Violencia Politica

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INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA POLÍTICA JOSÉ MANUEL SABUCEDO, MAR DURÁN Y MÓNICA ALZATE Departamento de Psicología Social, Básica y Metodología Universidad de Santiago de Compostela 2 Décima Edición Septiembre-Octubre 2010 ISSN 1989-3906

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INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA POLÍTICA

JOSÉ MANUEL SABUCEDO, MAR DURÁN Y MÓNICA ALZATEDepartamento de Psicología Social, Básica y MetodologíaUniversidad de Santiago de Compostela

2Décima Edición Septiembre-Octubre 2010

ISSN 1989-3906

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DOCUMENTO BASE............................................................................................ 3Intervención en violencia política

FICHA 1............................................................................................................ 16Estrategias para la resolución de conflictos

FICHA 2 ................................................................................................................................. 21Trauma psicosocial y estrategias de afrontamiento colectivo

Contenido

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Documento base.

Intervención en violencia política1. INTRODUCCIÓNAtentado suicida en el corazón diplomático de Kabul. 5 personas muertas y 37 heridas

Una decena de palestinos heridos en enfrentamientos entre jóvenes palestinos y soldados israelíesMatanza en la fiesta de Ashura. Una bomba deja más de 25 muertos en una procesión de la fiesta sagrada chií en

Karachi (Pakistán)El régimen Iraní reconoce más de una docena de muertos en las protestas13 muertos en un ataque con misiles de EEUU en una zonal tribal paquistaníLas FARC asesinan al gobernador de Caquetá secuestrado horas antesUn pasajero relacionado con Alqaeda intentó hacer estallar un artefacto con 278 pasajeros a bordoÉsas son sólo algunas de las noticias relacionadas con la violencia política que aparecieron en los medios de comu-

nicación en los últimos días del mes de diciembre de 2009 cuando nos disponíamos a escribir las primeras líneas deeste trabajo. Creo que no es preciso advertir al lector que en esa selección no hay ningún tipo de intencionalidad.Simplemente son las primeras noticias sobre violencia política con las que nos encontramos. Por ello, si la búsquedafuese más sistemática y/o ampliásemos el horizonte temporal, surgirían nuevos actores violentos y los victimarios y lasvíctimas serían diferentes.

La presencia constante de noticias relacionadas con la violencia política en los medios de comunicación de masaspuede producir la impresión de que estamos viviendo una época especialmente convulsa en ese aspecto. Pero esa esuna simple distorsión provocada por análisis presentistas y por el hecho de que nuestro sistema cognitivo tiene en lainformación más accesible (por ejemplo en la suministrada por los medios de comunicación) una vía prioritaria pararealizar juicios. Porque lo cierto es que una simple mirada a cuál ha sido el devenir de la humanidad nos muestra quela violencia política, en sus diferentes modalidades, es una realidad omnipresente.

En su libro Historia de la Guerra, John Keegan (1995) nos lo recuerda de manera clara al afirmar que la historia delos pueblos es en gran medida una historia de guerras, y que los estadistas que se mencionan en esa historia son hom-bres de violencia. McCauley (2007), incide en la misma idea afirmando que la violencia y la amenaza de su uso sontan antiguas como la propia historia. Ese autor también apunta un hecho de interés como es que el término terrorismofue utilizado por primera vez para aludir a la violencia política utilizada por el Estado francés durante la revolución de1790. Pero si bien el término terrorismo procede del S.XVIII, mucho antes de esa época ocurrieron acontecimientosque, desde la perspectiva actual, algunos no dudarían en calificar de terrorismo. Uno de los casos más citados por loshistoriadores es el de la secta judía de los Zelotes quienes en el siglo I recurrieron a ese tipo de actos criminales paralograr una Judea independiente del Imperio Romano. A la luz de esos datos no puede afirmarse que la violencia políti-ca, y el terrorismo en concreto, sean fenómenos exclusivos de estos tiempos.

Hay otro aspecto relacionado con la violencia política que es conveniente aclarar en este momento. La violencia “hasido el instrumento para levantar o derribar imperios, crear o destruir Estados, expandir o defender un idioma o unacultura, imponer o resistir sistemas político-económicos, etc.” (Sabucedo y Alzate, 2005, p.245) La violencia, pues, haservido y sirve a objetivos muy diferentes. Braud (2006), avanza en esa idea pero subrayando las consecuencias positi-vas que en ocasiones se asocian al uso de la violencia. Así, afirma que la violencia, debido a todos los males que pro-voca, es objeto de un “juicio de principio por lo general reprobador. Sin embargo, la mayoría de las entidades políticasmodernas no se constituyeron por agregación voluntaria; un gran número de avances democráticos o de conquistassociales se han conseguido gracias a la violencia de masas, los motines e incluso las insurrecciones o las guerras civi-les” (p. 12). Todo esto nos sitúa ante el hecho incuestionable de que la violencia política tiene muchos rostros y eso eslo que lleva a mantener, según Apter (1997), una relación ambigua respecto a ella. Quizá la expresión de Apter seademasiado sutil para referirse a algo tan evidente como es el intento de cada una de las partes enfrentadas de construiruna interpretación de la realidad que convenga a sus intereses. De esta manera, no hay ambigüedad alguna cuando a

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la violencia del endogrupo se la califica de defensiva o de legítima; y tampoco hay ambigüedad alguna cuando a laviolencia del exogrupo se la etiqueta de terrorista. Ambas situaciones son parte de una misma retórica que justifica ocondena la violencia en función de quién la ejerza y/o a quién beneficie.

La violencia política, por tanto, no es un fenómeno azaroso ni está motivada por fuerzas personales desconocidas.Antes al contrario, existe una “lógica” de la violencia. Una lógica que está asociada a la instrumentalidad de la mismaal servicio de los intereses del grupo. De esta manera, el análisis y comprensión de la dinámica de la violencia políti-ca exige tener en cuenta entre otros aspectos los siguientes: a) el contexto en el que tiene lugar y cómo es percibidopor los diferentes grupos, b) las imágenes y representaciones intergrupales, c) las dinámicas intragrupales, d) los proce-sos de legitimación de la violencia. Como puede observarse ésos son aspectos que definen y caracterizan la labor dela Psicología y, especialmente, de la Psicología Social. Ello no quiere decir que la violencia política pueda ser explica-da únicamente desde nuestro ámbito académico. Ante problemas tan complejos como el que aquí nos ocupa es nece-sario recurrir a la colaboración entre diferentes disciplinas. Pero siendo eso cierto, también lo es el hecho de quenuestro ámbito de conocimiento cuenta con un entramado teórico amplio y riguroso que le permite explicar muchosde los procesos implicados en los fenómenos de la violencia política.

2. DISPOSICIONALISMO Y CONTEXTOLa investigación sobre los procesos de atribución ha puesto de manifiesto la existencia de varios sesgos a la hora de explicarlas razones del comportamiento de los otros. Uno de los más importantes es el denominado error fundamental de atribu-ción. Como es sabido este sesgo consiste en sobreestimar los factores disposicionales frente a la situacionales cuando juzga-mos los motivos que conducen a los demás a actuar de un modo u otro. Este error supone creer que son fundamentalmentelas características y rasgos personales, y no las variables de la situación, las responsables del comportamiento.

Cuando se trata de la violencia política el “error fundamental de atribución” parece cobrar todavía una mayor pre-sencia en muchos de los discursos que intentan explicar esos episodios. Así, no resulta extraño oír explicaciones decarácter psicopatológico para intentar comprender los actos criminales. Pero esa insistencia en psicopatologizar laviolencia política no parece contar con un respaldo empírico sólido. Uno de los mayores expertos en terrorismo,Crenshaw (2000) afirma que a pesar de que hay una cierta presión política para etiquetar a los terroristas como perso-nas con trastornos psicopatológicos, no existen factores de personalidad o psicopatologías asociadas específicamentea los terroristas. Por esa razón defiende que más que hablar de factores individuales es más adecuado hacerlo de diná-micas grupales que generan creencias compartidas e ideologías que justifican la violencia. McDermont y Zimbardo(2007) también niegan que los terroristas puedan ser calificados como locos o irracionales por muy crueles que pue-dan resultar sus actos. Después de analizar los estudios que intentaban relacionar el terrorismo con algún tipo de tras-torno psicológico, McCauley (2007) declara que treinta años de investigación en esa línea lleva a la conclusión deque tal relación no existe. Pero aún va más allá al señalar que “Itzhak Shamir y Menachen Begin pasaron de practicarel terrorismo anti-arabe y anti-británico a ser líderes del Estado de Israel” (p. 14). Ésos son solamente dos de los mu-chos ejemplos que podrían citarse de personas que de ser consideradas terroristas llegaron a convertirse en respetadoslíderes políticos. A los lectores y lectoras de éstas páginas les proponemos la entretenida y clarificadora tarea de iden-tificar a otros personajes políticos que hayan sufrido una transformación similar en el tratamiento público recibido.

Una variante de esa explicación individualista de la violencia consiste en calificar a los terroristas de psicópatas o depersonalidades antisociales. En este caso se argumenta que asesinar de forma tan vil a otro es manifestación de unafalta de empatía hacia la víctima, y que ésa es una manifestación clara de los síndromes anteriores. Es evidente quelos crímenes cometidos contra otros, especialmente cuando no existe una historia previa de enfrentamiento personalcon ellos, refleja una absoluta insensibilidad hacia su sufrimiento. Pero la cuestión no es esa. Lo que se discute es si elmotivo que lleva al terrorista a actuar de esa manera es la existencia de ese rasgo personal, o si éste es simplementeun epifenómeno que distrae la atención de la causa fundamental. McCauley (2007) se muestra crítico con esa compa-ración entre terrorista y psicópata. Porque si bien es cierto que ambos tienen en común la falta de empatía hacia lasvíctimas, hay otros aspectos que los diferencian. Este autor afirma: “Los responsables del 11-S estaban deseando darsu vida en el ataque. Hasta donde sé nadie ha sugerido que la ceguera moral del psicópata pueda adoptar la forma deauto-sacrificio. Además los psicópatas son impulsivos e irreflexivos, mientras que la coordinación y el compromiso en-tre los cuatro grupos de atacantes es radicalmente inconsistente con la personalidad psicópata” (p. 15). Por tanto, enel comportamiento terrorista están presentes otras características que son incompatibles con las etiquetas psicopatoló-gicas que en ocasiones se les asignan.

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De acuerdo con lo anterior, la tesis de que la violencia política, y más en concreto el terrorismo, es la consecuenciade determinadas características personales, no cuenta con respaldo científico. Y esto nos sitúa ante un escenario enprincipio desconcertante, básicamente por dos razones. En primer lugar, porque afecta a nuestra necesidad de predic-ción y control de nuestro entorno. En la cultura occidental hemos sido socializados en la creencia disposicionalista.Por tanto, son fundamentalmente las características personales las que determinan los comportamientos. Esas caracte-rísticas, por definición, son estables y ello es lo que permite realizar predicciones sobre el comportamiento de losotros. Desde el momento en que podemos realizar predicciones nuestro entorno se convierte también en más contro-lable y ordenado. Así por ejemplo, si se asume que en el mundo existen personas buenas y malas, las primeras asumi-rán los valores socialmente deseables como el respeto a la vida, el no uso de la violencia, etc.; mientras que lassegundas podrán actuar contra ellos. Esto es, se asume que el Mal está presente en la sociedad, pero que son las per-sonas con determinados rasgos de personalidad o con ciertas psicopatologías las que lo causan. De esta manera todoestá ordenado, todo está claro, todo tiene una explicación sencilla. Pero esa Arcadia cognitiva se ve convulsionadaante la posibilidad de que la violencia política no sea responsabilidad de psicópatas, y ante la hipótesis de que cual-quier persona pueda llegar a cometer ese tipo de actos.

Lo que sorprende es esa adhesión a las explicaciones disposicionales del comportamiento humano cuando la Psico-logía Social viene demostrando de manera reiterada la relevancia del contexto. Los conocidos trabajos de Milgram so-bre obediencia a la autoridad o el experimento de la cárcel de Zimbardo son suficientemente ilustrativos del poder dela situación para explicar el comportamiento. Blanco (2005) evocando los trabajos de Lewin, Vigotsky y Martín-Baró,entre otros, afirma que “hay razones suficientes para afirmar que en el fondo de los problemas sociales… no existen nisólo ni primordialmente, ni siempre, ni necesariamente, razones y, mucho menos, problemas psicológicos”. (p.161).De esta manera Blanco se suma a la posición de otros destacados psicólogos que en diferentes momentos alertaron dela simplicidad que supone abordar temas como el conflicto político y la violencia desde enfoques psicologicistas (Taj-fel, 1984; Kelman, 1998).

En segundo lugar el cuestionamiento del disposicionalismo puede resultar desconcertante porque es necesario bus-car nuevas causas para explicar la violencia política. Al no valer las atribuciones personales, no queda más remedioque centrarse en la situación en la que se encuentran las personas que recurren a esa forma extrema de acción políti-ca. De esta manera, el discurso cambia de manera significativa: de hablar de características personales pasamos aanalizar las condiciones en las que viven las personas, el tipo de relaciones que establecen con otros grupos, el reco-nocimiento social que reciben, el cumplimiento de sus expectativas personales y grupales, etc. Así, casi sin darnoscuenta, se introduce en el análisis de las causas de la violencia un factor sumamente relevante como es el contextosocio-político que acompaña e influye de manera decisiva en las posibilidades de desarrollo de los individuos y gru-pos. El abandono de la tesis disposicionales permite, de esta manera, incorporar una dimensión crítica a las condicio-nes de vida de los sujetos y, por extensión, al sistema político.

Pero algunos autores parecen especialmente reacios a considerar las condiciones de vida de las personas como posi-ble factor explicativo de la violencia política. Como argumento recurren al perfil socio-demográfico de las personasque participan en ese tipo de acciones. El hecho de que algunas de ellas pertenezcan a familias ricas, tengan estudiossuperiores y se hayan educado en Occidente, como puede ser el caso de Bin Laden o Ayman al-Zawahiri, les lleva aconcluir que esas condiciones no desempeñan un papel relevante. Esto es, dado que algunos casos parecen no enca-jar con el que se presume debiera ser el perfil de los actores violentos, descartan la tesis de la relevancia de las condi-ciones de vida sin dar ninguna alternativa a cambio. Ésta parece una estrategia destinada a proteger de críticas alestatus-quo y a cuestionar los discursos de cambio social.

Ese razonamiento crítico con la relevancia de la situación tiene poca consistencia. Los que apoyan esas posicionespodían argumentarlas mejor si recurriesen a la teoría de la movilización de recursos (McCarthy y Zald, 1977). Esa for-mulación desarrollada en el ámbito de los movimientos sociales intentaba mostrar que la injusticia no era un elemen-to básico de la acción colectiva. Para ello, aludían a que hay grupos que viven en situaciones injustas y no semovilizan y otros, que se encuentran en situaciones objetivamente mucho mejores, en cambio sí lo hacen. En otromomento (Sabucedo, 1996; Sabucedo, Durán, y Fernández, 2006) señalamos que lo relevante desde la perspectiva dela acción política no es la situación objetiva en la que se encuentran, sino cómo ellos la perciben. En este sentido, ladefinición de una situación como injusta no es algo que venga dado de manera objetiva, sino que necesita construirsecognitiva y afectivamente de esa manera. Por esta razón, más que evaluar la situación de privación absoluta en la queviven los grupos, se analiza los sentimientos de privación relativa fraternal. En un momento posterior de este tema vol-

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veremos sobre esa cuestión, porque ahora lo que nos interesa destacar es que la teoría de la movilización de recursosfracasa al no considerar la dimensión constructiva de los factores que animan la movilización social. Pero a pesar detodo tiene una cierta solidez. Y ello, según nuestra opinión, es de lo que carece la crítica al contexto basada en losperfiles socio-demográficos de algunas personas implicadas en acciones violentas.

Al margen de la necesidad de considerar cómo se vivencian las diferentes situaciones sociales, los que aluden a lascondiciones privilegiadas de algunos actores violentos olvidan otro factor importante: no es necesario sufrir directa-mente las consecuencias de una situación adversa para implicarse activamente en su transformación. Todos los díasobservamos ejemplos de personas que, más allá de cuál sea su situación personal, se solidarizan y apoyan a gruposmuy diferentes al suyo, incluso asumiendo costos personales. Es verdad que esto va contra un tipo de racionalidad decarácter instrumentalizada que a veces la ciencia parece querer presentar como la única posible (Sabucedo, Durán yAlzate, 2010). Pero lo cierto es que las personas son capaces de actuar también por un sentimiento de obligación mo-ral (Tanner, Medin e Iliev, 2008). Pero además de ese tipo de moral, de carácter más interno, existe otra derivada de laidentificación con el grupo (Morales, 2007). Como se ha puesto de manifiesto en reiteradas ocasiones la identidad esun factor motivacional clave para la acción política (Simon y Klandermans, 2001). Y ese sentimiento de identificacióncon un grupo puede construirse, y de hecho así lo hace, a partir de elementos que no tienen nada que ver con aspec-tos materiales: color de piel, cultura, religión, procedencia geográfica, etc. En un momento posterior volveremos a re-ferirnos a la importancia de la identidad.

3. DE LA VIOLENCIA DIRECTA A LA ESTRUCTURALLa incorporación del contexto para comprender la dinámica de violencia política permite analizar la bondad de cier-tas estructuras y prácticas sociales para el bienestar de las personas y las comunidades. Este planteamiento supone ungiro radical en el estudio de la violencia política. Lo que se afirma no es sólo que existen condiciones sociales genera-doras de violencia, sino que algunas de ellas constituyen una forma de violencia. Ésa es, precisamente, la razón de serde los nuevos enfoques sobre la paz que defienden autores como Galtung o Fisas. Para el primero de ellos, así comose habla de una violencia directa, también hay que aludir a una violencia estructural o cultural (Galtung, 1996); parael segundo la paz “no tiene nada que ver con el mantenimiento del estatus-quo, tan lleno de injusticias y desigualda-des, o la docilidad y resignación de quienes sufren las consecuencias de ello, y sí con el desenmascaramiento de losmecanismos de dominación, con la rebelión de aquellos a los que se les ha usurpado el derecho a tomar decisiones, ala recuperación de la dignidad, y con los procesos de cambio y transformación, a nivel personal, social y estructural …(Fisas, 2001, p. 19).

Esa consideración de la violencia y la paz no se defiende únicamente desde el ámbito académico, sino que tambiénla han asumido organismos internacionales como la UNESCO. El artículo 2 de la Declaración del Derecho del SerHumano a la Paz, aprobada por la Conferencia General de la UNESCO en 1997, señala que “las desigualdades, la ex-clusión y la pobreza son susceptibles de comportar la violación de la paz internacional y de la paz interna…”.

Como se deduce de lo anterior, existe un movimiento tanto en el mundo académico como político que intenta anali-zar la violencia política, no sólo en sus manifestaciones y consecuencias más directas, sino también en el contextomás global en el que tiene lugar. En este planteamiento destacan, básicamente, dos aspectos (Sabucedo y Alzate,2005). En primer lugar, se relegan las variables intraindividuales y se pone el énfasis en las condiciones en las que seencuentran las personas y en cómo las perciben. Pese a las dificultades que existen para llegar a acuerdos sobre temassignificativos para las partes enfrentadas, esta manera de entender la violencia abre un espacio a la esperanza. Siem-pre que se reconoce que existe un ámbito de conflicto, por muy subjetivo o simbólico que éste sea, hay la posibilidadde abordarlo y resolverlo. Por el contrario, si se niega que la violencia tenga su origen en un conflicto, sea cuál sea lanaturaleza de éste, se está negando también la posibilidad de ponerle fin a través del diálogo y el acuerdo. La cuestiónes muy clara: si no se admite que existe un problema, no hay nada de que hablar. Por lo tanto, la única vía que quedapara acabar con la violencia es el uso de la fuerza hasta acabar con el adversario. A esta “solución” se ha recurridocon frecuencia a lo largo de la historia, especialmente cuando hay una asimetría de poder o en los recursos de losgrupos enfrentados. Pero esa forma de actuar en muchos casos no resuelve, sino que aplaza y agrava el conflicto.Existen muchos testimonios que nos muestran cómo las humillaciones y derrotas de hoy alimentan el odio que susten-ta la violencia y la proyecta hacia el futuro.

En segundo lugar, esa perspectiva contiene una carga crítica importante sobre el estatus quo y la asimetría de poderen las relaciones intergrupales, y está en la línea de una ciencia social comprometida con el logro de un orden social

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más justo y solidario. La identificación y denuncia de injusticias en las relaciones intergrupales no supone de ningunamanera justificar los actos de violencia política. De lo que se trata, precisamente, es de contribuir a poner las condi-ciones que impidan que la violencia sea vista como un recurso de acción política legítimo. En definitiva, el objetivode este enfoque es mostrar que “la violencia política no es una maldición divina ni forma parte de la dotación genéticade ciertos grupos, sino que es la consecuencia perversa de determinadas condiciones y prácticas intergrupales y socia-les” (Sabucedo y Alzate, 2005, p. 248). Desde el momento en que se asume que la violencia no es inevitable es preci-so analizar qué circunstancias la facilitan o dificultan.

4. CONDICIONES GRUPALES ADVERSAS Y CONFLICTO POLÍTICOEn su análisis de los factores que conducen al genocidio, Staub (1989, 2003), habla de “las condiciones de vida difíci-les” e incluye los problemas económicos, la desorganización, las revueltas políticas y los cambios sociales y culturalesa gran escala. Esas condiciones de vida difíciles no solamente afectan a cuestiones materiales, sino que también “frus-tran las necesidades psicológicas universales de grupos enteros de personas, necesidades como sentirse seguros y pro-ductivos, ser capaces de influir en los sucesos importantes de la vida, tener una identidad positiva y relacionespositivas con los demás, y comprender la realidad y el lugar que ocupa uno en el mundo” (Staub, 2007. p. 198.). Portanto Staub está muy interesado en dejar claro que además de las condiciones materiales existen otros elementos po-tencialmente responsables de las acciones violentas.

Wagner y Long (2004) mantienen una posición similar a la de Staub e identifican cuatro elementos que pueden faci-litar la aparición de episodios de violencia política: condiciones de vida difíciles, seguridad, autodeterminación y res-peto social. De nuevo, aparecen variables asociadas a la violencia política que no son estrictamente de caráctermaterial-económico. Pero además de ello, estos autores introducen una reflexión importante. Con una posición simi-lar a la mantenida desde los estudios de la psicología de la paz y a la defendida por instituciones como la UNESCO,señalan que junto a la violencia directa está la violencia estructural, que en muchas ocasiones es la que nutre a la an-terior. Esa violencia, ejercida por estructuras sociales impersonales sobre una parte de la población, “es la pobreza enmuchas zonas del mundo, la explotación infantil, la supresión de la libertad de expresión, la destrucción de los recur-sos naturales vitales y la negación de las identidades culturales y étnicas” ( p.209).

La lista de las condiciones potencialmente generadoras de violencia política podría extenderse sin dificultad recor-dando, por ejemplo, las necesidades básicas formuladas en su momento por Maslow. Pero eso no es necesario, yaque el objetivo de estas líneas es simplemente mostrar que en la sociedad existen razones objetivas suficientes paraque determinados grupos estén descontentos con su situación. Y ante esa realidad no se puede ser insensible obvian-do esas circunstancias y reduciendo un problema socio-político a una cuestión meramente intrapersonasl, tal y comopretendía el disposicionalismo.

De lo anterior se deduce que una estrategia para prevenir o hacer frente a las situaciones de violencia es tratar de eli-minar esas condiciones que las facilitan. Lamentablemente, y por razones muy diversas entre las que no cabe descar-tar las económicas y estratégicas, en muchas ocasiones se ponen más recursos económicos al servicio delenfrentamiento que al de la paz. La película “La guerra de Charlie Wilson”, basada en hechos reales, ilustra perfecta-mente esa situación. Charlie Wilson, congresista de los Estados Unidos, presiona a una comisión del Congreso de losEstados Unidos para que le conceda cientos de millones de dólares al ejército afgano en su lucha contra la invasióndel ejército soviético. Gracias a esa ayuda el ejército afgano finalmente logra derrotar al ejército soviético. El congre-sista Wilson se muestra feliz por ese desenlace pero el agente de la CIA Gust Avrakotos, que había colaborado con éldurante toda la operación, le recuerda que si no se sigue ayudando al pueblo de Afganistán pronto habrá nuevos pro-blemas. El congresista Wilson decide entonces pedirle a la comisión del Congreso un millón de dólares para construirescuelas en Afganistán. El congreso rechaza esa petición. Quienes no habían tenido especiales problemas en destinarcientos de millones de dólares para material militar, se negaban ahora a dedicar un millón de dólares para educación.Sobran comentarios.

Teniendo en cuenta lo anterior, resulta evidente que las condiciones adversas están en la base de los conflictos inter-grupales. Pero esto no debe interpretarse en el sentido de que todas las condiciones adversas conducen al conflicto ytodavía menos que ese conflicto sea de naturaleza violenta. Porque lo importante es cómo las personas definen e in-terpretan esas condiciones. Esta es la razón que explica porqué ante problemas similares pueden existir respuestas di-ferentes. De hecho y como señalamos en otro momento: “… hay grupos que se encuentran en condicionesobjetivamente muy adversas y que se inhiben políticamente o recurren a formas de protesta pacíficas, mientras que

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otros reaccionan violentamente ante contextos mucho más favorables” (Sabucedo y Durán, 2007, p. 143). Ese es el ti-po de datos en el que se basan algunos autores para concluir que la injusticia o los agravios, del tipo que sean, nopueden ser considerados como causa del conflicto. El razonamiento en el que se fundamentan es bien sencillo: si enunos casos las injusticias o los agravios activan el conflicto y en otros no, entonces no pueden ser las responsables delos mismos. El error de tal planteamiento consiste en asumir que la injusticia es una entidad objetiva que se impone alas personas y que todas ellas la interpretan de manera idéntica.

La realidad no tiene un significado unívoco, sino que admite diversas interpretaciones. Esas interpretaciones se es-tructuran en torno a un grupo de creencias referidas, entre otros aspectos, a la situación en la que se encuentra el gru-po, las posibles estrategias de afrontamiento, la eficacia atribuida a cada una de ellas, la imagen del adversario, etc.En los grupos sociales amplios, no suele existir una única versión sobre todos y cada uno de esos elementos. Los dife-rentes subgrupos elaboran discursos que en muchos casos son antagónicos sobre cuestiones centrales. Pero esto noimpide que en determinados momentos alguno de ellos sea capaz de sintonizar mejor con las necesidades y expecta-tivas de la ciudadanía y se convierta en hegemónico. De hecho, ser y sentirse parte de un colectivo implica, de acuer-do con la teoría de la autocategorización (Abrams y How, 1990; Turner, 1999), compartir un modo característico desituarse en el mundo. Esas creencias comunes no sólo satisfacen una necesidad humana básica como es la de dar sen-tido a la realidad en la que viven las personas, sino que también desempeñan otra función fundamental que es la desuministrar las racionalizaciones necesarias para justificar los comportamientos grupales. Esas creencias, por tanto,conforman el ethos del grupo, lo que determina su orientación particular, sus deseos y aspiraciones (Bar-Tal, 2000;McClosky y Zaller, 1984). Los diferentes agentes de socialización, familia, escuela y medios de comunicación, entreotros, se encargan de mantener y difundir todo ese conjunto de creencias sobre el grupo y sobre los otros (Jenkins,1996; Medin, 1990; Sanmartín, 2005).

En definitiva, las condiciones objetivas adversas son fuente potencial de conflicto pero no existe una relación directay lineal entre esas condiciones y el conflicto político. Para que ello se produzca tiene que existir la conciencia de quelas metas y expectativas del grupo chocan con los intereses de otros grupos. Alzate (2008) define el conflicto como“un proceso interactivo entre dos o más grupos o individuos, con antagonismos, materiales o simbólicos, reales o per-cibidos, que son identificados por las partes como incompatibles bajo un mismo contexto social competitivo y escaso.Tiene una duración definible y permanece en el tiempo, superando los límites de la simple diferencia de opinión, dis-puta o competición. Puede transmitirse por vía cultural a nuevos integrantes y este aprendizaje social junto con el po-der de las partes, determina la intensidad y características de su manifestación. Es un instrumento utilizado paracontrolar al otro, de manera deliberada, a través de acciones opuestas y neutralizadoras y busca generar cambios so-ciales, que sean positivos para los contendientes. Se exacerba en ausencia de procesos sociales (normas o institucio-nes), validamente reconocidos para manejar las diferencias” (p. 46-47).

En la definición anterior se señala claramente que el conflicto requiere que los grupos perciban que existe incompa-tibilidad en el logro de metas y que necesitan realizar determinadas acciones para el logro de sus fines. Pero ademásde esto, se hace referencia a otro aspecto fundamental: la existencia de cauces aceptados por las partes enfrentadaspara dirimir de manera pacífica y negociada sus diferencias. Cuando esas vías funcionan el conflicto se solventará demanera dialogada y tendrá un carácter constructivo.

Pero siendo cierto lo anterior, el problema es que el desarrollo de ciertos conflictos lleva a las partes enfrentadas agenerar un conjunto de creencias descalificadoras del adversario y de las instancias que podrían mediar. En este caso,por tanto, el no reconocimiento de los otros o la desconfianza no es algo ajeno a la dinámica de enfrentamiento. An-tes al contrario forma parte consustancial del mismo y explica la hostilidad hacia los exogrupos y la dificultad de lle-gar a acuerdos.

En definitiva, el análisis de la violencia política exige tener en cuenta el contexto en el que se plantean las relacionesintergrupales y cómo lo vivencian los miembros de los diferentes grupos. Ello hará que esas relaciones sean de coope-ración o de enfrentamiento. Pero eso todavía no explica la violencia intergrupal. Para que se alcance esa fase es preci-so construir una serie de creencias sobre la situación del endogrupo, sus causas, la responsabilidad de los exogrupos,las características de los mismos, etc.

En la literatura sobre los movimientos sociales se habla de los marcos de acción colectiva para referirse a aquellascreencias que justifican la participación de la personas en diferentes formas de acción política. De modo similar,cuando analizamos la violencia política es preciso señalar que existen una serie de representaciones sobre la causadel conflicto y los grupos que intervienen que conducen a la legitimación de la misma.

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5. CREENCIAS LEGITIMADORAS DE LA VIOLENCIA POLÍTICA La tesis que planteamos en estas páginas es que la violencia política es el resultado de un conflicto intergrupal sobreel que los actores han desarrollado una serie de percepciones y creencias que les llevan a considerar que la violenciaes la única alternativa posible. La legitimación de ese tipo de acciones cumple dos objetivos fundamentales. En primerlugar, y dado que en principio el uso de la violencia no es algo aceptable, se trata de lograr el apoyo de los miembrosdel endogrupo y de los exogrupo, presentando esa acción como una consecuencia indeseada pero inevitable (Sabuce-do y Durán, 2007). En segundo lugar, cuando los conflictos se mantienen en el tiempo se generan situaciones perso-nales y sociales muy duras. Las creencias legitimadoras de la violencia sirven para que los miembros del endogrupomás castigados por ese clima de enfrentamiento asuman los costos del conflicto (Bar-Tal, 1998). Esas creencias no sur-gen de modo automático, sino que son el resultado de experiencias sociales compartidas a lo largo de un tiempo. Portanto, es necesario estar muy atento a las valoraciones que van haciendo los grupos sobre sí mismos y sobre los otros.Cualquier estrategia destinada a prevenir conflictos violentos debe tener muy en cuenta esa circunstancia. La idea esmuy simple: primero se llega a la conclusión de que la violencia está legitimada y después se recurre a ella. Esto es,las creencias y actitudes siempre preceden a la conducta. Por tanto, la observación rigurosa de las dinámicas de en-frentamiento intergrupal da muchas pistas sobre la posible evolución de ese conflicto y ello puede permitir, en algu-nos casos, activar políticas preventivas que impidan las manifestaciones más extremas del mismo.

Algunas de las creencias centrales que legitiman la violencia se articulan en torno a los siguientes aspectos: victimi-zación y atribución de responsabilidades, deslegitimación y despersonalización del adversario y eficacia de la violen-cia. Veamos cada una de ellas.

5.1. Victimización y atribución de responsabilidadesCualquier forma de acción política de protesta surge siempre de sentimientos de injusticia y descontento (Runciman,1966; Klandermans, de Weerd, Sabucedo y Costa, 1999). El concepto de privación relativa fraternal representa de ma-nera bastante adecuada esa situación. La privación relativa alude a la discrepancia que existe entre la situación en laque se encuentran las personas y a la que ellos creen tener derecho. Con ello se está señalando el carácter “construi-do” de esa percepción. Como señalamos en un momento anterior de este trabajo, no se trata de negar la existencia deuna realidad externa al individuo, sino de enfatizar que ella sólo adquiere sentido cuando la persona la define e inter-preta de una manera determinada. Y es precisamente sobre esa interpretación sobre la que tratan de incidir los dife-rentes grupos y agentes de influencia social. Así, ante una misma condición, un grupo puede considerarla “natural” yresignarse, mientras que otro puede considerarla injusta y tratar de cambiarla.

Pero la privación relativa no conducirá a la acción política al menos que sea entendida en términos de grupo o co-lectivo. Por esa razón se alude a su carácter fraternal. Esto es, las personas deben asumir que la situación adversa en laque se encuentran no está motivada por una característica exclusiva de ellos, sino que la causa proviene de pertene-cer a un determinado grupo. Estamos hablando, por tanto, del tránsito de una identidad personal a una identidad so-cial. Tajfel (1984) definió la identidad social como “aquella parte del autoconcepto del individuo que se deriva delconocimiento de su pertenencia a un grupo (o grupos) social junto con el significado emocional y valorativo asociadoa dicha pertenencia” (p.292). Esa identidad social, según Taylor (2002) precede y determina la identidad personal, yaque ésta última depende del resultado de la comparación que el sujeto hace en relación con los otros miembros delendogrupo y de los exogrupos.

La creación de un sentimiento de identidad, de un “nosotros” se constituye, pues, en un elemento decisivo para laacción política. Es evidente que cuanto más vinculado se sienta uno con el grupo, más dispuesto se está no sólo a par-ticipar en su nombre, sino también a asumir mayores costes y sacrificios por el bien del colectivo. En ese mismo senti-do, también a mayor intensidad de la identificación mayor será la tendencia a actuar en beneficio del endogrupo. Endiferentes trabajos (Noel, Wann y Branscombe, 1995; Perreault y Bourhis, 1999) se demuestra que el mayor nivel deidentificación favorece de hecho una mayor discriminación exogrupal y un mayor favoritismo endogrupal.

De esta manera, la vinculación de una situación de injusticia con la pertenencia a un determinado grupo posibilita lacreación de una identidad no sólo politizada sino también movilizada (Sabucedo, Durán y Alzate, 2010). El éxito deesa acción va a depender en gran medida del número de personas que puedan asumir esos planteamientos reivindica-tivos. Por esta razón, los grupos que defienden el enfrentamiento van a intentar crear identidades lo más inclusivas po-sibles. Por ello apelan a categorías tan generales como las de clase social, religión, nación, etc. Un ejemplo de esasidentidades inclusivas lo encontramos en los textos de diferentes grupos terroristas. Así en la “Declaración de guerra

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contra los americanos que ocupan la tierra de los lugares santos” y en la “Yihad contra judios y cristianos”, distintosideólogos del movimiento yihadista señalan que la agresión de los Estados Unidos de América y de Occidente es con-tra la nación islámica. De esta forma se intenta que los millones de personas en el mundo que se identifican con esacategoría religiosa-cultural se movilicen a favor de la causa yihadista (Sabucedo y Durán, 2007). Esa misma construc-ción retórica la encontramos en el caso de ETA. El análisis de los comunicados de ese grupo terrorista muestra clara-mente cómo pretenden ampliar su identidad hasta hacerla coincidir con una categoría general como es la de vasco(Sabucedo, Rodríguez y Fernández, 2002). Una vez que se crean esas identidades inclusivas victimizadas, los gruposque las fomentan se pueden presentar ante ese gran número de personas como los únicos defensores de su causa.

La dinámica de victimización va necesariamente acompañada de un proceso de atribución de responsabilidades. Siexiste un “nosotros” victimizado es porque existe un “otros” victimario. En su análisis de la identidad social y el terro-rismo, Taylor y Louis (2004) señalan la importancia que tiene en la identidad del grupo terrorista la definición delotro. Según esos autores, la identificación de un responsable de todos sus males simplifica la necesidad de explicar lasrazones de la desigualdad social. Y de la misma manera que los grupos que se encuentran en una situación ventajosaapelan a la creencia en un mundo justo para responsabilizar a los desfavorecidos de la situación en la que se encuen-tran, los que están en una peor posición recurrirán a la creencia en un mundo injusto (Taylor y Louis, 2004, p.182).Para ello, se identifica al agente o grupo culpable de tales hechos. En el mensaje del 23 de agosto de 1996 Bin Ladenafirma: “La gente del islam se despertó y dio cuenta de que era el principal objetivo de la agresión de la alianza sionis-ta-cruzados. Todas las falsas demandas y propaganda acerca de los “derechos humanos” fueron desenmascaradas porlas masacres que ocurrieron contra los musulmanes en cada parte del mundo”. Como se observa ese texto identificaclaramente la causa de los males del islam.

Una vez situados ante una realidad injusta y generadora de sufrimiento para el endodrupo e identificados los respon-sables de esa situación, no cabe sino actuar. Bin Laden en noviembre de 2004 afirma que nunca pensó en atacar lastorres gemelas, pero que mientras “… miraba a las torres demolidas en Líbano, vino a mi mente que debíamos castigaral opresor y que deberíamos destruir torres en América para que ellos probasen algo de lo que nosotros probábamos ypara disuadirlos de matar a nuestras mujeres y niños…” Éste es un ejemplo de lo que Staub (1989) denomina ideologí-as de respuesta, en las que se justifica las acciones criminales señalando que es el “otro” el que ha iniciado esa diná-mica. Obviamente, todos los grupos enfrentados, sea cuál sea la naturaleza de los mismos, apelan a esa ideología.

En este discurso sobre los “otros” no sólo se apunta a su responsabilidad por el conflicto, sino que también se gene-ran creencias negativas sobre ellos.

5.2. Deslegitimación y despersonalización del adversarioLa victimización, la atribución de responsabilidades y la violencia defensiva van acompañadas de una categorizaciónexcluyente en la que se manifiestan fenómenos como la discriminación exogrupal, la maximización de semejanzas in-tragrupales y de diferencias intergrupales, sesgos en los procesos atribucionales, etc. Estos aspectos que están presen-tes en muchos conflictos, cobran una especial relevancia en los de naturaleza violenta, no sólo porque se presentanen sus formas más extremas, sino porque van asociados a discursos muy negativos sobre los rasgos del adversario.

Como apuntamos anteriormente, la violencia necesita ser justificada, especialmente cuando implica la eliminaciónfísica del adversario. La primera estrategia que utilizan los victimarios para justificar sus acciones es hacer recaer todala responsabilidad de las mismas en las características de los que sufren la agresión. La estrategia consiste en categori-zarlos de tal modo que se genere una actitud extrema de rechazo hacia ellos que haga comprensible los ataques quereciben. Según Bar-Tal (2000), esas creencias deslegitimadoras se pueden clasificar en cinco categorías:

a) Deshumanización. Esto implica calificar a los adversarios como infrahumanos. Así una vez que se les despoja desu condición humana, ya no disfrutarían de los derechos de los miembros de nuestra especie. En la declaracióndel Frente islámico del Mundo del 23 de febrero de 1998 se dice: “Hay dos partidos en todo el mundo: el partidode Alá y el partido de Satanás, el cual incluye a toda comunidad, grupo, raza e individuo que no esté bajo el es-tandarte de Alá… Los americanos… son gente rastrera que cometen actos a los que no se rebajaría ni el más vorazde los animales”. Es evidente que, si a los miembros de un grupo los consideramos como animales, no tiene senti-do que les apliquemos las mismas consideraciones morales que a un ser humano. Por lo tanto, el uso de la violen-cia contra ellos no causa ningún problema de conciencia especial.

b) Proscripción. Mediante la proscripción, los adversarios son categorizados como violadores de normas sociales, ta-les como asesinos o ladrones

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c) Caracterización de rasgos. Aquí a los enemigos se les atribuye rasgos de personalidad que son evaluados de formaextremadamente negativa por la sociedad, tales como agresivos o violentos

d) Uso de rótulos políticos. En este caso la deslegitimación se produce al asignarles a los adversarios etiquetas que enun momento y lugar concreto tienen connotaciones extremadamente negativas para la mayoría del endogrupo

e) Grupos de comparación. Esta estrategia consiste en equiparar al adversario con grupos al que la memoria colecti-va de esa comunidad representa como la esencia del mal.

Como puede observarse, la finalidad de la deslegitimación del adversario es hacer recaer sobre él toda la responsabi-lidad de la violencia y justificar la hostilidad del endogrupo. Esas creencias que se generan sobre el adversario nos ad-vierten de la ineficacia que pueden tener las apelaciones morales para tratar de poner fin a los episodios de violenciapolítica. Esos discursos se basan en un supuesto falso: que las partes enfrentadas reconocen en el otro a una personacon derechos. Pero eso es, precisamente, lo que se destruye con las estrategias de deslegitimación. Bandura (2004),expresó claramente esa idea señalando que los terroristas no necesitan modificar sus estándares morales, sino redefinirla moralidad de los crímenes que cometen.

Pero en ocasiones, el proceso de deslegitimación se muestra ineficaz. Eso ocurre cuando en la víctima concurrenuna serie de circunstancias personales que hacen harto difícil su descalificación. Esto es lo que ocurrió en el asesinatode Miguel Blanco a manos de ETA en Julio de 1997. Miguel Angel Blanco era un joven concejal del PP en Ermua, unapequeña localidad vasca. Era una persona con muy poca significación política, de origen social modesto y muy inte-grado en la vida social de su pueblo. Ese perfil hizo muy difícil que ETA y sus grupos de apoyo utilizasen la técnica dela deslegitimación, especialmente cuando se encontraron con una fuerte movilización social en contra de ese acto. Enun análisis del diario Egin, Sabucedo, De la Corte y Blanco (2003), muestran la estrategia que siguió ETA en este caso.Al no poder utilizar la deslegitimación de la víctima, optó por la despersonalización. Así optó por no mostrar fotos dela víctima, no dar detalles de su vida y referirse a él no por su nombre, sino por su adscripción partidista. Cuando nose muestran imágenes de la víctima y no se dan referencias personales sobre ella, una persona no existe o, simple-mente, queda reducida a un simple estímulo político. De esta manera se trata de evitar que la población pueda sentir-se identificada psicológica y afectivamente con ella, con lo que se reduce de forma significativa el impacto emocionalde ese acto criminal.

5.3. La eficacia de la violenciaSegún las tesis más clásicas de la psicología del aprendizaje, las conductas que se mantienen son aquéllas que resul-tan instrumentales. Siguiendo esta lógica habría que concluir que si la violencia aparece y se mantiene en el escenariopolítico es porque se percibe como un modo eficaz de lograr las metas del grupo. Esto es algo a tener muy en cuentacuando se intenta explicar esta forma de acción política

Si la violencia política surge como resultado de un conflicto intergrupal, cabe pensar que en la mayoría de los casosha habido todo un proceso reivindicativo antes de llegar a ese punto de enfrentamiento extremo: expresión del des-contento, intento de que la otra parte acceda a reconsiderar el estatus de la relación intergrupal, utilización de dife-rentes formas de presión no violenta, etc. Si esas formulas, por los motivos que sea, han acabado en fracaso, seabandonarán ya que el grupo las percibirá poco útiles para el logro de sus objetivos. Es en esos momentos en los queel recurso a la violencia puede aparecer como una opción, especialmente cuando existe una creencia social muy ex-tendida sobre la eficacia de esas acciones.

Hay un ejemplo al que hemos aludido en otras ocasiones (Sabucedo y Rodríguez, 1997), que muestra lo que acaba-mos de comentar. Se trata de un comentario periodístico sobre el Frente Polisario y el rally París-Dakar. El Frente Poli-sario había amenazado a los organizadores de la prueba en caso de que ésta pasase por lo que consideraban sustierras. Al final el frente Polisario no atacó a los participantes en el rally y el periodista encabeza su crónica con dosfrases elocuentes: “James Baker entendió que los independentistas carecían de fuerza cuando vio que no atacaban elParís-Dakar” y “El día en que el Polisario se equivocó”. El periodista afirmaba que el Frente Polisario estaba preparadopara reanudar la guerra pero Argelia les convenció de que no debían hacerlo. La crónica del periodista continúa de lasiguiente manera: “El Polisario aceptó a pesar de que el hecho de que el rally pasara por su tierra era una provoca-ción. Y cometió su mayor error en veinticinco años: su gesto fue interpretado como debilidad y en la ONU ya no sehabla de un referéndum de autodeterminación, sino de integración en Marruecos con una cierta autonomía”. En esetexto el periodista muestra de forma clara la “lógica” que muchas veces preside las relaciones intergrupales: las únicasrazones que se atienden son aquellas que están respaldadas en la fuerza o en la amenaza de su uso. Es evidente que si

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eso es así se está lanzando un mensaje claro respecto a qué procedimientos son útiles y cuáles no para solventar losconflictos.

La referencia a la eficacia de la violencia forma parte de los discursos de todos los grupos implicados en ese tipo deacciones (De la Corte, Moreno y Sabucedo, 2004). Una prueba de ello lo constituye parte del texto de Bin Laden apropósito de los atentados del 11-S. “En cuanto a los resultados, han sido gracias a Alá positivos y enormes, han exce-dido todas las expectativas… Además, nosotros tenemos experiencia usando la guerra de guerrillas y la guerra de ago-tamiento para luchar contra potencias tiránicas, como cuando junto al muyahidin sangramos Rusia durante diez añoshasta que fue arruinada y obligada a retirarse derrotada… El viento de la fe está soplando y el viento del cambio estásoplando para eliminar el mal de la península de Mohammad”. Estas frases ilustran perfectamente cómo se crea laconfianza en la dimensión instrumental de la violencia política. Por una parte está la referencia a acciones violentaspasadas que se saldaron de forma muy positiva para el endogrupo (la derrota de Rusia); y por otra la manifestación deque ese mismo tipo de acciones, ahora realizadas contra los estados Unidos de América, les deparará un futuro mejor.

La alusión a los beneficios que reporta la violencia es necesaria también para mantener la cohesión del grupo. Losconflictos extremos generan mucho dolor y sufrimiento. La única manera de sobrellevar esas circunstancias es con laesperanza de que ese sacrificio repercuta en ventajas para el grupo. De otro modo, la relación costes-beneficios haríainviable la continuación del enfrentamiento.

Esa conclusión viene avalada también por el trabajo de Mitchell (1997) en el que este autor se pregunta por las con-diciones que facilitan los procesos de negociación en un conflicto violento. Según su análisis, para que ello puedaocurrir es necesario que las partes enfrentadas estén maduras. Eso significa que asuman que los costes del conflictovan a ser cada vez mayores, que no tienen ninguna posibilidad de lograr ningún avance por ese camino y que hay al-guna alternativa más viable. Sólo en ese caso los grupos se replantearán las ventajas de continuar con la violencia. Es-ta afirmación de Mitchell incide en la idea de que los grupos recurren para solventar sus problemas a la estrategia queconsideran que puede se más eficaz. La alternativa por la violencia no tendría nada que ver, por tanto, con cuestionesde psicopatología, sino con cálculos de costes y beneficios.

CONCLUSIONESLa violencia política es una de las estrategias posibles a la que pueden recurrir los grupos para solucionar sus conflic-tos. El optar por ella y no por otras depende de diversos factores, alguno de los cuales hemos comentado en estas pá-ginas: victimización, fracaso de otras vías, deslegitimación del adversario y percepción de eficacia.

Si no se incide sobre esos aspectos, la violencia seguirá presente en nuestras sociedades. Pero ello no será debido auna maldición divina ni a una pulsión incontrolable de la especie humana. Antes al contrario, y teniendo en cuenta locomentado en estas páginas, será la existencia de condiciones sociales concretas y la manera en la que las personaslas perciben e interpretan las responsables de las mismas. No estamos, pues, ante algo inevitable. Todo dependerá denuestra capacidad como ciudadanos y ciudadanas de construir sociedades más justas e igualitarias y de diseñar siste-mas de resolución de conflictos que se perciban más eficaces y menos costosos que las vías violentas.

Pero ésa no es una tarea sencilla. Es preciso sustituir la cultura de la violencia que está muy consolidada en la mentede la ciudadanía, por otra de la negociación y de paz. Para esa labor hay que implicar no sólo a los líderes políticos,sino también a la ciudadanía y a los medios de comunicación.

El análisis de la violencia política deja de lado en muchas ocasiones el papel de la ciudadanía. Sin embargo, ésta esla que sufre en mayor medida las consecuencias de esos conflictos y es también la que, por acción u omisión, juegaun papel clave en los mismos. La dinámica de enfrentamiento se mantiene en la medida en que los principales actoresdel mismo se sienten apoyados y reforzados por su grupo. De hecho, y como hemos visto en las referencias a Al Qae-da y a ETA, parte de su discurso se dirige a construir identidades inclusivas en la que ellos aparecen como los máxi-mos representantes de las aspiraciones del grupo. Esto significa que la actitud y el comportamiento de lascomunidades a la que dicen representar esos grupos no es una cuestión baladí. Staub (2007) lo plantea de forma ro-tunda. “los espectadores internos, es decir los miembros de un grupo que empieza a hacer daño a otro, suelen perma-necer en una actitud pasiva, debido en parte a que comparten los problemas vitales con los genocidas y a quetambién están inmersos en una cultura que les ha enseñado a devaluar al otro grupo. Como consecuencia, no tienenla motivación suficiente para oponerse a su grupo, especialmente cuando éste empieza a intensificar la hostilidad yviolencia y existe el riesgo de sufrir la exclusión social e incluso daño físico” (p. 207). Staub está en lo cierto cuandohabla de la pasividad de los espectadores internos. Pero al señalarlos nos está indicando también el papel importante

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que juegan en este proceso. Efectivamente, los actores violentos sólo escucharán aquellas voces que provengan depersonas y grupos ideológicamente próximos y a los que ellos quieren representar. Por esta razón, una de las vías deactuación es incidir sobre ese sector de la población para que demande el fin de las hostilidades.

Pero no se puede hablar de las actitudes de la ciudadanía ante el conflicto sin señalar la importante responsabilidadde los medios de comunicación. Las teorías del establecimiento de la agenda (McCombs y Shaw, 1972), la de los indi-cadores culturales (Gerbner, Gross, Morgan y Signorielli, 1986) y las de framing (Iyengar y Kinder, 1987), muestran demanera clara que la influencia de los medios de comunicación no se limita únicamente a la importancia que la ciuda-danía le concede a ciertos temas políticos, sino también a cómo los perciben e interpretan. Esto resulta evidente si te-nemos en cuenta como apuntaba Entmann (1993) que los medios realizan una labor de enmarcamiento del siguientetipo: a) seleccionan unos aspectos de la realidad y obvian otros, b) los definen de una manera determinada, c) danuna interpretación causal de los mismos, e) realizan un juicio moral, y f) sugieren distintos modos de actuación.

Esa es la razón por la que especialmente en los últimos años existe un interés especial en poner en evidencia laorientación belicista o pacífica de los medios y cómo ello incide en la dinámica del conflicto. Kempf (2003) analizade forma sistemática esa cuestión y plantea diferencias significativas entre ambos discursos. Así el discurso bélico, sepreguntaría por quién es el agresor, humanizaría a “nuestros militares” y deshumanizaría a los adversarios, destacaríael sacrificio de los “nuestros” y acusaría a los otros, homenajearía a “nuestras víctimas” y despreciaría a las del adver-sario, hablaría de un conflicto insoluble y reforzaría la búsqueda de los valores endogrupales a través de la creaciónde los mitos necesarios. Frente a ello, el discurso que apuesta por la paz se preguntaría por la causa del conflicto y có-mo puede transformarse, evitaría la identificación con cualquiera de las fuerzas combatientes, humanizaría, o al me-nos respetaría a las víctimas de ambos lados, contaría las “atrocidades” cometidas por los suyos y el sufrimiento de laotra parte, exploraría las oportunidades para una transformación positiva del conflicto, deconstruiría las interpretacio-nes mitológicas grupales y buscaría valores comunes, y llamaría la atención sobre los costes de una victoria y la des-trucción de los valores, sociales, económicos y culturales.

El planteamiento de Kempf y el de otros autores que se sitúan dentro del periodismo de paz, un área de investigación re-lativamente nueva y prometedora de la Psicología, deja bien claro las diferentes maneras en las que se puede enmarcar unconflicto y las consecuencias que de ello se deriva. Por tanto, no puede haber la mínima duda acerca del importante papelque estos medios desempeñan en la dinámica de la violencia, a través de generar y difundir una u otra interpretación sobrelos orígenes del conflicto, sus principales actores, etc. Esos datos son relevantes no sólo porque ponen de manifiesto esehecho, sino también porque a partir de ellos se puede y debe apelar a su responsabilidad para lograr que se posicionen afavor de una transformación constructiva de los conflictos. Y ello pasa no sólo por cuestionar las creencias legitimadorasde la violencia, sino también por luchar contra los discursos que intentan naturalizarla (López y Sabucedo, 2007).

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Ficha 1.Estrategias para la resolución de conflictosComo señalamos en el documento base, la violencia política afecta no sólo a la integridad física de las personas, sinotambién a su bienestar psicológico, social y económico.

Por esa razón, es preciso contar con una serie de estrategias que permitan buscar salidas negociadas y constructivasa los conflictos políticos. Lo ideal es que éstas se adopten antes de que el conflicto haya derivado hacia sus formasmás violentas y perversas. Ello no siempre es posible porque para ello hace falta que previamente las partes reconoz-can que la violencia no resulta un instrumento eficaz para el logro de sus fines (Sabucedo y Durán, 2007). Pero seaantes de que se recurra al uso de la violencia o después de que ésta se haya iniciado es preciso intentar buscar una sa-lida al conflicto que satisfaga parte de las aspiraciones de los grupos enfrentados y evite el sufrimiento de la sociedadcivil.

El espacio limitado del que disponemos para tratar esta cuestión, nos obliga a hacer una mera referencia a algunosde los recursos que existen para lograr una solución satisfactoria de los conflictos.

LA RESOLUCIÓN INTERACTIVA DEL CONFLICTOLos métodos de resolución de conflictos que presentan las principales corrientes teóricas, están orientados hacia estra-tegias cooperativas donde todas las partes tienen una cierta predisposición a llegar a una solución a través de negocia-dores o mediadores a los que se les presume la capacidad de solucionar los diferentes problemas para los que hansido requeridos. Sin embargo, en el marco político esto no siempre sucede así. Y por ello el establecimiento de espa-cios para el diálogo alejados de las pautas marcadas por la rigidez normativa y protocolaria, es uno de los puntos enlos que autores como Burton, Doob o Kelman han centrado sus estudios para transformar las relaciones internaciona-les hostiles en escenarios de estabilidad.

En todos esos autores, subyace una misma idea: el conflicto genera sesgos perceptivos, estereotipos, etc., que contri-buyen al mantenimiento del conflicto y a la dificultad de la solución del mismo. Por ello, las acciones destinadas a re-cuperar la confianza y la empatía entre las partes cobran una gran importancia. Esto está muy relacionado con aquelprincipio del desarrollo cognitivo-evolutivo denominado “perspectiva-taking”. Esto es de ser capaz de adoptar la pers-pectiva de la otra parte, y tratar de entender sus puntos de vista. Esto lo señalaron de manera muy clara Wagner yLong (2004) a raíz de los ataques terroristas del 11-S. Obviamente no se trata de estar de acuerdo o de compartir eldiscurso de los que realizan actos tan crueles como esos, pero sí de tratar de entender por qué piensan y reaccionande esa manera.

Por ese motivo, y si lo que se pretende es lograr una estabilidad duradera, es necesario reconstruir psicológicamenteel escenario de relaciones entre grupos enfrentados, más allá de los cambios políticos e institucionales. Así, la paz de-ja de entenderse simplemente como la ausencia de violencia, tanto física como psicológica, y se fija también en aque-llas dimensiones estructurales que imposibilitan el acceso de las personas y grupos a unas condiciones de vida dignas(Galtung, 1985). Aquí es donde radica la importancia y donde se encuentra el objetivo fundamental de la resoluciónde conflictos desde esta perspectiva.

Para ello es necesario crear un escenario de confianza que permita transformar las actitudes negativas que se tienendel exogrupo. Esto es, se trata de elaborar nuevas imágenes sobre el adversario que se integren en el sistema de creen-cias de las comunidades enfrentadas (Kelman, 1974; Kelman, 2004).

Una de las propuestas de más éxito para intentar generar ese clima de confianza es la elaborada por Kelman (1998).Los principios básicos de la teoría pueden sintetizarse en los siguientes puntos:

1. Los conflictos políticos no pueden reducirse a un nivel meramente individual, pero parte de la solución debe con-siderar al individuo como unidad de análisis. Esto no supone un reduccionismo psicologicista, pues el propio Kel-man señala que las frustraciones de las personas deben tener respuesta en un ámbito grupal y social.

2. Los conflictos internacionales deben atender a cuáles son las creencias básicas, podríamos decir las representacio-nes sociales o el sentido común, socialmente dominante en un momento determinado. Ello permite entender el

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“logos” de una comunidad determinada y el margen de aceptación versus rechazo a ciertas propuestas o creen-cias. Pero además de esto, y no sabemos si la intención de Kelman era ésta, con ello se pone a la ciudadanía en elcentro del debate. En lugar de reducir al conflicto a un mero enfrentamiento entre élites políticas, se le otorga a laciudadanía el papel protagonista que debiera corresponderle.

3. El conflicto no es una situación estática, sino que constantemente se modifica en función de la actuación de cadauna de las partes enfrentadas. Y en la medida en que el conflicto permanezca en el tiempo más cuestiones y con-ductas tanto del endogrupo como del exogrupo hay que tratar de explicar. Es por ello, por lo que las percepcio-nes y sentimientos negativos intergrupales se van incrementando con la duración del conflicto.

4. Las estrategias basadas en la amenaza no resultan eficaces. En lugar de ello defiende otra basada en las gananciasmutuas. Por eso afirma que en lugar de utilizar el dolor para negociar, puede ser más útil eliminar el miedo. Setrata, como puede observarse, de suprimir todos aquellos aspectos: como la profecía autocumplida, etc., que es-tán contribuyendo al efecto al sesgo de perseverancia (Sherman, Judd y Park, 1989), que posibilita el manteni-miento de los viejos esquemas sobre el adversario.

5. No existe una visión fatalista del conflicto. Al contrario, esas situaciones están abiertas al cambio. Su modelo,“permite descubrir las posibilidades para el cambio, identificar las condiciones para el cambio, y superar las resis-tencias para el cambio” (Kelman, 1998, p.11).

A partir de esos presupuestos, Kelman elabora una metodología de intervención que sigue los siguientes parametros:a) realiza talleres intensivos con un número limitado de personas influyentes de los grupos enfrentados; b) estas perso-nas participan a título individual, no como representantes de sus grupos; c) también participan expertos en negocia-ción para facilitar los análisis del grupo, d) los talleres tienen lugar fundamentalmente en ámbitos académicos y losparticipantes deben mantener un cierto grado de confidencialidad sobre los mismos; e) se evita la polémica entre losparticipantes sobre los responsables del conflicto; f) se les pide que aborden el tema de modo analítico, tratando deentender los intereses, miedos y expectativas de la otra parte.

El objetivo de esos talleres es doble. Por una parte, se trata de que cada uno de los grupos entienda mejor la posi-ción del otro y que sugieran ideas para superar el enfrentamiento. En segundo lugar, se pretende que las ideas quehan sido generadas en ese ámbito en el que se reconoce la “verdad” del otro, sean planteadas por esas personas enel ámbito de cada una de sus comunidades. De este modo, se van difundiendo nuevas percepciones y representa-ciones sobre el conflicto que pueden ayudar a transformar una lógica del odio en una lógica de cooperación. El he-cho de que los participantes en esos talleres sean líderes sociales, con el plus de credibilidad y prestigio que elloconlleva, se convierte en un buen aliado para la transmisión de ese nuevo punto de vista del conflicto al resto de lasociedad.

MEDIACIÓN Y NEGOCIACIÓN- Mediación: Según Moore (1986), “la mediación es esencialmente negociación que incluye a un tercero conocedor

de los procesos efectivos de negociación y que puede ayudar a quienes estén involucrados en un conflicto a coordi-nar sus actividades”. Según este autor, la mediación como método de resolución alternativa de conflictos implica laintervención en el proceso de una tercera parte imparcial y neutral, carente de poder de decisión, cuyo papel con-siste en asistir a las partes durante todo el proceso hasta encontrar una solución válida para las partes implicadas enel conflicto.El papel del mediador ha sido estudiado desde muchas perspectivas y se han propuesto diferentes tipologías, entre

las que destacan las llevadas a cabo por Touval y Zartman (1985), quienes distinguen tres principales papeles del me-diador: comunicador, proponente y manipulador, dependiendo del método que el mediador utilice para resolver unconflicto. Otras tipologías a destacar son las propuestas por Stulberg (en Bercovitch y Rubin, 1992), quien afirma queel mediador debe jugar un papel de catalizador, educador, traductor, generador de recursos, portador de malas noti-cias, agente de la realidad y chivo expiatorio. Carnevale (1986), por su parte, resalta cuatro estrategias fundamentalesque debería seguir un mediador: integración (buscar puntos de acuerdo), presión (reducir la gama de alternativas posi-bles), compensación (aumentar el atractivo de ciertas alternativas), inacción (no mediación). Moore (1986), destaca lassiguientes: facilitador de nuevos canales de comunicación, legitimador, facilitador del proceso de resolución del con-flicto, entrenador de otros negociadores, creador de recursos, explorador de problemas, agente de la realidad que ayu-de a construir y aplicar un acuerdo razonable para las partes implicadas, chivo expiatorio de decisiones impopularespero que las partes estén dispuestas a adoptar y líder.

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En la práctica el mediador no se ciñe exclusivamente a uno de estos roles sino que los combina o los modifica en eltranscurso de la negociación, dependiendo de las necesidades y/o circunstancias que pueda ir encontrando en la evo-lución del proceso, de forma que se consiga el objetivo final de llegar a un acuerdo entre las partes.

Pero como señala Glasl (1982) los conflictos no son estáticos sino que van evolucionando. Así, y teniendo en cuentala fase en la que se encuentre el conflicto, al mediador se le exigirá un papel más o menos activo. Según señalaNordquist (1995), si el conflicto se encuentra en una fase inicial sería adecuada una “mediación de consulta”, cuyafunción principal sería la de limar asperezas y evitar la escalada del conflicto. Pero si por el contrario, nos encontráse-mos en una fase más avanzada, según este autor, sería más recomendable utilizar una “mediación de poder” en laque se utilizarían todos los recursos necesarios (políticos, diplomáticos, militares, etc.) para llegar a una resolución po-sitiva. Si el conflicto se encontrase en su fase final, lo que recomienda este autor es la “mediación de confianza” don-de se intentaría restablecer la serenidad y la cordialidad entre las partes y restaurar la confianza en el proceso deresolución del conflicto.

Obviamente, el mediador será más necesario o más útil en la fase en la que los protagonistas del conflicto enfatizansus diferencias que en la que todavía existe una vía de posible acuerdo y colaboración. Cabe señalar aquí que, enconflictos complejos o de intensidad elevada, la mediación tiene un papel secundario, ya que en estos casos, sería ne-cesario profundizar más intensamente, y de forma global, en las bases del conflicto.

Independientemente del rol que el mediador adopte en cada fase, hay una serie de actividades básicas que el media-dor debe seguir (Rubin, Pruitt y Kim, 1994): 1) Modificar o establecer nuevos canales de comunicación; 2) Gestionarel grado de apertura del lugar de la reunión (público o privado); 3) Identificar y promover recursos alternativos, de ma-nera que ayude a alcanzar un acuerdo; 4) Saber identificar los problemas; 5) Agrupar y ordenar los problemas, hacien-do hincapié en los asuntos centrales; 6) Establecer metas que permitan transformar la relación conflictiva en unacooperación que lleve a alcanzar objetivos aceptables por las distintas partes; 7) Desviar la responsabilidad de loscompromisos y las concesiones hacia sí mismo, de manera que se puedan realizar concesiones sin ser esto interpreta-do como signo de debilidad por el o los contrarios; 8) Crear confianza; 9) Templar emociones, y 10) Dejar constanciade que las partes son responsables del proceso y de las decisiones que se adoptan, siendo sólo el mediador una ayudaen el proceso.

Al igual que el mediador puede recurrir a diversas prácticas, optando por un cambio en la estrategia de mediaciónpara intentar resolver el conflicto, las partes implicadas en la disputa pueden también pedir un cambio de mediador,con lo que a veces, diferentes terceros pueden intervenir en diferentes fases del conflicto. En situaciones de conflicto,existen numerosos terceros que podrían actuar como mediadores como por ejemplo líderes políticos, organizacionesinternacionales, representantes eclesiásticos, organizaciones, fundaciones, etc. - Negociación: La negociación es la forma fundamental de resolución de conflictos, generalmente voluntaria, y que

implica la discusión entre las partes en disputa con el objeto de alcanzar un acuerdo en el conflicto que les enfrenta.Como en este tipo de estrategia no existe la intervención de terceros, la negociación permite a las partes en conflictomantener el control sobre el proceso y el acuerdo que de él pueda resultar. Según Fisas (2005), negociar supone aplicar un conjunto de técnicas que parten del sentido común y del desarrollo

de habilidades para acercar a las partes implicadas y reflejar sus necesidades e inquietudes. Los negociadores, al igualque los mediadores, necesitan un “mapa del conflicto” implícito en la discrepancia, en el que deben detallar funda-mentalmente los motivos que han dado pie al conflicto como los problemas de relación entre las partes, las discrepan-cias en la interpretación de los hechos, los intereses incompatibles, las barreras estructurales, las diferencias de valoresy los obstáculos en la utilización de procedimientos orientados a resolver el problema.

Todo negociador debe tener formación sobre las distintas técnicas a utilizar y sobre la cuestión a tratar. Debe mostrarun carácter reservado, meditar cada cuestión que se le plantea y no decir más de lo estrictamente necesario antes dedecidir los pasos a seguir en la negociación. Además, las destrezas de cualquier negociador, por experimentado quesea, se pueden incrementar con el apoyo de un modelo organizado para preparar, administrar y revisar las negocia-ciones.

Siguiendo a Moore (1986) “la negociación está compuesta por una serie de actividades complejas o “movimientos” quela gente fomenta para resolver sus diferencias y solucionar el conflicto.Los resultados de los actos alternativos son evalua-dos de acuerdo con su relación con los siguientes factores: los movimientos de las restantes partes, las normas de con-ducta, los estilos, su capacidad de percepción y su habilidad, sus necesidades y preferencias, su determinación, cuántainformación posee el negociador acerca del conflicto, sus atributos personales y los recursos disponibles” (p. 60).

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Entre las diversas formas que adopta este proceso, destacan varios tipos de negociación: la negociación posicional ocompetitiva, en la que cada parte trata de obtener para sí el mayor beneficio posible, la negociación basada en el inte-rés, centrada en los intereses subyacentes de las partes y en la asunción de que la búsqueda de, al menos, un interésen común permitirá llegar a un acuerdo. Esta clasificación básica es ampliada por Pruitt (1991), quien realiza una des-cripción de cinco posibles estrategias de negociación: a) Flexibilidad: renuncia de una de las partes a todo o casi todode lo que pretende conseguir, pues la evitación de la disputa es más importante que vencer; b) Rivalidad: las partesentran en competencia para obtener sus objetivos, empleando para ello si es necesario la coerción y la presión queobliguen a la otra parte a realizar la mayor parte de concesiones posibles; c) Solución de problemas: estrategia de co-laboración en la que los oponentes trabajan juntos para alcanzar una solución que satisfaga los intereses y las necesi-dades de ambas partes; d) Inacción: es el menor esfuerzo posible por negociar, aunque se pierda la oportunidad parallegar a un acuerdo. Normalmente, esta estrategia deriva en la ruptura de la negociación; e) Abandono: supone el finde la negociación y obliga a las partes a llegar a un acuerdo por otras vías alternativas.

Otro tipo de tipología que se ha dado desde las Naciones Unidas es la que diferencia dos categorías principales: lacentrada en la forma (cuántos individuos, cuántos temas, qué estrategias a utilizar, etc.) y la que se centra en el conte-nido (conflicto o cooperación) de la negociación.

Fue a finales de la década de los 70 cuando la negociación comenzó a verse como una disciplina integrada y con me-todologías comunes en relación con la participación de terceros en la resolución de conflictos violentos. En 1978, la Uni-versidad de Boston inició un proyecto de investigación en el que intentaba formular una teoría general de la negociación.Este proyecto fue liderado por miembros del proyecto de negociación de Harvard, coordinados por Roger Fisher.

La perspectiva de la que partieron en este trabajo estuvo orientada a formular un modelo que se pudiera utilizar encualquier tipo de negociación y con cualquier tipo de contrapartes. Este esfuerzo tuvo un gran éxito. Hoy no existeuna universidad que ofrezca algún curso sobre negociación o manejo de conflictos que no haya sido influida de algúnmodo por la llamada «metodología de Harvard». El modelo de negociación desarrollado en la universidad de Harvardconsidera siete elementos que están presentes en cualquier negociación:

Cuando la negociación se focaliza en las variables centrales, es decir, en la clarificación de intereses, creación deopciones y aplicación de criterios de legitimidad, es cuando se logra que los negociadores sean capaces de ir superan-do las posibles barreras que les puedan ir surgiendo durante el proceso de resolución de conflictos y lleguen a una so-lución positiva para las distintas partes.

Pero, independientemente de todas estas diferen-tes y posibles formas y estrategias de negociación,ésta suele requerir como condición previa la entra-da del conflicto en un estado de madurez que faci-lite la apertura al proceso de resolución de laconfrontación. Con estado de madurez nos referi-mos a la percepción de las partes de que los costesde una confrontación continuada son más perjudi-ciales que los de un posible acuerdo.

Cabe señalar aquí que este estado de madurez alque se ha hecho referencia puede darse como re-sultado de varias circunstancias y no todas ellas co-mo resultado de una buena voluntad entre lasdistintas partes. La frustración de una o más partespor su incapacidad para alcanzar sus objetivos o laexistencia de presiones externas que instan a laspartes a alcanzar un acuerdo dentro de un períodode tiempo determinado, son algunas de estas cir-cunstancias que llevan a las partes a resolver unconflicto a través de un proceso de negociación.Cuando este proceso no se inicia en este momentoconcreto puede que se pierdan muchas oportunida-des de resolución.

FIGURA 1VARIABLES DE LA METODOLOGÍA NEGOCIACIÓN DE HARVARD

ComunicaciónRelación

Intereses

Alternativa Legitimidad

Legitimidad

Opciones

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Ficha 2.Trauma psicosocial y estrategias de intervención colectivaEl término trauma psicosocial ha sido acuñado para describir los efectos de tipo psicológico y social que la violenciacolectiva puede llegar a generar en una comunidad. (Castaño, 1998) El trauma suele ser presentado como una reac-ción ante situaciones de violencia, tales como la tortura, la desaparición, los atentados terroristas, las masacres, el se-cuestro, etcétera; Y ha sido definido por el DSM IV (Diagnostic and statistical manual of mental disorders) como unaexperiencia humana extrema que se percibe como una amenaza grave para la integridad física o psicológica de lapersona o de terceros y ante la cual el individuo responde con temor, desesperanza u horror. (American PsychiatricAssociation, 1995). Resulta ser entonces una reacción ante situaciones extremadamente dolorosas que desbordan elequilibrio emocional.

Esta definición de trauma que hace el DSM IV se refiere a individuos más que a colectivos. Sin embargo, no es éstala posición desde la que partimos en esta guía, en este trabajo asumiremos una visión psicosocial del trauma. Por unlado, el prefijo psico se refiere al aspecto subjetivo de la persona y, por otro, la palabra social pone en relación a esapersona con el contexto grupal que le da sentido de identidad. Asumiremos entonces la posición de Summerfield(1998), para quien la violencia socio-política no es una experiencia privada. El impacto de la violencia trasciende alas víctimas directas, se extiende a sus personas cercanas y a quienes son testigos de su dolor. La violencia afecta todoun tejido social, no sólo a personas aisladas, de ahí la importancia de que el proceso de recuperación también tomeun carácter colectivo.

En el plano individual, múltiples estudios demuestran que las personas expuestas a violencia colectiva extrema pre-sentan alteraciones emocionales y funcionales (Mollica, 1999) Los problemas psicológicos van desde desórdenes afec-tivos, hasta diferentes formas de ansiedad y el ampliamente estudiado síndrome de estrés postraumático. Según elDSM IV, este síndrome es un desorden de ansiedad complejo, que conduce a la continua re-experimentación delevento violento; a la hiper excitación del sistema nervioso central, que se manifiesta en recuerdos abrumadores, an-gustia, pesadillas etc.; y la evitación de acontecimientos (perdida de interés por las cosas en general).

Las explicaciones desde una perspectiva netamente individual resultan insuficientes para describir el trauma psicoso-cial (Blanco, 2005). Dejan fuera aspectos tan importantes como los planteados por Janoff-Bulman (1992): el sistemade creencias acerca del mundo y de nosotros mismos, la confianza en los demás, el reconocimiento del valor propio,la sensación de control, y el sentimiento de invulnerabilidad, todas esas cosas que nos permiten dar coherencia, ordeny estabilidad al mundo que nos rodea queda hecho añicos como consecuencia del terror (p. 50). Laritzgoitia, et al.,2009, nos aportan evidencia empírica sobre el cambio en las creencias acerca del mundo en personas que son vícti-mas directas de la violencia. Sus resultados muestran una percepción menos benevolente del mundo.

En términos más colectivos, la población que vive dentro de un conflicto violento sufre daños en su cohesión socialpuesto que se desarrolla una polarización de la sociedad, así como sentimientos de desconfianza, actitudes etnocén-tricas y estereotipos negativos sobre los demás (Alzate, Durán y Sabucedo, 2009). Este contexto social escala y perpe-tua el uso de la violencia, bien sea por la desesperanza de sentirse incapaz de transformar la realidad o por hacer dela violencia la mejor estrategia para afrontar la violencia.

No todas las situaciones violentas generan el mismo impacto sobre las personas, ni es igual para todas ellas. (Eche-burúa, Corral y Amor, 2005) Por tanto, existe una amplia variabilidad de respuesta que está determinada por el tipo deviolencia sufrida, por la intensidad, por las características de las personas y por el apoyo o rechazo que se recibe delcontexto social, entre otros. A su vez, estos elementos también incidirán sobre la forma en que se canalizará el dañosufrido.

En general, para superar el trauma y los diversos problemas psicológicos derivados del mismo, los seres humanos re-currimos a dos tipos distintos de estrategias, bien sea, la evitación o el afrontamiento. Ambos tipos de estrategias pue-den desarrollarse en el terreno individual y/o en el terreno colectivo. En el terreno individual se busca que laspersonas que afrontan una situación de violencia, lleguen a un grado de asimilación que les permita el ajuste emocio-nal, para esto, es indispensable que las personas no nieguen lo ocurrido, eviten la auto-culpabilización, y que sean

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capaces de continuar con su vida integrando, de una forma normalizada, el dolor a su historia personal. En síntesis, laterapia debe permitir que la persona vuelva a sentir que tiene el control de su vida (Herman, 2004). Una estrategia se-mejante sería aplicable en el terreno colectivo, es decir, que la comunidad restablezca su seguridad, sus lazos socia-les, y que resignifique su historia. En última instancia, que se recupere. Y en este sentido, la recuperación de lacomunidad no será estrictamente psicológica, sino que requerirá además, del restablecimiento de derechos y de la im-partición de justicia para las víctimas.

En algunos conflictos sociopolíticos de larga duración es posible que una parte de la población se habitúe o no lle-gue a percibir la violencia como una situación anómala, incluso quizá ésta sea una estrategia de afrontamiento. Sinembargo dicha estrategia sólo será adecuada para una parte de la población, pues es probable que aquellas personasque han sido víctimas directas no logren afrontar la violencia sin pasar antes por un proceso de reconocimiento de laverdad y reparación de los daños sufridos. Esta habituación o desconocimiento de la violencia, por una parte de la so-ciedad, fracturará más las relaciones sociales, pues las víctimas pensarán que se obvia su sufrimiento. Esto todavía esmás grave si las personas que no reconocen la situación de violencia forman parte de un grupo socialmente dominan-te y que aterroriza a la otra parte de la población. Pues en su discurso se percibiría el interés por mantener un estatus-quo que les favorece.

Tal y como lo venimos comentando, las personas y grupos crean sus propias formas de canalizar el sufrimiento cau-sado por la violencia. Aún cuando existen diferencias interindividuales y culturales, está ampliamente demostrado queaquellos que la afrontan de forma más optimista y positiva tienen una mayor capacidad para superarla y salir fortaleci-dos. A esta capacidad se la denominada resiliencia (Cyrulnick, 2002). Para que la resiliencia logre prosperar es indis-pensable que exista un clima de apoyo social, pues eso disminuye la percepción de riesgo y daño, y genera unaexpectativa más favorable sobre el futuro.

Si bien las respuestas más optimistas permiten una mejor capacidad de afrontamiento, dicha disposición requie-re de un duro trabajo de intervención psicosocial a través del cual las personas vuelvan a desarrollar confianza enlos demás, y a sentirse capaces de transformar su mundo social. En un interesante estudio realizado en el PaísVasco se observó que las victimas primarias tienen una interpretación más negativa del clima social, que la po-blación general. Perciben un ambiente de mayor hostilidad, miedo y tristeza, además, sienten menor solidaridad,alegría, tranquilidad para hablar con libertad, confianza en las instituciones y buen ambiente general (Laritzgoitia,et al., 2009).

En el intento por intervenir sobre el trauma psicosocial se han desarrollado un conjunto de estrategias colectivas quefacilitan la elaboración y la superación de acontecimientos de violencia socio-política. Para que dichas estrategias re-sulten eficaces, deben posibilitar la consecución de tres objetivos básicos: a) el restablecimiento del control a travésde la auto organización de las comunidades y de su empoderamiento; b) el reconocimiento del sufrimiento de las víc-timas y la recuperación de su dignidad; c) que los perpetradores reconozcan su responsabilidad por los daños causa-dos, que reparen los daños ocasionados, y que tras la rendición de cuentas se reincorporen a la vida de la comunidad.

A continuación presentaremos brevemente algunas estrategias colectivas para la recuperación del trauma psicoso-cial: la reconstrucción de la memoria histórica, el perdón y la reconciliación.

RECONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICAEsta es una estrategia empleada por la comunidad tras sufrir acontecimientos violentos o traumáticos. Consiste en re-currir a la reconstrucción de los hechos violentos. Pero, ¿cuál es el sentido de recordar episodios de devastación, si ol-vidarlos nos hace sentir que se disipa el dolor?

La respuesta a esta pregunta es compleja, e intentaremos sintetizarla en tres aspectos fundamentales. En primer lugar,porque “Olvidar es repetir”, tal y como aparece en la leyenda de la actual entrada al museo de Auschwitz, antiguocampo de concentración nazi. En segundo lugar, porque según Connerton, (1989) las imágenes del pasado suelen le-gitimar el actual orden social. El olvido permite la impunidad. Y en tercer lugar, porque en cuanto más intentamos, deforma consciente, no pensar en un hecho, más se arraigan los recuerdos. O por lo menos eso es lo que se evidencióen el trabajo de Pennebaker y Basanick (1998) quienes concluyen que la represión política que no permite hablar deun acontecimiento tendrá la consecuencia involuntaria de consolidar las memorias colectivas asociadas con el sucesoreprimido. Y por ende, habrá una mayor ansia de sacar a la luz las historias del pasado.

Los autores clásicos de la memoria colectiva, Halbwachs (2004) y Barlett (1995) reconocen que ésta es por defini-ción un producto social, que surge de las memorias individuales, y que está fuertemente influenciada por el contexto

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social puesto que surge de un pasado compartido. La memoria colectiva consiste en la transmisión trasgeneracionalde acontecimientos, para ello las personas se basan en sus propios recuerdos y se nutren de las conversaciones mante-nidas con otras personas. Estas elaboraciones del pasado contienen no sólo las propias vivencias, sino también la in-terpretación y comprensión que ha hecho el contexto social.

En ese contexto social, existen múltiples agentes: líderes, gobernantes, medios de comunicación, movimientos socia-les, comunidades, etc., socializando su discurso sobre la forma en que interpretan la realidad. Todos y cada uno deellos tienen su propia elaboración de la situación que intentarán convertirla en el discurso dominante. Un ejemplo deesto se observó de forma clara en el conflicto armado de Guatemala. Las investigadoras Hernández, Carrillo, Torres,López, y Peláez, (2008) recogen los testimonios de indígenas que narran el intento de los militares por establecer unanueva versión del pasado, en la que se presentaban como salvadores ante la guerrilla y no como los perpetradores deacciones criminales.

El proceso de recuperación de la memoria colectiva en Guatemala, ha permitido que las comunidades reorganicensus recuerdos sobre lo ocurrido e identifiquen a los responsables del daño que sufrieron (Hernández, et al. 2008). Enpalabras de Hanna Arendt (1996) “los hechos se sustentan por su propia obstinación”… “poseen una fuerza en sí mis-mos: no importa lo que inventen quienes ejercen el poder, son incapaces de descubrir o inventar un sustituto viable(de los hechos)” (p. 272).

Además de recuperar los hechos, la memoria permite que las personas justifiquen su sacrificio, Summerfield y Toser(1991) describen cómo en Nicaragua, muchachos que quedaron lisiados por la guerra encontraron consuelo en la cre-encia de que habían hecho un sacrificio y que así les fuera reconocido por la sociedad. La legitimación social para losque han sufrido es un tema clave.

Como parte del mantenimiento de la memoria colectiva está el establecimiento de conmemoraciones y rituales queconstituyen la base afectiva y cognitiva del recuerdo social (Bartlett, 1995). Algunas de las funciones de estos ritualesy conmemoraciones son el incremento de la cohesión grupal, el fomento de la identificación social y defensa de lapropia identidad, y la justificación de actitudes y necesidades actuales. (Páez, Basabe, y González, 1998). En los casosde violencia política o de eventos traumáticos, es usual que los rituales y conmemoraciones sean reprimidos y que portanto se cree una espiral de silencio que legitime el modelo de sociedad vigente.

Uno de los rituales por los que se pasa para la recuperación de la memoria es el perdón, sobre este concepto tratare-mos a continuación.

PERDÓN INTERGRUPALLa investigación empírica sobre el perdón entre grupos es un campo reciente dentro del quehacer científico. Inicial-mente fue concebido como un proceso que solamente incluía a las personas directamente involucradas en la ofensa;esto es, el ofensor y el ofendido. En las últimas décadas se han realizado importantes avances en este campo, puestoque se ha reconocido que el perdón no es un proceso meramente interpersonal, sino intergrupal. Esto se refleja en eltrabajo presentado por Mullet y Neto (2009) en el que se recopila el punto de vista de personas africanas y asiáticassobre el significado del perdón en comunidades que han pasado por guerras civiles. La gran mayoría de los 1500 par-ticipantes de Angola, Congo, East Timor, Guinea-Bissau, Mozambique y Camboya, estuvieron de acuerdo en que labúsqueda del perdón, es un proceso intergrupal.

Los resultados de Mullet y Neto (2009) evidencian además, que en general, los participantes entienden el perdón co-mo: un proceso que debe ser abordado desde la comunidad, de forma pública y democrática. No requiere de la ac-ción concreta de los gobernantes, puesto que no es un acuerdo de élites, aunque reconocen que éstos pueden facilitarel inicio del proceso. En un proceso de perdón se espera que las personas que hablen sean representativas de los co-lectivos. Existe un acuerdo generalizado en que el perdón debe hacerse dentro de un lugar simbólico. Y debe teneruna amplia difusión internacional. Así mismo, solicitar perdón es concebido como un proceso que implica la expre-sión de sentimientos o emociones (culpa, remordimiento, y arrepentimiento) y debe mostrar la sinceridad de las pala-bras aunque no todos los participantes mostraron que el perdón estuviese estrictamente orientado a la persecuciónjudicial o la reparación.

El objetivo principal del perdón es promover la reconciliación entre dos grupos, así que éste es sólo parte de un pro-ceso más amplio para restablecer el equilibrio social. Pues si bien a través del perdón se acepta la reincorporación delotro a la comunidad, es sólo a través de la reconciliación que se establece o restablece una relación positiva y coope-rativa. Sobre la reconciliación trataremos en las siguientes líneas.

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RECONCILIACIÓNEl concepto reconciliación en el contexto de los conflictos integrupales es también un concepto de utilización relati-vamente reciente. Su importancia radica en la necesidad de que una comunidad dividida por el curso de un conflictorecupere su capacidad para convivir de forma pacífica.

Según Kelman (2008), la reconciliación es un proceso que puede empezar incluso antes de que se firmen los acuer-dos de paz, no es sólo una consecuencia de la resolución exitosa de un conflicto, es un proceso que motiva la inicia-ción del proceso de paz y forma parte integral del mismo. Definimos la reconciliación en los términos de Bar-Tal yBennink (2004), como un proceso que debe permitir el reconocimiento mutuo y la aceptación, invertir intereses y me-tas para desarrollar relaciones pacíficas, confianza mutua, actitudes positivas, así como sensibilidad y consideraciónpor las necesidades de la otra parte y por sus intereses.

En términos generales, la reconciliación consistirá en remover las barreras emocionales que bloquean el camino parafinalizar el conflicto intergrupal (Nadler y Shnabel, 2008). Algunos de los elementos que constituyen dichas barrerasy/o que potencian la reconciliación son recogidos en el trabajo de Maoz (2004) en dos amplias categorías: a) La pri-mera categoría está centrada en la representación que ha desarrollado cada una de las partes, sobre sí misma y sobreel adversario. b) La segunda categoría está centrada en los elementos que posibilitan la consecución de acuerdos parala solución del conflicto. Por tanto, el camino más adecuado para llegar a un proceso de reconciliación consiste en unprofundo cambio en las creencias sobre los adversarios y sobre la implicación del propio grupo en el conflicto. Elloposibilitaría el desarrollo de un clima de confianza y de actitudes positivas hacia la resolución pacífica de las diferen-cias.

Ante una forma violenta de entender el mundo, la reconciliación se convierte en una alternativa que exige el desa-rrollo de tres elementos fundamentales: una actitud negociadora, el reconocimiento de la legitimidad de la otra partey la creación de confianza entre los grupos enfrentados. También será indispensable contener algunos factores que sehan ido desarrollando en la escalada del conflicto, tal y como son la actitud etnocéntrica, la imagen negativa del otroy la imposición autoritaria. En un trabajo con población civil colombiana los tres primeros factores presentan correla-ciones significativas y positivas con la reconciliación, y los tres últimos, presentan correlaciones significativas e inver-sas (Alzate, 2008).

La transformación de una imagen negativa del adversario, consiste en devolverle su individualidad, humanidad, mo-ralidad y dignidad. Y el primer paso para ello es estar dispuesto a iniciar un proceso de negociación. Dentro de la ló-gica de la reconciliación, la actitud negociadora asume los siguientes supuestos: a) la expectativa de que sealcanzarán soluciones satisfactorias para todas las partes, b) admitir la necesidad de hacer concesiones, c) que la ne-gociación es una alternativa mejor que la situación existente, d) que la búsqueda de un propósito común, el restable-cimiento del equilibrio social, es un ideal preferible a la derrota del adversario. En la lógica de la reconciliación, laacción de la comunidad no combatiente demandando a los adversarios vías de diálogo y negociación, constituye unafuerza que obliga a la sustitución de las políticas impositivas.

En síntesis, la transformación constructiva de un conflicto implica una tendencia hacia las estrategias no violentas deresolución, una actitud negociadora, de confianza, de humanización del otro, de reconocimiento de sus derechos yde la legitimidad de sus reivindicaciones, así como la minimización del etnocentrismo y de la imposición autoritaria.

Sin duda, esos tres procedimientos que hemos comentado para la recuperación psicosocial: memoria histórica, per-dón intergrupal y reconciliación son importantes. Sin embargo, son actuaciones que tienen lugar una vez que el con-flicto violento ha estallado. Por ello, es también necesario hacer referencia a estrategias de carácter preventivo. Poresta razón, y con la finalidad de hacer una valoración más integral de las formas para intervenir sobre la violencia so-ciopolítica, dedicaremos las últimas líneas de esta guía para explicar un proceso que desde hace ya varias décadas seviene gestando como una estrategia para prevenir la violencia, se trata del establecimiento de una cultura de paz.

DESARROLLO DE CULTURAS DE PAZLa cultura de paz fue un concepto introducido por la UNESCO en 1995, y alude a un ideal de futuro para afrontar losinevitables conflictos humanos. Ese planteamiento fue apoyado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, per-mitiendo el desarrollo de un programa específico de acción (United Nations, 1999).

Según las Naciones Unidas, la Cultura de paz consiste en una “serie de valores, actitudes y comportamientos que re-chazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante eldiálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones” (United Nations, 1999).

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Esta definición ha sido avalada por científicos sociales que la conciben como una estrategia para crear una nuevacultura, que incorpora valores, representaciones y actitudes al servicio de unas relaciones intergupales más justas y so-lidarias, y que según Boulding (1992), favorece “la construcción de la paz y acompaña los cambios institucionales quepromuevan el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos, lasfamilias, la identidad de los grupos o de las naciones, y sin necesidad de recurrir a la violencia” (p.107).

La cultura de la paz surge dentro de un clima social positivo. Bar-Tal, Halperin y de Rivera (2007) definen dichoclima, como aquel en el que las relaciones emocionales de las personas se caracterizan por una preocupación porlos otros, sensibilidad por sus necesidades, libertad, confianza y seguridad. Esto no significa que no haya enfado,miedo o insatisfacción. Bajo tales condiciones psicológicas, los individuos experimentarán más armonía y compa-sión y las comunidades tendrán normas e instituciones que promuevan la resolución de los conflictos de forma noviolenta y habrá un soporte social para ordenar el entorno de tal forma que se permita a la gente satisfacer sus ne-cesidades básicas.

El programa de Naciones Unidas sobre de culturas de paz enfatiza en ocho aspectos: educación para la resoluciónpacífica de los conflictos, promoción de la tolerancia y la solidaridad entre los diferentes grupos, respeto de los dere-chos humanos de todos los individuos, comunicación abierta, gobernabilidad democrática, equidad de género, desa-rrollo sostenible (De Rivera, Kurrien y Olsen, 2007). Así que será sobre estos ocho aspectos sobre los que debemosconstruir las bases de las relaciones sociales pacíficas.

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