Warcraft : El Último Guardián

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Traduccion del 4to libro de la saga de warcraft.Traduccion del 1er capitulo.Comentarios y sugerencias bienvenidas :)

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El Último Guardián

Prologo

La Torre solitaria

La mayor de las dos lunas se había levantado esta noche primero, y ahora colgaban brillantes como la blanca plata en un cielo claro, salpicado de estrellas. Bajo la luna ondulante los picos de las Montañas Crestagrana tensaban hacia el cielo. En la luz del día el sol eligió tonos de color magenta y óxido entre los picos de granito, pero en el claro de luna se redujeron a altos fantasmas orgullosos. Al oeste estaba el Bosque de Elwyn, su pesado cielo de grandes robles y bosques de satén que iban desde el pie de los montes hasta el mar. Al este se extendía en pantano sombrío de Black Moras, un país de ciénagas y colinas bajas, pantanos y aguas estancadas, y peligro al acecho en los asentamientos. Una sombra pasa brevemente a través de la luna, una sombra del tamaño de un cuervo, moviéndose por un agujero en el corazón de la montaña.

Aquí un pedazo había sido retirado de la solides de la Cordillera Crestagrana, dejando tras de si un valle circular. Alguna vez pudo haber sido el sitio de algún impacto celeste primitivo o el recuerdo de una explosión extremadamente violenta, pero los eones habían agregado al cráter con forma de tazón una serie de escarpadas filosas. Ninguno de los antiguos árboles de Elwyn podría llegar a su altura y el interior del anillo de colinas fue vaciado excepto por las malas hiervas y enredaderas de vid.

En el centro del anillo de colinas había una colina desnuda, tan desnuda como la calva de un señor comerciante de Kul’tiras. De hecho, la manera de la colina se levantaba bruscamente, suavizando la pendiente cerca de un nivel en su vértice haciéndose muy similar a la forma de un cráneo humano. Muchos la habían observado en los últimos años, aunque solo unos cuantos habían sido lo suficientemente valientes o poderosos, o con falta de tacto para mencionar al dueño de la propiedad.

En la cima aplanada de la colina se levanto una torre antigua, una gruesa protuberancia de piedra blanca y mortero oscuro, una erupción hecha por el hombre que disparo sin esfuerzo hacia el cielo, escalando más alto que las colinas que la rodeaban, como un faro iluminado por la luz de la luna. Hubo un pequeño muro en la base de la torre que domina una muralla exterior, y dentro de esas paredes en ruinas habían restos de un establo y una herrería, pero la propia torre domino todo dentro del anillo de colinas.

Una vez este lugar fue llamado Karazhan y este fue el hogar de los secretos y misteriosos Guardianes de Tirisfal. Hace tiempo se trato de un lugar de vida. Ahora simplemente estaba abandonado y perdido en el tiempo.

Se hizo el silencio en la torre pero no la tranquilidad. Durante el abrazo de la noche, formas tranquilas revoloteaban de ventana en ventana, y los fantasmas bailaban por los balcones y parapetos. Hablando menos de fantasmas, pero más de recuerdos, se trataba de nada menos que un trozo de pasado que se había salido de la corriente del tiempo. Estas sombras del pasado se habían desencadenado por las locuras del dueño de la torre, y fueron condenados ahora a contar sus historias una y otra vez, en el silencio de la torre abandonada. Condenados a contar, pero carecen de toda audiencia para escucharlos.

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Entonces en el silencio, hubo el roce suave de una bota contra la piedra, y luego otro. Un destello de movimiento bajo la luna ondulante, una sombra contra la piedra blanca, un aleteo de una capa andrajosa de tono rojo en el aire fresco de la noche. Una figura caminaba a lo largo del parapeto superior, en la torre almenada más alta que años antes había servido de observatorio.

La puerta del parapeto en el observatorio chillo sobre las bisagras antiguas, pero se detuvo, congelado por el oxido y el paso del tiempo. La figura oculta se detuvo un momento y luego puso un dedo en la bisagra, y murmuro algunas palabras bien escogidas. La puerta se abrió en silencio, las bisagras parecían nuevas. El intruso se permitió una sonrisa.

El observatorio estaba vació ahora, las herramientas se encontraban destrozadas y abandonadas. La figura invasora, casi tan silenciosa como un fantasma, cogió un astrolabio aplastado, su escala retorcida ya había olvidado la rabia. Ahora no es más que una pesada pieza de oro, de material inerte e inútil en sus manos.

Hubo otro movimiento en el observatorio, y el intruso levanto la vista. Ahora, una figura fantasmal se hallaba cerca, de una de las muchas ventanas. El fantasma/no-fantasma era un hombre de hombros anchos, pelo y barba oscura pero ahora se le ve un prematuro gris en los bordes. La figura fue uno de los fragmentos del pasado, que fue separado y ahora repetía su tarea, independientemente si había observadores o no. Por el momento, el hombre del cabello oscuro revisaba el astrolabio, el gemelo intacto paso de una a una entre las manos del intruso y jugueteo con un pequeño botón a un lado. Un momento, una revisada y un tic de la perilla. Sus cejas oscuras hicieron un surco por encima de sus fantasmales ojos verdes. Un segundo momento, otra revisada y otro tic. Por ultimo, la alta figura imponente suspiro profundamente y coloco el astrolabio en una tabla que no estaba allí, y desapareció.

El intruso asintió con la cabeza. Tales apariciones eran comunes incluso en los días en que Karazhan estaba habitada, aunque ahora, despojado de su control (y la locura) de su amo, se habían vuelto mas descarados. Sin embargo esos fragmentos del pasado pertenecían aquí, mientras tanto; el era el intruso, no ellos.

El intruso cruzo la habitación hacia la escalera descendente, mientras detrás de él el hombre mayor parpadeo de nuevo en el mismo lugar y repitió su acción, observando su astrolabio en un planeta que hacia tiempo se traslado a otras partes del cielo.

El intruso se movió a lo largo de la torre, cruzando los niveles para llegar a otras escaleras y otros pasillos. Ninguna puerta se cerro a él, incluso los que están cerrados con piedra y lodo, o selladas por la herrumbre y la edad. Unas pocas palabras, una caricias, un gesto y los grilletes vuelan sueltos, el oxido disuelto en pilas rojizas, las bisagras restauradas. En uno o dos lugares barrios antiguos aun brillaban, potentes a pesar de su edad. Se detuvo delante de ellos por un momento, teniendo en cuenta, lo que refleja, buscando en su memoria el significado correcto. Hablo la palabra correcta, hizo el movimiento correcto con las manos, rompió la magia débil que quedaba, y siguió adelante.

Al moverse a través de la torre, los fantasmas del pasado se pusieron más agitados y más activos. Ahora con una audiencia potencial, parece que estas piezas del pasado

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deseaban contar su historia al mismo tiempo, aunque solo sea para sentirse un momento, libres de este lugar. Cualquier sonido que una vez poseyeron hacia tiempo que ya se había olvidado, dejando solo las imágenes en movimiento a través de los pasillos.

El intruso paso cerca aun mayordomo antiguo en el oscuro lobby, el frágil anciano lentamente arrastraba los pies por el pasillo vacío, llevaba puestos unas anteojeras tipo caballo y cargaba con una bandeja de plata. El intruso paso por la biblioteca, donde una mujer con un aspecto verdoso se quedo de espaldas a él buscando un antiguo libro. Pasó por una sala de banquetes, en un extremo un grupo de músicos que tocan en silencio, bailarines girando en una gavota. En el otro extremo una gran ciudad quemada, sus llamas luchando infructuosamente contra las paredes de piedra y tapices chamuscados. El intruso se movió a través de las llamas en silencio, pero su rostro se puso tenso y fue testigo de ver una vez mas a la poderosa Ventormenta quemarse a su alrededor.

En una sala tres jóvenes se sentaron alrededor de una mesa y dijeron mentiras desconocidas. Tazas de metal estaban esparcidas en la superficie de la mesa, así como debajo de ella. El intruso había estado atento a esta imagen durante mucho tiempo, hasta que un fantasma tabernero trajo otra ronda. Luego sacudió la cabeza y siguió adelante.

El llego a casi el nivel del suelo, y salio a un balcón que colgaba precariamente en la pared, como un nido de avispas sobre la entrada principal. Allí, en el amplio espacio antes de la torre, entre la entrada principal y un establo ahora derrumbado en el patio, había una sola imagen fantasmal, sola y separada. No se movía como los demás, sino que se quedaba ahí, esperando, atento. Un trozo de pasado que no había sido liberado. Un trozo que le esperaba.

La imagen inmóvil de un hombre joven con un rayado blanco recorriendo su cabeza morena y pelo desordenado. Los fragmentos de una barba recién crecida, se le aferraban a la cara. Una mochila maltratada yacía a los pies del joven, y mantuvo una carta de color rojo sellado con un apretón semejante a la muerte.

Esto fue así y realmente no hay fantasmas, el intruso lo sabia, aunque el propietario de esta imagen todavía estaba muerto, caído en combate bajo un sol extranjero. Este era un recuerdo, un fragmento del pasado, atrapado como un insecto en ámbar, en espera de su libertad. Esperando a su llegada.

El intruso levanto la mano y entono una serie de palabras cantadas. Suavemente llegaron las rimas y los ritmos primerizos, luego más fuerte, y finalmente, más fuerte, rompiendo la calma. En la distancia, lobos recogían su canto y lo devolvían en un aullido sincronizado.

Y la imagen de la juventud fantasmal, con sus pies que parecían atrapados en el barro, respiro hondo, alzo la mochila de los secretos en su hombro y lentamente recorrió su camino hacia la entrada principal de la Torre de Medivh.

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Uno

Karazhan

Khadgar agarró la carta sellada carmesí de la instrucción y trato desesperadamente de recordar su propio nombre. Había cabalgado durante días, acompañando a varias caravanas, y finalmente hizo el viaje solo a Karazhan, a través de los bastos y poblados bosques de Elwyn. Luego el largo ascenso a las alturas de las montañas, a este sereno, vació y desolado lugar. Hasta el aire era frió y cortante. Ahora, adolorido y cansado, el joven de barba desaliñada de pie en la creciente oscuridad del patio, petrificado por lo que tenia que hacer ahora.

Acercarse al mago más poderoso de Azeroth.

Un honor, habían dicho los estudiosos del Kirin Tor. Una oportunidad que no se puede perder, insistieron. Los sabios mentores de Khadgar, un conclave de eruditos influyentes y hechiceros, le dijeron que habían estado tratando de introducir un oído comprensivo en la torre de Karazhan durante años. El Kirin Tor quería aprender lo que el conocimiento del mago más poderoso de la tierra se había escondido en su biblioteca. Querían saber lo que estaba a favor de la investigación. Y la mayoría de cosas de este rebelde mago para empezar a planificar su legado, querían saber si el grande y poderoso Medivh planeo entrenar a un heredero.

El Gran Medivh y el Kirin Tor habían estado en desacuerdo sobre estos y otros asuntos durante años, al parecer y solo ahora lo hicieron ceder a algunas de sus suplicas. Solo que ahora iba a tomar un aprendiz. Ya fuera por un ablandamiento, según los reportes de los magos, de su duro corazón, o por una simple concesión diplomática, o la sensación de la propia mortalidad que se arrastraba la mago; esto no les importaba a los maestros de Khadgar. La simple verdad es que este independientemente poderoso (y un misterio para Khadgar) mago había pedido un asistente, y el Kirin Tor, que gobernó sobre el reino mágico de Dalaran, estaba mas que contento en cumplir.

Así que el joven Khadgar fue seleccionado y enviado con una lista de direcciones, ordenes, contraordenes, peticiones, sugerencias, consejos y otras demandas de sus maestros hechiceros. Pregúntale a Medivh sobre las batallas de su madre con los demonios, le dijo Guzbah, su primer instructor. Averigüe todo lo que pueda acerca de la historia de los elfos de su biblioteca, le pidió Lady Delth. Revise todos los volúmenes de su bestiario, le ordeno Alonda, quien estaba convencido de que había una quinta especie de troll que todavía no había registrado en sus propios volúmenes. Sea directo, franco y honesto, informo el Jefe Artífice Norlan, el Gran Mago Medivh parecía valorar esos rasgos. Procura con diligencia hacer lo que te dicen. No se encorve. Siempre parezca estar interesado. Parece derecho. Y sobre todo, mantenga sus ojos y oídos bien abiertos.

Las ambiciones del Kirin Tor no molestaron en nada a Khadgar, su educación en Dalaran y su temprano aprendizaje para el conclave le dejo en claro que sus mentores tenían una insaciable curiosidad por la magia en todas sus formas. Su acumulación continúa, su catalogación y la definición de la magia se imprime en los jóvenes estudiantes a una edad temprana, y Khadgar no fue diferente que la mayoría.

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De hecho, se dio cuenta, su propia curiosidad puede haber influido en su situación actual. Sus vagabundeos nocturnos propios por los pasillos de Ciudad Violeta de Dalaran habían descubierto más de algunos secretos del conclave que preferían no divulgar al público. La afición del Jefe Artífice por el vino flameante, por ejemplo, o la preferencia de Lady Delth por los jóvenes caballeros de su edad y delgados, o la colección de libros secreta que Korrigan escondía donde detallaba (de manera espeluznante) las practicas de los históricos adoradores de demonios.

Y había algo en uno de los grandes sabios de Dalaran, el venerable Arrexis, una de las eminencias grises que incluso los demás respetan. Había desaparecido, o muerto, o algo horrible había sucedido, y los demás optaron por no hacer mención de ello, incluso hasta el punto de borrar el nombre de Arrexis de los libros y no volver a hablar de el otra vez. Pero Khadgar se había enterado, no obstante. Khadgar tenía una manera de encontrar las referencias necesarias, haciendo las conexiones necesarias, o hablando con la persona adecuada en el momento adecuado. Esto era un regalo y sin embargo podía llegar a ser una maldición.

Cualquiera de estos descubrimientos (los planes y advertencias, potencialmente mortales) podría haberle asignado una imagen de prestigio. Tal vez pensaron que el joven Khadgar era un poco bueno consiguiendo fácilmente secretos para el conclave, enviándolo a un sitio donde su curiosidad haría algo bueno para el Kirin Tor. O al menos enviarlo lo bastante lejos para que no descubra otras cosas de los nativos de la Ciudadela Violeta.

Y Khadgar a través de sus implacables escuchaderas, había oído esta teoría también.

Así Khadgar partió con una mochila llena de notas, un corazón lleno de secretos, y una cabeza llena de fuertes demandas y consejos inútiles. En la ultima semana antes de salir de Dalaran, el había oído de casi todos los miembros del conclave, que cada uno estaba interesado en algo acerca de Medivh. Para un mago que vive en el extremo del mundo, rodeado de árboles y picos siniestros, los miembros del Kirin Tor encontraban esto extremadamente curioso. Urgente, incluso.

Tomando una respiración profunda (y al hacerlo, recordó a si mismo que todavía estaba demasiado cerca de los establos), Khadgar avanzo hacia la torre mientras sentía como el peso de su mochila le avanzaba hacia los tobillos y le hacia difícil mover los pies.

La entrada principal se abría como la boca de una caverna, sin puerta o rastrillo. Esto tenía sentido, si se quisiese que el ejército se abriera paso a través del Bosque de Elwyn hasta el comienzo de las paredes del cráter, todo para luchar con el mismismo Magus Medivh. Pero había registros de nada ni nadie que intentara siquiera asediar Karazhan.

La entrada sombría era lo suficientemente alta para que un elefante de guerra pasara por debajo. Suspendido se encontraba un amplio balcón con una barandilla de piedra blanca. Desde se podía estar al nivel de las colinas circundantes y tener una visión de mas allá de las montañas. Hubo un destello de movimiento a lo largo de la barandilla, un poco de movimiento que Khadgar sintió más de lo que fue testigo. Una figura vestida quizás, que retrocedió a lo largo del balcón adentrándose en la torre. ¿Estaba siendo observado incluso ahora?, ¿No iba a saludarlo?, o ¿Él esperaba que entre a la torre valientemente por su propia cuenta?

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¿”Tu eres el nuevo chico”? – Dijo una voz suave, casi sepulcral y Khadgar estirando la cabeza hacia arriba, sintió como se le erizaba la piel. Se giro en su sitio, para ver a una figura encorvada emergiendo sutilmente de las sombras de la entrada.

Miro ligeramente al humano, y por un momento Khadgar se pregunto si en realidad estaban mutando animales de la selva para trabajar como sus sirvientes. Este parecía una comadreja sin pelo, su cara larga estaba enmarcada por lo que parecía un par de rectángulos negros.

Khadgar no recordaba haber dado alguna respuesta, pero la comadreja salía más de las sombras y repetía lo mismo.

¿”Tu eres el nuevo chico”? - repitió. Cada palabra fue enunciada con su propio aliento, encapsulado en su propia caja pequeña, en mayúsculas y separado de los demás. Salio de las sombras y se revelo totalmente siendo nada mas ni nada menos que un hombre delgado de avanzada edad con una librea de lana oscura. Un sirviente humano, pero un sirviente en fin. Aun llevaba los rectángulos negros en los costados de su cabeza, como un conjunto de orejeras, que se extendía delante de una nariz más prominente.

El joven se dio cuenta de que lo estaba mirando el viejo, - Khadgar, dijo y después de un momento le dio la carta de presentación que le habían dado. “De Dalaran. Khadgar de Dalaran, en el reino de Lordaeron. Se me fue enviado por el Kirin Tor. Desde la Ciudadela Violeta. Soy Khadgar de el Kirin Tor. Desde la Ciudadela Violeta. De Dalaran”. Él sentía como si estuviera tirando piedras de conversación a un pozo vació, esperando que el viejo responda algo.

“Por supuesto que si, Khadgar”, dijo el anciano. “De los Kirin Tor. De la Ciudadela Violeta. De Dalaran. De Lordaeron.” El siervo tomo la carta ofrecida como si se tratara de un reptil vivo, y después de alisar lo bordes arrugados, la metió dentro de su chaleco de librea sin abrirlo. Después de su transporte y su protección durante muchas millas. Khadgar sintió el dolor de la perdida. La carta de presentación represento su futuro, y el se resistía a verlo desaparecer, siquiera por un momento.

“El Kirin Tor me ha enviado para ayudar a Medivh. El Señor Medivh. El Mago Medivh. Medivh de Karazhan”, Khadgar se dio cuenta que estaba a medio paso de caer en medio de un balbuceo hecho y derecho, y con un esfuerzo definitivo cerro bien la boca.

“Estoy seguro de que lo hicieron”- dijo el sirviente. “Te mandan, por supuesto.” Mientras apreciaba el sello de la carta, su mano delgada se deslizaba en su chaleco y saco un conjunto de rectángulos negros unidos por una delgada banda de metal. ¿“Anteojeras”?.

Khadgar parpadeó. “No. Quiero decir, no gracias”

“Moroes” – dijo el sirviente.

Khadgar sacudió la cabeza.

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“Soy Moroes” – dijo el sirviente. “El camarero de la Torre. Castellán de Medivh. ¿Anteojeras? Una vez más levanto los rectángulos negros, iguales a los que enmarcaban su rostro estrecho.

“No gracias Moroes”, dijo Khadgar, con la cara contraída de curiosidad.

El criado se volvió e indico a Khadgar seguirlo con un leve movimiento del brazo.

Khadgar cogió la mochila y camino rápidamente para seguirle el paso al criado. A pesar de su supuesta fragilidad el criado se movía a buen ritmo.

“¿Estas solo en la torre?”, se atrevió a preguntar Khadgar, mientras subía por un conjunto de escaleras curvas anchas y bajas. El cruce de piedra en el centro parecía que había sido usado por miles de pies de los sirvientes e invitados.

“¿Eh?” – respondió el sirviente.

“¿Estas solo?”, repitió Khadgar, preguntándose si estaría condenado a hablar como hablaba Moroes para que lo entienda. “¿Vive aquí usted solo?”

“El Mago esta aquí”, respondió Moroes con voz sibilante que sonó débil y tan fatal como el polvo de tumba.

“Si, de acuerdo”, dijo Khadgar.

“No tendría mucho sentido que usted estuviera aquí si él no estuviera” – continuo el mayordomo. “Él esta aquí.” Khadgar se pregunto si la voz del viejo sonaba de esa manera porque no la utilizaba muy a menudo.

“De acuerdo”, dijo Khadgar, “¿Alguien mas?”

“Tú, ahora”, continuo Moroes. “Mas trabajo cuidar a dos que a uno. No se me consulto.”

“Así que solo tu y el mago, normalmente, entonces”, dijo Khadgar, preguntándose si el sirviente había sido contratado (o creado) por su carácter taciturno.

“Y Cook”, dijo Moroes: “Aunque Cook no habla mucho. Gracias por preguntar sin embargo.”

Khadgar trato de abstenerse de girar sus ojos, pero no pudo. Espero que la venda en los ojos a cada lado de la cara del sirviente no lo dejara ver su reacción.

Llegaron a un nivel plano, cruzando por un pasillo iluminado por antorchas. Moroes cruzo rápidamente a través de los muebles gastado, hacia unas escaleras curvas frente a ellos. Khadgar se detuvo un momento a examinar las antorchas. Levanto la mano a unas pulgadas de la parpadeante llama, pero no sintió calor. Khadgar se pregunto si la llama fría era común en toda la torre. En Dalaran usaban cristales fosforescentes, que relucían con un brillo constante, aunque su investigación hablaba de espejos reflectantes,

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espíritus elementales compresos en linternas, y en algunos casos, enormes luciérnagas en cautiverio. Sin embargo estas llamas parecían estar congeladas en su sitio.

Moroes, detenido en medio de la escalera siguiente, se volvió lentamente y dejo escapar una jadeante tos. Khadgar se apresuro a darle el alcance. Al parecer, las anteojeras del viejo no lo limitaban mucho.

“¿Por qué las anteojeras?” – pregunto Khadgar“¿Eh?” – replico Moroes

Khadgar le toco a un lado de su cabeza. “Las anteojeras” – ¿porque?

Moroes torció la cara en lo que Khadgar solo pudo asumir como una sonrisa. “La magia es fuerte aquí. Fuerte, y mala, a veces. Tú veras… cosas… por aquí. A menos que tengas cuidado. Yo soy cuidadoso. Otros visitantes, antes que tú, fueron menos cuidadosos. Ellos se han ido ya.”

Khadgar se puso a pensar en el fantasma que pudo o no haber visto en el balcón voladizo, y asintió.

“Cook tiene un conjunto de lentes de cuarzo rosa”, agrego Moroes. “Jura por ellos.” Hizo una pausa por un momento y luego añadió. “Cook es un poco tonto en ese aspecto.”

Khadgar esperaba que Moroes fuera un poco más hablador, una vez se calentara. “Por lo tanto, usted ha estado en la casa del Mago por mucho tiempo?”

“¿Eh?” – dijo Moroes de nuevo.

“¿Haz estado tiempo con Medivh?”, dijo Khadgar, con la esperanza de mantener la impaciencia de su voz.

“Ayep”, dijo el mayordomo. – “Lo suficiente. Demasiado tiempo. Años parece. El tiempo es el mismo aquí.” El erosionado mayordomo dejo el rastro de su voz apagarse y los dos subieron en silencio.

¿Qué sabes de él? – Se aventuro a decir Khadgar, finalmente. “El mago, quiero decir.”

“La pregunta es,” – dijo Moroes, abriendo otra puerta para revelar una nueva escalera hacia arriba. “¿Qué sabe usted?”…

La propia investigación de Khadgar en la materia fue sorprendentemente improductiva, y sus escasos resultados fueron frustrantes. A pesar del acceso a la Gran Biblioteca de la Ciudadela Violeta (y el acceso subrepticio a algunas bibliotecas y colecciones privadas en secreto), hubo muy poco sobre este gran y poderoso Mago Medivh. Esto fue doblemente extraño, ya que cada mago anciano en Dalaran parecía sostenerle un cierto miedo a Medivh, y a su vez querían una u otra cosa de él. Algunos favores, algunas bendiciones, algunos vestigios de información.

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Medivh fue aparentemente un hombre joven, como los magos de fuera. Él no parecía tener más que unos cuarenta años, y por un gran periodo de ese tiempo parecía no hacer un gran impacto en su entorno. Esto fue una sorpresa para Khadgar. La mayoría de los cuentos que había leído y oído por magos independientes lo describían como un ser extremadamente llamativo, sin miedo en adentrarse en secretos que el hombre no debía conocer, y por lo general con muertos, mutilados, condenados o metiéndose con los poderes y energías mas allá de su ken. La mayor parte de las lecciones que había aprendido de niño sobre los magos de Dalaran no siempre terminaban de la misma manera - sin restricción de control y pensamiento, salvajes, sin entrenamiento; y los magos autodidactas siempre tenían un final malo (a veces, aunque no a menudo, destruyendo una gran cantidad de alrededores con ellos).

El hecho de que Medivh había traído un castillo abajo encima de si mismo, o dispersar sus átomos a través del torbellino del vació, o invocar un dragón sin saber como controlarlo, indicaba un gran descontrol o un gran poder. Y por el alboroto que los estudiosos habían hecho acerca de su nombramiento y por la lista de instrucciones que había recibido, Khadgar se inclinaba por lo último.

A pesar de todas sus investigaciones, el no podía entender por qué. Nada indicaba alguna investigación sobre este gran Medivh, algún descubrimiento importante, ni algún logro que sacudiera la tierra, que representara el temor evidente que tenía el Kirin Tor por este misterioso mago. No hay enormes guerras, grandes conquistas, o se sabe de épicas batallas. Los bardos fueron notablemente incompletos cuando se trataba de los asuntos de Medivh, y por otra parte los heraldos asentían con la cabeza cuando llegaba el momento para discutir sus logros.

Y sin embargo, Khadgar se dio cuenta que había algo importante en este caso, algo que creo en los estudiosos una mezcla de miedo, respeto y envidia. El Kirin Tor no tenía otros lanzadores de conjuros iguales en el conocimiento mágico, realmente muchas veces quisieron obstaculizar a los magos que no tenían lealtad a la Ciudadela Violeta.Y sin embargo, doblegarse ante Medivh. ¿Por qué?

Khadgar solo tenia la mas mínima idea sobre su filiación (Guzbah estaba particularmente interesado en la madre de Medivh), algunas notas en un grimorio invocando su nombre, y la mención de la visita ocasional a Dalaran. Todas estas visitas fueron en los últimos 5 años, y al parecer Medivh se reunió solo con magos mayores, como el ahora desaparecido Arrexis.

En resumen, Khadgar sabía muy poco sobre este supuesto gran mago al que se le había asignado para trabajar. Y ya que el consideraba al conocimiento como su escudo y espada, se sintió terriblemente mal equipado para su próximo encuentro.

… En voz alta, dijo: “No mucho.”

“¿Eh?”, respondió Moroes, dando media vuelta en la escalera.

“Dije que no se mucho”, dijo Khadgar, mas fuerte de lo que pretendía. Su voz reboto en las paredes desnudas de la escalera. Preguntándose al mismo tiempo si la torre era realmente tan alta como parecía. Sentía que ya le dolían los muslos por la subida.

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“Por supuesto que no”, dijo Moroes. “Has de saber, lo que es. Los jóvenes no saben mucho. Eso es lo que los convierte en joven, supongo.”

“Quiero decir,” dijo Khadgar, irritado. El hizo una pausa y tomo un hondo respiro. “Quiero decir, yo no se mucho sobre Medivh. Usted lo pregunto.”

Moroes se detuvo por un momento, con el pie a punto de dar el próximo paso, “supongo que lo hice”, dijo al fin.

“¿Cómo es él?”, pregunto Khadgar, con voz casi suplicante.

“Como todos, supongo”, dijo Moroes. “Tiene sus ratos. Tiene sus momentos. Los días buenos y malos. Como todo el mundo.”

“Pone sus pantalones en una pierna a la vez”, dijo Khadgar, suspirando.

“No. El levita en ellos”, dijo Moroes. El viejo criado miro a Khadgar, y el joven capto la media sonrisa a lo largo de la cara del anciano. “Un conjunto de mas escaleras.”

El conjunto final de las escaleras se enroscaban firmemente, y Khadgar adivinaba que tenía que estar en la zona más alta de la torre. El viejo criado abrió el camino.

La escalera se abrió en una sala circular pequeña, rodeada por un parapeto ancho. Como Khadgar había supuesto, estaba en la punta más alta de la torre, con un gran observatorio. Las paredes y techos fueron perforadas por ventanas cristalizadas, claras y miopizadas. En el momento de su ascenso la noche había caído por completo, y el cielo estaba oscuro y cubierto de estrellas.

El propio observatorio estaba oscuro, iluminado por unas cuantas antorchas de la misma y firme en la luz como en otros sitios. Sin embargo, estos estaban cubiertos, ocultándose para observar el cielo nocturno. Un brasero apagado se ubicaba en el centro de la habitación en la preparación para más tarde, ya que la temperatura bajaría para la mañana.

Varias grandes tablas curvadas repartidas por todo el muro exterior del observatorio, adornado con todo tipo de dispositivos. Niveles de plata y astrolabios de oro hacen de pisapapeles de tamaño folio, o como marcadores de ciertas paginas en los textos antiguos. Un modelo medio desmontado que muestra el movimiento planetario a través de la bóveda celeste. Asentadas sobre una mesa, alambres finos y cuentas adicionales establecidas entre las delicadas herramientas a su lado. Cuadernos yacían contra una pared y otros estaban atascados en cajas debajo de las mesas. Un mapa del continente se extendía en un marco, que muestra las tierras del sur de Azeroth y Lordaeron hogar de Khadgar, así como los solitarios enanos y reinos élficos de Khaz Modan y Quel’thalas. Numerosos pequeños alfileres adornando el mapa, las constelaciones que solo Medivh pudo descifrar.

Y Medivh estaba allí, para Khadgar no podía ser otro. Él era un hombre de medianos años, su pelo largo y atado en una cola de caballo hacia la espalda. En su juventud, su pelo había sido probablemente negro ébano, pero ahora ya con canas en las sienes y en la barba. Khadgar sabía que esto les sucedía a muchos magos, por la tensión que las

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energías mágicas ejercían. En realidad estaba vestido con ropas sencillas para un mago pero bien cortadas y montadas en su gran cuerpo. Un tabardo corto, sin adornos de decoración, colgado a la cintura, sobre los pantalones metidos dentro de botas de gran tamaño. Una pesada capa marrón colgaba de sus anchos hombros, con la capucha hacia atrás.

Cuando los ojos de Khadgar se ajustaron a la oscuridad, se dio cuenta que estaba equivocado acerca de que la vestimenta del mago estaba sin adornos. En su lugar, fue adornado con una filigrana de plata, de tal naturaleza delicada que era invisible a primera vista. Mirando a la espalda del mago, Khadgar se dio cuenta que estaba mirando a la cara estilizada de algún antiguo demonio legendario. Parpadeó, y en ese tiempo la parte trasera se transformó en un dragón en espiral, y luego en un cielo nocturno.

Medivh estaba de espaldas al viejo criado y al joven, ignorándolos por completo. Estaba de pie frente a una de las mesas, con un astrolabio de oro en una mano y una libreta en la otra. Parecía perdido en sus pensamientos, y Khadgar se preguntó si esta era una de las "cosas" que Moroes había advertido acerca de él.

Khadgar se aclaró la garganta y dio un paso adelante, pero Moroes levantó la mano. Khadgar se congeló en su lugar, con tanta seguridad como si estuviera paralizado con un hechizo mágico.

En cambio, el viejo criado entró tranquilamente a un lado del mago maestro, a la espera de que Medivh reconociera su presencia. Pasó un minuto. Un segundo minuto. Luego un período que Khadgar juró fue una eternidad.

Por último, la figura vestida dejó su astrolabio, e hizo tres jotas rápidas en el cuaderno. Cerró el libro con ruido seco, y miró a Moroes.

Al ver su cara por primera vez, Khadgar pensó que en realidad estaba mucho más viejo que sus supuestos cuarenta años. El rostro estaba cubierto profundamente y desgastado. Khadgar se preguntó qué magia habría manejado Medivh que escribió una historia tan profunda en su rostro.

Moroes sumergió en los bolsillos de su chaleco y sacó la carta arrugada de la introducción, el sello rojo sangre carmesí ahora en la luz de las antorchas constantes, sin parpadear. Medivh se volvió y miró al joven.

Los ojos del mago se establecían muy por debajo de la oscuridad y sus cejas espesas, Khadgar era conciente de la potencia que venia desde dentro. Algo bailaba y parpadeaba dentro de esos profundos ojos verdes, algo poderoso, y quizá que no controlaba. Algo peligroso. El mago maestro lo miró, y en un momento Khadgar sintió que el mago había tomado la suma total de su existencia y no la encontró más intrigante que la de un escarabajo o una pulga.

Medivh apartó la vista de Khadgar y en la fijo en la carta aún cerrada de introducción. Khadgar se sintió relajado casi de inmediato, como si un gran depredador hambriento hubiera acechado por delante de él sin darle una segunda mirada.

Page 12: Warcraft : El Último Guardián

Su alivio duró poco. Medivh no abrió la carta. En cambio, frunció su ceño sólo ligeramente, y exploto el pergamino en el aire estallando en llamas. Las llamas se agruparon en el otro extremo del documento desde donde Medivh controlaba el parpadeó de una intensa llama azul.

Cuando Medivh habló, su voz era a la vez profunda y divertida.

-Bueno-dijo Medivh, ajeno al hecho de que estaba sosteniendo la quema del futuro de Khadgar en la mano. "Parece que nuestro joven espía ha llegado al fin."