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[Versión PDF]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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Vaguedades… es un blog cultural y de divulgación de temas diversos, esencialmente históricos.
Todos los contenidos son libres, siempre y cuando se refiera el origen del texto.
[Índice]
[02] [Editorial]: Vaguedades Mexicanas.
[04] [Poesía]: La Puta y el Poeta.
[05] [Ensayo]: Octavio Paz o Las Trampas del Poder [última entrega].
[09] [Ídem.]: ¿Identidad o Individualidad?
[12] [De Tablillas a Tabloides]: Introducción.
[16] [Las Trampas del Poder]: Del Púlpito al Curul.
[21] [Pensar con el balón]: Manual de Futbolisticología.
[23] [Sobremesa]: Derechos de autor y propiedad intelectual.
[26] [Crítica]: ¿Dónde está Macondo?
[28] [Postdata]: DeCampaña.
[Directorio]
[Vaguedades…]
[Año 1.]
[No. 3.]
[Junio 2012.]
[Director, editor, redactor y columnista: José G.S. García-Tezcaltzin.]
[ . . . ]
[Disponible en: www.conoceresinfinito.blogspot.com]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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[Editorial]: Vaguedades Mexicanas. Quien pretenda hacer una seria investigación sobre la «cultura mexicana», se encontrará ante un campo lleno de vaguedades. Samuel Ramos, El Perfil del hombre y la cultura en México.
Se ha dicho que un pueblo que desconoce su historia tiende irremediablemente a repetir los
mismos errores del pasado, que la historia es
inalienable a los héroes y a sus logros, y que en
realidad no tiene una utilidad práctica, porque
los que la estudian serán, inexorablemente, profesores o cronistas de la ciudad o pueblo en
el que habiten; pero en estos días de celebración
y reafirmación del nacionalismo, los beneficios
obtenidos de ella, por parte del Estado son
onerosos y exorbitantes, tanto en lo económico, como en lo político; incrementando el turismo
en los lugares donde los acontecimientos ocurri-eron, consolidando los símbolos de autoridad
adoptados por la revolución y mitificando a
los representantes de su idiosincrasia política; para recibir, casi de manera recíproca, los favo-res otorgados por la Historia de Bronce. Tam-bién se cree que el historiador es un individuo
lleno de datos inútiles y fechas imprecisas e irre-levantes, una enciclopedia con piernas que sólo se
limita a recitar, denostando a los vencidos, y
exaltando a los vencedores, por el bien de la
identidad nacional. ¿Será todo esto cierto?
Estas ideas tienen su origen en nuestras prime-ras clases de historia, donde se nos enseñó, igual que en un melodrama barato, cómo los
héroes siempre triunfaban sobre los villanos, cómo los ídolos históricos henchidos de gran-des discursos, retórica y palabras célebres dig-nas de una tapia en el Congreso, daban esta-bilidad al país, recibían amnistía por parte de
los rivales, o aún más execrable, consumaban
un acto tan digno, siendo mártires de una con-quista ajena. Todo esto cae por su propio peso
al encontrarnos con una realidad ajena a esas utopías; y al vernos sometidos por la decepción, recurrimos a detestar ese sinfín de quimeras y
falsas convenciones.
Como ya hice mención algunas líneas atrás, los Estados y en particular los gobiernos, se sirven
de la historia para consolidar su hegemonía
política, disfrazados como herederos de un
movimiento social; aunque idealizándolo como
un momento emblemático de nuestra Historia
de Bronce. Estas construcciones idílicas de un
pasado glorioso son muy similares a las de los
gobiernos teocráticos, donde los reyes se hacían pasar por hijos de algún dios. Los gobiernos
modernos practican rituales casi religiosos una
vez cada año para recordar a los ancestros col-mando de bendiciones al sistema dominante y
mostrando al pueblo sometido el poderío del Estado –el desfile del ejército el 16 de septiem-bre, por ejemplo– mientras un raudal de relato-res especializados en inmemorables fechas y
anécdotas que no vivieron, describen de ma-nera fútil y pretenciosa lo que para ellos es
incuestionable: la historia de los héroes.
Para empezar, la historia, como todas las disci-plinas conocidas como humanidades, es un ins-trumento de apoyo para comprender a las so-ciedades actuales, evitando su enajenación, siendo en primera instancia una herramienta
de catarsis colectiva. En ocasiones, la historia, y en general la cultura, cumplen esta función
catalizadora de emociones y refugio intelectual a los problemas cotidianos, a esto le llamamos
catarsis colectiva, útil para mantener dominada
a una población. Un ejemplo de ésta son los programas „críticos‟ de Tv. Sin embargo, una
sociedad que advierte su condición de sumisión
comprende también que la catarsis misma es
sedición, cuando se tiene conciencia de su ra-zón de ser. Ejemplo de esta son los movimientos
sociales, ya sea el Ocuppy Wall Street, las prima-veras árabes, los indignados, o en el caso de Méxi-co, el movimiento #YoSoy132.
No con esto hay que ver en la historia a un gurú
que nos enseña a vivir en armonía, ni a un juez
del pasado, que nos indica el camino correcto
para no cometer las mismas faltas dado que
hemos pensado falsamente que la historia es la
panacea a los problemas sociales.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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Todos los talantes de la Historia podrían con-jugarse en un estudio más completo, enfocado
en la actualidad a partir del pasado. Es verdad
que esta labor en sí misma es atrevida, pero es
inobjetable, y a la vez redundante la razón por
la cual se hace historia: comprender al hombre
actual a partir de sus antepasados. Para esto, es
ineludible el uso de otras ciencias, ya sean so-ciales o exactas, como la antropología, la psico-logía, la sociología; y hasta la medicina, la quí-mica e incluso la física.
El problema que enfrenta la historia actualmen-te es que para muchos está llena de datos
infructuosos, nada prácticos y sencillamente
inútiles. Sin embargo, la Historia no sólo es la
escritura de los hechos de los grandes hom-bres, como nos enseñaron en nuestros cursos
básicos; es también la explicación de todos los
que conformamos la sociedad: La historia so-cial está llena de ejemplos que rebaten por
completo las ficciones históricas que justifican
a los gobiernos neoteocráticos.
Por eso la historia no es rentable en un gobier-no pseudo-tecnocrático –y digo esto por que ni siquiera se toma la molestia de apoyar realmen-te a la ciencia y a la tecnología, sino beneficiarse
de ella–, pues es en ocasiones un arma muy
útil a la hora de comprender el comportamiento
colectivo, la religión, las ciencias, los gobiernos, entre otros, y para describir, por arriesgado
que parezca, cada uno de los aspectos cultura-les que nos han forjado a ser como somos. Esta
tesis también es aventurada en días como estos
en los que la historia ha perdido todo valor de
identidad nacional por lo que no es tan extraño
preguntarnos: ¿Quiénes somos los mexicanos?
¿Qué tenemos en común?
Aquellas construcciones nacionalistas se han
petrificado y una importación de conductas
surgidas en otros países han proliferado hasta
este momento en el que lo que nos caracterizaba
ante el extranjero (el charro, la china poblana)
ahora nos avergüence, pues es mentira que los
mexicanos sólo usemos huaraches.
La historia también explora cómo han cambia-do las costumbres y tradiciones que creemos inal-
terables, o bien, el crecimiento intelectual y la
apertura ante la cultura de otros países, por lo
cual, podemos ir más allá de sucesos que creía-
mos eran Historia.
En estas vaguedades […] exploraremos nues-tro dédalo cultural, desde un meta-poema que
trata sobre el poeta solitario y arrabalero, tema
que ha figurado en nuestra revista anteriormen-te; pasando por la última entrega de un ensayo sobre uno de tantos autores que exploró justa-mente la identidad mexicana, Octavio Paz, para continuar reflexionando en nuestra sec-ción de [crítica] sobre un libro que reconoce
cierta influencia de este autor y que también es
hizo una búsqueda de la identidad, en este ca-so, de toda Latinoamérica a través de la novela
Cien Años de Soledad.
Continuaremos rondando sobre la heroicidad
y su relación con la santidad y la construcción
de nuevos héroes mexicanos, aunque esto nos
parezca extraño o desconocido. También vaga-remos por la historia de los medios de comuni-cación. Entregamos un fragmento de la historia
de los heterodoxos mexicanos, que obtiene su
nombre de un ensayo que se ha publicado en
esta revista y que ha cobrado carácter de co-lumna: Las Trampas del Poder; y qué mejor que
estrenar sección con uno de los máximos hete-rodoxos de nuestra historia, que nació novo-hispano y murió en México: Fray Servando
Teresa de Mier.
Después, haremos un viaje por la Cristiada, guerra civil de corte religioso, que según los
que creen saber de historia por osmosis, “los
historiadores hemos querido ocultar”.
Completaremos dos artículos que quedaron
pendientes en el número anterior: uno sobre los
tipos de futbolistas y el otro acerca de la propie-dad intelectual y el plagio.
Por último, tomamos como excusa algunos
Spot’s Políticos del Movimiento Progresista, para
hablar de las campañas electorales y la historia
de nuestra transición democrática.
De este modo los invitamos a vagar por nues-tros propios laberintos.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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[Poesía]: La Puta y el Poeta.
[José G.S. García-Tezcaltzin.] Tuvo ganas de salirse un día de lo cotidiano.
Tuvo miedo de sentirse amado, de sentirse dominante.
Tuvo tiempo para oír huyendo de su yo no malvado.
Tuvo miedo de no ser extraño, de no ser emigrante.
No lo quiso como él la quería,
No lo quiso por sus versos cursíles;
Lo dejó por su palabrería,
Por sus actos sutiles y su muy poca acción.
La vejez no era su mejor exceso,
La razón no era su mejor blasón;
El silencio era el mejor privilegio
Para quien suele guardar los libros viejos dentro de un cajón.
La encontró en una cantina de quinta por la cuarta avenida muy llena de polvo,
No supo porque estaba ahí, él sólo buscaba quien lo acompañaría el resto de sus días.
Todo parecía ir bien pero sin querer se dio cuenta de que aun estaba solo.
Tomó un cigarrillo de su bolsa y prendiólo: Su último aire, sabor nicotina.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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[Ensayo]: Octavio Paz o Las Trampas del Poder [última entrega].
Análisis teórico-metodológico de la investigación historiográfica.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
Sor Juana, como cada uno de nosotros, es la expresión y la negación de su tiempo, su héroe y su víctima. Por esto, como cada ser humano, es una fi-gura enigmática. Octavio Paz. Las Trampas de la Fe.
Ya sabemos que los hombres casi nunca logran hacerse una imagen clara y
verdadera de la sociedad en que viven. Octavio Paz, Las Trampas de la Fe. El 12 de Noviembre de 1980 se celebró por primera vez el Día Nacional del Libro, una
iniciativa del Estado mexicano en colaboración con la Cámara Nacional de la
Industria Editorial Mexicana, para conmemorar el natalicio de sor Juana Inés de la
Cruz; y se les regaló a los lectores sus Obras escogidas. Fue pues la institucionaliza-ción de esta poetisa en el ámbito cultural del siglo XX.
res años antes, Octavio Paz había recibido
el Premio Nacional de Letras, lo cual sig-nificaba una reconciliación de Paz y el Go-
bierno, aunque para muchos nunca hubo un
rompimiento. El 23 de Abril (día internacional del libro) de 1981 era de nuevo premiado, esta
vez con el Cervantes de Literatura, e iniciaba la
etapa de reconocimiento internacional que lle-garía a la cúspide –por decirlo de algún modo–
con la entrega del Premio Nobel de Literatura, en 1990.
En el discurso de agradecimiento por el Cer-vantes, Paz habló de sor Juana Inés de la Cruz
como precursora de la modernidad, incluyó así dos de sus temas más recurrentes. En esos días estaba por culminar su obra cumbre, que justamente abordaba la vida y obra de sor Jua-na. Octavio Paz terminó Las Trampas de la Fe el
31 de junio de 1981.
Para Paz, la historia está íntimamente ligada a
la poesía pues “La poesía es un producto social, histórico.”1 Además explica de manera poética
las similitudes en el tiempo: “Si no hay leyes
históricas, sí hay rimas históricas.”2 Y más aún, para él la poesía es el mejor método para
analizar la historia, pues “La poesía es extem-poránea.”3 Por paradójico que parezca.
En cuanto a su concepción de la historia de
México, repite los mismos esquemas que ya
había abordado en sus obras, “La historia de
México es una historia a imagen y semejanza
de su geografía: abrupta, anfractuosa.”4 Nos
muestra una nueva forma de ver la periodiza-
1 Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la Fe, México, FCE, 1983 (tercera edición), p. 15. 2 Ibídem, p. 77. 3 Ibídem, p. 16. 4 Ibídem, p. 25.
T [Octavio Paz, © Antonio Gálvez]
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[Octavio Paz en su biblioteca, © Rafael Doniz]
ción, pues ve al proceso histórico como una
consecución de yuxtaposiciones entre los perio-dos, de superposición de las ideas,5 de constan-tes redescubrimientos, rupturas, desgarrami-entos.
Nuestra historia ha sido un proceso discon-tinuo hecho de saltos y caídas, danza a ra-tos, otras letargo interrumpido por un súbi-to y violento despertar.6
La escritura de la historia entonces es la bús-queda de esas rimas, es un reencontrarse con el pasado y sus tradiciones, esa es su utilidad, comulgar consigo mismo y con los otros, pero
también para transformar el presente, de ahí las constantes analogías a éste. En cuanto a las
rimas históricas por ejemplo, dice:
El caso de sor Juana se ha repetido una y otra vez: ha sido una nota constante de la cultura española e hispanoamericana hasta
nuestros días. De siglo en siglo un Feijoo, un Sarmiento o un Ortega y Gasset inten-tan ponernos al día. Vano empeño: la ge-neración siguiente embobada con esta o aquella ideología, vuelve a perder el tren.7
Aquí vemos un desdoblamiento en las ideas: Ortega y Gasset es el creador de la teoría sobre
las generaciones, y Paz al hablar de él, se hace
de su teoría para explicarlo. Encontrando las
similitudes, las tradiciones, debemos construir
nuestra nación, sin embargo:
Los grandes cambios históricos son a un
tiempo fenómenos sociales e intelectuales; no basta con que un grupo conciba o adop-te ideas que rompan con el pasado; es nece-sario que simultáneamente, se operen trans-formaciones sociales, políticas, económicas
y morales.8
Para él entonces, la historia se hace mirando el presente, sin quedarse en el pasado, haciendo crítica, porque también es cambio, pero no des-garramiento, pero para mirar este presente, hay
que mirar con otros ojos el pasado.
5 Loc. Cit. 6 Ibídem, p. 201. 7 Ibídem, p. 340. 8 Ibídem, p. 344.
Su principal intención para hacer una biografía
de Sor Juana Inés de la Cruz es, como él mismo
lo dice “restituir a su mundo, la Nueva España
del siglo XVII la vida y obra de sor Juana.”9
Pero como ya dije, no es quedarse sólo en el pasado, es una doble restitución, un reencuen-tro: “A su vez, la vida y la obra de sor Juana
nos restituye a nosotros, sus lectores del siglo
XX, la sociedad de la Nueva España en el siglo
XVII”10
No sólo eso, también es una toma de conciencia, al vernos reflejados en el espejo de sor Juana, al haber sido ella una cortesana dedicada. A ella
se le perdona que no haya podido cambiar ni luchar por sus ideales –por muy romántico que
pueda sonar–. Pero nosotros no podemos que-darnos así, de ahí la crítica histórica, así, la his-toria es crítica, es cambio.
Ese es el motor de la historia, la crítica,11 pero
no la crítica como la concibieron sus detracto-res, sino la crítica sin ideologías, libre. Y al respecto habla de los intelectuales supuesta-mente críticos.
9 Ibídem, p. 18. 10 Loc. Cit. 11 Ibídem, p. 66.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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La contribución de esta clase [intelectual] a
la crítica es poca. En cambio, si pensamos en
sus actividades del tipo constructivo, en la
educación, en la legislación, etc., sus aporta-ciones son inmensas. Esto ha sido profunda-mente positivo, aunque integrado siempre
al sistema y nunca crítico. Cuando lo han
intentado no ha sido de modo concreto sino
utilizando ideas generales. La crítica ha sido
siempre ideológica, nunca práctica.12
Pero aunque la crítica es el motor, Nueva Espa-ña primero, y luego México, no han sabido ser críticos y constantemente vuelven a la fascina-ción por ideologías ajenas. O bien la ausencia
de crítica. Contra la crítica, la censura, y no hay
peor censura que la del lector.
Por eso que los sujetos biografiados en toda la
obra de Paz, en general; y en ésta, en particular, sean los intelectuales seres criticados (en el sen-tido negativo de la palabra), censurados, silen-ciados, atacados por la ortodoxia ideológica. Son las instituciones la que los sujetan al pre-sente: “La fidelidad al clan es una regla univer-sal de supervivencia, lo mismo en el siglo XVII
que ahora.”13 Ya sea de la inquisición, de la corte
o del partido, los sujetos buscan liberarse, aun-que en el caso de sor Juana se rinde. Desde lue-
12 Charla de Austin, p. 9/10. 13 Paz, Las Trampas de la Fe, Óp. Cit., p. 343.
go que no hace una biografía de cualquiera, es
un análisis de personajes emblemáticos.
En todas las sociedades, singularmente en las
jerárquicas como la de sor Juana [y la de Paz y
la nuestra], la etiqueta es un sistema que une y
separa, alternativamente, a los grupos e indi-viduos que la componen. La etiqueta nunca es
explícita ni literal, es un lenguaje emblemático
y sólo aquel que posee la clave puede descifrar-lo.14
Sólo los que pueden descifrar ese lenguaje, ya
sean cortesanos, teólogos, o burócratas, son los
que merecen ser biografiados. Pero no basta ser
un iluminado, también, en el caso por lo menos
de sor Juana, ser un ente solitario. La soledad, como ya lo hemos visto en las entregas anterio-res, es un tema que le agrada tratar a Paz.
Es interesante la explicación que da para aquel desgarramiento del que hemos hablado, y es que
para él, los más solitarios en la Nueva España
fueron los mestizos. ¡Los que para la historio-grafía mexicana fundaron esta nación! No olvi-da que su padre fue un mestizo, y él, casi de
manera literal, también lo es.
En cuanto a metodología, sus fuentes pueden
fácilmente ser clasificadas en dos: La obra lite-raria a analizar y las fuentes que describan el contexto. En cuanto a las fuentes literarias, objeto de estudio de este autor, se basa casi exclusivamente en las obras completas de sor
Juana, incluyendo, a manera de comparación, otras obras literarias de autores contemporá-neos a ella. En lo que respecta a las obras en las
que se basa para hacer la explicación del con-texto, éstas se basan prácticamente en libros
enciclopédicos sobre el tema.
Así, al encontrarnos con la obra de Octavio
Paz, nos vemos también con una suerte de des-doblamiento, como él mismo los afirmó en una entrevista con Guillermo Sheridan: “Yo, sin darme cuenta, al escribir reflexiones sobre la poesía estaba escribiendo sobre lo que significa ser un poeta a finales del siglo XX.”15
14 Ibídem, p. 251. 15 Octavio Paz, Una Apuesta Vital en Vuelta, no. 250, Septiembre 1997.
[Octavio Paz en París, © Antonio Gálvez]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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El Caracol y el Espejo.
Conclusión.
Los poetas no tienen biografía. Su obra es su bio-grafía. […] El poeta inocente es un mito, pero es un mito que funda la poesía. Octavio Paz, El desconocido de sí mismo.
Hacer un análisis historiográfico a un análisis
literario es sumamente complicado, más aún si entre el autor a analizar, el crítico literario y el historiógrafo hay afinidades. “Las obras sobre-viven gracias a las interpretaciones de sus lec-tores”16, nos escribió alguna vez Paz, y atento a
eso haré mi muy personal análisis de la obra.
Octavio Paz fue el últi-mo gran caudillo cultu-ral, a su muerte no ha
existido otro capaz de
dar tales prebendas a
los jóvenes talentos in-telectuales. Y no sólo e-so; también fue el gran divulgador de la cultu-ra nacional y el gran in-troductor de la cultura
universal en México.
A través de sus libros,
revistas entrevistas y
opiniones mediáticas, los mexicanos hicieron
lugar común muchas de
sus afirmaciones más
perspicaces; aunque en
realidad no las practi-caran o siquiera enten-dieran. Esto sucedió co-múnmente con estos in-
telectuales mediáticos.
16 Ibídem, p. 18.
Biógrafo de grandes personajes, a quienes ana-liza desde la perspectiva estructuralista y del
lenguaje; Octavio Paz funde y difunde a los
grandes heterodoxos (disidentes obedientes, valga el oxímoron) de nuestra historia, empe-zando por sor Juana Inés de la Cruz.
Las reflexiones de Paz en torno a sor Juana son
de carácter literario, pero las reflexiones sobre
su vida son de carácter autobiográfico. Al prin-cipio de este ensayo, al hablar de la biblioteca
del abuelo de Paz, me detuve porque creí nece-sario que entendiéramos la observación sobre
el carácter autobiográfico con un ejemplo. Al hablar de la biblioteca
del abuelo de sor Juana, Paz está reconstruyen-do su propia infancia.17
Ese es el sentido de su obra, hacer una justifi-cación personal en las
justificaciones ajenas.
En este juego de espejos
oblicuos por el tiempo y
el contexto; encontra-mos seres símiles que
vivieron y soñaron por
los mismos motivos, y
al estudiarlos –y tratar
de comprenderlos– nos
miramos reflejados a nosotros mismos.
Así es como –haciendo
un retruécano de una
frase de Paz:
“Buscamos en los otros
y nos encontramos con
nosotros mismos.”18
17 Ibídem, p. 121-125. 18 La frase original sobre la Revolución Mexicana dice: “Nos buscamos a nosotros mismos y encontramos a los otros” y aparece al final del ensayo “Cómo y porqué es-cribí “El Laberinto de la Soledad”, en Paz, Itinerario, Óp. Cit., p. 42.
[Octavio Paz en la sala de su casa en Paseo de la Reforma 369. © Rafael Doniz]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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“Entre los Inmortales, […] cada acto (y cada
pensamiento) es el eco de otros que en el pasado
lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel pre-sagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta
el vértigo.”
Jorge Luis Borges, El inmortal.
[Ídem.]: ¿Identidad o Individualidad? Análisis sobre la heroicidad.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
En la literatura pseudo-histórica actual se ha recurrido constantemente a la reivin-dicación de los villanos de otro tiempo, y al cuestionamiento a los héroes como seres
impuros, casi humanos, a los que se les ha desmitificado. Muchos escribidores (hom-bres intrascendentes en la literatura que pasarían claramente desapercibidos de no
ser por sus polémicas obras en las que recurren a tomar la postura opuesta a la historia
oficial, que en eso radica su “talento”) se jactan de encontrar la verdadera historia, la
que “los historiadores no se atreven a contar y que constantemente han ocultado.”
Pero más que un ardid publicitario, esta idea refleja la ignorancia general que se tiene
respecto a nuestra labor.
or otro lado, los historiadores hemos
desdeñado la biografía aún como ele-mento explicativo de una realidad
histórica. Pareciera que somos inca-paces de entender una época a partir
de la vida de un hombre y viceversa, como si éste y aquélla fueran mutuamente ajenos. En
nuestra búsqueda por explicar a las sociedades
en su tiempo, hemos olvidado que también
como individuos formamos parte de las
mismas. Por eso la cita de Dostoievski es tan
significativa.
Nuestras sociedades han empezado a derribar
las construcciones míticas sobre las que fueron
cimentadas en otro tiempo. En el siglo XIX, mi-entras se elaboraba el discurso nacionalista en
las incipientes sociedades modernas; en los nu-evos países una de las características que podía
unificar a un pueblo era su pasado común; de
ahí que el romanticismo europeo recuperara
los mitos medievales, los cantares de gestas y
las historias que fueran útiles a la identidad na-cional.
De este lado del charco, las arengas nacionalistas y los discursos públicos cumplían esa misma
función unificadora. Pero, como nada se elabo-ra sobre el vacío, los primeros mexicanos –al igual que el resto de los americanos y los refun-dadores del Viejo Continente– se apropiaron
de un modelo conocido y repetido al cual esta-ban todos muy familiarizados: el sermón reli-gioso. En estas homilías modernas nuestros
nuevos santos también son hombres incólumes, puros, sobrehumanos, ejemplares, emblemáti-cos… inmortales.
Por eso no es de extrañar que Fray Servando haya transcurrido del púlpito al curul, del ser-món a la arenga, porque ambos requieren co-nocimientos retóricos. Cuando pronunció su famosísimo sermón no se imaginó que casi un
P
“Yo amo a quien justifica a las generaciones fu-turas y redime a las del pasado; pues ese quiere perecer por la generación del presente.” Federico Nietzsche, Así habló Zaratrustra.
El hombre original no es siempre el individuo que se aparta de los demás, sino que algunas veces ocurre que es el que resume la quintaesencia del patrimonio común, mientras que sus contemporáneos lo repudiaron por algún tiempo. Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov.
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“Es más fácil escribir de Sócrates que de una se-ñorita o de una cocinera.” Antón P. Chéjov, Sin trama y sin final.
“Las revoluciones pretenden sustituir a las reli-giones en su doble función: cambiar a los hom-bres y dotar de un sentido a su presencia en la
tierra...” Octavio Paz, Itinerario.
“El acto profundo está en ti, agazapado y ace-chante en el fondo de tu memoria: […] de lo no ocurrido. Tiendes a cometerlo en cualquier
momento […] El calificarlo queda para quie-nes lo anotan y lo datan, o sea, los periodistas y
los historiadores, que lo han de ajustar […] a
una determinada norma crítica vigente, con lo
que no hacen sino borrar sus huellas y falsifi-carlo, erigiéndolo así en un Mito más o menos
válido y aceptable durante cierto periodo.” José Revueltas, Hegel y yo.
cuarto de siglo después y tras tantos avatares que para 1794 serían impensables, pronuncia-ría un discurso ante el congreso constituyente de 1824, del cual formaría parte, con una ima-gen de la virgen de Guadalupe –origen de sus desgracias– a sus espaldas.1
Un año después de este paradójico suceso, en 1825 la logia de los Guadalupes presentaría un
discurso en la villa de Hidalgo, o Dolores en el que llama la atención el uso de los nombres de los héroes en plural. Los Hidalgos, los Allendes, los Aldamas.2 Esto responde a que-rer unificar a todos los hombres que participa-ron en la revolución de independencia trans-mutándolos en las imágenes de los santos re-cién canonizados, como patronos de la Patria.
Cada discurso responde a la época en la que
fue elaborado. De ahí que la historia se mide al menos en dos niveles: el referente al hecho en
sí mismo y el de la construcción del discurso
histórico. Un libro de historia, además de con-tar acontecimientos ocurridos en cierto perio-
1 Véase, Del púlpito al Curul, en este blog. O bien Teresa de Mier, Ideario Político, prólogo, notas y cronología: Ed-
mundo O‟Gorman, Caracas, Ayacucho, 1980. También véase Christopher Domínguez Michael, Vida de Fray Ser-vando, México, Era/CONACULTA/INAH, 2004. p. 633. 2 En de la Torre y Villar, Ernesto (Comp.) La conciencia Nacional y la Formación de discursos cívicos septembrinos, 1825-1871. México, UNAM, 1988. p. 21-29.
do anterior al relato, también nos habla clara-mente del presente de quien escribe y en oca-siones hasta del propio autor,3 de las ideas de
su tiempo, las personales y sus propuestas metodológicas.
Vuelvo al tema de los héroes como individuos, como hombres, como seres explicables e hijos
de su tiempo. Si en el siglo XIX la función de los
héroes era dar identidad a los nuevos mexi-canos, ahora, a partir de la distancia temporal, y el consecuente cambio de paradigmas, esas
construcciones se han vuelto anacrónicas. La
historia desde abajo –descendiente directa de
la new left–, entre otras, ha creado nuevos hé-roes, a partir del principio de que los hombres
ilustres no hicieron solos sus hechos memora-bles. Y en un acto de congraciarse con las masas
–ese ser abstracto al que muchos intelectuales
temen–, se elaboraron nuevas construcciones
discursivas sobre quién tenía que protagonizar
los hechos históricos. Desafortunadamente, es-tas historias –social, desde abajo, de mentalidades
y de la vida cotidiana– no han podido cumplir
del todo con su objetivo, pues aún no se estruc-tura una metodología clara para estudiarse. Si mal no recuerdo, el pípila, el niño artillero y tan-tos otros héroes idílicos, nuevos mártires de la
patria son representaciones del pueblo, que co-mo es claro suponer, no tienen un fundamento
histórico, sino mitológico, debido a la pobreza
de las fuentes a la hora de investigar seres rea-les. El santoral nacional tendrá que esperar un
poco más para poder ser ampliado por estos
nuevos hombres desconocidos.
Desafortunadamente, los historiadores al nin-gunear la biografía permitimos implícitamente
que los escribidores, pseudo-historiadores y
anecdotarios se aprovechen de ella, la malo-gren con datos simples y con poco o nada de
análisis y cobren onerosamente tan vil estafa.
3 Véase Octavio Paz o Las Trampas del Poder, en este Blog.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
11
“Sólo los cármenes no tienen hado, y rechazan la
muerte; por los cármenes tuyos vivirás siempre, Homero.” Séneca. La memoria vive en las letras.
“Está bien que hagas versos en tus ratos libres
pero no le des vueltas: dedícate a un trabajo de-cente. Mejor aún: procura que nadie sepa que
haces versos, no vayan a pensar que no se puede
contar contigo, [por] que eres bohemio, soñador e
irresponsable.”
Gabriel Zaid, Negándose a recitar.
Para hacer historia hacen falta dos: quienes re-alicen los hechos y quienes los reconstruyan. Por eso es que después de la Revolución mexi-cana, las figuras ejemplares –los nuevos san-tos–, ya no fueron quienes construyeron la na-ción, sino quienes reconstruyeron el mito refun-dacional del pueblo mexicano: El Santo –¡oh
gran metáfora!–, Cantinflas, Tin-Tan, Chespiri-to, Pedro Infante, José Alfredo, Hugo Sánchez
y el Chicharito, por mencionar a algunos, por un
lado; y por el otro, Octavio Paz, Carlos Monsi-váis, José Vasconcelos y Carlos Fuentes, entre
tantos más.
Los primeros representan el mito del pelado, el mexicano pobre que se embriaga con tequila
para olvidar, el que nunca pierde –más cercano
al superhéroe, por lo enigmático–, el que dice y
dice y no dice nada, o lo que es lo mismo, el del choro; el pachuco, el inmigrante; el que “compo-ne sus canciones pa‟ que el pueblo se las can-te”, y los más recientes que son los símbolos
del migrante que supera su condición y es fi-gura mundial, los que han superado el miedo
al fracaso, trauma de nuestra historia; la estrella
del balompié, religión adquirida por el hetero-doxo pueblo mexicano. Los segundos, de algún
modo, han reconstruido el otro México, el del
mito fundacional, el de la fe en la raza cósmica, el de la crítica político-catártica, el de la reivin-dicación de la cultura popular… ambos mitos
fundacionales permanecen en nuestro imagina-rio colectivo. El primero como algo palpable, el segundo como metáfora de una realidad des-conocida.
Para culminar, dejo en el tintero la transforma-ción de la figura del pobre intelectual, sea el fraile con voto de pobreza, el poeta que escribe
“por amor al arte”, el librepensador romántico
que cae en desgracia y muere en la absoluta
miseria, o bien, el intelectual de izquierda que
rechaza a la sociedad de consumo.
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[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
12
[De Tablillas a Tabloides]: Introducción.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
Leer es un lujo de pobres, de enfermos, de presos, de jubilados, de estudian-tes ociosos, como antes los había. Gabriel Zaid, El costo de leer.
Las amenazas de los medios electrónicos en contra de la literatura son esti-mulantes. Una vez anunciado nuestro fin, podemos comenzar a escribir
novelas armadas de una renovada tranquilidad, aunque esta extraña calma
provenga del desasosiego. Guillermo Fadanelli, Realidad y Novela.
Soy un defensor de mirar nuestras novedades con ojos de historiador, como si nada
fuera del todo reciente, tratando de rastrear algunos antecedentes o aquello que –el
denostado por la academia– Octavio Paz llamaba las rimas históricas. A veces los
periodistas, hombres de lo instantáneo, cometen el error de creer que todo lo actual es
moderno y novedoso. Habría que comprobar justamente en el caso de los periódicos
cómo estos individuos están en un error.
e dijo que los medios masivos de comuni-cación –radio y televisión– serían la gran
revolución cultural que llevaría a la huma-nidad a conocer sobre cualquier tema, haciendo
de lado a los medios antiguos de información: revistas, periódicos, libros; que éstos últimos
dejarían de existir por la obsolescencia en el modo en que mostraban sus contenidos, obli-gando al receptor a leer, buscar, investigar, re-quiriendo un mayor interés por parte de éste, oposición a los –hasta entonces– más recientes
medios que harían al destinatario un ser pasivo, que sólo necesitaba escuchar y/o ver para reci-bir la información. Sin embargo, aun en nues-tros días, los medios de comunicación escrita
han sabido sobrevivir e inclusive, adaptarse a
las nuevas tecnologías, creando por ejemplo, diarios digitales. Este ensayo pretende com-prender porqué han sobrevivido los diarios a
pesar de que, como se ha dicho, la cultura es-crita –en particular la referente al libro– está
agonizando. Los medios para difundir información han ido
cambiando a través de la historia y a la par del público al que van dirigidos. En el caso especí-fico del periódico, basta recordar que éste quiso
competir con el que –hasta entonces– era el me-dio más utilizado para compartir contenidos: el
libro. Éste a su vez fue el detonador de una re-volución cultural en occidente. Gracias a la im-prenta de Gutenberg se produjo una prolifera-ción significativa de libros, lo que permitió a su vez, una mayor cantidad de lectores, debido
a que la información podía correr de manera
más rápida y precisa. Antes de este gran des-cubrimiento la única manera de tener una obra
era a través de transcripciones hechas a mano
en soportes más caros, lo que ocasionaba un
atraso considerable a la hora de hacerse de los
textos. Esta revolución repercutió de tal modo
en las ideas que, según Jaques Barzon.
Las esperanzas de reforma de Lutero podrían
haber naufragado, como tantas otras de los an-teriores 200 años, de no haber sido por la inven-ción de la imprenta. El tipo móvil de Gutemberg
fue el instrumento físico que desgarró Occiden-te de lado a lado.1
Aun así, ningún cambio sucede por sí mismo ni
repercute de manera significativa y única, así que fue necesario hacer otros cambios en los
materiales para que esta revolución cobrara
sentido.
1 Jaques Barzon, Del amanecer a la decadencia, México, Taurus, 2005, p. 31
S
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
13
Por esta razón, los gobiernos tuvieron miedo a
que estas ideas subversivas se difundieran en
las páginas de los nuevos libros y comenzaron
a censurar este medio. Con todo y esto, los
vendedores se las ingeniaron para hacer llegar
la información hasta los lectores, y aunque
existieran aduanas de libros, el contrabando
fue común en los puertos.2
Ya en el siglo XIX, y como lo menciona Fritzsche, la Revolución lectora se debió principalmente al auge de los diarios en las ciudades y a la secu-larización de las lecturas.3 Sin embargo esta
nueva revolución no tuvo las mismas conse-cuencias en los territorios ajenos a Europa; y
aunque en todo el mundo los tabloides tenían
fines meramente propagandísticos y hasta ma-sónicos, aquí en México, los periódicos además
2 Para el caso de México hay mucha Hemerografía al res-pecto, por citar algunos artículos: Cristina Gómez Álva-rez, "Comercio y comerciantes de libros en la carrera de indias: Cádiz-Veracruz, 1750-1778", en Historia Mexicana, Vol. LVII, Núm. 3, enero-marzo, 2008, México, COLMEX, p. 652., Pedro Rueda Ramírez, "Las librerías europeas y el Nuevo Mundo: circuitos de distribución atlántica del libro en el mundo moderno", en Idalia García Aguilar y Pedro Rueda Ramírez (comps.) Leer en tiempos de la Colo-
nia: imprenta, bibliotecas y lectores en la Nueva España, Mé-xico, UNAM, 2010, p. 113. Y en cuanto a libros: Pablo González Casanova. La literatura perseguida en la crisis de la Colonia. México: FCE-COLMEX. 1968. Francisco Fernán-dez del Castillo, (comp.), Libros y libreros en el siglo XVI, México, FCE-AGN, 1982. p. 12. 3 Peter Fritzsche, Berlin 1900, México, Siglo XXI, 1998., p. 63.
de los claros tintes político-ideológicos y reli-giosos, tenían fines proselitistas al fomentar al-gún levantamiento o asonada; por eso se decía
en aquella época que “periódico que cuenta un
año de vida, se tiene ya por periódico formal, por que este hecho indica que no servía sólo a
intereses momentáneos.”4 Esto demuestra la
gran influencia que tenían los periódicos debi-do a la existencia de un amplio mercado de
lectores. Sin embargo, ya fuera en Alemania o
en México, como estos medios habían logrado
superar en lectores a los libros, muchos autores
comenzaron a publicar sus textos en entregas a
través de las revistas o en los semanarios.5 Eso
es lo más significativo y el más claro ejemplo
de lo que perdura o bien cambia para seguir
subsistiendo: la literatura sobrevivió porque
supo adaptarse a los nuevos medios, aunque
claro, la novela y el diario respondan a una
misma época: aquella de la segunda revolución
lectora, la de las lecciones menos religiosas.
A pesar de que en México los periódicos esta-ban destinados a las élites que sabían leer, en
Alemania su existencia fomentó el hábito de la
lectura. Esto demuestra que el problema del analfabetismo puede resolverse con mejores
resultados si fuera un requisito para realizar
ciertos trámites el que la gente leyera en lugar
de solamente poner bibliotecas y hacer publici-dad sobre la importancia de la lectura, donde
nunca se muestra al autor, sino a cualquiera
otra figura pública.6 Quiero ser más conciso en
esto y por ello citaré un ejemplo. A finales del siglo XIX, Emilio Rabasa decía que el voto uni-
4 Irma Lombardo García, “Ignacio Cumplido, un empre-sario nacionalista” en Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1989, p. 38. Citado por María Teresa Camari-llo, “Los periodistas en el siglo XIX” en La república de las letras. Asomos a la cultura escrita de México decimonónico, 3 vols. México, UNAM, 2005. Vol. 1, p. 161. 5 Por ejemplo Ireneo Paz –abuelo de Octavio Paz– publicó
en su imprenta el periódico La Patria Ilustrada, en el que a su vez presentó sus memorias tituladas Algunas Campa-ñas. Cfr. Ireneo Paz, Algunas Campañas, prólogo de Anto-nia Pi-Suñer Llorens, México, FCE-Colegio Nacional, 1997. 6 Ese es otro de los conflictos sobre la lectura, no hemos
logrado vincular a los autores con sus lectores y esto
ocasiona que no haya identificación entre unos y otros.
[El libro fue la principal arma de la revolución religiosa de Martín Lutero.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
14
versal sólo provocaba la demagogia, pues la
gente era fácilmente manipulable debido a la
ignorancia que se tenía sobre los candidatos
por los cuales tendrían que votar –si al menos
se sabía que se tenía que votar.7 Ante la oposi-ción de los jacobinos que afirmaban que esta
propuesta limitaba la participación ciudadana, Rabasa contestó que por el contrario, esa opción
fomentaría la lectura y a la vez, una participa-ción –consciente– dado que para ser ciudadano
y contar como tal había que saber leer.8
Sé que los historiadores sólo relatamos lo que
ha sucedido pero me permito una pregunta un
tanto especulativa. ¿Qué hubiera pasado si es-ta propuesta se hubiera consolidado como ley?
¿Cuánta gente realmente saldría a votar, con-vencida de lo que está haciendo? Esta reflexión
se queda para el tintero debido a que, como ya
dije, los historiadores sólo relatamos los hechos
que acontecieron, no los que pudieron ser.9
[La segunda revolución lectora fue la de los diarios. Arriba: Imagen de la película Colosio de Carlos Bolado, donde se muestra el periódico La Jornada con
la noticia de su muerte.
Otro fenómeno que debemos explicar acerca
de los medios es el problema que hay entre el costo y la calidad, la diferencia entre los perió-dicos y los libros es que el costo con que los úl-
7 Emilio Rabasa, La Constitución y la Dictadura, Colección Cien de México. México Conaculta, 2002., p. 205. 8 Loc. Cit. 9 Sobre el voto universal, cabe señalar que aunque esta
propuesta no tiene relevancia en nuestros días, y hasta resultaría discriminatoria, nos permite reflexionar si la
democracia es factible ante la ignorancia de nuestros
conciudadanos; y si esta democracia de la ignorancia no re-sulta perjudicial al tomar nuestras propias decisiones.
timos se presentan es mucho más elevado, mientras que los dueños de los primeros apren-dieron a solventar parte de sus gastos gracias a
la venta de publicidad que fueron incluyendo
en su interior. Por el contrario, los libros se fue-ron haciendo cada vez más caros en relación al reducido número de ejemplares que se impri-mían de una misma obra, o por el contrario la
calidad disminuía debido al poco cuidado que
se tenía a la hora de publicar grandes tirajes. En ambos casos, se perdió la calidad en pro de
la masificación. Aunque hubo casos en los que
los medios no fueron baratos pero incrementa-ron su calidad y la información útil en sus pá-ginas.
En el México del siglo xx, la revolución del diario
Excélsior ocasionó que los buenos periódicos
vieran en la calidad un buen negocio, puesto
que, ante el boicot que sufrió el periódico, Julio
Scherer decidió vender calidad y prestigio aun-que incrementó el costo, y le funcionó. Pero este
cambio no duró mucho tiempo y al cabo de unos
años, el diario sufrió un golpe en su dirección
que llevó al grupo exiliado a crear nuevos medios
como Proceso, Unomásuno y Vuelta, con menor
éxito que el Excélsior.10
Por eso, a pesar de que los medios impresos
subsistan por casi cien años, en contraparte a
los medios masivos que son a su vez más po-pulares y mayormente influyentes, siempre es
mejor estar informado a través del diario, o
bien de los libros, que aun persisten contra to-das las falsas expectativas. Estos medios en
nuestros días presentan una menor persecu-ción y por lo tanto, menos censura, porque son
menos importantes. Sobre esto, y en especial sobre la censura literaria, Gabriel Zaid nos dice:
El problema de la censura meramente ideo-lógica o moral, en los libros y en las revis-tas, es francamente marginal a los intereses
del gobierno, y se manifiesta en forma es-porádica por iniciativas ajenas a la adminis-tración pública.11
10 Sobre el Excélsior y el golpe, Cfr. Héctor Aguilar Camín, La Guerra de Galio, México, Cal y Arena, 2002. 11 Gabriel Zaid, Cómo leer en bicicleta, México, Joaquín Mor-tiz, 1973, p. 139.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
15
En nuestros días, con la proliferación de nue-vos medios de comunicación en los que los ciu-dadanos tienen mayor participación o inclusi-ve el control de algunos de ellos –como es el caso de los blogs y las redes sociales– nos en-contramos ante una tercera revolución lectora. En esta nueva transformación social, los gobier-nos se han mostrado sumamente impactados y
han reaccionado de manera exacerbada, debido
a la importancia de estas formas de comunica-ción,12 llegando a prohibir el uso de estas tecno-logías, o bien, tratando de controlarlas, como
sucedió en Veracruz, donde unos jóvenes fue-ron arrestados por advertir a la población de
un supuesto ataque de un grupo armado. Aun-que al final fueron puestos en libertad, este he-cho quedó como antecedente para una futura
legislación anti-terrorismo cibernético.13 Es curio-so que esta noticia se diera a conocer primero
por las redes sociales y de ahí pasara a los me-dios de comunicación masiva, no sin antes ser
difundida por los periódicos en su versión di-gital. Este hecho suscita una nueva reflexión: ¿En serio los medios de comunicación escrita
están en extinción o es que los medios populares
no han podido adaptarse lo suficientemente
rápido como sí lo han podido hacer los medios
escritos? Los diarios y las revistas ya están dis-ponibles en la web, de modo que en algunos ca-sos, cualquiera puede revisarlos, por lo cual el gasto de papel se ha disminuido considerable-mente.
Actualmente, para enterarte de lo que se dedi-ca el conocido o el vecino, lo primero que haces
es leer el muro de su Facebook. Pareciera que
volvemos a una nueva cultura de la lectura,
12 Recordemos que las revoluciones de Oriente se deben principalmente a la difusión de ideas democráticas a tra-vés de las redes sociales. 13 El Terrorismo cibernético consiste en acceder a cualquier
servidor de alguna institución, para alterar los contenidos
o impedir el acceso de sus legítimos dueños o bien el ro-bo o expropiación de dinero virtual. El término Terrorismo cibernético está claramente acuñado por los gobiernos, puesto que ellos se hacen llamar a si mismos hacktivistas, una conjunción de hacker (persona especializada en el robo de información digital) y activista. Aun falta desa-rrollar una discusión más profunda sobre este tema.
aunque ésta sea desenfrenada y mediocre, en
el sentido estricto de los contenidos y el uso
del lenguaje. Pareciera también que volvemos
a utilizar ideogramas y símbolos para expresar
ideas completas –por ejemplo el símbolo for-mado con los dos puntos y el paréntesis final que representa una sonrisa [:)]. Existe también
el uso deliberado e injustificado de las faltas de
ortografía como un modo de protesta ante las
reglas del lenguaje, pero eso sólo conlleva a
una decadencia en el uso del mismo y a un fu-turo cambio en los modos en que se comunican
los seres humanos.14 Paradójicamente, en la era
de la información, todos estamos incomunicados; porque a pesar de que podemos informarnos
prácticamente de casi todo lo que queramos
saber en el momento mismo en el que quera-mos hacerlo, los contenidos no fomentan a la
reflexión, sino solamente a la información dura
y concisa, e inclusive, falsa. Aunque podamos
encontrar información útil sobre nuestros inte-reses intelectuales, la mayoría de la informa-ción que circula en internet es incompleta e in-comprobable.
Además, la comunicación digital está lejos de
ser real, al verse permeados estos medios por
un discurso aspiracional por parte de los inte-grantes de éstos. Además de que, al ser figuras
públicas, los usuarios de alguna red social son
proclives a verse acosados o agredidos por
otros miembros. Esas son las consecuencias de
la libertad de expresión. Por eso es necesario
14 Sobre la transformación del lenguaje, existe un diverti-dísimo artículo en el que se aborda la facilidad que se es-pera del castellano. Véase Daniel Cazés, “Por un español más simple”. en Revista de la Universidad de México, Méxi-co, Nueva Época, Núm. 84, Febrero 2011, pp. 69-70.
[La tercera Revolución Lectora son las Redes Sociales
como el Facebook.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
16
cuestionar a los políticos a través de las redes
sociales, los critiquemos, sin denostarlos, pero
así entiendan para qué sirven estos medios.
A favor de esta proliferación de la información, podemos decir que gracias a ésta los periódicos
han logrado salir avante de la crisis en la que
los había dejado la televisión y la radio. Aunque
en México los medios digitales están muy lejos
de ser públicos –en el sentido en que sean para
todos– el incremento en los lectores gracias a los periódicos en la web y los blogs, han permi-tido, por ejemplo, estar al tanto de lo que suce-de en nuestro país a través de algún periódico
francés o español, y compararlos con los medios
locales. Este aumento de la información, usada
de manera responsable, coadyuva a que poda-mos conocer más a un costo relativamente re-ducido y con eso, tomar decisiones más res-ponsables. Ahora sólo hace falta democratizar
estos medios.
Hasta aquí he dado un breve esbozo al avance
de los medios de comunicación, desde el libro
del siglo XVI hasta las redes sociales de nuestros
días. He mostrado también las que considero
las tres revoluciones intelectuales de la historia
moderna:
1. La revolución del libro, la imprenta y sus re-percusiones en la Reforma protestante;
2. La revolución lectora, mencionada por Peter
Fitzsche en Berlín 1900 y que se caracterizó pri-mordialmente por la secularización de los escri-tos y la proliferación de los periódicos; y
3. La que bien podría llamar la revolución digital, que se caracteriza por la paradoja del exceso de
información, y la libertad con que ésta es com-partida; así como de los nuevos movimientos
sociales que se han gestado desde una compu-tadora.
[Las Trampas del Poder]: Del Púlpito al Curul. [Introducción]. Servando Teresa de Mier: la relación entre su vida y la transformación de su idea política.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
Si me engaño, habré excitado la desidia de mis paisanos para que probándomelo, aclaren mejor la verdad de esta historia que no cesan de criticar los desafectos. Servando Teresa de Mier, Sermón de 1794.
Nos prometieron constituciones mientras nos hubieron menester. Luego que se
creyeron fuertes nos descubrieron su corazón y manifestaron el secreto de los
reyes que es, alternativamente, el engaño y la fuerza. Servando Teresa de Mier, Nos prometieron constituciones…
Fray Servando fue un individuo que superó las expectativas que se esperaban de su
talento con respecto a su entorno. Trotamundos y aventurero por casualidad, rompió
con su contexto para llegar mucho más lejos de lo que se le podría predecir.
asta decir que lo facinerosa y elocuente
que pudo haber sido su retórica no le
alcanzarían por sí mismas para ocupar
una curul en el primer congreso. A Servando le
fue necesaria una persecución hacia su persona
para llegar a ser un prócer de la causa indepen-dentista y un mártir de dicho movimiento; para
conocer el mundo le fue indispensable el exilio, y para encontrar en los españoles el origen de
los males que sufrían los criollos, tuvo que vivir
en carne propia las injurias de los peninsulares. En resumen; para que Servando fuera el Abueli-to de la Patria, la censura y represión que sufrió
tras el sermón de 1794 jugaron un papel de su-ma importancia. Sin eso no podríamos enten-derlo.
Es un lugar común, como lo afirma O`Gorman, hablar del Sermón Guadalupano de Fray Servando,
B
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
17
pero debemos mencionar que de todos los que
han comentado o criticado dicho discurso po-cos han profundizado en él o inclusive se han
omitido los orígenes de aquel mito. Ha sido re-petido hasta el cansancio el hecho, que han per-dido valor sus causas. Por ejemplo, el propio
O‟Gorman lo omite de su Ideario Político, a pesar
de otorgarle el valor como obra proto-indepen-dentista. En cambio incluye en dicha recopila-ción la “Carta de despedida a los mexicanos.”
En los textos que le siguen a éste me permitiré
hacer una biografía de Fray Servando desde los
antecedentes del sermón, hasta el momento en
que sube al púlpito, para continuar con una in-terpretación personal de dicha homilía, a ma-nera de reseña. Posteriormente me introduciré
en la vida política del fraile dominico interca-lándola con las ideas de las que se hizo a lo largo
de sus viajes y que de algún modo explican su i-deario político, para concluir con su entrada tri-unfal al Congreso Constitucional de 1824. Por el momento, y como primera entrega les presento
La vida antes del exilio.
Fray José Servando Teresa de Mier y Noriega
(Al parecer su nombre completo, al final de su
vida, sería José Servando Domingo –en honor
a su orden religiosa– de Santa Teresa de Mier, Guerra y Noriega.) nació el 18 de octubre de
1763, en el Nuevo Reino de León, un lugar en
ese entonces un tanto inhóspito y desolado. Hijo de familia pudiente y de aparente abolen-go, –que nunca salió a relucir durante su pro-ceso religioso y que poco le sirvió en el destie-rro– y supuesto descendiente de Cuauhtémoc.
Con tremendo linaje era de esperarse que tuvie-ra una muy buena educación, más aún vivien-do cerca de un colegio jesuita. Sin embargo, no
tuvo dicha fortuna pues aquella orden de edu-cadores había sido expulsada de la Nueva Es-paña desde 1767. Tuvo que conformarse con
clases particulares para luego viajar a la ciudad
de México, capital de la Nueva España, con el fin de ingresar en el convento de Santo Domin-go en 1780 donde fue ordenado como predica-dor y hacia 1790 ya era Doctor en Filosofía por
la Real y Pontificia Universidad de México.
Para 1789 era renombrado entre la élite religiosa, prueba de ello está en una carta encontrada en
el Colegio de Vizcaínas, hasta el momento poco
tratada, que integraré en el apéndice. En 1793
predicó su primer sermón sobre la virgen de
Guadalupe,1 el siguiente sería un año de ruptu-ra en la vida del joven Servando. Con un futuro
prometedor tras el discurso del 8 de noviembre, en el que siguió todos los recursos retóricos per-mitidos y aceptados en la época con el fin de en-altecer la figura de Hernán Cortés, –pues los
sermones cumplían una función similar a la
que ahora cumplen los discursos políticos de al-gunos líderes sindicales, por ejemplo– prepara-ba en esta ocasión un tema muy conocido en los
círculos de intelectuales, pero poco o nada men-cionado entre los círculos de poder: la creencia
de que Santo Tomás había venido a evangelizar
a América en tiempos bíblicos.
Según sus fuentes –una serie de manuscritos y
burdas traducciones del náhuatl hechas por un
tal Licenciado Borunda– “la imagen de Nuestra
Señora [de Guadalupe] no está pintada en la
tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo
Tomás, apóstol de este reino.”2 Que para él era
ni más ni menos que Quetzalcóatl, cuyo cogno-
1 “Sermón de 1793”, En Fray Servando Teresa de Mier, selec. y pról.. Perea Héctor, México, Cal y Arena, Colección Los imprescindibles, 1997. 2 Teresa de Mier “Sermón de 1794”, en Fray Servando Te-resa de Mier, Óp. Cit., p. 27. Me baso en esta versión por ser la más reciente.
[Fray Servando Teresa de Mier, por Fisgón]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
18
men [cóatl] significa serpiente, pero según su
traducción también puede entenderse como
gemelo, –de ahí el término cuate– que era justa-
mente el apodo que recibía el apóstol.
Según el predicador
Mil setecientos cincuenta años antes del presen-te [1794, o sea 44 d. de C.], la imagen de Nuestra
Señora de Guadalupe ya era muy célebre y
adorada [véase el anatema] por los indios ya
cristianos, en la cima plana de esta sierra de
Tenayuca donde la erigió templo y colocó San-to Tomás.3
Cuando los indios renegaron de su fe y dejaron
de adorarla trataron de destruirla pero no pudie-ron ya que Santo Tomás la ocultó y así perma-neció hasta que la descubriera Juan Diego a pe-tición de la propia Virgen.
Incluso ella misma fue quien se retrató en la ca-pa del santo, lo que hace de esta imagen un au-téntico retrato de María en una época en la que
se empezaba a criticar la legitimidad de algu-nas de estas representaciones, pues servían a la
idolatría, cuando sólo se podía adorar a Dios.
Además de estas supuestas fuentes (los manus-critos y las traducciones), el dominico contaba
con una prueba palpable y fehaciente de la evan-gelización primigenia: las piedras recién des-cubiertas por Antonio de León y Gama en el centro de la ciudad de México y que represen-taban a la Coatlicue y al llamado comúnmente
Calendario Azteca; que al parecer de Servando
3 Loc. Cit., Las cursivas son mías.
eran algún tipo de retratos de la virgen y de Je-sucristo, respectivamente.4
Basándose en pésimas traducciones del ná-huatl –que él dice conocer pues en su infancia
le fue enseñado, y al momento del proceso en
su contra se retracta diciendo que lo ignora
completamente– fray Servando relaciona de
manera muy barroca, al puro estilo de Sigüen-za y Góngora y de los jesuitas de mediados de
su siglo, los rituales precoloniales con la época
de la iglesia primitiva.
Por ejemplo, Coatlicue es la madre de Huitzi-lopochtli, nombre de la primera que significa, según Servando “el vestido de la mujer [que] es la capa del gemelo,” con lo que ajusta ambos
mitos a la traducción. Esta necesidad de ajustar
la historia es muy común en Fray Servando. Si entendemos que para él Huitzilopochtli significa
“el señor de la espina en el costado”, podremos
convencernos, –o al menos celebrarle ese ba-rroco ardid intelectual– de que Coatlicue es
María, y los sentzohuisnahuac –los cuatrocien-tos hermanos– eran en realidad sacerdotes or-denados por Tomás. Y con todos los nombres
en náhuatl con los que se referían a la imagen
de la virgen del Tepeyac trata de explicar, para
que nos quede bien claro, la relación de Tonan-zin –o Teonanzin, madre de los dioses– con la
virgen: Guadalupe, o tequalaloupe, –“la que
tuvo origen debajo de la cumbre”–, o bien huei-tlama[h]uisoltica, que significa “la espina del médico grande”, o sea la capa del hilo de ma-guey de Santo Tomás, son puestas con calza-dor sobre la retórica del discurso religioso.
Otro argumento que utiliza es afirmar la supu-esta intención de destruir la tilma, lo cual trata
de mostrar con los propios relatos mexicas so-bre el desollamiento de la hija del señor de
Culhuacán. El sacrificio humano llegó después
de la evangelización de Tomás, con la apostasía
y la partida de éste mismo, engañado por un
demonio, que es Tezcatlipoca. La historia del
4 Para el descubrimiento de las dos piedras, véase Anto-nio de León y Gama Descripción histórica y cronológica de las dos piedras, introducción de Eduardo Matos Moctezu-ma, México, INAH 2000 (Facsímil de la 2da. Edición, 1832)
[Piedra de Sol]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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sacrificio a Xipe Tótec, quiere referir en reali-dad –para la realidad de fray Servando– que
trataban de borrar la imagen de Guadalupe, y
de nuevo mostrándose como un magnífico nahua-tlato nos corrige los grandes errores que hemos
cometido respecto a ese mito. Así que Tetehui-nan de Culhuacán, –la doncella desollada a Xi-pe Tótec– es la virgen del padre de Culhuacán, es la doncella de santo Tomás.
Para concluir con tan eminente y erudito ser-món, nos dice que uno de los símbolos de
Quetzalcóatl –las cruces en los árboles– son
otro ejemplo de que Tomás trató de evangelizar
estas tierras, pero al ver sus intentos frustrados, ocultó todas las imágenes que pudieran blasfe-mar los indios.
Por último menciona que todas las reliquias
encontradas en los primeros años de la conquis-ta –la virgen de Los Remedios, el Señor de Chal-ma– también son de la época de la gentilidad. Concluye pidiendo a la virgen su intercesión
contra la reciente ola de Terror en Francia, co-lindante con la Madre Patria.
Actualmente toda esta argumentación sería
motivo de mofa, punto central de una novela
gráfica sobre las aventuras del fraile o hasta
víctima de la peor de las censuras: la de los lec-tores, pues no pasaría de ser una interpretación
más –una más de las tantas que hay– sobre el origen de la tilma de Juan Diego. Pero en el contexto de la Revolución Francesa y la Inde-pendencia de las Trece Colonias de Inglaterra
en América, aquel presuntuoso discurso no ve-nía mucho al caso que digamos.
El entonces arzobispo de México, Alonso Nú-ñez de Haro y Peralta no sólo censuró el ser-món, sino que siguió un proceso contra aquel pedante orador al que él mismo había ordena-do. Parece que Servando entendería el valor
que tuvo ese discurso criollo hacia la autono-mía hasta que viera, desde lejos y con el tiempo, cómo se transformaba su patria.
El Cisma Novohispano Aquel sermón de 1794 no hacía más que descali-ficar el argumento central con el que se legiti-mó la conquista: la evangelización de los indi-
os; afirmando que éstos ya eran cristianos an-tes de la llegada de los españoles, y aunque se
podría pugnar diciendo que habían perdido su
fe en el Dios cristiano, esa serie de fútiles expli-caciones no eran de importancia ante un pro-ceso como el que le esperaba a fray Servando.
De ahí que creí necesario resumir la homilía
polémica, en la que ningún investigador se ha
detenido a analizar qué tanto hay de ideas-fuerza en este magnífico sermón, ni en cuál era
su valor, que no radica en lo novedoso, sino en
el discurso que elabora para justificar una idea
de nimia identidad, que tuvo las consecuencias
que sólo Núñez de Haro lograba vislumbrar
como un inicio de disgregación criolla. Como
mejor lo dice Domínguez Michael, “El arzobis-po percibió [en el sermón de fray Servando] la
amenaza de la independencia y advirtió que la
configuración histórica era desfavorable para
España. El 15 de septiembre de 1810 el cura Hi-dalgo le dio la razón en el pueblo de Dolores.”5
Aquel año de 1794 terminó para fray Servando
con una incertidumbre inconsolable al no saber
por qué se le encerraba si lo único que él quiso
fue nutrir el culto guadalupano con nuevos fun-damentos. Lo que Servando no sabía, –y no
quería saber– era que el dogma guadalupano
era inmutable, y que aquel arzobispo, abierta-mente antiaparicionista, haría a un lado sus
convicciones por conservar la estabilidad y fi-delidad a la Corona. Por eso la persecución tu-vo fines políticos antes que religiosos.
Justo el día de los Santos Inocentes (28 de dici-embre), fray Servando sería tomado preso por
primera vez, iniciando así su etapa de abierta
disidencia. Aunque se trataba de resignar y
disculpar ante la Colegiata de Guadalupe y el arzobispo Núñez de Haro por lo antes mencio-nado, su estilo engreído intensificaría el des-contento de aquellas instituciones eclesiásticas.
En un proceso rápido y dudosamente expedito, fray Servando es condenado a diez años de pri-sión en Las Caldas, ubicada en Castilla y priva-do de manera perpetua de enseñar, evangeli-zar o confesar. Se le enclaustra para que éste
5 Domínguez Michael, Óp. Cit. P. 106.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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muestre un poco de humildad. Para mediados
de ese mismo año, Mier arribaría a Cádiz con la
esperanza de impugnar su causa ante el Conse-jo de Indias.
Mier se haría conocido por los constantes esca-pes de su celda y los consecuentes años que se-rían de pugnas contra el famoso sermón. Aun-que la Real Academia de Historia absuelve a
fray Servando en 1800, el Consejo de Indias aca-ta, pero no cumple el dictamen, obligando a
Servando a cumplir su sentencia. En este mo-mento Mier ya estaba decepcionado por la in-competente burocracia española. Así que, co-mo ya era su costumbre, huye a Francia, donde
inicia su nueva era política, la de trotamundos
cosmopolita, es su etapa de vagar y divagar
por el mundo y las ideas.
Apéndice. Carta de Fray Servando.
La carta de fray Servando se encuentra en el Ar-chivo de Vizcaínas, con la clasificación: 005-V-
11-Q-046. En el fondo de la Archicofradía del santísimo sacramento y la Caridad, y es de fe-cha del 25 de junio de 1783. Aunque en realidad
pertenece a 1789. A los márgenes superior e in-ferior, hay dos anotaciones posteriores a la ela-boración del documento original que dicen al margen superior: 74, y al Inferior: N.G. 15155.
Transcripción moderna.
[Crismón] Señor Don Joaquín Dongo.
Muy Señor mío: días pasados, según supe, se
dignó usted venir a honrar esta su celda, o a lo
menos trajo el designio de hacerlo, a fin de sig-nificarme la preferencia, que intentaba hacer
de mi persona entre mis co-hermanos [sic] para
la futura cuaresma, que llaman del Santísimo. Dos favores, por que debo a usted mil gracias: aunque el primero no tuve la dicha de gozarlo; el segundo me satisface tanto, que ya no soy
bastante a recibirlo por entero. Dicha cuaresma, señor: se ha confiado siempre a oradores céle-bres, entre cuyo número sin manifiesto delirio
no pudiera yo contarme. No es humildad: sien-ta muy mal aquella carga sobre mis hombros
aun todavía débiles con tan cortos años. Co-nozco, que a poder sobrellevarla, yo duplicaría
mi crédito; pero hablemos claro, antes era ne-cesario asegurarme no perdería el poco [crédi-to] que tengo. Lo que, aun haciéndome favor, es imposible, atendidas las circunstancias. El sermón de dedicación de Catedral es al otro
día de Santa Rosa, cuyo panegírico me está ocu-pando el tiempo intermedio. Tengo también, que oponerme dentro de breve a una Cátedra, que obtenida, no puede mirarse como el Obis-pado de Farsalia. Fuera de que la que actual-mente poseo, está pensionada con varios ser-mones, a más de los que yo había aceptado con
antelación a la presente oferta. Ella en realidad
es tan generosa, que yo nada alegaría para pa-recer ingrato, si tuviera alguna facilidad en
componer; pero ésta es fruto de un largo ejerci-cio: no lo he tenido.
Bien veo se me puede reconvenir con mi pala-bra antes dada al Reverendo Padre Fernández. Pero Señor, las determinaciones de los hombres
no pueden ser invariables. El haber consentido
cuando Su Paternidad me habló, prueba miré
obligaciones [sic], que le debo; el retra[c]tarme
ahora es efecto de mi reflexión sobre una mul-titud de ocupaciones indispensables. Yo debía
esto mismo al dicho Reverendo Padre si no te-miera me había de hacer pasar por todo, aun
haciéndome creer [que] soy capaz de ello. Los
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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hombres facundos, a favor de su facilidad, se
explican con tanta viveza, que comunican su
entusiasmo al que los escucha. Uno promete
entonces fuera de su esfera. A mi [me] aconteció
[esto] al pie de la letra. Y ya que a sangre fría he
medido mis fuerzas con la empresa, que se me
quiere encargar, me hallo en la precisión de des-engañar[lo] a usted sobre el asunto antes de la
elección de[l] predicador. Aquí hay alguno ca-paz de llenar la de Usted y de su ilustre Archi-cofradía.
Yo deseo servirla pero son muy honradas sus funciones para no quedar uno deshonrado. Hágame Usted la merced de creer [que] soy
tan ambicioso de honor, que al no estorbármelo
el mismo, hubiera tal vez solicitado esta ocasión
la más bella de aumentarlo. Depongo contra
mí no puede ser, sino efecto de la verdad. Con
ésta protesto a Usted [que] soy su más servidor
y Capellán. Q.B.S.M.
Fr. Servando de Mier [Rúbrica] En este Convento Imperial de Nuestro Padre Santo Domingo.
A 25 de Junio de [17]89.
[Rúbrica de Fray Servando Teresa de Mier, 1789.]
[Pensar con el balón]: Manual de Futbolisticología.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
En una reflexión que publicó Mauricio Mejía en Letras Libres, en Mayo de 2002, nos
narra la típica discusión de sobremesa sobre qué futbolista fue mejor: Pelé o Marado-
na. Desde luego que no voy a entrar en la discusión de un tema tan controversial, no
vaya a ser que nunca acabemos. Pero sobre todo por que no se pueden comparar juga-
dores de épocas distintas, estilos de juego diversos y sobre todo, contextos diferentes.
in embargo, algo que si voy a hacer es
tratar de catalogar a los futbolistas según
principios básicos de juego; ya a cada
quien corresponderá calificarlos según sus cua-lidades, eso le corresponde de manera subjeti-va. En primer lugar, y siguiendo con el modo de
clasificar de algunos pensadores, distingo dos
tipos de futbolistas: viscerales e intelectuales; ro-mánticos e ilustrados; o si lo prefieren, platónicos
y aristotélicos; respectivamente.
Los primeros son desde luego los más conoci-dos, son aquellos que definen las jugadas y que
se distinguen por su gambeteo y su joga bonito. Entre estos están los antes mencionados Pelé y
Maradona, junto a Messi, Ronaldinho y el caso
particular de Zidane.
Por el otro lado tenemos a los jugadores sobrios
o frugales del futbol. Por lo regular son defensas
o medios centrales que reparten juego y que, aunque sin ellos y sus estrategias no habrían
los chispazos de los otros, son denostados por
jugar burdo y poco elegante (por paradójico
que parezca). Entre estos jugadores destacan el Káiser Franz Beckenbauer y Johan Cruyff, junto
a Maldini y Roberto Carlos.
Cabe señalar que los últimos de cada clasifica-ción se encuentran en un punto medio, pues
las jugadas memorables de Zidane no necesa-riamente fueron viscerales, ni los golazos de
S
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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Roberto Carlos se debieron principalmente a
su técnica.
Ahora bien, dentro de los platónicos hay una
subdivisión que distingue a Maradona de Pelé
y que nadie considera antes de iniciar la triful-ca antes mencionada.
Por un lado, tenemos a los cínicos, amos del ba-lón, engolosinados, fanfarrones; gambeteros y
fantoches; y por el otro tenemos a los estoicos, más serenos, concisos, que definen una jugada
con una mezcla entre técnica y talento. Desde
luego los cínicos no son tan enemigos del dinero
como los filósofos de mismo nombre, ni los es-toicos son tan frugales y sufridos como Séneca
o Cicerón.
Maradona es un cínico por excelencia, en el do-ble sentido de la palabra, mientras que a Pelé
se le puede considerar un estoico. Si a Maradona
se le recuerda por los chispazos y sus tramposas
maneras de ganar partidos –y hasta campeo-natos–; Pelé es rememorado por su técnica, pero sobre todo por su humildad. Independien-temente de lo que puedas creer sobre esta dis-puta fútil, lector, hay que reconocer que por es-ta simple diferencia no se puede comparar a
ambos genios.
En cuanto a México –el tema central del núme-ro– podemos hablar de varios jugadores em-blemáticos –al menos en los últimos tiempos, pues no me considero un experto en historia
del futbol– que bien entrarían en estas clasifi-caciones.
Como ejemplo de un jugador extrovertido que
sacudía a las masas con un juego espectacular
podemos ver al platónico Hugo Sánchez, quien
además de ser un megalómano y excéntrico
personaje de nuestro balompié, también se ca-racterizó por su juego siempre técnico pero
ampliamente visceral. Además de eso, pode-mos interpretar la construcción que creo junto
a Javier vasco Aguirre como el símbolo opuesto
al Jamaicón, ese que sí ha triunfado en el extran-jero, ante una situación de xenofobia y adversi-dad. Simplemente recordemos la anécdota en
que los aficionados del Real Madrid lo llama-ban “el indio” con el claro ejemplo de venir de
donde algún día fue una colonia española en
ultramar. Tras muchos goles anotados en el es-tadio Santiago Bernabeu, el apodo se convirtió
en un símbolo de respeto que los mexicanos
chovinistas aplaudieron con gusto.
Después de éste hubo otros que no lograron
brillar de igual forma pero que por su viscerali-dad no debemos hacer a un lado. Uno de ellos
es Luis Hernández, mal llamado matador quien
resolvió en el mundial de Francia 1998 la clasifi-cación a la ronda de octavos de final con un gol de ensueño que nos dio esperanzas a los ilusos
de que México podría ser campeón mundial; o
al menos eso fue lo que nos decían –y nos siguen
diciendo– los medios de comunicación que se
creen conocedores del tema. El resplandor de
Luis Hernández fue relativamente efímero y
no ha vuelto a relucir hasta nuestros días.
En el ambiente aristotélico tenemos al jugador
Benjamín Galindo que con chispazos fenomenales
de su técnica futbolística resolvía un partido; ya fuera un tiro libre o bien un centro al corazón
del área que con un delantero tan eficaz como
el Gusano Nápoles hacían vibrar el estadio Ja-
lisco o cualquier recinto donde se presentaran.
Caso similar es el de Pony Ruiz; quien en sus
años mozos hacía jugadas de ensueño en com-plicidad con Jared Borghetti. El único defecto
del Pony es que no supo retirarse a tiempo, co-mo sí lo hizo otro aristotélico que al principio de
su carrera era un platónico empedernido: Fran-
cisco Palencia.
[Doble Click sobre la imagen para “El mundial de Filosofía; Alemania vs. Grecia.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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Pero como es obvio que estoy haciendo menos al fenómeno de la mercadotecnia actual; Javier
Chicharito Hernández, te invito a que nos leas
en la próxima entrega donde hablaré, de la ma-nera más objetiva posible, lo que considero es
un genio estoico del futbol mexicano, que ha
mantenido el piso a pesar de los comentarios
hiperbólicos de la televisora más popular de
este país y del banco que lo patrocina.
[Sobremesa]: Derechos de autor y propiedad intelectual.
De las transliteraciones borgeanas a los plagios descarados.
[José G.S. García-Tezcaltzin.] Por lo general, es evidente que los sabios de todos los tiempos han dicho lo mis-mo, y que los tontos –es decir, la inmensa mayoría– siempre hicieron lo propio. Arthur Schopenhauer. Aforismos sobre el arte de saber vivir.
Soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que sé decir sin ellos. Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote.
En la Roma de Augusto quedó establecido el mercado del libro. A cada uno de sus integrantes –proveedores de tablillas de cera, papiros, pergaminos; copistas, editores, libreros– le fue asignado un pago o un medio de obtener ganancias. El único excluido fue el autor sin el cual nada de los demás existiría. José Emilio Pacheco, Discurso al recibir el Premio Cervantes, 2009.
Hace unos meses dos sucesos despertaron mi interés sobre si son lo mismo los derechos
de autor que la propiedad intelectual. Por un lado, la penalización de la libertad de
información digital en los medios electrónicos, entendida como Ley S.O.P.A., y por el
otro, la renuncia de Sealtiel Alatriste a su cargo como coordinador de Difusión Cultu-
ral de la UNAM, tras descubrirse actos de plagio en algunos de sus textos publicados
en la Revista de la Universidad de México.
ebemos decir que el plagio ya tenía ti-empo de haber sido denunciado, y sin
embargo las autoridades universita-rias no habían hecho nada al respecto.
Creo que además de plagio, aquello es fraude
al Estado, por que el señor cobraba por ese tra-bajo, y si no, tenía un cargo público el cual le exi-gía un mínimo de ética para poder ejercerlo.
En todos los medios Intelectuales se habló al res-pecto, al grado de desgastar el tema, pero basta
hablar someramente debido a que muchos no
han encontrado relación alguna entre estos he-chos que parecerían aislados.
En la revista Nexos en línea, Evodio Escalante
habla de la relación de Alfonso Reyes, el Plagio
y la disciplina académica. Según Escalante,
acusar a alguien de plagio es doble moral, pues
nadie crea ideas propias y nuevas. Para él:
lo que reprobamos y lo que nos indigna no es
el fraude como tal, aunque así lo parezca, sino
que el escritor de marras sea tan mal escritor. […] denostamos al inepto, al mequetrefe de las
letras, y nos hacemos de la vista gorda cuando
el plagiario es un poeta o prosista de primer ni-vel.1
No conforme con todo el alboroto, Gabriel Zaid
(quien empezó el juicio literario a Alatriste, en
una mínima entrada en su blog en Letras Libres)
respondió en otro artículo:
El caso de Alatriste va más allá de su mediocri-dad literaria. En el mundo del chisme es un per-
1 Evodio Escalante, “Alfonso Reyes y las comillas”, Nexos en línea, 01/04/12.
D
[No Copyright]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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sonaje de la picaresca intelectual. En el mundo
del poder cultural dispone de un pre-supuesto
multimillonario para hacer pesar su presencia. Recibe el Premio Villaurrutia cuando está a car-go de la poderosa Coordinación de Difusión
Cultural de la Universidad Nacional Autónoma
de México. Es como si el premio Villaurrutia
1980 que recibió Alí Chumacero hubiera sido
para Margarita López Portillo cuando su her-mano era presidente. Como si hubiera pase au-tomático de las cumbres del poder a las cum-bres literarias.2
En el mismo texto de Escalante, además de a-cusar al propio Xavier Villaurritia de plagiar a
Novalis; menciona que Octavio Paz (tutor y
fun-dador del Grupo Vuelta, quien inició las
hostilidades hacia Alatriste) habría cometido
fraude al escribir la obra más memorable en su
haber: El Laberinto de la Soledad, tomando presta-das sin autorización algunas ideas de Samuel Ramos, y sin siquiera citarlo.
Entonces me di a la tarea de revisar
ambos textos, en busca del plagio; y cuál fue mi sorpresa al encontrar-me con un sinnúmero de textos
que trataban de crear una identi-dad. No sólo el libro de Ramos, que aborda lo
mexicano desde la psicología Social, quiso expli-car el fenómeno; sino autores como Edmundo
O‟Gorman (México, El trauma de su historia), Manuel Gamio (Forjando Patria), Carlos Bonfil Batalla (México Profundo) y otros tantos crearon
todo un género que bien podríamos llamar en
busca del México perdido. Este género inventó el actual lugar común del México con complejo de
inferioridad; del Jamaicón y todas las perogrulla-das que aun en nuestros días se mencionan con
una convicción irrevocable. Paz sólo fue uno
más en esta epidémica búsqueda.
También se menciona en Nexos que el autor de-fensor del plagio es el mismísimo Alfonso Reyes,
maestro de Paz:
1. Que no se debe citar para ennoblecerse con
la cita, sino para ennoblecerla a ella; y 2. Que
de preferencia las citas no deben ser textuales
2 Gabriel Zaid, “Justicia Literaria” Letras Libres, Mar. 2012.
sino de memoria. “Pasar el nombre si se olvida
y saltar la fecha si se ignora sólo son pecados
en obras científicas”. Esta observación tiene un
valor estratégico porque distingue entre el en-sayo y el texto científico riguroso.3
Otro de sus discípulos, Jorge Luis Borges, creía
–al igual que Reyes–, que no era posible crear
algo sobre la nada, y afirmaba que “no es el se-gundo inventor sino el primero quien comete
el plagio,” y nos cuenta de Pierre Menard, uno
de sus personajes imaginarios que trató de res-cribir el Quijote, transcribiéndolo de manera
textual, pero de memoria. Y también Borges
diría que era más noble la lectura que la escri-tura y que se le recordara por los libros que hubo leído antes que por los que escribió. Es
patético ver en nuestros días que haya gente
que escriba más libros de los que ha leído. Eso
también es un plagio; en el estricto sentido de
la palabra; pero al lector.
¿Plagio? Durante un curso de Filosofía de la Historia hi-cimos un ensayo argumentando acerca de la
posmodernidad, ya fuera de manera positiva o
contraria a sus principios, pero siempre con ar-gumentos.
El caso es que entregué un trabajo sobre el aná-lisis de la posmodernidad en donde hacía refe-rencia a Rockdrigo González y sus canciones.4
Quien me evaluó me preguntó si sinceramente
no había cometido un plagio pues –modestia
aparte– la escritura superaba el parámetro de
lo que ella esperaba de nosotros. Desde luego
yo no había cometido fraude alguno.
Unos años después, indagando la formación a-cadémica de Jorge Mendoza García, quien ha-bía contribuido en un libro que me tocaba ex- poner en alguna clase, descubrí un artículo que
publicó en la revista Tiempo de la UAM donde
hablaba –con un conocimiento más profundo, desde luego– acerca de la identidad en los tiem-pos posmodernos y utilizaba la misma premi-
3 Escalante, Óp. Cit. 4 Cfr. No Tengo Tiempo, en: Vaguedades[…], Año 1. No. 2, Marzo de 2012, p. 19 [versión PDF]. Apartado [Crítica] de este blog.
[No marcas]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
25
sa que yo sobre el cantautor Rupestre. Curiosa
coincidencia, pues no copié intencionalmente
ningún fragmento, dado que ni siquiera cono-cía ese texto. En el artículo mencionado, Men-doza García escribe:
“No tengo tiempo de cambiar mi vida” decía el
rupestre Rockdrigo González, y lo hacía en re-ferencia a las personas que se cuestionaban su
propia existencia y un buen día despertaban
interrogándose sobre quienes eran.
En cambio, en mi texto utilicé la misma frase
como título del artículo y en la séptima nota al pie apunté:
Creo necesario hablar del profeta del nopal, co-mo un testigo consciente de la posmodernidad
en México. Y para enfatizar más en este punto, es necesario trabajar sobre su discurso.
Por supuesto que aunque hablamos del mismo
tema, no recurrimos al mismo lenguaje, ni a las
mismas referencias, ni siquiera a las mismas
fuentes para hablar del mismo tema. Esto fue
una feliz coincidencia que no fue más que una
transliteración menos borgeana pero no por ello
menos curiosa.
[Rockdrigo González.]
Conclusión
En realidad, la idea de que nadie es dueño del conocimiento no es del todo nueva. Como lo
prueban los epígrafes, muchos no se conciben
capaces de crear algo nuevo; o al contrario, les
da pereza encontrar a alguien que ya haya dicho
lo mismo que él. Pero de ahí a transcribir cual monje medieval un texto, y además de todo, firmarlo a nombre propio, hay una enorme di-ferencia que genera la actitud imperdonable.
Y si además de eso, se premia esa actitud frau-dulenta, la razón recae en la censura literaria. En verdad es triste que un alumno de Monsivá-is y de Saramago se dé el lujo de ofender la inte-ligencias de los pocos lectores de la Revista de la
Universidad, y por si fuera poco, plagiando de
la página Taringa, cual estudiante de preparato-ria con su trabajo escolar. En fin, que cobrar del erario público por un trabajo intelectual que no
se hizo es un delito.
¿Pero qué hay de la
información que co-rre sin control por la
red? Pues resulta que
este caso es distinto,
puesto que compar-tir información fue el
objetivo principal de
este medio. Desafor-tunadamente, grandes emporios empresariales
han querido verse beneficiados del internet, tra-tando de proteger sus intereses, a costa de los
autores de los contenidos digitales que ellos
ofertan, dándoles una ínfima comisión por su
trabajo.
Por lo que tengo entendido, los Derechos de au-tor son el reconocimiento que le otorgan al crea-dor de una obra, sea cual fuere, y que se refleja
ya sea en las regalías o bien, en el reconoci-miento de su trabajo, llámese nota al pie o sim-plemente cita. Propiedad intelectual es el dere-cho que tiene una persona a cobrar por su traba-jo, ya sea a través de regalías o vendiendo esos
derechos de autor a terceros, sean editoriales, dis-queras o compañías que registran la patente a
su nombre.
Por lo tanto, el trabajo intelectual de un escritor, compositor o programador debe reconocerse, ya sea literaria o en su defecto, económicamen-te. Pero el apropiarse de información anónima, como bien puede ser la que se encuentra en la
web, la cual nadie reclamará, es además de ne-fasto y repugnante, una actitud de pedantería
y arrogancia por la ignorancia. ¿O tú qué opi-nas, lector?
[Sí al libre intercambio digital]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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[Crítica]: ¿Dónde está Macondo?
Ensayo crítico de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
En la historia intelectual de América Latina nunca los latinoamericanos se habían
visto a sí mismos. La literatura del siglo XIX siempre se escribió bajo parámetros
europeizantes, como lo pudimos desde las cartas de relación de los conquistadores,
hasta los libros de viajeros o las primeras novelas, basadas en el modelo romántico, o
las letras criollas que buscaban un pasado clásico en los pueblos prehispánicos.
Incluso Jorge Luis Borges –pionero en la visión
de Latinoamérica por sí misma– veía a Argen-tina como un inglés que extraña la Patria Chica. Sólo estos jóvenes de mediados de siglo que –co-mo afirma Monsiváis– vieron en la Revolución
Cubana una esperanza de relucir al mundo, hi-cieron una simbiosis de la escritura en lengua
española –dañada severamente por la dictadu-ra franquista– y la que parecía ser una insípida
literatura local –con excepciones considerables
como el propio Borges, Pablo Neruda, Alejo
Carpentier, Oliverio Girondo, entre muchos
otros– para darle sentido a una nueva concep-ción de sí mismos; permeados, obviamente por
la visión que por muchos años ha tenido Euro-pa de América, como una Tierra Prometida, un
Edén y a la vez como la corrosiva isla que per-vierte al más puritano.
Ambas visiones están claras en la novela esen-cial del llamado Realismo Mágico, Oximoron
utilizado para explicar está literatura razona-blemente contradictoria pero atrayente por su
irrealidad. Al leer Cien Años de Soledad uno no
cree mucho de lo que refiere, pero la veracidad
con que lo dice hace que uno dude de su propia
razón, antes del suceso descrito; esa cualidad
literaria queda ejemplificada en la elevación de
Remedios la Bella, aquella hermosa mujer que
mataba de amor, como creía Colón que eran las
“Putillas” de su carta de viaje. García Márquez
nos cuenta cómo se creó un distanciamiento
entre ella y su último pretendiente:
Era tal el poder de su presencia, que desde la
primera vez que se le vio en la iglesia todo el
mundo dio por sentado que entre él y Reme-dios, la bella, se había establecido un duelo ca-llado y tenso, un pacto secreto, un desafío irre-vocable cuya culminación no podía ser sola-mente el amor sino también la muerte.45
Las palabras que dijo el Coronel Aureliano
Buendía dan muestra de lo que se cree de Las
latinas: “«No pierda más el tiempo -le dijo una
noche-. Las mujeres de esta casa son peores
que las mulas.»” Y como el caballero no enten-día, “el coronel Aureliano Buendía lo amenazó
con curarle la aflicción a pistoletazos”.
Sin embargo “Faltaba todavía una víctima para
que los forasteros, y muchos de los antiguos
habitantes de Macondo, dieran crédito a la le-yenda de que Remedios Buendía no exhalaba
un aliento de amor, sino un flujo mortal.”46 Y
como mujer deseada, es ascendida al cielo co-mo una virgen.
Remedios, la bella, se quedó vagando por el de-sierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madu-rándose en sus sueños sin pesadillas, en sus ba-ños interminables, en sus comidas sin horarios,
en sus hondos y prolongados silencios sin recu-erdos, hasta una tarde de marzo en que Fernan-da quiso doblar en el jardín sus sábanas de bra-mante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado, cuando Amaranta
45 Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, México, Alfaguara, 2008, p. 81, passim. 46 Ibidem, p. 97.
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
27
advirtió que Remedios, la bella, estaba transpa-rentada por una palidez intensa. […] Fernanda sintió que un delicado viento de
luz le arrancó las sábanas de las manos y las
desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió
un temblor misterioso en los encajes de sus po-llerinas y trató de agarrarse de la sábana para
no caer, en el instante en que Remedios, la be-lla, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar
la naturaleza de aquel viento irreparable, y de-jó las sábanas a merced de la luz, viendo a Re-medios, la bella, que le decía adiós con la mano,
entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que
subían con ella, que abandonaban con ella el ai-re de los escarabajos y las dalias, y pasaban con
ella a través del aire donde terminaban las cua-tro de la tarde, y se perdieron con ella para si-empre en los altos aires donde no podían alcan-zarla ni los más altos pájaros de la memoria.47
Remedios es entonces el símbolo de la mujer
perturbadora, come-hombres, sin siquiera propo-nérselo. La ingenuidad de Remedios muestra
otra versión de la visión que se tiene de
Latinoamérica: José Arcadio, el patriarca, se
vuelve loco ante tanto conocimiento, y ante
tanta sorpresa, pero también, ante la ambición. Los gitanos son nuevos conquistadores que cam-bian sus espejitos por oro, –casi literalmente–
con espejos de agua, como los del sueño de José
Arcadio, hasta que Melquiades, el gitano ma-yor, decide establecerse para siempre en este
pueblo inhóspito hasta el final, cuando nadie lo
recuerde, cuando deje de ser inmortal. Como
afirmara Jorge Luis Borges –Melquiades y sus
espejos– en El Inmortal:
La muerte (o su alusión) hace preciosos y paté-ticos a los hombres. Éstos conmueven por su
condición de fantasmas; cada acto que ejecutan
puede ser el último; no hay rostro que no esté
por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo ir-recuperable y de lo azaroso.
Melquiades es ese hombre que escribe la histo-ria, el reflejo de otro tiempo, el Nostradamus, el
profeta, que sabe en qué terminara Macondo.
47 Ibidem, p. 98.
¿Dónde está Macondo?, pregunté en el título. Es-tá en toda Latinoamérica, en cada pueblo que
explotado por industrias bananeras, por la re-presión, por la muerte y la corrosión. En Améri-ca Latina, la naturaleza vuelve a cobrar fuerza
sobre la necesidad de construir, destruyendo lo
preexistente, lo artificial.
Latinoamérica “la ciudad de los espejos (o los
espejismos)” que “sería arrasada por el viento
y desterrada de la memoria de los hombres en
el instante en que Aureliano Babilonia acabara
de descifrar los pergaminos,” escritos por Mel-quiades mucho tiempo atrás.
Parecería que Márquez trata de decirnos que
hay una historia preescrita que debemos desci-frar, con el riesgo de perecer en el intento, y
que culmina con una frase que hace dos años
bien pudimos utilizar: “porque las estirpes con-denadas a cien años de soledad no tenían una
segunda oportunidad sobre la tierra.”
Cabe señalar, como conclusión, que García
Márquez ha reconocido cierta influencia de El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, aquella
obra en la que éste último analiza la historia de
México, país en el que García Márquez escribió
Cien Años… que estamos analizando. Cabe en-tonces seguirnos preguntando: ¿Dónde está
Macondo?
[Portada de la edición conmemorativa al ochenta aniversario de Gabriel García Márquez]
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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[Postdata]: DeCampaña. Reflexión en torno a la democracia mexicana.
[José G.S. García-Tezcaltzin.]
Tenemos que aprender a respetar la palabra y las instituciones más que el poder de las personas que las usan. Tenemos que aprender a respetarnos a nosotros mismos más que al Señor del Gran Poder. Gabriel Zaid, Cómo leer en bicicleta.
No, esta amenaza [de las dictaduras totalitarias] no ha desaparecido por completo. Por eso, hagamos siempre un llamamiento a "una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos". Stephane Hessel, Indignaos
Dentro de pocos días darán fin –¡al fin!– las campañas políticas en México –y en algu-
nos otros países– y tendremos que salir a decidir quién será nuestro próximo manda-
tario. Se ha hablado hasta el cansancio de estas elecciones, como un suceso histórico y
coyuntural. Sin embargo, se ha dejado de lado el verdadero valor de estas elecciones.
Cómo acostumbran los políticos, nos han dicho el qué, pero no el cómo ni el por qué.
n un país con una incipiente cultura de-mocrática, una enseñanza mediocre de la
historia a partir del caudillismo, lo evene-mencial, el dato duro, lo maniqueo y lo circuns-tancial –cual telenovela del canal de las estre-llas–; así como una fuerte tradición religiosa
que parte de las esperanzas y la búsqueda de
un paraíso terrenal; las elecciones parecen ser el
momento propicio para ungir al nuevo mesías, al redentor o al mismísimo anticristo nacional.
Hace seis años (en 2006) la contienda política se
radicalizó tras la intervención del entonces pre-sidente Vicente Fox y la iniciativa privada –te-merosa de perder todo su patrimonio a manos
del mesías tropical, como llamó el empresario
cultural, Enrique Krauze, a Andrés Manuel Ló-pez Obrador– con una campaña de despresti-gio que se dio en llamar Guerra Sucia y que se
encargó de mostrar a AMLO como “un peligro
para México.”
Hasta aquí todos conocemos la historia. Lo que
causa polémica con respecto a estas elecciones
es la posibilidad de que se haya maquinado un
fraude electoral “desde la cúpula”; el cual ha
terminado por desquebrajar el de por sí frag-mentado intento de democracia que se inició
desde 1988 con la segregación del PRI (el parti-do hegemónico), y un cisma interno que ocasio-nó la salida del Ingeniero Cuauhtémoc Cárde-nas del partido, junto a Porfirio Muñoz Ledo y
Andrés Manuel López Obrador, entre “otras jóvenes promesas de la política nacional”; y la
consecuente fundación del Frente Democrático
Nacional (FDN), después Partido de la Revo-lución Democrática (PRD). Ese mismo año, la
oposición contraria –con respecto a la ubicación
ideológica–, el PAN, tenía como candidato al empresario Manuel Clouthier; quien llevó al campo de lo político el esquema del bárbaro del Norte, hombre bragado en los negocios que ha-ría prosperar a la nación si la administraba co-mo a una empresa. PAN y PRD fueron así los
primeros partidos opositores reales al PRI desde la formación de éste, finalizada la Revolución.
Cabe señalar, para los que no conozcan la his-toria del partido que gobernó desde 1940 (con
otro nombre, PNR que en el siguiente sexenio
E
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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–1946– cambiaría al nombre con el que ahora lo
conocemos) hasta el 2000, que éste se caracteri-zó por aglutinar a todos los sectores de la po-blación y en corporaciones y sindicatos (CNOP, CROM y CTM entre otras) que repartían favores
a cambio del voto, nulificando así la libre elec-ción de nuestros gobernantes y la inalienabili-dad del sufragio. En pocas palabras, aniquiló
el valor del voto.
Hay que recordar –o explicar para los faltos de
memoria histórica debido a nuestro deficiente
sistema educativo en cuanto a humanidades–
que dentro de este mismo partido existían nú-cleos de derecha e izquierda que convivían en un
mismo partido que, ajeno al mito del dedazo, en
el que se dice y se cree que el presidente, por
decisión unilateral y arbitraria decidía quien
sería el siguiente Tlatoani (como lo menciona
Octavio Paz en su “Crítica de la Pirámide”) por
los siguientes seis años. La decisión de quién
sería el próximo gobernante era tomada a par-tir de las organizaciones antes referidas quie-nes defendían sus intereses dentro del partido, midiendo su peso político, entiéndase, el núme-ro de votos garantizados a la causa. Cuando a
un grupo no le satisfacía la elección del candi-dato, formaban un partido de oposición, como
ocurrió en un principio en 1988 con el ingenie-ro Cárdenas.
De esta separación emigraron algunos de los
pocos personajes de izquierda que todavía so-brevivían en el tricolor. Sin embargo, el nuevo
PRI –el de 1994, cuyo baluarte fue Colosio– pla-neaba reiniciar algunas reformas que a algunos
grupos de poder no le convenían.
El FDN hizo lo que comúnmente hacen los parti-dos en México: buscar alianzas con otros parti-dos para incrementar su poder político, y en
este caso, se unieron al PSUM para lograr el re-gistro.
Para los que crean lo que dice la candidata del PAN, que ambos candidatos –pues el tercero, siendo honesto, no merece mi atención– son lo
mismo, lamento informarles que están equivo-cados. Puesto que el grupo que ha tomado el poder del partido es el bloque de (ultra)derecha,
como lo reconoce el propio candidato priísta, al afirmar que es un reacio conservador.
Por otro lado, la izquierda que defiende AMLO
no es la que acostumbramos identificar con las
dictaduras latinoamericanas –Cuba, Venezue-la–, ni siquiera podríamos identificarla con un
frente de centro izquierda, o socialdemócrata, sino más cercano al socialismo cardenista; me-nos ideológico, más pragmático, ese que formó
hombres de izquierda como el maestro Lucio
Cabañas –guerrillero educado en la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa, la misma que
ahora ha iniciado las protestas contra el siste-ma educativo–, los jóvenes del movimiento es-tudiantil de 1968 –que también hicieron una crí-tica a la manipulación de la información por
parte de los medios televisivos– así como de
un sinfín de protestas de obreros que vieron
cómo lentamente les eran arrebatadas las pre-bendas concedidas por los primeros gobiernos
posrevolucionarios.
El movimiento estudiantil de 1968 fue la pauta
del cambio hacia una nueva democracia. Abi-garrado e incluyente, es el primer movimiento
civil en el que estaban adheridos estudiantes
(hombres y mujeres) de izquierda y derecha, de
diversas instituciones educativas –públicas y
privadas– que aspiraban a un cambio demo-crático en el país.
Desafortunadamente, el contexto histórico en
el que se envolvió este movimiento –la guerra
fría y los juegos olímpicos– en un estado recal-citrante y ramplonamente nacionalista; autori-tario, y temeroso de una intervención extran-jera (norteamericana o soviética), cuyo director
de seguridad aspiraba a tener mayores benefi-cios políticos, aconsejando a un paranoico pre-sidente Díaz Ordaz a intervenir seriamente a
favor del “orden y la estabilidad conseguidas;”
además de diversas disputas ideológicas den-tro del propio movimiento así como la falta de
apoyo real por parte de la incipiente sociedad
lo desacreditaron hasta que el día 2 de octubre
el Estado intervino de manera abrupta y vio-lenta sobre un legítimo movimiento cuyo prin-cipal objetivo era crear una conciencia civil, a
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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través de una nueva revolución que implantara
una auténtica Democracia, ajena a la que el Es-
tado decía resguardar.
La primera Apertura Política se llevó a cabo du-rante el gobierno de Luis Echeverría, que cam-bió el discurso “autocrítico” y el esclarecimien-to de lo ocurrido en Tlatelolco y el Jueves de Cor-pus, conocido comúnmente como el Halconazo, mientras perseguía guerrilleros y conservaba
presos políticos en “El Palacio Negro” de Le-cumberri.
Pero los medios intelectuales iniciaron una se-vera crítica a la hipócrita reforma democrática, aunque claramente la falta de amplitud de es-tos comentarios en los medios masivos no ge-neró un descontento en la ya temerosa sociedad
mexicana.
Tras las elecciones de 1976 en que el único can-didato al gobierno federal fue José López Porti-llo, su secretario de gobernación, Jesús Reyes
Heroles propuso una nueva Apertura Democrá-tica que orilló a los partidos a una mayor parti-
cipación en el congreso.
Así fue incrementando la importancia de los
partidos hasta que la tercera apertura democrá-tica se llevara a cabo tras el fraude de 1988 y la
muerte del candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, en 1994.
Los partidos de oposición (PRD y PAN) comen-zaron a ganar terreno en las localidades gober-nadas tras las elecciones y el número de curu-les ocupados en el Congreso, creando una opo-sición real que orillaría a un cambio de postura
por parte del neopanismo hacia la toma definiti-va del poder el 2 de julio de 2000. De esta forma
llegamos a lo que han dado en llamar la Transi-
ción Democrática de este país.
Cabe señalar que Colosio dibujaba a su partido
como “El Nuevo PRI” que acabaría con la co-rrupción y llevaría al país al desarrollo y esta-bilidad añorados desde la crisis de 1982.
Así que este nuevo NUEVO PRI no es más que la
reiteración de viejos paradigmas políticos –re-presión, autoritarismo– con una visión empre-sarial aprendida del bárbaro del Norte y una uti-
lización masiva de los medios de comunicación
a través de la publicidad, esta sí herencia de la
transformación cultural del Homo Sapiens al Homo Videns –un ser que recibe de manera pa-siva la información– y de “la lucha de clases a
la lucha de frases”, intensificación de la propa-ganda política a través de la publicidad de un
candidato, visiblemente atractivo y/o carismá-tico cuyo contenido ideológico no establecido
le facilite gobernar sin asperezas a los demás
sectores sociales. Así es que este nuevo PRI neo-liberal es al fin y al cabo, una exacerbación de
lo que tanto tememos del partido de siempre.
El spot del Movimiento Progresista-MORENA
que hasta hace unos días circulaba en la TV es
un ejemplo de lo que representa en la memoria
colectiva este recuerdo del tricolor.
Al respecto se han creado en la historiografía
dos corrientes que tratan de explicar la transfor-mación del PNR (Partido Nacional Revolucio-nario) de Lázaro Cárdenas –aunque quien lo
fundó fue Calles– en el PRM (Partido de la Re-volución Mexicana) y finalmente en el PRI y la
consecuente traición por parte de sus dirigentes
a la población en general sobre los ideales y
promesas de la Revolución Mexicana.
Por un lado tenemos la idea de una Revolución
Interrumpida. Esta construcción afirma que tras
el gobierno de Cárdenas el Estado quedó en
manos de unos marrulleros cachorros de la Revo-lución que como buen Junior, hacen uso indebi-do de los bienes que con sudor y sangre obtu-vieron los mayores. También sostiene que el
Proyecto Original quedó mancillado por la in-tervención de algunos intereses privados en
las decisiones del Gobierno así como por la co-rrupción que llevó a una degeneración del in-maculado sistema posrevolucionario. Esta con-cepción está por una recuperación de dicho
Proyecto y se ve identificada con los grupos de
izquierda como el PRD y en el ámbito intelectu-al con Adolfo Gilly, a quien le debemos el tér-mino Revolución Interrumpida.
Por otro lado tenemos la idea de la continuidad
del modelo porfirista, que afirma que los caudi-llos de la Revolución nunca traicionaron sus
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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principios pues éstos no eran los que el pueblo
les adjudicó. Esto supone una corrupción endé-mica en el régimen y una falsa lucha de los
grupos subalternos por ideales nunca alcanza-bles. Esta corriente se identifica principalmente
con una concepción de derecha, específicamen-te con el PAN. Uno de sus primeros exponentes
fue Daniel Cosío Villegas y se ha mantenido
hasta ahora con Enrique Krauze como su prin-cipal defensor.
Esperemos que, para empezar, los miembros
de ambas opciones políticas conozcan qué en-tienden sus partidos por Revolución Mexicana. Y es que en la mayoría de las ocasiones los mi-embros de los partidos desconocen casi por
completo su historia.
Creo que este es el principal problema de nues-tro sistema político: la ignorancia en los parti-dos y la dislexia política.
Se mencionan constantemente a los saltimban-quis políticos, chaqueteros que cambian de color
de partido según sus intereses; de lo que (casi) nunca se habla es de los principios clave de ca-da partido, de su postura política y de si los can-didatos que postula son afines a los principios
del partido.
Eso, creo yo, es lo que ha desgastado el sistema
partidista; dado que todavía estamos acostum-brados a los partidos aglutinantes como el PRI, en lugar de los partidos verdaderamente repre-sentativos de cada grupo social.
Contrario a lo que muchos pudieran creer, yo
soy de la idea de que haya más partidos, que
realmente representen a una parte importante
de la población.
Desde principios del siglo pasado (hace 95 años, en 1917), Manuel Gamio proponía justamente
lo mismo: Un número significativo de partidos, como los había antes de la formación del PNR, que no recibían financiamiento por parte del Estado, sino de los propios miembros del parti-do, quienes apoyarían de manera logística y
económica al candidato que eligieran. Desafor-tunadamente, desde antes de la formación del PRI se acabó con la opción de tener un sistema
parlamentario que realmente representara los
intereses de los ciudadanos y en cambio nos
heredó el sistema presidencialista que actual-mente conservamos, aunque ya resquebrajado.
La creación del PRI no está fundamentada so-bre la nada. Desde el porfiriato, intelectuales
como Justo Sierra propusieron la formación de
un Nuevo Partido Conservador que frenara la Re-volución (en este caso, la Reforma) e iniciara
desde cero la “evolución histórica de México.”
Es curioso que desde la alianza de los empresa-rios con el PRI a través de la Canacintra y otras
cámaras industriales, empresariales y de comer-cio el partido se haya comprometido con el pro-greso y el crecimiento económico –fundamen-tos positivistas– como nuevos principios de la
Revolución, dejando a un lado los valores so-cialistas, construidos durante el Cardenismo.
Y es que la elección del heredero de Cárdenas
en el Poder fue la primera muestra de la impor-tancia de los poderes fácticos y los pesos políticos.
Fue Ávila Camacho y no Múgica ni Andrew Al-mazán el candidato del PNR en 1940 por la pre-sión de los empresarios y de los grupos campe-sinos. Múgica era un socialista más radical que
Cárdenas y Almazán era Pronazi, de modo
que la única opción viable era el Creyente Ávila
Camacho. Andrew Almazán sería el primer
candidato presidencial de un naciente partido
político, el Partido Acción Nacional (PAN)
En un principio el PAN fue formado con el obje-tivo de servir de contrapeso al poder del parti-do hegemónico. Y por si no lo recuerda su can-didata, este partido fue fundado por un funcio-nario público que creó las reglas para la estabi-lidad de los bancos en este país, alguna vez mi-embro del PNR: Manuel Gómez Morín, quien
por cierto también justifica de manera inte-lectual la Revolución antes que Vasconcelos, a
quien apoyó en su candidatura presidencial
1929 donde –según el propio Vasconcelos– fue
víctima de fraude –si es así, el primero de la épo-
ca posrevolucionaria.
No en balde el PAN fue fundado en 1939, al si-guiente año de la Expropiación Petrolera. Aun-que en un principio el PAN fue un partido de
pequeños propietarios, y no fue sino hasta la
[Junio 2012] Vaguedades […] [Año 1. No. 3.]
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llegada de empresarios como Manuel Clouthi-er, Maquío, que el PAN se convirtió en el parti-do que ahora dice representar los intereses em-presariales; en ese entonces la siniestrofobia (pá-nico a la izquierda) llevó a estos burgueses a
aglutinarse en un partido que defendiera sus
intereses, económicos y religiosos, pues otra de
las características del PAN ha sido su clara incli-nación religiosa hacia el catolicismo tradicio-nal; por lo que podemos resumir que éste es un
partido conservador burgués. Por eso no debe
extrañarnos su repudio a los matrimonios entre
personas del mismo sexo y el comentario del presidente Calderón sobre la expropiación pe-trolera en Argentina, donde nos dieron mues-tra de lo que, de haber estado el poder totalita-rio priísta en sus manos, habrían sido capaces
de hacer con PEMEX.
La Revolución no se TELEVISArá. En medio de estas crisis política, económica, social, cultural y educativa; surge un movimi-ento estudiantil –uno entre tantos más en los
años recientes– cuyo origen es el repudio al candidato priísta Enrique Peña Nieto; quien
representa a ese PRI del que hemos venido ha-blando y que evoca en la memoria no vivida de
los jóvenes aquella represión de 1968, las cons-tantes crisis económicas, la matanza de Acteal y más recientemente, El operativo represor ocu-rrido en mayo de 2007 en San Salvador Atenco, con el apoyo del entonces presidente Vicente
Fox –quien ahora pide que votemos por el ex- gobernador– y la justificación diazordacista de
Peña al legitimar la represión y aceptar “res-ponsabilidades” cuando ya no se puede abrir
un juicio político en su contra. El movimiento
se ha ido ampliando y se ha convertido en la
Revolución Cultural que este país necesitaba
para despertar, contra de la manipulación de
las televisoras (específicamente Televisa) que
trataron de imponer a un candidato con la lla-mada Telecracia, como ya se había hecho en Ita-lia, con un primer ministro –Berlusconi– que se
ha enriquecido a costa de la población.
En un país como el nuestro, donde la mayoría
de las personas tiene mayor acceso a la televi-
sión comercial que a la educación pública; los
canales comerciales son una educación alternati-va aunque no de calidad. Y es que aunque se
diga que el mercado hace el producto, también
nos hemos dado cuenta de que también se pue-den crear necesidades a través de los medios
masivos. ¿Qué tan difícil es abrir espacios para
la cultura en los medios comerciales, y sobre
todo, ponerlos en horarios donde la gente los
vea como algo común?
Ahí yace la Democratización de los Medios de co-municación. El chiste es lograr una televisión
incluyente, culta pero entretenida, que además
llegue a todo el país a través de la señal de tele-visión comercial. ¿En serio creemos que la cul-tura es aburrida? ¿Nadie ha pensado que si la
gente se acostumbró a las porquerías que ahora
le ofrece el duopolio televisivo, no puedan ha-cer lo mismo con una programación más edu-cativa? Esperemos que los medios se democrati-cen en los dos sentidos: en el contenido y la di-
fusión del mismo.
Conclusiones. Dentro de unos días elegiremos al próximo
presidente de México, pareciera que cada seis
años escogemos a la persona más inepta para
el cargo, para tener alguien a quien echarle la
culpa de nuestros problemas durante esos seis
años. Pero es peor si consideramos que nuestra
percepción mesiánica no nos permite darnos
cuenta que no elegimos santos para que nos go-biernen, sino seres humanos a los que contrata-mos para que administren el changarro de todos
durante ese periodo. Y por eso mismo tenemos
que elegir al más capaz, pero también a quien
esté dispuesto a escuchar nuestras quejas (no
nuestras súplicas) y que no se crea la panacea a
los problemas sociales. ¿Qué difícil situación
enfrentamos, no? Espero que estos datos te sir-van para tomar una decisión más informada. Pero sobre todo, para que entre todos obligue-mos a los políticos a que cumplan, que para eso
los hemos contratado. Que por fin recuperemos
el autoestima y al igual que los jóvenes en 1968
y ahora con #YoSoy132 hagamos de nuestra in-
dignación una alegre protesta.