Vivir Bien Con Menos

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Vivir bien con menos. Ajustarse a los límites físicos con criterios de justicia INGURU GAIAK 3 M A Y O D E 2 0 1 2 Yayo Herrero

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Vivir bien con menos.Ajustarse a los límites físicoscon criterios de justicia

I N G U R U G A I A K 3M A Y O D E 2 0 1 2

Yayo Herrero

Vivir bien con menos.Ajustarse a los límites físicos con criterios de justicia

Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

1. La crisis global: el resultado de la inteligencia ciega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

a) La crisis ecológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

b) La crisis social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

c) La crisis de los cuidados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

2. Nada puede crecer indefinidamente en un planeta con límites . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28

3. Librarnos del crecimiento: menos para vivir mejor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

a) Vivir bien con mucho menos: principio de suficiencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

b) Una producción ligada al mantenimiento de la vida y no a su destrucción . . . . . . . . . . . . . 32

c) Un cambio radical en el modelo de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

d) Reconstruyendo lo colectivo, potenciar la cooperación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

e) Igualdad y distribución de la riqueza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

f) Tejer alianzas: construir mayorías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

Publica: Manu Robles-Arangiz InstitutuaBarrainkua, 1348009 BILBOwww.mrafundazioa.org

ISBN: 978-84-936523-8-8Depósito legal:

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Yayo Herrero (Madrid, 1965) es directorade FUHEM, una entidad sin ánimo de lucrodedicada a la investigación y divulgaciónde temas ecosociales y a la educacióncomprometida, laica y compensadora detodo tipo de desigualdades.

En el terreno del activismo es co-coordi-nadora Confederal de Ecologistas enAcción. Forma parte de los consejos deredacción de las revistas Ecologista yPapeles de Relaciones Ecosociales yCambio Global.

Sus principales líneas de investigaciónson el Cambio Global, sus impactos ecoló-gicos, sociales y culturales y las vías de sali-da, así como los vínculos y sinergias entrefeminismo y ecologismo.

Es coautora de “Cambiar las gafas dever el mundo. Una cultura de las sostenibi-lidad” (Libros en Acción, 2011),“Decrecimientos: sobre los que hay quecambiar en la vida cotidiana”, coordinadopor Carlos Taibo (La Catarata,2010),“Claves del Ecologismo Social”(Libros en Acción, 2010), “Educación yecología. El curriculum oculto de los librosde texto” (Popular,2007).

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A modo de prólogo

¿Cómo afrontar el declive ecológico de una forma justa?

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Los seres humanos dependemos radicalmen-te de una naturaleza finita y de los tiemposque otras personas, mayoritariamente muje-res en las sociedades patriarcales, dedican alcuidado de los cuerpos, también finitos y vul-nerables. Ambas dependencias son insoslaya-bles, pero la cultura capitalista, y tristementetambién algunas racionalidades de corte anti-capitalista, se han construido de espaldas ala existencia de esa doble dependencia.

Vivir de espaldas a los límites materiales haconducido a construir un modelo de produc-ción distribución y consumo en guerra con lasbases físicas y los procesos dinámicos quemantienen la vida. Y además este modelo esprofundamente injusto y desigual y no hasido capaz de satisfacer las necesidades bási-cas de la mayor parte de la población..

Nuestro mundo occidental denomina pro-ducción a la generación de beneficios mone-tarios sin que importe nada la naturaleza dela actividad que sostiene esa producción. Da

lo mismo “producir” hortalizas que arma-mento. Sólo importa que esa producción (enrealidad extracción y transformación derecursos finitos preexistentes) incremente losagregados monetarios que sirven para medirel crecimiento económico.

En un planeta con los límites desbordados,en donde algunos materiales hoy imprescin-dibles para el funcionamiento del metabolis-mo agro-urbano-industrial ya se encuentranen fase de declive, el decrecimiento de laesfera material de la economía no es unaopción. La escasez de combustible fósil, aguadulce o suelo fértil es ya una realidad irrever-sible que cotidianamente viven muchas per-sonas, sobre todo en países de la Periferia.

Puesto que la esfera material va a decrecerqueramos o no, el esfuerzo de aquellas orga-nizaciones y movimientos sociales que defien-dan la igualdad y la justicia debe centrarse enla construcción de otra economía que sitúe laproducción como una categoría ligada al

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mantenimiento de la vida y no a su destruc-ción. En esa línea resulta perentorio analizarcuáles son las producciones y los trabajossocialmente necesarios que conviene poten-ciar y cuáles son aquellas actividades nocivasque conviene reconvertir protegiendo colecti-vamente a las personas que trabajan en ellas.

Se dice que la economía es el proceso degeneración de bienes y servicios que permitela reproducción social. Sin embargo, la propiareproducción social que se da en los hogaresy que recae, dada la división sexual del traba-jo, en las espaldas de las mujeres, es sistemá-ticamente ignorada, y cuando tiene visibilidadeconómica por estar asalariada, constituyeuno de los sectores más precarios, vulnerabley explotado.

Durante demasiado tiempo el movimientoecologista y el sindical han vivido de espaldaso confrontados. Un ecologismo social antica-pitalista debe hacerse cargo de las contradic-ciones entre el capital y el trabajo, debe preo-

cuparse por el mantenimiento de la negocia-ción colectiva y del derecho del trabajo. Unsindicalismo que viva enraizado en los territo-rios reales no puede ignorar que el modo deproducción capitalista se contrapone esen-cialmente al mantenimiento de la vida.

Debatir el propio concepto de trabajo paraque incluya no sólo la llamada producción,sino también la reproducción y la gestión delbienestar cotidiano que recae en los hogares;explorar qué sectores y actividades sirven parasatisfacer necesidades humanas y cuáles hipo-tecan el futuro, incluso en el corto plazo;indagar qué alianzas y sinergias pueden hacerconfluir en luchas comunes a movimientoscomo el sindical, el ecologista y el feminista,entre otros, ...Estas son tareas inaplazables enun momento en el que tejer alianzas y articu-lar movimiento parece ser el único caminopara resistir ante “el golpe de estado” neoli-beral que vivimos y para construir otra reali-dad que pueda ser justa y compatible con elplaneta que nos alberga.

Introducción

En 1972 el informe Meadows1, publicadopor el Club de Roma, constataba la evidenteinviabilidad del crecimiento permanente de lapoblación y sus consumos. Alertaba de queen un mundo físicamente limitado, el creci-miento permanente de la extracción de mate-riales, de la contaminación de aguas, tierra yaire, de la degradación de los ecosistemas, asícomo del incremento demográfico, simple-mente no era posible. Aquel informe advertíacon preocupación que, de no revertirse latendencia al crecimiento exponencial detodos esos factores, se incurriría en el riesgode llegar a superar los límites del planeta, yaque el crecimiento continuado y exponencialsólo podía darse en el mundo físico transito-riamente. Al mismo tiempo, en esa décadasurge la Educación Ambiental, como respues-ta al contexto social y ecológico dentro delámbito educativo.

Más de 30 años después, una repetición delmismo ejercicio mostraba que, lejos de enca-

rarse el problema se ha profundizado en estadinámica2 . La humanidad ya no se encuentraen riesgo de superar los límites de la biosfera,sino que ha llegado a una situación queErnest García denomina de translimitación3.

La Evaluación de los Ecosistemas delMilenio4, un importante trabajo impulsadopor la ONU, apoya las afirmaciones de losinformes anteriores. Después de analizar elestado de los ecosistemas planetarios conclu-ye que las dos terceras partes de los serviciosque prestan los ecosistemas están ya altera-dos. De seguir por el mismo camino, dentrode apenas unas décadas podría ser completa-mente imposible atender y resolver los pro-blemas de pobreza en el mundo.

Tal y como planteaba en 2008 la mesa deexpertos y expertas del foro “Saberes para elCambio” de la UNIA, el problema es que lahumanidad, y sobre todo los países más ricos,siguen sin afrontar la raíz de la crisis: el con-flicto básico entre un planeta Tierra con recur-sos limitados y finitos y un sistema socioeco-nómico que se basa en la expansión continua

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y que avanza impulsado por la dinámica de laacumulación5.

Estos trabajos, entro otros, permiten afir-mar que nos encontramos ante una situaciónde “auténtica emergencia planetaria”6. El esti-lo de vida de una pequeña parte de la especiehumana está causando el cambio aceleradoen los equilibrios dinámicos de la naturaleza.La naturaleza se autoorganiza y corremos elriesgo de forzar el cambio de las condicionesvitales que precisamente permitieron laexpansión de nuestra especie.

La dimensión del cambio es tal, que el pre-mio Nobel de Química, Paul Cratzen, proponeque el período geológico que vivimos pase adenominarse Antropoceno, puesto que es elHomo Sapiens el mayor modelador de la cor-teza terrestre y quien está alterando significa-tivamente los complejos ciclos biogeoquími-cos que organizan la dinámica global del pla-neta7.

Pero el modelo de pensamiento y acciónque ha dado lugar al Antropoceno no afectasólo a la dimensión ecológica. También haconducido a una forma de entender la socie-dad, la economía o la cultura que está trans-formando profundamente muchos de los ele-mentos que sustentan la condición humana:impide el acceso equitativo a los recursos ybienes que proporciona el planeta Tierra; difi-culta la posibilidad de los hogares sigan man-teniendo el bienestar cotidiano y de la repro-

ducción social; destruye las dinámicas coope-rativas que hicieron del “animal” humanoante todo un ser social; anula la viabilidad delas generaciones futuras sobre la Tierra; sim-plifica los procesos de interdependencia quenos han hecho coevolucionar con muchasotras especies compañeras de aventura plane-taria...

La literatura procedente de múltiples disci-plinas científicas (ecología, sociología, econo-mía, filosofía, geografía o historia) viene plan-teando desde hace décadas los riesgos,potencialmente catastróficos en los que esta-mos incurriendo, señalando que la actual cri-sis no es sólo económica, financiera, social oecológica. Todas ellas operan de forma sinér-gica e interaccionan unas con otras. No esposible afrontar una sola de estas dimensio-nes sin operar sobre las otras. Nos encontra-mos por tanto ante una crisis civilizatoria, quenos obliga a repensar y reconducir nuestroactual modelo hacia otro que pueda ser viabley justo.

Pero además, el cambio no puede ser lento,por más que sea difícil. Algunos de los princi-pales problemas ecológicos que afrontamostendrán que ser encarados en las próximasdécadas. El cambio climático o el agotamien-to del combustible fósil nos obligan aemprender profundos cambios estructuralesen apenas diez o quince años:

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Causa angustia la escasez de tiempo parareaccionar adecuadamente a las consecuen-cias de nuestros propios actos: el decurso glo-bal del desarrollo tecnocientífico, y la marchade la sociedad industrial, se asemejan cadavez más a la carrera suicida de un vehículofuera de control. Al obrar así estamos ago-tando el tiempo. “Ya no nos queda tiempopara seguir equivocándonos”: tal era la dra-mática advertencia con que Sicco Mansholt,el radicalizado expresidente de la CEE, cerra-ba en 1974 su libro “La crisis de nuestra civi-lización”8.

La magnitud de la crisis global que afronta-mos nos lleva a la idea de establecer comopropone Santos un nuevo contrato social9 queinvolucre a hombres y mujeres como parte dela naturaleza y seres interdependientes. Estanueva visión permitirá establecer alternativas,retomar senderos que perdimos y explorarnuevos caminos que permitan vivir en armo-nía social y en paz con el planeta.

Desvelar la falacia del crecimiento continuoen un planeta con límites ha sido desde hacedécadas el núcleo central del ecologismo. Deforma más reciente, estos análisis han caladoen otros grupos y sectores de pensamientocrítico que, a su vez, han complementado yenriquecido el discurso ecologista aglutinán-dose en torno a un movimiento que se decla-ra objetor del crecimiento.

El decrecimiento, que es el término con elque se conoce este movimiento, constituyeuna corriente de pensamiento con orígenesmuy diversos y procedentes de distintas disci-plinas que defiende la necesidad de abando-nar la lógica que sostiene el modelo de vidaoccidental. Pretende denunciar la inviabilidadde la sociedad del crecimiento y apunta a unadisminución radical de la extracción de mate-riales y generación de residuos, con todos loscambios sociales, económicos, ecológicos yculturales que deben acometerse para queesta reducción se apoye en criterios de justiciasocial.

Fundamentalmente, se nutre de la críticasocial y ecológica a la economía convencio-nal, de numerosos análisis feministas y dereflexiones procedentes de los países del Sur.El término es, al decir de sus defensores, uneslogan, una palabra bomba10 que trata dellamar la atención sobre la necesidad de rom-per con la sociedad de la desmesura y laausencia de límites, que ha conducido a la cri-sis global.

1. La crisis global: el resultado de la inteligencia ciega

Naredo11 pone de manifiesto cómo hasta lallegada de la Revolución Industrial, los hom-bres y las mujeres, al igual que el resto del

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mundo vivo, vivieron de los recursos que pro-porcionaba la fotosíntesis y de los materialesque encontraban en su entorno más próximo.

Los seres humanos aseguraban su sostenibi-lidad imitando el funcionamiento de la bios-fera. La vida se basaba en el mantenimientode la diversidad que existía. Todo era objetode un uso posterior, en una cadena, un ciclo,que aseguraba la renovación de los materialesempleados. Los ritmos de vida eran los mar-cados por los ciclos de la naturaleza y éstoseran dinamizados por la energía del sol.

Sin embargo, las personas se alejaron delfuncionamiento de la biosfera al comenzar autilizar la energía de origen fósil para acelerarlas extracciones y las producciones. La dispo-nibilidad, primero de carbón, y luego de gasnatural y petróleo, posibilitó la extensión deltransporte horizontal por todo el planeta. Losbosques enterrados 300 millones de añosantes permitieron abastecer máquinas, conlas que se podían extraer minerales y com-bustible para alimentar nuevas máquinas,comenzando así una espiral de crecimientoque ha configurado la actual civilización.

La sostenibilidad de la agricultura tradicio-nal se mantenía gracias a que las extraccionesde minerales del suelo se ajustaban a los rit-mos de recuperación. Los cultivos respetabanlas vocaciones productivas de cada suelo ycada clima. Pero hoy, incluso las produccionesque tradicionalmente han sido renovables,

como la agricultura, la pesca y la explotaciónforestal están dejando de serlo, ya que lainyección de energía fósil, agua, fertilizantes ylas técnicas modernas han conseguido acele-rar los ritmos de producción a costa del dete-rioro de los recursos naturales que habíanposibilitado la renovabilidad de las produccio-nes12.

Este crecimiento masivo, sin consideraciónde límites, que se apoya en el manejo a granescala de los stocks de los materiales conteni-dos en la corteza terrestre, conduce al dete-rioro del patrimonio natural que ha legado laevolución, tanto por la extracción de recursosno renovables, como por la generación deresiduos, resultando en el extremo global-mente inviable.

Los cambios que se dieron en la forma deentender la economía, tienen su origen yapoyo en una concepción mecanicista y utili-tarista de la naturaleza que se consolidó a tra-vés de la mirada sobre el mundo que proyec-to la ciencia nacida durante la Modernidad.

En efecto, la ciencia moderna se constituyóen el supuesto de que el pensador podía sus-traerse del mundo y contemplarlo como algoindependiente de sí mismo, siendo el conoci-miento generado absolutamente objetivo y,supuestamente neutral y universal. La revolu-ción científica condujo a conceptuar la natu-raleza como una enorme maquinaria quepodía ser diseccionada y estudiada en partes.

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La naturaleza pasaba así a ser considerada unautómata sujeto a unas leyes matemáticaseternas e inmutables que determinan su futu-ro y explican su pasado.

En la actualidad sabemos que este modelodiseccionador, que ha sido tan útil para apli-car en la industria, ha resultado enormemen-te dañino para la vida sobre la Tierra. La lógi-ca de las cosas muertas13 no sirve para enten-der el mundo vivo. En un ecosistema, vegeta-les, animales y microorganismos cooperanintensamente y, por ello, no puede ser com-prendido estudiando cada parte por separa-do.

La visión atomizada y dispersa de la realidadtiene importantes repercusiones en nuestroentorno. Muchas decisiones en temas deordenación del territorio, de creación deinfraestructuras o de lanzamiento de produc-tos químicos o semillas transgénicas al medio,alteran una compleja maraña de relacionescon consecuencias imprevisibles. Estas actua-ciones basadas en un conocimiento fragmen-tado, en muchas ocasiones ignoran la densared de relaciones que conecta todo lo vivo y laemergencia de fenómenos que no tienenexplicación, y ni siquiera son visibles, para unamirada reduccionista.

A pesar de que la propia ciencia desautori-zó hace muchos años la mecánica clásica o laseparación entre cultura y naturaleza comovisiones que pudiesen explicar por sí mismas

la complejidad del mundo, estas miradassiguen fuertemente arraigadas en los esque-mas mentales de nuestra sociedad y estánpresentes en muchas de las aplicaciones tec-nológicas e industriales de vanguardia, man-teniendo una “inteligencia ciega que destruyelos conjuntos y las totalidades, aislando todossus objetos de sus ambientes”14.

a) La crisis ecológica

La Sociedad Geológica de Londres15 planteaque el Holoceno, la etapa histórica que se ini-cia con la aparición de la agricultura y laexpansión y evolución de las distintas civiliza-ciones humanas (aproximadamente los últi-mos 12.000 años), ha tocado a su fin. Laépoca interglaciar que define el Holoceno,estable en términos de temperatura global,ha terminado, y habríamos entrado en unperíodo sin precedentes parecidos en los últi-mos millones de años. Estamos en una nuevaera histórica marcada por la incidencia de laespecie humana en el planeta Tierra16.

“Aunque no es toda la especie humana laque ha determinado estas dinámicas de cam-bio, una parte cada vez más importante de lamisma que se ve impulsada y condicionadapor un sistema socioeconómico, fuertementeestratificado y con muy diferentes responsa-bilidades e impactos de sus distintas socieda-des e individuos, que ha logrado alterar por

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primera vez en la Historia el sistema ecológi-co y geomorfológico global”17.

Hablamos de la modificación del funciona-miento del clima de la Tierra, de la composi-ción y características de sus sistemas hidroló-gicos, de la magnitud, diversidad y compleji-dad de la biodiversidad planetaria, de latransformación del propio paisaje y territorio.

El sistema urbano-agro-industrial es ya laprincipal fuerza geomorfológica. Una fuerzaantropogénica, dinamizada y amplificada porun sistema que se basa en el crecimiento yacumulación monetaria sin límites. “Y susimpactos durarán siglos o milenios, y condi-cionarán cualquier evolución futura”18.

En los siglos XIX y XX se pensaba que labiosfera era un espacio inagotable, perobruscamente hemos superado ya su biocapa-cidad. Según Daly, en el siglo XX pasamos deun mundo “vacío” a un mundo “lleno”19.

Hoy, el metabolismo físico de la economíaoccidental supera la capacidad de regenera-ción del planeta Tierra, gracias al incrementode la capacidad de carga que han posibilitadolos combustibles fósiles. Sin embargo, estasituación tocará muy pronto a su fin por elinicio inexorable del declive energético20.

El sistema económico hegemónico, y laspersonas que vivimos en las sociedades en

que opera, hemos permanecido, y en granmedida aún permanecemos, de espaldas aeste hecho insoslayable. La enorme fuerza deun imaginario colectivo articulado alrededorde la idea de que más es siempre mejor y quese encuentra distorsionado por un optimismotecnológico que impulsa a pensar que “la tec-nociencia es capaz de resolver cualquier pro-blema, hasta los que ella misma crea”21, ocul-ta la dimensión de esta crisis.

Sin embargo, los límites biofísicos y las con-tradicciones internas del propio proceso defuncionamiento económico son ya insoslaya-bles.

“La guerra silenciosa, destructiva y en ace-lerado ascenso contra la Naturaleza llevada acabo por la expansión a escala planetaria delsistema urbano-agro-industrial ya no sepuede ocultar, y está actuando actualmentecomo un auténtico boomerang contra elmismo”22.

La actual crisis ecológica se refleja en unagran cantidad de fenómenos interrelaciona-dos que amenazan con transformar las condi-ciones biofísicas a las cuales la especie huma-na está adaptada. Perfilamos a continuaciónlos aspectos fundamentales de una triple cri-sis (climática, energética y de biodiversidad)siendo conscientes de que no son los únicossíntomas de la crisis ecológica y que se tratade una revisión sintética y breve.

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El cambio climático

Nos hallamos ante un cambio global, cuyoefecto más divulgado es el cambio climáticoprovocado por el incremento en la atmósferade los gases de efecto invernadero.

Se utiliza el término efecto invernadero paraseñalar la importancia de la atmósfera de caraa calentar la superficie de la tierra. La atmós-fera es casi transparente a la luz que llega delsol (la luz visible e infrarroja de onda corta).La mayor parte de ella es absorbida y poste-riormente devuelta a la atmósfera, en dondeuna parte se transforma en calor al ser capta-da por algunos gases que se encuentran pre-sentes en ella. La atmósfera, gracias a estosgases, recupera parte de la energía del sol quepretende escapar, impidiendo que la tierra seenfríe.

El efecto invernadero natural es importante,pues sin él la media de la temperatura en lasuperficie de la tierra sería de -18ºC. Las con-centraciones en la atmósfera de los gasescapaces de captar los rayos infrarrojos terres-tres (CO2, metano, N2O, CFC u O3) están direc-tamente relacionadas con las actividadeshumanas.

Actualmente, las concentraciones de estosgases se han disparado por lo que la cantidadde calor que retiene la atmósfera es muchomayor y este incremento está provocando unaumento de la temperatura global terrestre.

El gas de mayor influencia en este procesoes el CO2, cuya emisión a la atmósfera ha cre-cido enormemente debido a la quema decombustibles fósiles, a la actividad de lasfábricas de cemento y a la intensa deforesta-ción. Esta producción excesiva de CO2 lleva unritmo que no puede ser regulado por losmecanismos naturales que lo hacían: laacción de la fotosíntesis y el almacenamientosubterráneo y marino.

La consecuencia del incremento del efectoinvernadero es un calentamiento significativode la atmósfera terrestre, que está provocan-do un cambio climático que produce una alte-ración global de los regímenes de precipita-ciones (cantidad de lluvias, distribución, fenó-menos catastróficos), de las dinámicas de lasaguas marinas (nivel, temperatura, corrien-tes), de las interacciones que se dan en losecosistemas, además de una distribución dife-rente en la distribución de tierras y mares porel ascenso del nivel del mar23 24.

La subida rápida de la temperatura mediadel planeta provoca cambios en los ciclos devida de muchos animales y plantas, que, sintiempo para la readaptación, serán incapacesde alimentarse o de reproducirse. Tambiénsupone la reaparición de enfermedades yaerradicadas de determinadas latitudes. Laalteración del régimen de lluvias implicasequías y lluvias torrenciales que dificultangravemente la supervivencia de las poblacio-

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nes que practican la agricultura y ganaderíade subsistencia. El deshielo de los polos deri-vará en la inundación progresiva de las costasy la pérdida de hábitat de sus pobladores. Lareducción de las poblaciones de determina-das especies animales y vegetales repercuteen la supervivencia de otras especies depen-dientes de éstas, y la cadena de interdepen-dencias arrastra a todo su ecosistema. Estoscambios dificultan la producción de alimentospara los seres humanos.

En muchos lugares del mundo la produc-ción de alimentos para la subsistencia o labúsqueda de agua dependen del trabajo delas mujeres. Ellas se han ocupado de mante-ner la productividad en los terrenos comuna-les, han organizado la vida comunitaria y lossistemas de protección ante el abandono o laorfandad, y han defendido la tierra y la super-vivencia de sus familias y su comunidad.

Por ello, no debe extrañar la existencia detantas prácticas de mujeres en la defensa dela de la vida: los bosques, el agua, las parce-las comunitarias o la vida humana. Las muje-res son conscientes de que el deterioro deestos recursos significa el deterioro de su exis-tencia y de la de los suyos.

El Grupo Intergubernamental de Expertossobre el Cambio Climático (IPCC), un grupointernacional de científicos que representa lainmensa mayoría de la comunidad científica,ha producido una serie de Informes de

Evaluación en los que se acepta el carácterantropogénico del Cambio Climático y sevaloran en detalle los efectos presentes yfuturos de este fenómeno y la afectación dife-rente en diferentes regiones de la tierra. Endichos informes se prevé que las regiones máspobres serán en general las más afectadas,con lo que, de no invertir la tendencia, seagravarán aún más las diferencias Norte-Sur25.

En estudios proyectivos se augura que desuperarse el umbral de 1,5 grados de subidamedia, las alteraciones de las condicionesambientales serán tales que puede llegarse aun punto sin retorno en el que se desencade-nen fenómenos imprevisibles y catastróficos.

De no reducir de una forma significativa lasemisiones de gases de efecto invernadero lasituación puede ser dramática. Pero unareducción significativa de emisiones significaun cambio importante en los modos de pro-ducción, consumo, comercio y movilidad,sobre todo en las zonas más ricas del planeta.No es de extrañar pues que se oigan vocesque discuten parcialmente las investigacionesdel IPCC o que ponen en duda la misma exis-tencia de este fenómeno. Tristemente losinformes del IPCC son concluyentes y sus revi-siones constantes, lejos de restar urgencia atomar medidas, denotan que los cambios quese están produciendo a escala global son másrápidos de lo que creía en las primeras esti-maciones.

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Los efectos diferenciados del cambio climá-tico entre segmentos de población, áreasgeográficas, ecosistemas, sectores económi-cos, sectores sociales y entre mujeres y hom-bres, hacen necesario enfrentar el problema apartir de diferentes estrategias. Sin una inter-vención política orientada a eliminar la ine-quidad, se profundizará la situación de des-ventaja de los colectivos más desfavorecidos,y especialmente de las mujeres.

Según el IPCC26, los fenómenos naturalesgolpearán con mayor fuerza a las regiones y alas personas más pobres; de estas últimas, el70% son mujeres. Esto significa que las muje-res pobres serán las más afectadas por elcambio climático, ya que son ellas las encar-gadas de administrar los alimentos, el com-bustible y, en algunas regiones, el forraje yagua. Los efectos negativos del cambio climá-tico son más intensos en las comunidades conmayor pobreza, donde la mayor parte de lacarga social recae en las mujeres; por ello, laequidad de género y la justicia deben serparte de los principios para combatir estefenómeno.

La mayor vulnerabilidad de las mujeres fren-te al cambio climático no es una condiciónnatural, es un resultado del funcionamientode dinámicas sociales, económicas y cultura-les. Es posible acometer acciones específicaspara transformar esta situación y alentar unmayor protagonismo de las mujeres en los

planes de acción de mitigación y adaptaciónal cambio climático de los estados, munici-pios y localidades.

Tal como afirmaba la recientemente falleci-da Wangari Maathai27, Premio Nobel de laPaz, en la XIII Conferencia de las Partes de laConvención Marco de las Naciones Unidassobre el Cambio Climático:

“(..) las voces de las mujeres están en granmedida ausentes de las discusiones y nego-ciaciones de las políticas sobre el calenta-miento global, ya que sólo un pequeñonúmero de ellas están involucradas en laspolíticas y planes de adaptación y mitigación.Ya sea en economías desarrolladas o en desa-rrollo, las experiencias, creatividad y liderazgode las mujeres deben ser parte de la solu-ción“.

Agotamiento de los recursos naturales

Nos encontramos ante lo que hace añosHubbert denominó el “pico del petróleo”28, esdecir ese momento en el cual se ha llegado almomento de extracción máxima. Una vezalcanzado este pico, la extracción comenzaríaa declinar. Cada vez se va agrandando más labrecha entre una demanda creciente y unasreservas que se agotan y cuya dificultad ycoste de extracción aumenta. Hoy día no exis-te ninguna alternativa limpia viable que dérespuesta a la escala de las exigencias de unmodelo de producción, distribución consu-

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mo, sumamente energívoro, que además con-tinúa creciendo29.

Muchos de los yacimientos actuales obligana hacer prospecciones más profundas, a crearplataformas en medio del mar o a procesosde depuración muy costosos y arriesgados30.Ante este horizonte de declive incluso lasempresas petroleras empiezan a sopesar yponer en marcha fuentes de energía alterna-tivas que permitan mantener el creciente con-sumo de energía, recurriendo por ejemplo ala energía solar, la eólica o a la biomasa. Sinembargo, ninguna de ellas tiene el poderenergético de las energías fósiles. Sus tasas deretorno (la relación entre la energía que seinvierte para producirla y la energía finalmen-te producida) son mucho menores31. Eso sincontar con el sustrato físico de materialesnecesario para fabricar los aparatos que per-miten la captación y acumulación de energía.

La economía occidental ha crecido al “abri-go” de la energía barata y aparentemente ina-gotable que proporcionaba el petróleo32. Ésteha servido para mover máquinas e impulsarvehículos de automoción, para producir elec-tricidad. Ha permitido que las personas pue-dan trabajar a decenas de kilómetros de sulugar de residencia y que se alimenten a dia-rio con productos baratos cultivados a grandistancia. El petróleo es imprescindible en laagricultura intensiva y en la producción deinsumos agrícolas, lo es también en la fabri-

cación de ropas, casas, muebles, carreteras,envases… Vivimos en un mundo construidocon petróleo y su agotamiento, inevitable-mente obliga a replantearse todo el modelode vida.

No sólo se trata de la energía fósil, la velo-cidad a la que se están consumiendo tambiénotros recursos naturales es incompatible conlos ritmos que requiere la naturaleza pararegenerarlos, por lo que ya ha comenzado amanifestarse la progresiva escasez de otrosrecursos imprescindibles para la vida comoson el agua dulce, los bosques, la pesca, lossuelos fértiles, la fauna salvaje o los arrecifesde coral.

Cuando los recursos naturales se degradano se ven amenazados, a menudo encontra-mos a grupos de mujeres organizados en sudefensa. Las mujeres son protagonistas demuchas de las prácticas del "ecologismo delos pobres”33. Por ejemplo, en la costa de laprovincia ecuatoriana de Esmeraldas, se da laparticipación de líderes espontáneas, madresy abuelas, en la disputa actual entre la comu-nidad y los camaroneros. La población pobrey negra que vive de los recursos del manglarse ha organizado -a instancias de las mujeres-para defender el recurso arrasado por lasindustrias de cría de camarón.

Martínez Alier compila muchas de estasluchas, recogiendo sus testimonios en prime-ra persona:

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“Siempre hemos estado dispuestas a todo(...) Ahora estamos defendiendo algo que esnuestro, nuestro ecosistema, no porque sea-mos ecologistas de profesión sino porquenecesitamos seguir vivos, porque si el man-glar desaparece, desaparece un pueblo, ya noestaremos más. (...) Lo que sí sé es que yoaquí me muero defendiendo mi manglar, aun-que se caiga todo, mi manglar seguirá en piey mis hijos junto a mí”34.

El mismo autor documenta otras luchas demujeres en la defensa de una tierra fértil, delmantenimiento de los ciclos y de la supervi-vencia:

“Los antropólogos Enrique Mayer y CésarFonseca narran que, en la comunidad perua-na de Tapuc, un grupo de mujeres sosteníaintransigentemente que los eucaliptos trans-plantados en las parcelas del Manay debíanser retirados de inmediato. Manay es la zonaagrícola de barbecho sectorial destinada alcultivo de tubérculos "por turnos" y con variosaños de descanso. (...) Las mujeres insistían enque habían heredado dichas parcelas de susabuelos para abastecerse de tubérculos, y queno iban a alimentar a sus hijos con las hojasdel eucalipto. Además, donde crece el euca-lipto, "el suelo se empobrece y no sirve ni parasembrar cebollas” (...) Sin negar la contribu-ción del eucalipto a la economía andina desdeel siglo XIX, me pregunto si estas mujerestenían más razón que los ingenieros foresta-

les que promovían la plantación de la espe-cie”35.

Y no sólo confrontan en situaciones de granriesgo físico, sino que se implican en la rege-neración. Un ejemplo de reconstrucciónambiental ha sido el Movimiento del Cinturónverde de Kenia fundado por WangariMaathai. En 1971, Maathai abandonó suposición universitaria para motivar a otrasmujeres a proteger y mejorar su medioambiente. Empezaron con la siembra de nomás de siete árboles el 5 de junio de 1977 yen 1992 el movimiento había distribuido sietemillones de árboles, plantados y cuidados porgrupos de mujeres campesinas en 22 distritosde Kenia36.

La pérdida de biodiversidad

La pérdida de biodiversidad es el despilfarrode nuestro mayor seguro de vida. Como yacomentamos, nos encontramos ante la sextagran extinción masiva, y la primera provocadapor una especie, la humana37. Esta disminu-ción de la biodiversidad se acompaña tam-bién de una pérdida de diversidad cultural. Laimposición de los modelos de vida occidenta-les aniquila rápidamente la enorme variedadde comportamientos culturales que la huma-nidad creó a lo largo de su evolución. Laarquitectura vernácula, por ejemplo, aúnmantiene un conocimiento que permitecalentarse en invierno y refrescarse en verano

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sin gasto de energía fósil. Sin embargo, estetipo de saberes desaparece rápidamente, sinque muchas veces las personas sean cons-cientes de la gravedad de esta pérdida.

De vez en cuando se nos alerta desde losmedios de comunicación acerca de la posibleextinción de especies emblemáticas, concapacidad de interpelación mediática. Peropoco se sabe de la desaparición continua demiles de especies de microorganismos, vege-tales y animales.

Además, muchas poblaciones de plantas yanimales que todavía subsisten han disminui-do su número y extensión, lo que coloca amuchas de ellas al borde de la desaparición.El ritmo de extinción de especies está siendounas 100 veces más rápido que su velocidadnatural y cada vez se intensifica más.

Se ha constatado que entre 1970 y 2005 labiodiversidad planetaria ha caído en un30%38. Es preciso recordar que en las cincograndes extinciones anteriores, la pérdidaabsoluta de biodiversidad se situó en torno al50% de las especies existentes en cada perio-do, y que además ese proceso duró centena-res o miles de años, y condicionó de formadecisiva la evolución biológica.

La biodiversidad está en la misma base de lavida en la Tierra y es el principal sustento denuestra existencia. Esta dependencia perma-nece oculta e invisible a la lógica económica.No hay reemplazo posible y a nuestro alcance

para reconstruir artificialmente la biodiversi-dad. Su pérdida está afectando ya a ciclosvitales como el del agua o el del carbono.

El panorama de cambio global se completasi añadimos el aumento de incertidumbre quesuponen la proliferación de la industria nucle-ar, la comercialización de miles de nuevosproductos químicos que se incorporan alentorno y que interfieren con los intercam-bios químicos que regulan los sistemas vivos,la liberación de organismos genéticamentemodificados cuyos efectos son imprevisibles ola experimentación en biotecnología y nano-tecnología cuyas consecuencias se descono-cen.

b) La crisis social

El sistema económico basado en el crecimien-to continuado se ha mostrado incapaz desatisfacer las necesidades vitales de la mayo-ría de la población. Hasta el presente los sec-tores sociales con más poder y más favoreci-dos han podido superar los límites de sus pro-pios territorios recurriendo a la importaciónde biodiversidad y “servicios ambientales” deotras zonas del mundo poco degradadas ycon abundancia de recursos. Pero esto estádejando de ser así, y estas áreas también secomienzan a deteriorar, agravando la situa-ción de las poblaciones más empobrecidasdel mundo que llevan ya décadas sufriendoesta guerra ambiental encubierta.

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El mundo se encuentra polarizado entre unNorte rico y consumista y un Sur empobreci-do y con dificultades de acceso a los recursosbásicos. Según el Informe sobre DesarrolloHumano 200539, 18 países con 460 millonesde personas habían empeorado su situacióncon respecto a 1990. En 40% de la poblaciónmundial sólo contaba con el 5% de los ingre-sos, mientras que el 10% más rico acapara el54%. El Informe sobre Desarrollo Humano2011 constata cómo esa tendencia se ha con-solidado y los países africanos y ampliaszonas de América Latina y Asia han continua-do empeorando. Este último informe visibilizalos vínculos que existen entre la degradaciónambiental y el agravamiento de la pobreza.

Esta polarización económica se manifiestaen todos los indicadores al uso. La relación deriqueza entre la quinta parte más pobre y laquinta parte más rica era de 1 a 30 en 1970,pero aumentó de 1 a 74 en 2004. En 1960, el70% de los ingresos globales beneficiaban al20 % de los habitantes más ricos; treintaaños más tarde ha aumentado al 83%, mien-tras que la del 20% más pobre ha retrocedidodel 2,3% al 1,4%40. La cantidad de cerealesdestinados al ganado y a la ganadería en lospaíses del Norte es superior en un 25% a losconsumidos por las personas en los países delSur. Las vacas que sobrealimentan a los habi-tantes ricos del planeta reciben 2 € diarios de

subvenciones, lo cual supone más de lo quereciben 2.700 millones de seres humanos41.

La sexta parte de la población mundial,principalmente ubicada en los países enrique-cidos, consume el 80% de los recursos dispo-nibles, mientras que los 5/6 restantes utilizanel 20% restante de los recursos.

Según el informe Planeta Vivo42, se calculaque a cada persona le corresponden alrede-dor 1,8 hectáreas globales de terrenos pro-ductivos por persona. Pues bien, la media deconsumo mundial supera las 2,2has y esteconsumo no es homogéneo. Mientras que enmuchos países del Sur no se llega a las 0,9, laciudadanía de Estados Unidos consume enpromedio 8,2 hectáreas per capita, la cana-diense 6,5, y la española unas 5.5 Has.

El deterioro de los territorios que han habi-tado una buena parte de los pueblos del Surdurante miles de años, y de sus condicionesbásicas de existencia, ha expulsado a las per-sonas, obligando a unos movimientos migra-torios sin precedentes. Muchos pueblos hansido desposeídos de su derecho a permanecery se ven obligados a seguir la misma ruta quesiguen las materias primas y los frutos de losmonocultivos que se extraen de los lugaresdonde antes vivían: el viaje del Sur al Norte.Además, las desigualdades dentro del propioNorte y el Sur son también relevantes. Existenbolsas crecientes de pobreza, millones de per-

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sonas se encuentran paradas y muchas otrasno tienen hogar.

Las desigualdades no sólo son evidentesentre los países del Centro y la Periferia, sinoque, tanto dentro de los países empobrecidoscomo de los enriquecidos, existe una fuertepolarización entre las clases sociales.

Esta situación de desigualdad se ha agrava-do con la actual crisis económico-financiera.

Las políticas de ajuste puestas en marchason en realidad una transferencia de riquezade las personas hacia los grandes capitales. Elparo, la precariedad, los recortes sociales y laaniquilación de los servicios públicos dejan alas personas en una situación de vulnerabili-dad. Es el ámbito privado de cada hogardonde se supone que se deben aliviar las ten-siones que se producen ante este ataque.

El deterioro ambiental impacta de lleno enlas comunidades humanas y sus modos devida. Martínez Alier muestra cómo en todoslos lugares del mundo la irracional y crecienteexplotación de los recursos naturales no sóloda origen a problemas ambientales, sino tam-bién a numerosos y gravísimos conflictossociales. En el siguiente cuadro se enumeranalgunos de los conflictos ecológicos-distribu-tivos compilados por él43:

Conflictos mineros evidenciados por lasquejas sobre minas y fundiciones a causa dela contaminación del suelo, del aire y del

agua, y por la ocupación de tierras por laminería a cielo abierto y las escorias.

Conflictos por la extracción de petróleo acausa de la contaminación del aire, del sueloy de las aguas.

Degradación y erosión de las tierras, causa-das por la desigual distribución de la propie-dad sobre la tierra, por la presión de la pro-ducción exportadora y los monocultivos.

Sustitución de los bosques por plantacionesde árboles destinados a la industria del papel.

Biopiratería, apropiación y mercantilizaciónde los recursos biológicos, tanto "silvestres"como medicinales y agrícolas, sin reconoci-miento del conocimiento y propiedad de losindígenas y campesinos sobre ellos y sin com-pensación alguna.

Destrucción de los manglares y de laspoblaciones locales cuya subsistencia depen-de de ellos por la industria camaronera deexportación.

Conflictos sobre el agua, movimientos con-tra las grandes represas para hidroelectricidade irrigación y problemas. También los conflic-tos por el uso y contaminación de acuíferos ylos conflictos por trasvases de ríos.

Conflictos por los intentos de evitar lasobrepesca industrial en detrimento de lapesca artesanal.

Conflictos sobre el transporte que nacen deltrasiego cada vez mayor de materiales y ener-

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gía: derrames petroleros en el mar, guerrasrelacionadas con oleoductos o gasoductos,ampliaciones de puertos y aeropuertos, cons-trucción de nuevas autopistas.

Luchas tóxicas ante los riesgos que causanlos metales pesados, dioxinas, etc.

Conflictos de seguridad ambiental sobre laincidencia y distribución social de los riesgosinciertos de las tecnologías a medida que hanido apareciendo (asbestos, DDT, DBCP, otrospesticidas, energía nuclear, transgénicos)tanto en países ricos como pobres. Conflictosdebidos a la exportación de residuos tóxicos,sólidos o líquidos.

Contaminación transfronteriza: emisionesde dióxido de azufre que cruzaban fronteras yproducían lluvia ácida, contaminacionesradioactivas por ensayos de armas nuclearesen el Pacífico, por ejemplo emisiones de CFCque han dañado la capa de ozono.

Conflictos por los derechos iguales a lossumideros de carbono. Esta fue la propuestade Anil Agarwal y Sunita Narain en 1991, pararemediar la injusticia de que los ricos delmundo hayan estado usando y usen de mane-ra desproporcionada y excluyente los sumide-ros de carbono (océanos, nueva vegetación,suelos) y la atmósfera como un depósito tem-poral. Esa situación da lugar a una "deuda decarbono" del Norte hacia el Sur, como la hallamado Andrew Simms.

Las mujeres encargadas en una buena partedel planeta de las tareas que garantizan lasubsistencia, sufren la crisis en mayor medida.La pobreza diferenciada entre mujeres y hom-bres también se refleja en el limitado acceso ycontrol de las mujeres sobre los bienes y ser-vicios ambientales y su escasa participaciónen la toma de decisiones. Podemos hablar deuna auténtica feminización de la pobreza.Estas desventajas resultan en una menorcapacidad para enfrentar los problemasambientales.

Tienen más dificultades para acceder a losrecursos básicos; las tareas de crianza o cui-dados se llevan a cabo con mayor dificultad;sufren en sus cuerpos la violencia de los con-flictos bélicos, que en muchos casos escondenluchas por la apropiación de los recursos, y ensus vidas la violencia estructural de la pobre-za, la explotación laboral y sexual.

Pero, a la vez que son más golpeadas por lamiseria, las mujeres cumplen un papel funda-mental en las estrategias para la reducción dela pobreza: son las responsables de la mitadde los hogares del mundo, asumen trabajosinformales que les permiten llevar ingresos asus familias, diseñan mecanismos creativospara producir en ecosistemas degradados,entre muchas otras estrategias44. Las mujereshan tenido y tienen un papel protagonista enuna buena parte de los movimientos dedefensa del territorio, en luchas pacifistas, en

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movilizaciones de barrios y en la construcciónde alternativas.

Un ejemplo de estos movimientos es laMarcha Mundial de las Mujeres, una red queabarca colectivos de mujeres de todo elmundo cuya finalidad es la lucha contra lapobreza y contra la violencia hacia las muje-res45. Pretenden llamar la atención sobre lanecesidad de reconstruir las prioridades y laorganización del espacio y el tiempo al servi-cio de los cuidados. Interpelan a los hombrespara que se corresponsabilicen de estas ta-reas.

La sociedad del crecimiento crea un bienestar ilusorio.

Una buena parte del bienestar que crea unmodelo económico que ignora las dinámicasnaturales y la equidad entre personas esengañoso. El progreso y el éxito económicoen nuestro sistema cultural se suele medir porla cantidad de actividad económica en el mer-cado que tiene un país, ignorando los costesfísicos y sociales reales de la producción.Concebido de esta forma, crecimiento econó-mico se equipara a bienestar y calidad de viday se mide a través del indicador por excelen-cia de la riqueza, el Producto Interior Bruto(PIB), la fórmula más reconocida para evaluarel comportamiento económico, que se obtie-ne sumando simplemente agregados mone-tarios.

Esta forma de contabilizar la riqueza haceque se sumen en el lado positivo, y que cuen-ten como riqueza, cualquier producción ygasto, incluso los que son perjudiciales y losque se producen para paliar el deterioro. A lavez, se ocultan muchas producciones valiosaspero no monetizadas, al mismo tiempo queno resta lo que se destruye.

Los desastres naturales y humanitarios mástrágicos de los últimos años han pasadodesapercibidos en las cifras del PIB. En Sudán,por ejemplo, el PIB per cápita ha subido un23% en la última década, a pesar de que600.000 personas sufrieron hambre en 2001,400.000 personas han muerto y 2,5 milloneshan sido desplazadas entre 2003 y 2007 porla tragedia de Darfur. También en Sri Lanka,el tsunami que provocó la muerte en 2004 de36.000 personas y devastó las infraestructu-ras litorales, expulsando de sus territorios amillones de personas, no afectó negativamen-te al PIB, sino que éste creció.

Las guerras, las enfermedades o el incre-mento de tráfico motorizado -independiente-mente de su necesidad-, suman en el PIB, unindicador ciego a la destrucción asociada aestos procesos.

Sin embargo, la paz, el aire limpio, los tra-bajos relacionados con los cuidados de la vidahumana y la reproducción social, el trabajo dela fotosíntesis que realizan las plantas, o losservicios del regulación del clima que realiza

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la Naturaleza, siendo imprescindibles para elmantenimiento la vida, no cuentan y en losindicadores de riqueza, no sólo no resta sudestrucción, sino que los trabajos necesariospara reparar o mitigar el deterioro sumancomo riqueza y hacen crecer el PIB46.

Se podría esperar que esa sexta parte de lapoblación mundial que vive en las zonas favo-recidas del planeta a costa de los recursos deterritorios lejanos disfrutara de la máximacalidad de vida. Sin embargo, después dealgunas décadas de fuerte consumo de ener-gía y materiales se observan numerosos efec-tos llamados “colaterales”: cementación delterritorio, ciudades contaminadas, fuerteretroceso de los ecosistemas complejos, reti-rada de personas mayores e infancia del espa-cio público, reclusión frente a las pantallas,agua contaminada, empobrecimiento de lossuelos, residuos tóxicos y radiactivos disper-sos por el territorio, creciente número dehoras en atascos entre automóviles semi-vací-os, dificultad de acceso a la vivienda en ciu-dades con un mayor número de casas nohabitadas, deshielo de los casquetes polares,etc. El problema es que, de forma paralela, seencuentra profundamente asentada la ideade que para resolver los problemas económi-cos es necesario consumir más, remover másmateriales y utilizar más energía.

El economista Irving Fisher acuñó hacevarias décadas el término renta psíquica para

describir el verdadero beneficio de toda acti-vidad económica. Según Fisher los bienes ylos servicios no presentan valor en sí mismos,sino en función del bienestar psíquico y felici-dad que producen, de modo que unos nivelesmás altos de consumo pueden no produciruna mejora en la calidad de vida si van acom-pañados de un mayor deterioro ambiental, ode un impacto negativo sobre la salud perso-nal o de los demás47.

En una sociedad que cree firmemente quemás es siempre mejor, tal y como señalaElizalde48 se necesita otro sistema de valores ycreencias que pueda orientar el camino haciala sostenibilidad. La actual crisis civilizatoriaes también una crisis de la forma en que sepercibe y valora la realidad. Uno de los ejescentrales en la ayuda y guía a las personascon el fin de avanzar hacia una cultura queasuma que vive en un mundo físicamentelimitado y que se comprometa con la conse-cución de una vida digna para todas las per-sonas. Ambos extremos son imposibles si unaparte de la humanidad acumula riquezas deforma injusta y el resto sueña ilusoriamentepoder ser como ellos. Por ello, la educaciónpara el desarrollo, para la paz, o la coeduca-ción, encuentran fácil acomodo y diálogodebajo del paraguas de una educaciónambiental que persigue una verdadera demo-cracia de todo lo vivo49.

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Las promesas incumplidas de la desmaterialización

Desde los años 80, se ha venido sosteniendoque gracias a un progreso tecnológico queaumentara la eficiencia en el uso de los recur-sos, era posible presagiar una progresivaindependencia del crecimiento económicorespecto al consumo de energía y recursosnaturales. Este proceso, que desligaba creci-miento y límites, fue denominado desmate-rialización de la economía50.

Lamentablemente, la realidad no ha acom-pañado estos augurios optimistas y los costesambientales de los nuevos procesos de fabri-cación, así como el aumento de consumo glo-bal (efecto rebote) muestran que la necesi-dad de considerar los límites es cada vez másperentoria51.

Aunque se pueda discutir caso por caso elimpacto en el consumo de recursos por uni-dad de producto, lo que se constata con unaclaridad meridiana es el incremento del con-sumo en términos absolutos. La economíaecológica denomina a este fenómeno efectorebote y a poco que estudiemos qué ha suce-dido con la ecoeficiencia aplicada a la pro-ducción del automóvil, de la telefonía o de lainformática veremos cómo a pesar de quecada vez hacen falta menos materiales y segeneran menos residuos para fabricar una

unidad de cualquiera de ellos, el número deunidades fabricadas y consumidas se ha mul-tiplicado de una forma alarmante, demos-trándose, que siendo necesaria, la ecoeficien-cia no es suficiente. Hace falta que sea acom-pañada de estrategias y medidas que limitenfuertemente la producción y el consumo. Latecnología es condición necesaria para resol-ver la crisis estructural, pero la clave está en lapolítica.

c) La crisis de los cuidados

Podríamos definir los trabajos de cuidadoscomo aquéllos destinados a satisfacer lasnecesidades del grupo, su supervivencia yreproducción que, en el marco de nuestrasociedad, son asumidos de forma mayoritariapor las mujeres.

La crisis de los cuidados es una dimensiónimportantísima de la crisis social que con fre-cuencia no es tratada ni analizada. Dado elespecial interés que presenta para nuestrotrabajo, vamos a tratar de caracterizarla muybrevemente en los próximos párrafos.

En las últimas décadas se han dado unaserie de circunstancias que han alterado pro-fundamente el modelo previo de reparto delas tareas domésticas y de cuidados que con-figura la base sobre la que se sostienen lasestructuras económicas, el mercado laboral yel mantenimiento de la vida humana.

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La crisis de los cuidados es el resultado de laconfluencia de un conjunto de factores entrelos que destaca el acceso de las mujeres alempleo remunerado dentro de un sistemapatriarcal.

La posibilidad de que las mujeres sean suje-tos políticos de derecho se percibe como algovinculado a la consecución de independenciaeconómica a través del empleo. El trabajodoméstico ha pasado a verse como una ata-dura del pasado de la que hay que huir lo másrápidamente posible. Sin embargo no es untrabajo que pueda dejar de hacerse y el pasode las mujeres al mundo público del empleono se ha visto acompañado por un reparto delos trabajos de cuidados con los varones.

Dado que hay que seguir atendiendo a laspersonas ancianas, a la infancia y a las perso-nas con discapacidades, que hace falta man-tener la higiene en la casa, que la ropa debelavarse y que la mayor parte de los hombresno se hacen responsables de estas tareas, lasmujeres acaban asumiendo dobles o triplesjornadas, desempeñando las tareas domésti-cas en malas condiciones y viviendo su faltade atención con un fuerte sentimiento deculpa52.

Paralelamente a la disminución de los tiem-pos que se pueden dedicar a los cuidados, sehan operado algunas transformaciones socia-les que complican de forma importante lagestión de los mismos.

La influencia del modelo urbanístico

Por una parte, el envejecimiento de la pobla-ción y mantenimiento de la vida hasta edadesmuy avanzadas, en muchos casos en situacio-nes de fuerte dependencia física, exige unamayor dedicación a las personas mayores. Ensegundo lugar, aunque el número de niños yniñas ha disminuido, la destrucción de espa-cios públicos para el juego y la transforma-ción de la calle en un lugar agresivo invadidopor los coches, obligan a cuidar de una formamucho más intensiva. La infancia ya no puedeestar jugando en las plazas sin vigilancia, ni vasola al colegio hasta edades muy avanzadas.

El crecimiento urbano desbocado juega unpapel fundamental en la dificultad que existeen nuestras sociedades para garantizar el bie-nestar y el cuidado de la vida humana. Delmismo modo que el hipertrofiado entramadode carreteras y el excesivo transporte motori-zado fragmentan y deterioran los ecosiste-mas, también escinden y alejan los espaciosfísicos en los que se desarrollan las diferentesdimensiones de la vida de las personas, obli-gando a invertir una gran cantidad de horasen los desplazamientos del trabajo a casa, alcolegio, a la casa de los mayores que hay queatender, al médico, o a la compra.

La separación entre hogar y trabajo fue unacontribución al proceso de desarrollo delcapitalismo industrial que acentuó las distin-ciones funcionales y biológicas entre mujeres

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y hombres. La división de tareas se consolidócomo el modo más eficiente, racional y pro-ductivo de organizar el trabajo, los negocios yla vida social.

El nuevo modelo de desarrollo debía dispo-ner de una organización territorial y socialque permitiese su funcionamiento eficaz. Elurbanismo racionalista propuso una ciudadordenada, limpia y segmentada física y social-mente frente a la ciudad antihigiénica y abi-rragada que pervivía en el siglo XIX. Estemodelo buscaba “una sola función y en unsolo tiempo para un solo espacio. La Carta deAtenas (1933) recoge una clasificación de lasactividades de la ciudad en cuatro funcionesbásicas: habitar, trabajar, recrearse y circular53.

Esta concepción de ciudad, que separa deforma clara las áreas residenciales, comercia-les y productivas, y las redes de transporte,pasa a definir la configuración territorial yurbana durante las primeras décadas del sigloXX en la mayor parte de las ciudades anglo-sajonas y definirá la ordenación territorial enel resto del mundo hasta nuestros días.

El modelo de ciudad y de progreso es con-cebido por hombres que no comprenden laimportancia del trabajo de cuidados ni lanecesidad de realizar varias funciones simul-táneamente en el mismo espacio que lescaracteriza. Por ello la ordenación de territo-rio gestada dificulta el mantenimiento de estaactividad esencial y profundiza la desrespon-

sibilización de los hombres como colectivo,poniendo la maquinaria de la edificación y delurbanismo al servicio del sistema económico.Con estas premisas, la ordenación del territo-rio se convertía en una nueva forma de agre-sión a las mujeres54.”

Existen importantes trabajos de mujeresurbanistas que proponen una ordenación delterritorio más acorde con las necesidades delos cuidados. Un ejemplo es el Colectivo deMujeres Urbanistas, creado en Madrid en1995, que se configuró como un grupo dedebate y acción social dedicado a trabajar porla equidad de género y generación de nuevaspropuestas en el espacio construido.

Algunas de las propuestas de las mujeresurbanistas son coincidentes con las iniciativasde algunos programas educativos y líneas detrabajo de los movimientos de renovaciónpedagógica. El trabajo de la autonomía infan-til, por ejemplo, está muy relacionado con elmodelo de ciudad. Por ello, otra forma deordenación del territorio es una de las patasen las que se apoyan experiencias y propues-tas educativas como La Ciudad de los Niñosde Tonucci, implementada en diversos lugaresde nuestro país, en la que colaboran y reali-zan aportaciones mujeres urbanistas55.

La precarización y la desigualdad

Además la precarización laboral y la amenazadel paro obligan a plegarse a los ritmos y

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horarios que impone la empresa. La pérdidade redes sociales de apoyo mutuo fuerza aresolver los asuntos cotidianos de una formamucho más individualizada con las dificulta-des añadidas que eso supone.

La crisis del sistema de cuidados que hastael momento garantizaba el mantenimiento delas condiciones básicas de bienestar humano(que recaía fundamentalmente las mujeres) sehace especialmente grave ante el progresivodesmantelamiento y privatización de los servi-cios sociales que trataban de paliar algunosde estos problemas.

Los intentos de responder a esta situaciónhan sido variados. En los hogares se reorgani-za la atención a las necesidades de las perso-nas, generalmente sin la participación de loshombres. Aquellas mujeres que por su condi-ción de clase pueden pagar parte de los tra-bajos de cuidados que demanda su núcleofamiliar, compran en el mercado serviciosdomésticos, mientras que otras mujeres, tam-bién en función de su situación económica,venden su fuerza de trabajo para realizarlos,frecuentemente en condiciones de fuerte pre-cariedad y ausencia de derechos sociales. Enotros casos se produce también una transfe-rencia generacional del trabajo de cuidados yson sobre todo las abuelas quienes se ocupande parte de la crianza y cuidados de sus nie-tos y nietas.

Es especialmente notorio el papel que jue-gan las mujeres migrantes en los trabajos decuidados. Se crea una cadena global de cui-dados en la que las mujeres migrantes queasumen como empleo el cuidado de la infan-cia, de las personas mayores y discapacitadaso de limpieza, alimentación y compañía,dejan al descubierto estas mismas funcionesen sus lugares de origen, en donde otrasmujeres, abuelas, hermanas o hijas las asu-men como pueden.

De este modo, de la misma forma que lospaíses ricos se apropian de las materia primas,de la fuerza de trabajo remunerado y de losterritorios de todo el mundo, ahora tambiénse apropian de sus afectos.56

2. Nada puede crecer indefinidamenteen un planeta con límites

El planeta Tierra cuenta con una cantidad fini-ta de materiales y por tanto la extracción yuso de los mismos no puede ser ilimitada. Lossumideros que degradan los desechos y resi-duos que genera cualquier actividad, tambiénpresentan límites.

Llamamos recursos naturales a los bienes,servicios o funciones útiles del medioambien-te que satisfacen necesidades humanas (omás bien en muchos casos, deseos). Sonrecursos tanto las fuentes de energía libre y

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materiales ordenados, como los sumideros(vertederos) de energía disipada y materialesdegradados57.

Los recursos no renovables (o renovablessólo en tiempo geológicos) están limitadospor la cantidad total disponible. Los renova-bles no están limitados en cantidad si el usoes prudente y respeta sus ritmos de regenera-ción. La energía solar no está limitada por lacantidad total ni por la tasa de uso, pero sí loestá por el hecho de que la estructura de cap-tación (los seres que realizan la fotosíntesis olas placas solares) es finita.

Si el planeta está sujeto a límites, tantodesde el punto de vista de las fuentes derecursos como de las posibilidades de degra-dar residuos, en su seno nada puede crecerindefinidamente, ya sea una persona, un enci-nar, un arrecife coralino,… El ineludible hechode que el sistema económico se encuentredentro del sistema de la biosfera, de querequiera materiales y energía, así como emitirresiduos y calor, implica que no pueda plan-tearse en términos de crecimiento ilimitado.

En la naturaleza nada crece ilimitadamente.Una persona, un bosque o una población,antes o después, encuentra factores que limi-tan su desarrollo continuo.

A lo largo de la historia diversas civilizacio-nes humanas, han decaído al sobrepasar loslímites físicos de sus territorios. En el momen-to actual lo que se ve afectada a una veloci-

dad cada vez más rápida es la base de recur-sos planetaria.

El uso presente de recursos no renovables(petróleo, minerales, etc.) es lesivo para lasgeneraciones futuras y refleja la prácticaabsurda de celebrar como riqueza la desapa-rición irreversible del patrimonio natural.

Puesto que no es posible un crecimientoeconómico indefinido dentro de una biosferade recursos y sumideros finitos y que los lími-tes ya han sido superados, el camino hacia lasostenibilidad está forzosamente marcadopor la disminución de la extracción y la gene-ración de residuos.

Cada recurso utilizado por la economía, yasea alimentos, agua o minerales, está limita-do tanto por sus fuentes como por sus sumi-deros, pero estos límites son difíciles de fijarporque ambos, fuentes y sumideros, formanparte de un sistema, la biosfera, que es diná-mico y está interconectado. Así una parcelade tierra, por ejemplo, puede ser fuente decosechas de alimentos y, a la vez, un sumide-ro de lluvia ácida o de CO2, procedente de lautilización de combustibles fósiles.

Los datos de huella ecológica publicadospor WWF58, ponen de manifiesto la supera-ción de los límites de la capacidad de cargadel planeta a nivel global por encima de un30%, aunque de una manera desigual porparte de los distintos países. El informeadvierte de que si las demandas continúan al

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ritmo de crecimiento actual, se necesitarían elequivalente a dos planetas para el año 2030.

Cada vez necesitamos más flujos de energíay materiales para mantener el ritmo de pro-ducción y consumo de las sociedades delexceso y despilfarro, invadidos por objetossuperfluos en su mayoría. Las personas quehabitamos las sociedades occidentales “pose-emos una media de 10.000 objetos frente alos 236 de los indios Navajo”59.

Ya hemos comentado cómo, durante elsiglo XX, la humanidad pasó de vivir de lo queen términos ecológicos se puede describircomo un mundo vacío, a vivir en un mundolleno. La época en que las sociedades huma-nas y sus economías tenían poco impactosobre la biosfera pertenece al pasado. Segúnun grupo de científicos dirigidos por MathisWackernagel puede decirse que fue 1980 elmomento en que las demandas globales de lahumanidad (que extrae recursos de las fuen-tes de la biosfera y deposita residuos y conta-minación en sus sumideros, además dedepender de las funciones vitales básicas másgenerales que proporciona la biosfera) supe-raron por primera vez la capacidad regenera-tiva de la Tierra. Dos décadas más tarde lasdemandas humanas superaban esa biocapaci-dad en un 20% aproximadamente60. Noshallamos, desde entonces, en una situaciónprogresivamente insostenible.

Inevitablemente, la organización de lassociedades, los criterios económicos y losprincipios de convivencia que se establecenen un mundo lleno son diferentes a los que sedesarrollaron en el pasado para un mundovacío. La insostenibilidad de seguir creciendomaterialmente en un planeta con límites, dejacomo única opción la reducción radical de laextracción de energía y materiales, así comola fuerte restricción en la generación de resi-duos, y esto hasta ajustarse a los límites de labiosfera. Nuestro modelo económico, alamparo del paradigma económico neoclásico,ha sido capaz de generar un enorme desarro-llo industrial y abundancia de mercancías,pero lo ha hecho a costa de poner en peligroel futuro de la humanidad y de generar situa-ciones de miseria en gran parte del planeta.

“Se puede decir que este sistema, a pesarde sus avances industriales, es el único de lahistoria que ha creado hambre masiva y per-sistente, el único que ha puesto en peligro elfuturo de la humanidad y ha comprometidola capacidad de las generaciones futuras parasatisfacer sus necesidades”61.

Parece, pues, que la lógica que seesconde detrás del crecimiento monetariocomo objetivo principal es incapaz de satisfa-cer las necesidades vitales de la mayoría de lapoblación, deteriora de forma irreversible lanaturaleza, agota y destruye los recursosnaturales, genera violencia e inseguridad, difi-

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culta las relaciones comunitarias, destruye lossaberes tradicionales más sostenibles, provo-ca la quiebra del sistema de cuidados queposibilita la reproducción social y construyeun concepto de riqueza y de bienestar ajeno atodo lo que no sea acumular dinero. Mientrasno salgamos del paradigma económico quehace del fundamentalismo del crecimiento sucentro, economía, sostenibilidad y equidadseguirán siendo incompatibles.

Reducir el tamaño de una esfera eco-nómica basada en la extracción y generaciónde residuos no es una opción que podamos ono escoger. El agotamiento del petróleo y delos minerales, el cambio climático y los desór-denes en los ciclos naturales, van a obligar aello. La humanidad va a tener que adaptarseen cualquier caso a vivir extrayendo menos dela Tierra y generando menos residuos. Estaadaptación puede producirse por la vía de lapelea feroz por el uso de los recursos decre-cientes o mediante un proceso de reajustedecidido y anticipado con criterios de equi-dad.

3. Librarnos del crecimiento:menos para vivir mejor

Hoy nos encontramos ante una trampa. Sinuestro sistema económico crece, arrasa lossistemas naturales, genera unas enormes

desigualdades sociales y pone en riesgo elfuturo de los seres humanos, pero si no crece,se desvertebra la sociedad con una enormeconflictividad social y un gran sufrimiento porparte de los sectores más desfavorecidos.

Necesitamos, por tanto, salir de estalógica perversa. La imposibilidad del creci-miento desbocado en un planeta con límites,dejan como única opción la reducción radicalde la extracción de energía y materiales, asícomo la generación de residuos, hasta ajus-tarse a los límites de la Biosfera. Mientras nosalgamos del fundamentalismo económicodel crecimiento por el crecimiento, sin valorarla naturaleza de las producciones que lo sos-tienen, el proceso económico seguirá siendoincompatible con la sostenibilidad y la equi-dad.

Una razonable reducción de las extraccionesde la biosfera obliga a plantear un radicalcambio de dirección. Descolonizar el ”imagi-nario económico”62 y cambiar la mirada sobrela realidad, promover una cultura de la sufi-ciencia y la autocontención, cambiar lospatrones de consumo, reducir drásticamentela extracción de materiales y el consumo deenergía, controlar la publicidad, apostar porla organización local y las redes de intercam-bio de proximidad, restaurar la agriculturacampesina, disminuir el transporte y la veloci-dad y aprender de la sabiduría acumulada enlas culturas sostenibles y los trabajos que his-

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tóricamente han realizado las mujeres, sonalgunas de las líneas directrices del cambio dela sociedad del crecimiento a una vida huma-na que se reconozca como parte de la bios -fera.

a) Vivir bien con mucho menos: principiode suficiencia

Georgescu-Roegen, ante la pregunta de quépuede hacer la humanidad ante la crisis actualdestaca “la necesidad de reducir el consumopara reducir el agotamiento de nuestrosrecursos vitales al mínimo compatible conuna supervivencia razonable de la especie.(...) No cabe duda de que debemos adoptarun programa de austeridad (...) Además derenunciar a todo tipo de instrumentos paramatarnos los unos a los otros, también debe-ríamos dejar de calentar, enfriar, iluminar,correr en exceso, y así sucesivamente63”.

En una economía circunscrita a los límitesde la Biosfera, la energía fósil deberá tender adesaparecer. Si descartamos por sus riesgos,sus costes y por estar basada en un recurso norenovable la energía nuclear, sólo nos quedanlas energías renovables, es decir: la solar, laeólica y, en una pequeña parte la biomasa ehidráulica. Esto dos últimos recursos, debien-do ser compartidos con otros usos distintos ala producción de energía como es la alimen-tación, necesariamente tienen que ser utiliza-dos a escala limitada.

Las renovables limpias son la verdaderafuente de energía del futuro, pero no para lasformas de uso a las que están acostumbradaslas sociedades industriales y menos en unmarco de crecimiento. Podemos vivir conrenovables, pero con estilos de vida muchomás sencillos. No dan para una movilidadmasiva en coche, para puentes de tres días enla otra punta de Europa, para vacacionesanuales en otro continente, para usar el aireacondicionado a nivel particular o para tenersegundas residencias que se ocupan 50 díasal año.

La reducción de la extracción es necesariatambién para otros minerales, que también seaproximan a su propio pico de extracción oincluso para bienes renovables, como el agua,que ya son escasos, no sólo por problemas decoyuntura, sino por problemas estructuralesderivados del enorme incremento de la escalade uso.

Paradójicamente, se sigue animando deses-peradamente a consumir de una forma exa-gerada. La exigencia de gobernantes y actoreseconómicos de que las personas gasten cadaeuro que tengan en el bolsillo para reactivarla economía, pone de manifiesto la falacia dela soberanía del consumidor. Más bien nosencontramos encadenados a la obligación deconsumir lo que sea para que no se desplomeun modelo económico extremadamente irra-cional.

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En un mundo lleno y progresivamentedevastado, la estrategia a adoptar es la de“cartilla de racionamiento”. No se trata deque la oferta responda a los deseos de las per-sonas, sino de saber cuánto es razonable con-sumir y gestionar la demanda para que secorresponda con lo que es físicamente posi-ble.

b) Una producción ligada al mantenimiento de la vida yno a su destrucción

La convicción de que tanto la tierra como eltrabajo son sustituibles por capital propicióque la economía se centrase sólo en el mundodel valor monetario, olvidándose del mundofísico y material.

Al reducir la consideración de valor a lomonetario, muchas cosas quedan ocultas alos ojos del sistema económico. Suman posi-tivamente el valor mercantil de lo producido,pero no restan los deterioros asociados o lamerma de riqueza natural. Al contabilizarsesólo la dimensión creadora de valor económi-co y vivir ignorantes de los efectos negativosque comporta esa actividad, se alentó el cre-cimiento de esa “producción” (en realidadextracción y transformación) de forma ilimita-da, cifrándose el progreso de la sociedad en elcontinuo aumento de los “bienes y servicios”obtenidos y consumidos.

Esta forma de razonar sitúa el objetivo de laeconomía en incrementar las produccionessin que importe la naturaleza de las mismas,celebrándose el crecimiento de actividadesque son a todas luces dañinas para el conjun-to de las personas y el medio ambiente, quecrecen a expensas del deterioro los serviciosecosistémicos y de invisibilizar los tiempos detrabajo necesarios para la reproducciónsocial.

La ceguera de los instrumentos económicosante los motivos reales de la bonanza econó-mica de los últimos años (el crecimiento exce-sivo del crédito y la burbujas inmobiliaria, lahipertrofia de determinados sectores o ladependencia de la financiación exterior,) ponede manifiesto la necesidad de olvidar indica-dores como el PIB para interpretar el éxitoeconómico y adoptar un conjunto de indica-dores que consideren otras dimensionescomo son los flujos físicos, la apropiación dela producción primaria neta o los tiemposnecesarios para las tareas de cuidados.

Para que la producción pueda estar asocia-da al mantenimiento de las condiciones devida, es necesario volver a algunas preguntasbásicas, tal y como se propone desde la eco-nomía feminista ¿Cuáles son las necesidadesque hay que satisfacer? ¿Que es lo que hayque producir para satisfacerlas de forma equi-tativa?

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En los mercados capitalistas, la obligaciónde acumular determina las decisiones que setoman sobre qué se produce, cómo y cuántose produce, acerca de cómo estructurar lostiempos, los espacios o las instituciones lega-les.

Desde el punto de vista de la sostenibilidad,la economía debe ser el proceso de satisfac-ción de las necesidades que permiten el man-tenimiento de la vida para todas las personas.Este objetivo no puede compartir la prioridadcon el lucro. Si prima la lógica de la acumula-ción, las personas no son el centro de la eco-nomía. El beneficio no se puede conciliar conel desarrollo humano, o es prioritario uno, olo es el otro y esta opción determina las deci-siones que se toman en lo social y en lo eco-nómico.

Biomímesis, una forma de producir compatible con la naturaleza

J. Riechmann expone que la naturaleza nosproporciona el modelo para una economíasostenible y de alta productividad. La econo-mía de la naturaleza es “cíclica, totalmenterenovable y autorreproductiva, sin residuos, ycuya fuente de energía es inagotable en tér-minos humanos: la energía solar en sus diver-sas manifestaciones (que incluye, por ejem-plo, el viento y las olas). En esta economíacíclica natural cada residuo de un proceso se

convierte en la materia prima de otro: losciclos se cierran64”.

Estas son las mejores pautas para reconver-tir los procesos productivos hasta hacerloscompatibles con la naturaleza. Cara a favore-cer el cierre de ciclos de materiales, Naredo haplanteado que, además de registrarse los cos-tes de la extracción y manejo de los mineralesde la corteza terrestre, deben consignarse loscostes de reposición, es decir de transforma-ción de los residuos en recursos naturales yaque de los contrario, al no restar en las cuan-tas la degradación, se favorece el deteriorodel patrimonio natural.

La fiscalidad ecológica, en esta línea preten-de cambiar la base de los impuestos desde elvalor añadido hacia el flujo material que seproduce desde la extracción de recursos al sis-tema económico y la posterior vuelta de losresiduos.

Promover los mercados locales y regionalesy la distribución cercana será una necesidaden un mundo con las fuentes energéticas deorigen fósil en declive y con una urgentenecesidad de reducir emisiones de gases deefecto invernadero.

Además, resulta esencial exigir el principiode precaución, de forma que no se comercia-licen o se extiendan tecnologías o productosque no hayan demostrado de una forma con-vincente que no son nocivas para el medio ypara las personas. En la actualidad más bien

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se imponen las “innovaciones” y se suponeninocuas hasta que se demuestre lo contrario.

c) Un cambio radical en el modelo de trabajo

Una vez conocidas las necesidades que hayque satisfacer y qué hay que producir parahacerlo, la siguiente cuestión es determinarcuáles son los trabajos socialmente necesariospara esta producción.

Ajustarse a los límites del planeta requierereducir y reconvertir aquellos sectores de acti-vidad que nos abocan al deterioro e impulsaraquellos otros que son compatibles y necesa-rios para la conservación de los ecosistemas yla reproducción social.

Nuestra sociedad ha identificado el trabajoexclusivamente con el empleo remunerado.Se invisibilizan así los trabajos que se centranen la sostenibilidad de la vida humana (crian-za, alimentación, cuidados a personas mayo-res o enfermas, discapacidad o diversidadfuncional) que siendo imprescindibles, nosiguen la lógica capitalista. Si los cuidados y lareproducción social siguiesen una lógica demercado, muchas personas no podrían sim-plemente sobrevivir.

El sistema capitalista no puede pagar loscostes de reproducción social, ni tampocopuede subsistir sin ella, por eso esa inmensacantidad de trabajo, impregnada de la carga

emocional y afectiva que les acompaña, per-manecen ocultos y cargados sobre las espal-das de las mujeres. Ni los mercados, ni el esta-do, ni los hombres como colectivo se sientenresponsables del mantenimiento último de lavida. Son las mujeres, organizadas en torno aredes femeninas en los hogares las que res-ponden y actúan como reajuste del sistema.Cualquier sociedad que se quiera orientarhacia la sostenibilidad debe reorganizar sumodelo de trabajo para incorporar las activi-dades de cuidados como una preocupaciónsocial y política de primer orden.

El espinoso tema del empleo

Pero además es necesaria una gran reflexiónsobre el mundo del actual empleo remunera-do. El gran escollo que se suele plantear alhablar de transición hacia un estilo de vidamucho más austero es el del empleo.Históricamente, la destrucción de empleo havenido en los momentos de recesión econó-mica. Es evidente que un frenazo en el mode-lo económico actual termina desembocandoen el despido de trabajadores y trabajadoras.Sin embargo, algunas actividades debendecrecer y el mantenimiento de los puestosde trabajo no puede ser el único principio a lahora de valorar los cambios necesarios en eltejido productivo. Hay trabajos que no sonsocialmente deseables, como son la fabrica-ción de armamento, las centrales nucleares,

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el sector del automóvil o los empleos que sehan creado alrededor de las burbujas finan-ciera e inmobiliaria. Las que sí son necesariasson las personas que desempeñan esos traba-jos y por tanto, el progresivo desmantela-miento de determinados sectores tendría queir acompañado por un plan de reestructura-ción en un marco de fuertes coberturas socia-les públicas que protejan el bienestar de tra-bajadores y trabajadoras.

Una red pública de calidad de servicios bási-cos como son la educación, la sanidad, laatención a personas mayores, enfermas ocon diversidad funcional requiere personas.Igualmente las tareas de rehabilitación, dereparación, las que giran en torno a las ener-gías renovables o a la agricultura ecológicapueden generar empleo; en general, todas lasque tengan que ver con la sostenibilidad,necesitan del esfuerzo humano.

La disminución de la jornada laboral y elreparto de todos los tiempos de trabajo nece-sario (remunerado y doméstico) podrían per-mitir articular otra sociedad diferente. Poruna parte, parece razonable repartir el traba-jo remunerado y disminuir la jornada en unmomento en que hay un paro dramático, yademás, está todo el que no contabiliza, peroes imprescindible para la vida, que tambiéndebe ser repartido.

No es descabellado plantear que las empre-sas no pueden aspirar a seguir manteniendo o

incluso a hacer crecer sus beneficios en mediode esta crisis, sobre todo cuando se estáhaciendo caer todo el peso de la recuperaciónde la tasa de ganancia sobre el conjunto de lapoblación.

Ahora, la disminución de los beneficios serepercute directamente sobre los puestos detrabajo asalariados, pero podría repercutirsobre los “bonus” y reparto de dividendos aaccionistas o sobre algunos salarios, que muybien podrían bajar sin poner en peligro la sub-sistencia de quienes los perciben. Además, espreciso tener en cuenta que existen fórmulasempresariales, como las cooperativas, en lasque el objetivo primordial no es maximizar elbeneficio, sino el mantenimiento de los pues-tos de trabajo.

d) Reconstruyendo lo colectivo, potenciarla cooperación

Pero nuestro “mundo lleno” ha de ser pensa-do también como un mundo sin alrededores.Todas las explicaciones que se ofrecen paraaclarar lo que significa la globalización secontienen en la idea de que el mundo se haquedado sin alrededores, sin márgenes, sinafueras, sin extrarradios65. Nuestro mundo esun sistema, lo cual significa que no deja nadafuera de sí, lo que contiene todo, vincula eintegra de manera que no queda nada suelto,aislado, independiente, en su exterior.

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“La mayor parte de los problemas que tene-mos se deben a esta circunstancia o los expe-rimentamos como tales porque no nos resul-ta posible sustraernos de ellos o domesticar-los fijando unos límites tras los que externali-zarlos (...) Tal vez pueda formularse con estaidea de la supresión de los alrededores la caramás benéfica del proceso civilizador y la líneade avance en la construcción de los espaciosdel mundo común. Sin necesidad de quealguien lo sancione expresamente, cada vezes más difícil 'pasarle el muerto' a otros, aregiones lejanas, a las generaciones futuras, aotros sectores sociales66”.

En un mundo sin alrededores, donde la cri-sis ecológica, la salud pública, los mercados,la tecnología o la política acaban afectando alo global y a lo local, la interdependencia esuna realidad insoslayable de la que dependela supervivencia de la especie humana. Parasalir de nuestra difícil situación nos enfrenta-mos a la necesidad de cooperar y articularestrategias colectivas.

La especie humana ha coevolucionado con-juntamente con otros millones de seres vivosy con la biosfera como un todo. A través delproceso histórico de la evolución se ha gene-rado toda una compleja red de interaccionesvitales de cooperación entre los seres vivosque configura en su conjunto la conservaciónde los ecosistemas. Así, en la naturaleza todoestá interrelacionado y, entre las especies pre-

dominan las relaciones de simbiosis, relacio-nes de dependencia entre dos o más especiesdiferentes, relaciones de cooperación, frentea las de competitividad.

“Cooperar y no competir, nos hizo huma-nos. La intensa socialidad de todos los prima-tes, todavía mucho más desarrollada en nues-tra propia especie, es uno de los rasgos denuestra naturaleza”67. En esta línea, la micro-bióloga Lynn Margulis68 defiende, a partir desus trabajos de investigación, que la simbiosises el principal motor de la evolución y que lamayoría de las adquisiciones de caracteres delos seres vivos pluricelulares son producto dela incorporación simbiótica de, principalmen-te, bacterias de vida libre. Ella considera quelas ideas de Darwin y las teorías neodarwinis-tas sobre evolución, basadas en la competen-cia, están incompletas y reivindica que la evo-lución está fuertemente apoyada en la coope-ración, la interacción, y dependencia mutuaentre organismos.

Si en el espacio del trabajo de cuidadoscomprobamos que hombres y mujeres asu-men responsabilidades muy diferentes, tam-bién es posible encontrar profundas diferen-cias en el espacio de la economía de mercado.El acceso al empleo y las condiciones labora-les de mujeres y hombres difieren en mucho,normalmente en perjuicio de las primeras.Esta ha sido la preocupación y el campo dedenuncia de algunas economistas. A ellas

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debemos conceptos como “doble jornada”,“conciliación de la vida laboral y familiar”,“discriminación positiva” o “techo de cristal”(aquel que dificulta a mujeres acceder a res-ponsabilidades laborales o políticas a las queacceden los hombres, teniendo méritos simi-lares). Estas reflexiones se enmarcan dentrode lo que podría llamarse economía con enfo-que de género69.

Pero esta denuncia, aún siendo necesaria,resulta insuficiente, pues se ciñe al marco dela economía convencional y no llega a remo-ver categorías económicas esenciales comopueden ser el concepto de trabajo, el de valoro la división económico-no económico. Laseconomistas feministas pretenden subvertirlas premisas económicas establecidas.Partiendo del estudio de las relaciones entretrabajo doméstico y mercado, redefinen elmarco de “lo económico” y ponen bajo sos-pecha las dicotomías que permiten su delimi-tación: trabajo/no trabajo, público/privado,mercado/gratuidad. Entre otros muchos tra-bajos han hecho el esfuerzo de asignar valoreconómico (en un sentido no necesariamentemonetario del término) a las actividades tra-dicionalmente realizadas por las mujeres parahacer visible la magnitud de este olvido.

Los mercados, espacios públicos y raciona-les gobernados por el “Homo económicus”,se consideran independientes del ámbitodoméstico. El “Homo económicus” es ese ser

que brota cada mañana como un champi-ñón70 en el puesto de trabajo, alimentado,lavado, planchado, escuchado y descansado.El mercado parece ignorar que esa regenera-ción (salió del trabajo cansado y hambriento)se ha producido en el espacio privado, esepequeño reino gobernado por la “reina de lacasa”, en el que el Homo económicus recupe-ra la energía física y emocional perdida duran-te el día. A la mañana siguiente, libre de todaresponsabilidad doméstica, de nuevo elchampiñón reaparecerá en la oficina, el tallero el mostrador. El hogar es un “trampolín invi-sible, flexible, elástico, que se recupera des-pués de cada caída”71. En estas condiciones sehace posible el trabajo de mercado y se natu-raliza la apropiación del trabajo doméstico.Salvo que el sujeto económico sea una mujer,en cuyo caso se hacen más complejas las con-diciones de participación en ese espacio delmercado. “Para conciliar la vida familiar y lalaboral las mujeres necesitan… una esposa”,se suele ironizar en los ámbitos feministas.

El mercado se nos presenta como protago-nista de la actividad humana, aunque suaportación a nuestra supervivencia es muchomenor que la que tiene el trabajo doméstico.Para ejemplificar esta desproporción, La eco-nomía feminista usa la metáfora del iceberg72.Flotando en la superficie visible está el merca-do. Debajo, haciéndolo flotar, con un tamañomucho mayor, el trabajo de mantenimiento

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de la vida73. Dos partes bien diferenciadas, laprincipal escondida a la vista, pero ambas for-mando una unidad indivisible. Sobre el hielosumergido del trabajo doméstico se apoya yasoma el bloque del empleo asalariado y laeconomía convencional.

Según Shiva, las sociedades humanas semueven dentro del funcionamiento de tresesferas económicas: la economía de la natu-raleza, la economía de la supervivencia y laeconomía de mercado. Ésta última ha crecidoexponencialmente a costa de las otras dos,que no han hecho más que disminuir y dete-riorarse. El problema es que ellas son la basede la última, pues conforman la economía dela vida.

La economía de mercado se desentiende delas necesidades básicas de la sociedad. ParaCarrasco, entre la sostenibilidad de la vidahumana y el beneficio económico, las socie-dades occidentales han optado por este últi-mo. Esto significa que las personas no son elobjetivo social prioritario, sino que están alservicio de la producción74. Muy al contrario,las modernas sociedades de consumo secaracterizan por el individualismo y el fomen-to de la competitividad en la vida laboral ysocial. El consumismo se convierte en un finen sí mismo, pasando a ser el objeto de lavida de las personas, en el que se basa el éxitoy el reconocimiento social. El aislamiento delindividuo urbano ha constituido una de las

estrategias centrales de la economía de mer-cado para maximizar el consumo de mercan-cías y servicios monetizados.

Numerosos estudios sociológicos que rela-cionan el grado de felicidad con el nivel deingresos como el realizado entre 1990 y 2000en más de 65 países, indican que ingresos, ypor tanto consumo, y felicidad suelen aumen-tar en paralelo hasta un punto umbral deunos 13.000 dólares de ingresos anuales.Entonces, a partir de ese valor el aumento delconsumo supone incluso un descenso en laspercepciones de felicidad75.

Muchas personas están cuestionando suforma de vida, buscan alternativas, fomen-tando la articulación comunitaria a nivel debarrios o ciudades de menor escala. A travésde un fomento de los bienes relacionales, unaeconomía de compartir no monetizada, quepone en el centro la vida y los cuidados, tra-dicionalmente desempeñados por las muje-res.

Existen numerosas alternativas comunita-rias que tratan de reinventar lo colectivo: losproyectos de ecoaldeas, las ciudades en tran-sición, los movimientos de campesinos e indí-genas por la soberanía alimentaria, los gruposde consumo de productos ecológicos, lasmonedas locales, las redes de trueque o losbancos de tiempo, el movimiento de ciudadeslentas y en general aquellas iniciativas quepotencian el apoyo mutuo, las relaciones de

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vecindad y la participación en la toma dedecisiones que afectan a la comunidad.

El ser humano presenta, como mínimo, trespulsiones básicas: el deseo primario de placercorporal, el deseo de vínculo social y el deseode multiplicación de las posibilidades. SegúnMarina76, los tres tipos de deseos tienen sulado bueno y su lado malo. El sistema econó-mico dominante engrana con el primero y eltercero (la búsqueda del placer y la multipli-cación de posibilidades). Para una disminu-ción del consumo material razonable es preci-so desarrollar el segundo de los deseos bási-cos a partir de las relaciones personales y losprocesos comunitarios.

Se trata de estimular la “producción” de loque Mauro Bonaiuti ha llamado bienes rela-cionales77. Por bienes relacionales se entiendeese tipo de “bienes” de los que no se puededisfrutar aisladamente sino únicamente en elmarco de una relación entre el que ofrece y elque demanda, como por ejemplo los serviciosa las personas (cuidados, bienestar, asisten-cia) pero también los servicios culturales,artísticos o espirituales.

Esta producción de bienes relacionales espropia de la “economía del cuidado” sobre laque han llamado la atención muchas pensa-doras feministas.

Para Riechmann, podría afirmarse que elestado produce bienes públicos, el mercadobienes privados y el “tercer sector” (incluyen-

do la producción doméstica garantizadasobre todo por las mujeres) bienes relaciona-les colectivos propios de una “economía delcompartir78”.

Una posible vía de decrecer en la extraccióny generación de residuos a la vez que sepotencia la cooperación sería favorecer el des-plazamiento de la demanda de producción debienes materiales tradicionales -de altoimpacto ambiental- a los bienes relacionales,para los cuales la economía solidaria o civildispone de una ventaja comparativa específi-ca. Las consecuencias de un cambio así en tér-minos ecológicos son muy deseables ya que laproducción social utiliza cantidades radical-mente menores de materia y energía respectoa la producción material. Produce un desgas-te muy limitado de recursos que se traduce enniveles elevados de valor y bienestar. Por otrolado, se sustenta en la actividad humana y noes sustituible por la tecnología tal y comoocurre en las industrias tradicionales. Se tra-taría por lo tanto de reducir drásticamente laproducción de bienes de consumo a favor debienes durables y relacionales, superando laceguera de la economía neoclásica al reducirel bienestar y el valor al flujo de bienes quesomos capaces de consumir.

Podemos ver de una manera muy clara elvínculo entre sostenibilidad ecológica y soste-nibilidad económico-social. La expansión dela economía solidaria, a través de la produc-

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ción de bienes relacionales, no sólo crea valoreconómico allí dónde es posible reducir ladegradación de la materia/energía, sino queconstituye una vía potente para la realizaciónde una economía justa, reequilibrando el pro-ceso de concentración de la riqueza al queestamos asistiendo actualmente. Muchos delos bienes y servicios podrían en un futuro serllevados a cabo de acuerdo a los criterios dela economía solidaria por organizaciones sinánimo de lucro, entre otros la producciónagrícola y alimentaria de calidad, la produc-ción de energía sobre una base local, la arte-sanía, los servicios, sólo para citar algunosejemplos79.

En las sociedades enriquecidas hay unademanda específica de calidad de vida. Peroesta demanda no se puede satisfacer a travésde la producción de una cantidad mayor debienes tradicionales. Es más bien una deman-da de atención, de cuidados, de conocimien-tos, de participación. La producción de estetipo de bienes implica una degradación decantidades muy modestas de materia y ener-gía. Pueden en todo caso representar unaparte importante de la futura producción devalor.

En los países empobrecidos esto significaante todo que es preciso evitar la destrucciónde los vínculos sociales, las redes familiares,en nombre de un desarrollo que nunca podrá,

por razones ecológicas y económicas, asumirlas características del desarrollo occidental.

e) Igualdad y distribución de la riqueza

Tradicionalmente, se defiende que la distribu-ción está supeditada al crecimiento de la pro-ducción. La economía neoclásica presentauna receta mágica para alcanzar el bienestar:incrementar el tamaño de la “tarta”, es decir,crecer, soslayando así la incómoda cuestióndel reparto. Sin embargo, hemos visto que elcrecimiento contradice las leyes fundamenta-les de la naturaleza y que no puede tener másque un carácter transitorio y a costa de gene-rar una gran destrucción. Así, el bienestarvuelve a relacionarse con la cuestión esencial-mente política de la distribución.

El reparto de la tierra será en el futuro unasunto nodal. La tarea será sustraer tierra a laagricultura industrial, a la especulación urba-nística, a la expansión del asfalto y el cemen-to y ponerla a disposición de sistemas agroe-cológicos locales.

La exploración de propuestas como la rentabásica de ciudadanía o los sueldos comple-mentarios se hace urgente. Igualmente seríainteresante considerar la posibilidad de esta-blecer una renta máxima. Del mismo modoque existen muchos empleos precarios e insu-ficientemente remunerados, hay personas

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que podrían disminuir el salario neto sin quese viesen afectadas sus condiciones de vida.

Reducir las desigualdades nos sumerge enel debate sobre la propiedad. Para dó -jicamente nos encontramos es una sociedadque defiende la igualdad de derechos entrelas personas que la componen y que sinembargo asume con toda naturalidad enor-mes diferencias en los derechos de propiedad.En una cultura de la sostenibilidad habría quediferenciar entre la propiedad ligada al uso dela vivienda o el trabajo de la tierra, de aque-llas otras ligadas a la acumulación ya sea enforma de bienes inmuebles o productosfinancieros y poner coto a éstas última, yaque suponen situar fuera del alcance de otraspersonas la posibilidad de satisfacer necesida-des básicas.

Cara a limitar la acumulación y reducir gra-dientes de desigualdad es fundamental modi-ficar el sistema monetario internacional paraestablecer regulaciones que limiten la expan-sión financiera globalizada, regular la dimen-sión de los bancos, controlar su actividad,aumentar el coeficiente de caja, limitar lasposibilidades de creación de dinero financieroy dinero bancario y suprimir los paraísos fis-cales de modo que no constituyan vías deescape para que los oligarcas sitúen su patri-monio y negocios fuera de las leyes estatales.

Apostar por la redistribución equitativa dela riqueza supone unos servicios públicos

fuertes, una fiscalidad progresiva y que laprioridad del gasto público se oriente al bie-nestar: sanidad, educación, protección y cui-dado de la población.

En definitiva, se trata de cambiar los crite-rios que hoy prevalecen por otra racionalidadeconómica que se someta a las exigenciassociales y ambientales que permiten el man-tenimiento de la vida. Orientar las decisioneseconómicas hacia la igualdad no es sólo cues-tión de normativa o instrumentos económi-cos, sino de impulsar también cambios cultu-rales en dirección contraria de los que se hanvenido estimulando en las últimas décadas.

f) Tejer alianzas:construir mayorías

En el momento actual, dentro de los movi-mientos sociales y políticos que defienden lanecesidad de una transformación que con-duzca a la sostenibilidad ecológica y humanay a la justicia social, la potencia del análisiscrítico de la realidad y las propuestas de cam-bio no guardan relación con las escasas fuer-zas que existen para forzar estos cambios.Nos encontramos en un momento que reúnetodas las condiciones de una situación prerre-volucionaria sin sujetos revolucionarios80.

Aunque cada vez son más las iniciativas ymovimientos de todo tipo que compartenanálisis y cuyas propuestas son convergentes

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y no excluyentes, aún se está lejos de confluiry articular una base sólida que exija y apoyelos cambios necesarios.

Si queremos forzar cambios, habrá que darla batalla en el ámbito de las ideas, en los pla-nos económico, ecológico, social y político.Pero sobre todo será necesario construirpoder colectivo y sumar mayorías que puedanimpulsar y exigir un cambio.

En la tarea de tejer alianzas, el diálogo entreel movimiento sindical y el ecologista presen-ta una especial relevancia. Desde el ecologis-mo es preciso involucrarse en la construcciónde transiciones justas hacia otro modelo pro-ductivo que garantice la protección de traba-jadores y trabajadoras. Desde el movimientosindical es necesario afrontar los límites físi-cos que existen para la expansión del modeloactual e implicarse en la búsqueda de alter-nativas que sean viables y que no sometan alas personas riesgos más graves de los que sequieren evitar.

No cabe pensar que el colapso social yambiental venga en nuestra ayuda. Si nosomos capaces de articular movimiento, lo

que venga detrás de este capitalismo puedeser aún peor.

Para ello tendremos que superar viejas ten-dencias en la forma de militar o de ser activis-ta que han hecho de cada diferencia un moti-vo de fragmentación, que han convertido enenemigo a aquel del que menos nos separa-ba.

Desarrollar la crítica feroz es fácil, estamosmuy acostumbrados a ello. Es más difícil bus-car acercamientos, convivir con algunas dife-rencias, acostumbrarnos a hacer trechos decamino en una dirección que nos convengasin romper demasiado pronto porque la metaa la que queremos llegar no es exactamenteigual.

Los seres humanos evolucionaron gracias ala cooperación y el apoyo mutuo y nosotrosseguimos siendo seres humanos que sóloconseguiremos fuerza para imponer cambiosa partir de la construcción colectiva, de labúsqueda incansable de acuerdos y del cuida-do a lo único que tenemos para dar la batalla:nuestros compañeros y compañeras.

No queda otra. O sumamos o preparémo-nos para la que se avecina.

VIVIR BIEN CON MENOS. AJUSTARSE A LOSLÍMITES FÍSICOS CON CRITERIOS DE JUSTICIA

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Notas

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30. Estos procesos industriales de riesgo pueden dar lugar a catástro-fes ecológicas como el vertido de crudo en el Golfo de México cau-sado por la petrolera BP.

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47. Citado por Talberth, J (2008) Íbidem p.68.

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51. Carpintero, 2005. Ibidem.

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71. Pérez Orozco (2006) Íbidem p. 215.

72. Anteriormente Daly había utilizado también esta metáfora parareflejar la invisibilidad del medio físico en los esquemas de represen-tación de la lógica económica convencional.

73. Pérez Orozco (2006) Íbidem p. 203.

74. Carrasco (2001) La sostenibilidad de la vida humana ¿un asuntode mujeres? Mientras Tanto nº 82 p.43-70.

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