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Capítulo 4: El Sexenio democrático (1868 – 1874) ¿Democrático o Revolucionario? El período de seis años que se abre en España tras la caída de Isabel II, es descrito en ocasiones como el Sexenio democrático y en otras como el Sexenio revolucionario. 1- Esquema: Etapas del Sexenio Democrático (1868 – 1874) Pese a la escasa duración de este período de la historia de España, es significativo que en solo seis años puedan distinguirse seis etapas distintas y se formaran nada menos que veintiún gobiernos. Esto da una idea de lo agitado y convulso de la época. - Gobierno provisional (septiembre 1868 – febrero 1869) - Cortes Constituyentes (febrero 1869 – junio 1869) - Regencia de Serrano (junio 1869 – enero 1871) - Reinado de Amadeo I (enero de 1871 – febrero 1873) - I República (febrero 1873 – enero 1874) - República autoritaria (enero 1874 septiembre 1874) Democrático por que en éste período se consigue por primera vez en España un régimen realmente democrático, con la aplicación del sufragio universal (sólo masculino de momento), el pleno reconocimiento de las libertades individuales e incluso algunas colectivas como el derecho de

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Capítulo 4: El Sexenio democrático (1868 – 1874)

¿Democrático o Revolucionario?

El período de seis años que se abre en España tras la caída de Isabel II, es descrito en ocasiones como el Sexenio democrático y en otras como el Sexenio revolucionario.

1- Esquema: Etapas del Sexenio Democrático (1868 – 1874)Pese a la escasa duración de este período de la historia de España, es significativo que en solo seis años puedan distinguirse seis etapas distintas y se formaran nada menos que veintiún gobiernos. Esto da una idea de lo agitado y convulso de la época.

- Gobierno provisional (septiembre 1868 –febrero 1869)- Cortes Constituyentes (febrero 1869 – junio 1869)- Regencia de Serrano (junio 1869 – enero 1871)- Reinado de Amadeo I (enero de 1871 – febrero 1873)- I República (febrero 1873 – enero 1874)- República autoritaria (enero 1874 – septiembre 1874)

Democrático por que en éste período se consigue por primera vez en España un régimen realmente democrático, con la aplicación del sufragio universal (sólo masculino de momento), el pleno reconocimiento de las libertades individuales e incluso algunas colectivas como el derecho de reunión y asociación y los derechos de los distintos territorios de España a alcanzar un cierto grado de autogobierno. También se declaró abolida la esclavitud (parcialmente) y la pena de muerte. Se estableció la separación Iglesia – Estado, la libertad de cultos y la educación laica y gratuita, e incluso otros avances sociales como la abolición del trabajo infantil y la intervención del estado en las relaciones laborales, marcando límites máximos a la jornada de trabajo. En esta etapa se producirá por primera y única vez en el siglo XIX, un cambio de régimen (la proclamación de la I República), que no estuvo precedido de un golpe militar o un pronunciamiento. Realmente va a ser en estos años cuando se consigan los objetivos de la Revolución de 1854 que dio paso al Bienio Progresista, heredera a su vez de la oleada revolucionaria de 1848. Éstos objetivos eran el establecimiento de una democracia plena y que no quedaran fuera del juego político las clases medias, alejadas de él por el limitadísimo régimen liberal doctrinario del período isabelino. Muchos de estos avances no llegaron siquiera a hacerse realidad por lo convulso de la época y el trepidante cambio de sistemas políticos que se da en ella. La restauración significará un retroceso importante ya que

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eliminó muchas de estas medidas, pero las conquistas de este período se convirtieron en una referencia para el futuro y aun hoy en día siguen siéndolo.

1- Referencia: 50-11367“Corrida de la Revolución”. La supresión de la censura de prensa que se produjo en muchos momentos del sexenio, provocó una explosión en la prensa libre en general y de las revistas satíricas en particular. Entre ellas destaca “La Flaca”, publicación a la que corresponde esta ilustración y que destacó por la calidad e ingenio de sus caricaturas. En ésta se ironiza sobre los problemas de los políticos tradicionales para “torear” el morlaco de la revolución de 1868. El toro sale vivo finalmente, pero muy castigado

El adjetivo de revolucionario, está justificado por varios motivos. En primer lugar por la continua agitación política de este período, empezando por su propio origen. Lo que en principio debía ser un pronunciamiento dirigido y gestionado por los militares que lo protagonizaron, fue desbordado por un vasto movimiento popular que superó por la izquierda los objetivos de los alzados. Los distintos regimenes resultantes de la revolución de 1868, tuvieron que hacer frente a nuevos levantamientos e intentos revolucionarios de distinta inspiración: independentista (Cuba), carlista, republicana, cantonalista, anarquista y finalmente monárquico, lo que da a este período una profunda inestabilidad y complejidad política. Será la última de las “revoluciones burguesas” en España. A partir del fin del sexenio en 1874, la burguesía abandonará la revolución como método de cambio, por el temor ver sus objetivos sobrepasados en el transcurso de un proceso revolucionario, por las aspiraciones de las nuevas fuerzas emergentes de la sociedad española, fundamentalmente el proletariado y las organizaciones obreras que nacen en esta etapa. Esta nueva actitud más conservadora de la burguesía se trasladará al ejército, que se convertirá en un mecanismo de control político y de garantía del orden, o en un instrumento de la reacción cuando los cambios políticos resulten excesivos para los sectores conservadores de la sociedad. La revolución de 1868 será el último pronunciamiento militar de carácter liberal.

Los protagonistas de “La Gloriosa”

Las causas que provocaron la revolución de 1868 fueron varias y de distinta naturaleza.

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Económicas, por la profunda crisis industrial, financiera y agraria que arranca de 1866 y que acaba con la relativa bonanza económica de los años finales del reinado de Isabel II. Causas morales, por el desprestigio personal y político de la reina como gobernante. La corrupción, el favoritismo y la caprichosa arbitrariedad de la monarca, la fueron dejando sin apoyos políticos, salvo el de los moderados que prácticamente desaparecerán en el sexenio. Y finalmente causas políticas: la deriva totalitaria de los moderados de González Bravo, la muerte de los últimos valedores de la reina, O´Donnell y Narváez y el deseo cada vez más extendido de establecer un sistema auténticamente democrático, lograron el consenso de fuerzas políticas distintas con un objetivo común; el derrocamiento de Isabel II.

2- Referencia: 50-11365“Salida de España de Isabel II” ilustración de la revista satírica “La Flaca”. Uno de los pocos objetivos comunes de los participantes en “La Gloriosa”, fue destronar a Isabel II. En la ilustración la vemos saliendo de España por los Pirineos, rodeada de una corte de aduladores, corruptos, carlistas y religiosos.

2- Esquema: Las fuerzas políticas del sexenio democráticoCuando se inicia este período las fuerzas presentes en la escena política española, son las mismas del período anterior, es decir, de derecha a izquierda: carlistas, moderados, unionistas, progresistas y demócratas, de los que se desgajan en el mismo 68 los republicanos. Pero a lo largo del sexenio, estos grupos van a ir evolucionando, apareciendo en ellos facciones que en unos casos dieron lugar a nuevos partidos y en otros (como ocurrió con los “demócratas”), provocaron su desaparición. Además a estas fuerzas políticas se añadirán las organizaciones obreras internacionalistas de signo anarquista o marxista. Éste complejo arco político, se complica aun más por el hecho de que en muchos momentos resultaba más fácil para el “ala derecha” de un partido llegar a acuerdos con el “ala izquierda” del partido vecino, que con sus propios correligionarios. En otros casos, el salto era aun mayor y la alianza “ignoraba” al grupo teóricamente intermedio.

Fuerzas políticas Facciones Personali - dades

Partidos que originan

A) Carlistas a) Tradicionalistas

Nocenal Asociación Católica - Monárquica

b)”Posibilistas” Cabrera

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B) Moderados a) Alfonsinos Cánovas Partido ConservadorC) Unionistas a) “Puros”

Serrano, Topete

b)“Fronterizos”D) Progresistas a)“Calamares” Sagasta Partido

ConstitucionalistaPartido Liberal

Primb) Radicales Ruiz

ZorrillaPartido Radical

E) Demócratas a) “Riveristas” Nicolás Rivero

Desaparecen

b) Cimbrios Cristino Marcos

Desaparecen

F) Republicanos a) Unitarios Castelar, Salmerón

Varios partidos

b) Federalistas Pi Margall Varios partidos c) “Intransigentes” Varios partidos

G) Internacionalistas a) Anarquistas Anselmo Lorenzo

FRE. CNT (1910)

b) Marxistas Pablo Iglesias

NFM. PSOE (1879)

Este acuerdo arranca del Pacto de Ostende alcanzado en 1866, entre los progresistas del general Prim y los demócratas dirigidos en ese momento por Nicolás María Rivero. Los unionistas se mantuvieron fuera del acuerdo, mientras O´Donnell antepuso su lealtad personal hacia la monarquía, al rechazo de su política. Pero tras su muerte en 1867, su heredero el general Serrano, se adhirió a la conspiración.

Progresistas y unionistas emplearon el método habitual del pronunciamiento militar, iniciado por Prim y Topete en Cádiz y al frente del cual se puso Serrano. Los objetivos de los alzados, expresados en su proclama “España con honra” eran bastante limitados. Sustitución de Isabel II y formación de un gobierno provisional. Ambos pretendían mantener una monarquía parlamentaria sin Isabel, pero sin concretar el régimen. Para Serrano sería suficiente volver a la Constitución de 1845 y para Prim con garantizar unas mínimas libertades personales.

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Pero paralelamente, los demócratas organizaron una insurrección popular organizada en Juntas revolucionarias en distintas ciudades españolas. Desde ellas se exigió el sufragio universal masculino para los mayores de veinte años, la libertad de imprenta, de culto, de asociación y de reunión; el fin de los “consumos” y otros impuestos indirectos; la supresión de las “quintas”; garantías legales sobre el domicilio y la correspondencia y otras peticiones de carácter social y laboral. El levantamiento fue acompañado de la creación de milicias armadas, la ocupación de tierras y la destrucción de conventos y otras acciones anticlericales. Estas propuestas y medidas calaron hondo entre amplios sectores de la población urbana y campesina, que darán su apoyo a los demócratas y más tarde a su escisión por la izquierda, los republicanos.

El gobierno provisional

Tras la batalla del Puente de Alcolea (Sevilla) en septiembre de 1868, se formó un gobierno provisional presidido por Serrano e integrado por progresistas (Prim, Sagasta, Figuerola, Ruiz Zorrilla) y unionistas (Topete), que contaba con el apoyo del ejército. Pero existía un conflicto de dualidad de poder, ya que las Juntas revolucionarias se proclamaron depositarias de la soberanía nacional y contaban con milicias armadas y gran respaldo popular.

Por otro lado el gobierno debía hacer frente a un nuevo problema; la insurrección independentista que estalla en la parte oriental de Cuba, a la que se conoce como el “Grito de Yara” y que dará lugar a una dura guerra colonial de diez años de duración.

3- Cuadro anecdótico: “La Guerra de los Diez Años”Cuba era la colonia más importante que le quedaba a España, era la mayor productora mundial de azúcar y a ella se desviaban muchos de los capitales que no se invertían en la industria local, para levantar ingenios azucareros y otras infraestructuras. Es significativo que antes del tendido de la línea férrea Barcelona – Mataró, ya circularan trenes por Cuba. La mayor parte de la población era una mezcla de blancos pobres, mulatos y negros (casi la mitad esclavos), que trabajaban en las plantaciones de ricos hacendados criollos. Estos poseían inmensas fortunas pero carecían de influencia política, ya que la administración de la isla quedaba en manos de un Capitán General español con poderes casi absolutos. Esta oligarquía azucarera no apoyó los movimientos de emancipación del resto de las colonias españolas, por miedo a un despertar simultáneo del pueblo cubano y aceptaba el dominio español como mal menor.

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Pero en la parte oriental de la isla existía un sector de pequeños y medianos propietarios descontentos con la situación que iniciaron la revuelta dirigidos por Carlos Manuel Céspedes. La guerra, fundamentalmente de guerrillas, se prolongará diez años y costará a España más de 130.000 vidas segadas fundamentalmente por las enfermedades tropicales, provocadas por las condiciones en las que las tropas tenían que combatir. Finalizó con la Paz de El Zanjón en 1878.

La respuesta del ejecutivo será aceptar por un lado algunas de las propuestas de las juntas como el establecimiento del sufragio universal (aunque solo para los varones mayores de veinticinco años); descentralización de los ayuntamientos; el fin de los “consumos”; el reconocimiento de ciertas libertades, como la de asociación, cosa que permitió que la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) y sus secciones españolas fueran legalizadas. También se tomaron medidas como la disolución de la Compañía de Jesús y el establecimiento de la libertad de culto. Pero por otro lado, se enfrentó a los demócratas disolviendo las Juntas y las milicias, manteniendo las “quintas”, necesarias para abordar el problema cubano, manteniendo la esclavitud para contentar a la oligarquía criolla y sustituyendo los “consumos” por otros impuestos indirectos equivalentes. Tampoco se atendieron las peticiones de tipo social de algunas juntas por lo que el descontento entre las clases populares se mantuvo y dará pie a nuevas sublevaciones. La frustración de los demócratas provoco su división entre un sector liderado por Nicolás Rivero, monárquico y partidario de colaborar con el nuevo gobierno y otro que dará lugar al Partido Republicano como principal oposición política, y en el que no tardarán en aparecer desavenencias internas.

3- Referencia: 50-9230“Incendio del ingenio de Don Ramón Fernández por los insurrectos” Grabado coloreado de “La Ilustración Española y Americana”, 1870. La “Guerra de los diez años”, fue uno de los problemas más graves a los que tuvieron que enfrentarse los distintos gobiernos del sexenio. A los daños materiales que produjo (como el que muestra la imagen), se unió el coste económico y humano de la guerra colonial, que obligó a utilizar el impopular sistema de “quintas” o movilización obligatoria, redimible mediante el pago de una cantidad de dinero.

Las elecciones a Cortes Constituyentes, que se celebrarán en enero de 1869 fueron las primeras celebradas en España por sufragio universal

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directo. El establecimiento del derecho al voto a partir de los 25 años perjudicó sobre todo a los republicanos que organizaron sublevaciones en distintas ciudades españolas en diciembre de 1868. La campaña electoral para las constituyentes se desarrolló en un inusitado clima de libertad de expresión que permitió a las distintas opciones políticas la difusión de sus programas.

Las Cortes Constituyentes y la regencia de Serrano

4- Referencia: 50-3900“Suspensión de las garantías constitucionales” Ésta caricatura de “La Flaca”, nos muestra a las fuerzas de la derecha encabezadas por Cánovas, intentando cerrar la losa de las garantías constitucionales, para evitar el paso del federalismo y otras tendencias políticas. A la izquierda aparece Prim, ayudándolas a salir a la luz. Esta revista mantuvo una orientación política de izquierdas oscilando entre el progresismo y posturas republicanas.

Una vez celebradas las elecciones, se reunieron en febrero de 1869, unas nuevas Cortes cuya misión era la de redactar una nueva constitución. La composición política de éstas era la siguiente: en la extrema derecha los carlistas (20 diputados) y los moderados (más tarde alfonsinos) de Cánovas, la mayoría gubernamental progresista (156 diputados) dirigidos por Prim, Sagasta, Olózaga y Ruiz Zorrilla, demócratas (20 diputados) y los republicanos de Castelar y Pi Margal (70 diputados).

Realizaron su trabajo con diligencia ya que la Constitución fue aprobada en junio por una amplia mayoría, aunque con la oposición frontal de los carlistas por un lado, al reconocer ésta la libertad de culto y de los republicanos por otro ya que rechazaban, lógicamente, la monarquía parlamentaria que se establecía como régimen.

4- Cuadro Anecdótico: La Constitución de 1869La Constitución de 1869 es la primera realmente democrática que ha tenido España, ya que fue elaborada y aprobada por unas Cortes elegidas por sufragio universal. Las otras dos que reunirán estas condiciones son la de la II República de 1931 y la actual de 1978.

En ella se consagraba la monarquía como forma de Estado, pero sometida a la soberanía nacional que se establecía como principio básico. Las prerrogativas de la corona quedaban muy recortadas con respecto a constituciones anteriores. Puede decirse que el rey ejercía la

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jefatura del Estado, pero no gobernaba ni podía designar gobiernos sin contar con el apoyo de las Cortes.

Se establecía de forma clara la separación de poderes. El legislativo residía en las Cortes bicamerales (Congreso y Senado); el ejecutivo lo ostentaba el monarca, aunque delegando en el Gobierno; y el judicial en los tribunales a los que se incorpora la figura del jurado popular en un intento de democratizar la administración de justicia.

Se establecía un sistema parlamentario por el que el gobierno debía ver aprobadas sus propuestas en la Cortes para llevarlas a cabo. El sistema electoral para la elección de los diputados al Congreso era el sufragio universal masculino y directo, mientras que para el Senado se estableció el sufragio universal indirecto a través de la elección de compromisarios. Además para ser senador había que cumplir una serie de requisitos como ser mayor de cuarenta años, poseer título universitario y haber desempeñado cargos públicos. De esta manera se intentaba reservar esta cámara para las élites tradicionales de la sociedad.

La Constitución reconocía y garantizaba una serie de derechos individuales y colectivos no recogidos o detallados suficientemente en las anteriores constituciones como son la libertad de expresión, la de imprenta, la de reunión y asociación. También se establecen garantías judiciales para los detenidos (habeas corpus), la inviolabilidad de la correspondencia y del domicilio. Se establecía la libertad de culto, pero las arcas públicas seguirán manteniendo a la Iglesia mediante la “dotación de culto y clero”, lo que disgustó a los partidarios de una separación total Iglesia - Estado

España volvía a constituirse como monarquía, pero una monarquía sin rey, por lo que se estableció de forma provisional una regencia ejercida por Serrano (jefe del Estado hasta que se encontrara un monarca) y un gobierno presidido por Prim, a quien se encomendó la misión de buscar un candidato idóneo para el trono vacante.

5- Referencia: 50-11364En esta ilustración de “La Flaca”, se ironiza sobre las dificultades que encontró el gobierno tras la revolución del 68, en su búsqueda de un rey para el trono de España.

Pero el problema de encontrar un rey era solo uno de los que tenía que afrontar el nuevo gobierno y tal vez no el más grave. La situación

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económica era gravísima por los efectos de la crisis que se arrastraba desde 1866 y por el endeudamiento del Estado. La guerra que se desarrollaba en Cuba constituía un serio problema en si misma y contribuía a agravar el primero.

5- Cuadro Anecdótico: El Déficit del EstadoLa política económica de esta primera fase del sexenio estuvo en manos de Laureano Figuerola, ministro de Hacienda en varios gabinetes. La eliminación de los consumos y de algunos monopolios estatales, concesión hecha para apaciguar a las Juntas revolucionarias de 1868, desequilibraron aun más las ya maltrechas cuentas del Estado, sin que se lograra compensar esta reducción recaudatoria con una reforma fiscal en profundidad, error en el que continuarán todos los gobiernos del sexenio. Por lo tanto el déficit se intentó combatir de tres maneras: restaurando estos impuestos indirectos, lo que hizo aumentar el descontento social; pidiendo nuevos créditos a la banca internacional, lo que incrementó el endeudamiento; o emitiendo deuda pública, cada vez más devaluada por la falta de solidez financiera del Estado. El resultado fue que el pago de los intereses generados por la deuda estatal llego a significar entre el 60 y el 95% de los ingresos ordinarios de la Hacienda.

Laureano Figuerola profundizó en la transformación de la economía española según el modelo capitalista liberal. Estableció la peseta como única moneda nacional, medida indispensable para crear un mercado interior unificado; aplicó los principios del libre cambio al comercio exterior mediante el “Arancel Figuerola” que liberalizaba los intercambios comerciales y despertó las iras de los partidarios del proteccionismo; intentó atraer capital extranjero mediante la Ley de Minas de 1868, que permitía a empresas extranjeras, conseguir concesiones para la explotación del subsuelo en inmejorables condiciones. Esta medida aumentó los ingresos del Estado, atrajo capitales y permitió un cierto auge de la minería española, pero hipotecando sus posibilidades de desarrollo autónomo en el futuro. En otro orden de cosas en los últimos días de la I República, se creó el Banco de España como entidad nacional y monopolio sobre la emisión de moneda. Casi lo más grave en cuanto a política económica durante el conjunto del sexenio democrático, fue lo que no se hizo. No se abordó el tema de la desamortización y las secuelas que había dejado en el campo español, por lo que no se producirá el necesario despegue de la agricultura española y las zonas latifundistas con mayoría de jornaleros sin tierra se convertirán en un polvorín político y social.

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6- Cuadro Anecdótico: La Internacional La implantación del capitalismo en los países desarrollados de Europa, fue la causa de que durante el siglo XIX, surgieran una serie de nuevas ideas sociales e ideologías muy críticas con éste sistema económico. Rechazaban especialmente las diferencias de riqueza que genera y tomaron partido, por la nueva clase social que surge como consecuencia del desarrollo del capitalismo: la clase obrera o proletariado.

Frente al nacionalismo, ideología dominante durante el siglo XIX, se levantará la bandera del internacionalismo de clase: el proletariado era uno solo y su lucha tendría que coordinarse por encima de las fronteras para acabar con el sistema capitalista en todo el mundo. En 1864, los representantes de distintas organizaciones obreras y opuestas al nuevo sistema, fundarán en Londres la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) más tarde conocida como I Internacional.

En ella convivían organizaciones de ideología anarquista, marxista y seguidores del llamado “socialismo utópico”. Todos coincidían en tres ideas básicas: rechazo al capitalismo, internacionalismo proletario y necesidad de una revolución para acabar con un sistema económico que no creían justo. Pero pronto surgirán diferencias entre los anarquista cuya cabeza visible era el ruso Mijail Bakunin y los marxistas, representados por el propio Karl Marx y que terminarán por absorber a los “socialistas utópicos”:

Mientras Bakunin afirmaba que el objetivo de la revolución, era la destrucción del Estado, para luego construir una sociedad organizada desde abajo en comunas libres y autogestionarias, Marx pensaba que el proletariado debía hacerse con el poder del Estado y desde él, transformar la sociedad. Bakunin, nacido en la atrasada sociedad rusa, pensaba el campesinado tendría que ser el protagonista de esa revolución, mientras Marx que había vivido en Alemania y Gran Bretaña más avanzadas social y económicamente, daba ese papel al proletariado industrial. Este enfrentamiento ideológico, estratégico y personal, se mantuvo hasta 1871, cuando el fracaso de la Comuna de París, precipitó la ruptura de la I Internacional que se, dividió en 1872 disolviéndose finalmente en 1876.

El problema de Cuba llevaba camino de enquistarse. La revolución de Carlos Manuel de Céspedes, se produjo de forma simultánea a “La Gloriosa” y con objetivos similares. Prim y Serrano eran partidarios de

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buscar acuerdos con los insurrectos y llegar a una conciliación. Pero la actitud represiva de Lersundi, Capitán General de la isla y la iniciativa de los magnates del azúcar de armar milicias privadas para acabar con los rebeldes, crearon una situación de hecho, que enconó el conflicto e imposibilitó un posible acuerdo con los alzados. Prim se vio forzado a enviar a la isla tropas para sofocar la rebelión, ya que las fuerzas presentes en ellas se vieron incapaces de terminar con una guerrilla que actuaba en terreno abrupto y conocido. La convocatoria de una nueva quinta de 25.000 soldados era probablemente la más impopular de las medidas que podían tomarse en ese momento y el descontento creado alimentó las rebeliones de 1869.

Como consecuencia de estas medidas, el gobierno tendrá que hacer frente a un amplio, heterogéneo y prolongado levantamiento popular durante los años 1869 y 1870. En este levantamiento, se mezclaba la actividad de los llamados “intransigentes” del Partido Republicano Federal, contrarios a cualquier colaboración con el gobierno y con gran implantación en Cataluña, Levante y Andalucía. A las rebeliones federalistas se unieron protestas en las ciudades por las “quintas”; ocupaciones de tierras en Andalucía por la falta de cambios en la estructura agraria; manifestaciones contra la liberalización del comercio, huelgas obreras impulsadas por las organizaciones internacionalistas, motines de hambre, intentonas carlistas e incluso levantamientos impulsados por políticos de la coalición gubernamental, que no se sentían debidamente recompensados por el nuevo poder.

El gobierno trató estas rebeliones como un mero problema de orden público, sin atender a ninguna de las peticiones expresadas en ellas, por lo que aunque fueron finalmente reprimidas, los problemas que las provocaron volverán a aflorar.

7- Cuadro Anecdótico: En busca de un reySalvo el Partido Republicano Federal y las organizaciones internacionalistas, que rechazaban de plano la idea, el resto de las fuerzas políticas del sexenio coincidían en la necesidad de la monarquía como forma de Estado. El problema era qué tipo de monarquía y con quién en el trono.

Los carlistas seguían con su pleito dinástico y reclamaban la legitimidad de la rama Borbón de Carlos María Isidro, encarnada en este momento por el sobrino del Conde de Montemolín, al que proclamaron como Carlos VII. Éste intentó atraerse apoyos isabelinos, rebajando algo el

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discurso tradicionalista e intentando a través de la prensa de la época, dar una imagen más moderna y menos montaraz que la de sus predecesores. Tras la restauración de 1874 se abrirá un cisma dentro del carlismo, cuando figuras tan emblemáticas como Ramón Cabrera reconozcan a Alfonso XII como rey, lo que obligará a Carlos VII a renunciar finalmente a sus supuestos derechos sobre la corona.

Los moderados se quedaron solos en su apoyo a Isabel II. Pero cuando ésta abdicó en 1870 a favor de su hijo Alfonso, Cánovas del Castillo impulsó la creación de un sector alfonsino que se aglutinará en torno a su Partido Conservador y que irá sumando apoyos entre la nobleza, el ejército y liberales unionistas y progresistas.

Los unionistas tenían claro que Isabel II no podía seguir siendo reina, pero se inclinaban por alguien de su familia. Un posible candidato era el Duque de Motpensier, hijo de Luis Felipe de Orleans y cuñado de Isabel II tras su matrimonio con María Luisa Fernanda. Otro posible candidato era Enrique de Borbón, Duque de Sevilla y hermano de Francisco de Asís. El duelo que se libró entre ambos en 1870, les dejó sin candidatos ya que éste último resultó muerto y el primero tuvo que abandonar el país para huir de la justicia. Esto llevó a los unionistas a adherirse finalmente a la causa alfonsina, tras aceptar a regañadientes a Amadeo.

Los progresistas por su parte deseaban un cambio dinástico que desterrara para siempre a los Borbones de España. Ofrecieron la corona a Espartero, cosa que él rechazó. Otros candidatos fueron Fernando de Portugal o el candidato propuesto por Bismarck, el noble alemán Leopoldo Hohenzoller Sigmaringen. Éste último tenía pocas posibilidades de resultar elegido y su candidatura resultó ser solo una artimaña de “Canciller de Hierro” para provocar la Guerra Franco Prusiana. Las dificultades que el español medio encontraba para siquiera pronunciar su nombre, llevaron a la prensa satírica de la época a rebautizarlo como el príncipe “ole, ole si me eligen”.

La elección encargada a Prim, recayó finalmente en Amadeo de Saboya, Duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel I de Italia, lo que avalaba su “pedigrí” como rey constitucionalista. Tras la renuncia de Amadeo, el sector progresista de Sagasta organizado en el Partido Constitucionalista, acabará por abrazar también la causa del futuro Alfonso XII.

6- Referencia: 50-3902

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“Choque de trenes” De nuevo “La Flaca”, ironiza sobre la sucesión de Isabel II, problema que trascendió en ámbito nacional y acabó por convertirse en la causa inmediata de la Guerra Franco – Prusiana. En la ilustración, dos locomotoras conducidas respectivamente por Bismarck y Napoleón III, están a punto de chocar con la Constitución española en medio

En medio de éste crispado ambiente, las Cortes designaron como rey de España al duque de Aosta, que reinará brevemente como Amadeo I.

El reinado de Amadeo de Saboya (1871 – 1873)

Desde luego no puede decirse que el reinado de Amadeo empezara bien. Mientras realizaba su viaje hacia España para ser coronado, el general Juan Prim, su principal apoyo y valedor, era asesinado en Madrid.

7- Referencia: 50-9993“Atentado contra la vida del general Prim, en la calle del Turco, la noche del 27 de diciembre de 1871” Grabado coloreado de “La Ilustración Española y Americana” El asesinato de Juan Prim, sigue siendo hoy en día un misterio, pues aunque se conoce a los autores materiales del mismo, no se sabe a ciencia cierta quien lo instigó, pese a sospecharse del Duque de Montpensier y del general Serrano.

Su llegada a Madrid no pudo ser más triste y su primer acto oficial tras jurar la constitución fue asistir al entierro de Prim, mientras constataba el frío recibimiento que le daban los españoles. Los carlistas le consideraban un impostor y no tardarán en iniciar la III Guerra Carlista en su contra, los alfonsinos tampoco aceptaban el cambio dinástico, mientras que republicanos e internacionalistas rechazaban de base la figura del rey. La coalición gubernamental empezó a disgregarse con la ruptura del partido progresista en dos nuevas formaciones: el Partido Constitucionalista de Práxedes Mateo Sagasta y el Partido Radical de Manuel Ruiz Zorrilla. Las diferencias ideológicas entre ambos no eran muy profundas pero sí el enfrentamiento personal entre los dos dirigentes. Los unionistas de Serrano fueron derivando progresivamente hacia posturas alfonsinas, aun participando en varios gobiernos del reinado. La inestabilidad política se convirtió en endémica como refleja el hecho de que se convocaran elecciones en tres ocasiones y se formaran seis gobiernos distintos en apenas dos años. Ninguno mostró especial entusiasmo por la figura de Amadeo, visto por el pueblo como un rey distante y extranjero, que ni siquiera hablaba su idioma.

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8- Referencia: 50-3305“Visita de S.M. Amadeo I a la Basílica de Atocha donde se hallaba en cadáver del general Prim”. Grabado coloreado de “La Ilustración Española y Americana”, 1871. El asesinato de Juan Prim, no solo dejo al nuevo rey en una situación muy precaria, sino que su desaparición provocó la ruptura del Partido Progresista, unido sólo en torno a su figura.

Durante el reinado de Amadeo se inició una feroz persecución de las organizaciones obreras. Estas habían surgido a raíz del reconocimiento al derecho de asociación que se produce tras la revolución de 1868 y a la legalización de la AIT. Esta envió al anarquista Fanelli a impulsar la creación de secciones de la Internacional en España, apareciendo una serie de asociaciones obreras que terminan coordinándose en la FRE (Federación Regional Española) de tendencia bakuninista. Las organizaciones internacionalistas empiezan a participar en las revueltas populares a partir 1869, convergiendo en ocasiones con federalistas, cantonalistas e “intransigentes”, pero con sus propios programas y propuestas. Su principal mecanismo de actuación, será la huelga, especialmente en Cataluña y Levante donde van consiguiendo gran implantación. No es que con la llegada de Amadeo estas organizaciones se muestren más activas, sino que un acontecimiento exterior aumentará la alarma que despertaban entre los grupos políticos del régimen: La Comuna de París de 1871.

8- Cuadro Anecdótico. La Comuna de ParísLa incipiente clase obrera había participado en todas las revoluciones del siglo XIX, pero siempre a remolque de las fuerzas liberales que las organizaron. En 1848 ya aparecen organizaciones obreras autónomas, que participan en la oleada revolucionaria que se produce en torno a ese año, junto a liberales y nacionalistas. Pero la Comuna de París es el primer intento revolucionario que la nueva clase social protagoniza en solitario y creará tal alarma entre la burguesía y los liberales (incluidos los más extremistas), que ambos abandonaran los intentos revolucionarios, por miedo a que estos fueran sobrepasados por las nuevas fuerzas sociales y políticas emergentes.

El origen de la revolución de París, se encuentra en la Guerra Franco – Prusiana. Napoleón III, aquejado de graves problemas internos, provocados por la apertura del mercado francés a los productos británicos, intentó desviar la atención de la opinión pública de Francia,

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con un éxito en su política exterior. Inició reclamaciones sobre territorios alemanes como el Palatinado, que habían sido franceses en la época de su tío Napoleón I. Se trataba de estados de Alemania meridional de religión católica y tradicionalmente próximos al Imperio Austro – Húngaro, que veían con desconfianza las maniobras de Prusia para conseguir la unificación de Alemania. Pero en ése momento Austria pasaba por horas bajas, derrotada en 1866 por la Prusia de Guillermo I y su canciller Otto Von Bismarck. Éste, vio en esa situación una oportunidad para atraer al nuevo Estado a ésos estados alemanes que todavía recelaban, ofreciéndoles su protección frente a Napoleón III. Pero era imprescindible que Francia apareciera como agresor, para evitar una coalición europea en la que la participación de Gran Bretaña, podía dar al traste con sus planes.

La sucesión al trono español, le servirá de excusa para provocar a Napoleón III, presentando una candidatura distinta a la de Amadeo de Saboya, al que Francia apoyaba. El emperador francés protestó ante el rey de Prusia y Guillermo I le contestó con firmeza y corrección. Pero el telegrama de respuesta (“El despacho de Ems”) fue interceptado por Bismarck, que alteró su contenido lo justo como para que resultara insultante, consiguiendo así su objetivo: Napoleón III declaró la guerra a Prusia. El ejército francés, teóricamente superior, fue arrollado por el eficiente ejército prusiano organizado por Von Moltke, con un criterio mucho más adecuado de cómo debía desarrollarse una guerra moderna. La batalla de Sedan, no solo significo la derrota de Francia sino la captura de Napoleón III y la caída de su régimen, el II Imperio Francés. Los liberales proclamaron la III República en Francia con la presidencia del conservador Thiers, pero al mismo tiempo las organizaciones obreras de París, iniciaron una revuelta, que les dio el control de la ciudad, convertida en Comuna libre e hicieron un llamamiento a toda la clase obrera francesa y europea para que les imitara. Dentro de un ambiente de euforia popular, se empezaron a tomar medidas de tipo colectivista ya que en éste movimiento, participan sectores de la Internacional de tendencia tanto anarquista como socialista. Los ejércitos francés y prusiano, todavía en guerra, acordaron un rápido armisticio y colaboraron en la reconquista de la ciudad. A ambos gobiernos les preocupaba más aplastar este movimiento que el resultado de la guerra entre ellos. París, aislado del resto de Francia y sin posibilidades de extender el movimiento, cayó tras quince días de combates callejeros en los que se produjeron numerosas destrucciones de patrimonio como el “Hotel de Ville” o el palacio de las Tullerías. La represión fue terrible; se estima que se fusiló a más de 30.000 obreros y se produjeron unas

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40.000 deportaciones. La Comuna hizo saltar todas las alarmas entre la burguesía y los liberales: un nuevo actor había entrado en la escena política y esta vez iba en serio.

A partir de este momento, los distintos gobiernos del Sexenio y la Restauración, pasarán a considerar a las secciones de la Internacional, como agentes extranjeros, lo que permitirá su suspensión o disolución así como el asalto policial de sus locales.

En esta etapa se abrirán dos debates parlamentarios que pondrán de manifiesto lo numerosos y variados que eran los enemigos de la monarquía de Amadeo. Por un lado las discusiones sobre la libertad de cultos y la separación entre la Iglesia y el Estado, como desarrollo de la Constitución de 1869. La Iglesia católica mostró su rechazo por el régimen, dando su apoyo a los conservadores de Cánovas, defensores de su postura en las Cortes. Por otra parte se abrirá el debate sobre la abolición de la esclavitud, en el contexto del problema cubano. Castelar destacará como defensor del abolicionismo, mientras Cánovas de nuevo rechazará la medida. Tras él se escondían poderosos intereses económicos como la llamada “sacarocracia”, grandes magnates del azúcar cubano, o los industriales catalanes interesados por las materias primas de la isla. Ambos grupos temían un cambio político que llevara a la pérdida de la colonia y de las ventajas que les proporcionaba, y van a apoyar a Cánovas, financiando la causa alfonsina como garantía del mantenimiento de la situación de Cuba. Las Cortes llegarán a un acuerdo de compromiso, aboliendo la esclavitud pero solo en Puerto Rico, donde el fenómeno era casi anecdótico.

La III Guerra Carlista iniciada en 1872, había dado de nuevo protagonismo al ejército, cada vez más inclinado hacia las causa alfonsina y cada vez más indisciplinado. El nombramiento del general Hidalgo, causó malestar en él y en particular en el arma de artillería a la que pertenecía. Los ascensos en este cuerpo se realizaban exclusivamente por antigüedad y el ascendido había participado además en los sucesos del Cuartel de San Gil de 1866. Ruiz Zorrilla, presidente del gobierno en ese momento, disolvió todo el cuerpo de oficiales de artillería ante las protestas que iniciaron.

9- Referencia: 50-9499“Acción de Castellfullit”, 1874. El grabado nos muestra una victoria carlista en la fase final de la guerra. El ejército carlista llegó a contar con 70.000 combatientes la mayor parte del tiempo más motivados y mejor

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armados y dirigidos, que el indisciplinado ejército gubernamental, próximo durante todo el sexenio a la descomposición y la rebeldía.

Este hecho fue la gota que colmó el vaso para Amadeo de Saboya. Rechazado por obreros, carlistas, católicos, alfonsinos y republicanos, veía como sus supuestos partidarios estaban demasiado enzarzados en luchas internas como para darle un apoyo decidido. Una guerra civil, una guerra colonial, continuos intentos revolucionarios y ahora, los militares. Fue demasiado para Amadeo quién decepcionado, decidió abdicar y abandonar el país al que calificó de “casa de locos”.

La I República (1873 – 1874)

10- Referencia: 1-3555“Retén de republicanos armados ocupan el círculo Conservador en la calle Clavel de Madrid el 11 de febrero de 1873”. La proclamación de la República, estuvo acompañada de desórdenes y de la formación de milicias armadas federalistas. Los gobiernos republicanos se vieron en la disyuntiva de contentar a sus bases o imponer el orden, problema que resultó imposible de resolver.

Tras la deserción de Amadeo se abrió un peligroso vacío de poder, que las Cortes decidieron cortar rápidamente reuniendo conjuntamente a las dos cámaras (Congreso y Senado), que constituidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República el 11 de febrero de 1873. La decisión se toma por 258 votos afirmativos y 32 en contra. A favor de la República y de forma entusiasta, votaron por supuesto los representantes del Partido Republicano Federal y a ellos se unieron los votos de los progresistas radicales (Zorrilla), demócratas “riveristas” y “cimbrios”. Estos últimos lo hicieron olvidando su lealtad monárquica para evitar un golpe de los moderados. Por lo tanto el proyecto nació con una gran indefinición, ya que cada uno de estos grupos entendía la República de forma muy distinta, no habiendo unidad al respecto ni en las filas del Partido Republicano. Éste intentó sin éxito la convocatoria de elecciones constituyentes para legitimar el nuevo régimen, a lo que se opusieron el resto de los grupos. En contra de la República, se posicionaron los moderados, unionistas y los “calamares” de Sagasta, grupos que optaron por retirarse de la vida parlamentaria y conspirar en la sombra contra el nuevo régimen.

Se optó por declarar provisionalmente vigente la Constitución de 1869 y formar un gobierno interino que presidirá el republicano Figueras pero

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con mayoría Radical. El mantenimiento de la anterior constitución convertía en ilegal la proclamación de la República, pero el método fue innegablemente mucho más democrático que los pronunciamientos que habían propiciado los anteriores cambios de régimen.

El primer gobierno republicano se enfrentaba a enormes problemas heredados de pasado como el déficit del Estado, la Guerra de Cuba y la III Guerra Carlista y a otros nuevos y no menos graves. La misma palabra República, despertaba entre sus partidarios unas expectativas y esperanzas excesivas en ese momento y significaba una amenaza para sus detractores cuyos temores no pudieron ser disipados por los gobiernos que se sucedieron.

9- Cuadro Anecdótico: La AIT en EspañaAunque la I Internacional llevaba funcionando desde 1864, no existía ninguna sección española de la misma. Esto de debía al atraso que la industrialización llevaba en España en comparación con otros países europeos. No existían organizaciones obreras, por que apenas había obreros. Pero ante las perspectivas que se abrían en España tras la revolución de 1868, la AIT envía al país como delegado a Fanneli, un anarquista próximo a las tesis de Bakunin. Éste inicia contactos con el incipiente movimiento obrero español, como consecuencia de los cuales se constituye en 1869 una sección de la Internacional que se convierte en 1870 en la FRE (Federación Regional Española) de orientación anarquista y con una considerable implantación en Cataluña, Levante, Madrid y Andalucía. La hegemonía que los anarquistas van a tener en el movimiento obrero español hasta el final de la guerra civil, se explica por este hecho.

Amparándose en el derecho de asociación reconocido tras “La Gloriosa” las organizaciones obreras se expanden e protagoniza numerosas acciones durante los desórdenes de los años 1869 y 1870. Pero en 1871, las noticias de la Comuna de París, provocan una reacción en contra de ellas por parte de casi todos los sectores políticos del sistema. La ilegalización de la Internacional y sus secciones españolas se convertirá en uno de los debates centrales de las Cortes en los que destacará la opinión de Cánovas del Castillo quien calificaba a la Internacional como “un terrible foco de inmoralidad y el más grande peligro que hayan corrido jamás las sociedades humanas” alertando ante “la invasión bárbara del proletariado ignorante”. Finalmente no se ilegalizaron de forma expresa las secciones de la Internacional, sino que se aplicó el código penal, considerándolas agentes de una potencia extranjera.

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En plena represión del movimiento obrero español, llegará al país Paul Lafargue. Este personaje enviado a España por Engels, tras el congreso de la AIT en la Haya en el que se consuma la escisión de la Internacional, se puso en contacto con la sección de la FRE en Madrid en 1872. Tras atraerla a las posturas marxistas, ésta se separará del resto de la organización para constituir la Nueva Federación Madrileña (NFM), núcleo originario del PSOE y de la UGT.

La república significaba la aplicación estricta del principio democrático de igualdad ante la ley, al hacer electiva y no hereditaria la designación del jefe del Estado. Pero para muchos republicanos y amplios sectores del pueblo, era además una promesa de descentralización democrática, de justicia social, de cambios en la estructura agraria y de mejoras laborales, cuando no de medidas de tipo socialista. De hecho su proclamación estuvo acompañada de levantamientos populares que organizaron nuevas Juntas revolucionarias y ocupaciones de tierras que en algunos casos terminaron violentamente como ocurrió en Montilla.

El gobierno de Figueras se vio en la disyuntiva de contentar por un lado a sus bases, cumpliendo al menos en parte las promesas que los republicanos llevaban cuarenta años haciendo y por otro, de garantizar el orden y proteger la propiedad para no alarmar más a los grandes propietarios agrícolas, industriales y financieros. Por otra parte, envueltos en dos guerras simultaneas, necesitaban del apoyo del ejército, cada vez más desafecto a la República.

11- Referencia: 50-11126A los numerosos problemas internos con los que se vio enfrentada la I República española, se unió su aislamiento internacional. Como muestra ésta alegoría de “La Flaca”, solo algunas repúblicas, entre las que se distinguen la banderas de Dinamarca y EE UU, recibieron bien el nacimiento de la república en España, frente al rechazo de la mayoría de las potencias europeas (Alemania, Gran Bretaña, Rusia, Imperio Austro – Húngaro…)

Hacer las dos cosas a la vez resultó una tarea imposible; por un lado se reprimieron con dureza las iniciativas espontáneas de las bases republicanas lo que le fue enajenando el apoyo popular al gobierno y por otro se tomaron medidas que debilitaron el ejército y aumentaron el malestar que en él existía. Se eliminó la “quinta”, el código de justicia militar fue suspendido, se depuró a más de 400 mandos alfonsinos, se

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restauraron las milicias (“gorros colorados”) y se formaron batallones de voluntarios. Los mandos militares cada vez más descontentos boicotearon las ofensivas del gobierno, mientras entre los soldados se extendió una gran indisciplina por la suspensión de la justicia militar y las expectativas que el fin de la “quinta” les daba de volver a sus casas. No hubo suficiente alistamiento de voluntarios y los batallones formados carecían del armamento y de la dirección conveniente. El resultado fueron una serie de derrotas humillantes frente a los carlistas mejor armados y organizados en ese momento.

Por si esto fuera poco, el socio de gobierno de los republicanos, el Partido Radical conspiraba contra ellos preparando un golpe de Estado. Su líder, Ruiz Zorrilla había votado a favor de la República, pero entendía ésta solo en su aspecto político, rechazando el contenido social que Figueras pretendía darle. Temían además que las elecciones constituyentes que los republicanos querían celebrar, les barrieran de la escena política por lo que intentaron evitarlas con un levantamiento militar en el que comprometieron a los generales Serrano y Pavía. La intentona golpista de abril de 1873, fue abortada por la contundente reacción de las milicias y del Ministerio de Gobernación.

Finalmente se celebraron las elecciones de las que salieron las Cortes Constituyentes en junio de 1873. La victoria del Partido Republicano Federal fue clara, 348 escaños de los 377 de la cámara y casi multiplicó por cuatro su número de votos. Pero este resultado ocultaba casi un 60% de abstención en unas elecciones en las que no participan muchas de las fuerzas políticas opuestas a la República. La rebaja de la edad electoral a 21 años explica también el aumento de los votos republicanos.

El 11 de junio de 1873 se proclamó la República Federal con Pi Margall como presidente. En su discurso institucional, marcó los objetivos prioritarios del nuevo gobierno: recomposición del ejército y saneamiento de las cuentas públicas para derrotar al carlismo; cumplimiento de promesas republicanas como la separación entre Iglesia y Estado, otorgar la autonomía a Cuba y la abolición de la esclavitud; reformas sociales para tranquilizar a las bases populares como la creación de tribunales laborales de arbitraje, prohibición del trabajo infantil y reforma de la desamortización para dar acceso a la propiedad a los campesinos sin tierra y la recuperación de las tierras comunales.

10- Cuadro Anecdótico: La constitución de la República Federal

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Las Cortes Constituyentes de la I República tenían muy avanzado un proyecto de constitución que fue aparcado durante las presidencias de Salmerón y Cautelar y que nunca llegó a ser aprobado.

En él, España se constituía como Estado Federal compuesto por los territorios históricos de España más Cuba y Puerto Rico, a los que se reconocía la misma categoría. Se establecía el principio de soberanía nacional y el sufragio masculino directo para mayores de 20 años. La jefatura del Estado la ostentaría el Presidente de la República y se establecía un sistema parlamentario bicameral, en el que el Congreso seguiría siendo una cámara de representación proporcional (cada territorio tendría en él un número de representantes proporcional a su población). El Senado dejaba de ser la “cámara alta” destinada a la representación de las elites sociales, para convertirse en una cámara de representación territorial, en la que cada región de la federación tendría un número similar de representantes independientemente de su población.

Se establecía una radical separación entre la Iglesia y el Estado y éste último no subvencionaría a ninguna confesión. Su legislación social prohibía el trabajo infantil, establecía una jornada laboral de 9 horas y tribunales de arbitraje mixtos de empresarios y obreros. Este proyecto tan avanzado para la época (e incluso en algunos aspectos, parece que también para la nuestra), despertó la alarma entre los sectores conservadores de la sociedad y en las potencias reaccionarias europeas.

Este programa tan limitado como razonable, fue contestado desde varios sectores del propio partido republicano, rechazando su derecha las medidas sociales y los “intransigentes” el reforzamiento del ejército. Mientras tanto, los carlistas campaban a sus anchas por el norte y las organizaciones anarquistas iniciaban huelgas en Barcelona y Sanlucar, que en el caso de Alcoy tuvieron un carácter insurreccional.

Ante lo dramático de la situación, Pi Margall solicitó a las Cortes la suspensión de las garantías constitucionales para restaurar el orden. Esto fue interpretado por los “intransigentes” como un intento de acabar con ellos por la fuerza, iniciándose así la rebelión cantonalista. La República se enfrentaba no a una, sino a dos guerras civiles.

12- Referencia: 19-3234“Toma del Ayuntamiento y Gobierno Civil de Murcia por los insurrectos” Grabado de A. Carretero en “La Ilustración Española

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y Americana”, 1872. La rebelión cantonalista provocó un viraje a la derecha de la República Federal, que alejada de sus bases, acabó sucumbiendo ante los militares golpistas.

La revuelta se extendió rápidamente tanto por ciudades importantes como Sevilla, Cádiz, Salamanca, Málaga, Valencia y Granada como por otras localidades menores como Castellón, Algeciras, Almansa, Cartagena, Bailen, Andujar y muchas otras. Esto fue posible no tanto por el apoyo popular del movimiento sino por la ausencia de tropas en condiciones de sofocarlo, ya que las disponibles se encontraban combatiendo al carlismo en el norte o la rebelión cubana. En aquellos lugares donde triunfa el cantonalismo, se constituyen nuevas autoridades (comités de salvación) que declaran independiente la localidad o el cantón.

11- Cuadro Anecdótico: El CantonalismoEl cantonalismo es un movimiento heterogéneo cuya aspiración era la construcción de la República Federal desde abajo. Frente a las tesis de Pi Margal, convencido federalista, de que la nueva República debía constituirse tras un acuerdo nacional en las Cortes de Madrid, los republicanos “intransigentes” levantaron la idea de que cada localidad debía independizarse para luego unirse o no libremente a otras unidades territoriales mayores, formándose así la federación. En este planteamiento coincidían con las organizaciones obreras de inspiración anarquista, ya que se parecía bastante a la idea de Bakunin de una sociedad organizada en comunas autogestionarias, por lo que éstas participaron también en el levantamiento dando un sesgo social a algunos cantones.

Pero no era idealismo todo lo que inspiraba este movimiento, tienen un gran peso las divisiones internas dentro del partido republicano y el deseo de muchos de sus miembros de conseguir de forma inmediata una recompensa personal a su victoria política. El gobierno de Pi Margall, en un gesto de decencia política, había retrasado la formación de ayuntamientos e instituciones locales, en tanto no fuera aprobada la constitución. Muchos “intransigentes” que pensaron que la proclamación de la República y la victoria electoral, les llevaría inmediatamente a disfrutar de algún cargo público, vieron como esto se retrasaba y encontraron en el cantonalismo la oportunidad de conseguirlo.

Pi Margall, enfrentado así a los federalistas radicales y al movimiento obrero, que podrían haber dado una base social amplia a su proyecto de

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transformación política y territorial, dimitió dando paso en el gobierno a Nicolás Salmerón, partidario de la república unitaria. La primera medida de su gobierno fue terminar con la rebelión cantonal, formándose para ello columnas mixtas de soldados y guardias civiles. Para estas operaciones tuvo que contar con generales alfonsinos, dirigiendo Pavía las operaciones en Andalucía y Martínez Campos las de Levante. Muchos de los cantones se autodisolvieron de forma inmediata y en la mayoría la resistencia fue débil, con dos excepciones Málaga y Cartagena, localidades en las que la participación de la guarnición local en la rebelión les permitió resistir más tiempo, seis meses en el caso de Cartagena.

La represión de los militares fue brutal, reanudando la persecución de las organizaciones obreras y permitiendo a las clases altas la formación de grupos armados que actuaron de forma incontrolada. Pero no contentos con ello exigieron al presidente penas de muerte en aplicación del código de justicia militar. Salmerón decidió dimitir antes de firmar estas sentencias y fue sustituido en la presidencia por Emilio Castelar, acentuándose así el giro a la derecha de los gobiernos republicanos.

Decidido a restaurar el orden Castelar propuso una batería de medidas con la que pretendía atraer a los Radicales y al resto de la oposición de derechas, pero a costa del rechazo de sus propios correligionarios. Intentó aumentar la autoridad del ejecutivo, mediante el gobierno por decreto, la censura de prensa y la suspensión de las libertades civiles. Para tranquilizar al ejército, al que se entregaría la responsabilidad del orden público, se suprimió la milicia y al tiempo que se restituían las ordenanzas militares derogadas. También se propuso garantizar la unidad de España y recomposición de las relaciones con la Iglesia. Rechazó la propuesta de los militares de clausurar las Cortes, cuyas sesiones estaban suspendidas desde hacía meses y terminó por reunirlas, para ver cómo su programa era rechazado con un voto de castigo el 2 de enero de 1874. Al día siguiente, una serie de generales protagonizaron un golpe de Estado que se inició con la irrupción del general Pavía y fuerzas de la Guardia Civil en las Cortes. La Asamblea Nacional fue disuelta y sus diputados dispersados.

Hacia la restauración.

El golpe de Pavía no termina oficialmente con la República, ya que su sistema sigue vigente, aunque aplicándose la Constitución de 1869. Se trataba de un giro dictatorial y autoritario del mismo régimen en el que

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tras apear del poder a los republicanos, los protagonistas del levantamiento intentaron perpetuarse en el poder.

La presidencia de la república se ofreció a Serrano, quien tuvo que aceptar la separación de ese cargo del de presidente del gobierno que ocupó Sagasta, que pese a su pasado progresista no disimulaba sus simpatías alfonsinas.

La república autoritaria se limitó a aplicar sin el control de las Cortes las propuestas de Castelar, lo que desató una nueva oleada de represión contra la oposición política de izquierdas y en particular contra las organizaciones obreras, únicas en mostrar cierta resistencia al nuevo régimen.

12- Mapa: La III Guerra Carlista y el CantonalismoLa I República tuvo que hacer frente a dos guerras civiles, sin contar con la que ya se desarrollaba en Cuba. El cantonalismo, surgido de sus propias bases políticas se extendió por Levante y Andalucía, regiones en las que los federalistas tenían más fuerza. Pudo ser sofocado, pero a costa de dejar la república en manos de los militares.La III Guerra Carlista, se desarrolló en los mismos escenarios que las dos anteriores. Se inició en 1872 con la llegada al trono de Amadeo de Saboya, durante cuyo reinado se consiguió hacer retroceder a las fuerzas carlistas hasta Francia. Con la proclamación de la I República, la guerra se reactivó y los carlistas consiguieron sustanciales avances gracias a la descomposición e indisciplina del ejército gubernamental. No terminó hasta 1875, una vez consolidada la restauración monárquica.

La causa monárquica se había ido abriendo paso a lo largo del sexenio y ya era apoyada por un gran número de militares, la Iglesia, la alta burguesía y sobre todo por la oligarquía con intereses en Cuba que la financio generosamente. Por indicación de Cánovas todavía en su exilio de Londres, se crearon organizaciones como los “Círculos Alfonsinos” que iniciaron una campaña de proselitismo para crear un ambiente favorable a la vuelta de la monarquía.

13- Referencia: 50-11368Esta caricatura de “La Flaca” nos muestra a Napoleón III coqueteando con Isabel II, que sujeta en brazos a su hijo el futuro Alfonso XII. El emperador francés muestra su doble juego dando la otra mano al pretendiente tradicionalista Carlos VII. La abdicación de Isabel II en su hijo, fue la piedra maestra de la política de Cánovas del Castillo, que tras

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crear el ambiente adecuado, conseguiría su objetivo final: la restauración de la dinastía Borbón en España.

En ese momento era muy improbable que eso se produjera a través de unas elecciones, por lo que el ejército quedaba como dueño de la situación. El nuevo régimen se podría haber salvado con una victoria frente al carlismo, que le diera popularidad, acabara con la sangría económica de la guerra y consolidara su influencia en el ejército. Se ordenó al general Martínez de la Concha, enviado a dirigir el ejército del norte, una ofensiva contra los carlistas, pero fue derrotado y muerto, mientras un nuevo levantamiento tradicionalista reavivaba la guerra en levante. Esto precipitó un pronunciamiento militar protagonizado por el general alfonsino Anselmo Martínez Campos en Sagunto el 28 de diciembre de 1874, secundado por la mayoría del ejército. La República y el sexenio podían darse por acabados.