesia.

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Educar religiosamente no es sólo enseñar “religión”, ni recomendar la práctica de los sacramentos...; significa, sobre todo, motivar a fondo para hacer aceptar la opción cristiana y para arraigarla en el proyecto de la propia vida.

Don Bosco asignaba una importancia primordial a la religión en la práctica de su sistema... Y en un contexto en que “lo religioso” llamaba a la vida pública, para Don Bosco la religión consistía en la vivencia de la fe católica, en su doctrina, en sus sacramentos, en su sacrificio...

Y hoy, en un ambiente de mayor secularización hemos de ver en ella, además la plenitud de sentido, el reconocimiento de Dios como padre, la modelación de la existencia conforme a esta convicción.

Para Don Bosco, “no se trata de una religión especulativa y abstracta, sino de una fe viva, insertada en la realidad, forjada de presencia y comunicación, de escucha y docilidad a la gracia. Como solía decir, los “pilares de la educación son la Eucaristía, la Confesión, la devoción a la Santísima Virgen María, el amor a la Iglesia y sus pastores. Su educación es un itinerario de oración, de liturgia, de vida sacramental, de dirección espiritual: para algunos, respuesta a la vocación de consagración especial ¡Cuántos sacerdotes y religiosos se formaron en las casas del Santo!, y para todos, la perspectiva y el logro de la santidad”. (Juan Pablo II, Juvenum Patris, n. 11).

“Entre las manifestaciones y propuestas religiosas del sistema y de la praxis educativa de Don Bosco, podemos señalar:

· El ambiente religioso.· La concepción religiosa de la vida.· La sólida instrucción catequética.· La “práctica” religiosa de la oración y vida sacramental intensa,

pero libre.· El compromiso apostólico personal y grupal.

· La propuesta de un camino personal de santidad”. (Pastoral Juvenil, Comunidad educativa... 3, p. 107. A través de la actuación de Don Bosco, podemos señalar sus instancias religiosas: Salvación, santidad – Temor de Dios – Sentido del Pecado – Los novísimos – Frecuencia de los sacramentos de la Comunión y Confesión – Oración y Prácticas de piedad – devoción Mariana – Amor a la Iglesia y al Papa).El ideal de santidad presentado por Don Bosco se centra en las

bienaventuranzas es una propuesta de una espiritualidad sencilla y cotidiana, al alcance de los jóvenes pobres y sencillos. (Cfr. Pastoral Juvenil, o.c., p. 107 –108; Capítulo General 23, pp. 161 – 180).

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Siguiendo a Don Bosco y en la línea del Capítulo General 23, podemos centrar la espiritualidad juvenil salesiana hoy, en estos elementos básicos:

· La vida como lugar de encuentro con Dios. Lo cotidiano, inspirado en Jesús de Nazaret, es el lugar donde el joven encuentra la presencia activa de Dios y vive su realización, la síntesis entre fe y vida.

· La alegría y el optimismo. Don Bosco ofreció a los jóvenes marginados de su tiempo la posibilidad de experimentar la vida como fiesta y la fe como felicidad. Para él la fuente de la alegría es la vida de gracia, que pide el esfuerzo, el sacrificio y la responsabilidad. Le ayudará una liturgia juvenil renovada.

· Amistad con Cristo, el Señor. Ahondar el conocimiento y la adhesión a la persona de la causa de Jesús resucitado, amigo, maestro, salvador; encontrando así el corazón nuevo que da la plenitud del sentido a la propia vida.

· Comunión eclesial. La relación personal con Cristo resucitado y la experiencia de grupo, promotor de amistad desembocan en una relación filial con la Iglesia, suscitando en los jóvenes el sentido de la colaboración y la corresponsabilidad.

· Vida sacramental. Se crece en la fe por medio de la gracia que Dios da por medio de los sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía. “Lo que hace a estos jóvenes buenos y estudiosos no es el temor a los castigos, sino el temor de Dios y la frecuencia de los Santos Sacramentos. Esto es lo que hace hacer milagros a la juventud”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XI, 221. Cfr, Memorias Biográficas, XIII, 921).

· María. Madre y auxilio. Primera creyente, que precede, acompaña e inspira.

· Oración y Palabra de Dios. La oración sencilla y filial y la Palabra de Dios contribuyen eficazmente a una relación filial con Dios “Padre” y presente en la propia vida.

· Servicio responsable. Consolidación del compromiso humano y cristiano, aprovechando el proceso de orientación vocacional correspondiente.

El Padre Egidio Viganó, en su comentario al aguinaldo de 1995 (Llamados a la libertad, descubramos nuevamente el Sistema Preventivo educando a los jóvenes en los valores) afirma, con razón, no hay Sistema Preventivo sin la intervención de los medios de la energía de la gracia y de la verdad del Evangelio. Es decir, el Sistema Preventivo no es simplemente sonrisas y bondad, pero la sustancia del

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Sistema está aquí: no se libera la libertad, no se promueve la libertad sin Cristo: “Gracia y Evangelio”...

La religión en la familiaEl Sistema Preventivo es continua invitación a la búsqueda del Ser

de Dios, superando la lógica de los ídolos, mitos, que es la lógica del tener, provecho, placer, una lógica de muerte y no de vida.

El lugar privilegiado de Dios es la familia.Está claro: no se puede llegar a Dios con oraciones y gestos

religiosos hechos por costumbre y con aburrimiento; es inútil recomendar a los hijos ir a misa o confesarse, si en la familia reina la frialdad y la falta de amor y de amistad.

“Cuántos al contacto con Don Bosco conocieron lo que es el amor de un padre” (Memorias Biográficas, III, 361).

Es aquí donde debemos decir que no debemos preocuparnos de cómo hay que hacer para educar, sino solamente de cómo hay que ser. Lo que influye en los niños y jóvenes, no son tanto las palabras, cuanto lo que los educadores y los padres son y viven. Hay que abrir el camino de la fe con el ejemplo. Este ejemplo deber ser el testimonio del amor. Los jóvenes tienen necesidad de sentir, experimentar la amabilidad que los padres tienen entre sí, y la que ellos tienen con sus hijos y con los demás, hacia cada hombre, aún el más infeliz, para descubrir allí el reflejo de otro amor del cual el nuestro es revelación y signo. “Donde hay caridad y amor, allí está Dios”. (Canto del Jueves Santo).

Además, es un momento eficaz de educación a la fe, la oración en común. Cuando esposo y esposa habrán encontrado el ritmo de la oración en común, podrán entonces guiar a sus hijos a unírseles, encontrando los tiempos y las formas adecuadas. Será una página del Evangelio o una lectura espiritual, será el rosario, un salmo, o una oración espontánea; será la oración antes de las comidas, especialmente en las fiestas y en acontecimientos particulares...

Ayudará en el crecimiento de la fe de los hijos, la vida que ve a Dios en todos los acontecimientos, la enseñanza catequista de los padres, la frecuencia de los sacramentos, su amor y devoción a la Santísima Inmaculada María Auxiliadora. (Nicola Palmisano, o.c. p. 76-89).

CUESTIONARIO1. ¿Cuál la importancia de la religión en el sistema

preventivo según el pensamiento de Don Bosco?

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2. Siguiendo a Don Bosco y en línea del Capítulo general 23, se deben reflexionar los siguientes elementos básicos para una verdadera Espiritualidad Juvenil Salesiana:

3. ¿Qué elementos identifica como necesarios Don Bosco en la vida familiar para una sana práctica de la religión.

UNIDAD IIIAMBIENTE EDUCATIVO

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En la línea del Concilio Vaticano II (Gem,8), el documento sobre la “Escuela Católica”, afirma: “Consciente de que no basta ser regenerados por el bautismo para ser cristianos, sino que es necesario vivir y obrar conforme al Evangelio, la Escuela Católica se esfuerza por crear en el ámbito de la comunidad escolar un ambiente que ayude al alumno a vivir su fe de una manera cada día más madura y a adquirir gradualmente una actitud orientada para asumir las responsabilidades del bautismo”. (Sagrada Congregación para la Educación. Católica., La Escuela Católica, Roma, 1977, p. 47).

Ya Don Bosco, en su Sistema Preventivo, tuvo en cuenta la influencia que ejerce sobre los muchachos el ambiente.

“Razones psicológicas, históricas y religiosas llevan a Don Bosco a concluir que la educación es también obra de ambiente y de ejemplaridad a más de acción individual, y que la educación se realiza en un ambiente de familia, a más de la relación personal”. (Pedro Braido, II Sistema Preventivo di Don Bosco, 1955, ps. 207 – 208).

Don Bosco consideraba la influencia muy positiva que ejerce sobre la educación de los jóvenes el ambiente familiar, en el que se vive y fomenta espontáneamente la alegría, característica particular de los jóvenes, y base para su aceptación de caminar hacia un desarrollo maduro de su personalidad humana y cristiana.

“Familia, ambiente de familia, y alegría, espontaneidad: son los dos postulados de la amabilidad... No hay amabilidad en concreto, sino se crea un ambiente de familia, de confianza cordial y afectuosa, en el cual la nota dominante es la alegría, enemiga de toda forma de “profesionalismo” y de “oficialidad”. (Pedro Braido, idem).

TEMA 1ESPÍRITU DE FAMILIA

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“Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían... Acudían diariamente al templo con mucho entusiasmo y con un mismo espíritu y “compartían el pan” en sus casas, comiendo con alegría y sencillez” (Hechos 2,44-46).

En su casa de 1884, Don Bosco enuncia este principio: “Si se quiere hacer un solo corazón y una sola alma, por amor a Jesús, hay que romper la barrera fatal de la desconfianza y hacer entrar la confianza...” (Memorias Biográficas XVII, 112).

“...Había como una tradición, un ambiente de familia, un clima, una atmósfera, que complementaba lo que se enseñaba colectiva o individualmente... Esta atmósfera, esta eficacia del ejemplo (los más antiguos... Aquí se hace así...) era para Don Bosco uno de los instrumentos esenciales de su trabajo educativo, tanto en el ambiente exterior, como en la formación.” (Pedro Braido, idem. P. 209).

“Este espíritu de familia, vivido en forma renovada respecto a la vivida por Don Bosco, en cuanto se ha trasformado radicalmente la familia, exige, naturalmente, la superación de toda forma de autoritarismo y de paternalismo que no educan, porque son incapaces de promover la autonomía personal de los educandos y su seria inserción en la vida social, cada vez más compleja y exigente”. (AA.VV., o.c., p. 307).

Desde el punto de vista metodológico, el espíritu de familia conduce automáticamente a la superación de los reglamentos artificiales y superfluos, si bien rehuye también cualquier forma de individualismo autoritario.

Viene a ser “un clima de afecto correspondido, cuyos elementos esenciales son el aprecio y la confianza recíprocos, que lleva al trato fraternal y a la participación de bienes entre los hermanos, apoyados en la razón, el amor, el espíritu de fe, que crea la libertad de los hijos de Dios. Fruto de ello deben ser el estilo fraterno de autoridad y obediencia, el diálogo, la correspondencia en las iniciativas y en la acción”. (Capítulo General 20, 499).

En el estilo de Don Bosco, podemos señalar algunos elementos que contribuyen a formar el espíritu de familia:

- La presencia del Educador, en relación personal y amorosa, constante y total con los educandos, (cfr. antes).

- La presencia de Autoridad, que en cualquier institución de Don Bosco, es el punto de referencia, de cohesión, y de potenciamiento de toda acción educativa. Tiene función unificadora y conectiva.

NB. Tanto el director, como el educador, debe tener una actitud interior de “amor paterno”, sobrenatural y natural, hacia todos y hacia

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cada uno, preocupándose de cada uno como de un hijo, con la palabra, con la mirada, con la eficaz preocupación, con el “ocasional” encuentro, con señales personales de reconocimiento, afecto e interés, con encuentros planificados (Ej. dirección espiritual), etc.

Las buenas noches (o los “buenos días, o “las buenas tardes”).Vienen a ser momentos importantes, para Don Bosco, en la acción de conjunto, constructores de un ambiente y de un clima general, sus elementos constitutivos son: afectuosidad, agudeza y brevedad.

“Medio poderoso de persuasión para el bien era el dirigir a los jóvenes dos palabras confidenciales cada noche después de las oraciones. Allí se cortaba la raíz de ciertos desórdenes, antes aún que nacieran”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, XI, 222.).

“La buenas noches son la llave maestra de la buena marcha de las casas. Pocas palabras, una sola idea de importancia, que hiciese impresión, de modo que los jóvenes fuesen a dormir imbuidos de la verdad que se había expuesto”. (Don Bosco, Memorias Biográficas, VI, 94).

- La palabra al oído. La mirada de Don Bosco.“Don Bosco, con gran celo y prudencia, dirigiéndolo todo con su

consejo, informábase de todo, conociendo a cada niño y joven, sabía dar un aviso siempre adaptado a las necesidades de cada uno...un consejo, una observación, una incitación al bien, y también un reproche”. (Pedro Ricaldone, Don Bosco Educador, I. Ps. 291-292).

“A menudo una ocurrencia, una sonrisa, acompañada de un mirada fija, valía por una pregunta, una respuesta, una invitación, una entero discurso”. (Idem, p. 297).

Además de aprovechar este espíritu de familia dentro de nuestras estructuras educativas, podemos prestar con él “una relevante contribución de animación en la vida y en la acción educativa de la familia de hoy, problematizada y con dificultades en todos los niveles (cultural, económico, social, jurídico, formativo, pedagógico), mediante la convicción que el carácter familiar profundamente renovado, en conformidad con las transformaciones radicales que la institución familiar está experimentado”. (AA.VV., o.c., p. 307 – 308).

Analizando algunos escritos de Don Bosco, extraemos los siguientes puntos clave de la pedagogía familiar de Don Bosco:

· No se puede animar en profundidad sin “familiaridad” y confianza.

· La relación entre animadores y jóvenes es semejante a la del padre y los hijos o entre hermanos; pero requiere presencia

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continua y preveniente, en función de la colaboración, de la madurez interior.

· La relación no se construye sin la “razón”, que quiere decir sentido común, concreción, adhesión a la situación de los jóvenes.

· El contexto de la relación está hecho de deber y de libertad gozosa.

· Sus objetivos: “Pan, Trabajo y Paraíso”.Según la experiencia de diversos educadores el ambiente

de familia es favorecido por: Integración y diálogo – participación y convivencia – estímulos afectivos – reuniones familiares – comidas comunitarias – presencia en el tiempo libre – sencillez – esparcimiento común (veladas, paseos, cumpleaños, etc.) – corrección fraterna – disimular defectos – humildad – vibrar en las cosas que vibran los jóvenes o los otros educadores – serenidad constante y activa – disponibilidad – servicio – evitar cargas pesadas, unificación en momentos y ambientes – superar la comodidad – etc.

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TEMA 2ALEGRÍA

“Alégrense en el Señor en todo tiempo. Les repito: alégrense. Y sea tal la perfección en su vida que toda la gente lo pueda notar”. (Filip.4, 4-5).

Una de las conclusiones del simposio salesiano sobre el sistema preventivo de Don Bosco hoy, es la siguiente:

“Un factor específico que compenetra toda la experiencia educativa y pastoral según el Sistema Preventivo es la alegría. Ella compenetra fines, métodos, estructuras. La pedagogía de Don Bosco es una pedagogía de la liberación, y es, por tanto, una pedagogía de radical, expresa, explosiva y contagiosa alegría humana y cristiana. Don Bosco usaba con predilección y frecuencia la palabra alegría, juntándola con los compromisos de estudio, trabajo, deber y piedad.El estilo de vida sereno y gozoso de la comunidad de educadores y alumnos es, por sí mismo, un factor de educación”. (AA.VV, o.c. p. 305).

Don Bosco, en una época generalmente austera para la educación familiar, comprende que el muchacho es muchacho y permite y quiere que lo sea, sabe que su necesidad más profunda es la alegría, la libertad, el juego. Por otro lado, está convencido que el cristianismo es la más segura y duradera fuente de felicidad, porque es “alegre noticia” (Evangelio): la religión del amor, de la salvación, de la Gracia, sólo puede originar alegría y optimismo. Entre juventud y vida cristiana existe, por tanto, una singular afinidad, casi un reclamo recíproco...Para Don Bosco la alegría es un insustituible factor educativo... (Carlos Fiore).

“Alegría, canto, música y libertad grande en los recreos...Dése amplia libertad a los alumnos de saltar, correr y gritar a su gusto. La gimnasia y el deporte, los paseos, la música, la declamación, el teatro, son medios eficacísimos para conseguir la disciplina y favorecer la moralidad y la salud... “(Don Bosco, El Sist. Preventivo, n. II, 3).

Don Bosco es el pedagogo de la alegría, como preparación y fruto de la gracia y como flor de la santidad.

El gran profundizador del espíritu de Don Bosco, el P. Alberto Caviglia, señala: “El Sistema Preventivo, más que un método, es un espíritu y se mantiene únicamente en una atmósfera de alegría; por esto, para el Salesiano, la melancolía es el octavo vicio capital. “Servid

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al Señor con alegría”, era en la casa de Don Bosco el undécimomandamiento”. (Alberto Caviglia, Michele Magone, p. 20).

Carlos Fiore afirma con razón: “Don Bosco siempre tuvo miedo a la tristeza y a la monotonía, peligrosas polillas corrosivas, y quiso para sus jóvenes la máxima riqueza y variedad de intereses culturales y recreativos, no dudando en hacer propias ciertas formas recreativas, como el teatro y la música, que en su tiempo eran vistas con desconfianza por parte de los educadores... Su principio era el de “adaptarse a las exigencias de los tiempos en todo lo que no se oponga a la religión y a las buenas costumbres”. (Don Bosco. M. B. III, 320).

Continúa el Padre Carlos Fiore: “Hoy han crecido desmesuradamente, sobre todo para los jóvenes, los medios de cultura y diversión, y Don Bosco los aceptará adaptándose a las exigencias de los tiempos nuevos, en la medida que no fuesen peligrosos moralmente, para enriquecer así, de alegría, actividad y vitalidad sus ambientes educativos.

“Este es el sentido de la alegría de Don Bosco. Se trata de aceptar lo que lo que es sano y constructivo, lo que puede enriquecer, alegrar, del cine, de la TV, de la radio, de los discos y cassettes, de los videos, de los juegos por computación, del deporte, de las excursiones, de los campamentos, etc., favoreciendo la participación activa y directa de los jóvenes en estas formas de cultura y diversión”. (Carlos Fiore).

Concordando con cuanto afirma el padre Alberto Caviglia: “La disciplina del trabajo y estudio, la piedad, la vida del patio, tienen en el sistema salesiano importancia cada una por sí misma, pero en relación a las otras dos, de modo que ,faltando una, el trabajo no es más tal, o sea, fracasa en todo o en parte, en cuanto a obtener su fin y resultado...”(Alberto Caviglia, Un documento inexplorado... p. 655); creemos que Don Bosco se preocupaba de forjar en los tres grandes sectores de la vida del muchacho: recreación, piedad, deber de estudio y trabajo un ambiente de alegría exterior, en el cual se promoviera, como fuente y como fruto, la alegría interior o la vida de gracia y realización personal.

Podríamos esquematizar este concepto así: 1. Vida de patio

· Ambiente exterior de juegos, deportes, excursiones, paseos, campamentos, “tiempo libre”, conjuntos musicales, fogatas, etc.)

· Donde el joven se sienta más a gusto, y con facilidad espontánea se relaciona con el educador que está presente y comparte con el joven.

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· Acepta la corrección y la dirección espiritual, que contribuyen a su construcción personal en positivo.

NB. Es en esas ocasiones en que el muchacho descarga sus energías exuberantes, se muestra tal cual es y puede ser conocido por el educador... 2. Vida de Iglesia

· Es el ambiente exterior de piedad, atmósfera sacramental y mariana, celebración juvenil de fiestas, funciones litúrgicas festivas, metodología catequística renovada, retiros, liturgia juvenil, grupos formativos y apostólicos, etc.

· Donde el joven espontáneamente busca el encuentro con Cristo y su Gracia y lo acepta más fácilmente;

· Es llevado a una vida de oración y de testimonio y compromiso cristiano.

3. Vida de estudio y trabajo· En un ambiente de disciplina familiar y de promoción del

activismo: concursos, música, teatro, corresponsabilidad o co-participación, medios audiovisuales, etc.

· Donde el joven se siente espontáneamente llevado al cumplimiento del deber.

· Forja una responsabilidad personal y comunitaria y madurando su compromiso vocacional.

· Estudiando los diálogos de Don Bosco con sus jóvenes y sus breves pláticas en lo que llamamos “buenas noches”, se advierte su propósito de relajar, de quitar dramatismo de enseñar haciendo reír. Cuando la sonrisa florece en los labios del niño, estamos seguros de que ha empezado a funcionar el mecanismo de confianza. (Don Bosco, en el mundo. I).

ConclusiónDon Bosco, también desde el punto de vista pedagógico, quiere

proponer un método al alcance de todos. No habla difícil. Quiere hacerse entender. Va a lo esencial. Propone una espiritualidad y una metodología que puede servir a todos y en todas situaciones. No esconde las dificultades... “Alguien dirá que este sistema es difícil en la práctica. Advierto que para los alumnos es bastante más fácil, agradable y ventajoso. Para los educadores encierra, eso sí, algunas dificultades, que disminuían ciertamente si se entregan por entero a su misión”. (Don Bosco, El Sist. Preventivo. Cap. 3).

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Pero también aclara: “Con este sistema los efectos que yo conseguí fueron consoladores, diría más bien magníficos. Cualquiera, aún hoy en día, podría tener los mismos resultados, si tiene la apertura y la dulzura de San Francisco de Sales”.(Don Bosco, Memorias Biográficas, III, 52).

Es que la práctica del sistema preventivo se basa en la caridad que es energía de amor de Cristo que viene a nosotros por medio del Espíritu.

Por otra parte, la propuesta educativa de Don Bosco no es sólo para muchachos seleccionados. Nació para los “últimos”, o sea, se adapta a todos los muchachos, de cualquier temperamento y situación humana y cristiana. Más bien, la eficacia de este método aparece más evidente en los muchachos “difíciles”.”...Es una pedagogía del proletariado”. (Alberto Caviglia, La vita de Domenico Savio, p.76).

Es un mundo en el cual, a pesar de las declaraciones oficiales, se presentan Modelos de violencia y de irracionalidad, se privilegia el provecho de la persona, la competencia y el egoísmo a la entrega de sí y la colaboración, Don Bosco, con su espíritu “no violento” y religioso es un reclamo y profecía contra la tendencia del mundo y de las modas, es animación a trabajar contra la corriente para redescubrir y forjar los valores genuinos y simples del Evangelio.

En un mundo que pide la satisfacción inmediata, debemos sentir el valor del sacrificio personal, del trabajo y del estudio como don de sí, en una sociedad masificada por los medios de comunicación, debemos educarnos y educar el uso maduro de la razón y de la capacidad crítica; en una sociedad en que el hombre es visto sólo como consumidor y propenso al confort, debemos proponer el hombre sobrio y sano; en el dominio de la violencia, de la avidez y de la injusticia, frecuentemente ocultas bajo apariencia de orden, eduquémonos y eduquemos a nuestros niños y jóvenes a vivir no sólo de pan, sino de gracia de Dios y de justicia, de contemplación y de compromiso en transformar la tierra según el proyecto de Dios. Debemos proponer, en síntesis, la santidad.

Ojalá que lo podamos conseguir, utilizando con dedicación el sistema educativo de nuestro Padre Don Bosco.

CUESTIONARIO1. Señala y explica los principales elementos

metodológicos del Sistema Preventivo.2. ¿En qué consiste la Carta de Roma, se la puede aplicar

a nuestra realidad actual en el ámbito educativo y en nuestra Institución?

3.3. Realiza un esquema del tema.

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TEMA 3CARTA DE SAN JUAN BOSCO SOBRE EL ESTADO DEL ORATORIO

Transcribimos esta carta, que junto con el “tratadito sobre el Sistema Preventivo”, nos transmite correctamente cómo quería Don Bosco pusiéramos en práctica su Sistema Educativo. Es del 10 de mayo de 1884, y su texto se halla íntegro en las Memorias Biográficas, XVII, 107-114.

Mis queridos hijos en Jesucristo: Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi deseo, que seáis felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento, este deseo, me ha impulsado a escribirnos esta carta. Siento, queridos míos, el peso de la distancia a que me encuentro de vosotros, y el no veros y el no oíros me causa una pena, como no podéis imaginar. Por eso, habría deseado escribir estas líneas hace ya una semana, pero las continuas ocupaciones me lo impidieron. Con todo, aunque faltan pocos días para mi regreso, quiero anticipar mi llegada entre vosotros, al menos, por medio de una carta, ya que no puedo hacerlo en persona. Son las palabras de quien os ama tiernamente en Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre, vosotros me permitiréis que así lo haga, ¿no es cierto? Y prestaréis atención y pondréis en práctica lo que os voy a decir.

Os he afirmado una y otra vez que sois el único y continuo pensamiento de mi mente. Ahora bien, en una de las noches pasadas yo me había retirado a mi habitación y, mientras me disponía a entregarme al descanso, comencé a rezar las oraciones que me enseñó mi buena madre y, en aquel momento, no sé bien si víctima del sueño o fuera de mí dos antiguos alumnos del Oratorio.

Uno de ellos se me acercó y, saludándome afectuosamente, me dijo:

Valfré - ¡Oh, Don Bosco! ¿Me conoce?Don Bosco - Sí que te conozco –le respondí.Valfré - ¿Y se acuerda aún de mí? –añadió.Don Bosco - De ti y de los demás. Tú eres Valfré y estabas en el

Oratorio antes de 1870.

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Valfré - Diga –continuó aquel hombre-; ¿quiere ver a los jóvenes que estaban en el Oratorio en mis tiempos?

Don Bosco - Sí, házmelos ver –le contesté-; eso me proporcionará una gran alegría. Entonces Valfré me mostró a todos jovencitos con el mismo semblante y con la misma edad y estatura de aquel tiempo. Me parecía estar en el antiguo Oratorio en tiempo de recreo. Era una escena llena de vida, de movimiento y de alegría. Quién corría, quién saltaba, quién hacía saltar a los demás; quién jugaba a la rana, quién a la bandera, quién a la pelota. En un sitio estaba reunido un grupo de muchachos pendientes de los labios de un sacerdote que les contaba una historia. En otros lado había un clérigo con otro grupo jugando al “burro vuela” o los oficios. Se cantaba, se reía por todas partes y por doquier sacerdotes clérigos y, alrededor de ellos, jovencitos que alborotaban alegremente. Entre jóvenes y superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. Yo estaba encantado al contemplar este espectáculo, y Valfré me dijo:

José Buzzetti - Don Bosco, ¿quiere ver ahora a los jóvenes que están actualmente en el Oratorio?

Este era José Buzzetti.Don Bosco - Si –respondí-; pues hace un mes que no los veo.Y me los señaló: vi el Oratorio y a todos vosotros que estabais en

recreo. Pero no oía ya gritos de alegría y canciones, no contemplaba aquel movimiento, aquella vida que había visto en la primera escena.

En los ademanes y en los rostros de algunos jóvenes se notaba una tristeza, un desgano, un disgusto, una desconfianza que causaba gran pena a mi corazón. Vi, es cierto, a muchos que corrían, que jugaban, que se movían co dichosa despreocupación; pero otros, y eran bastantes estaban solos, apoyados en las columnas, presas de pensamientos desalentadores; otros estaban en las escaleras y en los corredores o en los bancos que dan a la pared del jardín, para no tomar parte en el recreo común, otros paseaban lentamente, formando grupos y hablando en voz baja entre ellos, lanzando a una y otra parte miradas sospechosas y mal intencionadas; otros sonreían, pero con una sonrisa acompañada de gestos que hacían no solamente sospechar, sino creer que San Luis se habría sonrojado si se hubiese encontrado en compañía de los tales; incluso, entre los que jugaban, había algunos tan desganados, que daban a entender a las claras que no encontraban gusto alguno al recreo.

José Buzzetti -¿Ha visto a sus jóvenes? –me dijo aquel antiguo alumno.

Don Bosco - Si que los veo –le contesté suspirando.José Buzzetti - ¡Qué diferentes son de lo que éramos nosotros –

exclamó.

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— ¡Mucho! ¡Qué desgano en este recreo!José Buzzetti - Y de aquí proviene la frialdad de muchos para

acercarse a los santos sacramentos, el descuido de las prácticas de piedad en la iglesia y en otros lugares; el estar de mala gana en este lugar, donde la Divina Providencia los colma de todo bien corporal, espiritual e intelectual. De aquí, el no corresponder de muchos a la vocación; de aquí, la ingratitud para con los superiores; de aquí, los secretitos y murmuraciones con todas las demás deplorables consecuencias.

Don Bosco - Comprendo - respondí yo—. Pero ¿cómo animar a estos jóvenes para que vivan la antigua alegría y expansión?

José Buzzetti - Con la caridad.Don Bosco - ¿Con la caridad? Pero ¿es que mis jóvenes no son

bastante amados? Tú sabes cuánto los amo. Tú sabes cuánto he sufrido por ellos y cuánto he tolerado, en el transcurso de cuarenta años, y cuánto tolero y sufro en la actualidad. Cuántos trabajos, cuántas humillaciones, cuántos obstáculos, cuántas persecuciones para proporcionarles pan, albergue, maestros y especialmente para buscar la salvación de sus almas. He hecho cuanto he podido y sabido por ellos, que son el afecto de toda mi vida.

José Buzzetti - No me refiero a usted.— ¿De quién hablas, pues? ¿De los que hacen mis veces? ¿De los

directores, de los prefectos, de los maestros, de los asistentes? ¿No ves que son mártires del estudio y del trabajo? ¿Cómo consumen los años de su juventud en favor de ellos, que son como un legado de la Providencia?

José Buzzetti - Lo veo y lo sé; pero eso no basta; falta lo más importante.

Don Bosco - ¿Qué falta, pues?José Buzzetti - Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que

se den cuenta de que se los ama.Don Bosco - Pero ¿no tienen ojos en la cara? ¿No tienen luz en la

inteligencia? ¿No ven que cuanto se hace en su favor, se hacer por amor?José Buzzetti - No; le repito; eso no basta.Don Bosco - ¿Qué se requiere, pues?José Buzzetti - Que, al ser amados en las cosas que les agradan, al

participar en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor también en aquellas cosas que les agradan poco, como son: la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y que aprendan a obrar con generosidad y amor.

Don Bosco - Explícate mejor.José Buzzetti - Observe a los jóvenes en el recreo.

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Hice lo que me decía y exclamé:Don Bosco - ¿Qué hay de particular?José Buzzetti - ¿Tantos años como hace que se dedica a la educación

de la juventud y no comprende? Observe mejor. ¿Dónde están nuestros salesianos?

Me fijé y vi que eran muy pocos los sacerdotes y clérigos que estaban mezclados entre los jóvenes y eran muchos menos los que tomaban parte en sus juegos. Los superiores no eran ya el alma de los recreos. La mayor parte de ellos paseaban, hablando entre sí; sin preocuparse de lo que hacían los alumnos; otros jugaban, pero sin pensar para nada en los jóvenes; otros vigilaban a la buena, pero sin advertir las faltas que se cometían; alguno que otro corregía a los infractores, pero con amenazas y esto raramente. Había algún Salesiano que deseaba introducirse en algún grupo de jóvenes, pero vi que los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y superiores.

Entonces mi amigo me dijo:José Buzzetti - En los primitivos tiempos del Oratorio, ¿usted no

estaba siempre en medio de los jóvenes, especialmente en tiempo de recreo? ¿Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de paraíso, una época que recordamos siempre con emoción, porque el amor lo regulaba todo y nosotros no teníamos secretos para Don Bosco.

Don Bosco - ¡Cierto! Entonces todo era para mí motivo de alegría y los jóvenes iban a porfía por acercarse a mí, por hablarme, y existía una verdadera ansiedad por escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora, en cambio, las continuas audiencias, mis múltiples ocupaciones y la falta de salud me lo impiden.

José Buzzetti - Bien, bien; pero si usted no puede, ¿por qué sus salesianos no se convierten en sus imitadores? ¿Por qué no insiste, no les exige que traten a los jóvenes como usted los trataba?

Don Bosco - Yo les hablo e insisto hasta cansarme, pero muchos no están decididos a tomar el trabajo que la educación requiere.

José Buzzetti - Y así, descuidando lo menos, pierden lo más y este “más” es el fruto de sus fatigas. Que amen lo que les agrada a los jóvenes, y los jóvenes amarán lo que es del gusto de los superiores. De esta manera el trabajo les será muy llevadero. La causa del cambio presente del Oratorio es que un buen número de jóvenes no tienen confianza en los superiores. Antiguamente todos los corazones estaban abiertos a los superiores, por lo que los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Pero ahora los superiores son considerados sólo como tales y no como padres, hermanos y amigos; por tanto, son más temidos que amados. Por eso, si se quiere formar un solo corazón y una sola alma, por amor a Jesús, se debe romper esa barrera fatal de la desconfianza, que ha de ser suplantada por la confianza más cordial. Es decir: que la obediencia ha de guiar al alumno

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como la madre a su hijito; entonces reinarán en el Oratorio la paz y la antigua alegría.

Don Bosco - ¿Cómo hacer, pues, para romper esa barrera?José Buzzetti - Familiaridad con los jóvenes, especialmente en el

recreo. Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto, y sin esta demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado, es menester que demuestre que ama.

Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el Maestro de la familiaridad!

El maestro al cual sólo se ve en la cátedra, es solamente maestro y nada más; pero si participa del recreo con los jóvenes, se convierte también en hermano.

Si a uno se le ve en el púlpito predicando, se dirá que cumple con su deber; pero si se le ve diciendo en el recreo una buena palabra, habrá que reconocer que esa palabra proviene de una persona que ama.

¡Cuántas conversiones no fueron el efecto de alguna de sus palabras, pronunciadas improvisamente al oído de un jovencito mientras se divertía! El que sabe que es amado, ama; y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece como una corriente eléctrica entre jóvenes y superiores. Los corazones se abren, dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace que los superiores puedan soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, las faltas de disciplina, las ligerezas, las negligencias de los jóvenes. Jesucristo no quebró la caña ya rota, ni apagó la mecha humeante. He aquí vuestro modelo. Entonces no habrá quien trabaje por vanagloria, ni quien castigue por vengar su amor propio ofendido; ni quien se retire del campo de la asistencia por celo a una temida preponderancia de otros; ni quien murmure de los otros para ser amado y estimado de los jóvenes con exclusión de todos los demás superiores, cuando, en realidad, no cosecha más que desprecio e hipócritas zalamerías; ni quien se deje robar el corazón por una criatura y para agasajar a ésta, descuide a todos los demás jovencitos; ni quienes, por amor a la propia comodidad, menosprecien el deber de la asistencia; ni quienes, por falso respeto humano, se abstengan de amonestar a quien necesite ser amonestado. Si existe este amor efectivo, no se buscará otra cosa que la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando languidece este amor es cuando las cosas no marchan bien. ¿Por qué se quiere sustituir la caridad por la frialdad de un reglamento? ¿Por qué los superiores dejan a un lado la observancia de aquellas reglas de educación que Don Bosco les dictó? Porque al sistema de prevenir, de vigilar y corregir amorosamente los desórdenes, se le quiere reemplazar por aquel otro más fácil y más cómodo para el que manda, de promulgar la ley y hacerla cumplir, mediante los castigos que encienden odios y acarrean disgustos; si se descuida el hacerlas observar, son causa de desprecio para los superiores y de desórdenes gravísimos. Y esto sucede necesariamente si falta la familiaridad. Si, por tanto, se desea

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que en el Oratorio reine la antigua felicidad, hay que poner en vigor el antiguo sistema: El superior sea todo para todos, siempre dispuesto a escuchar toda duda o lamentación de los jóvenes, todo ojos para vigilar paternalmente su conducta, todo corazón para buscar el bien espiritual de sus subalternos y el bienestar temporal de aquellos a quienes la Providencia ha confiado a sus cuidados.

Entonces, los corazones no permanecerán cerrados y no se ocultarán ciertas cosas que causan la muerte de las almas. Sólo en el caso de inmoralidad, sean los superiores inflexibles. Es mejor correr el peligro de alejar de casa a un inocente que hacer que permanezca en ella un escandaloso. Los asistentes consideren, como un gravísimo deber de conciencia, el referir a los superiores todas aquellas cosas que crean puedan constituir ofensa de Dios.

Entonces yo le pregunté:Don Bosco - ¿Y cuál es el medio principal para que triunfe semejante

familiaridad y ese amor y esa confianza?José Buzzetti - La observancia exacta del Reglamento de la Casa.Don Bosco - ¿Y nada más?José Buzzetti - El mejor plato en una comida es la buena cara.Mientras mi antiguo alumno terminaba de hablar con estas palabras,

yo continué contemplando con verdadero disgusto el recreo y, poco a poco, me sentí oprimido por un gran cansancio que iba en aumento. Esta opresión llegó a tal punto, que no pudiendo resistirla más, me estremecí, despertándome enseguida.

Me encontré de pie junto a mi lecho. Mis piernas estaban tan hinchadasy me dolían tanto, que no podía estar de pie. Era ya muy tarde; por lo que me fui a la cama, decidido a escribir estos renglones a mis queridos hijos.

Yo deseo no tener estos sueños, porque me producen un cansancio enorme.

Al día siguiente, sentía aún el dolor en todos mis huesos y no veía la hora de poder descansar. Pero he aquí que, llegada la noche, apenas estuve en el lecho, comencé a soñar nuevamente.

Tenía ante mi vista el patio ocupado por los jóvenes que están actualmente en el Oratorio y junto a mí, el mismo antiguo alumno.

Yo entonces comencé a preguntarle:Don Bosco - Lo que me has dicho se lo haré saber a mis salesianos,

pero ¿qué debo decir a los jóvenes del Oratorio?José Buzzetti Que reconozcan los trabajo que se imponen los

superiores, los maestros y los asistentes por amor a ellos, pues si no fuese

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por labrar su bien, no se impondrían tantos sacrificios; que recuerden que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los defectos de los demás, pues la perfección no se encuentra en este mundo, sino solamente en el Paraíso; que dejen de murmurar, pues murmuración enfría los corazones; y sobre todo, que procuren vivir en gracia de Dios. Quien no vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo mismo ni con los demás.

Don Bosco - ¿Me has dicho, pues, que hay entre mis jóvenes quienes no están en paz con Dios?

José Buzzetti - Esta es, entre otras cosas, la primera causa del malestar reinante, a la que se debe poner remedio y que no es necesario que yo se la mencione. En efecto, sólo desconfía quien tiene secretos que ocultar, quien teme que estos secretos sean descubiertos, pues sabe que, de ponerse de manifiesto, derivarían de ellos una gran vergüenza y no pocas desgracias. Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios, vive angustiado, inquieto, rebelde a toda obediencia, se irrita por nada, cree que todo marcha mal, y como él no ama, juzga que los superiores tampoco aman.

Don Bosco - Pues, con todo, ¿no ves, querido mío, la frecuencia de confesiones y comuniones existentes en el Oratorio?

José Buzzetti - Es cierto que la frecuencia de confesiones es grande, pero lo que falta en absoluto en muchísimos jóvenes que se confiesan, es la estabilidad o firmeza en los propósitos. Se confiesan, pero siempre de las mismas faltas, de las mismas ocasiones próximas, de las mismas malas costumbres, de las mismas desobediencias, de las mismas negligencias en el cumplimiento de los deberes. Así siguen adelante durante meses y años, y algunos llegan hasta el final de los estudios. Tales confesiones valen poco o nada; por lo tanto, no proporcionan la paz, y si un jovencito fuese llamado en tal estado ante el tribunal de Dios, se vería en un aprieto.

Don Bosco - ¿Y de éstos hay muchos en el Oratorio?José Buzzetti - En relación con el gran número de jóvenes que

hay en la casa, afortunadamente son pocos. Mire.Y al decir esto me los señalaba.Yo los observé uno por uno. Pero, en esos pocos, vi cosas que

amargaron grandemente mi corazón. No quiero expresarlas por escrito, pero cuando esté de regreso se las comunicaré a cada uno de los interesados. Ahora os diré solamente que es tiempo de rezar y de tomar firmes resoluciones; de cumplir no de palabra, sino de hecho y demostrar que los Comollo, los Domingo Savio, los Bessucco y los Saccardi, viven aún entre nosotros.

Por último pregunté a aquel amigo:Don Bosco - ¿Tienes algo más que decirme?

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José Buzzetti - Predica a todos, mayores y pequeños, que recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora. Que ella los ha reunido aquí para librarlos de los peligros del mundo, para que se amen como hermanos y para que den gloria a Dios y a Ella con su buena conducta; que es la Virgen quien los provee de pan y de cuanto necesitan para estudiar, obrando infinitos portentos y concediendo innumerables gracias. Que recuerden que están en vísperas de la fiesta de su Santísima Madre y que con su auxilio debe caer la barrera de la desconfianza que el demonio ha sabido levantar entre los jóvenes y superiores, y de la cual sabe servirse para ruina de las almas.

Don Bosco - ¿Y conseguiremos derribar esa barrera?José Buzzetti - Sí, ciertamente, con tal de que mayores y pequeños

estén dispuestos a sufrir alguna mortificación por amor a María y pongan en práctica cuanto he dicho.

Entretanto, yo continuaba observando a los jovencitos, y, ante el espectáculo de los que veía encaminarse a su perdición eterna, sentí tal angustia en el corazón que me desperté.

Querría contáros otras muchas cosas importantísimas, que vi en este sueño, pero el tiempo y las circunstancias no me lo permiten.

Concluyó: ¿Sabeís qué es lo que desea de vosotros este pobre anciano, que ha consumido toda su vida buscando el bien de sus queridos jóvenes?.

Nada más que, salvadas las debidas proporciones, florezcan los días felices del antiguo Oratorio. Las jornadas del afecto y de la confianza cristiana entre los jóvenes y los Superiores; los días del espíritu de condescendencia y de mutua tolerancia por amor a Jesucristo; los días de los corazones abiertos a la sencillez y al candor; los días de la caridad y de la verdadera alegría para todos. Necesito que me consoléis haciendo renacer en mí la esperanza y prometiéndome que hareís todo lo que deseo para el bien de vuestras almas. Vosotros no sabeís apreciar la suerte que habeís tenido al estar en el Oratorio. Os aseguro, delante de Dios, que basta que un joven entre en una Casa Salesiana, para que la Santísima Virgen lo tome bajo su celestial protección. Pongámonos, pues, todos de acuerdo. La caridad de los que mandan, la caridad de los que deben obedecer, haga reinar entre nosotros el espíritu de San Francisco de Sales. ¡Oh, mis queridos hijos! Se acerca el tiempo en que tendré que separarme de vosotros y partir para la eternidad.

(Nota del Secretario: Al llegar aquí, Don Bosco dejó de dictar, sus ojos estaban llenos de lágrimas, no a causa del disgusto, sino por la inefable ternura que se reflejaba en su rostro y en sus palabras; unos instantes después continuó).

Por tanto, mi mayor deseo, queridos sacerdotes, clérigos y jóvenes, es dejaros encaminados por la senda que el Señor desea que sigáis.

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Con este fin, el Padre Santo, al cual he visto el viernes 8 de mayo, os envía de todo corazón su bendición. El día de María Auxiliadora me encontraré en vuestra compañía ante la imagen de nuestra amantísima Madre. Deseo que su fiesta se celebre con toda solemnidad y don Lazzero y don Marchisio se preocuparán de que la alegría reine también en el comedor. La festividad de María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta eterna que hemos de celebrar todos juntos un día en el paraíso.

Vuestro afectísimo en Jesucristo,Sacerdote Juan Bosco

Roma, 10 de mayo de 1884.

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III.- LECTURAS COMPLEMENTARIAS1.-

Vida del joven Domingo Savio

alumno del Oratorio de San Francisco de Sales

(Turín 1878)

* Tradujo Felipe Alcántara, S.D.B.

CAPITULO I

Patria. Temperamento. Sus primeros actos de virtud

Los padres del joven cuya vida vamos a escribir fueron Carlos Savio y Brígida, pobres pero honrados vecinos de Castelnuovo de Asti , población que dista unos 25 kilómetros de Turín. En el año 1841, hallándose los buenos esposos en gran penuria y sin trabajo, fueron a vivir a Riva, a unos cinco kilómetros de Chieri, donde Carlos trabajó en el oficio de herrero que de joven había aprendido. Mientras vivían en este lugar , Dios bendijo su unión concediéndoles un hijo que había de ser su consuelo.

Nació éste el 2 de abril de 1842. Cuando lo llevaron a ser regenerado por las aguas del bautismo, le impusieron el nombre de Domingo, cosa que, si bien parece indiferente, fue, sin embargo, objeto de gran consideración por parte de nuestro joven, según veremos más adelante.

Cumplía Domingo dos años de edad cuando, por conveniencias de familia, hubieron sus padres de ir a establecerse en Murialdo, arrabal de Castelnuovo de Asti.

Toda las solicitud de los buenos padres se dirigía a la educación cristiana del hijo, que ya desde entonces formaba sus delicias, el cual, dotado por naturaleza de un temperamento, dulce y de un corazón formado para la piedad, aprendió con extraordinaria facilidad las oraciones de la mañana y de la noche, que rezaba ya él solito cuando apenas tenía cuatro años de edad. En aquella edad de natural inconsciencia, él se mantenía en una dependencia total de su madre; y, si alguna que otra vez se independizaba de ella, era para retirarse a algún rincón de la casa y poder así a lo largo del día entregarse con más libertad a la oración.

«Pequeñito aún-afirmaban sus padres-, en esa edad en que por irreflexión natural suelen ser para sus madres de gran molestia y trabajo, pues todo lo quieren ver y tomar, y a menudo romper, nuestro Domingo no nos dio el más pequeño disgusto. No sólo se mostraba obediente y pronto para cualquier cosa que se le mandara, sino que se esforzaba en prevenir las cosas con las cuales sabía que nos iba a dar gusto y contento.

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Cariñosísima era la acogida que hacía a su padre cuando lo veía volver a casa después del trabajo. Corría a su encuentro y, tomándole de la mano o colgándose de su cuello, le decía:

-Papa, ¡qué cansado viene! ¿No es verdad? Mientras usted trabaja tanto por mí, yo para nada sirvo sino para darle molestias; pero rogaré a Dios para que le dé a usted salud y a mí me haga bueno.

Y mientras esto decía, entraba con él en casa y le ofrecía la silla o el taburete para que se sentara, se detenía en su compañía y le hacía mil caricias.

-Esto-dice su padre era un dulce alivio en mis fatigas, de modo que estaba impaciente por llegar a casa y darle un beso a mi Domingo, en quien concentraba todos los afectos de mi corazón.

Su devoción crecía en él juntamente con la edad, y desde que tuvo cuatro años no fue menester avisarle que rezara las oraciones de la mañana y de la noche, las de antes y después de comer y las del toque del ángelus, sino que él mismo invitaba a los demás a rezarlas si, por acaso, se olvidaban de hacerlo.

Sucedió, en efecto, cierto día que, distraídos, sus padres se sentaron sin más a comer.

-Papá-dijo Domingo-, aún no hemos invocado la bendición de Dios sobre nuestros manjares.

Y, dicho esto, empezó él mismo a santiguarse y a rezar la oración que había aprendido.

En otra ocasión, un forastero hospedado en su casa se sentó a la mesa sin practicar acto alguno de religión. Domingo, no osando avisarle, se retiró triste a un rincón del aposento. Interrogado después por sus padres acerca del motivo de aquella novedad, contestó:

-Yo no me atrevo a ponerme a la mesa con uno que empieza a comer como lo hacen las bestias.

CAPITULO II

Su ejemplar conducta en Murialdo. Edificantes rasgos de virtud. Su asistencia a la escuela del pueblo

Me propongo referir en este capítulo algunos hechos que apenas se creerían si la veracidad y el carácter de quien los afirma no excluyese todo género de duda. Inserto la relación misma que el capellán de Murialdo tuvo la atención de dirigirme por escrito sobre este alumno suyo muy querido.

Dice así:

«En los primeros días que llegué a este arrabal, veía a menudo a un niño de cinco años de edad que venía a la iglesia en compañía de su madre. La serenidad de su semblante, la compostura de su porte y su actitud devota llamaron la atención mía y de todos.

»Si al llegar a la iglesia la encontraba cerrada, se producía un espectáculo realmente hermoso. En vez de corretear y alborotar como hacen los niños de su edad, se llegaba al

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umbral de la puerta, y allí, puesto de rodillas, con la cabeza inclinada y juntas las manos sobre el pecho, rezaba fervorosamente hasta que abrían la iglesia. Téngase en cuenta que, a veces, el terreno estaba embarrado, o que llovía o nevaba; mas a él nada le importaba, y se ponía igualmente a rezar de rodillas.

»Maravillado y movido de piadosa curiosidad, quise saber quién era aquel niño, y supe que era el hijo del herrero, llamado Carlos Savio.

»Cuando me veía en la calle, comenzaba desde lejos a dar señales de particular contento, y con semblante verdaderamente angelical se adelantaba respetuosamente a saludarme. Luego que comenzó a frecuentar la escuela, como estaba dotado de mucho, ingenio, y era muy diligente en el cumplimiento de sus deberes, hizo en breve tiempo notables adelantos en los estudios.

»Obligado a tratar con niños díscolos y disipados, jamás sucedió que riñera con ellos; soportaba con gran paciencia las ofensas de los compañeros y se apartaba discretamente cuando presumía que podía suscitarse algún altercado. No recuerdo haberle visto jamás tomar parte en juegos peligrosos ni causar en la clase el más insignificante desorden; antes bien, invitado por algunos compañeros a ir a hacer burla de las personas ancianas, a tirar piedras, a robar fruta o a causar otros daños en el campo, sabía desaprobar delicadamente su conducta y se negaba a tomar parte en tan reprensibles diversiones.

»La piedad que había demostrado rezando hasta en los umbrales de la puerta de la iglesia no disminuyó con la edad. A los cinco años había ya aprendido a ayudar a misa, y lo hacía con muchísima devoción. Iba todos los días a la iglesia, y si otro quería ayudarla, la oía con la más edificante compostura. Como, a causa de sus pocos años, apenas podía trasladar el misal, era gracioso verle acercarse al altar, ponerse de puntillas, tender los brazos lo más que podía y hacer todos los esfuerzos posibles para llegar al atril. El sacerdote o los asistentes le daban el mayor placer del mundo si, en vez de trasladar el misal, se lo acercaban de modo que lo pudiese alcanzar él; entonces, gozoso, lo llevaba al otro lado del altar.

»Se confesaba a menudo, y no bien supo distinguir el pan celestial del pan terreno, fue admitido a la santa comunión, que recibió con una devoción verdaderamente extraordinaria. En vista de la obra admirable que la divina gracia iba realizando en aquel alma inocente, decía muchas veces entre mí: ¡he aquí un niño de muy grandes esperanzas! ¡Quiera Dios que Lleguen a madurez tan preciosos frutos! »

Hasta aquí el capellán de Murialdo.

CAPITULO III

Es admitido a la primera comunión. Preparación. Recogimiento y recuerdos de aquel día

Nada faltaba a Domingo para que fuese admitido a la primera comunión. Sabía ya de memoria el pequeño catecismo, tenía conocimiento suficiente de este augusto sacramento y ardía en deseos. . Sólo se oponía la edad, puesto que en las aldeas no se admitía por lo regular, a los niños a la primera comunión sino a los doce años cumplidos. Domingo apenas tenía siete y, además de poca edad, por su cuerpo menudo aún parecía más joven; de suerte que el cura no se decidía a aceptarlo. Quiso saber también el parecer de otros sacerdotes, y

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éstos, teniendo en cuenta su precoz inteligencia, su instrucción y sus deseos dejaron de lado todas las dificultades y lo admitir por primera vez el pan de los ángeles.

Indecible fue el gozo que inundó su corazón cuando se le dio esta noticia. Corrió a su casa y lo anunció con alegría a su madre. Desde aquel momento pasaba días enteros en el rezo y en la lectura de libros buenos; y se estaba largos ratos en la iglesia antes y después de la misa, de modo que parecía que su alma habitaba ya con los ángeles en el cielo.

La víspera del día señalado para la comunión fue a su madre y le dijo:

-Mamá, mañana voy a hacer mi primera comunión; perdóneme usted todos los disgustos que le he dado en lo pasado yo le prometo portarme muy bien de hoy en adelante, ser aplicado en la escuela, obediente, dócil y respetuoso a todo lo que usted me mande.

Y, dicho esto, se puso a llorar. La madre, que de él había recibido sólo consuelos, se sintió enternecida y, conteniendo a duras penas las lágrimas, le consoló diciéndole:

-Vete tranquilo, querido Domingo, pues todo está perdonado; pide a Dios que te conserve siempre bueno y ruega también por mí y por tu padre.

La mañana de aquel día memorable se levantó muy temprano y, vestido de su mejor traje, se fue a la iglesia; pero como la encontrase cerrada, se, arrodilló en el umbral de la puerta y se puso a rezar, según su costumbre, hasta que, llegando otros niños, abrieron la puerta. Con la confesión, la preparación y acción de gracias, la función duró cinco horas.

Domingo fue el primero que entró en la iglesia y el último que salió de ella. En todo este tiempo no sabía si estaba en el cielo o en la tierra. Aquel día fue siempre memorable para él, y puede considerarse como verdadero principio o, más bien, continuación de una vida que puede servir de modelo, a todo fiel cristiano.

Algunos años después, hablándome de su primera comunión, se animaba aún su rostro con la más viva alegría.

-¡Ah! -solía decir-, fue aquél el día más hermoso y grande de mi vida.

Escribió en seguida algunos recuerdos que conservó cuidadosamente en su devocionario y los leía a menudo. Vinieron después a mis manos, y los incluyo aquí con toda la sencillez del original. Eran del tenor siguiente:

Propósitos que yo, Domingo, Savio, hice en el año 1849 con ocasión de mi primera comunión, a los siete años de edad:

1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la sagrada comunión siempre que el confesar me lo permita.

2. Quiero santificar los días de fiesta.

3 Mis amigos serán Jesús y María.

4 Antes morir que pecar.

Estos recuerdos, que repetía a menudo, fueron la norma de sus actos hasta el fin de su vida.

CAPITULO IV

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Escuela de Castelnuovo de Asti. Un episodio edificante. Sabia contestación ante un mal consejo

Cursadas las primeras clases, era preciso enviar cuanto antes a Domingo a otra parte para seguir sus estudios. «Si yo tuviera alas como un pajarillo-decía a veces Domingo-, quisiera volar mañana y tarde a Castelnuovo para continuar mis estudios».

A los diez años de edad, recorría dos veces al día aquel camino; de modo que entre idas y vueltas resultaban a diario más de quince kilómetros.

Domingo soporta todas estas incomodidades y obstáculos; sabe que en esto obedece a sus padres y que es un medio para aprender la ciencia de la salvación, y eso basta para hacerle sobrellevar con alegría toda clase de trabajos.

Una persona mayor, viendo un día a Domingo que se dirigía solo al colegio, a eso de las dos de la tarde, bajo un sol abrasador, casi únicamente por darle conversación entabló con él el siguiente diálogo:

-Amiguito, ¿no tienes miedo de ir solo por este camino? -No voy solo, señor. Mi ángel custodio me acompaña en todos mis pasos.

- ¡ Pues ha de ser pesado el camino con tanto calor, teniendo que hacerlo cuatro veces al día!

-Nada es pesado cuando se hace por un Amo que sabe pagar bien.

-¿Y quién es ese amo?

-Dios nuestro Señor, que paga hasta un vaso de agua que se dé por su amor.

Con tantas idas y venidas, alguna vez corrió serio peligro moral por causa de algunos malos compañeros.

Durante los calores del verano acostumbraban no pocos muchachos a bañarse en las lagunas, en los arroyos y estanques o en sitios análogos.

Otros compañeros más desenvueltos y deslenguados le dijeron:

-Domingo, ¿quieres venir a dar un paseo con nosotros? -¿A dónde?

-Al río, a bañarnos.

-¡Ah, no!, yo no voy; no sé nadar y puedo ahogarme. -Va, hombre, es muy divertido; además, se refresca, da buen apetito y es saludable.

-Pero tengo miedo de ahogarme.

-¡Bah! ¡Fuera miedo! Te enseñaremos nosotros a nadar; ya verás que avanzamos como peces y damos saltos de gigante.

-Pero ¿no es pecado ir a estos lugares donde hay tantos peligros?

- ¡Quita allá! ¿No ves que va todo el mundo?

-El que todos vayan no prueba que no sea pecado. -Pues, si no quieres echarte al agua, ven a ver a los demás.

-Basta. Me encuentro aturdido. No sé qué decir.

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-Ven, ven, no tengas cuidado; no es malo, y nosotros te libraremos de cualquier peligro.

-Antes de hacer lo que me decís, quiero pedir permiso a mamá; de lo contrario, no voy.

-¡Calla, simplón! ¡Cuidado con decírselo a tu madre, que ella a buen seguro no sólo no te dejarla ir, sino que nos delataría a nuestros padres, los cuales nos quitarían el frío sacudiéndonos la varita!

-¡Ah! Si mamá no quiere que vaya, es señal de que es malo; y por eso no voy.

CAPITULO V

Su conducta en la Escuela de Castelnuovo de Asti. Palabras de su maestro

Frecuentando Domingo esta escuela, comenzó a aprender la conducta que debía observar respecto de sus compañeros. Si veía a uno atento, dócil, respetuoso que sabía siempre sus lecciones, cumplía bien sus deberes y merecía las alabanzas del maestro, éste era bien pronto amigo suyo. ¿Había, por el contrario, un niño díscolo, insolente, que descuidaba sus deberes, malhablado? Domingo huía de él como de la peste. A los que eran algo insolentes, los saludaba, les hacía algún favor siempre que se ofrecía el caso, pero no tenía con ellos ninguna familiaridad.

Su conducta en la escuela de Castelnuovo de Asti puede servir de modelo a todo estudiante que desee adelantar en las ciencias y en la virtud..

»Concluidos los estudios de la clase primera elemental en Murialdo, pidió y obtuvo fácilmente pasar a mi clase, la segunda elemental, cabalmente el 21 de junio de 1852, día en que los estudiantes celebran la fiesta de San Luis, protector de la juventud.

»Era Domingo algo débil y delicado de complexión, de aspecto grave y al par dulce, con un no sé qué de agradable seriedad. Era afable y de apacible condición y de humor siempre igual. Guardaba constantemente en la clase y fuera de ella, en la iglesia y en todas partes, tal compostura, que el maestro sentía la más agradable impresión con sólo verle o hablarle. Por lo que puedo decir que Savio fue sabio, de nombre y de hechos. Esto es, en los estudios, en la piedad, en el trato con los compañeros y en todas sus acciones.

Obtuvo siempre el primer puesto de su sección y las demás distinciones honoríficas de la escuela, y casi siempre logró las mejores notas en todas las materias que se le iban enseñando. Tan felices resultados en el estudio de las ciencias no se deben solamente atribuir al talento nada común de que estaba dotado, sino también al grande amor que tenía al estudio y a la virtud.

Enfermó, entre tanto durante el mismo año escolar 1852-53, y cambiaron sus padres sucesivamente de domicilio, lo que fue para mí motivo de verdadera pena. Mucho me alegré, pues, cuando supe que había sido admitido entre los jóvenes del Oratorio de San Francisco de Sales.

Hasta aquí su maestro.

CAPITULO VI

En la escuela de Mondonio . Soporta una grave calumnia

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"A fines del año 1852 los padres de Domingo se retiraron de Murialdo, para fijar su residencia en Mondonio, que es una pequeña aldea en los confines de Castelnuovo.

«Yo puedo decir-me escribe su maestro-que, en veinte años que trabajo en la instrucción de los niños, jamás he tenido alguno que en piedad se pudiera comparar con Domingo. Cuando lo, veía en la iglesia, quedaba maravillado al ver tanto recogimiento en un jovencito de tan tierna edad.

Entre los hechos que refiere su maestro es de notar, particularmente, el siguiente:

«Un día se cometió entre mis alumnos una falta, y era tal que el culpable merecía la expulsión de la escuela. Los delincuentes previnieron el golpe, y, presentándose al maestro, de común acuerdo, echaron la culpa a nuestro Domingo. Yo no llegaba a persuadirme de que fuera capaz de semejante falta, pero supieron los acusadores dar tal color de verdad a la calumnia, que hube de creerles. Entré, por lo tanto, en la escuela justamente indignado por el desorden acaecido, hablé al culpable en general y, vuelto luego a Savio, le dije:

-¿Y habías de ser tú? ¿No merecerías que te expulsara al instante de la escuela? Da gracias a Dios que es la primera vez que has hecho una cosa semejante; pero que sea también la última.

»A Domingo le habría bastado una sola palabra para disculparse y dar a conocer su inocencia; pero calló, bajó la cabeza y, como si tuviera la reprensión bien merecida, no levantó los ojos.

Al día siguiente fueron descubiertos los verdaderos culpables y demostrada la inocencia de Domingo. Lleno de pesar por las reprensiones hechas al presunto culpable, le llamé aparte y le pregunté:

-Domingo, ¿por qué no me dijiste que eras inocente?

El me respondió:

-Porque, habiendo ya el culpable cometido otras faltas, tal vez hubiera sido expulsado de la escuela; en cuanto a mí, esperaba ser perdonado, siendo la primera falta de que se me acusaba. Además, pensaba también en nuestro divino Salvador, que fue injustamente calumniado.

Todos admiraron la paciencia y virtud de Domingo, que había sabido devolver bien por mal hasta estar dispuesto a soportar un grave castigo en favor del calumniador».

Hasta aquí el maestro.

CAPITULO VII

Mis primeras relaciones con él: interesantes anécdotas

Las cosas que voy a narrar puedo referirlas con mayor número de circunstancias, puesto que de casi todas fui testigo ocular, y las más de las veces acaecieron en presencia de una multitud de jóvenes, acordes en afirmarlas.

Corría el año 1854, cuando el citado maestro vino a hablarme de un alumno suyo digno de particular atención por su piedad.

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-Aquí, en esta casa-me dijo-, es posible que tenga usted jóvenes que le igualen, pero difícilmente habrá quien le supere en talento y virtud. Obsérvelo usted y verá que es un san Luis.

Quedamos que me lo mandaría a Murialdo, adonde yo solía ir con los jóvenes del Oratorio para que disfrutasen algo de la campiña y, de paso, poder celebrar la novena y solemnidad de la Stma. Virgen Rosario.

Era el primer lunes de octubre, muy temprano, cuando vi aproximárseme un niño, acompañado de su padre, para hablarme. Su rostro alegre y su porte risueño y respetuoso atrajeron mi atención.

-¿Quién eres?-le dije-. ¿De dónde vienes?

-Yo soy-respondió-Domingo Savio, de quien ha hablado a usted mi maestro; venimos de Mondonio.

Lo llevé entonces aparte y, puestos a hablar de los estudios hechos y del tenor de vida que hasta entonces había llevado, pronto entramos en plena confianza, él conmigo y yo con él.

Después de un buen rato de conversación, y antes de que yo llamara a su padre, me dirigió estas textuales palabras:

-Y bien, ¿qué le parece? ¿Me lleva usted a Turín a estudiar?

-Ya veremos; me parece que buena es la tela

-¿Y para qué podrá servir la tela?

-Para hacer un hermoso traje y regalarlo al Señor. -Así, pues, yo soy la tela, sea usted el sastre; lléveme, pues, con usted y hará de mí el traje que desee para el Señor.

-Mucho me temo que tu debilidad no te permita continuar los estudios.

-No tema usted; el Señor, que hasta ahora me ha dado salud y gracia, me ayudará también en adelante.

-¿Y qué piensas hacer cuando hayas terminado las clases de latinidad?

-Si me concediera el Señor tanto favor, desearía ardientemente abrazar el estado eclesiástico.

-Está bien; quiero probar si tienes suficiente capacidad para el estudio; toma este librito (un ejemplar de las Lecturas Católicas), estudia esta página y mañana me la traes aprendida.

Dicho esto, le dejé en libertad para que fuera a recrearse con los demás muchachos, y me puse a hablar con su padre. No habían pasado aún ocho minutos cuando, sonriendo, se presenta Domingo y me dice:

-Si usted quiere, le doy ahora mismo la lección.

Tomé el libro y me quedé sorprendido al ver que no sólo había estudiado al pie de la letra la página que le había señalado, sino que entendía perfectamente el sentido de cuanto en ella se decía.

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-Muy bien-le dije-, te has anticipado tú a estudiar la lección y yo me anticiparé en darte la contestación. Sí, te llevaré a Turín, y desde luego te cuento ya como a uno de mis hijos; empieza tú también desde ahora a pedir al Señor que nos ayude a mí y a ti a cumplir su santa voluntad.

No sabiendo cómo expresar mejor su alegría y gratitud, me tomó de la mano, me la estrechó y besó varias veces, y al fin me dijo.

-Espero portarme de tal modo, que jamás tenga que quejarse de mí conducta.

CAPITULO VIII

Su llegada al Oratorio de San Francisco de Sales. Su estilo de vida al empezar

Apenas llegado a la casa del Oratorio, vino a mi cuarto para ponerse, como él decía, enteramente en manos de los superiores. Su vista se fijó al punto en un cartel que tenía escritas en grandes caracteres las siguientes palabras, que solía repetir San Francisco de Sales: Da mihi animas, caetera tolle. Se puso a leerlas atentamente, y como yo deseaba mucho que entendiera lo que significaban, le indiqué o, mejor, le ayudé a comprender el sentido: ¡Oh Señor! Dame almas, y llévate lo demás.

Reflexionó Domingo un momento y luego añadió:

-Ya entiendo; aquí no se trata de hacer negocio con dinero, sino de salvar almas; yo espero que también la mía entrará en este comercio.

Para conocer bien el reglamento del colegio, procuraba con buena maña acercarse a alguno de sus superiores; le interrogaba y le pedía luz y consejo, suplicándole que tuviese la bondad de avisarle siempre que le viese faltar a sus deberes. Ni era menos de alabar el modo de conducirse con sus compañeros. ¿Veía a alguno travieso, negligente en el cumplimiento de sus deberes o descuidado en la piedad? Domingo huía de él. ¿Veía a otro ejemplar, estudioso y diligente, alabado por: el maestro? Este era en breve el amigo íntimo de Domingo.

En la proximidad de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, el 8 de diciembre.del año 1854; todo el mundo cristiano se hallaba en una como espiritual agitación, ya que en Roma se trataba de definir el dogma de la Inmaculada Concepción de María Nosotros también hacíamos cuanto permitía nuestra condición para celebrar esta solemnidad con decoro y con aprovechamiento espiritual de los jóvenes.

Domingo era uno de los que más ardían en deseos de celebrar el acontecimiento santamente.

Escribió, pues, nueve florecillas, o bien nueve actos de virtud, con el propósito de practicar uno cada día, sacado a suerte. Hizo con grandísimo consuelo de su alma confesión general y comulgó con el mayor recogimiento.

En la tarde de aquel día, ocho de diciembre, terminadas las funciones sagradas, fue por consejo de su confesor ante el altar de María, renovó allí las promesas hechas en su primera comunión, y repitió después muchas veces estas palabras:

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-María os doy mi corazón; haced que lea siempre vuestro). Jesús y María, sed siempre mis amigos; pero, por vuestro amor, haced que muera mil veces antes que tenga la desgracia de cometer un solo pecado.

De este modo, tomando a María por sostén de su piedad, su conducta moral apareció tan edificante y adornada de tales actos de virtud, que comencé desde entonces a anotarlos- para no olvidarme de ellos.

CAPITULO IX

Estudia latín. Anécdotas. Su conducta en clase. Impide un desafío. Evita un peligro

Su maestro el profesor Bonzanino, más de una vez, hubo de decir que no recordaba haber tenido alumno más atento, más dócil, más respetuoso que Savio; porque era en todo un modelo: en el vestido y en el peinado no tenía ninguna afectación, pero en su modesto traje y en su humilde condición se presentaba siempre aseado, bien educado y cortés, de modo que hasta los compañeros de buena educación social e incluso de la nobleza, que en buen número iban a aquella escuela, se alegraban mucho de poder tratar con Domingo, no sólo por su ciencia y piedad, sino también por sus finos modales y agradable trato. Y si el profesor veía a un alumno hablador, le ponía al lado de Domingo, el cual se daba traza para inducirle al silencio, al estudio y al cumplimiento de sus deberes.

En. el curso de este año, la vida de Domingo Savio nos presenta un rasgo que raya en heroico y que apenas parece creíble en tan juvenil edad.

Dos de sus condiscípulos llegaron a pelearse muy peligrosamente; comenzó la disensión por unas palabras que mutuamente se dijeron, ofensivas para sus familias; a los insultos se siguieron las villanías y, por fin, se desafiaron a hacer valer sus razones a pedradas.

Domingo llegó a descubrir aquella discordia, mas ¿cómo podía impedirla, siendo los dos rivales mayores que él en fuerza y edad? Trató de persuadirles a que desistieran de su propósito, advirtiéndoles a ambos que la venganza es contraria a la razón y a la santa ley de Dios; escribió cartas a uno y a otro; los amenazó con referir el caso al profesor y a sus padres; pero en vano: estaban sus ánimos de tal suerte exaltados que desoían cualquier buen consejo. Además del peligro de causarse daño, ofendían gravemente a Dios. Domingo estaba sumamente intranquilo; deseaba evitar el mal y no sabía cómo; pero Dios le inspiró el medio. Los esperó al salir de la escuela, y así que pudo hablar aparte a cada uno, les dijo:

-Puesto que persisten en su bárbaro empeño, les ruego que aceptén al menos una condición.

-La aceptamos-respondieron-con tal que no impida el desafío.

-Es un bribón-replicó al punto uno de ellos.

-Yo no haré las paces-replicó el otro-hasta haberle abierto la cabeza.

Domingo temblaba al oír tan brutal altercado; con todo, deseando impedir mayores males, se contuvo y dijo:

-La condición que voy a poner no impedirá el desafío. -¿Cuál es?

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-Prefiero decírsela allá; en el punto mismo donde se queréis batir a pedradas.

-Tú te chanceas y tratas de ponernos algún estorbo. -Iré con uds. y no los engañaré; estan seguros. -Tal vez querrás ir para llamar a algunos.

-Debería hacerlo, mas no lo haré. Vamos, iré con uds.; cumplid tan sólo su palabra.

Se lo prometieron, y se encaminaron a los llamados prados de la ciudadela fuera de la puerta Susa.

El odio de los contendientes era tal, que a duras penas pudo impedir Domingo que viniesen a las manos durante el corto camino que habían de andar. Llegados al lugar destinado, Domingo hizo lo que nadie jamás hubiera imaginado. Les dejó que se pusieran a cierta distancia; y ya tenían las piedras en las manos cuando les habló así:

-Antes de que empecéis el desafío, quiero que cumpláis la condición que habéis aceptado.

Y diciendo esto, sacó un pequeño crucifijo que llevaba al cuello y, levantándolo en alto con una mano, dijo:

-Quiero que ambos fijéis vuestra mirada en este crucifijo y arrojando luego una piedra contra mí, digáis en voz alta y clara estas palabras: «Jesucristo, inocente, murió perdonando a los que le crucificaron, y yo, pecador, quiero ofenderle y vengarme bárbaramente».

Dicho esto, fue y se arrodilló ante el que se mostraba más enfurecido, diciéndole:

-Descarga sobre mí el primer golpe. Tírame una fuerte pedrada a la cabeza.

Este, que no esperaba tal propuesta, comenzó a temblar. -No-contestó, jamás; yo nada tengo contra ti; si alguien se atreviese a ultrajarte, yo te defendería.

Apenas Domingo oyó esto, fuese al otro y le repitió las mismas razones.

También él, desconcertado, comenzó a temblar, diciéndole que- era su amigo y que no le haría daño alguno.

Domingo entonces se puso en pie y, con semblante serio y conmovido, les dijo:

-¿Cómo es que estáis los dos dispuestos a arrostrar un grave peligro en favor mío, aunque soy miserable criatura, y para salvar vuestras almas, que cuestan la sangre del Salvador, y a quien vais a perder con este pecado, no sabéis perdonaros un insulto y una injuria hecha en la escuela?

Dicho esto, calló y conservó levantado el crucifijo

Ante este espectáculo de caridad y de valor, los dos compañeros se dieron por vencidos.

Asegura uno de ellos que queriéndole dar al menos una señal de agradecimiento, perdoné de todo corazón al que me había ofendido y rogué a Domingo que me indicara algún paciente y caritativo sacerdote a quien acusar mi falta. De ese modo, después de ser nuevamente amigo suyo, me reconcilié con el Señor, a quien con el odio y el deseo de venganza había ofendido gravemente».

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La ida y vuelta de clase, cosa tan peligrosa para los chicos que de las aldeas van a las grandes ciudades, fue para nuestro Domingo un verdadero ejercicio de virtud. Constante en cumplir las órdenes de los superiores, iba a la escuela y volvía a casa sin escuchar ni mirar nada que fuese inconveniente para un joven cristiano. Si veía a alguno detenerse, correr, saltar, tirar piedras o pasar por donde no estaba permitido, al punto se alejaba de él.

Un día fue invitado a dar un paseo sin permiso; otra vez le aconsejaron que dejara la clase y fuera a divertirse; mas él supo siempre contestar con una negativa.

-Mi mejor diversión-les respondía- es el cumplimiento de mis deberes; y, si sois verdaderos amigos míos, debéis exhortarme a cumplirlos con exactitud y nunca descuidarlos.

Al terminar el año, Domingo mereció ser contado entre los sobresalientes por su conducta y aplicación.

En el año de humanidades, o primero, de retórica, fue enviado a las clases del benemérito profesor don Mateo Picco. Este profesor había oído hablar varias veces de las bellas cualidades que adornaban a Domingo; así es que, de buen grado, lo recibió gratuitamente en su clase, que era considerada como una de las mejores entre las aprobadas en nuestra ciudad.

Muchas son las cosas edificantes dichas y hechas por Domingo durante este nuevo curso, y las iré exponiendo a medida que narre los hechos que con ella guardan relación.

CAPITULO X

Su resolución de ser santo

Dada ya una idea de los estudios de Domingo en el curso de latinidad, hablaremos de la grande resolución que tomó de hacerse santo.

Ya hacía seis meses que se hallaba en el Oratorio cuando se hizo una plática sobre lo fácil que es llegar a ser santo. El predicador se detuvo especialmente en desarrollar tres pensamientos que causaron profunda impresión en el ánimo de Domingo: a saber: «Es voluntad de Dios que todos seamos santos; es fácil conseguirlo; a los santos les está preparado un gran premio en el cielo».

Aquella plática fue para Domingo una chispa que inflamó su corazón en amor de Dios. Por algunos días no dijo nada, pero estaba menos alegre de lo que solía, de suerte que hubimos de notarlo sus compañeros y yo. Pensando que esto proviniese de una nueva indisposición de salud, le pregunté si sufría algún malestar.

-Al contrario-me dijo-. Lo que sufro es un gran bien estar.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que siento como un deseo, y una necesidad de hacerme santo. Nunca me hubiera imaginado yo que uno pudiese llegar a ser santo con tanta facilidad; pero ahora que he visto que uno puede ser santo también estando alegre quiero absolutamente y tengo, absoluta necesidad de ser santo. Dígame, pues, cómo he de conducirme para dar comienzo a esta empresa.

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Alabé su propósito, pero le exhorté a que no se turbara, porque en la turbación del ánimo no se conoce la voz del Señor; antes bien, que se requería en primer lugar una constante y moderada alegría; le exhorté a perseverar en el cumplimiento de sus deberes de piedad y estudio, y que jamás dejase de tomar parte en la recreación con sus compañeros.

Le dije un día que quería obsequiarle con un regalo que fuese de su agrado, mas que era mi voluntad que hiciese él mismo la elección.

El regalo que le pido-interrumpió prontamente-es que me haga santo. Quiero darme todo al Señor, al Señor para siempre; siento verdadera necesidad de hacerme santo; y, si no me hago santo, nada hago. Dios quiere que sea santo, y yo he de hacerme tal.

En otra ocasión en que el director quería dar una muestra de especial afecto a los jóvenes de la casa, les concedió que pidieran, por medio de un papel, cualquier cosa que estuviese a su alcance. Ya puede el lector imaginar fácilmente las ridículas y extravagantes peticiones de unos y otros. Domingo, tomando un papel, escribió estas solas palabras:

-Pido que usted salve mi alma y me haga santo.

Un día estaba explicando la etimología de algunas palabras. El preguntó:

-Domingo, ¿qué significa?

Le contestaron:

Domingo quiere decir del Señor.

-Vea usted-añadió al punto-sí tengo razón al decirle que me haga santo; hasta el nombre dice que yo soy del Señor; luego yo debo y quiero ser santo, y no seré feliz mientras no lo sea.

El deseo ardiente que mostraba de ser santo no provenía de que no llevase una vida verdaderamente santa, sino que decía esto porque quería hacer rigurosas penitencias y estar largas horas en oración, lo que el director le tenía prohibido por no poderlo soportar su edad ni su salud, ni tampoco sus ocupaciones.

CAPITULO XI

Su celo por la salvación de las almas

Lo primero que se le aconsejó para llegar a ser santo fue que trabajase en ganar almas para Dios, puesto que no hay cosa más santa en esta vida que cooperar con Dios a la salvación de las almas, por las cuales derramó Jesucristo hasta la última gota de su preciosísima sangre.

Conoció Domingo la importancia de este consejo, y más de una vez se le oyó decir:

-¡Cuán feliz sería si pudiese ganar para Dios a todos mis compañeros!

Pasando un día por una de las plazas de la ciudad, viole un compañero quitarse el sombrero y pronunciar en voz baja algunas palabras.

-¿Qué haces?- le dijo ¿Qué estás diciendo?

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-¿No has oído?-respondió Domingo-; aquel carretero acaba de pronunciar en vano el santo nombre de Dios. Iría a rogarle que no volviera a repetirlo si supiera que mi aviso iba a aprovecharle; pero como temo vaya a decir cosas peores, me he limitado a quitarme el sombrero y decir: ¡Alabado sea Jesucristo! ; y esto lo hago con ánimo de reparar de alguna manera la injuria hecha al nombre santo de Dios.

Admiró el compañero la piedad y el valor de Domingo: y aun ahora cuenta este episodio para honra de su amigo y edificación de los compañeros.

Al volver de clase, oyó una vez a un hombre ya entrado en años proferir una horrible blasfemia. Domingo se estremeció, bendijo al Señor en su corazón e hizo luego lo que es verdaderamente digno de admiración. Muy comedido y respetuoso, se acercó al atrevido blasfemo y le preguntó si sabría indicarle dónde estaba el Oratorio de San Francisco de Sales. El otro, al ver aquel semblante angelical, depuso su furor y le contestó:

-Muchacho, siento mucho no saberlo.

- ¡ Ah! Y ya que no sabe esto, ¿no podría hacerme usted otro favor?

-¿Cómo no? De mil amores.

Domingo se le acercó cuanto pudo al oído y, bajito para que los otros no le oyeran, le dijo:

-Usted me hará un gran favor si cuando se enfada se abstiene de blasfemar contra el santo nombre de Dios.

¡Muy bien, chico! –le respondió aquel hombre, lleno de estupor y admiración-. Tienes mucha razón; es un vicio maldito que he de vencer a toda costa.

Leía con preferencia la vida de aquellos santos que habían trabajado especialmente por la salvación de las almas. Hablaba gustoso de los misioneros que trabajaban en lejanas tierras por la conversión de las almas, y, no pudiendo enviarles socorros materiales, dirigía al Señor abundantes plegarias cada día, y, al menos una vez a la semana, ofrecía por ellos la santa comunión.

Más de una vez le oí exclamar:

- ¡Cuántas almas esperan en Inglaterra nuestros auxilios! Oh! Si tuviera fuerzas y virtud, quisiera ir ahora mismo, y con sermones y buen ejemplo convertirlas a todas a Dios.

-Apenas sea seminarista-decía-quiero ir a Mondonio para reunir a todos los niños bajo un cobertizo y darles catecismo, contarles muchos ejemplos edificantes y hacerlos santos. ¡Cuántos pobres niños se condenan tal vez eternamente porque no hay quien los instruya en la fe!

Lo que decía con palabras, lo confirmaba con hechos, pues, según lo permitía su edad e instrucción, enseñaba con placer el catecismo en la iglesia del Oratorio, y si alguno lo necesitaba, le daba clase y catecismo a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana, con el único objeto de platicar de cosas espirituales y hacerle conocer cuánto importa la salvación del alma.

Ni tampoco se entibiaba esta solicitud por la salvación de las almas durante las vacaciones que iba a pasar con su familia. Cualquier estampa, medalla, crucifijo, librito u otro objeto que hubiese ganado en la clase o en el catecismo, lo guardaba cuidadosamente

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para el tiempo de vacaciones; y algunos días antes de salir del Oratorio solía pedir a los superiores que le diesen algunos de esos objetos para entretener alegremente, como él decía, a sus amigos de juego.

No bien llegaba a su aldea, se veía rodeado de muchachos de su edad, más pequeños, e incluso mayores, que encontraban un verdadero placer en entretenerse con él. Y distribuyéndoles luego sus regalitos en el momento oportuno, los excitaba a estar atentos a las preguntas que les hacía, ora sobre catecismo, ora sobre sus propios deberes; y así, con tan buenos modos, conseguía llevar a muchos al catecismo, al rosario y a otras prácticas de piedad.

A más de la exactitud en el cumplimiento de sus más menudos deberes, se encargaba del cuidado de dos hermanitos suyos, a quienes enseñaba a leer, escribir y estudiar el catecismo, rezando con ellos las oraciones de la mañana y de la noche. Los llevaba a la iglesia, les daba agua bendita y les enseñaba la manera de hacer bien la señal de la cruz. El tiempo que hubiera podido pasar divirtiéndose libremente, lo pasaba contando ejemplos edificantes a sus familiares y a cuantos amigos le querían escuchar. También en su aldea -solía visitar todos los días al Stmo. Sacramento, y era para él una verdadera ganancia inducir a algún compañero que le acompañase.

CAPITULO XII

Varios episodios. Buenos modales en el trato con sus compañeros

El pensamiento de ganar almas para Dios lo acompañaba en todas partes. En los tiempos libres era el alma del juego siendo de notar que, en cuanto decía o hacía, miraba constantemente el progreso, moral suyo o el de su prójimo. Siempre tenía presente aquel principio de urbanidad de no interrumpir a los demás cuando están hablando; pero si los compañeros callaban, hacía recaer la conversación sobre materias de clase, como historia, aritmética, etc., y tenía a mano mil cuentecillos que hacían agradable su compañía. Si oía murmurar a alguno, luego le interrumpía con un chiste, o, bien con un cuento o cosa parecida, para mover a risa y desviar así la conversación de la murmuración e impedir la ofensa de Dios entre sus compañeros.

En cierta ocasión sucedió que un hombre, en tiempo de recreo, se introdujo entre algunos jóvenes que estaban jugando y, dirigiéndose a uno de ellos, Se puso a hablar en alta voz, de suerte que todos los circunstantes podían oírle; y para atraer a los demás comenzó a contar bufonadas e historietas a propósito para mover a risa. Los muchachos, movidos de la curiosidad, en breve se apiñaron a su alrededor, escuchando con avidez sus simplezas; pero, no bien se vio así rodeado, hizo caer la conversación sobre materia de religión, y comenzó a vomitar barbaridades que horrorizaban, burlándose de las cosas más santas y diciendo infamias de todas las personas eclesiásticas,

Algunos de los presentes, no pudiendo aguantar tanta impiedad y no osando refutarle, se contentaron con retirarse, en tanto que un buen número de incautos continuaba escuchándole. Llegó casualmente Domingo, y, luego que conoció de qué se trataba, venciendo toda vergüenza, dijo a sus compañeros:

-Amigos, dejemos solo a ese desgraciado, que intenta robar nuestras almas.

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Los jóvenes, obedeciendo a la voz de tan amable y virtuoso compañero, se apartaron al punto de aquel emisario del demonio, que, al verse de tal manera abandonado de todos, se marchó para no volver.

Algunos jóvenes del Oratorio fundaron una asociación para preocuparse de la mejora espiritual de los compañeros díscolos. Domingo, que formaba parte de ella, era de los más celosos. Si tenía dulces, frutas, crucecitas, medallas, estampas o cosa semejantes, las guardaba para este objeto.

-¿Quién la quiere? ¿Quién la quiere? decía en alta voz.

-Yo, yo-gritaban corriendo a su alrededor.

-Despacio, despacio-les decía-; la daré al que sepa responder mejor a una pregunta de catecismo.

Entonces preguntaba sólo a los más trastos, y no bien contestaban a algo, les hacía el regalo.

A otros los ganaba con diversos recursos; los invitaba a pasear, entraba en conversación con ellos y, si llegaba el caso, tomaba parte en sus juegos. Se le vio en alguna ocasión con un grueso bastón en los hombros, cual otro Hércules con la clava, jugar a la rana y mostrarse entregado en cuerpo y alma a aquel juego. Pero de pronto suspendía la partida y decía al compañero:

-¿Quieres que el sábado vayamos a confesarnos?

El otro, que veía lejano el plazo, deseoso de continuar el juego, y también por darle gusto, le respondía que sí. A Domingo le bastaba esto, y continuaba jugando. Pero ya no le perdía de vista, y todos los días, bien por un motivo, bien por otro, le recordaba aquel sí, y le iba entre tanto insinuando el modo de confesarse bien Llegado el sábado, cual cazador que ha hecho buena presa, le acompañaba a la iglesia, se confesaba él primero, y las más de las veces prevenía al confesor, y luego ayudaba al compañero en la acción de gracias.

Acontecía a veces que alguno le engañaba con buenas palabras toda la semana y, llegado el sábado, no se dejaba ver al tiempo de confesarse; pero Domingo, así que le veía de nuevo, le decía en son de chanza:

- ¡Vaya pillo, buena me la hiciste!

-Pero, hombre-le respondía el otro-. Si no estaba preparado, no me sentía...

Infeliz-añadía Domingo-; has cedido al demonio que te vio muy bien dispuesto; ahora tú te encuentras mucho menos dispuesto y hasta te veo de mal humor. ¡Ea! , vamos, haz la prueba; trata de confesarte; haz un esfuerzo, confiésate bien, y ya verás la alegría que sentirás en el corazón.

Por lo regular, el que decidía confesarse volvía en seguida a Domingo con el corazón rebosando de contento.

-Es verdad-le decía-; ¡estoy contento de veras! De hoy en adelante me confesaré más a menudo.

Entre jóvenes suele ocurrirle a alguno que queda como marginado por sus compañeros, ya por rudo o ignorante, ya por tímido o por estar apesadumbrado a causa de algún

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disgusto. Chicos así suelen sufrir el peso del abandono cuando más necesidad tienen del consuelo de un amigo.

Esos eran los amigos de Domingo. Se acercaba a ellos, los alegraba con interesantes conversaciones, les daba buenos consejos, y más de una vez sucedió que algunos que estaban decididos a entregarse al desorden mejoraron animados por las caritativas palabras del amigo.

Por esta razón, todos los que se encontraban indispuestos de salud querían a Domingo por enfermero, y los que se hallaban apesadumbrados y se sentían acongojados le exponían sus cuitas. De este modo tenía siempre abierto el camino para ejercitar la caridad con el prójimo, y acrecentar sus méritos delante de Dios.

CAPITULO XIII

Su espíritu de oración. Devoción a la Virgen. El mes de María

Dios le había enriquecido, entre otros dones, con el de un gran fervor en la oración.

Estaba su espíritu tan habituado a conversar con Dios en todas partes, que; aun en medio de las más clamorosas algazaras, recogía su pensamiento y con piadosos afectos elevaba el corazón a Dios.

Cuando rezaba con los demás, parecía verdaderamente un ángel: inmóvil y bien compuesto, de rodillas, sin apoyarse en ninguna parte, con suave sonrisa en el rostro, la cabeza levemente inclinada y los ojos bajos, se le hubiera podido tomar por otro San Luis.

Bastaba verle para quedar edificado. El año 1854, el conde Cays fue elegido prior de la compañía de San Luis, establecida en el Oratorio. La primera vez que tomó parte en nuestras funciones vio a un jovencito que oraba en una compostura tan devota, que se sintió profundamente maravillado. Terminadas las sagradas funciones, quiso informarse y saber quién era el niño que había llamado su atención; se trataba de Domingo Savio.

Pasaba a veces cerca de espectáculos públicos; los compañeros los devoraban con tal avidez, que ni sabían dónde estaban; preguntado Domingo si le habían gustado, contestaba que no había visto nada; por ello, un compañero enfadado le riñó diciéndole:

Pues ¿para qué tienes los ojos, si no te sirven para mirar estas cosas?

-Quiero que me sirvan para contemplar el rostro de nuestra celestial Madre cuando, con la gracia de Dios, sea digno de ir a verla en el paraíso,

-María-le decía-, quiero ser siempre vuestro hijo; haced que muera antes de cometer un pecado contrario a la virtud de la modestia.

Cierto sábado invitó a un compañero para que fuera con él a rezar las vísperas de la Stma. Virgen, y como éste accediese de mala gana, diciendo que tenía frío en las manos, Domingo se quitó al punto los guantes, se los dio, y así fueron ambos a la iglesia.

Otro día de gran frío se quitó la capa que llevaba puesta a fin de prestársela a otro para que fuese contento a rezar con él en la iglesia. ¡Quién podrá dejar de admirar tan generosa piedad!

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En ningún tiempo era Domingo Savio más fervoroso en su devoción a nuestra celestial Protectora como durante el mes de mayo. Se unía entonces con otros discípulos para cumplir cada día del mes alguna devoción particular, además de lo que se hacía públicamente en la iglesia. Preparó una serie de ejemplos edificantes que poco a poco fue narrando con mucho gusto para animar a otros a ser devotos de la Virgen. Hablaba de ella a menudo en tiempo de recreo, y exhortaba a todos a confesarse, a frecuentar la santa comunión, principalmente en aquel mes, y daba ejemplo él mismo, acercándose todos los días a la mesa eucarística con tal recogimiento, que mayor no se podía desear

Un curioso episodio dará a conocer la ternura de su corazón en su devoción a la Virgen, Los alumnos de su dormitorio decidieron hacer a sus propias expensas un hermoso altarcito que había de servir para solemnizar la clausura del mes de María. Domingo era todo actividad en esta obra, pero, cuando fueron después a recolectar la pequeña cuota con que cada uno debía contribuir, exclamó:

-¡Pues sí que estoy arreglado! Para estas cosas hace falta dinero, y yo no tengo ni un céntimo en el bolsillo. Y, no obstante, quiero contribuir con algo.

Fue, tomó un libro que le habían dado de premio y, después de pedir permiso al superior, volvió contento y dijo:

-Amigos, ya puedo concurrir también yo a honrar a la Virgen; ahí está ese libro. Sacad de él lo que podáis. Esa es mi contribución.

Al ver aquel acto tan espontáneo y generoso, los compañeros se conmovieron, y también ellos quisieron aportar libros y otros objetos. De esta manera resultó una pequeña tómbola cuyo producto fue más que suficiente para cubrir los gastos del altar.

Como no pudiesen acabar para el tiempo fijado, fue menester trabajar durante la noche.

-Yo-dijo Domingo-pasaré gustoso toda la noche trabajando.

Pero sus condiscípulos le convencieron de que se acostase, pues que estaba convaleciente de una enfermedad, y como él se resistiese, al final tuvo que ir porque se lo mandaron.

-Al menos-dijo a uno de sus compañeros-venme a despertar en cuanto terminéis, para que pueda ser de los primeros en contemplarlo.

CAPITULO XIV

Confesión y comunión frecuentes

Comenzó por elegir un confesor fijo, con el cual se confesó regularmente todo el tiempo que anduvo entre nosotros; y para que pudiese su confesor formarse un juicio cabal de su conciencia, quiso, según dijimos, hacer con él la confesión general. Comenzó a confesarse de quince en quince días, después cada ocho, y a comulgar con la misma frecuencia. Como viera el confesor el gran provecho que sacaba de las cosas espirituales, le aconsejó comulgar tres veces por semana, y, al cabo del año, le permitió hacerlo diariamente.

Tenía Domingo con él no sólo una confianza ilimitada, sino que con la mayor sencillez trataba con él de cosas de conciencia también fuera de confesión. Alguien le aconsejó que cambiara alguna vez de confesor, pero él no quiso hacerlo nunca.

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Domingo se sentía realmente feliz.

-Si tengo en mi corazón alguna pena-comentaba-, voy a mi confesor, y él me aconseja según la voluntad de Dios, puesto que Jesucristo mismo dijo que la voz del confesor es para nosotros la voz de Dios. Y si deseo algo especial, voy y recibo la comunión, en que se nos da el cuerpo que fue entregado por nosotros; es decir, aquel cuerpo mismo, aquella sangre, aquella alma, aquella divinidad que Jesucristo ofreció por nosotros en la cruz al Eterno Padre. ¿Qué me falta, pues, para ser feliz? Nada de este mundo. Sólo me resta gozar sin velos en el cielo de aquel mismo Dios que ahora, con los esos de la fe, contemplo y adoro en el sacramento.

Con tales pensamientos pasaban verdaderamente felices los días para Domingo. De aquí provenía aquella alegría y aquel gozo celestial que se transparentaban en todas sus acciones.

Para sacar de sus comunión es mayor fruto y para tener al mismo tiempo un nuevo estímulo para hacerlas cada día con mayor fervor, se había fijado un fin particular para cada uno de ellos.

He aquí cómo distribuía sus comuniones a lo largo de la semana:

«El domingo, en honor de la Stma. Trinidad.

El lunes, por mis bienhechores espirituales y temporales.

El martes, en honor de Santo Domingo y mi ángel custodio.

El miércoles, en honor de la Virgen Dolorosa y por la conversión de los pecadores.

El jueves, en sufragio de las almas del purgatorio.

El viernes, en memoria de la pasión de nuestro Señor Jesucristo.

El sábado, en honor de la Virgen, para obtener su protección en vida y en punto de muerte».

Tomaba parte con transportes de alegría en todos los ejercicios en honor del Stmo. Sacramento. Si le acontecía encontrarse con el viático cuando era llevado a los enfermos, luego se arrodillaba en cualquier parte, y si el tiempo se lo permitía, lo acompañaba hasta que volvía a la iglesia.

Un día que pasaba junto a él, mientras llovía y estaban las calles enlodadas, no habiendo mejor lugar, se puso de rodillas sobre el barro. Se lo reprochó después un compañero, diciéndole que no había por qué manchar de aquel modo la ropa, y que el Señor no exigía tal cosa. El se limitó a responder:

-Lo mismo, las rodillas que los pantalones son del Señor; todo ha de servirle para darle honra y gloria. Cuando Jesús pasa cerca de mí, no sólo me arrojaría en el barro para honrarle, sino que también me precipitaría en un horno para participar de ese modo de aquel fuego de caridad infinita que le llevó a instituir tan gran sacramento.

En una ocasión vio a un militar de pie en el momento- mismo en que pasaba cerca de él el santo viático. No atreviéndose a invitarle a arrodillarse, sacó del bolsillo un pañuelito blanco, lo extendió en el suelo y, con una seña, le invitó a que se sirviera de él. Al principio

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el militar se mostró confuso v, dejando después a un lado el pañuelo, se arrodilló en medio de la calle.

En una fiesta del Corpus lo enviaron a la procesión de la parroquia vestido de monaguillo. Fue aquello para él un precioso regalo; el mayor que le podían hacer.

CAPITULO XV

Sus penitencias

En su fervor se había propuesto ayunar todos los sábados a pan y agua en honor de la bienaventurada Virgen, pero se lo impidió su confesor. Quería ayunar durante la cuaresma; pero al cabo de una semana lo supo el director de la casa y al punto se lo prohibió. Quería al menos dejar el desayuno, y también eso le fue prohibido. No se le permitían tales penitencias para que su delicada salud no se acabase de malograr. ¿Qué hacer, pues?

Como se le prohibía mortificarse en la comida, comenzó a afligir su cuerpo de otros modos: ponía astillas de madera en la cama y pedacitos de ladrillo para que se le tornara molesto el mismo reposo; quería llevar una especie de cilicio; mas todo se le prohibió igualmente. Imaginó entonces un nuevo medio: dejó que se adelantara el otoño y el invierno sin aumentar el abrigo en su lecho, de suerte que en el rigor del mes de enero no tenía más abrigo que en el verano. Una mañana que guardó cama por una indisposición, le visitó el director y, al verle hecho un ovillo, se le acercó y pudo darse cuenta de que no tenía más abrigo que una colcha muy delgada.

-¿Por qué haces eso?-le dijo-. ¿Es que quieres morirte de frío?

-No-respondió-, no me moriré de frío. Jesús en el pesebre de Belén y cuando pendía de la cruz estaba menos abrigado que yo.

Como se le prohibiese entonces absolutamente hacer nuevas penitencias, fuesen del género que fuesen, sin pedir permiso expresamente, se sometió al fin con pena a ese mandato.

Le encontré en cierta ocasión que iba exclamando muy afligido:

¡Ay de mí! ¡Estoy en un verdadero aprieto! El Salvador dice que si no se hace penitencia no se podrá entrar en el paraíso, y a mi me prohíben hacerla; ¿cuál va a ser entonces mi cielo?

-La penitencia que Dios quiere de ti-le dije-es la obediencia. Obedece y ya tienes bastante.

-¿Pero es que no podría hacer alguna otra penitencia más?

-Sí, se te permite ésta: Soportar con paciencia las injurias que te hagan, tolerar con resignación el calor, el frío, los vientos, las lluvias, el cansancio y todas las indisposiciones de salud que quisiera enviarte el Señor.

-Bien, pero todo esto hay que sufrirlo por necesidad.

-Pues lo que haya que sufrir por necesidad, ofrécelo al Señor y se convertirá en virtud, y ganarás muchos méritos para tu alma.

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Convencido y resignado con estos consejos, se retiró tranquilo.

CAPITULO XVI

Mortificación de los sentidos externos

Puesto cualquiera a considerar la compostura exterior de Domingo, advertía tanta naturalidad, que caía fácilmente en la tentación de imaginarlo salido así de las manos de Dios. Pero cuantos le conocieron de cerca y tuvieron parte en su educación pueden asegurar que era efecto de un gran esfuerzo humano apoyado en la gracia de Dios.

Sus ojos eran muy vivos, y tenía que hacerse no pequeña violencia para tenerlos a raya.

«Al principio-repitió varias veces a un amigo suyo-, cuando me impuse la obligación de dominar del todo mis miradas tuve no poco trabajo y hasta padecía grandes dolores de cabeza».

«Los ojos-solía decir- son dos ventanas por donde entra lo que uno quiere; podemos dejar pasar por ellas a un ángel o a un demonio con sus cuernos, y hacer que uno u otro sean dueños de nuestro corazón».

Sucedió cierto día que –un muchacho de fuera del Oratorio trajo consigo una revista con figuras indecentes e irreligiosas; una turba de curiosos le rodeó para mirar aquellas figuras que habrían causado asco a un turco y hasta a un pagano; acudió también Domingo, creyendo se tratase de alguna imagen devota; mas cuando vio de cerca el papel, quedó primero sorprendido y, luego, sonriendo, lo tomó y lo hizo pedazos. Espantados sus compañeros, se miraron entre sí sin decir palabra. Domingo entonces les habló así:

- ¡Desgraciados El Salvador nos dice que una sola mirada deshonesta mancha nuestra alma; ¿y vosotros alimentáis vuestros ojos con impresos de esta clase?

-Nosotros-dijo uno de ellos-mirábamos esas figuras para reírnos.

-Sí, para reíros... Y riendo de ese modo podéis caer en el infierno... Mas, si tuvierais la desgracia de caer en él, ¿continuaríais riendo?

-Pero nosotros-replicó otro-no vemos tan mal esas figuras.

Tanto peor pues el no ver mal mirando esas obscenidades es señal de que vuestros ojos ya están habituados a ellas; y este hábito no es disculpa del mal.

A más de ser modesto en sus miradas, era muy medido en sus palabras. Tuviera o no razón, siempre callaba cuando otros hablaban, y hasta truncaba a veces el vocablo para dar lugar a que otros hablaran. Sus maestros y demás superiores aseguran unánimemente que jamás les dio motivo para tener que avisarle ni aun por haber proferido, una sencilla palabra fuera de tiempo, ni en el estudio, ni la clase, ni en la iglesia, ni mientras cumplía sus deberes de estudio y de piedad; antes bien, aun en las ocasiones en que recibía un ultraje, sabía moderar su enojo y su lengua.

Un día avisó a un compañero de que se corrigiera de una costumbre mala; éste, en vez de recibir con gratitud el aviso, se dejó arrastrar a brutales excesos, le dijo mil villanías y luego se desahogó con él a puñetazos y puntapiés. Domingo pudiera haber hecho valer sus razones con los hechos, pues tenía más edad y fuerza, pero no tomó otra venganza que la

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del cristiano. Se encendió, es verdad, su rostro; pero, refrenando los ímpetus de la cólera, se limitó a decir estas palabras:

-Te perdono; hiciste mal; no trates a otros de este modo.

¿Y qué decir de la mortificación de los demás sentidos del cuerpo:, Me limitaré a recordar algunos hechos.

Donde hay grupos de jóvenes se dan siempre algunos descontentadizos que no encuentran nada bien; lo mismo se quejan de las funciones religiosas que de la disciplina, del descanso y de la comida; en todo encuentran alguna pega. Son éstos una verdadera cruz para sus superiores; porque el descontento de uno se comunica a los demás, y a veces con grave daño de todo el grupo.

La conducta de Domingo era, en todo, lo contrario de lo de estos tales. Jamás sus labios prefirieron palabras de queja ni por los calores del estío ni por los fríos del invierno. Siempre estaba igualmente alegre, hiciese bueno o mal tiempo; siempre se mostraba satisfecho de todo lo que le presentaban en la mesa, y, con admirable habilidad, sabía hallar el modo de sacrificarse; cuando un manjar era censurado de los demás por demasiado cocido o crudo, o porque no tenía sal o la tenía en exceso, él se mostraba contento, diciendo que cabalmente así era como le gustaba.

No permitía que se echara a perder sopa, cocido o cualquier otro alimento, sin tener reparo en aprovecharlos él mismo. Y no es que lo hiciera por gula, pues, muchas veces daba a sus compañeros la porción de comida que le tocaba a él.

Habiéndosele preguntado por qué se mostraba tan solícito en juntar aquellas sobras que a nadie apetecían, respondió.

-Todo cuanto tenemos en esta vida es don precioso de la mano de Dios; pero de todos los dones, después de su santa gracia, el más apreciable es el alimento, con el cual nos conserva la vida. Así que aun la más pequeña parte de este don merece nuestro agradecimiento y es verdaderamente digno de ser recogido con la más escrupulosa diligencia.

Era para él un agradable entretenimiento limpiar los zapatos, cepillar la ropa de sus compañeros, prestar a los enfermos los más humildes servicios, barrer o desempeñar trabajos análogos.

-Cada uno hace lo que puede-solía decir-; yo no soy capaz de hacer grandes cosas; pero lo que puedo quiero hacerlo a mayor gloria de Dios, y espero que el Señor, en su infinita misericordia, se dignará aceptar estos mis miserables obsequios.

Comer cosas que no eran de su gusto, abstenerse de las que le agradaban, dominar sus miradas aun en cosas indiferentes, tolerar ingratos olores, renunciar a su propia voluntad, soportar con perfecta resignación lo que causaba algún dolor a su cuerpo o a su ánimo, eran actos de virtud en que Domingo se ejercitaba todos los días, y podemos decir que en cada momento de su vida.

)

CAPITULO XVIII

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Sus amigos: su trato con Camilo Gavio

Todos eran amigos de Domingo; el que no le quería, por lo menos le respetaba por sus virtudes. El, por otra parte, sabía quedar bien con todos. Tan firme estaba en la virtud que se le aconsejó entretenerse con algunos jóvenes algo díscolos para ver si lograba ganarlos para Dios. El se aprovechaba del recreo, de los juegos y de conversaciones, aun indiferentes, para sacar provecho espiritual.

Sin embargo, sus mejores amigos eran los socios de la Compañía de la Inmaculada, con los que, como ya se ha dicho, se reunía, bien para tener encuentros espirituales, bien para hacer ejercicios piadosos. Estas reuniones o encuentros se tenían con licencia de los superiores, pero asistían sólo los jóvenes y ellos mismos las regulaban. Se trataba en ellas del modo de celebrar las novenas y las solemnidades principales; se fijaban las comuniones que cada uno debía hacer en determinados días de la semana, se repartían entre ellos a los compañeros en los que se veía una mayor necesidad de ayuda moral, y cada uno protegía a su cliente y empleaba todos los medios que la caridad cristiana le sugería para encaminarle a la virtud.

Domingo era de los más animosos, y puede decirse que en estas conferencias llevaba la voz cantante.

Podría citar aquí a varios compañeros de Domingo que tomaban parte en ellas y que lo trataron a menudo, pero la prudencia aconseja no nombrarlos, pues todavía viven. Solamente haré mención de dos, de Camilo Gavio, de Tortona, y de Juan Massaglia, de Marmorito.

Gavio no vivió más que algunos meses entre nosotros, pero tan corto tiempo bastó para dejar santa memoria entre sus compañeros.

Su luminosa piedad y sus disposiciones para la pintura y escultura habían movido al municipio de aquella ciudad a ayudarle, enviándolo a Turín para que siguiese los estudios de arte. Había Gavio sufrido una grave enfermedad en su casa, y cuando vino al Oratorio, ya sea por hallarse lejos del pueblo y de los suyos o ya por encontrarse en compañía de muchachos desconocidos, el caso es que se encontraba arrinconado, observando cómo los demás se divertían, absorto en sus pensamientos.

Lo vio Savio y no tardó mucho en acercarse a él para consolarle. Mantuvieron el siguiente diálogo:

-¡Hola, amigo! Se ve que no conoces a nadie, ¿verdad? -Pues sí. Pero me divierto viendo jugar a los otros. -¿Cómo te llamas?

-Camilo Gavio, de Tortona. -¿Cuántos años tienes?

-Quince cumplidos.

-¿Qué te pasa que estás tan triste? ¿Te encuentras enfermo?

-Sí; he estado gravemente enfermo: un ataque de corazón me llevó al borde del sepulcro y aún no me he curado del todo.

-Desearás curar, ¿verdad?

-Hombre, estoy completamente resignado a la voluntad de Dios.

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Estas últimas Palabras demostraban que Gavio era un joven de piedad nada común y constituyeron un verdadero consuelo: Para el corazón de Domingo. En consecuencia, reanudó el diálogo con toda confianza:

-Quien desea hacer la voluntad de Dios desea santificarse. Entonces tú deseas ser santo, ¿verdad?

-Sí, ésta es mi gran ilusión.

-Muy bien; así aumentaremos el número de nuestros amigos y tomarás parte con nosotros en nuestros esfuerzos para santificamos,

-Es algo muy hermoso; pero no sé qué he de hacer.

-Te lo voy a decir en pocas palabras: que sepas que aquí nosotros hacemos consistir la santidad en estar muy alegres. Procuramos por encima de todo huir del Pecado, como de un gran enemigo que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón. En segundo lugar, tratamos de cumplir exactamente nuestros deberes y frecuentar las prácticas de piedad. Empieza desde hoy a escribir como: recuerdo, la frase: «Servir a Dios con alegría».

Desde aquel día fue amigo íntimo de Domingo y fiel imitador de sus virtudes. Pero la enfermedad que le había llevado al borde del sepulcro, y que no había desaparecido por completo, al cabo de dos meses apareció nuevamente y, a pesar de los recursos de la medicina y la solicitud de sus amigos, no fue posible hallar remedio. Algunos días después, habiendo recibido con gran edificación los últimos sacramentos, entregaba su alma al Creador el 29 de diciembre de 1855.

Domingo fue varias veces a visitarle durante el curso de la enfermedad y se ofreció a pasar las noches velando junto a su lecho, cosa que no le fue permitido.

Cuando supo que había expirado, quiso verle por última vez y, ante su cadáver, decía conmovido:

-Adiós, Gavio; estoy íntimamente persuadido de que has volado al cielo; prepárame, pues, un sitio para mí. Siempre serás mi amigo, pero mientras Dios me diere vida rogaré por el descanso de tu alma.

Después, con otros compañeros, se fue a rezar el oficio de difuntos en la capilla ardiente; durante el día se rezaron otras oraciones; por último, invitó a alguno de sus mejores condiscípulos a que hicieran la santa comunión, y él mismo la recibió varías veces por el descanso del alma de su amigo.

CAPITULO XIX

Su amistad con Juan Massaglia

Más largas e íntimas fueron las relaciones de Domingo con Juan Massaglia, de Marmorito, pueblo poco distante de Mondonio.

Vinieron ambos contemporáneamente al Oratorio; eran de pueblos vecinos y ambos tenían deseos de abrazar el estado eclesiástico y firme propósito de santificarse.

-No basta decía cierto día Domingo a su amigo-, no basta decir que queremos abrazar el estado eclesiástico, es menester tratar de conseguir las virtudes necesarias para este estado.

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-Verdad es-respondió su amigo-; pero si ponemos de nuestra parte todo lo que podemos, Dios no dejará de darnos las gracias y las fuerzas para hacernos dignos de favor tan grande como es el de ser ministros de Jesucristo.

Acabados los ejercicios, dijo Domingo a su compañero: -Quiero que seamos amigos, verdaderos amigos y para conseguirlo, de a hora en adelante en las cosas del alma, hemos de ser el uno monitor del otro en cuanto pueda contribuir a nuestra aprovechamiento espiritual. Pues bien, si adviertes alguna imperfección en mí, me deberás avisar para que pueda enmendarme, y si ves que está a mi alcance alguna obra buena, no dejes de indicármelo.

Con mucho gusto lo haré, aunque veo que no lo necesitas; pero tú sí que has de hacer eso conmigo, pues sabes que por mi edad, mis estudios y mis circunstancias me encuentro expuesto a mayores peligros que tú.

-Dejémonos de cumplidos y ayudémonos mutuamente a santificamos.

Desde entonces Domingo y Massaglia fueron unos auténticos amigos, y su amistad fue duradera, por fundarse en la virtud, puesto que trabajaban a porfía en ayudarse con el ejemplo y los consejos para evitar el mal y practicar el bien.

Al terminar el año escolar y pasados los exámenes, se dio permiso a los alumnos de la casa para que fuesen a pasar las vacaciones con sus padres o con otra persona de la familia.

Algunos, estimulados por el deseo de adelantar en los estudios y atender a los ejercicios de piedad, prefirieron quedarse en el Oratorio; entre éstos estaban Savio y Massaglia. Sabiendo yo con qué ansias los esperaban sus padres y la necesidad que tenían de restablecer sus fuerzas, les dije:

-¿Cómo es que no vais algunos días con vuestros padres? Ellos, entonces, en vez de contestarme, se echaron a reír. -¿Qué queréis decir con esas risas? -Ya sabemos-respondió Domingo-que nuestros padres nos aguardan con ilusión; también nosotros los queremos a ellos e iríamos de buena gana a visitarlos. Pero el pajarito, mientras está en la jaula, no goza de libertad, es cierto; pero, en cambio, vive seguro de las garras del halcón. Fuera de la jaula vuela, sí, por donde quiere, pero al instante menos pensado es presa del halcón infernal.

Con todo, y en bien de su salud, juzgué muy conveniente enviarlos a pasar algunos días en sus casas.

Accedieron, mas sólo por obediencia, y sólo permanecieron estrictamente el tiempo que se les había fijado.

Si quisiera escribir los ejemplos de virtud de Massaglia, sería menester repetir muchas de las cosas dichas sobre Domingo Savio, a quien él imitó fielmente mientras vivió. Gozaba de una buena salud y daba excelentes esperanzas en los estudios. Concluido el curso de humanidades, rindió exámenes con muy buen resultado y vistió el hábito clerical. Pero ese hábito que tanto apreciaba apenas si pudo llevarlo por algunos meses. Enfermó de un catarro que no parecía más que un ligero resfriado, por lo que ni siquiera quiso interrumpir sus estudios; mas, como sus padres deseaban someterle a una cura radical, le obligaron a interrumpir los estudios y se lo llevaron a casa.

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La enfermedad de Massaglia, al principio, parecía leve, y varias veces se creyó completamente curado. Pero pronto volvió a recaer hasta llegar casi inesperadamente a los últimos extremos.

«Tuvo tiempo-me escribió el teólogo Valfré, su director espiritual durante las vacaciones-de recibir con la mayor ejemplaridad todos los auxilios de nuestra santa religión, y murió con la muerte del justo que deja el mundo para volar al cielo».

Con la pérdida de este amigo, Domingo quedó profundamente afligido y, aunque resignado a la divina voluntad, le lloró por varios días. Esta fue la vez primera que vi aquel rostro angelical entristecido y bañado en lágrimas. Su único consuelo fue, orar y hacer que todos orasen por su amigo difunto. Se le oyó exclamar más de una vez: «Querido Massaglia, tú has muerto, pero confío que ya estás en el cielo en compañía de Gavio; y cuándo iré yo a unirme con vosotros en la inmensa felicidad de los cielos?»

CAPITULO XX

Gracias especiales y hechos extraordinarios

Debo exponer ahora gracias especiales.

Muchas de las veces que Domingo iba a la iglesia, especialmente en los días que recibía la santa comunión o estaba expuesto el Santísimo Sacramento, se quedaba como, concentrado de suerte que, si no se le llamaba para cumplir sus deberes, de ordinario permanecía allí por muy largo tiempo. Acaeció, pues, que cierto día no apareció en el desayuno ni en clase, ni siquiera a la hora de la comida, sin que nadie pudiese decir dónde se encontraba; tampoco estaba en el estudio ni en la cama. Se informó lo que pasaba el director de la casa, y se le ocurrió a éste se que estaría en la iglesia, como en otras ocasiones había acontecido. Efectivamente; va a la iglesia, se dirige al coro y lo halla allí, inmóvil como una estatua. Tenía un pie sobre otro y apoyada una mano sobre el atril mientras que la otra la tenía junto a su pecho. Su rostro estaba dirigido hacia el sagrario y fijo en él. Le llama, y no responde. Le sacude, y entonces se vuelve para mirarle, y exclama:

-¡Ah! ¿Ya se ha acabado la misa?

-Mira- le dice el director, presentándole el reloj -, ya son las dos.

Entonces pidió perdón de aquella trasgresión de las reglas de la casa, y el director le mandó a comer, diciéndole:

-Si alguien te pregunta de dónde vienes, dile que de cumplir una orden mía.

Esto le dijo para evitar las preguntas importunas que le harían sin duda sus compañeros.

Otro día acababa yo de dar gracias después de la misa; ya iba a salir de la sacristía, cuando oí en el coro una voz como de uno que dialogaba. Voy a ver, y hallo a Domingo que hablaba y luego callaba, como si diese lugar a contestación; entre otras cosas entendí claramente estas palabras: «Sí, Dios mío, os lo he dicho y os lo vuelvo a repetir: os amo y quiero seguir amándoos hasta la muerte. Si veis que he de ofendemos, mandadme la muerte; sí, antes morir que pecar».

Le pregunté qué hacía en aquellos instantes, y él, con toda sencillez, me respondió:

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- ¡Pobre de mí! Es que a veces me asaltan tales distracciones que me hacen perder el hilo de mi oración, y me parece ver cosas tan bellas que se me pasan las horas en un instante.

Un día entró en mi cuarto y me dijo-

-Pronto, venga conmigo, que se ofrece ocasión de hacer una obra buena.

-Adónde quieres llevarme?-le pregunté.

-Vamos, pronto-añadió-. Vamos en seguida. No me decidía del todo. Pero como él insistiese, y como yo hubiera experimentado en otras ocasiones la importancia de estas invitaciones, condescendí. Le sigo, sale de casa, se dirige por una calle adelante, y luego por otra, sin detenerse ni decir palabra. Al fin se para; sube una escalera, llega al tercer piso y agita fuertemente la campanilla.

-Aquí es donde usted tiene que entrar-me dijo, y se marchó sin más.

Se abre la puerta.

¡Oh! ¡Pronto! -me dicen-; de lo contrario no va a haber tiempo. Mi esposo tuvo la desgracia de hacerse protestante. Ahora se encuentra en trance de muerte y pide, por piedad, morir como buen católico.

Me dirigí en seguida al lecho del enfermo, que mostraba grandes deseos de reconciliarse con Dios, y, arreglados con la mayor presteza los negocios del alma, llegó el cura de la parroquia de San Agustín, que había sido llamado poco antes, y apenas le hubo administrado el sacramento de los enfermos con una sola unción, el enfermo pasó a mejor vida.

Más tarde quise preguntar a Domingo cómo había sabido que en aquella casa había un enfermo, pero a él le dolió mi pregunta y se echó a llorar. Desde entonces jamás se lo volví a preguntar.

A veces interrumpía el recreo, dirigía a otra parte su mirada y se ponía a pasear a solas. Preguntándole por qué dejaba así a sus compañeros, respondía:

-Me sobrecogen esas benditas distracciones. Me parece que sobre mi cabeza se abre el cielo, y tengo que apartarme de mis compañeros por no decir cosas que tal vez se tomarían a broma.

Otro día se hablaba durante el recreo del gran premio que Dios tiene preparado a los que conservan la estola de la inocencia; y, entre otras cosas, decían: «Los inocentes son los que en el cielo están más cerca del Salvador y le cantan especiales himnos de gloria por toda la eternidad». Bastó esto para levantar su espíritu a Dios y para que quedase inmóvil, abandonándose como muerto en brazos de uno de los presentes.

Tales arrobamientos le sucedían en el estudio, mientras iba a clase y volvía de ella y aun durante la misma clase. Hablaba muy a menudo del sumo pontífice, dando a entender cuán grande era su deseo de poderle ver antes de morir, y aseguró repetidas veces que tenía cosas de gran importancia que comunicarle.

Como repitiera a menudo estas palabras, le pregunté que era aquello de tanto importancia para decir al papa.

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-Si pudiera hablar con él le diría que, en medio de las grandes tribulaciones que le aguardan, no deje de trabajar con particular solicitud por Inglaterra. Dios prepara un gran triunfo en aquel reino.

-¿Y en qué te fundas para decirlo?

-Se lo diré, pero no quisiera que hablara usted de esto a otros, porque me expondría a que se burlasen de mí. Con todo, sí va a Roma, dígaselo a Pío IX. Oiga, pues: «Una mañana , mientras daba gracias después de la comunión, me sobrevino una fuerte distracción-y me pareció ver una vastísima llanura llena de gente y envuelta en densas tinieblas. Caminaban, pero como quien perdió el camino y no ve dónde fija las plantas.

»Esta región-me dijo uno que estaba a mi lado-es Inglaterra; iba a preguntarle otras cosas cuando vi al Sumo Pontífice Pío IX tal como lo había contemplado en algunos cuadros.

Vestía majestuosamente y, llevando en sus manos una antorcha esplendorosa, avanzaba entre aquella inmensa muchedumbre de personas.

»A medida que iba avanzando, las tinieblas desaparecían con el resplandor de la antorcha, y la gente quedaba inundada de tanta luz como en pleno mediodía». «Esta luz-me dijo el amigo-es la religión católica, que debe iluminar Inglaterra».

En el año 1858, cuando yo fui a Roma, referí esto al sumo pontífice, el cual me escuchó con bondad y agrado.

-Esto-dijo el papa-me confirma en el propósito de trabajar infatigablemente en favor de Inglaterra,-que- ya es el objeto de todas mis solicitudes.

Omito otros hechos semejantes, dándome por satisfecho con los narrados, y dejo a otros que los publiquen cuando lo crean conveniente para mayor gloria de Dios.

CAPITULO XXI

Sus pensamientos sobre la muerte y cómo se preparó santamente a ella

El que ha leído lo que hasta aquí hemos escrito sobre el joven Domingo Savio habrá echado de ver que toda su vida fue ya una continua preparación para la muerte.

En vista de su mal estado de salud, se le prodigaron toda clase de cuidados para frenarle un tanto en sus estudios y en los ejercicios de piedad; con todo, bien por su natural debilidad o por otras incomodidades personales, o por la continua tensión de su espíritu, el caso es que las fuerzas le iban disminuyendo de día en día. El mismo se daba cuenta y exclamaba a veces:

-Tengo que correr, de lo contrario la noche me va a sorprender en el camino.

Se acostumbra en el Oratorio a hacer una vez al mes el ejercicio de la buena muerte, Consiste en acercarse a los sacramentos de la confesión y a la comunión como si se tratase de los últimos de la vida.

El Papa, en su bondad, se dignó enriquecer estas prácticas con muchas indulgencias. Domingo practicaba este ejercicio con tal recogimiento, que no cabía pensar en otro mayor. Al fin de la sagrada función se suele rezar un padrenuestro por aquel de los presentes que muera primero. Un día Domingo, bromeando, dijo:

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-En vez de decir por el que muera primero, que digan por Domingo Savio, que será el primero en morir.

Y esto lo repitió varias veces.

A fines de abril del año 1856, se presentó Domingo al director y le preguntó qué debía hacer para celebrar santamente el mes de María.

-Podrías celebrarlo- le respondió-, cumpliendo exactamente tus deberes y contando cada día a tus compañeros un ejemplo edificante en honor de Marta; procura conducirte, además, de tal modo, que cada día puedas recibir la santa, comunión.

-Trataré de hacerlo puntualmente; pero ¿qué gracia he de pedirle?

-Le pedirás a la Virgen Santísima que te alcance de Dios salud y gracia para hacerte santo.

-Que me ayude a- hacerme santo y que me ayude a tener una santa muerte; y que en los últimos momentos de mi vida me asista y me conduzca al cielo.

Y, en efecto, mostró Domingo tanto fervor en aquel mes, que parecía un ángel vestido de carne humana. Si algo escribía, era sobre María; si estudiaba, cantaba o iba a clase, todo lo hacía en honor de María, y siempre tenía a punto un ejemplo para referirlo durante el recreo en este o aquel corrillo de compañeros.

Le dijo un día uno de éstos:

-Si todo te lo haces este año, ¿qué te va a quedar para el que viene?

-Eso corre de mi cuenta-respondió-; este año quiero hacer todo lo que pueda, y el venidero, si aún vivo, ya te lo diré.

Intenté poner en juego todos los medios para hacerle recuperar la salud y dispuse que se sometiera a una consulta de médicos. Todos admiraron su jovialidad de carácter, su agilidad mental y la madurez de juicio que mostraba en sus respuestas El doctor Francisco Vallauri, de feliz memoria, uno de los que intervino en la consulta, exclamó profundamente admirado:

-¡Qué perla de muchacho!

-¿Cuál es el origen de la enfermedad que lo va consumiendo día tras día?-pregunté.

- Su complexión delicada, el precoz desarrollo de su inteligencia y la continua tensión de su espíritu son como limas que van desgastando insensiblemente sus fuerzas vitales.

-¿Y cuál es el mejor medio de curarlo?

-Lo mejor será dejarlo ir al paraíso, pues se le ve estar muy preparado; mas lo único que podría prolongarle la vida sería alejarle enteramente de los estudios por algún tiempo y entretenerle en ocupaciones materiales adecuadas a sus fuerzas.

CAPITULO XXII

Cuidados que prodigaba a los enfermos. Deja el Oratorio: palabras en tal ocasión

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Como no se hallaba tan falto de fuerzas que necesitase guardar cama continuamente, a veces iba a clase o al estudio, y otras se entretenía en trabajos de la casa. Y una de las cosas en que se ocupaba con más gusto era en servir a los compañeros que estaban enfermos.

-No tengo ningún mérito ante Díos-decía-visitando o asistiendo a los enfermos, pues lo hago con demasiado gusto; es más, para mí resulta un agradable entretenimiento.

Y mientras les prestaba servicios corporales, se ingeniaba con mucho tino en sugerirles siempre algo espiritual.

-Este cacharro de cuerpo-decía a un compañero que estaba indispuesto-no ha de durar eternamente, ¿no es verdad? Es menester dejarlo destruir poco a poco hasta que lo lleven a la tumba. Entonces, amigo mío, libre ya el alma de lazos corporales, volará gloriosa al cielo y gozará allí de salud y de dicha interminables.

Sucedió que un compañero rehusaba tomar una medicina, porque era amarga.

-¡Ay, amiguito!-le dijo Domingo-, debemos tomar cualquier remedio, puesto que haciéndolo obedecemos a Dios, el cual estableció las medicinas y los médicos porque son necesarios para recuperar la salud perdida. Y si sentimos repugnancia en el gusto, mayor será el mérito para nuestra alma otra parte, ¿crees que esta bebida es tan amarga como la hiel y el vinagre que le dieron a Jesús en la cruz?

Palabras así dichas, con su maravillosa naturalidad, conseguían que nadie pusiera dificultades. Si bien la salud de Savio estuviese realmente quebrantada, con todo, el tener que ir a casa es lo que más le contrariaba; pues sentía mucho interrumpir los estudios y renunciar a las acostumbradas prácticas de piedad. Algunos meses antes lo mandé a su familia; pero estuvo sólo unos días, muy pronto lo vi comparecer de nuevo por el Oratorio.

Lo confieso. El pesar era recíproco. Yo hubiera deseado a toda costa que permaneciera en el Oratorio, pues sentía por él el afecto de un padre por su hijo predilecto. Pero el consejo de los médicos era que se fuese a su pueblo, y yo deseaba cumplirlo, por haberse manifestado en él, desde hacía algunos días, una tos obstinada.

Se avisó, pues, al padre, y fijamos la salida para el primero de marzo de 1857.

Domingo se resignó a esta determinación, pero sólo como un sacrificio a Dios.

-¿Por qué-le preguntaron-vas a tu casa de tan mala gana, cuando debieras alegrarte de poder disfrutar de tus amados padres?

-Porque desearía acabar mis días en el Oratorio-respondió.

-Te vas a casa y, cuando te hayas restablecido, vuelves. -Ah, eso sí que no. Ya no volveré más.

La víspera de su salida no podía apartarlo de mi lado. Siempre tenía algo que preguntarme. Entre otras cosas me dijo:

-¿Cuál es el mejor método de que puede echar mano un enfermo para alcanzar méritos delante de Dios?

-Ofrecerle con frecuencia sus sufrimientos. -¿Y ninguna otra cosa más? -Ofrendarle su vida -¿Puedo estar seguro de que mis pecados han sido perdonados?

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-Te aseguro, en nombre de Dios, que tus pecados te han sido perdonados.

-¿Puedo estar seguro de que me salvaré?

-Sí; contando con la divina misericordia, la cual no te ha de faltar, puedes estar seguro de salvarte.

-Y si el demonio me viniese a tentar, ¿qué he de responderle?

-Respóndele que tu alma la tienes vendida a Jesucristo y que él te la compró con su sangre; y si se empeña en ponerte dificultades, pregúntale a ver qué es lo que él hizo por ella, cuando Jesucristo derramó toda su sangre por librarla del infierno y llevarla consigo al paraíso.

-Desde el cielo, ¿habrá manera de que pueda ver a mis compañeros del Oratorio y a mis padres?

-Sí; desde el paraíso verás la marcha del Oratorio y a tus padres también, y cuanto se refiera a ellos, y mil otras cosas mucho más agradables aún.

¡Podré bajar alguna vez a visitarlos?

-Sí que podrás venir, siempre que ello redunde en mayor gloria de Dios.

Así se entretuvo con éstas y otras muchísimas preguntas, como él que ya tiene un pie en los umbrales del paraíso y se preocupa, antes de entrar, de informarse bien de cuanto hay dentro.

CAPITULO: XXIII

Se despide de compañeros

La mañana del día de su partida hizo con sus compañeros el ejercicio de la buena muerte; confesó y comulgó con tales muestras de devoción, que, habiendo, yo sido testigo, no sé cómo expresarlo.

Es necesario – decía – que haga bien este ejercicio, porque será para mí verdaderamente el de mi buena muerte y, si muero por el camino, ya habré recibido los sacramentos. El resto de la mañana lo pasó arreglando sus cosas. Preparó el baúl, colocando cada objeto como si jamás lo tuviera que volver a tocar. Fue después a despedirse de cada uno de sus compañeros: a éste le daba un buen consejo; a aquél le exhortaba a corregirse de tal defecto y animaba al otro a que perseverase en la virtud. A uno a quien debía diez centavos le llamó y le dijo:

-Oye, vamos a arreglar nuestras cuentas; de lo contrario, tendré alguna dificultad al ajustarlas con Dios.

Habló a los socios de la Compañía de la Inmaculada, y con las más vivas expresiones los animó a ser constantes en las promesas que habían hecho a María Stma. y en poner en ella toda la confianza.

A punto de salir, me llama y me dice textualmente: Puesto que no quiere usted estos mis cuatro huesos, me veo obligado a llevármelos a Mondonio. Por cuatro días que le iban a estorbar a usted...; luego, todo se habría acabado; con todo, ¡hágase siempre la voluntad de

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Dios! Si va a Roma, no olvide el encargo que le di para el Papa acerca de Inglaterra, Ruegue a Dios para que yo tenga una buena muerte. Nos volveremos a ver en el cielo.

Habíamos llegado a la puerta por donde debía salir y aún me tenía fuertemente asido por la mano. En ese momento se vuelve a sus compañeros que le rodean, y les dice:

-¡Adiós, queridos compañeros, adiós a todos, Rogad por mí. Hasta vernos allí donde siempre estaremos con el Señor. Estaba yo a la puerta del patio cuando veo que vuelve atrás y me dice."

-Hágame un regalo para que lo pueda conservar como un recuerdo suyo.

Tú mismo di qué te agrada y en seguida te lo regalaré.

Quieres un libro?

-No. Algo mejor.

-Quieres dinero para el viaje?

Eso precisamente. Dinero pero del viaje para la eternidad. Usted dijo que había conseguido del papa algunas indulgencias plenarias para el punto de muerte; póngame, pues, a mí también en el número de los qué pueden participar de dichas indulgencias.

Sí, hijo mío; también, te incluiré a ti en ese número; iré en seguida a poner tu nombre en la lista.

Después de esto dejó el 0ratorio, donde había estado cerca de tres años con tanta satisfacción suya como edificación de sus compañeros y de sus mismos superiores. Lo dejaba para no volver más. Todos quedamos maravillados de tan insólita despedida. Sabíamos que padecía muchos achaques; pero como siempre le veíamos en pie, no hacíamos gran caso de su enfermedad.

Además tenía constantemente un semblante alegre, de tal suerte que nadie se imaginaba que estuviese tan mal de salud. Y, si bien aquella despedida nos había entristecido, sin embargo, abrigábamos la esperanza de volverlo a ver, después de algún tiempo, entre nosotros. Pero no fue así; pues estaba maduro para el cielo. En el breve curso de su vida se había ganado la merced de los justos igual que si hubiese llegado a edad avanzada; el Señor le quería llamar a su seno en la flor de los años, para librarlo de los peligros en que las almas, aun las mejores, a menudo naufragan.

CAPITULO XXIV

Se agrava su enfermedad. Se confiesa por última vez. Recibe el viático. Hechos edificantes

Partió nuestro Domingo de Turín el día primero de marzo, a las dos de la tarde, acompañado de su padre. Su viaje fue feliz; más aún, pareció que el movimiento del coche, la sucesión de panoramas y la compañía de sus padres le habían sentado bien; por lo cual, ya en la casa paterna, a lo largo de cuatro días no necesitó guardar cama. Pero como se viese que le disminuían las fuerzas y el apetito y que la tos iba en aumento, se creyó conveniente hacerlo visitar por el médico. Este halló el mal mucho más grave de lo que

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parecía. Le mandó que, nada más llegar a casa, se metiese en cama y, creyendo que se trataba de una inflamación, le aplicó sangrías.

Es propio de la edad juvenil experimentar grande aprensión por las sangrías, por eso el cirujano, antes de empezar, exhortó a que volviera a otro lado la vista, tuviera paciencia y cobrara ánimos. Pero él se echó a reír y dijo:

-¿Qué es una pequeña punzada en comparación de los clavos que pusieron en las manos y en los pies de nuestro inocentísimo Salvador?

Y con la mayor calma, chanceándose y sin dar muestras de la menor turbación, miró todo el tiempo que duró la operación cómo brotaba la sangre de sus venas.

Después de algunas sangrías pareció que la enfermedad mejoraba de aspecto. Así lo aseguró el médico y así lo creían los padres; pero Domingo pensaba muy diversamente y persuadido de que era mucho mejor recibir con anticipación sacramentos que exponerse a morir sin ellos, llamo a su padre y le dijo:

-Papá, buena cosa será que también consultemos al médico del cielo. Deseo confesarme y recibir la santa comunión.

Sus padres, que también creían que la enfermedad estaba en franca mejoría, oyeron con dolor esta propuesta, y, sólo por complacerle, fueron a llamar al cura para que lo confesase. Vino sin tardanza, lo confesó y, también por complacerle, le trajo el santo viático. Ya se puede imaginar cuál fue la devoción y el recogimiento de Domingo. Todas las veces que se acercaba a recibir los santos sacramentos parecía un San Luis. Ahora, al pensar que aquélla era la última comunión de su vida, ¿cómo expresar el fervor, los arranques y tiernos sentimientos que saldrían de aquel inocente corazón hacia su amado Jesús?

Trajo, entonces a la memoria las promesas que hizo en el día de su primera comunión. Repitió muchas veces:

- ¡Sí, sí, oh Jesús, oh María, vosotros seréis ahora y siempre los amigos de mi alma! Lo repito y lo digo mil veces: Antes morir que pecar.

Cuando acabó de dar gracias, dijo muy tranquilo:

-Ahora estoy contento. Verdad es que aun me queda un largo viaje hacia la eternidad; pero, estando Jesús conmigo, nada tengo que temer. ¡Oh, decidlo siempre, decidlo a todos: Quien tiene a Jesús como amigo y compañero, no tiene nada que temer, ni siquiera la muerte!

Edificante fue su paciencia en sobrellevar todas las incomodidades sufridas en el curso de su vida, pero en esta última enfermedad dio muestras de ser todo un modelo de santidad.

Hacía lo posible por valerse él en todo.

-Mientras pueda-decía-, quiero disminuir las molestias a mis queridos padres. Ya han pasado ellos demasiados trabajos y afanes por mi culpa. Si pudiese, al menos, recompensarlos de algún modo...

Tomaba, sin la menor repugnancia, cuantas medicinas le administraban, por desagradables que fuesen. Se sometió a diez sangrías sin mostrar la menor oposición.

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Después de cuatro días de enfermedad, el médico se felicitó con el enfermo, y dijo a sus padres:,

-Demos gracias a Dios. La cosa va bien. La enfermedad está prácticamente vencida; sólo es menester una convalecencia bien llevada.

Se alegraron con tales palabra los padres. Pero Domingo se sonrió y dijo:

-Ya he vencido al mundo; sólo es menester llevar bien mi juicio ante Dios.

Así que hubo salido el médico, sin hacerse ilusiones por lo que acababa de decir, pidió que le fuesen administrados los santos óleos. También esta vez condescendieron sus padres por complacerle, pues que ni ellos ni el párroco veían peligro próximo de muerte; antes bien, la serenidad d su semblante y la jovialidad de sus palabras daban motivo para creer que iba realmente mejorando. Mas él, fuese movido por sentimientos que de devoción o inspirado por voz divina que le hablaba al corazón contaba los días y horas que le restaban de vida como se calculan las operaciones aritméticas, y empleaba cada instante en preparar su comparecencia ante Dios.

Antes de recibir los santos óleos, hizo esta oración:

-¡Oh Señor!, perdonad mis pecados; os amo y os quiero amar eternamente. Este sacramento, que por vuestra infinita misericordia permitís que reciba, borre de mi alma todos los pecados que he cometido con los oídos, con los ojos, con la boca, con las manos y con los pies; que mi alma y mi cuerpo sean santificados por los méritos de vuestra pasión. Amén.

Respondía a todo en voz clara y con tanta precisión en sus juicios, que lo hubiéramos considerado en perfecto estado de salud.

Era el 9 de marzo, día cuarto de su enfermedad y último de su vida.

Había sufrido diez sangrías, aparte de aplicarle otros remedios, y sus fuerzas estaban completamente postradas, por cuya razón se le dio la bendición papal. El mismo recitó el acto de dolor y fue respondiendo a todas las preces del sacerdote. Cuando oyó que con aquel acto religioso el papa le otorgaba la bendición apostólica con indulgencia plenaria, experimentó la mayor consolación.

- ¡Sean dadas gracias a Dios! dijo repetidas veces-. Le sean dadas por siempre.Luego vio el crucifijo y repitió una oración

CAPITULO XXV

Sus últimos momentos y su preciosa muerte

Creo yo que Dios quiso darle aquel ciento por uno que en las almas justas precede a la gloria del cielo. En efecto, la inocencia conservado hasta los últimos momentos de su vida; su fe viva y sus plegarias continuas, las largas penitencias, la vida entera sembrada de tribulaciones, sin duda le merecieron aquel tan envidiable consuelo en el punto de la muerte.

En fin, la muerte de Domingo podía llamarse con más propiedad reposo que muerte. Era la tarde del 9 de marzo, de 1857, y ya había recibido los auxilios todos de nuestra santa

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religión. Quien lo oyera hablar y lo viera tan sereno, creería que estaba en la cama para descansar. Su rostro alegre, sus ojos, llenos aún de vida, y el pleno uso de sus facultades dejaba maravillados a cuantos le contemplaban, y nadie, excepto él, estaba persuadido de que se hallaba próximo el fin.

Hora y media antes de exhalar el último aliento, el párroco le vino a visitar y se quedó observando con gran admiración cómo él mismo se recomendaba el alma. Decía frecuentes y prolongadas jaculatorias, que expresaban su vivo, deseo de subir pronto al cielo.

-¿Qué se ha de hacer para recomendar el alma a un agonizante como éste?-dijo el párroco.

Y después de haber rezado algunas oraciones con él, iba a salir, cuando Domingo le llamó y le dijo:

-Señor cura, antes de irse, tenga la bondad de darme un recuerdo.

-Por mi parte-respondió- no sabría qué recuerdo darte.

-Algún recuerdo que me consuele.

-Como no sea que te acuerdes de la pasión de nuestro Señor...

-¡Sean dadas gracias a Dios! La pasión de nuestro Señor Jesucristo esté siempre en mi mente, en mi boca y en mi corazón. ¡Jesús, José y María, asistidme en mi -última agonía! ¡Jesús, José y María, expire en vuestros brazos en paz el alma mía!

Después de estas palabras se adormeció y descansó una media hora. Al despertar, se volvió hacia sus padres y dijo:

-Papá, ya es el momento.

-Aquí estoy, hijo mío. ¿-Qué necesitas?

-Querido papá. Este es el instante. Tome usted mi libro del Joven Cristiano y léame las letanías de la buena muerte.:

A estas palabras su madre rompió a llorar y se alejó del aposento. Se le partía al padre el corazón de dolor, y las lágrimas le ahogaban la voz. Con todo, cobró ánimos y empezó a leer las preces. Domingo repetía con voz clara y distinta todas y cada una de las palabras; pero, al final de cada invocación, intentaba decir por su cuenta: «Jesús misericordioso, tened piedad de mí!»

Cuando llegó a aquellas palabras: «Finalmente, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por vez primera el esplendor de vuestra majestad, no la arrojéis, Señor, de vuestra presencia; dignaos acogerla en el seno amoroso de vuestra misericordia, para que eternamente cante vuestras alabanzas... », añadió:

-Pues bien, cabalmente es esto lo que yo, deseo, papá: cantar eternamente las alabanzas del Señor.

Pareció después conciliar de nuevo el sueño o ensimismarse en la meditación de algo importante. A poco despertó y con voz clara y alegre dijo:

-Adiós, papá, adiós; el señor cura quiso decirme algo más y no lo recuerdo... Oh! Pero... ¡Qué cosa tan hermosa veo!

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Diciendo esto y sonriendo con celestial semblante, expiró con las manos cruzadas sobre el pecho, sin hacer el más pequeño movimiento.

CAPITULO XXVI

Comunicación de su muerte. Palabras del profesor don Picco a sus alumnos

Cuando el padre de Domingo le oyó proferir estas palabras en la forma que dejamos dicha y le vio doblar después la cabeza como para descansar, creyó que de nuevo se hubiese dormido. Le dejó, pues, por algunos instantes en aquella posición; pero, al llamarle, se dio cuenta de que había expirado.

Ya puede cada uno imaginar la desolación de sus padres por la pérdida de un hijo que unía, a la inocencia y a la piedad, las más bellas cualidades para hacerse amar.

También nosotros aquí, en la casa del Oratorio, estábamos pendientes de las noticias de tan venerado amigo y compañero. Por fin recibí una carta de su padre que empezaba así: «Con lágrimas en los ojos le comunico la más dolorosa noticia: mi querido hijo Domingo, discípulo suyo, cual, cándido lirio y cual otro San Luis Gonzaga, entregó su alma al Señor ayer tarde, 9 del corriente mes de marzo, después de haber recibido del modo más consolador los santos sacramentos y la bendición papal.».

CAPITULO XXVII

Imitación de sus virtudes. Muchos se encomiendan a su intercesión y son escuchados. Conclusión

Se cuenta de muchas gracias alcanzadas por las plegarias del joven Savio cuando aún estaba aquí abajo; mas la veneración y confianza en él creció extraordinariamente cuando hubo muerto.

Cada día llegaban noticias de gracias, tanto corporales como espirituales, Sé de un joven que padecía fuertes dolores de muelas, hasta quedar casi fuera de sí, que, al encomendarse a su compañero Domingo Savio, mediante una breve oración, se sintió mejorado al instante y hasta ahora no se ha visto afectado de tan insoportable dolor.

Muchos son los que, al encomendarse a él para que los librara de calenturas, fueron escuchados. Yo mismo fui testigo de uno que instantáneamente obtuvo la gracia de verse libre de una fiebre muy alta.

Conservo no pocas relaciones de gracias obtenidas por intercesión de Savio, pero, si bien el carácter y autoridad de las personas que testifican estos hechos son por cualquier concepto dignas de fe, sin embargo, por vivir aún, estimo mejor omitirlas por ahora y me he de contentar con referir aquí una gracia extraordinaria obtenida por un estudiante de filosofía, compañero de clase de Domingo.

En el año 1858 se sentía este joven muy quebrantado de salud, hasta el punto de que hubo de interrumpir el curso de filosofía sujetándose a muchas curas sin poder al final rendir examen. Estaba muy deseoso de examinarse por Todos los Santos, pues evitaba de este modo la pérdida de un año. Pero, al aumentar sus molestias, iba día a día perdiendo la esperanza. Fue a pasar el otoño, parte con sus padres, en el pueblo, y parte con unos

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amigos, en el campo. Y hasta llegó a creer que había mejorado de salud; mas cuando regresó a Turín, apenas volvió a -estudiar recayó, quedando peor que antes:

«Ya se aproximaban los exámenes y se hallaba mi salud en deplorable estado. Los dolores de estómago y de cabeza me quitaban toda esperanza de poder rendir el deseado examen, que para mí era de la mayor importancia, Animado por lo que oí a contar de mi compañero Domingo, quise encomendarme también a él, haciendo una novena en su honor. Entre las oraciones que me había propuesto rezar, una era ésta: Querido compañero, que por gran dicha y consuelo mío fuiste mi condiscípulo durante un año entero; tú, que conmigo ibas santamente a porfía en ser el primero de la clase, bien sabes la necesidad que tengo de rendir este examen. Te ruego, pues, que me alcances del Señor la salud necesaria para que me pueda preparar.

»No había aún transcurrido el quinto día de la novena, cuando mi salud comenzó a mejorar tan notable y rápidamente, que pude en seguida empezar a estudiar y aprendí con extraordinaria facilidad las materias prescritas y presentarme a examen. Y este favor no se redujo a aquellas circunstancias solamente, pues que al presente gozo de buena salud, cosa que no me ocurría desde hace más de un año.

»Reconozco que esta gracia la obtuve del Señor por mediación de este compañero mío: amigo mientras vivía en la tierra y protector ahora que goza de la gloria del cielo. Hace ya más de dos meses que obtuve la gracia, y mi salud sigue siendo buena con gran consuelo y provecho mío».

Con este testimonio doy fin a la vida de Domingo Savio, dejando para otra ocasión, si es el caso, imprimir otros en forma de apéndice en el modo que parezca de mayor gloria de Dios y provecho de las almas.

Miguel Magone(1845-1859) Vivió 13 años 4 meses de los cuales 14 meses lo pasó en el Oratorio de Don Bosco.

Un encuentro realmente interesante

Regresaba yo una tarde de otoño y, para tomar el tren que tenía que conducirme a Turín tuve que esperar más de una hora en la estación de Carmagnola. Eran las siete. Estaba nublado. Contribuía todo de tal manera a aumentar la oscuridad, que a un paso de distancia no se podía distinguir a un ser viviente. Sólo un grupo de muchachos llamaba poderosamente la atención: jugaban, gritaban, atronaban los oídos de los pasajeros que estábamos allí. Los gritos: ¡espera!, ¡agárralo!, ¡huye!, ¡persigue a aquél!, ¡coge a ése! llegaban hasta nosotros perfectísimamente.Pero entre toda la gritería percibíase claramente una voz que se imponía a todas las demás. Era como la voz de un capitán, que todos repetían y todos obedecían tajantemente.Me entró enseguida enorme curiosidad por conocer a quien con tanto ardor y tanta pericia era capaz de dirigir el juego en medio de tan gran alboroto. Viendo que, en un momento dado, se habían reunido todos alrededor del que les hacía de jefe, aproveché la ocasión por los pelos y de un salto me coloqué en medio de ellos.

Todos huyeron espantados; todos menos él, que se quedó firme, dándome la cara. Avanza hacia mí, pone los brazos en jarras y me dice con aire de mandamás:— ¿Quién es usted para atreverse a mezclarse en nuestros juegos?— Soy un amigo tuyo.

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— ¿Y qué es lo que pretende de nosotros?— Pues, si no os sabe mal, que me dejéis jugar y divertirme contigo y con tus amigos.— Pero ¿quién es usted? No tengo el gusto de conocerlo.— Ya te lo he dicho: un amigo tuyo, que deseo entretenerme con vosotros. ¿Y tú quién eres? — ¿Quién soy yo? Soy—añadió con voz sonora y firme— Miguel Magone, el general del juego.Entre tanto, los otros mozalbetes, que de pánico habían salido de estampida, fueron volviendo uno tras otro y colocándose a nuestro alrededor. Después de dirigir la palabra brevemente a cada uno de ellos, me volví de nuevo a Magone y continué:— Querido Magone, ¿Cuántos años tienes?— Trece.— ¿Vas a confesarte alguna vez?— Pues sí—respondió, riendo.— ¿Has hecho ya la primera comunión?— Sí que la hice.— ¿Aprendes algún oficio?— El de no hacer nada.— Pero, con todo, alguna cosa estarás haciendo.— Ir a la escuela.— ¿A qué clase vas?— A la tercera elemental.— ¿Vive tu padre?— No; murió.— ¿Y tu madre?— Sí, mi madre sí que vive. Trabaja para otros y hace lo imposible por darnos de comer a mí y a mis hermanos. Pero nosotros la traemos por la calle de la amargura.— ¿Y qué piensas hacer más adelante?— Algo tendré que hacer, pero aún no me ha pasado nada por la cabeza.La franqueza con que se expresaba y el buen juicio que demostraba en sus palabras me hicieron ver el gran peligro que corría aquel muchacho si continuaba abandonado de aquel modo. Por otra parte, me daba cuenta de que si aquel brío y aquel carácter emprendedor eran sometidos a una buena educación, podían dar mucho de sí. En consecuencia, reemprendí el diálogo:— Querido Magone, ¿no serías capaz de dejar esta vida de vago y ponerte a aprender un arte o un oficio, e incluso hacer estudios?— ¡Claro que lo sería!—respondió conmovido—; esta condenada vida que llevo no me hace ninguna gracia. Algunos compañeros míos ya están en la cárcel, y me temo que lo mismo me va a pasar a mí; pero ¿qué quiere usted que haga?: mi padre murió, mi madre no tiene cuartos, ¿quién será el que me ayude?— Mira, esta misma noche dirígele una fervorosa oración a nuestro Padre que está en los cielos. Hazlo de corazón y espera. El pensará en mí, en ti y en todos.En aquel momento la campana de la estación dio su último toque, y yo hube de marchar sin falta.— Toma — le dije —, toma esta medalla y mañana preséntate al vicario de la parroquia, don Ariccio. Dile que el cura que te la regaló desea informes sobre tu conducta.Tomó con respeto la medalla y volvió a preguntar:— Pero ¿cómo se llama usted? ¿De dónde viene? ¿Le conoce a usted el señor vicario?Estas y otras preguntas que el pobre Magone seguía haciendo las dejé sin contestar. El tren partía y tuve que subir al coche que me devolvía a Turín.Su vida anterior y su llegada al Oratorio de San Francisco de SalesEl hecho mismo de no conocer en absoluto al cura que le había dirigido la palabra suscitó en Magone unas ganas locas de saber quién era.

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Así que, no teniendo paciencia para aguardar hasta el día siguiente, marchó inmediatamente a ver al Padre Ariccio, y le contó enardecido todo lo que le había pasado. El vicario se hizo cargo a la primera del asunto, y un día después, por carta, me hacía la crónica con sus pelos y señales de la vida y heroicidades de nuestro general.«El joven Magone — escribía — es un pobre chico, huérfano de padre. La madre, por tener que dedicarse a ganar el pan de la familia, no puede cuidar de él, y el resultado es que se pasa todo el santo día por calles y plazas entre muchachos. Posee una inteligencia nada común, pero por enredón y distraído le han tenido que expulsar varias veces de clase. Con todo, la tercera elemental la ha aprobado bastante bien.

»En cuanto a moral, yo creo que se trata de un chico de buen corazón, y que sus costumbres son sencillas; pero es duro de domar. En la escuela y en el catecismo se convierte en el alborotador universal. Cuando él no está, todo es paz y tranquilidad; cuando él se marcha, nos hace a todos el gran favor.

»Su edad, su pobreza, sus buenas cualidades y, particularmente, su ingenio, le hacen digno de caritativa atención. Nació el 19 de septiembre de 1845.

Con estos informes por delante, me determiné a recibirle entre los chicos de esta casa a fin de que pudiese estudiar o aprender un oficio. En cuanto recibió la carta de aceptación, le entró a nuestro candidato una impaciencia terrible por venir a Turín. Se imaginaba, por lo visto, que iba a encontrarse aquí las delicias del paraíso terrenal y que todos los tesoros de esta capital iban a ser suyos.

Apenas si habían pasado unos días y me lo veo aparecer— Bueno, aquí me tiene—dice, corriendo hacia mí—. Soy el Magone aquel con quien usted se topó en la estación de Carmagnola.— Ya lo sabía. Y qué, ¿traes buenas intenciones?— Creo que sí; por lo menos no me falta buena voluntad.— Hombre, si vienes de verdad en buen plan, te agradeceré muchísimo que no me pongas en revolución toda la casa.— Puede usted estar tranquilo; no pienso darle el menor disgusto. En el pasado, mi vida no ha sido lo que se dice ejemplar; mas en el futuro va a ser otra cosa. Dos compañeros míos ya están en la cárcel, y yo...— No te desanimes y dime si prefieres hacer estudios o aprender un oficio.— Haré lo que usted diga, pero, puestos a elegir, prefiero estudiar.— Pues en el caso de que te ponga a estudiar, ¿qué harías al terminar?— Si un pillo como yo... —e inclinó la cabeza y se puso a reír.— Bueno, termina la frase. Si un pillo como tú..., ¿qué?— Si un pillo como yo cambiase tanto que pudiese llegar a ser cura, de muy buena gana me haría.— Ya veremos qué es lo que puede salir de un trasto como tú. De momento, pues, te pondré a estudiar. Y en cuanto a eso de ser cura u otra cosa, dependerá de ti, de tu provecho en los estudios y de tu comportamiento, y de si das o no señales de ser llamado al estado eclesiástico.— Si es cuestión de voluntad, le aseguro que no estará descontento de mí.Como primera medida, se le asignó un compañero que le hiciera de ángel custodio. Es

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costumbre en esta casa, cuando entra algún joven de moralidad sospechosa o no bien conocida, confiarlo a los cuidados de un alumno antiguo y seguro. Este lo vigila e incluso lo corrige si se hace necesario. La tutela dura mientras el nuevo no está en condiciones de reunirse con los demás compañeros sin peligro alguno. Sin darse cuenta Magone, de la manera más natural y caritativa, aquel compañero no le perdía nunca de vista, estaba a su lado en la clase, en el estudio, en el recreo; bromeaba con él, jugaba con él. Pero a cada momento le tenía que estar diciendo:— ¡Bah, Magone, déjate de esas conversaciones! ¡No digas esas palabrotas! ¡No sueltes cada dos por tres el nombre de Dios!

El, aunque frecuentemente se le subía la sangre a la cabeza, acababa por decir:— ¡Tienes razón! Has hecho bien en avisarme; eres un buen chico. Si te hubiera conocido antes no hubiese contraído esa pésima costumbre que ahora me cuesta tanto vencer.Durante los primeros días, para él no existía otra cosa en el mundo que el juego. Cantar, gritar, correr, saltar, alborotar era lo único que satisfacía su índole fogosa y viva. Y cuando su compañero le decía: «Magone, que han tocado al estudio, a la clase, a la iglesia», o cosas parecidas, el pobre chico dirigía una última mirada resignada a las pelotas y a los campos de juego y, sin mayor resistencia, iba a donde el deber lo llamaba.

Era, en cambio, todo un espectáculo contemplarlo cuando la campana ponía fin a una ocupación a la que seguía recreo ¡Ni que saliera de la boca de un cañón! En un santiamén estaba todos los rincones del patio. Los juegos que suponían destreza corporal le encantaban. Le apasionaba sobre todo juego que nosotros llamamos barra rota, y llegó en él a hacerse el amo.

De esta suerte encontró que, mezclando los deberes escolares con recreos, la nueva vida que acababa de estrenar no estaba mal del todo.Dificultades y reforma moral

Llevaba cosa de un mes nuestro Miguel en el Oratorio y todo le servía para pasarlo bien. Con tal de tener un campo en que saltar a su gusto, ya era feliz. Y no reflexionaba en que la verdadera alegría procede del corazón, de una conciencia en paz.

Cuando he aquí que, sin más, comenzó a perder aquel su ilusión por el deporte. Se le notaba un tanto pensativo, si jugaba era porque le invitaban. El compañero que le hacia de ángel custodio se dio cuenta del cambio, y aprovechó primera ocasión:

— Oye, Magone—le dijo—, veo de unos días a esta par que no estás tan alegre como otras veces. ¿Te encuentras enfermo?— De ninguna manera. Me siento estupendamente.— Entonces, ¿de dónde te viene esta tristeza?— De ver cómo mis compañeros toman parte en las prácticas de piedad. El verlos rezar y acercarse alegres a la confesión y comunión me produce continua tristeza.— ¡Pues, chico, yo no comprendo cómo la devoción de los otros tenga que producirte tristeza a ti!— Y, sin embargo, la razón es bien sencilla. Resulta que mis compañeros, que ya son buenos, al practicar la religión hacen mejores todavía; mientras que yo, por ser un mal bicho, no puedo tomar parte; el resultado es que todo esto me produce gran remordimiento e inquietud.— ¡Pues sí...! Razonas como un verdadero crío. Si lo que te fastidia es la felicidad de tus compañeros, ¿quién te impide seguir su ejemplo? …Su natural fogoso, su imaginación ardiente y un corazón extremadamente afectuoso le inclinaban a ser ligero y hasta a primera vista disipado. Pero llegado el momento, sabia como contenerse y ser

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dueño de si mismo.

Al principio su conducta fue regularcilla; después buena y enseguida casi optima. No habían transcurrido tres meses y ya era óptima; y lo seguiría siendo por todo el tiempo que vivió entre nosotros.Se sentía verdaderamente feliz cuando podía explicar una dificultad a cualquiera, servirle el agua, hacerle la cama, serle útil en algo. Si bien es cierto que durante los primeros meses en el Oratorio hubo de ser corregido por sus arranques de genio, también lo es que a fuerza de voluntad, llegó a vencerse hasta convertirse en pacificador de sus propios compañeros.

- ¡Un poco de cabeza, señores! – Decía – Tenemos que obrar por la razón no a lo bruto.- Si en cuanto Dios se sintiese ofendido echase mano de la fuerza, ¿Dónde estaríamos muchos de nosotros?Muchas veces me estrechaba afectuosamente la mano y mirándome con los ojos bañados en lágrimas, me decía:- No sé como expresarle mi agradecimiento por el gran favor que me hizo aceptándome en el Oratorio. Trataré de pagárselo con mi conducta ejemplar y rogándole a Dios que le bendiga a usted y todas sus empresas. Me duele no contar con medios para demostrar mi gratitud como quisiera; pero, eso sí, me doy perfecta cuenta de todo el bien que se me hace. No soy de los que olvidan a sus bienhechores.Su muerte

El miércoles 19 de enero enfermo de lombrices (lo cual era frecuente en el) El viernes ya no se le permitió levantarse pues había empeorado. Hacia las dos de la tarde además de dificultad respiratoria presentaba tos y presentaba sangre en la expectoración. Se trataba de un derrame en el estomago. Se hecho mano de todo en un esfuerzo por detener la sangre, que peligrosamente, le dificultaba la respiración. Todo fue inútil. Aquella afortunada alma abandonaba este mundo para volar al cielo, a las once de la noche del 21 de enero de 1859. Apenas si tenía catorce años.

En la vida de Miguel Magone encontramos un jovencito que abandonado y sin guía, corría riesgo de emprender el camino del vicio; pero que, enseguida que oyó el amoroso llamamiento del Señor, correspondió tan generosamente a la gracia divina que dejo maravillados a todos cuantos lo conocieron. Queda claro una vez más cuán prodigiosos son los efectos de la Gracia de Dios en quien se esfuerza por corresponder.

EN LA HUELLA DEL EVANGELIO. VIDA DE CEFERINO NAMUNCURÁ

Padre Ricardo Noceti. sdb

INTRODUCCIÓN Quienes practican el noble arte (y el arduo trabajo) de la agricultura, saben que las plantas necesitan del concurso de varios elementos: tierra, agua, abonos, aire, sol y el esfuerzo del hombre. También los seres humanos, para poder crecer y desarrollarnos, necesitamos de un ambiente, de una historia, de una familia, de la convivencia humana. Y, sin duda, de nuestro esfuerzo personal para aprovechar todas las potencialidades que hemos recibido. Además, como creyentes, sabemos que nuestra vida está en manos de Dios y que, a través de su Gracia; El nos llama a realizar nuestra misión en el mundo y nos concede la fuerza

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interior que precisamos para concretarla. Ceferino Namuncurá, como integrante de los pueblos originarios de la región, no puede entenderse sin su tierra (la Patagonia), sin su etnia (el pueblo mapuche: “gente de la tierra”), sin su familia (los Namuncurá) y sin el aporte de la cultura blanca y el Evangelio de Jesús, que dieron su sello definitivo a su rica personalidad.

TIERRA SOÑADA Casi siempre las grandes obras comienzan con grandes sueños. Este fue el caso también de la evangelización de la Patagonia, conocida a través de sueños misteriosos por San Juan Bosco, sacerdote turinés del siglo XIX.

Con lujo de detalles (al punto que pudo hacer reconstruyendo sus sueños una charla al respecto en la Sociedad Geográfica Internacional), se le presentaron las características geológicas de la región, como así también aspectos precisos sobre la situación y la índole de los pueblos autóctonos.

Y en 1848 había exclamado, rodeado de muchos niños y jóvenes del Oratorio de Valdocco, su obra inicial: “Oh, si pudiera disponer de muchos sacerdotes y clérigos, yo los enviaría a evangelizar la Patagonia y la Tierra del Fuego: porque esos pueblos fueron hasta hoy los más abandonados.” Y, en efecto, una vez fundada la Congregación Salesiana, trata de concretar sus sueños y el 14 de diciembre de 1875 desembarca la primera expedición misionera en Buenos Aires.

Quedarán un tiempo en la ciudad capital y en San Nicolás siempre urgidos por Don Bosco para apresurar el ingreso en la Patagonia.

Finalmente, una vez acordado el permiso con el obispo de Buenos Aires, Monseñor Aneiros, pueden entrar en la tierra de los sueños. La circunstancia es por demás desgraciada y ha pesado durante muchos años en la evangelización del indígena: venían con una de las columnas del ejército de Roca.

De todos modos, después su tarea se diferenció netamente de la de los militares y, en algunos casos se contrapuso a ella, cuando los misioneros denunciaron los atropellos del ejército y defendieron valientemente la causa del indígena.

EL PUEBLO MAPUCHE Los pobladores originarios de la Patagonia (al menos a este lado de la cordillera) fueron los tehuelches, indígenas mansos que los españoles conocieron desde sus primeras excursiones y que poblaban el extenso territorio de la costa y la meseta patagónicos. Pero según un lento proceso de penetración que comienza ya en el Siglo XVII, los mapuches (de allende la cordillera) fueron haciendo valer su presencia y dejando su impronta cultural.

Comienzan, poco a poco, imponiendo su lengua y, luego, van ocupando de manera más estable la tierra, en la medida en que varias tribus migran hacia el este y se van radicando

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en la Patagonia argentina.

Los mapuches estaban organizados en clanes o pequeñas agrupaciones (que raramente superan las cuatrocientas personas) y eran gobernados por un lonco o cacique.

Se trata de un pueblo hondamente religioso que adora incondicionalmente a Nguenechén (y que todo lo remite a la divinidad), Dios supremo a cuyo gobierno se encuentran subordinados los nguenechenú (potestades de las aguas celestiales) y los huenein (fuerzas o energías distribuidas en la naturaleza como elementos protectores del hombre).

Entre los espíritus maléficos se destaca sobre todo el Huecuvú, llamado también Hualichu, causante de diversos males que acechan siempre al hombre.

La ceremonia religiosa más importante es el Nguillatún, en la que la comunidad mapuche expresa fuertemente su identidad y su unidad y encomienda familias, ganados y prosperidad a la benevolencia y al poder de Nguenechén.

Ceferino Namuncurá vivió plenamente en esta organización tribal, su padre tuvo el rol de cacique y, como veremos, sucedió a Calfucurá en la coordinación de las huestes guerreras que debían hacer frente a la invasión del blanco, y participó de las creencias de su pueblo durante su infancia, mientras estuvo en Chimpay.  LA ESTIRPE CALFUCURÁ NAMUNCURÁ Sus orígenes se remontan al gran cacique Calfucurá (Piedra Azul), que se instaló en la región de Salinas Grandes (en el límite de las provincias de Buenos Aires y La Pampa), después de haber desalojado a los vorogas chilenos que la ocupaban anteriormente.

Calfucurá era un hombre de gran capacidad de liderazgo y de recia personalidad y trató alternativamente y según sus conveniencias, de tener buenos contactos y relaciones con el Gobierno de Buenos Aires (por ejemplo, hizo alianza con Rosas) y de hacer valer su supremacía en el interior, a través de malones y arreos de ganado. En realidad, defendía su tierra con todos los medios a su alcance.

Logró unir a las distintas agrupaciones indígenas en una gran Confederación, que llegó a disponer de más de tres mil lanzas.

Pero a su muerte (acaecida el 3 de junio de 1873), y sobre todo después de la derrota de San Carlos, ya se había iniciado la decadencia.

Don Manuel Namuncurá (“garrón de piedra”) es el encargado de sucederlo. Es un hombre inteligente y perspicaz, que trata de seguir piloteando la situación y defendiendo los derechos e intereses de su gente.

Durante más de cinco años, Namuncurá logrará con mucho esfuerzo mantener el dominio de un vasto territorio, a pesar de que ya no cuenta con el poderío militar de su padre.

ROCA Y LA CONQUISTA

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El General Roca, como otros gobernantes de la época, no entiende el problema indígena. Ven al aborigen bajo el prisma del “bárbaro, salvaje, incivilizado”.

Creen que es imposible cualquier trato o acuerdo con el indígena y carecen de una auténtica política de integración.

Por el contrario, consideran a los pueblos autóctonos de la Patagonia como una amenaza constante para la paz y un impedimento para anexar e integrar muchas leguas de territorio situadas al sur de Azul y en toda la Patagonia.

Roca planea entonces y ejecuta una gran invasión, encabezada por cinco columnas que penetrarán por corredores vitales del territorio dominado por los mapuches. Namuncurá, ante la imposibilidad de poder acordar pacíficamente algún “arreglo” con el Gobierno de Buenos Aires que privilegia la “solución militar”, decide resistir como puede. Sin embargo, la disparidad de fuerzas y de pertrechos militares, es evidente. La supremacía del ejército de Roca se va imponiendo rápidamente y todas las columnas avanzan rápido, casi sin encontrar obstáculos.

En seis meses, prácticamente, desaparece el poder de Namuncurá y van cayendo miles de mapuches, muertos o prisioneros (se calculan alrededor de catorce mil). Otros se van rindiendo con sus respectivos caciques.

De todos modos, Namuncurá no cede. Huye y trata de reorganizar como puede la resistencia. Se refugia en la cordillera, aunque con medios precarios y muy poca gente. En mayo de 1882, ante una incursión del Mayor Daza, apenas logra escapar con un reducido grupo de acompañantes, pero su familia cae en manos de los militares.

LA RENDICIÓN Llegado a este punto, Namuncurá se da cuenta que ya es imposible seguir resistiendo. Sería un inútil derramamiento de sangre. Advierte que ha llegado la hora de la convivencia pacífica con el blanco o la lucha por otros medios. Su visión de la realidad le dice que comienza una nueva etapa y que ya no tiene sentido dar coces contra el aguijón.

Envía entonces una embajada al Gral. Villegas a presentar su rendición. Como éste en un primer momento no los quiere recibir, los indígenas recurren al P. Milanesio para que interceda y oficie de mediador, asegurando condiciones mínimas para una rendición honrosa (ante todo, preservar la vida de los embajadores).

El 5 de mayo de 1884 Namuncurá llega a General Roca, donde se procede a su rendición oficial y recibe el grado de Coronel de la nación.

Desde allí será enviado con su gente a Chimpay, en las cercanías del Fortín del mismo nombre.

CHIMPAY: LA CUNA Chimpay es una región situada en el Valle Medio de Río Negro, en la cual abundaron los asentamientos indígenas, aún mucho antes de la “Conquista del desierto”. Tierra de paso,

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en la que abundaba la caza y la pesca, fue siempre considerada vital en el corredor que comunicaba las altas cordilleras con la llanura pampeana.

En lengua mapuche significa , según algunos, “vado” o “paso”, según otros, “meandro” o recodo y, finalmente, otros lo relacionan con la raíz que indica “lugar donde se aloja”.

Sea como sea, esta es la tierra donde arraigaron por varios años Namuncurá y su gente, hasta que tuvieron que emprender camino hacia la precordillera neuquina.

Ceferino nace el 26 de agosto de 1886. Su madre es Rosario Burgos, según algunos, una cautiva chilena. En realidad, las fotografías que se conservan de la madre de Ceferino, la muestran con rasgos claramente mapuches. Sabemos que hablaba corrientemente la lengua y que, cuando es abandonada como esposa, busca refugio siempre al amparo de agrupaciones mapuches y nunca intenta integrarse a la convivencia con los huincas.

Ceferino crece en un ambiente típicamente mapu-che. En la Navidad de 1888 es bautizado por el Padre Domingo Milanesio y su acta de Bautismo se encuentra en la Parroquia de Patagones, a cuya jurisdicción pertenecía todo Río Negro.

En realidad, los misioneros pasan raramente por Chimpay, de modo que podemos presumir que Ceferino se nutre de la religión mapuche, durante sus primeros años. Sabemos que se manifiesta como un hijo cariñoso y fiel, capaz de ayudar a sus padres desde muy pequeño (acarrea leña desde el amanecer para ahorrar ese trabajo a su madre).

A los tres años cae accidentalmente en el río y es arrastrado violentamente por la corriente; progresivamente es devuelto a tierra cuando sus padres desesperaban de volverlo a ver. Este hecho fue considerado siempre por los suyos como milagroso y así transmitido por ellos.

LA DECISIÓN La tribu vive momentos difíciles en Chimpay. Por una parte, Namuncurá administra y distribuye rigurosamente su sueldo de Coronel entre su gente. Alcanzan malamente a comer y no hay datos de que murieran de hambre o pestes como otras agrupaciones, pero no escapan a la miseria. Los indígenas carecen de la agricultura, no tienen ya ganados, el territorio asignado es extremadamente pequeño (apenas tres leguas), de modo que no hay mayores posibilidades de desarrollo.

Namuncurá solicita diez leguas de hábitat al Senado de la Nación. El Senado concederá finalmente ocho leguas, con una cláusula tramposa, por la cual se define que se podrán otorgar también tierras situadas en otro lugar conveniente (será la excusa para trasladar a la tribu).

Entre tanto, Ceferino, se da cuenta de la situación de “postración” y decadencia que vive su gente. Advierte que -de continuar las cosas así- se acerca el momento de la disolución y desaparición de su pueblo. Y entonces habla con su padre. Con una intuición sorprendente para un chico de once años, le dice a Namuncurá: “Padre, las cosas no pueden seguir así. Quiero estudiar para ser útil a mi gente”.

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Aunque no ha tenido demasiado contacto con el blanco (tal vez en la Pulpería de los Matteuzi u ocasionalmente con algunos soldados del Fuerte), Ceferino se da cuenta que hay que iniciar una nueva etapa, abrirse al diálogo con la cultura blanca, integrar nuevos elementos a su identidad mapuche.

Y parte con su padre y una pequeña comitiva. Sale de su tierra, como Abraham, con un gran dolor en el corazón. Pero también con la esperanza de nuevos horizontes. Va con él su padre, Don Manuel y algún primo que también mandan a estudiar. Van de a caballo hasta Choele Choel. Desde allí, seguirán con la Galera de Mora, hasta Río Colorado. Y allí tomarán el tren, rumbo a Buenos Aires. Con muchos interrogantes y con una ilusión prendida en el corazón.

CEFERINO EN BUENOS AIRES Don Manuel Namuncurá, después de asesorarse, decide colocar a Ceferino en una Escuela-Taller de la Marina en El Tigre, donde ingresa como aprendiz de carpintería.

Sin embargo, cuando vuelve después de unos días a visitarlo, Ceferino le expresa que no se siente bien en ese ambiente y que, por favor, lo retire. Namuncurá accede a los deseos de su hijo y decide aconsejarse con el Dr. Luis Sáenz Peña. Este le habla de la acción educativa de los salesianos y el Cacique se dirige, entonces, al Colegio Pío IX de Almagro. Allí Ceferino es aceptado e ingresa el 20 de septiembre de 1897.

Cuando Don Manuel lo visita algunos días después, Ceferino le demuestra que se siente plenamente feliz y que desea quedarse a estudiar en esa escuela.

Y desde el primer momento, en efecto, Ceferino se pone todas las pilas para aprovechar al máximo lo que en ese ambiente se le ofrece.

Ante todo, estudia intensamente y con tenacidad el castellano. Trata de irse poniendo al día en las materias propias de su curso. Participa también de otros aspectos de la vida del colegio. Integra el coro con, entre otros, quien sería conocido y reconocido años más tarde como Carlos Gardel, gran intérprete de la música ciudadana. Es miembro activo de la Compañía del Angel Custodio (luego pasará a otras agrupaciones juveniles). Y también en el patio, nunca deja de tomar parte en el juego, junto a sus compañeros.

Es decir, trata de adaptarse a todas las exigencias de su nueva vida. Aunque inmediatamente se gana el respeto y el aprecio de la gran mayoría de sus compañeros, deberá afrontar también el desdén y la burla por su condición de indígena.

Pero él no se deja amedrentar ni cede al resentimiento. Aprende a convivir con todos y se hace cargo de las dificultades por las que tiene y tendrá que atravesar.

En una ocasión le ocurrió un incidente que demuestra, de algún modo, más allá de lo que podría ser una pelea de niños, el temperamento de Ceferino y cómo debía seguir trabajando sobre sus impulsos. Testimonia un excompañero: José Allieno: “Un día nos hallábamos jungando al juego de la bandera con Ceferino. Se suscitó un incidente entre Ceferino y yo:

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él me había tocado y yo debía pararme al punto, pero la partida era muy reñida y quise trampear para ganar: insistí en que no me había tocado. Ceferino protesta. Yo me acaloro y lo llamo tramposo. El me trató de mal hablado y nos fuimos a las manos. En ese momento interviene un Padre y nos separó.”

SIGUE SIENDO MAPUCHE Por otra parte, Ceferino, aún ejerciendo toda su capacidad de adaptación a la nueva realidad, nunca olvida su ser mapuche.

Ante todo, sigue escribiendo y manteniendo contacto con su padre, su madre y otros miembros de su tribu. 

No se avergüenza de su condición indígena manejando arco y flecha, como quien sabe lo que hace, cuando el P. Beauvoir trae esas armas desde Tierra del Fuego. Manifiesta sus condiciones de jinete cuando monta el petiso del lechero para dar unas vueltas por las calles de Buenos Aires, recordando los buenos tiempos de Chimpay.

Además, cuando tiene la oportunidad de hablar en su lengua con algún misionero, nunca desaprovecha la ocasión.

Especialmente durante las vacaciones que pasaba en Uribelarrea, aprovechaba para hacer largas cabalgatas y ocuparse de todo lo que tenía que ver con la tierra y el campo. Cuenta uno de sus compañeros: “Como yo era el encargado de llevar todas las mañanas la leche del Colegio San Miguel a las Hermanas de María Auxiliadora me pidió el P. Gherra que, ya que iba solo en la jardinera, que llevara al niño Ceferino como compañero, pues le serviría de distracción y paseo.

Yo, encantado de tener un compañero de viaje; en pocas horas nos hicimos amigos. En el trayecto quería siempre él manejar el caballo. Yo siempre lo complacía. El me narraba muchas cosas de la Patagonia. Para mí eran todas novedades pero, como no me interesaban, prestaba poca atención.

Tanto, que una vez lo interrumpí con una pregunta que no venía al caso. Y él me dijo: “¿Cómo? ¿No le interesan a Ud. mis explicaciones? Si Ud. conociera la Patagonia, vería qué linda es.” Ceferino, a pesar de la lejanía de su tierra, a pesar de su aceptación de la cultura blanca, no deja de permanecer fiel a su cultura, a la Patagonia, a su raza mapuche.

SU MADURACIÓN CRISTIANA Desde su ingreso en el Colegio Pío IX, Ceferino demuestra un interés poco común (por no decir excepecional) por el Evangelio de Jesús que comienza a conocer poco a poco. En realidad, más que de interés, se trata de verdadero entusiasmo. Ante todo, se prepara con gran dedicación a la primera comunión y a la confirmación, hechos que lo marcan profundamente. A partir de ese momento, comienza a vivir muy intensamente la Eucaristía diaria como el encuentro más profundo y pleno con Jesús. Igualmente, se toma muy en serio la costumbre salesiana de la visita a Jesús Sacramentado. Se va forjando en él una amistad fuerte y sencilla con el Señor.

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Tiene la conciencia viva de su presencia y la busca todos los días. Sin llamar la atención, sobriamente, pero con gran fidelidad.

Se toma muy en serio el Catecismo y participa también en los Certámenes catequísticos que se realizan en aquellos tiempos. En una ocasión llega a obtener el segundo lugar en uno de estos exigentes concursos.

Pero también Ceferino se siente llamado a comunicar a sus compañeros lo que él mismo va aprendiendo. Por eso, se ofrece como auxiliar catequista en un pequeño grupo de chicos que realiza su catecismo en el Oratorio del Colegio San Francisco de Sales.

Pero su apostolado es más amplio. Cuando está entre sus compañeros trata de vivir lo que va asimilando y de acercarlos a Jesús. Lo hace de manera casi espontánea. Siente que el Evangelio está para ser vivido y comunicado.

Por eso, va despertando en su corazón el deseo de servir la causa del Reino entregándose totalmente a ella. Por eso, le abre su conciencia al P. José Vespignani en la Dirección Espiritual y, con su ayuda, va haciendo el camino del discernimiento para reconocer qué es lo que Dios le está pidiendo.

Trata de superar sus defectos y de orientar todas sus energías en la vivencia del Evangelio. Por eso, una de las grandes alegrías que tuvo el adolescente mapuche fue la gran misión que Monseñor Cagliero realizó en la tribu Namuncurá, en San Ignacio. En esa misión, Cagliero preparó personalmente al cacique quien, el 25 de marzo de 1901 realizó su primera comunión y luego su confirmación.

El mismo Cagliero después le transmitió personalmente los hermosos resultados de la misión. Y Ceferino dirá públicamente luego en un acto de homenaje al primado: “Yo también me haré salesiano y un día iré con Monseñor Cagliero a enseñar a mis hermanos el camino del cielo, como me lo enseñaron a mí”.

EL CAMINO DE LA CRUZ Pero junto a estas alegrías, Ceferino irá conociendo también el camino de la Cruz. La primera experiencia fuerte de dolor fue la autoexclusión de su madre de la tribu. En efecto, Namuncurá gozaba del privilegio mapuche, de poder convivir con varias mujeres. Cuando decide hacerse cristiano, aprende que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Cuando se casa por la Iglesia (al pasar por Roca el 12 de febrero de 1900), rumbo a las nuevas tierras, la elegida es Ignacia Rañil. La madre de Ceferino, por tanto, liberada de su compromiso, se casó con Francisco Coliqueo, de la tribu Yanquetruz. A la muerte de su esposo, fue aceptada por los Namuncurá. Vivió y murió en la casa de su hijo Aníbal, en San Ignacio, provincia de Neuquén. Para Ceferino esto representó una Cruz realmente pesada. El se encontraba profundamente ligado a su madre. Trató por todos los medios de localizarla y luego le escribió, haciéndole sentir su afecto y su solidaridad.

Parece que hacia fines de 1901 le aparecen los primeros síntomas de la enfermedad. A mediados de 1902, los superiores deciden enviarlo a Uribelarrea, para ver si los aires del

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campo lo ayudan a recuperarse.

Durante ese tiempo, Ceferino vive intensamente unido al Misterio del Cuerpo Entregado y la Sangre Derramada en la Eucaristía. Presta el servicio de sacristán con una gran entrega y también, muchas veces, ayuda como asistente o preceptor de los chicos de la Escuela Agrícola.

A este respecto el Padre Heduvan nos ha dejado un interesante testimonio: “Este joven mostró siempre, durante esos pocos meses del año 1902, un caudal grande de piedad siendo, además, por el buen temperamento que lo caracterizaba, muy apreciado por los pequeños agricultores, a los cuales asistía y cuidaba cuando el asistente no podía, por alguna razón, estar con ellos. Y no recuerdo que alguno se le hubiera insubordinado o faltado el respeto al pequeño asistente”.

Pero como la enfermedad sigue su curso, los superiores juzgan oportuno enviarlo a Viedma, confiando en que el clima patagónico podría facilitar su recuperación.

CEFERINO EN VIEDMA Aproximadamente a mediados de enero de 1903 Ceferino viaja a Viedma. Esta era la avanzada de la evangelización de la Patagonia.

En aquellos años reinaba en el Colegio San Francisco de Sales de esa ciudad un maravilloso clima de confianza, fervor espiritual y afecto recíproco entre todos los miembros de esa laboriosa colmena. Se vivía y respiraba un auténtico espíritu de familia que hizo que Ceferino se encontrara muy pronto a sus anchas. Augusto Valle, un compañero de aquella época, narra lo siguiente: “éramos pocos compañeros y nos queríamos como hermanos. No he vuelto en mi vida a disfrutar de una amistad tan sincera como la de los años pasados en el Colegio San Francisco de Sales...Allí los alumnos de sexto grado compartíamos con los Superiores y los hermanos coadjutores de los mismos juegos diarios, broma tras broma en los mismos, con sencillez e ingenuidad en unos, aunque inocente picardía en otros, que a veces seguía fuera de los recreos. Esto daba al Colegio un ambiente familiar que sólo Don Bosco, Monseñor Cagliero y el P. Vacchina podían formar”.

Había además un pequeño grupo de aspirantes que recibió con mucha alegría a Ceferino, cuando se enteraron que éste deseaba, también, ser sacerdote salesiano.

En este ambiente, Ceferino siguió viviendo intensamente su entrega al Señor. Continúa tenazmente sus estudios. Es el alma de los recreos, participando siempre con mucha iniciativa e inventiva en los juegos. Realiza juegos de prestidigitación que le valen fama de mago. Organiza distintas competencias, entre las cuales se destacan las famosas carreras de barquitos en el canal. Instruye a sus compañeros sobre la mejor manera de preparar arcos y flechas para poder ejercitarse, luego, en el tiro al blanco.

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También aquí se le confía la exigente responsabilidad del sacristán, que Ceferino cumplirá con gran dedicación y mucho esfuerzo.

Pero la enfermedad sigue implacablemente su curso. El Padre Garrone era quien seguía con gran solicitud la salud de Ceferino. No era médico recibido, pero era ampliamente reconocida su capacidad para diagnosticar y tratar enfermedades. Por eso, los comarcanos le tenían una gran confianza.

También Don Artémides Zatti se preocupaba con gran diligencia por el joven mapuche. Precisamente él, declarando en la Causa de Ceferino, relatará cómo todas las mañanas, según la receta del Padre Garrone, compartían un bife a la plancha, una copita de vino y un pedazo de pan.

Y por la tarde, la segunda medicación: un paseo para tomar aire puro, buscar huevos frescos en la chacra y tomar un buen cóctel de huevo batido. Don Zatti, que en ese momento tenía unos veintidós años y también estaba tuberculoso, recuerda que Ceferino le decía: “Qué buenos son nuestros superiores. Nos aman como si fueran nuestro padre y nuestra madre. Vamos a rezar por ellos el Rosario”.

LA CRUZ DE LA VOCACIÓN Como ya hemos dicho, Ceferino llega como aspirante a Viedma. Sabemos que participa en las reuniones especiales que ellos tienen y que es considerado como tal por sus compañeros.

Sin embargo, parece encontrar muchas dificultades para llevar adelante su proyecto. Ante todo, hay que tener en cuenta que Ceferino no era hijo legítimo y que, en aquellos años, pesaba mucho esta condición para ser admitido al sacerdocio. En segundo lugar, llama la atención que, a pesar de la incesante preocupación de Ceferino por obtener su Acta de Bautismo, no haya podido nunca conseguir la copia deseada y necesaria como documento para un aspirante al sacerdocio.

Pero, sin duda, el factor de mayor peso debió ser el quebrantamiento de la salud de Ceferino, ya que ésta es una la de las principales condiciones de aceptación para la Congregación Salesiana. Pues bien, como habíamos dicho, Ceferino integraba de hecho aquel grupito de aspirantes a la vida salesiana. Y sucedió que, cuando se concluyó el edificio del Colegio María Auxiliadora de Patagones, se resolvió que los aspirantes pasaran a la vecina ciudad maragata, precisamente al lugar que antes habían ocupado las hermanas. Eran dieciocho aspirantes. Pero, en ese momento, se decide que Ceferino quede en Viedma.

Veamos cómo relató el Padre De Salvo, integrante de ese lote de aspirantes, lo que aconteció en la despedida: “Éramos dieciocho aspirantes. Pero tuvimos una tristeza: Ceferino no podía quedarse con nosotros...Su salud, en extremo delicada, requería cuidados especiales...Y Ceferino tuvo que abandonarnos...Nunca olvidaré la escena: terminaba el día 13 de junio; el P.Vacchina, que tampoco podía disimular la emoción con que se separaba de nosotros, con quienes

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compartía la mayor parte del día en Viedma, nos reunió a su alrededor...

Los últimos consejos los dio con palabras entrecortadas. Luego se sobrepuso. Dijo una serie de chistes llenos de su gracia peculiar y nos dio a besar la mano. Pero su ojo experto había advertido que, en un rincón, solo, con la cabeza inclinada, estaba el hijo del desierto, su predilecto Ceferino, triste, conteniendo las lágrimas...

El Padre Vacchina, lo recuerdo muy bien, vaciló...Pero se hizo el fuerte y con voz esforzada le dijo: -Ceferino, ven acá, despídete de tus compañeros...Vamos...hay que ser fuerte...¡caramba! No faltaba más ¿No ves cómo yo no lloro? Y luego, con voz más fuerte, quizá para disimular mejor lo que sentía en esos momentos de separación, dirigiéndose a nosotros nos dijo: -¿Y Ustedes, qué hacen con esa cara de dolorosa? ¡Está lindo eso! Como si fuera el fin del mundo...¡Vamos a ver!

El P. Vacchina, con una excusa, se retiró por breves momentos. Nosotros rodeamos a Ceferino y nos despedimos sin poder contener nuestra emoción y tristeza al verlo alejarse de nosotros por primera vez...”

Llega para Ceferino uno de los momentos culminantes de la Cruz en su camino de creyente. Dios le pedía, tal vez, que renunciara a aquello que El mismo le había puesto en el corazón. Había que estar dispuesto a entregarlo todo, hasta lo más íntimo y lo más querido.

Por otra parte, Ceferino seguirá visitando a los aspirantes y llenándolos de atenciones. Alguno de ellos testimoniará en el proceso: “Apreciábamos su virtuoso proceder en todo su valor. Y sentíamos un verdadero orgullo al merecer sus atenciones y poder comprobar su afecto fraternal y sabernos compañeros suyos...Por eso tuvimos siempre nuestra convicción de que nuestro compañero era un verdadero santo...”

Pero como la enfermedad no cejaba y Ceferino había vuelto a tener vómitos de sangre, Monseñor Cagliero decide apelar al último recurso: llevarlo a Italia para ver si la medicina europea puede hacer algo para salvarle la vida.

EL VIAJE A ITALIA Cuando Ceferino recibió la noticia de su viaje a Italia, sintió por una parte una gran alegría: podría conocer las tierras de Don Bosco, el gran soñador de la Patagonia. Por otra parte, su corazón sentía un dolor muy grande: nuevamente partir; dejar el ambiente hogareño de Viedma, donde todos formaban un solo corazón y una sola alma; abandonar otra vez las amadas tierras patagónicas; alejarse a tanta distancia y quizá definitivamente de su familia y de su tribu.

Pero parte. Cuando llega a Buenos Aires, vive un momento de intensa alegría al reencontrarse con sus compañeros y superiores del Colegio de Almagro. Todos perciben, a simple vista, que su salud se ha deteriorado y, cuando el Padre Vespignani le pregunta directamente por su

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salud, Ceferino contesta: “Regular”, admitiendo que ha tenido varios vómitos de sangre.

Al llegar a Italia, Ceferino va de descubrimiento en descubrimiento. Vive muy intensamente cada momento, no con la frivolidad del turista, sino con la profundidad del creyente. Y se convierte en corresponsal viajero, enviando gran cantidad de cartas y postales a parientes, superiores, misioneros y amigos (lamentablemente varias de estas misivas se han extraviado).

A los pocos días de haber llegado, es llevado a visitar al sucesor de Don Bosco, Don Miguel Rúa. La entrevista lo sacude interiormente y lo llena de emoción. A partir de ese momento, Ceferino disfruta de muchas atenciones e incluso varias personalidades de la vida pública, cultural y eclesiástica italiana, expresan el deseo de conocerlo. Cuánto de auténtico interés y cuánto de frívola curiosidad y snobismo hay en estas situaciones no lo sabemos, pero él no se deja perturbar por los “personajes” ni por los “homenajes”. Su sencillez y su humildad quedan intactos. Pertenece a una raza sufrida y es hijo de un “Lonco” que lo ha dejado todo por defender los intereses y derechos de su gente. La misma naturalidad, con que siempre se desenvuelve Ceferino, hacen agradable su trato y confirman la autenticidad de su persona. Durante su permanencia en Turín, tres son las principales ocupaciones de Ceferino: la oración intensa y contemplativa. Pasa largas horas en el Santuario de María Auxiliadora, en diálogo íntimo con Jesús Eucaristía. En segundo lugar, como ya hemos dicho, escribe a su gente de la cual nunca se olvida. En tercer lugar, visita a las comunidades salesianas de Turín y la zona, acompañando por lo general a Monseñor Cagliero.

El 19 de septiembre Ceferino viaja a Roma. Vive allí una experiencia imborrable en el encuentro con el Papa Pío X.

El joven mapuche dijo unas palabras en italiano al Papa y éste le habló muy paternalmente, dándole su bendición a él y a su gente.

Y cuando todos se están retirando, después de la audiencia, el secretario privado del papa lo llama aparte y lo conduce al escritorio del Santo Padre, donde éste le aguardaba con una amplia sonrisa.

Y el Papa vuelve a saludarlo y le entrega una hermosa medalla como recuerdo de la visita. Ceferino, con su sencillez, con su buen trato, con su educación, con su sabiduría llena de humildad y discreción, los deja admirados a todos.

Y el 21 de noviembre Ceferino es trasladado a Frascatti. Allí se integra como alumno ordinario y vive momentos de honda soledad. Sigue comunicándose con los suyos y con los salesianos conocidos en Argentina y se aplica al estudio hasta donde le dan las fuerzas.

En el Colegio lo recordarán por su espíritu de oración, su piedad eucarística, su llaneza mansedumbre en el trato.

EL FALLECIMIENTO

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Y llega el momento de la entrega total. A principios de marzo de 1905 Ceferino ya no puede asistir a clase. A fin de ese mismo mes lo llevan al Colegio Sagrado Corazón de Jesús y, el 28, es internado en el Hospital Fatebenefratelli, atendido por los hermanos de San Juan de Dios, en la Isla Tiberina. 

De su estadía en el Hospital, todos los testimonios están concordes en destacar su oración continua, su disponibilidad a la Voluntad de Dios, su fortaleza en el sufrimiento. Por el sacerdote José Iorio, en aquel tiempo enfermero del Colegio Sagrado Corazón, que iba a menudo a visitarlo al hospital durante su enfermedad, sabemos qué grande era su resignación en la dolorosa enfermedad.

“Nunca se le oyó quejarse de nada, aún cuando sólo al verlo daba compasión y arrancaba lágrimas, tan consumido y sufriente se lo veía. Antes bien, no sólo no se quejaba de sus sufrimientos, sino que los olvidaba para pensar en los de los otros: había sido conducido al hospital y colocado en la cama de al lado, un joven de nuestra casa de Roma que estaba, como Namuncurá, en el último período de su enfermedad. Ceferino, a este joven, le infundía valor con palabras llenas de amor y enseñándole a dirigir toda acción, todo sufrimiento, a Dios Nuestro Señor.»

Y al Padre Iorio, tres días antes de morir, le decía: -Padre, yo dentro de poco me iré; pero le recomiendo a este pobre joven que está a mi lado; venga a visitarlo a menudo...¡Si viera Ud. cuánto sufre!...De noche no duerme casi nada, tose y tose...Y esto lo decía mientras él estaba peor, mientras él mismo no solamente no dormía casi nada, sino nada, nada...”

Durante el tiempo en que estuvo internado, en medio de su gran debilidad, sacó fuerzas de flaquezas para escribir a su padre Don Manuel una cariñosa carta, en la que quiere tranquilizarlo con respecto a su salud.

Monseñor Cagliero, que había sido su gran apoyo en esos últimos días, le da los últimos sacramentos y lo acompaña hasta el final.

Fallece en silencio el 11 de mayo de 1905. Sus restos son llevados a Campo Verano (cementerio de Roma) por un pequeño grupo de personas. Allí son enterrados en una humilde tumba con una cruz de madera y chapa de latón que llevaba la inscripción de su nombre y la fecha de su fallecimiento.

DE VUELTA A LA PATRIA En 1911 un salesiano argentino, el P.Esteban Pagliere lanza la idea de escribir una obra sobre Ceferino y el P. Vespignani elabora un cuestionario para recoger datos y testimonios sobre su vida.

Mientras tanto, al seminarista chileno Víctor Kinast se le encomienda la diligencia de averiguar en qué situación han quedado los restos del joven mapuche. Con prontitud y eficacia, este salesiano hace las averiguaciones del caso y así se entera de que, si no se provee prontamente a su exhumación, los restos de Ceferino serán colocados en la fosa

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común.

De este modo se pueden realizar los trámites y rescatar los restos del joven mapuche que, en 1924,son trasladados desde Roma a Fortín Mercedes, situado frente a la vecina localidad de Pedro Luro (sur de la Provincia de Buenos Aires).¿Por qué a Fortín Mercedes? En ese momento pareció el lugar más convocante.

Allí estuvieron, en la capilla reconstruida del antiguo Fortín hasta 1991, año en que son trasladados a una sala contigua al Santuario de María Auxiliadora, por razones de mayor seguridad.

Desde los primeros momentos de su llegada a Argentina, muchísimos peregrinos pasan delante de su tumba para orar y encomendarse a su intercesión.

El pueblo sencillo siente que Ceferino es uno de los suyos. Lo siente cercano y ve en su figura los valores del Reino, que hoy son imprescindibles en la sociedad y que Ceferino supo encarnar con sencillez y radicalidad.

IV.- BIBLIOGRAFÍA

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